el corán y sus traducciones
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Artículo sobre el Corán y sus traducciones, por Murata y ChitticTRANSCRIPT
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EL CORÁN Y SUS TRADUCCIONES
Sachiko Murata y William C. Chittick
El Islam es hoy en día la religión de unos mil millones de personas. No sería
correcto pensar que todos los musulmanes están familiarizados con la historia
de cómo se fundó su religión. Dicha historia nunca ha tenido mucho interés
para la mayoría de los musulmanes. Lo importante de los hechos históricos es
simplemente que Dios actúa a través de ellos. Los sucesos significativos del
pasado son los que tienen un impacto directo en la situación actual de las
personas y en su situación en la otra vida. Desde este punto de vista, el único
acontecimiento de una importancia abrumadora es que Dios ha revelado el
Corán. Las verdaderas circunstancias históricas y sociales en las cuales fue
revelado tienen que ver con un ámbito de conocimiento sumamente
especializado del que pocos estudiosos se han ocupado. El hecho de que los
historiadores occidentales hayan prestado una gran atención a este asunto dice
mucho sobre lo que resulta verdaderamente importante para el punto de vista
moderno, pero no dice nada sobre la manera en que los musulmanes entienden
el Corán.
La mayor parte de este libro estará dedicada a extraer algunas de las
conclusiones más obvias acerca de las enseñanzas del Corán, incluyendo lo que
el Corán tiene que decir sobre sí mismo. En este punto, sin embargo, sería útil
decir algo sobre la forma del Corán, pues la mayoría de nuestros lectores
probablemente nunca haya visto el libro mismo, aunque algunos puedan haber
visto una traducción.
Al Fatiha Vean que hacemos una distinción entre el Corán y una traducción del
Corán. Este es un enfoque habitual desde el punto de vista musulmán, en
marcado contraste con el cristiano, según el cual la Biblia es la Biblia, no
importa en qué lengua esté escrita. Para los musulmanes, la palabra divina
adopta una forma árabe concreta, y esa forma es tan importante como el
significado que trasmiten las propias palabras. Por lo tanto, sólo el Corán árabe
es el Corán, y las traducciones son simplemente interpretaciones. Desde muy
pronto se hicieron traducciones a las lenguas locales del mundo islámico,
especialmente al persa. Sin embargo, éstas no fueron libros independientes,
sino más bien comentarios entre líneas sobre el significado del texto y una
ayuda para comprenderlo.
La forma árabe del Corán es en muchos aspectos más importante que el
significado del texto. Después de todo, los musulmanes no han estado de
acuerdo en la interpretación exacta de los versículos coránicos, al igual que los
seguidores de otras religiones también han discrepado acerca de sus propias
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escrituras. Una de las fuentes de riqueza de la historia intelectual islámica es la
variedad de interpretaciones que ofrece un mismo versículo. Los pensadores
musulmanes citan a menudo al Profeta cuando dice que cada versículo del
Corán tiene siete significados, comenzando por el sentido literal, hasta llegar al
séptimo y más profundo significado, el cual sólo Dios conoce. [3] (La intención
del Profeta resulta obvia para cualquiera que haya estudiado el texto
atentamente). El lenguaje del Corán es conciso y figurativo: cada palabra posee
una riqueza vinculada con el carácter especial de la lengua árabe. La gente, de
un modo natural, interpreta de diversas maneras un mismo versículo.
La riqueza del lenguaje coránico y la posibilidad de que sea interpretado de
diversas formas explica la razón por la cual este libro único ha podido dar forma
a una de las más grandes civilizaciones mundiales. Si todo el mundo hubiera
entendido el texto exactamente igual, la religión nunca se hubiera extendido tan
ampliamente como lo hizo. El Libro debía dirigirse tanto a la gente sencilla
como a la sofisticada, a los pastores y a los filósofos, a los científicos y a los
artistas.
El Corán dice que Dios nunca envía un mensaje si no es en la lengua del pueblo
al cual está dirigido: la Revelación se adapta a las necesidades de sus
destinatarios. El Corán también nos dice que Muhammad fue enviado a todos
los habitantes del mundo. Con el fin de presentar un mensaje comprensible para
todos, el Corán debía hablar un lenguaje que todo el mundo pudiera entender. Y,
de hecho, el Islam se expandió muy rápidamente entre la mayor parte de las
civilizaciones del mundo, desde China y el sudeste asiático hasta África y Europa.
