el concepto de la muerte y el ritual funerario en la prehistoria

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Cuadernos de Arqueologa Universidad de Navarra. 11,2003, pgs. 13-36

EL CONCEPTO D E LA MUERTE Y EL RITUAL FUNERARIO EN LA PREHISTORIA

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Mara Teresa ANDRS RUPREZ*

RESUMEN: Se ofrece una reflexin sobre las posibilidades interpretativas del registro funerario. A pesar de las dificultades que encierra este tipo de conclusiones, un adecuado conocimiento del ritual funerario, permite tener una base ms slida para la reconstruccin econmica, social e ideolgica de las sociedades prehistricas. SUMMARY: We offered reflection on the interpretative possibilities of the funerary remainders. Despite the difficulties of these studies, a suitable knowledge of the funeral ritual allows us to have a solid base for the economic, social and ideological reconstruction of the prehistoric societies.

I. PLANTEAMIENTO METODOLGICO Y PROBLEMAS GENERALES El ttulo de esta exposicin nos plantea un objetivo no solo amplio en exceso sino adems insuperable, al menos en su primera parte. La idea de la muerte que las sociedades prehistricas pudieron tener es inaccesible por definicin, puesto que carecemos de textos escritos que nos ayuden a vislumbrar la mentalidad e ideologa. En cuanto a los rituales funerarios de la prehistoria son detectables slo en los restos materiales que han dejado (una parte nfima de su inicial realidad), y al menos desde esa base se pueden describir, estudiar e intentar interpretarlos. Tras las veleidades de la "Nueva Arqueologa" son muchos los investigadores conscientes de que: "La bsqueda de la significacin puntual de los ritos funerarios prehistricos es sin duda ilusoria, por tanto, la Arqueologa de la Muerte introduce un montn de informaciones fundamentales para la restitucin de las sociedades del pasado a condicin de incluir en un estudio general todos los indicios de ritos y prcticas en torno a los muertos -y no slo las sepulturas-, confrontndolos a otros aspectos de las sociedades abordadas y manteniendo la consciencia de que es solamente el tratamiento de los cadveres y no directamente la ideologa de la muerte lo que se alcanza" (Cauwe, 1998a: 141). A pesar de su notable parcialidad, es evidente la importancia del hecho funerario para acceder a niveles interpretativos de estructura social y del sistema ideolgico de las comunidades prehistricas. La actividad funeraria ha producido las huellas materiales ms abundan* Universidad de Zaragoza.

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tes y claras para acceder al conocimiento del plano social y parece incardinada en prcticamente todas las huellas que aluden al sistema religioso; la mayor parte de la esfera espiritual de la prehistoria que nos es asequible se refiere al mundo de ultratumba. Las tumbas como objeto arqueolgico presentan para su estudio los mismos niveles de dificultad interpretativa que cualquier otro tipo de evidencia material, como ya hace tiempo advirtiera Hawkes (1954); es relativamente fcil acceder al conocimiento del nivel tecnolgico de las sociedades que estudiamos; ms difcil -aunque posible-, derivar aspectos econmicos, que comprenden mltiples facetas; as, para pocas y culturas diversas nos sugieren diferencias de riqueza, especializacin artesanal u otras funciones de ciertos individuos; este tipo de precisiones socio-econmicas son siempre puntuales, planteadas en trminos comparativos y nunca generalizables; al respecto debe advertirse que las tumbas no nos aportan ningn indicio directo o inequvoco de la actividad econmica de sus constructores, observacin conveniente a la generalizada creencia de la especializacin pastoril que se atribuye a los constructores de dlmenes. En cuanto al plano social (y ms el ideolgico) ser un aspecto no slo difcil sino en extremo peligroso de inferir directamente de los datos materiales, porque no existe una relacin causa-efecto que pueda ser controlable entre aquel y stos. Como queda dicho, slo ciertos aspectos concretos del comportamiento social, slo algunas posibilidades comparativas entre culturas se podrn explotar pero nunca aplicar de forma generalizada sino casustica y siempre en el terreno de las hiptesis. En la capacidad de los datos funerarios como va interpretativa de lo social se ha centrado la discusin terica en los ltimos decenios. La "Nueva Arqueologa" (NA) o Arqueologa Procesual crey poder encontrar caminos sistemticos para establecer una relacin entre complejidad funeraria y complejidad social, intentando superar las interpretaciones de escuelas anteriores a las que critic con dureza considerndolas aleatorias, heterogneas y poco cientficas. Una crtica injusta y tpicamente americana -por ingenua-, pues la investigacin prehistrica siempre se haba basado -y ms razonablemente que la NA-, en el hecho funerario como fuente de conocimiento de los aspectos sociales, ya que desde siempre es evidente el carcter social del rito funerario. Si la muerte es un hecho individual, todo enterramiento, aun el ms simple, el ms pobre, es un hecho social; siempre ser otra persona quien lo realice, siempre implica un acto social. Es bien sabido que las formulaciones pretendidamente cientficas de la vieja NA eran sin embargo muy simples, como afirmar sin ms que a una apariencia funeraria compleja corresponda una sociedad compleja . Aun "frmulas" tan sencillas y de tan aparente evidencia resultaban incompletas, incongruentes e intiles, adems de irreversibles, pues si ciertamente se pudiese afirmar que un comportamiento funerario complejo denota una sociedad compleja (sin que por cierto nadie consiguiera definir de forma convincente cuntos grados de complejidad se deben considerar y cmo se determinan con datos arqueolgicos), no se puede establecer, sin embargo, la afirmacin contraria, es decir, una apariencia funeraria simple no corresponde necesariamente a una sociedad simple. Tampoco se tuvo muy en cuenta la evanescencia de la mayor parte de las actitudes y actividades rituales, como si los miserables restos arqueolgicos que perduran fueran la totalidad del comportamiento funerario. El2

