el chofer del caleyu

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Historia del chofer del blindado El Caleyu

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El cielo encapotado amenazaba con soltar su carga de orbayu sobre los tejados de la villa de Avils. Desde el balcn del Ayuntamiento las ms altas autoridades del Consejo Soberano escudriaban las alturas, unos buscando indicios de lluvia que udiera deslucirel desfile previsto y otros temerosos de que hiciese acto de presencia la temida aviacin fascista, reina absoluta de los cielos ante la cual nada podan hacer los escasos aparatos que an servan bajo la ensea tricolor. Multitud de vecinos ocupaban los soportales esperando ver el pasar de los milicianos, los heroes del frente oriental, que tan encarnizadamente resistieron las embestidas de las brigadas navarras, los regulares y la legin Condor. Las brigadas de Carrocera y Manoln Alvarez.Desde el Ayuntamiento, engalanado con banderas tricolores, Belarmino Toms, escoltado por los principales mandos militares del Ejrcito Popular de Asturias, Prada, Galn, Ibarrola y Ciutat observaba el paso de las primeras unidades. La poblacin, observaba el desfilar con paso firmes de aquellos hombres que, en el ltimo mes, haban disputado monte a monte todo el oriente asturiano. Los mismos milicianos que defendieron Covadonga hasta el final. Hombres jvenes en su mayora, curtidos por el trabajo y ms de un ao de guerra. Soldados que aprendieron a luchar desde las mismas trincheras. Era un orgullo verlos desfilar, pero a nadie se le escapaba que, da tras da, en Avance se hablaba de rectificaciones de lneas, prdidas de poblaciones, ataques nocturnos y retiradas que le costaban numerossimas bajas al enemigo pero retiradas al fin y al cabo. Ya nadie crea que el frente asturiano resistiera. La aviacin de la Cruz de San Andrs era duea del cielo y en la mar, acechando los puertos se vean los buques de guerra nacionales navegando sin oposicin. Bilbao, Santander. Estaban slos y Madrid quedaba muy lejos. Todo era cuestin de tiempo.Algunas de las unidades que desfilaban no haban tomado parte activa en los combates del oriente. Ocupadas en funciones de retaguardia o retenidas en el cerco a Oviedo haban pasado la mayor parte del ltimo ao inmersas en una guerra de trincheras slo rota por ocasionales ofensivas mal planificadas y mal ejecutadas que no servan para otra cosa que consumir los escasos recursos y castigar los maltrechos batallones sin obtener a cambio mayores beneficios estratgicos que algn pequeo monte o loma a la que trasladar nuevas trincheras. Entre estas unidades figuraban los blindados del batalln de Carros de Asalto. Uno de ellos, un "tiznao", un extrao artefacto de acero montado sobre el chasis de un camin fruto de la imaginacin de los trabajadores de algn taller, de nombre Avelino Alonso "el Caleyu". A bordo, entre su numerosa dotacin, Manuel Gonzlez Costales conduca el blindado por las calles abarrotadas de civiles y milicianos, acostumbrado ya, tras muchos meses de prctica, a su 'especial' maniobrabilidad. Agobiados por el calor y la humedad que se condensaba dentro, se mantenan abiertas todas las puertas y troneras. A travs de ellas, con sus ojos buscaba entre las filas de soldados homenajeados a uno de sus hermanos menores, Corsino, un sargento del batalln 237 "Piloa" de la brigada de Manoln Alvarez. Supona que el tambin lo buscara con la mirada cuando se cruzaran.A la vista de los miliciano record Manuel el mes de Julio del pasado ao cuando, tras llegar las noticias del alzamiento del Ejrcito de Africa, siguiendo las consignas de la C.N.T. en la que llevaba aos militando, se present voluntario para tomar parte en la toma de los cuarteles gijoneses. Apenas haban pasado dos das cuando ya estaba encuadrado entre las milicias que, desorganizadas y con ms entusiasmo que medios, mantenan asediados a las tropas sublevadas de los cuarteles del Coto y de Simancas. Fueron das duros, en los que se combata siguiendo ms la propia iniciativa que obedeciendo a un esfuerzo comn. Recordaba los bombardeos casi diarios del Cervera, el "chulo del Cantbrico" que, sin apenas oposicin, bombardeaba Gijn en defensa de los sitiados. Recordaba aquellos