el emperador esta desnudo-libre

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  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    ... El emperador esta desnudo...! Polticas de Modernizacin y Educacin

    Myriam Southwell

    EEl emperador est desnudo...-grit un nio- nos relata el cuento del Hans Christian Andersen1, revelando la presencia de un infante que denuncia aquello que la cobarde

    anuencia de los adultos que rodeaban al emperador, no se atreva a decir. El grito del

    nio irrumpe y avergenza a los adultos que se han convertido en cmplices de la

    farsa, por no hacer evidente que su palabra era disonante de la del emperador y su

    squito.

    De modo similar, en la Argentina de estos das la infancia, dentro y fuera de las

    escuelas, se ha convertido en el lugar de la enunciacin de la desnudez del proyecto

    modernizador del ltimo tiempo. La infancia que transita entre las calles y la escuela,

    est mostrando la desnudez de la pretensin del mercado como nuevo regulador de la

    participacin de los ciudadanos, as como de la prdica de su potencialidad

    integradora; su presencia silenciosa enuncia el fracaso de la tecnocratizacin reluciente.

    No slo los colores y los dibujos eran de una inslita belleza, sino que los trajes

    confeccionados con aquella tela posean la maravillosa propiedad de convertirse en invisibles

    para todos aquellos que no fuesen merecedores de su cargo o que fueran sobremanera tontos.

    Ropajes de materiales preciosos: tecnologas de modernizacin

    En la Argentina de las ltimas dcadas, el Estado ha realizado una fuerte

    intervencin para organizar su propio desarme. El discurso que gener las condiciones

    de posibilidad de un proceso de estas caractersticas, configur su fuerza alrededor de

    la asuncin de la falla del estatismo (falla de estatismo?). Como resultado de este

    nuevo imaginario, el rol del Estado fue en buena medida- legislar para remover los

    restos de sus funciones intervencionistas y replegarse a las funciones ms ligadas a la

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    administracin del control. De este modo, se desarroll un evidente cambio en las

    estrategias de modernizacin, que modific la idea misma de modernizacin.

    Tal como ha sido caracterizado, el sistema educativo argentino fue fundado en

    una profunda imbricacin con una concepcin de modernizacin regida por el Estado

    nacional. De acuerdo con ese discurso, civilizacin y modernizacin fueron expresiones

    de la lgica del Estado. As, el proyecto del sistema educacional de fines del siglo XIX

    signific un espacio pblico que haba representado aunque de manera jerquica y

    disciplinadora- la integracin. Dicho brevemente, constituy un intento de desarrollar

    una sociedad homognea que promovi la integracin social, generando al mismo

    tiempo un conjunto de exclusiones ligadas a las diferencias de origen, la nacionalidad,

    la religin, el gnero, etc. As, aunque tuvo una perspectiva de integracin social,

    progreso, arbitrariedad y sociedad disciplinada conformaron tambin ese imaginario.

    De ese modo, el sistema educacional creci alrededor de la idea de modernizacin a

    travs de la accin del Estado. En este contexto, la idea de ciudadana fue un proceso

    gradual fomentado por el Estado, en el que la ciudadana ilustrada era la piedra

    angular de la repblica liberal, as como tambin estipulaba modos de participacin

    social y econmica.

    Durante un siglo existieron cambios en la estrategia de modernizacin. En una

    perspectiva histrica se podran identificar en Argentina tres importantes modelos de

    modernizacin: el primero, desde fines del siglo XIX con una modernizacin centrada

    en el Estado, en una construccin vinculada al problema de la gobernabilidad y el

    progreso. El segundo, la estrategia desarrollista, que estableci al Estado como el punto

    de partida, motor e inversor, de procesos de modernizacin imbuidos de la concepcin

    de la teora del capital humano; esos componentes dieron un notable impulso al

    sistema educacional. Finalmente, el tercer modelo fue el de la modernizacin neoliberal

    en el cul el Estado central ha ido progresivamente retrayndose hacia algunas

    funciones, desligndose de la provisin directa y construyendo para si mismo un

    funcionamiento similar al del mercado.

    Como consecuencia de este cambio conceptual, hacia fines del siglo XX, las

    intervenciones polticas, administrativas y normativas se han estructurado en base a

    una nocin de modernizacin separada del Estado, y como decamos- ese giro

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    influenci la idea misma de modernizacin. Esta fue progresivamente reducida a un

    concepto de particularismo tecnocrtico. En l, la poltica perdi su centralidad como

    lugar de interrogacin y de proposicin, y la fuerza integrativa fue puesta en un lugar

    de invisibilidad: la presunta regulacin que establecera el mercado.

