el culto a las imágenes y la religiosidad popular
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EL CULTO A LAS IMÁGENES
Y
LA RELIGIOSIDAD POPULAR − LAS PROCESIONES −
† EL CULTO A LAS IMÁGENES
uando nos encontramos cercanos al Miércoles de Ceniza e intuimos la
entrada del Tiempo de Cuaresma, esa Cuaresma que Puente Genil vive de
forma intensa, y prácticamente se presiente la explosión de color, luces,
aromas y sentidos de una nueva Semana Santa, escribo estas breves líneas acerca de cómo
la Santa Iglesia contempla el culto a nuestras imágenes sagradas y la religiosidad popular,
para que, aún envueltos por esa vorágine que nos rodea durante estos días y los propios de
la Semana Santa, no nos dejemos llevar por sólo lo meramente estético o cultural de la
fiesta y nosotros, los hombres y mujeres de la Semana Santa, demos el sentido justo de/a lo
que hacemos.
Ese sentido que quizá, por el propio carácter que caracteriza a nuestra bendita tierra
de Andalucía, en la que casi todo lo convertimos en algo festivo, podemos dejar caer
equivocadamente en el olvido, no conocemos o tal vez relegamos a un segundo plano
centrándonos tan sólo en lo banal, estético, folclórico y material de todo ello.
Sin ánimo de sentar cátedra, puesto que lo que a continuación expongo ya se
encuentra registrado y más que establecido en numerosísimos escritos, considero sino
imprescindible necesario, no sólo conocer la historia y la tradición de nuestra peculiar
Semana Santa a través de los siglos como, entiéndanme, el movimiento cultural de un
pueblo, paralelo a una fiesta principalmente de carácter religioso, sino que también
debemos de entender los porqués y los orígenes de lo que a lo largo de los siglos los
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Pintura datada en el siglo III de la catacumba de Calixto
cristianos católicos y cofrades, venimos rememorando cada primera luna llena de
primavera. Y para ello, muy brevemente, nos vamos a remontar al origen.
La prohibición veterotestamentaria1 de
no fabricar ídolos ni figuras que el libro del
Éxodo impone y el peligro de caer en la
idolatría, ha hecho que el culto a las imágenes
haya sido objeto de polémica desde los
primeros siglos del cristianismo.
Tanto el Judaísmo como el Islam excluyen de
su culto a las representaciones de personas
divinas interpretando de manera radical la prohibición de realizar imágenes.
El Concilio Niceno II celebrado en el año 787 y último de los ecuménicos reconocidos
tanto por la Iglesia católica como por la ortodoxa, defendió la veneración a las imágenes
sagradas y que dichas imágenes deben ser expuestas en las iglesias, en los ornamentos y
vasos sagrados, en paredes y cuadros, casas y calles. Las primeras representaciones de Jesús
no pretendían en modo alguno ser un retrato, sino que iban por el camino del simbolismo y
la alegoría. Así, la imagen del Buen Pastor es la más querida por los primeros cristianos.
Faustino Porras dice en uno de sus artículos
publicados en Círculo Románico: “los artistas
paleocristianos representaron a Cristo, entre otras
formas, como el Buen Pastor, imagen que les permitía
fundir la tradición helenística (moscóforo)2 con las
Sagradas Escrituras:
• «Yo soy el buen pastor. El buen pastor arriesga su
vida por sus ovejas...» (Jn. 10, 11).
“Adoración del becerro de oro” (1636) Nicolás Poussin – National Gallery. Londres
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• «Luego, al encontrarla (la oveja perdida) la pone sobre sus hombros lleno de alegría... »
(Lc. 15, 5).”
Sería una temprana visión de la figura de Jesucristo como Buen Pastor, tratando de
simbolizar a un pastor de almas que guía a su rebaño, los cristianos, representados en el
cordero que porta en sus hombros.
Con la aparición de las imágenes de la Santa Faz en
el S. VI (el camulanium y el mandylion que se identifica con
la Sábana Santa de Turín) se imitan y reproducen
apareciendo los iconos. Aunque no es objeto de este
artículo el analizar la evolución de la iconografía sacra se
puede ver una clara evolución que va desde el románico,
con una concepción de Cristo Rey hasta la humanización
del gótico, el realismo renacentista y las representaciones
naturalistas del barroco. Lo mismo vale para las imágenes
marianas, de un hieratismo muy acusado en el románico y
gótico hasta las dolorosas barrocas que veneramos como
titulares de nuestras hermandades.
