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EL CONCILIO DE JERUSALÉN Lección 8 para el 25 de agosto de 2018

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EL CONCILIO DE JERUSALÉN

Lección 8 para el 25 de agosto de 2018

La amplia aceptación del Evangelio por parte de los gentiles supuso un problema para los judíos. ¿No debían vivir todos bajo las mismas reglas? ¿Por qué los judíos se circuncidaban y los gentiles no?

El problema de fondo trataba sobre el método de salvación: por obras (guardando la ley), o por fe (solo la sangre de Cristo).

“Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5)

Los fariseos que había creído, al ver que a los gentiles no se les exigía que observasen los ritos judíos, fueron a Antioquía. Predicaban que, para ser salvos, los gentiles debían hacerse judíos y guardar toda la ley.

Esto chocaba frontalmente con el evangelio que predicaban Pablo y Bernabé: la salvación es solo por fe, sin las obras de la ley.

Este acalorado debate amenazaba con romper la unidad de la iglesia. Los dirigentes de Antioquía decidieron pedir el consejo de los apóstoles y ancianos para resolver la cuestión.

La disputa no era sobre “mandamientos de hombres” (Mateo 15:9), sino acerca de una orden divina: “si algún extranjero morare contigo […] séale circuncidado todo varón” (Éxodo 12:48).

Confundieron una señal de pertenencia al pueblo de Dios, con una señal de salvación. Esto implicaba:

Se distorsionaba el Evangelio

(Gál. 1:7; 2:3-5).

La gracia quedaba anulada

(Gál. 2:21).

Jesús no servía de nada

(Gál. 5:2).

Se negaba el carácter

universal de la salvación (Col.

3:11; Tito 2:11).

“Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto” (Hechos 15:6)

Reunidos en Jerusalén, los fariseos presentaron sus argumentos, y Pablo y Bernabé presentaron los suyos.

Pedro intervino recordando cómo Dios había aceptado a los gentiles y les había concedido el Espíritu Santo, sin necesidad de ser circuncidados. Concluyó diciendo: “creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (v. 11).

Jacobo, que era considerado una autoridad dentro de la iglesia (Gálatas 1:19; 2:9), usó Amós 9:11-12 para recordar que Dios ya había predicho la inclusión de los gentiles en el plan de salvación.

“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:” (Hechos 15:28)

El acuerdo, confirmado por el Espíritu Santo, incluía cuatro “cargas” de obligado cumplimiento para los gentiles:

Estas normas implicaban la renuncia al paganismo. Se basaban en lo regulado en Levítico 17 y 18 sobre los extranjeros residentes en Israel.

Esto eximía a los gentiles de observar el resto de las leyes ceremoniales, pero no de las leyes anteriores al pacto con Abraham (como, por ejemplo, las leyes morales).

La decisión del concilio fue plasmada en el primer documento oficial de la iglesia. Esta carta fue redactada alrededor del año 49 d.C. y enviada a las iglesias a través de Judas y Silas.

Cuando los hermanos de Antioquía leyeron la carta “se regocijaron por la consolación” (v. 31).

La unidad de iglesia se fortaleció con esta decisión, aunque no todos aceptaron de buen grado la decisión.

La salvación únicamente por fe anunciada por Pablo fue aceptada como el único Evangelio verdadero (ver Gálatas 1:8).

“Los judíos se habían enorgullecido de sus ceremonias

divinamente señaladas; y habían llegado a la conclusión

de que si Dios en una oportunidad había determinado

cómo debía ser el culto hebreo, era imposible que

autorizara jamás cambio alguno en cualquiera de sus

detalles. Resolvieron que la cristiandad observara las

leyes y ceremonias judías…

El asunto sometido a la consideración del concilio

parecía presentar dificultades insuperables desde

cualquier ángulo que se lo estudiara. Pero el Espíritu

Santo en realidad ya había zanjado este problema, y de

su decisión dependían la prosperidad y hasta la

existencia de la iglesia cristiana. Se dio a los apóstoles

gracia, sabiduría y juicio santificado para decidir este

asunto tan difícil”

E.G.W. (La historia de la redención, pg. 320)