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problema bsico y ms general radica en que las posibilidades de interpretacin, las soluciones, nunca son unvocas sino equvocas, es decir, no hay slo una forma de leer los datos, sino mltiples y todas posibles. A pesar de tantos problemas, es indudable la gran potencialidad que encierran los restos fnebres para averiguar aspectos de la estructura social y la ideologa de las comunidades grafas, que ha sido la base del desarrollo de la llamada "Arqueologa de la Muerte", faceta investigadora surgida de la NA. Pero la mayora de las veces, a pesar de los ros de tinta vertida, nos queda lo de siempre: se puede averiguar la edad, el sexo y la riqueza relativa de los enterrados que en cierto modo equivaldra a su categora social, y aun respecto a este ltimo punto, en apariencia evidente, ignoramos si el estatuto que le asignamos es equivalente al que tendra en las sociedades que estudiamos. Para aceptar la posibilidad de estas conclusiones no haca falta tan largo camino, de hecho, tales interpretaciones se han realizado siempre, y nacen de la observacin y anlisis de los datos arqueolgicos y antropolgicos. No existen frmulas para interpretar los datos funerarios, ni la tcnica ni la lgica bastan por s mismas, ambas vas deben complementarse, y tambin con la intuicin y el sentimiento; pero ni siquiera de esos elementales apoyos se sirven ciertas interpretaciones que con la simple observacin emprica y el ms elemental razonamiento se podran satisfacer; por ejemplo, todava se justifica la aparicin de sepulcros con mltiples individuos enterrados a la vez como un cambio cultural, como si se tratara de una forma normalizada de enterramiento. Y no est de ms recordar con otro ejemplo que a pesar de todos nuestros esfuerzos de razonamiento slo tenemos al alcance de la interpretacin lo que deja alguna huella y que, a veces, es precisamente lo ausente del registro lo ms significativo para una sociedad; as ocurre con los ritos funerarios de los celtberos -que conocemos por Silio Itlico-, que practicaban la tradicional cremacin de los cadveres pero exponan a los que quedaban tendidos en el campo de batalla al despojo por las aves rapaces -evidente sacralizacin de un hecho irremediable-. Al respecto puntualiza Sopea (1995), que no a los guerreros sino a los muertos en combate se reservaba este forma de trnsito a la otra vida que se consideraba ms honorfica que la habitual cremacin. En este caso no parece ser la persona social, el estatus que disfrut en vida, sino la circunstancias de la muerte -factor ciertamente incontrolable-, lo que determina las diferencias; cmo habramos llegado siquiera a intuir este tratamiento y su consideracin dignificante si no contramos con fuentes escritas? Al inicial optimismo de la NA, sigui la crtica, el replanteamiento y la continua discusin sobre un tema complejo que afecta a mentalidades irrecuperables. Todo ello gener y sigue hacindolo-, una inabarcable produccin terica sobre las posibilidades interpretativas del hecho funerario . Si la NA pretenda que era controlable la relacin de los restos funerarios con la estructura organizativa social, hoy, la Arqueologa Postprocesual o ideacional quiere hallar el nexo con el mundo de las creencias. Ambos objetivos son imposibles por vas sistemticas, pues no se puede establecer alguna relacin determinable entre la estructura social y las creencias y el resultado material del comportamiento funerario. La interpretacin de tan elevados planos del sistema cultural slo se puede abordar desde la lgica, la intuicin y la analoga, para cada caso concreto. Al respecto indica Cauwe (1998c:114) que el debate3

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ideolgico debe centrarse en la concepcin de las relaciones entre vivos y muertos, no sobre el mantenimiento o no de una forma particular de recinto .4

En cuanto a la ideologa, hay otros medios para acceder a ella: el arte, las representaciones en soportes inmuebles y muebles, cada vez ms valorados y expresivos al habernos abierto la posibilidad de su interpretacin como no se sospechaba hace unas dcadas, pero siempre conscientes de que nos movemos en un plano de posibilidades, nunca de certeza. La pesquisa ideolgica en Prehistoria se debera desarrollar en un nivel filosfico y, como Aranguren quera para la Metafsica, caracterizarse como un "sistema de preguntas". No se trata de responder sino de preguntar, y no es que no quisiramos que alguien respondiera a nuestras preguntas, es que sabemos que no hay respuesta cierta. La crtica de un excesivo optimismo interpretativo no supone renuncia a la investigacin, sino conciencia cabal de nuestras limitaciones. Admitiendo y considerando desde el principio la irregularidad de los datos, la prctica de rituales destructivos y de enterramientos selectivos, entre otros muchos factores de alteracin, estaremos en el camino de hallar una metodologa ms adecuada. En el punto donde acaba la explicacin del plano econmico, hasta el que podemos acceder "cientficamente" por medio de la tcnica y metodologa requeridas para ese fin, hemos de pasar a otro nivel, de carcter reflexivo -que debemos abordar bien diferenciado del anterior anlisis material-, en el que la especulacin y la hiptesis son la va para avanzar; hiptesis enunciadas como provisionales, asumiendo que no hay una sola explicacin para los hechos rituales sino muchas posibles, hiptesis que sern sostenibles mientras no resulten opuestas o contradictorias con la evidencia emprica, esperando con nuevos y sucesivos datos su confirmacin o recusacin. Como aportacin a un curso de Paleopatologa, que aborda aspectos esencialmente tcnicos, estas reflexiones son un intento de delimitar algunos rasgos que podemos considerar ms generales, relacionables con el contexto histrico, social e ideolgico que subyace a la deposicin de esos restos humanos que son el objeto de estudio biolgico y fisiolgico. Y hay que hacer constar respecto a la colaboracin entre ambas perspectivas: la histrica y la biolgica en el estudio de las tumbas prehistricas y su interpretacin, que aunque la perspectiva histrica es de aplicacin anterior y ms densa, hoy resulta evidente que para mejorar el conocimiento de las sociedades del pasado en la realidad de sus protagonistas y para avanzar en la interpretacin social e ideolgica de los restos funerarios, el anlisis paleopatolgico es la va para reducir nuestros amplios mrgenes de error, al resolver algunos interrogantes fisiolgicos previos y al dotarnos de una base ms adecuada para sustentar la reconstruccin econmica y, sucesivamente, la social e ideolgica, en grados cada vez ms especulativos. A pesar de los peligros de la interpretacin funeraria, es un hecho evidente que en los dos ltimos decenios se han realizado ostensibles avances, y no es poco lo que la Paleopatologa ha ayudado en ello. II. CONCEPTO DE RITUAL FUNERARIO Los conjuntos funerarios son los ms idneos para responder a interrogantes sobre la 16

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sociedad y la ideologa religiosa por dos razones bsicas: porque se conocen generalmente ms y ms ricos datos de ste que de otros aspectos culturales, y sobre todo, porque las sepulturas son actos intencionales, expresamente significativos, y aunque este significado se nos escape, desde la forma del sepulcro a los ajuares, todo responde a una seleccin no casual ni arbitraria sino determinada, a veces por las circunstancias, pero ms frecuentemente por las creencias y los requerimientos sociales. Esta es su diferencia bsica con los hbitats, en cuya estructuracin como dato arqueolgico dominan caracteres ms circunstanciales y prcticos: la prdida accidental, el deterioro o el abandono aleatorios, la funcionalidad ms econmicamente inmediata... Podramos atribuir a las tumbas y necrpolis un significado ms profundamente radicado en la estructura ideolgica del conjunto social que a los asentamientos. La instalacin funeraria manifiesta que la sociedad tiene conciencia de su pasado y previsin de futuro a largo plazo. Pero existe un abismo insondable entre la realidad de los ritos funerarios en el momento en que se efectuaron y las huellas arqueolgicas que de ellos se conservan, no slo en cantidad sino en calidad. Por nuestra propia experiencia y ms an por el conocimiento etnogrfico de sociedades preestatales o grafas que hasta nuestros das han persistido, sabemos de la importancia social de los llamados "ritos de paso", los umbrales que todo individuo deba atravesar a lo largo de su vida cada vez que tena lugar un cambio en su estatus como miembro de la sociedad; estos momentos se acompaan de ceremonias a veces complicadas y cruentas (que por cierto, no dejaran huella arqueolgica alguna). De todos los ritos de paso, el relacionado con el fallecimiento es sin duda el ms trascendente. En todas las sociedades conocidas cuenta con ceremonias reguladas, que, en concisa y atinada expresin de D'Agostino y Schnapp (1982) "tenan como fin hacer del cadver un muerto", distinguiendo as el paso a otra consideracin social, la de antepasado, fundamental en las sociedades primitivas. Estos mismos autores, que se refieren al mundo de la Antigedad, nos sugieren otras posibilidades y puntos de reflexin sobre la problemtica potencialidad de los restos fnebres arqueolgicos en la reconstruccin del ritual real, y de ah, de la mentalidad religiosa y las relaciones sociales. Sealan que "hay enunciados que no recurren al lenguaje" (sino a los gestos, las conductas, las imgenes), y que "las imgenes y los objetos son signos autnomos que no se tratan como los relatos". Justamente todo lo que como prehistoriadores analizamos se incluye en esta categora: ajuares, tipos de tumbas, carcter "ritual", etc. La interpretacin de dichos signos autnomos, tratara, como dicen D'Agostino y Schnapp "de localizar en la cultura material los elementos de un lenguaje social", lo que as dicho parece fcil y posible, una expresin en apariencia coincidente con las recientes propuestas de la "Arqueologa Postprocesual": el lenguaje y el smbolo, como elementos a descifrar. Sin embargo este enunciado de intenciones, viable pretensin para el estudio de la Antigedad, es inabordable en Prehistoria. Ian Hodder (1988) propuso juzgar los restos arqueolgicos materiales como transmisores de un texto en el que cada elemento es comprensible dentro del contexto. Esta analoga con el lenguaje -sea escrito o hablado-, que a simple vista parece evidente, es una falacia que oculta un hecho esencial: que el lenguaje es 17

