el autobús, la demora y la sangre

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El autobús, la demora y la sangre. Esperaba tomar el autobús en el paradero de siempre. Junto a mí había una chica colombiana, lo supe porque me preguntó la hora, son las 4.00 en punto le dije. Pero no éramos los únicos a la espera del transporte. Compartíamos lugar con otras dos personas: una mujer rubia con una nariz superlativamente respingada y un vendedor de flores. La mujer rubia estaba muy preocupada de su celular, no dejaba de mirarlo ni un segundo; sus dedos eran largos y tecleaba tan rápido que sentí un leve mareo al presenciar dicha escena. Yo estaba observando el tráfico de la calle, los autos pasaban a lo lejos y velozmente. De pronto el vendedor de flores comenzó a hablar de un accidente de tránsito, dijo que había presenciado un atropello. Que un día lunes estaba de lo más tranquilo vendiendo -no muy lejos de aquí- y un bus atropelló a una señora. Le había pasado la rueda por su cabeza, y para peor según él era que dicha mujer tenía hijos: era madre. Después del relato nos quedó mirando a todos, la mujer rubia seguía con su celular tecleando, la chica colombiana estaba quieta como una cariátide. Yo lo miraba directamente a los ojos, sentí que debía decir algo, y no pude contenerme – debió ser una escena muy espeluznante- le dije. Sí es una de las cosas más brígidas que he visto, toda la sangre, los gritos. Y que sea mamita es lo más terrible de todo sí [sic]. Me pregunté en ese instante si la mujer hubiese sido soltera, sin hijos ¿para él entonces no tendría tanta repercusión? No le quise señalar ese punto, asimismo tampoco quería iniciar una discusión filosófica ahí. Para sorpresa de todos, la chica colombiana poco después de mi comentario dijo con una voz tímida que ella en su país había visto cosas peores, contó la historia de un niño que había sido violado y decapitado en un pueblo cercano a Bogotá, y a pleno mediodía lo encontraron tendido en medio de la calle sin asfaltar. Desafortunadamente ella y una amiga paseaban por el lugar y vieron la escena; quedaron tan choqueadas que hasta el día de hoy recuerdan al niño muerto. La mujer rubia después de oír el relato de la colombiana dejó de teclear. Nos miró a todos con un rostro angustiado, y dijo: – Saben, no quiero escuchar historias truculentas. Parecen embajadores de Halloween – Los tres nos miramos y luego sin querer esbocé una sonrisa, la colombiana fue un poco más allá y se le escuchó una risita. Pero el vendedor coronó la escena y se largó a reír a carcajadas – Embajadores de Halloween- repetía una y otra vez. Noté que la rubia estaba ruborizada, se le veía molesta con nosotros. Y el autobús no se divisaba por ningún lado, tendría que seguir aguantando nuestras voces molestas. Poco después el vendedor de flores nos empezó a ofrecer de sus ramilletes. Me dijo que le podía regalar flores a mi novia, que a las mujeres se les

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El autobs, la demora y la sangre. Esperaba tomar el autobs en el paradero de siempre. Junto a m haba una chica colombiana, lo supeporquemepreguntlahora,sonlas4.00enpuntoledije.Peronoramoslosnicosala espera del transporte. Compartamos lugar con otras dos personas: una mujer rubia con una nariz superlativamente respingada y un vendedor deflores. La mujer rubia estaba muy preocupada de sucelular,nodejabademirarloniunsegundo;susdedoseranlargosytecleabatanrpidoque sentunlevemareoalpresenciardichaescena.Yoestabaobservandoeltrficodelacalle,los autospasabanalolejosy velozmente.Deprontoelvendedordeflorescomenzahablardeun accidente de trnsito, dijo que haba presenciado un atropello. Que un da lunes estaba de lo ms tranquilovendiendo-nomuylejosdeaqu-yunbusatropellaunaseora.Lehabapasadola rueda por su cabeza, y para peor segn l era que dicha mujer tena hijos: era madre. Despus del relato nos qued mirando a todos, la mujer rubia segua con su celular tecleando, la