el empresario polÍtico y... · 2020. 3. 3. · empresario innovador es es-casa, que a su vez sirva...

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I - INNOVACIÓN Y CAMBIO SOCIAL H ASTA HACE relativa- mente pocos años, el predominio concep- tual de la Escuela Neoclásica había aislado la economía del resto de las ciencias sociales. Elementos como la cultura, la historia o el entorno eran con- siderados como algo ajeno a su campo de estudio, poco más que meros datos que servían como punto de partida. Aunque “lo económico” es tan sólo lo puramente asignativo, no puede entenderse sin tener en cuenta otro tipo de as- pectos, con los que guarda es- trecha relación. La imposibi- lidad de explicar muchos fenó- menos dinámicos, ha llevado a algunos teóricos a cuestionarse la necesidad de ir más allá del esquema conceptual ortodoxo. EL EMPRESARIO POLÍTICO. P ARTICIPACIÓN PÚBLICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL DE UN EMPRESARIO NAVARRO:FÉLIX HUARTE (1896-1971) CARMEN ERRO GASCA* MINERVA ULLATE F ABO** En este artículo, el ejemplo de la influencia de Félix Huarte en el desarrollo económico de Navarra sirve para ilustrar la importancia que determinados agentes —personas o grupos— tienen en la aceleración del cambio económico y social, así como la trascendencia que las transformaciones de tipo institucional tienen en la configuración de la mentalidad. Palabras clave: empresario, cambio, política. * Carmen Erro es Técnico de Investigación del Instituto Empresa y Humanismo de la Univer- sidad de Navarra. ** Minerva Ullate es Doctoranda en Teoría Económica de la Universidad Autónoma de Madrid. For Evaluation Only. Copyright (c) by Foxit Software Company, 2004 Edited by Foxit PDF Editor

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I - INNOVACIÓN Y CAMBIO

SOCIAL

HASTA HACE relativa-mente pocos años, elpredominio concep-

tual de la Escuela Neoclásicahabía aislado la economía delresto de las ciencias sociales.Elementos como la cultura, lahistoria o el entorno eran con-siderados como algo ajeno a sucampo de estudio, poco más

que meros datos que servíancomo punto de partida.Aunque “lo económico” es tansólo lo puramente asignativo,no puede entenderse sin teneren cuenta otro tipo de as-pectos, con los que guarda es-trecha relación. La imposibi-lidad de explicar muchos fenó-menos dinámicos, ha llevado aalgunos teóricos a cuestionarsela necesidad de ir más allá delesquema conceptual ortodoxo.

EL EMPRESARIOPOLÍTICO.PARTICIPACIÓN PÚBLICA Y

RESPONSABILIDAD SOCIAL DE UN

EMPRESARIO NAVARRO: FÉLIX HUARTE

(1896-1971)

CARMEN ERRO GASCA*MINERVA ULLATE FABO**

En este artículo, el ejemplo de la influencia de Félix Huarte en el desarrolloeconómico de Navarra sirve para ilustrar la importancia que determinadosagentes —personas o grupos— tienen en la aceleración del cambio económico ysocial, así como la trascendencia que las transformaciones de tipo institucionaltienen en la configuración de la mentalidad.

Palabras clave: empresario, cambio, política.

* Carmen Erro es Técnico de Investigación del Instituto Empresa y Humanismo de la Univer-sidad de Navarra.

** Minerva Ullate es Doctoranda en Teoría Económica de la Universidad Autónoma de Madrid.

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Entre los intentos de construirteorías más amplias, algunosestudiosos, como DouglassNorth, Oliver Williamson, oMark Casson1, han tratado deintegrar el marco institucionaly la cultura en el análisis eco-nómico tradicional. Otros,como Geoffrey Hodgson oScott Moss2, han sustituido elmodelo de elección racionalneoclásico por una definiciónmás amplia del agente econó-mico, en la que los hábitos ylas rutinas, a la vez causa yconsecuencia de la cultura,ocupan un lugar fundamental.

El antropólogo norteameri-cano Clifford Geertz, si-guiendo a Max Weber, señalaque el hombre es un animalque vive inserto en distintastramas de significación que élmismo ha tejido3. La culturasería esta urdimbre, es decir, elconjunto de valores, creencias,normas y principios rectoresmayoritariamente compartidospor una sociedad o un grupode individuos, resultado, a suvez, de la experiencia y la refle-xión heredada del pasado.

La cultura y la experienciaparticular son elementos nece-sarios para la constitución demarcos conceptuales a travésde los cuales el hombre percibe

la realidad, sus valores, e iden-tifica sus fines de acción y losmedios para conseguirlos. Setrata de lo que los neo-institu-cionalistas denominan hábitosde pensamiento, North sis-temas de creencias y Rubio deUrquía ensamblaje personal decreencias, valores, actitudes yrepresentaciones teórico téc-nicas de la realidad4.

Los grupos son el punto decontacto entre la sociedad y elindividuo, razón por la que lacultura es una realidad fraccio-nada. La familia, las asocia-ciones religiosas, las afinidadesprofesionales, los intereses o elnivel económico, entre otrosfactores, encauzan la socializa-ción de las personas y las si-túan en grupos relativamentehomogéneos con una visiónpropia de la realidad, es decir,con una subcultura específica.El grado de cohesión de todasociedad se manifiesta en elnúmero y heterogeneidad delas subculturas que en ella coe-xisten. Es un hecho comúnque una parte importante de lapoblación asuma los funda-mentos de una de ellas. Dichasubcultura predominante, quese suele denominar simple-mente cultura, genera sus pro-pios mecanismos de perma-nencia5, enraizados en las ins-

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tituciones y en ciertas elitescon capacidad de decisión. Noobstante, ninguna sociedad estan estática como para no ex-perimentar cambios en la con-figuración de la cultura domi-nante, unas veces de carácterinterno, por mimetismo conotras subculturas, y otras gene-rados externamente por la in-fluencia de factores impor-tados. Dentro del cambio hayen cualquier caso gradaciones.Si bien los partidarios de lacultura dominante pueden ad-mitir pequeñas modificacionesen aspectos puntuales de losvalores y normas sociales,tienden a defenderse de todoaquello que ponga en entre-dicho los pilares fundamen-tales de su concepción vital6.En el primer caso, la hege-monía de la cultura dominanteno se ve amenazada, se per-petúa y evoluciona en eltiempo, mientras que en el se-gundo, es probable que seadesbancada por otro ethos al-ternativo.

