el ciclista - tim krabbe.pdf

174

Upload: eduardguasch

Post on 24-Nov-2015

803 views

Category:

Documents


199 download

TRANSCRIPT

  • Annotation

    El ciclista es la historia de una carrera, el Tour del MontAigoual, narrada por uno de sus participantes, Tim Krabb, elgran novelista. De paso, esta novela es tambin un emotivohomenaje a un deporte nico y a sus grandes figuras. Labrillantez de la narracin, que trasmite con intensidad el carcteragnico del ciclismo, y la belleza del homenaje que rinde alsufrimiento, convierten El ciclista en un verdadero hito que hasido saludado como un libro extraordinario desde su publicacinoriginal.

    TIM KRABB

  • TIM KRABB

    EL CICLISTA

    oOo

    Ttulo original: De renner Tim Krabb, 1978

    Marta Arguil Bernal, 2010, por la traduccin Los libros del lince, S.L., 2010

    ISBN:978-84-937562-2-2

    Meyrueis, Lozre, 26 de junio de 1977. Tiempo calurosoy nublado. Saco las herramientas del coche y monto la bicicleta.Desde las terrazas de los cafs, turistas y lugareos observan.No son corredores. El vaco de esas vidas me turba.

    Por todos lados hay coches aparcados o circulando con

  • Por todos lados hay coches aparcados o circulando concornamentas de ruedas y cuadros. Algunos corredores ya estnrodando por los alrededores. Sonren, saludan. No los conozcoa todos. Corredores de nivel? Mediocres? A los buenosciclistas se los distingue por la cara, y a los malos tambin,aunque eso slo funciona con los que ya conoces.

    Voy a buscar mi dorsal a un bar; estrecho una mano por elcamino.

    En forma?Lo veremos luego en la carrera.Vale.

    En el bordillo, entre el parachoques de su coche y del mo,est sentado, pensativo, un corredor con el maillot azul celestede Cycles Goff. Frente a l, sobre el pavimento, hay una ruedatrasera; a su lado, una caja de madera llena de dientes de pin:su juego de cambios. An tiene que elegir qu desarrollos va amontar. Hay cuatro puertos para hoy, nadie sabe lo duras queson las pendientes. Yo s, he reconocido el terreno.

    No conozco a este tipo. Farfullamos un saludo y l se sumede nuevo en sus cavilaciones. Me cambio detrs del coche.Pantaln de competicin, sudadera, tirantes, maillot. Arrojo laropa de calle al asiento trasero, observo cmo se arruga al caer.As se quedar hasta que vuelva a ponrmela o hasta que unpolica la recoja si me dejo la vida en la carrera.

    Apoyado en el guardabarros me como un pltano y un

  • bocadillo. Faltan cuarenta y cinco minutos para la salida. Quieroganar esta carrera.

    El Tour del Mont Aigoual comprende ciento treinta y sietekilmetros, dos bucles que cruzan Meyrueis. El Mont Aigoual esla cima ms alta de las Cvennes, con 1.567 metros de altitud.Se halla en el segundo bucle. El cielo est gris en esa direccin.El descenso final hacia Meyrueis pasa por el Col du Perjuret,que Roger Rivire hizo famoso el 10 de julio de 1960.

    El Tour del Mont Aigoual es la carrera ms interesante ydura de la temporada.

    El corredor de Cycles Goff elige seis piones y los montasobre la rueda trasera. Asiente para s: el asentimiento de quiencierra el ltimo libro antes del examen.

    Pelo dos naranjas, me como media y guardo el resto en elbolsillo trasero del maillot. Lleno el bidn con Evian, me enjuagolas manos y cierro el coche. Le doy las llaves y las ruedas derepuesto a Stphan. El conduce el coche de apoyo de miequipo: el Anduze.

    Limpio las ruedas y me subo a la bicicleta. Recorro laltima recta desde la lnea de meta. Cuento las pedaladas.Cuarenta. Eso son doscientos cincuenta metros; un tramo largopara ir a tope desde la curva. Demasiado largo? Y si cambiodurante el sprint? O es demasiado corto para hacerlo?

  • durante el sprint? O es demasiado corto para hacerlo?Recorro el ltimo kilmetro. Justo antes de la recta final

    hay dos curvas muy cerradas, separadas slo por un pequeopuente. Si quiero ser el primero en tomar esas dos curvas tengoque ponerme en cabeza no ms lejos de aqu. Frente a ese cartelblanco: CULTO PROTESTANTE, SERVICIOS LOSDOMINGOS A LAS DIEZ Y MEDIA.

    Sigo pedaleando hasta las afueras de Meyrueis. All mebajo de la bicicleta para mear. Veo a otros dos corredores quehacen lo mismo un poco ms all.

    No, tres.Me vuelvo hacia el Mont Aigoual, hacia el cielo oscuro,

    limpio las ruedas y emprendo el regreso. As que aqu me pongodelante. Curva. Curva. Zas!

    Y luego le meto ms desarrollo o no? A lo mejor llegosolo.

    Lebusque se me acerca con su maillot azul y amarillo.Qu bochorno dice.S contesto.Igual nos cae un chaparrn comenta. Seala el cielo.S.Qu piones llevas?Catorce, quince, diecisiete, dieciocho, diecinueve,

    veinte.Ah, yo trece-dieciocho.Lebusque tiene cuarenta y dos aos. Es alto y corpulento;

  • Lebusque tiene cuarenta y dos aos. Es alto y corpulento;con mucho, el hombre ms fuerte que haya tenido jams alalcance de la mano. Se parece al gigantn de las pelculas deChaplin, se que acaba echndolo siempre de los restaurantes.

    Ya hay algunos corredores en la lnea de salida. Miro atravs de los gruesos cristales de las gafas de Barthlemy. Nonos saludamos, estamos peleados. Barthlemy es uno de losfavoritos, pero si lo pusieras en el Tour de Francia se le notaracara de mal corredor.

    Est hablando con Boutonnet, un chico delgado y guapo detreinta aos y mirada aviesa. Al principio de la temporada,cuando se public que Merckx, Maertens y Thurau correrancon un doce en la rueda trasera, a Boutonnet le falt tiempo parair a Italia a comprarse uno. Y ahora participa con l en nuestrascarreras. Nos burlamos un poco de l: Allez, le douze.

    Ah est Reilhan con su maillot verde, un chaval dediecinueve aos cuyo suave rostro derrocha aires desuperioridad. La semana pasada los dos estbamos en el grupode escapados. Dio un relevo de tres pedaladas y eso fue todo.Y luego me super en el sprint. Tambin es buen escalador ycapaz de seguir un ritmo fuerte si es preciso. Es lo que suelellamarse una joven promesa. Eh, Reilhan. Chuparrueda.

    Me he olvidado los higos.Mierda, me he olvidado los higos. Busco a Stphan y le

  • Mierda, me he olvidado los higos. Busco a Stphan y lepido mis llaves.

    Estamos a punto de empezar.Dame las llaves.Pedaleo hasta el coche y me guardo tres higos en el bolsillo

    trasero. O mejor me llevo cuatro? O cinco? Peso intil, nuncame como ms de dos en una carrera, los otros acaban marronesy brillantes por el sudor.

    Peso intil? Pero si creo que esos gramos de ms van asuponerme un estorbo siempre me los puedo comer, o no?

    Jacques Anquetil, ganador del Tour de Francia en cincoocasiones, sola sacar la botella de agua del portabidones antesde cada ascensin y se la meta en el bolsillo trasero del maillot.El holands Ab Geldermans, su gregario de lujo, le vio haceraquel gesto durante aos hasta que finalmente no pudo resistirms la curiosidad y le pregunt el motivo. Y Anquetil se loexplic.

    Un ciclista le dijo Anquetil consta de dos partes:una persona y una bicicleta. La bicicleta es, sin duda, el mediodel cual se sirve la persona para ir ms rpido, pero su pesotambin supone un freno para su velocidad. Eso esespecialmente importante en los momentos duros, y en lasascensiones sobre todo hay que procurar aligerar la bicicleta lomximo posible. Una buena forma de conseguirlo es sacar labotella del portabidones.

  • botella del portabidones.De modo que, antes de cada subida, Anquetil trasladaba la

    botella de agua del portabidones al bolsillo trasero. No tenavuelta de hoja.

    Lebusque es de Normanda, igual que Anquetil. Dice quecorri con l hace veinticinco aos y que en alguna ocasin legan.

    Yo suelo ganar a Lebusque.En realidad, Lebusque no es ms que un cuerpo. De

    hecho, no es un buen corredor. Una persona consta de dospartes: una mente y un cuerpo. De las dos, el ciclista es, sinduda, la mente. Que esa mente disponga de dos instrumentos un cuerpo y una bicicleta que deben ser lo ms ligeros posibleno viene al caso. Lo que Anquetil necesitaba era fe. Y para teneruna fe slida e inquebrantable no hay como estar equivocado.

    Jean Graczyk sola cortar una patata por la mitad todas lasnoches y se acostaba con un trozo en cada prpado. GabrielPoulain aplastaba los radios de las ruedas. Los hermanosPlissier entrenaban solamente con el viento a favor (a vecestardaban aos en llegar a casa). Boutonnet corre con un doce.Despus de cada etapa del Tour, Coppi se haca subir en brazoslas escaleras de su hotel. Rivire hinchaba los neumticos conhelio. Las ruedas de Poulain cedan bajo su peso.

    Si le hubieran prohibido a Anquetil ponerse el bidn en elbolsillo trasero en las subidas, jams habra ganado un Tour deFrancia.

  • Francia.

    Me como un higo y me echo cuatro ms al bolsillo.Pedaleo hasta la lnea de salida. Ya hay unos cuarentacorredores esperando. Faltan cinco minutos para que dcomienzo la carrera.

    En forma? me pregunta el chico que tengo al lado.Pronto vamos a verlo. Y t?Se encoge de hombros y se lamenta del poco tiempo que

    ha tenido para entrenar. Todos los corredores dicen lo mismo,siempre. Como si temiesen ser juzgados por esa parte de supotencial en el que justamente reside su mrito.

    Tos solt una vez en el vestuario, me he matado aentrenar. Se produjo un silencio de asombro seguido dealgunas risillas, pero tem que fuesen a tomarme en serio.

    Delante de la lnea de salida est el coche de megafonacon el que Roux, el director de carrera, abrir la marcha. Se oyeuna msica de acorden interrumpida por la voz amplificada deRoux. Informa al pblico de que el Tour del Mont Aigoual esuna carrera excepcionalmente dura de ciento cincuentakilmetros y cinco puertos de montaa. A nosotros nos dice quehabr algunos premios. Tres premios de cien, setenta y cinco, ycincuenta francos para los tres primeros corredores que lleguena Meyrueis en la primera vuelta, y dos ms de cincuenta francosen Camprieu, al pie del Mont Aigoual.

    Klber est delante de m. Nos saludamos. Le sealo elmanillar.

  • manillar.Cinta nueva?Esboza una sonrisa de disculpa.Para subirme la moral.Klber es mi compaero de entrenamiento habitual.

    Hicimos juntos el reconocimiento del itinerario de hoy. A los dosnos gustan las carreras largas con muchos puertos. Pero l correen el equipo de Barthlemy y durante la carrera se cieestrictamente a su funcin.

    Estoy en la cola del pelotn, pero no importa. Antespensaba que eso nunca importaba. Hasta que particip en micarrera nmero 145, el 31 de agosto de 1974. Fue mi primeraclsica amateur de los Pases Bajos, la Vuelta de los CuatroRos. Una carrera de ciento setenta y cinco kilmetros, as queme dije que no haba prisa. Rodamos a paso de tortuga por lascalles de Tiel, detrs del coche del director de carrera. Habaveinte corredores en paralelo que ocupaban la calzada de puntaa punta, sin dejar un solo hueco para adelantar. Qu raro,pens. No sospechaba nada.

