el envenenador

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El envenenador de Sir William Anthony Berkeley Roger Sheringham pensaba, después, que el crimen de los bombones envenenados, como lo llamaron los diarios, era, de todos los asesinatos que conocía, el planeado con más perfección. El 15 de noviembre, a las diez y media de la mañana, según su invariable costumbre, Sir William Anstruther entró en su club, el muy exclusivo Club Arco Iris, y pidió su correspondencia. El portero le entregó tres cartas y un paquete chico. Sir William se acercó a la chimenea encendida en el gran salón para abrirlos. Pocos minutos después, otro miembro llegó al club, un señor Graham Beresford, que también recogió una carta y un par de circulares, y se acercó a la chimenea, saludando con la cabeza a Sir William, pero sin hablarle. Los dos hombres se conocían apenas, y quizá nunca llegaron a cambiar, en total, una docena de palabras. Después de dar una ojeada a sus cartas, Sir William abrió el paquete, y lanzó un fuerte gruñido de disgusto. Beresford lo miró, y con otro gruñido Sir William le tendió bruscamente una carta que había sido incluida en el paquete. Disimulando una sonrisa (pues los modos de Sir William eran tema de bromas para sus consocios), Beresford leyó la carta. Provenía de una gran firma de fabricantes de chocolate, Mason e Hijos, y explicaba que querían lanzar al mercado una nueva marca de bombones de licor, destinados especialmente al gusto masculino. ¿Querría Sir William hacerles el honor de aceptar esa caja de un kilo y comunicar a la firma su sincera opinión sobre esos bombones? —¿Me toman por una corista? —dijo, humeando de rabia, Sir William—. ¡Testimonios sobre sus chocolates! ¡Esto es intolerable! —Bueno, a mí tampoco me alegra —lo consoló Beresford—. Me recuerda algo. Mi mujer y yo estuvimos en un palco en el Imperial, anoche. Hacia el final del segundo acto le aposté

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Cuento policiaco de Anthony Berkeley

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El envenenador de Sir William

Anthony Berkeley

Roger Sheringham pensaba, despus, que el crimen de los bombones envenenados, como lo llamaron los diarios, era, de todos los asesinatos que conoca, el planeado con ms perfeccin. El 15 de noviembre, a las diez y media de la maana, segn su invariable costumbre, Sir William Anstruther entr en su club, el muy exclusivo Club Arco Iris, y pidi su correspondencia. El portero le entreg tres cartas y un paquete chico. Sir William se acerc a la chimenea encendida en el gran saln para abrirlos.Pocos minutos despus, otro miembro lleg al club, un seor Graham Beresford, que tambin recogi una carta y un par de circulares, y se acerc a la chimenea, saludando con la cabeza a Sir William, pero sin hablarle. Los dos hombres se conocan apenas, y quiz nunca llegaron a cambiar, en total, una docena de palabras.Despus de dar una ojeada a sus cartas, Sir William abri el paquete, y lanz un fuerte gruido de disgusto. Beresford lo mir, y con otro gruido Sir William le tendi bruscamente una carta que haba sido incluida en el paquete.Disimulando una sonrisa (pues los modos de Sir William eran tema de bromas para sus consocios), Beresford ley la carta. Provena de una gran firma de fabricantes de chocolate, Mason e Hijos, y explicaba que queran lanzar al mercado una nueva marca de bombones de licor, destinados especialmente al gusto masculino. Querra Sir William hacerles el honor de aceptar esa caja de un kilo y comunicar a la firma su sincera opinin sobre esos bombones?Me toman por una corista? dijo, humeando de rabia, Sir William. Testimonios sobre sus chocolates! Esto es intolerable!Bueno, a m tampoco me alegra lo consol Beresford. Me recuerda algo. Mi mujer y yo estuvimos en un palco en el Imperial, anoche. Hacia el final del