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El Bajo Imperio romano es el período histórico que se extiende desde el acceso al poder de Diocleciano en 284 hasta el fin del Imperio romano de Occidente en 476 . Tras los siglos dorados del Imperio romano (período denominado Pax romana , que abarca los siglos I a II ), comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos , en particular la de Heliogábalo , y tras el asesinato del último de ellos, Alejandro Severo , el Imperio cayó en un estado de ingobernabilidad que se denomina Crisis o Anarquía del siglo III A la par de ésta crisis política se desarrolló una profunda crisis económica, caracterizada por una gran inflación y un declive de la agricultura, la industria, el comercio, el medio urbano y el sistema esclavista. Los períodos donde se intentó restablecer el orden, tales como el Dominado del siglo IV , introdujeron cambios políticos y económicos muy importantes en la administración y gobierno del Imperio, tales como la instauración primeramente de la tetrarquía , aunque la consiguiente división territorial del Imperio en el Imperio romano de Occidente , cuya decadencia aquí se estudia, y el Imperio romano de Oriente , que sobreviviría 1000 años más. No obstante, el hecho más relevante de este período de inestabilidad fueron las llamadas invasiones bárbaras , en las que los bárbaros del norte irían paulatinamente infiltrándose a través de los limes del Imperio, en una sucesión de guerras fronterizas e invasiones que acabarían por destruir al Imperio: las fronteras imperiales, privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en auténticas puertas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, especialmente los francos y los godos , que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los ríos Rin y Danubio , hasta provocar su colapso.

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El Bajo Imperio romano es el período histórico que se extiende desde el acceso al poder de Diocleciano en 284 hasta el fin del Imperio romano de Occidente en 476.

Tras los siglos dorados del Imperio romano (período denominado Pax romana, que abarca los siglos   I a II), comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras el asesinato del último de ellos, Alejandro Severo, el Imperio cayó en un estado de ingobernabilidad que se denomina Crisis o Anarquía del siglo III

A la par de ésta crisis política se desarrolló una profunda crisis económica, caracterizada por una gran inflación y un declive de la agricultura, la industria, el comercio, el medio urbano y el sistema esclavista. Los períodos donde se intentó restablecer el orden, tales como el Dominado del siglo IV, introdujeron cambios políticos y económicos muy importantes en la administración y gobierno del Imperio, tales como la instauración primeramente de la tetrarquía, aunque la consiguiente división territorial del Imperio en el Imperio romano de Occidente, cuya decadencia aquí se estudia, y el Imperio romano de Oriente, que sobreviviría 1000 años más. No obstante, el hecho más relevante de este período de inestabilidad fueron las llamadas invasiones bárbaras,

en las que los bárbaros del norte irían paulatinamente infiltrándose a través de los limes del Imperio, en una sucesión de guerras fronterizas e invasiones que acabarían por destruir al Imperio: las fronteras imperiales, privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en auténticas puertas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, especialmente los francos y los godos, que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los ríos Rin y Danubio, hasta provocar su colapso.

La tradición occidental ha considerado que Imperio romano desapareció como entidad política el 4 de septiembre del añor 476, cuando Rómulo Augusto, el último emperador del Imperio romano de Occidente, fue depuesto por el bárbaro Odoacro. Roma ya había sido saqueada previamente por Alarico I en el 410, y no quedaba prácticamente nada del orden romano original; Rómulo Augusto ni tan siquiera gobernaba sobre todos los territorios que habían correspondido al Imperio de Occidente.

Tradicionalmente, pues, se sitúa el año 476 como fecha que marca definitivamente la caída del Imperio romano e inicio de la Edad Media, sobre todo porque a partir de esa fecha ya ni tan siquiera hubo nadie que dijera ser el emperador de Occidente, y porque, caída la propia Roma, resultaba paradójico que el propio Imperio romano pudiera seguir existiendo. Sin embargo, muchos historiadores cuestionan esta fecha, haciendo notar que el Imperio romano de Oriente pervivió hasta la caída de Constantinopla el 29 de mayo de 1453, fecha que a su vez se usa como fin de la Edad Media e inicio del Renacimiento.

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Aspectos sociales[editar · editar código]

Para el siglo III, la gran extensión del Imperio había vuelto muy lentas y difíciles las comunicaciones: a pesar de la excelente estructura de vías de comunicación, las calzadas romanas, y del sistema de postas, los mensajeros imperiales sólo podían aspirar a hacer trayectos como Roma-Antioquía o Roma-Londres en más de una semana. Estos medios no garantizaban la lealtad de los ejércitos fronterizos: los ejércitos de las provincias fronterizas incorporaban gente del lugar y se establecían fuertes vínculos de lealtad entre las tropas y sus comandantes, quienes, contando con esa fuente de poder, podían aspirar a ser emperadores del Imperio si se presentaba la ocasión.

Tras un caótico período de conjuras y crisis institucional que socavó las más básicas instituciones del Imperio, como el Senado o la magistratura, el asesinato de Alejandro Severo por sus tropas en el año 235 marcó el inicio de una etapa de crisis: tanto en Italia como en las provincias irán surgiendo poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la vida económica se vería marcada por la incertidumbre de la producción, la creciente dificultad de los transportes, la quiebra del sistema monetario, etc.

De este período se han diferenciado dos subperiodos. El primero es el de la Anarquía militar (235–268), caracterizado porque los ejércitos provinciales y la guardia pretoriana se rebelaron con frecuencia, ora para deponer a los emperadores, ora para elevar a sus comandante a la dignidad imperial.

Durante este período, además, se desatendió la salvaguarda de las fronteras, lo cual fue aprovechado por los pueblos bárbaros para invadir el aún rico Imperio romano. El hambre, las epidemias y la inseguridad se apoderaron del Imperio, que poco a poco se fue ruralizando.

