el cercano este - ciervalengua.files.wordpress.com · opiniÓn política del temblor diamela eltit...

24
Artistas y escritores de la ‘otra’ Europa conquistan su espacio en la cultura actual Artistas y escritores de la ‘otra’ Europa conquistan su espacio en la cultura actual EL CERCANO ESTE EL CERCANO ESTE Babelia 963 NÚMERO 963. EL PAÍS, SÁBADO 8 DE MAYO DE 2010

Upload: dinhnhan

Post on 29-Oct-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Artistas y escritores de la ‘otra’ Europa conquistan su espacio en la cultura actualArtistas y escritores de la ‘otra’ Europa conquistan su espacio en la cultura actual

EL CERCANO ESTEEL CERCANO ESTE

Babelia963NÚMER

O96

3.EL

PAÍS,SÁB

ADO8DEMAY

ODE20

10

E El blog de Babelia en ELPAÍS.com incluye noticias, comentarios, análisis, recomendaciones, imágenes yvoces del mundo de la literatura, las artes plásticas, el cine, el teatro y la música.

UNA DE LAS MAYORES satisfacciones de mi vida no me lahan procurado los libros que he escrito, sino los librosque he editado. En cierta medida, no me siento capazde discriminar del todo mi faceta de creador de mifaceta de editor. O, dicho de otro modo, comprendo queel acto de editar se parece mucho más de lo que común-mente consideramos al acto de escribir. También aquíhay que seducir, asumir riesgos y atreverse a soñar. Enun mundo editorial cada vez más dominado por losgrandes grupos y la concentración de esfuerzos, la pervi-vencia de las pequeñas editoriales se me antoja doble-mente necesaria. Por un lado, pensando exclusivamen-te en términos de mercado nacional, estas editorialesfuncionan a menudo como canteras de las que los sellosde referencia se nutren. El sistema editorial está organi-zado de tal forma que, en realidad, lo que las grandeseditoriales hacen no es tanto hallar nuevos territorioscomo colonizarlos. Por utilizar un símil histórico, lasgrandes editoriales no siempre descubren el NuevoMundo, sino que a menudo sólo lo conquistan. Muchosescritores que hoy merecen la atención de crítica y públi-co sobrevivían en casas humildes esperando a que suvoz fuera democratizada, amplificada y desencriptada,deseosos de que su escritura se convirtiera de impermea-ble en permeable, de sólida en gaseosa, de inamovibleen ubicua. Yo mismo comencé publicando en pequeñaseditoriales de Asturias, y no sólo me siento orgulloso deaquellos años de relativo silencio y oscuridad a vecesdesalentadora, sino que soy consciente de que sirvieronpara prevenirme ante cualquier tentación de encontrar-me en posesión del fuego sagrado de la literatura. Peroademás, por otro lado, las pequeñas editoriales, que noviven cautivas de las grandes ventas por las que laseditoriales de primera línea suspiran, sino que puedencubrir gastos facturando 1.000 o 2.000 ejemplares de sustítulos, se encuentran en condiciones de editar atendien-do, única y exclusivamente, al valor de los textos y alcuidado, a menudo exquisito, del libro como objetohermoso. En una palabra: a mimar contenido y conti-nente a partes iguales. Con el magisterio de Benito Gar-cía Noriega, en KRK Ediciones he tenido la fortuna deeditar a narradores tan formidables como Carlos deOliveira, Euclides da Cunha, Samuel Johnson o Lauren-ce Sterne, por no hablar de pensadores como HansKelsen, George Santayana o Aleksandr Luria y de drama-turgos como Juan Mayorga o Armand Gatti, pero nin-gún autor me ha regalado tantas satisfacciones y deninguno he aprendido tanto como de Lev Tolstói. Aho-ra, cuando el mundo conmemora el centenario de lamuerte en Astapovo del genio ruso, echo la vista atrás ycomprendo qué lujo ha sido poder levantar de la nada,con ayuda de traductores entusiastas, un sabio consejoeditorial y un equipo de producción magnífico, dosobras como El evangelio abreviado y Mi confesión, en lasque el creador del conde Andréi Bolkonski y de NatashaRostova desplegó en primerísima persona todo su cau-dal de humanidad y preocupaciones éticas. Decía Bor-ges que hubiera necesitado dos vidas para sentirse satis-fecho: una para leer y otra para escribir. Quizá se leolvidó mencionar ese tercer camino, el de la edición,que integra lo mejor de ambos mundos y enseña, comouna imperecedera lección de humildad, qué hermoso,necesario y noble sigue siendo este viejo arte de dotarde sentido al mundo mediante la palabra. O

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) es autor, entre otros li-bros, de El corrector, Derrumbe y La ofensa (Seix Barral).

E Lectura exclusiva Babelia adelanta este lunes el primer capítulo de El arte de la resurrección, delchileno Hernán Rivera Letelier, premio Alfaguara de Novela.

E Encuentro digital El filósofo José Luis Pardo, que ha publicado Nunca fue tan hermosa la basura(Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), charlará con los lectores el miércoles a las seis de la tarde.

Editar a Tolstói

EN PORTADA Iván de la Nuez / Ignacio Vidal-Folch 4

El cercano Este “Mientras que en el western los villanos podían convertirse en héroes, en el eastern los héroes suelenterminar convertidos en villanos”. Un nuevo género surgido tras la caída del muro de Berlín conquista Europa y la pasiónpor el Este alcanza todas las artes en un itinerario de ida y vuelta entre creadores y pensadores. Foto: Quiz, de NeoRauch. Cortesía de las galerías EIGEN + ART Leipzig/Berlín y David Zwirner, Nueva York. Rauch exponeactualmente en el Museum der bildenden Künste, de Leipzig, y en la Pinakothek der Moderne, de Múnich

IDA Y VUELTA Días en Lisboa Antonio Muñoz Molina 7

EL LIBRO DE LA SEMANA Marcos de guerras, de Judith Butler Josep Ramoneda 8

Adán en Edén, de Carlos Fuentes J. Ernesto Ayala-Dip 9

La filosofía en el vertedero Félix de Azúa 10

Entrevista con Anne Michaels Andrea Aguilar / Javier Aparicio Maydeu 12

Vuelve Silver Kane Rosa Mora 14

PENSAMIENTO Ilustración y feminismo en la España del XVIII Celia Amorós 15

SILLÓN DE OREJAS Alicia, o el triunfo del imperialismo Manuel Rodríguez Rivero / Max 16

MODA Formas de la tela eterna Roger Salas 17

ARTE A vueltas con Barceló Francisco Calvo Serraller 18

MÚSICA Entrevista con David Byrne Fietta Jarque 20

PURO TEATRO Dúo en sintonía, trío con estrambote Marcos Ordóñez 22

OPINIÓN Política del temblor Diamela Eltit 23

+

+ .com

Babelia963Ricardo Menéndez Salmón

El músico escocés DavidByrne presenta un nuevo

disco: Here lies love.Foto: Chris Buck

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Fogwill ha reunido en sus Cuentos completos los relatos “que quería escribir”. “Dicen algo de mi relación con la lengua y con la literatura”, afirma. Foto: Ricardo Ceppi

LO PRIMERO ES LA LUZ, que entra a baldazos y se derrama sobre el lugar. Lo segundo, eldesorden: viejos casetes conviven en el piso de este living con pelusas de meses de gesta-ción, un par de zapatillas, cuatro helechos, partituras sobre un atril, un telescopio, un frascode Nescafé ascendido a portalápices, un par de binoculares, cedés, libros, caramelos decolores asilados en una copa, una mesa de carpintero miniatura (“regalo de mi madre parami hijo”), rollos de cable, un sillón de dos cuerpos color verde y, finalmente, un escritorio yuna laptop ante los cuales Fogwill (nacido en Buenos Aires como Rodolfo Enrique Fogwillen 1941), junto con César Aira y Ricardo Piglia, uno de los nombres de la Santísima Trinidadde la literatura argentina que respira y escribe, completa el inventario: “Alfileres de gancho,horquillas de minas que se van dejando, galletitas, chicle mucho chicle…”. Dice que tienetres novelas entre manos. “A dos las estoy escribiendo, a la otra la tengo terminada pero nome satisface y siempre pienso que si pudiera corregirla y reescribirla como si fuera un idiota,a lo mejor me gano un Premio Herralde”, provoca el autor de Cuentos completos (Alfaguara),una selección de 21 textos que reúne lo mejor de sus relatos. “Son los cuentos que yo queríaescribir: dicen algo de mi relación con la lengua y con la literatura”, afirma. “Cuando yo

asumí a Borges como paradigma ya sabía que no iba a ser Borges. No fui un paso más allá.No descubrí nada. Pero exploté bien la oportunidad”, sostiene. “Escribí el destape 10 añosantes del destape. Fui el primer tipo de la historia de la literatura que puso un consoladoreléctrico en un texto literario. Y además, el destape filosófico. Yo fui el primer escritor de lareaganomics, o sea, de la caída de cualquier anclaje real de las utopías comunistas. No hubouna literatura más militantemente posmoderna que la mía de 1978”. El fotógrafo le pide quelo mire (“sácame sin papada”), y el autor de Los pichiciegos (Periférica), una novela sobre laguerra de Malvinas, “escrita con doce gramos de cocaína en dos días y medio”, le ofreceagua mineral una, dos veces, como para subrayar el contraste. Contrastes (en su pasado semezclan, por ejemplo, 17 años enganchado a la droga, una carrera exitosa en publicidad yuna temporada en la cárcel por estafa) de los que también se alimenta su escritura. “Yo nopodría escribir como vengo escribiendo desde hace veinte años si no tuviera cinco hijos,rencor por las cagadas que hice con mi vida y con las de los demás, enemistad con el ordensocial o un conocimiento ya hastiado de ciencias sociales. Tampoco si tuviera una esposaque te sigue con un trapo, te cocina rico especialmente, te trae regalitos…”. Raquel Garzón O

Fogwill en su madrigueraEl escritor argentino trabaja en tres novelas a poco de publicar sus Cuentos completos

EL RINCÓN

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 3

Llega el‘eastern’Pasión por el Este. Escritores, artistas, cineastas, fotógrafos… nacidos más allá del telón deacero han cautivado a Europa. Dos décadas —de la crisis comunista a la Gran Recesión—han tardado en conquistar el continente. Hoy el camino es de ida y vuelta. Por Iván de la Nuez

ENTRADA LA SEGUNDA década delsiglo XXI, es pertinente hablarde un género cultural nacidode la posguerra fría: y es posi-ble llamarle eastern. Un géne-ro que explota hacia 1989, año

en el que tiene lugar el cruce entre el desplo-me del comunismo y la expansión de Micro-soft. El eastern cubriría, pues, el tránsito nocasual entre las sociedades basadas en eltrabajo manual —las dictaduras del proleta-riado— y las sociedades de la informática eInternet: el paso que va desde un PC (parti-do comunista) a otro PC (personal compu-ter). Un itinerario que abarca veinte añosque se deslizan entre la crisis del comunis-mo y la actual crisis del capitalismo.

El eastern, como el western primigenio,no puede entenderse sin la conquista delespacio. Sin esas invasiones perpetradashacia “allá” por las democracias occidenta-les, con su recetario de promesas para lanueva vida. Tampoco es comprensible sinlas inundaciones de todo tipo provenien-tes de los países ex comunistas, acompaña-das por la banda sonora de aquel imperati-vo irónico-fascistoide de los Pet ShopBoys una vez desplomado el Imperio: “GoWest!”. Hay, desde luego, diferencias. Éstapor ejemplo: mientras que en el westernlos villanos podían convertirse en héroes—Billy The Kid o Doc Holliday—, en eleastern, por el contrario, los héroes suelenterminar convertidos en villanos (desdeLeonid Bréznev hasta Borís Yeltsin).

Con antecedentes notables en la culturaprecomunista (Tolstói, Kafka, Jan Neruda),y más tarde en la disidente (Solzhenitsin,Kundera, Forman, Tarkovski, Polanski), eleastern consuma su definición como un fe-nómeno pos-Berlín. Así que tratamos conun género particular de estos veinte añosen los que se completa Europa y los paísesdel Este pasan a convertirse en un paisaje—entre pintoresco y temible— cada vezmás familiar para la cultura occidental.

Desde entonces, los nombres de artistascomo Frank Thiel, Boris Mijailov, Deiman-tas Narkevicius o Dan Perjovschi han dejadode sonar como extraños para los museos deOccidente. Lo mismo puede decirse de teóri-cos como Slavoj Zizek y Boris Groys. O denovelistas como Victor Pelevin, Imre Ker-tész o Andreï Makine. Esto por no hablar dedeportistas como Bubka, Mijatovic, Stoich-kov. O de la invasión de skodas o dacias, quetransitan por las calles de Occidente y hanamparado alguna vez su publicidad tras loseslóganes de la revolución comunista.

Ahora bien, lo que convierte al eastern enun género verdaderamente universal no estan sólo, ni fundamentalmente, la invasiónhacia el oeste de los escritores, artistas ydeportistas del “más allá”, sino la pasión porel Este de los creadores occidentales. Precur-

sores tan notables como el periodista JohnReed, el dibujante John Steinberg o el nove-lista George Orwell dieron cuenta de esemundo bajo el bolchevismo y el estalinismo.Graham Greene, John Le Carré o FrederickForsyth se ocuparon de desentrañarlo duran-te la guerra fría. Todos ellos con una mezclade fascinación y temor; exotismo y ansiedadpor descubrir —fantasías a un lado— lo quese escondía, verdaderamente, detrás del te-lón de acero. Ese misterio ha desatado todotipo de recuperaciones en la actualidad. Des-de el aclamado redescubrimiento de Vida ydestino, la novela de Vasili Grossman, hastael revival pop, relatado hace unos días porKiko Amat, de la cantautora checa Marta Ku-bisova, musa de la Primavera de Praga y dela resistencia a la invasión soviética de 1968.Desde el rescate de los textos de AlexandraKollontai (Alba) hasta la saga ucrania tejidapor Jonathan Safran Foer, en su novela Todoestá iluminado (Lumen, Debolsillo y Colum-na). Por su parte, los fotógrafos Dani & GeoFuchs han dado cuenta de la represión ale-mana en la serie Stasi Secret Room, mientrasque los cuadros e instalaciones de MonaVatamanu y Florin Tudor intentan que noolvidemos la sombra siniestra de NicolaeCeausescu. En el blog Muñequitos rusos(munequitosrusos.blogspot.com) se discu-te acerca de los dibujos animados de la eracomunista con una precisión asombrosa.Muñequitos rusos es como se nombraba es-tos animados en Cuba, un país con un Esta-do comunista en el corazón de Occidente,cuyo aporte al eastern ha tenido su impor-tancia. Y no me refiero a los paladines tropi-cales del realismo socialista —hoy converti-dos algunos al idealismo capitalista con lamisma pasión y dogmatismo—, sino a obrasmás complejas en las que se aborda esa isladel Caribe como parte del imperio soviético.Es el caso sobresaliente de José Manuel Prie-to —Nunca antes habías visto el rojo, Enciclo-pedia de una vida en Rusia (Mondadori),Livadia (Mondadori)…— o de la revista Cri-terio, en la que el traductor y crítico Deside-rio Navarro ha construido un completísimocatálogo de pensadores y teóricos del anti-guo bloque comunista. Desde el Cono Sur,Fogwill fue un precursor que imaginó, antesdel derribo del Muro, una Argentina soviéti-ca en Un guión para Artkino (Periférica).

No hay género que se precie que no dis-ponga de subgéneros. Es el caso de la Ostal-gia, en particular la alemana. Esa melanco-lía —tenue y crítica unas veces, exuberantey laudatoria en otras— por el comunismocomo un mundo añorado frente las adversi-dades de la reunificación. Ahí están pelícu-las como Berlin is in German, Good Bye Le-nin! o La vida de los otros. Hollywood haencontrado allí un gigantesco plató. Sin estenuevo set, no serían concebibles las misio-nes imposibles de Tom Cruise, las revitaliza-

ciones de James Bond o Jason Bourne; esosdos JB programados para salvar Occidente.O filmes como Promesas del Este. La Ostal-gia ha sido asimismo una bandera de laEscuela de Leipzig, en particular de Neo Rau-ch, donde el horizonte previo a 1989 es pin-tado con ribetes bucólicos casi medievales.

España no ha escapado a esta pasión porel Este. Dejemos a un lado, por el momento,a una zona de la izquierda que, en lugar depercibir en el derrumbe del Muro una de susgrandes oportunidades, ha persistido en ma-quillar el Gulag. Más allá de esta nostalgia enla distancia —y a la abundancia de tramastelevisivas en las que prevalecen las mafias yel plutonio (aunque sin olvidarlo del to-do)—, puede decirse que no hay museo ogalería española que no tenga “su” artistadel Este; no hay editorial que no tenga suescritor, ni club que no disponga de su futbo-lista. Ya en el campo literario, vale la penarescatar a dos precursores. Eduardo Mendi-cutti concibió, en Los novios búlgaros (Tus-quets), una divertida comedia en la que lapicaresca española era superada por la pica-

resca del Este. Ignacio Vidal-Folch —desdeLa libertad (Anagrama), su novela “ruma-na”, hasta su reciente Noche sobre noche(Destino)— ha abierto un campo único des-de el que consigue un completamiento de lanovela europea a partir de la nueva cartogra-fía del poscomunismo. Esta obra, además,deja entrever unos paralelos entre la transi-ción española y la del Este, con unos perso-najes gobernados por contradictorias pul-siones que alcanzan, alternativamente, laesperanza, el destape o el desencanto.

Podemos constatar otros datos. Lo que

significó Nueva York para la generación deMiralda, Muntadas o Francesc Torres es unespacio ocupado hoy por Berlín del Este;como una especie de tierra prometida paraartistas españoles como Sergio Belinchón,Tere Recarenso Santiago Ydáñez En direc-ción opuesta, recordemos que España haacogido el protagonismo literario de MonikaZgustova, Mihaly Des o Bashkim Shehu.

Resulta obvio, a estas alturas, que esta noes una teoría sino la crónica de un síntoma.Y la escribo desde la España del Este, planta-do en un territorio a cuyos aborígenes, mi-ren por dónde, se les suele llamar “polacos”.En consecuencia, han llamado Polonia a sumás agudo programa de sátira política yCrackovia a su correlato dedicado al depor-te. Sin olvidar que, durante largos años, unadiscoteca que animó la noche del barrio deGracia respondía al nombre de ¡KGB! Recien-temente, Francesc Serés ha publicado susContes russos (Quaderns Crema), una antolo-gía falsa de escritores de Rusia en los que nofalta ni la sombra soviética ni el fantasma deMarx, dando tumbos por Moscú.

En un punto límite de la guerra de losBalcanes, Slavoj Zizek comentó que lo me-jor que podía hacer Occidente al respectoera, precisamente, “no hacer nada”. No es-toy de acuerdo. Entre otras cosas porque esemundo occidental ha sido el espejo —y elespejismo— en el que se miraron estos paí-ses para tirar abajo sus respectivas tiranías.También porque hay, entre muchas otras,una cosa que Occidente puede hacer: apren-der. Fijar el foco en algunos artistas proce-dentes del Este, cuya obra operó, bajo elcomunismo, como un detector de represio-nes y que hoy, en el nuevo mundo, no sehan limitado a relamerse en las antiguas cen-suras. Por el contrario, han mantenido entre-nado su ojo crítico para percibir otras for-mas autoritarias, no siempre evidentes, quese renuevan en la actualidad poscomunista.Sin dejar de apuntar a la manipulación delas masas que se ejerce más allá de la violen-cia de los tiempos del telón de acero.

Son herederos de aquellos tiempos de1989, que hicieron resplandecer lemas talescomo Solidaridad, Transparencia, Recons-trucción. Palabras que operaban como unacarta de navegación y que nuestras muy de-mocráticas sociedades parecen haber ente-rrado junto a los escombros del Muro. Elcercano Este arrastra, todavía, esos fantas-mas que aparecen de vez en cuando, tanfamiliares como incómodos, para exigirasuntos pendientes. Para recordarnos, a finde cuentas, que las deudas suelen acercar-nos más que los sueños. O

Iván de la Nuez (La Habana, 1964), crítico de artey ensayista, autor de Inundaciones. DelMuro a Guan-tánamo: Invasiones artísticas en las fronteras políticas1989-2009 (Debate).Viggo Mortensen, en un fotograma de la película Promesas del Este (2007), de David Cronenberg.

El ‘eastern’ cubriría eltránsito no casual entrelas sociedades basadas enel trabajo manual y las dela informática e Internet

No hay museo o galeríaespañola que no tenga“su” artista del Este;no hay editorialque no tenga su escritor

EN PORTADA / Reportaje

4 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Llega el‘eastern’Pasión por el Este. Escritores, artistas, cineastas, fotógrafos… nacidos más allá del telón deacero han cautivado a Europa. Dos décadas —de la crisis comunista a la Gran Recesión—han tardado en conquistar el continente. Hoy el camino es de ida y vuelta. Por Iván de la Nuez

ENTRADA LA SEGUNDA década delsiglo XXI, es pertinente hablarde un género cultural nacidode la posguerra fría: y es posi-ble llamarle eastern. Un géne-ro que explota hacia 1989, año

en el que tiene lugar el cruce entre el desplo-me del comunismo y la expansión de Micro-soft. El eastern cubriría, pues, el tránsito nocasual entre las sociedades basadas en eltrabajo manual —las dictaduras del proleta-riado— y las sociedades de la informática eInternet: el paso que va desde un PC (parti-do comunista) a otro PC (personal compu-ter). Un itinerario que abarca veinte añosque se deslizan entre la crisis del comunis-mo y la actual crisis del capitalismo.

El eastern, como el western primigenio,no puede entenderse sin la conquista delespacio. Sin esas invasiones perpetradashacia “allá” por las democracias occidenta-les, con su recetario de promesas para lanueva vida. Tampoco es comprensible sinlas inundaciones de todo tipo provenien-tes de los países ex comunistas, acompaña-das por la banda sonora de aquel imperati-vo irónico-fascistoide de los Pet ShopBoys una vez desplomado el Imperio: “GoWest!”. Hay, desde luego, diferencias. Éstapor ejemplo: mientras que en el westernlos villanos podían convertirse en héroes—Billy The Kid o Doc Holliday—, en eleastern, por el contrario, los héroes suelenterminar convertidos en villanos (desdeLeonid Bréznev hasta Borís Yeltsin).

Con antecedentes notables en la culturaprecomunista (Tolstói, Kafka, Jan Neruda),y más tarde en la disidente (Solzhenitsin,Kundera, Forman, Tarkovski, Polanski), eleastern consuma su definición como un fe-nómeno pos-Berlín. Así que tratamos conun género particular de estos veinte añosen los que se completa Europa y los paísesdel Este pasan a convertirse en un paisaje—entre pintoresco y temible— cada vezmás familiar para la cultura occidental.

Desde entonces, los nombres de artistascomo Frank Thiel, Boris Mijailov, Deiman-tas Narkevicius o Dan Perjovschi han dejadode sonar como extraños para los museos deOccidente. Lo mismo puede decirse de teóri-cos como Slavoj Zizek y Boris Groys. O denovelistas como Victor Pelevin, Imre Ker-tész o Andreï Makine. Esto por no hablar dedeportistas como Bubka, Mijatovic, Stoich-kov. O de la invasión de skodas o dacias, quetransitan por las calles de Occidente y hanamparado alguna vez su publicidad tras loseslóganes de la revolución comunista.

Ahora bien, lo que convierte al eastern enun género verdaderamente universal no estan sólo, ni fundamentalmente, la invasiónhacia el oeste de los escritores, artistas ydeportistas del “más allá”, sino la pasión porel Este de los creadores occidentales. Precur-

sores tan notables como el periodista JohnReed, el dibujante John Steinberg o el nove-lista George Orwell dieron cuenta de esemundo bajo el bolchevismo y el estalinismo.Graham Greene, John Le Carré o FrederickForsyth se ocuparon de desentrañarlo duran-te la guerra fría. Todos ellos con una mezclade fascinación y temor; exotismo y ansiedadpor descubrir —fantasías a un lado— lo quese escondía, verdaderamente, detrás del te-lón de acero. Ese misterio ha desatado todotipo de recuperaciones en la actualidad. Des-de el aclamado redescubrimiento de Vida ydestino, la novela de Vasili Grossman, hastael revival pop, relatado hace unos días porKiko Amat, de la cantautora checa Marta Ku-bisova, musa de la Primavera de Praga y dela resistencia a la invasión soviética de 1968.Desde el rescate de los textos de AlexandraKollontai (Alba) hasta la saga ucrania tejidapor Jonathan Safran Foer, en su novela Todoestá iluminado (Lumen, Debolsillo y Colum-na). Por su parte, los fotógrafos Dani & GeoFuchs han dado cuenta de la represión ale-mana en la serie Stasi Secret Room, mientrasque los cuadros e instalaciones de MonaVatamanu y Florin Tudor intentan que noolvidemos la sombra siniestra de NicolaeCeausescu. En el blog Muñequitos rusos(munequitosrusos.blogspot.com) se discu-te acerca de los dibujos animados de la eracomunista con una precisión asombrosa.Muñequitos rusos es como se nombraba es-tos animados en Cuba, un país con un Esta-do comunista en el corazón de Occidente,cuyo aporte al eastern ha tenido su impor-tancia. Y no me refiero a los paladines tropi-cales del realismo socialista —hoy converti-dos algunos al idealismo capitalista con lamisma pasión y dogmatismo—, sino a obrasmás complejas en las que se aborda esa isladel Caribe como parte del imperio soviético.Es el caso sobresaliente de José Manuel Prie-to —Nunca antes habías visto el rojo, Enciclo-pedia de una vida en Rusia (Mondadori),Livadia (Mondadori)…— o de la revista Cri-terio, en la que el traductor y crítico Deside-rio Navarro ha construido un completísimocatálogo de pensadores y teóricos del anti-guo bloque comunista. Desde el Cono Sur,Fogwill fue un precursor que imaginó, antesdel derribo del Muro, una Argentina soviéti-ca en Un guión para Artkino (Periférica).

No hay género que se precie que no dis-ponga de subgéneros. Es el caso de la Ostal-gia, en particular la alemana. Esa melanco-lía —tenue y crítica unas veces, exuberantey laudatoria en otras— por el comunismocomo un mundo añorado frente las adversi-dades de la reunificación. Ahí están pelícu-las como Berlin is in German, Good Bye Le-nin! o La vida de los otros. Hollywood haencontrado allí un gigantesco plató. Sin estenuevo set, no serían concebibles las misio-nes imposibles de Tom Cruise, las revitaliza-

ciones de James Bond o Jason Bourne; esosdos JB programados para salvar Occidente.O filmes como Promesas del Este. La Ostal-gia ha sido asimismo una bandera de laEscuela de Leipzig, en particular de Neo Rau-ch, donde el horizonte previo a 1989 es pin-tado con ribetes bucólicos casi medievales.

España no ha escapado a esta pasión porel Este. Dejemos a un lado, por el momento,a una zona de la izquierda que, en lugar depercibir en el derrumbe del Muro una de susgrandes oportunidades, ha persistido en ma-quillar el Gulag. Más allá de esta nostalgia enla distancia —y a la abundancia de tramastelevisivas en las que prevalecen las mafias yel plutonio (aunque sin olvidarlo del to-do)—, puede decirse que no hay museo ogalería española que no tenga “su” artistadel Este; no hay editorial que no tenga suescritor, ni club que no disponga de su futbo-lista. Ya en el campo literario, vale la penarescatar a dos precursores. Eduardo Mendi-cutti concibió, en Los novios búlgaros (Tus-quets), una divertida comedia en la que lapicaresca española era superada por la pica-

resca del Este. Ignacio Vidal-Folch —desdeLa libertad (Anagrama), su novela “ruma-na”, hasta su reciente Noche sobre noche(Destino)— ha abierto un campo único des-de el que consigue un completamiento de lanovela europea a partir de la nueva cartogra-fía del poscomunismo. Esta obra, además,deja entrever unos paralelos entre la transi-ción española y la del Este, con unos perso-najes gobernados por contradictorias pul-siones que alcanzan, alternativamente, laesperanza, el destape o el desencanto.

Podemos constatar otros datos. Lo que

significó Nueva York para la generación deMiralda, Muntadas o Francesc Torres es unespacio ocupado hoy por Berlín del Este;como una especie de tierra prometida paraartistas españoles como Sergio Belinchón,Tere Recarenso Santiago Ydáñez En direc-ción opuesta, recordemos que España haacogido el protagonismo literario de MonikaZgustova, Mihaly Des o Bashkim Shehu.