segundo acto le apost una caja de bombones, contra cien cigarrillos, que no acertara con el culpable. Y gan. Tengo que acordarme de comprarlos. La vio usted: La calavera crujiente? No es mala pieza.Sir William no la haba visto, y lo declar con fuerza.Necesita una caja de bombones? aadi, ms suave. Bueno, tome esta caja. Yo no la quiero.Corts, Beresford vacil por un momento; luego, desgraciadamente para l, acept. El dinero que ahorraba as no significaba nada, pues era un hombre rico, pero vala la pena ahorrarse una molestia.Por una verdadera casualidad, ni la envoltura de la caja ni el rtulo se quemaron; los dos hombres haban arrojado a las llamas los sobres de sus cartas. Sir William haba hecho un lo con el hilo, la envoltura y la carta, y lo haba entregado, distradamente, a Beresford, que dej caer todo dentro del guardafuego. El portero recogi ms tarde este lo y, como era un hombre ordenado, lo meti en el canasto de papeles; ah lo encontr la polica.De los tres inconscientes protagonistas de la tragedia, Sir William era, sin duda, el ms notable. A los cincuenta aos, con su llameante cara roja y su figura altiva, era un tpico seor rural de la vieja escuela, y tanto sus modales como su lenguaje concordaban con la tradicin. Respecto a las mujeres su actitud concordaba tambin con la tradicin de los buenos y audaces aristcratas.En contraposicin con l, Beresford era, en cambio, un hombre comn: alto, moreno, no feo, de treinta y dos aos, quieto y reservado. Su padre le dej una buena posicin, pero, como el ocio no lo seduca, se dedicaba a los negocios.El dinero atrae al dinero. Graham Beresford lo hered, lo produjo y hasta se cas con l: se cas con la hija de un difunto armador de Liverpool, que tena no menos de medio milln de libras.Pero el dinero era un incidente, pues Beresford estaba enamorado y se hubiera casado (decan sus amigos) aunque ella no hubiera tenido un cobre. Era una nia alta, de mentalidad seria, muy cultivada, no tan joven como para carecer de carcter, pues tres aos antes, cuando se cas, ya haba cumplido los veinticinco aos. En fin, era la esposa ideal.Tal vez fuera un poco puritana, pero Beresford, despus de su alegre juventud, estaba dispuesto a ser l tambin un puritano. Para decirlo de una vez, los Beresford haban realizado esa octava maravilla del mundo moderno: un matrimonio feliz. Y entonces cay, con inexorable tragedia, la caja de los bombones.Beresford se los dio a su esposa despus del almuerzo, durante el caf, con alguna broma sobre el pago de las deudas de honor; ella abri la caja en seguida.La camada superior pareca contener slo kirsch y marrasquino. Beresford no quiso echar a perder un buen caf, y su mujer comi sola el primer bombn.Exclam, sorprendida, que el licor del relleno pareca muy fuerte, y que le quemaba la boca.Beresford explic que eran muestras de una nueva marca, y luego, curioso por lo que deca su mujer, tom tambin uno. Un gusto ardiente, no intolerable, pero demasiado fuerte para ser placentero, sigui al derrame del lquido, el sabor de almendras le pareci excesivo.Son fuertes dijo. Deben de contener alcohol puro.No les saldr muy caro exclam su mujer, tomando otro. Son muy fuertes. Sin embargo, creo que me gustan.Beresford comi otro; le gust menos an.Basta dijo con decisin. Me dejan la lengua dormida. Si fuera t, no comera ms. Deben de tener algo malo.Son un experimento, supongo respondi ella. Queman. No s si me gustan o no.Pocos minutos despus, Beresford sali para una cita de negocios, en la City. La dej investigando si le gustaban o no los bombones, y comiendo para decidirse. Beresford recordaba vvidamente ese trozo de conversacin, porque fue la ltima vez que vio viva a su mujer.Eso ocurri, ms o menos, a las dos y media de la tarde. A las cuatro menos cuarto Beresford lleg a su club, en un taxi, casi desmayado. El chauffeur y el portero