    Instalaron dos telares y fingieron trabajar en ellos aunque estaban absolutamente

    vacos. Con toda urgencia exigieron la mejor seda y el hilo de oro ms esplndido. Lo guardaron

    en su equipaje y trabajaron con los telares vacos hasta muy entrada la noche.

    La nueva orientacin tecnocrtica se expres en los aos 90s en el enunciado

    'hemos transferido el poder de decisin al conocimiento tcnico. De ese modo, la poltica se

    rindi ante una ilusin tecnocrtica. La poltica fue reducida al ejercicio tcnico-

    administrativo de la poltica; en esa construccin discursiva, los saberes racionalizados,

    as como la operatividad del dato o la cifra, sirvieron para apenas- contornear la

    poltica.

    Pero en la pretensin tecnocrtica, adems, hubo un error de origen. El

    mercado, por si mismo, no genera las condiciones de su propia existencia; por el

    contrario, depende de las intervenciones polticas desarrolladas para sentar las bases

    de su funcionamiento. Esto significa que depende del establecimiento de marcos

    pblicos institucionales que reflejan decisiones polticas.

    Sin embargo, el proyecto de modernizacin neoliberal postul la

    despolitizacin de la economa (es cierto, las administraciones de Alemann, Cavallo,

    Sorrouhille, Erman Gonzlez, etc. no han tenido efecto poltico alguno), pero todo

    proceso de modernizacin incluso el neoliberal- requiere una fuerte intervencin y

    direccin poltica. Asimismo, durante los 90s, como resultado de una tendencia que

    haba comenzado a forjarse con anterioridad, el trabajo del equipo econmico del

    Menemismo tuvo un gran valor simblico: convencer a los agentes econmicos

    internos y externos y al mundo poltico, nacional y extranjero que su corrimiento del

    imaginario populista (y fundamentalmente distribucionista) era definitivo.

    La modernizacin en los 90s puede ser definida como la incorporacin de

    tecnologas de organizacin que, como tales, generaron nuevas formas de

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    conceptualizar y nuevos dispositivos de regulacin en el sistema educacional. (Sigue

    siendo sistema? No sern un conjunto de autonomas resolviendo de modo dispar lo

    urgente junto con lo importante?). Como sabemos, los sistemas modernos de

    escolarizacin haban desarrollado un abundante conjunto de controles normativos.

    Las reformas de fines del siglo XX, establecieron el control externo como la esencia

    misma de la evaluacin junto con la individualizacin de resultados. En la misma

    lgica, la evaluacin externa del reciente proyecto modernizador argentino, son los

    nios que revisan la basura para poder comer. La articulacin de ambos componentes

    el control externo y la individualizacin de la responsabilidad- supone condiciones

    especficas de produccin de sentido. Esto se bas en una concepcin de ciudadanos

    como consumidores de bienes pblicos y privados, en un espacio social orientado por

    el mercado. El control de calidad y la atencin al cliente, la conceptualizacin de la

    justicia en trminos de la defensa del consumidor, la demanda de derechos en trminos

    de la dignidad de los usuarios y la especificidad de los ciudadanos-consumidores,

    suponen modos de subjetividad particularistas. En discursos como estos, los derechos

    adquiridos se convierten en potenciales derechos sujetos a mecanismos competitivos y

    a la habilidad del consumidor. La enseanza acerca del consumo y las demandas

    particulares pueden ser un reemplazo de la ms clsica idea de justicia? La justicia es

    una nocin ms colectiva, que supone la alteridad; la justicia es siempre una relacin

    con otros. El consumo, en cambio, puede prescindir de muchos otros como iguales. Es

    cierto, que no debe entenderse al consumo en un sentido muy estrecho. El consumo en

    el mundo contemporneo, es una manifestacin ms del proceso civilizatorio

    capitalista, y es, por lo general una forma de trabajo y obligacin.2 Consumo y justicia

    pueden ser, tambin, cristales desde los cules detenerse a mirar la creciente cantidad

    de personas que merodean las ciudades, donde se encuentran los restos del consumo

    de los otros, rescatados para salvaguardar la propia necesidad de consumo. La justicia,

    ms esquiva que los residuos en bolsas para basura, se hace presente por el modo en

    que ellos atestiguan la desnudez del emperador; se hace presente en la posibilidad de

    su visibilizacin y la justicia, fundamentalmente, debe sostener esa serie de preguntas

    que debern resguardar que esta nueva subsistencia se naturalice.

