el castellum tardorrepublicano del cerro de las fuentes de archivel (caravaca de la cruz, murcia)....

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ÁNcsr- MoRII-r-o CpnoÁN (Coono.) ARQUEOLOGIA NltnLn'rAR RONIIANA EN HNSPANNA Anejos de 5 Gladius CoNsrlo SuppRtoR or INIvpsttcACIoNES CtsxrÍ¡tcas INsrrturo HrstónlcoHoprvEvER. INstlturo op Hlstozu,q. EolcloNEs PollPrvo Madrid,2002

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The archaeological excavations carried out from 1999 in the village of Archivel (Caravaca de la Cruz, Murcia), have brought to light the remain of roman castellum, building in the firs century B.C.

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Page 1: El castellum tardorrepublicano del Cerro de las Fuentes de Archivel (Caravaca de la Cruz, Murcia). Estudio preliminar

ÁNcsr- MoRII-r-o CpnoÁN(Coono.)

ARQUEOLOGIA NltnLn'rAR RONIIANAEN HNSPANNA

Anejos de

5Gladius

CoNsrlo SuppRtoR or INIvpsttcACIoNES Ctsxr͡tcas

INsrrturo Hrstónlco HoprvEvER. INstlturo op Hlstozu,q.

EolcloNEs PollPrvo

Madr id ,2002

USUARIO
Rectángulo
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EL CASTELLUM TARDORREPUBLICANO DEL CERRO DE LAS FUENTES DE ARCHIVEL (CARAVACA DE LA CRUZ,

MURCIA). ESTUDIO PRELIMINAR

por

FRANCISCO BROTÓNS YAGÜE

Museo Arqueológico Municipal de Caravaca de la CruzANTONIO JAVIER MURCIA MUÑOZ

Museo Arqueológico Municipal de Cartagena

RESUMEN

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo desde 1999 en la población de Archivel (Caravaca de laCruz, Murcia), han sacado a la luz un castellum romano construido en el siglo I a. C.

ABSTRACT

The archaeological excavations carried out from 1999 in the village of Archivel (Caravaca de la Cruz,Murcia), have brought to light the remain of roman castellum, building in the first century BC.

SITUACIÓN GEOGRÁFICA

El núcleo de Archivel se ubica en el sector noroccidental de la provincia de Murcia a caballoentre las sierras de Cazorla y Segura y las depresiones interiores más orientales de la cordilleraBética, formadas por las vegas del Segura. La disposición del relieve se caracteriza por la alterna-cia de varias alineaciones montañosas orientadas en dirección SO-NE y unas cuencas drenadaspor tres ríos: Moratalla, Argos y Quípar, que siguen la misma dirección y son afluentes del Segu-ra por su margen derecha (Fig. 1).

Por la ubicación del Cerro de las Fuentes, nos interesa destacar la amplia cuenca de más de140 km2 que forman los ríos Argos y Quípar en su curso medio y alto antes de llegar a las ciuda-des de Caravaca y Cehegín. La cuenca constituye topográficamente una extensa planicie entre los700 y 900 ms.n.m., con un marcado declive hacia el este, rodeada por elevadas sierras y abiertahacia el S y NE formando parte del pasillo natural interior que comunica el Levante y las altipla-

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nicies granadinas1. Se explica así el intenso poblamiento que ha tenido esta cuenca desde el Cal-colítico y que los mayores núcleos de habitación se ubicaran en el pie de monte occidental de laSierra de la Cabras, en el conocido como Sitio Histórico del Estrecho de las Cuevas de La Encar-nación, desde donde se ejercía el dominio político y económico del amplio territorio de la cuen-ca y el control de la ruta natural que comunicaba el Levante y la Alta Andalucía a través de lapista que recorría la vía fluvial del río Segura-Quípar, los amplios valles de Orce, Galera y Baza yel corredor del Guadina Menor, y cuya relevancia sólo decayó tras la proyección de la vía Augus-ta por el corredor del río Guadalentín (Fig. 2)2. Desde el s. IV a. C., abandonado definitivamen-te el gran núcleo ibérico de Los Villares, el poblamiento se concentra en el oppidum de Los Villa-ricos, y en el territorio de la cuenca fluvial comienzan a aparecer una serie de pequeñas aldeas enlas márgenes de los ríos y junto a las fuentes, ocupando suaves lomas sin fortificación alguna, quedan comienzo a la explotación agrícola del territorio y que tras la llegada del poder romano con-tinuaran perviviendo; se trata de un proceso similar al observado en la comarca de la Puebla deDon Fadrique3.

Fig. 1. Mapa de localización. Fig. 2. Inserción de los castella en la red de comu-nicaciones terrestres. Trazados de la pista Segura–Guadiana Menor (en negro) y de la vía Augusta(en blanco).

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1 Gonzalez Ortiz, J. L., El Noroeste Murciano. El hombre y sus tierra, Murcia, 1984, 27-33.2 Sillières, P., Les voies de communication de l’Hispanie Méridionale, Paris, 1990, 553; Brotóns, F., “El poblamiento roma-

no el el valle alto del Quípar (Rambla de Tarragoya), Caravaca de la Cruz (Murcia)”, J. M. Noguera, (coord.), Poblamientorural romano en el Sureste de Hispania, Murcia, 1995, 250-254; Quesada, F. y Martínez, A., “Un lote de armas procedente delyacimiento de Carranza (Huescar de Granada) y la cuestión de las vías de comunicación entre Granada y Murcia, Verdolay 7,1995, 248-249.