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un cdigo de seales slo comprensible para quienes conocen las claves. Por tanto, aunque las imgenes de texto y contexto son sugerentes y atractivas, son imgenes. En la prctica real un abismo nos separa de su comprensin, puesto que los textos deben de poder leerse y nosotros desconocemos las claves del lenguaje simblico de las tumbas. Aunque nuestra incapacidad para acceder al significado pleno de esos elementos sea manifiesta, lo cierto es que en esas pobres huellas reside la nica potencialidad para reconstruir lo poco o lo mucho que podamos del sistema social y de las creencias. Si todo lo que tenemos entre manos son smbolos, y los smbolos son siempre ambiguos y polismicos, los nuestros, adems, son fragmentarios en extremo, su capacidad de equvoco es an mayor. Por eso, el concepto y la significacin de los rituales funerarios prehistricos resultan ms abordables por razonamiento e intuicin. Asumiendo estas limitaciones estamos en mejores condiciones de seguir intentando vas metodolgicamente correctas y sistemticas de aproximacin. Los aspectos descriptivos de las tumbas, la tipologa y la cronologa estn tcnicamente controladas, no presentan problemas serios, slo de matiz y para comparaciones concretas; los avances de la Antropologa biolgica y la Paleopatologa nos ayudan cada vez ms; pero el investigador est hoy obligado a intentar desentraar la intencin que provoc esas huellas, a sacarla del arcano. Ya no podemos conformarnos con la frialdad de los datos, hay que superarla con una emocin, por simpata, consciente. III. LA MATERIALIZACIN FSICA DEL RITUAL FUNERARIO La materialidad emprica a la que podemos acceder tiene una expresin sintticamente universal en tres niveles, momentos o conjuntos de realizaciones: la disposicin de un espacio funerario, el tratamiento del cadver (lo que por antonomasia y en miserable simplificacin entendemos por "ritual"), y la deposicin de ofrendas. Los tres grupos son muy variables y su combinacin, de posibilidades infinitas, compone todas las huellas arqueolgicas funerarias que conocemos y que pueden ser estudiadas y analizadas con las tcnicas y la metodologa adecuadas. La realidad prehistrica aadi a esta materialidad la utilizacin social de la muerte y de los muertos, multiplicando las complejas manifestaciones de la ideologa funeraria Respecto al origen causal de los ritos funerarios, se ha aludido (p.ej: Binford, 1972) al potencialmente desagradable objeto -el cadver-, que haba que hacer desaparecer; una inicial motivacin profilctica, de "economa domstica" que se va transformando con la evolucin de la propia mentalidad humana. Es posible que en el tratamiento otorgado a los fallecidos del grupo dominara inicialmente el instinto de supervivencia, que posiblemente subyace a los casos ms antiguos de canibalismo detectados, prctica que, como tantas otras, sera posteriormente sacralizada ritualmente por ciertos grupos. El problema de la eliminacin de los restos se agudizara con la estabilidad, si no naci con ella, proceso observable desde el habitat caverncola del Paleoltico Medio, que ofrece enterramientos en apariencia intencionales, y ya seguros, muy frecuentes, diversificados y ricos en el Paleoltico Superior . Hacer algo con los cadveres fue una necesidad con5

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el sedentarismo, no slo por razones prcticas, sino tambin por el incremento de las relaciones afectivas y la progresin intelectual que genera la inquietud de la trascendencia y la mentalidad religiosa. Aunque no fuese el primer factor impulsor de los tratamientos funerarios ritualizados, lo cierto es que el sedentarismo exige su prctica. Luego, los muertos (no ya cadveres), implicados con el sentimiento y el dolor de la prdida, fueron adquiriendo una consideracin social y se transforman en la referencia identitaria, desde el principio de los tiempos, del grupo de los vivos e incluso en certificado de su posesin territorial. El ritual supone un control social de los muertos; de l, la estructura funeraria, el tratamiento del cadver, las ofrendas, cuya deposicin se testimonia arqueolgicamente fuera o dentro de la tumba, se pueden describir; no as los discursos pronunciados o las ceremonias que no guarda la memoria. Y los datos de sociedades de la antigedad y otras pocas histricas de las que conocemos su mentalidad por sus escritos nos sugieren que cuanto menos importantes son los smbolos ms lo son los discursos o viceversa. Esta comprobacin juega en contra de la hoy generalmente rechazada ecuacin que Binford y la NA preconizaran entre la complejidad funeraria y la social; no existe tal correspondencia, sino que, casi siempre al contrario, en sociedades muy estructuradas puede ser ms simple la apariencia material de los enterramientos. El anlisis de los elementos funerarios no debe llevar a la reconstruccin directa del marco social. Las armas no prueban una sociedad "militarista", ni la uniformidad de los ajuares un "comunismo primitivo"; este tipo de inferencias directas son errneas, la interpretacin debe expresarse a travs de una perfrasis del estilo: esta sociedad considera significativo el depsito de armas en la tumba, o aquella otra no ha plasmado en el registro funerario o en los rituales que precedieron a su configuracin, sus posibles diferencias sociales. Estos enunciados son metodolgicamente ms adecuados, abren muchos ms interrogantes, sugieren ms respuestas posibles, tambin plantean ms problemas, pero as fue la compleja realidad del pasado. Por este camino, aunque no podamos llegar a afirmar como verdadera ninguna conclusin, paradjicamente, nos iremos aproximando mucho ms a la realidad prehistrica que con la simplicidad de afirmaciones categricas que, adems de ser indemostrables y quiz falsas, en cuanto se formulan dan por terminada la investigacin, cerrando el paso a otras posibles soluciones. IV. HUELLAS ARQUEOLGICAS DE RITUALIDAD RELACIONARLES CON LA ESTRUCTURA SOCIAL O LAS CREENCIAS Sentadas las premisas de prudencia y descendiendo al nivel prctico de la realidad de los deficientes datos alusivos al ritual funerario, el primer problema para la investigacin es distinguir entre -en palabras de F. Etxeberria (en prensa)-, lo tafonmico (procesos naturales de alteracin de los restos) y lo ritual (alteracin intencionada) . Una vez superado mediante el adecuado anlisis este primer escollo tcnico, se hace evidente que las variaciones rituales detectables son casi infinitas, de hecho ningn enterramiento es igual a otro, por tanto consideraremos sintticamente algunos datos ms relevantes, de diferente categora metodolgica, que aportan indicios para vislumbrar algunos aspectos de la estructura social e ideolgica6

