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El arte o la disolución de la contradicción en Schelling José Miguel Serrano Gil

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Teoría del arte y de la historia en Schelling

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El arte o la disolución de la contradicción en Schelling

José Miguel Serrano Gil

Índice1. Introducción........................................................................................................................32. Absoluto, filosofía de la naturaleza y arte..........................................................................4

2.1. El objeto de conocimiento: el Absoluto.......................................................................72.2. Desenvolvimiento como “revelación” de Dios en lo finito...........................................9

3. El arte...............................................................................................................................10Bibliografía...........................................................................................................................15

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1. Introducción

Fue Schelling el filósofo romántico de las contradicciones, de la proyección

frustrada hacia lo Absoluto, de las callejones intelectuales irresolubles, de la sinfonía

inacabada de su filosofía. Se trataba de arribar el conocimiento supremo, el de lo

Absoluto: cómo se materializa en la historia, cómo deviene y se autodespliega, cómo

resulta inalcanzable al entendimiento humano, al que no le queda sino recurrir al arte para

plasmar lo Absoluto en el material finito de la naturaleza... y cómo, tras fracasar, la

filosofía deberá apoyarse en la mitología, utilizando la inspiración artística para

proyectarse hacia las ideas de Dios, que harán las veces de las musas de la Antigüedad.

El Absoluto es ahora lo que será la Idea para Hegel: necesidad. Necesidad

originaria que se materializa en la historia, que en Hegel tiene un fin. No en Schelling:

puesto que el Absoluto es infinito, no puede materializarse en lo finito (naturaleza), ni en la

historia: las potencialidades, las partes de lo absoluto son asimismo infinitas, necesitarían

un tiempo infinito para concretarse materialmente. No se actualizarán, por lo tanto, nunca.

Los capítulos posteriores en la filosofía de Schelling constituirán un malogrado intento por

resolver estas contradicciones, en un sistema total de filosofía que él mismo creyó vivo,

que evolucionaba como un organismo vivo, ora con pie firme, ora dando tumbos.

Más sorprendente aún es la concepción schellingiana del arte, que no imita a la

naturaleza, sino que se funde con ella (sobre síntesis, vocablo kantiano de moda en la

época, hablaremos más adelante). Las interpretaciones de la obra artística son como las

materializaciones de lo Absoluto en la naturaleza, infinitas. La obra de arte es infinita. O

mejor: es infinita y finita (es material, natural). He aquí el camino redentor hacia una

posible solución a la contradicción...

Antes de adentrarnos en la filosofía del arte, haremos un breve recorrido por

algunas de las cimas de la filosofía de la historia del filósofo romántico por antonomasia,

desde donde ya se otearán, como en el cuadro de Friedrich, los confines más allá de los

cuales comenzará el sistema hegeliano, su filosofía de la historia, los círculos de la idea y

su totalizante subsunción.

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2. Absoluto, filosofía de la naturaleza y arte

El Absoluto1 schellingiano es el todo o, más bien, el todo en todo, la indiferencia

total de unos contrarios que solo son perceptibles intuitivamente bajo el punto de vista de

lo finito, de lo diferente. Bajo el punto de vista infinito, no existe tal distinción. Los

opuestos serán exclusivamente discernibles en el ámbito de lo meramente objetivo, de lo

imperfecto.

Desde el punto de vista de lo finito, libertad y necesidad sí son distinguibles,

guardan mutua reciprocidad, una es inconcebible sin la otra. Pero se identifican en el

Absoluto, son una y la misma cosa: “necesidad y libertad están compenetradas formando

una única y misma esencia que sólo considerada desde distintos lados aparece como lo

uno o como lo otro”2.

En el arte, la fantasía “reúne a la vez lo absoluto y la limitación y forma en lo

particular la diversidad toda de lo general”3. Por eso, “por la misma ley en el reflejo de la

imaginación humana vuelve a perfeccionarse el universo para un mundo de fantasía, cuya

ley fundamental es la absolutidad en la limitación”4. La libertad y la necesidad se sintetizan

además en la obra artística: el artista sigue una serie de reglas previas (necesarias) para

la realización del objeto artístico, pero a la vez da rienda suelta al genio, a aquello

inconsciente, libre, por medio de lo cual lo particular (finito) es a la par universal (infinito).

