el bulto ritual de mundo perdido, tikal maricela ayala falcón

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El bulto ritual de Mundo Perdido, Tikal Maricela Ayala Falcón México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2002 (Cuadernos del Centro de Estudios Mayas, 27), 160 pp., ils. por dúrdica ˇ ségota Este pequeño libro, por su tamaño, y modes- to en cuanto a su presentación, inicia con una detallada y crítica revisión historiográfi- ca en torno al tema de los bultos rituales re- presentados en los códices o esculpidos en las estelas y dinteles encontrados in situ. Casi todos los estudios previos y también el traba- jo que presento aquí se refieren a la cultura maya del periodo prehispánico, salvo algu- nas breves referencias al bulto sagrado de los mexicas, el tlaquimilolli, y algunas mencio- nes de sus usos en la época colonial y actual. Las primeras representaciones de los bul- tos en los relieves de los dinteles de Yaxchi- lán fueron estudiadas desde la década de 1970, son ofrendados por las mujeres y su contenido y uso eran desconocidos. Para los arqueólogos no eran una novedad, pues habían prestado atención a este tipo de ofrendas casi tres décadas antes. Sin embargo, en fechas recientes el tema cobró actualidad entre los estudiosos con el descubrimiento de un cache (escondrijo), en 1984, en el barrio llamado el Mundo Perdido de la ciudad maya del periodo Clásico, Ti- kal, hoy en el territorio guatemalteco. El ha- llazgo se realizó en una posición central de uno de los edificios que integran el conjunto y consiste en dos grandes platos de cincuenta centímetros, uno de ellos usado a manera de tapadera del otro (acerca de esta posición, la autora aventura una muy sugerente hipóte- sis: que se trata del concepto de la tierra, cu- bierta por el cielo, p. 131). En el espacio inte- rior de estas dos piezas había un envoltorio, al parecer de amate, pintado de azul y con su amarre. El contenido de este bulto consistía en “Fragmentos óseos de un animal peque- ño, restos de carbón y vegetales, una concha bivalva, obsidiana, dos pendientes de perla, una espina de raya, jade y espinas muy afila- das de una planta” (p. 35, la autora cita una comunicación personal del arqueólogo Bai- ley). Estos platos con el bulto en su interior estaban asociados, a su vez, con una ofrenda que contenía el cráneo de un infante, carbón y jade. La amplia y sólida preparación académi- ca de Maricela Ayala le permite estructurar su texto en torno a la hipótesis de que se tra- ta de una ofrenda peculiar, de un “bulto de 143

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Este pequeño libro, por su tamaño, y modesto en cuanto a su presentación, inicia conuna detallada y crítica revisión historiográfica en torno al tema de los bultos rituales representados en los códices o esculpidos enlas estelas y dinteles encontrados in situ. Casitodos los estudios previos y también el trabajo que presento aquí se refieren a la culturamaya del periodo prehispánico, salvo algunas breves referencias al bulto sagrado de losmexicas, el tlaquimilolli, y algunas menciones de sus usos en la época colonial y actual.

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  • El bulto ritual de Mundo Perdido, Tikal

    Maricela Ayala Falcn

    Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,

    Instituto de Investigaciones Filolgicas, 2002

    (Cuadernos del Centro de Estudios Mayas, 27), 160 pp., ils.

    pordrdica sgota

    Este pequeo libro, por su tamao, y modes-to en cuanto a su presentacin, inicia conuna detallada y crtica revisin historiogrfi-ca en torno al tema de los bultos rituales re-presentados en los cdices o esculpidos enlas estelas y dinteles encontrados in situ. Casitodos los estudios previos y tambin el traba-jo que presento aqu se refieren a la culturamaya del periodo prehispnico, salvo algu-nas breves referencias al bulto sagrado de losmexicas, el tlaquimilolli, y algunas mencio-nes de sus usos en la poca colonial y actual.

    Las primeras representaciones de los bul-tos en los relieves de los dinteles de Yaxchi-ln fueron estudiadas desde la dcada de1970, son ofrendados por las mujeres y sucontenido y uso eran desconocidos. Para losarquelogos no eran una novedad, pues haban

    prestado atencin a este tipo de ofrendas casitres dcadas antes.

    Sin embargo, en fechas recientes el temacobr actualidad entre los estudiosos con eldescubrimiento de un cache (escondrijo), en1984, en el barrio llamado el Mundo Perdidode la ciudad maya del periodo Clsico, Ti-kal, hoy en el territorio guatemalteco. El ha-llazgo se realiz en una posicin central deuno de los edificios que integran el conjuntoy consiste en dos grandes platos de cincuentacentmetros, uno de ellos usado a manera detapadera del otro (acerca de esta posicin, laautora aventura una muy sugerente hipte-sis: que se trata del concepto de la tierra, cu-bierta por el cielo, p. 131). En el espacio inte-rior de estas dos piezas haba un envoltorio,al parecer de amate, pintado de azul y con suamarre. El contenido de este bulto consistaen Fragmentos seos de un animal peque-o, restos de carbn y vegetales, una conchabivalva, obsidiana, dos pendientes de perla,una espina de raya, jade y espinas muy afila-das de una planta (p. 35, la autora cita unacomunicacin personal del arquelogo Bai-ley). Estos platos con el bulto en su interiorestaban asociados, a su vez, con una ofrendaque contena el crneo de un infante, carbny jade.

    La amplia y slida preparacin acadmi-ca de Maricela Ayala le permite estructurarsu texto en torno a la hiptesis de que se tra-ta de una ofrenda peculiar, de un bulto de

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  • poder, y desarrolla los anlisis a partir de lasfuentes histricas, arqueolgicas, iconogrfi-cas, etnogrficas, lingsticas y de los estu-dios de la epigrafa. A su vez, la informacinque le proporciona cada una de estas disci-plinas por separado constituye el guin ex-positivo del libro.

    Aprendemos con la autora que las fuen-tes escritas del periodo colonial permitenaseverar que haba diferentes clases de bul-tos con distinto contenido dependiendo delfin al que estaban destinados (p. 62). Es unade las ideas que se retoman en las conclusio-nes del trabajo.

    En cuanto a restos arqueolgicos de bul-tos rituales, stos fueron hallados en Uaxac-tn, y otros sitios menores cercanos a Tikal,y un gran nmero de ellos en Tikal mismo.A veces se ubicaron en las estructuras pira-midales, plataformas o debajo de las estelas;estaban depositados en el suelo, o en una cis-ta, es decir, una cavidad recubierta con lajasde piedra. La constante ms importante delos contenidos son los objetos punzantes,obsidiana, jade y las formas conocidas comoexcntricas, pero tambin llama la aten-cin la presencia de crneos, dientes y hue-sos humanos y de origen animal.

    Se menciona que en sitios ms distan-tes, como son Piedras Negras en la regindel Usumacinta y Chichn Itz en Yucatn,el nmero y la variedad de los bultos queaqu se estudian tambin fue importante. Esdecir, se encuentran en toda la regin maya(y, como Maricela Ayala subraya, en muchasotras partes de Mesoamrica). Adems,como lo demuestran las excavaciones deThomas Lee en la cueva de La Venta, Chia-pas, fueron una prctica desde el periodoPreclsico.