    A la salida de Tiel, el director de carrera hizo ondear unabandera, o cmo aceleraba el coche y, antes de darme cuenta,el pelotn sali disparado a toda pastilla. A los diez segundostuve que poner el plato ms grande que tena pensado reservarpara la ltima hora. La carretera se estrech. Gritos,imprecaciones, roces, rotura de radios. Una curva, una rampa, alparecer habamos volado dique arriba. Atisb fugazmente a uncorredor encogido contra un poste. El mundo se redujo al dolor

  • corredor encogido contra un poste. El mundo se redujo al doloren el pecho y la rueda ante m. Y al viento. Aquello dur unosminutos. No adelant a nadie, nadie me adelant a m, slopedaleando al lmite de mis fuerzas logr mantenerme pegado ala rueda que tena frente a m.

    Cuando momentneamente el ritmo se hizo menosdemoledor, levant la mirada. En la cadena de corredores sehaba abierto una brecha enorme, diez puestos por delante dem. Veinte puestos ms all, otra brecha. El pelotn se habaroto irremisiblemente en tres partes. A los diez minutos, cuandoan no llevbamos recorridos ni diez kilmetros, la carrera yaestaba perdida para cien de los ciento veinte participantes.

    Las peculiaridades propias de cada carrera evolucionancomo los dialectos; parece ser que slo las clsicas amateurholandesas empiezan as.

    Tengo tiempo de mear? Roux ya est leyendo losnombres, no queda tiempo. Cincuenta y tres participantes. Uncorredor limpia las ruedas con el guante. El alcalde de Meyrueisagita el pauelo. Salimos. Llevo seis semanas viviendo para estacarrera.

    Kilmetros 0-2. La gente aplaude calurosamente. Allez,Poupou. Dejamos atrs Meyrueis siguiendo el acorden. Unaexplosin, traqueteo, un pinchazo. Un corredor levanta la mano.Deleuze, del equipo Anduze. Mierda, adis a una rueda de

  • Deleuze, del equipo Anduze. Mierda, adis a una rueda derepuesto.

    A la izquierda est el ro con una pared de roca detrs; a laderecha, ms roca; atravesamos un desfiladero en el altiplano delas Cvennes: la Gorge de la Jonte. La Jonte es un pequeo roque discurre a nuestro lado, plcido e inocente. Sin embargo, enotro tiempo excav esas paredes de centenares de metros dealtitud.

    Un falso llano en bajada, la velocidad se dispara enseguida.Llevo el plato pequeo. Mis pulmones se expanden, el viento delcan me agita el cabello, el olor de crema en las piernas ajenassalpica los radios y me da en la nariz. Voy y vengo entre lasruedas, hacia delante y hacia atrs, en la urdimbre siemprecambiante del pelotn. Me siento de nuevo como en casa. Memet en este deporte con quince aos de retraso.

    Al cabo de un kilmetro se produce el demarraje de uncorredor minsculo con una mata de pelo moreno: Despuech.Una estupidez. La carrera tiene ciento cuarenta kilmetros.Despuech est loco. Lo nico que est demostrando Despueches que no tiene la menor oportunidad de ganar. El lo sabe, peroes cierto: debe elegir entre acabar en la cola tras haberdestacado o acabar en la cola sin haber llegado a destacar. Enestos momentos muchos corredores tienen en la cabeza lapalabra Despuech y la gente apostada en el camino loaplaudir. Y dentro de un rato los dems corredores lobarreremos como una red de arrastre a un pez demasiadopequeo.

    En un abrir y cerrar de ojos nos saca cincuenta metros,

  • En un abrir y cerrar de ojos nos saca cincuenta metros,cien. Tiene buen estilo, slo mueve las piernas, mientras lasmanos permanecen en las manetas de los frenos. La carretera setorna ms sinuosa, de vez en cuando lo perdemos de vista. Elpelotn lo deja hacer y sigue serpenteando. Estoy en el medio,las manos sobre el manillar. Abajo, en el ro, hay enormesbloques de piedra gris. Aqu y all se ve gente nadando.Tenemos cuatro horas y media de carrera por delante.

    Kilmetros 2-5. Siento un golpe en la nalga derecha. Mevuelvo hacia la izquierda. Vaya, aqu llega de nuevo el alegreDeleuze. Se le ve sudoroso.

    Bueno, ya os he pillado dice.Pasa de largo. Lo saba: ah va mi rueda de repuesto,

    propulsada por un intil. Tengo que decirle a Stphan que esono puede continuar as.

    Rodamos a paso lento. La carrera de verdad an no haempezado. Faltan treinta kilmetros para la primera ascensin,en Les Vignes. Ya estoy deseando que llegue, como luegodesear tambin que se acabe.

    En el pelotn estn de charla, viejos conocidos se saludan,un chico se da la vuelta, va sin manos. Lo rien. Pero desde quevi a un corredor pelando meticulosamente un pltano con las dosmanos en una larga recta en bajada con el viento en la espalda ya una velocidad de sesenta y cinco kilmetros por hora ya notemo las cadas por soltar el manillar. Es evidente que uno puede

  • irse al suelo en cualquier momento, pero los ciclistas soncapaces de hacer cualquier cosa sobre sus bicicletas. Algunoscorredores sedientos descubren incluso que les han birlado elbidn del soporte sin que se hayan dado ni cuenta.

    Despuech ha desaparecido definitivamente de nuestra vista.Cualquiera de los que estamos en el pelotn seramos capacesde hacer lo mismo, lo cual no significa que no sea toda unaproeza atltica. La velocidad que mantengo sin esfuerzo entre lasruedas de los dems, l debe superarla solo.

    No cuenta con el efecto del pelotn.

    En 1898, un estadounidense, Hamilton, fue el primero enllevar el rcord mundial de la hora ms all de los cuarentakilmetros. No obstante, su logro no fue oficialmentereconocido. El motivo? Porque se hizo marcar el ritmo con unaseal luminosa que proyectaban desde el centro de la pista y queiba indicndole la velocidad que deba mantener. Con aquelladescalificacin, la Unin Ciclista Internacional se convirti en laprimera organizacin deportiva que reconoci oficialmente laexistencia de la psique del deportista. Aunque tras elreconocimiento lleg la condena, como si, al hacer uso de sufuerza de voluntad, Hamilton hubiese hecho trampa. Desdeentonces el nico sistema autorizado para marcar el ritmodurante los intentos de batir un rcord es una campanilla quesuena cada vez que el invisible poseedor del rcord cruza la lneade meta.

  • de meta.Ese es uno de los aspectos que tiene el efecto del pelotn.

    Mayor an que la ventaja psicolgica de ir marcando el ritmo esla ventaja del rebufo. Una vez corr un campeonato amateur enel norte de Holanda, en un recorrido sin dificultades ni viento; fuemi carrera nmero 204, del primero de junio de 1975. A lo largode ciento veinte kilmetros un pelotn de ciento veintecorredores se mantuvo compacto. En cabeza, las estrellas seesforzaban por mantener una media de cuarenta y ochokilmetros por hora, y detrs les seguan los dems, charlandotranquilamente.

    El efecto nivelador del rebufo es enorme: me atrevera aafirmar que ni el mismsimo Merckx hubiese podido escaparsede aquel pelotn. Como me atrevera a afirmar tambin que yohubiera podido ir a rueda de Merckx cuando ste estableci elrcord mundial de la hora (49,431 km) en Mxico en 1972, apesar de que, de haber estado yo solo, no habra llegado a loscuarenta y un kilmetros. Ni siquiera con Merckx detrsgritndome: Vamos, Krabb!.

    A propsito, el verdadero rcord mundial de la hora loestableci un francs, Meiffret, con ciento nueve kilmetros. Endistancias ms cortas, este mismo corredor alcanz velocidadesde ms de doscientos kilmetros por hora al rebufo de un cocheal que le haban instalado un enorme cortaviento. Cuandoalcanz esos rcords, Meiffret tena ms de sesenta aos y sucondicin fsica dejaba mucho que desear. Un corredor comoDespuech lo habra superado sin problemas. Si Meiffret logrestablecer esos rcords fue solamente porque nadie ms se

  • establecer esos rcords fue solamente porque nadie ms seatrevi a intentarlo. Son rcords en el sentido ms literal de lapalabra.

    Tour de Francia 1951. Undcima etapa: Brive-Agen,ciento setenta y siete kilmetros. Una etapa llana, preludio delautntico Tour. Hablando del efecto nivelador del rebufo.

    Despus de treinta y cuatro kilmetros se produce laescapada del suizo Hugo Koblet. Koblet no era un Despuech, nitampoco un Daan de Groot en la etapa de Albi. Parta como unode los favoritos para ganar el Tour, algo que logr, y ya habavencido en una contrarreloj.

    A lo largo de ciento cuarenta y tres kilmetros de carreterarecta y llana, el favorito rod en solitario delante del pelotn ylleg a Agen con una ventaja de dos minutos treinta y cincosegundos.

    Esas cosas no pasan.Tengo aqu una foto de Koblet durante la fuga. Con

    expresin despreocupada, porte elegante, manos en el manillar,avanza como un prncipe sorprendido. Detrs de l, una enormecoalicin de rivales muerden el manillar y pugnandenodadamente por darle caza: Coppi, Bartali, Van Est, Bobet,Geminiani, Ockers, Robic. La persecucin dur ms de treshoras: en vano. Todos los seguidores del Tour tuvieron sobradaoportunidad de contemplar a aquel ser superior que abra elcortejo.

    Tengo varias fotografas de Koblet durante la etapa Brive-

  • Tengo varias fotografas de Koblet durante la etapa Brive-Agen, y en todas ellas salen figuras legendarias del ciclismo quelo observan boquiabiertos.

    Al llegar a la meta, Koblet se pas un peine por el cabelloy dijo que se haba escapado por accidente. En un repecho quehaba al comienzo de la etapa se encontr de pronto a la cabezadel pelotn y cuando volvi la vista atrs hacia la mitad de lasubida descubri que no haba nadie a su rueda. Entonces siguipedaleando al mismo ritmo, con precaucin de no forzarsedemasiado. Supongo que iba ms rpido que los dems.

    Jams hasta entonces se haba visto algo como lo de Brive-Agen y tampoco se ha vuelto a repetir. Viendo correr a Kobletaquel ao se dira que Dios mismo haba inventado la bicicleta,pero la carrera ciclista de Koblet no dur mucho. Tena los piesde barro.

    Kilmetro 5. La Gorge de la Jonte. Ni rastro deDespuech. Seguimos rodando paralelos al ro. Algunos baistaslevantan la vista, saludan, nos gritan algo incomprensible. Aquin se le ocurre salir a correr en un da tan caluroso?

    Al cabo de cinco kilmetros: demarraje de Sauveplane.Otro loco. Se aleja del pelotn tranquilamente con su maillot derayas blancas y amarillas. Tampoco es que sea tan mal corredor;por qu no se limita a seguir en la carrera con los dems? Esotambin s hacerlo yo. Despus de tan slo cinco movimientos,Krabb sacrific la dama en una sorprendente jugada que

  • Krabb sacrific la dama en una sorprendente jugada quecongreg a los espectadores en torno a su mesa. A los diezmovimientos se dio por vencido.

    Nadie reacciona ante la fuga de Sauveplane.Lebusque, uno de los favoritos, se me pone al lado. No lo

    entiendo, pero imagino que dice en voz alta lo mismo que estoypensando yo: Sauveplane est loco.

    Entonces sucede algo ms descabellado an. Yo tambinataco! Mi razn no tiene ms remedio que ir a remolque, comoun nio de diez aos sobre un caballo desbocado. Me levantodel silln y tras cinco pedaladas me pongo a toda velocidad, eloxgeno grita hurra! hasta el ltimo vaso sanguneo de micuerpo, rebaso al pelotn, al primer corredor y salgo al espacio.A mi espalda gritan o, o, o. Delante tengo a Sauveplane.Sin tocar el cambio, sobre la punta del silln, el torso a unos diezgrados del cuadro, lo alcanzo. Es como si no hubiese tenidotiempo de respirar siquiera.

    Dejo de pedalear para situarme justo detrs de su rueda ysiento una risa tonta que estalla en los pulmones y en laspantorrillas.