“Hace ya tiempo se comprendió que el arte no se organiza únicamente por la

conciencia, que a la actividad consciente ha de ligarse una fuerza inconsciente, y

que de la compenetración y del recíproco influjo de ambas surge en el arte lo más

elevado. Obras a las que les falta el sello de esta ciencia inconsciente pueden ser

reconocidas por su patente carencia de una vida autónoma, independiente de la

del creador, puesto que, muy por el contrario, allí donde ella actúa confiere el arte

a su obra, junto a la más alta claridad del entendimiento, aquella realidad

1 “Absoluto” con mayúscula, como lo absolutamente absoluto o Dios y, “absoluto” con minúscula; como lo meramente absoluto.

2 Schelling: Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados. Pág. 229.

3 Schelling: “Filosofía del Arte” (en Fragmentos para una teoría romántica del arte. Pág. 46).4 Idem nota anterior.

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insondable que la hace semejante a una obra de la naturaleza”5.

Del mismo modo, el esquema de lo inconsciente y consciente, finito e infinito,

condicionado e incondicionado se sintetizan en la absolutidad de la naturaleza. Por esta

razón, “la filosofía plantea que la actividad inconsciente o, si queremos llamarla de otra

manera, la actividad real, es idéntica a la actividad consciente o ideal”6.

Libertad y necesidad semejan los polos de un imán: la unión (o, si se quiere, la

atracción) del todo (armonía de la naturaleza) es imposible sin lo positivo y lo negativo.

Análogamente a como libertad y necesidad se reclaman para sí, lo irracional y lo causal-

racional (fenómenos naturales ordenados conforme al esquematismo de la razón

humana) se funden en la totalidad. Tanto es así que “aquello racional y causal aparece

ligado a lo necesario en la formación de los seres”7.

Dios es lo absolutamente absoluto, la idea de las ideas y lo que es

absolutamente en sí y por sí; es lo Uno, es la sustancia de todas las sustancias. Es

Absoluto, espíritu. “Fuera y por encima de la naturaleza no existe nada superior al

espíritu”8.

Cada acontecer, cada fenómeno en la naturaleza, es un eslabón en la cadena

de opuestos que constituye la marcha dialéctica de la historia, donde cada síntesis

provoca, a su vez, una nueva contradicción. Pero la naturaleza, considerada como

meramente objetiva, temporal, no es un simple ingenio causa-efecto, sino un gran

“organismo vivo”, que es en Dios y Dios, a su vez, en la naturaleza, en recíproca

necesidad.

Dios está en todo y todo es Dios, ya que todo participa de sus ideas que son

eterna posibilidad del devenir natural, y los fenómenos, a su vez, son también posibilidad

de las ideas: los fenómenos son las ideas materializadas en la naturaleza. Posibilitan, en

tanto que ya actualizados, la materialización de las nuevas ideas, que dejan de ser

potencias.

5 Schelling: “Espíritu creador y ciencia de la naturaleza” (en Fragmentos para una teoría romántica del arte, pág. 55).

6 Schelling: Escritos sobre filosofía de la naturaleza. Pág. 119.7 Schelling: Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana…, pág. 207.8 Schelling: Escritos sobre filosofía de la naturaleza, pág. 105.

5

En un intento de precisar aún más la terminología de la filosofía de la

naturaleza y de la historia en Schelling, diremos que el Absoluto -con mayúscula- es la

absoluta identidad (filosofía de la identidad) de naturaleza y espíritu, recíprocamente

necesarios. El absoluto -con minúscula- es el Absoluto pero en cuanto que diferenciado

de lo finito. Es decir, lo Absoluto es lo absolutamente absoluto o infinitamente infinito, Dios

en su totalidad e identidad completa de absoluto y naturaleza, mientras que lo absoluto es

lo meramente absoluto, lo infinito o meramente infinito (lo absoluto diferenciado y

considerado separadamente a la naturaleza).

La dicotomía absoluto/naturaleza existe “sólo idealmente y en la conciencia”9,

de tal forma que filosofía de la naturaleza e idealismo trascendental se complementan

mutuamente. Solo encontramos una razón para distinguirlos desde el punto de vista de lo

finito. El Absoluto, “dado que es por sí mismo una unidad absoluta, carente de toda

pluralidad, se transforma en el fenómeno en una unidad absoluta de la pluralidad, en una

totalidad acabada a la que llamamos universo. De este modo la totalidad es unidad, la

unidad totalidad, las cuales no son distintas, sino que son lo mismo”10.