    El captulo dedicado a la interpretaciniconogrfica tiene como tema principal el

    momento de la entronizacin y la entrega delas insignias de poder (que suelen estar den-tro de un bulto, transparente o no). Lo queme llama la atencin es que la autora, alanunciar una lectura de la relacin entretexto e imagen, centra su anlisis o en el Po-pol Vuh o en la referencia de Landa, pero no(y en primera instancia) con el texto glficoque acompaa a la imagen. La excepcin esla identificacin de un elemento que asla, elglifo llamado dolor de muelas que sealael bulto sagrado y es un indicador de entro-nizacin, tema del presente estudio. Inclusi-ve, al decir que el texto y la imagen no coin-ciden (pp. 94, 103, 108), creo que se abreuna nueva posibilidad de anlisis, pues ha-bra que preguntarse qu tipo de relacin es-tablecen, una vez que sabemos que no se tra-ta de una relacin de coincidencia o dereiteracin. Este problema queda abierto porel momento.

    Hay un muy detallado y erudito anlisisde las inscripciones en los dos captulos si-guientes, dedicados a la lingstica y a la epi-grafa (y muy especialmente el glifo T684).Desde luego, me rebasa el intenso debate quelleva la autora con sus pares en ambas disci-plinas, pero he de decir que, con la semnti-ca y fonologa alternada con ejemplos de lafiguratividad, se establece una peculiar y ori-ginal dinmica metodolgica, en pos de unashiptesis que resultan convincentes y enri-quecedoras.

    El soporte de esta etapa de estudio sonde nuevo los relieves de Yaxchiln con las re-presentaciones de los bultos rituales y ele-mentos especficos como garras de jaguar ycuernos de venado, elementos utilizados porlos seores en el ritual de autosacrificio. A suvez, los bultos encontrados en el contexto ar-queolgico tambin contenan el instrumen-tal para este rito.

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  • el Pixom era mucho ms que un simpleenvoltorio. Se puede conjeturar que esel alma envuelta por el cuerpo fsicodel hombre, y como tal, aplicada a unasociedad es la Ley. Lo legtimo, loque da orden al grupo y que era aplicadopor el gobernante; l era el receptculo yejecutor. El que entrega el envoltoriolos hace sus ahijados, pero el poseedorse convierte en pixa kahaual, el gober-nante legtimo (p. 118). [Y,] En los casosde entronizacin lo que est envuelto esel cacal ; lo que se cuida, la corona, elgobierno; la majestad, o, como sele llam entre los mexicanos, el bultoque carga el gobernante, es el pueblo(p. 119).

    Atando cabos, las ofrendas se relacionabancon diversas funciones; un tipo especial deofrenda es el bulto de poder. A su vez, no to-dos los bultos tienen el mismo significado.

    El bulto sagrado del Mundo Perdido deTikal perteneci al periodo del Clsico Tar-do y lo identifica como bulto de poder.Estaba en un edificio asociado con el cultosolar, varias tumbas del linaje de Gran Garrade Jaguar I, y muy especialmente con latumba roja de Hasaw Kan Kawil, conquis-tador de Uaxactn y fundador de una nuevaetapa en la historia de Tikal. En el bulto deeste entierro estaba todo lo necesario para elautosacrificio, para la purificacin, para el ri-tual al dios solar, culto a los antepasados y laostentacin del poder. Era un Bulto de Go-bierno que contena las insignias de poderque no eran otra cosa que los nombres de losdioses (p. 146).

    Es una lstima que los mapas no seandel todo legibles, que algunos dibujos (por

    ejemplo, la Estela 39 del Mundo Perdido olas lminas del Cdice Dresden, entre otros)sean ms manchas de tinta negra que las es-plndidas figuras que suponemos; las foto-grafas son de muy mala calidad y peor re-produccin. Repito, es una lstima porquetodo el esfuerzo realizado a lo largo de esteestudio desmerece enormemente pues no setrata de un coffee-table book y las ilustracio-nes tienen por funcin apoyar el discurso ylas hiptesis que desarrolla la autora. Sabe-mos que los estudios acerca de cualquiera delas culturas prehispnicas se basan en primerlugar en un anlisis de las imgenes y sta esuna razn suficientemente importante comopara prestar ms atencin al cuidado de suedicin.

    Si se presenta la ocasin para una segun-da edicin de este trabajo, tambin sera de-seable que, con un poco ms de esfuerzo, sepresentaran los textos que fueron escritosoriginalmente en las lenguas mayenses (porejemplo, p. 60, Chilam Balam de Tizimin),en su traduccin al espaol y no al ingls,como es el caso aqu.

    Pero la minuciosa investigacin, el largoy detallado anlisis desde la perspectiva de lahistoria, arqueologa, iconografa, lingsticay epigrafa que realiza en este libro MaricelaAyala es una sistematizacin de lo que cono-cemos hasta ahora acerca del tema de losbultos sagrados; tambin es una importantecontribucin en cuanto a su interpretacin yen cuanto a una interesante propuesta meto-dolgica de cruzamiento de datos proceden-tes de fuentes y disciplinas diversas. En untexto bien estructurado desarrolla varias hi-ptesis novedosas y, de manera inteligente,invita a la polmica y estudios futuros.

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  • Gender and Power in Prehispanic Mesoamerica

    Rosemary A. Joyce

    Austin, University of Texas Press, 2000, 269 pp., ils.

    pormara elena briseo

    Es posible acercarse al tema del gnero y delsexo en la Mesoamrica prehispnica, plena-mente conscientes de que nuestra tradicinoccidental condiciona su comprensin?

    Esta conciencia, tal vez, es la que muevea Rosemary A. Joyce a articular sus investiga-ciones bajo nuevos enfoques y perspectivas,como los estudios de gnero y el feminismo,los de la historia del cuerpo humano y de lasimgenes.1

    Los estudios de gnero2 han propuestola construccin histrica tanto de la femini-dad como de la masculinidad, precisar laspercepciones de los sexos y los trminos uti-lizados para describirlos, la descripcin y elanlisis de las relaciones cambiantes entre lossexos entendidos como entidades sociales,

    polticas y culturales no ajenas a la historia.Se trata de entender el gnero como una ca-tegora intelectual y una herramienta anal-tica para considerar y estudiar a las personas;como una realidad cultural con implicacio-nes y con vnculos con otras muchas relacio-nes socioculturales como la raza, la edad, lasexualidad, la cultura, el lenguaje, la libertad,la religin, la familia, la clase social, la eco-noma o la poltica.

    Para Joan Scott3 la Historia de la histo-ria de las mujeres es, siempre, una historiade poltica: no hay modo de separar la polti-ca, entendida sta como las relaciones de po-der que se construyen a partir de los sistemasde creencias, de la prctica del conocimientoy de los procesos que lo producen. Se ha en-fatizado la importancia del gnero sobre elpoder, la condicin social y la riqueza, y laidea de que las mujeres han contado con suspropias formas de poder, a menudo de carc-ter ms informal. Estos estudios han hechoposible que el poder se presente como un fe-nmeno claramente diferenciado, una de cu-yas formas de legitimacin ha sido el gnero.

