el cajon de herminio finalmente fue para el partido justicialista

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Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta iniciativa está a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestión y coordinación para la concre- ción de los objetivos planteados. Para más información, visite el sitio www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Licenciamiento Esta obra está bajo una licencia Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina de Creative Commons. Para ver una copia breve de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/. Para ver la licencia completa en código legal, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode. O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA. Director: Viguera, Aníbal Omar Giménez, Sebastián Reinaldo Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciado en Sociología Cita sugerida Giménez, S. R. (2007) El cajón de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.587/te.587.pdf El cajón de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

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Page 1: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

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O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

Director: Viguera, Aníbal Omar

Giménez, Sebastián Reinaldo

Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciado en Sociología

Cita sugerida Giménez, S. R. (2007) El cajón de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.587/te.587.pdf

El cajón de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Page 2: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TRABAJO FINAL

El cajón de Herminio finalmente fue

para el Partido Justicialista

Alumno: Sebastián R. Giménez Legajo: 71131/7 Correo electrónico: [email protected] Director: Aníbal Viguera Fecha: 05/12/2007

Page 3: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Abstract

En las elecciones presidenciales de abril de 2003 tres históricos dirigentes del Partido

Justicialista (Carlos Menem, Adolfo Rodriguez Saa y Néstor Kirchner) se presentaron

como candidatos a ocupar la presidencia de la Nación; sin embargo, la candidatura

oficial del tradicional partido quedó vacante y los distintos candidatos crearon para la

ocasión etiquetas partidarias nuevas (Frente por la Lealtad, Alianza Frente Movimiento

Popular, Frente para la Victoria).

El trabajo de tesis presentado procura reconstruir los factores tanto de largo plazo como

coyunturales que condujeron a la fragmentación del PJ en distintas unidades partidarias.

Consideraremos para ello, en un primer momento, procesos relacionados con la

desindicalización partidaria, el vaciamiento de la burocracia del partido y la

reconversión ideológica; en un segundo momento, nos centraremos en la reconstrucción

del proceso político específico operado entre 1999 y 2003, año en que se efectiviza la

ruptura del PJ.

La fractura del Partido Justicialista constituye un hecho de gran relevancia puesto que

significó una inflexión histórica en la organización partidaria del peronismo y marcó un

cambio en el sistema partidario argentino que dejó de estructurarse en torno a partidos

políticos sólidos.

Términos clave

Sociología Política – Partidos Políticos – Partido Justicialista – Peronismo – Sistema

Político

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Page 4: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Indice

Introducción __________________________________________________ Primera parte: Las Transformaciones del Partido Justicialista (1983-1999)_

1- Del partido de base sindical al partido clientelista_____________ 2-Vaciamiento de la burocracia partidaria_____________________ 3- Reconversión ideológica y crisis identitaria___________________

Segunda parte: Hacia la fragmentación partidaria: reconstrucción del proceso político (1999-2003)_____________________________ _________

1-El Partido Justicialista tras la derrota en las presidenciales de 1999__________________________________________________________

2- La crisis de la Alianza y el advenimiento del PJ al poder________ 3- El gobierno de Duhalde__________________________________

Conclusiones_ _________________________________________________ Bibliografía___________________________________________________

04 07 09 15 19 22 24 39 55 67 79

3

Page 5: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Introducción En las elecciones presidenciales de abril de 2003 tres históricos dirigentes del Partido

Justicialista (Carlos Menem, Adolfo Rodriguez Saa y Néstor Kirchner) se presentaron

como candidatos a ocupar la presidencia de la Nación; sin embargo, la candidatura

oficial del tradicional partido quedó vacante y los distintos candidatos crearon para la

ocasión etiquetas partidarias nuevas (respectivamente: Frente por la Lealtad, Alianza

Frente Movimiento Popular, Frente para la Victoria).

El presente trabajo de tesis se propone como objetivo reconstruir el proceso político que

condujo a la fractura del Partido Justicialista. La desaparición del justicialismo de la

escena política nacional no es algo históricamente necesario ni evidente; las divisiones y

los antagonismos fueron características inherentes a la organización desde sus mismos

orígenes, manifiestos en las distintas disputas por las que estuvo atravesado:

organizacionales entre políticos y sindicalistas, ideológicas entre izquierda y derecha, y

propiamente de poder entre distintas facciones. A lo largo de su historia, sin embargo, el

Justicialismo desarrolló mecanismos para sortear esas dificultades (mediación del líder

carismático, división del partido en ramas con “cuotas” de representación, elecciones

internas) de manera tal que nunca se había presentado dividido a elecciones

presidenciales. Por otra parte, si bien su caudal electoral se había visto reducido en los

últimos años, en el momento de la ruptura seguía siendo la principal fuerza política a

nivel nacional en Argentina.

En este trabajo sostendremos que la fragmentación en distintas unidades partidarias fue

el resultado de un complejo proceso en el que intervinieron factores tanto de largo plazo

como coyunturales por un lado, y externos e internos a la organización partidaria por el

otro, que derivó en una dispersión de las fuerzas del partido y sentó los precedentes para

una posterior desaparición del Partido Justicialista de la escena nacional.

4

Page 6: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

A los fines de la presentación, hemos decidido organizar el trabajo en dos partes

centrales: en la primera de ellas se abarcará el período comprendido entre 1983 y 1999;

basándonos en la bibliografía existente, señalaremos los grandes desafíos que el

justicialismo debió hacer frente en el período de la post dictadura, relacionados, por un

lado, con la desestructuración del modelo nacional-popular (matriz societal que había

constituido el marco natural de acción del peronismo) operada por la dictadura militar

instalada en 1976 y, por otro, con problemas de organización internos producto de la

muerte del líder. Desarrollaremos en este apartado la manera en que el partido respondió

a ese contexto, atravesando un profundo proceso de reorganización interna y de

reconversión ideológica, y señalaremos las tensiones que se fueron acumulando en la

resolución de esos desafíos.

En la segunda parte nos centraremos en el período 1999-2003. Fundamentalmente a

partir de material de archivo, reconstruiremos el proceso político iniciado con la derrota

en las elecciones presidenciales de 1999 del candidato oficial del PJ, Eduardo Duhalde.

En los dos años de gobierno de la Alianza, el PJ no logró estructurarse como “partido

opositor”; disgregado en fracciones antagónicas, se hicieron manifiestos en este período

los límites de la institucionalización partidaria y la relevancia de primer orden que

durante los 90’ había tenido el control del Estado nacional como factor de cohesión de

las distintas unidades del justicialismo. En un segundo momento, nos referiremos a la

crisis de 2001, desatada en octubre de ese año con la “crisis de representación” que

reflejaron las elecciones legislativas, y resuelta parcialmente a principios de enero con

la asunción de Eduardo Duhalde a la primera magistratura; en este apartado centraremos

la atención en la manera en que la crisis del PJ y la del estado nacional se imbricaron y

retroalimentaron mutuamente. Por último, un tercer apartado apuntará a reconstruir las

distintas alternativas puestas en juego para solucionar el “problema de la sucesión”

5

Page 7: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

durante 2002, hasta desembocar este proceso en la dispersión de las fuerzas del partido,

evidente en la presentación de listas diferenciadas de los candidatos justicialistas.

Por último, en las Conclusiones dejaremos planteadas algunas de las continuidades y

rupturas llevadas adelante por el proyecto encabezado por el Presidente Néstor Kirchner

en lo pertinente a su relación con el Partido Justicialista.

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Page 8: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Primera parte

LAS TRANSFORMACIONES DEL PARTIDO JUSTICIALISTA (1983-1999)

7

Page 9: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

La crisis política al interior del Partido Justicialista que en 2003 desembocó en la

fractura partidaria tenía una larga historia. En este apartado procuramos detenernos en

las raíces “estructurales” (o de largo plazo) de la crisis política. Consideramos que la

reconstrucción histórica de la fragmentación partidaria del justicialismo debe tener

como punto de partida la peculiar manera en que el PJ se enfrentó a la desestructuración

de la “matriz societal” dentro de la cual se había desarrollado (y que en gran parte había

contribuido a gestar): el modelo nacional-popular.

El objetivo de este apartado es, a partir de un análisis de la bibliografía existente sobre

el tema, poner de manifiesto los procesos que atravesó el PJ para adaptarse al contexto

político y económico de la post dictadura. La reconstrucción de estos procesos tiene

como horizonte la descomposición del Partido Justicialista a nivel nacional luego de la

derrota de Duhalde en 1999 y la simultánea persistencia del justicialismo en las

provincias, por lo que se enfatizarán los procesos que imposibilitaron el armado de una

estructura a nivel nacional. Por lo tanto, no realizaremos aquí un relato histórico

exhaustivo del derrotero del justicialismo en los primeros 15 años de vida democrática,

sino que enfatizaremos tres procesos que están en la base de la descomposición

partidaria pos 99’: en primer lugar, la desindicalización del PJ y los nuevos vínculos

construidos con los sectores populares; en segundo lugar, el papel desempeñado por la

burocracia partidaria; por último, la desintegración ideológica e identitaria del

peronismo.

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Page 10: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

1. Del partido de base sindical al partido clientelista

Las transformaciones en la relación entre el peronismo y la clase trabajadora en los

primeros años de vida democrática deben ser colocadas bajo el telón de fondo de la

reestructuración en todos los niveles de la vida social que introdujo la dictadura militar

instalada en 1976.

Los objetivos perseguidos por los militares pasaban fundamentalmente por la

desarticulación del modelo nacional popular surgido con el peronismo a principios de

los años cuarenta que, según su visión, dotaba a los sectores populares, y sobre todo a

los sindicatos, de un poder “excesivo” que debía ser acotado. El disciplinamiento de los

actores sociales vinculados a la Argentina “populista” se operó a través de instrumentos

represivos y de política económica (Novaro y Palermo, 2003: 36-37; Abós, 1984: 69).

La represión incluyó el secuestro, muchas veces seguidos de la tortura y la desaparición,

de aquellos actores que cuestionaban el statu quo, principalmente de representantes

gremiales y delegados de base, y la suspensión de la actividad sindical (muchos

sindicatos fueron intervenidos, se prohibió el derecho de huelga y se anularon normas

de avanzada de la Ley de Contrato de Trabajo). En el diseño de la política económica

estuvo presente una nueva “derecha liberal tecnocrática” (Canelo, 2004), que desde sus

puestos en el gabinete de Martinez de Hoz promovió la apertura comercial y la

desregulación del sistema financiero, medidas que en su conjunto contribuyeron a una

fuerte desindustrialización de la economía argentina (en 1983 el PBI industrial era 25%

menor que el de 1970) y, en consecuencia, hicieron su aporte al disciplinamiento de los

sectores populares1.

1 “La política sindical de la Junta Militar fue como una tenaza con dos pinzas: por un lado se descargó sobre el movimiento obrero una feroz represión, acompañada de una auténtica batería de normas prohibitivas. Por el otro, la política económica impulsada por la dictadura tenía como explícito objetivo debilitar, reducir y acorralar a la clase obrera y de esta forma, atacando sus propias bases sociales, se cerraba la trampa sobre la organización sindical” (Abós, 1984: 69).

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Page 11: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

El triunfo de la Unión Cívica Radical en las elecciones celebradas en 1983 puso de

manifiesto las grandes transformaciones que se habían operado en la sociedad argentina

en los últimos años. El peronismo comprobó en los hechos que el tiempo de su supuesta

“mayoría natural” había concluido; la erosión del peso de los sindicatos en la sociedad

era paralela a su desprestigio en la opinión pública, hábilmente influenciada por

Alfonsin, quien extendió la crítica a la corporación militar hacia las corporaciones en

general a través de la denuncia de un “pacto militar sindical”.

Sobre esta base se renueva el conflicto que había contenido en su seno el justicialismo

desde sus mismos orígenes: la disputa entre los sindicalistas y los políticos

profesionales por la hegemonía al interior del movimiento2. En las décadas anteriores,

la proscripción del PJ y la concentración de recursos financieros y organizativos en

manos de los sindicatos habían relegado a los políticos a un papel secundario. El

régimen democrático les ofrecía ahora a los dirigentes partidarios dos oportunidades

para competir con éxito en la interna peronista: en primer lugar, un marco político-

cultural favorable a la organización y la dirigencia partidarias versus las corporativas; en

segundo lugar, puestos en el Estado que permitían el acceso a recursos para construir

bases propias a través de la distribución de recursos de patronazgo.

Por otra parte, el contexto económico ofrecía la posibilidad de vincularse con los

sectores populares sin depender de la mediación de las estructuras sindicales. Las

políticas sociales y económicas regresivas implementadas por la Junta militar arrojaron

a amplias capas de la población al sector informal de la economía (manifiesto en los

índices crecientes de desocupación, subocupación y precariedad laboral); en lo sucesivo,

los gobiernos democráticos, lejos de aportar a la construcción de una sociedad más

igualitaria, continuaron con el despojo de recursos materiales, sociales y culturales de

2 Sobre este tema ver Mackinnon, 2002.

10

Page 12: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

los sectores populares; la profundización de las políticas neoliberales durante la gestión

menemista cristalizó la fractura social y la desigualdad estructural entre las clases

sociales.

Los políticos justicialistas verían en esta población una oportunidad para construir bases

propias de seguidores. Como muestra Steven Levitsky, los dirigentes políticos a cargo

de intendencias y gobernaciones implementaron una nueva estrategia para captar los

votos de los sectores populares: el clientelismo. El autor define al clientelismo como un

“patrón informal de organización política en el cual los recursos del Estado son la

principal moneda en el intercambio político entre los actores partidarios de mayor y

menor nivel” (Levitsky, 2005: 170). A partir de un extenso trabajo de campo, Levitsky

(2001, 2005) reconstruye el funcionamiento de la “desorganización organizada” (así

define al PJ) consistente en una vasta red informal de Unidades Básicas, Agrupaciones

y líneas internas en su gran mayoría autónomas de la burocracia partidaria. Las

organizaciones clientelistas se ocupan de organizar a los sectores fragmentados y

heterogéneos de los desocupados a nivel local brindando recursos de patronazgo a

cambio de apoyo en las elecciones.

Las organizaciones clientelistas surgen impulsadas por la Renovación en los 80’, un

sector del PJ liderado por gobernadores e intendentes cuyo objetivo consiste en

“modernizar” el partido, lo cual implicaba desde su visión aflojar los lazos de

dependencia del partido con los sindicatos en orden de ampliar la base electoral. El fin

que perseguían no consistía en la desindicalización lisa y llana del partido, sino más

bien procuraban convertir al PJ en un partido socialdemócrata en el que los sindicalistas

tuviesen una participación importante pero subordinada a la dirigencia política. Es así

que hacia fines de los 80’ el clientelismo convivía con una fuerte presencia sindical. En

los 90’, por el contrario, los sindicatos son desplazados de la coalición dominante del PJ

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Page 13: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

y el clientelismo se convierte en la principal herramienta de vinculación con las bases.

Levitsky afirma que “si durante los ochenta esas organizaciones habían actuado como

‘partidos colaterales’ ayudando a los miembros del PJ a independizarse de los

sindicatos, en la del 90’ se convirtieron en el único camino viable” (Levitsky, 2005:

170).

Consideramos que el trabajo de Levitsky es de un valor inestimable a la hora de analizar

los cambios producidos en el PJ en la década del 90’. Sin embargo, la rápida

descomposición del PJ sobrevenida luego de que Menem dejara la presidencia en 1999

obliga a relativizar las conclusiones del autor referidas al éxito del PJ en su adaptación

al contexto neoliberal. Sostenemos que si bien el clientelismo fue una estrategia eficaz

para seguir manteniendo los vínculos con los sectores populares en un contexto de

desindustrialización y neoliberalismo, a mediano plazo, generó efectos sobre la

organización que dificultaron la formación de un liderazgo partidario nacional estable.

En este sentido, la desindicalización del partido resultó, en términos institucionales, un

arma de doble filo: por un lado, desprenderse de la influencia sindical permitió al PJ

captar votos de la clase media independiente, tradicionalmente reacia al sesgo más

corporativista del peronismo; también le permitió virar al neoliberalismo sin tener que

enfrentar grandes resistencias internas. Pero, por otra parte, contribuyó a acentuar la

descentralización del partido; si bien la relación con el resto de los actores del

movimiento, tanto con el líder como con la dirigencia política, no estuvo exenta de

conflictos, el sindicalismo hizo un aporte fundamental a la unidad del peronismo: su

poderosa estructura extendida a lo largo de todo el territorio nacional, nucleada en una

conducción unificada, era una fuente permanente de homogeneización y cohesión de las

bases. El clientelismo se caracteriza, por el contrario, por la organización local de las

12

Page 14: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

bases3; las organizaciones clientelistas son las que tienen a su cargo la distribución de

recursos materiales entre los habitantes del barrio y, lo que resulta especialmente

relevante, son las que organizan las campañas y movilizan a los afiliados en las

elecciones. Los dirigentes locales que controlan los aparatos partidarios son acreedores,

de este modo, de una enorme cuota de poder.

Dado el carácter segmentado y descentralizado4 del Partido Justicialista, la fortaleza de

los liderazgos regionales no implica (necesariamente) una correspondiente solidez del

liderazgo nacional, debido al amplio margen de autonomía política con el que cuentan

los caudillos territoriales. Las organizaciones clientelistas, contrariamente a la

organización sindical, se caracterizan por su alto grado de dispersión, por lo que la

coordinación en aras de la formación de alianzas nacionales estables se enfrenta fuertes

límites.

En definitiva, el clientelismo resultó ser un gran obstáculo en el armado de una

coalición nacional, debido principalmente a que acentúa la tendencia hacia la

regionalización del poder mientras produce un desgaste en las estructuras organizativas

que en períodos anteriores habían sustentado la estabilidad de los liderazgos nacionales.