lo ayudaron a entrar, y ambos describieron luego su palidez cadavrica, sus ojos fros, sus labios lvidos, su piel hmeda y viscosa.El portero, alarmado en extremo, quiso pedir un mdico, pero Beresford, que aborreca los alborotos, lo rehus; dijo que sera alguna indigestin y que pasara en pocos minutos. Cuando el portero se fue; le confi a Sir William:Ahora que pienso, creo que son esos bombones infernales que usted me dio. Cuando los prob me pareci que tenan algo raro. Es mejor que vaya a casa y vea si mi mujerSe detuvo bruscamente. Su cuerpo, que se recostaba en el silln, se irgui de repente: sus quijadas se apretaron, los labios lvidos se estiraron en una horrible mueca sardnica y las manos se crisparon en los brazos del silln. Al mismo tiempo, Sir William percibi un inconfundible olor de almendras amargas.Sir William, creyendo que el hombre se mora ante sus ojos, llam a gritos al portero y a un mdico. Los otros ocupantes del saln se acercaron de prisa; arreglaron en posicin ms cmoda el convulso cuerpo del hombre ya inconsciente. Antes que el mdico llegara, un mensaje telefnico se recibi en el club. Era de un agitado sirviente que llamaba al seor Graham Beresford, pues la seora Beresford estaba gravemente enferma. En realidad, ya haba muerto.Beresford no muri. Haba ingerido menos veneno que su mujer. El mdico tuvo tiempo de salvarlo. Despus se hall que la dosis que haba tomado no era mortal. Hacia las ocho de la noche ya estaba consciente; al da siguiente se repona poco a poco.En cuanto a la infortunada seora Beresford, el mdico lleg tarde: dej de existir, en poco tiempo, en un profundo coma.Se interrog a Sir William, la carta y la envoltura fueron recuperadas del canasto; aun antes que el enfermo estuviese fuera de peligro, un inspector de investigaciones peda una entrevista con el gerente de Mason e Hijos.En esta etapa del asunto, la teora policial era que, segn lo que Sir William y los mdicos explicaron, por un acto de negligencia criminal, un obrero de Mason haba incluido una cantidad excesiva de aceite de almendras amargas en la mixtura que rellenaba los bombones. Las almendras amargas eran el ingrediente txico que los mdicos haban encontrado.Sin embargo, el gerente rechaz esta idea. El aceite de almendras amargas, afirm, no era usado jams por la casa Mason.Tena novedades ms interesantes an. Habiendo ledo con evidente asombro la carta incluida en el paquete, declar inmediatamente que era una falsificacin. Ni tal carta, ni tales muestras haban sido enviadas por la casa; no se trataba, tampoco, de una variedad nueva de bombones de licor. Los bombones fatales eran de un tipo usual.Desenvolviendo y examinando uno, el gerente llam la atencin del inspector hacia una seal en el lado inferior, que poda ser la huella de un agujerito taladrado en la cubierta y por el cual se haba extrado el licor e introducido el letal relleno, tapando luego el agujero con chocolate ablandado; la operacin era simple.El inspector examin con la lupa el bombn y confirm la hiptesis. Era evidente que alguien haba tratado de asesinar a Sir William Anstruther.Scotland Yard redobl sus actividades. Los bombones fueron analizados, Sir William fue interrogado de nuevo, y lo fue tambin el ya consciente Beresford. El mdico insisti en que la noticia de la muerte de su esposa no deba comunicarse a Beresford hasta el da siguiente.No pudo Sir William arrojar ninguna luz sobre el misterio o indicar una sola persona que pudiera tener alguna razn para asesinarlo. Viva separado de su mujer, que era la principal beneficiaria en su testamento; ella estaba en el sur de Francia, como la polica francesa lo confirm enseguida.El anlisis evidenci uno o dos hechos interesantes. No era aceite de almendras amargas, sino nitrobencina, sustancia afn, usada principalmente en la manufactura de tinturas, lo que se emple como