Para el principado de Galieno, el descontrol llegó a tal punto que varias provincias de Occidente y Oriente se escindieron para formar el Imperio Galo y el Imperio de Palmira, respectivamente, en un intento de hacer frente con sus propios medios a los peligros exteriores que amenazan el Imperio.

El segundo periodo es conocido como el de los emperadores ilirios (268–284). Tras los años anteriores de anarquía militar, en los que la seguridad y la unidad del Imperio se habían visto gravemente comprometidas, diferentes emperadores de origen ilírio y danubiano, procedentes todos ellos, pues, de provincias fronterizas en las que se habían formado como generales y luchado contra los bárbaros, lograron reunificar el Imperio y sentar las bases para restablecer la situación: el emperador Claudio II fue el primero de ellos, y, aunque murió en batalla, marcó un punto de inflexión en la dinámica de crisis previa. Por su parte, su sucesor Aureliano reconquistó buena parte del imperio, poniendo fin al Reino de Palmira y al Imperio de las Galias, entre otros.

Aspectos económicos[editar · editar código]

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Moneda devaluada de Septimio Severo.

Moneda devaluada de Galieno.

La situación económica del Imperio a finales del siglo III era crítica. Las invasiones y los abusos de los grandes terratenientes, libres de cualquier gobierno capaz de refrenarlos, produjo un abandono de los campos por parte de los campesinos en busca de ocupaciones más prometedoras como el bandolerismo, lo cual se tradujo a su vez en una creciente inseguridad del medio interurbano, desfavoreciendo el comercio terrestre.

Así mismo, se produjo un debilitamiento del sistema monetario. El funcionamiento de la acuñación antigua estaba basado en que el valor de la moneda era el del metal que contenía, pero en tiempos de crisis, se solía rebajar la calidad de la moneda con la adición de un metal inferior, sin reducir su valor nominal. En tiempos de Nerón, se emitieron denarios de plata con una pureza del 90%. Marco Aurelio emitió moneda de plata con un 75% de metal noble y Septimio Severo con un 50%, todo ello para sufragar los crecientes gastos militares.

En el siglo III el Imperio había cesado su expansión y el estado ya no pudo contar con las riquezas obtenidas por las conquistas militares. Por eso, produjo una reducción alarmante del abastecimiento de metales preciosos, combinada con unos altísimos gastos gubernamentales. Estos aspectos, obligaron a los emperadores a emitir monedas de plata rebajadas para satisfacer sus necesidades. El pueblo reconoció que las monedas estaban fuertemente sobrevaloradas con respecto a su contenido en metal. El valor de la moneda cayó mientras que los precios subían fruto de la inflación producida por el incremento del efectivo puesto en circulación, el resultado fue una espiral inflacionaria con monedas fuertemente devaluadas que provocaron precios todavía más altos. Además, Roma compraba artículos de lujo al oriente y sólo vendía granos y otros alimentos, así el Imperio occidental tuvo una balanza comercial negativa.

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En tiempos de Galieno, el porcentaje de pureza de las monedas de plata había descendido a un 5%. No pasaron muchos años para que el gobierno emitiera monedas de cobre plateado.

Otra víctima de la inflación fue el propio Estado, ya que el cobro de los impuestos creció en su valor real mientras que con lo recaudado no alcanzaba a pagar a los funcionarios y a los soldados, por lo que se decidió pagarles con alimentos, sistema que se convirtió en el normal sistema impositivo de finales del Imperio, y continuaría durante la Edad Media.

Diocleciano y la Tetrarquía[editar · editar código]

Artículo principal: Diocleciano.Artículo principal: Tetrarquía.

Diocleciano fue proclamado emperador en el 284 en Nicomedia, que más tarde fue capital del Imperio. En el 286 promovió como César a Maximiano, a quien años después convirtió en Augusto dándole la parte occidental del Imperio. Así se dividió el Imperio en Occidente y en Oriente.

El 1 de marzo del 293 se nombró como césares a dos oficiales de Iliria, Galerio y Constancio I. Así se instituyó una nueva forma de gobierno: la Tetrarquía, en la que los dos Augustos gobernarían durante 20 años Oriente y Occidente, teniendo cada uno a un César como lugarteniente; concluidos los 20 años, los césares ascenderían al trono como Augustos y designarían a otros dos césares, al tiempo que los augustos se retirarían de la vida pública.

El reparto del poder produjo inicialmente resultados muy satisfactorios. Galerio rechazó en el bajo Danubio a los godos, y entre el 297 y el 298 consiguió una espectacular victoria contra los persas en las Guerras Romano-Sasánidas y logró extender la frontera romana hacia el Tigris superior, el Kurdistán y Sinagra. Mientras tanto, Diocleciano sofocó una revuelta en Egipto y Constancio I recuperó Britania de manos del usurpador Alecto y obtuvo varias victorias en las fronteras del Rin. Maximiano, por su parte, aplastó una insurrección nativa en Mauritania.

No obstante, a pesar del éxito militar del sistema, la instauración de la tertrarquía, implicó una serie de profundas reformas administrativas y económicas que afectarían (y lastrarían) al Imperio durante el resto de su existencia.

Reformas militares[editar · editar código]

Durante el reinado de Diocleciano y sus sucesores se llevaron a cabo una serie de reformas militares para garantizar el control y la eficacia de los ejércitos. Algunas de ellas eran:

Creación de una fuerza de campaña móvil: así se complementó la función de las guarniciones estáticas de las fronteras.

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Separación de los limitanei: los limitanei, u hombres de las fronteras, en ocasiones formaban una milicia local que ocupaban tierras lejanas a Roma propiciando la disgregación del Imperio. Por eso Diocleciano realizó una distinción entre el ejército de campaña completamente móvil y la defensa estática fronteriza.

Aumento numérico del ejército: en los tiempos de Diocleciano el ejército aumentó más del doble; pero esto produjo un aumento en lo referente a los problemas financieros y de abastecimiento.