Resulta obvio, a estas alturas, que esta noes una teoría sino la crónica de un síntoma.Y la escribo desde la España del Este, planta-do en un territorio a cuyos aborígenes, mi-ren por dónde, se les suele llamar “polacos”.En consecuencia, han llamado Polonia a sumás agudo programa de sátira política yCrackovia a su correlato dedicado al depor-te. Sin olvidar que, durante largos años, unadiscoteca que animó la noche del barrio deGracia respondía al nombre de ¡KGB! Recien-temente, Francesc Serés ha publicado susContes russos (Quaderns Crema), una antolo-gía falsa de escritores de Rusia en los que nofalta ni la sombra soviética ni el fantasma deMarx, dando tumbos por Moscú.

En un punto límite de la guerra de losBalcanes, Slavoj Zizek comentó que lo me-jor que podía hacer Occidente al respectoera, precisamente, “no hacer nada”. No es-toy de acuerdo. Entre otras cosas porque esemundo occidental ha sido el espejo —y elespejismo— en el que se miraron estos paí-ses para tirar abajo sus respectivas tiranías.También porque hay, entre muchas otras,una cosa que Occidente puede hacer: apren-der. Fijar el foco en algunos artistas proce-dentes del Este, cuya obra operó, bajo elcomunismo, como un detector de represio-nes y que hoy, en el nuevo mundo, no sehan limitado a relamerse en las antiguas cen-suras. Por el contrario, han mantenido entre-nado su ojo crítico para percibir otras for-mas autoritarias, no siempre evidentes, quese renuevan en la actualidad poscomunista.Sin dejar de apuntar a la manipulación delas masas que se ejerce más allá de la violen-cia de los tiempos del telón de acero.

Son herederos de aquellos tiempos de1989, que hicieron resplandecer lemas talescomo Solidaridad, Transparencia, Recons-trucción. Palabras que operaban como unacarta de navegación y que nuestras muy de-mocráticas sociedades parecen haber ente-rrado junto a los escombros del Muro. Elcercano Este arrastra, todavía, esos fantas-mas que aparecen de vez en cuando, tanfamiliares como incómodos, para exigirasuntos pendientes. Para recordarnos, a finde cuentas, que las deudas suelen acercar-nos más que los sueños. O

Iván de la Nuez (La Habana, 1964), crítico de artey ensayista, autor de Inundaciones. DelMuro a Guan-tánamo: Invasiones artísticas en las fronteras políticas1989-2009 (Debate).Viggo Mortensen, en un fotograma de la película Promesas del Este (2007), de David Cronenberg.

El ‘eastern’ cubriría eltránsito no casual entrelas sociedades basadas enel trabajo manual y las dela informática e Internet

No hay museo o galeríaespañola que no tenga“su” artista del Este;no hay editorialque no tenga su escritor

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 5

Por Ignacio Vidal-Folch

DURANTE EL TOTALITARISMO, FatosKongoli, periodista sobre asun-tos culturales en Tirana, era unautor de una mediocridad per-

fecta. Para sus compatriotas fue una sor-presa, cuando cambió el régimen, ir descu-briendo en él a un autor muy interesante ypenetrante, por ejemplo con la novela Lavida en una caja de cerillas (Siruela). Enella un álter ego, el veterano y alcoholiza-do reportero Bledi Terziu, mata a una mu-chacha gitana (como en El rey de las DosSicilias, de Kusniewicz, ¡qué libro tan sen-sual, elegiaco y espléndido!) accidental-mente, y esa muerte fortuita a la que reac-ciona como si fuera el culpable de unasesinato le impulsa a hacer balance de suvida y repensar el pasado reciente, los últi-mos años del antiguo régimen, la crisis delas pirámides financieras, etcétera.

Entre otros autores emergentes de la“otra Europa” llama la atención la prosafebril, urgente, de Nikolái Lilin, autor deEducación siberiana (Salamandra), un li-bro testimonial sobre las andanzas crimi-nales de su clan urca, comunidad de ban-didos deportados desde su Siberia natal aTransistria (país que declaró su indepen-dencia en 1990, pero no la reconoce nin-gún país), con los que convivió y realizóun sinfín de fechorías (aunque sujetassiempre a un estricto código de honor)hasta ser reclutado para la guerra en Che-chenia. El húngaro rumano György Drago-mán publica El rey blanco (RBA y La Ma-grana, comedia negra sobre la infanciadel hijo de un preso en la Rumania de losúltimos años de Ceausescu, comentadarecientemente en Babelia. En Un santo enel ascensor (Icaria), el rumano Petru Cim-poesu novela las tragicomedias de la tran-sición del comunismo al capitalismo en elmarco de la comunidad de vecinos de unedificio en una ciudad de provincias.

Entre los clásicos del siglo XX, se presen-ta una novela hasta ahora inédita en Espa-ña de Karel Capek (pronúnciese Chapek).Prematuramente fallecido en 1940, el au-tor checoslovaco fue en su tiempo un escri-tor muy popular en toda Europa como pio-nero (contemporáneo de H. G. Wells) delas novelas de anticipación futurista, conun estilo ágil y humor irónico teñido decrítica a la deshumanización de la vida enlas sociedades modernas. Sus mejores no-velas vienen siendo reeditadas desde elaño 2003 por Valdemar, Siruela y otras edi-toriales, a las que se suma ahora El OlivoAzul con La krakatita, donde inventa laenergía nuclear y la bomba atómica veinteaños antes de los experimentos del Proyec-to Manhattan. Una fantasía nuclear con

todo el sabor de época de las antiutopíasde Capek.

RBA recupera, con una traducción porprimera vez rigurosa y directa desde el ori-ginal, la obra maestra del mejor novelistayugoslavo, El puente sobre el Drina, de IvoAndric, narrador bosnio en Belgrado, queen sus libros y especialmente en esta sun-tuosa epopeya, cuyo argumento abarca vi-das y peripecias de numerosos personajesdesde el siglo XVI hasta principios del XX,

postuló la tradición y la posibilidad de laconvivencia entre todos los pueblos deYugoslavia; ya sabemos cómo acabó esaposibilidad; los puentes que abundan enla literatura de Andric como lugares parael paseo y los encuentros, y como símbo-los del tránsito entre culturas, entre pue-blos, etnias, religiones, fueron dinamita-dos, a diferencia de este que permaneceintacto como un formidable monumen-to funerario.

Libros del Asteroide continúa con la pu-blicación de dos trilogías considerables: ladel húngaro Miklós Bánffy (Los días con-tados, Las almas juzgadas), fallecido en1950, novela la caída del imperio de losHabsburgo desde el punto de vista de laaristocracia húngara; el búlgaro Ángel Wa-genstein (Lejos de Toledo) cuenta el regresode un exiliado en Israel a su Bulgaria natal,una Bulgaria actual corrompida y violenta.

La hora 25, del rumano Virgil Gheor-ghiu, fue en su momento un best seller in-ternacional, considerado un edificante ale-gato antibelicista y denuncia del nazismo,el comunismo y también el materialismotecnificado del “americanismo”, bajo la for-ma de la peripecia de un inocente campesi-no rumano que padece por ser judío, luegoes paradójicamente exhibido por las SS co-mo ario prototípico, luego condenado enNúremberg, y luego enrolado en el Ejérci-to de Occidente para combatir contraOriente en la Tercera Guerra Mundial.

Acaban de aparecer casi simultánea-mente los testimonios de dos supervivien-tes de los campos de concentración nazis:Ana Novac, húngara de Transilvania, exilia-da en París, que ha fallecido a principiosde este año, fue internada en Auschwitz yaavanzada la guerra, en 1944, donde se lasapañó para llevar y preservar un diario quedos décadas después, ya asentada comoescritora en Francia, corrigió, publicó y fuetraducido a varias lenguas. Ahora aparecetraducido al castellano con el título deAquellos hermosos días de mi juventud(Destino) del que Babelia publicó un frag-mento el pasado día 18. Es un anecdotarioterrible hasta el punto de que la lectura sehace a ratos difícil. Un texto de la mismafamilia aunque con una ambición estructu-ral más compleja y un discurso más medi-tabundo y abstracto, también salpicadopor multitud de detalles sobre la rutina delexterminio, es el del esloveno de TriesteBoris Pahor, de quien sólo conocíamos, sino yerro, un relato en Zgodbe. Antologíadel nuevo cuento esloveno, que reciente-mente ha publicado Páginas de Espuma.Pahor estuvo internado en el campo deexterminio de Natzweiler-Struthof (a cin-cuenta kilómetros de Estrasburgo) y en Ne-crópolis (Anagrama) convoca, muchos añosdespués, sus recuerdos y meditaciones apartir de una visita turística al lugar. SegúnClaudio Magris, que apadrina el texto en laedición de Anagrama, “es una obra magis-tral, si es lícito utilizar juicios estéticos paraun testimonio del mal absoluto”. O

AVECES UNA historia va revelándo-se despacio a partir de un indi-cio trivial que permanece mu-cho tiempo guardado, como un

objeto que una persona mañosa encuen-tra por la calle y lleva un tiempo en elbolsillo y luego deja en un cajón, sinbuscarle una utilidad, pero sin decidirsea tirarlo.

Pero también sucede, aunque no tan-to, que la historia aparece completa de-lante de uno, como si uno mismo nohubiera tenido parte en su invención,tan sólo hubiera tropezado con ella. Meha sucedido una tarde de domingo, mien-tras leía junto a una ventana por la queentraba una brisa cálida de verano ade-lantado, apartando de vez en cuando losojos del libro para mirar el verde intensode unas copas de árboles ligeramentediluido en la neblina húmeda, la tarde deprincipios de mayo que ya parece delverano tropical de Manhattan, y que mehace sentir más tangible la otra ciudadque he visto mencionada en el libro, Lis-boa: ciudades portuarias con grandesríos que anuncian la anchura próximadel mar.

Una historia empieza siendo la figurade alguien recortada contra un fondomás bien impreciso: un recién llegado,llevando una maleta ligera, un extranje-ro evidente que sin embargo no pareceun turista, que baja de un taxi en algunade las plazas con estatuas de la ciudad yse queda desconcertado por su ampli-tud, deslumbrado por la claridad de lamañana. La realidad nos suministra sucatálogo habitual de detalles comunesque pueden ser novelescos. La fecha esel 7 de mayo de 1968. El extranjero desta-ca en seguida entre la gente de Lisboa,pero no por su rareza, sino al contrario,por su esmerada normalidad. No es altoni bajo, grueso ni delgado, atractivo nifeo, distinguido ni vulgar. Viste un trajeoscuro, camisa blanca, corbata. Tiene elpelo corto, peinado hacia atrás, con algode brillantina. Lleva unas gafas de mon-tura de concha. La recepcionista del ho-tel barato en el que se registra observaque lleva las mismas gafas en la fotogra-

fía de su pasaporte, pero en los días suce-sivos no vuelve a verlo con ellas. Vienede Londres, dice, pero su pasaporte escanadiense. Habla separando apenas loslabios y ladea la cabeza como para ofre-cer la menor ocasión posible de reconoci-miento. Su nombre es Ramon GeorgeSneyd.

Tendrá que esforzarse por escribirlo ydecirlo con naturalidad porque el can-sancio de tantos viajes y la tensión sinsosiego en la que lleva viviendo desde norecuerda cuándo pueden hacer que seconfunda con el otro nombre que ha teni-do hasta hace muy poco, casi igual deimprobable, Eric Starvo Galt, aunquetambién John Willard, Paul Bringham,Harvey Lowmeyer. Ha ido dejando esosnombres en los libros de registro de loshoteles casi siempre sórdidos en los quese ha alojado en el último año: en Méxi-co, en California, en el Sur, en Toronto,en Londres. En alguno de ellos ni siquie-ra había libro de registro. Al llegar a unaciudad este hombre con aspecto entre deprofesor o de funcionario venido a me-nos tiene siempre el instinto de encami-narse hacia la zona más dudosa, dondehaya restaurantes de comida grasienta,tiendas de empeño y de licores que nocierran en toda la noche, bares con pocaluz, prostíbulos. Con su traje y su corba-ta, con su aire tan digno, sus gafas deconcha, siempre parece fuera de lugar, yno habla con nadie, salvo con las muje-res a las que les regatea el precio antesde seguirlas con su aspecto furtivo haciaalguna habitación de alquiler. En Lisboapensaba encontrarse a salvo, pero sesiente perdido. No habla portugués y ca-da vez le queda menos dinero. Una delas primeras cosas que ha hecho al llegarha sido buscar los kioscos en los que sevenden periódicos americanos y británi-cos. Vuelve al hotel por la mañana conlos periódicos bajo el brazo y ya no saleen todo el día. Cuando la mujer de lalimpieza entra en la habitación encuen-tra la cama hecha y el suelo lleno dehojas de periódicos. En su maleta hay,aparte de unas pocas prendas muy lim-pias pero muy remendadas, un libro so-

bre hipnotismo y otro sobre los poderesque las nuevas computadoras electróni-cas podrán añadir al cerebro humano.También los cuadernillos de un curso decerrajería por correspondencia y una odos novelas de espionaje en ediciones debolsillo de segunda mano.

Los días en Lisboa de este hombreque ahora se llama Ramon George Sneydy hasta hace poco se llamó Eric StarvoGalt son en gran medida un espacio enblanco. Por eso me seduce tanto leer so-bre ellos. Son tan vacíos como la caraSneyd o Galt o Lowmeyer o Willard enlas fotos, como las habitaciones de hotelque frecuenta. Me hace acordarme delverso de Borges: Detrás del rostro que nosmira no hay nadie. De las pocas cosasque se saben seguras es que llegó a laciudad el 7 de mayo y se marchó el 17, enun vuelo de regreso a Londres, y querecorrió los bares de marineros y losmuelles buscando un carguero en el quepudiera huir hacia África.

Poco más de un mes antes, el 4 deabril, en la ciudad de Memphis, en Ten-nessee, se había registrado en un hotelínfimo de trastornados y borrachos en elque resultaba más chocante que nuncasu buen aspecto, su digna reserva un po-co gastada. Llevaba un paquete alargadoenvuelto en una colcha vieja. En su inte-rior había un rifle de cazar ciervos quehabía comprado esa misma mañana sinnecesidad de mostrar ninguna identifica-ción, tan sólo diciendo uno de sus nom-bres, Lowmeyer. En el hotelucho habíaun cuarto de baño compartido e inmun-

do desde el cual se veía a muy poca dis-tancia el balcón de la habitación de unmotel mucho más digno, el Lorraine. Ensus paseos por Lisboa, en sus horas desoledad en el cuarto del hotel, el hombreahora llamado Sneyd recordaría obsesi-vamente el momento en el que vio en lamirilla de su rifle la cara odiada de Mar-tin Luther King, apoyado en la barandillade su habitación, disfrutando el frescodel anochecer, a las seis y unos minutosde la tarde. Luther King tenía en la manoun cigarrillo que no llegó a encender.

La historia completa, con toda su alu-cinante riqueza de pormenores verdade-ros, la cuenta Hampton Sides en un librosobre el asesinato de Martin Luther King,Hellhound on His Trail. Lo leo a lo largode unos días con una impaciencia ansio-sa por llegar a un desenlace sobre el queno hay ninguna incertidumbre y al finalme quedan esas dos imágenes, esos dosindicios de un relato posible, James EarlRay pasando diez días inútiles de mayoen Lisboa, Martin Luther King inclinadotranquilamente sobre una barandilla,con un cigarro sin encender en la mano,pidiéndole a un amigo con el que piensaacudir a una fiesta esa noche que se pre-pare para cantarle en ella su spiritualfavorito, el que se escuchará dentro deunos días en su funeral, Take My Hand,Precious Lord. O

Hellhound on His Trail: The Stalking of MartinLuther King, Jr. and the International Hunt forHis Assassin. Hampton Sides. Doubleday. 480 pá-ginas.

E Fotogalería de los principales artistasde Europa del Este y sus obras.

Imagen de la serie Case History (1999), del fotógrafo ucranio Boris Mijailov (Charkov, 1938).

+ .com

Peces gordos en caladeros poco conocidos

Días en LisboaPor Antonio Muñoz Molina

LA LITERATURA DE LA OTRA EUROPA ha irrumpido en laoferta de nuestras librerías y en el interés de los lectoresespañoles desde hace ya algunos años, y cada mes senos ofrece algún libro interesante, clásicos olvidados opersonalidades nuevas de las letras rumanas, yugosla-vas, checas, húngaras o búlgaras. Se trata de un procesode normalidad o de recuperación de la normalidad, loraro, pero explicable, era que esas literaturas nos pare-ciesen tan lejanas y desprovistas de interés. ¿Por quéahora se traduce y publica tanta literatura de la EuropaCentral y del Este? Los motivos no están científicamenteexplicados, pero el sentido común aporta cinco moti-vos. El primero, las subvenciones y ayudas a la traduc-ción que ofrecen los institutos culturales de esas nacio-nes. En segundo lugar está el hecho de que en España sepublican muchísimos libros, y la maquinaria editorialestá ávida de títulos, de novedades. El espacio anglosa-

jón y de Europa Occidental está muy definido y reparti-do, y muchos editores pequeños y medianos buscanpeces gordos en caladeros hasta ahora ignotos o pococonocidos. En tercer lugar, ha irrumpido (algo nuevo ennuestra tradición) una generación de traductores riguro-sos, profesionales, competentes en lenguas de un inte-rés minoritario para España, a veces apasionados propa-gandistas de la literatura de aquellos países: Fernandode Valenzuela para el checo, o Moniká Zgustová; Joa-quín Garrigós, infatigable en la versión de los maestrosde la literatura rumana de entreguerras y también dealgunos contemporáneos; Adan Kovacsics, del húngaroy del alemán (también autor del ensayo Guerra y lengua-je), y Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek, delserbocroata, por mencionar sólo a algunos orfebres vete-ranos entre otros más jóvenes o menos prolíficos perode excelencia también contrastada. Y en cuarto lugar

está el hecho perverso de la presunta decantación delinterés de muchos lectores hacia la literatura de “noficción” o en la frontera entre la novela y la historia. Loslectores interesados en ese territorio mestizo encuen-tran en las novelas del centro y este europeos un solapa-miento constante, de manera que es fácil leer lo ficcio-nal como testimonio apenas disfrazado, y lo histórico,político, social como ficción exótica. Por lo demás, en laesfera literaria, tan profundamente global, probable-mente sería ilusorio (y para mí penoso) tratar de definirespecificidades nacionales o regionales. Una novela co-mo Mozart con retraso, o cualquier otra de BashkimShehu, con ser todo lo “brutalmente” albanesa que sequiera no podría haberse escrito sin un perfecto conoci-miento de las estrategias y recursos de la gran literaturamoderna occidental ni, cuando se traduzca al español,será leída aquí sin todos esos condicionantes. I. V.-F. O

Historias de la otra EuropaLa literatura proveniente de los antiguos países del Este goza de un auge creciente. Cada vezhay más rescates y novedades en librerías, en parte porque hay traducciones mucho mejores

El río Tajo (en una imagen de 1967) anuncia a la altura de Lisboa la anchura próxima del mar. Foto: Romano Cagnoni / Hulton Archive

Los puentes queabundan en la literaturade Andric como símbolodel tránsito entre culturasfueron dinamitados

EN PORTADA / Reportaje

6 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Por Ignacio Vidal-Folch

DURANTE EL TOTALITARISMO, FatosKongoli, periodista sobre asun-tos culturales en Tirana, era unautor de una mediocridad per-

fecta. Para sus compatriotas fue una sor-presa, cuando cambió el régimen, ir descu-briendo en él a un autor muy interesante ypenetrante, por ejemplo con la novela Lavida en una caja de cerillas (Siruela). Enella un álter ego, el veterano y alcoholiza-do reportero Bledi Terziu, mata a una mu-chacha gitana (como en El rey de las DosSicilias, de Kusniewicz, ¡qué libro tan sen-sual, elegiaco y espléndido!) accidental-mente, y esa muerte fortuita a la que reac-ciona como si fuera el culpable de unasesinato le impulsa a hacer balance de suvida y repensar el pasado reciente, los últi-mos años del antiguo régimen, la crisis delas pirámides financieras, etcétera.

Entre otros autores emergentes de la“otra Europa” llama la atención la prosafebril, urgente, de Nikolái Lilin, autor deEducación siberiana (Salamandra), un li-bro testimonial sobre las andanzas crimi-nales de su clan urca, comunidad de ban-didos deportados desde su Siberia natal aTransistria (país que declaró su indepen-dencia en 1990, pero no la reconoce nin-gún país), con los que convivió y realizóun sinfín de fechorías (aunque sujetassiempre a un estricto código de honor)hasta ser reclutado para la guerra en Che-chenia. El húngaro rumano György Drago-mán publica El rey blanco (RBA y La Ma-grana, comedia negra sobre la infanciadel hijo de un preso en la Rumania de losúltimos años de Ceausescu, comentadarecientemente en Babelia. En Un santo enel ascensor (Icaria), el rumano Petru Cim-poesu novela las tragicomedias de la tran-sición del comunismo al capitalismo en elmarco de la comunidad de vecinos de unedificio en una ciudad de provincias.

Entre los clásicos del siglo XX, se presen-ta una novela hasta ahora inédita en Espa-ña de Karel Capek (pronúnciese Chapek).Prematuramente fallecido en 1940, el au-tor checoslovaco fue en su tiempo un escri-tor muy popular en toda Europa como pio-nero (contemporáneo de H. G. Wells) delas novelas de anticipación futurista, conun estilo ágil y humor irónico teñido decrítica a la deshumanización de la vida enlas sociedades modernas. Sus mejores no-velas vienen siendo reeditadas desde elaño 2003 por Valdemar, Siruela y otras edi-toriales, a las que se suma ahora El OlivoAzul con La krakatita, donde inventa laenergía nuclear y la bomba atómica veinteaños antes de los experimentos del Proyec-to Manhattan. Una fantasía nuclear con

todo el sabor de época de las antiutopíasde Capek.

RBA recupera, con una traducción porprimera vez rigurosa y directa desde el ori-ginal, la obra maestra del mejor novelistayugoslavo, El puente sobre el Drina, de IvoAndric, narrador bosnio en Belgrado, queen sus libros y especialmente en esta sun-tuosa epopeya, cuyo argumento abarca vi-das y peripecias de numerosos personajesdesde el siglo XVI hasta principios del XX,

postuló la tradición y la posibilidad de laconvivencia entre todos los pueblos deYugoslavia; ya sabemos cómo acabó esaposibilidad; los puentes que abundan enla literatura de Andric como lugares parael paseo y los encuentros, y como símbo-los del tránsito entre culturas, entre pue-blos, etnias, religiones, fueron dinamita-dos, a diferencia de este que permaneceintacto como un formidable monumen-to funerario.

Libros del Asteroide continúa con la pu-blicación de dos trilogías considerables: ladel húngaro Miklós Bánffy (Los días con-tados, Las almas juzgadas), fallecido en1950, novela la caída del imperio de losHabsburgo desde el punto de vista de laaristocracia húngara; el búlgaro Ángel Wa-genstein (Lejos de Toledo) cuenta el regresode un exiliado en Israel a su Bulgaria natal,una Bulgaria actual corrompida y violenta.

La hora 25, del rumano Virgil Gheor-ghiu, fue en su momento un best seller in-ternacional, considerado un edificante ale-gato antibelicista y denuncia del nazismo,el comunismo y también el materialismotecnificado del “americanismo”, bajo la for-ma de la peripecia de un inocente campesi-no rumano que padece por ser judío, luegoes paradójicamente exhibido por las SS co-mo ario prototípico, luego condenado enNúremberg, y luego enrolado en el Ejérci-to de Occidente para combatir contraOriente en la Tercera Guerra Mundial.

Acaban de aparecer casi simultánea-mente los testimonios de dos supervivien-tes de los campos de concentración nazis:Ana Novac, húngara de Transilvania, exilia-da en París, que ha fallecido a principiosde este año, fue internada en Auschwitz yaavanzada la guerra, en 1944, donde se lasapañó para llevar y preservar un diario quedos décadas después, ya asentada comoescritora en Francia, corrigió, publicó y fuetraducido a varias lenguas. Ahora aparecetraducido al castellano con el título deAquellos hermosos días de mi juventud(Destino) del que Babelia publicó un frag-mento el pasado día 18. Es un anecdotarioterrible hasta el punto de que la lectura sehace a ratos difícil. Un texto de la mismafamilia aunque con una ambición estructu-ral más compleja y un discurso más medi-tabundo y abstracto, también salpicadopor multitud de detalles sobre la rutina delexterminio, es el del esloveno de TriesteBoris Pahor, de quien sólo conocíamos, sino yerro, un relato en Zgodbe. Antologíadel nuevo cuento esloveno, que reciente-mente ha publicado Páginas de Espuma.Pahor estuvo internado en el campo deexterminio de Natzweiler-Struthof (a cin-cuenta kilómetros de Estrasburgo) y en Ne-crópolis (Anagrama) convoca, muchos añosdespués, sus recuerdos y meditaciones apartir de una visita turística al lugar. SegúnClaudio Magris, que apadrina el texto en laedición de Anagrama, “es una obra magis-tral, si es lícito utilizar juicios estéticos paraun testimonio del mal absoluto”. O

AVECES UNA historia va revelándo-se despacio a partir de un indi-cio trivial que permanece mu-cho tiempo guardado, como un

objeto que una persona mañosa encuen-tra por la calle y lleva un tiempo en elbolsillo y luego deja en un cajón, sinbuscarle una utilidad, pero sin decidirsea tirarlo.

Pero también sucede, aunque no tan-to, que la historia aparece completa de-lante de uno, como si uno mismo nohubiera tenido parte en su invención,tan sólo hubiera tropezado con ella. Meha sucedido una tarde de domingo, mien-tras leía junto a una ventana por la queentraba una brisa cálida de verano ade-lantado, apartando de vez en cuando losojos del libro para mirar el verde intensode unas copas de árboles ligeramentediluido en la neblina húmeda, la tarde deprincipios de mayo que ya parece delverano tropical de Manhattan, y que mehace sentir más tangible la otra ciudadque he visto mencionada en el libro, Lis-boa: ciudades portuarias con grandesríos que anuncian la anchura próximadel mar.

Una historia empieza siendo la figurade alguien recortada contra un fondomás bien impreciso: un recién llegado,llevando una maleta ligera, un extranje-ro evidente que sin embargo no pareceun turista, que baja de un taxi en algunade las plazas con estatuas de la ciudad yse queda desconcertado por su ampli-tud, deslumbrado por la claridad de lamañana. La realidad nos suministra sucatálogo habitual de detalles comunesque pueden ser novelescos. La fecha esel 7 de mayo de 1968. El extranjero desta-ca en seguida entre la gente de Lisboa,pero no por su rareza, sino al contrario,por su esmerada normalidad. No es altoni bajo, grueso ni delgado, atractivo nifeo, distinguido ni vulgar. Viste un trajeoscuro, camisa blanca, corbata. Tiene elpelo corto, peinado hacia atrás, con algode brillantina. Lleva unas gafas de mon-tura de concha. La recepcionista del ho-tel barato en el que se registra observaque lleva las mismas gafas en la fotogra-

fía de su pasaporte, pero en los días suce-sivos no vuelve a verlo con ellas. Vienede Londres, dice, pero su pasaporte escanadiense. Habla separando apenas loslabios y ladea la cabeza como para ofre-cer la menor ocasión posible de reconoci-miento. Su nombre es Ramon GeorgeSneyd.

Tendrá que esforzarse por escribirlo ydecirlo con naturalidad porque el can-sancio de tantos viajes y la tensión sinsosiego en la que lleva viviendo desde norecuerda cuándo pueden hacer que seconfunda con el otro nombre que ha teni-do hasta hace muy poco, casi igual deimprobable, Eric Starvo Galt, aunquetambién John Willard, Paul Bringham,Harvey Lowmeyer. Ha ido dejando esosnombres en los libros de registro de loshoteles casi siempre sórdidos en los quese ha alojado en el último año: en Méxi-co, en California, en el Sur, en Toronto,en Londres. En alguno de ellos ni siquie-ra había libro de registro. Al llegar a unaciudad este hombre con aspecto entre deprofesor o de funcionario venido a me-nos tiene siempre el instinto de encami-narse hacia la zona más dudosa, dondehaya restaurantes de comida grasienta,tiendas de empeño y de licores que nocierran en toda la noche, bares con pocaluz, prostíbulos. Con su traje y su corba-ta, con su aire tan digno, sus gafas deconcha, siempre parece fuera de lugar, yno habla con nadie, salvo con las muje-res a las que les regatea el precio antesde seguirlas con su aspecto furtivo haciaalguna habitación de alquiler. En Lisboapensaba encontrarse a salvo, pero sesiente perdido. No habla portugués y ca-da vez le queda menos dinero. Una delas primeras cosas que ha hecho al llegarha sido buscar los kioscos en los que sevenden periódicos americanos y británi-cos. Vuelve al hotel por la mañana conlos periódicos bajo el brazo y ya no saleen todo el día. Cuando la mujer de lalimpieza entra en la habitación encuen-tra la cama hecha y el suelo lleno dehojas de periódicos. En su maleta hay,aparte de unas pocas prendas muy lim-pias pero muy remendadas, un libro so-

bre hipnotismo y otro sobre los poderesque las nuevas computadoras electróni-cas podrán añadir al cerebro humano.También los cuadernillos de un curso decerrajería por correspondencia y una odos novelas de espionaje en ediciones debolsillo de segunda mano.