El Absoluto es plenitud infinita, el todo en todo en el que el sujeto cognoscente

dilucida y diferencia espíritu y naturaleza, lo objetivamente real y lo ideal, lo finito y lo

infinito. Es lo ilimitado como condición de posibilidad de lo imperfecto y lo perfecto. El

Absoluto, lo que realmente existe, es plenamente en sí y por sí. Es pulcra diafanidad

constituida por la turbia relatividad de la mezcla de opuestos de lo objetivamente real, que

son el fundamento de la evolución histórica como revelación de lo inefable, de lo Absoluto.

Retomando la filosofía spinoziana, debe existir lo perfecto -la sustancia, lo Absoluto, en

este caso- , necesariamente, porque existe lo imperfecto. Como dijera Fichte: en tanto

existe un Yo, existe un no-yo, puesto por el Yo, de tal forma que ambos (yo y no-yo)

quedan subsumidos en el Yo.

Cada objeto es porque participa de lo que en verdad es porque es siempre,

porque es inmutable y nunca puede llegar a no ser. Y cada idea de la cual participa lo que

deviene es tal porque se manifiesta en lo objetivamente sensible, ya que únicamente así

es cognoscible al ser humano, pues naturaleza y hombre son uno y lo mismo y todo forma

parte del todo y nada queda excluido11

9 Schelling: Bruno o sobre el principio divino y natural de las cosas. Pág. 55.10 Ídem nota 4.11 En palabras de Giordano Bruno, extraídas de Störig (1995): “No perece... Él mismo lo es todo. No puede

6

Solamente desde lo finito el Absoluto puede ser considerado como eterna

productividad, como eterna materialización o plasmación en la naturaleza, una naturaleza

cuyo absoluto se mostrará, valga la palabra, irrevelable en un proceso que requeriría fin,

consumación como revelación.

Sin embargo, Dios se revela en las cosas finitas, en cada cosa finita o, mejor

dicho, se revelan las ideas de Dios, sus pensamientos, en lo objetivo. En tanto sustancia

separada de la realidad física, la sustancia divina es causa de lo perecedero, del ser

objetivo,. Los accidentes son por causa de la misma.

Entonces, la realidad objetiva queda determinada causalmente en el sentido de

que las ideas divinas son causas. Dios es eterna productividad y causa de todo; se

trataría del milenario “Hen kai pan”, que es eterna quietud que produce (de nuevo, la

contradicción). De la misma manera que, según Giordano Bruno las líneas paralelas se

unen en lo infinito, en lo Absoluto su eterna quietud produce. Desde el punto de vista de lo

Absoluto tenemos una quietud, eterna, que subsume a la productividad. Desde el punto

de vista de lo finito, una productividad que se manifiesta en la naturaleza, en la historia.

2.1. El objeto de conocimiento: el Absoluto

El conocimiento humano ha de ser proyectarse desde lo finito hasta la suprema

indiferencia incondicionada, desde lo “real” hacia lo ideal, teniendo en cuenta que las

oposiciones que conforman lo diferente son discernibles al conocimiento desde el punto

de vista de lo finito. De tal forma que el mundo sensible en términos platónicos sería

únicamente una pálida copia de lo meramente eidético, es decir, una imagen empobrecida

de los arquetipos divinos. Es una visión lejana, el reflejo de un mundo esplendoroso:

“No presenta la filosofía las cosas reales, sino sus arquetipos, e igual hace el arte,

y los arquetipos mismos, a los que las argumentaciones filosóficas refieren

aquéllas (las cosas reales) como reflejos imperfectos, son lo que en el arte mismo

se hace objetivo -como arquetipos, y, por consiguiente, en su perfección-, y en el

mundo reflejo mismo representan el mundo intelectual… Las formas perfectas que

la plástica crea son los arquetipos de la naturaleza orgánica misma representados

crecer ni disminuir, pues es infinito; e igual que no puede añadírsele nada, tampoco nada puede quitársele”.

7

objetivamente”12.

El objeto de la filosofía, que será el objeto del arte, es conocer las cosas tal

como se hallan dispuestas en aquel entendimiento originario, del que contemplamos las

meras copias.