veneno. Cada bombn de la camada superior tena exactamente seis gotas del txico, en una mezcla de kirsch y marrasquino. Los bombones de las otras camadas eran inofensivos.En cuanto a las otras claves, parecan igualmente intiles. La hoja de papel de carta de la casa Mason fue identificada por la casa impresora Werton, como trabajo suyo; pero se ignoraba cmo haba llegado a manos del criminal. Todo lo que poda decirse era que, por tener los bordes muy amarillentos, deba de ser una hoja vieja. Ningn indicio permiti identificar la mquina de escribir que se us para la carta del papel de envolver en que vena la caja de calidad ordinaria, con la direccin de Sir William escrita a mano, con letras de imprenta en grandes maysculas, no se deduca sino que el paquete haba sido entregado al correo en la oficina de Southampton Street, entre las ocho y media y las nueve y media, la noche anterior.Y ahora usted sabe tanto como nosotros, seor Sheringham concluy el inspector jefe Moresby; si usted me dice quin envi esos bombones a Sir William, usted sabe mucho ms.Roger asinti con la cabeza pensativo.Es un caso brutal. Ayer encontr a un caballero que estuvo en el colegio con Beresford. No lo conoca mucho, porque mi amigo era de los clsicos, y Beresford de la seccin moderna. Dice que Beresford qued absolutamente hundido por la muerte de su mujer. Ojal que usted encuentre a quien mand esos bombones, Moresby.No querra otra cosa dijo Moresby sombramente.Puede ser cualquier persona en el mundo cavil Roger. Y, por ejemplo, qu me dice de los celos femeninos? La vida ntima de Sir William no parece inmaculada. Creo que hay mucho de: fuera lo viejo y viva lo nuevo en sus amoros.Hombre, pues es justamente lo que estuve averiguando repuso el inspector jefe Moresby, con reproche. Eso fue lo primero que se me ocurri. Si algo es evidente, es que ste es un crimen de mujer. Slo una mujer enviara bombones envenenados a un hombre. Otro hombre pensara en whisky, o cigarros, o algo as.Es un punto de vista sano. Muy sano, por cierto. Sir William no puede ayudar?No pudo dijo Moresby, no sin un dejo de resentimiento o no quiso. Yo me inclinaba a creer al principio que tendra sus sospechas y estaba escudando a alguna mujer. Ya no pienso as.Hum Roger no pareci muy seguro. No es ste un caso de reminiscencia imitativa? No mand una vez algn loco bombones envenenados al jefe de polica? Un crimen se imita, como usted sabe.Moresby se ilumin.Me hace gracia que usted lo diga, seor Sheringham, pues es la misma conclusin a que llegu. Prob toda otra teora posible, y, a lo que s, no hay un alma que pueda tener inters en la vida de Sir William, ya sea por motivos de lucro, venganza o lo que usted quiera, que no haya debido tachar del asunto. En realidad, casi decid que la persona que mand eso fue alguna loca, fantica religiosa o social, que probablemente nunca vio a Sir William. Si fuera as Moresby suspir, tengo pocas esperanzas de atraparla.Si no interviene el azar, como a menudo sucede dijo Roger, con nimo. Muchos casos se resuelven por un golpe de suerte. El azar vengador sera un excelente ttulo para un film.Para ser exactos, hay que decir que Roger se inclinaba a admitir la conclusin del inspector: la tentativa de quitar la vida a Sir William Anstruther y el efectivo asesinato de la infortunada seora Beresford deban de ser la obra de algn loco desconocido.Una semana despus, en un encuentro ocasional, el azar determin que su inters en este asunto pasara de lo acadmico a lo personal.Roger estaba en Bold Street, preparado para la deprimente ordala de comprar un sombrero nuevo. De repente, a lo largo de la calle, vio que la seora Verreker-le-Flemming se le vena encima. Se trataba de una dama pequeita, exquisita, rica y viuda, que se sentaba a los pies de Roger, cada vez que ste le daba una oportunidad. Ahora habl. Habl y habl. Y