El grado de apertura de unasociedad hacia cambios del úl-timo tipo depende fundamen-talmente del nivel de cohesióninterna de la cultura domi-nante, es decir, de las personasque la han asumido comopropia, así como del de las dis-

tintas subculturas existentesentre sí. En este sentido, hayque tener en cuenta que nadiecambia de buen grado algo queconsidera fundamental; másbien al contrario, manifiestadeseos de que los demás com-partan los mismos presu-puestos. En principio, pues,cuanto más cohesionada estéuna sociedad, mayor será su re-sistencia a aquellos cambiosque pongan en entredichoprincipios básicos de su formade entender la vida y el mundoen general. En el extremoopuesto, cuanto menor sea launidad interna de su culturadominante, o cuanto mayorsea la de las subculturas coetá-neas, mayores serán, a su vez,las posibilidades de introducirfisuras profundas en el plante-amiento vital mayoritario y,por lo tanto, de acelerar cam-bios significativos en su confi-guración.

En este contexto, es igual-mente significativo el papeldesempeñado por ciertosgrupos o personas individualesque, actuando en un momentodado como catalizadores, soncapaces de contribuir a la asi-milación de transformacionesimportantes. Partidarios por logeneral de formas minoritariasde concebir la realidad circun-

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dante, estos catalizadoressuelen alcanzar posicionesdesde las que pueden influir enla cultura mayoritaria para,desde allí, cambiarla. Intelec-tuales críticos, profesionales li-berales socialmente bien si-tuados o empresarios innova-dores suelen ser, entre otros,elementos proclives a desem-peñar este papel.

Si ya de por sí la figura delempresario innovador es es-casa, que a su vez sirva comocatalizador es doblemente ex-cepcional. Dada su impor-tancia en el desarrollo econó-mico, la literatura ha prestadoal empresario innovador unaatención especial en el últimosiglo, desde que fuera anali-zado en profundidad por Jo-seph A. Schumpeter. Para esteautor, las funciones del empre-sario innovador se concretanen la introducción de un nuevobien, la puesta en marcha deun nuevo método de produc-ción, la apertura de un nuevomercado, el hallazgo de unanueva fuente de aprovisiona-miento de materias primas ode bienes semimanufacturadoso, en último término, la aplica-ción de una nueva organiza-ción en cualquier rama indus-trial 7.

En este contexto, el prin-cipal protagonista de este artí-culo, el promotor navarroFélix Huarte, puede conside-rarse un empresario innovadorincluso desde el estricto puntode vista schumpeteriano.Huarte fue capaz de promoverun sólido grupo empresarialdiversificado en una Navarraeminentemente agraria, comola de comienzos de los añoscincuenta. Las empresas delgrupo Huarte, en torno a se-tenta en el año 1971, dabanempleo a más de 17.500 per-sonas, la mayor parte dentrode la propia provincia8.Aunque este aspecto es funda-mental en la trayectoria per-sonal y profesional de FélixHuarte, nos servirá tan sólocomo punto de partida paracomprender el papel que de-sempeñó como catalizador delcambio social vivido en Na-varra desde mediados de losaños cincuenta hasta co-mienzos de los setenta.

Influido por su amplioperfil empresarial y por lasideas desarrollistas en boga,matizadas por sus especialescondiciones personales, Huar-te decidió que la única vía po-sible para lograr el desarrollode Navarra, su tierra natal ysede de la mayor parte de sus

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empresas, era utilizar supropio carisma para, partici-pando directamente en la vidapolítica, cambiar los resortesculturales que dificultaban unrápido crecimiento industrial.

II - LA NAVARRA DE ANTES

DEL DESARROLLO

TANTO LA NAVARRA deantes, como la de des-pués de la Guerra

Civil, eran sociedades funda-mentalmente agrarias. No haymás que ver la estructura pro-ductiva de la región, reflejadaen la distribución porcentualde su población activa por sec-tores.

Navarra, dada su posicióninterior y sus limitados re-cursos minero-energéticos, nofue una de las regiones que seunieron a la primera industria-lización del país, si bien desde

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Cuadro 1.Distribución porcentual de la población activa por sectores

I II III1930 61% 21% 18%1940 57% 19% 24%1950 54% 21% 24%1960 48% 25% 24%1970 25% 42% 33%1975 18% 45% 38%1981 15% 44% 41%1986 13% 40% 47%

finales del siglo pasado sur-gieron una serie de iniciativasque contribuyeron a dinamizarel sector secundario9. Una vezterminada la Guerra Civil, la

promoción empresarial parti-cular continuó siendo discreta,a lo que había que unir uncierto desinterés por lo indus-trial en el plano público.

Fuente: Gallego, D. (1986), La producción agraria de Álava, Navarra y La Rioja desdemediados del siglo XIX a 1935, Universidad Complutense, Madrid, pp. 927-929; Arana, I. yUgalde, A. “Navarra”, en Juan Pablo Fusi (dir.) (1989), España. Autonomías, Espasa-Calpe,Madrid, p. 671.