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de las sociedades prehistricas. 1) El hecho mismo del enterramiento (una vez determinada la intencionalidad del depsito funerario por huellas de culto, previsin, norma, etc.), equivale a la creencia en una vida de ultratumba, transcendente. Es el primer paso. Aporta tambin un indicio social: en trminos relativos, la posibilidad de una vida estable en un punto concreto, o al menos la existencia de un concepto de posesin territorial. 2) Su relacin con el asentamiento. La situacin de la necrpolis o de las tumbas individualizadas con el asentamiento o vivienda vara desde la ntima comunin (los enterramientos en el interior domstico) hasta la razonablemente supuesta lejana de algunos dlmenes. Aunque el significado social e ideolgico de estas separaciones o proximidades no lo alcancemos por diverso y equvoco, la observacin y comparacin de los comportamientos sirve para establecer distinciones entre los grupos, sea por transcurso cronolgico o diferencia cultural. La ubicacin de los restos fnebres puede variar dentro de un mismo grupo en su aplicacin a diferentes individuos; as, es ms frecuente que los nios se entierren dentro del recinto domstico, incluso en pocas histricas. Los enterramientos de adultos en el lugar de habitacin fue la primera actitud funeraria, observable desde el Paleoltico y se mantiene dominante en el Mesoltico e inicios del Neoltico. Aunque ya en el Mesoltico se localizan 7 en Europa necrpolis diferenciadas del habitat , parece que al comps del crecimiento demogrfico se va afirmando la separacin del espacio de los vivos y de los muertos. En el terreno casustico, cualquier variable en la situacin del espacio fnebre puede ser relativa a multitud de factores particulares, sean de origen econmico o ideolgico: transformacin de las bases de subsistencia, de especializacin, traslados, variacin en la forma de ocupacin territorial, etc. 3) La estructura sepulcral es el aspecto ms visible e inmediatamente asequible de las tumbas prehistricas y el elemento que ms sugerencias, tanto ideolgicas como sociales suscita. Primariamente nos confirma tambin la existencia de creencias de ultratumba, pero segn avanza la prehistoria parece tener ms que ver con los requerimientos sociales que con el sentimiento privado afectivo o con la inmediata necesidad profilctica. La estructura sepulcral pasa a representar lo que la sociedad como conjunto desea expresar respecto a s misma y aunque esa expresin se vea reducida a la tumba de algn personaje especial mientras que las del resto de la poblacin permanecen incluso ignoradas, un hecho no raro en las Edades del Metal (en fases de tmulos "principescos") y socialmente muy significativo. Muchas estructuras funerarias superan los meros requerimientos de una funcin sepulcral. Captulo aparte merecen los dlmenes, que no resultan fcilmente explicables si aspiramos a establecer una relacin lgica entre su monumentalidad y el nivel demogrfico y de organizacin que razonablemente podemos suponer en las sociedades que los erigieron. Lo dicho no es aplicable a todos los dlmenes, pues aunque nos empeemos en agruparlos en un fenmeno comn -comunidad quiz slo posible como creencia o religin-, su diversidad es inmensa. No se puede equiparar el nivel tecnolgico, econmico o social, de los constructores de los dlmenes del Pirineo Central con los de New Grange, Barnenez o la Cueva de 20

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Menga. Sus ubicaciones tambin expresan las diferencias en capacidad econmica y formas de ocupacin territorial entre los situados a ms de dos mil metros de altura, en zonas inhabitables, y los muy accesibles que debieron constituir lugares sagrados de reunin y confluencia de una o varias comunidades. La explicacin que en dcadas recientes se ha dado al surgimiento dolmnico lo declara una consecuencia de la difusin del Neoltico en Europa y de la necesidad de simbolizar la posesin territorial frente a la presin de las poblaciones en expansin (Renfrew, 1976). Siendo una hiptesis razonable y muy aceptada en cuanto a los motivos inmediatos de la implantacin dolmnica, subsisten al respecto importante interrogantes, como la generacin de la enorme capacidad organizativa y tcnica que se precisa para su construccin, entre grupos que parecen, a juzgar por otros datos, muy reducidos y mviles. Es tambin intrigante el hecho de que surjan primero en los puntos donde persisti ms tiempo una poblacin mesoltica bastante estable y con una rentable economa depredadora; esto sugiere que, llevando ms all la paradoja con el nivel organizativo, pudieran interpretarse los dlmenes como una reaccin de las poblaciones autctonas frente al expansionismo neoltico. 4) Tratamiento del cadver y forma final de la deposicin. Es lo que la investigacin ha llamado "ritual funerario" por antonomasia, reducido a un mnimo detectable por la prdida supuesta de las huellas de la mayor parte de la actividad funeraria. An en esta nfima parte que se conserva de los rituales se detecta una enorme variedad que, sin embargo, y haciendo necesaria abstraccin de rituales evasivos como la exposicin de los cadveres, se suelen reducir al enunciarlas a dos dicotomas bsicas: inhumacin frente a incineracin y enterramiento individual frente a colectivo. Estas alternativas se han presentado a veces como actividades excluyentes entre s, significativas del comportamiento funerario de culturas distintas: los que hacan una cosa no hacan la otra. Nada ms lejos de la realidad. Hoy sabemos que la combinacin, alternancia y coexistencia de estas actitudes funerarias son ubicuas espacial, temporal y culturalmente. La razn es que los comportamientos funerarios, una vez regulados socialmente, deben mucho a las tradiciones culturales -el factor de persistencia-, pero tambin incorporan variaciones por diversas causas: la influencia externa (incluida la impregnacin o asimilacin ms o menos notable de nuevas creencias religiosas), la propia evolucin de la consideracin social de ciertos individuos, y tambin la variacin puntual de las circunstancias econmicas o tcnicas, incidiendo todo ello en la disposicin final del enterramiento y la forma sepulcral. a) Inhumacin y cremacin Ambas presentan muchas modalidades, tambin en cuanto a su significado social, adems esta alternativa bsica del tratamiento funerario es la ms proclive a estar condicionada por la ideologa religiosa, todava ms incontrolable que los factores circunstanciales de variabilidad de estos dos rituales; pero acudiendo al sentido comn y a paralelos con ideologas que los practican en la actualidad, podramos decir que las versiones primarias de ambos ritos -es decir, la actuacin inmediata y directa sobre el cadver-, tienen una significacin religiosa e ideolgica contrapuesta: la inhumacin es conservacionista, la cremacin destructiva. 21