Los días en Lisboa de este hombreque ahora se llama Ramon George Sneydy hasta hace poco se llamó Eric StarvoGalt son en gran medida un espacio enblanco. Por eso me seduce tanto leer so-bre ellos. Son tan vacíos como la caraSneyd o Galt o Lowmeyer o Willard enlas fotos, como las habitaciones de hotelque frecuenta. Me hace acordarme delverso de Borges: Detrás del rostro que nosmira no hay nadie. De las pocas cosasque se saben seguras es que llegó a laciudad el 7 de mayo y se marchó el 17, enun vuelo de regreso a Londres, y querecorrió los bares de marineros y losmuelles buscando un carguero en el quepudiera huir hacia África.

Poco más de un mes antes, el 4 deabril, en la ciudad de Memphis, en Ten-nessee, se había registrado en un hotelínfimo de trastornados y borrachos en elque resultaba más chocante que nuncasu buen aspecto, su digna reserva un po-co gastada. Llevaba un paquete alargadoenvuelto en una colcha vieja. En su inte-rior había un rifle de cazar ciervos quehabía comprado esa misma mañana sinnecesidad de mostrar ninguna identifica-ción, tan sólo diciendo uno de sus nom-bres, Lowmeyer. En el hotelucho habíaun cuarto de baño compartido e inmun-

do desde el cual se veía a muy poca dis-tancia el balcón de la habitación de unmotel mucho más digno, el Lorraine. Ensus paseos por Lisboa, en sus horas desoledad en el cuarto del hotel, el hombreahora llamado Sneyd recordaría obsesi-vamente el momento en el que vio en lamirilla de su rifle la cara odiada de Mar-tin Luther King, apoyado en la barandillade su habitación, disfrutando el frescodel anochecer, a las seis y unos minutosde la tarde. Luther King tenía en la manoun cigarrillo que no llegó a encender.

La historia completa, con toda su alu-cinante riqueza de pormenores verdade-ros, la cuenta Hampton Sides en un librosobre el asesinato de Martin Luther King,Hellhound on His Trail. Lo leo a lo largode unos días con una impaciencia ansio-sa por llegar a un desenlace sobre el queno hay ninguna incertidumbre y al finalme quedan esas dos imágenes, esos dosindicios de un relato posible, James EarlRay pasando diez días inútiles de mayoen Lisboa, Martin Luther King inclinadotranquilamente sobre una barandilla,con un cigarro sin encender en la mano,pidiéndole a un amigo con el que piensaacudir a una fiesta esa noche que se pre-pare para cantarle en ella su spiritualfavorito, el que se escuchará dentro deunos días en su funeral, Take My Hand,Precious Lord. O

Hellhound on His Trail: The Stalking of MartinLuther King, Jr. and the International Hunt forHis Assassin. Hampton Sides. Doubleday. 480 pá-ginas.

E Fotogalería de los principales artistasde Europa del Este y sus obras.

Imagen de la serie Case History (1999), del fotógrafo ucranio Boris Mijailov (Charkov, 1938).

+ .com

Peces gordos en caladeros poco conocidos

Días en LisboaPor Antonio Muñoz Molina

LA LITERATURA DE LA OTRA EUROPA ha irrumpido en laoferta de nuestras librerías y en el interés de los lectoresespañoles desde hace ya algunos años, y cada mes senos ofrece algún libro interesante, clásicos olvidados opersonalidades nuevas de las letras rumanas, yugosla-vas, checas, húngaras o búlgaras. Se trata de un procesode normalidad o de recuperación de la normalidad, loraro, pero explicable, era que esas literaturas nos pare-ciesen tan lejanas y desprovistas de interés. ¿Por quéahora se traduce y publica tanta literatura de la EuropaCentral y del Este? Los motivos no están científicamenteexplicados, pero el sentido común aporta cinco moti-vos. El primero, las subvenciones y ayudas a la traduc-ción que ofrecen los institutos culturales de esas nacio-nes. En segundo lugar está el hecho de que en España sepublican muchísimos libros, y la maquinaria editorialestá ávida de títulos, de novedades. El espacio anglosa-

jón y de Europa Occidental está muy definido y reparti-do, y muchos editores pequeños y medianos buscanpeces gordos en caladeros hasta ahora ignotos o pococonocidos. En tercer lugar, ha irrumpido (algo nuevo ennuestra tradición) una generación de traductores riguro-sos, profesionales, competentes en lenguas de un inte-rés minoritario para España, a veces apasionados propa-gandistas de la literatura de aquellos países: Fernandode Valenzuela para el checo, o Moniká Zgustová; Joa-quín Garrigós, infatigable en la versión de los maestrosde la literatura rumana de entreguerras y también dealgunos contemporáneos; Adan Kovacsics, del húngaroy del alemán (también autor del ensayo Guerra y lengua-je), y Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek, delserbocroata, por mencionar sólo a algunos orfebres vete-ranos entre otros más jóvenes o menos prolíficos perode excelencia también contrastada. Y en cuarto lugar

está el hecho perverso de la presunta decantación delinterés de muchos lectores hacia la literatura de “noficción” o en la frontera entre la novela y la historia. Loslectores interesados en ese territorio mestizo encuen-tran en las novelas del centro y este europeos un solapa-miento constante, de manera que es fácil leer lo ficcio-nal como testimonio apenas disfrazado, y lo histórico,político, social como ficción exótica. Por lo demás, en laesfera literaria, tan profundamente global, probable-mente sería ilusorio (y para mí penoso) tratar de definirespecificidades nacionales o regionales. Una novela co-mo Mozart con retraso, o cualquier otra de BashkimShehu, con ser todo lo “brutalmente” albanesa que sequiera no podría haberse escrito sin un perfecto conoci-miento de las estrategias y recursos de la gran literaturamoderna occidental ni, cuando se traduzca al español,será leída aquí sin todos esos condicionantes. I. V.-F. O

Historias de la otra EuropaLa literatura proveniente de los antiguos países del Este goza de un auge creciente. Cada vezhay más rescates y novedades en librerías, en parte porque hay traducciones mucho mejores

El río Tajo (en una imagen de 1967) anuncia a la altura de Lisboa la anchura próxima del mar. Foto: Romano Cagnoni / Hulton Archive

Los puentes queabundan en la literaturade Andric como símbolodel tránsito entre culturasfueron dinamitados

IDA Y VUELTA

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 7

Marcos de guerras.Las vidas lloradasJudith ButlerTraducción de Bernardo MorenoPaidós. Barcelona, 2010200 páginas. 19 Euros

Por Josep Ramoneda

MEURSAULT, EL protagonistade El extranjero de Albert Ca-mus, fue condenado por nohaber sido capaz de llorar enel entierro de su madre. Judi-th Butler, con su concepto devidas precarias, indaga enaquellas vidas invisibles, “queno son susceptibles de ser llo-radas”. Nos movemos enunos marcos mentales que de-terminan nuestra relacióncon la vida de los demás yque limitan las posibilidadesde reconocimiento. Romperestos marcos significa repen-sar la precariedad, la vulnera-bilidad, la dañabilidad, la in-terdependencia. El problemano es meramente “cómo in-cluir más personas dentro delas normas ya existentes, sinoconsiderar cómo las normasya existentes asignan recono-cimiento de modo diferen-cial”. En este análisis descubri-remos cómo las distintas for-mas de expresión culturalque emanan del poder refuer-zan los marcos referenciales,apuntalan los mecanismos deexclusión. Incluso a menudose acude al discurso de los de-rechos humanos, a las cuestio-nes de género y a otros ele-mentos del discurso emanci-pador para legitimar la negación del reco-nocimiento a otros. Judith Butler analizaestos mecanismos tomando como ejemplola tortura y la fotografía. Y plantea la urgen-cia de reflexionar y cambiar la perspectivasobre tres cuestiones centrales: el conceptode vida, la violencia de Estado y el discursodel miedo. Al tiempo que defiende comoactitud moral, si se me permite la expre-sión, la conciencia de vulnerabilidad, la ca-pacidad de compartir precariedad, la asun-ción de que cualquier forma de superviven-cia pasa por el grupo, por la relación conlos demás. “Lo que limita quién soy es ellímite del cuerpo, pero el límite del cuerponunca me pertenece plenamente”.

El concepto de vida. Judith Butler parte

de dos postulados: existe un vasto ámbitode vida no sujeto a la regulación y a ladecisión humanas; dentro del vasto ámbitode la vida orgánica, la degeneración y ladestrucción forman parte del proceso mis-mo de la vida. “Excluir la muerte a favor dela vida constituye la muerte de la vida”. Demodo que no se puede afirmar por adelan-

tado un derecho a la vida. Y la cuestión noes si determinado ser es vivo o no, ni sitiene o no estatus de persona, “sino si lascondiciones sociales, su persistencia y pros-peridad son o no posibles”. ¿En qué condi-ciones la vida precaria tiene derecho a laprotección? El derecho a la vida implica “laobligación positiva de suministrar unos

apoyos básicos que intenten minimizar laprecariedad de manera igualitaria”: la comi-da, el trabajo, la atención sanitaria, la edu-cación, el derecho a la movilidad y a laexpresión, la protección contra los daños ycontra la opresión. De modo que nuestrasobligaciones, lo que está de nuestra mano,son las condiciones que hacen posible lavida, no la vida en sí.

Judith Butler distingue entre precarie-dad y precaridad. Las vidas son por defini-ción precarias, la precaridad “designa esacondición políticamente inducida en laque ciertas poblaciones adolecen de faltade redes de apoyo sociales y económicas yestán diferencialmente más expuestas alos daños, la violencia y la muerte”. Cen-

trar de nuevo la política contemporáneaen los efectos ilegítimos y arbitrarios de laviolencia estatal, incluidos los medios coer-citivos para aplicar y desafiar la legalidad,podría reorientar perfectamente a la iz-quierda más allá de las antinomias libera-les en las que naufraga actualmente. Nosayudaría a comprender ¿por qué podemos

sentir horror frente a ciertaspérdidas e indiferencia, o in-cluso superioridad moral,frente a otras? Algunos huma-nos dan por supuesta su hu-manidad, mientras que otrosluchan por acceder a ella.

El miedo se da por añadi-dura: es el resultado de estapolítica de precarización delotro. La representación de latortura, la fotografía, es ambi-valente: es una forma de po-ner en evidencia los excesosde la violencia de Estado, pe-ro al mismo tiempo es unamanera de legitimarse que tie-ne el propio torturador y esuna forma de sembrar el mie-do y las dudas: ¿de qué mane-ra las normas que rigen quévidas son consideradas huma-nas entran en los marcos me-diante los cuales se desarrollael discurso y la representa-ción visual, y cómo estas deli-mitan u orquestan a su veznuestra capacidad de respues-ta ética al sufrimiento?

Pero el núcleo del progra-ma teórico de Judith Butler es-tá en esta idea: “Juzgamos unmundo que nos negamos a co-nocer, y nuestro juicio se con-vierte en un medio para negar-nos a conocer este mundo”.Este nodo sólo puede romper-se por la curiosidad y por el

conocimiento, pero esto significa descom-poner los marcos que nos atrapan. Y paraello el individuo necesita nuevos espaciosde ubicación. “Toda forma de individuali-dad es una determinación social”. Nuestroprimer interés por el otro es porque es con-dición de nuestra supervivencia. “La singu-larización constituye un rasgo esencial dela socialidad”. Y es necesario asumir el ca-rácter vulnerable de nuestras vidas comovía para la empatía hacia las vidas preca-rias. Todos estamos en la precariedad. O

E Introducción de Marcos de guerras.Las vidas lloradas, de Judith Butler.

Los remanentes del ser.Ontología hermenéuticadespués de la metafísicaSantiago Zabala. Traducción de MiguelSalazar. Bellaterra. Barcelona, 2010160 páginas, 12 euros

Por Manuel Cruz

SANTIAGO ZABALA (1975) probablemente en-carne casi a la perfección la buena nueva deese filósofo cosmopolita que tanto se nosanuncia (y nunca termina de llegar). Educa-do en Austria y Suiza, máster en Filosofíapor la Universidad de Turín, doctor por lade Roma y becario de la prestigiosa Funda-ción Humboldt, en la actualidad es profesor

visitante en la no menos prestigiosa JohnsHopkins University. Aunque éste sea su pri-mer libro traducido al castellano como au-tor (en inglés e italiano tiene publicada unamonografía sobre Ernst Tugendhat), el lec-tor español podía disponer de noticia de sutrabajo a través de las ediciones que ha idollevando a cabo de volúmenes como Nihilis-mo y emancipación o El futuro de la religión—traducidos también, por cierto, a muchasotras lenguas—. En estos dos últimos textosaparece una de las claves para entender elpensamiento de este filósofo de casi insolen-te juventud, que no es otra que la figura deGianni Vattimo. Estrecho colaborador suyo(editó el volumen-homenaje Debilitando lafilosofía y es uno de los coeditores de lasObras Completas del filósofo turinés), en es-

te Los remanentes del ser recoge la inspira-ción de aquél para profundizar en un asun-to de la mayor importancia en la hora pre-sente. Porque, contra quienes se empeñanen levantar, día sí, día también, el acta dedefunción de cualquier reflexión que seplantee cuestiones poco concretas (¿hay me-jor ejemplo de este tipo de cuestiones que ladel Ser?), los textos de autores de tanta actua-lidad como Jacques Derrida o Jean-Luc Nan-cy le sirven a Zabala para mostrar que, aun-que la noción con mayúscula pueda estaren crisis en estos tiempos decididamenteposmetafísicos, tiene sentido hablar deunos restos, residuos o remanentes del Ser enlos que seguir basando un pensamiento on-tológico, esto es, acerca de lo que hay. En losautores mencionados, al igual que en clási-

cos de la filosofía contemporánea tan dife-rentes entre sí como pueden ser Nietzsche,Dewey o el mismísimo Gadamer, encuentrael autor del libro que estamos comentandoel denominador común de un pensamientoontológico de nuevo cuño. Un pensamientoque rechaza los modos rígidos y esencialis-tas de entender el Ser (y que, en ese sentido,se hace plenamente merecedor, en sintoníacon los tiempos en los que se inserta, delcalificativo de posmetafísico) sin por elloabandonar el concepto, aunque inclinándo-se, eso sí, por concepciones más fluidas, ma-leables y adaptables del mismo. Probable-mente constituya ésta la única manera hoya nuestro alcance de no dar por definitiva-mente perdida la vieja pregunta filosóficapor el sentido de lo existente. Quizá el tanpublicitado Bauman ha descubierto menosde lo que mucha gente cree y no ha hechootra cosa que plantear (discúlpenme el pala-bro que viene) una ontología regional de laliquidez. Y, sin embargo, cuánto lo jalean. O

+ .com

Un filósofo cosmopolita

Judith Butler (Ohio, 1956) indaga en aquellas vidas invisibles “que no son susceptibles de ser lloradas”. Foto: Basso Cannarsa / Opale

Romper los marcos mentalesEn la guerra, ¿qué pasa con el derecho a la vida? La filósofa estadounidense Judith Butler, con destacados estudios sobrelas políticas de género, continúa su investigación sobre la precariedad de la existencia con un nuevo libro que sitúa eseproblema en los escenarios bélicos. En él explica cómo los Estados justifican la violencia mediatizando la información

EL LIBRO DE LA SEMANA

8 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Adán en EdénCarlos FuentesAlfaguara. Madrid, 2010177 páginas. 16,50 euros

Por J. Ernesto Ayala-Dip

NO IBA A SER justamente ahora, cuandoMéxico parece estar más que nunca al bor-de del abismo, que Carlos Fuentes cambiarade tercio: que orientara su narrativa lejos delas preocupaciones sociopolíticas que siem-pre caracterizaron su obra, incluso lejos delos dibujos formales que impidieron conarte mayor que esas preocupaciones no que-daran en simple y bien disimulada sociolo-gía. Qué novela puede superar como para-digma de denuncia social y política a Lamuerte de Artemio Cruz, de reconstrucciónde un imaginario histórico lastrado de men-tiras y revoluciones traicionadas. Y a la vezqué novela puede superarla en conjunciónde experimentalismo, riqueza estructural yapelación a la figura del lector como piezaesencial del engranaje narrativo. De eso hanpasado ya muchos años. Y sin embargo, Car-los Fuentes sigue insistiendo en su estéticacomo método de indagación en las eras delos hombres y de indagación de los hombresen las eras imaginarias, que diría LezamaLima. Tiempo histórico y tiempo mítico. Delos maestros contemporáneos de la literatu-ra latinoamericana, probablemente seaFuentes quien atinó a conciencia a decons-truir hasta sus últimas consecuencias novelís-ticas el trágico sinsentido histórico de su paísy del continente americano, incluido Esta-dos Unidos. Lo hizo y lo sigue haciendo, por-fiando para hacer del género novelesco algomucho más complejo que un artefacto unidi-mensional pensado solamente para transmi-tir ideas sobre el mundo. Hace unos años, apropósito de la publicación de La Silla delÁguila, dijo el autor mexicano de la novelaen general que no concebía que en ella nocupiera “la narrativa, la poesía, el ensayo, lafilosofía, la ciencia, el reportaje”; y para auto-rizar esa afirmación citaba Los sonámbulos,del novelista alemán Hermann Broch.

Adán en Edén, su nueva novela, es unamise en escène del México más rabiosamen-te actual. Del que sale en los diarios, en lostelediarios, en los reportajes más impactan-tes; del México que vemos desplegado enlos ensayos políticos en busca de una expli-cación a tanto deterioro moral y a tanta im-potencia. Muchos ingredientes para un pla-to peligroso. El peligro de la novela bienintencionada de denuncia. Fuentes esquivalo previsible. Construye una voz en primerapersona que es la que conduce el relato. Leadjudica una personalidad novelística de

consolidada tradición decimonónica: el arri-bista, el muchacho pobre que llega a abo-gado, se casa con una chica rica y escalaposiciones sociales impensables en un indi-viduo de su clase. En torno a Adán Gorozpe,que así se llama el arribista, funcionan sumujer Priscila, una chica de inimaginablesuperficialidad; su suegro Celestino Olguín,poderoso e influyente empresario; AbelardoOlguín, hermano de Priscila, la oveja negrade la familia que atinó a desviarse hacia elcostado más espiritualista de la vida y lasociedad, y por fin el otro Adán de esta his-toria: Adán Góngora, un superpolicía quegobernará la política anticorrupción con ma-no de hierro, sólo que su aparatosa inter-vención regeneradora no es más que unafachada, un simulacro bien orquestado paraproteger a los grandes jerarcas de la delin-cuencia de alto voltaje: el narcotráfico.

Adán en Edén es una novela breve quecarga las tintas sobre los puntos más negrosde la historia y la intrahistoria del México denuestros días. Pero el método que utilizaFuentes para representar esta dantesca situa-ción contradice la tentación dramatizadora:el autor de Terra nostra ha escrito una espe-cie de comedia negra. (En una lengua, por

cierto, pletórica de significados, doble inten-ción y silencios). Desde la voz de Adán Goro-zpe, en clave irónica y cínica, hasta las apari-ciones de un niño disfrazado de ángel quealerta a los mexicanos como si lo hiciera porun mandato divino, toda la novela se autoali-menta de sus propios materiales: grotescos,como la figura de Adán Góngora; ominosos,como esos ángeles salvadores que el arribis-ta Adán convoca para el exterminio final dela podredumbre, pero que tanto recuerdanal huevo de la serpiente que incuba al fascis-mo; Ele, la amante de Adán Gorozpe, el mo-

tor erótico que necesita el arribista paramantener intacta su representación de chi-co juicioso que agradece la posición de clasea la que se le permitió acceder.

La condición arribista de Adán Gorozpees imprescindible en el tejido argumental deAdán en Edén. Su cinismo es el arma dedesnudamiento del sistema social y políticode su país y de su esqueleto moral. Conocelas estrategias de supervivencia en los me-dios más hostiles. Y detecta la codicia, lacorrupción. No ignora la hipocresía porqueél mismo la practica para que no se lo descu-bra. Y, sobre todo, tiene una moral de recam-bio impredecible. La moral del que se creellamado a inaugurar una nueva era. O unnuevo infierno. Este es el interrogante, elfinal abierto que nos deja esta hermosa, bur-lona y necesaria novela. Adán dialoga con ellector entre líneas. Lo deja andar entre laspáginas de su imaginación. Lo confunde ylo orienta. La indesmallable vocación cer-vantina de Carlos Fuentes. O

Una nueva era. O un nuevo infiernoAdán en Edén, hermosa, burlona y necesaria novela de Carlos Fuentes, es una puesta en escena del Méxicomás rabiosamente actual. El escritor esquiva lo previsible y carga las tintas sobre los puntos más negrosde la historia y la intrahistoria mexicanas en una lengua llena de significados, doble intención y silencios

E Primeras páginas de Adán en Edén,de Carlos Fuentes.

+ .com

Imagen tomada en Ciudad Juárez a finales de abril tras un tiroteo con víctimas. Foto: Reuters Alejandro Bringas

El cinismo de AdánGorozpe es el armade desnudamientodel sistema socialy político de su paísy de su esqueleto moral

LIBROS / Narrativa

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 9

Nunca fue tan hermosa la basuraJosé Luis PardoGalaxia Gutenberg / Círculo de LectoresMadrid, 2010. 400 páginas. 21 euros

Por Félix de Azúa

ENSAYO. HACE YA MUCHOS AÑOS que la expre-sión “pensamiento filosófico” resulta detan mal gusto como “esposa honesta” o“probo funcionario”. No sin razón. Fue elpropio Heidegger quien rechazó que le lla-maran “filósofo” y no admitía otra denomi-nación para su oficio que la de “pensa-dor”. No son momentos populares para lafilosofía, reducida como se encuentra alcampo de concentración universitario, pe-ro de vez en cuando alguien asoma la cabe-za por una ventana de la facultad y gritacuatro frescas. Entonces uno siente ungran alivio. Este es el caso del libro quecomentamos. Junto con otros brillantes co-legas suyos, José Luis Pardo pertenece aun grupo de ensayistas cuya hazaña es con-siderable: han logrado que haya pensa-miento en España, e incluso pensamientofilosófico. No lo tenían fácil y para consta-

tarlo el lector puede comenzar por el ar-tículo titulado ‘Literatura y filosofía’, endonde comprobará la dureza del territo-rio. Con una muy grata ironía, exponePardo los bandazos de la filosofía en losúltimos años y la patética necesidad (ynecedad) de que todo, desde la gastrono-mía hasta los usos sexuales, tenga que serde derechas o de izquierdas, incluida laVerdad. El relato de cómo la filosofía másreaccionaria ha podido pasar por progre-sista en los medios de persuasión (y vice-versa) es de lo más hilarante del libro, si nofuera porque hace llorar. Pero he usado lapalabra “ironía” en razón de que Pardo esun escritor dedicado a la filosofía y no locontrario. Su voluntad narrativa (exceptoen algún artículo muy técnico) está siem-pre presente en el texto, el cual no aspira aninguna neutralidad objetiva, ni (líbrenosDios) a la exigencia científica. Lo cual noobsta para que los asuntos de que trataNunca fue tan hermosa la basura sean con-tundentemente serios, es decir, filosóficos.Que ello es posible, que el pensamientoserio exige una forma literaria igualmenteseria, es una de las columnas de la obra. Eltítulo, naturalmente, señala el camino. Es-te endecasílabo de Juan Bonilla resume elargumento. Se trata de la súbita y totalita-ria estetización de absolutamente todo, tí-pica de nuestra sociedad, y la substituciónde los códigos éticos por sucedáneos estéti-cos. Pardo marca con exactitud la fronteraentre la estetización general (o política) yla “obra de arte”, fenómeno no sólo perfec-tamente ajeno a lo anterior sino además (ypor paradoja) su opuesto absoluto. Dichocon una simplificación imperdonable, Par-do expone desde diversas perspectivas ycon múltiples objetos que allí donde hay“obra de arte” hay experiencia del sentidodel mundo y del significado humano, peroallí donde hay estetización sólo hay nihilis-mo. Así, por ejemplo, la invasión de la ba-sura en el conjunto completo de nuestras

vidas (ciudades-basura con edificios-basu-ra para habitantes-basura) que fuerza unaestetización universal de la basura (sólo loreciclable es bello) y en consecuencia im-pone un valor políticamente correcto a losdetritos gracias a su virtual reciclado. Lasviviendas reciclables pueden mudar en ho-teles, hospitales, aeropuertos o iglesias.Los trabajadores reciclables están en unperpetuo reciclado laboral. Los humanosreciclables tienen pechos, rostros o híga-dos de recambio. Pero sumados todos loscasos, siendo la basura lo propiamente re-ciclable, la extensión del vertedero se hahecho escalofriante.

Es en verdad chocante que la sociedadmás rica, acomodada, lujosa y potente detoda la historia conocida, sólo pueda ali-mentarse de basura, deba vivir acariciandoel cáncer en ciudades venenosas o matarseen un mundo laboral residual y putrefacto.Menos mal que la tele-basura, con su tonotan jacarandoso y positivo como el del jefede Gobierno y sus señoras, nos convencede que somos los más ricos y guapos ysanos de la historia. O sea, que somos sos-tenibles y progresamos en la sociedad delconocimiento. Ideología-basura. A partir

de este juicio (que he esbozadobrutalmente) las ilustracionesque ofrece Pardo son muy varia-das. Están los niños cuyos jugue-tes tecnificados (y reciclables) lestecnifican a ellos mismos, de mo-do que aprenden, como BuzzLightyear de Toy Story, que yanunca más habrá resurrección yque es dudoso que siga habiendoniños. O están los escribientes ycopistas, como Bartleby, que ha-bían sido la condición de posibili-dad de lo que nosotros llamamos“literatura”, cuya desaparición esnecesaria a medida que se impo-ne la literatura-basura. O los cuer-pos-basura que deben ser recicla-dos constantemente medianteimplantes, cirugía, culturismo, ocon tatuajes y piercing si son eco-nómicamente débiles. Está tam-

bién la enseñanza-basura, definida por Par-do como “gelatina de conocimiento” (¡esoscréditos universitarios!), que es lo que aho-ra reciben los estudiantes como prepara-ción para sus trabajos-basura, junto conuna ideología apropiada para la sumisiónal feudalismo local. O bien la defensa teoló-gica de los mitos-basura (el caso Che Gue-vara), mercancía de ínfima calidad que sevende como reliquia santa de una religiónque se avergüenza de sí misma.

