el ciclo de ilusión y desencanto. (por pablo gerchunoff y lucas llach)

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Pablo Gerchunoff 

Lucas Llach

El ciclo de la ilusióny el desencanto

Un siglo de políticas económicasargentinas

emece

5/11/2018 El ciclo de ilusi n y desencanto. (Por Pablo Gerchunoff y Lucas Llach) - slidepdf.com

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C APÍTULO VIII

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOSVIOLENTOS (1973-1983)

RETORNO Y DERRUMBE DEL PERONISMO

La gestión del general Lanusse, el último de los presidentes de laRevolución Argentina (1966-1973), consistió esencialmente en recono-cer que un sistema basado en la proscripción del peronismo era inviable.El llamado a elecciones para 1973 fue ante todo una salida impuesta por

las circunstancias, por el hecho ya evidente -después de veinte años sinelecciones presidenciales completamente libres- de que sin la participa-ción del peronismo no podía alcanzarse una fórmula política mediana-mente estable. Fue, también, un gesto de resignación de parte de un go-bierno crecientemente cuestionado, que veía cómo la situación escapabaa su control. Luego del Cordobazo (1969), la violencia se había extendi-do hasta hacerse habitual, acabando con la sensación de relativo ordenque se había mantenido durante la primera fase del gobierno de Onganía.Los grupos armados que estaban detrás de los frecuentes atentados cues-tionaban al "sistema" en un sentido muy profundo y global -en línea conlo que ocurría en otras partes del mundo- que excedía el problema de laproscripción electoral al peronismo. Pero, en el caso de Montoneros y

otras agrupaciones menores, la rehabilitación de Perón era por lo menosun objetivo preliminar. Así las cosas, la vuelta del ex presidente en el exi-lio no era sólo un reclamo voceado por la juventud peronista; tambiénera una exigencia respaldada por las armas de sus coetáneos, los "solda-dos de Perón".

Mientras que la vertiente juvenil con la que Perón contaba para forzarsu regreso estaba impidiendo al gobierno mantener un mínimo de equili-brio político, los sindicatos (su otro gran apoyo) hacían muy difícil un ma-nejo más o menos ordenado de la economía. Desde la derrota del planKrieger Vasena, la inflación venía subiendo año a año. En 1971, 1972 y

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334 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

1973 había superado con creces el 30% anual, cifra que a lo largo de la dé-cada del 60 había sido un techo para el aumento de precios. Con mayor omenor énfasis, se coincidía en que cierta limitación de las demandas sala-riales de los sindicatos era una condición necesaria para cualquier intentode estabilización. Ese control podía conseguirse por la fuerza, pero tenía

más probabilidades de éxito si estaba asentado sobre la colaboración vo-luntaria de los gremios. Ya que esto último era prácticamente imposiblepara un gobierno no peronista, también era muy difícil detener o, aunquemás no fuera, moderar la espiral inflacionaria.

Jaqueado por males políticos y económicos, Lanusse tuvo la desagrada-ble tarea de preparar la transición hacia una democracia que incluyera al pe-ronismo. Después de varias idas y venidas en la confección del calendario ylas reglas electorales, el 11 de marzo de 1973 tuvo lugar la primera votaciónpresidencial en toda una década. Perón no pudo participar por un artilugio le-gal sobre residencia en el país, pero el EREJULI, una alianza dominada por el justicialismo que llevaba a Héctor Cámpora como candidato, cosechó la mi-tad de los votos. El peronismo quedaba así en una posición a la que ya no es-

taba acostumbrado: la de ser gobierno. La nueva responsabilidad sería muchomás compleja que lo que entonces podía imaginarse.

El problema de fondo era la identidad del peronismo. ¿Qué era el pe-ronismo? ¿Apenas un populismo sin demasiados compromisos doctrina-rios, encolumnado detrás del liderazgo carismático de Perón? ¿O un parti-do más orgánico, de raíz sindical, en la línea del Labour Party de GranBretaña, favorable a una importante intervención pública que de todos mo-dos respetara el principio de propiedad privada? ¿O, más bien, un movi-miento revolucionario que pretendía hacer de la Argentina una nueva Cu-ba o repetir un experimento como el que estaba a punto de naufragar en elChile de Allende? Mientras estuvo lejos del poder, Perón pudo evitar cual-quier pronunciamiento demasiado explícito, prefiriendo en cambio una re-

tórica poco comprometedora, que atrajera tanto al sindicalismo ortodoxocomo a la radicalizada juventud peronista. Una vez llegada la hora de go-bernar, sin embargo, urgieron las definiciones. La ilusión de un peronismoque sacudiera con sus políticas los cimientos económicos y sociales de laArgentina no pareció tan lejana luego de que Perón eligiera a Cámpora (undirigente bien relacionado con los sectores más combativos del partido)como candidato a presidente. Era la coronación -y, al mismo tiempo, el co-mienzo del fin- de un largo y mutuo acercamiento entre Perón y el ala iz-quierda de su movimiento.

Pero con el correr de los acontecimientos fue haciéndose claro que elPerón de 1973 no era, después de todo, tan distinto del de 1946. Todavía

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 335

pensaba en los términos corporativos con que había conquistado al sindi-calismo. Su idea de una armonía de clases unificada bajo su liderazgo se-guía en pie el año de su muerte:

Alguna vez prediqué la armonía como categoría fundamental de la existencia

humana; sigo creyendo en ella como condición inalienable para la configura-ción de la Argentina que todos anhelamos. 1

Que Perón seguía confiando en la negociación entro los distintoscomponentes de la "comunidad organizada" quedó demostrado con lafirma de un Pacto Social entre empresarios, trabajadores y gobierno, en

 junio de 1973. En su esencia, las ideas de Perón no habían variado de-masiado. Pero un cambio en los modos y en el trato a los adversarios, unainsistencia en la unidad nacional y un ánimo pacificador eran rasgos nue-vos del veterano caudillo, que eran bienvenidos por buena parte de unasociedad harta de conflictos. Más dispuesto al diálogo con otros partidos,más consistente en su defensa de la democracia, el Perón de 1973 pare-

cía haber agregado a su pensamiento de 1946 las lecciones aprendidas enel '55. Ese tono más legalista de su discurso no era del todo compatiblecon medidas como la amnistía general decretada por Cámpora, en la quese mezclaron presos políticos y comunes. Tampoco podía conciliarse conla violencia, que siguió en aumento y tuvo un pico en Ezeiza el día de suretorno definitivo. Con un presidente débil, por delegación, como eraCámpora, la puja por el poder dentro del peronismo en gran medidacausante de esa escalada de conflictos armados y atentados- se hacía in-contenible y hasta se acentuaba. Enseguida comenzó a extenderse la con-vicción de que "estando Perón en el país, nadie puede ser presidente delos argentinos más que él", tal como se apresuraban a decir los sindica-

listas. Cámpora renunció el 13 de julio, habiendo gobernado apenas cin-

cuenta días, y bajo la presidencia provisional de Lastiri se convocó anuevas elecciones para septiembre.

Detrás de ese 62% del electorado que votó por la fórmula Juan Perón-María Estela de Perón se escondían esperanzas muy diversas. La pacifica-ción del país, un retorno a la ortodoxia del primer peronismo, un aumento delos salarios, un giro a la izquierda o al nacionalismo en el programa econó-mico, eran todas razones que se esgrimían para votar a Perón. Durante losescasos ocho meses que duró su gobierno (octubre de 1973 a julio de 1974),el líder del justicialismo debió soportar el peso de la inmensa expectativaque había creado. El ala más radicalizada del partido pasó de un apoyo reti-cente a la oposición franca, después de la remoción de varios gobernadores

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336 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

de esa línea y de la recordada excomunión a los Montoneros que dejó me-dio vacía la Plaza de Mayo, en el acto de 1974 por el Día del Trabajo. La mi-tad llena de la plaza, básicamente el ala sindical y política del peronismo,tampoco defendió a Perón como él había esperado, vulnerando muchas ve-ces los compromisos asumidos en el Pacto Social. En su última alocución

pública, un Perón vencido confesaba lo mucho que le estaba costando gober-nar, y dejaba entrever la posibilidad de una renuncia: "... si llego a percibirel menor indicio que haga inútil ese sacrificio, no titubearé en dejar este lu-gar a quienes lo puedan llenar con mejores probabilidades". No sería nece-sario: dos semanas más tarde, moría el presidente de la Nación.

Si al propio Perón le había sido difícil gobernar un país dividido, ala cabeza de un partido dividido, mucho más habría de costarle a su viu-da Isabelita, de escasas condiciones para conducir una Argentina convul-sionada. Aunque el poder formal se mantuvo siempre en la persona de laPresidenta (excepto durante un paréntesis forzado por "razones de sa-lud") el poder real estaba en los grupos que, alternativamente, ganabaninfluencia sobre Isabel. Durante todo el año que siguió a la muerte de Pe-

rón, fue creciendo el peso político de José López Rega, quien como "ma-yordomo de palacio' en el exilio de Madrid había ganado la confianzadel matrimonio Perón. Desde su puesto de ministro de Bienestar Social,López Rega intentaba crear un poder propio, y aprovechaba su influen-cia sobre la Presidenta para limitar el peso de los gremialistas y del apa-rato partidario. Hacia mediados de 1975, en plena crisis económica, él ysu grupo cayeron en desgracia, y el gobierno adquirió un tinte más sin-dical. Pero la suerte estaba echada. Ni el orden económico ni el orden po-lítico pudieron restablecerse. La violencia creció y en los cuarteles co-menzó a conspirarse más abiertamente. El mandato de "aniquilacióntotal' de la guerrilla que el gobierno impartió a las Fuerzas Armadas nosirvió para calmar la creciente exasperación militar. El vacío de poder

denunciado por los golpistas existía. El 24 de marzo de 1976 se consu-maba lo inevitable. Concluía por la fuerza la segunda experiencia del pe-ronismo en el poder, ese extraño caso de un gobierno que cayó casi ex-clusivamente por las luchas internas en el partido oficial.

¿REVOLUCIÓN O REFORMISMO?

A pesar del vuelco que significó la caída de Cámpora, el programaeconómico se mantuvo sin mayores alteraciones desde la salida de Lanus-se hasta, por lo menos, la muerte de Perón. Cuesta creer, por la copiosa

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 337

crónica de acontecimientos que marcan el período, que se trate de apenasmás de un año. Para la economía también fue un lapso rico en eventos,aunque la continuidad haya sido mayor que en el ámbito más estrictamen-te político. Un signo de ello es una peculiaridad probablemente única en elmundo: el de un ministro de Economía (Gelbard) que desempeñó sus fun-

ciones, sin interrupciones, bajo cuatro presidentes distintos (Cámpora,Lastiri, Perón e Isahelita).

Detrás de la designación del empresario José Ber Gelbard comoministro de Economía de Cámpora estaba la mano visible de Perón.Aunque no existía un conflicto abierto e insalvable que separara a Gel-bard de las corrientes combativas del peronismo que rodeaban a Cám-pora, un rasgo esencial del ministro sugería dificultades de conviven-cia: se trataba de un hombre de empresa. Su nombramiento se entiendecabalmente evocando una singular costumbre peronista. Al iniciar suprimer mandato, Perón también había confiado a un empresario -Mi-guel Miranda- las riendas del Ministerio de Economía, dando comien-zo a una tradición que Menem prolongaría, con sus propios matices, en

1989. En su calidad de líder de la Confederación General Económica(que agrupaba a los empresarios locales) Gelbard había tenido un pa-pel protagónico sobre el final de la segunda presidencia de Perón. Co-mo parte del cambio de rumbo que ensayara a partir de 1952, Perónhabía convocado en 1955 a un Congreso de la Productividad, del quehabían participado la CGT y la CGE. Las negociaciones no habían si-do muy fructíferas, pero habían mostrado una vez más la concepcióncorporativa y la consecuente receta cooperativa con que Perón encara-ba los problemas económicos. En 1973 las urgencias no eran las mis-mas que en 1955, pero sí fue la misma la respuesta de Perón: sentar aempresarios y sindicatos en la mesa de negociaciones para acordar po-

líticas. Un paso central de esa estrategia fue la firma de un Acta de

Compromiso Nacional en mayo de 1973 entre la CGE, la CGT y el Mi-nisterio de Economía. Los dos componentes principales del entendi-miento -que pronto comenzó a llamarse Pacto Social- eran la puestaen marcha de reformas de fondo y el lanzamiento de un plan concerta-do de estabilización.

Aunque el centro de la discusión pública estuvo dominado por el pro-grama de corto plazo, las iniciativas de más largo aliento son interesantesen tanto definen el proyecto económico con que Perón había regresado alpaís. Su orientación general ha sido descripta como "fuertemente interven-cionista, moderadamente nacionalista, y distribucionista". Es que, en todoslos campos, las propuestas de gobierno eran una variante remozada (nor-

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338 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y El. DESENCANTO

malmente, más moderada) del primer peronismo. El tono del programa, re-formista pero de ningún modo revolucionario, era acorde a la alianza declases (industriales nacionales más trabajadores) que había sido la base delprimer justicialismo. Para quienes habían apoyado al peronismo esperan-do cambios estructurales profundos, el plan de Gelbard era una desilusión,

tanto que afirmaban

[ Ya que] las pocas medidas de 'largo plazo' que vamos conociendo [...] ado-

lecen de las mismas limitaciones y debilidades del plan de corto plazo [...]parece posible prever que este' Plan de Reconstrucción y Liberación', si bien

distinto en muchos puntos al proyecto de los sectores hegemónicos de las cla-ses dominantes que era el plan Kiicger Vasena, terminará copio éste unáni-

memente repudiado por la clase obrera y el pueblo 2

La actitud que el nuevo gobierno tornara respecto al capital extranje-ro era una cuestión especialmente sensible, dentro y fuera del peronismo,y se consideraba indicativa del lineamiento general de la política económi-

ca. El interrogante era natural, dada la ambiguedad que Perón había mos-trado siempre -y mostraría hasta sus últimos días- en relación al tema. Ca-

si póstumamente, al presentar su Modelo Argentino, las definiciones dePerón seguían siendo ambivalentes:

el capital extranjero debe tomarse como un complemento y no como factor 

determinante e irreemplazable del desarrollo.'