Roger, que prefera hablar l mismo, no poda soportarlo.Oh!, seor Sheringham, cunteme. En confianza, usted se encargar de este horrible asunto de la muerte de Juana Beresford? Qued horrorizada, cuando lo supe. Sencillamente horrorizada. Usted sabe, Juana y yo ramos ntimas amigas. ntimas. Y la cosa tremenda, la cosa en verdad terrible, es que la pobre Juana fue la propia causante de su desgracia. Esto no es abrumador?Roger ya no trat de escaparse.Supongo que es lo que llaman irona trgica sigui hablando la seora Verreker-le-Flemming. Ciertamente fue trgico y nunca o irona tan espantosa. Usted sabe la apuesta que hizo con su marido; l tuvo que conseguirle una caja de bombones, y a no ser por eso Sir William no le habra dado los bombones envenenados y se los habra comido l, y adis. Bueno, seor Sheringham la seora Verreker-le-Flemming baj la voz hasta un susurro conspirador, y mir alrededor, en el modo clsico. Nunca le dije esto a nadie, pero se lo digo a usted, porque s que lo apreciar: Juana no haca juego leal. Haba visto el drama antes. Fuimos juntas en la primera semana que lo dieron. Ella saba quin era el culpable.Santo cielo! Roger se impresion tanto como poda desearlo la seora Verreker-le-Flemming. El azar vengador! Ninguno de nosotros queda inmune de l!Justicia potica, quiere decir? gorje ella, para quien esas observaciones eran algo oscuras. S, pero Juana Beresford! Esto es lo extraordinario. Nunca hubiera credo yo que Juana fuera capaz de algo as. Era una muchacha tan recta. Poco liberal con el dinero, por supuesto, considerando lo mucho que tena; pero eso no importa. Claro que slo fue una broma con su marido; pero yo siempre crea que Juana era una muchacha tan seria, seor Sheringham. Quiero decir: no todo el mundo habla siempre de honor, y de verdad, y hacer juego limpio, y todas las cosas que uno da por admitidas. Pero Juana hablaba. Continuamente deca que tal cosa no era honorable, no era honesta o no era leal. Bueno, ella misma pag por no jugar lealmente, no es as? Todo demuestra la verdad del viejo dicho.Qu viejo dicho? dijo Roger, hipnotizado por ese torrente de palabras.Pues que el agua quieta corre hondo. Juana debe haber sido honda, me temosuspir la seora Verreker-le-Flemming. Es un error social ser hondo, evidentemente. Quiero decir que me engaaba, sin duda. No poda ser tan honorable y sincera, como pretenda, no es verdad? Y no puedo dejar de pensar que una muchacha que engaaba a su marido en una cosita as no dejara (bueno, no quiero decir nada contra la pobre Juana, ahora que est muerta, pobre alma querida!), pero no puede haber sido tan completamente una santa de yeso, despus de todo, no es verdad? Quiero decir dijo la seora Verreker-le-Flemming, agotando de prisa sus insinuaciones que la psicologa me parece tan interesante. No cree usted, seor Sheringham?Algunas veces lo es asinti Roger, gravemente. Pero usted mencion a Sir William Anstruther hace un momento. Lo conoce tambin a l?Sola tratarlo replic la seora Verreker-le-Flemming, sin especial inters. Hombre horrible! Siempre corriendo tras una u otra mujer! Cuando se cansa, la larga. A lo menos aadi la seora Verreker-le-Flemming con cierta prisa es lo que me han dicho.Y qu sucede si ella rehsa que la larguen?Oh, no lo s! Supongo que usted oy lo ltimo.Roger estaba siguiendo otro orden de ideas.Qu lstima que usted no estuvo con los Beresford en el Imperial, aquella noche! No habra hecho nunca esa apuesta si usted hubiera estado. Supongo que usted no estaba, no?Roger pareca muy inocente.Yo? interrog la seora Verreker-le-Flemming, sorprendida. Dios mo, no! Estaba en la nueva revista, en el Pabelln. Lady Gavelstake tena un palco y me pidi que me agregara al grupo.Roger mantuvo resueltamente el resto de la conversacin en el tema teatral. Antes de dejar a su amiga, le pregunt si tena fotografas de Juana