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La Navarra de la posguerrano destacaba por su pobrezaen el conjunto español, másbien al contrario, su nivel derenta por habitante la colocabaen un puesto destacado(quinta posición en el con-junto de las regiones españolasen 1930)10. Sin embargo, laprogresiva introducción demejoras técnicas en la agricul-tura, así como la ausencia deun sector secundario consoli-dado, propiciaron la masivaemigración de navarros a las

provincias vecinas o al extran-jero, cifrada en unas 100.000personas en la primera mitaddel siglo11. La obligación defrenar su curso fue un ele-mento común en la mente delos principales impulsores deldesarrollo en Navarra.

Ajena a proyectos de indus-trialización ambiciosos, la Di-putación Foral continuó refor-zando los gastos destinados ala construcción y renovaciónviaria de Navarra, a la dotaciónde infraestructuras o a la edu-

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Cuadro 2.Saldos migratorios, 1901-19751901-1910 -25.9591911-1920 -14.4851921-1930 -21.1821931-1940 -10.3001941-1950 -16.8361951-1960 -20.4991961-1970 18.5101971-1975 8.319

Fuente: Ardaiz, Iosu (1980), Navarra. Elementos para su estudio regional, Pamplona,Eusko-Ikaskuntza, p. 211.

cación primaria, elementosconsiderados fundamentalespara el bienestar de la pobla-ción. Junto a ello, la prioridadque desde las instancias ofi-ciales se daba al sector pri-

mario, fruto principalmente dela costumbre y de ciertos as-pectos de la cultura dominanteque enfatizaban los peligros deuna rápida industrialización,favoreció un cierto desinterés

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hacia otras formas de activar elcrecimiento económico. Unavez finalizada la Guerra Civil,en Navarra se reforzó laimagen sin fisuras y no exentade base real, de una región ca-tólica, tradicional, defensora desus peculiaridades forales yagrícola, más allá de lo estric-tamente económico, como unaforma de vida capaz de aglu-tinar y preservar los funda-mentos de su cultura.

En este sentido, el caso deNavarra confirma los funda-mentos defendidos por teó-ricos del “Path Dependence”,como Paul Dawid y W. BrianArthur12, para quienes el pa-sado resulta un elemento fun-damental para comprender elpresente y prever el futuro. El“Path Dependence” es una te-oría de la selección, que tienemuy en cuenta el pasado y que,por lo tanto, trata de explicar lapervivencia en el tiempo deciertas estructuras. En cual-quier proceso dependiente deuna trayectoria previa (“PathDependent”) pueden distin-guirse dos momentos desde elpunto de vista analítico. En elprimero de ellos, la toma dedecisiones está condicionadapor las preferencias y la menta-lidad del agente que, a su vez,son fruto de un determinado

contexto histórico. En el se-gundo, aparecen una serie defactores, como el rendimientocreciente que se obtiene comoresultado del aprendizaje porrepetición, que refuerzan laopción tomada y dificultan labúsqueda de caminos alterna-tivos al inicialmente elegido.Este marco analítico es apli-cable tanto al mundo empresa-rial (tecnología, políticas, etc.),como a las sociedades (deci-siones políticas, instituciones,etc.), o a los individuos (há-bitos, costumbres, rutinas,etc.).

Dicha dependencia del pa-sado se hace evidente en Na-varra, una región que, comohemos visto, no inició tempra-namente su proceso de indus-trialización y en la que la rela-tiva rentabilidad de su sectorprimario permitía cubrir almenos el nivel de subsistenciaa una parte importante de lapoblación. Estas circunstanciasconfiguraron el elenco de posi-bilidades que percibían los na-varros, de tal forma que, in-cluso las personas que con-taban con cierta mentalidadempresarial, orientaban su ac-ción hacia la agricultura, bienracionalizando la explotaciónde sus propias tierras o bienfomentando el cooperativismo.

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No era distinto en este aspectoel caso de las personas involu-cradas en política, muchas deellas grandes propietarios agrí-colas, cuyas decisiones se enca-minaban principalmente a fa-vorecer al sector primario,cuyas mejoras se interpretabancomo decisivas para aumentarla riqueza y el bienestar.

Dicha trayectoria marcó laevolución de la estructura eco-nómica de Navarra de talforma que, llegados los añossesenta y la influencia de lasprimeras ideas desarrollistastan en boga en el mundo occi-dental, apenas se tenía expe-riencia sobre otras formas deproducción distintas a la agri-cultura.

Los años cincuenta consti-tuyeron en España un mo-mento de cierta ruptura res-pecto a la situación anterior.La progresiva apertura hacia elexterior vivida por el país enaquel momento y su gradualintroducción en organismoseconómicos internacionalescontribuyeron a enraizar lasbases de una nueva mentalidadeconómica, influida por losejemplos vividos en su entornomás cercano13. Navarra noquedó fuera de estas influen-cias. A lo largo de la década se

fue gestando en la región,sobre todo a través de laprensa, una cierta sensibiliza-ción hacia el fenómeno indus-trializador y las posibles ven-tajas que su implantación po-drían reportar a la economíanavarra. Prueba de ello son ini-ciativas oficiales como la crea-ción una Sección de EstudiosEconómicos, encargada deanalizar las posibilidades eco-nómicas de Navarra, la fijaciónde una serie de exenciones fis-cales a la creación empresarialo la concesión de ayudas a in-dustrias novedosas14.