En América latina la reticencia a la participación de empresas mul-tinacionales había ganado respetabilidad intelectual de la mano de lateoría de la dependencia. Una resolución del Pacto Andino, por ejemplo,consideraba que en ciertas áreas era necesaria la participación de empre-sas multinacionales, por sus contribuciones tecnológicas, pero que eran

poco confiables como fuente de financiamiento del balance de pagos.Explícitamente fundada en esa resolución, una ley de inversiones ex-tranjeras dictada en 1973 por el Congreso argentino procuraba limitar elpeso del capital externo, que venía en aumento desde hacía dos décadas.Se especulaba, sin embargo, que la letra de la ley era más una concesióna los reclamos nacionalistas que una convicción del gobierno. La breve-dad de la experiencia peronista y la presencia de otros factores desesta-bilizadores impiden valorar el efecto de la ley sobre la inversión extran-

 jera, que fue magra en el período. Pero está claro que en los hechos elgobierno fue mucho menos duro hacia el capital internacional que en laspalabras. No hubo nada parecido a las nacionalizaciones en masa del

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 339

primer peronismo, y el gobierno no fue demasiado estricto en la aplica-ción de la ley.

Una diferencia sustantiva con la primera época de Perón se reflejóen el énfasis puesto en las exportaciones industriales. La industrializa-ción peronista de los años 40 y 50 había estado fuertemente sesgada ha-

cia el mercado interno. El impulso a las exportaciones manufacturadasargentinas había llegado recién a fines de los años 60 y a comienzos delos 70, lo mismo que en otros países latinoamericanos. Se ha dicho dela Argentina, Brasil, Colombia y México que a partir de fines de la dé-cada del 60 adoptaron políticas industrial-exportadoras. En esos países,la participación de las exportaciones manufacturadas llegaría a por lomenos un quinto del total de las ventas externas en 1980, destacándoseel caso de Brasil con un 37%. La contribución peronista a ese impulsofue la "Ley de protección al trabajo y la producción nacional". Ademásde ser "extremadamente proteccionista", en el nombre y en el conteni-do, introducía una serie de incentivos para la comercialización en el ex-terior de productos industriales, que se determinarían según las posibilida-

des de cada actividad. Se anunció además un generoso apoyo crediticioy técnico a las pequeñas y medianas empresas, confiando en su poten-cial exportador. Una vez más, el peronismo cambiaba su estrategia dei mpulso a la demanda agregada: si al principio (1946-51) había sido elconsumo y después (1952-55) la inversión, ahora parecía llegar el turno

de fomentar las exportaciones.Este impulso exportador, desde hacía algún tiempo reclamado para

superar lo que durante años había sido una tendencia al déficit en la balan-za de pagos, aparecía justo cuando las cuentas externas argentinas estabanprácticamente en el mejor momento del siglo. El año 1973 cerró con un su-perávit de comercio de 1030 millones de dólares, récord histórico que du-plicaba en términos nominales al registro máximo anterior, en 1946. Esa

holgura, en verdad, era el resultado de un factor que debía considerarsetransitorio. En 1973 los términos de intercambio tocaron su valor máximodesde los años 50, alimentando otra de las coincidencias entre las tres épo-cas de gobiernos justicialistas, desde el primer Perón hasta Menem: la ten-dencia creciente de los precios de exportación. Es que el colapso del siste-ma monetario internacional de Bretton Woods, consumado en 1971, habíapermitido una mayor soltura en las políticas monetarias de los países de-sarrollados, generando la expansión que provocó el así llamado "boom de

las materias primas".

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340 EI. CICLO DE LA ILUSION Y P.A. DESENCANTO

OTRO GOLPE DE SUERTETérminos del intercambio externo , 1960=100

160.0

150.0140.0

130.0

120.0

110.0

1 0 0 .0

90.0

80.0

70.0

60.0 ' 1--r-+o v LO m o N a io m o N vv v v v a v̂ v1 Un Ln Ln i o i o i om m m m m m m m m m m m m

F u e n t e : a p é n d i c e e s t a d í s t i c o .

L Om m m m

L O

El alto nivel de los precios de exportación no sólo era importante paragarantizar la salud de las cuentas externas, sino también para intentar una re-petición de las transferencias intersectoriales de ingresos típicas del primerperonismo. El gobierno justicialista nacionalizó otra vez el comercio exterior,algo que en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra le ha-bía permitido socializar las ganancias derivadas de los altos precios de expor-tación de los productos del agro a través de la intermediación del Instituto Ar-gentino para la Promoción del Intercambio. Dos leyes gemelas de 1973ampliaron las facultades de las juntas nacionales de granos y de carnes, quepasaron a monopolizar la exportación de esos bienes. La racionalidad era la

misma que treinta años atrás: centralizar el comercio para tener cierto poderen los mercados internacionales. En la práctica, la ausencia de una estructuraadministrativa adecuada para esas funciones hizo que la comercialización nofuese muy distinta de la del régimen anterior.

Este déjñ vu del IAPI generó menos recelo entre los hombres de campoque dos iniciativas que, a su manera, restringían la propiedad privada de latierra. La más temida era un proyecto de Ley Agraria, que preveía la expro-piación de tierras consideradas "improductivas", definidas como aquellas que

en los últimos diez años hubieran rendido menos del 30% de su "productivi-dad normal". De ahí a una refor ma agraria, pensaban los terratenientes, no ha-

bía un gran trecho. Estaba fresco en su memoria lo que acababa de ocurrir en

VGR'rtGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1933) 341

Chile, donde otro "gobierno popular" había expropiado 64.000 kilómetroscuadrados de tierras. Pero la ley agraria nunca pasó de proyecto. Sí se sancio-nó, en cambio, una norma que contaba con mucho mayor consenso políticoy técnico: la del impuesto a la renta potencial de la tierra. El viejo ideal degravar sobre la producción posible antes que sobre la efectiva, de modo de

alentar la productividad, se había cristalizado sólo parcialmente con la legis-lación de 1969 de imposición sobre la valuación fiscal de la tierra. Fue sólo apartir de una ley de 1973 que el monto de impuestos pagados se independizódel valor de lo producido. Se introducía así un incentivo a producir más.

Una tendencia que hacía unos años era apenas promisoria para el sec-tor rural se consolidó hasta convertirse, acaso, en el logro más duradero dela administración peronista. Haciendo suya la vocación declaradamente"universalista" del peronismo, Gelbard firmó varios acuerdos comercialescon países socialistas, inaugurando un acercamiento que se prolongaríadurante el resto del gobierno justicialista. Típicos de la época eran los titu-lares de los diarios anunciando negocios con "nuevos socios", normalmen-te países de Europa Oriental pero también naciones del Medio Oriente. En

un lapso de cuatro años a partir de 1972, la participación de los países so-cialistas en el comercio de exportación argentino pasó del 3 al 11 %.

LOS SOCIOS SOCIALISTASExportación a países socialistas

como % de las exportaciones argentinas

8

16

14

12

10

8

6

4

2

o

1972 1973

Fuente: Di Tella (1983).

1974 1975 1976

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342 El. CICLO DE. LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

El peronismo de 1973 también rescató de su primera época otroselementos, como el de la organización monetaria. La expresión "nacio-nalización de los depósitos" no es del todo correcta para describir la re-

forma financiera del justicialismo. Lo que en realidad ocurrió fue, comoen 1946, una virtual monopolización del sistema bancario. Los bancospasaron a tomar depósitos en nombre del Banco Central, y a concedercrédito de acuerdo con el monto que éste les asignara, monto que depen-día no sólo del valor de lo depositado en ese banco sino también deotros criterios. De este modo, el gobierno controlaba la cantidad de di-nero de una manera más directa que con el sistema de reservas fraccio-narias. Ese dominio más estricto de la política monetaria no era sola-mente una cuestión cuantitativa: también influía el Banco Central sobrela elección de los destinatarios finales del crédito, ya que podía asignarmontos mayores a los bancos que prestaran a actividades consideradasmás valiosas.

Limitaciones al capital extranjero, estatización del comercio exterior,términos de intercambio altos, resistencia del sector rural, centralizaciónde la actividad bancaria: ¿peronismo de la primera o de la segunda época?Los dos coincidieron en esos puntos y se diferenciaron en otros: el pero-nismo de los 70 incorporó los nuevos datos de la realidad económica ar-gentina, que recomendaban entre otras cosas ese énfasis en la exportaciónque se intentó dar con los acuerdos comerciales y las medidas de promo-ción. Fue en otro terreno, sin embargo, donde la política económica quePerón llevó adelante a partir de 1973 contrastó más con la de su primerapresidencia, aunque guardando similitudes con la que se puso en marchaen 1952. De un solo golpe, se pretendió acabar con la inflación, ese fenó-meno que los argentinos del siglo XX habían visto nacer bajo el gobierno

peronista de los años 40.

PACTO SOCIAL, ARMONÍAS Y DISCORDIAS

El diagnóstico sobre el que se basó la política antiinflacionaria deGelbard era acorde a una concepción estructural de la inflación. El au-mento sostenido de los precios, se pensaba, no era tanto producto de lasexpansiones monetarias a las que conducía el déficit fiscal, sino másbien el síntoma de una debilidad más profunda: la incapacidad de laeconomía para alcanzar un equilibrio mutuamente aceptado entre los in-

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 343

grecos del trabajo y los del capital. De acuerdo con esa óptica, frenar elaumento de precios no era exclusivamente un problema monetario o fi-nanciero, aunque lo incluyera. Quebrar las presiones inflacionarias re-quería como condición previa una limitación de las demandas sectoria-les, que sólo podría tener un éxito duradero si era aceptada por las partes

en pugna.La asociación entre inflación y conflictos de clase calzaba a medida

con la armonización que Perón postulaba como solución a los problemasargentinos. El líder del justicialismo tenía una interpretación casi matemá-tica de la armonía buscada:

En 1955 el trabajador recibía un 47,6% del producido neto; las empresas re-

cibían el resto. En este momento los obreros perciben el 33% del producido

bruto y el 67% corresponde a los patrones. Eso tenemos que nivelarlo sinprovocar una destrucción de valores. Tenemos que lograrlo por un acuerdomediante el cual un día se sacrifica un sector y otro día lo hace otro. Lo cons-tructivo es el diálogo y el acuerdo; con la lucha y el enfrentamiento destruc-tivo no se gana nada. Ese equilibrio, que actualmente está roto, lo impondre-

mos poco a poco, hasta llegar nuevamente a lo que el Justicialismo apreciaque debe ser: un 50% del producto bruto para cada una de las partes.

La política simultáneamente redistributiva y estabilizadora se articulóa partir del Pacto Social firmado apenas iniciado el período de Cámpora.Se acordó una configuración de precios y salarios, con la expectativa deque se mantuviese en el tiempo. Los sueldos fueron aumentados en unmonto fijo, que para los trabajadores de menores ingresos representó cer-ca de 20% de mejora. Se estableció un congelamiento de precios, de acuer-do con una lista oficial que para algunos productos preveía una reducciónen los valores nominales. Se intentó dar a la nueva estructura de precios ysalarios un carácter permanente con la suspensión de las convenciones co-

lectivas de trabajo por un lapso de dos años, tal como había ocurrido entiempos del Plan Económico de 1952.

El Pacto Social significaba para las partes firmantes concesiones yresponsabilidades que difícilmente podrían haberse negado a aceptar.Después de todo, era el plan de un gobierno que contaba con un apoyomayoritario, y nadie quería quedar al margen de un proceso de decisio-nes que se suponía cooperativo. Pero la realidad era que ni los unos nilos otros estaban del todo conformes con lo que habían conseguido. Esoera especialmente cierto para los gremios, hasta el punto que se ha escri-to que "nada era más contradictorio con un sindicalismo esencialmentereivindicativo como el sindicalismo argentino que los acuerdos deriva-

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344 EI. CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

dos de la política concertada de precios y salarios propuesta por el nue-vo gobierno peronista". Para muchos gremialistas, el Pacto Social signi-ficaba un recorte de poder, porque por un plazo fijo -y prolongado- de-saparecía por completo su capacidad negociadora. Por otra parte, larecomposición salarial no estaba a la altura de lo que esperaban de un go-

bierno identificado con los trabajadores. El propio ministro de Trabajo,"hablando en su condición de sindicalista" había estimado que el nuevosalario mínimo se establecería en un nivel 100% superior al valor vigen-te hasta entonces. Obligado Cámpora a renunciar y llegado Perón a lapresidencia, muchos sindicalistas esperaron que el realineamiento políti-co también implicaría una corrección del Pacto Social que beneficiara alos trabajadores. Poco tardó en frustrarse esa expectativa. ya que Perónratificó el acuerdo y lo afirmó como la principal arma para el manejoeconómico de corto plazo. La decisión del presidente no dejaba lugar alas dudas: "Es un loco el que haya dicho que el Pacto Social puede serdenunciado. El Pacto Social se inscribe dentro de las coincidencias polí-ticas del proceso en curso".