Hay que subrayar además que, en la década del 90’, el poder de la dirigencia local se

vio acrecentado por dos factores: en primer lugar, la “descentralización administrativa”

implicó la transferencia a los niveles subnacionales de funciones que anteriormente 3 Conviene aclarar que el predominio de lo local no es un fenómeno exclusivo del PJ, sino algo que fue cobrando en general mayor relevancia en la política argentina desde los 80’ y que el peronismo replica. Dos nos parecen ser las causas principales de este proceso: en primer lugar, la desestructuración de la sociedad salarial que se había conformado en los años del primer peronismo; como afirma Merklen: “la figura de lo local se convirtió progresivamente en el principal componente de la inscripción social de una masa creciente de individuos y de familias que no pueden definir su status social ni organizar la reproducción de su vida cotidiana a partir de los frutos del trabajo. El proceso de ‘desafiliación’ (…) encuentra un sustituto de reafiliación en la inscripción territorial” (Merklen, 2005: 59). En segundo lugar, la crisis del Estado nacional que, desde el Proceso, irá renunciando progresivamente a su rol de promotor del bienestar social y relegará en los estados provinciales las funciones básicas de la reproducción social, como la salud y la educación. En definitiva, estos factores tienen su origen en la desestructuración de la matriz nacional-popular que había organizado las relaciones sociales y políticas en Argentina desde la década del 40’ hasta la dictadura militar. 4 “Segmentado” hace referencia a que las subunidades del partido no están ligadas horizontalmente; “fragmentado” a que no están ligadas verticalmente (Levitsky, 2005: 86)

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Page 15: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

ejecutaba el gobierno nacional (salud, educación, entre otras)5; esto llevó a poner en

manos de los políticos locales mayores recursos de patronazgo para construir

organizaciones propias. En segundo lugar, en esta década muchos líderes regionales

utilizaron los recursos institucionales de la organización federal del país (que permite

modificar el calendario electoral, crear normas electorales propias a nivel distrital, y

modificar la constitución) para impulsar profundas reformas políticas que tendieron a

crear subsistemas electorales regionales. En este sentido, Cherny y Vommaro afirman

que las reformas políticas de los 90’ contribuyeron a generar lógicas de funcionamiento

en las instancias locales que presentan una ruptura respecto de las nacionales; según los

autores, en la última década “el margen de maniobra de los actores subnacionales (esto

es, la capacidad de los líderes regionales para desarrollar estrategias políticas propias,

alianzas electorales, alianzas de gobierno, discursos y orientaciones políticas) aumentó

de un modo tal que pareciera expresar una discontinuidad respecto de la estructuración

nacional de la política provincial” (Cherny y Vommaro, 2004: 148).

5 Oscar Oszlak (2003) sostiene que “en los últimos diez años se produjo una ‘fuga’ de empleo público del estado nacional hacia los estados subnacionales. Las provincias y municipios se han constituido en fuertes empleadores, forzados por las transferencias unilaterales de gestiones desde la Nación, por las crisis de sus economías y por la continuada vigencia del nepotismo político” (pag. 525). Conviene subrayar paralelamente que este traspaso de responsabilidades a los gobiernos provinciales fue acompañado de una cada vez mayor dependencia económica de las provincias de los recursos que envía el gobierno nacional. Oszlak, en el mismo trabajo afirma: “La crisis económica de las provincias, unida a los magros ingresos tributarios obtenidos de fuentes locales, incrementaron la dependencia de los estados subnacionales de la coparticipación impositiva, las transferencias y adelantos del gobierno nacional y un creciente endeudamiento (…) En promedio, las provincias no consiguen cubrir más que el 40% de sus ingresos totales a partir de fuentes tributarias propias. Décadas atrás, el gobierno transfería a las provincias apenas un 5% del presupuesto total de las mismas, mientras que ahora ese financiemiento cubre más del 60% de las finanzas provinciales (Oszlak, 2003: 522-525). Véase también sobre este tema el análisis de Benton (2003).

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Page 16: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

2. Vaciamiento de la burocracia partidaria

Mientras que la desindicalización (con las ventajas y límites que conlleva) es un hecho

novedoso, las dificultades del PJ por conformar una burocracia central fuerte se

remontan a las etapas de formación del justicialismo, como consecuencia de sus

orígenes carismáticos y movimientistas.

Según Angelo Panebianco, en un partido carismático “el líder tiene un enorme control

sobre la organización en trance de formarse, debido a que el partido no tiene una

existencia autónoma del líder”. La identificación del partido con el líder hace que la

organización se caracterice por la ausencia de reglas y de patrones de carrera política, al

tiempo que carece de una clara división del trabajo. “Las lealtades directas y la

delegación personal y arbitraria de la autoridad ejercida por el líder de la organización

son los únicos criterios sobre los que se basa su funcionamiento” (Panebianco,

1988:144). Por lo tanto, los partidos carismáticos tienden a ser muy inestables, y la gran

mayoría de ellos se disuelve una vez que desaparecen sus líderes fundadores.

En el caso del peronismo, conspiraba además contra el establecimiento de una

burocracia fuerte el carácter “movimientista” de la organización. El movimientismo le

permitió incorporar a una amplísima variedad de subunidades con distintas finalidades

(sindicatos, partidos provinciales, organizaciones armadas revolucionarias, bandas

paramilitares) en sus distintas formas de expresión. En la gran mayoría de los casos,

este conjunto heterogéneo de agrupaciones operaba con un margen de autonomía muy

grande, sin una estructura de autoridad reconocida a nivel nacional, manifiesto en los

límites siempre difusos y fluidos de la organización6.

6 Al respecto, Levitsky sostiene que “cualquiera podía considerarse peronista, crear una organización y formar parte de él (…) Los subgrupos peronistas no requerían el reconocimiento oficial para constituirse y las estrategias que elaboraban y aplicaban permanentemente no estaban aprobadas desde arriba" (Levitsky, 2005: 55).

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Page 17: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

La estrategia movimientista era resultado de la escasa representatividad del sistema

político y del rol subordinado del PJ. Como quiera que sea, esta forma de organización

contribuyó a dotar de mayor centralidad al liderazgo de Perón y a debilitar aún más al

PJ.

La muerte de Perón en 1974 y la conformación de un sistema de partidos en la argentina

de la posdictadura favorecieron los esfuerzos tendientes hacia la institucionalización del

partido y la “partidización” del movimiento realizados por los dirigentes nucleados en la

Renovación. Estos se proponían, ante la desaparición del líder, generar un reforzamiento

de las reglas y procedimientos impersonales de la organización e implementar

mecanismos burocráticos en la selección de dirigentes y en la toma de decisiones.

Además, procuraban que la burocracia partidaria concentrara el poder otrora disperso en

la multiplicidad de organizaciones peronistas.

Ana M. Mustapic señala que el vacío a llenar en el justicialismo después de la muerte de

Perón se refería a dos aspectos: en primer lugar, había que buscar una nueva fuente de

legitimidad para la toma de decisiones; en segundo lugar estaba la necesidad de

encontrar nuevos mecanismos de interpretación de las reglas. A esta doble función, los

nuevos dirigentes del PJ “terminaron colocándola por un lado, en la única fuente de

legitimidad no sujeta a disputas, la masa de afiliados, y, por otro, en la regla de la

mayoría, que no necesita ser interpretada. En otros términos, la innovación de fondo

operada en el justicialismo fue su democratización. El PJ encontró así una fórmula

sucesoria” (Mustapic, 2002: 152-153)7.

7 A continuación, Mustapic señala que la modalidad en que se dio esta fórmula sucesoria generó efectos sobre la organización y la dinámica internas del partido. “Con el proceso de democratización interna, el poder de decisión comenzó a fluir de abajo hacia arriba… La combinación entre descentralización y democratización generó el fraccionamiento del poder y los recursos en el interior del partido, y ello, a su vez, terminó alentando la mayor autonomía a las diversas sub-unidades que lo componen” (Mustapic, 2002: 154).

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Page 18: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

El éxito de los renovadores en las elecciones de 1987 y 1989 y la celebración de

internas partidarias para elegir candidato presidencial en 1988 significaron un avance en

el proceso de institucionalización. Se señaló entonces que el PJ había adquirido el modo

de funcionamiento clásico de todo partido moderno.

Sin embargo, en el mediano plazo los resultados efectivos tendieron a ser escasos. En

este sentido hay que señalar que las elecciones internas para elegir candidatos

presidenciales no se volvieron a repetir en los años sucesivos; por su parte, en los años

de su gestión al frente de la Presidencia de la Nación (1989-1999), Menem se valió del

fuerte peso que el líder tiene en la tradición peronista para cultivar un estilo de

conducción fuertemente personalista que excluyó a los actores partidarios de la toma de

decisiones; según Novaro y Palermo el de Menem fue “un gobierno del peronismo, pero

no del Partido Justicialista” (Novaro y Palermo, 1996: 433).

En su relación con los factores de poder del peronismo Menem privilegió los recursos

que ponía a su disposición el control del aparato estatal; los mecanismos de

participación provistos por los estatutos del partido fueron vaciados de contenido y de

funciones, por lo que el PJ se quedó sin lazos de vinculación y sin instancias de

coordinación. Menem se encargó de llenar el partido con sus operadores más fieles, por

lo que, en las raras veces que se reunía el consejo partidario, era sólo para ratificar y

apoyar las medidas llevadas adelante por él8.

Paralelamente, el papel predominante que las organizaciones clientelistas comenzaron a

tener a partir de los 90’ contribuyó a erosionar aún más la estructura burocrática del PJ.

Esto se debe a que el clientelismo conlleva un modo de construcción política informal, 8 En el libro de Levitsky (2005) se pueden encontrar varias entrevistas con burócratas del PJ que resultan ilustrativas del carácter meramente decorativo que tuvo en los 90’ la burocracia partidaria. Como ejemplo, citamos la declaración de Roberto García, presidente del Consejo Nacional del PJ desde 1990 hasta 1998: “…hubo tres fases en mi presidencia. En la primera, yo redactaba los comunicados del partido y los llevaba a que fueran aprobados por el gobierno antes de firmarlos. En la segunda, el gobierno me enviaba los comunicados ya preparados y yo los revisaba y firmaba. En la tercera, me enteraba de los comunicados por los periódicos. Entonces me di cuenta que había llegado la hora de renunciar” (p. 233).

17

Page 19: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

en tanto las organizaciones que controlan los recursos y los patrones de carrera política

(agrupaciones, líneas internas) son autónomas de la burocracia partidaria (ni siquiera

son contempladas por los estatutos del partido) y en gran medida dependientes de los

recursos estatales.

18

Page 20: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

3. Reconversión Ideológica y crisis identitaria

Panebianco indica que son dos los procesos que conducen a la institucionalización de un

partido: el desarrollo de intereses en el mantenimiento de la organización (distribución

de incentivos selectivos, como cargos de prestigio, posibilidades de carrera, etc) y el

desarrollo de lealtades organizativas (distribución de incentivos colectivos,

fundamentalmente de identidad) (Panebianco, 1990: 116).

En el apartado anterior se señaló la dificultad del PJ por desarrollar una burocracia

partidaria que incentivara a la dirigencia a permanecer en el partido y a hacer carrera

dentro del mismo. Hasta la década del 80’ la sólida identidad peronista actuó como

contrapeso a esta carencia estructural y fue en gran medida el factor centrípeto que

permitió contener en el movimiento a sectores sociales e ideológicos heterogéneos (y en

algunos casos contradictorios) entre sí.

Los componentes que caracterizaron tradicionalmente a esta identidad son, en primer

lugar, un reconocimiento de los trabajadores, y en especial de su organización

institucional a través de los sindicatos, como una fuerza social destinada a jugar un rol

protagónico en el desarrollo de la nación. En segundo lugar, una política económica

industrialista y mercado internista. Por último, la centralidad del Estado como garante

de los derechos de los trabajadores y como promotor del desarrollo económico.

El viraje programático hacia el neoliberalismo y la alianza con los sectores que en la

ideología peronista eran reconocidos como “enemigos” (el gran empresariado nacional e

internacional, la “patria financiera”, los organismos internacionales de crédito)

realizados por Menem en los 90’, redefinieron de una manera drástica lo que debía

entenderse por “peronismo”, en tanto las políticas de gobierno y el discurso del nuevo

“líder” iban a contracorriente de la experiencia histórica del movimiento. Canelo apunta

que “la particular ruptura realizada por el menemismo en relación con el ‘peronismo

19

Page 21: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

tradicional’ (se encuentra en) la disolución del adversario social, construida no sólo a

partir de la ausencia de ‘opresor’ para los sectores populares, sino también en la

constitución de un nuevo ‘pacto’ con aquéllos sectores que, en el pasado, habían hecho

del antiperonismo una identidad inclaudicable” (Canelo, 2005: 9)9.

La reconversión ideológica suscitada en estos años impactó tanto a nivel de la dirigencia

política como en las bases. A nivel dirigencial se impuso la subordinación de la política

a la economía (Pucciarelli, 2002) o, para decirlo de otro modo, la técnica absorbió a lo

político, que dejó de concebirse como una instancia productora de proyectos sociales y

políticos. En gran medida como consecuencia del estrecho margen de acción del Estado

frente a las nuevas fuerzas de la globalización, y de la simultánea crisis de las ideologías

socialistas sobrevenidas con la caída del muro de Berlín, la dirigencia política

justicialista tiró por la borda los proyectos de integración social que había sustentado en

el pasado, refugiándose en un discurso neoliberal presentado como “ineluctable” en el

camino hacia la modernización del país.

En la relación con los sectores populares y con la clase obrera, la identidad peronista

desde sus orígenes presentó una ambigüedad entre una identidad obrerista que afirmaba

una conciencia de clase y una contracultura popular (lo que Daniel James denomina

“cultura herética del peronismo” (James, 2005)) por una parte, y una exaltación de la

figura del pobre como humillado y excluido por la otra. Según Martucelli y Svampa, en

el peronismo

“nos encontramos con dos vías heterogéneas, pero en gran parte

complementarias de la integración social: por un lado, a través de la afirmación

de los sectores obreros como fuerza social nacional y de consolidación de

9 De manera análoga, Palermo y Novaro hacen referencia a la “desactivación de la alteridad populista” operada por el menemismo (1996: 377-393).

20

Page 22: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

valores como la justicia social y la dignidad del trabajo; por otro lado, a través

del reconocimiento de la figura del “pobre”, históricamente desposeído, al cual

apuntaban las políticas sociales compensatorias. En el modelo peronista

hallamos tanto la puesta en ejercicio activo de los derechos del trabajador como

el mantenimiento y el reforzamiento de principios asistencialistas y clientelares”

(Martucelli y Svampa, 1997: 27).

El predominio de la relación clientelar con los sectores populares a partir de los 90’

provocó un desgaste de los componentes más clasistas de la identidad peronista y

reforzó el elemento asistencial. El peronismo tendió a convertirse cada vez más en una

red material de intercambio de bienes y favores (Auyero, 2001), por lo que los lazos

ideológicos pasaron a tener un lugar subordinado.

A largo plazo, esta transformación de los vínculos con los sectores populares conspira

contra la supervivencia del PJ puesto que se encontrará cada vez más expuesto a la

defección “por abajo” de sectores tradicionalmente considerados “cautivos” del

peronismo (Pousadela, 2004), fenómeno que se acentuará en un contexto de escasez de

los recursos materiales para contener a los sectores populares.

21

Page 23: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Segunda parte Hacia la fragmentación partidaria: reconstrucción del proceso

político (1999-2003)

22

Page 24: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Tras la derrota de Duhalde en las elecciones presidenciales de 1999 el Partido

Justicialista no volvió a recomponerse como partido político a nivel nacional; en las

elecciones nacionales que se realizarían en el país a partir de entonces, el PJ no volvería

a presentar candidatos oficiales.

El presente apartado apunta a reconstruir el proceso de fragmentación partidaria

centrando la atención en las formas particulares y cambiantes de las relaciones de fuerza

que se establecieron entre las distintas fracciones del justicialismo. Para su estudio,

parece conveniente distinguir tres etapas: la primera, comprendida entre diciembre de

1999 y octubre de 2001, está caracterizada por la situación de “empate” entre las

distintas fracciones del justicialismo que pretendían convertirse en corriente

hegemónica al interior del mismo; en la segunda etapa, iniciada con el agotamiento del

caudal político de la Alianza en el gobierno a partir del duro revés que sufrió en las

elecciones legislativas de octubre de 2001, se potencia al extremo el faccionalismo al

interior del PJ, en la medida en que el vacío político dejado por la Alianza volvió

necesario definir espacios de poder y liderazgos frente a una eventual renuncia del

presidente De la Rua. La tercera etapa se abre con la presidencia de Eduardo Duhalde y

el triunfo del “peronismo bonaerense” a principios de enero de 2002. Esta etapa tuvo

dos momentos decisivos: un primer momento de intentos por parte de Duhalde de

resolución de la crisis interna mediante canales partidarios y de conformación de un

bloque unido frente al menemismo, que terminó en el fracaso en enero de 2003; un

segundo momento de reconocimiento de la fragmentación partidaria y de

autoimpugnación del PJ.

Las elecciones de mayo de 2003 pusieron fin, con un rotundo fracaso, a la estrategia de

unificación partidaria desplegada por Duhalde y otros dirigentes del justicialismo.

23

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1. El Partido Justicialista tras la derrota en las presidenciales de 1999 (Diciembre

de 1999-Octubre de 2001)

El proceso que llevaría a la fragmentación irreversible del PJ a nivel nacional tuvo su

origen en la derrota electoral del candidato oficial del PJ Eduardo Duhalde en los

comicios presidenciales de octubre de 1999. Un análisis de dichas elecciones es de una

gran importancia para comprender la dinámica del justicialismo en los siguientes años.