Reformas económicas[editar · editar código]

Moneda de Diocleciano.

Al principio, los tetrarcas no lograron detener la inflación; pero con la combinación de una serie de medidas económicas lograron contenerla y dejaron un sistema monetario parcialmente estable a sus sucesores. Para ello, se procedió a realizar una serie de profundas reformas del sistema monetario, siendo la más importante la creación de una nueva moneda de oro, acuñada con un alto nivel de pureza, con devaluación de 1/5 de su valor. También se acuñarían monedas de plata según un nuevo estándar que logró mantuvieran su valor, y otras de cobre, que por ser de uso cotidiano y estar hechas de un metal útil, estuvieron sujetas a una continuada inflación.

Al igual que durante toda la Antigüedad, la moneda básica del pueblo romano no era la moneda de oro o de plata, que se reservaban para grandes transacciones y por tanto no era de circulación común, sino la partición más pequeña, de bronce o cobre. Las monedas de oro y plata, de hecho, estaban fuera del sistema monetario corriente, y las medidas monetarias adoptadas en ellas no afectaban mucho a la vida cotidiana: la escasez o estabilidad de aúreos de oro o tetradracmas de plata nunca afectó a las pequeñas economías del imperio. Sin embargo, las políticas monetarias de la tetrarquía fueron incapaces de garantizar la estabilidad de la moneda de cobre, de manera que el resultado de las reformas fue una inflación continuada (aunque no tan galopante como en el s.III) en los precios de los bienes de consumo, que se expresaban en la moneda de cobre de uso corriente. Las quejas del ejército, que recibía su soldada en esta moneda, obligaron a Diocleciano a emitir el Edicto de Precios en un intento de establecer los precios máximos de distintos bienes básicos, y fijar salarios (incluyendo la prostitución, para que las legiones no se vieran privadas de este servicio natural). Un contemporáneo de la época, Lactancio, pronosticó

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que el edicto fracasaría porque los productos no podrían llegar al mercado: tal y como ocurrió, los mercaderes retuvieron los bienes de consumo y los pusieron a la venta en el mercado negro, a un precio superior.

Los sucesores de Diocleciano[editar · editar código]

En el 305, los augustos Diocleciano y Maximiano abdicaron, más por voluntad de Diocleciano que de Maximiano, que al parecer se mostró reticente a abandonar el poder. Su lugar lo ocuparon Galerio en Oriente, y Constancio I en Occidente. Al mismo tiempo, Maximino y Severo II, poco conocidos hasta el momento, se convirtieron en césares. Esto puso en peligro la fidelidad y coherencia de la política de Diocleciano, pues excluía de la posibilidad de acceder al poder imperial a Majencio, hijo del retirado augusto Maximiano, y a Constantino I hijo del ascendido Constancio I.

Durante los siglos II y III, se produjeron grandes cambios religiosos en el Imperio. Se adoptaron nuevas formas de culto de la cultura greco-oriental. En Egipto, el culto a Isis y Serapis alcanzó gran prominencia, desplazando al de los antiguos dioses egipcios, de los que sólo pervivió el culto a Osiris; en Judea, surgió el cristianismo, inicialmente como secta judía, posteriormente como religión diferenciada; en Siria y Mesopotamia se adoptaron varias formas de gnosticismo y, más tarde, el mitraísmo y el maniqueísmo.

La prevalencia de estos cultos se ha vinculado con la Crisis del siglo III. El desorden e inseguridad de la época habría provocado la retirada hacia una vida interior. Además el fracaso de la religión oficial, muy ligada al muy desprestigiado gobierno del imperio, e incapaz de solucionar los problemas del pueblo, provocó que muchas personas decidieran cambiar a religiones que prometieran una mejor vida ultraterrena.

Aunque inicialmente se matuvo como un culto muy minoritario, durante los siglos II y III el cristianismo, de mensaje novedoso en el panorama religioso del imperio, fue ganando adeptos, sobre todo en las provincias orientales del Imperio, en África y en algunas zonas occidentales costeras del Mediterráneo, en general en ciudades donde la presencia judía era a su vez importante.

Las persecuciones al cristianismo[editar · editar código]

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Moneda de Decio, quien comenzó la persecución a los cristianos.

Las persecuciones del cristianismo no han de entenderse como una "caza de cristianos", en las que los romanos se dedicaban a exterminar y asesinar a todo cristiano con que se topaban, sino como una ilegalización de las prácticas cristianas, que, aunque a veces pudieron derivar en ejecuciones sumarias, en general se correspondían más bien con una marginación del culto cristiano y la incómoda obligación de tener que adorar al dios cristiano en secreto. Ocurrió que, como en muchas épocas de crisis, durante los siglos II y III se dieron situaciones en las que se acusaba a un grupo minoritario de todas las desgracias, en este caso eran los cristianos. Ajenos al culto imperial y a la vida religiosa cotidiana del imperio, se decía de ellos que eran los que arruinaban las relaciones ente los hombres y las divinidades, y que perturbaban la paz de los dioses, provocando la retirada de su favor y las consecuentes desgracias.

Aunque existen antecedentes, como cuando Nerón los acusó del fortuito incendio de Roma, la tradición de la Iglesia Católica cifra el inicio de la persecución de los cristianos durante el principado del emperador Decio. En aquel entonces el cristianismo era una religión lo bastante prominente, y lo bastante diferente, como para ser considerada la causa de todos los males. Según parece, durante el principado de Decio se vivió una seria crisis militar, especialmente tras las primeras invasiones godas. Por eso Decio se vio en la necesidad de reafirmar la tradicional lealtad del Imperio romano hacia sus dioses, y exigió que todos los habitantes del Imperio mostraran su sumisión a los mismos. Los cristianos, al negarse, pudieron en algunos casos ser ajusticiados. Mucho se ha escrito sobre si Decio ordenó directamente ir contra el cristianismo, o si, por el contrario, éstos fueron víctimas de una política menos específica y más general. Sea como fuere, parece seguro que no se dieran tantas víctimas como las fuentes cristianas aseguran (salvo que éstas mintieran en el número de cristianos que había). Al morir Decio, las persecuciones cesaron, aunque durante un breve período del principado de Valeriano (hasta que fue capturado por los persas en el 260), parecieron reanudarse, coincidiendo de nuevo con la necesidad de reafirmar el culto imperial.