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Para valorarlas en el sentido prctico, econmico o funcional, puede ser vlida la generalizacin de considerar que la inhumacin, la forma ms frecuente en la prehistoria (al menos en apariencia, pues es la ms propicia a dejar huellas), ciertamente parece la ms inmediata, la que requiere menos medios y est al alcance de todos, mientras que la cremacin, en su forma primaria, es un rito que denota mayor elaboracin ideolgica , intencionalidad y complejidad tcnica. En todo caso, distinguir si el rito es primario o secundario es fundamental para interpretar ms correctamente el trasfondo ideolgico y las razones causales de su surgimiento .8 9

La presencia de la cremacin se comprueba desde el Neoltico, aunque minoritaria respecto a la inhumacin y de carcter no bien definido entre funerario y de sacrificio propiciatorio o expiatorio; gana terreno desde inicios del Bronce en Hungra y otras culturas como la de Wessex, y se expande en el Bronce Final, en el que inversamente subsiste la inhumacin en ncleos aislados o marginales respecto a la zona de expansin. Resurge la inhumacin en la edad del Hierro, sobre todo en los ncleos centroeuropeos de mayor riqueza y jerarquizacin, para volver a ceder al final de este periodo el terreno a la incineracin. Esta variabilidad alternante que puede aparecer incluso sincrnicamente en el seno de una misma cultura, nos indica la directa implicacin social y tambin religiosa de ambos ritos, que se hacen cada vez ms complejos con creciente acumulacin de tradiciones y por la interaccin cultural, segn avanza la prehistoria y se diversifican y especializan econmica y socialmente los grupos. b) Enterramientos individuales o colectivos Es otra diferencia aparentemente simple de determinar por su resultado arqueolgico, pero encierra conceptos ms que discutibles si queremos acceder a la consideracin que de los mismos pudieran tener las sociedades prehistricas. Tambin la primera distincin cabe establecerla entre primarios y secundarios, adems de su combinacin con el ritual de cremacin o de inhumacin. El colectivismo fnebre -que parece expresin evidente del concepto que de s misma, como grupo social, tiene la comunidad-, parece ganar terreno en relacin directa con el crecimiento demogrfico y la estabilidad de los grupos . La individualizacin familiar de los enterramientos bajo las casas deja paso al incremento del colectivismo, bajo cuya etiqueta hay que incluir no slo los sepulcros que en un recinto singular guardan restos de varios individuos, sino tambin -y sobre todo-, las necrpolis.10

Especial apartado merecen los enterramientos mltiples simultneos; incluso si son slo dobles, su causa siempre es sospechosa de anormalidad (en los dobles, generalmente de hombre y mujer, de los que se conocen varios ya en el Mesoltico, podra ser cultural, por socialmente regulada). Se especula con enfermedades, epidemias o hambrunas, pero los datos ms frecuentes apuntan a enfrentamientos violentos. Salvo posibles casos aislados del Paleoltico, con mayor continuidad se han sealado enterramientos de matanza desde la cultura de la Cermica de Bandas y son una caracterstica del Neoltico final-Calcoltico en la Cuenca Alta-Media del Ebro . Sin duda, la interpretacin de estos casos, ms que dirigirnos a averiguar la estructura y organizacin sociales del grupo de los fallecidos nos aporta sugerencias vertidas hacia las causas anormales de su muerte.11

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EL CONCEPTO DE LA MUERTE Y EL RITUAL FUNERARIO EN LA PREHISTORIA

Frente a la generalizacin de las necrpolis desde el Neoltico Final, posteriores manifestaciones espordicas de individualidad formalmente excepcionales, como lo son las tumbas tumulares monumentales del Bronce Inicial centroeuropeo, de Wessex o Bretaa, y los de la primera Edad del Hierro, son de forma precisa una intencionada ostentacin de la diferencia jerrquica de algunos individuos respecto del cuerpo social, posiblemente impuesta y emanada directamente de su poder personal. c) Postura, orientacin y manipulacin de los cadveres La postura y orientacin son observaciones inmediatamente detectables que siempre se han tenido en cuenta en la investigacin funeraria, si bien necesariamente restringidas al rito inhumatorio. Este apartado comprende por tanto los datos ms abundantes del registro arqueolgico funerario en tiempo y espacio, y tambin, en conjunto, el ms aleatorio y menos regulado. El tratamiento de los cadveres, en sus mltiples formas, se puede razonablemente suponer condicionado por la ideologa religiosa, lo mismo que la orientacin de la propia tumba, si bien en su interpretacin no se suelen asumir demasiados riesgos, aludiendo casi siempre a referencias solares o lunares . No es til exponer ejemplos de orientaciones y posturas, que en lneas generales son poco variadas y en matices y detalles tan numerosas como casos existen; sus variaciones pueden relacionarse con factores que combinan la extensin de determinadas creencias religiosas con prcticas locales que buscan un tratamiento de mayor deferencia hacia los difuntos o manifiestan un temor hacia ellos en su vida de ultratumba. Considerando en general periodos prolongados se han observado ciertas preferencias: En el Mesoltico parece dominante la posicin extendida en Europa, flexionada o muy diversa en el Prximo Oriente; en el Neoltico la fetal o flexionada; en la Edad del Bronce es variable, pero en los sepulcros ms importantes es mayoritaria la extendida, tambin en la Edad del Hierro; las precisiones en orientacin y postura de los cadveres son muy tiles para distinguir comparativamente culturas contemporneas y sectores de poblacin dentro de un mismo grupo humano; se reconoce el hecho diferencial pero no sus causas.12

Ms interesante es el concepto de manipulacin de los cadveres, un factor de distincin al que N. Cauwe ha dotado de merecida relevancia en varias de sus obras, y que aproximadamente equivaldra al concepto de sepultura secundaria (restos reordenados, limpiados, seleccionados, etc.), a diferencia de la primaria (inmediata, sin manipular), una distincin que creo definitiva, y un concepto mucho ms expresivo de ciertos comportamientos sociales que el siempre equvoco de colectivismo frente individualismo. Que haya manipulacin o no y su intensidad, se puede conectar con el nivel de desarrollo y relaciones sociales, estrictamente familiares, abiertas o cerradas, con la estabilidad o el nomadismo, con la concepcin del espacio, con el sentimiento hacia los fallecidos, con el cambio religioso entre la veneracin de los difuntos o la creencia en divinidades externas y autnomas, y con otros muchos factores que influyen en el comportamiento funerario. Para Cauwe, la manipulacin de cadveres (notable en el Mesoltico occidental europeo), est en el origen de las tumbas colectivas: los manipuladores tratan de mantener las relaciones con los muertos (Cauwe, 1998c: 111 y ss.). Todos los enterramientos secundarios suponen una manipulacin de los cadveres 23