Los empresarios tampoco podían estar del todo satisfechos con unprograma que tenía como propósito explícito y central reducir la propor-ción del ingreso nacional recibida por el capital. Aun así, tanto la UniónIndustrial Argentina (que nucleaba a las empresas mayores, incluidasmuchas multinacionales) como la Sociedad Rural y la Cámara Argenti-na de Comercio avalaron el Pacto Social impulsado por Perón. Esa

aceptación era, en parte, una imposición de las circunstancias, pero tam-bién una reacción de relativo alivio, comprensible si se tienen en cuen-ta los escenarios alternativos que podían haberse esperado de un gobiernorodeado de grupos radicalizados, como era el de Cámpora. La propiedadde las empresas quedaba intacta y las firmas transnacionales conserva-ban su lugar. Al precio de una importante concesión inicial y de la con-gelación de precios -que en muchos casos habían sido inflados por rennar-

caciones preventivas los empresarios conseguían un valioso compromisode limitación salarial. Por otra parte, habían aprendido que una inesta-bilidad como la de los dos años anteriores convertía en efímera cual-quier ganancia obtenida, y quizás el poder del nuevo gobierno pudierafinalmente doblegar la inflación. ¿Por qué no dar un poco de crédito aun intento que tenía virtudes, como el respaldo popular y la colabora-ción gremial, cuya ausencia había influido en el fracaso de otros planesde estabilización?

Los números con los que cerró el año 1973 fueron francamente alen-tadores. El PBI creció 4,5% en el año, mejorando el 3% de 1972. El de-

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 345

sempleo en el Gran Buenos Aires disminuyó, de 6,1 % a 4.5% de la fuer-za de trabajo. Al contrario de lo que había pasado en otros momentos dealta actividad, la balanza comercial mejoró: la mayor demanda de impor-taciones pesó menos que el aluvión de divisas conseguido gracias a la al-tos niveles de precios internacionales y producción de los bienes exporta-bles. Pero nada de eso era tan impresionante como el registro de inflación.La cifra de 60% de aumento de precios a lo largo de 1973 escondía dosmitades dispares, ya que en el segundo semestre la inflación había sidonula. Perón remarcaba, cada vez que se le presentaba la oportunidad, elhecho desacostumbrado de que la moneda argentina se hubiese revalori-zado, de 12,5 a 10 pesos ley por dólar. Para fin de año, la consigna "infla-ción cero" ya era un logro -y un eficaz instrumento de propaganda- del

gobierno justicialista.El rotundo éxito inicial de las políticas de Gelbard tiene un interés

que excede lo meramente histórico. Es casi un caso de laboratorio paraentender la dinámica de la inflación y la estabilización, y la manera enque las expectativas acerca del futuro influyen sobre el presente. Desdeluego, para frenar la inflación permanentemente es indispensable que la

emisión de dinero sea moderada. Cuando se considera el caso de unospocos meses, sin embargo, tanto o más importante que la política mone-taria son las expectativas de la gente acerca de la marcha futura de losprecios. Si, de algún modo, se logra instalar la creencia de que los pre-cios se mantendrán estables, la gente estará dispuesta a mantener en sus

bolsillos más dinero del que guardaba en la época de alta inflación.Aunque la emisión siga siendo importante, el efecto sobre los preciosserá mínimo, ya que no habrá la desesperación por deshacerse del dine-ro que es típica de la inflación alta. Los controles de precios pueden, du-rante un cierto tiempo, provocar ese estado de —estabilidad psicológica",cosa que sin dudas ocurrió durante los primeros meses de Gelbard. Lacantidad de dinero siguió expandiéndose, pero el aumento no se trans-

mitió a los precios porque la gente prefirió incrementar sus tenencias deefectivo y depósitos, que entre principios y fines de 1973 subieron del

9,3 al 12,1% del PBI.Claro que si la prudencia en el manejo financiero tarda demasiado

en llegar, el nuevo equilibrio se resiente.  Eficaz como había sido el con-

gelamiento de precios para quebrar las previsiones inflacionarias, erainsostenible en presencia del significativo crecimiento de la demanda,causado a su vez por los aumentos en la cantidad de dinero y en los sa-larios reales. Pero es de notar que los primeros nubarrones para el Pac-to Social aparecieron no por esa inconsistencia en la política interna si-

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346 EL CICLO DI. LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

no como consecuencia de eventos externos, ajenos al control del gobierno.Cosa rara en la Argentina de posguerra, un país especialista en producirinflación se vio obligado por una vez a importarla. El aumento de losprecios de los insumos provenientes del exterior impactaba en los cos-tos de las empresas, que reclamaron cierta libertad para trasladar esos

incrementos a los precios. La resistencia sindical no se hizo esperar, ysus representantes en la Comisión de Precios, Salarios y Nivel de Vida(encargada de vigilar el cumplimiento del Pacto Social) exigieron elcontrol por parte de la CGT sobre los balances de las empresas, para verhasta qué punto se justificaban los reclamos de los industriales. Despuésde algunas marchas y contramarchas Perón tuvo que laudar, decidiendola importación a precios subsidiados por el estado de los insumos encuestión. Era un lujo que el gobierno podía darse gracias a las cuantio-sas reservas acumuladas durante el año, pero no dejaba de ser síntomade nuevas dificultades.

La trama para un deterioro definitivo del Pacto Social ya era indi-si mulable a principios de 1974. El Acta de Compromiso Nacional había

previsto para junio de ese año una revisión de los salarios que contem-plara los aumentos en el costo de vida. Pero todo jugaba a favor de unaaceleración de la crisis latente. El gobierno estudiaba un aumento de ta-rifas para contener el déficit fiscal, y de los combustibles para trasladaral mercado interno la suba en el precio internacional del petróleo. Almismo tiempo, comenzó a hacerse evidente el desabastecimiento en cier-tos productos. La explicación del gobierno (siendo tan alta la demanda,la producción no da abasto) era cada vez menos creíble a medida que secomprobaban maniobras de acaparamiento y que crecía el mercado ne-gro. La mayor presión para una corrección de políticas provenía, sinembargo, de los gremios. El conformismo reticente de los primerostiempos del pacto dejaba paso a un descontento creciente a medida que

la inflación -leve, pero inflación al fin- iba erosionando el salario real.Se convocó a una "gran paritaria nacional", que en marzo de 1974 de-terminó un aumento de sueldos, tarifas públicas y combustibles y auto-rizó ciertas revisiones de precios.

A partir de entonces, la economía argentina pasó a una típica eta-pa de recalentamiento. Los índices de actividad fueron excepcionalesen 1974 (6,7% de crecimiento del PBI y un casi inexistente 2,5% de de-sempleo) pero empeoraron la inflación (40% de principios a finales deaño) y las cuentas externas (balanza comercial deficitaria en el segun-do semestre). También fue típico de la fase de deterioro que la suerteno acompañara. Más allá de su contenido primario -emocional y polí-

V É R T I G O E C O N ó M I C O E N T I E M P O S VIOLENTos (1973-1983) 347

tico ante todo- la muerte de Perón significó la desaparición de un fac-tor equilibrante y coordinador, clave en el esquema acuerdista vigente.Las expectativas cambiaban de signo y se revertía el efecto estabiliza-dor que habían tenido en los primeros meses. Para peor, en julio de1974 la Comunidad Económica Europea impuso una prohibición sobre

las compras de carne, complicación que se sumaba a la recesión inter-nacional y al aumento persistente de los precios de importación argen-tinos. La suba en el valor de los productos extranjeros no alcanzaba pa-ra contraer su demanda, en tanto no se encarecían en relación a losprecios nacionales porque el precio del dólar estaba fijo a pesar de la

renovada inflación.En septiembre de 1974, después de la tregua impuesta por la muerte

de Perón, Gelbard fue reemplazado por el economista justicialista AlfredoGómez Morales. La renuncia fue el resultado de una maniobra sindical po-co disimulada. En contra de lo que podría haberse esperado, la CGT reta-eco el apoyo al proyecto de Ley Agraria presentado por quien a esa alturade los acontecimientos era el último representante del plan económico de

Perón. A quince meses de puesto en marcha, ese programa era cosa del pa-sado. Llegaba la hora de enfrentar los problemas que se habían acumula-do sobre el rígido esquema del Pacto Social. Era una tarea difícil para ungobierno sin identidad, cooptado alternativamente por grupos enfrentadosy acechado, ante el vacío político abierto tras la muerte de Perón, por lasombra creciente de otro golpe militar.

POLÍTICA ECONÓMICA DE UN GOBIERNO DISGREGADO

La aceleración vertiginosa de la crisis política y económica hace difí-cil y acaso inútil la descripción minuciosa de los acontecimientos que si-

guieron. El número de ministros ha sido en la Argentina un buen indicadordel grado de estabilidad de la economía y de las políticas económicas. Enlos veinte meses que duró la presidencia de la viuda de Perón, pasaron porel Palacio de Hacienda seis ministros: Gelbard, Gómez Morales, CelestinoRodrigo, Pedro Bonanni, Antonio Cafiero y Emilio Mondelli, con una du-ración promedio que no llegó a los 100 días. Fuera de la expansión econó-mica, cuya inercia se prolongó hasta principios de 1975, todos los indica-dores transmiten el sombrío panorama de entonces.

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348 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

UN CUADRO DESMEJORADOIndicadores económicos durante el peronismo

14 -r 

12 +

1 0+

8+

6+

4+

2+

0 tr -̂

1973 1974 1975

Crecimiento ( escala izquierda)

I n f l a c i ó n ( escala derecha)

Déficit del sector público ( escala izquierda)

F u e n t e : a p é n d i c e e s t a d í s t i c o .

200

18 0

160

14 0

120

10 0

80

60

40

20

o

Los cambios de nombres y de políticas en el área económica acompa-ñaban el movimiento pendular que se daba en lo más alto del poder, don-de alternativamente dominaron el tronco peronista-sindical y el círculo deLópez Rega. Gómez Morales, apoyado por los gremios pero resistido porel grupo íntimo de la presidenta, ensayó una serie de correcciones gradua-les a lo que quedaba del esquema montado por Gelbard y Perón. Permitióvarios ajustes de precios y salarios, al tiempo que intentaba avanzar, sal-vando resistencias que provenían de todos los frentes, hacia políticas másde fondo, como la reducción del déficit fiscal y la atracción al capitalextranjero. El problema más urgente era la delicada situación de las cuen-tas externas, que no mostró signos de recuperación después de una de-valuación moderada. Una estrategia más drástica se aplicó una vez queRodrigo, apoyado por López Rega, accedió al Ministerio de Economía.Se anunció un paquete de medidas que incluía una devaluación de 100%,incrementos de las tarifas públicas en una proporción similar o mayor y la

VÉRTIGO ECONOMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 349

liberalización de casi todos los precios. Era el Rodrigazo, que ganaba un jugar en la memoria colectiva al lado ele otras conmociones también recor-dadas con aumentativos. Para los sindicatos, que por ese entonces acaba-ban de negociar en las convenciones colectivas correcciones salariales del38%, el nuevo plan equivalía a una declaración de guerra. Cuando la Pre-

sidenta ratificó las limitaciones a las demandas de las organizaciones obre-ras, el país se paralizó. La movilización gremial forzó las renuncias de Lo-pez Rega y Rodrigo, dando lugar a una nueva etapa de predominio sindicalen el gobierno y a la consecuente renegociación de los salarios pactados.

A esa altura (mediados de 1975) la economía ya estaba pasando de laexpansión a la recesión. La situación de pagos se tornó desesperante, y elnuevo equipo económico tuvo que recurrir a un acuerdo con el FMI, el pri-mero de un gobierno peronista, y mantener un alto precio del dólar. Se con-sideraba que en el contexto de semianarquía imperante detener la inflaciónera imposible, siendo más razonable una política indexatoria para los sala-rios, el tipo de cambio y la deuda pública, de manera de, al menos, evitarreajustes violentos y desgastantes. Un nuevo cambio de gabinete a princi-

pios de 1976 desplazó a Cafiero, que fue sucedido por Mondelli. Para eseentonces la credibilidad en la política económica era nula. El ministro de-claraba que no tenía un plan, sino tan sólo "medidas", y la Presidenta pa-recía ante todo preocupada por mantener cierta imagen de dignidad frenteal final que se avecinaba. "No me lo silben mucho al pobre Mondelli", pe-día a los sindicalistas. El déficit fiscal ya estaba totalmente fuera de con-trol, habiendo llegado a lo largo de 1975 a la inédita cifra de 12,4% delPBI. En marzo, el incremento de precios alcanzó un ritmo técnicamente hi-perinflacionario: por primera vez en la historia, los precios mayoristas au-mentaron más del 50% en un solo mes. Pero el gobierno de Isabel no lle-gó a anunciar ese registro. El día 24 se habían alzado con el poder, una vezmás, los hombres venidos de los cuarteles.

DIEZ AÑOS DESPUÉS. UNA NUEVA SOLUCIÓN FINAL

En medio de ese descalabro político y económico que era la Argenti-na de principios de 1976, no fue extraño que el golpe de marzo fuera reci-bido con alivio por una parte de la sociedad argentina . Hasta el propiogobierno -o lo que quedaba de él- parecía ansioso por librarse de una res-ponsabilidad que ya lo excedía largamente. La reacción de la dirigenciapolítica, que había tolerado intervenciones militares en circunstancias mu-cho menos graves, fue de resignación antes que de resistencia. La sensa-

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350 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EI. DESENCANTO

ción de que "ningún cambio puede ser para peor" era más fuerte que cual-quier argumento legalista: era inútil apelar a la paciencia, a la esperanza deuna renovación presidencial que, de acuerdo con lo que se había legisladodurante la Revolución Argentina, llegaría en 1977.