El conocimiento es verdadero si se conoce el ser espiritual, inmutable e

imperecedero a través de la intuición y el pensamiento, bajo la unidad que los subsume a

ambos, unidad de lo condicionado y lo incondicionado.

La intuición es al mundo fenoménico lo que el pensamiento a las ideas divinas,

meramente infinitas, que serían, en lenguaje spinoziano, los atributos de Dios de los que

se derivarían los modos -finitos- que serían las objetos correspondientes a lo fenoménico.

Las ideas divinas resultan incognoscibles de suyo, puesto que la intuición se

desarrolla en la diferencia y por esta razón el mero pensamiento no puede sino elaborar

conceptos similares a los divinos13. De modo que no podemos conocer lo atemporal

-Absoluto- a través de lo temporal, ni lo infinito siendo seres finitos. Sin embargo, la

frontera entre idea divina y concepto humano empieza a difuminarse en el arte: hay

verdad si belleza e infinitud coexisten en la obra de arte:

“Si él <el artista> quisiera subsumirse en consciencia enteramente a lo real, y

reproducir lo existente con esclava fidelidad, crearía tal vez larvas, no, empero,

obra de arte alguna. Ha de alejarse, en consecuencia, del producto o de la

criatura, pero no sino para alzarse a sea fuerza creadora y apropiársela

espiritualmente. De esta suerte, él se eleva al reino de los conceptos puros; es

así que abandona a la criatura para luego, con cien mil artimañas, volver a

ganarla y, de este modo, regresar necesariamente a la naturaleza14.

Existe una fundamental reciprocidad y una equivalencia entre arte y filosofía.

Ambos se apoyan en la intuición, objetivada en el primer caso y subjetiva en el segundo.

Una intuición que se proyectará hacia lo suprasensible...

12 Schelling: Filosofía del Arte (en Fragmentos para una teoría romántica del arte, pág. 87).13 “Velo” de conocimiento schellingiano. Cf. notas 18 y 22.14 Schelling, Espíritu creador y ciencia de la naturaleza (en Fragmentos para una teoría romántica del arte,

pág. 55).

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2.2. Desenvolvimiento como “revelación” de Dios en lo finito

Antes de adentrarnos en el terreno del arte, hemos de decir que Schelling

concibe el devenir histórico como un proceso de automanifestación de lo Absoluto en el

tiempo. Así, lo particular y finito participa de lo infinito en la linealidad histórica del tiempo,

dando lugar a un posible historicismo cuya consumación no sería sino la revelación de

Dios.

La idea es imposible sin su manifestación en lo sensible, siendo la posibilidad

de todas las cosas en el tiempo, y viceversa. Parafraseando a Hegel (en su juventud

discípulo de Schelling): todo lo ideal es natural y todo lo natural es real.

El problema de la materialización de las ideas divinas en la naturaleza es

explicable únicamente desde el punto de vista finito. Las ideas de la mente de Dios,

Absoluto, son eternas y el mayor o menor grado de perfección que se predica en lo

sensible depende del grado de participación en las mismas. Pero si cada individuo, sea

más o menos perfecto, es necesario en el autodespliegue de lo Absoluto, ¿cómo se

explica que la realidad y, por ende cada uno de sus componentes, cambie y evolucione

hacia la revelación de lo perfecto, si para ello ha de pasar linealmente por estratos cada

vez más perfectos, destruyéndose así los objetos físicos que son imágenes imperfectas

de los eidéticos, antaño más imperfectos que los de ahora, si aquellos dejarían de esta

manera de existir?

La aparente contradicción se resuelve desde el punto de vista de lo infinito,

puesto que desde el punto de vista de lo infinito, el Absoluto es eterna quietud. Pero es

eterna productividad, causa, fenómeno, despliegue, si lo consideramos desde el punto de

vista de lo finito. Solamente desde lo objetivo se percibe la diferencia y los cambios

evolutivos producidos a modo dialéctico La naturaleza, en cuanto inmersa en la

temporalidad y el devenir histórico, debe ser considerada como un proceso histórico,

como despliegue y como posible revelación de Dios en lo meramente objetivo.

Aunque se autodespliega y materializa en la naturaleza finita, Dios existe desde

siempre, desde antes del surgimiento de la propia naturaleza, siendo uno y lo mismo con

ella en recíproca necesidad. Es el todo de las ideas y sus manifestaciones.

