el complementario el verso i.'ltimo

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ELCOMPLEMENTARIO EL VERSO I.'LTIMO Es muy conocido eIúltimo verso de don Antonio, escrito a lápiz en un papel y encontrado por su hermano José en uno de los bolsillos de su gabán, una vez dada Ia gran lec- ción cívica de su muerte en territorio francés hace cin- cuenta años. Siempre me llamó la atención sobremanera ese brevísimo texto, talvez porque, como una semilla, con- tenga en su breve inmediatez toda Ia virtualidad de Ia vida. Es efectivamente un solo verso, pero nadie puede dejar de pensar en eI resto del poema tristemente tronchado que esas cuantas palabras apretujadas y mal escritas nos hacen ver en ausencia. Por eso, Ia significación del verso es extraordinariamente densa en su extrema brevedad poéti- ca. En él vemos realidad inmediata, recuerdo y ausencia: Estos días azules y este soL de la infancia EI texto aúna, de un lado, el recuerd.o de un tiempo fatalmente irrecuperable, Ia infancia y la luz meridional, con Ia realidad de su exilio francés, con Ia realidad de una iuz prestada similar a la luz definitivamente apagada para Antonio Machado y temporalmente oscurecida para la otra España. Pero no es sólo Ia Iuz Io que ilumina el verso, sino muy particularmente Ia asociación de esa luminosidad con un período vital lleno de inconsciencia e ingenuidad, de un vivir porque sí, gratuito y placentero: la infancia, Io que contrasta brutal y dolorosamente con su realidad inmedia- ta: Ia de un hombre viejo y exiliado, Ia de un derrotado que palpa conscientemente una a una todas las hueilas de la vida y las heridas de la guerra. Esto explica los largos y últi- mos silencios en que entraba eI viejo poeta en Collioure, con eI azul Mediterráneo de fondo, contemplando bajo tal Iuz los desastres de Ia guerra y su soledad úItima. Claro que eI verso también puede ser considerado no sóIo como eI principio de un poema inacabado, sino tam- bién como Ia postrer continuación de su ppema "Retrato". Y hago tan llamativa afirmación, con todad las limitaciones que se quiera plantear, porque el verso úItimo conecta corL aquel poema en la luz primera y en la profecía última de la muerte, profecía con Ia que conecta en Io que.tiene de última y breve entrega poética y en su explicitación de ese estado carencial, de esa desnudez anunciada: es final- mente Ia luz del recuerdo lo que Ie queda iluminada por la Iuz real. Por eso, resulta cuando menos emocionante aso- ciar eI verso úItimo a Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir Ia nave gue nunca ha de toÍnar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. Así, pues, principio y fin del poema y su continuación en unidad en eI verso úItimo, en el final de su vida. Pero, ¿por qué laluz? "Como la planta, sólo en parte se nutre de Ia tierra y recibe el resto del aire cáIido y la iuz benéfica [...] Bs indecible -decía Ortega- cuánta fruición extrae eI andaluz de su ciima, de su cielo, de sus mañanitas azules, de sus crepúsculos dorados". No andaba, en esta apreciación aI menos, muy equivocado el filósofo, pues quienes conocemos de la luz meridional cada mañana sabe- mos de su importancia vital. Por eso estremece más, sin duda alguna, Ieer a los cincuenta años de su muerte y bajo esta luz primera su brevísimo legado poético último: Estos días azules v este sol de la infancia. ANTONIO CHICHARRO CHAMORRO Universidad de Granada

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EL COMPLEMENTARIO

EL VERSO I.'LTIMOEs muy conocido eIúltimo verso de don Antonio, escrito

a lápiz en un papel y encontrado por su hermano José enuno de los bolsillos de su gabán, una vez dada Ia gran lec-ción cívica de su muerte en territorio francés hace cin-cuenta años. Siempre me llamó la atención sobremaneraese brevísimo texto, talvez porque, como una semilla, con-tenga en su breve inmediatez toda Ia virtualidad de Ia vida.Es efectivamente un solo verso, pero nadie puede dejar depensar en eI resto del poema tristemente tronchado queesas cuantas palabras apretujadas y mal escritas noshacen ver en ausencia. Por eso, Ia significación del verso esextraordinariamente densa en su extrema brevedad poéti-ca. En él vemos realidad inmediata, recuerdo y ausencia:

Estos días azules y este soL de la infancia

EI texto aúna, de un lado, el recuerd.o de un tiempofatalmente irrecuperable, Ia infancia y la luz meridional,con Ia realidad de su exilio francés, con Ia realidad de unaiuz prestada similar a la luz definitivamente apagada paraAntonio Machado y temporalmente oscurecida para la otraEspaña. Pero no es sólo Ia Iuz Io que ilumina el verso, sinomuy particularmente Ia asociación de esa luminosidad conun período vital lleno de inconsciencia e ingenuidad, de unvivir porque sí, gratuito y placentero: la infancia, Io quecontrasta brutal y dolorosamente con su realidad inmedia-ta: Ia de un hombre viejo y exiliado, Ia de un derrotado quepalpa conscientemente una a una todas las hueilas de lavida y las heridas de la guerra. Esto explica los largos y últi-mos silencios en que entraba eI viejo poeta en Collioure,con eI azul Mediterráneo de fondo, contemplando bajo talIuz los desastres de Ia guerra y su soledad úItima.

Claro que eI verso también puede ser considerado nosóIo como eI principio de un poema inacabado, sino tam-

bién como Ia postrer continuación de su ppema "Retrato".Y hago tan llamativa afirmación, con todad las limitacionesque se quiera plantear, porque el verso úItimo conecta corLaquel poema en la luz primera y en la profecía última de lamuerte, profecía con Ia que conecta en Io que.tiene deúltima y breve entrega poética y en su explicitación de eseestado carencial, de esa desnudez anunciada: es final-mente Ia luz del recuerdo lo que Ie queda iluminada por laIuz real. Por eso, resulta cuando menos emocionante aso-ciar eI verso úItimo a

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,y un huerto claro donde madura el limonero

Y cuando llegue el día del último viaje,y esté al partir Ia nave gue nunca ha de toÍnar,me encontraréis a bordo ligero de equipaje,casi desnudo, como los hijos de la mar.

Así, pues, principio y fin del poema y su continuación enunidad en eI verso úItimo, en el final de su vida.

Pero, ¿por qué laluz? "Como la planta, sólo en parte senutre de Ia tierra y recibe el resto del aire cáIido y la iuzbenéfica [...] Bs indecible -decía Ortega- cuánta fruiciónextrae eI andaluz de su ciima, de su cielo, de sus mañanitasazules, de sus crepúsculos dorados". No andaba, en estaapreciación aI menos, muy equivocado el filósofo, puesquienes conocemos de la luz meridional cada mañana sabe-mos de su importancia vital. Por eso estremece más, sinduda alguna, Ieer a los cincuenta años de su muerte y bajoesta luz primera su brevísimo legado poético último:

Estos días azules v este sol de la infancia.

ANTONIO CHICHARRO CHAMORROUniversidad de Granada