Beresford y de Sir William. La seora le prometi prestrselas. En cuanto la dej, llam un taxi y dio la direccin de la seora Verreker-le-Flemming. Pens que era mejor aprovechar la promesa mientras ella no se cobraba con otra charla.A la mucama no le pareci extraa su misin y lo llev en seguida a la sala de recibo. Un ngulo de la sala estaba dedicado a las fotografas, en marco de plata, de los amigos de la seora Verreker-le-Flemming; haba muchas. Roger las examin con inters y, finalmente, se llev no dos sino seis fotografas de Sir William, de la seora Beresford, de dos hombres desconocidos que parecan de la poca de Sir William y, por fin, una de la misma seora Verreker-le-Flemming. A Roger le gustaba embrollar sus pistas.El resto del da estuvo muy ocupado.Visit una biblioteca pblica, y revis una obra de consulta; despus tom un taxi y se hizo llevar a las oficinas de la compaa Anglo Oriental de Perfumera, donde pregunt por un seor Jos Lea Hardwick y pareci muy desconcertado al or que ese caballero ni era conocido de la casa, ni empleado en ninguna de las sucursales.Luego se hizo llevar a la casa de Weall y Wilson, la conocida institucin que protege los intereses comerciales de particulares y aconseja a sus suscriptores en las inversiones. Aqu se enrol como suscriptor y, explicando que tena una suma considerable para invertir, llen uno de los formularios de pedidos de informes, con el encabezamiento de Estrictamente Confidencial.Luego fue al Club Arco Iris, en Picadilly. Se present al portero, como agente de Scotland Yard, y le hizo una serie de preguntas ms o menos triviales, relacionadas con la tragedia.Sir William, creo, no cen aqu la noche antes? dijo, finalmente, como al pasar. Roger se equivocaba. Sir William haba cenado en el club, como lo haca unas tres veces por semana.Pero yo haba entendido que no estuvo aqu esa noche? dijo Roger, lamentndose.El portero insisti. Recordaba claramente. As tambin un mozo de restaurante, que el portero llam a corroborar.Sir William haba cenado tarde y no haba dejado el comedor hasta las nueve, ms o menos. Haba pasado unas horas all; el mismo mozo le haba servido un whisky y soda en el saln, ms tarde.Roger se retir. Fue a la papelera Werton.Buscaba algn nuevo papel de carta, impreso, de una clase muy especial, y a la joven, en el mostrador, le especific, con prolijidad de detalles aburridos, exactamente lo que quera.La joven le entreg el libro de muestras y le pregunt si algn estilo de esos le convena. Roger lo oje, observando, grrulo, que un amigo del que, por casualidad, tena consigo una foto, le haba recomendado la casa Werton.Hace unos quince das, creo, mi amigo estuvo aqu la ltima vez dijo Roger, sacando la foto. Lo reconoce?La joven tom la foto, sin inters aparente.Oh, s recuerdo! Era tambin por papel de carta, me parece. As que se es su amigo? Bueno, ste es un mundo chico. En este rengln vendemos mucho ahora.Roger volvi a su departamento, a cenar. Luego, inquieto, sali a vagar y lleg a Picadilly. Err por la plaza, pensando activamente; se detuvo para observar fotografas de la nueva revista en el Pabelln. Se haba alejado hasta Jermyn y estaba parado en la entrada del teatro Imperial. Mir los anuncios de La calavera crujiente y vio que empezaba a las ocho y media. En su reloj vio que era veintinueve minutos ms tarde. Tena que emplear la noche de algn modo. Entr.La maana siguiente, muy temprano para Roger, visit a Moresby, en Scotland Yard.Moresby dijo sin prembulo, necesito que usted haga algo para m. Puede encontrarme un chfer de taxi que tom viaje desde Picadilly Circus o sus cercanas, a las nueve y diez, ms o menos, la noche antes del crimen, hasta el Strand, por el final, ms o menos, de Southampton Street, y otro chfer que tom viaje de retorno entre esos puntos?El resto del da lo pas buscando una mquina de escribir de ocasin. Exiga