Estos pueblos hablaban una gran diversidad de idiomas, y no sólo nos referimos
a los idiomas hablados con la lengua, sino a los del corazón y la mente. El Corán
ha sido capaz de hablarles a todos ellos debido a las peculiaridades de su propio
modo de expresarse.
Lejos de ser un obstáculo para la expansión del Islam, como algunos han
imaginado, la lengua árabe ha sido una ayuda. [4] Aunque la forma del texto
sea invariable, su significado es fluido y adaptable. Las personas que no saben
árabe se ven obligadas a aprender el texto árabe y después comprenderlo en
términos de su propia herencia cultural y lingüística. Pero ninguna
interpretación puede ser la definitiva. La siguiente generación puede no
depender exclusivamente de la traducción y el comentario de las generaciones
anteriores, e incluso puede ignorar la interpretación del texto establecida por la
tradición. Cada musulmán necesita establecer su propia conexión con la
escritura. Todos los musulmanes serios están obligados a entrar en este
universo expresivo del árabe; un universo que, de hecho, consideran divino.
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Si, por un lado, el Corán árabe fomentó la diversidad de interpretación, por el
otro, fomentó la unidad de forma. Todos los musulmanes recitan la misma
escritura en el mismo idioma. Cada día recitan sus oraciones obligatorias más o
menos de igual modo. De hecho, debido a la importancia básica de la Palabra
revelada por Dios, recitarla es la mejor manera de ser partícipe de la misma.
Comprenderla es secundario, pues nadie puede llegar a entender por completo
la Palabra de Dios. La tarea más importante es acoger y preservar la Palabra
divina. Su forma árabe es de suma importancia. Lo que uno haga con la forma
que recibe, depende de lo recibido.
Una traducción del Corán no es el Corán, sino una interpretación de su
significado. El Corán ha sido traducido docenas de veces al inglés y a otras
lenguas europeas. Cada traducción representa el modo en que una persona
entiende el texto; cada una es muy diferente de las otras y ninguna de ellas es el
Corán en sí mismo. Sólo hay una Palabra, pero hay tantas interpretaciones de la
Palabra como lectores.
Esto no significa que el Islam sea una cacofonía de interpretaciones divergentes;
está lejos de serlo. En general, hay mucha menos diversidad de opiniones sobre
los fundamentos y la práctica de la fe que, por ejemplo, en el Cristianismo.
Quienes aspiran a interpretar el Corán deben someterse a una dura formación
para penetrar en el discurso coránico. Además, esta formación está acompañada
por una interiorización del Corán mediante la recitación y el ritual. El Corán
posee un poder evidente para transformar a quienes intentan acercarse a él en
los términos que éste impone. Esto es precisamente de lo que trata el Islam: la
sumisión al designio de Dios tal y como ha sido revelada en el Corán. Pero no es
una simple sumisión de la voluntad. El Corán establece en las personas una
sumisión ontológica, de modo que éstas llegan a expresar la esencia del mensaje
coránico mediante su forma de ser, no importa lo “original” que puedan ser sus
interpretaciones el Corán.
Coran 1203 Por supuesto, estamos hablando de la exégesis coránica en el
contexto de la fe y la práctica islámicas. Muchos occidentales que no simpatizan
con el Islam han ofrecido sus interpretaciones del texto coránico. No hay razón
para suponer que dichas interpretaciones ayudarán a los no musulmanes a
entender el texto que se revela a los musulmanes.
El libro árabe que lleva el nombre de Corán es más o menos igual de largo que el
Nuevo Testamento. En la mayoría de sus ediciones ocupa entre 200 y 400
páginas. En contraste con la Biblia hebrea y el Nuevo Testamento, el Corán se
difundió por boca de una sola persona, quien recitaba lo que escuchaba del
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ángel Gabriel. Tanto las escrituras judías como las cristianas son recopilaciones
de muchos libros que fueron escritos por un gran número de seres humanos, y
las opiniones difieren en cuanto a su estatus como revelación. Incluso si
decimos que todos los libros de la Biblia fueron revelados, lo fueron a personas
diferentes que no vivieron en la misma época ni en el mismo lugar.