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    Como ha sido dicho en diversos trabajos, se ha producido un desplazamiento

    de las responsabilidades del Estado acerca del servicio educativo hacia las instituciones

    y los agentes, ponindolos alternativamente en el lugar de culpables o vehculos del

    mejoramiento de la calidad educacional. De modo similar, la responsabilidad por el

    funcionamiento del sistema educacional fue localizado en cada institucin. En esta

    nueva lgica, el xito del proceso educacional fue localizado en la capacitacin

    individual para alcanzar competitividad en la sociedad. Esta tendencia modific el

    ethos de la provisin de todos los servicios pblicos, estableciendo derechos especficos

    para los consumidores e individualizando demandas especficas.3 Este fue el sentido de

    la reconceptualizacin del Estado en trminos tcnico-administrativos. La eleccin

    entre productos escolares fue vista como un modo suficiente para mejorar los

    estndares para todos, vinculado a la capacidad de administracin de cada institucin

    para ser econmicamente viable, y sobrevalorando el pago de la propia capacitacin

    porque cuando se debe pagar por la educacin se inclinan a formular decisiones de inversin

    con las cuales se hace conciente el retorno econmico.4

    -Dios me guarde pens el viejo ministro, abriendo los ojos desmesuradamente- Si no

    veo nada! pero tuvo buen cuidado de no decirlo.

    Los estafadores rogaron que se acercase y le preguntaron si no era un bello dibujo y un color

    precioso. Al decirlo sealaban el telar vaco y el ministro no haca ms que abrir los ojos, sin

    poder ver nada, porque nada haba.

    - Oh, es preciosa, una verdadera preciosidad! dijo el viejo ministro mirando a travs de sus

    gafas-. Qu dibujos y qu colores! S, le dir al emperador lo mucho que me gusta.

    El hecho de que la justicia no sea concebida como un continente de contenidos

    universales ha sido un progreso en relacin con las pretensiones absolutistas desde el

    Iluminismo en adelante. Pero conviene volver a la pregunta sobre la justicia en

    trminos de lo que se posibilita en las instituciones, en la justicia curricular, por

    ejemplo, ya que el avance que supone la no esencializacin y no absolutizacin de

    ciertas ideas, no supone su abandono. Ellas deben estar presentes siempre sujetas a la

    posibilidad de la pregunta acerca de su legitimidad, en esa pregunta reside su

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    potencialidad democratizadora, y su no abandono supone un lugar tico que los

    adultos podemos seguir ofreciendo. En el trnsito desde la universalidad de una oferta,

    a la consideracin de demandas especficas y necesidades particulares, se generan

    condiciones de vida, y de vida escolar, bien distintas; el problema aqu ya lo sabemos-

    es no desarrollar nuevos metarrelatos homogeneizantes y excluyentes, como aquellos

    en los cuales crecimos. Justamente por su carcter paradojal, problemtico y sin

    equilibrio inmanente es que se trata de procesos de interrogacin poltica, y no de

    problemas lgicamente resolubles.

    La Argentina, sus gobiernos, su Estado, su sociedad civil empezaron a

    renunciar a la poltica hace ya algn tiempo. En la renuncia a gobernar y proponer en

    cambio una administracin de las deudas, hay una renuncia; en el apresamiento del

    determinismo, hay una renuncia, en la aceptacin de que existe un destino global que

    es ineludible, en el contorneo administrativo de la poltica, hay una renuncia a la

    poltica.

    No es cierto que es una tela magnfica? Y el emperador vio con miedo que el no vea

    nada, sin embargo, exclam- si, es bellsima, nunca se ha visto nada igual! Y todos exclamaron

    con el: ...es bellsima!