    Contemplo el trasero a Sauveplane. Es un tipo fuerte comoun toro, pero feo, una apisonadora de culo feo y gordo. Sevuelve y me dirige una mirada interrogante. Lo relevo.

    Lo que no sucede nunca, va a suceder hoy. Esta ser laescapada definitiva. Pasar a Despuech como a una pluma, en elprimer repecho me sacudir a Sauveplane como si fuese unamanopla vieja y deshilachada, recorrer en solitario los ltimoscien kilmetros en cabeza. Se hablar de mi victoria durante

  • cien kilmetros en cabeza. Se hablar de mi victoria duranteaos.

    Siento un dolor lacerante al pasar del esfuerzo del ataque aun ritmo sostenido. Estoy loco! Si me dejasen a mi aire,acabara preso de mi propio entusiasmo. Dejad hacer a Krabb.Slo tienen que mantenerse a unos doscientos metros por detrshasta que me agote pedaleando o acepte humillado que elpelotn me d alcance.

    Sauveplane me releva de nuevo, me vuelvo para mirar. Ahviene el pelotn, los gruesos cristales de las gafas de Barthlemyen cabeza, seguido unos puestos ms atrs por el maillot verdede Reilhan. Qu honor! Sauveplane dirige una miradaacusadora a su alrededor y deja de pedalear.

    Barthlemy pasa volando por mi lado, seguido de una filasusurrante de diez, veinte corredores. Vuelvo a ponerme enmarcha y me reengancho detrs de una rueda, a mi espalda oigomaldecir al chico al que acabo de bloquear. Ralentizar, acelerar,parece que hay un nuevo escapado, vuelo con los dems, paso aBarthlemy, que se levanta del silln para recuperar velocidad.De sbito, volvemos a ver fugazmente a Despuech antenosotros. Pobrecillo.

    Se produce una nueva ofensiva y la fila se acelera, despusel pelotn vuelve a la calma. Se acab la cacera de la frescabrisa estival. Ahora que dispongo nuevamente de tiempo parapensar, me doy cuenta de que no me escap en un arrebato delocura. Cmo he podido equivocarme? Siempre lo hago en losprimeros kilmetros, para activar un poco los msculos.

    Los corredores se sientan, recuperan el resuello. El ritmo

  • Los corredores se sientan, recuperan el resuello. El ritmoafloja an ms. Despuech ha vuelto a desaparecer tras lascurvas. Esperaba quiz que lo alcanzsemos?

    Lenta pero vigorosamente, como un antiguo taxi negro,Sauveplane se aleja de nuevo del pelotn. Se vuelve un instantepara mirarnos, se desplaza hacia la izquierda de la carretera,esquiva un coche que viene en esa direccin y desaparece,seguido poco despus de un chico con un maillot azul celeste deCycles Goff. Me suena de algo.

    Estoy seguro de que volveremos a ver a Sauveplane, perohacemos bien dejando que se vaya ese corredor de CyclesGoff? A diferencia de Barthlemy, yo no cuento con gregariosque controlen la carrera para m. Mi equipo no es muy potente.Slo dispongo de mi pequea combinacin secreta conTeissonnire, pero Teissonnire tambin tiene posibilidades deganar y probablemente preferir reservarse las fuerzas.

    Es demasiado pronto. Henri Plissier dijo: Ataca tan tardecomo puedas, pero antes de que lo hagan los dems.

    En realidad no tengo de qu preocuparme. En esta carrerahay dos equipos rivales fuertes: Nmes y Als. Nmes cuenta conReilhan, Boutonnet y Guillaumet, mientras que Als tiene aBarthlemy y a Klber. Si ellos no reaccionan, que as sea. Ellostambin quieren ganar la carrera y los ms fuertes son los quetienen mayor responsabilidad. Sauveplane y Despuech soncorredores gregarios del Als; si Reilhan est preocupado,debern ser l y su equipo quienes neutralicen a los escapados.

    Se mantiene la calma en el pelotn. Delante de nosotros

  • Se mantiene la calma en el pelotn. Delante de nosotrosveo que Cycles Goff y Sauveplane se alternan en los relevos y alos pocos minutos desaparecen de nuestra vista. No tardarn enalcanzar a Despuech. Un coche con ruedas en lo alto adelanta alpelotn tocando el claxon. En un lado lleva pintado CyclesGoff. El coche de Als sigue con Barthlemy.

    A un lado de la carretera, un muchacho seala su reloj ygrita algo. Slo capto la palabra segundos.

    Kilmetro 10. El Tour del Mont Aigoual tiene una cabezade carrera de tres corredores, tolerados por el pelotn.Pasamos por dos pueblos, nos aplauden en ambos.

    En una ocasin segu una carrera importante comoperiodista: la Pars-Roubaix, en 1976. All constat cunta razntienen al decir que los reporteros no ven nada. En mi caso,tampoco oa nada porque por culpa de un malentendido elcoche que comparta con otros dos periodistas ni siquieradispona de una radio oficial de la carrera. Tuvimos quearreglrnoslas con la crnica del locutor belga que se hallaba enmedio de la carrera montado en una moto. Milagros de latecnologa: conducir en mitad de Francia y captar RadioBruselas!

    Los nicos tres corredores que vi de cerca en las sietehoras de carrera fueron Martnez, Talbourdety Boulas, tresfranceses. Se fugaron en el kilmetro uno y al cabo de una hora

  • franceses. Se fugaron en el kilmetro uno y al cabo de una horallevaban ya una ventaja de diez minutos. Con una brisaprimaveral a la espalda corran a poco menos de cincuentakilmetros por hora, una media muy alta tratndose solamentede tres corredores. Los directores de sus respectivos equiposcon el material de repuesto en sus coches haban decididopermanecer con el pelotn, pues all se encontraban suscorredores ms destacados. Si uno de los tres hubiera pinchado,habra tenido que esperar en la cuneta sus diez minutos deventaja. Ojal sucediera pensaba yo, as acompaara aldesafortunado durante la espera, escribira la crnica de sudesgracia y de paso le dira que yo tambin corra en bicicleta.

    Por todas partes haba gente aplaudiendo y animando aMartnez, Talbourdet y Boulas. Vas-y, Poupou! Y era cierto:quisieron escapar y los dejaron ir porque no tenan la menorposibilidad de ganar.

    No soporto la expresin dejar escapar porque laspersonas que la utilizan no tienen ni idea de la enorme fuerza quese necesita para que a uno lo dejen escapar, pero es cierto:escaparse y mantener la ventaja sin el consentimiento del pelotnen los primeros kilmetros de una carrera llana es imposible paracualquier tro de corredores. Olvidemos a Koblet.

    Martnez, Talbourdet y Boulas pedalearon durante horas atravs de una muralla humana por un festivo norte de Francia yobtuvieron a su paso un recibimiento de hroes.

    Ninguno de los tres gan la Pars-Roubaix.

  • Kilmetro 15. Repentino ataque conjunto de Boutonnet yun tipo que no conozco con el maillot de Molteni. Deben dehaberlo planeado de antemano. En el pelotn cantan: O, o,o, pero nadie reacciona. Al contrario, el ritmo baja.

    Esto se pone serio: ahora Nmes tambin cuenta con unhombre en cabeza y Boutonnet es uno de sus mejorescorredores. Se aleja por el desfiladero con poderosaspedaladas, ro abajo con su pin del doce.

    Me adelanto en el pelotn y acelero un poco el ritmo. Sihay algunos hombres dispuestos a cooperar, pronto cazaremos alos fugados. Eso es! Ah est Lebusque. Pero despus de hacerun par de relevos con l, comprendo que somos los nicosdispuestos a trabajar. Me vuelvo a mirar atrs y descubro aGuillaumet a mi rueda. Enarco las cejas. El tambin las enarca yse encoge de hombros. Nmes.

    Qu se supone que debo hacer ahora? El pelotn es unacrcel. Dejo de pedalear, Guillaumet deja de pedalear.Lebusque espera en vano a que yo lo releve y me mira como siquisiera echarme de un restaurante. El pelotn se hace mscompacto. Chirridos de llantas al frenar. Me vuelvo. Joder,sois corredores o nos vamos todos de aqu! Nadie se va.Freno y me descuelgo hasta el centro del grupo.

    Fuga de Snchez, el pelotn ni se inmuta. Aqu no hay nadaque hacer. No debo perder la paciencia. Teissonnire tambinataca. Eso est mejor. Para mi sorpresa, lo dejan ir. En un abriry cerrar de ojos Snchez y l se reunirn con Boutonnet y el

  • corredor de Molteni.Teissonnire es como yo, un solitario en el pelotn. Nos

    ayudamos un poco. Yo no lo hostigo a l, ni l a m. Quedamosas. Si los dos llegamos juntos a la recta final, le dejo algnhueco, y si eso no funciona, l me rebasa en el sprint. Dira quenadie se ha dado cuenta hasta ahora, lo que hace nuestra alianzams efectiva.

    Pero una victoria de Teissonnire no es una victoria ma, yaunque ganase l, nadie sabra que yo tambin he ganado unpoquito. Y mientras tanto los cuatro desaparecen tras un recododel camino, en busca de los escapados. Coches con material derepuesto adelantan al pelotn. Se formar una poderosa cabezade grupo de siete hombres. No debo perder la paciencia.

    Gritos. Es Lebusque. Me hace una seal, finjo no verlo. Slo que va a pasar. Se va hacia delante, aprieta un poco el ritmo,mira hacia atrs refunfuando, advierte que nadie acude en suayuda y vuelve a agacharse sobre el manillar. Retrocede unascuantas veces, pero de pronto parece acordarse de algo yvuelve hacia el frente. Grita algo, pero nadie arrima el hombro.Miro a otra parte. El ciclismo es un deporte de paciencia. Elciclismo es rebaar el plato de tu rival antes de empezar con eltuyo. Lo dijo Hennie Kuiper. Lebusque seguir al frente delpelotn, pedaleando durante kilmetros y kilmetros. Quharamos sin l? Lebusque no es un buen corredor de carreras.

  • Kilmetros 15-25. Las carreras ciclistas son aburridas, depronto me acuerdo de que ya pens lo mismo la ltima vez. Porqu compito entonces? Por qu escala usted montaas?Porque estn ah, responde el alpinista.

    Hemos dejado atrs el pequeo Jonte; en un pueblo dondehaba gente que nos aplauda hemos girado a la derecha y ahoracorremos paralelos al Tarn, un ro ms ancho, con canoas en elagua. El desfiladero es ms amplio, las paredes son ms altas.Las guas de viaje dicen que los caones del Tarn son los msbellos de Europa.

    Uno ms dos ms dos ms dos hacen siete. S, siete.Delante de nosotros se ha formado un grupo escapado de sieteciclistas: Teissonnire, Despuech, Snchez, el corredor deCycles Goff, Sauveplane, Boutonnet y no consigo acordarme delsptimo. Sin embargo, una idea reconfortante: por lo que yo s,el ms fuerte del grupo es Teissonnire.

    De vez en cuando alguien apostado en el camino nosinforma del retraso que llevamos. Un hombre grita: Msrpido!. Es posible que crea que en una carrera ciclista loimportante es ir rpido.

    Voy al lado de Barthlemy. Mira al frente. Se levanta delsilln para estirar las piernas y vuelve a sentarse. Lo observo desoslayo pero l finge no verme. S lo que est pensando: detodos los favoritos, l es el peor escalador. La pared quetenemos que subir nos aguarda al otro lado del ro: una subidamuy cabrona.

  • muy cabrona.Por dondequiera que paso, el grupo de cabeza ya ha

    pasado hace dos, tres, cuatro minutos; es como si cada vez mediesen un peridico con la primera pgina arrancada. No haypeor forma de seguir una carrera ciclista que participar en ella.

    Mi carrera deportiva: 1973. Me hallaba en un caf deAnduze, leyendo el Midi Libre. En la seccin de noticiasregionales se anunciaba una carrera ciclista con salida y meta enel propio Anduze. De sbito sent que era ahora o nunca. Desdehaca algunos meses sala a correr a diario y cronometraba mistiempos, pero competir no pasaba de ser un sueo.