La principal persecución que sufrieron los cristianos, no obstante, fue la persecución, durante el dominio de Diocleciano. En este caso sí es seguro que se trataba de una política completamente opuesta al cristianismo. Aunque durante su reinado la situación político-militar no era crítica, la necesidad de reunificar la maltrecha religión romana, y el deseo de Diocleciano de restaurar la dignidad del culto imperial y tradicional, chocaron con los cada vez más numerosos cristianos, que al oponerse a las pretensiones imperiales fueron declarados enemigos del solio imperial. Una explicación más tradicional, posiblemente falsa, dice que, por alguna razón, Galerio odiaba al cristianismo, y que logró imponer su actitud al anciano y debilitado Diocleciano.

La persecución general fue motivada por el fracaso de un sacrificio en Nicomedia: los arúspices fueron incapaces de dar con el hígado de varios animales sacrificados, un muy mal augurio del que culparon, al parecer, a un funcionario imperial allí presente, que fue visto santiguarse para no ser contaminado por los ritos.

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El primer edicto de persecución se dictó el 23 de febrero del 303. Ordenaba la clausura de las iglesias y la entrega de las escrituras; vino seguido por una orden contra el clero cristiano para que realizara sacrificios a los dioses tradicionales. Hasta el momento sólo se veían, pues, afectadas las autoridades eclesiásticas, pero otro edicto extendió la obligación de realizar sacrificios a todos los miembros de la comunidad cristiana.

Al abdicar Diocleciano, la persecución continuó con Galerio, pero cedió en las regiones dominadas por Constantino I (Galia y Britania, donde habían muy pocos cristianos) y las dominadas por Majencio (Italia y África, donde no era especialmente necesario recurrir a persecuciones para afianzar el poder imperial).

Para finales del reinado de Galerio la persecución había perdido fuerza: se descubrió que al prohibir el rezo a su Dios, tampoco rezaban a los dioses paganos, por lo cual el fracaso de la medida era patente. Por eso, se restableció la libertad de culto y se invitó a los cristianos a rezar a su Dios por la salvación de su alma y del Imperio.

Al morir Galerio, lo sucedió su hijo Maximino, que reanudó la persecución. Se dice que éste recibió delegaciones de las ciudades que pedían la continuación de las persecuciones a los cristianos, y que por eso las reanudó. En el origen de todo esto puede encontrarse el deseo de confiscar bienes en manos cristianas. Al morir Maximino, lo sucedió Licinio que revirtió la política referente al cristianismo. En el 313 Constantino I y Licinio emitieron el Edicto de Milán, una declaración de libertad de culto que restituyó todos los bienes confiscados a los templos cristianos. Para cuando se promulgó el Edicto, se estima que unos 7 millones de habitantes de los 50 que componían al imperio profesaban el cristianismo.3 Este fue el primer paso de la paz con la Iglesia y para la conversión del Imperio romano al cristianismo.

Las persecuciones a los cristianos has estado tradicionalmente teñidas de un sesgo muy parcial, a favor de los cristianos, pues no en vano fueron cristianos quienes escribieron toda la historia posterior. La imaginería popular las ha visto, pues, como una serie de matanzas de cristianos, en las que, si se atiende a los números ofrecidos por fuentes cristianas, podría darse el caso de que perecieran dos imperios romanos, tal es la exageración que alcanzan. En definitiva, de las persecuciones a los cristianos, cabe decir que, sin lugar a dudas, todas las cifras de mártires y víctimas dadas por los historiadores cristianos posteriores son fruto de la más interesada exageración: algunas cifras de víctimas incluso superan la población real estimada del Imperio. Historiadores más serios, como Edward Gibbon, sugirieron, de hecho, que las persecuciones posteriores entre las diversas sectas cristianas, o las campañas militares de Carlos V, produjeron más víctimas que las llevadas a cabo por el poder central, algo en línea con el famoso comentario de Juliano el Apóstata, que vino a decir que él no perseguiría a los cristianos ya que éstos eran lo suficientemente eficaces en perseguirse los unos a los otros. Además, se considera que las persecuciones cristianas no tuvieron en su tiempo, y para el gobierno y el pueblo en general, la relevancia que la historiografía posterior, en manos de cristianos, les ha dado: se habla de episodios de persecución esporádicos, poco sistemáticos y muy ineficaces, con contadas víctimas, más semejantes a un pogrom, en los que los cristianos eran usados como chivos expiatorios de los males públicos que afligían al Imperio

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Constantino el Grande[editar · editar código]

Cabeza de bronce de Constantino I. Es probable que fuera este el verdadero aspecto del emperador.Artículo principal: Constantino I el Grande.

En el 305 Constantino, que residía todavía en Oriente, obtuvo de Galerio permiso para unirse a su padre Constancio en Britania, el cual, el año siguiente, murió en Eburaco, la actual York. Constantino fue proclamado Augusto por el ejército, aunque inicialmente sólo reclamó de Galerio el título de César. Constantino se embarcó inmediatamente en una serie de violentas guerras civiles que en el 324 lo convirtieron en el único gobernante del Imperio romano de Occidente.