    Rosemary A. Joyce en su libro Genderand Power in Prehispanic Mesoamerica, a par-tir de las actividades que representan las fi-guras humanas en las figurillas de Tlatilco yen diversos medios del arte maya y azteca,interpreta los conceptos de lo masculino y lofemenino en estas sociedades y su relacincomo una relacin significante de poder.

    La propuesta de Joyce es que el gnero,ms all de una cuestin de diferenciacinsexual o biolgica, implicaba la construccinde lo humano desde el nacimiento del ni-o. Joyce ve lo humano como una construc-

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    1. Vase Peter Burke (ed.), Formas de hacer histo-ria, Madrid, Alianza Universidad, 1999, 313 pp. Lallamada Nueva Historia privilegia la perspectivadesde abajo, al revisar las experiencias de la gen-te corriente, la historia de las mujeres distinguidade la de los hombres, expandiendo el universo delos historiadores y buscando el dilogo crecientecon otras disciplinas.

    2. En la dcada de los setenta el objetivo de lashistoriadoras de las mujeres era integrar a stas enla historia, al tiempo que fijar su identidad separa-da. El trmino utilizado para teorizar la cuestinde la diferencia sexual fue el de gnero.

    3. Joan Scott, Historia de las mujeres, en Bur-ke (ed.), op. cit., pp. 59-88.

  • cin en donde el gnero es una posibilidadms de otras dimensiones de la persona, co-mo la edad, el trabajo y el rango o posicinsocial determinada por la actividad, y otorgaa estas dimensiones igual importancia en laconformacin de la personalidad: AlthoughEuro-American history makes it seem natu-ral to assume that sex/gender will be the sin-gle most significant determinant of socialposition, of status, or power, in Mesoameri-can societies, gender is never independent ofage, and age strongly determines relativestanding (p. 182).

    Para Joyce lo humano se iba construyendoen los rituales por medio de prcticas de in-corporacin fsica que iban modificandoy transformando el cuerpo. Estas prcticas quetransformaban el acto individual aislado en unacto social dentro de esquemas culturalmentedelimitados eran fijadas en diversos mediospara ser aprendidas, como gua para quieneslas vean y como modelo para los observadoresfuturos (y contemporneos). La distincin delos gneros se va dando gracias a esos ritualesde transformacin de las dimensiones de lapersona y no es hasta la juventud que los gne-ros heterosexuales masculino y femenino lle-gaban a su plenitud.

    A partir de esta propuesta fundamentadapor los estudios de gnero, los de la historiade la imagen y los de historia del cuerpo hu-mano, Joyce, en 225 pginas, analiza 3000aos de representaciones de las actividadeshumanas en diversos medios: las figurillas fe-meninas del Preclsico en Tlatilco, la escul-tura monumental, la pintura mural, de cdi-ces y cermica del mundo maya clsico y lasfuentes escritas del siglo xvi para el mbitoazteca. Joyce utiliza los trminos representations,representaciones, y performances, prcticaso actividades.

    El anlisis de Joyce toma en cuenta mu-

    chas variables para estudiar e interpretar larepresentacin de la actividad de la figurahumana segn el medio, realiza descripcionesdetalladas, se apoya con mltiples ejemplos yen muchos casos recurre a las comparacionesde objetos de diferentes sitios o periodos.Despus de observar detalladamente la figu-ra humana, establece patrones y propone verlos objetos que la acompaan como estruc-turas (por ejemplo, la orejera formada del dis-co, del pendiente y del perforador) con ejesde composicin (por ejemplo, en los textiles,en los motivos decorativos de los huipiles) ysugiere posibles simbolismos.

    Las prcticas de incorporacin fsicaque se llevaban a cabo en los rituales segn laedad y la actividad eran repetidas y reiterati-vas. Lo fundamental en estas transiciones erael desarrollo de las habilidades para el traba-jo, la actividad a realizar, los oficios diarios.Joyce descarta la asociacin de oficios congneros por razones fsicas o capacidadesmentales, o por ciertas condiciones ideolgi-cas o simblicas.

    En opinin de la autora, las concepcio-nes de gnero en las sociedades prehispnicasse daban a partir del trabajo individual dehombres y mujeres. A su vez, el trabajo indi-vidual condicionaba las relaciones entre elpoder individual y el poder poltico que sedesarrollaba en dos mbitos, uno exterior,pblico, que tiene que ver con el control delEstado sobre el individuo, y otro interior,privado, ms limitado, en el hogar. En el es-pacio pblico de la arquitectura monumen-tal, en las esculturas, relieves o pinturas mu-rales, se representan rituales que muestran lapresencia controlada de la mujer. En el espa-cio privado, la mujer est presente, profusa-mente, en la produccin de materiales bsicoscomo ropa y alimentos, en la socializacinde los nios, en las negociaciones y alianzas

    libros 147

  • matrimoniales y en la prctica religiosa y ri-tual domstica. Parece ser que los nicos ofi-cios asociados especficamente con el gnerofemenino fueron hilar y tejer, actividades queaparecen en las representaciones ejecutadaspor mujeres adultas y que eran desarrolla-das en la casa, mientras que la cermica pare-ce haber sido actividad lo mismo de hombresque de mujeres.

    El espacio pblico y el espacio privadodeterminan la actividad, la forma de repre-sentacin y las relaciones de poder. Los espa-cios pblicos arquitectnicos son los nicoslugares para las representaciones monumen-tales, los rituales funerarios, las procesiones,las danzas, los intercambios, los movimien-tos disciplinados como expresin y transfor-macin en ciertas fechas fijadas por los ca-lendarios, diferentes a las actividades que sellevaban a cabo diariamente en los espaciosprivados del hogar. El espacio pblico era elsitio del ejercicio del poder del Estado sobrelos individuos. El ritual expresa el poder y,en algn sentido, lo crea. En la intimidad dela casa se daba la disciplina fsica, las admo-niciones sobre el trabajo, el control de la se-xualidad, el reforzamiento del poder de losmayores sobre los menores.

    Joyce desarrolla su propuesta de la cons-truccin de lo humano a partir del anlisisde la representacin de la actividad de la fi-gura humana en los medios mencionados,segn su ubicacin en espacios pblicos y enespacios privados, siguiendo un orden crono-lgico para tres mbitos culturales: Tlatilcoen el Preclsico, el mundo maya del periodoClsico y el mundo azteca del Posclsico.Fundamenta su exposicin en especialistas yofrece una extensa bibliografa de los temastratados.

    Las abundantes figurillas de Tlatilco delFormativo Temprano, su punto de partida,

    ya presentan diferencia de sexo, edad, jerar-qua y papel social; las formas sexuales seasocian con diferentes ornamentos comoorejeras, tocados y collares y con el trata-miento individualizado del peinado.

    Joyce estudia la representacin masculi-na y femenina en la escultura monumental yde pequeo formato, en la pintura mural, enla cermica y en los textos mayas del periodoClsico.