Cuatro son los nombres que aparecenuna y otra vez en estos textos, Nietzsche,Benjamin, Heidegger y Sánchez Ferlosio.Son los expertos jugadores con quienesPardo se juega los cuartos. Todos ellosunen la precisión conceptual con un talen-to literario fuera de lo común. En algunoscasos (Ferlosio) la fibra creativa nos tensacon tanta fuerza que casi no advertimos elvigor del pensamiento. En otros (Benja-min) se da el efecto contrario y la profundi-dad de la mirada (de la theorein) nos dis-trae de la precisión de la prosa. Los cuatroelegidos forman parte de la casta menosacadémica, menos mercantil, menos insti-tucional de los siglos XIX y XX. Son outsi-ders del vertedero que viven en él como elanarco de Jünger vivía en el palacio deldictador. José Luis Pardo, que ya dio leccio-nes de simbiosis entre filosofía y literaturaen La Regla del Juego y Esto no es música,vuelve a permitirnos hablar de pensa-miento filosófico en otra excelente piezaliteraria. El lugar desde donde habla, en lapeligrosa frontera entre dentro y fuera, te-rreno frecuentado por predicadores conun colt en la Biblia, vendedores de crecepe-lo, indios alcohólicos, sacamuelas, muje-res ultrajadas y caza recompensas, allí, nomuy lejos de las puertas de la Universidady del Parlamento, a pesar de todo tambiénpuede crecer la verdad, según dijoHölderlin, otro outsider. Hay lugares peo-res: hace dos siglos y medio la filosofíaestaba en el boudoir. O

Los villanos de la naciónLetras de política y sociedadJavier MaríasEdición de Inés BlancaLibros del Lince. Barcelona, 2010314 páginas. 19,20 euros

ARTÍCULOS. LITERATURA Y PERIODISMO, o co-lumnismo, que no sólo llama a las cosaspor su nombre sino que las radiografía eincluso nos muestra su sombra y proyec-ción. Eso se aprecia, y se agradece, en estaantología de artículos que Javier Marías(Madrid, 1951) ha escrito a lo largo de 25años. Como indica el subtítulo: ‘Letras depolítica y sociedad’, son piezas restringidasexclusivamente a ese ámbito, escritas paradiferentes publicaciones, entre ellas, El PaísSemanal, donde colabora actualmente. Lamirada de Marías es aquí afilada, irónica osarcástica (en cuyos recursos lleva a vecesasemillado el humor) en torno a cuestionesque competen al Gobierno, a la nación o alpaís, o a los tres, sobre las que él llama laatención, ya sea por la desfachatez, la negli-gencia o la incompetencia de algunos diri-gentes y las consecuencias de sus actos; pe-ro también, y sobre todo, de la conformidado indiferencia con que la ciudadanía asumeciertos asuntos. Unos textos magníficamen-te escritos que, leídos uno tras otro, creanun retrato, por momentos preocupante, deuna sociedad que tolera o se muestra pasi-va con sus líderes o el rumbo de sus ciuda-des o instituciones. Hay muchos temas, na-cionales e internacionales, en los que se vea un Javier Marías combativo e inconforme,pero siempre alerta desde una ética com-prometida con todos y con su tiempo. Tresde los artículos que retratan parte de todosestos escritos sobre asuntos candentes ensu momento son: Ustedes (sobre el 11-S, de2001), Decidir volverse loco (sobre el PP, el14-M, Aznar, ETA) y El perjudicial serviciodel presente (una reflexión sobre nuestraépoca). Winston Manrique

Vidas imaginariasMarcel SchwobPrólogo de Eloy TizónTraducción de Olga Novo PresaKRK. Oviedo, 2009.187 páginas. 19,15 euros

BIOGRAFÍAS. BORGES, EN SU BREVE prólogo aVidas imaginarias, escribió: “En todas par-tes del mundo hay devotos de MarcelSchwob que constituyen pequeñas socieda-des secretas. No buscó la fama; escribió deli-beradamente para los happy few, para losmenos. Frecuentó los cenáculos simbolis-tas…”. “Hacia 1935”, añade, “escribí un li-bro candoroso que se llamaba Historia uni-versal de la infamia. Una de sus fuentes, noseñalada aún por la crítica, fue este libro deSchwob”. Ambos asertos son exactos: esacofradía de fieles devotos persiste. Ésta es laoctava traducción española de Vidas, y elcotejo de sus prosas con la obra tempranade Borges declara su influencia. La lista delos biografiados la inicia un “supuesto dios”(Empédocles), y le siguen un incendiario,un cínico, una hechicera, un poeta, una ma-

trona impúdica, un novelista, un geománti-co, un hereje, para concluir unos diez nom-bres después con tres piratas y un par deasesinos. (Todos son personajes históricos oliterarios; quien los compare con los de laHistoria de la infamia borgiana acaso echede menos algún tipo oriental; pero advertirálos ecos). Borges subrayaba también, conacierto, que Schwob traducía del griego ydel inglés, y admiraba a Poe y Stevenson, loque combina con su lúdica erudición y suvibrante estilo. Tiene, además, cierto airealejandrino muy fin de siècle francés. MarioPraz le llamó “eruditísimo y decadente”.Hay en sus prosas seductores ecos de losantiguos clásicos (véase Marcel Schwob. An-tiguos Imaginarios, 2008, de F. García Jura-do) y Eloy Tizón destaca muy bien en suexcelente prólogo su eficaz manejo de lofantástico. Seguro que esta muy atractivaedición servirá para ampliar el club, no tansecreto ya, de los fans de este fabuloso maes-tro del relato breve. Carlos García Gual

Los espejismos de la imagenen los lindes del siglo XXISerge GuilbautTraducción de Alfredo BrotonsAkal. Madrid, 2009202 páginas. 26 euros

ARTE. EL CÉLEBRE TRABAJO de Serge GuilbautCómo Nueva York robó la idea del arte mo-derno (1989) constituyó un excelente ejem-plo de contextualización de un arte que yano podía entenderse sólo en términos dog-máticamente formalistas, sino abiertos alestudio de las condiciones sociales de suproducción y distribución. En este libro,Guilbaut se esfuerza en hacer patentes elalcance y los límites de ese registro. En laprimera parte, ‘Miradas’, se habla de Tà-pies, de la condición periférica de RodneyGraham y Francis Alÿs, y del “antimonu-mento” de Daniel Buren en el Palais Royal(que prefiere al “machista” Tilted Arc deSerra). En la segunda parte, ‘Entrevistas’, seevidencia la lucidez del propio Buren, comola de Hans Haacke defendiendo su derechoa “morder la mano” que le da de comer y lade Jeff Wall matizando tópicos contra susentusiastas. Una de esas entrevistas la prota-goniza el mismo Guilbaut, quien se mues-tra didáctico explicando a Yves Michaud laQueer Theory y contraponiendo la obra deRauschenberg y Johns a la “virilidad” de losexpresionistas abstractos y de Newman. Pe-ro las posiciones de Guilbaut como historia-dor “revisionista”, expuestas en la terceraparte, ‘Perspectivas’, parecen algo máscomplejas. Por ejemplo, advierte contra latentación de cuestionar el panteón del artemeramente ampliando el elenco de escogi-dos. Advierte también contra la “descons-trucción a ultranza” (¿hay otra?). Se atienea la relativización de la autonomía de lahistoria del arte y a la necesidad de reinter-pretarla buscando conexiones entre lasobras y las realidades sociales, pensando,con Thomas Crow, en términos de contin-gencia sin nihilismo. Menos convincentees su idea de que “la fuerza” de la nuevahistoriografía residiría en su disolución in-terdisciplinar y la consiguiente sustitucióndel historiador por el “escritor” de arte.Finalmente, sus comentarios sobre lamusealización del mundo, sobre los peo-res aspectos del turismo cultural (el Gug-genheim de Bilbao) y el arte americanotras la guerra del Golfo sirven menos comomodelos iluminadores de esa historia revi-sionista (a diferencia de algunos ensayosde Voir, ne pas voir, faut voir, de 1993) quecomo sagaces constataciones de actuali-dad. Y, en el caso de la guerra del Golfo, deuna cierta inactualidad. Vicente Jarque

Obra de C. Jordan, de la muestra Revolviendo en la basura (CDAN).

La filosofía en el vertederoLIBROS / Ensayo, Narrativa y Poesía

10 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

El cielo a medio hacerTomas TranströmerTraducción de Roberto MascaróNórdica. Madrid, 2010270 páginas. 19,50 euros

Por Benjamín Prado

POESÍA. “LO REAL es sólo la base, pero es labase”, decía Wallace Stevens, que sin du-da es una de las referencias más nítidasdel escritor sueco Tomas Tranströmer,cuyos poemas, que siempre tienen el filode lo sutil, nos atraviesan “como el navíopasa entre la bruma / sin que la brumanada perciba”, pero no se van dejándo-nos con las manos vacías, porque el au-tor de Bálticos, Visión nocturna o La pla-za salvaje sabe que un buen poemasiempre es la autobiografía de sus lecto-res, y que su trabajo consiste en salir enbusca de sí mismo, capturarse y exponer-se al público en la jaula del poema: “Dosverdades se acercan una a otra. Una vie-ne de adentro, una viene de fuera / y allídonde se encuentran tiene uno la oportu-nidad de verse a sí mismo”, dice Tranströ-mer (Estocolmo, 1931), que aunque des-

de hace unos años tiene severos proble-mas de salud y de movilidad sigue au-mentando con paciencia y rigor unaobra traducida en medio mundo —segu-ramente no siempre tan bien como enesta antología hecha por su amigo Rober-to Mascaró— y para la que hace tiempoque se reclama el Premio Nobel. Lo me-rece, pero no lo necesita, porque ya esreconocido como uno de los poetasesenciales de su tiempo. Sus poemas norenuncian jamás al atrevimiento —“hayen medio del bosque un claro inespera-do que sólo puede encontrar aquel quese ha perdido”—; no reniegan de su ori-gen surrealista —“Eluard apretó un bo-tón / y el muro se abrió / y apareció eljardín”—; y son militantes de la literaturay soldados del lenguaje: “Todo tiene sen-tido dentro del poema, en el que las pala-bras son como ‘medusas que se deslizana la deriva como flores después de unfuneral marino, si se las alza del aguapierden toda su forma, como cuandouna indescriptible verdad es arrancadadel silencio”. El cielo a medio hacer esuna respuesta entera a ese silencio a tra-vés de la poesía y la prosa de este extraor-dinario escritor. O

Palabras bellas comomedusas en el agua

La piruetaEduardo HalfonPre-Textos. Valencia, 2010145 páginas. 10 euros

NARRATIVA. ESTUVO PRIMERO el cuento. Ahíanduvo Milan Rakic, el pianista de músicaclásica que amaba el jazz y conversaba so-bre Epistrophy, de Thelonious Monk. Sí, Mi-lan Rakic fue protagonista de uno de losrelatos de El boxeador polaco (Pre-Textos), ysu autor, Eduardo Halfon (Guatemala,1971), ha retomado la historia en La pirueta.Rakic es un músico que no sigue el progra-ma anunciado: ahora Beethoven cuando seespera a Chopin, ahora Rachmaninov cuan-do escrito está en el programa que debeinterpretar a Saint-Saëns. Rakic es junto alpropio escritor, protagonista de un encuen-tro que se transforma en una amistad ligeray tras la ausencia de noticias, en obsesión.Un sentimiento que surgirá tras ese patrin(en romaní significa señales en el camino),que son las postales que va enviando el pia-nista desde los lugares de su gira musical. Através de esa correspondencia puntual se vecrecer la obsesión y quien lee se somete sindudarlo a la adicción de la letra de Halfon yva comprendiendo por qué Rakic (de madreserbia y padre gitano) quiere ser zíngaro,pertenecer a una tribu nómada y disfrutarde otra manera de hacer música. La pirueta,que obtuvo el premio de novela corta JoséMaría Pereda en 2009, es una narración queademás contiene los cuentos de cada postal.En algunas, un escueto texto convertido enun cuento hermoso. En otras, un relato pe-queño que elabora una historia inmensa. Yquien lee, paladea una lengua desconociday aprende a decir I phuv kheldia: terremoto,o mejor, la tierra bailó; y busca la música deSaban Bajramovic, y la letra de Papusza: “Na-die me comprende / Sólo el bosque y el río /De aquello de lo que hablo / Ha todo, todopasado”. Halfon va adentrándose en un co-nocimiento que no se sacia y señala esa mez-cla de rechazo, expulsión, baile, música, elcampo de concentración. También el abece-dario inexistente: cuentan que el asno bebióagua del riachuelo y se comió las hojas delechuga que guardaban las letras. Halfon au-tor, enredándonos, asombrándonos, no co-mo Sherezade sino como Ellen la negra, lagitana de Belfast, capaz también de contarun cuento que dure toda la noche. Después,a mitad de lectura, el viaje desde Guatemalaa Belgrado. Desaparecidas las señales, cuaja-do el motivo, la obsesión transformada enbúsqueda y en enigma. El escritor mismo osu ficción atravesando plazas, conversandoen bares, descubriendo callejones que sonescombreras de lamentos. Entrando con ellector en las casas y en los garitos con lamelodía y la contraseña de las postales. Hal-fon y su prosa silente y precisa desmenuzan-do universos extraños, revelando lo ajeno.Ya difuso Milan Rakic, ya mezcladas la músi-ca, el juego, las ruinas de una guerra, el des-dén. La pirueta de estar al mismo tiempo enel infierno y el paraíso. María José Obiol

La amante chinaIan BurumaTraducción de Mónica RubioDuomo. Barcelona, 2009422 páginas. 19,80 euros

NARRATIVA. IAN BURUMA NACIÓ en La Hayaen 1951 y pertenece a esa generación deescritores europeos que reinventaron la na-rratividad. Periodista polémico y tremenda-mente personal (con una voz narrativa muydefinida), ha jugado a ser el extranjero erran-te y a convertir su extranjería en una especiede condición existencial. La búsqueda de laextranjería, como condición de vida y como

fuente de inspiración, es casi una constanteentre bastantes escritores nacidos en la dé-cada de los cincuenta, y la novela de Buru-ma La amante china toca especialmente eseproblema: el de la extranjería del autor y laextranjería del narrador. En La amante chi-na, Buruma cuenta la fabulosa y “verídica”historia de Yoshiko Yamaguchi, alias RiKorán, actriz y cantante nacida en el senode una familia de colonos japoneses en Man-churia, en la época en que era un Estadotítere de Japón. Parte de la novela se encargade explicar al lector los avatares del cinemás o menos propagandístico que en losaños veinte realizaban los japoneses enManchuria. Tres narradores, dos nipones yun americano, se van sucediendo para con-tar la historia de Ri Korán en la que, como yaes habitual en la novela de las últimas déca-das, se van alternando y confundiendo loshechos reales con los ficticios. ¿Qué es fic-ción y qué no en la vida de Ri Korán que nos

cuenta Ian Buruma? ¿Son ciertas todas susaventuras sentimentales y sexuales? Lo mis-mo se puede decir del centenar de aconteci-mientos históricos que van desfilando por eltexto, confundidos con la materia ficticia yconformando entre todos un tejido convin-cente, al modo hiperrealista en que lo sue-len hacer los periodistas más que los novelis-tas. Aunque quizá lo más interesante de lanovela de Buruma es la larga, accidentada yprolífica reflexión sobre el cine como inven-to supremo y como reflejo de los deseospersonales y colectivos. Sólo una cosa fallaen La amante china. Buruma está tan empe-ñado en que parezcan reales sus narradoresjaponeses que acaba haciéndolos demasia-do pedagógicos y exhaustivos, ignorandoque si fuesen japoneses de verdad daríanmucha información por supuesta y jugaríanmás con los sobrentendidos, omitiendo loobvio y las cosas ya sabidas. Pero se trata deun problema que, al parecer, cada vez leimporta menos al lector de a pie y que no leva a impedir disfrutar de esta seductora y aratos brillante novela. Jesús Ferrero

Perfume de hieloYoko Ogawa. Traducción de YoshikoSugiyama y Héctor Jiménez FerrerFunambulista. Madrid, 2009320 páginas. 15,30 euros

NARRATIVA. CREEMOS CONOCER a quien ama-mos. Hasta que un día descubrimos queaquello que sabemos es apenas una pincela-

da y que la persona amada nos es dolorosa-mente extraña. Perfume de hielo, de la japo-nesa Yoko Ogawa, se inicia con el suicidiode Hiroyuki, un joven perfumista en Tokio.Su muerte reúne por primera vez a su novia,con quien vivía hacía un año, y a su herma-no pequeño. Ninguno sabía de la existenciadel otro y ambos desconocen cómo era yqué hacía el Hiroyuki con quien cada unoconvivió. El encuentro en el hospital, tanamargo como desconcertante, revela que Hi-royuki desgajó nítidamente su pasado y supresente como dos piezas de un rompecabe-zas. Su novia, Ryoko, decide adentrarse enla memoria de su amante desaparecido, co-mo un explorador que emprendiera un viajehacia la fuente secreta de un río. Su investi-gación la llevará a Praga, donde 15 añosatrás se celebró un concurso internacional

de matemáticas en el que éste participó.Yoko Ogawa, autora de La fórmula preferidadel profesor, es una escritora muy conociday respetada en Japón. Su prosa pausada yreflexiva, la melancólica belleza de su escri-tura, sus sobrias y poéticas descripciones…han sido elogiadas por Kenzaburo Oé. EnPerfume de hielo retoma los temas que leson queridos: el paso del tiempo, el valor dela memoria, la soledad, el amor, la armoníade los números, el aislamiento a que la belle-za conduce… La pasión por las matemáti-cas está muy presente, pues el desaparecidoHiroyuki era un ser excepcionalmente dota-do para los olores y para los números. Deforma casi imperceptible, la novela planteapreguntas esenciales sobre nuestro conoci-miento de aquellas personas a quienes ama-mos y, al mismo tiempo, sobre nosotros mis-mos. Nuria Barrios

Cosas que los nietosdeberían saberMark Oliver EverettTraducción de Pablo Álvarez EllacuriaBlackieBooks. Barcelona, 2010197 páginas. 21 euros

NARRATIVA. MARK OLIVER EVERETT no quiereayudarnos. Al cantante de Eels (la impertur-bable banda que comanda desde hace unadécada) le importa poco que el lector sien-ta su dolor y desde luego no le visualizacomo alguien que se pasea por ahí con uncartel colgado del cuello que reza: “Ayúden-me a ayudarme”. Everett las ha pasadocanutas pero no se ha rebozado en la trage-dia ni ha intentado usarla como instrumen-to para que salgamos corriendo a la calle,miremos al cielo y demos gracias por sertan ridículos e insignificantes. Sin embar-go, es esa falta de pretensiones y el despar-pajo del autor a la hora de mirarnos (sinsermonearnos, el que busque a un predica-dor que acuda a los sospechosos habitua-les) lo que convierte su libro en el perfectoantídoto para el infantilismo endémicocon el que nos enfrentamos a las malasnoticias. Después de leerlo uno se sienteorgulloso de ser tan poca cosa: al fin y alcabo es lo que hay. Tony García

Haya en un bosque entre la niebla. Foto: Basilio Sainz

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 11

Narrativa ‘made in Canada’

Por Andrea Aguilar

SE REFIERE A SUS novelas como peque-ñas maletas en las que aspira a me-ter un mundo. “Si no doblas bienlas cosas, no cierran”, explica Anne

Michaels (Toronto, 1958). En su segunda no-vela, La cripta de invierno (Alfaguara), la es-critora ha empacado con esmero la cons-trucción de la presa de Asuán en Egipto, laVarsovia de la Segunda Guerra Mundial, laconstrucción del paseo marítimo de SaintLawrence en Ontario y el Toronto de finalesde la década de los sesenta. La historia deun joven matrimonio y de un arista polacoexiliado en Canadá envuelve estos tres luga-res, estos tres momentos históricos, con losque Michaels quería arrastrar a sus lectoresa un viaje alrededor del destierro, el recuer-do y la memoria. “¿Qué significa la despose-sión? He tratado esta pregunta desde la con-fluencia de los planos histórico y personal”,dice sentada en una trattoria en Toronto.“Los acontecimientos pueden ser monu-mentales pero los experimentamos de for-ma gradual. Cuando vivimos las cosas enpresente, son algo distinto, gran parte de lahistoria ocurre en la esfera de lo cotidiano”.

Michaels tiene fama de reservada. En1986 publicó su primer poemario, al quesiguieron otros dos títulos en verso. Su saltoa la novela fue Piezas en fuga (Alfaguara,1998). Con ella llegaron premios como Oran-ge Prize y Trillium Book Award, una adapta-ción cinematográfica y también la atenciónmediática. John Berger dijo que era el libromás importante que había leído en los últi-mos 40 años. Aquella historia sobre un niñojudío que es rescatado por un profesor du-rante el Holocausto, crece en Grecia y pasasu juventud en Toronto situó a la escritoraen primer plano, un espacio con el que noacababa de sentirse cómoda. Las preguntassobre su vida eran recurrentes, como tam-bién su negativa a contestarlas.

Ha tardado 12 años en sacar su siguientenovela. Durante ese tiempo, Michaels hacompaginado la escritura con su trabajo enun programa de posgrado en la Universidadde Toronto, en el que ayuda a un estudiantepor curso a terminar el borrador de unanovela —“necesitas escuchar con muchaatención, pero resulta maravilloso ayu-dar”—. De madrugada, entre la una y lascinco, se volcaba en su propia tarea. “Locierto es que esto me ha permitido disfrutarde mis hijos sin interferencias. Cuando escri-bes sobre el dolor y la pérdida, de algunamanera quieres tener un coto separado”.

Ajena al entusiasmo olímpico que a fina-les del pasado febrero inundaba Canadá, laescritora mantiene un halo de timidez y reser-va, vestida con un gran abrigo negro, su caraenmarcada por la larga melena de rizos. Bajala mirada buscando la palabra adecuada pa-ra cada respuesta. Dice que mientras escribesólo lee libros de no ficción que le permitenprofundizar en temas relacionados con suspersonajes. “Nunca siento que he investiga-do lo suficiente”. Datos de botánica, ingenie-

ría o arte aparecen ensartados como las cuen-tas de un collar en La cripta de invierno. Lainformación actúa como metáfora y su poten-te onda expansiva hilvana la trama, lo particu-lar y lo general, la difícil travesía de una pare-ja y la destrucción definitiva de una historia.

PREGUNTA. Sus dos novelas compar-ten los escenarios de Varsovia y Toronto.En la primera añadió Grecia y ahora Egip-to. ¿Por qué?

RESPUESTA. En La cripta de invierno ha-blo de la construcción de la presa de Asuán,con la que arrancó un periodo en el que estetipo de infraestructuras eran consideradascomo sinónimo de progreso. Los nubios fue-ron desterrados y una nación entera desapa-reció de la faz de la tierra. Es un ejemploprofundo de desposesión.

P. El exilio definitivo.R. Sí, hoy en día miles de personas no

viven en el lugar donde nacieron, han sidodesplazadas por motivos económicos, porguerras o desastres naturales. Es algo tancomún que casi resulta banal señalarlo, pe-ro se trata de un fenómeno reciente. Todoslos personajes del libro se enfrentan a esto yme centro en ejemplos que están lo suficien-temente lejos en el tiempo para que losrespetemos, pero que no son remotos. Heintentado entrar en esta cuestión desde elmayor número de planos posible.

P. ¿Cómo los fue conectando?R. No me interesan las comparaciones

sino las relaciones. La conexión tenía queestablecerse a un nivel profundo y tienesque cavar muy hondo para encontrar lascorrientes subterráneas. El significado delos hechos está ahí.

P. La estructura de la novela parece acer-carla a uno de sus protagonistas, al ingenie-ro Avery.

R. He tratado de crear un ritmo, de acer-carme más y más al lector y luego retirarmepara volver a sumergirle en la historia. Ensus obras, Bertolt Brecht te conduce a unterreno cargado de emociones y luego sacala pancarta y lo intelectualiza. Yo quieromezclar las dos cosas, crear el ambiente pa-ra fundir pensamiento y emoción.

P. ¿Cómo ha influido la poesía en su tra-bajo como novelista?

R. Un poeta sabe que ninguna palabradebe ser desperdiciada y esa es mi escuela.Cuanto más inexpresable es algo más preci-so debes ser. Luego está el poder de las imá-genes que, como ocurre con la música, te

llegan antes de que puedas defenderte. Unaimagen primero te golpea y luego te hacepensar. Creo que lo sentimental y lo intelec-tual deben estar completamente unidos.

P. ¿Cómo surgen sus novelas? ¿Cuál esel principio?

R. Un libro me lleva a otro. Pienso enuna serie de ideas y luego encuentro unaimagen que lo contiene todo. En este casofue la vista del templo y de Avery pintandoel paisaje en la espalda de Jean, su mujer.

P. ¿Y los personajes?R. Los tres principales de esta historia

surgieron casi simultáneamente. Es como elamor a primera vista, cuando ves a esa per-sona piensas que lo sabes todo, pero con elpaso del tiempo descubres más y más cosas.Los personajes me ayudan a caminar y aden-trarme en las preguntas. Jean, la protagonis-ta, se reconcilia con su pérdida al escuchar aLucjan. Algo íntimo es al final compartidopor mucha gente que ha experimentado al-go parecido. Pero, ¿qué significa esto, se tra-ta de solidaridad o de desposesión inclusode nuestros propios sentimientos?

P. Jean es huérfana de madre, al igualque uno de los personajes de su anteriornovela.

R. En cualquier reflexión sobre la pérdi-da es necesario tratar esto. La máxima deso-lación de la guerra son los niños que se venforzados a agarrar la mano de un extraño.Eso es lo que resuena en la orfandad. En elcaso de Jean, el libro entero trata del efectoque en ella tiene esa experiencia, que condi-ciona su vida, su relación con Avery, todo.

P. Avery recuerda que su padre le ense-ñó que el reordenamiento de las piezasplantea nuevas preguntas. ¿Es esta la mis-ma filosofía que usted aplica a su trabajo?

R. Se trata de ver de nuevo, de pensar, de

sentir y que todo ocurra al mismo tiempo.Cuando colocas las cosas en un orden deter-minado permites que eso ocurra. Uno de lospersonajes de Piezas en fuga se preguntabacómo puedes odiar todo lo que procede delsitio de donde vienes y no odiarte a ti mis-mo. Esta pregunta quedaba en el aire y Luc-jan la retoma en La cripta de invierno.

P. Lucjan, el artista polaco exiliado enToronto. ¿Por qué regresó a Varsovia?

R. Porque su historia es conocida. Esaciudad, como la reconstrucción del templode Abu Simbel en Egipto, abre la cuestiónde la reconstrucción y el recuerdo. ¿Cómorecordamos públicamente? ¿Cómo honra-mos la memoria?

P. El peso de la historia y el recuerdo,desde lo general a lo particular.

R. Sí, en la novela hay una escena en laque una joven rechaza el paquete que sumadre quiere entregarle con fotos y cosasde su casa. ¿Cómo debemos vivir? ¿Acepta-mos el paquete o lo rechazamos? Lo ciertoes que nunca podemos realmente empezarde nuevo. Nuestras vidas están en nuestroscuerpos. A veces los muertos descansan yotras veces no. Esa es la metáfora de la nove-la. Cada comunidad trata esto de una mane-ra distinta.

P. ¿Conoce Egipto?R. No lo he visitado porque recreo un

espacio que ya no existe. ¿Cómo recordarsin tener la experiencia directa? Me refugioen fotos, textos, cartas, música. A veces lamemoria es una forma de olvido. No puedesresucitar a los muertos, ni el pasado, porquesi intentas traerlo de vuelta lo estás borran-do. El recuerdo nos lleva al futuro.

P. La cripta de invierno trata la destruc-ción a partir de tres casos ejemplares, perolo cierto es que cualquier ciudad o pueblo

tiene hoy poco que ver con lo que era hacecincuenta años.

R. La vida siempre cambia y la nostalgiaes parte de nuestra existencia. Pero esto nohace sino enfatizar la necesidad de reflexio-nar sobre ello, trátese de la pérdida de unniño o de una nación entera. Cualquieraque haya enterrado a un ser querido sabe

que a partir de ese momento la relación conla tierra cambia. ¿De dónde somos, del lugardonde nacimos, donde nos entierran, don-de nacen nuestros hijos?

P. ¿Qué ha dejado fuera de esta novela?R. Mucho. La contención es muy impor-

tante. A los lectores hay que darles lo sufi-ciente para que entiendan lo que ocurre,pero nada más. Esto te lleva a preguntarte,por ejemplo, ¿cómo narrar la historia de unmatrimonio? Uno puede contarlo todo o res-petar una verdad esencial como que, al fin yal cabo, se trata de un acto privado entre dospersonas, de un misterio. Los grandes acto-res saben que si quieren mantener al públi-co atento no deben gritar sino susurrar.

P. A pesar de la brutal destrucción quedescribe, mantiene un tono delicado.

R. La escritura violenta no es más realis-ta. Más que forzar al lector a que quite lavista, yo quiero tenerle tan cerca como seaposible durante el mayor tiempo posible.

P. Ha pasado 12 años trabajando en ellibro. ¿Llegó a pensar que no lo terminaría?

R. Hay momentos de desespero. Al escri-bir sólo encuentras solaz cuando pones aprueba tu fe. No quiero abandonar a milector en el abismo. Me preguntaba si seríacapaz de encontrar el camino que me lleva-ría al otro lado. Arrepentimiento, pérdida,culpa, dolor, eso es la mitad de la historia,no el final. El reto es alcanzar una resoluciónprofunda y no dar simplemente con algoconveniente para completar la trama.

Sentada en una mesa al fondo del local,frente a una taza de té, Michaels habla delamor: del que experimentan sus personajes—“aman como pueden”—, de las causasque lo vuelven posible o imposible —“ama-mos a través de gestos”— y del papel que enél juega el azar —“alguien se cambia de me-sa y eso puede volver del revés tu vida”—.Dice que hay que escribir desde el corazónde las cosas. Esa es la ética que dirige sutrabajo. ¿Y qué hay de su vida que protegecon tanto celo? “No quiero ponerme pordelante, cuando tratas con temas que la gen-te ha vivido debes honrar su historia”, son-ríe. Se despide con una última pregunta:“¿Qué quieres saber?”. O

La cripta de invierno. Anne Michaels. Traducciónde Eva Cruz. Alfaguara. Madrid, 2010. 360 pági-nas. 18,50 euros.