das en los que la f en el triumfo era imparable. Cay el Coto, cay Simancas. Oviedo costara ms pero estaba al alcance de la mano. Chofer de profesin no tard en encontrarse al volante de los primeros camiones blindados. Trastos apresuradamente recubiertos de planchas que se untaban de grasa para que las balas resbalasen. Al principio parecan funcionar pero en cuanto la artillera entr en juego pronto fueron presa fcil. No estaban diseados para el combate, no podan combatir contra posiciones a campo travs. Pronto quedaron relegados a unidades de apoyo a la infantera, con una funcin ms de apoyo moral que de soporte efectivo del esfuerzo blico. Nada que ver con los blindados rusos que llegaron ms tarde. Nada que ver con los blindados que tena el enemigo. Tambin es verdad que nadie saba como emplearlos. Se desperdigaron por todos los sectores del frente en torno a Oviedo sin llegar nunca a combatir en conjunto, pero eso no era cosa suya, el slamente era el chofer.Se acord de aquel otro blindado en el que sirvi, el "Fantasma", un trasto ms grande y vulnerable an que tena serios problemas para maniobrar por las estrechas carreteras asturianas. Un a mole de acero que impona al profano pero que no inquietaba lo ms mnimo a un enemigo bien atrincherado y bien armado.Las tropas de milicianos seguan desfilando ante el ayuntamiento. Se escuchaban aplausos, vtores, vivas al ejrcito del pueblo y muerte al fascismo. Segua sin ver a su hermano entre la multitud.Firmemente comprometido con la causa libertaria se acord de aquel Congreso Nacional de la C.N.T. en Zaragoza, en 1935. Eran ms de 10000 delegados. Se acordaba como su hermano, Corsino, le acompa. Haca poco que se haba afiliado pero ya haba conseguido ser elegido como delegado por Gijn de los obreros de su gremio. La Repblica se encontraba en momentos difciles, con la derecha en el poder intentando sabotear desde dentro el propio sistema. An sangraban las heridas del 34 pero en pocos meses habra nuevas lecciones y, agrupadas bajo el Frente Popular, las organizaciones progresistas esperaban recuperar el control del gobierno. No eran tiempos fciles. Estos tampoco. Ninguno lo fue, como tampoco cuando, aislados del resto de la Espaa Republicana, acudi al Congreso de la C.N.T. para los territorios de Asturias, Len y Palencia. Ya por entonces lo fu como delegado del Batalln de Carros de Asalto. Era de los ms veteranos de la unidad aunque apenas sobrepasase los 30 aos, pero no deba su eleccin simplemente a la edad. De pequea estatura aunque fornido, destacaba por su conciencia de clase y su adhesin a los principios libertarios.De repente, entre el barullo de la muchedumbre se oy una explosin. Los civiles comenzaron a correr. Los milicianos tomaron sus armas. El desconcierto se adue de todos los presentes. En el ayuntamiento, el Presidente del Consejo Soberano, Belarmino Toms, sac su revolver y amenazando al aire comenz a soltar amenazas. Entre las voces disonantes de la mayora se le oy despotricar contra los enemigos del pueblo emboscados, a los cuales no dudara en castigar. Lo siguiente que se escuch fue un ruido, familiar, un disparo. Los civiles seguan corriendo en busca de refugio, mezclados con los milicianos. Otro ruido, otro disparo. Despus el caos. Los milicianos, con sus armas comenzaron a a brir fuego. En todas partes se vea francotiradores apostados. Los facciosos que durante meses haban vivido escondidos salan detras de cada esquina, detrs de cada ventana, y abran fuego contra los valerosos hombres que lucharon en las Peamelleras. No se sabe cuanto dur el combate. Cuando comenz a reestablecerse el orden muchos cuerpos yacan tendidos por las calles. Algunos eran civiles, otros combatientes. Desde su blindado, con las puertas abiertas, Manuel observaba como se iba acabando todo, como se desintegraba la retaguardia. Un calor hmedo corra por su cuerpo. Era sangre. La suya. Por la herida de la bala amiga le sala la sangre a borbotones y con ella se le iba la vida. No haba podido ver a su hermano. Saba que ya no lo vera. Ni a l, ni a su mujer y su hijo que luchaban la guerra del da a da en Gijn. Aquel 4 de octubre de 1937, para Manuel Gonzlez COstales, el chofer de "El Caleyu",acabara la guerra.