3 Adroher, A. Mª, “Galera y el mundo ibérico bastetano. Nuevas perspectivas en su estudio”, La Cultura ibérica a travésde la fotografía de principios de siglo. Un homenaje a la memoria, Madrid, 1999, 381.

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La llegada del mundo romano no supone en el territorio de la cuenca una transformaciónradical del poblamiento; muy al contrario, el opiddum pervivió quizá por su más que probablecomportamiento amistoso con la facción romana, lo que conllevó la inmediata monumentaliza-ción de su área de culto, el conocido santuario íberorromano de La Encarnación4. Todo lo másse observa una transformación de los pequeños núcleos ibéricos en granjas agropecuarias instala-das en las inmediaciones de aquellos, pero en terrenos más llanos, que pervivirán hasta el cambiode Era con la implantación del sistema de explotación agropecuaria de la villa romana. Si se pro-dujeron episodios de descontento o comportamientos hostiles por parte de la población indíge-na de la cuenca -como el documentado en la Cortijada del Duque en la Puebla de don Fadrique,donde la necrópolis ibérica es destruida por ocupantes romanos-5, no nos constan en el territorioque nos ocupa, y la aparición del castellum del Cerro de las Fuentes de Archivel, junto a otro cas-tellum en el cercano cerro de Las Cabezuelas de Barranda, responde probablemente a un episo-dio bélico puntual relacionado con la traslación a la península ibérica de los conflictos civiles dela metrópolis romana durante el s. I a. C.

LA ESTRUCTURA DEL CASTELLUM TARDORREPUBLICANO DEL CERRO DE LAS FUENTES

Descripción

De las dos cumbre amesetadas que presenta el Cerro de las Fuentes (Fig. 3), el castellum ocupala más meridional que se alza hasta los 998 m de altitud. Forma un recinto poligonal de 2942 m2

rodeado por una muralla de lienzos rectos y lisos que mide 213, 91 m lineales de perímetro; dostorres cuadrangulares protegen por el norte el único acceso, disponiéndose por delante un amplioespacio de liza de unos 1158 m2 aproximadamente que debió estar protegido por un antemurosituado a 32/33 m de distancia de las torres de la muralla y formado por dos grandes bastionespoligonales de 10, 15 m./11 m x 7, 05 m., separados entre sí por un espacio de 3, 70 m que mástarde se cerraría con otra torre o bastión adelantado de peor factura (Fig. 4), conformando así unaestructura que no admite con facilidad un encuadre tipológico al alejarse de los recursos polior-céticos más comunes y conocidos en la salvaguarda de los accesos a los castra y castella.

La posición dominante sobre el entorno no llega a ser completa, si bien hemos de considerarque hacia el noroeste, en la cota más elevada del Cerro de las Fuentes, a 1002 mde altitud, se obser-van las ruinas de una posible atalaya y la cresta del zócalo pétreo de una nueva muralla que des-ciende por la ladera noroccidental hasta desaparecer, y que de no haber quedado probablemente-vinconclusa hubiera supuesto una ampliación del recinto fortificado de entre 6 y 10 Ha (Fig. 3)6

La muralla del castellum está articulada con lienzos rectos y lisos de longitud variable que seadaptan a la topografía del cerro, mostrando grosores diversos que oscilan entre una anchuramínima de 1, 37 m y máxima de 1, 82 m.; el mayor refuerzo estructural de algunos lienzos ha dejustificarse por razones que atañen a su localización, siendo más gruesos los más próximos a las

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4 Ramallo, S. F., “Un santuario de época tardo-republicana en La Encarnación (Caravaca, Murcia)”, Templos Romanos deHispania, Cuadernos de Arquitectura Romana 1, 1991, 39-65.

5 Adroher, cit. (n. 3), 333-383; Adroher, A. Mª et al., “Impacto romano sobre la ocupación del campo de Bugéjar (Pue-bla de Don Fadrique, Granada)”, Cvdas 1, 2000, 159-186.

6 Da la impresión de que se hubiera tratado de encerrar el castellum en un recinto fortificado mayor, a modo de fortín yciudadela, tal y como sabemos que ocurrió durante el sitio de Dirrachium (BC, III, 66); no obstante tampoco podemos des-cartar la posibilidad de estar en presencia de un braquion.

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torres del acceso y los ubicados en zonas más accesibles. Los zócalos se presentan bien aparejadoscon la técnica de emplecton: ambos paramentos están obrados con grandes bloques careados depiedra caliza local extraídos en una cantera abierta in situ a extramuros, dispuestos en hiladas máso menos regulares y trabados con barro arcilloso, siendo colmatado el espacio intermedio con unnúcleo de barro y ripios; en función del tamaño del aparejo, poco uniforme de unos lienzos aotros, podemos calificarlo como opus incertum o trapezoidal irregular (Fig. 5). La cimentación serealiza bien en fosa de perfiles rectos y paralelos y base plana, recortada en el substrato rocoso y/oen los niveles de habitación o colmatación prehistóricos precedentes, bien directamente sobre laroca de base; los alzados son culminados en tapial de barro anaranjado idéntico al utilizado comoaglutinante para los zócalos y, en ocasiones, se recurre también al empleo de ladrillos de adobe,como pudimos constatar durante la excavación de la torre occidental y más recientemente en elárea de los bastiones del antemuro.