En Oriente, mientas tanto, Galerio había muerto y su sucesor, Licinio, compartía el trono con Maximino. Constantino y Licinio se entrevistaron en Milán, y además de promulgar el Edicto de Milán, más importante aún, acordaron la paz entre Oriente y Occidente, que las acciones de Constantino habían roto. Poco después, Licinio, que de este modo se convirtió en enemigo de Maximino, lo derrotó en la batalla de Bizancio, y se convirtió en emperador de Oriente. La paz duró hasta el 316, cuando Constantino se apoderó de los Balcanes, territorio perteneciente a Licinio. En el 324 Constantino se dirigió contra Licinio venciéndolo en Adrianópolis y en Cisópolis, y desde entonces fue el único dueño del Imperio romano y nombró como césares a sus hijos Constatino, Constancio y Constante.

Constantino y el cristianismo[editar · editar código]

El ascenso de Constantino estuvo muy unido a la transformación religiosa hacia el cristianismo. La conversión al cristianismo por parte de Constantino se puede explicar en cuatro fases, pertenecientes más al campo de la leyenda que al de la realidad:

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Tras el suicidio de Maximiano en el 310, un peregrino galo anunció que el emperador había tenido una visión de Apolo en un santuario de la Galia. Al aparecer esta noticia en el mismo discurso inventando que Constantino tenía un parentesco con el emperador Claudio II el Gótico (llamado así por su victoria contra los godos, no porque fuera un godo), la visión pudo considerarse una doble pretensión: la de apoyo divino y de la legitimación de su poder, cosa que necesitaba.

La segunda fase se explica cuando Constantino recordaba como había presenciado la visión de una cruz cristiana encima del sol con la frase «Con ésta vencerás» («In hoc signo vinces») y la noche siguiente, dicen que había tenido un sueño en el cual Cristo le explicaba la visión.4

La tercera fase se explica con otro sueño que tuvo Constantino la tarde antes de la batalla del puente Milvio. Se ordenó pintar los escudos de sus tropas con el monograma cristiano ( ) y entrar en batalla armado con ese signo. Así lo hizo y venció al usurpador Majencio.

La cuarta fase de la conversión está compuesta por varias cartas5 y en inscripciones en monumentos en las cuales demuestra que había obtenido sus victorias gracias a la voluntad del único Dios verdadero.

El cambio religioso se profundizó en la parte oriental del Imperio, sobre todo en la ciudad de Constantinopla, fundada por Constantino. El emperador visitó Roma en el 315 y en el 326; en esta última ocasión Constantino ofendió al Senado y a la población romana al negarse a asistir a un sacrificio en el Capitolio. La ruptura con la antigua ciudad fue seguida por la deliberada promoción de la nueva Constantinopla, trasladando el centro de gravedad del Imperio hacia Oriente, mucho más rico y estable.

El famoso edicto de Milán, del 313, proclamó la libertad de culto, permitiendo a los cristianos la visibilidad pública de la que habían carecido hasta entonces. Constantino, empero, no se convirtió al cristianismo, ni tampoco impuso por ley dicha religión. Se dice, de hecho, que a fin de evitar que sus numerosos crímenes lo condenaran al infierno, creyó que convirtiéndose en su lecho de muerte el bautismo lavaría sus pecados, garantizando la salvación de su alma: fue al parecer bautizado por el arriano Eusebio de Nicomedia en su lecho de muerte, algo que imitarían sus sucesores.

No obstante, durante la época de Constantino y durante todo el siglo IV, la corte imperial dio un impulso decisivo al proceso de cristianización del Imperio. En una época de profunda crisis social e institucional, el cristianismo fue visto como un elemento capaz de reunificar a las sociedad del Imperio, al tiempo que, de facto, serviría de elemento de control y represión de elementos socialmente subversivos. En este sentido, se hizo necesario unificar la doctrina cristiana, algo que Constantino promovió con el Concilio de Nicea: hasta entonces, las comunidades cristianas habían sido relativamente independientes, y mantenido cada una de ellas diversas peculiaridades doctrinales y litúrgicas que no interesaba mantener. Este afán se demostró como una de las principales fuentes de conflictos de los siglos posteriores, en las que las diversas herejías (arrianismo, nestorianos, monofisismo, iconoclastia,...) fueron virulentamente perseguidas.

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La conversión, aunque en sí fuese un hecho personal e imperceptible, no ejerció su influencia en el vacío, sino dentro de un entorno en el que el cristianismo se convertiría en la religión principal del imperio, y luego definitivamente oficial con el Edicto de Teodosio.6

Reformas[editar · editar código]

Constantino, durante todo su reinado, se dedicó a reformar profundamente el Imperio. Modificó la composición del Senado, cuyo consejo estaba antiguamente compuesto por 600 magistrados, aumentando su número a 2.000 miembros, e introdujo numerosos equites, que constituyeron el núcleo del personal administrativo del Imperio.

Otra innovación fue la reforma de la prefectura del pretorio: los comandantes de la guardia imperial se convirtieron en altos funcionarios provinciales dotados de amplios poderes civiles, responsables de mantener el orden público y las finanzas.

El ejército fue reorganizado y jerarquizado en beneficio de los comitatenses, unidades móviles acantonadas en las ciudades cercanas a las fronteras y a los efectivos limitados a algunos cientos de hombres. En el seno de la guardia imperial, y con el fin de reemplazar a los pretorianos, disueltos en 312 por haber apoyado a Majencio, Constantino creó las scholae palatinae, formadas por soldados reclutados entre los germanos. Numerosos privilegios fueron otorgados a los veteranos, soldados que habían terminado su servicio: contaban con inmunidad fiscal y exención de cargas municipales.