El móvil inmediato del autodenominado Proceso de Reorganización

Nacional era, por supuesto, la eliminación de los grupos armados, en par-ticular el ERP y Montoneros. Tanto era así que entro los planes políticosprevios al golpe se manejó la alternativa de un gobierno relámpago que enseis meses acabara con la guerrilla y llamara a elecciones. Pero ese calen-dario era insuficiente para los objetivos de más largo alcance que se anun-ciaron una vez derrocado el gobierno de Isabel. Sin distinguirse en esto delos golpistas de diez años atrás, los integrantes de la Junta Militar del '76hablaban de la necesidad de erradicar ciertos males básicos que, según en-

tendían , eran incompatibles con un funcionamiento ordenado de la econo-mía y de la sociedad. Pero en su diagnóstico y sus propuestas los militaresdel Proceso sí pensaban distinto que los de la Revolución Argentina. Ha-bía que evitar a toda costa la tentación corporativa y estatista, percibida co-

mo el verdadero nudo gordiano de los problemas nacionales. Al contrario,su proyecto de largo plazo vislumbraba una sociedad despolitizada y conun estado menos poderoso. Claro que esos deseos, lo mismo que la men-ción de la democracia como forma preferible de gobierno, estaban perdi-dos en el confín de una larga serie de acciones preliminares que resultabanmucho más urgentes, y que nunca se llegarían a concluir.

Una de ellas sí pudo terminarse en los tiempos y en las formas que sehabía planeado, e incluso con algún adelanto. Hacia 1978, la aniquilación

de las organizaciones guerrilleras era un hecho. Descabezado el ERP a me-diados de 1976 y exiliada la cúpula de Montoneros en 1977, la suerte delo que uno y otro bando consideraban una "guerra" ya estaba echada a po-co más de un año del golpe de marzo. En la elección de sus víctimas, cu-ya suerte podía ir de la detención y el exilio a la tortura y el asesinato, losmilitares fueron coherentes con lo anunciado: "Nuestros enemigos son lossubversivos, los amigos de los subversivos, y los indiferentes" había dichoel gobernador-interventor de Buenos Aires. La erradicación de la guerrillay todo lo que se asemejara a ella significó para el Proceso una primera co-lisión entre una de sus fantasías (pertenecer al mundo "occidental y cris-tiano") y la realidad. La violación sistemática de los derechos humanos eraconocida y repudiada por la diplomacia norteamericana -inspirada en elprincipismo demócrata de Carter- y por los más importantes países euro-peos, donde el testimonio de miles de exiliados originaba lo que para el go-bierno de facto era una "campaña antiargentina".

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 351

Hubo otro tema saliente en el ámbito de la política internacional du-

ante la presidencia de Jorge Rafael Videla (1976-1981). Hacia fines de1978, después de más de un siglo sin conflictos exteriores, la Argentina es-tuvo a punto de entrar en guerra con Chile por una cuestión limítrofe tam-bién centenaria. Los buenos oficios de un cardenal, no menos que la opor-

una prudenciade Videla, permitieron una salida pacífica de último minuto

.que difirió la cuestión, finalmente resuelta en 1984. La tensión con Chile

fue uno de esos episodios que de tanto en tanto hacían visible el disensoentre los hombres de armas. Suspendida toda actividad política desde1976, la lucha por el poder tenía lugar entre los militares. Era una disputasorda, muchas veces ignorada por una población desinformada, en la que

se mezclaban conflictos políticos con motivos meramente oportunistas.Con todo, se pudo llegar a 1981 con el esquema político intacto, y hasta

lograrse una curiosa innovación institucional: una sucesión presidencial

entre gobernantes de facto respetando un cronograma que se había progra-

mado en el acta fundacional del Proceso.Pero ya desde antes de la asunción del general Roberto Viola (marzo

del '81) un desgaste creciente estaba corroyendo al régimen debajo de la

superficie. Era la razón misma de ser de todo el Proceso lo que estaba encuestión: sin grupos armados que combatir, y -como se verá- sin resulta-

dos económicos respetables que exhibir, el gobierno había perdido todainiciativa. A medida que el Proceso se marchitaba por sí mismo, reverde-cía lentamente la actividad de los partidos. Hacia mediados de 1981 seformó la Multipartidaria, a partir de las agrupaciones que más votos ob-tendrían en 1983. Radicales, peronistas, intransigentes, desarrollistas y de-

mócrata cristianos tenían así  al menos un canal común para reclamar por

una salida institucional. Paralelamente, iba tomando más fuerza y hacién-dose sistemática la protesta por los "desaparecidos", cuyo asesinato sólosería reconocido por los militares pocos meses antes de las elecciones de1983. En este punto, el Proceso parecía seguir matemáticamente el curso

de la Revolución Argentina, sólo que con diez años de diferencia. Videlahabía sido, como Onganía, un presidente fuerte que con el tiempo habíaido perdiendo los apoyos iniciales. Viola, como Levingston, la figura dé-bil, carente del capital político de su antecesor, durante cuya presidencia sehabía hecho obvia la necesidad de un rápido final. Faltaba el Lanusse, elhombre que se decidiera a forzar el ya necesario llamado a elecciones. Pe-ro la analogía no puede llevarse tan lejos. El tercer presidente del Procesono quiso resignarse al pobre papel de preparar una salida lo más digna po-sible para un régimen en franca decadencia. No era el general Leopoldo F.

Galtieri hombre de rendirse fácilmente, por lo menos hasta entonces.

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352 EI. CICLO DE LA ILUSIÓN Y Fi, DESENCANTO

Independientemente del desempeño estrictamente militar ( tema com-

plicado y de todos modos poco relevante dada la evidente superioridad del

adversario ), es difícil encontrar un solo acierto político en el antes, el du-rante o el después de la intervención argentina en Malvinas ( abril-junio de

1982). Se concibió como una operación de salvataje al Proceso antes que

como una verdadera empresa nacional, se especuló con ap oyos internacio-nales que nunca llegaron, se rechazaron propuestas de paz cuando aúnparecía haber tiempo ( misión Haig ), considerándoselas cuando ya era de-

masiado tarde ( propuesta Belaúnde Terry ), se retaceó la información a lasociedad y hasta se ensayaron interpretaciones honrosas de la derrota en

medio de la frustración popular.Malvinas fue el tiro del final para el Proceso . El año y medio transcu-

rrido hasta la elección de Alfonsín en octubre de 1983, bajo la presidenciade Reynaldo Bignone, fue un período más de disgregación de un gobiernode facto, como habían sido , a su manera, 1931, 1963 y 1971-73. En tanto

los objetivos de esta última experiencia militar habían sido mucho másambiciosos que los de las anteriores y la desilusión proporcionalmente ma-

yor, y en tanto se había fracasado no sólo en el gobierno en general sino enel área específica de las Fuerzas Armadas, la posibilidad de consolidar de-finitivamente un sistema democrático aparecía en 1983 como menos remo-ta que en cualquier oportunidad anterior de restablecimiento institucional.

EL OCASO DE LORD KEYNES

En el área económica, la declaración de principios del Proceso deReorganización Nacional estuvo a cargo del flamante ministro José Alfre-do Martínez de Hoz, un empresario proveniente de las vertientes más libe-rales de la democracia cristiana. En su mensaje inaugural de casi dos ho-

ras y media no sólo se anunciaban una serie de medidas dirigidas a mane- jar la situación de corto plazo; se sugería, además, una orientación generalque, de completarse y mantenerse, implicaría una sustantiva redirección dela política económica. Aunque por un lado Martínez de Hoz aseguraba que1a economía argentina no tiene ningún mal básico o irreparable" y que "laArgentina no es exactamente un país subdesarrollado", por otro lado sus-cribía un diagnóstico según el cual la inflación -el problema dominantepor entonces- obedecía a falencias profundas en la organización económi-ca. La reivindicación de la iniciativa privada y la eliminación del déficitfiscal por la vía de un ordenamiento del estado (ternas sobre los que no sedaban mayores precisiones) eran presentados no solamente como objetivos

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 353

deseables en sí mismos, sino como condiciones necesarias para el tránsitohacia la estabilidad de precios. Por otra parte, se entreveía en el discursoinicial de Martínez de Hoz una revalorización del comercio internacional-llamada a tener una importancia fundamental en su política subsiguiente-y se criticaban y derogaban las medidas de desaliento a las exportaciones,

especialmente las agropecuarias.El enfoque que subyacía en los anuncios de Martínez de Hoz no eraúnicamente una respuesta a una nueva encrucijada de la historia argentina.Tenía mucho que ver, también, con un clima de época que a principios delos 70 recién estaba amaneciendo. Sorpresivamente, el consenso intelec-

tual de los años 60, asociado a conceptos como keynesianismo, Estado deBienestar o pleno empleo pasó en esos años a una fase de crepúsculo ace-lerado. Richard Nixon, un republicano, había declarado a fines de los 60 launanimidad de ese consenso: "todos somos keynesianos ahora"'. Una dé-cada más tarde, un respetado economista argentino auguraba:

'Los keynesianos son buena gente... yo tengo un amigo keynesiano'. "tal co-

mo pintan las cosas no me extrañaría que esta frase se empezara a escucharen los círculos de los economistas."

Diez años no son muchos para la historia del pensamiento. De ello po-dría dar fe el propio Keynes, cuyas ideas habían esperado bastante más queeso para ser aceptadas. ¿Cómo fue posible, entonces, que se renegara tanpronto de esa manera de pensar la economía que había hecho feliz a unageneración'? El hecho era que el keynesianismo empezó a perder batallasen los dos campos donde tres décadas atrás las había ganado: en las men-tes de los economistas, teóricos y prácticos, y en el más visible mundo dela economía real, de la producción, el empleo y los precios. Los primerossignos de cambio se dieron de manera paralela, en los dos terrenos, justo

cuando Nixon anunciaba la hegemonía del keynesianismo.Por un lado, sobre finales de la década del 60 la inflación mundialcomenzó a ser un problema. En los años previos a 1965, el aumento deprecios anual en Estados Unidos había estado por debajo del 2%, pero en1969 ya se acercaba al 6%. En realidad, esto no era incoherente con lasdescripciones y las prescripciones keynesianas. La aceleración de losprecios no era otra cosa que el costo de reducir el desempleo (de 6% amenos de 4% entre 1963 y 1969), tal como predecía la sencilla curva de

Phillips. Menos desempleo exigía más inflación, eso estaba claro, y erauna regla estable con la que podían balancearse los objetivos de la polí-

tica económica.

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354 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y Et. DESENCANTO

Todos pensaban así o, mejor dicho, casi todos. En 1968, Milton Fried-man y Edmund Phelps desabollaron independientemente una idea quecuestionaba a la curva de Phillips y a las políticas activas asociadas a ella.Las expansiones monetarias rcactivantes, sostenían, son eficaces para redu-cir el desempleo sólo si provocan una inflación mayor a la esperada. Cuan-

do se verifica esa asimetría entre expectativas y realidad, las firmas ven au-mentar sus precios de venta más allá que lo que crecen los costos salariales,negociados a partir de las previsiones inflacionarias. El punto de Friedmany Phelps era que si el gobierno insistía con políticas de expansión, todo elmundo esperaría una inflación mayor, y sería necesario todavía más estímu-lo inflacionario para reducir el desempleo. El corolario era decepcionante:mantener la desocupación en niveles muy bajos (inferiores a lo que se lla-mó "tasa natural (le desempleo") requería no ya una inflación moderada, si-no un aumento persistente, eventualmente explosivo, en la tasa de inflación.

Fue una profecía acertada aun cuando los postulados teóricos sobre losque se asentaba pudieran discutirse. Una de las víctimas fue justamente Ni-xon, cuyo intento por reducir la inflación a costa de un mayor desempleo

fue un fracaso: las expectativas inflacionarias eran ahora más altas y, si esque seguía existiendo algo como una curva de Phillips, no estaba en su lu-gar, es decir, donde había estado durante los 60. El abandono del sistemamonetario de Bretton Woods, en 1971, y la crisis del petróleo en 1973, aña-dieron más confusión al ya convulsionado estado de cosas en la economíay la teoría económica. Antes de la recesión mundial del '74-'75, "inflar laeconomía" era una frase con sentido nada ambiguo: lo que se inflaba era,

al mismo tiempo, los precios y la producción. Los 70 vieron nacer un neo-logismo como "estanflación", que describía el fenómeno inédito de rece-sión combinada con alta inflación. Entretanto, el pesimismo respecto a lacapacidad del gobierno para influir sistemáticamente sobre el nivel de ac-tividad recibía nuevo sustento teórico. La macroeconomía basada en las

"expectativas racionales", presentada en sociedad en 1973, no sólo dabapor sentado que no había una relación estable entre desempleo e inflación.Más que eso, cuestionaba el hecho hasta entonces indisputado de que, almenos en el corto plazo, los instrumentos monetarios tenían algún poderpara reducir la desocupación. La idea era que el uso y ahuso de las políti-cas activas acostumbraba a todos a esperar mayor inflación y un nivel dedesempleo inalterado como único resultado viable. Incorporar esa verdadde hierro a las expectativas de precios las hacía mucho más precisas, y enla misma medida esterilizaba cualquier intento por combatir el desempleoacelerando los precios. Más allá de los argumentos técnicos, en el fondo deestas nuevas ideas subyacía un cuestionamiento radical a la capacidad mis-

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 355

ma del estado para hacer política económica. La tesis fundamental era que,independientemente de la acción de los gobiernos, una tendencia automá-tica, intrínseca en el sistema, llevaba a la economía a un equilibrio indefec-tible, aquel que estaba definido por la "tasa natural" de desempleo.