El castellum de Archivel tan sólo presenta un único acceso orientado al norte flanqueado porsendas torres separadas entre sí 12, 12/12, 60 m y enlazadas por un lienzo pétreo de 1, 65 m degrosor donde se abría la puerta; el expolio de este zócalo durante la fase de ocupación emiral nosha impedido conocer hasta ahora las dimensiones y estructura del vano de ingreso que, aprove-chando la topografía del cerro, pudo estar precedido por un acusado talud y, quizá, por un foso,si bien esta es una suposición que deberá ser confirmada en futuros trabajos de campo (Fig. 6).

Por lo que respecta a las torres, ambas se presentan huecas y con plantas cuadrangulares. Latorre occidental está construida con zócalos aparejados con la técnica del emplecton, a caballo dela muralla sobresaliendo alrededor de 3, 25 m El muro oeste y el este tienen una longitud de 6, 50m, en tanto que el muro norte mide 6, 75 m y el sur 6, 85 m Las anchuras de los muros norte ysur son regulares: 1, 65/1, 70 m y 1, 40/1, 45 m., al contrario que lo observado en el muro oeste

Fig. 3. Topográfía del Cerro de las Fuentes de Archivel.

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con un grosor en su cabo norte de 1, 60 m y de 1,50 m en el sur, y lo mismo sucede con el muroeste que mide respectivamente 1, 40 m y 1, 30 m.; conviene llamar la atención acerca del mayorgrosor del muro septentrional y de los ángulos noroccidental y nororiental, lo que evidentemen-te constituye un recurso poliorcético con la única finalidad de proteger mejor el flanco sobresa-liente y por ello más expuesto. El espacio interno tiene una planta poligonal irregular de unos 13,5 m2 de superficie: 3, 77 m de lado norte, 4 m de lado sur y 3, 45 m aproximadamente de ladosoeste y este; se hallaba acondicionado con un pavimento de tierra batida oculto bajo un potentenivel de destrucción (Fig. 7) que proporcionó un nutrido conjunto de materiales del siglo I a. C.(vid. infra).

Fig. 4. Planta del castellum del Cerro de las Fuentes de Archivel.

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La torre más oriental, que forma un ángulo obtuso con el lienzo de la puerta, se halló altera-da por niveles de ocupación emirales que afectaron especialmente a la habitáculo interno y almuro meridional. No obstante, se trata también de una torre cuadrangular que se proyecta3, 30/3, 35 m por delante del muro de la puerta y que se configura por un doble o triple acoda-miento del propio lienzo de muralla en sentido contrario a las agujas del reloj. Presenta unasdimensiones de 6, 50 m de longitud para el muro norte, unos 6, 25 m estimados en el muro sury 6, 50/6, 60m., también estimados, para el muro este y oeste. Los mayores espesores se dan enel muro oriental con 1, 80 m y en el septentrional con 1,70 m., siendo tan sólo de 1, 25 m elgrosor del muro oeste y desconocido para el sur. La superficie del hueco interno puede aproxi-marse a los 12 m2.

Análisis comparativo

Con los hallazgos que las excavaciones arqueológicas han proporcionado hasta el momento,hay dos características estructurales del conjunto del Cerro de las Fuentes que llaman poderosa-mente la atención: el trazado poligonal y el empleo de la piedra en la construcción en los zócalos.

La traza irregular es una característica muy frecuente en los campamentos republicanos, e inclu-so se conoce en algunos de época augustea que adoptan una forma poligonal para acomodarse biena los condicionamientos topográficos del terreno circundante7; baste recordar entre otros los cam-pamentos y castella de la circunvalación de Numancia excavados por Schulten entre 1906 y 19088,muy alejados en su concepción de los modelos teóricos enunciados por Polibio (Historias VI, 28,10-VI, 28, 42) e Higinio (De munitionibus castrorum) aplicados en los campamentos imperiales.

Por lo que respecta al empleo del aparejo pétreo, es erróneo pensar que los campamentos yfortines republicanos necesariamente han de estar construidos con materiales perecederos, o quelos recintos defensivos temporales han de ser de pequeño tamaño y de madera. A esta cuestión yase ha referido Morillo en numerosas ocasiones llamando la atención sobre la existencia en Hispa-nia de campamentos republicanos con murallas de piedra (Castillejo, Peña Redonda y la Dehesi-lla en el cerco de Numancia, Almazán, Renieblas III y IV, Aguilar de Anguita, Ampurias, Tarra-gona, Cáceres Viejo) a los que no se pueden aplicar las cronologías del limes renano o de GranBretaña, que como muy pronto consideran que la petrificación de los campamentos no se pro-dujo hasta época de Claudio-Nerón9. Sin embargo, hemos de precisar que la petrificación del cas-tellum de las Fuentes de Archivel, al contrario de lo que ocurre en los recintos imperiales, no escompleta; las excavación de la torre oeste ha puesto de manifiesto que los alzados se realizaroncon tapial, adobe y madera, circunstancia que pudiera deberse más a la perentoria necesidad deconsolidar el control efectivo de la posición con los recursos naturales que ofrecía el entorno, quea una técnica edilicia impuesta por los ingenieros militares. Apremio que, por otro lado, tambiénse plasma en el empleo en los zócalos de aparejos de diferente módulo, en paramentos mal apa-rejados o en cimentaciones que no llegan a alcanzar el sustrato rocoso. A todo ello habría que

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7 Morillo, A., “Fortificaciones campamentales de época romana en España”, AEspA 64, 1991, 140; Morillo, A., “Los esta-blecimientos militares temporales: Conquista y defensa del territorio en la Hispania republicana”, A. Morillo, F. Cadiou y D.Hourcade (coords.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto (Espacios urbanos y rurales, municipales y pro-vinciales), León-Madrid, 2003, 69-70.