El Absoluto, Dios, evoluciona materializando sus ideas en la naturaleza. El

9

conocimiento humano avanza a la par percibiendo, intuyendo y comprendiendo

fenómenos cada vez más complejos. Es la identidad de la conciencia absoluta y la

conciencia individual que será narrada posteriormente en la Fenomenología del espíritu

hegeliana.

En la filosofía de la naturaleza schellingiana, los fenómenos más

evolucionados, los últimos en aparecer en el autodespliegue de lo Absoluto, dan lugar a

intuiciones cada vez más perfectas y a un pensamiento cada vez más complejo: la mente

humana viene a ser, poco a poco, una y lo misma cosa con la naturaleza, y con el

Absoluto.

Sin embargo, puesto que las ideas son infinitas e infinitamente perfectas, por

mucho que se manifiesten en lo finito y el individuo alcance una mayor perfección

cognoscitiva, las ideas resultarán siempre incognoscibles en su totalidad. De nuevo, nos

aproximamos a una nueva contradicción.

Y si profundizamos más en la cuestión, Dios, absolutamente infinito, requeriría,

para revelarse en la historia y en la naturaleza, un tiempo absolutamente infinito para

actualizar y materializar su perfección. Él es de por sí atemporal a igual que las ideas

divinas. ¿Cómo lo atemporal e infinito podría materializarse en lo temporal e infinito?

La filosofía del arte arrojará una nueva luz sobre estas cuestiones.

3. El arte

Entramos de lleno en el cenit del pensamiento schellingiano, la estética, la

filosofía del arte como culminación del sistema de la identidad latente en toda su obra.

Si resulta insuperable la problemática del conocimiento porque no hay salida al

problema de la revelación de lo Absoluto en la naturaleza y en la historia, es decir, en el

futuro, queda, pues, el presente: el arte como objetivación de lo infinito en la materia, lo

que suprimiría la contradicción finito-infinito.

El arte se apoya en un fundamento radical: la belleza, habida cuenta de que

“aquello por lo que es auténticamente bella una obra o el conjunto ya no puede ser la

forma. Está por encima de la forma, es esencia, generalidad, mirada y expresión del

10

espíritu natural inmanente”15. La belleza es de por sí incondicionada, eterna y sólo puede

ser considerada en sí misma y sin relación alguna con nada exterior.

Puesto que la belleza es inmutable, belleza y verdad se hallan íntegramente

ligadas y aquélla es imposible sin ésta en necesaria interacción, como el todo, de tal

forma que Schelling propugna una unidad de la verdad y la belleza idéntica a lo que él

mismo describirá como unidad de la filosofía y de la poesía, en suprema y absoluta

concomitancia y como única vía de conocimiento, ya que, para Schelling, la naturaleza,

contrariamente a toda tradición mecanicista, es un poema vivo, “cifrado en maravillosos

caracteres ocultos”16.

Arte y belleza conforman una mezcla inseparable en recíproca necesidad con

el hombre. A partir de aquí, expondremos una serie de conclusiones extraídas de los

puntos fundamentales que sustentan la filosofía del arte schellingiana y la importancia

obra artística, material e inmaterial a la par.

La obra de arte no es sino lo meramente trascendental objetivado. No se define

como lo absolutamente absoluto objetivado, puesto que, como dijera el Fedro platónico, la

visión de la belleza en sí y por sí nos cegaría, procurándonos “terribles amores”, pues el

reino de lo absoluto es “inalcanzable a nuestra facultad de comprender”, tanto por su

“grandeza” como por su “poder” omniabarcador17. De ahí que Schelling posteriormente,

como única vía de escape a todas las contradicciones y laberintos intelectuales, tenga

que recurrir a la mitología o, mejor dicho, a la unidad de la filosofía y la mitología, en la

que las ideas de Dios harían las veces de los dioses de la Antigüedad.

La creación artística permite el paso a lo infinito mediante su expresión en lo

finito. De ahí la expresión de la belleza o determinación de lo infinito en lo finito. Se anula,

en principio, toda oposición, ya que lo finito (obra artística meramente material) es finito

(es susceptible de ser interpretada inagotable e infinitamente en el transcurso de la

historia), sintetizándose lo consciente o reflexivo y lo inconsciente como condiciones

indispensables de toda obra artística.