Por sobre todo hay que remarcar la diferencia en el tiempo entre las elecciones a nivel

nacional y subnacional: sólo en seis distritos se eligió ejecutivo provincial el mismo día

que presidente de la Nación; el resultado fue una importante fluctuación entre la disputa

presidencial y la de gobernadores: Fernando De la Rua, el candidato de la Alianza

UCR-Frepaso, se impuso en 20 de los 24 distritos; sin embargo, el PJ obtuvo la

gobernación en 14 provincias, mientras la Alianza lo hizo sólo en 8 de ellas (Cheresky,

2004: 22). El resultado del ciclo electoral10 en su conjunto no había resultado pues

negativo para el justicialismo: retuvo la gobernación en la mayoría de las provincias,

entre las cuales figuraban las tres de mayor peso económico y poblacional (Buenos

Aires, Córdoba y Santa Fe)11 y consolidó su influencia en el poder legislativo,

obteniendo la primera minoría en las Cámaras de Senadores y Diputados.

La dificultad del justicialismo por trasladar los votos obtenidos en las provincias hacia

el candidato presidencial es demostrativa del sinnúmero de obstáculos que encontró

Duhalde en su frustrada carrera hacia la presidencia, provenientes no tanto de la

oposición, como de su partido de origen. Estos obstáculos se relacionaban, en primer

lugar, con la nula predisposición de Menem de delegar el poder en un dirigente

10 El ciclo electoral de 1999 se inició en las elecciones provinciales de Córdoba en diciembre de 1998 y concluyó en mayo de 2000 con la elección del Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. 11 El resto de las provincias son: Tierra del Fuego (Carlos Manfredotti); Santa Cruz (Néstor Kirchner); San Luis (Adolfo Rodriguez Saa); La Pampa (Ruben Marín); Santiago del Estero (Carlos Juarez); La Rioja (Angel Maza); Tucumán (Julio Miranda); Salta (Juan Carlos Romero); Formosa (Gildo Insfrán); Misiones (Carlos Rovira) y Jujuy (Eduardo Fellner).

24

Page 26: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

poderoso que muy probablemente trataría desde la conducción del Ejecutivo Nacional

de construir una alianza hegemónica que lo excluiría de los primeros planos de la

política partidaria y nacional12.

En segundo lugar, Duhalde debió lidiar con las resistencias que los gobernadores

justicialistas presentaban frente a su candidatura. El hecho de que la gran mayoría de

ellos adelantaran las elecciones en sus distritos es ilustrativo de la escasa disposición a

cooperar en el armado de la candidatura de Duhalde; esta estrategia permitió a los

gobernadores justicialistas asegurarse el triunfo en sus provincias al mismo tiempo que

se despegaban de una eventual derrota del partido en el orden nacional13. Para entender

el fondo de esta táctica nos parece pertinente citar largamente al analista Rosendo Fraga,

quien apunta que:

“este partido (el PJ) cuenta con 3.526.735 afiliados. Es decir que está afiliado a

él algo más del 15 por ciento del padrón electoral (…) En la provincia de

Buenos Aires hay 1.328.121 afiliados del PJ, lo que representa el 37,7 por

ciento del total. Esto explica por qué Duhalde es el único dirigente del partido

con capacidad y una base de poder propia para disputar a Menem el liderazgo

del partido. Dicho porcentaje es muy relevante, pero es exactamente el

porcentaje del padrón electoral nacional que tiene la provincia. Buenos Aires

12 Para conjurar esta posibilidad utilizó diversas estrategias tendientes a generar incertidumbre sobre el futuro, como alentar rumores de impulsar candidatos paralelos o, con más fuerza, tratar de presentarse él mismo como candidato a Presidente, promoviendo la consigna de la re-reelección. Difundir el rumor de una tercera presidencia le sirvió a Menem además para mantener al partido cohesionado en el tramo final de su gobierno y evitar una crisis de gobernabilidad. Duhalde hizo público su malestar frente a la situación, declarando que “Menem no demuestra ningún interés en ganar las elecciones” (“Duhalde cree que Menem no apuesta al triunfo del PJ”, en La Nación, 17/12/1998). 13 Un periodista señalaba que “no son pocos los dirigentes justicialistas -para no hablar de los menemistas- que parecen haber bajado los brazos frente a las elecciones presidenciales. ‘La mayoría está jugando al poder, pero no al gobierno’, fue la interpretación de un dirigente partidario. La cuestión es cómo conservar poder, incluso desde la oposición a un gobierno aliancista, y empezar a dirimir el liderazgo del peronismo para después de las elecciones” (“Jugar al gobierno o jugar al poder”, en La Nación, 08/08/1999)

25

Page 27: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

tiene el 37,7 por ciento del padrón justicialista y el 38 por ciento del padrón

electoral nacional.

La siguen, por porcentaje de afiliados, Santa Fe, con el 7,7 por ciento; Córdoba,

con el 7,2; Entre Ríos, con el 5,3, y luego están Tucumán y la Capital, con el 4,7

por ciento cada una. Así, los cinco distritos que siguen a Buenos Aires reúnen

en conjunto el 24,9 por ciento del total del padrón justicialista. Esto muestra que

para enfrentar a Buenos Aires, se requiere como punto de partida, por lo menos,

contar con Santa Fe y Córdoba.

En el otro extremo, sumadas Catamarca, Chubut, Neuquén, Río Negro, San

Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego, estas siete provincias reúnen el 6,2 por

ciento del padrón de afiliados. Es decir que las siete provincias con menos

afiliados representan en conjunto la sexta parte de la provincia de Buenos Aires.

La posición de la mayoría de los catorce gobernadores del PJ, favorable a

Menem en su pugna con Duhalde, puede explicarse por el hecho de que no

quieren enfrentarse con el titular del Ejecutivo en un año electoral, en el cual

necesitan el apoyo del gobierno nacional. Pero también existe la percepción en

los caudillos justicialistas del interior de que si por primera vez en la historia

argentina el caudillo político de la provincia de Buenos Aires llega a la

presidencia de la Nación -como sería el caso de Duhalde-, ello podría producir

un desequilibrio en el funcionamiento del sistema político institucional en

perjuicio del interior” (“La geografía y la interna del PJ”, en La Nación,

16/03/1999; subrayado nuestro).

El eje territorial (o “geopolítico”) como factor predominante de organización de la lucha

interna del justicialismo constituye una novedad en la historia partidaria. Si bien nunca

26

Page 28: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

había estado ausente, su presencia se veía subordinada a las dos cuestiones centrales que

habían recorrido al peronismo desde sus orígenes: el liderazgo carismático y la disputa

de los “políticos” frente a los sindicalistas. La desaparición del líder y el reemplazo de

su función por mecanismos electorales, y el descenso del sindicalismo en la escala de

poder, colocaron en el primer plano de la vida política a los líderes regionales

(intendentes y, sobre todo, gobernadores); y con ellos se desarrolló una lógica de

competencia específica que no gira en torno a la representación de ciertos sectores

sociales ni de propuestas ideológicas sino que, asentada en los aparatos clientelares, se

debate por el peso relativo de los mismos en la escena nacional.

La autonomía de los respectivos feudos territoriales y la escasa interconexión existente

entre ellos condujo a una ruptura de las solidaridades que se supone debe existir en un

partido político. Es decir, si sectores del propio partido conciben como perjudicial el

hecho de que un candidato de sus filas gane las elecciones presidenciales significa que

incluso la existencia del partido como tal puede ser cuestionada. En este sentido, por

ejemplo, el mismo Kirchner dirá más tarde: “Si usted me pregunta cuál es la ideología

del peronismo, le respondería: una inmensa confederación de partidos provinciales con

liderazgos territoriales muy definidos... Lo único que había en el justicialismo era

unidad jurídica, porque en sus seno había corrientes abiertamente contradictorias y

excluyentes, diría” (Kirchner y Di Tella, 2003; citado en Cheresky, 2006: 49).

La fragmentación en unidades territoriales se desarrolló en la década del 90’, pero su

potencial rupturista quedó opacado por la concentración del poder del estado en manos

de un justicialista, que utilizó los recursos que ponía a su disposición como mecanismo

para cohesionar una estructura sumamente descentralizada.

Las tensiones acumuladas por esta peculiar distribución institucional del poder hicieron

eclosión al dejar de ocupar Menem la presidencia de la Nación; antes de analizar la

27

Page 29: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

forma específica que adquirió la lucha entre líderes regionales se impone hacer una

breve digresión acerca de la política de Alianza para con las provincias, marco dentro

del cual se desarrollará la misma.

Las políticas de la Alianza

La política impulsada por el Gobierno de la Alianza significó una profundización de las

políticas neoliberales que se habían desarrollado durante la gestión menemista, lo que se

tradujo en un trastocamiento de la relación de la Nación con las provincias y, por ende,

con los gobernadores justicialistas.

En la década del 90’ las provincias, como se dijo en el capítulo anterior, pasaron a

depender en mucha mayor medida de los recursos económicos enviados desde el

gobierno central. A su vez, éste dependía políticamente de los dirigentes locales, puesto

que en sus manos estaba el control de los aparatos partidarios, fundamental para ganar

elecciones y para garantizar la gobernabilidad. Además, el apoyo de los representantes

provinciales en el Parlamento es de una importancia capital para la aprobación de leyes

en el Congreso. De esta manera, Menem encontró serias resistencias de los líderes del

interior para imponer sus estrategias y candidatos. Levitsky indica que “fue limitada la

capacidad de los dirigentes menemistas para transformar las filiales provinciales y

locales. El peronismo tradicional se mantuvo, en gran medida, intacto hasta fines de los

años noventa” (Levistsky, 2005: 251).

Los gobernadores lograron así mantenerse en gran parte a salvo de los programas de

reforma neoliberal14. Según Palermo y Novaro, “el gobierno trató durante esos años con

guantes de seda a las provincias (…) los gobernadores dispusieron (en términos

14 Aclaramos que lo que se mantuvo al margen de las políticas neoliberales fueron las redes clientelares, no las provincias como unidades regionales de producción, que sufrieron muy profundamente el embate del neoliberalismo. Sobre este tema véase Feletti y Lozano, 1994.

28

Page 30: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

relativos) de mayores recursos, y ello les permitió mantener sus aparatos públicos

relativamente al margen del ajuste estructural” (Palermo y Novaro, 1996: 360).

El trato benevolente con las provincias generó una tensión entre el “ala política” y el

“ala económica” en el gabinete menemista (Gerchunoff y Torre, 1996); esta última,

cuyo principal referente era Domingo Cavallo, pretendía avanzar a sangre y fuego con

el ajuste en las provincias, a las que veía como la principal causante del déficit estatal

(Cavallo, en entrevistas con medios de comunicación, atribuía los problemas

económicos de mediados de la década a que las provincias se negaban a realizar el

ajuste y a privatizar empresas deficitarias, mientras que consumían ingentes recursos en

“gasto social”) (Palermo y Novaro, 1996: 440). Dichas iniciativas fueron

sistemáticamente frenadas por el “ala política” que, más sensible a los intereses de las

instituciones y actores que tradicionalmente formaron parte de la coalición peronista,

visualizaba la inconveniencia estratégica de contrariar a la dirigencia local.

El gobierno de la Alianza inició, ni bien asume el gobierno, un ataque frontal a las bases

de sustentación de los clientelismos provinciales. La Alianza había asumido el gobierno

con un discurso que apuntaba a corregir los comportamientos políticos corruptos

generalizados en los 90’, pero nada ofrecía de alternativo en términos de políticas

económicas y sociales; en el transcurso de la campaña se había cuidado de no generar

recelos en los sectores del establishment, asegurando que el “modelo” no sería

modificado en lo sustancial (se defendería la convertibilidad a rajatabla y no se daría

marcha atrás con las privatizacioneas) y que harían lo posible para reducir el déficit

fiscal.

De esta manera, los “ajustes” se fueron sucediendo uno tras otro, con la novedad de que

ahora el peso de los mismos recaía también (y sobre todo) en las cuentas provinciales15.

15 La discusión sobre la aprobación del Presupuesto para el año 2001reveló en gran medida esta situación. Así, Clarín afirmaba que “la preocupación de los gobernadores pasa por el recorte de 700 millones de

29

Page 31: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Los ajustes aplicados apuntaban a eliminar subsidios y exenciones impositivas que

habían beneficiado a las economías regionales (en la Patagonia se pretendía acabar con

los subsidios a las tarifas de gas y con la exención de los impuestos a los combustibles,

mientras que a las provincias del norte se quería dejar de enviar el Fondo Especial del

Tabaco) y a recortar partidas en educación y obras públicas (se eliminó el “fondo de

incentivo docente” y se dejaron de mandar Aportes del Tesoro Nacional, una fuente de

ingresos discrecional de uso generalizado durante la gestión menemista).

Por otra parte, la distribución de subsidios a los desocupados experimentaron un doble

giro: por un lado, se vieron drásticamente reducidos, como consecuencia de la política

más general destinada a lograr el equilibro en las cuentas públicas; por otro, se intentó

apartar a los punteros del PJ del manejo de los planes sociales (Svampa y Pereyra, 2003:

94-100). La “política social” implementada por el nuevo gobierno consistía, según el

encargado de diseñarla, el Jefe de Gabinete Rodolfo Terragno, en “imprimir al área

social la racionalidad que ya se aplicó a la economía”, en orden de “eliminar unidades

ejecutoras, burocracias y gastos administrativos” (“La lucha por liderar lo social”, en La

Nación, 26/07/2000).

Los gobernadores peronistas percibían, correctamente, que la eliminación de esos

“gastos ineficientes” implicaba un ataque a sus aparatos clientelares. Dejar al

descubierto las redes asistenciales del partido en un contexto de prolongada recesión

económica y crecimiento de la desocupación, aumentaba el riesgo de que se produjeran

dólares que prevé el proyecto de Presupuesto y que, dicen, perjudica a las provincias. En las reuniones donde se cocinó el documento final, los mandatarios acordaron exigirle a la Nación que la guadaña del ministro José Luis Machinea pase por el rubro ‘gastos nacionales’ y no por el ítem ‘gastos provinciales’ como, aseguran, contempla el proyecto que está a punto de ser tratado en Diputados” (Clarín, 18/10/2000). Esta “puja distributiva regional” se reeditaría frente a cada anuncio de ajuste del gobierno; los más drásticos fueron los de Lopez Murphi, en mayo de 2001, y el de Cavallo con su propuesta de “déficit cero”.

30

Page 32: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

los tan temidos “estallidos sociales”16 y de que ese malestar fuera canalizado por

organizaciones independientes del Partido Justicialista (y, en muchos casos, en abierto

enfrentamiento con este), que habían empezado a crecer exponencialmente desde la

llegada de la Alianza al poder.

La ofensiva aliancista suscitó la reacción de los actores justicialistas; sin embargo, lejos

de constituirse como un bloque unificado, el PJ estará tensionado por distintas

fracciones. A grandes rasgos, se pueden reconocer dos líneas: por un lado, la

“burocracia partidaria”; por otro, los gobernadores. A continuación analizaremos

separadamente cada una de ellas.

La Burocracia partidaria

En un artículo de su sección política, La Nación señalaba a comienzos de 2000 que “el

justicialismo aún no ha logrado, después de la derrota electoral de octubre último,

definir su perfil opositor”17. En una nota sugestivamente titulada “La atomización

domina el nuevo mapa de poder del PJ”, Clarín (20/02/2000) afirmaba que “es difícil

recordar una etapa más caótica y atomizada que la que atraviesa hoy el justicialismo”, y

detallaba como “componentes del conflicto nacional”, “la pérdida de identidad, y por lo

tanto de ejes de reunificación; la indefinición del componente social; la carencia de

conducción aceptada como tal y la dispersión estratégica y táctica”.

16 Las manifestaciones populares en contra de los ajustes y la política neoliberal fueron cobrando mayor vigor frente a la falta de respuestas por parte del gobierno. A principios de mayo un corte de la ruta 34 en las localidades de General Mosconi y Tartagal (provincia de Salta) fue desalojado mediante una durísima represión. Este sería el primer conflicto importante protagonizado por desocupados, al que le siguieron cortes en todo el país, el más importante de los cuales fue el que se realizó entre fines de octubre y principios de noviembre en La Matanza. Como afirman Svampa y Pereyra (2003) “el ingreso definitivo a la escena nacional (de los desocupados) se concretó durante el año 2000, debido tanto al incumplimiento del gobierno de la Alianza de los acuerdos firmados en la ruta, como a la súbita restricción en el número de planes sociales” (pag., 97) A la protesta de los desocupados se sumaron las centrales sindicales (CGT y CTA) que a fines de julio empezaron a movilizar contra el gobierno. 17 “Una jugada con la mirada en el 2003”, en La Nación, 19/01/2000.

31

Page 33: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

El vacío en la conducción hacía referencia a los intentos fallidos que en esos meses

protagonizaban Menem y Duhalde (únicos dos dirigentes con reconocimiento en todo el

país) para alinear a gobernadores y legisladores detrás de su liderazgo. Mientras que el

primero se quejaba de que “no puede ser que cada uno salga a responderle a De la Rua

por su cuenta”18 y llamaba a terminar con la “anarquía y la orfandad partidarias”19,

Duhalde reclamaba que “el partido no puede seguir sin una voz que defina la acción”20.

Para suscitar la obediencia del resto de los actores peronistas trataban de hacer valer sus

credenciales como titulares del PJ nacional.

Recordemos que, antes de retirarse de la Presidencia, Menem se había proclamado, en

un cuestionado congreso en julio de 199821, presidente del Consejo Nacional del partido

hasta 2003, con la convicción de que estar al frente de la burocracia partidaria le iba a

asegurar la retención del liderazgo en el justicialismo y, desde esa reserva de poder,

gravitar para construir su candidatura presidencial en los próximos cuatro años.

Con este objetivo, durante el año 2000 llamó en reiteradas oportunidades a reuniones

del Consejo Nacional en las que buscaba juntar a la conducción del PJ, a los

gobernadores y legisladores, con el propósito de homogeneizar al peronismo y

presentarse como interlocutor de la oposición ante el Gobierno.