    La representacin de las actividades delhombre y de la mujer en la tradicin clsicamaya que emerge en el Formativo Tardojunto con una nobleza relacionada especial-mente con lo sobrenatural que se desarro-lla en espacios con arquitectura monumentalcomo Tikal muestra dioses, mujeres y hom-bres nobles en contextos rituales. Los diosesmayas, femeninos y masculinos, se identifi-can por su vestuario segn diferentes ritos yse relacionan con los textos. Parece que eraimportante mostrar la posicin noble de lamujer por sus implicaciones, ya que a travsde ella se legitiman los gobernantes; a menu-do explicitan sus nombres como madres yraramente como esposas. Los cuerpos huma-nos aparecen con formas bsicas; el sexo seidentifica por la vestimenta que distingue alos hombres nobles como seres sexuales,mientras oculta la sexualidad de la mujer.Raramente se va a mostrar el cuerpo desnu-do. El efecto del vestido es cubrir el cuerpode la mujer mientras que se revela el cuer-po masculino, sobre todo su aspecto sexual.Las mujeres, uniformemente jvenes adul-tas, lucen huipiles con textiles muy orna-mentados que cubren el cuerpo excepto lacabeza, las manos y los pies. Los hombres, encontraste, usan trajes que dejan al descubier-to brazos, piernas y la parte superior delcuerpo, slo parcialmente cubierta por colla-res. La identidad sexual del adulto hombre,

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  • o no-femenino, se seala con los pechos ex-puestos, sin senos. La marca explcita de lasexualidad masculina es reforzada por oca-sional pelo facial, bigotes o barbas y por lar-gos cubresexo que enfocan la atencin en elrea genital, aunque est cubierta. En la es-cultura monumental, las mujeres rara vezaparecen solas y frecuentemente aparecen enpareja con figuras de hombres.

    La produccin de figurillas en pequeaescala en el mundo maya era realizada den-tro de los hogares e involucraba a un mayornmero de personas; esta produccin no es-taba bajo el control poltico y probablemen-te funga como ofrendas funerales. En estasfigurillas se muestran los oficios realizadospor las mujeres: amamantando y cargandonios, tejiendo y produciendo ropa, molien-do maz, produciendo alimentos, criandoanimales y ofreciendo los alimentos en vasi-jas. Junto a ellas se han encontrado figurillasde hombres entronizados, cazadores, guerre-ros, msicos y en sacrificios rituales. Al igualque entre los aztecas, parece indudable laimportancia de la mujer en la produccin dela ropa y la comida.

    Las imgenes de los monumentos mayasclsicos le sugieren a Joyce representaciones detemas que deben ser exploradas como narra-ciones. Mientras que las figuras masculinas enlos medios monumentales pueden aparecer es-tticas, acompaadas de textos y slo puedenentenderse como segmentos de acciones de in-dividuos, las femeninas de formato pequeo ysus representaciones en la cermica, ubicadasen los espacios domsticos, presentan una ac-cin focal: tejiendo, moliendo, cuidando ni-os, fabricando objetos de cermica, etc.

    Joyce observa que la prominencia de mu-jeres en las imgenes monumentales mayasclsicas debi parecer extraa a los lectores dela Relacin de las cosas de Yucatn del obispo

    Landa: no hay concordancia entre lo que Lan-da afirma, posturas negativas del papel de lamujer, y lo que se observa en las imgenes.

    En el mundo Clsico maya son raras lasrepresentaciones o alusiones a nios, algunaspocas en Bonampak, Palenque, El Naranjo yTikal son de nios herederos al trono. EnChichn Itz, las representaciones de niospueden significar que se empieza a desarro-llar la importancia de la transicin nio-adulto, transformaciones que conllevabanprcticas de modificacin de su cuerpo, ves-tidos y adornos especficos.

    Chichn Itz marca el final del periodoClsico en el siglo ix: se abandonan los centrosceremoniales, se termina la tradicin del arte yde la arquitectura maya clsica. El estudio dela produccin de imgenes en este periodo lesirve a la autora como un puente espacial ytemporal para marcar las transformaciones delas imgenes visuales entre el mbito maya delClsico y el mbito azteca del Posclsico. Enrelacin con el tema del estudio, para Joyce essignificativa la pobreza de imgenes femeninasen Chichn Itz; las que se tienen probable-mente representen mujeres sobrenaturales y seasemejan en vestido y postura a las imgenesfemeninas del Clsico Tardo. La representa-cin del gnero en Chichn Itz, para Joyce, semasculiniza. Las mujeres se concentran en es-pacios ntimos aunque continan teniendoimportancia en la accin poltica y ritual porlas alianzas matrimoniales, la negociacin dela posicin social y la lnea de descendencia,pero no vuelven a aparecer en las representa-ciones monumentales. Joyce menciona lasimgenes identificadas como donantes, quepresentan pechos sin senos y que sugierenque en Chichn Itz los rituales los llevaban acabo los hombres.

    Con el ttulo Becoming Human, Joyceaborda la cuestin del gnero y sus relaciones

    libros 149

  • con el poder en el mbito azteca. Estudi aSahagn y a sus informantes, los dicciona-rios nahuas y el Cdice Mendoza, sin perderde vista que se hicieron desde el punto devista o la perspectiva de la infidelidad. Joy-ce transcribe los discursos registrados en Sa-hagn para los nios, las metforas poticasque los comparan con elementos naturalescomo la semilla que crece o con objetos, elprecioso collar o pluma, y los discursosdurante el embarazo, el alumbramiento, et-ctera. Con los diccionarios nahuas trata dedilucidar las connotaciones morales o de va-lores de trminos asociados con conceptoscomo casa, mercado, rituales del calendarioagrcola y revisa las representaciones del C-dice Mendoza que pudieran ser paralelas a loscontenidos de los discursos de Sahagn enrelacin con lo anterior.

    Joyce propone la idea de que entre losaztecas, a partir de un dualismo de gnero, eldesarrollo de la masculinidad o de la femini-dad no fue algo natural e inevitable, sino querequera de trabajo:

    What this ethnographic analogy suggests is

    that, given an ideology of primordial gender

    dualism, the production of male and female

    adult genders is not something natural and

    inevitable; instead, it requires work to achieve

    adult gender status. This view of production

    of gender is far from that assumed in contem-

    porary western European ideology, in which

    children already have an innate sexual iden-

    tity and simply need to be taught how to be-

    have as a good exemplar of their sex (p. 145).

    Para Joyce, entre los aztecas haba continui-dad en la conceptualizacin de gnero, y re-quera para su estabilizacin de las oraciones,de los discursos y de los rituales en cada eta-pa del desarrollo del individuo. La designa-

    cin del destino adulto del nio se sealabacon rituales fijados por el calendario, queliteralmente marcaban los cuerpos de los ni-os al ser transformados en la sustancia so-cial de una persona adulta marcada por suvestimenta, gestos y acciones que encauza-ban su trabajo adulto y su posicin social ysexual: los propios del nacimiento con el en-terramiento del cordn umbilical, la desig-nacin de su nombre segn el calendario, elbao, etctera; la decisin de mandar al nioal calmcac o al tepochcalli o al varn al mer-cado, y el entrenamiento previo de la niaque empieza a hilar.

