el demonio de la burbuja - diagonal

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El Demonio de la Burbuja Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) El Demonio de la Burbuja Enviado por publicidad el Lun, 07/16/2012 - 00:00 Autoría: Guillermo Rendueles El relato de Shekel Algo Gratis actualiza el cuento clásico sobre el genio de la botella que ofrece realizar tres deseos a su propietario. En este caso el genio se actualiza convertido en una máquina, pero se conserva la oferta de hacer realidad los deseos de su cliente. Éste pide sucesivamente tres millones de euros, un castillo lleno de voluptuosas amantes y una salud de hierro que conduzca a la inmortalidad. Al final de esa bacanal consumista, aparece ante nuestro héroe un acreedor implacable –la bruja Austeridad– que le pasa la factura por los servicios recibidos. La historia termina con nuestro imprudente deseante –sin tiempo para gozar sus posesiones– enviado a una cantera donde debe ganar el dinero con el que pagar sus deudas. Las innumerables versiones del cuento tienen la misma moraleja: desconfía de tus deseos sobre todo cuando un poder desconocido se ofrezca a cumplirlos gratis. El capitalismo postmoderno funciona como esa máquina que crea –satisface– deseos para cobrarlos a posteriori. Sus diseñadores la llaman economía de mercado y su secreto, como el del demonio de la botella, es conocer la incapacidad de los humanos para comportarse con sus deseos como un elector racional. El duende de la burbuja recorrió España durante la década de la prosperidad disfrazado bajo el nombre de crédito y repitió de nuevo el juego. Lo que llamamos crisis no es sino el tiempo en que toca pagar y lamentarse por las trampas del juego. De aquel autorelato biográfico cínico –obedecía al banco, sí, pero votaba socialista–, la quejumbrosa población española está siendo dominada por un miedo que amenaza actualizar los pánicos de antaño. Como tantos otros sentimientos, los miedos no nacen en lo íntimo y se generalizan en lo social sino que se interiorizan desde la Historia. Jean Delumeau hace un apasionante relato de los Miedos de Occidente: las brujas, el milenio, la Revolución Francesa, la maquina de vapor, desencadenaron pánicos colectivos que se interiorizaban como angustias personales. En la actual crisis socioeconómica española el miedo se plasma en varios híbridos sentimentales que presiden nuestro imaginario colectivo y paralizan la acción transformadora. En los jóvenes, el miedo se combina con un resentimiento contra la herencia recibida y se traduce en el reproche contra el pensionista o el emigrantes percibidos como gorrones despilfarradores que hipotecan su futuro. El miedo del precariado al futuro difícilmente se contiene por alguna solidaridad transgeneracional. El joven en precario no tiene ninguna cita que recoger del viejo sindicalismo que dejó un desierto industrial tras de sí y no luchó por el futuro. El gran pánico postmoderno, el denominador común, es la pobreza. “Yo soy de clase media” es la respuesta de la inmensa mayoría de la población Página 1 de 4

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El Demonio de la BurbujaPublicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)

El Demonio de la BurbujaEnviado por publicidad el Lun, 07/16/2012 - 00:00 Autoría: Guillermo Rendueles

El relato de Shekel Algo Gratisactualiza el cuento clásico sobre el genio de la botella que ofrecerealizar tres deseos a su propietario. En este caso el genio seactualiza convertido en una máquina, pero se conserva la oferta de hacerrealidad los deseos de su cliente. Éste pide sucesivamente tresmillones de euros, un castillo lleno de voluptuosas amantes y una saludde hierro que conduzca a la inmortalidad.

Al final de esa bacanal consumista, aparece ante nuestrohéroe unacreedor implacable –la bruja Austeridad– que le pasa la factura por losservicios recibidos. La historia termina con nuestro imprudentedeseante –sin tiempo para gozar sus posesiones– enviado a una canteradonde debe ganar el dinero con el que pagar sus deudas. Las innumerablesversiones del cuento tienen la misma moraleja: desconfía de tus deseossobre todo cuando un poder desconocido se ofrezca a cumplirlos gratis.El capitalismo postmoderno funciona como esa máquina que crea–satisface– deseos para cobrarlos a posteriori. Sus diseñadores lallaman economía de mercado y su secreto, como el del demonio de labotella, es conocer la incapacidad de los humanos para comportarse consus deseos como un elector racional.

El duende de la burbuja recorrió España durante ladécada de la prosperidad disfrazado bajo el nombre de crédito y repitióde nuevo el juego. Lo que llamamos crisis no es sino el tiempo en quetoca pagar y lamentarse por las trampas del juego. De aquel autorelatobiográfico cínico –obedecía al banco, sí, pero votaba socialista–, laquejumbrosa población española está siendo dominada por un miedo queamenaza actualizar los pánicos de antaño. Como tantos otrossentimientos, los miedos no nacen en lo íntimo y se generalizan en losocial sino que se interiorizan desde la Historia. Jean Delumeau hace unapasionante relato de los Miedos de Occidente: las brujas, el milenio,la Revolución Francesa, la maquina de vapor, desencadenaron pánicoscolectivos que se interiorizaban como angustias personales.