    Finsimos hilos de una tela invisible

    A partir del proceso de descentramiento del Estado como principal regulador

    de la vida social, otro elemento pasa a desempear la representacin de una totalidad

    que lo excede. Este lugar de representacin de una globalidad, en otras palabras,

    aquello que vino a restituir esa ilusin de completud dislocada, parece haber sido

    -aunque de manera fragmentada- el mercado. Se trata del largo proceso del trnsito de

    un imaginario a otro, es decir que hay un intento de restablecer una totalidad perdida,

    un orden simblico dislocado, proponiendo un nuevo imaginario colectivo como

    compensacin que llene el vaco resultante del quiebre del sistema de significacin

    previo.5

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    Para analizar este surgimiento del mercado como nueva ilusin de completud,

    utilizaremos el argumento con el cual Ernesto Laclau realiza un anlisis que vincula el

    discurso mstico con el discurso poltico. Segn Laclau la economa de mercado, por

    ejemplo, es presentada en ciertos discursos como el nico contenido capaz de proveer

    la plenitud y realizacin de la comunidad y, en cuanto tal, como el nombre mismo de

    esa plenitud.6 En este punto, est implcito el establecimiento de una relacin

    equivalencial entre un contenido que es una particularidad y a la vez- es la

    encarnacin de una inconmensurabilidad que lo excede. Ahora bien, los sentidos

    diferenciales de una relacin equivalencial, aunque debilitados, no desaparecen, es

    necesario que ellos pongan lmites a la posibilidad de una expansin indefinida de la

    cadena de equivalencias. Estos lmites son, obviamente, ms importantes en un

    discurso poltico que en el discurso mstico, dado que el primero trata de proveer una

    articulacin estable entre plenitud y diferencia. Una vez que la economa de mercado

    se ha tornado, en un discurso, el nombre mismo de la realizacin plena de la

    comunidad, algunas equivalencias resultarn posibles, en tanto que otras estarn

    excluidas de un modo ms o menos permanente. Esta situacin no es, desde luego,

    enteramente estable, ya que las configuraciones discursivas estn sometidas a

    presiones deformantes algunas equivalencias, por ejemplo, pueden cambiar el sentido

    del mercado-; la funcin de representar la plenitud deforma el contenido particular

    que asume esa funcin.7

    Esta perspectiva nos posibilita analizar las nuevas configuraciones del Estado

    en condiciones de mercado, es decir, en la opcin por la regulacin del mercado,

    contexto en el cual se fueron consolidando ciertos elementos imaginarios que

    establecieron a la competencia como nico modo de participacin. Esta caracterstica se

    reflej claramente, por ejemplo, en un conjunto de actividades que la administracin

    central de la educacin desarroll, orientadas a la competencia entre instituciones para

    obtener fondos para su funcionamiento. El discurso que estamos analizando comenz

    con la justificacin del retiro del Estado y estableci una correlacin positiva entre

    autonoma del nivel central del aparato estatal, calidad y equidad educacional. Pero el

    sentido de esta relacin slo puede ser sostenido con la presuposicin de la existencia

    de condiciones homogneas o al menos similares- para todas las escuelas. La

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    metodologa de fomentar la innovacin escolar a travs de mecanismos competitivos

    para obtener fondos, y la centralidad adquirida por las funciones de management dentro

    de la organizacin de las escuelas son expresiones de esta nueva lgica de regulacin

    de mercado. Esta estrategia de introduccin de competitividad a travs de actividades

    especiales y el certamen por fondos de financiamiento permiti la construccin de

    nuevos vnculos entre el gobierno y las instituciones educacionales.8 En este sentido,

    emergi un nuevo escenario para el desarrollo de identidades educacionales, en las

    cuales el Estado en tanto proveedor tuvo menos participacin; mientras el Estado

    estaba abandonando ese lugar de organizador poltico, aunque no el rol de contralor.

    Como parte del discurso que hemos presentado, pretendidamente ms tcnico

    que poltico, un nuevo concepto estelar fue puesto a disposicin de la avidez de las

    instituciones educativas: el supuesto segn el cual la autonoma era la clave para la

    profesionalizacin docente, para la pertinencia del curriculum y para los proyectos de

    cada escuela.

    Un traje que slo puede ser visto por los inteligentes y capaces: la autonoma escolar

    As como hacamos referencia anteriormente al discurso de la falla del

    estatismo, queremos ahora hacer una puntualizacin acerca de ciertas vivencias que la

    sociedad civil argentina tuvo en relacin con el Estado. Durante la apertura

    democrtica, la sociedad civil transit por un camino de extraamiento del Estado,

    que haba cometido muchas mutilaciones hacia su propia sociedad; luego de la

    reiterada presencia de la arbitrariedad institucional y poltica de la segunda mitad del

    siglo, cuyo punto ms mutilador fue la dictadura de 1976, la sociedad civil comenz a

    reconocerse como vctima del poder del Estado. Esta caracterstica fue decisiva para los

    aos que siguieron a la apertura democrtica. Durante ese perodo, la rapidez con la

    cul se esfum la esperanza de la reapertura democrtica, el escaso sostenimiento

    institucional de una realidad de apertura que requera una reparacin igual de

    inmensa como haba sido la mutilacin de la dictadura, la ausencia de pactos y

    proyectos efectivamente democratizadores, la continuidad de la eliminacin del otro