El Corán está dividido en capítulos de diversa longitud, cada uno de los cuales se
llama sura, una palabra que significa literalmente “cerca, recinto o cualquier
parte de una estructura.” La sura más corta tiene diez palabras y la más larga,
que ocupa el segundo lugar en el texto, tiene 6.100. la primera sura, la Fatihah,
(“la que abre”) es relativamente corta (veinticinco palabras). Desde la segunda
sura en adelante, las suras son cada vez más cortas, aunque ésta no sea una
regla fija. Las últimas sesenta suras ocupan más o menos el mismo espacio que
la segunda. Las suras están divididas en pasajes cortos, cada uno de los cuales se
llama ayat . Algunas de las ayats más extensas son mucho más largas que las
suras más cortas. La palabra ayat se traduce a menudo como “versículo”, pero
literalmente significa “signo”. Se trata de una palabra que resulta de los más
significativa, y sobre la que hablaremos en detalle. [5]
El contenido del Corán recuerda a algunas partes de la Biblia hebrea y del
Nuevo Testamento. El Corán relata historias sobre muchas de las mismas
personas y saca conclusiones para educar a sus oyentes. Cita a los grandes
modelos humanos de entre los antiguos profetas y menciona como los más
importantes a Adán, Abrahán, Moisés y Jesús. Moisés es mencionado por su
nombre más que ninguna otra persona, seguido por el Faraón, su gran enemigo,
quien es el arquetipo coránico de la maldad humana.
El Corán explica con detalle la manera en que los seguidores de los profetas,
sobre todo judíos y cristianos, han vivido o no de acuerdo a los mensajes
proféticos. Da instrucciones de cómo vivir una vida grata para Dios. Dice a la
gente que debe rezar, ayunar y cuidar a los necesitados. Entra en gran detalle en
lo que respecta a las relaciones entre los seres humanos –tales como las leyes de
la herencia y el matrimonio–, de un modo que recuerda a algunas partes de la
Biblia hebrea, aunque resulta ajeno al Nuevo Testamento. Le explica a la gente
que debe observar las enseñanzas divinas, simplemente por amor a Dios, no por
ambiciones mundanas. Advierte a aquellos que niegan los mensajes de Dios que
serán enviados al fuego del infierno, y promete a aquellos que acepten los
mensajes que obtendrán el placer del paraíso. El Corán habla específicamente
de Dios, mucho más que la Biblia judeocristiana. No importa cual pueda ser el
asunto, encuentra ocasión para remitir la cuestión a Dios, aunque sólo sea como
un medio para mencionarlo por uno o más de Sus nombres, como cuando dice
“y Dios es el Poderoso, el Sabio”.
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Para los occidentales, el Corán es un texto extremadamente difícil de apreciar,
en especial su traducción. Incluso para quienes han pasado muchos años
estudiando la lengua árabe para leer el original, el Corán puede parecer
desordenado, impreciso e ilógico. Sin embargo, la propia civilización islámica y
los grandes filósofos, teólogos y poetas que han comentado el texto ofrecen
suficientes evidencias para estar seguros de que el problema reside en el lector,
y no en el libro. El texto es, sin duda, uno de los más extraordinarios que jamás
se hayan escrito. Precisamente porque es extraordinario, no responde a las
expectativas de la gente respecto a cómo debería ser un libro.
En el apogeo de la era imperialista, cuando el darwinismo social había
convencido a un gran número de occidentales de que estabanCoran magrebi
situados en la cima de la perfección humana, muchos intelectuales miraban con
desdén a los musulmanes, por pensar que el Corán era digno de respeto. Desde
este punto culminante del progreso humano, el Corán parecía una mezcolanza
mal escrita de viejos dichos y supersticiones.
Gran parte de los expertos occidentales más modernos han abandonado la
hipótesis de la superioridad cultural y consideran al Corán como un libro que
posee su carácter propio y original. Las valoraciones positivas son mucho más
fáciles de encontrar que hace cincuenta años. Sin embargo, se mantienen los
principales obstáculos que impiden apreciar el Corán a los no musulmanes o a
quienes no poseen un sólido conocimiento de la lengua árabe y las ciencias
islámicas. Incluso un conocimiento semejante no garantiza el acceso al libro.