Las convocatorias tuvieron escaso eco en los gobernadores (salvo excepciones como las

de Ruben Marín -La Pampa- y Angel Maza -La Rioja-), lo que llevó a que las reuniones

fueran suspendidas (las primeras dos convocatorias que hizo Menem tuvieron que ser

canceladas, La Nación 30/01/2000; 17/02/2000) o contaran con poca repercusión (La

Nación 06/04/2000; 27/07/2000). Como vimos en el capítulo anterior, las reuniones del

18 "El PJ intentará recupertar poder”, en La Nación, 14/01/2000 19 “Menem no logra reunir a sus partidarios”, en La Nación, 30/01/2000 20 “Promesa para reconstruir el PJ”, en Clarín, 08/07/2000 21 De 788 congresales que tiene el PJ sólo estuvieron presentes 415, al no presentarse las delegaciones de Buenos Aires, Sante Fe y Santa Cruz (La Nación, 18/07/1998). Duhalde presentaría en los subsiguientes meses varias impugnaciones ante la justicia para anular las decisiones del congreso, al que consideraba ilegal.

32

Page 34: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Consejo para discutir políticas eran algo más bien raro y no eran una práctica

internalizada en el partido.

Eduardo Duhalde era el presidente del otro órgano partidario, el Congreso Nacional del

PJ, al que también intentó infructuosamente reunir en más de una ocasión. El ex

candidato presidencial contaba con que el apoyo de Ruckauf y del distrito con más peso

en la Argentina le daban créditos suficientes como para remover a Menem de la

conducción del partido e impulsar una renovación de la dirigencia. El argumento de

Duhalde para cuestionar la legitimidad de la presidencia partidaria del ex primer

mandatario era que “Menem es sólo la conducción formal del partido. La real es la que

tiene definitivamente el poder: son los gobernadores quienes deben hacer coincidir

políticas con el Gobierno nacional”22. Duhalde insistió durante todo el período en este

punto23, a lo que Menem respondía que “un partido opositor no se dirige al mismo

tiempo que se reclaman fondos al gobierno nacional” (La Nación, 06/04/2000). Las

razones de Duhalde que, por otra parte, muestran la debilidad de la burocracia por sí

misma, que sin el apoyo de quienes ostentan cargos públicos no tiene ningún tipo de

influencia, chocaban contra la realidad de que quienes contaban con el “poder real”

también le esquivaban a sus estrategias. En efecto, a pesar de que según la Carta

Orgánica el Congreso debe reunirse una vez por año, nunca pudo sesionar en estos dos

años.

Las postergaciones indefinidas de que fueron objetos las reuniones del Partido

Justicialista impidieron que se realizara en el partido un análisis profundo de la derrota

que había sufrido en las últimas elecciones24, mientras que no había posicionamientos

22 “Nueva carga contra Menem”, en Clarín, 17/02/2000 23 Ver, por ejemplo, La Nación 08/07/2000: “la reconstrucción del movimiento justicialista debe hacerse desde el poder real, que son los gobernadores” 24 Quizás podría parecer una ingenuidad pretender que el justicialismo, visto por lo general como un partido “pragmático” que sólo busca el poder, reflexiones y diagnostique sobre su situación coyuntural. Sin embargo, basta tener en cuenta los profundos debates al interior del partido luego de la derrota de

33

Page 35: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

ni propuestas programáticas coherentes en un momento de profunda crisis social,

económica y política. Durante este período no hubo un clivaje fundamental que

permitiera la formación de un polo predominante medianamente estable y consistente,

lo que derivó en un faccionalismo extremo25.

La figura de Menem fue un obstáculo importante para cualquier intento de regeneración

del PJ. Al resto de la dirigencia justicialista le era muy difícil oponerse lisa y llanamente

a quien había ejercido durante diez años el liderazgo del partido. Su reticencia a dar un

paso al costado y promover el surgimiento de nuevos líderes, como el hecho de no ceder

su cargo al frente de la burocracia del Partido Justicialista contribuyó en gran medida a

acentuar las estrategias del resto de los gobernadores a construir poder por fuera de los

canales partidarios, una estrategia de por sí con larga tradición en el peronismo,

generando de esta manera un mayor desgaste de la ya muy débil estructura burocrática

del PJ.

Por su parte, Eduardo Duhalde contaba con un recurso extra invalorable: el control

sobre el aparato clientelar de la provincia de Buenos Aires; el caudillo bonaerense se

cuidó de dejar en sus manos las riendas del aparato más importante de Argentina,

promoviendo como sucesor a un dirigente como Ruckauf, sin base territorial propia en

1983, cuyas cumbres más conocidas fueron los congresos partidarios de fines de 1984 y principios de 1985 para no ver ese razonamiento como tan naiv. En el debate de los 80’, que giró alrededor de la cuestión “partido o movimiento” intervinieron por lo demás no sólo políticos y sindicalistas, sino también intelectuales y periodistas. 25 Eduardo Basualdo analiza la interna del PJ centrando la atención en la disputa no resuelta que desde mediados de los 90’ enfrentó a Carlos Menem y Eduardo Duhalde, y a encontrar las razones de fondo de este conflicto en proyectos político-económicos antagónicos. De esta manera, se presenta a Menem como el representante de los capitales extranjeros (compuesto por empresas privatizadas y el sector financiero) y a Duhalde como el garante de los intereses de los grandes grupos económicos locales (principalmente la oligarquía diversificada). Según este autor, la identificación de cada uno de ellos con una fracción de las clases dominantes condujo a la elaboración de programas ideológicos a largo plazo, tendiente el primero a una dolarización de la economía y a la integración en la economía internacional de nuestro país a través del ALCA, y el segundo, contrariamente, a una devaluación y a la promoción del MERCOSUR. Sostenemos que si bien esta línea analítica sirve para explicar el enfrentamiento entre estos dos dirigentes, no se puede hacer extensivo al resto de los actores justicialistas, cuyas alianzas fluidas y cambiantes responden a un clivaje por sobre todo territorial.

34

Page 36: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

la provincia. De esta manera se aseguraba un canal de construcción política paralelo al

obsoleto de la burocracia.

La debilidad de los órganos burocráticos del PJ no dio lugar a que se produjera una

traducción en términos programático-políticos de las tensiones que atravesaban a los

dirigentes territoriales.

En el partido no hubo, por lo tanto, una instancia de mediación de los conflictos motivo

por el cual las tensiones acumuladas se expresaron potenciadas, lo que conspiró contra

la estabilidad institucional del PJ.

Estrategia de los gobernadores: Grandes versus chicas

La ofensiva aliancista suscitó la reacción de los gobernadores justicialistas, quienes se

reunieron en sucesivas ocasiones para ofrecer resistencias a las medidas que les

resultaban especialmente perjudiciales. Todos coincidían en dos puntos básicos: en

primer lugar, frente a la burocracia partidaria, pensaban que lo mejor era no intervenir

en la disputa entre Menem y Duhalde, que inevitablemente los relegaría a un segundo

plano; en segundo lugar, frente al gobierno, actuar como una oposición “moderada”,

haciendo valer sus intereses pero no de una manera que recuerde al peronismo

corporativo de los 80’.

A partir de allí empezaban las diferencias. El principal campo de disputa pasará por

quién tiene la voz legítima para hablar en nombre del peronismo en su conjunto.

Relegados los dirigentes que hasta ese momento habían hegemonizado el discurso

“peronista” (Menem y Duhalde) y apartados definitivamente los dirigentes del

sindicalismo de la coalición de poder del PJ26, quienes tenían más chances para ocupar

26 La política de reformas de la Alianza también alcanzó a los sindicatos: el Gobierno intentó iniciar la desregulación de las obras sociales mientras avanzaba en las leyes de “flexibilización laboral”, a lo que las centrales sindicales respondieron con medidas de fuerza. Los legisladores del PJ dieron su apoyo para la aprobación de tales leyes, y los gobernadores se mostraron contrarios a los llamados a huelga general

35

Page 37: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

ese lugar eran los gobernadores de las provincias de mayor caudal electoral (las

provincias “grandes” empezarían a llamarse), en ese momento gobernadas por Carlos

Ruckauf (Buenos Aires), José Manuel de la Sota (Córdoba) y Carlos Reutemann (Santa

Fe). El peso económico y poblacional de estas tres provincias se complementaba con

una fuerte presencia en la Cámara de Diputados, lo que aseguraba que sus medidas y sus

discursos tuvieran una permanente repercusión en los medios de comunicación y, por

ende, influencia sobre la “opinión pública”.

Los gobernadores de las provincias chicas, por el contrario, contaban con aparatos

partidarios relativamente pequeños en comparación con las grandes; y también se

encontraban en una situación desventajosa en lo que hace a obtener el reconocimiento

de la “gente”; es probable que la gran mayoría de la población que no perteneciera a sus

provincias de origen ni siquiera conociera sus nombres. Para contrarrestar su frágil

punto de partida decidieron actuar en conjunto, de manera de impedir que sus reclamos

fueran desoídos y quedar rezagados detrás de la figura de los gobernadores “estrella”

(como les llamaban irónicamente a los tres restantes). A mediados de febrero se aliaron

en una línea interna que denominaron Frente Federal Solidario27 que reunía a los 11

gobernadores de las provincias “chicas”. Si separados no contaban con muchos recursos

para imponer sus decisiones, conjuntamente sumaban una considerable cantidad de

legisladores28 para negociar políticas con el gobierno (sobre todo en la Cámara de

Senadores su gravitación era por demás relevante, dada la “sobrerepresentacion” de los

propiciados pos los líderes sindicales, lo que generó un intercambio fuerte de entredichos entre sindicalistas y dirigentes del partido (ver La Nación, 26/04/2000). 27 La Nación informaba el día 17 de febrero de 2000 que “Las dificultades que implica acercar a Menem y Duhalde, rivales políticos durante los últimos dos años, y la independencia con la que se mueven Ruckauf, De la Sota y Reutemann, decidieron al resto de los gobernadores del PJ a conformar un ‘Frente Federal’, que fijará posturas unívocas en el partido y frente al gobierno nacional”. Días más tarde, Clarín decía que “surgió en los últimos días el denominado Frente Federal Solidario de Gobernadores. Son nueve caudillos de provincias chicas que intentan crear un propio polo de poder interno, distanciado del eje de la pelea Menem-Duhalde y del protagonismo de sus primos ricos, Ruckauf, Reutemann y De la Sota” (Clarin, 20/02/2000). 28 Según La Nación, “el grupo tiene adhesión incondicional de 40 diputados y 22 senadores” (13/03/2000).

36

Page 38: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

distritos poco poblados en esa instancia) y para cuestionar la representatividad nacional

de quienes hablaban en nombre del justicialismo.

A lo largo de todo el periodo estudiado el Frente Federal Solidario mantendrá un nivel

de cohesión sorprendente si se tiene en cuenta la heterogeneidad ideológica que había

en su interior: entre sus componentes se encontraban gobernadores que habían apoyado

incondicionalmente las políticas menemistas (como Angel Maza, de La Rioja y Ruben

Marin, de La Pampa) y otros que se definían más cercanos al “populismo duhaldista”

(como es el caso de Néstor Kirchner, de Santa Cruz). A su vez, coexistían caudillos

fuertemente tradicionales con líderes con más predicamento en las clases medias.

La coherencia entre los gobernadores de las provincias “grandes” no era mayor: en la

disputa entre Menem y Duhalde, Reutemann se mostraba favorable al primero, Ruckauf

al segundo, mientras que de la Sota manejaba hábilmente una posición intermedia que le

permitía hacer equilibrio entre ambos, logrando ganar seguidores de uno y otro bando.

La postura compartida por los tres consistía en cerrar filas para que de ellos surgiera el

candidato presidencial para las elecciones de 2003, lo que generaba mayores recelos

entre los “chicos”.

Más allá de las disidencias en cada uno de los bloques internos, la dinámica del Partido

Justicialista en la oposición estuvo motorizada por la relación conflictiva que entre ellos

se entabló, como se reflejaba cada vez que se imponía la toma de decisiones sobre temas

peculiarmente relevantes (como ser el Proyecto de Presupuesto, la flexbilización

laboral, la ley de Emergencia económica, postura ante los ajustes, en los que cada sector

quería obtener la mayor parte de la tajada).

La movilización de recursos por parte de los dos bandos planteó una situación de

“empate” entre las provincias “grandes” y las “chicas”, que hacia principios de mayo

de 2001 empezó a derivar en divisiones en el bloque parlamentario del PJ: el

37

Page 39: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

“Subbloque Federal”, liderado por Duhalde reunía a los diputados justicialistas

bonaerenses, 31 de los 100 del PJ; el sector “Independiente”, que nucleaba a los

legisladores de las provincias chicas, sumaba también en ocasiones el apoyo de Córdoba

y Santa Fe. Además, Menem todavía contaba con un grupo de representantes fieles que

seguían sus directivas, aunque se encontraban cada vez más aislados del resto.

38

Page 40: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

2. La crisis de la Alianza y el advenimiento del PJ al poder (Octubre-Diciembre de

2001)

Las elecciones legislativas realizadas el 14 de octubre de 2001 marcan un punto de

inflexión en la historia del sistema partidario que se había conformado con el retorno de

la democracia en 1983. Si en los años posteriores a la dictadura militar los partidos

políticos expresaron y canalizaron las demandas de la sociedad, generando amplias

adhesiones por parte de la ciudadanía, 15 años después eran el blanco de los ataques de

una sociedad que los responsabilizaba por la crisis socioeconómica que atravesaba el

país.

El malestar ciudadano se reflejó en la progresión inédita del voto en blanco y el voto

nulo, que alcanzó casi el 25% del total de votos emitidos, mientras un cuarto de la

población directamente se abstuvo de ir a votar.

El principal afectado por la “crisis de representación” fue el partido de gobierno, la

Alianza, que experimentó una monumental reducción del caudal de votos: obtuvo 4

millones y medio de sufragios menos que los que había conseguido en 1999, lo que

representa una reducción del 59,7%. En comparación, los resultados logrados por el PJ

no podían ser considerados del todo negativos: perdió “sólo” 667 mil votos (un 12,2%

del caudal cosechado en 1999) (Datos extraídos de Torre, 2003: 654).

El agotamiento del modelo económico sustentado en la convertibilidad y la falta de

diagnósticos certeros sobre cómo superar la crisis se conjugaron en la Alianza con una

coalición política débil e ineficaz, que convirtió la difícil situación de fines de 1999 en

una crisis explosiva. Durante los dos años de gobierno de la Alianza, el PBI se contrajo

en un 12%, la desocupación se ubicó en un 18,3% (muy cerca del récord histórico de

1995, cuando alcanzó el 18,5%) y la deuda externa llegó a representar un 40% del PBI;

financiar los vencimientos de esta última consumía cada vez más recursos públicos. El

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Page 41: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

gabinete económico aliancista, a cargo primero de José Luis Machinea, luego de

Ricardo Lopez Murphi y, por último, de Domingo Cavallo, fue adoptando medidas cada

vez más ortodoxas y recesivas: el problema consistía para ellos en que la Argentina no

era lo suficientemente confiable para los inversores, lo que se reflejaba en el aumento

constante del “riesgo país”; la solución pasó entonces por disminuir el déficit fiscal,

desviando los recursos públicos hacia el pago de la deuda.

Por otra parte, la Alianza experimentó un rotundo fracaso en lo que había sido su leit

motiv de campaña: la corrección de comportamientos políticos corruptos. A poco de

asumir, el gobierno se vio acosado por denuncias de corrupción, que involucraban a

funcionarios de alto rango. El “escándalo” de las coimas en el Senado llevó a la

renuncia de Carlos “Chacho” Alvarez y, con ella, la Alianza UCR-Frepaso quedó

virtualmente destruida. El alejamiento de Alvarez del gobierno allanó el terreno para

que sectores del establishment financiero y empresarial accedieran a puestos clave de

gobierno29. Profundizar la alianza con los sectores más concentrados de la economía

implicaba necesariamente ir perdiendo mayores apoyos sociales y políticos; a lo largo

de estos meses, el gobierno no sólo perdería vínculos con el Frepaso, sino incluso

muchos sectores de la UCR empezaron a pasar a la oposición. A fines de diciembre de

2000 se conformó el ARI (Argentinos por una República de Iguales), un movimiento

político liderado por Elisa Carrió que nucleaba a disidentes de la UCR y a sectores del

PJ 30; además, ante los sucesivos ajustes y la demora del gobierno en enviar los fondos

29 Clarín relacionaba la renuncia de Alvarez con una estrategia consistente en que “para revertir las desconfianzas de los mercados internacionales sobre la marcha del país, De la Rua debería tender a sacarse de encima a Chacho, idealmente también a Machinea , para ejecutar en acuerdo con los poderes reales del PJ una política económica más ortodoxa” (“El miedo a Menem”, 18/10/2000). Días más tarde, el mismo diario informaba que “la llegada de Cavallo a la Casa Rosada es impulsada por banqueros de primerísima línea y algunos grupos empresariales (…) Durante una reunión reservada, el Consejo Empresario Argentino, analizó los diferentes escenarios que abre la llamada ‘hipótesis Cavallo’. El Consejo, que preside el titular del BankBoston Manuel Sacerdote, reúne a los 30 grupos empresariales más poderosos del país. Entre los empresarios consultados, se cree que la iniciativa tampoco sería mal vista por Techint” (“Cavallo se acerca al Gobierno de la mano del establishment”, en Clarín, 27/10/2000). 30 ver “Disidentes de la Alianza y el PJ se unieron en una corriente”, en La Nación, 28/12/2000

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Page 42: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

de coparticipación, los gobernadores aliancistas encontraban enormes dificultades en la

gestión de sus distritos, motivo por el cual decidieron sumarse a los reclamos de los

gobernadores justicialistas31.