En el campo económico y con el fin de controlar la inflación, Constantino creó una nueva moneda de oro, el solidus, acuñada por primera vez en 310, la cual rápidamente estabilizó el sistema monetario. Sin embargo, era una moneda de metal muy preciado que sólo circulaba entre las clases sociales más acomodadas y no entre los pobres, que continuaban utilizando una moneda devaluada de aleación entre cobre y plata. La creciente ruralización del imperio favoreció, no obstante, el que el trueque se convirtiera en algo cotidiano entre las clases bajas, y se logró al fin cierta estabilidad en las monedas de un valor menor

Los sucesores de Constantino[editar · editar código]

Constantino murió el 337, su cuerpo fue llevado a Constantinopla y enterrado en la Iglesia de los Santos Apóstoles. Constantino tenía numerosos hermanastros y sobrinos que fueron asesinados por políticos poderosos y generales deseosos de defender una sucesión dinástica ordenada, libre de disputas entre las diferentes ramas de la familia. Así los hijos de Constantino se convirtieron en Augustos: Constantino II de la Galia, Hispania y Britania; Constancio II de Oriente; y Constante de Italia y África.

Constantino II fue asesinado por Constante, a su vez Constante fue derrocado en el 350 por un usurpador militar, Magnencio. Este último fue derrotado por Constancio en las batallas de Mursa y de Mons Selecus, convirtiéndose en el único soberano del imperio

El reinado de Constancio II[editar · editar código]

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Constancio II.Artículo principal: Constancio II.

En los comienzos de su reinado, Constancio II, se vio ante las nuevas hostilidades de los germanos, que las provincias del occidente requerían la autoridad de un gobernante por separado con autoridad local. El emperador nombró a Juliano césar de la Galia, pretendía que el nuevo césar ejerciera un control nominal de las guerras germanas. Juliano en un principio aceptó y consiguió una gran victoria sobre los alemanes cerca de Estrasburgo en el 357; pero a medida que pasaba el tiempo, hizo valer su personalidad con mayor energía.

Constancio, después de visitar Roma en el 357, volvió al oriente para detener un ejército persa que había invadido la Mesopotamia. En necesidad de reforzar su ejército, pidió ayuda a Juliano; este se negó y se autoproclamó Augusto de occidente. Juliano marchó a Oriente en el 361 contra Constancio. La guerra civil se evitó porque el emperador murió a los 43 años.

Juliano II.

El reinado de Juliano[editar · editar código]

Artículo principal: Juliano el Apóstata.

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El reinado de Juliano, último de la casa de Constantino, fue corto, pero uno de los más activos y controvertidos. Algunos de sus actos fueron:

Redujo drásticamente el personal del palacio y de la burocracia, y persiguió la corrupción.

Restauró el culto a los dioses antiguos. Promulgó un edicto que prohibía a los cristianos trabajar como maestros de

literatura y retórica, para gran desazón de éstos. Escribió tratados alegóricos en su defensa y trabajos de polémica contra los

cristianos; el más famoso es: Contra los Galileos7

Realizó numerosos sacrificios a los dioses con entusiasmo y por eso fue criticado por sus seguidores.

Luchó contra los persas muriendo asesinado en el 363.

Joviano, Valentiniano y Valente[editar · editar código]

Artículo principal: Joviano.Artículo principal: Valentiniano I.Artículo principal: Valente.

El sucesor de Juliano fue Joviano, que fue proclamado por el ejército en Mesopotamia en el 363 durante la crisis que siguió después de la muerte de Juliano en combate. Para asegurar la salida del ejército de los territorios de Persia, Joviano les cedió territorios del norte de la Mesopotamia; esta acción recibió las críticas que merecía su predecesor. En contraste con Juliano, Joviano fue un cristiano aparentemente moderado; pero antes de que pudiera demostrar su política murió en el 364.

Medallón de Valentiniano.

A Joviano le sucedió otro oficial, Valentiniano I que fue nombrado por una cámara política de altos cargos militares y funcionarios y fue aceptado por el ejército. Valentiniano se percató de la necesidad de dividir el Imperio y escogió como gobernador del occidente a su hermano Valente. Entre el 364 y 365, los emperadores se dividieron las provincias, el

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ejército y la administración.8 El reinado de Valentiniano estuvo centrado en la defensa militar de la frontera del Rin y del Danubio de la invasión bárbara. El emperador realizó un programa sistemático de construcciones defensivas, tanto a lo largo de los ríos, como en las rutas de penetración en las provincias romanas. Su administración general se caracterizó por el rigor, la meticulosidad y la brutalidad. Debido a este estilo de gobierno, sufrió rebeliones en Iliria y en África las cuales fueron sofocadas por el general Flavio Teodosio. Valentiniano murió en el 375 por una apoplejía.

A Valentiniano lo sucedió su hermano Valente. Su reinado se vio afectado por guerras en el exterior contra los godos a los que atacó con éxito entre el 367 y el 369; y contra el Imperio persa en Armenia. La crisis del reinado de Valente se produjo en el 376, cuando el emperador fue convencido de autorizar el ingreso de los visigodos al Imperio, los que habían sido empujados hacia las fronteras romanas por la invasión de los hunos. Pero los godos entraron violentamente, lo que llevó al ejército romano a combatir contra ellos. En el 378 Valente tuvo un encuentro bélico con ellos en Adrianópolis. Perdió la batalla, murió y dos tercios de su ejército quedaron destrozados.

Constantinopla (en griego Κωνσταντινούπολις, Konstantinúpolis, abreviado como ἡ Πόλις, hē Polis, 'La Ciudad'; en latín Constantinopolis, en turco otomano formal Konstantiniyye, en idioma turco İstanbul), actual nombre Estambul, fue la capital del Imperio romano (330–395), del Imperio romano de Oriente, o Imperio bizantino (395–1204 y 1261–1453), del Imperio Latino (1204–1261) y del Imperio otomano (1453–1922). Estratégicamente situada entre el Cuerno de Oro y el mar de Mármara en el punto donde se unen Europa y Asia, la Constantinopla bizantina fue baluarte de la Cristiandad y heredera del mundo griego y romano. A lo largo de toda la Edad Media Constantinopla fue la mayor y más rica ciudad de Europa[cita requerida], conocida como «la Reina de las Ciudades» (Basileuousa Polis). Por otra parte, fue llamada la Encrucijada del Mundo, pues era el nexo de comercio entre Asia, Europa y África (marítimo)

Dependiendo de sus gobernantes, ha recibido con frecuencia diferentes nombres a lo largo del tiempo; entre los más comunes están Bizancio (en griego Byzantion), Stamboul o Nueva Roma (en griego Νέα Ῥώμη, en latín Nova Roma), este último un nombre más eclesiástico que oficial. Fue conocida por la Guardia Varega con el nombre de Miklagarðr (Gran Ciudad). Fue renombrada oficialmente como Estambul (su nombre actual) en 1930 mediante la Ley Turca de Servicio Postal, parte de las reformas nacionales impulsadas por Atatürk.