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posterior a su descarriamiento y presentan ejemplos abundantes desde los primeros enterramientos prehistricos; es bien conocida la seleccin de los crneos que se efectuaba en los poblados mesolticos proximorientales, como Mallaha, para guardarlos junto a los hogares, un precedente directo de la reconstruccin de las facciones del fallecido con arcilla sobre su calavera realizada en el PPNB de Jeric; todo ello quiz precedente a su vez de las representaciones plsticas de los difuntos que podran ser las numerosas figuritas del Neoltico, tambin de la Europa balcnica, cuya ms temprana manifestacin seran las cabezas ictiomorfas talladas en cantos de arenisca de Lepenski Vir, igualmente guardadas en las viviendas, junto a los hogares. Son hechos arqueolgicos empricos y de notable aunque peligroso potencial interpretativo; la calidad, proporcin, aislamiento y otras variables de las manipulaciones, en relacin con restos ntegros, pueden derivarse de motivos siempre muy sugerentes para la reconstruccin del contexto social e ideolgico, desde la calidad social de los inhumados a supuestos sacrificios rituales o de fundacin, traslados y segundas inhumaciones selectivas, ofrendas, trofeos de batallas ganadas al enemigo (como se supone en algunos viereckschanzen del Hierro II), etc. Un abanico de atractivas soluciones que, sin embargo, permanecen casi siempre en el terreno de las hiptesis. 5) Depsito de ofrendas. El mobiliario funerario por s mismo certifica, como el mismo enterramiento, la creencia en la vida de ultratumba. El primer problema que plantea su anlisis es la discriminacin previa de lo que realmente es depsito u ofrenda intencional de lo que es presencia casual en la tumba (restos de herramientas para su construccin, elementos integrados en la tierra acumulada o subyacente, armas causa de la muerte, etc.). Los ajuares, una vez definidos como tales, por su evidencia, facilidad de cuantificacin relativa, asociacin con determinados rasgos biolgicos de los enterrados, etc., se cuentan entre los restos arqueolgicos ms rentables para la interpretacin social; tambin ilustran sobre la personalidad individual del enterrado (ciertos oficios, sobre todo a partir de las Edades del Metal, se determinan por el depsito de su instrumental especializado). La investigacin siempre ha observado lo que se denominan diferencias naturales o simples respecto al rango social de los inhumados, que se relacionan con el sexo y la edad, distinciones que parece fueron las primeras en ser tenidas en cuenta por las sociedades prehistricas. Incluso aceptando este hecho, se han cometido muchos errores en la interpretacin, como invertir los argumentos, atribuyendo determinados ajuares a los diferentes sexos sin que mediara un anlisis antropolgico de los restos: as, los adornos o la cermica se atribuan a las mujeres y las armas a los hombres. En cuanto a la edad, se ha solido generalizar la creencia en una estructura social gerontocrtica al apreciarse coincidencia de los mejores ajuares con los individuos ms viejos (y masculinos); ciertamente es la apariencia mayoritaria, pero esta visin tambin va cambiando: desde el Mesoltico hay tumbas femeninas ricas en adornos (claro que algunas son dobles, de un hombre y una mujer), sobre todo desde el Neoltico, y en la Primera Edad del Hierro hay tmulos principescos de mujeres, individuales, en pie de igualdad con los masculinos. Las sociedades, al incrementar su especializacin, estabilidad y peso demogrfico, reajustan su estructura social y los sistemas de gobierno: de la sencilla estructura de los gru24

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pos reducidos en los que el consejo, ms que el gobierno, debi residir en el prestigio de los ms ancianos, se pasa a la prctica del poder asentado sobre otras cualidades como la fuerza o la capacidad de organizacin, convocatoria, etc. El paso siguiente ser hacer del poder una prerrogativa hereditaria en un linaje o familia. No se sabe si este paso lleg a suceder en la Prehistoria, pero se sospecha la existencia de esos linajes familiares al menos desde la Edad del Bronce; el diagnstico de la herencia se basa en la aparicin de ajuares ricos en las sepulturas de individuos jvenes o de nios, que no suelen tener categora de persona social en las comunidades ms simples e igualitarias. Es un hecho incuestionable, ahora como en la prehistoria, que lo que se deposita en una tumba se pierde como riqueza, desaparece del mundo de los vivos, de ah el significado inicial de los ajuares como ofrenda de sacrificio. Desconocemos el concepto que los prehistricos tenan de la riqueza social y por tanto el significado que podemos atribuir a la diferentes clases de ofrendas; podra ser tan significativo el depsito de una aguja o de un fragmento de cermica como el de una rica joya o vasija de metal, segn el momento, la sociedad que produce el enterramiento y las creencias bajo las que acta. Se han hecho inducciones arriesgadas al respecto; por ejemplo, la humildad de los campos de urnas del Bronce Final se juzg como propia de una sociedad democrtica e igualitaria, por la pobreza y uniformidad de sus ajuares y la modestia de la tumba. Los ajuares, que pudieron tener la finalidad inicial de proveer al difunto de elementos que le ayudaran en la otra vida, debieron llegar a ser -ya en la prehistoria, al menos desde el Neoltico final-, un estereotipo social ms que un reflejo de creencias religiosas. Las pruebas de diferencias jerrquicas se extraen de la calidad y cantidad diferencial de los ajuares y llegan a generarse conjuntos "de prestigio" desde el Neoltico final, con la cermica de Cuerdas y la Campaniforme; en la Edad del Bronce los ricos ajuares son el complemento indispensable de las tumbas de los "prncipes", cuyos tmulos son el elemento que de forma ms grfica expresa el poder de los enterrados; en toda Europa aparecen, desde el Sur (Micenas), al centro (Leubingen) y al oeste (Bretaa y Wessex). En la Primera Edad del Hierro, el reflejo jerrquico en las tumbas alcanza su culminacin, tanto por las dimensiones tumulares como por la riqueza de los ajuares que encierran, con la exclusividad cualitativa que expresa la presencia de importaciones del Mediterrneo, slo al alcance del "jefe supremo"; as lo atestiguan las mltiples tumbas principescas hallsttticas centroeuropeas (Magdalenenberg, Hohmichele, Hochdorf, Vix...). En ciertos momentos y pocas, los ajuares tambin hacen clara referencia a la funcin o especializacin social del enterrado; a la deteccin de algunos enterramientos, siempre en fases ms tardas, que parecen referirse a oficios como el de metalrgico, minero o "cirujano", se aaden los ms abundantes de "cazador" y, sobre todo, de "guerrero", quiz desde el Calcoltico, pero de gran trascendencia en el Bronce Final e inicios del Hierro (la poca Hallstttica), en que aparecen expresiones diversas de esta funcin (en ocasiones mediante estelas grabadas), en todo el espacio Europeo (Hallstatt, Atenas, Hungra, Italia, mbito nrdico o Pennsula Ibrica). Debe advertirse el peligro de una lectura directa de los ajuares, por ms que su inter25