una Hamilton nmero 4. Cuando los vendedores trataban de inducirlo a considerar otras marcas, rehusaba mirarlas, diciendo que un amigo le haba recomendado tanto la Hamilton nmero 4, y que haba comprado una haca tres semanas, ms o menos. Quiz la haba comprado en este mismo negocio, no? No haban vendido una Hamilton nmero 4 en los tres ltimos meses? Qu raro!Pero en un negocio haban vendido una Hamilton nmero 4, dentro del mes ltimo: eso era ms raro an.A las cuatro y media, Roger volvi a su departamento, para esperar la comunicacin de Moresby. A las cinco y media llam el telfono.Hay catorce chferes aqu, ensuciando el piso de mi oficina dijo Moresby con grosera. Qu debo hacer con ellos?Gurdelos hasta que yo llegue replic Roger, con dignidad.La entrevista con los catorce chferes fue bastante breve, sin embargo. A cada hombre, por turno, Roger le mostr una foto, tenindola de modo que Moresby no pudiera verla, y preguntaba si reconoca a su pasajero. Sin vacilar, el noveno afirm que s.A una sea de Roger, Moresby los despidi y luego se sent en su mesa y trat de parecer importante. Roger se sent sobre la mesa, con aire nada oficial y balance sus piernas. Mientras lo haca, una foto cay sin ser notada del bolsillo al suelo, con la cara para abajo, bajo la mesa. Moresby la vio pero no la alz.Y ahora, seor Sheringham dijo, quiz quiera contarme lo que ha estado haciendo.Por cierto, Moresby dijo Roger, con blandura. Realmente resolv la cosa, sabe? Aqu est la prueba. Sac de su cartera una vieja carta y la dio al inspector jefe.Esto fue escrito con la misma mquina que la apcrifa carta de Mason, o no?Moresby la estudi un momento, luego sac la carta falsificada de una gaveta y compar las dos minuciosamente.Seor Sheringham dijo sobriamente, dnde consigu esto?En un negocio de mquinas de ocasin en St. Martins Lane. La mquina se vendi a un cliente desconocido, hace un mes. Identificaron al cliente por esa misma foto. Luego de reparada usaron la mquina en la oficina, por un tiempo, para venderla en perfecto orden; me fue fcil obtener una muestra de su trabajo.Hum! Hasta ahora muy bien concedi Moresby. Pero, y el papel de Mason?Eso dijo Roger se extrajo del muestrario de Werton, de papeles de carta. Adivin que de ah provena por los bordes tan amarillentos. Puedo probar el contacto del criminal con el libro de muestras: falta una hoja que, ciertamente, resultar ser la de la carta.Muy bien dijo Moresby, ms cordial.En cuanto al chfer del taxi, el criminal tena una coartada. Usted oy cmo la destru. Entre las nueve y diez y las nueve y veinticinco, mientras el paquete era entregado al correo, el asesino se dirigi apresuradamente a esa vecindad, quiz por mnibus o por subterrneo; volvi en taxi, porque se le haca tarde.Y el asesino, seor Sheringham?La persona cuya fotografa est en mi bolsillo dijo, sin bondad, RogerQuin fue el asesino, pues, seor Sheringham? repiti Moresby.Estaba tan bien planeado sigui Roger, como soando. Nunca se nos ocurri que cometamos el error fundamental que el criminal quera que cometiramos.Cul era ese error? pregunt Moresby.Que el plan haba fracasado. Que una persona imprevista haba sido muerta. Esto era la belleza del plan. El plan no fracas. Tuvo un xito brillante. No fue una persona imprevista la que muri; fue la sealada.Moresby abri la boca.Pero, cmo ha averiguado eso?Desde el principio la seora Beresford fue la presa. Por eso es tan ingenioso el enredo. Todo fue previsto. Era perfectamente natural que Sir William pasara los bombones a Beresford. Fue previsto que buscramos al criminal entre los asociados de Sir William y no de la muerta. Quiz fue tambin previsto que el crimen se considerara como obra de una mujer.Moresby, incapaz de esperar ms, levant la fotografa del suelo.Santos cielos! Seor Sheringham, usted no quiere insinuar que el mismo Sir William!Quera librarse de la