8 Un análisis crítico en Morillo, cit. (n. 7), 1991, 142 y 150-153; nuevas aportaciones y una reinterpretación de los datosde Schuten en Morales Hernández, F., “La circunvalación escipiónica de Numancia: viejos y nuevos datos para una interpre-tación”, A. Morillo (coord.), Arqueología Militar Romana en Hispania, Anejos de Gladius 5, Madrid, 283-292.

9 Morillo, cit. (n. 7), 1991, 137-140; Morillo, cit. (n. 7), 2003, 70-71.

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añadir que, obviando la técnica del emplecton, la fábrica de los zócalos está más en relación conlas características de la arquitectura propiamente indígena que itálica, lo que nos hace pensar quesu construcción pudo ser debida a tropas auxiliares hispanas según la castramentatio implantadao diseñada por metatores romanos.

Como ocurre en el castellum de Archivel, la aparición de torres de flanqueo en las puertas sedocumenta en Castillejo, Peña Redonda y Renieblas III. La puerta decumana de Castillejos, de 8m de ancho, estaba guarnecida por sendas torres obradas con sillares bien escuadrados; tambiénla puerta pretoria de Peña Redonda se protegía con dos torres de flanqueo10. Poseemos algunosdatos más referidos a murallas republicanas construidas en aglomeraciones urbanas hispanas entrelas que llama la atención, si obviamos la técnica constructiva, el paralelismo tipológico con lastorres que flanqueaban la puerta de la muralla republicana de Olèrdola (Vilanova i la Geltrú, Bar-celona), supuestamente ocupada por un destacamento militar con funciones de control territo-rial y de vigilancia de la vía Heráclea a su paso por la comarca del Penedés, si bien recientemen-te se ha cuestionado tanto la presencia de una guarnición, como la concepción romana del murode defensa.11. Se trata de una construcción fechada en la segunda mitad del s. II a. C., de unaextensión de 145 m y una anchura media de 2 m., en la que se abre un único vano de 3, 5 m deanchura flanqueado por sendas torres cuadradas y que dispone además de una torre atalaya aisla-da en el punto más alto de la plataforma rocosa. La torre situada a la derecha de la puerta, de 5,25 x 5, 50 m., adopta en planta una disposición idéntica a la de la torre oeste del castellum de

Fig. 5. Detalle del aparejo del zócalo pétreo de la muralla del castellum del Cerro de las Fuentes de Archivel.

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10 Morillo, cit. (n. 7), 1991, 179.11 Moret, P., “Fortifications ibériques tardives et defénse du territoire en Hispanie Citérieure”, A. Morillo, F. Cadiou y

D. Hourcade (coords.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto (Espacios urbanos y rurales, municipales y pro-vinciales), León-Madrid, 2003, 165-166.

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Archivel, sobresaliendo del lienzo de muralla 1, 5 m.; por lo que respecta a la torre que flanqueael costado izquierdo, con unas dimensiones de 5 x 4, 5 m., parece adosarse al lienzo de murallay ha sido fechada ya en el s. I a. C.12. Del mismo modo, la torre occidental del Cerro de las Fuen-tes encuentra parangón con la torre del lienzo oeste de la muralla íbero-romana de Burriac(Cabrera del Mar, Barcelona), probablemente la antigua Ilduro, construida también a caballo dela muralla con unas dimensiones de 5, 6 x 4, 3 m., espesores medios de muros de 0, 9 m y sobre-saliendo sólo 1, 3 m13. Por último, hallamos un cierto paralelismo en la puerta norte de la mura-lla tardorrepublicana de Libisosa flanqueada por sendas torres cuadrangulares, si bien los datospublicados son todavía escasos14.

Fuera de Hispania, en el área centroitálica, la presencia de lienzos rectos y lisos bien adapta-dos a las curvas de nivel y desprovistos de defensas torreadas, parece propia de las estructurasdefensivas anteriores a la Guerra Social (91-89 a. C.), ya que como consecuencia de este conflic-to numerosas murallas urbanas fueron reforzadas a partir de entonces con torres de planta cua-drada, poligonal o circular construidas con frecuencia en opus incertum; en el segundo cuarto ymitad del siglo I a. C. las ciudades de nueva planta introducirían de forma gradual torres sobre-salientes en los puntos más débiles de los lienzos y en sus accesos15. Parecece posible por ello quela traza del castellum de Archivel pudiera responder a una concepción más romana siguiendomodelos al uso en el siglo I a. C. y que la ejecución material fuera realizada por mano de obraindígena, como ya apuntamos más arriba.

Fig. 6. Planimetría del acceso al castellum del Cerro de las Fuentes de Archivel.

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12 Batista, R., Molist, N., Rovira, J., “El conjunt monumental d’Olèrdola: les darreres campanyes d’excavacions (1983-1989)”, Tribuna d’Arqueologia 1989-1990, 1991, 87-99; Molist, N., Olèrdola.-(Guies del Museu d’Arqueologia de Catalunya),Tarragona, 1999, 30-31 y 66-68; Palmada, G., “La fortificació republicana d’ Olèrdola (Sant Miquel d’ Olèrdola, Alt Pene-dès), Revista d’Arqueologia de Ponent 13, 2003, 259-260.

13 Burjachs, F., Benito, N. y Defaus, J. Mª, “El poblat ibèric fortificat de Burriac (Cabrera de Mar, El Maresme)”, For-tificacions. La problemática de l’ Ibèric Ple: (segles IV-III a. C.), Simposi Internacional d’Arqueologia Ibèrica (1990), Manresa,1991, Fig 1.