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    como parte estructurante de la cultura poltica, entre otros aspectos, no modificaron

    aquella herida de la vivencia como vctimas del propio Estado. Inversamente, esta se

    cristaliz en un divorcio entre la sociedad y las instituciones polticas; no slo de las

    instituciones militares sino de las organismos del Estado y de las instituciones de

    representacin en general. De este modo, adems de la pretensin de establecimiento

    de nuevos dispositivos de regulacin a los que referimos antes, tambin desde esta

    lgica de extraamiento del Estado, puede ser pensada la adopcin por parte de las

    instituciones educativas de la prdica de la autonoma de ese estado central.

    La autonoma se ha presentado en el perodo reciente como el modo de

    estimular un compromiso y una adecuacin que dieran modos de

    funcionamiento apropiados para la calidad educacional. Sin embargo, esta es

    una asuncin que debera ser problematizada. Por un lado, merece un examen

    la naturaleza de los mecanismos que pretenden autonomizar lo que las

    instituciones proyectan para si mismas, es decir, analizar si efectivamente se

    trata de modos de desarrollar autonoma. Un anlisis de estas caractersticas,

    permite apreciar que lo que en realidad- se ha estimulado son nuevos

    dispositivos disciplinarios acerca de lo que la escuela puede analizar sobre si

    misma, cules son los modos de intervenir sobre ello y cules son las formas de

    dar cuenta de esos procesos ante las autoridades de la administracin

    educacional. En definitiva, bajo la presuncin de ejercicios autnomos, se ha

    pautado estrictamente la mirada a desplegar sobre el propio trabajo,

    estableciendo formas modlicas que al definir parmetros y vincularlos con

    ciertas recompensas, ha desestimulado ciertos otros modos de mirarse, pensarse

    y actuar autnomamente. Muchos de los miembros de las instituciones que se

    han visto sujetos a los rigores y los formatos de las tecnologas de los PEI, PCI y

    dems dispositivos, podrn dar innumerables ejemplos de lo que estamos

    enunciando. (Habr sido el desamparo un modo de impulsar a los nios y jvenes a

    que desarrollaran formas de autonoma?, tal vez, la naturalizacin del hecho que se

    encuentren fuera de la escuela, sea una estrategia de autonomizacin de sus

    aprendizajes?)

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    Un segundo aspecto para realizar un examen crtico acerca de las pretensiones

    de autonoma es la natural vinculacin que se establece entre autonoma y

    mejoramiento de la vida de las instituciones, tanto en lo que respecta al mejoramiento

    de la enseanza como a lo referente a las condiciones de trabajo. En este sentido, una

    idea que habra que reintroducir para problematizar la autonoma es si el individuo es

    algo que existe previa y separadamente de la sociedad. Sin lugar a dudas, se han

    generando cambios en la conformacin de identidades en una sociedad que

    clsicamente se haba configurado en grupos de inters o grupos de presin para

    demandar a un Estado, del que no estaban en realidad- completamente separados.

    Asimismo, la autonoma en trminos de evitar las irrupciones del otro, puede tambin

    estar vinculado a cierta afn utilitario, que podra ser otro de los efectos generados por

    la instrumentalizacin del imaginario vinculado al mercado. Estos diferentes aspectos

    que mencionamos hacen necesario reintroducir la politicidad de la conducta

    autonomista o heteronomista, justamente porque se trata de cuestiones que no tienen

    respuesta prefijada, sino que deviene de la prctica en un terreno de decisin que no

    esta previamente cartografiado. En todo caso, quin interviene para asegurar, no

    solamente que la libertad individual sea protegida, sino para expandir y ampliar la

    libertad para todos? Desde el punto de vista del Estado, la propuesta del

    fortalecimiento de la autonoma, supondra que se han logrado principios de justicia

    distributiva. Uno de cada tres chicos de la Argentina de hoy nos muestran que tal

    pretensin esta lejos de alcanzarse. ...El emperador esta desnudo....!!

    Buscaremos discutir un poco ms la idea de autonoma incorporando las

    consideraciones realizadas por Laclau acerca de la autonoma como concepto terico.