seora. No hay duda de que al principio ella le gust bastante, aunque siempre fue su dinero lo que l persigui continu Roger. Pero ella cuidaba demasiado su dinero. l lo necesitaba, de cualquier modo; ella no ceda. ste es el mvil; no hay duda. Hice una lista de las firmas en que l tiene intereses y obtuve un informe sobre ellas. Todas estn en mala situacin. Ya haba acabado con su propio dinero y tena que conseguir ms. En cuanto a la nitrobencina, que tanto nos intrig, es muy sencillo. Yo busqu y hall que, adems de las aplicaciones que usted me dijo, se usa ampliamente en perfumera. l tiene negocios de perfumera: la Compaa Anglo Oriental. Por eso saba que es txica. Pero no creo que se proveyera ah. No es tan tonto. Quiz fabric la sustancia l mismo. Cualquier chico de escuela sabe cmo tratar el benzol con cido ntrico para obtener nitrobencina.Pero tartamude Moresby Sir William estuvo en Eton, que es clsicoSir William? dijo Roger cortante. Quin habla de Sir William? Le dije que la fotografa del criminal estaba en mi bolsillo. Sac de un tirn la fotografa y la exhibi al aterrado inspector: Beresford, hombre! Beresford es el asesino de su propia esposa! Beresford, que an tena anhelos de una vida ms alegre sigui ms suavemente, no quera a su esposa, sino el dinero! Concibi el plan, previendo toda posible contingencia. Llevando a su mujer al Imperial estableci una coartada fcil, por si alguna vez se sospechara; en el primer intervalo se desliz fuera del teatro. (Estuve aguantando el primer acto de la horrible pieza, para saber cundo vena el entreacto.) Luego fue hasta el Strand, dio al correo su paquete y volvi en taxmetro. Tena diez minutos pero nadie notara si llegaba al palco un minuto ms tarde. El resto es simple continu. Saba que Sir William iba al club todas las maanas, a las diez y media, con la regularidad de un reloj; saba, por certidumbre psicolgica, que conseguira que Sir William le cediera los bombones, si l se lo sugera; saba que la polica se pondra a la caza de toda clase de falsas pistas, partiendo de Sir William. En cuanto al papel de envoltura y la carta falsificada por l, no las destruy, pues calculaba alejar la sospecha, dirigirla hacia algn loco annimo.Bueno, es usted muy ingenioso, seor Sheringham dijo Moresby, con un leve suspiro, pero sin ningn rencor. Muy ingenioso. Qu le dijo esa dama que le revel todo en un relmpago?No fue tanto lo que me dijo, como lo que o entre sus palabras. Lo que me cont es que la seora Beresford saba la solucin en esa apuesta; lo que deduje es que, siendo la clase de persona que era, era increble que hubiera apostado algo sabiendo la solucin del enigma. Ergo, no apost. Ero, no hubo tal apuesta. Ergo, Beresford minti. Ergo, Beresford quiso conseguir esos bombones por otra razn que la expresada por l. Por supuesto que l no habra dejado a su mujer aquella tarde hasta no haberla visto comer, o de algn modo obligarla a comer, por lo menos seis bombones, dosis ms que mortal. Por eso estaba el txico en esas dosis meticulosas de seis gotas. l podra comer un par de ellos, por supuesto. Un golpe maestro.Bueno, seor Sheringham, estoy muy agradecido. Se rasc la cabeza. El azar vengador, eh? Bueno, le aseguro que hay algo bastante grande que Beresford dej al azar vengador, seor Sheringham. Suponga que Sir William no le cediera los bombones. Suponga que se los hubiera guardado para l o que se los hubiera dado a una de sus amigas.Positivamente, Roger mugi. Senta ya una especie de orgullo personal por Beresford.No hubiera tenido ninguna consecuencia que Sir William obrara as. Dle crdito a mi hombre. Usted cree que mand los bombones envenenados a Sir William? Le mand bombones inofensivos y yendo a su casa, los cambi por los otros. Qu diablos! No iba desviarse de su propsito para dar ocasiones al azar.Y Roger aadi:Si azar es, realmente, la palabra.