14 Uroz, J. y Márquez Villora, J.C., “La puerta norte de Libisosa y su contexto arqueológico”, Actas del II Congreso de His-toria de Albacete, I, Albacete, 2002, 241-243.

15 Palmada, cit. (n. 12), 262.

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LOS CONTEXTOS MATERIALES TARDORREPUBLICANOS. LA CERÁMICA

El habitáculo de la torre oeste

La intervención arqueológica desarrollada en el interior de la torre oeste durante la campañade 2001 ha proporcionado hasta el momento el contexto de época tardorrepublicana más signifi-cativo del yacimiento. Con la excepción de su ángulo noroeste, muy afectado por la erosión, en elresto de la torre se ha podido diferenciar una secuencia arqueológica muy completa constituida porun nivel inicial de colmatación, seguido por el derrumbe de parte del alzado de sus paredes, y unnivel de incendio depositado sobre un pavimento de tierra apisonada (Fig. 7). Este último nos haofrecido un conjunto cerrado de materiales, en muchos casos completos, para cuyo análisis hemosrecurrido a su agrupación en categorías funcionales: la vajilla, con los subgrupos de fina de mesa,común y cocina; y los contenedores destinados a transporte y almacenaje (Fig. 9). El resto de mate-riales procedente de estos niveles, fundamentalmente metálicos y orgánicos, se encuentran en pro-ceso de restauración, por lo que su estudio lo realizaremos en próximos trabajos.

Entre las diversas producciones cerámicas documentadas se han diferenciado tan sólo dosformas pertenecientes a la vajilla fina de mesa. Se trata de un fragmento informe perteneciente auna forma abierta de Campaniense B-oide, que por sus características técnicas se podría atribuira la producción de Cales. Asimismo disponemos de un borde de plato con carena alta, cuyassuperficies interna y externa aparecen recubiertas por un engobe de color rojo con una distribu-ción no uniforme; su pasta de color beige, se encuentra bien depurada, sin apenas inclusiones per-ceptibles a nivel macroscópico. Este plato, atendiendo a sus características técnicas y morfológi-cas, pensamos que puede tratarse de una terra sigillata oriental A, en concreto la forma Hayes 3que, procedente del área sirio-palestina, presenta una datación comprendida entre finales del sigloII a. C. y los últimos decenios del siglo I a. C. (Fig. 9, 1)16

En el subgrupo de las cerámicas comunes destacan por su elevado porcentaje las produccio-nes pertenecientes al Ibérico Final, con un variado repertorio de formas17. Algunas de ellas pre-sentan en los galbos una decoración pintada geométrica muy sencilla, compuesta por una banda

Fig. 7. Habitáculo de la torre oeste. Nivel de des-trucción.

Fig. 8. Exterior de la torre oeste. Nivel de destruc-ción.

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16 Hayes, J. W., “Sigillate Orientali”, Atlante delle forme ceramiche, II, EAA, 1981, 14.17 Para referirnos a ellas empleamos la terminología recogida por Mata Parreño, C. y Bonet Rosado, H., “La cerámica

ibérica: ensayo de tipología”, Estudios de Arqueología ibérica y romana, Trabajos varios del SIP, 89, 1992, 117-173.

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horizontal entre grupos de dos o más líneas, mientras que en los bordes pueden disponerse líneashorizontales aisladas18. Destacamos en primer lugar formas vinculadas con el servicio de mesatales como: un jarro u oinochoe de perfil piriforme y boca trilobulada, similar al tipo 2.1 del grupoIII de la tipología elaborada por Mata y Bonet19 en el que se agrupan ejemplares pertenecientesal ibérico pleno (Fig. 9, 3); Ros Sala incluye fragmentos pintados procedentes de Cartagena en suforma XIII a, para las que establece unas cronologías entre el siglo II a. C. y época augustea20.Asociado igualmente al servicio de mesa contamos con un vaso caliciforme perteneciente al tipo4.1 21, con ejemplares conocidos desde el ibérico pleno hasta época iberorromana (Fig 9, 2). Entrelos recipientes multifuncionales contamos con un lebes similar al tipo 6.1 del grupo II de Mata yBonet22, encuadrado en el Ibérico Pleno, sobre todo a partir del siglo III a. C. (Fig. 9, 4); RosSala23 recoge bordes similares en la forma III a, con dataciones comprendidas entre los siglos II yI a. C. Relacionada igualmente con tareas domésticas de despensa y almacenaje se ha documen-tado una tinajilla asimilable al tipo 2.2.1 del grupo II, con dataciones comprendidas entre el Ibé-rico Antiguo y época iberorromana (Fig. 9, 5)24.

La cerámica de cocina se encuentra representada por una olla de cocción reductora, con per-fil bitroncocónico atenuado, borde exvasado, y un cuello que en la zona de contacto con el galbopresenta dos pequeños resaltes (Fig. 9, 8). Se trata de una forma de tradición ibérica con unaamplia representación en niveles de Carthago Nova fechados entre el siglo II a. C. y los inicios delI d. C.25; formas similares con bordes menos exvasados se atestiguan desde época augustea en elvalle del Ebro26. Entre las cerámicas ibéricas documentadas en Albintimilium contamos con variosejemplares de cerámicas de cocinas reductoras, identificadas como producciones ampuritanas,que presentan unos rasgos morfológicos muy similares; están presentes en los estratos VI A3, VIA1 y V, datados entre el 80 a. C. y época augustea27.