Índice

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1 Constantino el Grande, fundador de la ciudad 2 Murallas 3 Véase también 4 Enlaces externos

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Constantino el Grande, fundador de la ciudad[editar · editar código]

En el año 324 Constantino I el Grande, el emperador que refundaría la ciudad de Constantinopla, vence al coemperador romano Licinio (Flavio Valerio Licinio Liciniano 250–325), transformándose en el hombre más poderoso del Imperio Romano. En ese contexto decidió convertir la ciudad de Bizancio en la capital del Imperio, comenzando los trabajos para embellecer, recrear y proteger la ciudad. Para ello utilizó más de cuarenta mil trabajadores, la mayoría esclavos godos.

Mapa de la Constantinopla bizantina.

Después de seis años de trabajos, hacia el 10 de mayo de 330, y aún sin finalizar las obras —se terminaron en el 336— Constantino inauguró la ciudad mediante los ritos tradicionales, que duraron 40 días. La ciudad entonces contaba con unos 30.000 habitantes. Un siglo más tarde alcanzó medio millón, siendo la ciudad más grande del mundo; algunos autores, en determinados momentos de su historia, llegan a atribuirle hasta un millón.

Renombrada como Nea Roma Constantinopolis (Nueva Roma de Constantino), aunque popularmente se la denominaba Constantinopolis (en griego Κωνσταντινούπολη), fue reconstruida a semejanza de Roma, con catorce regiones, foro, capitolio y senado, y su territorio sería considerado suelo itálico (libre de impuestos). Al igual que la capital itálica, tenía siete colinas.

Constantino no destruyó los templos existentes, ya que no persiguió a los paganos, es más, construyó nuevos templos para paganos y cristianos, especialmente influido por estos últimos. Tal es así que durante su gobierno se abolió la crucifixión, las luchas entre gladiadores, se reguló el divorcio, dándose mayor protección legal a la mujer y se mantuvo una mayor austeridad sexual[cita requerida], según las costumbres que después se convertirían en cristianas. Además construyó iglesias como la de Santa Irene y la iglesia-mausoleo, donde

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fue enterrado el emperador. Constantino jamás se declaró religioso, sólo lo llegó a ser en el lecho de muerte, siendo bautizado por el arriano Eusebio de Nicomedia.

Nueva Roma fue embellecida a costa de otras ciudades del Imperio, cuyas mejores obras fueron saqueadas y trasladadas a la nueva capital. En el foro se colocó una columna donde se emplazó una estatua de Apolo a la que Constantino hizo quitar la cabeza para colocar una réplica de la suya. Se trasladaron mosaicos, esculturas, columnas, obeliscos, desde Alejandría, Éfeso y sobre todo desde Atenas. Constantino no reparó en gastos, pues quería levantar una capital universal.

La ciudad contaba con un hipódromo, construido en tiempos de Septimio Severo (año 203), que podía albergar más de 50.000 personas y era la sede de las fiestas populares y de los homenajes a los generales victoriosos del Imperio. Sus tribunas también fueron testigo de tribunales donde se dirimían los casos más relevantes. Hoy en día, el hipódromo sólo es una plaza del centro de la ciudad (Estambul), donde se conservan los dos obeliscos que se encontraban en el eje de la pista, uno de ellos perteneciente al faraón egipcio Tutmosis III.

También se dio gran importancia a la cultura. Constancio II creó la primera universidad del mundo al fundar, en el 340, la Universidad de Constantinopla, aunque luego fuera reformada por el emperador Teodosio II en 425. En ella se enseñaba Gramática, Retórica, Derecho, Filosofía, Matemática, Astronomía y Medicina. La universidad constaba de grandes salones de conferencias, donde enseñaban sus 31 profesores.

Al morir Constantino, la fragmentación del Imperio Romano era un hecho. Sin embargo, esto no se produciría hasta la muerte de uno de sus sucesores: Teodosio, quien en el año 395 dividió en dos el Imperio y cedió el mando de la parte occidental, con sede en Milán, a su hijo Honorio; y la parte oriental, con sede en Constantinopla, a su otro hijo, Arcadio, dando comienzo al Imperio Bizantino que, a diferencia de la parte occidental cuya decadencia fue cada vez mayor, se mantuvo pujante hasta el año 1453. A Teodosio se debe el foro de su nombre en la antigua Constantinopla.

En época del emperador Justiniano (527–565) se construyó el templo de Santa Sofía, donde sus arquitectos tuvieron que idear una cúpula para cubrir el amplio edificio de planta rectangular. Tan complejo fue el trabajo que la primera cúpula se derrumbó; la segunda es la que hoy se puede ver en el edificio. Justiniano también construyó la iglesia de los santos Sergio y Baco, entre los años 527 y 536 después de Cristo.

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Constantinopla en 1422. Mapa del cartógrafo florentino Cristoforo Buondelmonti.

Durante el gobierno del emperador Heraclio (610–641) se creó la Academia Patriarcal de Teología, que luego fuera organizada también como universidad.