En los años sesenta, la aten-ción prestada a la industria enalgunos círculos restringidosfue en progresivo aumento,sobre todo como forma de pa-liar los efectos de una masiva ysangrante emigración para Na-varra. En este contexto, en elque ya se hablaba abiertamentede términos como crecimientoeconómico o desarrollo, hastaentonces ausentes en el voca-bulario público, se celebró enPamplona, a comienzos de1962, la reunión del II Con-sejo Económico Sindical, en laque se trataron temas como lafutura industrialización de Na-varra, pedida sin rodeos por al-gunos de sus asistentes, la po-sible creación de un Gabinete

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Técnico en la Diputación conuna Dirección de Industria, lamodificación del sistemafiscal, la formación profesionaltécnica, la mejora de infraes-tructuras viarias modernas, o laconstrucción de un aeropuerto,todos ellos impensables pocosaños atrás. Las voces que cla-maban por el cambio no ha-bían llegado todavía al interiorde la Diputación Foral de Na-varra. El proceso, aunque ges-tado, no estaba todavía culmi-nado; la esfera oficial, cabezavisible de toda sociedad, era lagran asignatura pendiente.

Mientras tanto, en el planoideológico, se estaban dandolos primeros pasos para casar lanueva realidad que comenzabaa perfilarse como imparablecon los fundamentos de la cul-tura local, es decir, con la evo-cación de una sociedad foral,defensora de la tradición y ma-yoritariamente católica. Yadesde los años cincuenta, laprensa local venía recogiendotoda una serie de artículos ycolaboraciones en los que setrataba de deshacer la oposi-ción existente entre tradición yprogreso. Más bien al con-trario, ambos términos se con-cebían de forma unitaria; latradición, es decir, la defensadel ser último de Navarra, no

tenía por qué implicar inmovi-lismo. Es más, la conservacióndel espíritu peculiar de la re-gión debía venir necesaria-mente a través del progreso; deotra forma, la tradición estaríaabocada al fracaso, a una lentamuerte natural. “La Tradición—se decía en uno de estos ar-tículos— no es el estaciona-miento ni en el siglo XVI, nien el XIX, con su progreso hoyarcaico, ni la nostalgia de losviajes en diligencia, de los díassin movimiento rodado y lasnoches sin luz. Así lo han pre-tendido sus enemigos de todoslos tiempos, pero eso no seríatradición sino el atraso, el es-tancamiento”15.

III - LA

INSTITUCIONALIZACIÓN DE

UNA NUEVA MENTALIDAD

APESAR DE LOS AIRESde cambio que so-plaban en algunos

ambientes, su influencia conti-nuaba siendo minoritaria a co-mienzos de los años sesenta.El desconocimiento delmundo industrial de buenaparte de los políticos navarrosllevaba unido un cierto temorhacia las consecuencias socialesy culturales que los nuevosmodos de producción podrían

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acarrear. Sólo las personas quepor su propia trayectoria pro-fesional hubieran estado vin-culadas previamente a la crea-ción de empresas, podían teneruna visión más optimista de latransformación que el paso auna sociedad industrializadasupondría. Aunque este perfilemprendedor no estaba dema-siado extendido en Navarra,tampoco era totalmente ajenoa ella, tal y como se ha expli-cado más arriba.

Era necesario, sin embargo,que el cambio se instituciona-lizase para que dicha menta-lidad industrial se extendiera asectores más amplios de la so-ciedad. La prosperidad econó-mica de la región no podía de-pender de unos cuantos em-presarios estrella, capaces deactuar con independencia de loinadecuado que el marco pu-diera ser. Se trataba, por elcontrario, de acelerar el pro-ceso de creación de una men-talidad industrial arraigada,contribuyendo a la transfor-mación del entorno institu-cional. Es cierto que ya desdelos años cincuenta se había vi-vido en Navarra un cierto cre-cimiento en la creación empre-sarial16, sin embargo, sin unimpulso favorable desde arriba,el fenómeno no habría co-

brado una dimensión sufi-ciente hasta bastante tiempodespués. Las peculiares condi-ciones del momento, tanto enNavarra como en el resto delpaís, hicieron pensar a ungrupo de personas, encabe-zadas por Félix Huarte, que laocasión era idónea, y a sus ojosúnica, para acelerar el procesoindustrializador desde el senomismo de la Diputación Foral,entidad capaz de iniciar la re-querida transformación insti-tucional.

Desde finales de los añoscincuenta la política econó-mica española había ido cam-biando de forma progresiva,dando entrada a las ideas desa-rrollistas que tanta aceptaciónestaban teniendo en todo elmundo occidental. Prueba deello es el diseño de una serie demedidas planificadoras, reco-gidas en el Primer Plan de De-sarrollo (Ley 194/1963, de 28de diciembre de dicho año),que presuponían la creación enEspaña de varios polos de de-sarrollo y de promoción indus-trial en distintos puntos delpaís. Los primeros se situaríanen lugares con un bajo nivel derenta, alta emigración y dondeya existiera una cierta actividadindustrial; los segundos queda-rían ubicados en regiones con

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limitada tradición fabril,aunque con recursos naturalesy humanos suficientes17. Enambos casos se preveía la cons-trucción de una red de polí-gonos industriales, así como laconcesión de incentivos queactivaran la iniciativa empresa-rial. Navarra quedó fuera deeste primer intento planifi-cador. En estas circunstancias,las personas que ya desdetiempo atrás veían en la indus-tria la única solución posible,percibían la urgencia de haceralgo para que Navarra no per-diera la oportunidad del desa-rrollo. Se requería, sin em-bargo, la presencia de una fi-gura convencida de esta nece-sidad de cambio, y que contaracon el carisma y la capacidadde arrastre suficiente para con-seguir el apoyo necesario parallegar a la Diputación Foral.