BELLOW, EL AUTOR de Herzog, nació en elbarrio industrial de Lachine, en Mon-treal, y Malcolm Lowry anduvo por lasfrías tierras canadienses antes de incen-diar en México la prosa de Bajo el volcán.Pero los verdaderos narradores canadien-ses son Margaret Atwood (1939), porejemplo, premio Príncipe de Asturias en2008, el astro rey de la constelación narra-tiva contemporánea, una de las autorasinternacionales más prestigiosas y la na-rradora más cercana al espíritu de Virgi-nia Woolf que se ha visto nunca en Cana-dá. Ganadora del Booker por El asesinociego (2000), historia de mansiones fami-liares, sentimientos encendidos y lujo-sos transatlánticos, y autora de Resurgir(1972) o de El cuento de la criada (1986),una espléndida fábula que se diría futu-rista si no fuera porque está narrada conun intimismo convincente, la historia deuna república fundamentalista cristianaque esclaviza a las mujeres fértiles paraperpetuar la oligarquía dominante. Ob-servaciones microscópicas de detallismonaturalista y vocabulario sumamente ri-co, y una narrativa de carácter camaleóni-co que surge de la versatilidad genéricade Atwood, que jamás ha querido cir-cunscribirse a un género determinado.Pero siempre acaba habiéndoselas con laculpa, las relaciones entresexos, el matrimonio y elretorno al pasado no siem-pre mítico de la infancia,como sucede en Ojo de ga-to (1988). ¿Cómo demo-nios consigue Atwood darsiempre con el tono ade-cuado para que leamos loque ha escrito como si fue-se el testimonio incuestio-nable de la vida real? Talvez la respuesta nos la es-té dando en sus estimulan-tes reflexiones acerca deloficio de escritor, de la fun-ción de la narrativa y delpapel de la mujer en la lite-ratura publicadas en el en-sayo ‘La maldición de Eva,o lo que aprendí en el cole-gio’ (en La maldición deEva), que la acerca a lasconvicciones engagées deotras grandes narradorascontemporáneas como Na-dine Gordimer, Doris Les-sing o Toni Morrison.

Sólo la gran Alice Mun-ro (1931), tal vez la másexquisita, desafía el prota-gonismo del planeta Atwo-od. Autora de volúmenesde relatos fundamentalescomo El progreso del amor(1986) o La vista de CastleRock (2006), ha escrito al-gunos de los cuentos esen-ciales de la literatura anglosajona del XX,siempre desde la poética modesta del me-dio rural y de la mujer posadolescente, eldetalle revelador y la iluminación epifáni-ca. Aparentan ser ejercicios de costum-brismo, pero sus relatos son en realidadsofisticados diagnósticos de la condiciónhumana. Si leen su ‘Introducción’ al volu-men recopilatorio Selected Stories (Pen-guin, 1998), entenderán enseguida su de-dicación en exclusiva al arte de mimarlas palabras que más tarde mimarán allector: un adjetivo vale en su prosa porun tratado emocional, y un ramo de flo-res de jardín lo es todo menos un relatomenos un detalle ornamental.

Desperdigados en el cosmos narrativodel Canadá, se sitúan después los demásplanetas del sistema. Douglas Coupland(1961) se ganó la fama con su novela Gene-ración X: Relatos para una cultura acelera-da (1991), manifiesto de la vanguardiapop y de la tecno-novela conectada a lareligión, el sexo y la tecnología. Más tardeha publicado J-Pod (2006), convertido en

serie de televisión, si bien será para siem-pre jamás el padre de la Generación X, elanalista de la fascinación por la culturapopular de masas y por el impacto de losmedios de comunicación y el diseño gráfi-co y las artes visuales, el gurú de la narrati-va experimental de los noventa, herederode Vonnegut y de Warhol. Simplementepor haber escrito Sangre de mi sangre(1999), la magnífica novela-río de la sagade los MacDonald desde el XVIII escocésa mediados de los ochenta en Nueva Esco-cia, Canadá, Alistair MacLeod (1936) semerece un lugar de privilegio en la narrati-va canadiense, consolidado desde que en2000 salió a la luz su volumen de cuentoscompletos, Island. Robertson Davies(1913-1995), el autor de la novela Los ánge-les rebeldes (1981), que abre la Trilogía deCornish, Mavis Gallant (1922), afincadaen París y autora de magníficos relatoscosmopolitas de expatriados solitarios eilusiones defraudadas, en su mayoría pu-blicados en The New Yorker y reunidos enCuentos (1996) editados por Lumen elaño pasado, y el enigmático Réjean Du-charme (1941), autor de El valle de losavasallados (1966, y recién publicada enEdiciones Doctor Domaverso), cautivado-ra novela lírica e introspectiva acerca dela infancia como refugio de la niña prodi-

gio Bérénice, de un estilo lúdico inconfun-dible, pasan por ser los más veteranos deentre los clásicos contemporáneos.

Y brilla también el planeta Michael On-daatje (1943), que por encima de todo esel autor de la célebre novela El pacienteinglés (1992), con la que ganó el Booker yel reconocimiento internacional merceda su versión cinematográfica, y la más jo-ven estrella, Joseph Boyden, autor de lanovela Tres días de camino (Destino), bio-grafía de ficción de un indio de Ontarioque llegó a héroe de la Primera GuerraMundial, y sobre todo evocadora historiade supervivencia.

Un sistema planetario ciertamenteatractivo, el canadiense. Tan atractivo co-mo escasamente explorado con otrosnombres como Robertson Davies con Loque agarra en el hueso y La lira de Orfeo(Libros del Asteroide), Nancy Hustoncon Marcas de nacimiento y La huelladel ángel (Salamandra) y ElizabethSmart con En Gran Central Station mesenté y lloré (Periférica). O

E Primeras páginas de La cripta deinvierno, de Anne Michaels.

Por Javier Aparicio MaydeuAnne Michaels“El recuerdonos llevaal futuro”Pensamiento, emoción y memoria se unen en La cripta deinvierno, segunda novela de la autora canadiense, publicadadoce años después de Piezas en fuga

+ .com

Canadá tiene unmundo literario atractivo y poco explorado. Damm Fridmar

“Creo que lo sentimental y lo intelectual deben estar completamente unidos”, sostiene la escritora canadiense Anne Michaels. Foto: Marzena Pogorzaly

“A veces losmuertos descansany otras veces no.Esa es la metáforade la novela”

“Un poetasabe que ningunapalabra debeser desperdiciaday esa es mi escuela”

LIBROS / Entrevista

12 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Narrativa ‘made in Canada’

Por Andrea Aguilar

SE REFIERE A SUS novelas como peque-ñas maletas en las que aspira a me-ter un mundo. “Si no doblas bienlas cosas, no cierran”, explica Anne

Michaels (Toronto, 1958). En su segunda no-vela, La cripta de invierno (Alfaguara), la es-critora ha empacado con esmero la cons-trucción de la presa de Asuán en Egipto, laVarsovia de la Segunda Guerra Mundial, laconstrucción del paseo marítimo de SaintLawrence en Ontario y el Toronto de finalesde la década de los sesenta. La historia deun joven matrimonio y de un arista polacoexiliado en Canadá envuelve estos tres luga-res, estos tres momentos históricos, con losque Michaels quería arrastrar a sus lectoresa un viaje alrededor del destierro, el recuer-do y la memoria. “¿Qué significa la despose-sión? He tratado esta pregunta desde la con-fluencia de los planos histórico y personal”,dice sentada en una trattoria en Toronto.“Los acontecimientos pueden ser monu-mentales pero los experimentamos de for-ma gradual. Cuando vivimos las cosas enpresente, son algo distinto, gran parte de lahistoria ocurre en la esfera de lo cotidiano”.

Michaels tiene fama de reservada. En1986 publicó su primer poemario, al quesiguieron otros dos títulos en verso. Su saltoa la novela fue Piezas en fuga (Alfaguara,1998). Con ella llegaron premios como Oran-ge Prize y Trillium Book Award, una adapta-ción cinematográfica y también la atenciónmediática. John Berger dijo que era el libromás importante que había leído en los últi-mos 40 años. Aquella historia sobre un niñojudío que es rescatado por un profesor du-rante el Holocausto, crece en Grecia y pasasu juventud en Toronto situó a la escritoraen primer plano, un espacio con el que noacababa de sentirse cómoda. Las preguntassobre su vida eran recurrentes, como tam-bién su negativa a contestarlas.

Ha tardado 12 años en sacar su siguientenovela. Durante ese tiempo, Michaels hacompaginado la escritura con su trabajo enun programa de posgrado en la Universidadde Toronto, en el que ayuda a un estudiantepor curso a terminar el borrador de unanovela —“necesitas escuchar con muchaatención, pero resulta maravilloso ayu-dar”—. De madrugada, entre la una y lascinco, se volcaba en su propia tarea. “Locierto es que esto me ha permitido disfrutarde mis hijos sin interferencias. Cuando escri-bes sobre el dolor y la pérdida, de algunamanera quieres tener un coto separado”.

Ajena al entusiasmo olímpico que a fina-les del pasado febrero inundaba Canadá, laescritora mantiene un halo de timidez y reser-va, vestida con un gran abrigo negro, su caraenmarcada por la larga melena de rizos. Bajala mirada buscando la palabra adecuada pa-ra cada respuesta. Dice que mientras escribesólo lee libros de no ficción que le permitenprofundizar en temas relacionados con suspersonajes. “Nunca siento que he investiga-do lo suficiente”. Datos de botánica, ingenie-

ría o arte aparecen ensartados como las cuen-tas de un collar en La cripta de invierno. Lainformación actúa como metáfora y su poten-te onda expansiva hilvana la trama, lo particu-lar y lo general, la difícil travesía de una pare-ja y la destrucción definitiva de una historia.

PREGUNTA. Sus dos novelas compar-ten los escenarios de Varsovia y Toronto.En la primera añadió Grecia y ahora Egip-to. ¿Por qué?

RESPUESTA. En La cripta de invierno ha-blo de la construcción de la presa de Asuán,con la que arrancó un periodo en el que estetipo de infraestructuras eran consideradascomo sinónimo de progreso. Los nubios fue-ron desterrados y una nación entera desapa-reció de la faz de la tierra. Es un ejemploprofundo de desposesión.

P. El exilio definitivo.R. Sí, hoy en día miles de personas no

viven en el lugar donde nacieron, han sidodesplazadas por motivos económicos, porguerras o desastres naturales. Es algo tancomún que casi resulta banal señalarlo, pe-ro se trata de un fenómeno reciente. Todoslos personajes del libro se enfrentan a esto yme centro en ejemplos que están lo suficien-temente lejos en el tiempo para que losrespetemos, pero que no son remotos. Heintentado entrar en esta cuestión desde elmayor número de planos posible.

P. ¿Cómo los fue conectando?R. No me interesan las comparaciones

sino las relaciones. La conexión tenía queestablecerse a un nivel profundo y tienesque cavar muy hondo para encontrar lascorrientes subterráneas. El significado delos hechos está ahí.

P. La estructura de la novela parece acer-carla a uno de sus protagonistas, al ingenie-ro Avery.

R. He tratado de crear un ritmo, de acer-carme más y más al lector y luego retirarmepara volver a sumergirle en la historia. Ensus obras, Bertolt Brecht te conduce a unterreno cargado de emociones y luego sacala pancarta y lo intelectualiza. Yo quieromezclar las dos cosas, crear el ambiente pa-ra fundir pensamiento y emoción.

P. ¿Cómo ha influido la poesía en su tra-bajo como novelista?

R. Un poeta sabe que ninguna palabradebe ser desperdiciada y esa es mi escuela.Cuanto más inexpresable es algo más preci-so debes ser. Luego está el poder de las imá-genes que, como ocurre con la música, te

llegan antes de que puedas defenderte. Unaimagen primero te golpea y luego te hacepensar. Creo que lo sentimental y lo intelec-tual deben estar completamente unidos.

P. ¿Cómo surgen sus novelas? ¿Cuál esel principio?

R. Un libro me lleva a otro. Pienso enuna serie de ideas y luego encuentro unaimagen que lo contiene todo. En este casofue la vista del templo y de Avery pintandoel paisaje en la espalda de Jean, su mujer.

P. ¿Y los personajes?R. Los tres principales de esta historia

surgieron casi simultáneamente. Es como elamor a primera vista, cuando ves a esa per-sona piensas que lo sabes todo, pero con elpaso del tiempo descubres más y más cosas.Los personajes me ayudan a caminar y aden-trarme en las preguntas. Jean, la protagonis-ta, se reconcilia con su pérdida al escuchar aLucjan. Algo íntimo es al final compartidopor mucha gente que ha experimentado al-go parecido. Pero, ¿qué significa esto, se tra-ta de solidaridad o de desposesión inclusode nuestros propios sentimientos?

P. Jean es huérfana de madre, al igualque uno de los personajes de su anteriornovela.

R. En cualquier reflexión sobre la pérdi-da es necesario tratar esto. La máxima deso-lación de la guerra son los niños que se venforzados a agarrar la mano de un extraño.Eso es lo que resuena en la orfandad. En elcaso de Jean, el libro entero trata del efectoque en ella tiene esa experiencia, que condi-ciona su vida, su relación con Avery, todo.

P. Avery recuerda que su padre le ense-ñó que el reordenamiento de las piezasplantea nuevas preguntas. ¿Es esta la mis-ma filosofía que usted aplica a su trabajo?

R. Se trata de ver de nuevo, de pensar, de

sentir y que todo ocurra al mismo tiempo.Cuando colocas las cosas en un orden deter-minado permites que eso ocurra. Uno de lospersonajes de Piezas en fuga se preguntabacómo puedes odiar todo lo que procede delsitio de donde vienes y no odiarte a ti mis-mo. Esta pregunta quedaba en el aire y Luc-jan la retoma en La cripta de invierno.

P. Lucjan, el artista polaco exiliado enToronto. ¿Por qué regresó a Varsovia?

R. Porque su historia es conocida. Esaciudad, como la reconstrucción del templode Abu Simbel en Egipto, abre la cuestiónde la reconstrucción y el recuerdo. ¿Cómorecordamos públicamente? ¿Cómo honra-mos la memoria?

P. El peso de la historia y el recuerdo,desde lo general a lo particular.

R. Sí, en la novela hay una escena en laque una joven rechaza el paquete que sumadre quiere entregarle con fotos y cosasde su casa. ¿Cómo debemos vivir? ¿Acepta-mos el paquete o lo rechazamos? Lo ciertoes que nunca podemos realmente empezarde nuevo. Nuestras vidas están en nuestroscuerpos. A veces los muertos descansan yotras veces no. Esa es la metáfora de la nove-la. Cada comunidad trata esto de una mane-ra distinta.

P. ¿Conoce Egipto?R. No lo he visitado porque recreo un

espacio que ya no existe. ¿Cómo recordarsin tener la experiencia directa? Me refugioen fotos, textos, cartas, música. A veces lamemoria es una forma de olvido. No puedesresucitar a los muertos, ni el pasado, porquesi intentas traerlo de vuelta lo estás borran-do. El recuerdo nos lleva al futuro.

P. La cripta de invierno trata la destruc-ción a partir de tres casos ejemplares, perolo cierto es que cualquier ciudad o pueblo

tiene hoy poco que ver con lo que era hacecincuenta años.

R. La vida siempre cambia y la nostalgiaes parte de nuestra existencia. Pero esto nohace sino enfatizar la necesidad de reflexio-nar sobre ello, trátese de la pérdida de unniño o de una nación entera. Cualquieraque haya enterrado a un ser querido sabe

que a partir de ese momento la relación conla tierra cambia. ¿De dónde somos, del lugardonde nacimos, donde nos entierran, don-de nacen nuestros hijos?

P. ¿Qué ha dejado fuera de esta novela?R. Mucho. La contención es muy impor-

tante. A los lectores hay que darles lo sufi-ciente para que entiendan lo que ocurre,pero nada más. Esto te lleva a preguntarte,por ejemplo, ¿cómo narrar la historia de unmatrimonio? Uno puede contarlo todo o res-petar una verdad esencial como que, al fin yal cabo, se trata de un acto privado entre dospersonas, de un misterio. Los grandes acto-res saben que si quieren mantener al públi-co atento no deben gritar sino susurrar.

P. A pesar de la brutal destrucción quedescribe, mantiene un tono delicado.

R. La escritura violenta no es más realis-ta. Más que forzar al lector a que quite lavista, yo quiero tenerle tan cerca como seaposible durante el mayor tiempo posible.

P. Ha pasado 12 años trabajando en ellibro. ¿Llegó a pensar que no lo terminaría?

R. Hay momentos de desespero. Al escri-bir sólo encuentras solaz cuando pones aprueba tu fe. No quiero abandonar a milector en el abismo. Me preguntaba si seríacapaz de encontrar el camino que me lleva-ría al otro lado. Arrepentimiento, pérdida,culpa, dolor, eso es la mitad de la historia,no el final. El reto es alcanzar una resoluciónprofunda y no dar simplemente con algoconveniente para completar la trama.

Sentada en una mesa al fondo del local,frente a una taza de té, Michaels habla delamor: del que experimentan sus personajes—“aman como pueden”—, de las causasque lo vuelven posible o imposible —“ama-mos a través de gestos”— y del papel que enél juega el azar —“alguien se cambia de me-sa y eso puede volver del revés tu vida”—.Dice que hay que escribir desde el corazónde las cosas. Esa es la ética que dirige sutrabajo. ¿Y qué hay de su vida que protegecon tanto celo? “No quiero ponerme pordelante, cuando tratas con temas que la gen-te ha vivido debes honrar su historia”, son-ríe. Se despide con una última pregunta:“¿Qué quieres saber?”. O

La cripta de invierno. Anne Michaels. Traducciónde Eva Cruz. Alfaguara. Madrid, 2010. 360 pági-nas. 18,50 euros.

BELLOW, EL AUTOR de Herzog, nació en elbarrio industrial de Lachine, en Mon-treal, y Malcolm Lowry anduvo por lasfrías tierras canadienses antes de incen-diar en México la prosa de Bajo el volcán.Pero los verdaderos narradores canadien-ses son Margaret Atwood (1939), porejemplo, premio Príncipe de Asturias en2008, el astro rey de la constelación narra-tiva contemporánea, una de las autorasinternacionales más prestigiosas y la na-rradora más cercana al espíritu de Virgi-nia Woolf que se ha visto nunca en Cana-dá. Ganadora del Booker por El asesinociego (2000), historia de mansiones fami-liares, sentimientos encendidos y lujo-sos transatlánticos, y autora de Resurgir(1972) o de El cuento de la criada (1986),una espléndida fábula que se diría futu-rista si no fuera porque está narrada conun intimismo convincente, la historia deuna república fundamentalista cristianaque esclaviza a las mujeres fértiles paraperpetuar la oligarquía dominante. Ob-servaciones microscópicas de detallismonaturalista y vocabulario sumamente ri-co, y una narrativa de carácter camaleóni-co que surge de la versatilidad genéricade Atwood, que jamás ha querido cir-cunscribirse a un género determinado.Pero siempre acaba habiéndoselas con laculpa, las relaciones entresexos, el matrimonio y elretorno al pasado no siem-pre mítico de la infancia,como sucede en Ojo de ga-to (1988). ¿Cómo demo-nios consigue Atwood darsiempre con el tono ade-cuado para que leamos loque ha escrito como si fue-se el testimonio incuestio-nable de la vida real? Talvez la respuesta nos la es-té dando en sus estimulan-tes reflexiones acerca deloficio de escritor, de la fun-ción de la narrativa y delpapel de la mujer en la lite-ratura publicadas en el en-sayo ‘La maldición de Eva,o lo que aprendí en el cole-gio’ (en La maldición deEva), que la acerca a lasconvicciones engagées deotras grandes narradorascontemporáneas como Na-dine Gordimer, Doris Les-sing o Toni Morrison.

Sólo la gran Alice Mun-ro (1931), tal vez la másexquisita, desafía el prota-gonismo del planeta Atwo-od. Autora de volúmenesde relatos fundamentalescomo El progreso del amor(1986) o La vista de CastleRock (2006), ha escrito al-gunos de los cuentos esen-ciales de la literatura anglosajona del XX,siempre desde la poética modesta del me-dio rural y de la mujer posadolescente, eldetalle revelador y la iluminación epifáni-ca. Aparentan ser ejercicios de costum-brismo, pero sus relatos son en realidadsofisticados diagnósticos de la condiciónhumana. Si leen su ‘Introducción’ al volu-men recopilatorio Selected Stories (Pen-guin, 1998), entenderán enseguida su de-dicación en exclusiva al arte de mimarlas palabras que más tarde mimarán allector: un adjetivo vale en su prosa porun tratado emocional, y un ramo de flo-res de jardín lo es todo menos un relatomenos un detalle ornamental.

Desperdigados en el cosmos narrativodel Canadá, se sitúan después los demásplanetas del sistema. Douglas Coupland(1961) se ganó la fama con su novela Gene-ración X: Relatos para una cultura acelera-da (1991), manifiesto de la vanguardiapop y de la tecno-novela conectada a lareligión, el sexo y la tecnología. Más tardeha publicado J-Pod (2006), convertido en

serie de televisión, si bien será para siem-pre jamás el padre de la Generación X, elanalista de la fascinación por la culturapopular de masas y por el impacto de losmedios de comunicación y el diseño gráfi-co y las artes visuales, el gurú de la narrati-va experimental de los noventa, herederode Vonnegut y de Warhol. Simplementepor haber escrito Sangre de mi sangre(1999), la magnífica novela-río de la sagade los MacDonald desde el XVIII escocésa mediados de los ochenta en Nueva Esco-cia, Canadá, Alistair MacLeod (1936) semerece un lugar de privilegio en la narrati-va canadiense, consolidado desde que en2000 salió a la luz su volumen de cuentoscompletos, Island. Robertson Davies(1913-1995), el autor de la novela Los ánge-les rebeldes (1981), que abre la Trilogía deCornish, Mavis Gallant (1922), afincadaen París y autora de magníficos relatoscosmopolitas de expatriados solitarios eilusiones defraudadas, en su mayoría pu-blicados en The New Yorker y reunidos enCuentos (1996) editados por Lumen elaño pasado, y el enigmático Réjean Du-charme (1941), autor de El valle de losavasallados (1966, y recién publicada enEdiciones Doctor Domaverso), cautivado-ra novela lírica e introspectiva acerca dela infancia como refugio de la niña prodi-

gio Bérénice, de un estilo lúdico inconfun-dible, pasan por ser los más veteranos deentre los clásicos contemporáneos.

Y brilla también el planeta Michael On-daatje (1943), que por encima de todo esel autor de la célebre novela El pacienteinglés (1992), con la que ganó el Booker yel reconocimiento internacional merceda su versión cinematográfica, y la más jo-ven estrella, Joseph Boyden, autor de lanovela Tres días de camino (Destino), bio-grafía de ficción de un indio de Ontarioque llegó a héroe de la Primera GuerraMundial, y sobre todo evocadora historiade supervivencia.

Un sistema planetario ciertamenteatractivo, el canadiense. Tan atractivo co-mo escasamente explorado con otrosnombres como Robertson Davies con Loque agarra en el hueso y La lira de Orfeo(Libros del Asteroide), Nancy Hustoncon Marcas de nacimiento y La huelladel ángel (Salamandra) y ElizabethSmart con En Gran Central Station mesenté y lloré (Periférica). O

E Primeras páginas de La cripta deinvierno, de Anne Michaels.

Por Javier Aparicio MaydeuAnne Michaels“El recuerdonos llevaal futuro”Pensamiento, emoción y memoria se unen en La cripta deinvierno, segunda novela de la autora canadiense, publicadadoce años después de Piezas en fuga

+ .com

Canadá tiene unmundo literario atractivo y poco explorado. Damm Fridmar

“Creo que lo sentimental y lo intelectual deben estar completamente unidos”, sostiene la escritora canadiense Anne Michaels. Foto: Marzena Pogorzaly

“A veces losmuertos descansany otras veces no.Esa es la metáforade la novela”

“Un poetasabe que ningunapalabra debeser desperdiciaday esa es mi escuela”

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 13

Por Rosa Mora

FRANCISCO GONZÁLEZ Ledesma, Pa-co para familiares y amigos, estabaescribiendo su nueva novela del po-licía Méndez cuando tuvo un ata-

que de melancolía. “Me estoy haciendo vie-jo”. Ahí surgió la idea. “¿Y si vuelvo a escribiruna novela del Oeste? ¿Y si recupero a SilverKane?”. Su editor estuvo de acuerdo, pero élpuso una condición: no cobrar adelanto. “Sino me gustaba la rompía y no tenía quedevolver el dinero. Me lo planteé como unreto. Quería comprobar si era capaz de escri-bir con la rabia y la frescura de los veintitan-tos años”. La acabó con el entusiasmo y lapasión que suele poner en todo lo que hace,le gustó y aquí está La dama y el recuerdo.

Hay varias diferencias entre esta novela ylas cientos que escribió entre los años cin-cuenta y ochenta. No está firmada por SilverKane, sino por Francisco González Ledesma(Barcelona, 1927). Kane se ha convertido enun personaje. Es el director del Jackson Inde-pendent Journal, el diario de Jackson (Kan-sas), un hombre sabio y honesto. “Es unguiño. Es un hombre bien informado y bue-no. Me hubiera gustado ser el director de unpequeño diario del Oeste”. También hayotros guiños, como cuando un personaje lepregunta a otro si cree posible que un díahaya un presidente negro en Washington yel otro le contesta: “¿Y una primera damanegra? Ni hablar”.

En La dama y el recuerdo hay más sexoque en aquellos títulos que tanto éxito tuvie-ron en quiosco, como Un federal de Nevada,Una fosa pagada a plazos, El hombre quevendía muertos o ¡Ha vuelto Killer! “Habíaque ser muy moderado por la censura”.Aquellas novelas solían tener unas setentapáginas y ésta, más de trescientas.

Reúne todos los requisitos del género:atracadores de bancos, cazadores de recom-pensas, pistoleros, vaqueros, el saloon conel piano y las prostitutas, los sheriffs, los in-dios, los caballos salvajes, las caravanas deganado, las grandes distancias. Como en ca-si todas las novelas de Ledesma hay un mon-tón de historias que se cruzan. “Porque asísucede en la vida”. La del pistolero Taylor,que se enamora de una india mestiza; la delcazarrecompensas Lancaster, que le persi-gue para matarlo, pero que en el fondo tam-bién es una buena persona; la del caciqueFord, administrador de materiales del ferro-carril y representante del Gobierno para lastribus, un hombre repugnante y corrupto; lade su amante Lena, una mujer mala hasta eldolor; la del heroico y valiente jefe indioValiant y la de su hijo, un chiquillo de 10años que vengará su asesinato; y la de KettyRiver, la dama del recuerdo que da título a

esta historia, la mujer más distinguida deJackson, que ejerce de juez en Kansas City, yque es implacable con Ford. Mucha accióny muchos muertos.

El seudónimo Silver Kane nació a finalesde 1952. González Ledesma estaba pasandouna mala época. Estudiaba Derecho, graciasa la ayuda de sus tíos Victoria y Claustre,porque él era pobre de solemnidad. Otro desus tíos, Rafael González, un periodista re-presaliado tras la Guerra Civil que había en-contrado refugio en Bruguera, logró que en-trara en la editorial en 1947. Ya antes habíaescrito historias de aventuras para él y conél. Alquilaban máquinas de escribir por ho-ras y escribían a cuatro manos. Luego fueguionista de historietas como El inspectorDan o Doctor Niebla. Pero Ledesma, quequiso ser escritor desde los 14 años, tenía yala novela de su vida, Sombras viejas, que

presentó al Premio Nadal de 1946 sin éxito.Dos años más tarde, el editor José Janés con-vocó el Premio Internacional de Novela, laretocó y la presentó. Ganó. La censura prohi-bió su publicación.

Estaba tan desesperado que se fue a Ma-drid para hablar con el censor. “Me dijo queera roja y pornográfica. Lo de roja pude enten-derlo, porque los personajes eran los venci-dos y los ideales republicanos que aprendí aquerer en el Poble Sec (el barrio donde na-ció y creció) se dejaban ver. Pero lo de porno-gráfica, no. Se refería a una escena de lo mástonta: una joven se pasó la guerra esperandoque regresara su novio. Soñaba que llamabana la puerta; ella abría, retrocedía unos pasosy caía en un diván. Bueno, pues un día, lla-man al timbre de verdad, abre, es un amigode su novio, se sienta en el diván y él le ponela mano en la rodilla. Protesté, pero el cen-

sor me dijo que se notaba que el chico teníaintención de subir la mano por la pierna”.