La interacción entre el mundo de las ideas y la economía real se daba

también en otros ámbitos. El carácter internacional tanto de la crisis deBretton Woods como del shock petrolero ponía en un primer plano el es-tudio de las balanzas de pagos. Los análisis en la tradición keynesiana eranatacados también en este campo. Aunque desarrollados en los EstadosUnidos (más específicamente, en la Universidad de Chicago, de dondeprovenían también Friedman y la escuela de expectativas racionales) losnuevos enfoques en esta área eran especialmente relevantes para países re-lativarnente pequeños, como la Argentina. La esencia del "enfoque mone-tario de la balanza de pagos" estaba en su nombre: el resultado neto de lospagos internacionales de un país era, antes que nada, un fenómeno mone-tario, y debía analizarse como tal. Los economistas keynesianos, siemprepreocupados por la producción y el empleo, se habían concentrado excesi-

vamente en las exportaciones e importaciones, considerando a los aspec-tos monetarios como meros residuos de lo que pasaba en el sector real. Losanálisis tradicionales de la balanza comercial tenían sus virtudes, pero eraninsuficientes para comprender el resultado global de la balanza de pagos.La idea central era que, en una economía abierta, los desfasajes entre laoferta y la demanda de dinero se corregían a través del sector externo.Cuando funcionara un tipo de cambio fijo, toda expansión monetaria nocompensada por un aumento de la demanda de dinero quedaría automáti-camente anulada por la reducción de las reservas internacionales, que se-rían requeridas en reemplazo de la emisión indeseada. En el caso de un ti-po de cambio flexible, el alza en la cantidad nominal de dinero no setraduciría en un incremento real porque el valor de las divisas se ajustaríahasta que los precios internos -determinados por el tipo de cambio- cre-cieran lo suficiente copio para llevar la oferta real de dinero a niveles com-patibles con la demanda. No había un largo trecho entre esa descripción yla prescripción de limitar la expansión monetaria a las necesidades de li-quidez, para evitar, según el caso, una reducción de las reservas o una de-preciación cambiaria. En definitiva, se extendía a las economías abiertas elescepticismo respecto a la posibilidad de estimular la producción apelan-

do a instrumentos monetarios.La decadencia de la macroeconomía keynesiana arrastraba consigo a

instituciones y políticas que, aunque no en todos los casos se derivaran es-trictamente de sus proposiciones teóricas, estaban asociadas a ella. Toda-

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356 Ei. CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

vía no era claro cuál sería, o en realidad si es que existiría, el paradigmasustituto de aquel que había hecho del estado un protagonista central entodo Occidente. En el ámbito intelectual, la evolución era relativamenterápida: en 1974 el Premio Nobel de Economía fue para Friederich venHayek, y en 1976 para Friedman, dos adalides en el cuestionamiento al

estado tal como se lo había conocido desde la Segunda Guerra. Pero en lapolítica económica la influencia fue más tardía y sólo se hizo obvia conel cambio de década, cuando las administraciones de Thatcher en GranBretaña y Reagan en Estados Unidos iniciaban su campaña contra el Es-tado de Bienestar y los respectivos bancos centrales adoptaban las ense-ñanzas del monetarismo. La evolución en el mundo de las ideas yen el delas políticas económicas había sido, una vez más, asincrónica. Según lodescribiría Hobsbawm:

Tras 1974 los partidarios del libre mercado pasaron a la ofensiva, aunque no

llegaron a dominar las políticas gubernamentales hasta 1980, con la excep-ción de Chile, donde una dictadura militar basada en el terror permitió a losasesores estadounidenses instaurar una economía ultraliberal, tras el derroca-

miento, en 1973, de un gobierno popular. Con lo que se demostraba, de pa-so, que no había una conexión necesaria entre el mercado libre y la democra-

cia política.'

"La excepción de Chile" era poco relevante para el mundo desarro-llado, pero de ninguna manera para la Argentina. Además de la cercaníageográfica, el desarrollo político de los 70 emparentaba a chilenos y ar-gentinos. De ambos lados de los Andes, una etapa de movilización políti-ca y social se había cerrado con un golpe militar que no preveía plazos.Cuando la Junta Militar se hizo cargo del poder en la Argentina, hacía yados años y medio que Pinochet gobernaba en Chile. Desde entonces se ve-nían llevando adelante políticas de liberalización, con las que se preten-

día revertir lo que se presentaba como un prolongado cre.scencdo de inter-vencionismo:

el caos sembrado por el gobierno marxista de Allende solamente aceleró los

cambios socializantes graduales que se fueron introduciendo en Chile ininte-

rrumpidamente desde mediados de la década del 30.8

El péndulo de la política económica se movió en Chile con más rapi-dez que en la Argentina. En pocos años, la economía chilena había pasadoa ser una de las menos reguladas y estatizadas de Occidente. Se habían li-berado prácticamente todos los precios, unificado el mercado cambiario,

VÉni IGO E C O N Ó M I C O E N TIEMPOS V I OLENTOS (1973-1983) 357

privatizado la banca y levantado las regulaciones sobre las tasas de interés.El déficit fiscal había disminuido hasta convertirse en un superávit en 1979y la economía se había abierto primero al mercado internacional de bienesy después al de capitales. Las reformas tuvieron un costo alto: el desem-

pleo aumentó hasta estabilizarse en torno al 17%. Pero la inflación, al prin-

cipio insensible a la medicina monetarista, empezó a ceder en 1977. Y apartir de la aplicación de políticas cambiarias inspiradas en el enfoque mo-netario de la balanza de pagos (prenunciando la evolución del precio deldólar en 1978 y 1979, y fijándolo entre 1979 y 1981) pareció alcanzarse lafeliz combinación entre baja inflación (9% en 1981) y alto crecimiento (unpromedio de casi 8% anual entre 1976 y 1981). La experiencia chilena ba-sada en el enfoque monetario de la balanza de pagos terminaría en una pro-funda crisis y en un obligado viraje de políticas en 1982, pero a fines delos 70 era natural que los militares argentinos se fijaran, con una mezclade admiración y envidia, en los avances de un vecino que, de un momen-

to a otro, podía ser también un enemigo.

POLÍTICA FINANCIERA, DE LA REFORMA A LA CRISIS

Ajuzgar por la enunciación de intenciones, le esperaban a la Argenti-na reformas del mismo signo que las ocurridas en Chile. Martínez de Hozplanteó una lista de prioridades acorde a la coyuntura de marzo de 1976,caracterizada por una incipiente hiperinilación y una dramática situaciónde pagos externos. Los tres objetivos principales de su política económicaserían, en orden decreciente de importancia, la estabilidad de precios, elcrecimiento económico y una distribución del ingreso "razonable". Se de-cía que la esencia de la nueva política sería el paso "de una economía deespeculación a una de producción". Lo que sigue es la triste historia de unprograma que no pudo acercarse, casi por ningún momento, a los fines que

se había propuesto.La política del equipo económico se inició aplicando una estrategia

antiinflacionaria gradualista, rasgo que se mantendría durante todo el pe-ríodo de Martínez de Hoz. La memoria del Rodrigazo estaba demasiadoviva como para intentar algo del estilo. Además, la configuración de pre-cios relativos definida por los niveles de salarios, precios y tipo de cambioparecía consistente con el objetivo oficial de corregir el déficit externo,porque durante los últimos meses del gobierno peronista se habían corre-gido los desfasajes que anteriormente existían entre esas variables. En lu-gar de recurrir a una devaluación, se liberaron los precios y se fue ajustan-

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358 EI, CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

do el tipo de cambio a la inflación, en tanto los salarios fueron congeladospor un tiempo para sólo después evolucionar de acuerdo con los aumentosde precios. El resultado fue el buscado: el salario real cayó bruscamente(cerca de un tercio de su valor de marzo, en un par de meses). Con instru-mentos algo distintos, se había conseguido lo que tantas otras veces: con-

traer el gasto a través de la caída de salarios, de manera de obtener un su-perávit comercial por la disminución del consumo de bienes exportables yde las importaciones. Mientras se esperaba esta corrección en las cuentasexternas, un crédito del Fondo Monetario ayudaba a cumplir con las obli-

gaciones más urgentes.Pasado un año del golpe militar, era indiscutible que, en comparación

con el caos de marzo, la economía había recuperado al menos cierto ordeny previsibilidad. La combinación de políticas cambiarla, salarial y arance-laria, ayudadas por las devaluaciones quc se habían heredado del momen-to final del peronismo, logró generar un superávit comercial a lo largo de1976. El déficit fiscal estaba declinando. Y en materia de inflación ya sehabía superado el descontrol. El comienzo había sido particularmente

alentador: en junio de 1976 se había llegado a un registro de sólo 2,7%mensual, en un marco de libertad de precios (nadie podía imaginar enton-ces que ese récord se mantendría en pie durante casi diez años). Pero fueun episodio fugaz, empujado por la recuperación de la demanda de dinero,que se alejaba así de su piso de marzo. La evolución a partir de allí no fuetan brillante. A principios de 1977, el índice se había estabilizado en alre-dedor de 7% por mes, y el gobierno parecía no tener claro qué hacer conla inflación. El recurso a una "tregua de precios" de cuatro meses a partirde marzo y a una política de reducción arancelaria para aquellos produc-tos que registraran alzas injustificadas era un acto reflejo que no estaba ensintonía con el espíritu generalmente ortodoxo del gobierno y que denota-ba la ausencia de una estrategia global en un área clave.

Mientras buscaba a tientas la manera de doblegar la inflación, el equi-po económico introdujo uno de los cambios más drásticos del período, unaexcepción a su política generalmente gradualista: la reforma financiera.Desde 1946, el sistema bancario argentino había alternado etapas de rela-tiva libertad con épocas de mayor regulación, las últimas asociadas a losgobiernos peronistas. La diferencia entre las dos formas de organizaciónera el papel de los bancos en la distribución del crédito. Durante el primerperonismo, y en menor medida durante el trienio 1973-76, la capacidadprestable de cada banco dependía de las asignaciones que obtuviera delBanco Central, teniendo poco que ver con la cantidad de fondos que reci-biera como depósitos. Eso no fue así entre 1957 y 1973, pero aun en esta

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 359

etapa hubo límites para las tasas de interés. Dado que la tendencia de la in-flación fue creciente, y que las tasas reguladas no aumentaban en la mis-ma medida que la inflación, la Argentina tuvo tasas de interés reales nega-tivas desde la posguerra hasta 1977, con las únicas excepciones de 1954,1960, 1968 y 1969, años de excepcional estabilidad de precios.

-Tasa nominal activa de interés, anual

-Inflación mayorista anual

-Tasa de interés real anual

F u e n t e : d a t o s p r o v i s t o s p o r C a r l o s W i n o g r a d .

La reforma financiera de 1977 implicaba un cambio sustancial en el

mercado de capitales argentino. Las medidas principales eran la liberaciónde las tasas de interés y la "desnacionalización" -más correcto sería hablarde "descentralización°- de los depósitos, de modo que la capacidad pres-table de los bancos quedaba atada a su habilidad para captar depósitos.Disposiciones complementarias regulaban los encajes de manera de neu-tralizar sus efectos sobre la tasa de interés. Como habitualmente ocurrecuando se lanza una reforma estructural, razones de oportunidad y de con-vicción respaldaban la iniciativa. Si el gobierno realmente quería acabarcon la "economía de especulación', era inevitable un cambio como el quese proponía. Ya que existía un circuito informal con tasas libres, y ademáshabía bonos del gobierno indexados al nivel de precios, quienes tenían ac-

DINERO BARATOTasa de interés activa, nominal y real, antes de 1977

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360 EL CICLO DE LA u .USION Y EL DESENCANTO

ceso a créditos en el mercado formal podían colocarlos en alguna de esasalternativas y se aseguraban enormes ganancias.

Probablemente, el sistema bancario formal habría colapsado de no ha-berse introducido una reforma en esa línea. No tenía sentido prestar a ta-sas reales de interés que en 1976 eran de -57% anual, es decir, tasas quepara el prestamista significaban una pérdida de más de la mitad de su ca-

pital en un año. A esta motivación dictada por el sentido común se agrega-ban otras más elaboradas que resaltaban no ya la imposibilidad sino la me-ficiencia de un sistema tan regulado. Por un lado, se suponía que laaparición de tasas de interés reales positivas estimularía el ahorro. Ade-más, la existencia de un costo real de los créditos haría que operacionesi mproductivas (entre ellas, comprar cualquier bien y revenderlo en la fe-cha de maduración del crédito) dejaran de ser rentables, con lo cual el aho-rro se canalizaría a las inversiones de alta productividad real.

Algunas de esas expectativas parecieron cumplirse parcialmente. Elnúmero de bancos (aunque no el de otras instituciones financieras) aumen-tó de 119 a 219 entre mayo de 1977 y mayo de 1980, en un proceso quedesde el ámbito oficial fue percibido corno un indicador de una mayor

competencia. Las tasas reales, si bien tuvieron un comportamiento muyvolátil, pasaron a formarse como era previsible bajo las nuevas reglas: alas tasas de interés internacionales se les sumaba el riesgo de depreciacióncambiarla, y las tasas domésticas podían resultar positivas -cuando dichasuma era mayor a la inflación vigente- o negativas -si era menor-. Aun-que de vez en cuando sus expectativas se vieron defraudadas, pasó a serfrecuente que los ahorristas obtuvieran rendimientos reales positivos, y fueen respuesta a ello que los depósitos a plazo pasaron de] 5,9% del PBI en1976 a 16,5% en 1980. Menos nítido fue el efecto de la reforma financie-ra sobre el ahorro interno: quizás la reaparición de tasas de interés realespositivas estimulara el ahorro, pero la remonetización consecuente posibi-litó la paulatina reconstrucción de un mercado de crédito para consumo; si

bien la tasa de ahorro doméstico tuvo un pico en 1977, lo más probable esque ello no se debiera a la reforma financiera sino a políticas económicasque deprimieron los salarios reales y el consumo popular.