    La ropa y ciertos ornamentos cumplanun papel retrico, imponan concepcionesde identidades adultas masculinas y femeni-nas. Servan para marcar el paso de una eta-pa de la vida a otra, como se puede advertiren las pginas del Cdice Mendoza que na-rran la vida del nio entre los 3 y 4 aos, en-tre los 6 y 7 y entre los 12 y 13, as como losrituales de las fiestas de los meses quecholli eizcalli, durante los cuales el trabajo y el gne-ro se constituan y se fijaban: a los ocho aoslos nios empezaban a llevar a cabo autosa-crificios; en el templo se les perforaba porprimera vez el labio y el lbulo de la orejapara llevar la orejera; otras prcticas asocia-das a la fijacin del gnero eran quemadurasen la cintura, los peinados, la deformacindel crneo, las incrustaciones dentales. Lostextos aztecas relatan las transformacionesdel cabello de los nios durante su entrena-miento como guerreros y las distinciones delmismo conforme se desarrollaban como ta-les, cuando capturaban su primer prisionero,su cuarto, etctera. Los textos son menos ex-plcitos para las mujeres, pero s hay distin-cin en el peinado con el matrimonio.

    En el hogar se llevaba a cabo lo que Joy-ce ha llamado la fijacin del sexo y que im-

    150 libros

  • plicaba, adems de la modificacin del cuer-po en los nios y los jvenes, su entrena-miento en ciertas labores; en este punto Joyceobserva la importancia de la disciplina y delos castigos para las transgresiones, que refor-zaban la diferencia entre lo que era aceptableen lo pblico y en lo ntimo, y que muestranotra parte del ejercicio de control sobre eldesarrollo individual.

    Joyce abunda en el anlisis y la interpre-tacin de conceptos como la sexualidad y labelleza, la significacin de las transformacio-nes fsicas, el vestido, el peinado y el adornosegn los rituales; reflexiona sobre lo escritopor Sahagn sobre las buenas nobles muje-res y las plebeyas, sobre los hermafroditasy los homosexuales. Para ella, estar fuera delugar en la sociedad azteca era lo peor que lepoda pasar a un individuo: la casa era el lu-gar principal, para vivir, para hacer la vidadiaria, lugar de los rituales, donde los mayo-res controlaban y limitaban la expresin dela sexualidad y donde los papeles de gneroeran encauzados dentro de muy pocas opcio-nes aceptadas. Es dentro de la casa, en la vi-da diaria hogarea, donde hombres y muje-res realizaban actividades que afirmaban suindividualidad frente a la autoridad con cele-braciones y discursos verbales de la sexuali-dad alternativos a los de la ideologa oficial.

    Dentro de la casa se hacan distincionesindividuales que reconocan el trabajo ar-tesanal considerado de prestigio. Eran rele-vantes las actividades cotidianas dentro delhogar y en el mercado, principalmente laproduccin de ropa, y especficamente demantas y alimentos y su presentacin en elmercado. Adems de la produccin femeni-na de alimentos y ropa en el hogar se llevabaa cabo la socializacin de los nios, las alian-zas matrimoniales y las prcticas religiosas yrituales.

    Joyce profundiza sobre el tema de la pro-duccin de ropa, as como su intercambiocon otras casas y su provisin a las autorida-des. En su opinin la ropa era el ltimo bien-tributo para los aztecas: daba posicin socialy era muy importante en las ceremonias re-ligiosas, woven cotton cloth signified ci-vilized existence for the Mexica (p. 164). Atravs de su trabajo hilando y tejiendo, lasmujeres aztecas afirmaban su sexualidadfrente a los controles sociales y reclamabandistinciones individuales frente a una socie-dad autoritaria. Advierte la importancia dela ropa en los textos de Sahagn, de su ma-nufactura, de los adornos que dan posicinsocial y reconocimiento, como en las des-cripciones de los hombres y las mujeres quevestan la indumentaria propia de algunadeidad durante las festividades y los rituales.

    La ropa se ve como una capa ms de lassustancias que forman el cuerpo a partir dela carne y los huesos. La persona est com-puesta de mltiples sustancias, ms o menosmateriales, juntadas en un tiempo y espacioespecficos por la acumulacin de accionesde otros seres sociales: deidades, antepasa-dos, los viejos, padres, mujeres tejedoras ehiladoras. Esta cadena de actividades se ibacompletando con los amantecas, los pintoresy escribas, el esfuerzo de muchas clases degente en la produccin textil, hombres y mu-jeres, jvenes y viejas, que sembraban las plan-tas de algodn y maguey, procesaban las fi-bras, las secaban, etctera.

    Para Joyce, tambin con la produccin yventa de alimentos los hombres y las mujeresafianzaban su posicin.

    Un punto importante que Joyce adviertey que se tendr que desarrollar con mayor pre-cisin es el tema de la violencia contra las mu-jeres; para ella, la violencia del estado azteca hasido vista como evidencia de misoginia. Pero

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  • centrada en el contexto de violencia, el mismopatrn de retrica visual y oral refleja queatentaban contra toda la poblacin hom-bres, mujeres y nios en la persecucin defines militaristas y expansionistas.

    Otras dos caractersticas que Joyce adju-dica a la concepcin de gnero en el mundoazteca son la complementariedad y la ambi-gedad de gnero, interpretadas a partir delos patrones cosmolgicos presentes en losmitos, en los rituales, en las representacionesmonumentales y, muy importante, en las na-rraciones de los orgenes. Ometotl, la deidaddual primordial y creadora, identifica los se-xos opuestos como complementarios. A par-tir de ella, seala Joyce, numerosos investiga-dores han notado la tendencia de los mexicasa identificar los sexos opuestos como com-plementarios; as, muchas de las contrapartesfemeninas de las deidades masculinas se ano-tan como esposas por los espaoles y sondescritas en trminos incompletos. Lacomplementariedad de los sexos puede pro-ducir el efecto de ambigedad, como en elcaso de las deidades del agua y la fertilidadagrcola en Teotihuacan. Eva Hunt, citadapor la autora, observ la asociacin de la am-bigedad con los fenmenos cclicos, comoel crecimiento del maz (que puede caracteri-zarse como masculino o femenino segn lasetapas de su crecimiento) y las fases de la lu-na. La dualidad en el gnero puede darsetambin en los seres originales, Oxomoco yCipactonal, los fundadores.

    Otro aspecto que destaca Joyce es lainestabilidad en los lmites o fronteras de lohumano, o de la especie, como cuando al re-cin nacido se le describe como mineral ovegetal y se dice que debe trabajar para ad-quirir la sustancia humana adulta, lo que tie-ne su expresin narrativa en la cosmogona yen los tiempos mitolgicos. Los enanos apa-

    recen como una figura retrica de la inesta-bilidad de los intentos para disciplinar lasubjetividad fsica y, como en el caso de losseres duales, se remontan a las narraciones dela creacin, antes de la imposicin de unaorganizacin necesaria para la vida diaria.