Muchos musulmanes, sobre todo los hablantes de árabe nativos, sienten que
poseen una relación de propiedad con respecto al Corán. Sin embargo, no es
extraño encontrar a personas que conocen de memoria una gran parte del texto,
pero no comprenden ni lo más mínimo la cosmovisión que lo impregna. Esto no
les impide necesariamente absorber la influencia transformadora del Corán,
pero implica que son incapaces de expresar el significado del Corán de un modo
que armonice con su propia tradición.
La naturaleza de la cosmovisión coránica presenta una barrera fundamental
para entender el libro. Es verdad que la visión coránica del mundo posee una
profunda afinidad tanto con la visión judía como con la cristiana, pero la
mayoría de las personas en el mundo moderno tiene una comprensión limitada
de esas dos cosmovisiones. El simple hecho de asistir a la sinagoga, la iglesia o la
mezquita no significa que uno vea las cosas de manera diferente a los ateos
contemporáneos. La forma de pensar dominante en nuestra cultura no se
enseña en los lugares de culto, sino en los medios de comunicación y en las
instituciones educativas. Nos gusta pensar que nuestra educación es científica e
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imparcial, pero ésta es una apreciación muy subjetiva, como muchos
intelectuales y críticos sociales contemporáneos nos han dicho. [6]
Por regla general, cuando una traducción del Corán llega a manos de personas
sin conocimientos básicos sobre la cosmovisión islámica, parece que estas
personas suelen confirmar sus prejuicios, no importa cuáles sean. No es posible
una verdadera aproximación a la visión coránica del mundo sin una cierta idea
acerca del modo de pensar que transmite el texto. Y ese modo de pensar es ajeno
al que se nos ha enseñado en nuestra propia cultura y en la educación moderna
en general.
Con esto no estamos sugiriendo que las personas con una mentalidad moderna
–entre las que se incluye a casi todos los hablantes de inglés o a los musulmanes
de educación moderna– no sean capaces de entender nada del Corán o que no
deberían molestarse en leer las traducciones del Corán disponibles. En primer
lugar, el hecho mismo de que el Corán haya sido traducido significa que el
traductor ha llevado a cabo la tarea de ponerlo al alcance de la mentalidad
moderna, aunque, desde luego, por ese mismo hecho también puede haber
distorsionado seriamente el significado. En cualquier caso, todo el que tenga
curiosidad por el Islam y no sepa árabe, sin duda debería leer una traducción del
libro. Por lo general, es mucho más útil abrirlo al azar y leer unas pocas páginas
que intentar leerlo de manera sistemática.
La cosmovisión coránica está muy próxima al idioma árabe, el cual, como el
hebreo y el arameo (la lengua hablada por Jesús), pertenece a la familia semítica.
[7] La lógica interna de las lenguas semíticas es muy diferente a la de las
lenguas indoeuropeas como el inglés, el latín, el sánscrito o el persa. En primer
lugar, cada palabra deriva de una raíz que normalmente está formada por tres
letras. Partiendo de la raíz de tres letras se pueden construir cientos de formas
derivadas, aunque, por lo general, sólo unas pocas se usan en la práctica. A
menudo analizaremos las palabras árabes para explicar el significado de los
conceptos. Sin este análisis sería imposible comprender la riqueza de los
distintos significados, la dificultad de traducir las palabras al inglés y la relación
entre las palabras árabes, la cual resulta evidente en el original.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA [8]
- Míkel de Epalza, Josep V. forcadell y Joan M. Perujo, El Corán y sus
traducciones: propuestas , Universidad de Alicante, 2008.
- Óscar de la Cruz Palma, La traducción latina del Corán atribuida al
patriarca de Constantinopla Cirilo Lúcaris (1572-1638) , CSIC, Madrid, 2006.
7
- Richard Bell / W. Montgomery Watt, Introducción al Corán , Encuentro,
Madrid,2006.
- Miguel Hernando de Larramendi / Salvador Peña Martín (coords.), El
Corán, ayer y hoy. Perspectivas actuales sobre el Islam , Berenice, Córdoba,
2008.