chicacolombianaestabaquietacomounacaritide.Yolomirabadirectamentealosojos,sent que deba decir algo, y no pude contenerme debi ser una escena muy espeluznante- le dije. S esunadelascosasmsbrgidasquehevisto,todalasangre,losgritos.Yqueseamamitaeslo ms terrible de todo s [sic]. Me pregunt en ese instante si la mujer hubiese sido soltera, sin hijos para l entonces no tendra tanta repercusin? No le quise sealar ese punto, asimismo tampoco querainiciarunadiscusinfilosficaah.Parasorpresadetodos,lachicacolombianapoco despusdemicomentariodijoconunavoztmidaqueellaensupashabavistocosaspeores, cont la historia de un nio que haba sido violado y decapitado en un pueblo cercano a Bogot, y aplenomediodaloencontrarontendidoenmediodelacallesinasfaltar.Desafortunadamente ella y una amiga paseaban por el lugar y vieron la escena; quedaron tan choqueadas que hasta el da de hoy recuerdan al nio muerto.La mujer rubia despus de or el relato de la colombiana dej de teclear. Nos mir a todos con un rostro angustiado, ydijo: Saben, no quiero escuchar historias truculentas. Parecen embajadores de Halloween Los tres nos miramos y luego sin querer esboc una sonrisa, la colombiana fue un pocomsallyseleescuchunarisita.Peroelvendedorcoronlaescenayselargarera carcajadasEmbajadoresdeHalloween-repetaunayotravez.Notquelarubiaestaba ruborizada, se le vea molesta con nosotros. Y el autobs no se divisabapor ningn lado, tendra que seguir aguantando nuestras voces molestas. Poco despus el vendedor de flores nos empez a ofrecer de sus ramilletes. Me dijo que le poda regalar flores a mi novia, que a las mujeres se les seduce con ellas. No lerespond, mequed mirando el piso, la verdad nomegustan del todo las flores;slodisfrutoversuscoloresyapreciarlasestticamente.Dehechonicuandovoyal cementerio compro flores, y no es que sea tacao. Definitivamente no son lo mo. Todava estamos en el paradero, la rubia sigue tecleando con su celular. Y el autobs se asoma en la otra esquina. Ahora estamos todos parados expectantes a su llegada. Por primera vez los cuatro miramos a la calle; el vendedor dice:- por fin llega esta cagada- la colombiana: -gracias a Dios ah viene la buseta-.La mujer rubia:- Ya! Al fin, no quiero estar ni un segundo ms en este peladero-. Y yo no dije nada, junto cuando iba a abrir mi boca lleg y todos subimos. La primera en escalar los peldaos fue la rubia, luego la colombiana, despus yo y finalmente el vendedor de flores. Como era de esperar el vendedor ofreci sus flores a los pasajeros, nadie le compr. Entonces se sentenelnicoasiento disponible:alladodelamujerrubia.Leintentconversar,peroellani siquieralomiraba;ahoraestabahablandoconalguiendesdesucelularno,esqueestoy atrasada, el maldito bus tard un mundo en llegar. Y ms encima estuve esperndolo con un tro de excntricos, de lo nico que hablaban era de accidentes, sangre y cosas raras. Slo quiero verte yabrazarte,-Luegodecortar,otravezsepusoateclear,elvendedorsebajenlasiguiente parada y con su mano a lo lejos se despidi de m. Yo estaba sentado en la ltima hilera, al ver su saludosacud mi mano gilmente.La chica colombiana estaba mirando por la ventana y serea devezencuando,seguramenteporlosletreroschistososquesehabaninstaladoenalgunas murallas,amododerisoterapiaquesegnelalcaldetantafaltahacaenlaciudad.Cuando llegamosalaparadadelCentroComercial,la mujer rubiaselevantbruscamentedesuasiento, conarrogancialedijoalchoferquedebabajar.Descendirpidoyruidosamente,sustacos hacanecoconcadaunodesusmovimientos.Lamirporlaventanacuandoelautobs nuevamentehabainiciadolamarcha;unhombremayorlaabrazypusosusmanosensu estrecha cintura. Yo deba bajar en la siguiente parada, ah estaba el centro odontolgico. Me par y justo en ese instante tambin la chica colombiana se levanta. Nos bajamos juntos del autobs, le pregunt si iba a un control dental. Ella sonriendo me dijo que no, - yo soy la que realiza controles, soyladoctoraSandraMara,yestoyatrasada-Ledijequetenahoraconella,unamigomela habarecomendadoporsuprofesionalismo.Nosfuimoscaminadolentamentehastallegaral centro.