La expansión financiera que siguió a la reforma se inició de modobastante improvisado, y acabó en un verdadero caos. El espíritu liberal delos cambios introducidos, reflejado entre otras cosas en las facilidades pa-ra entrar al mercado financiero, mal se compadecía con un mecanismo quepoco tenía de liberal. Se mantuvo una amplia garantía a los depósitos sinque existiera un adecuado sistema de supervisión, que es su contraparte na-tural. Bajo un régimen de tasas libres, la combinación de garantía pública

VÉRTIGO ECONOMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 361

y ausencia de cierto "control de calidad" a la cartera de los bancos era po-

tencialmente explosiva, más aún cuando, tras varias décadas de tasas regu-

ladas, los participantes del mercado financiero no estaban acostumbradosa que el crédito tuviera un costo real. Se montaba así un escenario de altoriesgo. Por un lado, los bancos competían por la captación de fondos, con

tasas de interés crecientes. Por otro lado, debían financiar esas prácticascon una adecuada contrapartida del otro lado de la hoja del balance, es de-cir, prestando también a tasas altas. Pero quienes tomaban esos créditos ca-ros eran justamente las empresas en apuros que no conseguían financia-

miento en condiciones más razonables, y que por el hecho mismo de tenerque pagar un alto precio por el financiamiento tendían a embarcarse enoperaciones cuya inusual rentabilidad escondía en verdad un importanteriesgo. En todo caso, la esperanza de los deudores riesgosos -o de losapostadores oportunistas- era que, como había sido práctica común en laArgentina, un golpe inflacionario terminaría aliviando la carga financiera

cuando ésta se volviera intolerable.Los depositantes, en cambio, llevaban una vida más tranquila con la

reforma. Sabían que, aunque poco hiciera por supervisar la calidad de lospréstamos, el Banco Central sí estaría allí para, en última instancia, respon-der ante la defección de los deudores y los bancos. El sistema de garantíade depósitos sin regulación de calidad de los préstamos dejaba así espaciopara múltiples operaciones desleales por parte de instituciones financieras:los autopréstamos -es decir, la canalización de créditos hacia empresasvinculadas, de dudosa solvencia- fueron una de las más frecuentes.

La presión alcista sobre las tasas que estos mecanismos imponían sereforzaba por la presencia en el mercado, como importantes demandantesde crédito, de las empresas públicas, que en 1977 habían pasado a ser au-tónomas desde el punto de vista financiero. El sistema pudo sobrevivirmientras duró la rueda de la fortuna de una monetización especulativa, pe-ro hizo crisis a partir de la liquidación del Banco de Intercambio Regional(BIR). una entidad que al amparo de la combinación entre amplia garantíapública, libertad de tasas y ausencia de regulación había llegado a ser lamayor del país. Se desató una corrida que en un principio acabó con otrostres bancos importantes (Oddone, de los Andes e International) y terminóafectando a todo el sistema financiero. Durante ese fatídico año 1980, elBanco Central debió asumir el control de unas 60 instituciones.

Con la crisis financiera comenzó la fase terminal del programa econó-mico de Martínez de Hoz. Poco antes, el almirante Massera había declara-do: "No es verdad que hayamos pasado de una economía de especulacióna una de producción". En realidad, no se habían alcanzado ni ese objetivo

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362 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

general ni los fines más concretos que se había propuesto Martínez de Hozdesde los comienzos. Cuatro años habían pasado y la economía apenas ha-bía crecido. Más grave aún -de acuerdo con el orden de prioridades del go-bierno- era que la inflación siguiera siendo un problema sin solución.

POLÍTICA DE ESTABILIZACIÓN:DEL MONETARISMO A LA TABLITA

En el área crucial de la estabilización de precios, la política de Martí-nez de Hoz fue, niás que gradualista, ecléctica y hasta errática, con mar-chas y contramarchas sucediéndose unas a otras. En un principio, no hubouna clara estrategia contra la inflación, salvo el tradicional expediente re-cesivo basado en la reducción de los salarios reales. En 1977 se explora-ron alternativas heterodoxas: la mencionada tregua de precios y las prime-ras reducciones arancelarias con propósitos antiinflacionarios. Pero lainflación no cedía, y hacia mediados de ese año se ubicaba en el inacepta-

ble nivel de 140% anual.Fue entonces que, tras la tregua de precios, llegó el turno del moneta-

rismo entendido a la manera tradicional. Los números fiscales eran muchomás robustos que en 1976, y además se decidió que los desequilibrios delestado y de las empresas públicas se financiaran en el mercado de crédito.De ese modo, podía reducirse el ritmo de creación de dinero. Así se hizo,en una magnitud que era todo un logro para un país "megainflacionario":entre junio y noviembre del '77, luego de la puesta en marcha de la refor-ma financiera, la oferta monetaria aumentó a razón del 2,6% mensual. Pe-ro el fracaso en materia antiinflacionaria fue mayúsculo, ya que en el mis-mo período los precios aumentaron a una tasa de casi 10% por mes. Parapeor, esa política cortó la recuperación en el nivel de actividad económica,

que ya llevaba un año. Una recesión breve pero violenta redujo la produc-ción en alrededor de 5% en los doce meses posteriores ajunio de 1977. Lastasas de interés se dispararon, llegando en ocasiones al imposible nivel de10% mensual, en términos reales. Fue la primera recesión de la posguerrano provocada por dificultades en la balanza de pagos.

En realidad, la retracción productiva era una implicación lógica de lacontracción monetaria, según las enseñanzas de Friedman y los suyos.Hasta que las expectativas de inflación no se ajustaran a la nueva política,no podía esperarse otra cosa que una recesión. Martínez de Hoz parecía en-tender el punto:

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 363

La actual situación financiera es típica de un ajuste transitorio debido, en

gran medida, a la sobreestimación por parte de los empresarios de la tasa

de inflación.9

La coherencia monetarista exigía, por supuesto, insistir con la mode-

ración en la creación de dinero hasta que las expectativas se adecuaran ala política de desinflación. Pero había algo más profundo que estaba fallan-do, y que tenía que ver con las diferencias entre una economía cerrada almercado internacional de crédito y una economía abierta a esa influencia.Desde los comienzos, el gobierno intervenía en el mercado cambiarlo,comprando y vendiendo dólares de manera de conseguir el nivel deseadodel tipo de cambio. Este nivel se determinaba de acuerdo con una política

de crawling peg, es decir que el tipo de cambio seguía aproximadamentea la inflación pasada. El hecho era que el gobierno no podía tener todo a lavez: o elegía el precio del dólar o elegía la cantidad de dinero. Si, como erael caso entonces, se pretendía mantener cierto valor del tipo de cambio, ladeterminación de la oferta monetaria dependía exclusivamente del com-

portamiento de la gente. Cuando la cantidad de dinero fuera menor a la de-seada, el aumento en las tasas de interés se encargaría de atraer dólares delexterior que, intercambiados por pesos al tipo de cambio establecido por elgobierno, alimentaban la cantidad de dinero. Monetarismo  y crawling peg

eran incompatibles, y uno de los dos debía ser abandonado.Hacia mayo de 1978, pareció que la decisión final del gobierno era

determinar la cantidad de dinero y renunciar a la política cambiarla. ElBanco Central dejó de intervenir activamente en el mercado de divisas(aunque ocasionalmente siguió comprando dólares), permitiendo que el ti-po de cambio alcanzara "su propio equilibrio". La nueva política provocóuna fuerte apreciación real. Un turista que viniese a la Argentina en juniocon la idea de ver el Campeonato Mundial de Fútbol y quedarse un par de

meses más de vacaciones comprobaría con asombro, a la hora de partir,que los precios medidos en dólares eran un 15% más altos que al llegar. Esque la inflación se mantenía alta en un nivel que poco tenía de equilibrio:entre 6 y 9% por mes. ¿Qué sentido tenía para el gobierno persistir en unapolítica que nada le hacía a la inflación y a la que se consideraba respon-sable del estancamiento de la economía?

Así que a fin de año se decidió otro golpe de timón. Si no funciona-ba como método antiinflacionario el control monetario, era mejor mane-

 jar el tipo de cambio de modo de poner una cota a los precios nacionales.El 20 de diciembre se anunció un cronograma (la tablita) especificandoel valor del dólar durante 8 meses a partir del principio de 1979. Se pre-

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364 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

veía una reducción gradual en la tasa de aumento del tipo de cambio, de5% mensual en enero a 3,7% en agosto. Otras "pautas' completaban lafase de "profundización y ajuste" del programa de Martínez de Hoz. Lastarifas públicas, los salarios mínimos y el crédito doméstico tenían suspropias tablitas. El propósito de todas esas pautas era disciplinar la infla-

ción, llevándola a un nivel compatible con el que se hacía explícito enesos cronogramas. Se confiaba en *que la suave trayectoria anunciada pa-ra tarifas y salarios actuaría sobre los costos de las empresas moderandola inflación.

Pero la mayor apuesta estaba en la evolución del dólar. La idea eraque si, por ejemplo, el precio en dólares de los bienes comerciables au-mentaba 10% al año en el mercado internacional, y la tablita preveía un in-cremento de 60% en el tipo de cambio, el aumento del precio local de losbienes comerciables no podía estar lejos del 70%. En otras palabras, la ta-sa de inflación iba a estar determinada por la suma de la inflación interna-cional más el ritmo de la devaluación. Otra resolución reaseguraba estemecanismo: habría recortes especiales de aranceles a la importación para

aquellos productos cuya inflación fuera mayor a la internacional más la ta-sa de depreciación.

A primera vista, el esquema tenía sus ventajas. En primer lugar esta-ba, por supuesto, la declinación prevista de la tasa de inflación, que seacentuaría a medida que la velocidad de devaluación se redujera. Pero unbeneficio no menor del plan del 20 de diciembre era que no se vislumbra-ba como recesivo. Ya se había sufrido bastante con la política de altas ta-sas de interés durante la etapa monetarista de Martínez de Hoz. Ahora seesperaba todo lo contrario: al hacerse previsible el ritmo devaluatorio, elatractivo para prestar en pesos aumentaba considerablemente. Una opera-ción de ese tipo es mucho menos riesgosa (y, por lo tanto, se cobra menospor ella) cuando se sabe a ciencia cierta, o casi cierta, cuánto va a valer el

dólar en el momento de recuperar el préstamo.El efecto inicial de la tablita tuvo una doble cara. Por un lado, huboen 1979 una expansión de la actividad económica, en parte porque la de-manda agregada se recuperó al compás del descenso en las tasas reales deinterés, que durante varios meses fueron negativas. Pero la caída del inte-rés real se dio de un modo distinto del que esperaba el gobierno, ya que sedebió menos a la reducción en el "riesgo país" (que debería haber actuado,y en alguna medida actuó, acercando las tasas nominales de Argentina a lasdel resto del mundo) que a la cara desagradable del programa de estabili-zación: la persistencia de una inflación alta, que hizo que las tasas realesestuvieran muy por debajo de las nominales.

VÉRFIGO ECONÓMICO E N TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 365

Es que el plan antiinflacionario falló en su cometido específico. Duran-te el primer año de la tablita (1979), no podía haber sido más desalentadorlo que pasó con la inflación, a saber: nada. Entre 1978 y 1979, la inflaciónminorista apenas había disminuido, de.171 % a 163%, y la mayorista no só-lo no había caído sino que había aumentado levemente, de 146% a 149%.

La pervivencia de la alta inflación era mala en sí misma, por supuesto, pe-ro con el esquema de la tablita tenía un efecto adicional quizás más grave.El aumento del precio del dólar estipulado por la pauta cambiaría era de po-co más de 60%, mucho menor al de los precios. Así se iba acumulando unatraso cambiario que, al abaratar las importaciones y hacer menos rentablela exportación en general, tendía a deteriorar la balanza comercial. El graninterrogante era, obviamente, por qué seguía alta la inflación, por qué no sedaba la convergencia que las autoridades habían esperado entre inflaciónlocal e inflación internacional (más tasa de devaluación).

DIVERGENCIA

Tasas trimestrales de inflación local e internacionaly de devaluación

------ Ta,a de deoalaaalón

----TosadeIntlac- ote,mmonal

-Tasa de aeca daoen 1 tasa de ITadanmematlooal

-in0ndonlocal minotlsta

-Inlbcicn local _,_'do

--------------------------------------

9 7 9 1 1

Fuente : Canitrot ( 1981).

Las explicaciones se multiplicaban. Al principio hubo quienes sen-cillamente negaban el atraso cambiario, señalando que la alta inflaciónnacional no era otra cosa que una consecuencia de la aceleración de losprecios internacionales, en particular de aquellos que comerciaba la Ar-

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r  366 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

gentina. Desde el gobierno se ensayaban explicaciones en esa línea, yhasta se publicaba un índice de precios "descarnado", es decir, que nocontaba el aumento de la carne. Una visión optimista consideraba queesa tendencia era un fenómeno de equilibrio sintomático de cambios másprofundos, como el abandono de las políticas de desaliento a las expor-

taciones agropecuarias o la incorporación de la Argentina al circuito fi-nanciero internacional.

Pero, fuera del gobierno y una minoría de economistas, se coincidíaen la gravedad del problema del atraso cambiario. De manera algo incom-patible con el enfoque monetario de la balanza de pagos, se apuntaba a laexpansión del circulante -empujado por las entradas de dinero exterior opor motivos fiscales- como causa de la divergencia. Más coherentementecon la filosofía del programa, se atribuía la excesiva inflación al dinamis-mo de la demanda, empujado por el alto nivel de gasto público o privado,estimulados a su vez por las tasas de interés negativas. Esta hipótesis teníacierto sustento en 1979 (año en el que el PBI se expandió un 7,7% y el de-sempleo tocó su mínimo histórico) pero ya no en 1980, con tasas de inte-

rés reales anormalmente altas y recesión. Finalmente, desde posicionesmás heterodoxas se resaltaba la influencia de la inercia inflacionaria y delarraigo de prácticas indexatorias, cuya desaparición era poco probable enel contexto de un programa gradualista.