    El organizador se llamaba Stphan. Lo busqu y lepregunt si poda participar. Le pregunt tambin si era el mismoStphan que haba participado en el Tour de Francia. Lo era.Lleg incluso a terminar un Tour completo: en 1954, corriendocon el equipo Sureste de Francia acab en sexagsimo sextaposicin. Ahora se dedicaba a la viticultura en las afueras deAnduze, era presidente del club de ciclismo local, al que meafili en el acto, y organizaba carreras locales de aficionados. Lehizo gracia que alguien participara en su primera carrera conveintinueve aos y le dej que me hablase del Tour.

    As que este domingo tendremos una carrerainternacional dijo Stphan. Me mand al mdico paraconseguir un certificado de buena salud y tramit la licenciafederativa.

    Me haba convertido en un ciclista!

  • Me haba convertido en un ciclista!Primera carrera, n de marzo de 1973, una contrarreloj de

    treinta y tres kilmetros. Haba una ascensin en el recorrido, oal menos, yo la tena por tal. Pero mientras me arrastrabapendiente arriba con el plato pequeo, sudando hasta por lascomisuras de los ojos, levantando la mirada cada dos por trespara ver si detrs de cada curva atisbaba el final de la subida, uncorredor pas zumbando por mi lado. Despus me enter deque haba empezado seis minutos despus que yo. Llevaba unasgafas gruesas. Iba de pie sobre los pedales, las manos en laparte baja del manillar y avanzaba al doble de velocidad que yo.Lo segua un coche en el que iban sus familiares, que ni siquierame miraron al pasar. La forma en que me rebas, con la vista alfrente, destac ms, si cabe, la potencia de aquel corredor.

    Coronada la ascensin, cuando por fin pude empezar loscatorce kilmetros de vuelta a Anduze, volv a verlo. A lo lejos,en el paisaje ondulado, iba devorando los mojones de cienmetros con aquel coche pequeo a su estela. Todava estoy enmi primera carrera, pens.

    De vuelta en Anduze habl con aquel corredor. Se llamabaBarthlemy y haba sido el ganador. An tena un ramo de floresen la mano. Yo haba quedado en el puesto cuadragsimoprimero de un total de cuarenta y nueve participantes. Desdeluego, el cuadragsimo primero no puede abordar al ganador aspor las buenas, pero mi exotismo ayud bastante. Barthlemyme ofreci un trago de su botella de Evian. Me ech al coleto3.600.000.000.000.000.000.000.000 molculas de agua, varias

  • 3.600.000.000.000.000.000.000.000 molculas de agua, variasmiles de las cuales an deben de estar en mi cuerpo ahora. Lepregunt si se acordaba de haberme rebasado. S, se acordaba,lo que me sorprendi enormemente. Incluso supo decirme ellugar exacto.

    Con qu desarrollo subas? le pregunt.Cincuenta y tres-diecisis.Joder! exclam.El resto de aquella jornada, durante la que pens decenas

    de veces: Este sigue siendo el da en que he corrido mi primeracarrera, reflexion tambin sobre el hecho de que los ochohombres que haban llegado despus que yo deban de sercorredores de verdad, gente que entrenaba mucho. En lassemanas posteriores, en las que extraoficialmente fuiascendiendo en la clasificacin de aquella contrarreloj y participen mi segunda, tercera y sucesivas carreras, descubr que el talBarthlemy era el mejor ciclista de la regin. Ganaba confrecuencia y sobre todo era imbatible en el sprint. Todo corredorsuea con otro corredor. Yo soaba con ser tan bueno comoBarthlemy.

    Kilmetros 25-30. Un jovenzuelo con un espejo retrovisory cintas que se agitan en el manillar nos sigue un trecho gritando:Pero si parecis caracoles! Pandilla de mentecatos!.Guillaumet se va hacia l, lo coge del silln, frena y regresa almomento sin nio.

    Risas.

  • Risas.Pero la risa se apaga y las conversaciones tambin se

    apagan. Es extrao que t ya lo sepas pese a que tu cuerpo nolo intuya an, me dijo alguien en una ocasin, media hora antesde que yo subiera el Mont Ventoux.

    Cada hito kilomtrico que pasamos nos acerca a LesVignes, y en Les Vignes cruzaremos el Tarn: ah empezar laascensin hasta Causse Mjean, el altiplano. La pared quetenemos que escalar, que desde aqu se ve de un azul metlico,nos aguarda pacientemente al otro lado del ro. Los corredoresvuelven la mirada a la derecha cada vez con ms frecuencia, alfrente y de nuevo a la derecha, a la pared.

    Kilmetros 30-31. El ltimo kilmetro antes del puente.Me vuelvo a la derecha.

    De pronto avisto al grupo de cabeza.Tienen que ser ellos! Unos puntitos que avanzan despacio,

    sorprendentemente arriba ya, seguidos de algunos coches. Unaligera sensacin de indiscrecin: como si accidentalmentehubiese visto desnuda a una mujer de la que estoy enamoradopero con la que no tengo ninguna relacin. Consulto el reloj.

    Veo el puente. Unos puestos por delante de m, Klbersaca la botella de agua del portabidones y se la guarda en elbolsillo trasero.

    Kilmetro 31. Un cartel: LES VIGNES. En el cruce junto

  • Kilmetro 31. Un cartel: LES VIGNES. En el cruce juntoal puente hay un gendarme que nos desva hacia la derecha.Giramos a la derecha y cruzamos el puente. Acciono el platopequeo, otras cadenas crujen alrededor. Los que empiezan lasubida con el plato grande lo tienen ms complicado. Les tocarcambiar en plena pendiente: al hacerlo, la cadena rueda en elvaco con inusitada fuerza durante unos segundos, en el peor delos casos salta por encima de los dientes como unaametralladora y el corredor pierde el equilibrio. Fotografa de unciclista con la bici en la cuneta: El corredor Kr. aprendiendo latcnica del cambio en subida.

    A la derecha. Ascenso de cinco kilmetros hasta CausseMjean. Me he descolgado un poco; voy por la mitad delpelotn.

    Descontrol. Un corredor cambia el desarrollo, no le entrabien, est a punto de salir disparado por encima del manillar,suelta un taco. Tengo veinte corredores por delante, todo uncamino lleno. Distingo a Lebusque, un planeador entreestorninos.

    Los peores cortes en el pelotn suelen producirse en lassubidas, tengo que abrirme paso hacia delante. Voy buscandohuecos movindome sin parar. Temo que me dejen atrs,todava no siento los pedales. Rozo una rueda trasera, patino,otra me empuja para esquivarme, acabo en el arcn, no haypinchazo.

  • pinchazo.Zum, zum. Dos corredores se largan. Con unas pocas

    pedaladas se alejan de mi carrera. Reilhan y Guillaumet, los dosson ciclistas de nivel; entre carrera y carrera me engao a mmismo.

    Y en poco tiempo nos sacan un buen trecho. Escaparse ensubida es tremendamente efectivo, pero tambin es lo ms difcilque hay. Bahamontes y Fuente podan hacerlo veinte vecesseguidas, giles como liebres. Todos los escaladores medianosse previenen unos a otros contra hombres as. No los sigas.Que los sigues de todos modos? Pues se te escaparn, jugarnal yo-yo contigo y te destrozarn.

    Pese a ello, acabar convirtindome en el dcimo annimo.No me queda ms remedio que hacer lo que hago y seguiradelante.

    Ruedo en cabeza de un pelotn esquilmado por las fugas.Tercera posicin. Me quedo ah; los dos que tengo delante yavan lo bastante fuerte. Al cabo de un rato me fijo en quines son:Lebusque y Klber. Lebusque se ha puesto de pie sobre lospedales, avanza con un desarrollo enorme, pero con regularidad;Klber va sentado. Casi a mi altura, empujando con fuerza,resoplando pero sorprendentemente cerca est Barthlemy.

    Poco a poco encuentro una cadencia. Escalar es cuestinde ritmo, una especie de trance, hay que mecer las protestas detus rganos para que se duerman.

    La carretera es estrecha y est desierta. Todo aqu tiene

  • La carretera es estrecha y est desierta. Todo aqu tieneque ver con piedra. Piedras por el camino, piedras voladizas.Por todas partes el desvado gris elefante de la piedra. A lo largodel camino, amapolas y mojones cada cien metros. Muchasamapolas y pocos mojones. Una curva en herradura, de cuandoen cuando, vista a la profundidad. Todo est ah: altura, aguacristalina, peascos abruptos. Los corredores no tenan tiempode admirar el espectacular paisaje.

    Un mojn de cien metros.Voy con un desarrollo de cuarenta y tres-dieciocho. Muy

    alto. Tendra que cambiar a diecinueve, pero si consigo aguantarhasta el siguiente mojn, la carrera es ma. En una entrevista, elmecnico de Lucien van Impe, despus de una dura etapa demontaa, dijo: Su veintids estaba completamente limpio. Osea: hoy ha subido sin problemas, no ha necesitado esecalmante.

    Cambio. Cuarenta y tres-diecinueve: el desarrollo delescalador imbatible. Cmo demonios es posible que cada vezme convenza para seguir compitiendo?

    Kilmetros 32-34. Siete y dos son nueve. Y sin embargono estoy subiendo nada mal, es algo que no deja desorprenderme. Duele, pero me hace sentir bien. Un trabajo duroque eres capaz de hacer, como acarrear un montn de bultos enla mudanza de tu novia.

    Mantn la direccin, vamos lentos. Cuando te da laimpresin de que el manillar se va hacia delante, debes

  • impresin de que el manillar se va hacia delante, debesasegurarte de tenerlo bien sujeto. Para eso hacen falta brazosfuertes. Me miro las muecas que se extienden ante m hasta elmanillar, tiesas como palos. Estn tan bronceadas que lospliegues se ven casi negros. El vello se alinea en hmedas filas enel sentido de la marcha. Mis muecas me parecen increblementebonitas.

    Escalo.Lo que yo hago no puede hacerlo ningn animal: ser el otro

    y contemplarme a m mismo. No oigo nada ni veo nada, peronoto que uno a uno los corredores van descolgndose detrs dem. En una ocasin entrevist a un remero, Jan Wienese. Losremeros practican su deporte de espaldas. Le pregunt aWienese si no senta miedo a veces, durante los entrenamientospor ejemplo, de chocar contra algo.

    No repuso. Para eso tenemos una especie deradar.

    Debe de haber muchos corredores rezagados, pero lasmiradas de los que an tengo detrs me salpican la espalda.Tranquilo e impasible, se es Krabb. Te das cuenta? Potencia.

    Es cierto lo que ven mis ojos? Les estamos ganandoterreno a Reilhan y Guillaumet.

    Carrera nmero 44, 15 de agosto de 1973. All va Kr.,el corredor holands de treinta aos, por el bosque, en la ltimaposicin de un grupo de escapados de diecisis hombres. El

  • camino va hacindose ms empinado, son las primeras rampasdel Col du Mercou, uno de los puertos ms absurdos de lasCvennes.

    Me di cuenta, algo desconcertado, de que los dems ibanms rpido que yo. Digo desconcertado porque no me estabaforzando en absoluto, las piernas no me dolan o, al menos, noera el dolor que uno anota en su diario y conserva durante aos.Pero no poda correr ms.

    El grupo se despegaba de m lentamente. Qu pena! Alliba la carrera cuarenta y cuatro, alejndose de mi vida parasiempre.

    Tena una excusa: aqulla era mi primera carrera demontaa de verdad y aqul el segundo puerto. En el primerohaba seguido el ritmo sin problemas, casi me ech a rer dealegra al ver aquella fila de espaldas bailando ante m, algo quehasta entonces slo haba visto en las pelculas y en la televisin.Hasta se me ocurri lanzarme al sprint para conseguir alguno delos premios intermedios, idea que abandon enseguida en cuantoempezaron a rebasarme nerviosamente corredores de todasclases. Cont la posicin en la que cruzaba la lnea: undcima.De cuarenta y nueve!

    No estaba nada mal! Por desgracia patin en la segundacurva de la bajada. Mi primera cada en una carrera! Paracuando me recuper y segu bajando, el primer grupo habadesaparecido de mi vista.