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pretacin nos parezca evidente. A modo de ejemplo, se puede aludir al caso frecuente de la presencia, en las ms ricas tumbas del Hierro I, al lado del prncipe enterrado, de un carcaj con flechas; por supuesto que no debemos deducir de esto una sociedad cazadora como forma econmica, ni tal vez interpretar esos elementos como armas blicas, sino suponer que quiz la cacera, en esta poca tan avanzada, y como sigui sindolo en pocas histricas, es una actividad ldica de los seores, posiblemente peligrosa (como las caceras de leones de los reyes asirios), una muestra ms del prestigio del prncipe y -yendo ms all con nuestra hiptesis-, demostracin hasta la tumba de la posesin de unos espacios de los que l detentaba y administraba el derecho de usufructo. Posiblemente el ajuar "de cazador" es un smbolo de prestigio desde poca campaniforme, presente tambin en los tmulos del primer Bronce de Bretaa. En este como en otros casos, no slo el dato funerario por si mismo, sino la consideracin previa del contexto cultural general, resulta imprescindible en la interpretacin. No podemos juzgar del valor subjetivo que los objetos (sean agujas o espadas), tuvieron para sus usuarios, ni de su significacin ritual en el preciso momento del depsito. La presencia de cualquier elemento conscientemente depositado en las sepulturas prehistricas, sin duda es intencionada, pero su ausencia tambin pudo serlo y sobre sta es imposible juzgar el significado. Aunque los ajuares son un medio adecuado para la lectura de muchos aspectos sociales, las inferencias debern realizarse siempre considerando el contexto cronolgico, tecnolgico, cultural, etc. en que se inscriben; por tanto debe ser dominante el criterio comparativo respecto a momentos, grupos o diferencias dentro del mismo grupo, sin extrapolar las conclusiones a otras pocas o sociedades. El anlisis social deber contar tambin con la estructura del enterramiento y no slo basarse en la observacin de los depsitos; varias tumbas de una misma necrpolis pueden tener un depsito rico, sera una jerarqua compartida o sucesiva, pero atenuada o privada, son una categora diferente a la representada por una tumba monumental que requiere para su construccin el esfuerzo y la organizacin de un grupo de gentes. La confrontacin de los tres elementos constitutivos de la materialidad que queda del comportamiento funerario: la propia estructura funeraria, el ritual o forma de deposicin y tratamiento de los restos humanos, y los depsitos adicionales o ajuares, nos llevarn a suposiciones ms sugerentes que la simple lectura directa e individualizada de cada uno de ellos. 6) Elementos de la dimensin religiosa. Un ltimo apartado podra recoger como "cajn de sastre" los mltiples elementos simblicos, tcnicamente aislables, que nos aproximan al plano de las creencias pero indudablemente implcitos tambin en el sistema social. El significado de su simbolismo lo desconocemos totalmente pero se aspira a su desciframiento por analoga con datos aportados por las sociedades letradas que les son ms cercanas en el tiempo, y de otras actuales, ms alejadas, pero a las que suponemos -ingenuamente- una estructura ideolgica y un nivel social y tecnolgico semejantes. Estos datos y sus formas son incontables y lo que sigue es un simple recordatorio de algunos. En algunos dlmenes, su misma monumentalidad es un elemento aislable que se puede explicar de forma autnoma, independiente de un supuesto protagonismo funerario, como desempeando una funcin cultual, de reunin peridica y cohesin social entre comu26

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nidades; igualmente se puede especular con la adscripcin a una religin solar o lunar como condicionante primario del significado de estos monumentos. Estos o similares aspectos religiosos quiz tambin influyeron pero son mucho menos evidentes en otros tipos de sepultura. Pero el conjunto de datos ms abundante y llamativo que parece referirse a la esfera de las creencias es el que agrupa un cmulo de representaciones plsticas que se plasman con varias tcnicas y soportes, piedras, arcilla, metal, hueso o marfil, de pequeo o gran tamao, en figuritas, vasijas o estelas. Las representaciones simblicas que con lo funerario se asocian, varan con el tiempo y las culturas en cantidad y estilo expresivo, quiz acumulando diversos niveles de significacin religiosa, creencias y mitos que van surgiendo, autgenos o difundidos desde otras culturas, que generan otros nuevos por sincretismo, yuxtaposicin o sustitucin. El desarrollo y especializacin econmico-sociales acarrea tambin el de la religin, que parece progresar desde el ms elemental animismo hacia un cuerpo doctrinal cada vez ms estructurado y complejo; desde el Mesoltico se hace notable la antropomorfizacin de las representaciones y la focalizacin en la individualidad humana parece ganar terreno (Cfr. Van Berg y Cauwe, 1998). Aunque alcanzando a veces altos grados de esquematismo, la representacin de la figura humana parece verse libre de la hibridacin zoomrfica o la exageracin de rasgos significativos a que la someti el simbolismo paleoltico, un estilo que pareca significar que lo humano no era importante en s sino en relacin con determinadas condiciones de propiciacin mgica o simbolismo religioso extrahumano. Desde el Mesoltico, las variaciones de estilos y formas de las representaciones -que alcanzan con frecuencia un alto nivel en su expresin artstica-, por encima de imperativos estticos, que sin duda fueron tomados en cuenta, son expresin de la diversidad religiosa plasmada con distintos grados de abstraccin. Encontramos desde bellas y proporcionadas figuras naturalistas, pasando por estilizaciones que casi llegan al grafismo de posibles escenas o relatos -algunas del Maglemosiense-, hasta el mximo grado de abstraccin que desemboca en la plasmacin grfica de una idea, tambin antropomrfica pero que reduce su representacin a un nico elemento significante, como puedan ser, en el Calcoltico, los puales de las muchas estelas o lo que interpretamos como los ojos de una posible divinidad que acompaa con frecuencia a los muertos; todo indica cada vez ms variedad y complejidad religiosa y tambin mayor elaboracin intelectual que incrementa an ms nuestras dificultades de interpretacin. De todo ello son algunos ejemplos las inquietantes imgenes humanas ictiomorfas de Lepenski Vir, las mltiples figuritas de Neoltico y Calcoltico balcnico, los vasos antropomrficos, los grabados y pinturas dolmnicos, las estelas calcolticas rupestres y exentas, las figuras de sugerencias mitogrficas del Calcoltico de la Pennsula Ibrica, las abundantes representaciones de un probable mito del ciclo solar, de muerte y renacimiento, metonimia del viaje del difunto al ms all, de extensin paneuropea en el Bronce Final (en el contexto del rito incinerador y asociada sobre todo a los ajuares de "guerrero"). Muchos animales, cuyo carcter psicopompo se conoce por datos de pocas histricas, debieron iniciar su simbolismo funerario en la prehistoria: caballos, serpientes, cisnes, patos, y animales carroeros; 27