    Laclau afirma que el concepto de la autonoma, alude a una imposible resolucin de

    una tensin. Si una entidad es totalmente autnoma, ello significara que ella es

    totalmente autodeterminada; pero en el caso del concepto de autonoma sera

    enteramente redundante (autonoma respecto de qu?). Por otro lado, si la autonoma

    fuera totalmente inexistente, en tal caso la entidad social en cuestin estara totalmente

    determinada. Pero en ese caso esa entidad no sera algo separado de aquello que la

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    determina y el conjunto inescindible de lo determinante y lo determinado sera

    evidentemente autodeterminado. Como se ve, determinacin total y autonoma total

    son nociones absolutamente equivalentes. El concepto de autonoma es solamente til

    ms an: tiene sentido solamente- cuando ninguno de estos dos extremos

    (equivalentes) es alcanzado. Pero si en el desarrollo de cierta actividad una

    intervencin externa es vivida como una interferencia, en tal caso s podremos plantear

    necesidad de autonomizar esa actividad respecto de la intervencin que interfiere en su

    desarrollo. La determinacin por parte de la fuerza que interfiere es claramente una

    intervencin externa, ya que es resistida por aquel sobre quien se ejerce. Sin

    interferencia, por lo tanto, no hay autonoma. Podremos tener ms o menos autonoma,

    pero el concepto de una autonoma total carece de sentido. Y la autonoma ser

    siempre, en este sentido, relativa, ya que si una fuerza tiene el poder de interferir y la

    otra el poder de resistir, las dos sern parcialmente eficaces y ninguna de ellas lograr

    prevalecer enteramente. El campo de la autonoma relativa es, por lo tanto, el campo

    de una guerra de posicin en el que ninguna de las fuerzas intervinientes puede

    alcanzar una victoria total. Y esto nos lleva a una cuestin ms general: que el campo

    de las identidades sociales no es un campo de identidades plenas sino el de un fracaso,

    en ltima instancia, en la constitucin de estas ltimas. Un anlisis realista de los

    procesos sociopolticos debe, por lo tanto, abandonar el prejuicio objetivista (que las

    fuerzas sociales son algo) y partir de la consideracin de los que no logran ser. De este

    modo, opera en las categoras del anlisis sociopoltico, la dialctica

    posibilidad/imposibilidad.9

    En este sentido, la autonoma - tambin en las instituciones- debe ser pensada

    en una tensin que no es lgicamente resoluble, que no implica posicionamiento

    esenciales y rgidos de los sujetos, sino que sus posiciones se construyen en relacin (no

    previamente) y son abiertas (no definitivas). En suma, si la autonoma es una tensin,

    entonces, la autonoma y su contracara, la heteronoma, deben ser pensadas ambas-

    como posiciones de sujetos polticos. A veces la autonoma en los modos en los que la

    enuncia la institucin parecera un modo de contraponerse a los efectos polticos de las

    medidas emanadas de la administracin educacional. Sin embargo, debe ser dicho que

    se trata de otro ejercicio poltico, es decir se trata de contraponer otra forma de

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    politicidad. Otra reflexin podra ser -de nuevo- si la bsqueda de autonoma nos

    posiciona en el lugar de la administracin o de lo poltica.

    La infancia como lugar de denuncia: tica y moral

    Tal vez convenga hacer alguna consideracin acerca de la tica y lo moral (en el

    sentido ms amplio que la filosofa poltica le dio a estos conceptos). Si los nios

    denuncian con su presencia, todo aquello que no ha sido logrado y toda la tarea

    pendiente, tal vez nos resta no naturalizar su ausencia en el patio escolar, su actitud

    de buscavidas, sus modos de sobrevivir en el naufragio. Volveremos nuevamente al

    argumento de Laclau acerca de la estructura del discurso poltico y el mstico. Ha

    habido muchas discusiones, en aos recientes, acerca de las consecuencias de la

    posmodernidad y, de un modo ms general, de la crtica del esencialismo filosfico

    para el compromiso moral. El cuestionamiento de un fundamento absoluto, no quita

    las bases mismas del compromiso moral? Si todo es contingente, si no hay imperativo

    categrico que constituya una base slida de la moralidad no se nos deja en una

    situacin en la que todo vale y, en consecuencia, librados a la indiferencia moral y a

    la imposibilidad de discriminar entre acciones ticas y no ticas? Ser necesario

    distinguir entre dos aspectos. El primero es la posibilidad de un serio compromiso

    moral con cualquier tipo de accin (dejando de lado por el momento sus contenidos

    concretos). Lo que la crtica al esencialismo implica es que no hay modo de discriminar

    moralmente a priori entre cursos de accin particulares, ni siquiera en el sentido de

    establecer un contenido mnimo para un imperativo categrico. Esto, sin embargo, no

    implica lgicamente que no sea posible asumir serios compromisos morales por

    razones que sean menos apriorsticas. Afirmar lo contrario sera lo mismo que decir

    que slo el contenido particular de un curso de accin concebido en tanto

    particularidad- puede ser la fuente de un compromiso moral serio.