    Me alcanz un corredor y, despus de una enconadapersecucin de tres cuartos de hora, nos reenganchamos al

  • persecucin de tres cuartos de hora, nos reenganchamos algrupo de cabeza, en buena parte porque los otros ciclistas se lohaban tomado con calma reservndose para el segundo puerto,que empez al poco de haber consumado con xito nuestracacera.

    As que se fueron, toda la colorida tropa. Diez metros,doce metros, doce metros coma uno.

    Cuarenta metros.Por qu te descolgaste?No poda ms.Una pedalada ms. No me digas que no podas ni una

    ms!S, hombre, claro, una ms s.Entonces, por qu no la diste?No poda ms.Los perd de vista. Era un corredor rezagado, un holands

    treintaero con un maillot rojo que intentaba escalar una montaaen bicicleta. Los coches de apoyo me pasaron, luego el bosquese sumi de nuevo en el silencio.

    Corr cincuenta kilmetros en solitario y despus mealcanz un grupo de rezagados. Con ellos cubr los cincuentakilmetros finales, sintiendo cmo iba arrastrando a mi alma conuna cuerda hacia la meta. Fui el tercero de nuestro sprint,decimoctavo en la general. A los corredores que iban en cabezales pregunt cmo haba ido el resto de la carrera y cuntaventaja nos haban sacado al final. Sus clculos iban desde los

  • ventaja nos haban sacado al final. Sus clculos iban desde lossiete a los veintids minutos. Criaturas fabulosas.

    Ah va Gerrie Knetemann. Ahora vive en Brabante, peroestamos a 4 de diciembre de 1977 y ha vuelto a Amsterdampara pasar unos das de vacaciones y se apunta a unentrenamiento ligero con nuestro equipo. Me pongo a su lado, laconversacin gira en torno a las ascensiones.

    Tendrais que sufrir ms, ensuciaros ms, deberais llegara la cima en un atad, para eso os pagamos digo.

    No dice Knetemann, sois vosotros quienesdeberais describirlo con ms emocin.

    No me sabe explicar y tampoco ha sabido explicrselo alos periodistas en las entrevistas por qu es tan buenescalador salvo en la alta montaa. Le pido que me relate eseterrible momento en que se queda descolgado y ve cmo losdems se alejan de l. No es para echarse a llorar de dolor yde tristeza?

    No dice Knetemann. Es una lstima, desde luego,pero llega un momento en que ya no puedes seguir. Y cuando nopuedes seguir, te quedas atrs. Mala suerte. No hay quedramatizar.

    Kilmetros 34-36. Dos kilmetros ms de ascensin.Bochorno. Mis sesos estn a punto de salir desparramados porlas orejas como croquetas. Subo a rueda de Klber con su silln

  • las orejas como croquetas. Subo a rueda de Klber con su sillnlargo y bajo. Lebusque se pone de pie sobre los pedales, yotambin tengo que levantarme de vez en cuando. Nosarrastramos lentamente al lado del precipicio, por encima delTarn azul.

    Tambin nos arrastramos lentamente hacia Reilhan yGuillaumet. Nos llevan unos cien metros de ventaja por lomenos, pero presiento que pronto les daremos alcance. Curvaen herradura. El Tarn cambia de lado y ahora est a miizquierda.

    Cuarenta y tres-diecinueve. Qu tal cuarenta y tres-veinte? No, en la primera ascensin puedes forzarte un poquitn.

    Los movimientos torpes de Barthlemy se vuelven mstorpes an. Sentado, de pie, cambiar, beber, manos en losfrenos, manos en el manillar. Est sudando la gota gorda, lasgafas que lleva deben de pesarle diez kilos.

    De repente se queda atrs. Deja un espacio vaco a mi ladoy desaparece irremisiblemente de nuestro camino. Hoy haaguantado mucho. Cuntos debemos de quedar ahora? Hemosempezado la ascensin con cuarenta y seis hombres. Seremosseis? Siete? No me atrevo a volverme, rompera el ritmo.

    Lebusque y Klber van en cabeza. En nuestra salida dereconocimiento Klber ya me haba dejado muy atrs a estasalturas. De todos los que estamos aqu es el mejor escalador,pequeo y delgado. Entre semana trabaja en un banco de Als.Al verlo ah nadie dira que es un ciclista, a veces ni siquiera lodiran vindolo correr. En los critriums, cuando el grupo rueda

  • diran vindolo correr. En los critriums, cuando el grupo ruedapor las calles como una exhalacin, l siempre abandona alprimer cuarto de hora. Se queda en el mismo sitio donde se pary, apoyado en la bicicleta, contempla cmo luchan los dems.Jams anima a nadie.

    Siempre tiene una excusa. La mala fortuna lo persigue.Cuando no tena el estmago revuelto, le dola una pierna o ibacon la rueda desinflada o se le sali la cadena o se le rompialgo.

    No se enfada si lo insulto. A m me lo aguanta todo porquesomos amigos.

    Stani, no te fuerzas nunca, eres un cobarde, qu clasede corredor eres?

    Entonces me mira y reconoce que llevo razn en parte.Llevo razn en todo.S, en todo.Y dice que de hoy en adelante se va a tomar las carreras

    de otra forma.No me lo creo.Sin embargo, en los recorridos largos y duros, cuando hay

    que luchar contra montaas en vez de contra un torbellino decorredores, Klber brilla. Pero como nunca ataca y alguno delos que se queda con l siempre acaba vencindolo en el sprint,jams ha ganado una carrera. No tiene arranque, ni bro, nicoraje.

    Vive para correr.

  • Nos estamos acercando a tres corredores que van delante.Tres? Mientras rumio cmo es eso posible, el tercero empiezaa descolgarse entre Reilhan y Guillaumet. Ser Despuech. Trasuna dcima de segundo veo que no se trata de Despuech sino dealguien que hace tres como l: Sauveplane. Est de pie sobre lospedales y mueve la cabeza de un lado a otro en una parodia depotencia. Pese a todo, es uno de los corredores escapados, elprimero que vuelvo a ver.

    Sauveplane ha malgastado sus fuerzas, es evidente que nopuede seguir a Reilhan y a Guillaumet como tampoco podrseguirnos a nosotros, lo pasaremos como a uno de los hitoskilomtricos.

    Al rebasarlo, lo miro de soslayo. Seriedad. La seriedadmojigata del deportista vencido. No tiene la menor oportunidad,pero se est esforzando al mximo!

    Y el pblico siempre pica! Cuntas veces no habr visto ala gente aplaudir y vitorear a un corredor que sigue adelante convalenta pese a llevar seis vueltas de desventaja. Es un aplausotremendamente insultante. Con qu derecho se puede alegrar elcorredor vencedor con el aplauso si el pblico no cumple con sudeber abuchendolo cuando fracasa?

    Un repecho muy duro, pero me niego a cambiar eldesarrollo, me levanto del silln, empujo fuerte. Un kilmetro msde subida. Resulta extremadamente penoso que haya queridodedicarme a esto, pero ahora ya estoy metido hasta el cuello.

  • dedicarme a esto, pero ahora ya estoy metido hasta el cuello.Novedades importantes: delante de m Guillaumet se est

    descolgando, Reilhan sigue adelante en solitario. Aguanta. Estoyentre las ruedas traseras de Klber y de Lebusque. Siento laspiernas muy pesadas. Guillaumet se est viniendo abajo, flaquea,lo rebasamos. No lo veo capaz de remontar esto, estdestrozado. Ahora lo recuerdo: Guillaumet no debera estar aqu,Guillaumet es incapaz de sufrir, slo es un buen ciclista en lasvueltas cortas por las calles de un pueblo.

    Seguimos acercndonos a Reilhan. Klber acaba de cerrarel hueco que nos separa de l. Nuestra aproximacin essilenciosa, como la de una nave espacial lista para elacoplamiento.

    Ya estamos aqu. Reilhan retrocede hasta situarse tras larueda de Klber.

    Cadencia. Falta medio kilmetro. Ante m, mis hermosasmuecas, cien kilmetros de carrera y lejos, muy lejos, seisciclistas escapados. Cuntos quedamos an en el grupo?

    No mires atrs. A cunto debemos de ir? Podra contar elnmero de pedaladas por minuto, calcular mi desarrollo.Cunto da cuarenta y tres dividido entre diecinueve?

    No sucede nada. Me convierto en el nmero cuarenta ytres y estiro la patita de mi cuatro para arrastrar el diecinueve ami lado, pero no sucede nada, seguimos echados castamente eluno junto al otro.

  • uno junto al otro.Klber, Lebusque y, a mi misma altura, Reilhan.

    Cuando en 1973 fui a Anduze para mi primer retiro ciclo-literario estaba convencido de que mientras pedaleaba se meocurriran ideas y reflexiones para las historias que pensabaescribir en el tiempo restante. Nada de eso. En el tiemporestante escriba mi diario de ciclismo y calculaba las estadsticasde mis distancias y mis tiempos, y mientras estaba sobre labicicleta no pensaba en nada.

    Uno tiene poca conciencia encima de una bicicleta. Cuantomayor es el esfuerzo que hace, menos conciencia tiene.Cualquier pensamiento incipiente se te antoja una verdadabsoluta, cada suceso inesperado es algo que siempre hassabido aunque lo hubieras olvidado temporalmente. La frasemachacona de alguna cancin, una divisin que empiezas decero una y otra vez, la furia magnificada que sientes contraalguien bastan para llenar tus pensamientos.

    Lo que pasa por la cabeza de un ciclista durante unacarrera es una bola monoltica, tan lisa y tan uniforme que nisiquiera se ve cmo gira. La ausencia casi absoluta deprotuberancias en la superficie hace que no choque con nadaque pueda entrar en el torrente de pensamientos. O casi nada, aveces una rugosidad microscpica genera un sonido. De lacarrera nmero 203 (un critrium vespertino celebrado enGroot-Ammers el 30 de mayo de 1975) recuerdo el sonidobrrr-ink, pronunciado como si fuesen dos slabas distintas, que

  • brrr-ink, pronunciado como si fuesen dos slabas distintas, queme asaltaba siempre en la misma esquina del recorrido duranteveinte, treinta, sesenta vueltas; que iba rumiando a lo largo de lavuelta, del mismo modo que la lengua y los dientes juguetean conun chicle durante una pelcula entera, hasta que pasaba de nuevopor aquella esquina y el brrr-ink recuperaba su forma original.

    Por qu no me suceda en otra esquina? Por qu brrr-ink? Sabemos muy poco de cmo funciona la mente humana,dijo en un tribunal el abogado defensor de un asesino en serie.

    Una vez me obligu a m mismo a pensar ma palabra alazar. Totalmente al azar. Se puede? Y de pronto ah estaba:Batuvu Grikgrik.

    Batuvu Grikgrik. Ser un nombre? No conozco a nadieque se llame as. Nadie podr decirme jams de dnde saliBatuvu Grikgrik. Millones de aos de evolucin no hanproducido cerebros que se comprendan a s mismos. Cmo seexplica que en un punto de mi ruta de entrenamiento deAmsterdam haya un olmo que me recuerde al gran maestroajedrecista Jan Hein Donner? Es ver ese olmo y pensarinmediatamente en Donner, y entonces me parece tenerlo antem, a diez metros de altura.

    Cosas as.No, que me den el ajedrez! Cuando te pones a jugar, la

    bola lisa y monoltica se transforma, como en una mquina deescribir moderna, en una bola llena de asperezas, aristas, bultosy prominencias. La bola gira sobre s misma como loca y chocade forma indiscriminada contra todo lo que te ronda por laconciencia. Un plato de sopa que se enfri hace ya siete aos;

  • conciencia. Un plato de sopa que se enfri hace ya siete aos;un partido que perdiste tiempo atrs contra un campen juvenilque causaba furor y tena una apertura totalmente distinta a latuya pero los mismos caramelos al lado del tablero; un aparatode movimiento perpetuo defectuoso que viste en una ocasin.Cada minuto, seis cosas nuevas, eso sin contar lasconversaciones que mantenas con otros jugadores durante laspartidas, algunas de las cuales hasta tenan un tema de verdad.