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estos ltimos se hacen presentes especialmente en relacin con la actividad guerrera, como tratamiento otorgado a los guerreros muertos en combate que ha quedado plasmado tambin en cermica y estelas (Marco, 1986). A lo largo de la prehistoria son observables multitud de comportamientos funerarios, incluso slo refirindonos a lo que ha dejado una huella material; es inconmensurable lo que se perdido; alcanzar el significado de estos datos puede intentarse, pero conscientes de que equivaldra a desentraar una ideologa irremisiblemente perdida, pretensin imposible pero que puede contemplarse como utopa y aproximarnos cada vez ms a ella. Como resumen de lo material podemos decir que en el transcurso prehistrico aumenta sin cesar el nmero de enterramientos y la variabilidad de los ritos, al comps de la diversificacin de las culturas, en un imparable proceso de complejizacin; su anlisis cientfico, encaminado a la reconstruccin en lo posible de las sociedades del pasado, lejos de haber agotado sus posibilidades, cuenta con renovadas bases, ofrecidas sobre todo por la Paleoantropologa, sobre las que asentar una interpretacin ms correcta de los restos fnebres, elevndonos al menos a los planos econmico y social e intentando adivinar o intuir con lgica los aspectos ideolgicos. La conclusin provisional es que el estudio de lo funerario no se puede descontextualizar de otros aspectos del sistema cultural y que no existe relacin directa entre la evolucin socioeconmica de las sociedades y las de sus prcticas funerarias. Toda generalizacin en este aspecto es errnea, pues los ritos funerarios estn impregnados de creencias religiosas, acumuladas y mediatizadas por la conveniencia econmica y social, y son propios de cada comunidad (como norma social), y de cada individuo (como mentalidad afectiva). Notas:La redaccin de este trabajo corresponde a la exposicin del mismo en el Curso de Paleopatologa celebrado en Pamplona en Marzo-Abril de 1999. No pretende exhaustividad ni adoctrinamiento sino solamente ofrecer, desde un punto de vista didctico, la versin del historiador sobre las posibilidades interpretativas del hecho fnebre, como complemento de un curso de bsico enfoque antropolgico. Tambin por esta razn la bibliografa excede las citas del texto, para ofrecer un elenco ms completo seleccionado con criterios de accesibilidad o inters en aspectos concretos, por lo que igualmente se incluyen algunas obras aparecidas con posterioridad a la celebracin del curso.1 2

La obra inicitica sobre estas cuestiones es Binford, 1972.

Se ha seleccionado un muestrario en la bibliografa adjunta, en su mayor parte de origen anglosajn, que sera muy poco operativo entrar a detallar; desde el punto de vista prctico ser suficiente obtener acceso, aunque indirecto, a esta copiosa produccin terica a travs de algunos artculos que sintetizan las aportaciones ms interesantes, por ejemplo: Ruiz y Chapa, 1990, que ofrecen una recopilacin ms descriptiva que crtica, y desde una perspectiva terica y crtica las sntesis de Lull y Picazo, 1989, y Vicent, 1995.3 4

Sobre ideologa funeraria, concepcin del espacio, simbolismo, vase el excelente artculo de Van Berg y Cauwe, 1998.5

No se ha podido asegurar, sin embargo, la intencin ritual -o el trasfondo de una ideologa religiosa-, en los varios depsitos de restos humanos hallados del Paleoltico Medio, por la ausencia de ajuares y otros rastros reconocibles de ritual; Mithen (1998: 146) alude a una posible finalidad higinica, como proteccin de los restos contra los animales carroeros. C. Gamble (2001: 341 y ss.) admite la posibilidad de enterramientos neandertalenses pero expresa igualmente la ausencia de un verdadero ritual que signifique sentido de trascendencia

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EL CONCEPTO DE LA MUERTE Y EL RITUAL FUNERARIO EN LA PREHISTORIA al decir que "los restos de enterramientos de los Neanderthales tenan el significado de un 'adis'ms que de un 'hasta la vista'"; para este autor, es sobre todo a partir del Gravetiense cuando los enterramientos revisten el significado de autntico ritual de despedida que implica volverse a ver, seguramente en otro contexto (Opxit. 437 y ss.). Se invoca continuamente la necesidad de la presencia de un antroplogo durante las excavaciones de sepulturas, una intencin que nunca puede ser satisfecha, habida cuenta de la escasez de este tipo de especialistas con la suficiente de dedicacin y formacin forense y paleopatolgica, para discriminar in situ las huellas tafonmicas de las rituales, el accidente pre o postdeposicional, el proceso natural del intencionado. Ni siquiera para los posteriores -y lentsimos-, anlisis de laboratorio hay suficientes especialistas; como en un crculo vicioso, esa escasez y lentitud impide igualmente la creacin y formacin de nuevos especialistas. Las excavaciones funerarias est abocadas, en cuanto a la difusin de los resultados en el mundo cientfico, a largusimas esperas que se miden en quinquenios. La determinacin de lo tafonmico y lo ritual depende casi exclusivamente, y muy a su pesar, del arquelogo, que ayudado por anlisis diversos como los de huellas de uso de los objetos, edafolgicos, antracolgicos, polnicos y otros, trata de reconstruir el proceso que afect a la globalidad del sepulcro y a los restos antropolgicos en particular.6

Sobre la transformacin del espacio funerario y otras interesantes reflexiones versan los recientes trabajos de N. Cauwe, 1998a y 2001.7

"Smbolo de toda sublimacin: la cremacin destruye lo inferior, para abrir camino a lo superior. En las mitologas, las tradiciones y hasta la alquimia, el paso por el horno condiciona la elevacin a un nivel superior de existencia" (Chevalier y Gheerbrant, 1988: 355).8

De un modo general podramos aceptar que la ritualizacin de un tratamiento caro y complejo como es la cremacin primaria pudo originarse a partir de la consuncin accidental por el fuego de elementos significativos para la sociedad, por ejemplo de los restos fnebres durante las exequias, como se atestigua por etnografa, o bien como resultado de actividades blicas; mientras que la cremacin secundaria, la que afecta a restos seos que suponemos resultado de previos tratamientos funerarios, podra tener como ms habitual razn la necesidad, pronto ritualizada, de purificar los recintos fnebres. Sin embargo, son infinitas las posibilidades de la casustica interpretativa cuando se observa correctamente la categora primaria o secundaria del depsito junto a otros rastros rituales, un ejemplo lo ofrecen Arnaiz, Pascual y Rojo (1997) que definen, desde el punto de vista tcnico, un enterramiento mltiple simultneo y de cremacin secundaria, y de cuya interpretacin derivan incluso posibles alianzas polticas entre grupos. Este nivel interpretativo de lo social e ideolgico, hoy irrenunciable en la investigacin, supone un indudable enriquecimiento de la reconstruccin prehistrica, siempre que se plantee en el terreno de las hiptesis variables y diferenciado de la realidad tcnica de los datos, que es permanente.9 1 0

Este enunciado, muy general, no debe hacer olvidar que grupos mviles practican el colectivismo funerario.

Los ejemplos de sepulcros de inhumacin mltiple simultnea proliferan en la Prehistoria Reciente europea en general y son singularmente abundantes desde el Neoltico final y el Calcoltico en el SE francs y la margen izquierda de la cuenca media del ro Ebro, alcanzando tambin al Bajo Aragn y la meseta soriana; su recopilacin e interpretacin pueden verse en Andrs, 1989-90 y 1998.11

Las relaciones astrales de muchas estructuras rituales prehistricas son de sobra conocidas y cada vez toma mayor incremento su estudio sobre bases cientficas, sin embargo, por parte de los no profesionales conoce tambin meritorios trabajos, de escasa difusin pero de gran inters por exponer intuitivas hiptesis apoyadas en largos aos de observacin, que precisaran ser aprovechadas confrontando sus propuestas con los datos astronmicos y arqueolgicos; tal es el caso de la obra de J.J. Ochoa de Zabalegui (1998) sobre la relacin de los conjuntos de crculos de piedras del Pirineo (posibles tumbas de cremacin en su mayora), con diversas constelaciones.1 2

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