La obra de arte es elaborada conforme al proyecto inicial del artista, que a

15 Schelling, Espíritu creador y ciencia de la naturaleza (en Fragmentos para una teoría romántica del arte, pág. 55).

16 Schelling: Sistema del idealismo trascendental, II, 627 ss. 17 Schelling: Filosofía del arte, III, 484 s.

11

medida que avanza en su creación ve cómo su obra va adquiriendo una serie de

exigencias propias no previstas, una identidad propia que aporta infinitud en virtud de

dichos elementos inconscientes no previstos, que permiten el contacto con lo infinito

(como si se tratase de la inspiración, contacto directo con la musa), de tal forma que lo

objetivo queda impregnado de la subjetividad del artista que contacta con lo divino. Así. lo

subjetivo consciente e inconsciente queda plasmado en lo objetivo.

El sujeto que crea la obra de arte no es, pues, plenamente consciente de la

belleza que plasma en su obra. De ahí que los mencionados elementos inconscientes

sean por parte de Schelling perfectamente equiparables a los sucesos de inspiración de

los poetas antiguos, de tal forma que la unidad arte-filosofía es ahora unidad del arte, la

filosofía y la poesía, lo que deja entrever la inclinación filosófico-religiosa que definirá la

última etapa de su pensamiento, tras dejar atrás la etapa mitológica y, con ella, el género

primero o epopeya -homérica- y el politeísmo (donde las ideas del artista son revelación o

inspiración producida por las musas que no excluyen, en tanto que éste crea, al artista del

trance extático para con dichas ideas, que desempeñan ahora el mismo papel que los

dioses de la Antigüedad).

En la obra de arte, lo pasivo y lo muerto se hace eternamente vivo, dista de la

naturaleza (es producto humano) pero es igual a ella, es materia y espíritu18. Es unidad de

oposiciones, unidad de la intuición subjetiva objetivada.

La obra artística se expande y se proyecta hacia lo infinito, disolviendo todas

las contradicciones:

1.- La unidad inconsciente-consciente es trasfondo de cualquier obra de arte.

2.- El artista crea partiendo un proyecto inicial compuesto por un entramado de

ideas -conscientes- que abrirán paso a una serie de elementos postreros inconscientes

por los que la obra adquiere infinitud y entidad propias. Así, comparamos las

potencialidades intrínsecas al artista, que se actualizan junto con los elementos

inconscientes en la propia creación artística, con las potencialidades en la naturaleza o

ideas de Dios.

3.- Asimismo y como continuación de la filosofía de la identidad, Dios es a la

18 Con otras palabras: es ideal en lo real, atemporal en lo temporal (en lo cual es intemporal).

12

naturaleza objetiva lo que el genio artístico a la obra artística. De aquí podríamos inferir

que la naturaleza es creación propia de Dios y que el arte supone una forma de

proyectarse hacia lo infinito en tanto que el artista sigue el itinerario de Dios como creador,

porque ambos tienen la capacidad de dar forma a sus creaciones, diferentes (ya que la

obra artística es resultado de la capacidad de producir humana) e iguales (ambas

constituyen un Infinito que subsume lo finito y lo infinito).

4.- El arte muestra lo que la filosofía no puede expresar exteriormente, la

armonía natural y la disolución de la contradicción, imposible de alcanzar por la vía

teórica.

5.- Desde el punto de vista temporal-finito, cada efecto o fenómeno requiere

necesariamente una causa que lo explique. Así también la obra artística: la obra

terminada es causa del proyecto consciente del genio artístico. Pero la infinitud que

inconscientemente adquiere es proyección hacia lo divino. Ese elemento inconsciente se

sitúa en medio de lo azaroso, de lo que desborda toda relación de causalidad y se

aproxima a lo infinito.

Tanto es así que si Dios ha plasmado, materializándolas en el autodespoliegue

de lo Absoluto, sus ideas en la naturaleza, el artista plasma sus ideas en la obra artística,

que vuelve a producir, a su vez, nuevas ideas en el intelecto humano del que la recibe y

contempla. Es, salvando el anacronismo, “efectiva”, infinitamente.