    Si bien, existe en el origen de este argumento la imposibilidad de alcanzar la

    plenitud (en trminos de la justicia, la integracin, la igualdad) es slo en la medida en

    que se experimenta el contacto con esa plenitud (como un absoluto), ms all de todo

    contenido particularizado, que se puede dotar de seriedad moral a los cursos

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    particulares de accin. Y es slo si se experimenta al absoluto como un lugar

    enteramente vaco que puedo proyectar en los cursos de accin contingente una

    profundidad moral, de que estos ltimos, librados a s mismos, carecen. Como vemos,

    la experiencia posmoderna de la contingencia radical de todo contenido que pretenda

    ser moralmente vlido, es la condicin misma de la sobre-inversin tica que hace

    posible una conciencia moral ms alta. As, tenemos aqu una cierta deificacin de lo

    concreto que se funda, paradjicamente, en su misma contingencia. Un compromiso

    moral serio requiere la radical separacin entre la conciencia moral y sus contenidos,

    de modo tal que ningn contenido pueda pretender a priori ser el beneficiario exclusivo

    del compromiso. 10

    Incluso si aceptamos que este hiato entre la experiencia del absoluto como lugar

    vaco y el compromiso con los contenidos concretos que habrn de encarnar a aquel

    que pasa a ser permanente, no nos deja esto sin gua acerca de cules son los

    contenidos concretos que deben asumir esa tarea de encarnacin? Esto es, sin duda,

    verdad. Si hubiera una lgica a priori que ligara la experiencia de absoluto a contenidos

    particulares, el lazo entre el absoluto encarnado y su contenido encarnante habra

    pasado a ser necesario, y el absoluto habra perdido su dimensin de ms all.

    Afirmar lo opuesto no significa que cualquier contenido, en cualquier momento, sea un

    candidato igualmente vlido a la encarnacin del absoluto. Ni el absoluto ni lo

    particular pueden aspirar a una paz final entre s. Esto significa que la construccin de

    una vida tica depender de mantener abiertos los dos lados de esta paradoja: un

    absoluto que slo puede ser realizado en la medida en que sea menos que s mismo, y

    una particularidad cuyo solo destino es ser la encarnacin de una sublimidad que

    trascienda su propio cuerpo.

    Conclusiones

    Ojal estas palabras no sean ledas como un afn restauracionalista del algo

    que ya ha cado, que ya no est, que ya no nos organiza. Al hacerlas no siempre result

    fcil mantener la distincin entre la perspectiva analtica y la tica respecto al futuro

    del Estado-nacin, incluso cuando trat de hacerlo. Asistimos, una vez ms, a la

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    dislocacin de un discurso previo, y las caractersticas de esa dislocacin y lo nuevo

    que sobrevenga no estn determinados. Tal vez s sirva decir que, despus de todo, lo

    que ha perdido sentido son los antiguos pases y los antiguos estados. Ello posibilita el

    ejercicio de seguir buscando -de hecho, imaginando- posibilidades que sean

    alternativas a la estrategia de determinar qu Estados-nacin son ms sanos que otros,

    para luego sugerir diversos mecanismos de transferencia ideolgica. Estrategia, esta

    ltima, que no hace otra cosa que repetir, una vez ms, las polticas modernizadoras a

    las que hemos hecho referencia, que suelen venir con el aire triunfalista de siempre y,

    en realidad, no auguran nada bueno.

    Ojal estas palabras s sean ledas como una bsqueda de no renunciar al

    vnculo entre escuela, tica y justicia. Y en ese sentido, el sentido comn acumulado en

    las escuelas se puede constituir en un lugar de insistencia. Es cierto que hoy nuestra

    existencia es alrededor de los espectros de un Estado; estas formas espectrales lo son

    tanto para aquellos que se aferran a lo que queda de l, para quienes sostienen que hay

    que terminar de liquidarlo. Lo espectral supone algo ms que un espritu y supone

    tambin la existencia de herederos. Podemos ciertamente suponer que los materiales

    para la elaboracin de un imaginario posnacional ya deben estar aqu, a nuestro

    alrededor. Pero en algo debemos ser enfticos: un posicionamiento que no nos

    permitira rearmar el futuro es el clsico lugar de la nostalgia sin memoria.