El creciente aislamiento del gobierno de De la Rua, conjuntamente con el agravamiento

de la crisis económica, empezaron a sembrar serias dudas acerca de la probabilidad de

que la Alianza llegue a completar los cuatro años de gestión. Enseguida después de las

elecciones, ante la pregunta de un periodista sobre si creía que De la Rua llegaría al

final de su mandato, Duhalde contestaba: “Esa pregunta me la hace invariablemente el

hombre de la calle. En el cierre de la campaña del 99’ dije: ‘estamos en una vía

ferroviaria, después de la recesión viene otra estación: la depresión y, después, el caos y

la anarquía’. Si el gobierno no ve eso, todo es posible” (“Con un bonaerense en la

fórmula”, en Página 12, 16/10/2001).

El progresivo desmoronamiento del gobierno se aceleró hasta cobrar un ritmo

irrefrenable luego del traspié electoral sufrido en las elecciones legislativas de octubre

de 2001. A partir de este momento se empiezan a plantear en el PJ distintas estrategias

para ir ocupando espacios frente a una eventual caída del gobierno. En estos dos meses

y medio, las luchas entre las fracciones del PJ no variarán los ejes en torno de los cuales

se venían desarrollando desde 1999: por un lado, la disputa entre Menem y Duhalde por

ejercer el liderazgo peronista; por otro lado, entre los gobernadores, la competencia

entre provincias “chicas” y “grandes”. Empero, sí variará enormemente la intensidad de

esos enfrentamientos: el colapso de la Alianza, que ya era percibido por todos como 31 En septiembre de 2001 gobernadores justicialistas y aliancistas se reunieron, en un fuerte gesto político, para presionar al gobierno para hacer coparticipable el impuesto al cheque. La Nación daba cuenta del encuentro de la siguiente manera: “Los mandatarios (justicialistas y aliancistas) se reunieron para acordar una postura unificada frente a la amenaza de recorte en los fondos coparticipables que la Nación gira a las provincias. Esa posibilidad había sido admitida por el ministro de Economía, Domingo Cavallo, ante la necesidad del Gobierno de cumplir con el déficit cero luego del acuerdo firmado FMI. Por primera vez desde que Fernando de la Rúa llegó a la presidencia, los gobernadores del PJ y del oficialismo unificaron sus voces para resistir una medida del Gobierno y, además, impulsar una iniciativa en el Congreso” (en La Nación, “Unánime reclamo de los gobernadores”, 13/09/2001).

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Page 43: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

inminente, abrió un período de crisis y, como es sabido, las crisis suelen ser coyunturas

clave en las que se definen los senderos a seguir, por lo que las distintas fuerzas en

pugna redoblarán sus esfuerzos por imprimir un rumbo a los acontecimientos.

A continuación desarrollaremos la manera en que se desenvolvieron los conflictos al

interior del PJ, que culminaron con la caída del gobierno aliancista y la sucesión de

presidentes del PJ hasta el triunfo de Duhalde y del peronismo bonaerense.

Menem y Duhalde

La disputa entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde se organiza alrededor de dos

cuestiones centrales: en primer lugar, continúa la disputa por la conducción del Partido

Justicialista; en segundo lugar, la crisis económica y la escasa sustentabilidad de la

paridad cambiaria, agravada por la masiva fuga de capitales, volvieron inminente la

necesidad de influir sobre las decisiones de gobierno, en función de los fuertes vínculos

que cada uno de ellos mantenía con sectores económicos.

Remarquemos en primer lugar la enorme diferencia de recursos con los que contaron

ambos dirigentes en esta coyuntura. Detenido desde junio, por una causa de venta ilegal

de armas, Menem contó, hasta el día de su liberación, el 20 de noviembre de 2001, con

un margen de maniobra muy estrecho y un escaso poder de convocatoria.

Duhalde, por el contrario, logró con su amplio triunfo en la provincia de Buenos Aires

(superó por más de 30 puntos al candidato de la UCR, Raul Alfonsin) retomar el

protagonismo político que había perdido dos años antes. Aprovechando la debilidad de

su más directo contrincante, retomó su proyecto de desplazar a Menem de la conducción

justicialista, para lo cual convocó a una reunión del Congreso Justicialista, que pudo

efectivizarse a principios del mes de noviembre. En la descripción del acontecimiento,

Clarín subraya:

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Page 44: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

“El Congreso Nacional Justicialista formalizó ayer lo que hace tiempo es

un hecho: delegó la conducción política del partido en una comisión

integrada por sus 14 gobernadores. También decidió relegar al Consejo

Nacional —el órgano ejecutivo que preside Carlos Menem— a cumplir

tareas administrativas y contables (…) Duhalde, titular del Congreso

partidario, encabezó una convocatoria que apenas arañó los objetivos:

de los 916 congresales, un poco más de 450 asistieron al microestadio

del club Lanús. A simple vista quedó claro que el cónclave terminó

siendo un punto de encuentro del PJ bonaerense que, con 273

representantes, marcó abrumadora mayoría” (“Duhalde logró darle un

primer empujón a Menem en la conducción peronista”, en Clarín,

11/11/2001).

Como vemos, persisten los límites por parte de Duhalde de extender la fortaleza

conseguida en su distrito de origen hacia las provincias del interior, con lo cual el

desplazamiento de Menem de la burocracia del PJ podía ser considerada un éxito en

tanto logró concentrar en sus manos el poder de decisión acerca de cuándo cambiar las

autoridades partidarias y cuándo y cómo llamar a internas para elegir candidatos

(cuestiones que serían de una relevancia insoslayable en los próximos meses), pero en lo

que hace a lograr articulaciones amplias a nivel nacional, los intentos de Duhalde

fracasaron una vez más, y corría el riesgo de vaciar al PJ de apoyo político efectivo.

Sólo se hicieron presentes en esa oportunidad unos pocos gobernadores (Rodríguez Sáa

y Kirchner, además de Ruckauf) y la gran mayoría de las provincias no mandó

representantes para avalar las decisiones que de allí surgieran (las ausencias más

43

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significativas las marcaron Córdoba y Santa Fe), con lo cual la intención de Duhalde de

realizar un “congreso histórico” para “separar a los liberales del Movimiento Nacional

Justicialista” quedó lejos de alcanzarse.

La avanzada de Duhalde generó la inmediata respuesta de Menem, quien ni bien salió

de su prisión domiciliaria, reasumió la conducción del Consejo Nacional. En la primera

reunión luego de casi un año de inactividad, Menem logró reunir a una gran cantidad de

gobernadores (ocho en total, todos de las provincias “chicas”32), anunció que la

prioridad era mantener unificado al PJ y que iba a impugnar las decisiones que había

tomado Duhalde en su congreso.

Las idas y vueltas, resoluciones e impugnaciones, que se sucedían en los altos mandos

del justicialismo no hacían sino acentuar la fragmentación entre las fracciones del

justicialismo, con el agravante de que devolvían a la sociedad un espectáculo

anacrónico que acentuaba el rechazo generalizado hacia una elite política preocupada

por sus intereses de grupo.

Difícilmente se pueda comprender la encarnizada lucha desatada entre Menem y

Duhalde en estos meses sino tenemos en cuenta un factor que, si bien había estado

presente desde mediados de los 90’, adquiere ahora una urgencia inédita. Nos referimos

al agotamiento del modelo económico que había imperado en el país desde principios de

los 90’, sustentado en la convertibilidad y el endeudamiento externo. La evidencia de

que la convertibilidad había cumplido un ciclo (que se insinuaba desde principios de

año y fue ya inocultable cuando el 1 de diciembre Cavallo decretó la “ley de restricción

fnanciera”, conocida popularmente como “corralito”) tornaba necesario tomar una

decisión respecto a la política monetaria a seguir en el país. La disyuntiva pasaba por

32 Ver “Menem reasumió la jefatura del PJ sin los tres gobernadores fuertes”, en Clarín, 29/11/2001

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Page 46: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

devaluar o dolarizar, y tomar uno u otro camino implicaba favorecer y perjudicar

determinados intereses.

Eduardo Duhalde había anunciado ya en su campaña a presidente su vocación de

promover una devaluación, lo que en ese momento había suscitado el rechazo de gran

parte de la ciudadanía que todavía guardaba en la memoria el recuerdo de la

hiperinflación de 1989. Detrás de la postura de Duhalde se encontraba su alianza con los

grandes grupos económicos locales; éstos habían participado del proceso privatizador en

su primera etapa, pero ya a mediados de los 90’ habían vendido sus activos y depositado

sus dividendos en el exterior. Una devaluación los beneficiaría en tanto se multiplicaría

el valor de sus activos al convertirlo a pesos argentinos. Carlos Menem, por el contrario,

durante los diez años que estuvo en la presidencia, afianzó sus vínculos con el capital

extranjero, que obtenía beneficios en el país tanto a partir de la participación en las

empresas privatizadas como a través del endeudamiento del país; la única manera de

asegurar la rentabilidad de sus negocios en Argentina pasaba por la dolarización de la

economía.

Las cuestiones que se estaban definiendo eran demasiado urgentes como para esperar

hasta 2003, siguiendo los tiempos institucionales; más aún cuando De la Rua seguía

presentando sólo incertidumbres respecto de sus medidas. Además, los gobernadores

(como veremos en seguida) no cejaban en su escalonada hacia la Rosada. Menem y

Duhalde empezaron a plantearse entonces cómo ejercer influencia para inclinar al

gobierno a su favor.

Desde mediados de 2001 Duhalde entrevió la posibilidad de involucrarse en el

gobierno33. La escasa capacidad por ejercer su liderazgo en el PJ pensaba que podía ser

contrapesada con cargos ejecutivos en el gobierno nacional; por otra parte, intentó tejer 33 Conjuntamente con Raul Alfonsin y sectores del Frepaso, Duhalde lanzó la propuesta de formación de un “gobierno de unidad nacional”. Véase “Duhalde proyectaría ser jefe de gabinete después de octubre”, en La Nación , 30/08/2001

45

Page 47: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

alianzas extrapartidarias desde la construcción de un “Movimiento Productivo” (en el

que incluía, principalmente, a sectores de la Unión Industrial Argentina y del

sindicalismo), para llegar con firmes bases de apoyo en la sociedad. Sin embargo, el

amplio triunfo que obtuvo en su provincia en octubre y la escasa popularidad del

gobierno lo alejaron de esa alternativa y empezó a concebir la posibilidad de una caída

del gobierno y aspirar anticipadamente directo a la presidencia.

La urgencia de Duhalde estuvo alentada además porque Menem, apenas se encontró en

libertad, empezó a tener relaciones cada vez más estrechas con el gobierno de la

Alianza, e incluso impulsó a miembros de su entorno para ocupar importantes puestos

en el gabinete. Así lo señalaban los diarios en el momento:

“En el menemismo gana terreno la percepción de que un sector del establishment

presiona para que Menem intervenga para salir de la crisis y obtener el respaldo

del FMI, con la incorporación al Gobierno de figuras de su confianza.

En ese sentido, el próximo desembarco de Miguel Kiguel en el área de

financiamiento contaría con el visto bueno de Menem y del presidente provisional

del Senado, Ramón Puerta. Kiguel formó parte del equipo del ex ministro de

Economía menemista Roque Fernández.

Esos rumores, que suenan en el menemismo, incluyen a Emilio Cárdenas, del

banco HSBC, como posible sucesor del ministro de Economía, Domingo Cavallo,

en una eventual agudización de la crisis” (“De la Rua calificó como positiva la

reunión con Menem”, en La Nación, 14/12/2001).

La estrategia de Menem de acercarse al gobierno era la contracara de su debilidad por

sumar apoyos partidarios y erigirse como vocero de la oposición justicialista. El apoyo

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recibido por parte de algunos gobernadores de provincia en las reuniones organizadas

por el Consejo Nacional del PJ eran más el producto de la tentativa de estos últimos por

debilitar al duhaldismo que una confianza en Menem.

Las pujas entre Menem y Duhalde terminarían debilitando a ambos y abriendo una

brecha para que líderes de segunda línea pasaran a un primer plano, aunque sin grandes

consensos entre sí, como veremos a continuación.

Gobernadores

La nueva coyuntura nacional abrió también entre los gobernadores un espacio de lucha

por la definición del liderazgo. El enfrentamiento entre provincias “grandes” y “chicas”

es el principal eje en torno del cual se organiza el conflicto y, al igual que en el caso

anterior, la intensidad del mismo irá in crescendo a lo largo de estos meses.

Las posiciones sostenidas por cada uno de los bloques se encuentran bien resumidas en

la siguiente nota de un periódico luego de una reunión de la que participaron la totalidad

de los gobernadores, a tres días de las elecciones de octubre:

“Estaba la totalidad de los gobernadores justicialistas en el Consejo Federal de

Inversiones (CFI). Los de las provincias grandes y los de las chicas. Cada uno

llegó a tratar de imponer su posición. Los tres primeros, Córdoba, Buenos Aires y

Santa Fe, intentaron insistir con ‘apoyar la gobernabilidad’ para evitar el desastre.

Las chicas, en cambio, impulsaron la idea de ‘aprovechar la cuota de poder que

nos otorgaron los votos’ y exigir que el Estado nacional cumpla con el pago de las

deudas provinciales y la coparticipación a través de distintas medidas de acción

directa. No hubo acuerdo. La reunión fue corta pero intensa. Colmada de fuertes

cruces influidos por las aspiraciones políticas de cada sector y que se sintetizan en

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Page 49: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

cuál grupo hegemonizará la posición del peronismo frente al nuevo escenario que

abrió a partir de los comicios del domingo pasado” (“Dura discusión entre

peronistas: provincias grandes versus provincias chicas”, en Página 12,

18/10/2001).

La vocación de los gobernadores de las provincias “grandes” de garantizar la

gobernabilidad de De la Rua se debía a que contaban con mayor poder de presión para

obtener recursos en la distribución del escaso presupuesto nacional. Por otra parte,

confiaban en que en un proceso eleccionario, la interna justicialista se dirimiría entre

ellos tres.

La “guerra de posiciones” entre los gobernadores se librará principalmente en las

cámaras legislativas del Congreso Nacional. Los gobernadores de las provincias chicas

se encontraron con una ventaja inesperada: la renuncia del vicepresidente Alvarez el año

anterior había dejado vacante la presidencia del Senado; según las leyes de la

Constitución Argentina, el presidente de este cuerpo legislativo es el primero en la línea

de sucesión presidencial. La sobrerrepresentación de las provincias poco pobladas en la

cámara Alta dotaba de un recurso clave a las provincias chicas que, actuando en

conjunto, podían decidir quién ocuparía ese puesto. El impulso de las elecciones

legislativas los lanzó hacia su caza, promoviendo a Ramón Puerta (senador por la

provincia de Misiones) como candidato al cargo34, quien finalmente asumiría el 10 de

diciembre.

Las provincias “grandes” no hicieron demorar su contraataque, que consistió en

quedarse con la presidencia de la Cámara de Diputados, donde tenían una amplia

mayoría de legisladores. Eduardo Camaño, legislador por la provincia de Buenos Aires

34 Ver “Una amenaza en Puerta para presidir el Senado”, en Página 12, 17/10/2001

48

Page 50: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

y con larga trayectoria en las filas duhaldistas, fue quien finalmente asumió la

presidencia de la Cámara Baja, quedando como segundo en la sucesión presidencial.

La conquista de importantísimos puestos institucionales por parte del PJ dejaron en una

posición de extrema debilidad al gobierno de la Alianza, que debía además hacer frente

a la ola de movilización protagonizada tanto por sectores medios en protesta por la

confiscación de sus ahorros como por los movimientos de trabajadores desocupados que

realizaban cortes de ruta en todos los puntos del país. A ellos se les sumaban los

llamados a huelga general por parte de los sindicalistas y los piquetes llevados a cabo

por pequeños productores del interior; el panorama de inestabilidad que este conjunto de

hechos contribuyó a sembrar se completó a mediados de diciembre con los saqueos a

comercios y supermercados, que comenzaron en localidades del interior del país y el 19

de diciembre hicieron su entrada en el conurbano bonaerense35. El “estallido” tan

temido finalmente se había producido, y el 20 de diciembre Fernando De la Rua

presentó su renuncia a la presidencia36.

35 Para un estudio de la dinámica de los saqueos y la eventual participación de punteros del PJ en los hechos, véase Auyero, 2007 (especialmente pags.145-162). 36 A menudo se ha sostenido que la caída de De la Rua fue la consecuencia de un “complot” perpetrado por el Partido Justicialista. Al respecto señalamos, sin pretender llegar a conclusiones definitivas, algunos elementos para abordar la cuestión: en primer lugar, a partir de la división reinante en las filas del justicialismo que venimos describiendo, es fácil imaginarse que es imposible la existencia de un “complot del PJ”, básicamente porque si algo caracterizaba a este partido era la inexistencia de unidad y coherencia en la acción; más bien habría que preguntarse qué facción del PJ pudo haber impulsado la desestabilización del gobierno. En este sentido, por lo general se suele vincular al peronismo bonaerense, y a sus máximos representantes, Ruckauf y Duhalde, como los principales instigadores de la conspiración; sin embargo, hay que recordar que los saqueos comenzaron en el interior del país; por otra parte, el rol pasivo de Duhalde y Ruckauf en la primer transición permiten por lo menos cuestionar la hipótesis de una mano oscura bonaerense en estos hechos. En segundo lugar, cabe recordar que los aparatos clientelares estaban atravesando una profunda crisis, por lo que no se puede sobrestimar la capacidad de maniobra de la dirigencia para imponer decisiones a las bases, capacidad que incluso en momentos “normales” muchas veces también se ve limitada por el carácter descentralizado del PJ; además, las movilizaciones de mayor repercusión las protagonizaron sectores de las clases medias, sobre las cuales el PJ no tenía en ese momento prácticamente ninguna influencia. No desconocemos la presencia de punteros del PJ en los saqueos (véase Auyero, 2007), pero de esta participación no se pueden extraer conclusiones apresuradamente. Sí interesa remarcar que la dinámica de la contienda interna del justicialismo, por más que persiguiera como objetivo ganar posiciones frente a los rivales partidarios, condujo objetivamente a ocupar puestos institucionales que acentuaron la debilidad del gobierno y aceleraron la caída de De la Rua.

