el bien común: principio básico del periodista y del funcionario público

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EL BIEN COMÚN: PRINCIPIO BÁSICO DEL PERIODISTA Y DEL FUNCIONARIO PÚBLICO Por Roger Vélez Castaño Si en algo nos parecemos los políticos, los funcionarios públicos y los periodistas, es en la disposición que debemos tener para el servicio que genere bienestar colectivo. La esencia de nuestra misión está en la comunidad con sus necesidades y sus satisfacciones, en sus problemas y sus soluciones, y en sus tristezas y sus alegrías. Pero cuando los medios de comunicación son tan importantes, la comunidad real -por la cual políticos, funcionarios públicos y periodistas podemos hacer algo para satisfacer expectativas concretas que generen bienestar y calidad de vida-, sólo existe por su presencia en esos medios. El poder que representan los medios se hace evidente en la importancia que le dan políticos, funcionarios públicos y comunidad. Todos los medios -los impresos, hablados y audiovisuales, los masivos y tradicionales, y los alternativos y sectoriales- son una ventanita al mundo. Pero no todos creemos en que todos los medios tienen ese poder. Por la historia y la tradición de los medios, especialmente los audiovisuales, nuestra mente está acostumbrada a la lógica de ver y creer lo que esa “ventanita” muestra del otro lado del orbe. Es sencillo tener acceso a las culturas más alejadas, las cuales conocemos más que las propias. Es que, todavía, muy pocos creemos en el potencial de esa “ventanita” para mostrarnos lo que pasa a nuestro alrededor. Cuando un impreso sectorial, una emisora comunitaria o un canal de televisión local, tienen en claro ese potencial, y se preparan conceptualmente a darle el verdadero valor a esa “ventanita” que hace que exista la realidad -especialmente la del entorno-, entonces empiezan a crear el paradigma de la "aldea real", evolución necesaria para nuestro propio y particular desarrollo que habíamos soslayado bajo la certeza de la “aldea global”. Hacia esa realidad están volviendo sus ojos, sus sentidos, su pensamiento y su

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Si en algo nos parecemos los políticos, los funcionarios públicos y los periodistas, es en la disposición que debemos tener para el servicio que genere bienestar colectivo. La esencia de nuestra misión está en la comunidad con sus necesidades y sus satisfacciones, en sus problemas y sus soluciones, y en sus tristezas y sus alegrías.

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EL BIEN COMÚN: PRINCIPIO BÁSICO DEL PERIODISTA Y DEL FUNCIONARIO PÚBLICO

Por

Roger Vélez Castaño

Si en algo nos parecemos los políticos, los funcionarios públicos y los periodistas, es en la disposición que debemos tener para el servicio que genere bienestar colectivo. La esencia de nuestra misión está en la comunidad con sus necesidades y sus satisfacciones, en sus problemas y sus soluciones, y en sus tristezas y sus alegrías. Pero cuando los medios de comunicación son tan importantes, la comunidad real -por la cual políticos, funcionarios públicos y periodistas podemos hacer algo para satisfacer expectativas concretas que generen bienestar y calidad de vida-, sólo existe por su presencia en esos medios. El poder que representan los medios se hace evidente en la importancia que le dan políticos, funcionarios públicos y comunidad. Todos los medios -los impresos, hablados y audiovisuales, los masivos y tradicionales, y los alternativos y sectoriales- son una ventanita al mundo. Pero no todos creemos en que todos los medios tienen ese poder. Por la historia y la tradición de los medios, especialmente los audiovisuales, nuestra mente está acostumbrada a la lógica de ver y creer lo que esa “ventanita” muestra del otro lado del orbe. Es sencillo tener acceso a las culturas más alejadas, las cuales conocemos más que las propias. Es que, todavía, muy pocos creemos en el potencial de esa “ventanita” para mostrarnos lo que pasa a nuestro alrededor. Cuando un impreso sectorial, una emisora comunitaria o un canal de televisión local, tienen en claro ese potencial, y se preparan conceptualmente a darle el verdadero valor a esa “ventanita” que hace que exista la realidad -especialmente la del entorno-, entonces empiezan a crear el paradigma de la "aldea real", evolución necesaria para nuestro propio y particular desarrollo que habíamos soslayado bajo la certeza de la “aldea global”. Hacia esa realidad están volviendo sus ojos, sus sentidos, su pensamiento y su

atención nuestros comunicadores –los profesionales y los naturales-, porque han descubierto que así ha de ser para poder ser protagonista de la propia felicidad.