Se desanimó, pensó que nunca publica-ría nada y entonces Francisco Bruguera y sutío Rafael le propusieron que escribiera no-velas del Oeste. “Bruguera me dijo que mebuscara un seudónimo porque con un ape-llido como González nadie se iba a creeruna novela del Oeste”.

Por la primera le pagaron 1.500 pesetasen dos plazos. Al final ya cobraba 12.000.Escribía de tres a cinco al mes y las tiradasoscilaban entre 14.000 y 24.000 ejemplaressemanales. “Bruguera tenía olfato para eléxito y te apretaba. Incluso cuando dejé laeditorial, en 1966, seguí con contratos parahacer Silver Kanes. Con este nombre firmétambién novelas de misterio”.

Recuerda con cariño a la tropa de escrito-res de Bruguera. Marcial Lafuente Estefanía,el dibujante Peñarroya, Sergio Duval, JosepMaria Lladó, Víctor Mora, que le proporcio-naba libros sobre el Oeste en inglés. “Allíhabía escritores, periodistas, catedráticos,casi todos represaliados. Gente de cultura,que escribía muy bien. Se pensaba que éra-mos unos desgraciados, que nos ganába-mos la vida en el quiosco. Autores mal pa-gados que escribían novelas baratas paragente sin poder adquisitivo”.

Dice en sus memorias, Historia de miscalles: “Me daba vergüenza escribir relatossin la menor pretensión o quizá sí: la dedistraer a la gente, que no es pretensiónpequeña”. Con el tiempo se ha reconciliadocon esos tiempos. “Me he ido dando cuentade que mis novelas del Oeste sirvieron deinicio a la lectura para gente que no leíanada. También decía veladamente que aquíno había libertad”. Tiene auténticos admira-dores, como Alejandro Jodorowsky. “Dijo in-cluso que Silver Kane era mejor que Cervan-tes, lo que es una animalada. A veces utilizafrases mías en sus libros”.

“Lo más importante es que con esas nove-las aprendí mucho técnicamente. Teníanque ser interesantes desde la primera línea ydosificar la intensidad para que se leyeran deun tirón. Era un desafío diario y tenías quetener una imaginación brutal para no repetir-te y crear argumentos convincentes y atracti-vos. Bruguera era muy exigente y rechazabacualquier historia que no se ajustara a esascondiciones. Silver Kane fue mi maestro”. O

La dama y el recuerdo. Francisco González Ledes-ma. Planeta. Barcelona, 2010. 318 páginas. 19,50euros. www.gonzalez-ledesma.com.

E Inicio de La dama y el recuerdo(Planeta), de Francisco GonzálezLedesma.

“Me hubiera gustado ser el director de un pequeño diario del Oeste”, dice Francisco González Ledesma.Marcel.lí Sàenz

+ .com

Cuatro portadas de las novelas de Francisco González Ledesma firmadas por Silver Kane.

Vuelve Silver KaneEl seudónimo ideado por Francisco González Ledesma en los años cincuenta se convierte en personaje en La dama yel recuerdo, novela del Oeste con todos los ingredientes del género: bandidos, cazarrecompensas, pistoleros, vaqueros,caravanas de ganado… El protagonista es un hombre sabio y honesto que dirige el Jackson Independent Journal

LIBROS / Perfil

14 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

LA LUCHA POR la igualdad de varo-nes y mujeres no es una moda:tiene una genealogía que se re-monta al menos al siglo XVIII, y

genealogía es legitimación. Los feminis-mos aparecen históricamente vincu-lados a las Ilustraciones, y España no hasido en eso una excepción. No es deextrañar, así, que las características denuestro feminismo dieciochesco se mo-dulen de acuerdo con los rasgos peculia-res de nuestra Ilustración, a la queEduardo Subirats calificó como una“Ilustración insuficiente”. Tendremos,así, un feminismo tímido si lo compara-mos con el de Francia o Inglaterra en elámbito europeo, pero no por ello menosrelevante. Una de las figuras que lo en-carnan con mayor pregnancia es el frailebenedictino asturiano Benito JerónimoFeijoo, quien, en el tomo 1, discurso XVIde su Teatro Crítico Universal lleva a suslectores al “batidero mayor” de la polémi-ca acerca de las características de ambossexos y los cometidos que respectivamen-te se les habrán de adjudicar en conso-nancia con las mismas. Este “batideromayor” no es sino la cuestión del enten-dimiento en ambos sexos. Afirma que vaa tomar como base la razón —al modoen que lo hizo en su día el cartesianofrancés François Poullain de la Barre— yno el argumento de autoridad. Pues ta-les argumentos lo son de varones, a lavez jueces y partes en la polémica, por loque no es de extrañar que consideren“muy inferior el entendimiento de lasmujeres”. Y, si se aplica la crítica racio-nal, se detecta una falacia lógica en elrazonamiento, que procede “de la caren-

cia del acto a la carencia de la potencia”y concluye del hecho “de que las muje-res no sepan más”… “que no tengan ta-lento para más”. Para establecer la igual-dad de los talentos, nuestro benedictinocombina hábilmente lo que llamamos“el discurso de la excelencia”, género re-nacentista que la atribuye a las féminascontra la misoginia medieval, y “el dis-curso de la igualdad”, de raigambre car-tesiana que afirma la igualdad de las

mentes pese a la diferencia de unos cuer-pos a los que no están unidas de modosustancial. El discurso de la excelenciase relaciona con lo que llamaba Max We-ber “legitimación tradicional” del poder,y que en nuestro caso viene a afirmar laexistencia a lo largo de la historia demujeres excelentes… remontándose a lareina Semíramis. El discurso de la igual-dad se articula mediante una “legitima-ción racional” en el sentido de Weberque apela a los argumentos, como la per-tenencia a la misma especie, lo que con-lleva la unidad de la razón… Pues bien,en Feijoo podría afirmarse que la igual-dad hace piruetas para constituirse unpunto de equilibrio de excelencias quese colocan en los platillos de la balanzadel haber de ambos sexos: si bien sedecanta por la robustez masculina fren-te a la hermosura femenina por aliarsemejor con el entendimiento, apela porotra parte a “toda una ilustre Escuelaque reconoce la voluntad por potenciamás noble que el entendimiento”. Resul-ta favorecer “el partido de las damas”,pues si la robustez, como más aprecia-ble, logra mejor lugar en el entendimien-to, la hermosura, como más amable, tie-ne mayor imperio en la voluntad. La“Ilustración insuficiente” da lugar así aun feminismo que se despliega en unregistro moral más que político. Pero,con todo, desató en la Península unaviva polémica en que las expresionesdel patriarcalismo más rancio encontra-ron rienda suelta. Si en Europa hubouna Ilustración feminista (Condorcet,Olympe de Gouges, Mary Wollstone-craft) y una Ilustración misógina, reacti-va (Rousseau, los jacobinos), en Españatendrá su correlato en autores como Sar-miento, Josefa Amar y Borbón y Jovella-nos, de una parte, entre otros y los quese inscribieron en la órbita de la recep-ción de Rousseau a finales del siglo, pre-ludiando lo que llamamos “la misoginiaromántica”.

Oliva Blanco ha llevado a cabo unareconstrucción exhaustiva y pormenori-zada de un importante tramo de la ge-nealogía del feminismo en nuestro país,que, a través de figuras como Concep-ción Arenal, llegará a nuestra Clara Cam-poamor en la II República. Se demuestraasí, una vez más, que la paridad no seimprovisa. Tiene raíces en nuestro patri-monio tradicional. O

La polémica feminista en la España ilustrada.La defensa de las mujeres de Feijoo y sus detrac-tores. Oliva Blanco Corujo. Almud, Ediciones deCastilla-La Mancha. Toledo, 2010. 174 páginas.15 euros.

Historia de EspañaLa dictadura de Franco. Volumen 9Borja de RiquerJosep Fontana y Ramón Villares, directoresCrítica-Marcial Pons. Barcelona-Madrid, 2010946 páginas. 33 euros

Por Francesc Vilanova

HISTORIA. BORJA DE Riquer i Permanyer (ca-tedrático de Historia Contemporánea en laUniversitat Autònoma de Barcelona) estáreconocido como uno de los mayores espe-cialistas de los siglos XIX y XX español ycatalán. Con numerosas, e importantísi-mas, investigaciones y publicaciones a susespaldas, nos ofrece, ahora, una visión desíntesis penetrante, detallada, inmisericor-de, de lo que fue la dictadura del generalFranco para el conjunto del país. “Lo quefue” y el lector atento e interesado podríaañadir “lo que queda”, el rastro indeleble decuarenta años de régimen despótico, fascis-ta o fascistizante (interesantísimas las pági-nas que el profesor Riquer dedica a la cues-tión de la naturaleza política e ideológicadel régimen), miserable —en términos mo-rales, culturales, políticos, etcétera—, ana-

crónico, nacionalista radical y católicamen-te integrista. El lector se enfrentará a unamonumental obra de síntesis, bien escrita,que le pondrá al día, en un ejercicio delectura exhaustiva de las investigacionesmás o menos recientes sobre el franquismoque honra al autor, acerca de la dictadurafranquista en todas sus dimensiones. Nome refiero solamente a, por ejemplo, el ba-lance cuantitativo y cualitativo que el profe-sor Riquer ofrece acerca de la represión entoda su complejidad (el aparato jurídico, larepresión política, social, cultural, económi-ca, etcétera). Vale, y mucho, la pena detener-se en los capítulos sobre la terrible realidadeconómica y social de la posguerra. O sonaltamente recomendables las páginas dedi-cadas a la cuestión, siempre compleja, delconsenso alrededor de la dictadura, la acep-tación del régimen por parte de las burgue-sías españolas y las clases medias. Por otraparte, el autor ha hecho un notable esfuer-zo para integrar en un único texto de sínte-sis todos los aspectos trascendentes queconfiguraron la dictadura. Con ello quieroseñalar que, a diferencia de otras obras, ellector puede leer las páginas dedicadas a laevolución económica y enlazar con las dedi-cadas a las dinámicas políticas, sin tener la

sensación de estar leyendo obras indepen-dientes. Todo el libro está unido por un hiloinvisible, una narración coherente, quecombina sabiamente todos los elementosrelevantes de la realidad histórica del fran-quismo. Hay otro elemento muy destacableen esta obra: ha sido pensada y escrita des-de la periferia. El franquismo no se reduce alo que ocurría en Madrid y en las altas esfe-ras del poder ferozmente centralista y nacio-nalista. Al contrario, el lector podrá ilustrar-se con ejemplos, episodios, informaciones,etcétera, altamente relevantes, provenien-tes de todo el territorio español: de Bilbao aSevilla, de Extremadura a Cataluña. Pareceuna obviedad, pero todavía hoy parece insó-lito este tipo de visión historiográfica des-centralizada (y no solamente descentraliza-da en términos geográficos). Y no se pierda,el lector, los apéndices documentales. Apar-te de la cronología y la bibliografía escogida,Borja de Riquer ofrece datos tan útiles co-mo el listado completo de los gobiernos deFranco, el convenio defensivo entre Españay Estados Unidos (1953) y algunos docu-mentos de gobernadores civiles o la Jefatu-ra Superior de Policía, que hablan por sísolos. Y si quieren valorar la miseria culturale intelectual de la dictadura, quédense con

la ‘Relación de libros secuestrados y prohibi-dos durante la Ley de Prensa e Imprenta(selección)’ (páginas 894-899). Entre otros,se desaconsejaba la publicación de Celibatode los sacerdotes como libre opción (S. Fiori)y el Tratado sobre la tolerancia, de Voltaire.Ni 1789 ni el Concilio Vaticano II habíanexistido para el franquismo. O

Majas en el balcón, atribuido a Francisco de Goya. Foto: Metropolitan Museum de Nueva York

Ilustracióny feminismoen la Españadel XVIIILa existencia a lo largode la historia de mujeresexcelentes encuentra susraíces en el Siglo de las Luces

El franquismo al desnudo

Por Celia Amorós

La “Ilustracióninsuficiente” da lugara un feminismo que sedespliega en un registromoral más que político

Franco abraza a Eisenhower en su visita a España en 1959.

PENSAMIENTO

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 15

EN LA CELEBRADA versión cinemato-gráfica de Tim Burton, Alicia em-pieza siendo (igual que Gustavoel genial personaje de Max; véase

la reedición de sus Aventuras en La Cúpu-la) una muchacha un poco somiatruites(“sueña tortillas”, es decir, nefelibata, fan-tasiosa), pero termina convertida en unalevín del imperialismo. Tras apiolar enel inframundo al monstruo Galimatazo(en inglés: Jabberwocky), recuperar su es-tatura, regresar al mundo “real” y renun-ciar al matrimonio que le propone unmuchacho estúpido, Alicia pacta con suno-suegro (el padre del estúpido) la aper-tura de nuevas rutas comerciales conOriente. Como les ha sucedido a todoslos héroes (y heroínas) literarios, desdeGilgamesh hasta Lisbeth Salander, laaventura propicia la transformación inte-rior. Quizás en todo imperialista tambiéndormite un adolescente panoli, superadoluego por un personaje aventurero y au-daz que busca abrir mercados, ganar mu-chísimo dinero y, más tarde, dar salida alos excedentes mediante nuevas inversio-nes y financiando gastos militares que lepermitan mantener su negocio y su domi-nación también por las malas, resolviendoasí el problema del llamado estancamien-to secular (secular stagnation) provocadopor el descenso de la tasa de ganancia quepredecía el viejo Marx. De todo eso habla-ba, hace casi cincuenta años, El capitalmonopolista (1966), un libro casi olvida-do que publicó Siglo XXI y que, a pesar desu importancia y actualidad, hoy se en-cuentra descatalogado. Sus autores fue-ron Paul Sweezy (1910-2004) y Paul Baran(1910-1964), dos marxistas norteamerica-nos de quienes este año se celebran losrespectivos centenarios. El subtítulo origi-nal, An essay on the American Economicand Social Order, apuntaba a lo que en-tonces despuntaba: el dominio global delas megacorporaciones norteamericanas.Y es que en la época en que el estadouni-dense Sweezy (fundador en 1949 de laMonthly Review) y el ruso Baran (que ha-bía trabajado con J. K. Galbraith) se aso-ciaron para escribir su muy polémico es-tudio en Estados Unidos se consolidabael complejo militar-industrial que acaba-ría llevándose el gato unipolar al agua.Hay que reconocer, además, que comoescenario literario Estados Unidos no separecía nada a aquel país de las maravi-llas de Alicia, en el que sus moradoresvivían “soñando mientras los días pasan,soñando mientras los veranos mueren”.En cuanto a la iconografía de la peli deDisney-Tim Burton, reconozco que esgraciosilla, pero les cambio todos sus es-pectaculares cromos dinámicos en tresdimensiones por los mucho más imagina-tivos y surrealistas cartoons que el inmor-tal John Tenniel dibujó para la obra maes-tra de Lewis Carroll.

AhorroEN ESTE PAÍS “cuyos habitantes no logranponerse de acuerdo acerca de cuántas nacio-nes son” (T. Garton Ash) y en el que lasmanifestaciones más agresivas de la luchade clases (aquel motor de la historia quefuncionó hasta que Reagan decretó su obso-lescencia globalizada) parecen haberse redu-cido a los desplantes televisivos de doña Be-lén Esteban (la otra “princesa del pueblo”),las decisiones políticas suelen adolecer deun peculiar toque expresionista y estrafala-rio que, de tan reiterado, no deja de provo-car cierta irritada ternura, si se me permiteel oxímoron. Ahí tienen, sin ir más lejos, losahorros del chocolate del loro decretadospor el Gobierno como parte del plan de aus-teridad que nos va a sacar del pozo de la

crisis (o sima griega y persilesca, si se dacrédito al catastrofismo de la derecha aznari-ta del cuanto-peor-mejor). Entre todos losahorros anunciados, el que más me preocu-pa es el que afecta a la Biblioteca Nacional,cuya degradación en el ranking institucio-nal la retrotrae a la época anterior a 1991,antes de que, tras ser declarada organismoautónomo, sus sucesivos responsables (Car-men Lacambra, Carlos Ortega, Luis Albertode Cuenca, Jon Juaristi, Luis Racionero, Ro-sa Regàs y Milagros del Corral) alcanzaran elrango de directores generales. Lo de la degra-dación no es sólo una cuestión de mermade estatus, prebenda ilustrísima y coche ofi-cial: en su nuevo avatar la BNE (a la quedoña Milagros y su equipo han dejado bienanclada en el siglo XXI) podría perder partede la capacidad de dirigir y focalizar sus pro-

pias políticas, haciéndose probablementemás vulnerable a contingencias ministeria-les, caprichos funcionariales y tejemanejespolíticos. De hecho, la figura que podríaemerger reforzada tras la (obligada) defenes-tración de la muy eficaz y dialogante Mila-gros del Corral es la del director general delLibro, Archivos y Bibliotecas, hoy personifi-cada en el “intocable” leonés Rogelio Blan-co (Dios mío, otra vez me la estoy ganando:el año que viene volverán a borrarme de laslistas), cuyas primeras declaraciones al res-pecto han sido, sintomáticamente, para ase-gurar que aquí no pasa nada y que todo,todito, seguirá igual que antes. Lo peor detodo este desgraciado asunto que se resuel-ve con la BNE viajando administrativamen-te dos décadas hacia el pasado es la impre-sión dada por los políticos de que, entre las(casi) infinitas direcciones generales del Es-tado, una de las más prescindibles era la denuestra primera biblioteca, fundada por Feli-pe V pronto hará 3 siglos, y hoy depositariade más de 27 millones de piezas. Estoy segurode que a alguno se le pasaría por la cabezaque, con buena parte de sus competenciastransferidas, quizás la dirección generalque habría que suprimir era, precisamente,la del Libro. En ese supuesto, el ahorro po-dría haberse conseguido repartiendo lascompetencias estatales sobrantes entre Be-llas Artes e Industrias Culturales, que es ladirección que debería estar más anclada enel siglo XXI. Pero, claro, eso hubiera sidodejar sin cargo al señor Blanco (firme en sudespacho desde 2004, mientras pasaban losministros que allí se lo encontraban), algotan impensable como que un camello (¿oera un rico?) entre por el ojo de una aguja.

SantosTRAS LA OBSESIVA peripecia del empresarioJulio Andrada en Oscura monótona sangre,la novela del argentino Sergio Olguín queganó (y con motivo) el último Premio Tus-quets Editores de Novela, me sumerjo en lalectura de otras vidas más edificantes (aun-que no necesariamente). Trotta, una edito-rial que se crece a cada colección que inven-ta, acaba de lanzar una serie de vidas desantos en la que la erudición de prologuistasy preparadores coloca en su contexto rela-tos originales cuya materia es una mezclaoriginalísima de historia, mitos (a menudoinfluidos por los clásicos), leyendas popula-res, hechos maravillosos y color local y deépoca. De entre los volúmenes publicadoshe leído parcialmente la Vida de San Benitoy otras historias de santos y demonios, deGregorio Magno (edición de Pedro Juan Ga-lán), tal como fueron expuestas en formadialogada por el autor y un tal diácono Pe-dro. Lo real-maravilloso presentado con in-tención didáctica y brío narrativo. Si les gus-tan las historias fantásticas enraizadas en lacrónica de costumbres, no se pierdan lostítulos de esta magnífica colección. O

Alicia, o el triunfo del imperialismo

Historia del peloAlan PaulsAnagrama. Barcelona, 2010193 páginas. 15 euros

Por J. Ernesto Ayala-Dip

NARRATIVA. EN LA ANTERIOR novela del escri-tor argentino Alan Pauls (1959), Historia delllanto, su motivo central, el motor de sugarantía emocional, estribaba en ese doblejuego metafórico entre una lluvia en el cora-zón y el llanto cayendo sobre la ciudad. Eseescondido motivo director de la novela, esafina excusa para describir más que una situa-ción histórica —los grupos revolucionariosen la Argentina de los años setenta— unestado de ánimo histórico: el loco espejismo

utópico y la posterior y trágica desilusión.En su nueva novela, Historia del pelo, AlanPauls aborda los años de la sangrienta dicta-dura argentina. Es relevante su método decomposición. La voz omnisciente no es nun-ca ese ojo decimonónico, se inclina más co-mo una relación de creador y criatura (quediría Roland Barthes), una voz que parecierano dejar nunca a su héroe a la intemperie desu destino: como si quisiera alertarlo de sudebilidad, de esa frivolidad suya que tantohará para que se encuentre con la cara másoscura de la historia de su país.

En Historia del pelo su autor muestra losréditos narrativos de un buen uso de lasnimiedades humanas: un héroe que vive en-ceguecido por su pelo, por el estado de supeinado, por el estilo de corte de pelo queha renovado, por el que no pudo ser en su

momento, por el que lleva ahora y se sienteextraño. Estas bagatelas son esenciales en elrelato. Dictaminan un estado de cosas histó-rico: alguna vez estas irrelevancias confor-maron un estatus social o ideológico, eransíntomas peligrosos, antirrevolucionarios osubversivos. Así funcionaba ese país, nos di-ce el narrador desde su omnisciencia acusa-dora. Nuestro héroe sin importancia, queun día tuvo el cabello lacio y rubio como sesuponía que lo tenían los burgueses, se vacruzando en su vida con algunos represen-tantes categóricos de la historia argentinade los últimos cuarenta años. Un antiguocompañero de colegio, el eco de una guerri-llera montonera cuya peluca sirvió para ca-muflarse y matar a un general del Ejército alcomienzo de los años setenta y a partir delcual comienza a fraguarse el golpe de Esta-

do de 1976, un ex guerrillero que se dedicaahora a la venta de droga. Y un peluqueroparaguayo que es la quintaesencia del corteperfecto: el profesional exacto para nuestroneurótico héroe.

Alan Pauls ha escrito un libro singular ensu línea habitual de singularidad narrativa.Nos dice que no esperemos una historia con-tada como se suelen contar todas las histo-rias de terror y equivocaciones históricas. Sepuede acceder a todo ello desde una pers-pectiva insólita. Hasta podría uno arriesgaralgunas hipótesis: ¿y si estuviéramos anteun proyecto de historiografía carnavalesca?(historia del llanto, historia del pelo) ¿Y sifuera el héroe el que conduce a su narrador?¿Qué narrador se atrevería a contar una his-toria tan desasosegante siguiendo los pasosde un tipo tan enfermizamente preocupadopor su acicalado cráneo? Claro que tambiénnos reímos, como nos reímos con Bouvard yPécuchet, la última e inacabada novela deFlaubert. Pero te queda un poso de absurdohumano y tristeza… O

Ilustración de Max.

Héroe sin importancia

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

16 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Por Roger Salas

NO HACE DEMASIADOS años que losvestidos pasaron de los mercadi-llos y rastros a tiendas especiali-zadas (y carísimas) de segunda

mano; en las subastas de las mejores ca-sas, Sotheby y Christie’s entre ellas, seembarcaron también en ofrecer piezas deropa de los tiempos modernos. A veces setrataba de piezas sueltas, otras de colec-ciones enteras, procedentes de propieta-rias anónimas o basando el histo-rial de la prenda en el marchamomediático de la dueña (una deellas, la de Christie’s en junio de1997 con el ropero de la princesaDiana de Gales fue un buen ejem-plo de esto último). Desde unprincipio, el interés más intelec-tualizado se centró en dos modis-tas: Christian Dior y Cristóbal Ba-lenciaga, seguidos de cerca poralgunos de los diseños clásicosde Coco Chanel.

Fuera de esta categorización noexenta de cierta polémica, sitiosde indiscutida solvencia como elCostume Institute del Metropoli-tan Museum de Nueva York (conel agudo criterio especializado deAndrew Bolton acerca de la impor-tancia de reconsiderar el papel deesos nombres en la industria), elMuseo de Artes Decorativas de Pa-rís o el Victoria & Albert Museumde Londres dirigían el interés desus muestras temporales hacia lamoda contemporánea, aparcandoun largo periodo en que se habíaimpuesto el rigor de una “arqueo-logía particular” de la moda histó-rica y su revisión. Fuera de esteámbito quedaba la moda fundacio-nal moderna, donde se puede si-tuar a Madeleine Vionnet (su expo-sición en París en 2008 fue una delas más visitadas en la historia deArtes Decorativas) y el caso aislado de Ma-riano Fortuny y Madrazo, verdaderos pio-neros cuyos hallazgos y estilos han estadopresentes en el devenir y meandros estéti-cos del diseño de moda. Balenciaga, laspocas veces que habló, reconocía siempreestos dos polos: Vionnet y Fortuny, comofundamentales tanto para la definición desu propio trabajo como para la historia dela moda en general. Y una de las grandesutilidades de estas exposiciones está preci-samente en encontrar y colocar en el mo-saico del estilo, las influencias, esas largassombras no por lejanas o sutiles menoslegítimas; podría hablarse de genes forma-les, una sanguínea conexión ancestral queremite a las esencias del dibujo y los estu-dios del volumen a la vez que al fascinanteexperimento de materiales.

El interés por Fortuny (Granada, 1871-Venecia, 1949) siempre ha estado en loscírculos más exquisitos del sector. La pri-mera gran exposición, que en algunos as-

pectos es aún hoy referencial, fue la delMuseo de los Tejidos de Lyón en 1980. Laactual del Museo del Traje de Madrid tie-ne el propósito de convertirse también enfuente imprescindible poniendo en liza sutiempo, sus influencias y, por fin, el papelde su mujer, Henriette Nigrin, responsa-ble de grandes y fundamentales elemen-tos en la producción textil Fortuny.

Con Balenciaga (figura en sí misma es-quiva hasta lo enigmático) se vitalizó elinterés a partir de la exposición en la Fun-dación Mona Bismarck de París en 1994,

basada en la relación entre la millonaria yel modista apoyada con la abundante ico-nografía realizada por Cecil Beaton. Aque-lla muestra fue la primera que se hizo conel concurso y acuerdo de los Archives Ba-lenciaga y comisariada por su mayor espe-cialista, Marie-Andrée Jouve. Obviamente,a partir de entonces los precios de los tra-jes subieron en las subastas y el interés decoleccionistas y museos no ha dejado deaumentar, siempre con ese halo de objetodeseado e inalcanzable para el común delos mortales que tienen las prendas decostura, amén de que estos diseñadores ycostureros representan la cima de un géne-ro que los observadores más agudos (ypesimistas) sitúan en franca agonía.

La exposición Inspiraciones recoge, ade-más de la parte textil, obra tanto pictóricay de grabador de Mariano Fortuny y Ma-drazo, con elementos tangenciales que ha-blan de eso: la inspiración, si se quierellamar así al vertido que hacía Fortuny de

cuanto le impresiona y pasaba por un refi-nado filtro estético. Cráteras griegas, tana-gras veladas, hasta la génesis de un logoti-po (que tiene su origen en el grafiti de unpilar de la pompeyana Casa de Lucrecio),ponen de manifiesto el prismático univer-so de este artista a caballo entre dos siglosy dos mundos, entre las convenciones y elexotismo. La poco estudiada labor teatralde Fortuny está convenientemente desta-cada en los estudios del catálogo y tienereflejo testimonial en la exposición. For-tuny diseñó vestuario para danza, ópera y

teatro, además de idear sistemas de ilumi-nación novedosos. Como bien dice Maríadel Mar Nicolás en La tradición sublima-da, los referentes y la verdadera inspira-ción de Fortuny están en esa cultura fin desiècle, su gusto y decadentismo, el aromade tardoacademicismo mezclado a una dis-tintiva altivez aristocrática. Todo esto tam-bién está en sus vestidos, desde los Knos-sos, abas y dalmáticas a la perfección delDelphos, apogeo de un neoclasicismo evo-lucionado y personal en el que confluyentanto la invención lineal como material(su uso virtuoso del estarcido y las planti-llas, o la aplicación ingeniosa de cuentasde Murano como plomadas). Vemos có-mo el ballet también se cruzó en la vidade Fortuny y una vez vistió a la gran Carlo-ta Zambelli con un Knossos, y hay quedecirlo, antes de que Leon Bakst idearasus túnicas para La siesta del fauno deNijinski. Después Fortuny hizo su lámpa-ra Scherezade claramente inspirada en el

decorado de Bakst para el ballet homóni-mo de Fokin.