- Carlos A. Segovia, El Corán: religión, hombre y sociedad , Biblioteca Nueva,
Madrid, 2007.
- Salvador Peña Martín, Corán, palabra y verdad , CSIC, Madrid, 2007.
- J. A. Zubillaga, Mis reflexiones leyendo el Corán , Edición Personal,
Madrid, 2000.
NOTAS.-
[1] Extracto, traducción y adaptación de The Vision of Islam , I.B. Tauris
Publishers, 2006, Introducción (pags. XIV-XIX). (Nota de la Redacción).
[2] Sachiko Murata nació en Japón en 1943 y es profesora de religión y estudios
asiáticos en la Universidad Estatal Stony Brook de Nueva York. Recibió su
licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Chiba (Japón), y más
tarde acudió a la Universidad de Teherán (Irán), donde fue la primera mujer en
doctorarse en jurisprudencia islámica (fiqh ) en esa universidad. Allí recibió
también su doctorado en literatura persa. Ha escrito numerosos libros y
artículos relacionados con la espiritualidad y la religión islámicas y sobre
religiones comparadas.
William C. Chittick nació en Milford (Connecticut, Estados Unidos). Se licenció
en Filosofía y Letras por el instituto de Wooster en Ohio y viajó a Irán para
estudiar sufismo. Doctor en literatura persa por la Universidad de Teherán,
pasó varios años enseñando religión comparada y otros temas en la Universidad
Aryamehr de Teherán. Después de doce años, abandonó Irán en 1979.
Actualmente es Profesor Asociado de Estudio Comparado de la Religiones en la
Universidad Estatal Stony Brook de Nueva York. En castellano se han publicado
los siguientes libros y artículos del autor: Mundos imaginales: Ibn al Arabi y la
diversidad de las creencias , Mandala Ediciones, Madrid, 2004; La doctrina sufí
de Rumi , Olañeta, Palma de Mallorca, 2008; “El mito de la caída de Adán”, en
revista Sufí nº 3 , primavera / verano 2002, Editorial Nur, Madrid; “El
misticismo en el Islam ”, en revista Alif Nûn nº 65, noviembre de 2008. (Nota
de la Redacción).
[3] Algunos autores como al-Ghazali, hacen referencia a cinco de estos niveles
de interpretación: 1.- ontológico-existencial (dhati ), 2.- sensorial o material
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( hissi), 3.- conceptual ( jayali ), 4.- intelectual (‘aqli ), y 5.- metafórico (shabahi
o majazi). Para más información, véase Dr. Vincent J. Cornell, “ Islam
tradicional frente a Islam moderno (I) ”, en revista Alif Nûn nº 50, junio de
2007. (Nota de la Redacción).
[4] Véase Elsayed M.H Omran,”El Islam, el Corán y la literatura árabe”, en
revista Alif Nûn nos 62 (julio de 2008) y 63 (septiembre de 2008) . (Nota de la
Redacción).
[5] Tanto sura como ayat son palabras árabes que poseen sus vocablos
castellanos equivalentes. Estos son, respectivamente, “azora” y “aleya”. Sin
embargo, hemos preferido respetar la trascripción y la pronunciación árabes
que han empleado los autores. (Nota del Traductor).
[6] “En los últimos veinte o treinta años, los historiadores y los filósofos de la
ciencia han demostrado más allá de toda duda que la ciencia moderna tiene su
propia visión del mundo. No se ha liberado en absoluto de emitir juicios de valor
ni es una ciencia de la realidad puramente objetiva, independientemente del
tema de estudio. Está basada en la imposición de determinadas categorías sobre
el estudio de la naturaleza, alcanzando un gran éxito a la hora de estudiar ciertas
cosas, y también una notable falta de éxito en otras, dependiendo cuáles
tomemos en consideración.” Véase S. H. Nasr, “ El Islam y la ciencia moderna ”,
en revista Alif Nûn nº 70, abril de 2009. (Nota de la Redacción).
[7] Véase Abderrahmán Mohamed Maanán, “ Conceptos fundamentales del
pensamiento islámico: La conexión entre el Islam y la lengua árabe ”, en revista
Alif Nûn nº33, diciembre de 2005. (Nota de la Redacción).