    Una revisin de las tradiciones de la crea-cin sugiere a Joyce tres diferentes clases derelaciones cosmolgicas de cruce de gnerosignificativas: madres e hijos, hermanos-her-manas, y tal vez, la menos importante, esposo-esposa. Las relaciones entre los hermanos, dediferente o mismo sexo, estaban condiciona-das por la competencia y frecuentemente loshermanos mayores eran desplazados porlos menores. Es la oposicin al de mayor edadlo que ejemplifica el triunfo de Huitzilopoch-tli sobre sus hermanas y hermanos. Por su par-te, las relaciones entre madres e hijos son posi-tivas, caracterizadas por el apoyo que daHuitzilopochtli a su madre cuando sus otroshijos la amenazan. Susan Gillespie, citada porJoyce, ha observado que las relaciones madre-hijo proporcionaban el modelo para los dere-chos de los linajes con las casas gobernantes:en mujeres nobles se basaban los derechos rea-les. En cuanto a la relacin esposo-esposa, lasparejas de deidades masculinas y femeninaseran particularmente importantes en las cere-monias agrcolas. Como modelos de conductahumana, las mitades de un todo podranejemplificar la pareja matrimonial, usualmen-te miembros del mismo calpulli, trabajandojuntos en diferentes formas para el beneficiode su casa.

    Joyce tambin ofrece interpretaciones dela prctica de la cihuacatl, de Oxomoco yCipactonal, del calendario, la medicina, de laparte socializadora de dar los nombres, dela diferenciacin entre nios y nias, etctera.

    La propuesta de Joyce de lo humano co-mo construccin en la Mesoamrica prehisp-

    152 libros

  • nica implica, adems de la complementarie-dad o ambigedad o dualidad de gnero, lainestabilidad en los lmites de lo humano, elcontrol del Estado sobre las posibilidades deexpresin humanas, y la casa familiar, sitiodonde el Estado estaba limitado. Joyce ad-vierte que no se puede saber por los registroscundo y cmo se marcaba esa inestabilidad,qu significaba la ausencia o presencia de ge-nitales en algunas representaciones. Tampocose pueden interpretar otras expresiones de lasexualidad como el deseo por el mismo sexo,las alternativas sexuales, la abstinencia o laactividad sexual sin reproduccin, etctera.

    Joyce enfoca su estudio desde la perspec-tiva de los estudios de gnero para proponerque las actividades propias de hombres o demujeres emergen como una negociacinentre sexos y que no se pueden desasociar deotras dimensiones de la persona, especial-mente de la edad, del trabajo y de la posi-cin o rango social. Para Joyce el gnero enMesoamrica tuvo que ver, fundamental-mente, con la actividad que se realizaba, deigual importancia que la edad.

    Aqu comienza, principia, aquest escrita la llegada, el

    advenimiento de los ancianos, delas ancianas

    que se llaman nonohualca, los teutlixca tlacochcalca que ahora

    ya se llaman tlalmanalca chalca.Sptima relacin de las Diffrentes

    histoires originalesDomingo Francisco de San Antn Mun,

    Chimalpain Cuauhtlehuanitzin introduccin, paleografa, traduccin, notas,ndice temtico y onomstico y apndices de

    Josefina Garca Quintana

    Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,

    Instituto de Investigaciones Histricas, 2003

    (Serie de Cultura Nhuatl, Fuentes, 12).

    poremilie carren blaine

    La Sptima relacin, como los otros escritos deChimalpain Cuauhtlehuanitzin (1579-1660?),forma parte de las Diffrentes histoires origina-les des royaumes de Colhuacan, de Mexico etdautres provinces, depuis les premiers tempsde la gentilit jusqu'en 1591, y conocidas comoManuscrito 74 de la Coleccin de ManuscritosMexicanos de la Biblioteca Nacional de Pars.Es uno de los documentos ms relevantes de lahistoriografa del Altiplano Central referentea los temas del Posclsico Tardo y los inicios dela poca colonial. Resear esta publicacindentro de un estrecho esquema que lo consi-dere como una nueva traduccin de un cro-nista podra parecer de poca vigencia a algu-nos y sera harto injusto, pues se trata de

    libros 153

  • mucho ms que verter al espaol un texto ori-ginalmente redactado en lengua nhuatl y cu-yo contenido es de gran trascendencia para elestudio de estos periodos.

    La publicacin de esta particular rela-cin de Chimalpain (folios 145 recto al 224verso en la edicin facsimilar de Ernst Men-gin)1 se haba limitado a la presentacin desu paleografa y traduccin. De esta manera,se dio a conocer la primera edicin de docu-mentos fundamentales para el conocimientode la historia y la descripcin de los ritualesy de diversos objetos (algunos de stos hanllegado a nosotros y se conservan en la actua-lidad en museos). Esta informacin nos per-mite relacionar la cultura material proceden-te de la cuenca de Mxico con los ritualesantiguos de sus pobladores, aspecto que ha-ban hecho notar Carlos de Sigenza y Gn-gora, Lorenzo Boturini, Francisco Javier Cla-vijero y Joseph Marius Aubin, que valoraronlos documentos redactados por el cronista.

    Por lo tanto, como explica Garca Quin-tana en el estudio introductorio, la Sptimarelacin no es un manuscrito nuevo ni unahistoria desconocida. Su traduccin fue he-cha al francs por Rmi Simon en 18892 y alcastellano por Silvia Rendn en 19653 y por

    Rafael Tena en 1998.4 Estas publicaciones in-cluyen adems otros textos del cronista delManuscrito 74.

    En los ltimos aos se publicaron nue-vas ediciones de otros escritos de Chimalpaina cargo de Vctor Castillo. En sus estudiosdel Memorial breve y de la Tercera relacin,5

    Castillo propone un reordenamiento com-pleto de las pginas que conforman el Ma-nuscrito 74. Por su parte, Garca Quintana,en la Sptima relacin, consider en todomomento la naturaleza y estructura propiasdel documento, y tradujo 158 de sus folios ala luz de un amplio conocimiento de la len-gua nhuatl y de las culturas prehispnicas.Sus comentarios facilitan al lector una mejorcomprensin de la rica informacin que pro-

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    1. Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuauhtlehuanitzin, Diferentes his-torias originales de los reynos de Culhuacan y M-xico, y de otras provincias. Manuscrit MexicainNo. 74, en Corpus Codicum Americanorum MediiAevi, edicin facsmilar y estudio de Ernst Mengin,Havniae, Sumptibus Einar Munksgaard, 1949,vol. III, partes 1-3.

    2. Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuauhtlehuanitzin, Annales. Siximeet septime relations (1258-1612), edicin y traduc-cin de Rmi Simon, Pars, Maisonneuve et Ch.Leclerc, 1889.

    3. Domingo Francisco de San Antn Mun

    Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, Relaciones origi-nales de Chalco Amaquemecan, introduccin, pa-leografa, traduccin y glosa de Silvia Rendn,Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1982 (1a.ed., 1965) (Biblioteca Americana. Serie de Litera-tura Indgena).

    4. Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuauhtlehuanitzin, Las ocho relacio-nes y el Memorial de Culhuacan, 2 vols., paleografay traduccin de Rafael Tena, Mxico, Consejo Na-cional para la Cultura y las Artes, 1998 (Cien deMxico).

    5. Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuauhtlehuanitzin, Memorial breveacerca de la fundacin de la ciudad de Culhuacan, es-tudio, paleografa, traduccin al espaol, notas, cua-dros, mapa e ndice analtico de Vctor M. CastilloF., Mxico, Universidad Nacional Autnoma deMxico, Instituto de Investigaciones Histricas,1991 (Serie de Cultura Nhuatl, Fuentes, 9); Do-mingo Francisco de San Antn Mun ChimalpainCuauhtlehuanitzin, Primer amoxtli libro, 3 Relacinde las Diffrentes histoires originales, traduccin, no-tas, repertorio y apndice de Vctor M. Castillo F.,Mxico, Universidad Nacional Autnoma de M-xico, Instituto de Investigaciones Histricas, 1997(Serie de Cultura Nhuatl, Fuentes, 10).