En la actual crisis socioeconómica española el miedo seplasma en varios híbridos sentimentales que presiden nuestro imaginariocolectivo y paralizan la acción transformadora. En los jóvenes, el miedose combina con un resentimiento contra la herencia recibida y setraduce en el reproche contra el pensionista o el emigrantes percibidoscomo gorrones despilfarradores que hipotecan su futuro. El miedo delprecariado al futuro difícilmente se contiene por alguna solidaridadtransgeneracional. El joven en precario no tiene ninguna cita querecoger del viejo sindicalismo que dejó un desierto industrial tras desí y no luchó por el futuro.

El gran pánico postmoderno, el denominador común, es lapobreza. “Yo soy de clase media” es la respuesta de la inmensa mayoríade la población

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El miedo en los viejos se mezcla con la incredulidad porla pérdida de derechos. Pensaron que tenían derechos tan reales comosus pulmones y descubren de repente los ambiguos significados de tener.Durante la prosperidad, esta capa de población madura experimentósentimientos de seguridad similares a los del espectador: aunque lasnegras tormentas de la historia arruinasen América o África, en la viejaEuropa se envejecía plácidamente.

Comprobar que los derechos se pierden y que el futuro esinseguro, produce en ellos un miedo-ceguera traducido en unaracionalización negadora: temo perder mis derechos pero al final todoirá bien y los agoreros carecen de razón. El gran pánico postmoderno, eldenominador común, es la pobreza. “Soy de clase media”, es la respuestade la inmensa mayoría de la población a todas las encuestas sobreconciencia de clase. El miedo a quebrar esa identidad genera en lamultitud el híbrido miedo-vergüenza: “yo que creía tener el futuroasegurado, me despierto con el riesgo de quedar en la calle”.

El alter ego identitario de esa clase media fue el minibrokerque, pidiendo créditos, participaba de los beneficios financieros de laburbuja. Pasar periodos de pobreza fue antaño una realidad tan habitualpara la clase obrera que no producía vergüenza. Hoy la pobreza es cosade tontos o pusilánimes a despreciar. De ahí que el miedo a empobrecerse mezcle con la vergüenza: cuando no se pueden pagar las hipotecas hayque ocultarse de la mirada inmisericorde de los vecinos. El paro, cuandodeja de ser un estado pasajero, totaliza una biografía de perdedor quecrea una multitud de solitarios.

Y en esa multitud el miedo crónico produce impotencia.Los azares económicos transforman realmente la vida en el autorelatolleno de furia y sinsentido del que nos advirtió Macbeth. Por eso, a lapregunta sobre si la crisis se resuelve con la lucha colectiva seresponde con un ‘no’. Por supuesto que los viejos sentimientos delealtad-compañerismo se habían agostado mucho antes de la crisis por elproceso de individuación. Las relaciones del trabajo precario rompieronlas relaciones salariales y los sentimientos de pertenencia a uncolectivo. Los conflictos de clases se transformaron en un escenario de‘yoes’ peleando por un mercado escaso. La crisis está transformando losrestos del ‘nosotros obrero’ en una especie de guerra entre los pobresdonde se sataniza al de más abajo como competidor por los restos deltrabajo. Benjamín nos advirtió de que bajo el capitalismo nunca se estálo suficientemente asustado para no transformar el miedo en un vacuaespera optimista de que cambie el ciclo. Por ello, ese miedo no necesitaconsuelo, sino razones que lo transformen en indignación. De ladesesperanza con las soluciones de políticos o expertos, parece emergeruna masa crítica con esperanzas hasta ahora inadvertidas detransformación social.

Desde la indignación, la razón común puedecortocircuitar los viejos tópicos que afirman que sólo debe tenersalario quien trabaje

La indignación transforma el miedo, alejándolo de laposición del “yo no lo puedo aguantar” para localizar las causas de ladesgracia, desenmascarar trampas y urdir fraternidades que peleen por locomún. Desde luego que las protestas protocolizadas de lasocialdemocracia o la entrega a un populismo derechista puede llevarnos aperderlo todo, privatizando totalmente lo común, condenándonos al

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“sálvese quien pueda” de una existencia abstracta y vagabunda. Perotambién desde la indignación, la razón común puede cortocircuitar losviejos tópicos que afirman que las deudas deben pagarse, o que sólo debetener salario quien trabaje, para empezar pidiendo una renta básica sincontraprestaciones o una defensa de los bienes comunes que posibilitenunas biografías sosegadas que, al no temer por la subsistencia, puedandistanciar los señuelos que, como deseos, les ofrece el mercado.

La paradoja de la máquina cumplidora de deseos ha sidoprotocolizada como test por los hermanos Strugatski, comprobando elescaso número de quienes aciertan a resolverlo con justeza: frente alhorror de ver morir a todos nuestros allegados si se cumple el deseo deinmortalidad, hay que pedir un deseo de que vivan todos para evitar lasconsecuencias no queridas. Lo consolador es que la mayoría que respondecomo egoístas se indigna cuando el investigador les revela la solucióncolectiva: “¿Por qué no me lo dijiste antes?: yo también habría pedidoel bien común”.

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Info de la autoría: Psiquiatra y ensayista Sección principal: La PlazaTemáticos: EspeculaciónNúmero 179Posición Media: Cuerpo del artículoAutoría foto: IsaCompartir:

Licencia: CC-by-SAAutoría: Guillermo Rendueles

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