Es cierto que no se puede negar la “aldea global” porque ella, además, significa la integralidad necesaria para no rezagarse ante el desarrollo. Pero tampoco pueden intimidar la globalización, la macroeconomía y la geopolítica, aunque tengan tanto poder decisorio sobre el devenir de nuestra sociedad. Especialmente ahora -con la importancia que políticos, funcionarios públicos, comunidad y comunicadores profesionales y naturales le han dado a los medios locales y alternativos-, es posible participar en el desarrollo de los acontecimientos y las decisiones políticas y administrativas cercanas, que afectan a la comunidad en lo más elemental y en sus necesidades básicas y ciudadanas más importantes. Pero, además de reivindicar el valor de lo local, lo alternativo y lo comunitario, hay que estar seguros de la importancia de participar... Y para participar conciente e inteligentemente, hay que saber. El conocimiento que nos brinda la información veraz, oportuna, sencilla, precisa, exacta, profunda y en contexto, de lo que acontece a nuestro alrededor, es fundamental para participar. Allí es donde es esencial un medio con la perspectiva clara de la ciudad y sus ciudadanos. Cuando un periódico y un programa de radio o televisión se asumen como medio social y comunitario, además de educativo, cultural y entretenido, es porque tienen en claro que sus contenidos deben estar encaminados al bien colectivo de ciudadanos de carne y hueso. La salud, la educación, el empleo, la seguridad, la vivienda, la cultura, la recreación, el deporte, los servicios públicos, las obras públicas, el medio ambiente sano y el disfrute del espacio público, son necesidades de la comunidad y preocupaciones de los administradores que son elegidos para que elaboren políticas, programas, planes y proyectos, que les satisfagan esas necesidades a la comunidad. Es aquí donde se encuentran la política, la administración pública y la comunicación. En el papel que pueden desempeñar para

satisfacer y solucionar las necesidades y los problemas de una comunidad concreta que existe porque se lee, se oye y se ve en un medio que le reconoce toda la importancia.

Por un lado, el bien colectivo es un principio inherente a los tres. De otro lado, y esto es lo práctico, la comunicación es el instrumento que pone en contacto al administrador con su comunidad. Es el canal que facilita el diálogo, la participación y, por ende, la democracia. Voy a mencionar tres escenarios que nos permiten tener una idea clara del éxito o el fracaso de la comunicación en el desarrollo social, pensando especialmente en las necesidades específicas de la comunidad. En el primero, el menos exitoso, se ha soslayado el diálogo. Las administraciones han ignorado la opinión de la comunidad y simplemente le han informado decisiones adoptadas unilateralmente que han terminado en disputas, en dificultades para concluir la obra decidida y en pérdida de respeto y de credibilidad en la administración pública y en la política. En el segundo, la comunicación enarbola la causa antioficialista, y arremete contra las decisiones administrativas basada en los gustos, las creencias y las opiniones de la “comunidad”, y no en la información completa. Algunas veces, las intuiciones resultan verdaderas. Pero a todos nos queda en claro que no es responsable informar sin certeza. Muchas veces son los intereses particulares -políticos o económicos- de algunos líderes y miembros de la comunidad, los que se sobreponen a los intereses colectivos. Este es un escenario en el que la comunicación tiende a volverse contestataria e injusta con la administración, porque “dispara y después pregunta”. La confirmación y la imparcialidad no son aquí dos cualidades de la comunicación responsable. El presupuesto de este tipo de comunicación es que todo lo oficial es malo, politiquero y corrupto. El tercer escenario, que quiero presentar como cercano a la verdad –principio básico del Periodismo, tan importante como el del bien colectivo-, es el del punto de encuentro, del diálogo, de la participación y de la democracia en el sentido más pragmático, el

cual permite que haya convicción, confianza, credibilidad, concertación, satisfacción y sentido de pertenencia con la decisión, que va de la mano con el desarrollo que genera bienestar para todos.

Aquí la comunicación es fundamental. Las decisiones que afectan a los ciudadanos, no son tomadas por técnicos, políticos o burócratas que desconocen la realidad de la ciudad. La capacidad de participar conciente e inteligentemente en las decisiones, consecuencia del conocimiento que brinda la información profusa y oportuna que emite un medio de comunicación con claro sentido del valor de lo público, convierte al ciudadano en protagonista de su propia felicidad. Es bueno aclarar que cuando hablamos de lo público, de televisión pública, por ejemplo, no nos estamos refiriendo sólo a lo estatal. Estamos hablando de la televisión social, educativa y cultural, regida por el principio del bien colectivo. Claro que también nos debe quedar en claro que ni a la televisión privada ni a la comercial les interesa cumplir con el propósito social que caracteriza a la televisión pública. Esa conciencia social es sólo de la televisión oficial o institucional, aunque depende en su concreción de que el administrador público de turno tenga definido el concepto de comunicación para la participación, para la democracia y para el desarrollo. Lo mismo pasa con el periódico, la radio o la televisión comunitarias. El rótulo no garantiza el fin público. Hay quienes disfrazan con la etiqueta el ánimo de lucro y el Interés particular social, corporativo o político. Como me pidieron reflexionar con base en el referente de Telemedellín, como experiencia de comunicación que unió a los cuatro actores de esta exposición (política, administración pública, comunidad y comunicación), debo contar que quisimos promoverlo como muestra de comunicación audiovisual pública pensada y desarrollada para facilitar el encuentro entre el Estado y la Ciudadanía. Su programación, en general, estaba diseñada para mantener bien informada a la comunidad sobre acontecimientos de interés general, sobre los hechos de su entorno y de su ciudad para que la conocieran, la vivieran y la aprehendieran, y sobre las políticas de Estado, Plan de Desarrollo, programa de gobierno y decisiones y