  • porciona Chimalpain. Esta nueva edicinanotada de la Sptima relacin, si bien nocambia las lneas generales de la historia, sagrega muchas precisiones de informacin ycorrige algunos errores.

    Esto es evidente al cotejar en su totali-dad las cuatro versiones de la Sptima rela-cin ahora existentes. Para ello, en seguidapresento un ejemplo de la manera particularen que cada uno de sus editores traduce unafrase agregada, por la mano de Chimalpain,al margen izquierdo del folio 206 verso, don-de se refiere a los sucesos que tuvieron lugaren el ao 6 tochtli-1550.

    Chimalpain apunt: Yhcuac yayotlquihtohuaya yn espaoles; yc quechcotona-lloque, tepilolcuauhtitech, quiaalloca ynintzonteco espaoles; ypan vi tochtli x-huitl,6 y Rendn indica que el cronista es-cribi: Entonces fue cuando se corri la pa-labra de guerra contra los espaoles. Aalgunos les cortaron el cuello y pusieron suscabezas amarradas a los extremos de perchasde madera todas embadurnadas. Esto ocu-rri en el ao de 6-Conejo.7 A su vez, Tena,quien en su edicin rene el texto en n-huatl y la traduccin al castellano, lo cualpermite mejor cotejar ambos, traduce la mis-ma frase de la siguiente manera: En el ao 6Tochtli hubo una sublevacin de espaoles,por lo cual fueron decapitados, y expusieronlas cabezas de los espaoles en la horca.8 Porltimo, Rmi Simon indica que fueronplantadas [las cabezas] en un poste,9 por loque es posible afirmar que, fundamental-

    mente, los hechos asentados en estas tres ver-siones concuerdan.

    En el ao de 1550, los espaoles se pe-lean entre s, se cortan cuellos y cabezas. Sinembargo, la discrepancia la encontramos alintentar averiguar cmo y dnde colocan lascabezas de los espaoles sus mismos coterr-neos. Rendn sita las cabezas en los extre-mos de perchas de madera, trmino frecuen-temente utilizado por los cronistas del sigloxvi para referirse al tzompantli ; Simon diceque las colocan en un poste me preguntosi a manera de picota, y Tena, tambin, si-guiendo lo que parece ser un tema ligado alcastigo, explica que las cabezas se expusieronen la horca; con lo que permanece la confu-sin en cuanto a su destino.

    Garca Quintana da a conocer con preci-sin las observaciones de Chimalpain. As,traduce lo que el cronista escribi de lasiguiente manera: Entonces hablaban deguerra [entre] los espaoles ; fueron cortadoscuellos, colgaron gente de los rboles, estu-vieron pegando las cabezas de los espaoles,fue en el ao 6 tochtli . 10 Las cabezas no soncolocadas en una percha de madera, en unahorca ni en un poste y, de hecho, su ubica-cin contina como incgnita, aunque que-da claro que lo que cuelga de los rboles sonlos cuerpos de los espaoles.

    Ignorar discrepancias de esta ndole escomn, como demuestra Garca Quintanaen su introduccin, al hacer hincapi en al-gunos otros errores que detecta en las demsediciones de la Sptima relacin, y al desarro-llar una breve evaluacin y crtica de sta yde otras traducciones de los textos de Chi-malpain que han sido extensamente citadas

    libros 155

    6. Segn se lee en el libro aqu reseado, GarcaQuintana, op. cit., p. 263.

    7. Chimalpain, Relaciones originales, op. cit.,p. 263.

    8. Chimalpain, Las ocho relaciones, op. cit.,vol. 2, p. 207, nota 46.

    9. Simon, apud Garca Quintana, op. cit.,p. 263, nota 258.

    10. Garca Quintana, op. cit., p. 263.

  • en trabajos especializados y que, por tanto,propagan datos que no estn del todo funda-mentados en los escritos del cronista, alte-rando as la visin original de lo que consig-n. Por lo que no cabe duda alguna de quees solamente a partir de la traduccin crtica,apegada a los giros del idioma nhuatl, quese logra comprender el sentido del texto y lacoherencia del discurso del cronista indge-na, en este caso, al referirse al comporta-miento de los espaoles de la Nueva Espaa.

    En la introduccin a la Sptima relacin,Garca Quintana realiza un estudio impor-tante y conciso. Adems de un anlisis crti-co de las otras traducciones, asienta detallesreferentes a la estructura del documento, alcual le faltan algunos folios. Est organizadoen forma de anales, pero incluye largas di-gresiones y numerosos agregados al margen,tachaduras y lagunas, la editora sospecha queel texto no fue terminado por Chimalpain.De modo que, de no ser por su cuidadosaedicin, resultara de difcil comprensin.No podramos apreciar el ritmo y dinamis-mo del texto original.

    A su vez, tanto la cuidadosa paleografadel texto en nhuatl, cotejada con la versinde Gnter Zimmermann,11 como la traduc-cin al espaol de Garca Quintana son acom-paadas con notas, y dan testimonio de queesta edicin de un documento de Chimalpainest caracterizada por un slido nivel acadmi-co. Por otra parte, este trabajo se vincula conotros temas de las investigaciones de GarcaQuintana, como lo son sus traducciones y es-tudios de los huehuetlatolli de fray Bernardino

    de Sahagn y de aquellos documentos que uti-liz para analizar la problemtica del sistemalacustre de Mxico-Tenochtitlan. Claramentesu oficio como historiadora, a lo largo de losaos, ha sido profundizar en el conocimientode las culturas prehispnicas. Esta contribu-cin, su edicin de la Sptima relacin, estfundada en dicha experiencia, pero ante tododestaca su dominio de las sutilezas del idiomanhuatl, ya que logra conciliar la fidelidad sin-tctico-semntica del idioma al respetar sus fi-guras metafricas.

    La estructura de la publicacin es la si-guiente: La introduccin. La parte medularde la obra, el texto en nhuatl de la Sptimarelacin y su traduccin. Su contenido se di-vide en tres segmentos: principia con un re-lato que se refiere a los primeros grupos quellegaron a Chalco y a los eventos en la Torrede Babel. Contina, en forma de anales, conlos sucesos de la historia de los pueblos ind-genas entre 1272 y 1519; y la tercera parte, asu vez, inicia con este mismo ao, momentode la llegada de los espaoles, y cierra en1591. En general, por tanto, se conocen frag-mentos de lo sucedido antes y despus de laconquista, por lo que la Sptima relacin esun testimonio, no tan slo de lo que hicie-ron y hacan los antiguos pobladores, sinotambin del comportamiento de los euro-peos. El trabajo incluye asimismo el apndi-ce i, facsmil de varios folios, y el valiossimoapndice ii, en el que se sealan las coinci-dencias con otros documentos que formanparte del Manuscrito 74 de la Biblioteca Na-cional de Pars (el Memorial breve, redactadoen 1631; la Tercera relacin, escrita en 1606,as como la Quinta y la Sexta relacin). Ade-ms, el libro contiene un ndice onomstico-temtico y una rica bibliografa.