Murallas[editar · editar código]

Las murallas de la ciudad datan del siglo V, y tenían una extensión de 30 km, de los cuales sólo quedan siete, restaurados en 1980. Este sistema defensivo, que contaba con torres y fosos, sólo fue superado en dos ocasiones: la primera en el 1200, por parte de los ejércitos de la Cuarta Cruzada, que derrocaron al emperador, que restituido al recuperar la ciudad, y la segunda en 1453, por parte del Sultán Otomano Fatih Mehmet el Conquistador, en la famosa «Toma de Constantinopla».

Teodosio I el Grande[editar · editar código]

Artículo principal: Teodosio I el Grande.

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Teodosio I el Grande.

En la crisis, Teodosio, hijo del general de Valentiniano, Flavio Teodosio, fue requerido para que abandonase sus posiciones en Hispania y fue nombrado emperador de Oriente en enero del 379. Sus primeros años de gobierno estuvieron dedicados al problema de los godos. En el año 382, firmó un tratado de alianza por el cual los godos podrían entrar al territorio de Mesia pero debían integrarse en el ejército romano como federados. Teodosio también estableció un tratado con los persas en el 386.

En Occidente a Valentiniano le sucedieron sus hijos Graciano y Valentiniano II, que entonces constaban con 16 y 4 años respectivamente. Ambos fueron controlados por sus consejeros y Valentiano por su madre. Estos gobiernos no fueron lo suficientemente fuertes y el usurpador Magno Clemente Máximo asesinó a Graciano en Lyon e instaló su corte en Tréveris esperando el reconocimiento de su poder por parte de Teodosio I. En el 387 invadió Italia y destronó a Valentiniano II que huyó a refugiarse con Teodosio. En respuesta, el emperador de Oriente marchó contra Máximo en el 388, le dio muerte y le devolvió el poder a Valentiniano.

De regreso a Constantinopla, Teodosio dejó a Valentiniano en Tréveris bajo la supervisión de un general franco, Arbogasto. Al año siguiente Valentiniano apareció ahorcado, supuestamente por suicidio y Arbogasto elevó a Eugenio a la púrpura imperial. Eugenio restauró el culto pagano en Roma. Teodosio respondió y venció con sus tropas en la Batalla del Frígido, al este de Aquilea. Teodosio volvió a Milán y asentó su corte allí.

Teodosio y el cristianismo[editar · editar código]

Varios emperadores anteriores, como Constantino, eran cristianos pero la religión oficial era el paganismo. Desde el 313 con el Edicto de Milán había libertad de culto. Pero el 28 de febrero del año 380, Teodosio promulgó un edicto que declaraba el cristianismo como religión oficial del Imperio romano y prohibía el paganismo. Desde entonces se clausuraron los templos paganos y se suspendieron los juegos consagrados a los antiguos dioses como los Juegos Olímpicos.

Sociedad del Bajo Imperio[editar · editar código]

Burocracia[editar · editar código]

La estructura administrativa del Bajo Imperio estaba encabezada por el emperador. Generalmente había dos o más emperadores colegiados que gobernaban con independencia, si bien mantenían un frente de unidad.

La administración, desde tiempos de Diocleciano, estaba estrictamente dividida en funciones militares y civiles. Los ejércitos de campaña móviles en Oriente y Occidente eran comandados por magistri o maestres de caballería e infantería. Por debajo de estos comandantes titulados comites (condes) y duces (duques) comandantes de los ejércitos

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regionales. El Comes Domesticorum mandaba la guardia selecta del palacio, dividida en jinetes e infantes. El Castrensis se encargaba de mantener el orden en el palacio, una tarea difícil dada la constante movilidad de los últimos emperadores romanos.

Encabezando la administración civil estaban los prefectos pretorianos de Italia (con África e Iliria), de Galia (con Hispania y Britania) y de Oriente. Sus deberes eran la administración provincial, sobre todo lo relacionado con la recaudación de impuestos. El Conde de las Dádivas Sagradas controlaba las casas de monedas y las minas del estado. Otro funcionario importante era el Conde de la Cartera Imperial, encargado de la administración de las propiedades del estado. El Cuestor del Palacio Sagrado era el responsable de las relaciones y las comunicaciones imperiales en la adecuada forma literaria y por último el Primicerius Notariorum encabezaba los cuerpos de secretarios imperiales.11

Colonato[editar · editar código]

El trabajo de los esclavos había sido la base de la economía romana. Pero, a partir del siglo III, la influencia del cristianismo, la suspensión del aprovisionamiento de mano de obra debido al fin de las conquistas, el temor a las sublevaciones y los constantes intentos de fuga y sabotajes, convencieron a los propietarios de la necesidad de instrumentar nuevas formas de trabajo. Muchos de ellos comenzaron a liberar a sus esclavos y les dieron una parcela de tierra a cambio de la entrega de una parte de la producción.

Durante la crisis del siglo III, ese proceso se aceleró. Muchos campesinos libres que no podían pagar los crecientes impuestos ni poner freno a los saqueos de sus campos, abandonaron sus tierras y se pusieron bajo la protección de los grandes propietarios rurales. De esta manera surgió el colonato. El colono era un arrendatario que cultivaba una parcela y debía entregar al propietario parte de la cosecha. Muchos habitantes de las ciudades se trasladaron al campo y se convirtieron también en colonos.

Con el surgimiento del colonato y la ruralización de la sociedad tras la crisis del siglo III, surgió una nueva estructura social más polarizada. En la cúspide de la pirámide social se encontraban los grandes latifundistas que, además de tierras y fincas amuralladas, poseían ejércitos privados y recaudaban los impuestos en sus territorios. Por debajo de ellos se hallaban los campesinos independientes empobrecidos, los colonos, y los esclavos. Poco a poco, la condición de los colonos fue empeorando, hasta que no pudieron abandonar las tierras que trabajaban. Esto se agravó con la reforma de Diocleciano, quien, para lograr un recuento preciso de los impuestos, obligaba a los trabajadores a permanecer en las parcelas que cultivaban. Así se perfilaron procesos económicos y sociales que se retomarían siglos posteriores, este es el caso del feudalismo.12