    En las carreras ciclistas todo es muy distinto. Por eso nome creo la historia que me cont una vez un corredor mientrasnos entrenbamos en las dunas que hay entre Noordwijk yZandvoort. Me dijo que haba ligado con una chica durante uncritrium. Ella estaba mirando la carrera cuando la descubridetrs de una barrera de contencin, o ella lo descubri a l. (Sila historia me la hubiera contado ella, s le habra credo.) Cadacien segundos l pasaba por delante de ella como unaexhalacin, y as floreci su amor, tan hermoso como florecerauna flor en una pelcula filmada a esos intervalos. Durante diezvueltas se sonrieron, durante diez vueltas se guiaron el ojo y sepasaron la lengua por los labios, y conforme la carrera se ibaacercando a su fase definitiva, sus gestos fueron tornndose msabiertamente obscenos. Eso me cont l, pero no le cre porquees un buen ciclista.

    Es imposible. Que al trmino de la carrera se acostara conuna de las chicas del pblico, de acuerdo. Pero que no me vengacon ese cuento.

  • Kilmetro 36. Hay otra cosa que da vueltas: las piernas deKlber. Con cada vuelta veo cmo la potencia de sus piernas setransmite a los pedales. Klber y Lebusque se mantienen encabeza. Por un momento pens en ponerme delante para tirar unrato del grupo, pero me contuve a tiempo. No puedo privar aKlber de lo que tanto aprecia: el derecho a imaginar una miradade admiracin en mis ojos.

    La ascensin ha terminado. O sigue an? Ya no s nada.El camino se aleja ahora de la quebrada y se adentra en elaltiplano. De vez en cuando se divisan los campos abiertos msall de unos rboles bajos. Todos cambiamos a la vez. Aquhace ms fresco.

    Esto ya no es una rampa, sino un falso llano.

    Kilmetro 57. Causse Mjean. Viento. Ante nosotrostenemos una vista de dos minutos: no se ve nada. Me enderezo yme cierro la cremallera. Me vuelvo para mirar atrs, tampoco seve nada. Santo cielo.

    Vaco, nuestros coches de apoyo y, despus, ms vaco.La vista por detrs tambin es de dos minutos al menos. Loshemos dejado a todos! Uno tras otro deben de haberse idodescolgando, desfallecidos de cansancio, desesperados portener que dejarnos ir, y su ltimo pensamiento era: Maldita

  • tener que dejarnos ir, y su ltimo pensamiento era: Malditasea, ese Krabb sigue pedaleando como si tal cosa!.

    Los he pulverizado.

    Cuando al final de su carrera ciclista le pregunt a RudiAltig cul haba sido su mejor competicin, no cit elcampeonato del mundo de 1966, ni tampoco la victoria de laVuelta a Espaa de 1962, ni las veces que visti el maillotamarillo en el Tour de Francia, ni sus numerosos logros encampeonatos de persecucin. No, mencion el Trofeo Baracchide 1962.

    Aqul tambin lo gan, pero no lo escogi por eso. Lo quele encantaba a Altig de aquella carrera (una prueba contrarrelojdisputada por equipos de dos corredores) fue haber conseguidoexprimir a su compaero Anquetil hasta el lmite de sus fuerzas.Los ltimos cuarenta kilmetros de los ciento once que tena elrecorrido, Anquetil fue incapaz de dar relevos.

    Son fotografas increbles: Altig, aquel alemn de mrmol,volvindose hacia atrs sobre su bicicleta y gritando a MonsieurChrono encogido y verde por el agotamiento. Fotos de Altigempujando a Anquetil, tirando de l, bramando, atormentndolocon su apoyo.

    Cuando llegaron al estadio, Anquetil estaba tan exhaustoque fue incapaz de tomar la curva y se cay pesadamente comoun libro en un estante. Se abri una brecha en la cabeza y nopudo avanzar ni un metro ms, se rindi. Por suerte para l, elreloj se haba parado en la entrada del estadio, puesto que la

  • reloj se haba parado en la entrada del estadio, puesto que laltima vuelta slo era de exhibicin. Haba ganado de todasformas.

    Fotos del instante en que recogan a Anquetil, del hilillo desangre que le caa por la mejilla, del miedo en sus ojos; fotos dedos hombres fortachones que lo sacaban en brazos de all, nohacia el podio de honor sino hacia las catacumbas, como habransacado a un viejecito de su casa devastada por un huracn.

    Kilmetros 37-44. Barthlemy rezagado, Petit rezagado,Wolniak rezagado, Quincy, Sauveplane y Lange rezagados.Todos rezagados! Guillaumet rezagado! Slo quedamos cuatrohombres fuertes: Klber, Lebusque, Reilhan y yo.

    Adelante, muchachos, nos hemos escapado grito.En efecto, nos hemos escapado, pero cul ser

    exactamente nuestra desventaja respecto del grupo de cabeza?Esta vez me olvid por completo de mirar el reloj. Cuatrominutos? Cinco minutos? Cmo habr conseguido Despuechno quedarse atrs en esa ascensin!

    Nos relevamos con regularidad. La carretera es recta y lapendiente, continua. Falsos llanos de medio por ciento, luego deuno por ciento, no hay forma de encontrar un ritmo. Soplabastante viento. De vez en cuando de la carretera sale algncamino de cabras que conduce a algo que el viento debi dearrasar hace tiempo.

    El viento nos da de costado, avanzamos deprisa. Esperoque nuestro ritmo sea lo bastante rpido para impedir que

  • que nuestro ritmo sea lo bastante rpido para impedir queBarthlemy nos d alcance. Barthlemy no sabe escalar, pero ssabe luchar. Me he pegado a la rueda de Reilhan paraasegurarme de que cumple con su trabajo en el relevo. Porsupuesto no cumple, slo finge. Cuando se pone en cabeza dacinco pedaladas de verdad y luego aparenta velocidad.

    Ser imbcil este chico. Se supone que en las carrerasciclistas hay que estar dispuesto a gastar energa. Klber trabaja,yo trabajo, Lebusque trabaja por tres, por qu no trabaja l?Pero si lo fuerzo a permanecer ms rato tirando del grupo, lonico que consigo es reducir nuestro ritmo.

    Coo, Reilhan, si ests cansado, chate a dormir! legrito.

    Me cede el sitio y retrocede hasta la cola de nuestro grupo.No se da por enterado. En su rostro siempre la misma sonrisa,tanto si sube como si baja, la sonrisa de un nio de oro.

    Debera increparlo un poco ms?Es demasiado pronto para empezar con peleas. Y bien

    mirado, debo estar agradecido por cada metro que rueda alfrente, teniendo a su compaero de equipo, Boutonnet, en elgrupo de cabeza.

    Y quin sabe, quiz a Reilhan le encante derrochar energapero su padre se lo tenga prohibido, ese hombre bajito y gordocon cara de marmota que lo sigue a todas partes. Ese hombretambin fue corredor profesional hace aos, pero nunca he odohablar de l. En cualquier caso, no lleg a participar en el Tourde Francia. A su lado est su esposa, juntos siguen a Reilhan en

  • de Francia. A su lado est su esposa, juntos siguen a Reilhan encoche en todas las carreras.

    Carretera larga y recta.

    Mi carrera deportiva: 1972. Me compr una bicicleta decarreras. Los primeros seis meses permaneci en el cobertizo. El20 de julio de 1972 decid salir a dar una vuelta, aunquepresenta que de ese modo daba comienzo algo que podarseme de las manos. Era un da caluroso y al regresar a casatuve que estarme quince minutos con las muecas debajo delgrifo.

    No era divertido precisamente, pero sala cada da acorrer. Haca siempre el mismo recorrido, de unos cuarentakilmetros. De ese modo poda comparar mis tiempos. Alprincipio rebajaba varios minutos de una vez, despus estuvesemanas sin moverme de aquel techo hasta que un buen da pasal siguiente nivel y nuevamente comenc a araar algunossegundos. Al final empec a preguntarme si ya era un buenciclista.

    Tena que calcular mi velocidad. Mi reloj funcionaba, asque el problema que se me planteaba era el siguiente:

    Cmo se las arregla un ciudadano normal y corriente paramedir una distancia?

    La respuesta de Oskar Egg no me convenca. Egg habaostentado el rcord mundial de la hora desde 1914, hasta que en1933 le lleg la noticia de que un holands, Jan van Hout, lohaba batido. Hay un comentario tpico de los plusmarquistas

  • haba batido. Hay un comentario tpico de los plusmarquistasdestronados: Ya era hora, me alegro mucho por el muchacho.Egg viaj sin tardanza a Roermond, donde se haba establecidoel nuevo rcord. Arrastrndose por toda la pista con su metroconcluy que sta era ms corta de lo que crean. Van Hout nohaba batido el rcord, lo haba encogido! Aqu termina laancdota, porque cuatro das despus el rcord fue batido denuevo por un francs, y lo hizo de tal manera que desafiaba elmetro de Egg.

    Estudi el mapa (midiendo los caminos con un cordelillo ymultiplicando el resultado por la escala), hice el recorrido en micoche, en el coche de un amigo, me instal un cuentakilmetros,pero cada medicin que haca me daba un resultado distinto; elobjeto que deba medir pona en evidencia la ineficacia de mismtodos.

    Entonces se me ocurri de pronto. Al final empleara elmtodo de Egg, pero utilizara el metro como medio detransporte. Porque al fin y al cabo una bicicleta es un metro; concada pedalada se avanza la misma distancia. Eleg un desarrollode cuarenta y ocho-diecinueve, lo que implicaba que en cadapedalada avanzara 48 dividido entre 19 por 2,133 metros (lacircunferencia de una rueda ms el neumtico inflado): 5,39metros.

    Se trataba pues de utilizar siempre el mismo desarrollo,pedalear sin cesar y contar las pedaladas. El primer intentofracas porque perd la cuenta cuando iba por las tres mil y picopedaladas.

    La vez siguiente me llev una bolsita con ochenta cerillas.

  • La vez siguiente me llev una bolsita con ochenta cerillas.Cada cien pedaladas, tiraba una cerilla. Contando las cerillasque me quedaban al llegar a casa, restando esa cantidad aochenta, multiplicando despus el resultado por cien, aadiendoal final el nmero de pedaladas finales que no haban llegado a lacentena y multiplicando el resultado por 5,39 metros, obtuveexactamente la distancia de mi recorrido.

    La longitud de mi recorrido era de 37.855,66 metros.

    Kilmetro 44. Un cartel: COL DE RIEISSE; altitud, 920metros.

    Cada vez que me pongo delante lo noto: hoy estoy fuerte.Y si atacase ahora?

    Reducira mis posibilidades.Respuesta correcta.

    Abandon todo lo dems. Entrenaba cada vez con msahnco, mi cuerpo empez a rendir de una forma que jamshabra credo posible. Me conmova su lealtad. Durante muchotiempo lo haba descuidado y sin embargo no me guardabarencor, antes bien pareca contento de que volviera a ocuparmede l. Competa bajo las rdenes de Stphan en el equipoAnduze. Solicit una licencia en los Pases Bajos. Sin apenas darcrdito, fui avanzando en la jerarqua de las carreras de losrezagados a los que permanecan en el pelotn, a los que

  • rezagados a los que permanecan en el pelotn, a los queparticipaban en una escapada, los que participaban en labuena escapada, a los que se clasificaban, a los que ganaban.

    Y cada ao volva a Anduze para ver si mi sueo se hacarealidad. Trabajaba bien en aquellas carreras hermosas ydursimas de las Cvennes. Llegaba el sptimo, el quinto, aveces el segundo, hasta que gan. Luego empec a ganar ms amenudo. Cuando todos estaban destrozados, yo me creca.Tambin estaba destrozado, pero atacaba y ganaba.

    Un ejemplo de fuerza de voluntad, el azote del pelotn,escribi el Midi Libre.

    Sabes que habras sido un profesional medianamentebueno si hubieras empezado con diecisis aos? me dijoStphan.