El tema del atraso cambiario estaba instalado en el debate y atentabacontra las expectativas de supervivencia de la tablita. Era obvio que la Ar-gentina era un país caro en comparación al mundo; el chiste era que los po-bres iban de vacaciones a Uruguay, la clase media a Brasil, y sólo los ri-cos podían quedarse en el país. La balanza de comercio, fuertementepositiva entre 1976 y 1979, cambió bruscamente de signo en 1980. Mu-chos sectores industriales, e incluso quienes habían sido aliados incondi-cionales del ministro, como la Sociedad Rural Argentina, planteaban ex-

plícitamente la necesidad de apartarse del esquema de pautas cambiarias.El gobierno, por su parte, no era del todo claro en su compromiso con esapolítica. El cronograma cambiario se siguió anunciando con anticipación,pero en ocasiones de manera un tanto ambigua. Ya en marzo de 1980, an-te la inquietud de un periodista que pedía pronunciamientos más explíci-tos, Martínez de Hoz respondía:

Estamos buscando que la gente viva sin que el Estado le tenga que dar pau-tas. No hay necesidad. La inflación seguirá cayendo sin necesidad de que de-mos pautas.10

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 367

A lo largo de 1980 la confianza se fue deteriorando. La crisis banca-ria fue una primera señal, que obligó al Banco Central a desprenderse deuna proporción nada despreciable de las reservas que había acumulado losaños anteriores. Propuestas para afianzar la credibilidad, como la de ofre-cer seguros de cambio para transacciones a realizarse en el futuro, se de-

secharon. Se fue ensanchando la cuña entre las tasas de interés en pesos yen dólares, una medida de la desconfianza. La estampida de las tasas, em-pujadas también por la crisis bancaria, reforzaba el incipiente ciclo recesi-vo y ponía entre la espada y la pared a las empresas endeudadas. A media-dos de año, un informe sobre los distintos sectores productores de bienesera poco menos que apocalíptico. Salvo en las industrias automotriz ("ma-yor producción y alta rentabilidad") y naval ("suave viento en popa"), to-do era quejas. En agricultura, "unanimidad: nadie está contento"; ganade-

ría, "una depresión sin precedentes"; siderurgia, "en el camino de ladebacle"; petroquímica. "la retracción no cesa—, celulosa y papel, "estamostodos castigados"; electrodomésticos, "lo único firme es el desaliento";textil, "en la cuerda floja": alimentación, "una evolución de signo negati-

vo"''. Ese era el tono general.En julio de 1980 se había anunciado una nueva "profundización" delplan de estabilización, que incluía, además de medidas para reducir el dé-ficit público, el levantamiento de las últimas trabas para tomar créditos enel exterior. Hubo cierta respuesta efímera y de corto plazo de los capitalesexternos, pero la credibilidad ya parecía estar irreversiblemente minada.Se esperaba con ansiedad la renovación presidencial de marzo de 1981, sinque el futuro jefe de estado se pronunciara sobre hombres o sobre políti-cas en el área económica. Para la tablita, el "silencio de Viola" era más per-

 judicial que mil palabras y se descontaba su abandono. Sólo el 5% de losbanqueros consultados para una encuesta en octubre de 1980 confiaban enel cronograma cambiario tal como estaba previsto hasta marzo de 1981. Seanunció primero una corrección hacia arriba de la tasa de depreciación, pe-ro no fue suficiente para detener lo que hacia fines de 1980 era una corri-da contra el peso. En febrero, finalmente, una devaluación no programadade 10% acabó con la tablita, aunque formalmente permanecían en pie pau-tas del dólar hasta agosto. La desconfianza se convirtió en pánico, y a fi-nes de marzo la pérdida de reservas acumulada desde octubre rozó los5000 millones de dólares (más de la mitad). Era una economía con pronós-tico reservado, aquejada por una inflación que amenazaba con acelerarse ysumida en una honda recesión, la que legaban Videla y Martínez de Hoz asus sucesores, Viola y Lorenzo Sigaut.

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368 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y El. DESENCANTO

POLÍTICA COMERCIAL: DE LA APERTURA EXPORTADORAA LA AVALANCHA IMPORTADORA

A lo largo de toda la administración Videla-Martínez de Hoz, la aper-tura de la economía al comercio internacional fue el segundo tema más im-portante en el debate de la política económica, sólo superado por la luchacontra la inflación. En realidad, si los planes del gobierno en ambos cam-pos se hubiesen cumplido, la reforma comercial habría significado una re-volución acaso mayor que la derrota de la inflación, ya que implicaba uncambio drástico en el modelo de desarrollo argentino tal como se lo cono-cía desde los años 30. Desde ese entonces, la participación del país en elcomercio mundial venía cayendo ininterrumpidamente, lo mismo que elvalor de las exportaciones e importaciones expresadas como proporcióndel PBI.

LEJOS DEL MUNDOComercio argentino como porcentaje de su PBI

y del come rcio mundial

0 .0

m m m

-Comercio exterior como % del P3l (escala izquierda)

Comercio argentino como % del comercio mundial (escala derecha)

m m m v un m Lom m m m m

3.000

.5 0 0

2 .0 0 0

1.500

1 .0 0 0

0 .5 0 0

0.000

 m m  m  m m 

Fuente : Maddison (1995) y apéndice estadíst ico ,

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLEN LOS (1973-1983) 369

Resulta curioso que. aunque uno de los hechos mas recordados de laépoca de Martínez de Hoz es la avalancha importadora, el énfasis inicial dela apertura estuvo del otro lado de la balanza de comercio. Al cabo de me-nos de un año del golpe militar, las retenciones a las exportaciones tradicio-nales habían sido recortadas sustancialmente, y a fines de 1978 todos los

i mpuestos a la venta exterior habían desaparecido, para no reaparecer has-ta después de la caída de Martínez de Hoz. En el rubro de las exportacionesno tradicionales, desde hacía un tiempo fomentadas por medidas crediticiase impositivas, no hubo una estrategia sistemática, prefiriéndose en cambiouna consideración caso por caso. Si bien es imposible determinar con pre-cisión cuánto influyeron las políticas oficiales favorables a la venta exter-na, el hecho es que la producción de bienes exportables (y el valor de lasexportaciones) aumentó significativamente con Martínez de Hoz. Contan-do los cinco cultivos principales, entre los cuales la soja ganaba rápidamen-te posiciones, la producción había alcanzado una nueva plataforma cercanaa los 35 millones de toneladas hacia comienzos de los 80, contra un prome-dio apenas superior a 20 millones durante el gobierno peronista. La po-

sibilidad de una reacción ante mayores precios debe desecharse -porque enrealidad los valores de venta no estuvieron por encima de los de años ante-riores- pero es lógico pensar que sin la eliminación de las retenciones nohabría habido tal dinamismo. La producción agrícola de exportación tam-bién se vio favorecida por un evento externo. En 1980, Estados Unidos im-puso un embargo cerealero a la URSS por su intervención en Afganistán,del que la Argentina decidió abstenerse. Ese año, la mitad de las exporta-ciones de granos tuvo como destino el mercado soviético. Aun cuando des-pués la proporción descendería, la Unión Soviética se consolidaría comocliente importante de los productos argentinos, coronando con éxito una delas pocas iniciativas con efectos duraderos del gobierno peronista.

En cuanto a las importaciones, la acción aperturista fue pausada enpor lo menos dos sentidos: se trató de un programa de reducciones arance-larias graduales que a su vez fue dado a conocer de manera gradual. Quela política fuera progresiva en lugar de drástica tenía la ventaja de evitaruna reestructuración productiva demasiado brusca, particularmente peli-grosa para los sectores que competían con las importaciones, expuestosdurante el período a otras fuerzas recesivas, como las altas tasas de interésy la apreciación cambiarla. Dentro de esa ruta gradual, los momentos crí-ticos de la apertura fueron tres: noviembre de 1976 (se bajó el arancel má-ximo a 100%), diciembre de 1979 (contemporáneamente con la tablita, seanunció un cronograma de disminución de aranceles a las importacionescon horizonte en 1984) y julio de 1980 (se apuró ese esquema). También

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370 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

se tomaron, de tanto en tanto, medidas parciales con objetivos más especí-ficos. Para contener la inflación se dispuso un recorte de aranceles a aque-llos productos cuyo precio aumentara más de lo que era compatible con latablita, y para fomentar la inversión se aceleró la reducción de tarifas a lai mportación de bienes de capital.

Por otra parte, dos factores contribuyeron a moderar la apertura co-

mercial importadora. De un lado, los frecuentes desvíos a la vocacióndeclaradamente librecambista. Un régimen especial para la industria au-tomotriz, una ley de promoción industrial que protegería a actividadesnuevas y la supervivencia de casi todos los cupos de importación existen-tes fueron los ejemplos más importantes. Al amparo de esos desvíos cre-cía y se consolidaba un empresariado nacional de nuevo cuño -los "capi-tanes de la industria"- cuya importancia económica se extendería hastafines de siglo. De otro lado, a los matices de la apertura debe sumarse elhecho de que, en muchos casos, el efecto económico de la caída de aran-celes era prácticamente nulo. Eso ocurría cuando la protección resultantede las reducciones todavía era bastante alta como para que el precio delbien de importación en el mercado internacional se mantuviera por enci-

nta del precio de venta en el mercado local. Estimaciones para principiosde 1977 -es decir, cuando ya había tenido lugar la primera fase de libera-lización del comercio exterior- ubicaban este margen de protección exce-dente en un 57% del precio internacional.

ABAJO EL ARANCELEvolución de la estructura arancelaria bajo Martínez de Hoz

08/78

 Arancel

o mas ae 100%

• 70%-100%

-40%-70%

o 10%- 20%

0l%-10%

.o%

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 371

La pregunta que surge a la indagación histórica es: ¿por qué unaestrategia de apertura como la descripta -gradualista y matizada por va-rias excepciones- desembocó finalmente en un aluvión masivo de im-portaciones y en un creciente desequilibrio comercial? La respuesta esque no pueden juzgarse las políticas específicamente comerciales comoalgo aislado, pasando por alto las potentes influencias de la macroeco-nomía. De hecho, el problema del atraso cambiario sería determinanteen la suerte final del intento aperturista de Martínez de Hoz. La reduc-ción de controles al comercio exterior y el programa de estabilizaciónfueron prácticamente simultáneos; ambos se insinuaron en 1976, 1977y 1978 para recién llevarse adelante con más decisión en 1979 y 1980.Fue una combinación de políticas que alteró bruscamente los preciosrelativos de los distintos sectores de producción. Crudamente, se pue-de clasificar a los bienes producidos internamente en exportables (queen la Argentina son básicamente productos rurales), importables (domi-nados por el sector industrial) y no comerciables (la mayoría de los ser-vicios, además de los bienes cuya importación o exportación no es ren-table por barreras naturales, como los altos costos de transporte). Lareducción de impuestos al comercio exterior favorecía a los exportablesrespecto a los importables, mientras que la política de estabilización, entanto provocaba una apreciación del peso, mejoraba la relación de pre-cios de los bienes no comerciables respecto a los comerciables. Losproductos de exportación ganaban por un lado y perdían por otro, loque ayuda a explicar por qué las organizaciones rurales tuvieron unaactitud ambivalente ante la política económica, que tornó a oposicióncuando el atraso cambiario se hizo intolerable. Pero el sector más per-

 judicado era el industrial. Las importaciones, estimuladas por el retra-so del dólar y por la apertura, representaron una competencia que para

muchas ramas manufactureras resultó perjudicial, y además provocaronun fuerte déficit de comercio. En 1980 esas tendencias se acentuarían,hasta hacerse insostenibles, por la continuada apreciación cambiarla yel inicio de la recesión. La oportunidad para una reversión global de lapolítica económica -incluida la apertura- llegaría al año siguiente, lue-go del recambio presidencial.

F u e n t e : D e P a b l o ( 1 9 8 7 ) .

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372 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y E1, DESENCANr0

CUANDO EL TIPO DE CAMBIO IMPORTAExportaciones , i mportaciones y tipo de cambio real

12000.0

10000.0

8 0 0 0 .0

6000.0

4 0 0 0 .0

2000.0

0. 01 976 1 977 1 978 1 979

O Exportaciones

~Importaciones

0 Tipo de cambio real deflactado por IPM (1976=100)

Fuente : Winograd (1984) y apéndice estadíst ico .

1 980

T 10000

90.00

8 0 .0 0

70.00

60,00

5 0 . 0 0

40.00

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 373

La evolución sectorial de la producción nacional acusó el impacto dela nueva configuración de precios relativos. En el sexenio 1974-1980 la in-dustria redujo entre tres y cuatro puntos su participación en el PBI. En lasramas textil y papelera la combinación de apertura, atraso cambiario y bajocrecimiento económico fue tan pronunciada que produjo caídas netas de

alrededor de 15% en el segundo lustro de los 70. Mientras tanto, la contri-bución de las actividades agropecuarias lograba mantenerse (la expansiónen las pampas era compensada parcialmente por el estancamiento de cul-tivos industriales) y la proporción de construcción y otros servicios crecía.

El final del gobierno de Videla coincidió con el desmoronamiento delo que habían sido sus principales políticas. La tablita se abandonaba, elsistema bancario apenas empezaba a revelar sus múltiples fragilidades y laapertura se tornaba insostenible en combinación con el atraso cambiario.Quedaba para los sucesores de Martínez de Hoz una empresa ingrata: de-bían administrar una economía inflacionaria, endeudada y recesiva sincontar con el margen de maniobra necesario para dar a esos problemas una

solución de fondo.