Es aquí donde entra en es-cena Félix Huarte, empresarionavarro que había sido capazde crear un potente grupo in-dustrial prácticamente de lanada. De origen humilde,Félix Huarte promovió su pri-mera iniciativa empresarial, enel sector de la construcción, afinales de los años veinte, conel apoyo financiero de un co-nocido capitalista local. Tras laGuerra Civil, la empresa de

Huarte supo aprovechar, comootras muchas del sector, las po-sibilidades que abrió el procesode reconstrucción del país, detal forma que su negocio sesituó en un puesto de cabeza aescala nacional. A partir deaquí, ya en los años cincuenta,Félix Huarte fue ampliando suámbito de actuación, con lacreación de varias compañíasindustriales y de servicios, ensectores como los transfor-mados metálicos, infraestruc-turas e inmobiliario, papel yembalaje, comercio exterior yalimentación. La formacióndel grupo empresarial Huartefue el resultado de una acer-tada estrategia, que llevó a lacompañía matriz a asociarsecon otros negocios punteros,tanto nacionales como extran-jeros, que garantizaran el niveltecnológico más avanzado, ne-cesario para ocupar un puestolíder en los mercados18.

Más allá del afán de lucro,que sin duda guió su trayec-toria, de la vida profesional deFélix Huarte se desprende suconcepción de la empresacomo misión. Por una lado, susiniciativas empresariales de-bían servir principalmentepara crear empleo y, a ser po-sible, en Navarra. Por otro, supreocupación por el bienestar

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de sus trabajadores le llevó aadoptar medidas como el pagode salarios superiores a lamedia, el abono de los gastosmédicos de algunos de susoperarios, o la construcción deinstalaciones deportivas en susfábricas. Como contrapartida,Félix Huarte, un hombre decarácter fuerte, exigía una totalentrega a la empresa y al tra-bajo. El resultado fue la gene-ración de un clima de con-fianza en las relaciones labo-rales, nunca exento de un granrespeto hacia la figura del fun-dador del grupo.

Félix Huarte era un hombrereligioso, que procuraba man-tenerse informado sobre ladoctrina de la Iglesia Católica.En este sentido, la publicaciónde la encíclica Pacem in Terris(abril de 1963), de Juan XXIII,constituyó un acicate queanimó al empresario navarro adar una proyección pública asu vida empresarial19. El textopontificio exhortaba a los cató-licos a participar en la vida pú-blica, trabajando en favor delbien común, para promover unorden más justo. Ya desdetiempo atrás, Félix Huartevenía forjando una idea más omenos ajustada de lo que, ensu opinión, debería ser la Na-varra del futuro. Su propia ex-

periencia personal le demos-traba que la promoción indus-trial, incluso en un medio rela-tivamente adverso, le había lle-vado al éxito. A ello había queunir, como ya hemos comen-tado, el giro experimentado entorno a aquellos años en la po-lítica económica nacional, y elesbozo de una planificacióndel desarrrollo que no incluía aNavarra, región en la queHuarte tenía grandes interesesempresariales y personales.Compartía plenamente, porotro lado, la visión más comúnque de Navarra se tenía en elmomento, es decir, la que hacíaespecial hincapié en su fora-lidad, la defensa de sus tradi-ciones más arraigadas y su pro-funda religiosidad. Era, sinembargo, uno de los más fer-vientes partidarios de que paramantener estas esencias habíaque luchar contra la emigra-ción, la mayor lacra de la so-ciedad navarra de entonces, ycolocar a la región en el puestode cabeza que, según él, le co-rrespondía. La única soluciónque desde su punto de vista seperfilaba viable era la puesta enmarcha de un plan de indus-trialización, avalado y fomen-tado desde la propia Diputa-ción Foral.

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El 2 de abril de 1964 quedóconstituída una nueva Diputa-ción, en la que Félix Huarteocupaba la Vicepresidencia.Llegó hasta aquí avalado poruna candidatura carlista acep-tada por el Gobernador Civil,de la que también formabaparte Miguel Javier Urmeneta,ex-alcalde de Pamplona y Di-rector de la Caja de AhorrosMunicipal, el complementoidóneo a la figura de FélixHuarte. El hecho de que niHuarte ni Urmeneta fuerancarlistas permite suponer quela cúpula del carlismo navarrocompartía las premisas básicasdel modelo de sociedad queambos hombres de empresaquerían implantar. El apoyodel carlismo era fundamentalpara garantizar el éxito, dadasu gran capacidad de moviliza-ción. Fue ésta, en definitiva, labisagra que permitió la adhe-sión mayoritaria de una pobla-ción no excesivamente sensibi-lizada a un plan de actuaciónde difusión todavía minori-taria20.

La voluntad de hacer com-patibles las esencias de la cul-tura navarra con el progresomaterial, la base del proyectopolítico de Huarte y sus alle-gados, queda reflejada en sudiscurso de toma de posesión

del cargo de Vicepresidente dela Diputación, en el que afir-maba: “Mi esfuerzo por en-grandecer a Navarra, por de-fender sus Fueros, conservarsus costumbres y guardar sustradiciones, ha de ser, podeistener la seguridad, tenaz yconstante, pidiendo al Señorme ilumine y ayude en estassagradas tareas (...). Somos,también, conscientes de que, siqueremos hacer una Navarraeconómicamente fuerte, paralograr el bienestar de todos sushijos, tenemos y debemos con-jugar el desarrollo simultáneode las riquezas Agrícola e In-dustrial, que no son antagó-nicas, sino que, por el con-trario, se complementan”21.