Dentro del grupo de grandes contenedores destacamos en primer lugar el tercio superior deuna tinaja ibérica sin hombro, con borde exvasado y labio pendiente (Fig. 9, 9); en este mismonivel de destrucción se ha encontrado parte de un pitorro vertedor que por sus características téc-nicas podría estar asociado a dicha forma. Estas tinajas en el caso de no disponer de un vertedor,por sus características morfológicas son apropiadas para el almacenamiento de líquidos, mientrasque en el caso de poseerlo, se les atribuye una función de decantación, principalmente vinculadaa la elaboración de cerveza28. En el grupo de las producciones ibéricas encontramos también unacantimplora lenticular29 provista de dos asas horizontales y una marcada acanaladura alrededor

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18 Motivos recogidos en la sistematización de Ros Sala, M., La pervivencia del elemento indígena: la cerámica ibérica, Mur-cia, 1989, fig. 8, tipo A.2.3, fig. 6, tipo A.1.1.

19 Mata y Bonet, cit. (n. 17), 117-173.20 Ros Sala, cit. (n. 18), 110-113.21 Mata y Bonet, cit. (n. 17), 157, fig. 12.22 Mata y Bonet, cit. (n. 17), 152, fig. 7.23 Ros Sala, cit. (n. 18), 87-88.24 Mata y Bonet, cit. (n. 17), 150, fig. 5.25 Pérez Ballester, J., Borredá Mejías, R., Cebrían Fernández, R., “La cerámica de cocina del siglo I d. C. en Carthago

Nova y sus precedentes republicanos”, Monografies Emporitanes VIII, 1995, 192, fig. 7, nº 1-4.26 Aguarod, C., “La cerámica común de producción local/regional e importada. Estado de la cuestión en el Valle del

Ebro”, Monografies Emporitanes VIII, 1995, 139, fig. 12, 2 y 3.27 Conde, M. J., “La cerámica ibérica de Albintimilium y el tráfico mediterráneo en los siglos II-I a. C.”, Rivista di Studi

Liguri LXII, 1996, fig. 12, 12; fig. 16, 4; fig. 17, 11.28 Sobre este tipo y su posibles funciones ver Mata y Bonet, cit. (n. 17), 125-126.29 Mata y Bonet, cit. (n. 17), 130.

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de su perímetro para facilitar el encaje de una cuerda que facilitase su transporte y suspensión(Fig. 9, 6). En el ángulo suroeste de la torre, alrededor y en el interior de una fosa circular exca-vada en el pavimento y rellenos constructivos, apareció el tercio inferior de un dolia con el fondoplano, que en origen podría estar insertado en la fosa mencionada. Finalmente en la parte cen-tral de la torre se documentó parte del galbo, hombro y el inicio del cuello de un ánfora itálicade producción campana, perteneciente al tipo Dressel 1.

No queremos dejar de mencionar la presencia dentro de los materiales cerámicos importados,de un pequeño fragmento de ungüentario, posiblemente fusiforme, del que tan solo contamoscon parte del cuello cilíndrico y el inicio del galbo.

El exterior de la torre oeste

La intervención realizada durante la campaña de 2002 alrededor de la torre oeste, nos permi-tió documentar diversos niveles asociados al momento final de ocupación del castellum. Se trataen concreto de un estrato localizado en el ángulo de conjunción del lienzo de la puerta con elmuro oriental de la torre, prácticamente bajo la cubierta vegetal, que cubría a una banqueta oandén posiblemente relacionada con los accesos a la muralla. Igualmente, en el exterior del ángu-lo este de la torre, se diferenció toda una secuencia de niveles de colmatación y derrumbes, queamortizaban un nivel de destrucción compuesto por tierra de color gris con abundantes carbon-cillos y piedras de tamaño pequeño (Fig. 8).

Fig. 9. Tabla de materiales cerámicos hallados en el nivel de destrucción del habitáculo de la torre oeste.

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Entre todo el conjunto de materiales cerámicos asociados a tales niveles, se han seleccionadoaquellos más significativos para su análisis (Fig. 10). Dentro de los grandes contenedores destina-dos al transporte y almacenamiento destacamos en primer lugar la presencia de un ánfora repu-blicana itálica de producción campana, en concreto la forma Dressel 1 B (Fig. 10, 1) con unasdataciones generales comprendidas entre el primer cuarto del siglo I a. C. y los inicios del I d.C.30. También se ha documentado un fragmento de borde perteneciente a un dolia, con una pastamuy similar a la del fondo localizado en el interior de la torre oeste (Fig. 10, 2), que presentasimilitudes con el tipo 21 de Lattara31, con una datación amplia entre los siglos II y I a. C.; pie-

Fig. 10. Tabla de materiales cerámicos hallados en el nivel de destrucción del flanco oriental de la torre oeste.

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zas similares se documentan en un contexto de Iluro fechado entre el 40/30 a. C. y el cambio deEra32. Finalmente recogemos un pequeño borde de cazuela de pasta micácea que posee una depre-sión interior para servir de apoyo a una tapadera (Fig. 10, 4), que de forma general se puede ads-cribir al tipo 4 de M. Vegas33; presenta notables similitudes con las cazuelas itálicas del tipo Celsa79. 28, muy comunes en niveles de la Tarraconense fechados en el siglo I a. C.34

Datación de los contextos cerámicos

Tal y como hemos expuesto, el conjunto cerámico cuantitativamente mas representativo estáconstituido por cerámicas pertenecientes al periodo Ibérico Final, producciones que son difícilesde datar con precisión ante la escasez de contextos publicados. A esta circunstancia hemos de aña-dir las pocas cerámicas de importación y el estado embrionario de la intervención arqueológicaen el yacimiento.