CRISIS SOBRE CRISIS

No es fácil determinar con exactitud cuánto de la expansión importa-dora se debía a la apertura y cuánto al atraso cambiario, pero está claro quela apreciación monetaria fue un factor crucial. Cálculos de protección efec-tiva para 1979, que medían cuánto se beneficiaba cada actividad con losprecios relativos vigentes en comparación con una situación de libre co-mercio, mostraban hasta qué punto la desprotección que sentían algunossectores era atribuible al bajo nivel del dólar. Sólo tres ramas industrialesmantenían una protección efectiva mayor a la que existiría con arancelesiguales a cero y con un tipo de cambio apenas 10% más alto que el que re-

gía en ese entonces. La percepción de los empresarios era coherente conesas estimaciones:

el principal motivo por el cual ]os sectores productores de bienes transados(bienes que sustituyen importaciones y aun bienes de exportación) levantan

voces de alarma contra la actual apertura no está tanto en los efectos que és-

ta por sí misma produce sino en el efecto de un supuesto atraso cambiario quese deriva de la aplicación del Plan de Estabilización emprendido simultánea-mente con la apertura '2

Desde el punto de vista de la política económica, el trienio 1981-1983 fue similar a los años finales de Isabel. Un régimen que empezabaa tener sus días contados no podía ofrecer otra cosa que una sucesión deministros y planes volteados por la crisis política o económica de turno.Tres presidentes y cuatro ministros se sucedieron a partir de la caída deVidela y Martínez de Hoz. Lorenzo Sigaut (marzo a diciembre de 1981)fue el único ministro de Viola; Roberto Alemann, el único de Galtieri (di-ciembre de 1981 ajunio de 1982), y Dagnino Pastore (julio-agosto de 1982)y Jorge Wehbe (agosto de 1982 a diciembre de 1983), los de Bignone.

Los herederos de Martínez de Hoz, como los de Gelbard, tuvieron quehacerse cargo de una economía que venía acumulando desequilibriosevidentes. En marzo de 1981, los problemas más urgentes eran el atrasocambiario, la sangría externa -provocada ya no solamente por el déficitcomercial sino también por la fuga de capitales-, la enorme deuda exter-na, pública y privada, y la recesión productiva. El déficit fiscal y la in-flación también eran inaceptablemente altos, pero su eliminación era im-posible para gobiernos débiles, como resultaron ser los de 1981-83.Había además un rechazo generalizado a cualquier cosa que se parecieraal celo antiinflacionario de Martínez de Hoz -asociado sin más a los pa-

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374 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

decimientos de 1981- que hacía imposible la puesta en marcha de unprograma global de estabilización.

Lo que sigue es un breve repaso a las políticas de los años de agoníadel Proceso, todas ellas signadas por las urgencias externas y obstaculiza-das por una inflación alta y variable. Con Sióaut se abandonó definitiva-

mente la tablita y hubo varias devaluaciones, cada una mayor que la ante-rior. Tres días después de un infortunado vaticinio ("El que apuesta al dólarpierde") se desdobló el mercado cambiario para que el dólar utilizado pa-ra operaciones financieras alcanzara su propio techo, mientras se manteníabajo control el dólar comercial. El problema del déficit externo era simul-táneamente atacado con medidas arancelarias que dejaban sin efecto elprograma quinquenal de reducciones puesto en marcha en el '79. Al mis-mo tiempo se iniciaba el proceso de estatización de deuda externa privada,a través de la concesión de seguros de cambio a precios que siempre resul-taban ser un subsidio del estado al deudor. Entretanto, las noticias del ex-terior no eran nada buenas. Justo cuando la hora del monetarismo acababade cerrarse en la Argentina, en los países desarrollados se combatía la in-

flación con una fuerte restricción de la emisión, lo que disparó las tasas deinterés internacionales y encareció el servicio de la deuda externa. Al fina-lizar 1981, las obligaciones externas del país estaban en un nivel 31% porencima del de doce meses atrás. Con la economía debatiéndose en lo quesería la mayor recesión desde la crisis del '30 (9% de caída del PBI en1981-82) se puso en marcha en noviembre un sistema de control de las ta-sas de interés para morigerar la retracción productiva. El ensayo fue bre-ve, porque al poco tiempo un golpe de palacio acabó con la presidencia deViola, pero tuvo un significado simbólicamente importante. Con la re-re-gulación de las tasas de interés se cerraba el círculo de contrarreformasque, en menos de un año, dejó sin efecto las principales políticas de Mar-tínez de Hoz: la tablita cambiaria, la apertura comercial y la libertad de ta-sas de interés.

Con Alemann a cargo del Ministerio de Economía a partir de laasunción de Galtieri se inició algo así como una efímera contracontra-rreforma, inspirada en tres principios definidos por la negativa. Los ob-

 jetivos eran la desinflación, la desregulación y la desestatización de laeconomía. Apenas pudo avanzarse hacia esas metas porque el conflictoen las Malvinas acabó con Galtieri y su equipo. De todos modos, es di-fícil creer que, de no haber habido guerra, los militares habrían respal-dado el ambicioso y liberal programa de Alemann, cuando poco tiempoantes habían dado apenas un apoyo tibio a una versión más tímida co-mo la de Martínez de Hoz. La brevedad de su paso por el Ministerio de

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 375

Economía impidió a Alemann ir más allá de un temerario manejo delcorto plazo en la más pura clave ortodoxa. Se liberó el tipo de cambio,se congelaron tarifas y salarios públicos (mientras la inflación alcanza-ba el 7% mensual) y se dejó sin efecto el control a las tasas de interés.Por motivos fiscales se reintrodujeron impuestos a la exportación y semodificó la estructura arancelaria, todo ello para reducir las necesidadesde financiamiento y contener la emisión, que por casi cuatro meses fueprácticamente nula. Más allá de sus objetivos de largo alcance, en lo in-mediato era un plan recesivo aplicado a una economía en recesión, quese ganó el rechazo de casi todos los sectores. El clima laboral se hizo in-tolerable e incluyó movilizaciones callejeras, por primera vez desde el

comienzo del Proceso.Desde el punto de vista estrictamente económico, Malvinas no fue el

impacto exterior más importante en 1982. Mucho más grave resultó ser lacrisis de la deuda latinoamericana. Desencadenada a partir de la amenazade moratoria de México, cortó toda posibilidad de tomar nuevos préstamosen el exterior. "Deuda" era la palabra más leída en las secciones económi-cas de los diarios durante 1982, porque las había en magnitudes enormes

y de todos contra todos: del sector privado al exterior y a los bancos nacio-nales, del sector público al financiero y al exterior, de los bancos al estadoy al extranjero. No es fácil comprender cómo fue que todos se habían en-deudado tan por encima de sus capacidades de pago. Es cierto que las con-diciones de fines de los 70 habían sido excepcionalmente favorables paragastar tomando préstamos, y que en ese entonces era imposible prever uncataclismo como el del '82. Pero hubo también bastante de imprevisión.En el caso del sector privado, quizás influyó la ausencia de una cultura fi-nanciera que hiciera notar que las tasas de interés ya no eran la ficción que

habían sido durante años.El gobierno fue en buena medida responsable del endeudamiento de

fines de los 70. La prioridad dada a la lucha contra la inflación hizo que se

optara por un financiamiento crediticio antes que monetario del déficit.Esa decisión no era descabellada si se mantenía la diferencia entre ingre-sos y gastos públicos en niveles manejables, pero no fue eso lo que ocu-rrió. Después de pasar de un desequilibrio de 12,4% del PBI en 1975 a unode 3,7% en 1977, el déficit no sólo no siguió bajando sino que aumentó,llegando a 5,5% en 1980 y, en los años de disgregación del Proceso, a al-turas comparables a las de 1975. La mejora en las cuentas del gobierno ha-bía debido mucho al final de la cuasi hiperinflación de 1975, al detenersecon ello la erosión inflacionaria de los ingresos del estado. Pero se hizomucho menos por bajar el gasto que por aumentarlo, y en el quinquenio

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376 El. CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO

1976-1980 las erogaciones del sector público resultaron levemente más al-tas que en los años del peronismo, aun expresándolo como porcentaje delproducto bruto. El efecto fiscal de las "privatizaciones periféricas" (es de-cir, de ciertas actividades secundarias de las empresas públicas) fue el quepodía esperarse: periférico. Pesaron más el esfuerzo rearmamentista para

guerras reales o potenciales y el impulso a la inversión pública caracterís-tico de los militares.

LAS CUENTAS DEL PROCESOGastos e ingresos de la administración central

, como % del PBI

30 r 

25 +

20 +

15 +

1 0+

5

o

o

n r n r o m m m  m  m  m  m  m 

 ® Ingresos (% del PBI ) u Gastos ( % del PSI)

Fuente : base de datos prop ia .

El hecho era que en 1982 el endeudamiento no era sólo un problemade los que debían sino una amenaza para toda la economía. Particular-mente preocupantes eran las obligaciones con el exterior, encarecidas porla depreciación canrbiaria y por el aumento en las tasas internacionalesde interés. Las deudas de empresas con bancos locales, en tanto, tambiéneran una peligrosa amenaza, que ponía en jaque al sistema financiero.Castigadas por la recesión y los pagos de intereses, las empresas conta-

VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 377

giaban sus dificultades a sus acreedores. Con Sigaut ya se habían inten-tado mecanismos de refinanciación, pero la gran condonación llegó a me-diados de 1982. Dos meses bastaron para que el ministro Dagnino Pas-tore y el presidente del Banco Central Domingo Cavallo, sucesores deAlemana, iniciaran una enorme redistribución de riqueza favorable a losdeudores, cosa que al mismo tiempo mejoraba la situación de los bancos.

Se dispuso que las deudas contraídas crecieran de acuerdo con una tasade interés regulada, muy por debajo de la inflación esperada, con lo cualse licuaba el valor real de las obligaciones. Asimismo, se compensaba alos bancos con créditos del Banco Central también extendidos a tasas rea-les de interés negativas. Con una inflación en alza, que en julio tocó elmáximo de todo el Proceso (los precios mayoristas crecieron 27,9% en elmes) se logró librar a los deudores del grueso de su carga. El precio delas refinanciaciones lo pagaba el ahorrista en pesos por la vía del impues-to inflacionario. Después de todo, Keynes no estaha tan anticuado; sesen-

ta años antes había escrito:

Los dueños de pequeños ahorros sufren silenciosamente, como la experien-

cia muestra, estas enormes depredaciones. cuando habrían derribado a un go-bierno que les hubiese quitado una fracción de ese monto por medios más de-

liberados pero más justos.10

En 1982, como en 1972 y 1962, Wehbe tuvo la dura misión de mane- jar la economía de un gobierno en despedida. El margen de acción era pe-queño en un contexto muy politizado, con las Fuerzas Armadas y los par-tidos en estado abiertamente deliberativo. La inflación siguió en aumento(apuntalada por una política laboral que llevó el salario real al máximo entodo el Proceso), pero comenzó a vislumbrarse el final de la profunda re-cesión de 1981-82. Más importante que la evolución de corto plazo fue elcontinuado proceso de socialización de deudas, del que ahora se beneficia-

ban sobre todo los deudores con el exterior. Claro que el estado, que asu-mía estas deudas, no podía licuarlas, como se había hecho con las deudasentre argentinos. Eran dólares contantes y sonantes los que se adeudaban,por un monto que en 1983 rondaba los 45 mil millones. De ese total, casiun 70% correspondía al estado, contra cerca de 50% un par de años atrás.El gobierno democrático recibía así un problema con dos caras. Para po-der cumplir con sus compromisos debería conseguir suficientes recursosfiscales y al mismo tiempo obtener un adecuado superávit comercial. lle-redaba, además, una economía que se había acostumbrado a vivir con in-flación, después de ocho años en los que el índice de precios nunca había

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378 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y F.I. DESENCANTO mVÉRIIGOECONÓMICOENTIEMPOSVIOLENTOS(1973-1983) 379

variado menos de 100%, No era poca carga para una democracia de la quese esperaba casi todo.

NUESTRA LARGA DÉCADA PERDIDA

Los 70 fueron para el mundo desarrollado años de relativo estanca-miento, pero América latina todavía pudo crecer con el envión de los 60.En los 80, los países latinoamericanos vivirían su "década perdida", mar-cada por las dificultades que siguieron a la crisis de la deuda, mientras queEuropa y los Estados Unidos iniciarían, después de un mal comienzo, unanueva expansión. Sólo la Argentina combinaría lo peor de cada época: es-tancamiento en los 70, recesión en los 80.

CRECIMIENTO CEROLa Argentina y el mundo en 1973-83

UN PROCESO NEGATIVOCrecimiento e inflación en 1973-83

Crecimiento - Inflación minorista

o PBI per capita 1e1973, en dólares de 1990

o PBI per capas de 1983. en dólares de 1990

PBI per capita d e i 973, en dólares de 1990

PBI por Capea de 1983, en dólares de 1990

Europa: A lemania , Re ino U nido, Francia e I ta l ia .

NICS: Ta iwán, Ta i land ia y Corea de l Sur,

Mundo: muest ra de 56 pa ises de Maddison (1995).Fuente : Maddison (1995).

Fuente : apéndice estad ist ico .

Cerrado el ciclo del Proceso, era difícil encontrar un aspecto de laeconomía en el que se hubiera avanzado algo. Puede ubicarse en 1979 unefímero momento de gloria, con la inflación en baja y el producto crecien-do a una tasa respetable. Cuando en 1983 llegó la primavera democrática,sin embargo, la primavera económica que la Argentina había vivido en losaños 60 no era más que el recuerdo lejano de un pasado que había sucum-

bido allá por 1974.

La posibilidad de reeditar algo por el estilo era en realidad remota enlas condiciones de endeudamiento e inflación que recibía el gobierno deAlfonsín. Pero la percepción de entonces era otra. Se esperaba que la pro-pia dinámica de la democracia fuera suficiente no sólo para superar el dra-ma político, sino también para resolver los problemas de la economía, dela salud, de la educación. El tiempo iba a demostrar que las cosas eran mu-cho más difíciles de lo que se auguraba en medio de los aires optimistas de

la democracia naciente.