La veneración de las imágenes, tanto en pinturas, esculturas, relieves, cerámicas u
otras representaciones constituyen “un elemento relevante de la piedad popular” tal como
el Directorio sobre la piedad popular afirma claramente. Pero hay que advertir que si esa
veneración no se apoya en conceptos teológicos adecuados se corre el riesgo de caer en
desviaciones que en definitiva hagan a los fieles sustituir lo representado por la
materialidad de la figura concreta cayendo si no en idolatría, que tal vez sea excesivo, si al
menos en prácticas ajenas a una auténtica religiosidad cristiana aunque estén llenas de
buena fe.
El Mandylion de Edesa. Capilla privada del Papa en el
Vaticano
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Las imágenes según la enseñanza de la Iglesia son: signos santos, ayuda para la
oración, estímulo para su imitación, forma de catequesis y en definitiva, traducción
iconográfica del mensaje evangélico. La imagen no se venera por ella misma sino por lo que
representa. No se puede tampoco olvidar el aspecto artístico y el decoro que las imágenes
deben tener aunque siempre teniendo en cuenta que la función principal de la imagen
sagrada es ayudarnos a introducirnos en el Misterio y no el deleite estético. Cuando ambas
funciones se encuentran, gracias a la gubia o pincel de un genial artista, se produce el
milagro de aquellas imágenes que despiertan la universal devoción. Es lo que el recordado y
admirado maestro Hernández Díaz definía como “unción sacra”.
El cardenal Ratzinger, actual papa Benedicto XVI, en su libro sobre “El espíritu de la
liturgia” al tratar sobre las imágenes concluye con las siguientes afirmaciones:
• Que la ausencia total de imágenes no es compatible con la fe en la Encarnación de Dios. La
iconoclastia no es una opción cristiana.
• Que el arte sagrado encuentra sus contenidos en las imágenes de la historia de la
salvación.
• Que las imágenes sirven para poner de manifiesto la unidad interna de la actuación de
Dios.
• Las imágenes no son fotografías: su sacralidad consiste en llevar a una contemplación
interior, al encuentro con el Señor.
† RELIGIOSIDAD POPULAR ─ Las procesiones ─
n apartado de la religiosidad popular muy querido por las hermandades
y cofradías son las procesiones. La procesión es una expresión cultual
de carácter universal en la cual la piedad popular y la liturgia establecen
una relación muy peculiar. Las procesiones son manifestaciones de la fe y piedad populares
con grandes connotaciones culturales y que despiertan el sentimiento religioso de los fieles,
tal como las define el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia ya citado.
U
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Según el Código de Derecho Canónico3: "Con el nombre de procesiones sagradas se
designan súplicas solemnes hechas por el pueblo fiel, guiado por el clero, yendo
ordenadamente de un lugar sagrado a otro, para mover la piedad de los fieles, recordar los
beneficios de Dios y darle gracias por ellos, e implorar el auxilio divino".
Así pues, la procesión debe ser objeto de una catequesis pastoral previa, que
explique su finalidad y su significado (cf. Ritual Romano, Ibid.). A esto hay que sumar la
importancia y la responsabilidad que tenemos los cofrades
en esforzarnos a la hora de plasmar en nuestros pasos de
misterio las escenas de la Pasión lo más ajustadamente
posible, tanto a las Sagradas Escrituras como al contexto
histórico y social del momento que se representa, para de
esa manera llevar a cabo la finalidad de las Cofradías,
mostrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
En Puente Genil, además de la labor catequética de
nuestras Cofradías, contamos con las corporaciones
bíblicas. Elemento diferenciador claro, reflejo andante de
la Biblia que por consiguiente, se convierte en otra forma
de catequesis plástica y complemento perfecto donde
mostrar al pueblo aquello que semanalmente se da
lectura en el ambón de cualquier templo. Así, Cofradías y
Corporaciones Bíblicas, tenemos en nuestras manos la importante misión de seguir
predicando sin palabras que Cristo vivió, padeció, murió y resucitó por y para nosotros.
Distinguimos por tanto, los siguientes aspectos, muy importantes de considerar: • La procesión es un caminar en orden, y por lo tanto, supone el desplazamiento real de
todos los que participan de la procesión de manera armoniosa.
• Es un caminar del cual forma parte toda la Iglesia, pueblo fiel y clero. Es una "asamblea
litúrgica" en movimiento, presidida y guiada por el clero. Por tanto, se debe hacer hincapié
Jesús Nazareno prendido Corporación Bíblica Los Judíos de
Azote - “Los Jetones” (Viernes Santo 1956)
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en el hecho de que si en la procesión no hay clero, o bien, no está siendo presidida por el
clero (estando éste presente), no se considera procesión.