Los arquitectos Toño Foraster y VictoriaGarriga del estudio AV62 de Barcelona sonlos encargados del interiorismo del futuroMuseo Balenciaga de Getaria; también asu-mieron la finalización de una construccióncivil de azarosa trayectoria. La exposiciónBalenciaga. El diseño al límite resulta unoportuno ensayo previo a las futuras colec-ciones del museo a la vez que, en su cali-dad de arquitecturas efímeras, permite unalibertad expresiva y un vuelo que la museís-

tica convencional rechazaría.Siete instalaciones para 34 pie-

zas autógrafas de Balenciaga (Geta-ria, Guipúzcoa, 1895-Jávea, Alican-te, 1972) que se distribuyen porotros tantos espacios no convencio-nales del Museo de Bellas Artes deBilbao. Así, ámbitos muy diferencia-dos han sido ideados para una gale-ría, una boca de escalera, un rella-no o una zona de intercambio. Lasinstalaciones proponen algo muydistinto de lo que será el museo ensí como concepción museística.Aquí han sido más libres y el inge-nio ha llevado a un proyecto dondelas prendas floran dentro de mani-quíes invisibles hechos a medida yforma de los vestidos, unos encap-sulados en burbujas o cilindros demetacrilato y otros alejados del con-tacto con el visitante a través de re-fulgentes aros de neón. Foraster yGarriga reconocen que participa-ron limitadamente en la selecciónde las piezas, que proceden de fon-dos diversos, desde colecciones par-ticulares a fondos del Gobierno Vas-co y de la Fundación Balenciaga deGetaria. Simbólicos cables rojos, cri-sálidas y textos puntuales rodeanunos vestidos que quieren con estapuesta en valor contribuir al dibujoretrospectivo de un diseñador cuyoandamiaje cultural y preciosismohacen considerarle el más impor-

tante de todos los tiempos.La exposición La edad de oro de la alta

costura, que se vio en la sala de exposicio-nes del Banco Herrero de Oviedo hasta fina-les de febrero, con un arco de 1920 a 1980 ypotentes piezas referenciales, se exhibe has-ta mañana en el Museo de Teruel, se volveráa ver a partir del 15 de julio en el Museo delTraje, y en otoño, en Barcelona, una buenaocasión para trazar las líneas de conexión yla envergadura real del legado de nombrescomo Pertegaz, Rodríguez, Rovira y a la ca-beza, sin duda, Balenciaga. O

Mariano Fortuny y Madrazo: Inspiraciones. Mu-seo del Traje. Madrid. Hasta el 30 de junio. For-tuny el mago de Venecia. La Pedrera de CaixaCatalunya hasta el 27 de junio, Balenciaga: Eldiseño del límite.Museo de Bellas Artes de Bilbao.Hasta el 26 de septiembre. La edad de oro de laalta costura.Museo del Traje. Madrid. Desde el 15de julio. www.museobilbao.com / www.museodel-traje.mcu.es.

A la izquierda, detalle de un vestido de lentejuelas de Balenciaga. A la derecha, manga con plisado del traje Delphos, de Fortuny.

Formas de la tela eternaLas inspiraciones de Fortuny y Madrazo con sus determinantes creaciones neoclásicas fueron a su vez un punto dereferencia para Balenciaga, un hito mundial de la moda. Dos exposiciones realzan el papel de estos modistas españoles

Los tres trajes de la izquierda son de Balenciaga; los tres de la derecha, de Fortuny y Madrazo. Todos incluidos en sus respectivas exposiciones.

MODA / Exposiciones

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 17

Suroeste.Relaciones literarias y artísticasentre Portugal y España(1890-1936)Museo Extremeño e Iberoamericanode Arte Contemporáneo (MEIAC)Virgen de Guadalupe, 7. BadajozHasta el 16 de mayo

Por Juan Bosco Díaz Urmeneta

MEDIANTE EXTENSA documentación, Suroes-te abre el panorama de una amplia investi-gación que dilucida las relaciones entre lamodernidad artística en Portugal y Espa-ña, desde el simbolismo hasta la GuerraCivil. A partir de esta fecha, el autoritarismode ambos Estados mediatizaría la comunica-ción entre las dos culturas. Las relacionesentre los autores de ambos países no fueronlineales. Desentrañarlas exige una labor ana-lítica cuidadosa, como la que muestran lostrabajos coordinados por Antonio Sáez Del-gado. En el ámbito literario cabe diferenciarun primer momento, simbolista, con espe-cial relevancia de Eugénio de Castro y sucorrespondencia con Unamuno y EugenioD’Ors. Destacan más tarde los vínculos ten-didos con Pessoa por los ultraístas andalu-ces (Adriano del Valle, Del Vando, Buendía).Pero en esos años la figura central es RamónGómez de la Serna. Quizá al principio, susestancias en Portugal con Colombine res-pondieran a razones políticas (ambos eranrepublicanos) y personales (allí podían vivirsu romance sin el bisbiseo de los puritanos),pero pronto profundizan en los modos devida de aquel país, valoran la obra de auto-res como Sá Carneiro y aprecian las iniciati-vas pluridimensionales de Almada Negrei-ros. La relación entre los intelectuales deambos países se hace después tormentosa:

La afinidad entre los portugueses de la revis-ta Presença y la generación española delveintisiete pudo catalizarla otra revista, LaGaceta Literaria, pero su director, GiménezCaballero, la concebía centrada en la cultu-ra castellana y tal imperialismo sólo cose-chó rechazos al otro lado de la frontera. Apartir de 1936 sólo quedarían los nexos en-tre autores de convicciones totalitarias, en-marcadas en el peculiar iberismo de ambosdictadores.

Un papel paralelo al de Gómez de la Ser-na en el terreno literario lo desempeña en elartístico el matrimonio Delaunay. Durantela Guerra Europea viven entre Portugal y Es-paña. Antes, un pintor portugués, Domín-guez Álvarez, había meditado con aciertosobre el paisaje español, pero la obra deEduardo Viana y Amadeo Souza-Cardosoacusa la huella de los Delaunay, que, ya enMadrid, impulsan la publicación Portugal fu-turista y animan un círculo que frecuentanautores españoles. Cansinos Assens lo evocacon ironía: su personaje Sofinka Modernush-ka es una réplica de Sonia Delaunay.

La muestra ofrece un terreno para mu-chos poco conocido y abre un vasto campode reflexión al señalar el empobrecimientointelectual y artístico que imponen las dicta-duras. Un hecho a tener en cuenta frente aquienes se empeñan en apostar por el olvido.

Un libro de Juan Manuel Bonet (uno delos comisarios de Suroeste) posee parecidavoluntad de recuperar con rigor el pasado.Impresos de vanguardia en España, 1912-1936 abarca desde el catálogo de la muestrade Dalmau que llevó a Barcelona la obra deDuchamp, Desnudo bajando la escalera, has-ta el de la exposición de Max Ernst organiza-da en Madrid y en abril de 1936 por Juan dela Encina. Señala además cómo Juan Ra-món, Emilio Prados o Manuel Altolaguirreunieron a su poética el buen arte tipográfi-

co, da puntual noticia de la figura de GabrielGarcía Maroto, poeta, impresor y dibujantedel Madrid moderno, y ofrece valiosas pis-tas de poetas, como César Arconada, dibu-jantes y diseñadores (Norah Borges o Mauri-cio Amster) y artistas tan originales comoRamón Acín. El libro da cuenta de los con-vulsos años treinta en que los intelectualesno fueron inmunes a las tentaciones autori-tarias. El fenómeno no fue exclusivo de Es-paña. Lo específico de este país fue el afánsistemático con que la dictadura intentóborrar los surcos de la modernidad laborio-samente abiertos por escritores, poetas ypintores. Los libros, revistas y documentosreunidos por Bonet son una invitación atrazar una genealogía de aquella moderni-dad rota por la violencia. O

Impresos de vanguardia en España, 1912-1936.Juan Manuel Bonet. Valencia, Campgrafic, 2009.

Por Francisco Calvo Serraller

POR EMPEZAR por un testimonio di-recto, recuerdo que, allá por la pri-mavera de 1980, fui a Palma de Ma-llorca porque se inauguraba en la

capital balear la remodelación del entoncesllamado Palau Sollerich, en cuyas nuevassalas de exposiciones se exhibía una mues-tra colectiva titulada algo así como Arteactual en Baleares, con un impresionan-te conjunto de obras de los artistas resi-dentes en las islas, muchos de los cua-les eran figuras de indiscutible prestigiointernacional. No obstante, lo que per-sonalmente más me impresionó fue eldescubrimiento de un artista, para míhasta ese momento desconocido, llama-do Miquel Barceló, como así luego loconsigné en la crítica del evento que sepublicó en este mismo diario. Nacidoen 1957, en ese momento Barceló con-taba con tan sólo 23 años, que eranmuy pocos, sobre todo, en un momen-to en que no se había iniciado la insacia-ble caza de los “valores emergentes”.Todo lo joven que se quiera, por aquelentonces, ya Barceló se había hecho un“nombre” en su tierra natal y en Barce-lona, pero ni siquiera él mismo, creo, seimaginaba la casi inmediata apoteosisque se iba a organizar sobre su obra,muy en especial cuando el comisariode la VII Documenta de Kassel, el holan-dés Rudi Fuchs, decidió que sería el úni-co representante español en dicho cer-tamen, que tuvo lugar en 1982; o sea:cuando Barceló aún sólo tenía 25 años.Aunque en ese año era más raro encon-trar un crítico de arte español que unartista en el todavía —y quizá por últi-ma vez— más prestigioso foro artísticode vanguardia del mundo, no cabe du-da de que la suerte de Barceló cambióincluso en España, donde pudo dar elsalto a diversos lugares de la Península,incluido Madrid, donde realizó una im-portante muestra individual en la gale-ría Juana de Aizpuru en 1984. No obs-tante, si comparamos la atención quesimultáneamente despertó Barceló enel extranjero, suscitando el interés delos mejores galeristas del mundo, comoel italiano Lucio Amelio, el francés IvonLambert, el suizo Bruno Bischofbergero el estadounidense Leo Castelli, o poracreditados directores de museos e ins-tituciones de arte contemporáneo, co-mo Jean-Louis Froment, del CAPC deBurdeos, que rápidamente le montóuna exposición en su centro y que lue-go itineró a Boston y a Madrid, ya semanifestó una diferencia sustancial en-tre el fervor local y el internacional, quees la misma que hoy nos sigue acorra-lando por muchos cursillos aceleradosde modernización que emprendamos, por-que no se cambia la identidad de una socie-dad a voluntad y como por ensalmo.

En todo caso, es muy interesante reme-morar las apreciaciones que sobre Barcelóhizo Fuchs cuando explicó por qué él lo ha-bía elegido para participar en la Documen-ta, ya que las podemos considerar ademásrepresentativas del resto de quienes, desdefuera, se sintieron entonces atraídos por laobra del jovencísimo mallorquín. “A sóloseis años de la muerte de Franco”, declaróFuchs, “muchos de nosotros no conocía-mos demasiado lo que estaban haciendo losartistas jóvenes en España… Sin conocerlopersonalmente, me decidí a ver algunas desus pinturas. Eran muy convincentes en sulibertad formal, viveza y velocidad. En lugarde ser semiabstractas, solemnes y pesadas(como era Tàpies), eran primordialmente li-geras, saltando y danzando… También lasvi dentro de otro contexto: la revitalizaciónque se estaba desarrollando en la nueva ge-neración de la pintura exploratoria y aventu-

rera. Contemplé a Barceló teniendo en men-te a David Salle o Francesco Clemente oRené Daniëls o Siegfried Anzinger”.

A través de estas palabras de Fuchs estádicho casi todo lo que le puede servir a unhistoriador del arte contemporáneo para in-sertar la proyección internacional de Barce-ló en el contexto de la nueva pintura de laprimera mitad de la década de 1980, de laque fue, en efecto, el único conspicuo repre-

sentante español. ¿Y luego? Evidentemente,Barceló y sus colegas de todo el mundo queentonces jugaron su baza innovadora siguie-ron, con más o menos fortuna personal, a losuyo, que era desarrollar su obra, si bienfuera de los focos de esta plataforma llama-da “actualidad”, que es el alcaloide moder-no del mercado artístico global. Si tenemosen cuenta que por esa máquina pasan todos

los artistas en nuestra era, se llamen comose llamen y hagan lo que hagan, está claroque su capacidad histórica para acreditarsese fragua precisamente justo después deque dejan de estar de actualidad y no tienenmás remedio que ser sólo ellos mismos.Pues bien, 25 años después de que ese jo-vencísimo artista español llamado Barcelóalcanzara la cima de su proyección interna-cional, no sólo sigue vivo y operativo, sino

increíblemente siendo objeto de polémicaen su país natal, donde, la verdad sea dicha,nunca despertó un cerrado consenso deaprobación crítica, o, si se quiere, dondesiempre, por un motivo o por otro, estuvo adesmano. Quien revise las hemerotecas yotras fuentes españolas de esos años podrácomprobar la veracidad de lo que afirmo.

Sea como sea, no se puede desconocer y,menos, despreciar, lo que ha hecho Barcelódurante los últimos 20 años, que son lostranscurridos desde que dejó de estar de mo-da. Quien visite la retrospectiva de CaixaFo-rum Madrid lo podrá apreciar a través de loúnico que cabe apreciar: la obra realizada.Planteada temáticamente su retrospecciónpor parte de la comisaria, la británica Cathe-rine Lampert, lo que le permite entremez-clar obras de diversos momentos de la evolu-ción de Barceló, no siente el visitante quedecaiga jamás la tensión, aunque no se ocul-ten los vaivenes y puntos de circunstancia-les incertidumbres. Pero Barceló es, comoPicasso, un creador maniaco y torrencial,

que constantemente se remonta y se desafíaa sí mismo. En realidad, muchos de sus gran-des proyectos se han realizado cuando yaestaba fuera de los focos: tales son los casosde su instalación en Santa Eulalia dei Catala-ni de Palermo (1998); la performance titula-da Paso Doble, creada para el Festival deAviñón en 2006 y, desde entonces, recreadaen Madrid, Nueva York, Londres, Venecia,Atenas, etcétera; la formidable cubrición ce-

rámica de la capilla de San Pedro de lacatedral de Palma de Mallorca en 2007,y, por último, la no menos grandiosacúpula de los Derechos Humanos y dela Alianza de las Civilizaciones de laONU en Ginebra (2008).

No por ser más espectaculares estasobras pueden oscurecer el valor del resto,porque la facundia barroca de Barcelójamás ha enterrado su actividad creati-va más íntima, maravillosamente refle-jada en sus dibujos, una suerte de dia-rio autobiográfico de todo lo que pasafrente a él, pero, sobre todo, de lo que lepasa por la cabeza. Barceló, por otraparte, es un artista, rara avis hoy, conraíces muy profundas en ese antiguo yfecundo lecho de la cultura mediterrá-nea. En este sentido, enlaza con Tàpies,pero también con Gaudí y Miró y lagran tradición pictórica española quese remonta hasta Ribera. Su versati-lidad, su facundia, su capacidad de tra-bajo y pasión, y, hasta su “astucia” levinculan con la actitud de Picasso. Portodo ello, a la altura de hoy, cuandocuenta con 53 años y se halla en plenamadurez, tras haber superado desafíosde enorme porte a lo largo de las tresúltimas décadas, no sólo es disparatadoy mezquino tratar de desconocer o mi-nimizar sus logros, y en especial a esapatética manera española de los profe-tas retrospectivos —indiferentes cuan-do se alzaba, insolentes cuando se lecreía pasado de moda y perplejos cuan-do, más allá de sus miopes cálculos, setienen que seguir ocupando de él, cadavez más rabiosos y desconcertados—,sino que, a quienes así se comportan,les queda todavía mucho trecho de su-frimiento, porque estoy convencido deque Barceló, mientras viva, no va a de-jar de trabajar y de sorprender.

Quien visite la exposición de Barce-ló podrá encontrar todos los peros quequiera en relación con las salas, al abi-garrado montaje o hasta para la selec-ción de tales o cuales obras —personal-mente opino que el trabajo de Lampertarroja un saldo muy positivo—, pero esmuy difícil que no se percate de queestá frente a un artista muy sólido eimportante, y, como tal, cuanto menos,que ha entrado en la historia del arte denuestro país de una manera insoslaya-ble. Por todo ello, a quienes todavía

hoy lo ponen en entredicho cabría abrumar-les con mil datos objetivos, pero pienso queno merece la pena hacer el esfuerzo, porqueeste envidioso desconcierto español es his-tóricamente proverbial, como así lo refleja-ba ya el tratadista español Jusepe Martínez,cuando, al relatar su visita a Ribera en Nápo-les en 1625, destacó la contestación que ledio el pintor valenciano a su sugerencia deque regresase a España: “Amigo carísimo,de mi voluntad es la instancia grande, perode parte de la experiencia (…) hallo el impe-dimento de ser el primer año recibido porgran pintor, el segundo no hacerse caso demí porque viendo presente la persona se lepierde el respeto, y lo confirma esto el cons-tarme haber visto algunas obras de excelen-tes maestros de estos reinos de España muypoco estimadas. Y así juzgo que España esmadre piadosa de forasteros y crudelísimamadrastra de los propios naturales”. O

Miquel Barceló. CaixaForum Madrid. Paseo delPrado, 36. Hasta el 13 de junio.

La modernidad ibérica

Los medios seres (1929), cuadro para la obra homónima de Gómez de la Serna, de José de Almeida Negreiros.

Solitude organisative, óleo expuesto en la retrospectiva de Miquel Barceló en el CaixaForum madrileño. Foto: Bernardo Pérez

Grand Flamenco (1916), de Sonia Delaunay.

A vueltas con BarcelóFue profeta en su tierra, pero ahora algunos lo ponen en duda. La retrospectiva de Miquel Barceló en Madrid ponesobre el tapete la potencia, el talento y la diversidad de este creador frente a la crítica que hoy minimiza sus logros

Es mezquino tratarde desconocer ominimizar sus logros, yen especial a esa patéticamanera española de losprofetas retrospectivos

ARTE / Opinión

18 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

Suroeste.Relaciones literarias y artísticasentre Portugal y España(1890-1936)Museo Extremeño e Iberoamericanode Arte Contemporáneo (MEIAC)Virgen de Guadalupe, 7. BadajozHasta el 16 de mayo

Por Juan Bosco Díaz Urmeneta

MEDIANTE EXTENSA documentación, Suroes-te abre el panorama de una amplia investi-gación que dilucida las relaciones entre lamodernidad artística en Portugal y Espa-ña, desde el simbolismo hasta la GuerraCivil. A partir de esta fecha, el autoritarismode ambos Estados mediatizaría la comunica-ción entre las dos culturas. Las relacionesentre los autores de ambos países no fueronlineales. Desentrañarlas exige una labor ana-lítica cuidadosa, como la que muestran lostrabajos coordinados por Antonio Sáez Del-gado. En el ámbito literario cabe diferenciarun primer momento, simbolista, con espe-cial relevancia de Eugénio de Castro y sucorrespondencia con Unamuno y EugenioD’Ors. Destacan más tarde los vínculos ten-didos con Pessoa por los ultraístas andalu-ces (Adriano del Valle, Del Vando, Buendía).Pero en esos años la figura central es RamónGómez de la Serna. Quizá al principio, susestancias en Portugal con Colombine res-pondieran a razones políticas (ambos eranrepublicanos) y personales (allí podían vivirsu romance sin el bisbiseo de los puritanos),pero pronto profundizan en los modos devida de aquel país, valoran la obra de auto-res como Sá Carneiro y aprecian las iniciati-vas pluridimensionales de Almada Negrei-ros. La relación entre los intelectuales deambos países se hace después tormentosa:

La afinidad entre los portugueses de la revis-ta Presença y la generación española delveintisiete pudo catalizarla otra revista, LaGaceta Literaria, pero su director, GiménezCaballero, la concebía centrada en la cultu-ra castellana y tal imperialismo sólo cose-chó rechazos al otro lado de la frontera. Apartir de 1936 sólo quedarían los nexos en-tre autores de convicciones totalitarias, en-marcadas en el peculiar iberismo de ambosdictadores.

Un papel paralelo al de Gómez de la Ser-na en el terreno literario lo desempeña en elartístico el matrimonio Delaunay. Durantela Guerra Europea viven entre Portugal y Es-paña. Antes, un pintor portugués, Domín-guez Álvarez, había meditado con aciertosobre el paisaje español, pero la obra deEduardo Viana y Amadeo Souza-Cardosoacusa la huella de los Delaunay, que, ya enMadrid, impulsan la publicación Portugal fu-turista y animan un círculo que frecuentanautores españoles. Cansinos Assens lo evocacon ironía: su personaje Sofinka Modernush-ka es una réplica de Sonia Delaunay.

La muestra ofrece un terreno para mu-chos poco conocido y abre un vasto campode reflexión al señalar el empobrecimientointelectual y artístico que imponen las dicta-duras. Un hecho a tener en cuenta frente aquienes se empeñan en apostar por el olvido.

Un libro de Juan Manuel Bonet (uno delos comisarios de Suroeste) posee parecidavoluntad de recuperar con rigor el pasado.Impresos de vanguardia en España, 1912-1936 abarca desde el catálogo de la muestrade Dalmau que llevó a Barcelona la obra deDuchamp, Desnudo bajando la escalera, has-ta el de la exposición de Max Ernst organiza-da en Madrid y en abril de 1936 por Juan dela Encina. Señala además cómo Juan Ra-món, Emilio Prados o Manuel Altolaguirreunieron a su poética el buen arte tipográfi-

co, da puntual noticia de la figura de GabrielGarcía Maroto, poeta, impresor y dibujantedel Madrid moderno, y ofrece valiosas pis-tas de poetas, como César Arconada, dibu-jantes y diseñadores (Norah Borges o Mauri-cio Amster) y artistas tan originales comoRamón Acín. El libro da cuenta de los con-vulsos años treinta en que los intelectualesno fueron inmunes a las tentaciones autori-tarias. El fenómeno no fue exclusivo de Es-paña. Lo específico de este país fue el afánsistemático con que la dictadura intentóborrar los surcos de la modernidad laborio-samente abiertos por escritores, poetas ypintores. Los libros, revistas y documentosreunidos por Bonet son una invitación atrazar una genealogía de aquella moderni-dad rota por la violencia. O

Impresos de vanguardia en España, 1912-1936.Juan Manuel Bonet. Valencia, Campgrafic, 2009.

Por Francisco Calvo Serraller

POR EMPEZAR por un testimonio di-recto, recuerdo que, allá por la pri-mavera de 1980, fui a Palma de Ma-llorca porque se inauguraba en la

capital balear la remodelación del entoncesllamado Palau Sollerich, en cuyas nuevassalas de exposiciones se exhibía una mues-tra colectiva titulada algo así como Arteactual en Baleares, con un impresionan-te conjunto de obras de los artistas resi-dentes en las islas, muchos de los cua-les eran figuras de indiscutible prestigiointernacional. No obstante, lo que per-sonalmente más me impresionó fue eldescubrimiento de un artista, para míhasta ese momento desconocido, llama-do Miquel Barceló, como así luego loconsigné en la crítica del evento que sepublicó en este mismo diario. Nacidoen 1957, en ese momento Barceló con-taba con tan sólo 23 años, que eranmuy pocos, sobre todo, en un momen-to en que no se había iniciado la insacia-ble caza de los “valores emergentes”.Todo lo joven que se quiera, por aquelentonces, ya Barceló se había hecho un“nombre” en su tierra natal y en Barce-lona, pero ni siquiera él mismo, creo, seimaginaba la casi inmediata apoteosisque se iba a organizar sobre su obra,muy en especial cuando el comisariode la VII Documenta de Kassel, el holan-dés Rudi Fuchs, decidió que sería el úni-co representante español en dicho cer-tamen, que tuvo lugar en 1982; o sea:cuando Barceló aún sólo tenía 25 años.Aunque en ese año era más raro encon-trar un crítico de arte español que unartista en el todavía —y quizá por últi-ma vez— más prestigioso foro artísticode vanguardia del mundo, no cabe du-da de que la suerte de Barceló cambióincluso en España, donde pudo dar elsalto a diversos lugares de la Península,incluido Madrid, donde realizó una im-portante muestra individual en la gale-ría Juana de Aizpuru en 1984. No obs-tante, si comparamos la atención quesimultáneamente despertó Barceló enel extranjero, suscitando el interés delos mejores galeristas del mundo, comoel italiano Lucio Amelio, el francés IvonLambert, el suizo Bruno Bischofbergero el estadounidense Leo Castelli, o poracreditados directores de museos e ins-tituciones de arte contemporáneo, co-mo Jean-Louis Froment, del CAPC deBurdeos, que rápidamente le montóuna exposición en su centro y que lue-go itineró a Boston y a Madrid, ya semanifestó una diferencia sustancial en-tre el fervor local y el internacional, quees la misma que hoy nos sigue acorra-lando por muchos cursillos aceleradosde modernización que emprendamos, por-que no se cambia la identidad de una socie-dad a voluntad y como por ensalmo.

En todo caso, es muy interesante reme-morar las apreciaciones que sobre Barcelóhizo Fuchs cuando explicó por qué él lo ha-bía elegido para participar en la Documen-ta, ya que las podemos considerar ademásrepresentativas del resto de quienes, desdefuera, se sintieron entonces atraídos por laobra del jovencísimo mallorquín. “A sóloseis años de la muerte de Franco”, declaróFuchs, “muchos de nosotros no conocía-mos demasiado lo que estaban haciendo losartistas jóvenes en España… Sin conocerlopersonalmente, me decidí a ver algunas desus pinturas. Eran muy convincentes en sulibertad formal, viveza y velocidad. En lugarde ser semiabstractas, solemnes y pesadas(como era Tàpies), eran primordialmente li-geras, saltando y danzando… También lasvi dentro de otro contexto: la revitalizaciónque se estaba desarrollando en la nueva ge-neración de la pintura exploratoria y aventu-

rera. Contemplé a Barceló teniendo en men-te a David Salle o Francesco Clemente oRené Daniëls o Siegfried Anzinger”.

A través de estas palabras de Fuchs estádicho casi todo lo que le puede servir a unhistoriador del arte contemporáneo para in-sertar la proyección internacional de Barce-ló en el contexto de la nueva pintura de laprimera mitad de la década de 1980, de laque fue, en efecto, el único conspicuo repre-

sentante español. ¿Y luego? Evidentemente,Barceló y sus colegas de todo el mundo queentonces jugaron su baza innovadora siguie-ron, con más o menos fortuna personal, a losuyo, que era desarrollar su obra, si bienfuera de los focos de esta plataforma llama-da “actualidad”, que es el alcaloide moder-no del mercado artístico global. Si tenemosen cuenta que por esa máquina pasan todos

los artistas en nuestra era, se llamen comose llamen y hagan lo que hagan, está claroque su capacidad histórica para acreditarsese fragua precisamente justo después deque dejan de estar de actualidad y no tienenmás remedio que ser sólo ellos mismos.Pues bien, 25 años después de que ese jo-vencísimo artista español llamado Barcelóalcanzara la cima de su proyección interna-cional, no sólo sigue vivo y operativo, sino

increíblemente siendo objeto de polémicaen su país natal, donde, la verdad sea dicha,nunca despertó un cerrado consenso deaprobación crítica, o, si se quiere, dondesiempre, por un motivo o por otro, estuvo adesmano. Quien revise las hemerotecas yotras fuentes españolas de esos años podrácomprobar la veracidad de lo que afirmo.

Sea como sea, no se puede desconocer y,menos, despreciar, lo que ha hecho Barcelódurante los últimos 20 años, que son lostranscurridos desde que dejó de estar de mo-da. Quien visite la retrospectiva de CaixaFo-rum Madrid lo podrá apreciar a través de loúnico que cabe apreciar: la obra realizada.Planteada temáticamente su retrospecciónpor parte de la comisaria, la británica Cathe-rine Lampert, lo que le permite entremez-clar obras de diversos momentos de la evolu-ción de Barceló, no siente el visitante quedecaiga jamás la tensión, aunque no se ocul-ten los vaivenes y puntos de circunstancia-les incertidumbres. Pero Barceló es, comoPicasso, un creador maniaco y torrencial,

que constantemente se remonta y se desafíaa sí mismo. En realidad, muchos de sus gran-des proyectos se han realizado cuando yaestaba fuera de los focos: tales son los casosde su instalación en Santa Eulalia dei Catala-ni de Palermo (1998); la performance titula-da Paso Doble, creada para el Festival deAviñón en 2006 y, desde entonces, recreadaen Madrid, Nueva York, Londres, Venecia,Atenas, etcétera; la formidable cubrición ce-

rámica de la capilla de San Pedro de lacatedral de Palma de Mallorca en 2007,y, por último, la no menos grandiosacúpula de los Derechos Humanos y dela Alianza de las Civilizaciones de laONU en Ginebra (2008).