49

Page 51: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Frente a la falta de alternativas políticas institucionales, el poder recayó “naturalmente”

en el Partido Justicialista, que presentaba en ese momento un inédito cuadro de

fragmentación interna. En este marco, la interna del PJ se traslada al Ejecutivo

Nacional, que verá pasar cuatro presidentes justicialistas en una semana.

La interna justicialista se traslada al Ejecutivo Nacional

Conforme a la ley de Acefalía, una vez aceptada la renuncia del primer mandatario, el

presidente del Senado asume la presidencia de la Nación y éste tiene el deber, dentro de

las 48 horas siguientes, de convocar a las Cámaras del Congreso para que se reúnan en

Asamblea y, por mayoría absoluta de votos, elijan a la persona que ejercerá la

presidencia hasta concluir el mandato del presidente saliente. Esa elección solamente

podrá recaer sobre un diputado nacional, un senador nacional o un gobernador de

provincia.

La división prevaleciente en el justicialismo impidió que se consensuara un candidato

para ejercer durante los restantes dos años la presidencia. Las tensiones acumuladas

entre las distintas fracciones en que se encontraba dividido el justicialismo se

expresaron potenciadas, fundamentalmente por la falta de una mediación institucional

partidaria y de un liderazgo mínimamente aceptado, capaces de amortiguar las disputas

internas.

En este contexto, se decidió postergar la disputa por la sucesión. Forzando al máximo la

interpretación de las leyes, se decidió que el gobernador de la provincia de San Luis,

Adolfo Rodríguez Saa, asumiese por dos meses la primera magistratura, para convocar

en marzo a elecciones con ley de lemas, en las que cada candidato sería un sublema y el

lema sería el partido. Este fue el único modo que se encontró para descomprimir en el

corto plazo la interna justicialista; sin embargo, resultó cosechar resultados contrarios a

50

Page 52: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

los buscados pues, ante la cercanía de un proceso electoral, los referentes del

justicialismo lanzaron sus candidaturas y no quisieron comprometerse con el flamante

gobierno. La asunción de Rodríguez Saa fue un triunfo del Frente Federal37 que pudo

imponer un presidente en contra del enorme peso de las provincias “grandes”. Sin

embargo, el acuerdo con Rodríguez Saa no iba más allá de marzo; todos los

gobernadores pensaron que era el gran momento para dar el salto hacia la presidencia38.

La ambición de Rodríguez Saa lo llevó a cometer una serie de errores políticos que le

costarían el aislamiento y lo llevarían a la renuncia. A los tres días de asumir hizo saber

públicamente que, en contra de lo decidido en el Congreso en acuerdo con el PJ,

pretendía quedarse en el poder hasta 200339; los gobernadores justicialistas que veían en

el escenario abierto tras la crisis una posibilidad de acceder al poder le quitaron su

apoyo. Por otra parte, la designación de funcionarios con pasado de corrupción

(Manzano, Grosso) generó la reacción popular: nuevamente la gente salió a golpear las

cacerolas y a marchar a la Plaza de Mayo. Acosado por la movilización social, y sin el

apoyo de los gobernadores justicialistas, Rodríguez Saa se vio obligado a presentar su

renuncia40.

Con la caída de Rodríguez Saa, el poder se desplaza de la Cámara Alta a la Baja, y de

las provincias “chicas” a las “grandes” (en su mensaje de renuncia, Rodríguez Saa dejó

traslucir que se iba por un golpe propiciado por las provincias “grandes). Ante la nueva

acefalía, Puerta renunció, dando paso a que la presidencia provisional quedara en manos

de Eduardo Camaño, diputado por la provincia de Buenos Aires. Las fichas se iban

37 Véase “Acuerdo en el PJ, a la medida de todos sus gobernadores”, en Clarín, 22/12/2001 38 La distancia entre las demandas de cambio de la sociedad y los objetivos estrictamente personales que perseguían los dirigentes justicialistas no deja de sorprender. Las encuestas de esos días mostraban que la dirigente con más intención de voto era E. Carrió, con sólo el 10,2%; el justicialista mejor posicionado era Carlos Ruckauf, que apenas alcanzaba el 9% de intención de voto (ver “Carrió y tres del PJ”, en Clarín, 30/12/2001). 39 Véase “Rodríguez Saá avanza contra el pacto”, en La Nación, 27/12/2001 40 Ver “ ‘En vez de catorce vinieron seis, así yo no sigo’ ”, en Clarín, 31/12/2001.

51

Page 53: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

acomodando para que el poder quedara en manos de Duhalde. Según el diario La

Nación,

“El Frente Federal Solidario, que nuclea a las once provincias peronistas llamadas

‘chicas’, anunció que no está dispuesto a participar del debate para la elección de

un nuevo presidente que ocupe el cargo hasta las próximas elecciones de marzo

(…) Luego de conocer una fugaz victoria, con el Senado en manos de Puerta y la

Presidencia de la Nación a cargo del ex gobernador puntano, el Frente Federal

quedó atomizado en al menos tres partes. Por un lado está Rodríguez Saá, solo y

sin miras políticas para el futuro inmediato. En el otro extremo están ‘los

sureños’: el santacruceño Néstor Kirchner, que espera con ansias las elecciones de

marzo próximo y el fueguino Carlos Manfredotti. En el medio se ubica la

mayoría… Estos últimos sólo quieren replegarse sobre sí mismos y dejarles la

decisión sobre el futuro presidente a los tres ‘grandes’: Ruckauf, Reutemann y De

la Sota. ‘Ahora, el Frente Federal va a tener una actitud más expectante porque

acaba de tener un rotundo fracaso’, admitió anoche a LA NACION uno de ellos”.

(“Repliegue del Frente Federal”, en La Nación, 31/12/2001).

En la nueva puja por ocupar la presidencia se presentaban dos posturas dentro del

justicialismo: por un lado, De la Sota y Reutemann pretendían un nuevo gobierno de

transición que convocara a elecciones anticipadas con ley de lemas, con el argumento

de que la gravedad de la crisis exigía un presidente avalado por el voto popular. Por otro

lado, la postura sostenida por Duhalde postulaba que el nuevo presidente completara el

mandato de De la Rua; un proceso electoral, razonaba, pondría en evidencia la escasa

52

Page 54: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

legitimidad de la dirigencia política; además, nada aseguraba que el justicialismo ganara

las elecciones, frente al crecimiento de figuras ajenas al partido.

Finalmente fue esta segunda postura la que se impuso. Como sostiene Edgardo Mocca:

“el sistema político tardó en reaccionar frente al cataclismo, pero finalmente reaccionó.

Lo hizo a través de la única estructura que conservaba en aquellos días un mínimo de

capacidad operativa y de aptitud para restablecer el orden político: el peronismo

bonaerense” (Mocca, 2004: 84)41. Fue, en efecto, el PJ bonaerense, bajo la figura de su

caudillo principal, Eduardo Duhalde, el que logró capear la crisis y establecer un

horizonte mínimo de estabilidad en el mediano plazo. La sucesión en el PJ quedaba,

empero, lejos de resolverse, como veremos en el próximo apartado.

Varios autores sostienen que la “crisis de representación” acaecida en las elecciones de

octubre de 2001 afectó de modo diferencial a los partidos políticos argentinos,

resultando el PJ el menos perjudicado. Según Torre, “el repudio ciudadano que éstas

(las elecciones de octubre de 2001) pusieron de manifiesto no hizo impacto en todos los

partidos por igual. Este fue comparativamente menor para el PJ; contra el telón de fondo

del drástico encogimiento del electorado de partido, el peronismo logró sobrevivir

todavía como fuerza predominante” (Torre, 2003: 654).

Sostenemos que esto es cierto en tanto el análisis se limite a la “crisis de

representación” manifiesta en las elecciones de octubre. Pero si consideramos la crisis

política general que vivió el país, las consecuencias de ésta no resultaron inocuas para el

justicialismo. Asumir el gobierno estando atravesado por una profunda división interna,

sin un liderazgo sólido y sin una estructura burocrática capaz de mediar entre las

facciones en disputa y de proponer políticas públicas consensuadas por todos los

actores, agotó los últimos recursos de cohesión que todavía quedaban en el PJ,

41 véase también Torre, 2005 y Ollier, 2005.

53

Page 55: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

conspirando ostensiblemente contra la estabilidad institucional misma del partido y

contra una resolución eficaz de la crisis. En la coyuntura crítica abierta con la renuncia

de De la Rua, la crisis del país y la del justicialismo se retroalimentaron mutuamente: el

vacío de poder en la escena nacional aumentó la fragmentación partidaria al arreciar la

lucha por el poder, y la fragmentación del PJ, a su vez, tornó más débiles a los

presidentes que asumían, quienes sin un consenso mínimo carecían de la autoridad

necesaria para imponer medidas con la suficiente base de legitimidad.

El desafío de Duhalde consistirá en erigirse como una figura distanciada de los

conflictos partidarios. El control del territorio bonaerense y el apoyo obtenido del resto

de los partidos políticos le dieron el sustento necesario para intentar poner fin a este

círculo vicioso. Uno de los objetivos fundamentales de Duhalde consistió en adoptar

una postura equidistante respecto de los gobernadores justicialistas, cargando con lo

más pesado de la crisis y autoexcluyéndose de presentarse como candidato en 2003.

54

Page 56: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

3. El gobierno de Duhalde

Duhalde asumió la presidencia el 1 de enero de 2002 y, desde ella, comenzó a poner en

práctica una nueva estrategia de respuesta a la crisis. Tres grandes flancos se le abrían al

flamante presidente: en primer lugar, debería resolver quién cargaría con el peso de la

crisis económica; en segundo lugar, se le planteaba la cuestión de cómo contener la

protesta social; por último, definir la manera de resolución de la interna justicialista.

Sobre el primer punto sólo diremos que la salida devaluacionista de la convertibilidad

logró revertir el estancamiento económico en que se encontraba el país desde 1998.

Hacia mediados de 2002 se manifestaron los primeros indicios de reactivación

económica. La megadevaluación de un 400% posibilitó el crecimiento de los sectores

ligados a la exportación y el renacimiento de ramas fabriles expulsadas de la producción

con el modelo aperturista de los 90’. La desocupación, que había llegado al inédito

22,5% en el mes de mayo, comenzó a decrecer paulatinamente. Sin embargo, el shock

devaluatorio produjo una escalada de precios, en tanto los salarios siguieron congelados

por un tiempo, al tiempo que muchas empresas lograron presionar al Estado en la

licuación de sus deudas, por lo que los sectores más concentrados de la economía

pudieron descargar (aunque en menor medida que en situaciones similares anteriores) el

peso de la crisis en el resto de la sociedad argentina (Novaro, 2006: 294-297).

Construir diques de contención frente al auge de la movilización de las clases medias y,

sobre todo, de los sectores populares, fue el segundo gran problema de la agenda de

Duhalde. El principal mecanismo de resolución ideado por el nuevo gobierno consistió

en revitalizar los golpeados aparatos clientelistas del Partido Justicialista. El

lanzamiento, a principios de abril, del plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, debe

inscribirse dentro de la estrategia de fortalecer los lazos clientelares frente a la amenaza

que significaban los MTD’s (Svampa y Pereyra, 2003: 220-221; Svampa, 2005, 254).

55

Page 57: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Por otra parte, la represión ejercida sobre los sectores más combativos fue utilizada

como mecanismo complementario de disuasión42.

En lo que refiere a la interna justicialista, Duhalde se planteó como objetivo inmediato

armar un bloque de poder de apoyo “federal”, para comprometer a los gobernadores de

los distritos con el nuevo gobierno, demasiado identificado con la provincia de Buenos

Aires. En el mediano plazo, debía enfrentarse con el candente problema de la sucesión:

¿quién sería el candidato oficial del partido para las próximas elecciones?, ¿cómo se lo

elegiría, a través de internas o constituyéndose él en un gobierno “elector”? ¿sería

posible no ya consensuar un candidato, algo por demás pretensioso, sino los

mecanismos para designar a este último sin que el PJ se fracturara?

Ya en los primeros pasos de su gobierno, estaría claro que Duhalde no podría superar el

aislamiento regional en que se encontraba. Para el armado de su gabinete convocó a

gobernadores del interior, quienes le esquivaron a la responsabilidad de involucrarse

institucionalmente en el gobierno43.

Los analistas enfatizan un hecho repetido en la historia del justicialismo: cuando el

partido no está en el poder, por lo general suele adoptar un carácter descentralizado, y es

muy difícil que un solo dirigente se haga del control del partido; por el contrario,

cuando está en el gobierno nacional, el presidente pasa a ser el líder del partido, que por

un tiempo adquiere un funcionamiento más vertical y centralizado (Levitsky, 2005: 99-

101; Mustapic, 2002: 156).

Siguiendo esta línea interpretativa, el gobierno de Duhalde parece ser una notable

excepción, pues en el PJ prevalecieron en estos 18 meses la fragmentación y la división,

42 El 26 de junio la variante represiva se puso trágicamente en práctica; dos jóvenes militantes piqueteros fueron asesinados por la policía en una marcha en la que se reclamaba por trabajo y planes sociales. 43 Néstor Kirchner y José M. de la Sota recibieron pedidos de Duhalde para que se incorporen a su gobierno; estos sólo prestaron un apoyo difuso, e incluso se negaron a que hombres de sus gobiernos provinciales se unieran al duhaldismo. El resultado sería un gabinete con indiscutible predominancia bonaerense: todos los ministros, con la única excepción del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, eran provenientes de Buenos Aires.

56

Page 58: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

antes que la unidad. Varios factores influyeron para que Duhalde fracasara en su intento

por imponer obediencia y univocidad en el justicialismo: en primer lugar, la fuente de la

fortaleza de los presidentes suelen ser, antes que todo, los recursos económicos que el

manejo del gobierno pone a su disposición; la situación de quiebra financiera absoluta

del Estado nacional (y la reducción al máximo de sus capacidades institucionales)

(Sidicaro, 2006) en el momento en que asume Duhalde lo privaron de los tentadores

incentivos “materiales” para forzar alianzas con los gobernadores.

En segundo lugar, el hecho de que Duhalde se autoexcluyera de una candidatura para

las elecciones de 2003 disminuyó los costos de encarar una acción opositora, más aún

cuando en sus espaldas cargaba con todo el peso de medidas antipopulares, vistas como

necesarias en el camino de la “normalización” (dichas medidas referían sobre todo a la

devaluación y la represión).

Por último, las heridas que había dejado la crisis sobrevenida luego de la caída de De la

Rua estaban todavía a flor de piel; en esa semana, como vimos, la lucha entre las

distintas fracciones partidarias se potenció hasta el paroxismo; lo que hasta el momento

eran líneas internas dentro del partido, luego de la crisis cristalizaron en facciones

contrarias abiertamente en pugna, con posiciones ya imposibles de reconciliar (se

acusaban mutuamente de la perpetración de golpes de estado, intentos de homicidio,

persecución a través de los organismos de inteligencia). Los lazos de solidaridad entre

los actores justicialistas, débiles antes de la crisis, terminaron de consumirse

definitivamente en el transcurso de ésta. Durante el gobierno de de la Rua, por otra

parte, si bien la identidad peronista estaba cuestionada, pertenecer a la oposición por lo

menos los homologaba en algún punto. Ahora, desaparecido el adversario común, el

peronismo no encontraba ningún eje de reunificación.

57

Page 59: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Sin la legitimidad dada por el voto popular y sin el apoyo de sus propios partidarios, el

gobierno de Duhalde se debatiría en una permanente fragilidad, que ponía en tela de

juicio la capacidad de que efectivamente completara el mandato que había asumido. En

este contexto, la “masacre del Puente Pueyrredón” el 26 de junio y la nueva ola de

movilizaciones populares que contrajo amenazaron con poner en el primer plano

nuevamente un clima de inestabilidad con consecuencias impredecibles44. Fue así que,

acorralado por casi todos los sectores, a principios de julio, Duhalde decidió adelantar

las elecciones para marzo del siguiente año.

Establecido el nuevo calendario electoral45, no tardó en resurgir el (siempre conflictivo)

problema por la sucesión. Aspirantes a la presidencia no faltaban en el partido: Carlos

Menem, Adolfo Rodríguez Saa, Néstor Kirchner y José Manuel De la Sota fueron los

primeros anotados en la carrera hacia la primera magistratura46. Faltaba definir qué

haría Carlos Reutemann, el candidato visto como más potable dentro del gobierno y el

único con índices aceptables de popularidad.

¿Sería capaz el PJ de contener a todos los competidores dentro de su estructura,

estableciendo mecanismos por todos compartidos para definir un candidato acreedor del

apoyo del resto? Por lo pronto, Duhalde emplearía todos los recursos a su disposición

para que esto fuera posible; se propuso, además de garantizar el triunfo del peronismo,

evitar que la presidencia recayese de nuevo en Carlos Menem.

44 Por primera vez en muchísimos años, quizás desde el regreso de la democracia, las clases dominantes (políticas y económicas) temieron un brote revolucionario difícil de encauzar. En su columna de opinión, Morales Solá advertía que el crecimiento de la protesta era una señal de “la aparición, tosca e incipiente, de una corriente revolucionaria en busca del poder (que) no comprende a todo el movimiento piquetero, pero marca la presencia de un discurso turbulento y sublevado por primera vez desde que el conflicto social alcanzó dimensiones enormes” (“Las razones para dejar el poder”, en La Nación, 03/07/2002). 45 El cronograma dispuesto establecía el 27 de marzo como fecha de elección presidencial; el 18 de mayo habría segunda vuelta, para el caso de que ningún candidato obtenga los votos necesarios. El 25 de mayo de 2003 sería el día de la sucesión. 46 Carlos Ruckauf, quien había sido el candidato preferido de Duhalde para la presidencia, se retiró de la competencia al renunciar a la gobernación de la provincia de Buenos Aires en los primeros días de enero para sumarse al gabinete del presidente entrante.