El arte, en este sentido, se enmarcaría dentro de la actividad que es “la más

profunda quietud” y en la quietud “tan activa como la suprema actividad” 19. La quietud

“efectiva”, la efectividad quieta. Se resuelven, paso a paso, las contradicciones.

6.- Tanto lo artístico como lo divino son eterna productividad, en cuanto a

autoconocimiento y “evolución”. Se desarrolla y despliega la obra artística en cuanto que

en ella se plasma arquetípicamente el universo mismo. En este sentido, “la música

-quintaesencia de las artes- no es sino el ritmo arquetípico de la naturaleza y del propio

universo”, en unidad con la filosofía, ya que ésta “no expone las cosas reales sino su

arquetipo, lo mismo que el arte”.20

7.- Si la historia natural es concebida como revelación de Dios en el decurso de

los tiempos, no susceptible de materialización plena entendida como absoluta

19 Schelling: Bruno o sobre el principio divino y natural de las cosas. Pág. 99. Cf. pág 107.20 Schelling: La filosofía del arte, III, 389.

13

actualización de sus ideas, la obra artística implica igualmente una imposible revelación

de lo Absoluto y de las ideas divinas en sí. Abre un frente de infinitas interpretaciones -un

infinito devenir- que, en tanto que infinito, es inagotable.

8.- El artista, inconsciente y consciente cuando crea, vuelve a ser definido

como en la Antigüedad clásica: el individuo abstraído, inspirado, transmisor del designio

divino, como Homero, ciego únicamente para el mundo sensible. Los artistas -sobre todo

los poetas-- entran en contacto con lo divino, ya que saben que “además de las cosas que

cambian incesantemente y adoptan múltiples formas, existe algo inmutable, uniforme e

indivisible” y “la filosofía consiste en el conocimiento de lo eterno e inmutable.

El género literario, el género de conocimiento, es en este punto del

pensamiento schellingiano la epopeya21 . Porque “los misterios se relacionan con la

mitología en verdad de la misma forma como... se relaciona la filosofía con la poesía” y,

“si bien la mitología debe ser confiada a los poetas, el orden de los misterios debe serlo a

los filósofos”22.

Las ideas son, pues, las potencialidades divinas manifestables en lo finito. Son

lo meramente absoluto, y los dioses en esta etapa el pensamiento schellingiano,

mitológica, religiosa, son a su vez fuente, a través del canto de la musa, de la inspiración

artística.

Y lo más importante es el hombre-todo, el sentimiento que irrefrenable acapara

con la sola fuerza del yo y de la intuición el todo en cuyo seno nos encontramos. Es, pues,

la poesía, el arte, la filosofía, que son una y la misma cosa, lo que nos proyecta hacia el

Absoluto. Por eso mismo, “es de esperar que la filosofía, del mismo modo que ha nacido y

ha sido alimentada por la poesía en la infancia de la ciencia,... vuelva como muchas

corrientes aisladas a fluir al océano universal de la poesía del que habían partido”23.

21 “La epopeya homérica es la identidad misma, como se encuentra a la base de la historia en lo absoluto -en lo absolutamente absoluto-” (Schelling: Filosofía del arte, III, 389).

22 Schelling: Bruno o sobre el principio divino y natural de las cosas. Pág. 34.23 Schelling: Sistema del idealismo trascendental, II, 627 ss.

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Bibliografía

- Hegel, G. W. F.: Diferencia entre los sistemas de filosofía de Fichte y Schelling. Tecnos,

Madrid, 1990.

- López-Domínguez, Virginia: Schelling (1775-1854). Cap. II: “Selección de textos”.

Ediciones del Orto, 1995.

* Schelling, F. J. W.: Filosofía del arte.

* Schelling, F. J. W.: Sistema del idealismo trascendental.

- Novalis, Schiller, F. y A. W. Schlegel, H. von Kleist, F. Hölderlin... : Fragmentos para una

teoría romántica del arte. Tecnos, Madrid, 1994.

- Schelling, F. J. W.: Bruno o sobre el principio divino y natural de las cosas. Orbis,

Barcelona, 1985.

- Schelling: Escritos sobre filosofía de la naturaleza. Alianza, Madrid, 1.996.

- Schelling, F. J. W.: Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y

los objetos con ella relacionados. Anthropos, Barcelona, 1989.

- Störig, H. G.: Historia universal de la filosofía. Tecnos, Madrid, 1995.

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