    A pesar de que a veces le arrebataba la victoria, a pesar deque los dos nos atacbamos mutuamente con tanta frecuenciaque todo lo dems se volva negro, a pesar de que lo dejabaatrs en los puertos, yo le caa bien a Barthlemy. Seguaacordndose del momento en que me rebas en mi primeracarrera. Tenas un culo gordo por entonces.

    Al final, yo ganaba tan a menudo como l. Y cuando llegun nuevo corredor, Reilhan, que empez a quitarle ms victorias,Barthlemy vino a verme un buen da y me dijo:

    Sabes una cosa, Krabb? T y yo deberamoscolaborar. Yo no voy a por ti y t no vas a por m. Deacuerdo?

  • Kilmetros 44-55. Es un hecho bastante inslito ver depronto una seal en el camino que te indique que acabas decoronar un puerto. Col de Rieisse. Bien. Ahora vienen los falsosllanos en bajada y an resultar ms difcil encontrar un ritmo,pero es lo que hay.

    Desolacin, granjas abandonadas. He ledo que en inviernoaqu se llega a los veinticinco grados bajo cero. Pasamos por unpueblo fantasma, se ven muchos en esta zona. Hay casas, peroni un alma. La gente de estos parajes ha desaparecido, atradapor los horrores de la gran ciudad, y los que an viven, pintan ensus puertas: Turistas, pasad de largo.

    Un avin silencioso nos sobrevuela. En esta zona sepractica mucho el paracaidismo. Reilhan, me sacas de quicio.Faltan diecisiete kilmetros de altiplano.

    Llevamos rodando hora y media, siempre con las mismascaras alrededor. Giramos a la derecha y seguimos una carreteraancha que pasa por las atracciones tursticas del altiplanoazotadas por el viento. Cuevas, lugares que estn justo a unkilmetro sobre el nivel del mar. Por primera vez vemos cartelesque indican la distancia hasta Meyrueis. Estoy seguro de que noveremos a la cabeza de carrera antes de llegar all. En cualquiercaso, no vale la pena lanzarse al sprint para luchar por alguno delos premios intermedios. Rodamos con el viento en contra.

    Me asalta la extraa sensacin de que nosotros somos elgrupo de cabeza. Me como mi higo.

  • grupo de cabeza. Me como mi higo.Siento un fuerte golpe en el brazo izquierdo. Una piedra,

    pero la piedra no se va, es una abeja. Una abeja enorme que meha perforado el brazo con su aguijn. Si tuviera ojos, seran lobastante grandes para mirarme a la cara. Se queda ah,quietecita, acompandome en el Tour del Mont Aigoual. Escierto que las abejas mueren despus de picar?

    Un dolor sordo me quema el brazo: el veneno. En un actoreflejo le doy un manotazo a la abeja, que se va volando, antengo clavado el aguijn. Lo saco.

    Te ha picado la abeja? pregunta Reilhan.Se dira que est preocupado de veras.Algunos siglos viviendo entre algodones han embotado

    nuestros reflejos, pero no los han borrado del todo.Automticamente me pellizco el brazo izquierdo tan fuerte comopuedo, de la picada supura un lquido pardusco, el charquito seseca, el dolor desaparece y lo olvido. Un pueblo: Aumires.

    Mi carrera deportiva: 1970. Mientras conduca por el surde Noruega, avist a dos paracaidistas que descendan del cielocon sus vistosas lonas. Detuve el coche y me quedobservndolos. Calcul dnde aterrizaran, fui hasta all y lepregunt a un hombre vestido con un traje de cuero que estabaal lado de un avin si yo tambin poda saltar. Una hora despusme haba inscrito en un curso de paracaidismo y tres das mstarde haca mi primer salto. Despus segu viajando rumbo norte.

  • Aquel verano retom las costumbres de mi juventud. EnCopenhague consegu un peridico holands en el que aparecala lista de todos los participantes del Tour de Francia. Cediendoa un impulso, compr cartulina, una libreta, unas tijeras,rotuladores y dados. Hice pequeos rectngulos de papel en losque fui poniendo el nombre de cada uno de los participantes delTour y con la cartulina fabriqu un enorme tablero como el deljuego de la oca. Con l escenificaba las etapas del Tour. Si laetapa tena 224 kilmetros, haca que los corredores recorrieran224 casillas. Anotaba las clasificaciones y al corredor queconsegua el maillot amarillo le daba un papelito amarillo. Uno delos rectngulos se llamaba Krabb.

    Sucedi lo que jams haba sucedido antes. En Oslo mehice con el maillot amarillo. En Stavanger lo perd ante el italianoZilioli, pero volv a recuperarlo en Narvik y en Helsinki, y alcabo de dos mil kilmetros todava lo conservaba.

    All me qued una semana. Alquil una habitacin en unaresidencia de estudiantes que tena vistas a un bosque deabedules. Todos los das, antes de ir al bullicioso centro de laciudad, jugaba dos etapas, lo que me llevaba unas cinco o seishoras. Por la tarde, cuando regresaba, jugaba otra etapa. Perdel maillot amarillo y retroced muchos puestos en la clasificacin.

    De vez en cuando, precedidas por el crujido de las ramasde abedul, aparecan personas en chndal que corran por elbosque. Haca sol, oa sus jadeos y las observaba hasta que seperdan de vista. Luego segua con el Tour de Francia.

    Los finlandeses siempre han sido buenos corredores de

  • Los finlandeses siempre han sido buenos corredores defondo.

    Kilmetros 55-59. En la lejana se divisa un mar deestticas olas azules que se esconden unas tras otras: las colinas.Detrs debe de estar el Mont Aigoual. Del cielo cuelganmangueras gris oscuro, como si la montaa tuviese que repostar.Aqua, la montaa acuosa. Viento fro. He mirado hacia atrsunas cuantas veces, pero no he visto nada.

    Psss. El conocido siseo, pero mis llantas siguen rodandosobre el asfalto con los neumticos del mismo grosor. Nadasuena mejor que el pinchazo de un rival. Es Lebusque, eso lequita parte de la gracia. Miro fugazmente hacia atrs, lo veorezagarse y zigzaguear sobre la llanta.

    Acabamos de perder a un corredor fuerte, que cumple consu trabajo y al que no se le da bien el sprint.

    Kilmetros 59-61. Un cartel: MEYRUEIS 8.Las sombras vuelan sobre la llanura. De pronto los veo,

    muy lejos de nosotros: unos puntitos bajo un haz de luz. Loslderes del Tour del Mont Aigoual. Eso debe de ser el final de ladepresin, dentro de poco empezarn el descenso haciaMeyrueis.

    Pasan frente a una gasolinera, miro el reloj. Cuando vuelvoa levantar la cabeza, ya han desaparecido tras la curva rumbo alabismo.

  • abismo.Desde que Lebusque se qued atrs, nuestro ritmo ha

    bajado. Debera tirar un poco ms en mi relevo para subir lavelocidad y hacer que Reilhan colabore sin saberlo? Seramalgastar las fuerzas. El descenso est a punto de comenzar, esoregular nuestro ritmo.

    Una ltima pendiente suave y nos plantamos en lagasolinera. Retraso: dos minutos y pico.

    Kilmetro 61. A ciento cincuenta metros de m hay unacasa grande y cuadrada. Parece como si pudiese tocar susenormes postigos cerrados y melanclicos, pero unos millonesde aos de erosin nos separan. Una de las paredes de la casaes una prolongacin del abismo insondable. Una brecha en latierra de una profundidad inconcebible; el glorioso pasado delriachuelo que hemos dejado atrs.

    Kilmetros 61-67. El primer kilmetro de bajada cuentacon una red de proteccin de prados, despus me hallo en lacornisa, pegado a la roca. Me invade el vrtigo amplificado pormi velocidad. No debo mirar al lado. El viento me atraviesa.

    Me he asegurado de estar en cabeza antes de empezar eldescenso. Es ms difcil adelantar en los descensos, y cuantoms tarde en hacerlo, menos rezagado me quedar. Porque mequedar rezagado, de eso estoy seguro. Los descensos me danmiedo, soy el que peor baja de este grupo. El 9 de septiembre

  • miedo, soy el que peor baja de este grupo. El 9 de septiembrede 1969 Reverdi, el entrenador del checo Daler que lo precedacon un velomotor, choc contra una baranda de la pista deBlois. Cay. Colision con Wambst y con su corredor, EddieMerckx, que tambin cayeron. Wambst muri comoconsecuencia del accidente.

    Por el rabillo del ojo veo un reflejo verde: es Reilhan quequiere pasarme, pero me obligo a apretar un poco ms yretrocede. Una seal. La mxima velocidad permitida es desesenta kilmetros por hora. El cerebro despacha rpidamenteun chiste para que le d el visto bueno: apunta hacia la seal ymueve el dedo a los dems. Chiste denegado.

    Curvas.Tengo miedo y no me falta razn. Hace apenas tres

    semanas, en uno de los descensos de la Dauphin Libr, lajoven promesa Hinault sali disparado fuera de la curva y dentrodel barranco. Visto y no visto. En ese momento el pblico de latelevisin francesa dio por descontado que Hinault deba deyacer all abajo con la espalda rota. Entonces reapareci, ledieron otra bicicleta, sigui rodando, gan la etapa y seproclam campen de la Dauphin Libr. Una estrella parasiempre. Hinault entr en el precipicio como ciclista y sali de lcomo vedette, y toda la operacin no le llev ms de quincesegundos.

    En nuestras carreras los descensos son ms peligrosos an.En nuestro caso, e incluso en las carreras menores del circuitoprofesional, ni siquiera cortan el trfico. Las decisiones que debo

  • profesional, ni siquiera cortan el trfico. Las decisiones que debotomar precipitadamente proyectan ante m una lnea de puntosirrevocable en la que puede aparecer un coche, y entoncesqu? En cada curva puede resultar que mi lnea de puntos melleva derecho al barranco o contra una pared de roca. Lo quetampoco me consuela es pensar que sigo vivo gracias a loscables de freno y las ruedas, cosas de un orden claramenteinferior a m, por mucho que hoy en da no est bien decir esascosas en voz alta. Accidentes terribles estn deseando suceder.Hace unos aos, estaba a salvo detrs de un tablero de ajedrez;por muchos peones que me comieran, yo no corra ningnpeligro. Por qu me habr metido en esto? Porque existe elaire, dice el paracaidista, porque quedas bien ante la gentecuando presumes de ser un corredor y porque quiero ganar lacarrera nmero 309.

    No tengo remedio. Freno demasiado y a destiempo. Mirueda trasera quiere irse sin m, voy tomando las curvastorpemente. He empezado en este deporte demasiado tarde.Mis msculos han sabido adaptarse a la bicicleta, les gusta, losmsculos son dciles y fciles de doblegar. Pero aprender amanejarse bien en las bajadas es una cuestin de nervios y yadesde el principio mis nervios me dijeron: Al diablo contigo ycon tus carreras ciclistas!.

    Hay especialistas en descensos, como los hay enascensiones. En nuestras carreras, Reilhan es bueno. Barthlemyse defiende y no hay quien pueda con Lebusque. En el Tour de

  • se defiende y no hay quien pueda con Lebusque. En el Tour deFrancia de 1977 el francs Rouxel era el ms habilidoso en losdescensos. Bajando del Tourmalet se cobr una ventaja decuatro minutos, lo que en distancia equivala a cinco kilmetros.

    Me encanta bajar dice Rouxel. Es como esquiar.Hay que hacerlo con soltura, jams juntes las rodillas, son tusamortiguadores. Debes agacharte sobre la bicicleta paramantener el centro de gravedad lo ms bajo posible. S, claro, aveces cuando voy a noventa por hora y las ruedas se levantandel suelo a m tambin se me pone la carne de gallina.

    Yo carezco de esa soltura. Tomo las curvas con rigidez,temo que mi centro de gravedad se vaya de cabeza al barranco.

    Carrera nmero 308, 19 de junio de 1977. Ah estabapor fin despus de cuatro aos de espera: la bajada con la curvaque no llegu a tomar. Siempre me lo haba imaginado de otramanera, pero ahora que lo tena delante se me antoj un tramobastante insignificante.