El nivel de destrucción de la torre oeste debe de fecharse de acuerdo con el estado actual dela investigación dentro del siglo I a. C., con un límite superior que no alcanzaría la época augus-tea, sin que sea posible establecer una mayor precisión en la cronología. Los datos disponiblessobre la distribución de la terra sigillata oriental en el Levante peninsular, centrados principal-mente en Carthago Nova35, Ampurias36 y en la zona central de la costa Layetana37, parecen indi-car una mayor presencia en niveles del segundo y tercer cuarto del siglo I a. C.38

VALORACIONES FINALES

Es evidente que a partir del estudio arquitectónico y del análisis de los materiales obtenidosen las excavaciones arqueológicas del castellum de Archivel, deberíamos comenzar a dar algunasrespuestas al porqué de la presencia en la cuenca de los ríos Argos-Quípar de una guarnición mili-tar que, a tenor de los potentes niveles de destrucción hallados en la torre oeste, no sólo llevó acabo funciones pasivas de control y vigilancia, sino también de ataque y defensa en un episodiobélico callado por las fuentes históricas que debemos poner en relación con la traslación de losconflictos civiles romanos a la península ibérica durante el siglo I a. C.; la parquedad con la quelas fuentes se refieren al área geográfica del Sureste durante el desarrollo de las pugnas sertorianay pompeyana-cesariana, invita más a la conjetura que a un prudente y obligado análisis crítico,por lo que deberemos ceñirnos más si cabe al dato arqueológico. Y en este análisis, a pesar de la

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30 Molina, J., La dinámica comercial romana entre Italia e Hispania Citerior, Alicante, 1997.31 Py, M., “Doliums”, Lattara 6. Dictionnaire des Cerámiques Antiques en Méditerranée nord-occidentale, 1993, 405. 32 Cerdá, J.A. et alii, “El Cardo Maximus de la ciutat romana d’ Iluro (Hispania Tarraconensis). Contextos augustians

anteriors al canvi d’era”, Laietania 10, 2, 1997, 58, nº 386.33 Vegas, M., Cerámica común romana del Mediterráneo Occidental, Barcelona, 1973, 21, fig. 5.34 Aguarod, C., Cerámica romana importada de cocina en la Tarraconense, Zaragoza, 1991, 99-102.35 Pérez Ballester, J., “Cerámicas de barniz negro de los niveles republicanos del anfiteatro (Cartagena)”, La cerámica de

vernís negre dels segles II i I a. C.: Centres productors mediterranis i comercialització a la Península Ibèrica, 2000, 133-134.36 Aquilue, X. et alii, “Les ceràmiques de vernís negre dels segles II i I aC a Empúries, l’Escala, Alt Empordà”, La cerá-

mica de vernís negre dels segles II i I a. C.: Centres productors mediterranis i comercialització a la Península Ibèrica, 2000, 39.37 García Roselló, J., Pujol, J., Zamora, M. D., “Las cerámicas de barniz negro de los siglos II-I a. C. en la zona central

de la costa Layetana: los ejemplos de Burriac, Iluro y sus territorios”, La cerámica de vernís negre dels segles II i I a. C.: Centresproductors mediterranis i comercialització a la Península Ibèrica, 2000, 65-67.

38 Beltrán, M., Guía de la cerámica romana, Zaragoza, 1990, 282. Señala una distribución preferentemente por sectorescosteros peninsulares durante la segunda mitad del siglo I a. C.

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falta de excavaciones científicas en el oppidum, no debemos olvidar la importancia geopolítica delnúcleo de Los Villaricos en el territorio de la cuenca, que por su ubicación sobre en angosto pasodel Estrecho de las Cuevas de la Encarnación poseía la llave de acceso a la ruta Segura-GuadianaMenor. Por ello, no pudo ni debió quedar al margen de la misma pugna que obligó a la construc-ción de los castella de Archivel y Barranda; es muy probable que la presencia de una guarnicionmilitar en los castella, cuando podía haber quedado establecida sólo en el oppidum, nos esté indi-cando la existencia de fuerzas antagónicas en la cuenca39.

Las guerras sertorianas parecen haber afectado de soslayo al sureste peninsular. A raíz delintento fallido de frenar la entrada del gobernador C. Annio Lusco por los Pirineos en el año 82,Sertorio se refugió con tres mil hombres en Carthago Nova y desde allí embarco hacia las costasde Mauritania (Plutarco, Sert. 7-8). Es muy probable, como apunta Conde Guerri, que parte desu ejército quedara allí, lo que explicaría el asedio fallido del questor pompeyano Memmio a laciudad antes del postrero enfrentamiento del Sucro (Cicerón, Pro Balbo, 5). Así pues, no parecehaber en el Sureste ni control ni pugna militar por los territorios interiores, ciñéndose la inter-vención sertoriana a áreas más urbanas y romanizadas de la costa donde la población podía enten-der su mensaje político40. Por ello, no es probable que se pueda relacionar la destrucción del cas-

tellum de Archivel con estos episodios; sería forzar extremadamente el dato arqueológico dondela presencia de sigillata oriental apunta a fechas más cercanas a la mitad del s. I a. C. (vid. supra

not. 38).Parece más razonable pensar que la cuenca del Argos-Quípar y la pista Segura-Guadiana

Menor pudieron jugar un papel geoestratégico mayor ante el trasiego de tropas entre ambas pro-vincias hispanas -especialmente de auxiliares reclutados por los contendientes- durante el segun-do episodio de la guerra civil entre César y los hijos de Pompeyo Magno que, más allá de la bata-lla de Munda, concluye con la salida voluntaria de Sexto Pompeyo de Hispania41. Las fuenteshistóricas, mucho más interesadas en narrar los sucesos de la Ulterior, nuevamente enmudecenpor lo que respecta a los acontecimientos que pudieron tener lugar en el territorio de Carthago

Nova y tan sólo hallamos dos breves referencias con un cierto interés que podrían justificar lapugna por el control de la cuenca Argos-Quipar: la llegada de Cneo Pompeyo al puerto de Car-

thago Nova en el año 48 a. C. y la presencia de Sexto Pompeyo al mando de una legión en Baria

y Carthago Nova después de la batalla de Munda (Ciceron, ad Atticum, 16, 4, 2).