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Si el control del Estado nacional no le reportaba a Duhalde mayores beneficios en el

acaparamiento de recursos económicos, sí ponía a su disposición recursos legales sobre

los que no dudó en echar mano para inclinar la interna partidaria a su favor; en los

primeros días de agosto, firmó un decreto regulador de las internas partidarias, según el

cual todos los partidos políticos se veían obligados a realizar internas abiertas y

simultáneas47: que ciudadanos independientes sin filiación partidaria alguna

participaran en la interna del PJ tenía la triple ventaja de promover el acercamiento de la

gente con los partidos, quebrado luego del “que se vayan todos”, disminuir las chances

de Menem de acceder a la presidencia (en vistas de que el rechazo de su figura entre los

no peronistas disminuía sus posibilidades de ganar la interna) y, lo más relevante,

excluir a la burocracia partidaria de la decisión sobre cómo y cuándo se realizarían los

comicios. Sobre este último punto digamos que, en realidad, el decreto tenía interés

solamente para el PJ; establecer un sistema nacional para las internas partidarias, en

lugar de determinarlas a través de la carta orgánica de cada partido (como se había

hecho siempre), le interesaba a Duhalde en tanto que se excluía a la burocracia

partidaria, donde estaba igualado en fuerzas con el menemismo, de la disputa por el

mecanismo para elegir candidatos, que implicaría una desgastante pelea.

Quedaba por definir qué candidato recibiría su apoyo para enfrentar a Menem. En este

punto, confiaba en que el control del territorio bonaerense le aseguraría el triunfo a su

delfín. Carlos Reutemann era quien reunía las mejores condiciones para suceder a

Duhalde, tanto por los índices aceptables de popularidad que reflejaban las encuestas

como por la “moderación” que expresaba. Sin embargo, se negó permanentemente a

presentarse como candidato, con argumentos difíciles de comprender, que quizás sólo

escondían una falta de ambición política. El gobernador cordobés, José Manuel De la

47 Véase “Todos podrán votar en la interna de cualquier partido”, en Clarín, 03/08/2002

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Sota, se convirtió entonces en el elegido por Duhalde para reemplazarlo en la

presidencia48.

Los subsiguientes meses mostrarán que el proyecto de sucesión ideado por Duhalde

sería mucho más difícil de plasmarse en la práctica de lo que había imaginado en un

principio. Su capacidad de convertirse en gobierno “elector” fue cuestionada por la

escasa adhesión popular que suscitaba De la Sota; las encuestas indicaban que eran

candidatos no peronistas los que tenían mayor intención de voto, con el agravante de

que ni siquiera en Buenos Aires el cordobés se ubicaba en los primeros puestos, claro

indicio de que, en lo que hace a la alineación de su tropa, Duhalde se encontró con

serias resistencias por parte de sus bases en la provincia. Sugestivamente, Clarín

indicaba que

“en reuniones con militantes de base, que pertenecen a sectores humildes, varios

intendentes del conurbano —de los duhaldistas puros— se han llevado una gran

sorpresa: les piden que se acerquen ‘al Adolfo’. En boca de un hombre de la

primera sección electoral, en el conurbano norte: ‘Los de abajo lo ven como el

más peronista de todos los precandidatos; lo mismo pasaba con el turco Menem

en el 88’. Esos síntomas son los que preocupan a los hombres de Duhalde”49.

El miedo que en el duhaldismo generaba el crecimiento de Rodríguez Saa no carecía de

fundamentos: Duhalde seguramente recordaba lo que había sucedido en las internas

partidarias de 1988, cuando quien era entonces un gobernador del interior, Menem,

logró quebrar al peronismo bonaerense logrando apoyos entre intendentes del

conurbano, el más importante de los cuales había sido el mismo Duhalde.

48 Véase “Duhalde activa su estructura partidaria en apoyo a De la Sota”, en Clarín, 05/08/2002 49 “En el gobierno lo ven crecer a Rodríguez Saa y se preocupan”, en Clarín, 12/08/2002.

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A las dificultades por encumbrar a De la Sota se sumó un obstáculo legal: a principios

de octubre, la Justicia, dando lugar a un reclamo hecho por el menemismo, declaró

inconstitucional el decreto que regulaba las internas50. El fallo judicial dejó expuesta en

toda su dramaticidad la ruptura dirigente del Partido justicialista: distribuido el poder

partidario entre Menem y Duhalde, conductores de los máximos órganos del partido,

ambos se adjudicaron la potestad de manejar la convocatoria a las elecciones internas.

Convivieron en esos meses dos fechas y dos mecanismos distintos para elegir

candidatos: el Consejo Nacional, con mayoría menemista, ratificó el 15 de diciembre

como fecha de elección de internas y se asumió como único organizador y contralor de

los comicios, en los cuales se intentaba que votaran sólo los afiliados al partido51. El

Congreso nacional, de predominio duhaldista, fijó como fecha de elección interna el 19

de enero de 2003 y designó otra junta electoral para controlar la contienda52.

Nuevamente, Duhalde utilizó el peso de los congresales de la provincia de Buenos Aires

para dotar de legitimidad la decisión que, jurídicamente, era por demás cuestionable (de

hecho, las impugnaciones de parte de los menemistas no tardaron en llegar a los

tribunales).

El enfrentamiento entre los dos máximos dirigentes del peronismo revelaba un campo

de disputa compartido: ambos pugnaban por el control del PJ y por imponer un

candidato oficial del partido; socializados en su interior, no buscaban la disolución del

justicialismo, al que adjudicaban un rol fundamental en la historia política argentina.

Sin embargo, paradójicamente, será el enfrentamiento entre ellos y la igualdad de

fuerzas con la que contaban, lo que generó la ruptura del partido y abrió las puertas para

que se plantearan estrategias alternativas que, desde dentro del peronismo, cuestionaban

la necesariedad de la existencia del PJ. 50 Véase “Un fallo judicial suspendió las elecciones”, en Clarín, 10/10/2002. 51 Véase “Un clásico: Menem y Duhalde ahora pelean por el control del PJ”, en Clarín, 16/10/2002. 52 Véase “Fuerte jugada contra el poder de Menem”, en La Nación, 30/10/2002.

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En este sentido, dirigentes con fuertes ambiciones presidenciales y con escaso peso

dentro de la estructura partidaria, como Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saa,

construyeron sus candidaturas en abierto enfrentamiento con el PJ, de manera de no

verse involucrados en una pelea que los tendría como meros espectadores.

El panorama no resultaba para nada alentador respecto de las posibilidades de que el PJ

pudiera dirimir internamente y de manera consensuada una candidatura. Duhalde, quien

en rigor era el único con capacidades para convocar y organizar las internas, no

encontraba ningún sucesor que no le hiciera correr serios riesgos de perder los comicios.

Menem, por su parte, estaba seguro de que en una interna en la que sólo votaran los

peronistas se alzaría como único ganador, pero el solo control de la burocracia partidaria

no le daba el suficiente peso al llamado a elecciones que pretendió realizar. La gran

mayoría de los gobernadores e intendentes poderosos se inclinaba por la

implementación de la ley de lemas, que posibilitaría a todos los candidatos del PJ

competir por la Presidencia; de este modo, resultaría ganador el peronismo (lo que de

otro modo no podía garantizarse) y se evitaría la fractura formal del partido.

Para Duhalde la alternativa de la elección a través del mecanismo de lemas, como

cualquier interna, le significaban el peligro de perder el control a favor de Menem, por

lo que desechó el objetivo inicial de reorganizar al PJ detrás de una fórmula unificada y

se propuso como única meta impedir que Menem accediera a la Presidencia. En enero

de 2003 decidió soltarle la mano a De la Sota y promover al único candidato no

menemista con chances de ganar: Néstor Kirchner. Por otro lado, formalizó la fractura

del PJ al habilitar a todos los candidatos peronistas a presentarse en las elecciones

generales con estructuras partidarias independientes del PJ53.

53 Véase “El PJ nominará a los tres candidatos”, en La Nación, 23/01/2003.

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La promoción de Kirchner a la presidencia fue la opción menos mala que encontró el

oficialismo a escasos meses del comicio. Duhalde no faltaba a la verdad cuando

afirmaba: “No soy yo quien eligió a Kirchner, en general la opinión de la gente se

inclinaba en un porcentaje alto por él”54. En efecto, el candidato santacruceño no se

caracterizaba por el seguimiento automático de las líneas oficiales: desde el principio

del nuevo gobierno había asumido posiciones críticas y, hacia mediados de año, se

mostró conjuntamente con Aníbal Ibarra y Elisa Carrió reclamando por la renovación de

todos los cargos políticos, lo que le había dado cierta proyección nacional, pero sus

seguidores se encontraban entre la clase media progresista y no en los sectores

populares55.

Los antecedentes antiduhaldistas y renovadores de Kirchner plantearon nuevamente el

problema de la adhesión de los intendentes del conurbano. La Nación informaba que “a

lo largo de Buenos Aires, los caciques peronistas se cruzan llamadas de preocupación.

Dicen que Kirchner no los representa y que podría poner en peligro el liderazgo de

varios jefes comunales”56. Sin embargo, la fuerte presión ejercida por Duhalde y por

Felipe Solá, gobernador de la provincia, y una campaña de “peronización” del candidato

disiparon las dudas iniciales y lograron el apoyo de la mayoría de los intendentes del

conurbano57. Este apoyo fue crucial en la medida en que Kirchner distaba mucho de

tener un armado federal: sólo tenía el respaldo de los gobernadores de la Patagonia, que

sumaban muy pocos votos para la contienda. Las provincias del norte (con la excepción

de Jujuy y Formosa) se inclinaron por Menem, mientras que las del oeste lo hicieron por

Rodríguez Saa; los centros urbanos, como Córdoba, Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe 54 En “Duhalde apura a los dirigentes indecisos”, La Nación, 16/01/2003 55 Kirchner había experimentado desde mediados de año un ascenso en la intención de voto: en junio contaba con el aval de un 4,4% del electorado; en los meses siguientes creció a alrededor del 10%, detrás de Rodriguez Saa, Menem y Elisa Carrió, que rondaban el 15%. En febrero, impulsado por el apoyo oficial, su intención de voto llegó al 20% (encuestas de Mora y Araujo, citadas en Cheresky, 2004: 46). 56 En “Le cuesta a Duhalde alinear a su tropa”, La Nación, 13/01/2003. 57 Un estudio de caso sobre cómo operó el apoyo local en el Gran Buenos Aires hacia el candidato nacional se encuentra en Entin, 2004.

63

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fueron hegemonizados por Elisa Carrió y Ricardo Lopez Murphy (Cheresky, 2004a:

54).

Respecto de la fractura del PJ, la alternativa de los “neolemas” significó el fracaso del

partido por concebir un mecanismo capaz de asegurar la unidad partidaria. En términos

institucionales, mostró que el problema por la sucesión no encontró canales viables de

resolución. Recordemos que la definición de las candidaturas había constituido, desde la

muerte de Perón, uno de los más grandes desafíos que debió enfrentar la organización; a

fines de los 80’ se había resuelto a través de la democratización, es decir, delegando en

la masa de afiliados la potestad de decidir el candidato. Sin embargo, en lo sucesivo, la

creación de un orden sucesorio autónomo persistió como problema, en tanto no

volvieron a realizarse elecciones internas para elegir candidatos presidenciales, por lo

que la legitimidad de los mismos estaría en permanente discusión, tal como sucedió con

Duhalde en 1999, que no logró reunir el consenso de todos los actores partidarios.

Además del problema por la sucesión, la crisis de representación se dejó sentir muy

profundamente. Aunque en lo formal el PJ contaba con más de tres millones de

afiliados, la realidad era que la participación de éstos en los órganos de decisión era nula

en la práctica. Como dato ilustrativo, una encuesta realizada a mediados de 2002

indicaba que el 80% de las personas en edad de sufragar no adherían a ningún partido

político y más de la mitad se declaraban políticamente independientes58. En este

contexto, presentarse a través de la candidatura oficial del PJ no garantizaba bajo ningún

aspecto asegurarse el piso histórico del 40%.

Digamos también que la fragmentación de todo el espectro político contribuyó a

desdibujar una oposición no peronista (o antiperonista) que actuara como un incentivo

58 Encuesta realizada por Gallup, citada en La Nación, “En política, la mayoría es independiente”, 30/06/2002

64

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para restablecer la unidad partidaria, como sí había sucedido en todas las elecciones

nacionales anteriores desde 1983.

Por otra parte, en esta coyuntura quedó reflejada la debilidad en que se encontraba el

aparato justicialista. La identidad peronista de los sectores populares hacía décadas

venía sufriendo transformaciones, mientras se erosionaba como marco sociocultural de

referencia predominante para inteligir la realidad social y política. Sin embargo, el

peronismo persistió bajo la forma de estructuras partidarias (informales) que actuaban

como redes de mediación política, fundamentales para ganar elecciones. La dificultad

de Duhalde de catapultar un candidato afín, evidente en el caso de De la Sota, y su

incapacidad de convocar a elecciones internas, pese al control sobre el aparato más

populoso del país, dejaron entrever que el peronismo ya no era el sólido aparato

disciplinado de antaño. No bastaba, por lo tanto, con el aporte de las redes clientelares

para ocupar el centro de la escena, en vistas del creciente peso que el electorado

independiente había sabido ganar en la esfera pública.

No sólo en la relación con las bases el aparato estaba en serios problemas, sino también

en lo que hace a la relación de los distintos líderes regionales. En 1999 el malestar hacia

el candidato oficial no se había expresado públicamente, pero se emplearon una serie de

mecanismos que impidieron a Duhalde ganar las elecciones. Ahora la división del

justicialismo era incontenible, y los referentes locales se fragmentaron en su apoyo a los

distintos candidatos a la presidencia.

La suma de estos factores llevó a que, por primera vez desde su formación como partido

político, el PJ no presentara una candidatura unificada sin mediar proscripción alguna.

La única solución que se encontró por el momento fue trasladar la interna a los comicios

generales; en verdad, ninguno de los candidatos hubiese aceptado bajar su candidatura y

65

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apoyar al candidato oficial del partido, por lo que fue un reconocimiento de la

imposibilidad de consensuar una salida concertada a la crisis.

66

Page 68: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

Conclusiones

67

Page 69: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

I

El proceso político descrito en el punto 3 condujo a la presentación en listas

diferenciadas de los candidatos peronistas. Como se recordará, los resultados electorales

de la primera vuelta, efectuada el 27 de abril, arrojaron como ganador a Carlos Menem,

con el 24,45% de los votos, seguido por Néstor Kirchner, con el 22,24%. El

fraccionamiento político obligaba a recurrir por primera vez al ballotage, con fecha

prevista para el 18 de mayo. Sin embargo, el repudio que suscitaba la figura de Menem

lo ubicó frente a un techo insuperable. Las encuestas presagiaban una derrota

contundente del ex presidente (el 70% estaba dispuesto a votar al candidato que se le

opusiera). Con los objetivos de conservar la imagen de “ganador” que había sabido

cultivar, y de debilitar al presidente electo, quien asumiría con un caudal nimio de

votos, Menem decidió retirarse de la segunda vuelta.

Estas elecciones fueron, como se las ha definido, “fuera de lo común” (Cheresky,

2004b): fueron excepcionales, en primer lugar, por el fraccionamiento político inusitado

entre distintos líderes emergentes que basaron su campaña en la elaboración de una

imagen de su personalidad, desplazando a las estructuras partidarias vertebradas a nivel

nacional. De los cinco candidatos con posibilidades de entrar al ballotage, todos

provenían de alguna de las dos familias políticas tradicionales argentinas; Ricardo

Lopez Murphi y Elisa Carrió tenían un pasado de militancia radical, mientras Rodríguez

Saa, Menem y Kirchner eran reconocidos militantes peronistas. Sin embargo, ninguno

de ellos se presentó en representación de su partido, sino creando para la ocasión

estructuras partidarias independientes. En segundo lugar, por la desagregación en el

tiempo del acto eleccionario, que alcanzó en esta oportunidad una magnitud sin

precedentes: sólo tres provincias eligieron gobernador el mismo día que presidente de la

Nación, y en varias provincias se sufragó en tres oportunidades durante 2003; la

68

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diferencia con casos anteriores es que ahora las elecciones locales no se hicieron antes

sino después de las elecciones nacionales. Esta ingeniería electoral había sido ideada

por Duhalde para evitar que la división del partido en el orden nacional se replicara en

los distritos subnacionales (Cheresky, 2004b: 21). En verdad, a esta altura de los

acontecimientos, la gran mayoría de los actores justicialistas concebían la separación del

partido como un hecho sólo coyuntural, que se superaría después de las elecciones,

cuando el nuevo presidente (cualquiera de los tres peronistas que asumiera) promoviera

la unificación bajo una nueva conducción.

Sin embargo, quien resultara presidente electo, Néstor Kirchner, fue, en efecto, un

presidente “inesperado”59 (y esto constituye el tercer aspecto poco habitual de las

elecciones): marginal en la estructura partidaria del PJ, con un eximio peso territorial

propio, sin alianzas nacionales y con una concepción ideológica que postulaba que el

peronismo era demasiado heterogéneo para encarar la reconstrucción del país, avanzó

en una política renovadora que no concebía al PJ (ni al peronismo) como el eje de su

proyecto reformista. Mientras, la gran mayoría de los políticos “peronistas” seguía

anclada en un imaginario pre-crisis de 2001, según el cual la fragmentación era una

nueva edición de los cismas que cíclicamente atravesaba el partido, luego de los cuales

surgía un líder aglutinador de los distintos sectores, capaz de garantizar la supervivencia

del “movimiento histórico”60.