Una vez en la DiputaciónForal, no todo resultó fácil, sinembargo. Al bloque formadopor Urmeneta, Huarte y JoséHeras se oponía frontalmenteel grupo encabezado porAmadeo Marco y completadopor Ángel Bañón y Asiáin.Sólo el séptimo de los dipu-tados, Ambrosio Velasco, fluc-tuaba hacia unos u otros, segúnsu entender en cada momento.Su apoyo al Plan de Promo-ción Industrial propuesto porlos primeros permitió laapuesta por el desarrollo. Ladistancia que separaba a ambas

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facciones no era tan grande.Las dos defendían la foralidady las tradiciones de Navarra;las alejaba el temor de unoshacia las consecuencias queuna rápida industrializaciónpudiera conllevar, y el conven-cimiento de los otros de queésta era la única forma deevitar males mayores.

A pesar de las tensiones in-ternas, el Programa de Promo-ción Industrial, la principalapuesta política del grupo en-cabezado por Huarte, fueaprobado por la DiputaciónForal el 10 de abril de 196422.El documento final agrupabauna serie de disposiciones que,como su propio nombre in-dica, tenían como objetivo másinmediato la industrializaciónde la provincia aprovechandola potencialidad del régimenforal. El Programa de Promo-ción Industrial (con el comple-mento del Plan de PolígonosIndustriales, del Plan Agrícola,el Plan Forestal, el de Caminosy el de Educación), no resul-taba novedoso del todo, puestoque copiaba casi literalmentevarios apartados del Plan na-cional.

La peculiaridad de la pro-puesta navarra, frente al mo-delo nacional, radicaba en su

interés porque el desarrollo seextendiera a todo el territorio,por medio de la creación deuna serie de polígonos indus-triales insertos en el ámbitorural, especialmente en las ca-bezas de merindad, con el finde generar modos de vida al-ternativos para todas aquellaspersonas que no tuvieran tierrasuficiente para vivir, frenar eléxodo rural, y suavizar el im-pacto de posibles tensiones so-ciales23. Esta propuesta equili-brada era, además, respetuosacon la esencia política y admi-nistrativa de Navarra, una re-gión en la que, a lo largo de suhistoria, la comarca había ju-gado un papel decisivo en latoma de decisiones. El Plannacional, por el contrario, consu política de polos, daba prio-ridad a unas zonas del paíssobre otras, y a los núcleos ur-banos sobre los rurales.

IV - HACIA UNA NUEVA

SITUACIÓN

LOS RESULTADOS de lapuesta en marcha delPlan de industrializa-

ción no se hicieron esperar.Las variables macroeconó-micas más relevantes comen-zaron a reflejar al poco tiempo

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la intensidad del cambio pro-ducido.

En primer lugar, las medidasindustrializadoras adoptadasno sólo lograron frenar la emi-gración, sino que consiguieronque el saldo migratorio cam-biara de signo en tan sólo diezaños. Frente a los 20.000 nava-rros que se vieron obligados aabandonar la región en losaños cincuenta, en la década delos sesenta se recibieron19.000 personas llegadas dediferentes puntos del país24.

Quizás la variable que mejorevidencia la naturaleza de lastransformaciones vividas enaquellos años sea la distribu-ción porcentual de la pobla-ción activa entre los distintossectores productivos. Pruebade ello es que, a mediados delos setenta, el sector primariorepresentaba un 25% del total(véase cuadro 1), casi la mitadque diez años atrás, y que,entre 1964 y 1973, el valorañadido generado por el sectorindustrial se multiplicó poralgo más de tres.

En los diecisiete años queestuvo en vigor, el Programade Promoción Industrial su-puso la creación o ampliaciónde más de 440 empresas, conuna inversión de más de

53.000 millones de pesetas yuna generación de empleo su-perior a los 37.500 puestos detrabajo25. No hay que olvidartampoco el notable esfuerzoeducativo hecho por las insti-tuciones navarras de la época,con el fin de cubrir las defi-ciencias que en esta materia setenían. La calidad y generali-zación de la enseñanza pri-maria en Navarra resultaba sa-tisfactoria, dado el énfasis queen ella se venía poniendodesde tiempo atrás. Lasgrandes lagunas eran, a me-diados de los cincuenta, los ni-veles medio y profesional. Lasmejoras producidas en este te-rreno consiguieron, porejemplo, que entre 1960 y1975, los matriculados en Ba-chillerato en Navarra pasarande 8.043 a 23.43826. En elnivel superior, la creación de laUniversidad de Navarra en1952, en constante creci-miento, comenzó a propor-cionar al mercado de trabajoun importante número de pro-fesionales. No hay que olvidartampoco el decisivo papel de-sempeñado por las escuelas deformación profesional, cuyonúmero aumentó considera-blemente como consecuenciade la implantación del Plan dePromoción Industrial.

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A pesar de las medidas pre-ventivas adoptadas y de lapropia concepción globaliza-dora del proyecto de desarrollonavarro, sus promotores nopudieron evitar la aparición deuna serie de problemas labo-rales, presentes en todo pro-ceso acelerado de industriali-zación, sobre los que se teníamuy poca experiencia. Enpocos años, las tensiones en elámbito de las empresas nava-rras fueron en progresivo au-mento. Prueba de ello es queentre 1968 y 1975 los con-flictos en el ámbito de las em-presas pasaron de 7 a 161. En1974, por ejemplo, el númerode horas de paro en Navarrasuperó los 2.000.00027.