No por ser más espectaculares estasobras pueden oscurecer el valor del resto,porque la facundia barroca de Barcelójamás ha enterrado su actividad creati-va más íntima, maravillosamente refle-jada en sus dibujos, una suerte de dia-rio autobiográfico de todo lo que pasafrente a él, pero, sobre todo, de lo que lepasa por la cabeza. Barceló, por otraparte, es un artista, rara avis hoy, conraíces muy profundas en ese antiguo yfecundo lecho de la cultura mediterrá-nea. En este sentido, enlaza con Tàpies,pero también con Gaudí y Miró y lagran tradición pictórica española quese remonta hasta Ribera. Su versati-lidad, su facundia, su capacidad de tra-bajo y pasión, y, hasta su “astucia” levinculan con la actitud de Picasso. Portodo ello, a la altura de hoy, cuandocuenta con 53 años y se halla en plenamadurez, tras haber superado desafíosde enorme porte a lo largo de las tresúltimas décadas, no sólo es disparatadoy mezquino tratar de desconocer o mi-nimizar sus logros, y en especial a esapatética manera española de los profe-tas retrospectivos —indiferentes cuan-do se alzaba, insolentes cuando se lecreía pasado de moda y perplejos cuan-do, más allá de sus miopes cálculos, setienen que seguir ocupando de él, cadavez más rabiosos y desconcertados—,sino que, a quienes así se comportan,les queda todavía mucho trecho de su-frimiento, porque estoy convencido deque Barceló, mientras viva, no va a de-jar de trabajar y de sorprender.

Quien visite la exposición de Barce-ló podrá encontrar todos los peros quequiera en relación con las salas, al abi-garrado montaje o hasta para la selec-ción de tales o cuales obras —personal-mente opino que el trabajo de Lampertarroja un saldo muy positivo—, pero esmuy difícil que no se percate de queestá frente a un artista muy sólido eimportante, y, como tal, cuanto menos,que ha entrado en la historia del arte denuestro país de una manera insoslaya-ble. Por todo ello, a quienes todavía

hoy lo ponen en entredicho cabría abrumar-les con mil datos objetivos, pero pienso queno merece la pena hacer el esfuerzo, porqueeste envidioso desconcierto español es his-tóricamente proverbial, como así lo refleja-ba ya el tratadista español Jusepe Martínez,cuando, al relatar su visita a Ribera en Nápo-les en 1625, destacó la contestación que ledio el pintor valenciano a su sugerencia deque regresase a España: “Amigo carísimo,de mi voluntad es la instancia grande, perode parte de la experiencia (…) hallo el impe-dimento de ser el primer año recibido porgran pintor, el segundo no hacerse caso demí porque viendo presente la persona se lepierde el respeto, y lo confirma esto el cons-tarme haber visto algunas obras de excelen-tes maestros de estos reinos de España muypoco estimadas. Y así juzgo que España esmadre piadosa de forasteros y crudelísimamadrastra de los propios naturales”. O

Miquel Barceló. CaixaForum Madrid. Paseo delPrado, 36. Hasta el 13 de junio.

La modernidad ibérica

Los medios seres (1929), cuadro para la obra homónima de Gómez de la Serna, de José de Almeida Negreiros.

Solitude organisative, óleo expuesto en la retrospectiva de Miquel Barceló en el CaixaForum madrileño. Foto: Bernardo Pérez

Grand Flamenco (1916), de Sonia Delaunay.

A vueltas con BarcelóFue profeta en su tierra, pero ahora algunos lo ponen en duda. La retrospectiva de Miquel Barceló en Madrid ponesobre el tapete la potencia, el talento y la diversidad de este creador frente a la crítica que hoy minimiza sus logros

Es mezquino tratarde desconocer ominimizar sus logros, yen especial a esa patéticamanera española de losprofetas retrospectivos

ARTE / Exposición

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 19

David Byrne“Imelda Marcos esinocente y culpable”David Byrne se une a Fatboy Slim para crear una especie de musicalsobre la vida de la viuda del dictador filipino. El nuevo disco cuentaen 22 canciones el camino de la inocencia a la adicción al poder

Por Fietta Jarque

DAVID BYRNE (Dumbarton, Esco-cia, 1952) es un músico conideas, pero antes que nada esun gran movilizador cultural.

Desde los años setenta, con su bandaneoyorquina Talking Heads (1975-1991),empezó a marcar distancias con lo con-vencional a través de unos vídeos y unapuesta en escena que lo definieron comoartista multidisciplinar. También ha sidopadrino de músicos emergentes con susello Luakabop, ha dirigido películas in-dependientes y ha colaborado en monta-jes de figuras como Twyla Tharp (danza),Robert Wilson (teatro) o Bernardo Berto-lucci. Y ahora… se ha interesado porImelda Marcos.

Acaba de publicar un doble disco quees la banda sonora de un musical en cola-boración con el gurú de la música debaile Fatboy Slim. El título suena algocursi: Here lies love (“aquí yace el amor”).Se explica porque es el epitafio que Imel-da Marcos quiere sobre su tumba. La viu-da del dictador filipino fascinó a Byrneen su evolución de niña (relativamente)pobre, reina de belleza, esposa de un pro-metedor político, primera dama y gla-mourosa diva tipo Evita, adicta al poder.Su célebre colección de 3.000 pares dezapatos no aparece en el guión. ¿Porqué? Porque Byrne ha querido huir de lostópicos. ¿Se puede abordar seriamenteun personaje tan kitsch y no morir en elintento? Es la pregunta que subyace atoda esta conversación mantenida enLondres.

PREGUNTA. ¿Cómo cree que Herelies love sacará lo mejor de sí: comodisco o como musical?

RESPUESTA. Al principio pensé quesería una especie de acción, o performan-ce, o concierto, que se realizaría en unadiscoteca. Un escenario pequeño, conproyecciones de vídeo, varios cantantes,pero casi sin actuación o palabras. Algosimple que suceda en una discotecamientras la gente se toma una copa ybaila, pero que a la vez el público llegaraa percibir las emociones que cada uno delos temas quería expresar. Ese es el con-texto que imaginé, aunque no sé si algúndía se llegará a hacer así. Creo que ten-drá que incorporar elementos teatrales,pero no de una manera convencional.

P. ¿Como un musical de Broadway?R. No, me gustaría algún híbrido. Es-

toy pensando en algún tipo de local quetenga un poco de teatro y de discoteca ala vez.

P. Sus conciertos, casi desde el princi-pio de su carrera, siempre han incluidoalguna dinámica teatral. ¿Va más porahí la opción de este trabajo?

R. Sí, aunque he ensayado alguna ideaque no ha resultado del todo. Hicimosuna actuación en el Carnegie Hall conHere lies love que fue un completo error.

La acústica no era adecuada para estetipo de música de baile. Me sentí muyhalagado de poder interpretarla en unlugar tan importante como ese, pero fueel lugar equivocado.

P. Supongo que fue importante inten-tarlo. De momento el trabajo sale comoun doble CD con un DVD.

R. Tengo curiosidad por saber cómolo va a recibir la gente. Quizá la presenta-ción los atraiga de manera que se intere-sen por todo el trabajo, o tal vez escojandos o tres canciones sueltas que les gus-ten más. No me importa. En los musica-les sucede lo mismo. Por otro lado, lasactuaciones son cada vez más importan-

tes. Yo me he pasado mucho tiempo so-bre los escenarios y ahora hay músicosque están empezando a hacerlo también.Es una experiencia social donde ves a tusamigos, a otra gente, escuchas música.Disfrutas de la vida. En la época de laventa de discos no era indispensable.

P. En uno de los textos de Here lieslove dice que la segunda intención alabordar este trabajo ha sido el rescatede la idea de álbum, ahora que pareceque todo son descargas de cancionesdesgajadas.

R. No es que pretenda rescatar el ál-bum o salvarlo, pero me planteé propo-ner a la gente un conjunto de cancionesque los llevara a pensar en una especiede progresión de los personajes. Quequien lo escuche pudiera seguir una his-toria. Es lo que pasa en un musical o enuna ópera, pero me preguntaba si esopodría funcionar con el pop. Sé que sehan hecho musicales de rock, natural-mente. Pero me refiero a la música pop.

P. Sus discos anteriores eran colec-ciones de temas y ahora se descuelgacon un álbum de concepto. Pero enrealidad el no tener que limitarse alformato de un disco —vinilo, CD— leda mayor libertad creativa al artista.Puede hacer canciones de treinta se-gundos o dos horas.

R. Sí, es fantástico. Muy liberador. Loque no tengo tan claro es cómo va afuncionar todo lo relacionado con la pro-moción, publicidad, la producción y has-ta la grabación de ahora en adelante, por-que cuesta la misma cantidad de dineropromocionar una sola canción que diez.Aunque el artista gana más por diez quepor una. Así es que todavía hay razoneseconómicas para grabar grupos de can-ciones, sean sólo 6 o 22 como en estecaso. Y es cierto, últimamente he escu-chado discos con canciones de diez mi-nutos o más largas aún. Antes era raro,hoy no. Yo mismo tengo alguna canciónantigua de treinta segundos.

P. Le interesaba reflejar a través deImelda Marcos un personaje mitad fic-ción mitad real. ¿No quería permitir queel real dominara demasiado?

R. Me fascinaba la idea de que todofuera real, que esto hubiera sucedido. Lohice a mi manera, pero respetando losacontecimientos, el orden cronológico,seleccionando algunos momentos preci-sos que daban sentido al desarrollo deldrama. Pero todo es verdad. Hay algunaspersonas que me han dicho que se sien-ten decepcionadas porque no se señalanmás los crímenes de los Marcos, sus abu-sos contra los derechos humanos y asun-tos como esos. Y tienen razón, lo digo, losaco a relucir en una canción, pero noinsisto en ello. Creo que en la versiónteatral se podrá dejar patente con algu-nos recursos visuales en el montaje. Detodas formas, creo que las canciones danel punto de vista de los personajes, dicenqué los motiva, qué sienten, qué hacen.

P. ¿Cree que Imelda se emborrachóde poder? ¿Qué tipo de poder cree quesintieron las mujeres de hombres pode-rosos como Evita o Jackie?

R. No lo sé en esos otros casos, peropienso que Imelda, después de que sehiciera pública una aventura amorosa desu esposo y él le diera, como resarcimien-to, el control del área metropolitana lla-mada Metro Manila, sintió que tenía ver-dadero poder. Ya no era simplemente laesposa, la consorte. Y más adelante,cuando Marcos enferma, ella empieza atomar decisiones, compitiendo con unsector de los militares que se oponía aella. Ese es el momento en que siente lafiebre del poder y no solamente en Filipi-nas sino más allá, en la escena de la polí-tica internacional. Comprobó que algu-nos gobernantes se sentían desarmadosante su comportamiento inhabitual.

P. ¿Qué comportamiento inhabitual?R. Se puede ver en los fragmentos de

vídeo que incluimos en canciones comoPlease don’t, donde Imelda cuchichea algoal oído perplejo de Mao Zedong mientrasle coge de la mano con toda confianza; lavemos bailando con Henry Kissinger, aquien hace reír. ¡Y Gaddafi! En un momen-to dice de él que es como un hijito demamá, que es fácil de manipular. Nocreo que a él le hayan gustado esas decla-

“Todavía hay razoneseconómicas para grabargrupos de canciones en unálbum, sean sólo 6 o 22”

“Sobre Gaddafi, Imeldallega a decir que es comoun hijito de mamá, quees fácil de manipular”

MÚSICA / Entrevista

20 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

raciones. Todo indica que cuando un po-lítico o alguna persona adquiere podertotal sobre una población, no tardan enejercer el abuso. Es como si esa libertadde que todos actúen bajo su mando losllevara de inmediato a traspasar barre-ras. Y eso se aplica a situaciones como laocurrida en Abu Ghraib. Si le das poder aalguien hasta entonces inocente, se em-pieza a convertir en monstruo.

P. ¿Y qué piensa de esas mujeres degobernantes? ¿Usan también su char-me, su glamour, si lo tienen? ¿Es esa suarma u otra? ¿Su inteligencia?

R. Creo que el poder les da un subi-dón, una excitación tremenda. Usan algoque tienen ellas y los hombres no. Y esoiguala en cierta medida su poder con elde ellos, aunque en sus propios térmi-nos. Y en una sociedad como la filipinadebe haber sido algo muy fuerte.

P. Imelda tiene una estética algocamp. No es una freak, pero casi.

R. Creo que Imelda es muy conscientede eso y lo utiliza a su favor. Traté de serprecavido con ese aspecto de su persona-lidad, con el lado camp. Existía el peligrode que mi trabajo derivara en una come-dia. En una broma. Quería un poco dehumor, pero no demasiado, porque sitodo parece una gran broma se pierdenlas emociones que quiero reflejar. Seríadifícil entender a Imelda.

P. ¿Entenderla? ¿Aunque durante ladictadura más férrea en su país ella fue-ra alguien cruel o por lo menos fría anteel sufrimiento de los demás?

R. Sí, es lo más importante para mí.Lo que quiero que se comprenda, sobretodo, es cómo una persona tan inocenteal principio es capaz de convertirse enalguien así.

P. ¿Por qué no ha querido utilizar eneste trabajo lo más llamativo de su histo-ria: los 3.000 pares de zapatos, los abu-sos de poder, sus excentricidades? ¿Noha querido ceder al populismo?

R. Sí, siempre supe que quería ir encontra de eso. El gusto por el escándalo,el horror. La historia tiene todos los ele-mentos del melodrama. Y lo es, de he-cho. Quizá algunos de esos aspectos serefuercen en la versión escénica, con ví-deos que dejen claro que lo que la perso-na dice no se corresponde con lo que, enrealidad, sucedía en el país. Resulta másefectivo representar eso que ponerlo enuna canción. En ellas se dejan sentir lasemociones de los personajes, pero pue-den contrastar con lo que sucedió. Pue-den jugar con lo falso.

P. Imelda, ¿inocente o culpable?R. Las dos cosas. Es lo que la hace

interesante para mí. Aunque manejabatodo ese dinero mal habido y permitióque se cometieran todos esos crímenes,ella realizó muchas labores sociales. Aun-que quizá se guardara parte del dinero.Por eso los filipinos tienen una relaciónambigua con ella.

P. ¿Por qué no ha querido conocerlaen persona?

R. Pensé que sería una pérdida detiempo, y sólo por decir que había estadocon ella no valía la pena. Me temo queno habría aprendido gran cosa. Pero, dehaberse ofrecido la ocasión, no me ha-bría negado. O

Here lies love. David Byrne. Warner.www.davidbyrne.com

El músico David Byrne.Foto: Clayton Cubitt

“Las mujeres depresidentes usan algo quetienen ellas y los hombresno. Y eso iguala, en parte,su poder con el de ellos”

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 21

1GONZÁLEZ RUANO se estaba murien-do. Una monja del hospital le dijoque dejara de escribir. “Hermana”,contestó, “parece que no entiende

que yo soy escritor como usted es monja”.Éste podría ser un resumen metafórico deDuet for one violin (1980), que Tom Kem-pinski armó para su esposa, la actriz Fran-ces de la Tour, y que en versión catalanade Ernest Riera (Duet per una sola veu) hallegado al Romea barcelonés. Rosa MaríaSardá la estrenó en 1983, en el Poliorama,a las órdenes de Pasqual. Años despuésprotagonizó Wit, que venía a ser tres cuar-tos de lo mismo. La pugna entre pacienterebelde y médico salvador casi es un mini-género, con pautas inmutables: negaciónsarcástica, crisis existencial detonada porel galeno, hundimiento arrojadizo, manoa mano hemos quedado, aceptación final.

Sí, hemos visto muchas obras comoDuet, pero siempre apetece ver seres huma-nos y conflictos adultos en un escenario, yel esquema siempre funciona. Funcionóen el Almeida, el año pasado, con JulietSteventson y Henry Goodman; está funcio-nando en el Romea, y debería funcionar engira española. Stephanie Abrahams, violi-nista con esclerosis múltiple inspirada enla chelista Jacqueline du Pré, acude a rega-ñadientes a la consulta del psiquiatra Al-fred Feldmann. No sé yo si es muy buenaterapia poner en duda todos los puntos desustento (infancia, carrera, matrimonio)de una enferma con tendencias suicidas yluego contarle que la vida es un regalo,pero salvando ese escollo de procedimien-to la función va en serio: bien escrita (elduelo de inteligencias y voluntades, muybien repartido y expuesto; el final abierto yredondo), dirigida sin (apenas) artificiospor Magda Puyo y poderosamente interpre-tada por Àngels Bassas y Mingo Ràfols, alfin con material a su altura. Estupendos

trabajos, muy matizados, muy sobrios, pe-ro que todavía no llegan a lo superlativo:falta aflojar algunas tuercas de esas inter-pretaciones para que alcancen la plena ver-dad. Àngels Bassas muestra demasiado elfingimiento inicial (el júbilo excesivo, lasrisitas delatoras), aunque está imbatible ensus embestidas de furia sarcástica, la modu-lación de su dolor y su apasionado alegatoa favor de la música, su país, su centro, suvida entera. Mingo Ràfols sabe pasar de laescucha silenciosa, aparentemente inerte,al enfebrecido monólogo en el que clama“¡estamos en plena batalla: la vida contra lamuerte!”, como un insospechado cruce en-tre Helen Keller y Enrique V. Única pega:su tendencia a moverse por escena comosi estuviera en una pasarela de modamasculina. Y una redundancia innecesariaen el montaje: la violinista invitada (Corne-lia Lörcher/ María Roca), obligada a emu-lar a Bernard Herrmann mientras vemos aStephanie sufriendo una crisis nerviosa.

2JAVIER DAULTE presentó el pasadoverano en Buenos Aires su nuevacomedia, Caperucita, y no fuebien. Carol López la ha adaptado

en catalán como Tres dones i un llop (Tresmujeres y un lobo) para la Villarroel, y tam-poco. Tenemos una buena historia de tresmujeres: Elisa, la abuela sabia y enferma;Cora, la madre alcoholizada que mira paraotro lado para no verla morir, y Silvia, lahija adolescente que no soporta ambaspérdidas. O sea, un suculento conflicto en-tre dos hijas y dos madres, al que Daulteha añadido la peripecia de Víctor, un men-talista enamorado, que huele a puro mac-guffin para hacer avanzar la acción. Laespecialidad de Chez Daulte es mezclarchurras con merinas y sacarse de la chiste-ra una maravillosa oveja mutante, pero eneste caso, qué le vamos a hacer, no se ha

producido la alquimia. El amor loco eracentral y orgánico en La felicidad o Cómopuedo amarte tanto: aquí ese motor nobombea ni genera la deseable combustiónde gasolina tragicómica y pistón fantásti-co. Al nuevo traje del argentino le quedalarga la manga del trío y corta la del aman-te, un estrambote que no suma y acaballevando el relato hacia un final precipita-do e increíble, que no es lo mismo que

inverosímil: con lo inverosímil puedes co-mulgar, pero lo increíble no te lo tragas.Problema dos: la versión y dirección deCarol López, más cucas que profundas.Los textos de Daulte han de hacerse, pien-so, en clave rotundamente realista: sin to-ma de tierra no pasa esa corriente. El hu-mor y los giros delirantes deben brotar dela más absoluta naturalidad, y si el mate-rial se lleva hacia la farsa o el cuentecitono hay quien se crea nada. Pese a susdesajustes, lo que mejor funciona en eloriginal es la tensión de los diálogos y laseriedad de las relaciones. Tres mujeres yun lobo parece una jibarización, tanto por

la duración (apenas hora y veinte) comopor el tono, donde, entre aislados chispa-zos de verdad, prima la búsqueda de la risaa través de los tonillos y recursos de la másfácil comedia televisiva. Carol López mues-tra de nuevo su dominio de la fluidez escé-nica, sustentada en certeros cambios deritmo e imaginativas soluciones visuales,pero se le ha ido la mano en los desafora-dos perfiles de la habitualmente espléndi-da Carme Pla (una Cora fatigosa, sobrecar-gada de clichés) y de Roger Coma, cuyoVíctor tiene toneladas de encanto y escasí-simo peligro porque se lo han marcadoentre el dibujo animado y el psicópata deserie B. Ante tales oponentes, MireiaAixalà (Silvia) y la veteranísima AmparoMoreno (Elisa) luchan denodadamente pa-ra imprimir frescura y verosimilitud a lassituaciones y acaban llevándose la fun-ción, aunque el último tercio sigue siendoincomestible: es muy difícil empezar entono de enredo resultón (con bailecito in-cluido) y llegar sin dislocaciones a un finaltan áspero, que López intenta endulzarcon jarabe de “aquí no ha pasado nada”.

Para acabar, dos recomendaciones: Nitde reis (Twelfth Night), un Shakespeareefervescente con un gran reparto, a lasórdenes de José María Mestres, en el Na-cional catalán, y La mujer justa, de SándorMárai, muy bien adaptada por Mendoza ydirigida por Bernués, en el Borrás, con unclima soberbio y una formidable Rosa No-vell. Se lo cuento en breve. O

Duet per a una sola veu, de Tom Kempinski.Dirección de Magda Puyo. Teatro Romea. Barcelo-na. Hasta mañana. Gira a partir de septiembre.www.teatreromea.com.

Tres dones i un llop, de Javier Daulte. Direcciónde Carol López. Sala Villarroel. Barcelona. Hastael 6 de junio. www.lavillarroel.cat/

La especialidad de‘Chez’ Daulte es mezclarchurras con merinas ysacarse de la chistera unamaravillosa oveja mutante,pero en este caso no se haproducido la alquimia

Mingo Ràfols y Àngels Bassas, en una escena de Dúo para una sola voz, de Tom Kempinski, con dirección de Magda Puyo, en el teatro Romea de Barcelona. Foto: David Ruano

Dúo en sintonía, trío con estramboteLa compañía del teatro Romea de Barcelona sirve con pasión y sobriedad Dúo para una sola voz, de Tom Kempinski.Caperucita, de Daulte, reconvertida en Tres mujeres y el lobo, llega a la sala Villarroel: texto menor, montaje alicorto

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

22 EL PAÍS BABELIA 08.05.10

CÓMO PENSAR o qué pensar despuésque la naturaleza, en su sentidomás material, manifestó su poderpara recordarnos que tiene un po-

der incalculable. Activo o siempre latente.Un poder tan alucinante que su rigor conci-ta a la muerte en su dimensión más metafísi-ca. Un poder que se presentapara arrasar las técnicas y de-sactivar las tecnologías.

El extenso terremoto chile-no que afectó a más de la mi-tad del país, seguido por unimpresionante tsunami, se lle-vó cientos de vidas, derribóciudades, pueblos y a parteimportante de los bordes cos-teros. La naturaleza habló demanera implacable tal comosi un conjunto de dioses furi-bundos, habitantes de un uni-verso arcaico, se hubiesenpropuesto un castigo que de-rribara la confianza o la creen-cia en la modernidad y el pro-greso humano.

Un terremoto y un tsuna-mi que acudieron junto conla exactitud de un tiempo po-lítico agitado y paradójico.Sí, porque en la lectura queprovoca la aglomeración delos signos se establece unaconexión entre el fin de laera concertacionista chilenay esta dramática catástrofe“natural” que llegó con su es-critura ininteligible, ya paracerrar un ciclo político y so-cial o bien para inaugurarotro. O quizás para ambasposibilidades. Despedida ysaludo simultáneamente.

Después de la dictadurachilena marcada por crímenes y abusos ala ciudadanía por agentes del Estado, y ladepredación oportunista de las empresaspúblicas, la Concertación a lo largo deveinte años, en un proceso difícil, impuro,marcado por la perpetua negociación conla poderosa derecha nacional, intentó lareconstrucción ciudadana que había sidonegada por las fuerzas militares. Se abocóa modernizar, disminuir la pobreza y aconvertir a Chile en un paradigma de efi-ciencia y estabilidad.

Sin embargo, esa estabilidad y esa efi-ciencia arrastran contracaras y fisuras. Elneoliberalismo como eje supremo de bie-nestar se sostuvo en una desigualdad in-controlable. Los ricos cada vez más ricos,encerrados en sus privilegiados barriosque les proveen de cada una de las necesi-dades: colegios, clínicas, universidades, res-taurantes, tiendas exclusivas. Y en la otra

orilla millones de chilenos sostienen asus familias mediante deudas pagadascon intereses que pueden ser considera-dos usureros. Millones de vidas a crédito,despolitizadas por los pagos incesantes yel disciplinamiento multifocal de una te-levisión banal, esmerada en inocular sen-

timentalismos y convertir los chismes ylas vidas privadas en instrumentos per-fectos para una dominación alienante.

La ausencia de debates, el terror a la re-flexión, la insistencia en una cultura comer-cial fundada en la decoración, la hegemo-nía de los lugares comunes, el centralismode una intelectualidad funcional, fueronperforando la continuidad de la Concerta-ción. La exclusión de los jóvenes, la margina-ción de los pueblos indígenas, marcaron uncamino favorable a una derecha plagada dereligiosidad, discursos nacionalistas y devo-ción empresarial.

Michelle Bachelet, la primera presidentade Chile, carismática, inteligente, sencilla,volcada a los problemas sociales, no consi-guió la permanencia de la Concertación.Aunque contó con un nivel de aceptaciónasombroso, las preferencias electorales seinclinaron (con una ventaja de sólo tres pun-

tos) al candidato de la derecha que era enrealidad quien mejor representaba el “al-ma” neoliberal en que se ha basado el inten-sificado modelo económico. La ciudadaníaeligió a un empresario multimillonario quepregonó con optimismo sus objetivos fun-dados en el futuro y el cambio.

Antes de la trasmisión del mando, el pre-sidente electo, Sebastián Piñera, mostró has-ta el paroxismo su imagen más deportista,cabalgó, piloteó su propio avión, buceó, na-dó, jugó tenis o fútbol, siempre luciendotenidas exclusivas para inscribir así un man-dato que se deseaba hiperpersonalista, lujo-so, glamoroso, liberal pero con un discurso

que citaba y agradecía constantemente aDios. Designó como ministros a numerososgerentes de empresas y anunció un gabine-te con los “mejores”.

El terremoto y el tsunami del 27 de febre-ro hicieron trizas la esperanza.

A sólo doce días del inminente cambiode mando, la eficiencia, el pro-greso, el buen curso del paísexperimentó los tres minutosmás destructivos de su histo-ria. En sólo tres minutos mi-les de edificaciones estabanen el suelo o con daños estruc-turales y en esos mismos tresminutos el mar, que ya no eraPacífico, iniciaba su estreme-cedor proceso de aniquila-ción. La muerte, el pánico, lossaqueos sembraron la anar-quía en la ciudad de Concep-ción que se transformó en elepicentro más alegórico de lacrisis. El estupor de la caída,los errores técnicos, multipli-caron la incomunicación por-que desapareció la energíaeléctrica, el agua, las redes te-lefónicas fijas y los celulares.La tecnología mostró su fraca-so frente al poder telúrico.

El sueño chileno del éxitoestaba en el suelo.

El 11 de marzo la trasmi-sión del mando presidencialentre Michelle Bachelet y Se-bastián Piñera volvió a esce-nificar la fragilidad. Justo enmedio de una ceremonia so-lemne, las impactantes répli-cas (algunos hablan de un se-gundo terremoto) alertaron ala población ya demasiadoafectada y también provoca-

ron alarma entre los invitados internacio-nales que nunca habían experimentado unsismo. Política, naturaleza y destrucción pa-recían escribir un libro asombroso para losanálisis del porvenir.

Ahora hay que reconstruir parte de Chi-le. El presidente Piñera tuvo que renunciaral deporte y al glamour. Hoy usa un trajerojo de ferretero decorado con el escudonacional.

Es trágico pensar en las víctimas y en losdamnificados. Pero el libro todavía no secierra. La verdad es que millones de noso-tros conservamos un miedo atávico o litera-rio o mítico ante las réplicas (políticas ynaturales) que se nos avecinan. O

Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949) es novelis-ta, crítica y profesora de UTEM, Chile, y Universi-dad de Nueva York. Su último libro es Jamás, elfuego nunca.

Imagen tomada en el archipiélago de Juan Fernández el pasado 4 de marzo. Foto: Associated Press

Política del temblorDos meses y medio después del devastador terremoto de Concepción, millones de chilenos siguen manifestando unmiedo —atávico o literario o mítico— ante las réplicas, políticas y naturales, de aquella catástrofe. Por Diamela Eltit

Piñera tuvo que renunciaral deporte y al ‘glamour’.Hoy usa un traje rojode ferretero decoradocon el escudo nacional

OPINIÓN

EL PAÍS BABELIA 08.05.10 23

24 EL PAÍS BABELIA 08.05.10