hechos administrativos que la afectaran. Su carácter formativo se evidenciaba no sólo en sus programas de género educativo y cultural. El énfasis estaba puesto en el tono

pedagógico que queríamos imprimirle a la presentación de los diferentes hechos de interés social, con la finalidad de interpretar, orientar, ayudar a entender y promover la construcción de una cultura de la participación conciente, tanto en la veeduría y el control de la función pública, como en la toma de decisiones. Algunos se quedaron en la posición facilista de referirse a Telemedellín como canal del régimen o canal oficialista. Mientras tanto, un buen segmento de la comunidad, sin prejuicios y agradecido, percibió la búsqueda permanente de una programación para mostrar, enseñar, vivir y gozar la ciudad. Percibió la construcción de un puente que iba directo desde las decisiones gubernamentales hasta los efectos sociales y, en sentido inverso, que venía directo desde los problemas, necesidades y opiniones de la comunidad, hacia los oídos, el análisis y la ponderación del gobierno. Como una cosa son la intención y los buenos deseos, y otra la capacidad estratégica de concretar la misión, la visión y los objetivos propuestos, decidimos medir los procesos y los logros. Fue, entonces, la empresa Napoleón Franco y Compañía la que realizó una investigación entre los televidentes de Teleantioquia (63%), Señal Colombia (5%), Canal U (3%), Televida (2%) y Telemedellín dando como resultado que el 74% en promedio asociaba al canal con los siguientes atributos y beneficios referentes a la ciudad: "Cultura y respeto por mi ciudad (83%), "Enseña cosas de mi ciudad" (83%), "Es cercano, oportuno y habla de problemas de ciudad (79%), "Permite a los ciudadanos participar y opinar" (76%), "Mejor información de la ciudad" (76%), "Disfrutar el espacio público para todos" (73%), "Alto compromiso social" (69 %) y "Está al servicio de la comunidad" (56%) Finalmente, se demostró la posibilidad de hacer televisión pública local al servicio de la comunidad. Ese tenía que ser el resultado lógico cuando se es coherente en el pensamiento y en la acción con el objetivo del Estado y de la administración pública local, en particular, en ejecutar con eficiencia, eficacia y economía todas las acciones de comunicación en beneficio de la comunidad.

Precisamente, en el estudio de Napoleón Franco y Compañía, entre los 10 primeros lugares aparecieron los programas que informaban sobre el entorno y los acontecimientos que afectaban a los habitantes de la localidad, y que permiteron la participación y el

diálogo directo con la Administración: "Telemedellín Noticias" (77%), "Los conciertos y los especiales sobre hechos políticos, administrativos y de ciudad" (32%), "De Norte a Sur" (31%), "Alcalde en la Noche" (26%), "Operación Ciudad" (25%) y "Alcaldía al Aire Libre" (19%). Paradójicamente, los temas y programas que entre algunos sectores generaron la crítica frente al “oficialismo”, fueron los temas y los programas que más se conocieron y se sintonizaron. Lo anterior quiere decir que los temas “oficiales” que son inherentes a la administración pública, y que naturalmente tienen que responder a las demandas sociales y comunitarias, sí atienden a la necesidad de un foro abierto en el que sean efectivas la participación de la comunidad y las respuestas de los administradores públicos y el sector político que representan. En consecuencia, la prensa, la radio y la televisión de carácter público (que buscan satisfacer el interés colectivo) sí son un instrumento fundamental para el desarrollo de la democracia y, por ende, el crecimiento social, político y económico de las comunidades. En este sentido, la comunicación puede convertirse en aliado del político que busca ser administrador público o gobernante, en su acepción estricta de “un defensor de los derechos de los ciudadanos y un trabajador incansable para alcanzar la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos”. Poner la comunicación al servicio altruista que la defensa de los derechos y las satisfacciones ciudadanas significan, puede ser considerado como paradigma y no como objeto de crítica. En realidad, el esfuerzo mutuo de la política, la administración pública y la comunicación con el fin de generar bien común y calidad de vida, no resiste la ligereza de lengua de algunos que no conocen sino una orilla.