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39 Recientemente fue ingresado en el Museo Arqueológico Municipal de Caravaca un inventario manuscrito de 660 pie-zas arqueológicas -metálicas exclusivamente- procedentes de una actuación ilegal con detector de metales llevada a cabo en1981 extramuros del oppidum de Los Villaricos, entre las que cabe destacar 601 glandes de plomo. De todas ellas, 349 piezasfueron donadas por D. José Rafael López Hernández e ingresaron en el Museo Arqueológico de Lorca con nº de registro decolección 8/97, de las que 274 fueron clasificadas por los conservadores del museo como proyectiles de honda y 21 como pro-yectiles circulares. Hemos podido cotejar los datos metrológicos y formales recogidos en el inventario con los de las piezasdepositadas en Lorca y no se han observado variaciones, por lo que el catálogo parece reunir las mínimas garantías para per-mitirnos sospechar que pudieramos hallarnos ante los restos de proyectiles que quedaron en el campo de batalla, a las puer-tas del oppidum, tras un episodio de asedio. Muchas de las glandes presentan rehundimientos por impacto y , según consta enla ficha de inventario del Museo Arqueológico de Lorca, el donante manifestó que se hallaron “agrupadas en montones y sepa-radas un metro”. Su aparición en los campos de batallas hispanos se ha relacionado con dos momentos precisos: las guerrassertorianas entre 79 y 72 a. C. y la segunda campaña de César en Hispania contra Cneo y Sexto Pompeyo, especialmente entrelos años 46 y 45 a. C. ( vid. Perea Yébenes, S., “Dos nuevas glandes inscriptae de la provincia de Córdoba”, Arx 2-3, 1996-97,167).

40 Conde Guerri, E., La ciudad de Carthago Nova: la documentación literaria (Inicios-Julioclaudios), Murcia, 2003, 115-117.

41 Gabba, E., “Aspetti della lotta in Spagna di Sesto Pompeo”, Legio VII Gemina, 1970, 134.

USUARIO
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La sublevación contra Casio Longino propició en la provincia el surgimiento de un movi-miento propompeyano y la llegada a Carthago Nova de Cn. Pompeyo hijo, enviado desde Áfricapor el partido senatorial, donde no fue bien acogido, si bien fue proclamado imperator por lossoldados de Annio Escapula que fueron a recibirlo (Dio. Cass. 42, 56, 4; 43, 29, 3; 43, 30, 2).Su tránsito desde Carthago Nova a la Ulterior, las posteriores acciones tendentes a obtener la fide-lidad de las poblaciones –voluntariamente o por la fuerza– y obligarlas a contribuir con tropasauxiliares para formar un gran ejercito con el que comenzó a asolar la provincia (BHisp, 1). O lapropia y acelerada llegada de César, podrían constituir acontecimientos en los que encuadrar lapugna por el control de la cuenca del Argos-Quípar y la pista Segura-Guadiana Menor, y la cons-trucción de los castella de Archivel y Barranda cuya solidez denota sin duda una voluntad de per-manecia.

Por último, por fugaz que fuera, no debemos olvidar el iter de Sexto Pompeyo a la región deCarthago Nova. El hijo menor de Pompeyo Magno había conseguido reunir siete legiones en laUlterior (Ciceron, Ad Atticum, 14, 13, 2) a las que poco podían oponer las dos legiones del gober-nador cesariano Asinius Pollion; de ahí que, aprovechando la ausencia en la Citerior del goberna-dor M. Emilio Lépido, abandonara la guerra de guerrillas y osara llegar a las puertas de Cartha-go Nova con una sola legión. Su marcha voluntaria a comienzos del 43 a. C. (Cicerón, Philippicas,13, 13) no inactivó a las partidas del saltus Castulonensis, como confirma la carta que AsiniusPollion dirige a Cicerón en marzo del 43 (Ad Familiares, 10, 31, 1), lo que pudo obligar a buscarrutas alternativas a los correos bien protegidas por contingentes armados que justificaría igual-mente el acantonamiento de tropas en la cuenca del Argos-Quípar, si bien no explicaría suficien-temente el asedio al oppidum de Los Villaricos.

Cualquiera de estos episodios, y algún otro nunca mencionado por las fuentes, justificaríasobradamente la construcción de los castella y el acantonamiento de tropas en nuestra cuenca; lostextos históricos sólo nos ayudan a completar el cuadro de un marco cronológico que, recorde-mos, viene determinado exclusivamente, con más o menos precisión, por los contextos materia-les en el segundo y tercer cuartos del s. I a. C. Deberemos aguardar a nuevas excavaciones paraconseguir ceñir más el intervalo temporal que ahora manejamos y tratar de ofrecer una explica-ción al control militar de la cuenca Argos-Quípar más afinada. Se impone la prudencia.

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