    Al leer esta relacin iniciada por Chi-malpain en el ao de 1629, cuya clara exposi-

    156 libros

    11. Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuauhtlehuanitzin, Die RelationenChimalpains zur Geschichte Mexicos , 2 vols., intro-duccin, paleografa y notas de Gnter Zimmer-mann, Hamburgo, Cram de Gruyter, 1963-1965.

  • cin por parte de la editora permite al lectoraterrizar en eventos particulares de un ao,recordamos que, a pesar de ser de factura in-dependiente, forma parte del conjunto demanuscritos en los cuales el cronista, chalcade origen, relata dentro de una estructuraque cuenta la historia de los habitantes deChalco Amequemecan tanto sucesos re-lativos a sus vecinos de Culhuacan, Tezcocoo Tenochtitlan que poblaron la cuenca deMxico, anteriores a la conquista (sus dioses,orgenes, migraciones, tributo, guerras,alianzas, matrimonios, etctera), como even-tos referentes a la historia bblica y el mundooccidental; esto con el afn de insertar lasculturas indgenas dentro de la cuenta provi-dencialista de la historia que domin el sigloxvii. Su testimonio, sin duda alguna, es pro-ducto de la compleja amalgama del influjoindgena y de los fundamentos de la culturaeuropea, ya que al no ser una historia limita-da a su propio pueblo, est visiblementearraigada en las esferas de un contexto msamplio, tanto regional como universal.

    Los escritos de Chimalpain son un ricomanantial de informacin. Por esta razn,para lograr conocer la gama de aconteci-mientos que inscribe y cotejar las versionesde las historias que registr, basndose enuna diversidad de documentos algunoseuropeos, que consult quiz al estar en laermita de San Antn, y otros de tradicin in-dgena, como lo son aquellos escritos porindgenas, cdices y noticias a las que tuvoacceso, no es suficiente la lectura de laSptima relacin y es necesario conocer, entreotros, todos los documentos que conformanel Manuscrito 74, es decir, las siete relacionesrestantes y el Memorial breve.

    Es una historia fascinante la que cuentaChimalpain. Y aunque tal vez para algunosinteresados baste consultar las otras versiones

    de sus textos, para lograr conocer la historiareal, los detalles y la cronologa de los suce-sos que relata, es imperativo realizar la lectu-ra de esta Sptima relacin editada por Gar-ca Quintana, as como la de la Octavarelacin que estuvo bajo el cuidado de JosRubn Romero.12 Asimismo, la lectura de laedicin del Memorial breve y de la Tercera re-lacin efectuada por Vctor Castillo Farre-ras13 es fundamental, ya que en su estudiocrtico que acompaa a cada uno de los es-critos de Chimalpain, asienta las bases quepermiten comprender la secuencia correctadel Manuscrito 74 en su totalidad; bases que,por cierto, tambin han impulsado impor-tantes logros por parte de los integrantes delTaller de Estudio y Traduccin de TextosNahuas del Instituto de Investigaciones His-tricas de la unam.

    Existe consenso de que los escritos de Do-mingo Francisco de San Antn Mun Chi-malpain Cuauhtlehuanitzin se cuentan entrelos documentos ms importantes para la his-toriografa mexicana. Menos sabido es que enel marco del Taller se ha concluido la edicincrtica de la totalidad de los escritos que se re-nen en el Manuscrito 74, por lo que me permi-to mencionar su ms reciente logro: la edicinde la Primera, segunda, cuarta, quinta y sextarelaciones de las Diffrentes histoires originales.14

    En ella, gracias al esfuerzo de Garca Quinta-

    libros 157

    12. Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuauhtlehuanitzin, Octava relacin,introduccin, estudio, paleografa, versin caste-llana y notas de Jos Rubn Romero Galvn, M-xico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,Instituto de Investigaciones Histricas, 1983 (Seriede Cultura Nhuatl, Fuentes, 8).

    13. Memorial breve, op. cit., y Primer amoxtlilibro, op. cit.

    14 . Domingo Francisco de San Antn MunChimalpain Cuahtlehuanitzin, Primera, segunda,

  • na, Castillo Farreras, Silvia Limn y MiguelPastrana, se han logrado reconstruir, en unamisma publicacin, las cinco relaciones res-tantes del cronista.

    Todas tambin ya haban sido traducidasal espaol previamente, producto de un es-fuerzo individual. Sin embargo, en esta oca-sin se dan a conocer los resultados de untrabajo colectivo que muestra un sentido decautela y crtica hacia los documentos queno slo se traducen, sino que, a la vez, se es-tudian, dando a conocer su sentido real.Con esto se demuestra que el esfuerzo de unequipo, si no siempre fcil, generalmente re-sulta positivo para la edicin de fuentes his-tricas escritas en lengua nhuatl.

    En esta ltima contribucin del Tallerencontramos, como en las otras ediciones dela obra de Chimalpain elaboradas de maneraindependiente por algunos de sus integran-tes, que es constante el trabajo de edicin yque se contina respetando los matices delidioma nhuatl, por lo cual, en ella y en losotros documentos que han editado, se reflejauna homogeneidad en el mtodo de traduc-cin que redunda en una lectura fluida y cla-ra. Asimismo, se complementa esta publica-cin de la Primera, segunda, cuarta, quinta ysexta relaciones de las Diffrentes histoires ori-ginales con un glosario de conceptos y unatil bibliografa de las obras consultadas.

    Para finalizar, slo resta decir: seanbienvenidas estas ltimas seis de las ocho re-laciones de Chimalpain! Son muestra del in-

    ters que han recibido sus escritos por partede los miembros del Taller, quienes han pu-blicado de manera constante los frutos deaos de trabajo. Junto con las otras dos rela-ciones y el Memorial breve, son una impor-tante aportacin, con la cual se cumple unanecesidad urgente saciar aquella sed porfuentes escritas. No obstante, queda muchopor hacer. Una cobertura continua que d aconocer, de manera crtica, otros escritos delcronista es necesaria. Como asimismo seradeseable el cotejo, por ejemplo, entre los ma-nuscritos 74 y 202 de la Biblioteca Nacionalde Pars y el Manuscrito 374, tambin de pu-o y letra de Chimalpain, localizado en laBible Society Collection de la Universidadde Cambridge, Inglaterra.15

    158 libros

    cuarta, quinta y sexta relaciones de las Diffrenteshistoires originales, edicin de Josefina GarcaQuintana, Silvia Limn, Miguel Pastrana y VctorM. Castillo F., presentacin de Silvia Limn, M-xico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,2003 (Serie de Cultura Nhuatl, Fuentes, 11).

    15. Codex Chimalpahin. Society and Politics inMexico Tenochtitlan, Tlatelolco, Texcoco, Culhua-can and Other Nahua Altepetl in Central Mexico.The Nahuatl and Spanish Annals Collected andRecorded by Don Domingo de San Antn MunChimalpahin Quauhtlehuanitzin, 2 vols., ediciny traducccin de Arthur J.O. Anderson y SusanSchroeder, Oklahoma y Londres, Norman, Uni-versity of Oklahoma Press, 1997.