• La procesión tiene su punto de partida y de llegada en dos "lugares sagrados", que si en
principio deben ser distintos no necesariamente tienen por qué serlo. Son lugares sagrados
todo tipo de Iglesias, Catedrales, Basílicas, Santuarios, Templos o Iglesias conventuales.
También pueden considerarse como lugares sagrados las capillas y los oratorios de todo
tipo, público o privado.
Existen diversas clases de procesiones. Litúrgicas y no litúrgicas; ordinarias y
extraordinarias; festivas y penitenciales; conmemorativas, funcionales y lustrativas. Entre
las procesiones litúrgicas con motivo de ciertas festividades se encuentran la de la
Candelaria el 2 de febrero que conmemora la Presentación del Señor en el Templo; la de
Palmas el Domingo de Ramos que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén;
las de la Vigilia Pascual con el rito del Lucernario y otras
tienen carácter votivo como la del Corpus o las de
rogativas.
La procesión penitencial de las cofradías, que es el
tema que nos ocupa en cuestión, recibe el nombre de
estación de penitencia. Debemos aclarar que el objetivo de
las Cofradías al salir a la calle es hacer pública estación de
penitencia. La palabra estación significa parada. Así
entendido, el término estación se comprende mejor
cuando se habla de las estaciones del Vía Crucis. Estación,
es pues, lo contrario de procesión, que significa “avanzar
caminando”. La cofradía procesiona y hace estación. Por lo
tanto, teniendo en cuenta estas aclaraciones, en nuestra
Semana Santa las Cofradías, si queremos utilizar el término
exacto, debemos decir que realizan procesión y no estación
de penitencia, al no tener un lugar marcado en su itinerario
Nazarenos del Stmo. Cristo de la Misericordia
(Viernes Santo 1956)
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donde realizar parada, como ante la presencia del Santísimo, en el caso de visitar la
Catedral o Parroquia Mayor, o el palco de autoridades como punto culmen en el recorrido o
carrera oficial, y regresar a su lugar de origen.
Fue en la Edad Media cuando la piedad popular amplió el número de procesiones
votivas que alcanzaron su punto álgido durante la época barroca, tanto para honrar a los
santos como para meditar los aspectos de la pasión. Los riesgos que tienen se refieren a
que estas manifestaciones prevalezcan sobre los sacramentos, que quedarían relegados a
un segundo plano o a considerar la procesión como el acto culminante de la liturgia, lo cual
puede degenerar en convertir la procesión en mero espectáculo o acto folclórico cultural.
Para evitar esa mala interpretación se impone una catequesis adecuada sobre el sentido de
las procesiones, en un triple sentido:
• Teológico, como sentido de pueblo de Dios en marcha camino de la Jerusalén celeste.
• Litúrgico, procurando que haya representación eclesiástica en la presidencia y con
oraciones al inicio y al terminar, portando velas los asistentes.
• Antropológico, poniendo de manifiesto el significado de procesión como camino que se
hace juntos participando en el mismo clima de oración.
Una catequesis adecuada sobre estos temas se impone y es función y responsabilidad
clara atribuible a los respectivos Directores Espirituales de nuestras Cofradías y a los
vocales de formación. Sobre éstos y otros temas queda mucho por hacer.
Daniel Jesús Carmona Gutiérrez
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NOTAS Y FUENTES
1 Veterotestamentaria: Perteneciente o relativo al Antiguo Testamento.
2 Moscóforo: Escultura griega datada en el año 570 a. C. esculpida en la región de la Antigua Grecia. Representa a un
kurós, una estatua de un varón joven pastor que lleva la oveja sobre los hombros y es considerada un exvoto y ofrenda a
Atenea.
3 Cf. C.I.C., Edición de 1917, can. 1290-1295. En el nuevo código de derecho canónico, vigente desde 1983, no existe
alusión al tema, por lo que se considera vigente lo dicho en la edición precedente.
El presente documento ha sido elaborado en base a los documentos:
- «Procesiones, Peregrinaciones, Jubileos», de A.G. Martimort, contenido en el libro «La Iglesia en Oración» del
citado autor.
- «Manual de Sagrada Liturgia del Pbro. M. de Antoñana».
- Publicaciones «Círculo Románico».
- «La liturgia» de Jesús Luengo Mena.