    Pero, aparte de eso, no faltaba nada. Ah estaban elbarranco, la pared rocosa y la zanja. Al principio me asustmucho. Luego me sent decepcionado porque la carrera seguirasin m.

    Luego: calma. Haba hecho mi trabajo. Haba hecho acopiode fuerzas que estaban ms all de mi control. Ahora esasfuerzas tenan que espabilarse solas. Yo era libre. Eso mismohar cuando tenga ochenta aos, me dije: saltar de mi avin sinparacadas y dejarme llevar.

  • paracadas y dejarme llevar.Senta curiosidad por saber lo que pasara a continuacin.

    Observ cmo la rueda delantera dejaba el camino y aterrizabaen el fondo de la zanja. Calcul que tendra una profundidad deun metro y medio o dos metros.

    Mi memoria est llena de millones de imgenes de mmismo en las situaciones ms dispares, algunas de las cuales secuentan en este libro, pero la imagen de la rueda chocandocontra el fondo de la zanja viene seguida inmediatamente porotra imagen en la que estoy tumbado de espaldas, en esa mismazanja, en una postura que en los gimnasios se conoce comohacer la bicicleta.

    No estaba muerto. Me levant. Poda tenerme en pie.Volv a la carretera. No me haba roto nada, no senta dolor.Algn da podra volver a correr. Saqu la bicicleta de la zanja.El cuadro no estaba roto, las ruedas seguan siendo redondas. Elmanillar no estaba torcido, los neumticos no se haban salido delas llantas, no haba pinchado, la cadena no haba saltado, mibuena suerte haba doblado la mala suerte que se necesita paramatarse en una cada as.

    Mont en la bicicleta y segu adelante. Haba perdidoquince segundos. Despus del descenso volv a situarme en elgrupo de cabeza. Grit:

    Bicicleta bien; yo bien; todo bien!Mira por dnde vas dijo Klber.Lo malo era que haba perdido mi bidn de agua y que las

    naranjas que llevaba en el bolsillo trasero estaban exprimidas.

  • naranjas que llevaba en el bolsillo trasero estaban exprimidas.Primero lo consigui Hinault y ahora yo, pens, pero

    Reilhan me venci en el sprint.Por la tarde le ense a Linda el lugar donde haba sufrido

    mi accidente. La zanja tendra unos treinta centmetros deprofundidad. Mi bidn an estaba ah y me lo llev. En el caminode vuelta nos bebimos el agua. No hay respeto para losmonumentos.

    El viento hace que se me salten las lgrimas. Pienso:Madre ma!. Tengo que adelantar un coche, no me atrevo,pero lo adelanto de todos modos. Otro vehculo viene endireccin contraria. Me esquiva. Reilhan me rebasa, imparable,agachado, el cuerpo muy desplazado hacia atrs, con estilo. Esabsurdo pensar que puedo seguir su ritmo. Lo observo, observocmo se desliza a toda velocidad por las curvas que toma sin verbien lo que viene a continuacin. Contengo la respiracin por l,esperando el golpe inerte de un cuerpo de ciclista contra uncoche, pero al instante despus vuelvo a verlo en la curva dems abajo.

    Un autobs. Matrcula alemana. Una seora con unsombrero barato me mira por la ventana con cara de asombro:El recorrido por Causse Mjean fue maravilloso, y luego vimosa un ciclista llamado Kr. despearse por el barranco.

    Pecando contra el alma de Rouxel acometo otra curva. Ungrito de Klber, lo he encerrado, nada ms salir de la curva merebasa, l, que salvo una excepcin es el que peor baja en estas

  • rebasa, l, que salvo una excepcin es el que peor baja en estascarreras. No quiere que le d ms problemas y se aleja de m,imitando mi feo estilo en las bajadas.

    Abajo, en la profundidad, atisbo de pronto unospuntiagudos tejados grises. Meyrueis. Pared de roca a laizquierda, barranco a la derecha, muy poco espacio en medio.Lejos de m, con su maillot verde, Reilhan prosigue su descensocomo un loco pegado a la cuneta; una pequea interferencia ensu lnea de puntos y es hombre muerto. Cmo se lo consientesu padre!

    De sbito un tramo con arenilla procedente de una obra einmediatamente despus una curva. El grupo de cabeza en plenodebe de estar amontonado en una zanja al otro lado.

    La siguiente imagen: he tomado la curva. Siguiente imagen:dos corredores ms me dejan atrs: Lebusque y Barthlemy.Veo la seal de MEYRUEIS y otra curva en herradura cienmetros ms all. Lebusque y Barthlemy siguen adelante unodetrs de otro, ligeros y confiados en los pedales, levantados uncentmetro del silln, como las botas sobre los esques. Latrayectoria que siguen posee una habilidad animal, que podrareflejarse en una frmula matemtica de no ms de cuatrosmbolos (para describir mi trayectoria se necesitara una libretallena de correcciones). Enseguida me sacan cincuenta metros deventaja. Lebusque y Barthlemy!

    Pero sa era la ltima curva, otros cien mil aos de erosiny entro volando en Meyrueis. Gracias a Dios que por fin puedocontrolar de nuevo la velocidad a la que voy.

  • Kilmetro 67. Curva a la derecha, curva a la izquierda,vigiladas por gendarmes vestidos de caqui. Y la recta final hastala meta. Avanzo a lo largo de una barrera de bramidos.

    Allez, Poupou!Estn ah delante!Intento localizar mi coche. Los vtores suenan alegres: no

    somos los primeros en pasar por aqu.Uno tras otro cruzamos la lnea de meta, la carretera est

    llena de coches que se han desviado a un lado apresuradamente.Nos deslizamos junto a ellos. Los conductores nos observan concaras asustadas. Ah est de nuevo el cartel MEYRUEIS, conuna franja roja cruzada. Los veo ante m, con una separacin deveinte metros: Klber, Lebusque, Barthlemy.

    Kilmetro 68. Vamos all otra vez. Aqu los collados sonde aire y estn cabeza abajo en el paisaje. Nos reagrupamos.Seis kilmetros de ascensin hasta el segundo altiplano: CausseNoir. Cambio el desarrollo, pongo las manos en el manillar.Dolor, mis piernas an tienen que responderme. Escalar dealtiplano en altiplano resulta especialmente agotador. Una vezque llegas arriba no tienes ningn descenso para descansar y,tras haber estado parado en la bajada, debes volver a darlotodo sin tener un momento de respiro.

  • Lebusque junto a Klber. Les sigo yo y Barthlemy vajusto detrs de m. La primera subida es una recta con una vistade doscientos metros por delante. Ahora que ya no veo aReilhan, me doy cuenta de que haba esperado poder avistar algrupo de cabeza desde aqu. Veo los cristales de las gafas deBarthlemy, la forma en que me mir al dejarme atrs.Desprecio. Me pone en evidencia cuando le parece, me permiteretozar con mis nuevas fuerzas como un granjero con el Cadillacque acaba de ganar en la lotera.

    Nos adentramos en el bosque. Est oscuro, con hojashmedas, no hay pblico, no hay informacin. Llevamos doshoras de carrera y nos quedan dos horas y media ms.

    La carretera est llena de baches y socavones. Cadairregularidad desbarata el ritmo que todava no he alcanzado.

    Cuarenta y tres-diecinueve. Siento la palanca del cambiocomo una costra sobre una herida. En la salida dereconocimiento en este tramo llevaba un desarrollo de cuarenta ytres-veinte. Ahora me quedo en diecinueve, es cuestin devoluntad. Krabb tena su pin de veinte impecable. Loscambios son como analgsicos, por eso equivalen a rendirse. Alfin y al cabo, si lo que quiero es eliminar el dolor, por qu noelegir un mtodo ms eficaz? El ciclismo de competicin esjustamente generar dolor.

    Klber tambin tiene un pin ms pequeo de reserva y aLebusque an le quedan dos ms. Lebusque tiene semejantepotencia que, si fuese karateca, en lugar de golpear la pila de

  • potencia que, si fuese karateca, en lugar de golpear la pila deladrillos, le bastara con poner la mano encima y empujar parapartirlos.

    Subimos envueltos en el silencio. El brillo del sudor de mismuecas est algo devaluado. Klber va con una Mercier. Lopone en el tubo y yo puedo leerlo. Puedo rodar y leer al mismotiempo.

    Barthlemy no se da por vencido. Tiene su mrito que sehaya reenganchado. Es el nico que lo ha hecho. Su fuerza devoluntad es enorme, hay que reconocrselo. Pero ahora lodejaremos atrs dos veces en lugar de una. Tiene msculos develocista, pero su talento tiene la mala suerte de haber ido aparar entre montaas. Imagnense que Bahamontes hubieranacido en Amsterdam. Quiz se habra dedicado a limpiarcristales.

    Kilmetro 69. Hito kilomtrico: LANUTOLS 9. Meacuerdo de eso. Lanujols es un pueblecito del Causse Noirsituado a cinco kilmetros del final de esta ascensin.

    Faltan cuatro kilmetros de subida. Me meto la mano en elbolsillo trasero, saco un higo. Una gota de sudor por la parteinterior de los lentes de Barthlemy amplifica la accin. Lasoltura con la que ese Krabb levanta un higo sin el menoresfuerzo!

    Mastico despacio. Los movimientos no se sucedenfluidamente. Como si despus de masticar una vez tuviera quepensrmelo bien antes de hacerlo de nuevo. Tambin mastico

  • pensrmelo bien antes de hacerlo de nuevo. Tambin masticouna frase sacada de un libro de ciclismo para principiantes: Noes bueno atacar con la boca llena. Cmo que atacar?

    Curvas. No me alcanza la vista ms all de los veintemetros a partir del aliento de Lebusque y de Klber. Pero depronto atisbo algo arriba, a la derecha, algo entre los arbustos.Un ciclista!

    Despus de otras dos curvas le veo la espalda: Reilhan. Uncurva ms y hay otro corredor con l: Despuech. Reilhan lorebasa sin esfuerzo.

    Al cabo de ms de dos horas volvemos a encontrarnos aDespuech. Eso significa que los lderes no deben de estar muylejos. Un corredor rezagado pierde su fuerza y su voluntad, separa.

    A juzgar por lo lento que va, se dira que Despuech subecon un desarrollo gigantesco. Se levanta del silln, empuja lospedales, tira de ellos, pero a un fabricante de pedales jams se leocurrira la idea de anunciar su producto diciendo con orgulloque resistieron la ascensin de Despuech al Causse Noir.

    Pasamos a Despuech. Se sienta, coge el bidn y bebe, seecha agua por sus negros cabellos. Me sonre. El agua le goteapor la cara, abre mucho la boca, los dientes parecen esquirlas devidrios encima de una pared. En algn pliegue de su sonrisa hayuna disculpa por el rendimiento de su cuerpo, como si fuera deotra persona, alguien con el que no deberamos mostrarnosdemasiado duros.

  • Como si el abatimiento de Despuech fuera una escenaestremecedora que nos hubiese hecho confraternizar, mediominuto ms tarde alcanzamos a Reilhan. Es hora de echarcuentas. Seis menos Despuech hacen cinco: Snchez,Boutonnet, Teissonnire, Cycles Goff y el chico del querecuerdo que antes tampoco me acordaba.

    Kilmetro 70. Quedan tres kilmetros ms de subida.Subo como si estuviera en trance, pienso.

    Ya llevaba tres aos corriendo con el club Anduze cuandoempec a encontrarme a Despuech. Un da se acerc a m y mepregunt:

    Podras prestarme esas piernas Campagnolo quetienes?

    Era un chico alegre de unos veinticuatro aos, siempre conuna broma a punto, siempre con un comentario amable. Correren cabeza no era una de sus mayores aficiones y tampoco erabuen escalador, pero los critriums urbanos se le daban bastantebien. Su especialidad era el sprint por el sexto puesto, ah nohaba quien lo venciera.

    El tpico velocista enclenque, me dije.Despus Klber me cont su historia. A los quince aos,

    Despuech ganaba todas las carreras juveniles. La fug