Las nuevas medidas indus-trializadoras convivieron y enbuena medida aceleraron cam-bios en la mentalidad y en loshábitos y costumbres de la po-blación28. Desde finales de losaños cincuenta, la progresivaapertura de España hacia elexterior facilitó la difusión deformas de vida y modos depensar en auge en otros países,influencia de la que Navarrano quedó ajena. Por otra parte,la elevación del nivel generalde vida que la activación delproceso de creación empresa-rial produjo, contribuyó a au-

mentar la capacidad de con-sumo de buena parte de la po-blación y, con ello, su demandade una mejor educación, de ac-tividades de ocio, de una vi-vienda más amplia y mejorequipada, en definitiva, de unaserie de servicios hasta en-tonces escasamente desarro-llados.

Todos estos factores gene-raron en Navarra tensiones yconflictos similares a los vi-vidos en otros puntos del país.Sí fue peculiar, sin embargo, elhecho de que la institucionali-zación del cambio se gestarapor iniciativa de una serie denavarros, desde el interior de lapropia región. Sin perder devista la importancia que elfactor humano tuvo en la con-cepción del proyecto, es nece-sario resaltar que la autonomíade la que gozaba Navarra, gra-cias a su peculiar régimenforal, hizo posible que el planse desarrollara y saliera ade-lante.

V - LA IMPORTANCIA DE LOS

CATALIZADORES DEL CAMBIO

SOCIO-ECONÓMICO

ACEPTANDO como vá-lida la premisa de queel cambio es consus-

tancial a toda realidad tem-

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poral y que, por lo tanto, noexisten sociedades entera-mente inmóviles, hay que con-siderar que éste admite todaclase de gradaciones en suritmo y trascendencia. Elejemplo de Félix Huarte nosha servido para ilustrar la im-portancia que determinadosagentes tienen en la acelera-ción del cambio, tanto econó-mico como social, así como larelevancia que las transforma-ciones de tipo institucionaltienen en la configuración dela mentalidad, tal y como losteóricos neo-institucionalistashan puesto de manifiesto29. Lainstitucionalización del cam-bio suele ser la fase final detodo proceso de transforma-ción lenta, generado de abajohacia arriba. Por el contrario,tiende a coincidir con etapasiniciales o intermedias cuandoes el resultado de una nece-sidad percibida por un grupoque, como primera estrategia,elabora un plan de acción conel objeto de generalizar e im-plantar de arriba hacia abajosus puntos de vista. Es en estemomento cuando resulta espe-cialmente necesaria la pre-sencia de un agente catalizadorque, por su capacidad de ma-niobra y su carácter, consigainstitucionalizar este nuevo

modo de concebir determi-nados aspectos sociales para, apartir de ahí, lograr cambiosen la mentalidad y en la ac-ción.

En el ejemplo expuesto,Félix Huarte asumió la fun-ción de catalizador del cambioexperimentado en Navarra amediados de los años sesenta.Huarte fue ante todo un em-presario. Dedicó la mayorparte de su vida a la construc-ción de un grupo empresarialsólido y prestigioso; en sus úl-timos años, su propio interésparticular pero, sobre todo, elamor que sentía hacia su tierranatal, y su fe, le llevaron al te-rreno de la política. Su actua-ción en este campo debe en-tenderse en parte como res-puesta al llamamiento hechopor el Pontífice a que las per-sonas con capacidad asumierancierta responsabilidad social eintervenieran en la vida pú-blica. Huarte personalizó estallamada y pensó que, comohombre de empresa, su tareaera promover el bienestar ma-terial de Navarra por medio dela promoción industrial, unaactividad que, según la menta-lidad económica de la época,era la forma más idónea paraalcanzar niveles aceptables dedesarrollo.

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Félix Huarte se convirtió enla cabeza visible de un grupode personas que, ya desdetiempo atrás, buscaban elmodo de implantar una seriede cambios socio-económicosen Navarra. En este sentido,Huarte no inventó nadaaunque, como en su día indi-cara Schumpeter, no es em-prendedor quien inventa, sinoquien es capaz de llevar a lapráctica las invenciones deotros. Sin la intervención deFélix Huarte y su equipo, esprobable que los cambios queellos defendían hubieran te-nido igualmente lugar a medioo largo plazo. Su mediación

sirvió para acelerar un procesoque ya estaba en marcha y paracuestionar las posiciones deaquellas personas con poder dedecisión que temían las conse-cuencias que una rápida indus-trialización podía conllevar.Pocos eran, sin embargo, losaspectos que distinguían aambos grupos; los dos compar-tían la defensa de los fueros yde las esencias de Navarra. Lesseparaba el lugar que el bie-nestar material ocupaba en susrespectivas escalas de valores.Aspecto, que puede parecerpequeño, pero que es la base deuna gran diferencia.

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1 Véase North, D. (1990), Institu-tions, Institutional Change and Eco-nomic Performance, Cambridge, Cam-bridge University Press; Williamson,O.E. (1985), The Economic Institu-tions of Capitalism, The Free Press,Nueva York; Casson, M. (1991), TheEconomics of Business Culture. GameTheory, Transaction Costs, and Eco-nomic Performance, Clarendon Press,Oxford; (1995), Entrepreneurship andBusiness Culture. Studies in the Econo-mics of Trust, E. Elgar, Aldershot.

2 Hodgson, G. (1988): Economics andInstitutions: A Manifesto for a ModernInstitutional Economics, Polity Press,Cambridge; (1993), Economics andEvolution. Bringing Life into Econo-mics, Polity Press, Cambridge; Moss,S. (1990), “Equilibrium, Evolutionand Learning”, Journal of EconomicBehaviour and Organization, vol. 13,n. 1, pp. 97-115.

3 Geertz, C. (1987), La interpretaciónde las culturas, Barcelona, Gedisa, p.20.

4 North, D., Op. cit.; Rubio de Ur-quía, R. (1991), “Ética y procesos deasignación de recursos”, InformaciónComercial Española, n. 691, pp. 7-15.