Sin embargo, la escasa legitimidad de origen de Kirchner no lo llevó a entablar una

relación armoniosa (y mucho menos de subordinación) con las estructuras partidarias

del justicialismo. Por el contrario, las declaró parte del pasado frente al cual había que

empezar a saldar cuentas.

59 Natanson, 2004. 60 El dicho de Perón “los peronistas son como los gatos: cuando se pelean se reproducen” se dejó escuchar con sus distintas variantes en muchos dirigentes.

69

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Kirchner innovó en la conformación de un formato político basado en su capacidad de

presentarse como el organizador de la vida política, a partir de decisiones rápidas y

eficaces, mediante las cuales obtuvo un amplio apoyo de parte de la ciudadanía: la

promoción del juicio a los miembros de la Corte Suprema, la reestructuración y

disminución de la deuda pública, la ofensiva frente a los altos mandos de las Fuerzas

Armadas y la derogación de las leyes de amnistía que beneficiaban a represores que

habían actuado en la última dictadura militar promovieron la identificación de la

sociedad argentina con la avanzada del presidente en contra de las corporaciones,

identificación que se alimentó también de la recuperación económica, con la

consecuente reducción de la pobreza y la desocupación.

La originalidad del presidente residió en llevar adelante dichas medidas sin respaldo

institucional y sin una fuerza nacional mínimamente organizada. En efecto, Kirchner

desestimó al Partido Justicialista como herramienta de gobernabilidad y planteó la

“transversalidad” como una alternativa de construcción política, que implicaba la

formación de una coalición que sumara a los sectores “progresistas” del PJ, sectores de

la UCR y de centro-izquierda, y que incorporara a movimientos sociales, principalmente

movimientos de trabajadores desocupados y el movimiento de derechos humanos.

Haciendo del defecto una virtud, Kirchner sacó provecho de la desinstitucionalización y

la dispersión de las fuerzas políticas (propias y ajenas), visualizando en esta situación de

excepción una posibilidad para ampliar su margen de maniobra y libertad. En este

sentido, en lo que respecta a la relación con su partido de origen, Kirchner se negó a

asumir la presidencia del PJ (algo que le reclamaban gobernadores, legisladores e

intendentes), y entró en abierto enfrentamiento con la conducción de éste en el

recordado Congreso de Parque Norte el 26 de marzo de 2004, cuando luego de una dura

discusión entre Cristina Kirchner e Hilda Duhalde, el oficialismo se retiró del mismo,

70

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dejando acéfalo al partido y decretando días después su intervención, con lo cual el PJ

dejó de tener órganos de conducción y, en consecuencia, de tener funcionamiento y

gravitación en la práctica.

El distanciamiento con los sectores tradicionales del justicialismo se produjo, no

casualmente, dos días después de cumplirse el 28 aniversario del golpe de Estado de

1976; Kirchner participó activamente en un acto en la ESMA, en el cual se había

presentado diciendo:

“Yo no vengo en nombre de ningún partido. Este paso que estamos dando hoy no

debe ser llevado adelante por las corporaciones tradicionales que por allí vienen

especulando mucho más en el resultado electoral o en el qué dirán que en

defender la conciencia y lo que pensaban”61.

Sin ambages, Kirchner identificaba al PJ como una de las “corporaciones tradicionales”

que habían conducido al país a la ruina. Declaración que había tenido algunas

consecuencias prácticas en las elecciones provinciales y locales de 2003, en las que se

había animado a desafiar abiertamente a dirigentes de peso al apoyar fórmulas no

peronistas en las contiendas62.

Puede considerarse que Kirchner, en sus primeros meses de gobierno, revitaliza ciertos

aspectos del peronismo tradicional: en primer lugar, reactiva la “alteridad populista”:

lejos de adherir al discurso tecnocrático que postula la implacable subordinación de la

acción política a las fuerzas de la economía, introduce una dimensión voluntarista que,

61 Citado en “Se ahonda la crisis entre Kirchner y el PJ”, en La Nación, 25/03/2004 62 El caso más paradigmático había sido el de la Ciudad de Buenos Aires, donde Kirchner tomó público partido por Aníbal Ibarra (quien había ganado las elecciones de 1999 a la cabeza de la lista de la Alianza) en contra de Mauricio Macri, avalado por el peronismo local. Más contundentes fueron los apoyos de Kirchner en Catamarca, Misiones, Salta y La Pampa a candidatos que competían directamente contra fórmulas del PJ.

71

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combinada con una concepción agónica de la política, definirá adversarios frente a los

cuales la política recobra sentido a favor del “pueblo”. Pero esto contribuirá a alejarlo

aún más de los sectores alineados en el PJ, pues Kirchner situaba a esos adversarios en

“los 90’”, década en la que había gobernado el justicialismo, y la gran mayoría de los

que seguían en sus filas no podían sino sentirlo como una agresión. Por otra parte, la

identificación del presidente con la generación de los 70’ instaló, como hacía mucho

tiempo no sucedía en el partido, una fuerte discusión ideológica63, de la cual el

presidente cosechó más enemistades que acompañantes.

En segundo lugar, Kirchner procuró reeditar el “movimientismo” como estrategia de

acumulación política. Como ya insinuamos, la restitución de la autoridad presidencial

alcanzada por Kirchner se basó en una relación directa con la ciudadanía; pero ésta no

se expresaba en la escena pública a través de su organización en un partido político, sino

por medio de su figura de opinión pública64. La conformación de un “liderazgo de

popularidad” halla sus condiciones de posibilidad en el proceso de metamorfosis de la

representación, que supone un desdibujamiento de los electorados partidarios y de las

identidades políticas sólidas en favor de la conformación de una ciudadanía autónoma

con lealtades heterogéneas que varían significativamente en el tiempo. Kirchner

interpeló exitosamente a ese electorado deletéreo que había quedado “en disponibilidad”

luego de la crisis de representación de 2001 (la popularidad del presidente alcanzó

niveles muy altos, del orden del 70 al 80% en los primeros años de su gobierno); el

apoyo obtenido en la opinión pública suplió la carencia de recursos institucionales del 63 En el Congreso de Parque Norte De la Sota exclamó “Me dolió que (Kirchner) planteara que yo no condeno al terrorismo de Estado. Pero también me dolió cuando lo asesinaron a Rucci”; según la cronista, esto “desató una ensordecedora ovación de los congresales, que entonaron la marcha peronista” (en “Se profundizó la división entre Kirchner y el PJ”, La Nación, 27/03/2004). 64 Cheresky señala al respecto: “La escena apareció configurada por la sintonía entre un presidente que inició una reforma institucional en ámbitos decisivos (…) y una opinión pública que giró bruscamente del escepticismo al entusiasmo. (…) El formato político que se esbozó desde el día de asunción del mando, el 25 de mayo, mantenía las figuras formales del sistema institucional, pero la realidad de la vida política era divergente con los dispositivos institucionales. Instancias representativas y partidos políticos salieron del centro de la escena, sin dejar de ser recursos significativos” (Cheresky, 2004: 38-39).

72

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presidente, en la medida en que su fuerte presencia en el espacio público actuó como

disciplinadora en las bancadas legislativas y en algunos opositores partidarios. Sin

embargo, la opinión pública como única referente de legitimidad del proyecto oficial

constituía una base demasiado fluctuante e impredecible para confiar en ellas como

sustento de las reformas que se pretendía encarar. La “transversalidad” se lanzó para

poner al gobierno a resguardo de los vaivenes de la opinión, capitalizando los apoyos

obtenidos en esa instancia en apoyos partidarios organizados en la sociedad (Torre,

2005; Mocca, 2004). Dos resultados potenciales contenía el proyecto transversal: el

primero era la creación de un nuevo partido político progresista programático que, con

base en el PJ, lo trascendiera, y que contribuyera a una reconfiguración del sistema de

partidos alrededor de un clivaje izquierda-derecha. El segundo era una nueva edición

del movimientismo, que se limitara a atraer líderes de otros partidos políticos y

referentes territoriales de fuerzas políticas propias y ajenas; esta alternativa ofrecería

mayor fortaleza electoral, pero acarreaba el peligro de involucrar sectores tan

heterogéneos (muchos comprometidos con la “vieja política” que desde el discurso se

atacaba) que pondrían en peligro el decurso de la tentativa reformista.

Concluida la presidencia de Néstor Kirchner, podemos afirmar que el ya sepultado

proyecto transversal dejó como consecuencia un escenario político más consecuente con

la segunda de las variantes que con la primera. En lo relativo a la relación con el PJ, es

indudable el éxito de Kirchner en su “superación”; en este sentido, un antes y un

después lo marcaron las elecciones legislativas de 2005 cuando, en la poderosa

provincia de Buenos Aires, el armado del presidente compitió directamente con el PJ

duhaldista, el aparato más estructurado del país. En esta ocasión, Cristina Fernández de

Kirchner se midió con Hilda “Chiche” Duhalde, quien llevaba el sello del PJ. El

resultado arrojó una victoria arrolladora de la esposa del presidente en ejercicio (40%

73

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contra el 20% de Duhalde). El triunfo del FPV en Buenos Aires tuvo un efecto de

arrastre en el resto de las provincias, en donde en casi todas se presentaron listas

divididas del FPV y el PJ65.

De esta manera, el Frente Para la Victoria, que había surgido de manera sólo coyuntural,

como una etiqueta ad hoc para cumplir el requisito legal de presentarse en las

elecciones, terminó siendo la única base partidaria del oficialismo. Sin embargo, no se

realizó ningún esfuerzo por promover su institucionalización66; la acumulación política

del oficialismo nacional se basa en una red de alianzas tan amplia como multiforme,

guiada en pocos casos por afinidades programáticas y, en la mayoría de ellos, por la

posibilidad de obtención de recursos que pertenecer a la misma pone a disposición.

En este sentido, sostenemos que la política de la transversalidad tuvo resultados

efectivos en lo que hace a la desarticulación de la escena política, desplegando en todas

sus potencialidades procesos que se habían desatado en la crisis de 2001: nos referimos

a la fragmentación del PJ y a la disgregación del régimen de partidos. En lo referente a

la construcción de nuevos clivajes y organizaciones, el oficialismo no avanzó más allá

de lo necesario para seguir consiguiendo triunfos electorales. La consecuencia más

directa es una escena política extremadamente confusa caracterizada por variados cruces

que opacaron y borraron las fronteras y pertenencias partidarias permanentes; por sobre

todo, es en los niveles locales (provincias y municipios) donde la ininteligibilidad del

escenario se agrava: una enorme multiplicidad de pequeños partidos surgen en esas

instancias, muchos de los cuales llevan en sus boletas a los mismos candidatos para las 65 Esto sucedió, además de Buenos Aires, en Catamarca, La Rioja, San Luis, San Juan, Misiones y Santiago del Estero. En otras provincias no hubo competencia y el PJ adoptó el nombre del FPV: Capital federal, Tucumán, Mendoza, Rio Negro, Santa Fe, Tierra del Fuego, córdoba, Entre Rios, Neuquén y Corrientes. Salta, La Pampa y Neuquen fueron las únicas tres provincias en las que el PJ se presentó unificado y con ese sello (Rodriguez, 2007: 116). 66 El FPV no cuenta con una burocracia central ni con órganos oficiales que tomen decisiones independientes del presidente nacional; los vínculos con las bases son informales (¿alguien conoce a algún afiliado al FPV?), mientras que no hay vínculos explícitos ni mucho menos homogéneos con unidades provinciales, con lo cual las fronteras son extremadamente fluidas y ambiguas. El financiamiento es poco transparente y proviene casi en su totalidad de fondos del Estado nacional.

74

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instancias mayores -fenómeno que se dio en llamar “listas colectoras” y que revela la

crisis de los partidos en una de sus funciones principales: la selección de candidatos67-.

Con ello, también entra en una situación crítica otra de las funciones de los partidos,

constituida por el ordenamiento de las opciones disponibles. La oferta política argentina

había tenido, desde principios de la década del 40’ un firme sustento en las arraigadas

identidades políticas de una ciudadanía que dividía su voto entre un polo peronista y

otro no peronista. El colapso del radicalismo como opción partidaria y las pretensiones

de parte del oficialismo de desbordar los límites del peronismo, estableciendo alianzas

con gobernadores e intendentes radicales y socialistas, tornó opacas las alternativas

ofrecidas por los candidatos, cuando no indescifrables.

67 La incapacidad para seleccionar candidatos pone de manifiesto, otra vez, el problema por la sucesión; en la esfera nacional el problema fue resuelto delegando Kirchner el poder en su esposa, algo por demás indicativo de la extrema debilidad de la organización partidaria del oficialismo

75

Page 77: El cajon de Herminio finalmente fue para el Partido Justicialista

II

En el transcurso de esta tesina hemos apuntado a la reconstrucción del proceso de

fractura del Partido Justicialista. Para ello, tomamos en consideración, en un primer

momento, factores de largo alcance, relacionados con la desindicalización del partido, el

vaciamiento de la burocracia partidaria, la crisis del peronismo como identidad en los

sectores populares y la transformación del formato de representación en las democracias

occidentales. En un segundo momento nos centramos en la reconstrucción del proceso

político que culminó en la fragmentación partidaria en las elecciones presidenciales de

2003; tomando como punto de partida la derrota del candidato justicialista en 1999,

analizamos las distintas fuerzas en pugna al interior del justicialismo, las consecuencias

negativas que la crisis de 2001 trajo aparejadas, y el intento frustrado de recomposición

partidaria encabezado por Duhalde en su paso por la presidencia. Por último, vimos

brevemente cómo el liderazgo de Kirchner había contribuido a profundizar la ruptura

del justicialismo.

Para terminar, nos parece relevante dejar planteados algunos interrogantes sobre la

posible evolución a futuro del Partido Justicialista. La extrema flexibilidad del sistema

partidario argentino y, en particular, del “peronismo” como actor político, obligan a

permanecer cautos en las afirmaciones. Dejemos en claro entonces que, de lo dicho

hasta aquí, no se puede inferir la desaparición lisa y llana del PJ; o, para decirlo de otra

manera, no es improbable (y mucho menos imposible) el resurgimiento del PJ luego de

cuatro años de ausencia en los primeros planos de la vida política nacional.

Al parecer, el futuro del Partido Justicialista depende hoy de manera determinante de los

cálculos estratégicos que se haga desde la presidencia sobre la conveniencia o no de

utilizar los mecanismos organizativos del justicialismo en provecho del proyecto oficial.

La cuestión de “con quién gobernar” (que había estado en el origen de la operación

76

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política de la transversalidad) sigue todavía irresuelta. El énfasis que desde el día

posterior a las elecciones ha puesto Néstor Kirchner en que su función en el futuro

gobierno será la creación de una fuerza política organizada permite entrever que en un

futuro no muy lejano asistiremos al lanzamiento de una corriente estructurada bajo el

formato más acorde a un partido “clásico”. La pregunta sobre si eso significará la

revitalización del PJ parece estar todavía en debate; la indefinición del kirchnerismo

sobre esta cuestión es producto, sostenemos, de la naturaleza en gran medida

contradictoria que lo subyace: su proyecto original estuvo marcado por la tentativa de

aunar la base política tradicional del peronismo (los sectores populares) con un sector

mayoritario de las clases medias. En tanto los primeros fueron los principales

beneficiados por una serie de políticas públicas las destinadas al mejoramiento del

empleo y los salarios, las segundas fueron las destinatarias de políticas “republicanas”,

entre las que se anotan principalmente la revisión de los crímenes de la última dictadura

y la remoción de los jueces de la Corte Suprema. La fuerza y vitalidad del kirchnerismo

en su primera época estuvieron dadas por la explotación provechosa de esta

articulación.

Sin embargo, en el último año de gobierno, más precisamente desde las elecciones en

Misiones a fines de octubre de 2006, cuando el presidente apoyó a al gobernador en

ejercicio Carlos Rovira en su intento de reformar la Constitución provincial que le

permitiría la posibilidad de la reelección indefinida, empezó a conformarse con fuerza

un discurso opositor que buscó identificar al kirchnerismo con los “males endémicos”

del peronismo, esto es, abusivo control del poder, clientelismo, ataques a la libertad de

expresión (sobre todo de prensa), escándalos de corrupción, etc. Los resultados de las

elecciones presidenciales de 2007 mostraron un éxito de esta oposición (encarnada en

dirigentes como Elisa Carrió y Roberto Lavagna); según los análisis electorales,

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“Cristina Fernández de Kirchner logró el voto más uniforme y masivamente pobre de

todos los presidentes electos desde 1983” (Bonvecchi y Novaro, “Kirchner, la clase

media y el peronismo”, en Página 12, 02/11/2007).

Con esto, el proyecto kirchnerista inicial, tendiente a superar la dicotomía peronismo-

antiperonismo encontró una resistencia inesperada; recordemos que si algo caraterizó al

kirchnerismo fue su reticencia a emplear los recursos simbólicos más caros a la

tradición peronista: no sólo rechazó al PJ como herramienta de gobernabilidad, también

limitó al máximo las referencias a Perón y Evita, en sus actos no se cantaba la marcha

peronista ni se dejaba ver la tradicional simbología partidaria. El surgimiento de un

discurso antiperonista enfrenta entonces al oficialismo al siguiente dilema: refugiarse en

la seguridad de los votantes peronistas, reflotando al Partido Justicialista o insistir una

vez más en la viabilidad de una coalición electoral con los sectores medios, lo cual le

dejaría un flanco abierto demasiado peligroso en la competencia por el voto popular, en

vistas de la reciente reaparición del duhaldismo y otros sectores que impulsan la

reorganización del PJ.

De la resolución que se adopte a ese dilema depende la suerte del Partido Justicialista en

el futuro próximo.

78

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