    Tal vez estas palabras tengan bastante de estos espectros y por eso se han

    basado en un cuento escrito en 1837. Ser ficcional, como es el cuento, el lugar de los

    adultos? Ser espectral? De tanto no creer en el Estado, no creer en la justicia, se

    tratar tambin ahora de no creer en nuestra infancia? Cmo es nuestro

    posicionamiento -y nuestro posicionamiento hacia los herederos- si naturalizamos la

    carencia, la falta, la ausencia? Estos nios que portan en su propio cuerpo las muestras

    del fracaso de otros, constituyen la zona poltica de la enunciacin de la memoria. Si en

    la sociedad no hay una apuesta por la infancia ser, tal vez, porque la sociedad

    considera que no tiene nada valioso en lo cual permanecer, pervivir y transmitir a los

    que vienen.

    Y el emperador se sinti inquieto, porque pens que tenan razn, pero se dijo:

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

    - Debo seguir en la procesin.

    Y se irgui con mayor arrogancia y los chambelanes le siguieron portando la cola que no

    exista.

  • Publicado en VV.AA. Lo que queda de la escuela, Edit. Laborde - Centro de Pedagoga Crtica de Rosario, 2003.

  • 1 La recuperacin de este cuento ha sido una sugerente idea de Hugo Achugar, en el Encuentro sobre la Construccin de

    la Memoria Colectiva, La Plata, septiembre de 2002.2 Arjun Appadurai, La modernidad desbordada, (Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2001).3 Ruth Jonathan, Illusory freedoms: Liberalism, Education and the Market, (Oxford: Blackwell, 1997).4 Ph. Brown and H. Lauder, 'Education, Globalization, and Economic Development', in A.H. Halsey, Hugh Lauder,

    Phillip Brown and Amy Stuart Wells, Education. Culture, Economy, Society, (Oxford University Press, 1999).5 En este contexto, el imaginario es entendido como un orden estructurante cuyo grado de sedimentacin es menor que

    el del orden simblico. dota de orientacin y sentido al orden simblico y compensa la disrupcin que lo real introduce,

    mediante la ilusin de completud y estabilidad absolutas. 6 Sabemos que una relacin de equivalencia debilita el sentido diferencial: si debemos concentrarnos en aquello que

    todas las diferencias tienen en comn (que es aquello a lo que la equivalencia apunta) debemos encaminarnos en la

    direccin de un ms all de todas las diferencias que ser tendencialmente vaco. Orden no puede tener un

    contenido particular, dado que es el mero reverso de todas las situaciones vividas como desorden. Como en el caso

    de la plenitud mstica, la plenitud poltica requiere ser nombrada por trminos carentes, en la medida de lo posible, de

    todo contenido positivo. El punto en que ambas comienzan a divergir es en el punto en que el misticismo emplear

    todas las estrategias en su mano para reducir a un mnimo el contenido positivo que no puede, en la ltima instancia,

    eludir; mientras que la prctica hegemnica har, de ese contenido, su raison dtre: lejos de incrementar el hiato

    entre plenitud y contenido diferencial, har de un cierto contenido diferencial el nombre mismo de la plenitud.

    Ernesto Laclau, Sobre los nombres de Dios en Misticismo, retrica y poltica, (Buenos Aires: Fondo de Cultura

    Econmica, 2002).7 E. Laclau, Sobre los nombres de Dios.8 Guillermina Tiramonti, 'Los imperativos de las polticas educativas de los '90', en Propuesta Educativa, Buenos Aires,

    FLACSO.9 Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones de la revolucin de nuestro tiempo, (Buenos Aires: Nueva Visin, 1993).10 E. Laclau, Sobre los nombres de Dios.

    Michael Peters, Poststructuralism, Politics and Education, (Westport: Bergin & Garvey, 1996).

    Wilfred Carr and Anthony Hartnett, Education and the struggle for democracy. The politics of educational ideas,

    (Buckingham: Open University Press, 1997).

    Myriam SouthwellRopajes de materiales preciosos: tecnologas de modernizacinFinsimos hilos de una tela invisible

    Un traje que slo puede ser visto por los inteligentes y capaces: la autonoma escolarLa infancia como lugar de denuncia: tica y moralConclusiones