5 Hofstede, G. (1980), Culture’s Con-sequences. International Differences inWork-Related Values, Sage, BeverlyHills, pp. 16-17.

6 Nos referimos a cambios socialesque, como afirma P.P. Donati, provo-quen “un modo distinto de ordenarrelacionalmente los elementos y lasrelaciones entre ellos”. En este sen-tido, continúa el autor, “para que seproduzca un cambio social no basta

con un nuevo elemento, (por ejemplouna nueva tecnología) o una nuevarelación en sí y por sí (por ejemplo enlos estilos de vida), sino que se nece-sita una forma de relación entre lasrelaciones y los elementos que locomponen, entera y diferenciada”;véase Donati, P.P. (1997), “Cambiosocial y pensamiento sociológico:hacia una teoría relacional”, en Váz-quez de Prada, V., Olábarri, I. y Cas-pistegui, F.J. (eds.), Para comprender elcambio social. Enfoques teóricos y pers-pectivas historiográficas, Eunsa, Pam-plona, p. 78.

7 Schumpeter, J.A. (1957), Teoría deldesenvolvimiento económico, Fondo deCultura Económica, México, pp. 77,84-85.

8 Paredes, J. (1997), Félix Huarte,1896-1971. Un luchador enamorado deNavarra, Ariel, Barcelona, p. 166.

9 Véase Erro, C. (1997), Promociónempresarial y cambio económico en Na-varra, 1830-1913, Cámara Navarrade Comercio e Industria, Pamplona.

10 Tortella, G. (1994), El desarrollo dela España contemporánea: historia eco-nómica de los siglos XIX y XX, Alianza,Madrid, p. 375.

11 Ferrer, M. (1986), “La población”,en Floristán, A. y Otros, Lecciones deGeografía de Navarra, EUNSA, Pam-plona, p. 130.

12 Dawid, P. (1985), “Clio and Eco-nomics of QWERTY”, AmericanEconomic Review, n. 75, pp. 332-337;Arthur, W.B. (1988), “Self Reinfor-cing Mechanism in Economics”, enAnderson, P.W.; Arrow, K.J. y Pines,

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NOTAS

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D. (eds.), The Economy as an EvolvingComplex System, Addison Wesley, Re-ading.

13 González, M.J. (1979), La eco-nomía política del franquismo (1940-1970). Dirigismo, mercado y planifica-ción, Tecnos, Madrid, pp. 130, 187 yss.; “El desarrollo regional frustradodurante treinta años de dirigismo(1928-1958)”, en VV.AA. (1981), LaEspaña de las autonomías (Pasado, pre-sente y futuro), Espasa-Calpe, Madrid,pp. 485-543.

14 Más información sobre este temaen Caspistegui, F.J. y Erro, C. (1999),“El naufragio de Arcadia. Esbozo delcambio social en Navarra durante elfranquismo”, Mito y realidad en la his-toria de Navarra, tomo III, Sociedadde Estudios Históricos de Navarra,Pamplona, pp. 107-131.

15 S.A.B., “Glosas. Lo que en verdadrepresenta”, El Pensamiento Navarro,5-II-1950, p. 6.

16 Véase Garrués, J.A. (1992), “Cienaños en la formación de capital enNavarra (1886-1986). Una aproxima-ción”, Príncipe de Viana, Anejo 16, pp.433-461.

17 Cuadrado Roura, J.R. (1981). “Lapolítica regional en los planes de de-sarrollo (1964-1975)”, en VV.AA., LaEspaña de la autonomías. (Pasado, pre-sente y futuro), Espasa-Calpe, Madrid,pp. 556-557.

18 Paredes, J., Op. cit., p. 166.

19 “Al examinar mi casi nula valíapara un cargo de esta naturaleza—afirmaba Félix Huarte—, quedéperplejo y confundido, y después de,por lo menos, seis meses de dudas yvacilaciones, sin ceder a las presiones

que por varios conductos recibía, medecidió a aceptar este pesado, aunquehonroso cargo, la Pacem in Terris denuestro llorado y querido JuanXXIII”; véase Paredes, J., Op. cit., p.248.

20 Paredes, J., Op. cit., p. 388.

21 “Ayer se constituyó la nueva Dipu-tación Foral de Navarra. Ocupó la Vi-cepresidencia don Félix Huarte”,Diario de Navarra, 3-IV-1964, pp. 1, 4.

22 Boletín Oficial de Navarra, 13-IV-1964.

23 Saralegui, F.J. de (1966), “Nuevasregiones industriales. Navarra: Desa-rrollo regional y comarcal”, Informa-ción Comercial Española, n. 390, pp.121-122.

24 Nicolau, R. (1989), “ La pobla-ción”, en Carreras, A. (coord.), Esta-dísticas Históricas de España, siglosXIX-XX, Madrid, Fundación BancoExterior, p. 82.

25 Véase Caspistegui, F.J. y Erro, C.,Op. cit., p. 125.

26 Almarcha, A. (colab.) (1975), Es-tadísticas básicas de España: 1900-1970, Madrid, CECA, pp. 405-406.

27 Iriarte Areso, J.V. (1995), Movi-miento obrero en Navarra (1967-1977). Organización y conflictividad,Pamplona, Gobierno de Navarra, p.252.

28 Véase Pérez-Agote, A. (1989),“Cambio social e ideológico en Na-varra (1936-1982). Algunas clavespara su comprensión”, Revista Espa-ñola de Investigaciones Sociológicas, n.46, pp. 7-21.

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29 Bowles, S. (1998), “EndogenousPreferences: The Cultural Conse-quences of Markets and Other Eco-

nomic Institutions”, Journal of Eco-nomic Literature, vol. XXXVI, pp. 75-111.

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