el arte de hoy dejó de ser el arte de ayer
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Genietta Varsi Lari
El arte de hoy dejó de ser el arte de ayer Los humanos nos transformamos, cambiamos, nos movemos. Sucede
en cada individuo a lo largo de su vida, como también en la sociedad, los
ideales, valores y costumbres de las sociedades también mutan en el paso
del tiempo. Por lo tanto los modos de manifestación de las artes también
varían y se adecuan a su entorno y pueden ser también dichas expresiones
los motores de la variación.
El arte es una acumulación de tradiciones, tiene una historicidad que la
lleva hasta lo que es hoy, el arte contemporáneo –cuando se habla de arte
contemporáneo se habla del arte del siglo XXI. Cada siglo se caracteriza por
uno o unos cuantos tipos de arte: el medieval, el renacimiento, el
romanticismo, el modernismo, etc; eso no significa que todos los artistas de
dichas épocas hacían exclusivamente ese arte, es una clasificación de lo más
destacado. Cada uno de estos trae consigo una serie de cuestionamientos y
posturas. A continuación se responderá algunas preguntas que surgen a
partir de las manifestaciones artísticas, exclusivamente a partir del arte
contemporáneo, no obstante podrían también preguntarse sobre otras
épocas. ¿Hasta qué punto una idea es propia y exclusiva de un autor? ¿Se
puede ser libre y auténtico hoy en día? ¿Es necesario matar al autor para
garantizar un buen porvenir del arte? ¿Ser contemporáneo –a tu época- es
garantía de que tus proyectos e ideas sean acogidos con éxito?
En el arte contemporáneo la autenticidad del autor se ve puesta en
duda por la influencia y tradición que carga tras él. Como plantea Barthes, “El
escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único
poder que tiene es el de mezclar las escrituras” estableciendo que sólo tiene
dominio de composición, pero no crea la escritura, o en el caso de un artista
visual se podría decir que no crea la forma. Además, también se añade una
carga cultural, la obra no se crea de la nada, más bien se crea de una suma
de elementos y situaciones extraídas de lo que rodea al autor. Y esto no
sucede sólo en el arte contemporáneo, desde siempre el artista no crea
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imágenes sino las toma prestadas de su contexto. Pero es ahora, en lo
contemporáneo que la carga histórica, cultural, visual, etc, está más cargada
que nunca, debido al tiempo acumulado. La mayoría de artistas
contemporáneos toman la idea de la falta de autenticidad como un medio
para comenzar y sustentar su obra, recurriendo a la seriación y reproducción
masiva, lo cual para Alan Badiou es una de las normas del arte
contemporáneo. Como hay tanta información, y tantos medios de
comunicación, los artistas no se limitan a trabajar individualmente y tampoco
a realizar proyectos de una técnica específica, buscan abarcar nuevos y
muchos territorios, tomar un poco de todo, llenarse de información y avanzar
igual de rápido que la vida acelerada de estos años. Por lo tanto no, una idea
no es totalmente propia del autor, la autenticidad no existe, y se podría decir
que nunca existió, pero hoy es más evidente que nunca. Y no es un aspecto
negativo, es la naturaleza humana, es inevitable influirnos y hacer uso de lo
que nos rodea, pues es todo y lo único que conocemos.
¿El arte está decadencia? ¿Por qué Barthes plantea matar al autor
para que viva el receptor? Para Roland Barthes, desde la modernidad el
autor debió perder su valor como autor sagrado, excedente y superior a su
obra para que tenga un valor propio, y que no se recurra a la biografía de su
creador como medio de interpretación. El receptor debe ser más importante
que el lector pues es para quien la obra está dirigida y será él quien la llene
de vida y de nuevos significados. Para que el arte prospere, en las
circunstancias actuales, sí es necesario revalorar al espectador por encima
del autor. En la mayoría de obras contemporáneas ya se da esta situación,
no es como antes donde se le daba al autor un valor sagrado, el “artista-rey”
donde no se sabe el nombre de la obra pero si de quién es, al contrario, en la
actualidad muchas veces es más de un autor y hasta puede ser anónimo
pues el valor de su obra está por encima de ellos y la dirección hacia el
público predomina. Por ejemplo, Banksy es un artista callejero que no se deja
ver, a pesar de ser muy famoso. Pero su obra va más allá de su nombre,
pues su valor está en los mensajes sociales y políticos que deja en las calles
europeas y se vuelven parte del paisaje urbano. Otro ejemplo son los trabajos
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de arte relacional –término implementado por el curador Nicolás Bourriaud
desde los 90s sobre obras de arte que se centran en relaciones humanas y
su contexto social, apuntando hacia el intercambio e interacciones- como Lisa
Cheung quien realizó un Huert-o-bus en donde los ciudadanos de varios
barrios de Madrid podían ingresar a un huerto dentro de un bus para llevarse
plantas, informarse y conversar con los demás habitantes. En Huert-o-bus,
además, se ve que ya no es una técnica específica como pintura o escultura,
sino combina varios recursos y debe ser un trabajo multidisciplinar con otras
personas que aporten a la realización de la obra, como elaborar el automóvil,
trabajar en conjunto con los gobiernos municipales, e incluir a los
“espectadores” como realizadores del proyecto. Hay una tendencia a abrir el
arte hacia el público, a que se genere una relación horizontal entre autor-
obra-espectador y que de a pocos las líneas que dividen los tres términos se
hagan más borrosas, y así el arte sea vida. Al parecer ahí es hacia donde nos
dirigimos, no se puede determinar si es bueno o malo, pues dependerá de
quien, cómo y dónde lo vea. El arte ha ido mutando a la par de las
sociedades y es así como está respondiendo ahora.
Ser contemporáneo –a tu época- es una habilidad y hasta un don que
no muchos logran manejar. El filósofo Agamben define al ser contemporáneo
– refiriéndose no al arte contemporáneo, sino al acto de ser contemporáneo a
la época en la que se vive- como una relación de desfase con el tiempo en el
que se vive, vivir en anacronismo, lo que permite tener una mirada objetiva,
sin cegarse por las luces de lo obvio y así poder ver lo que está inmerso y
oculto. Las ideas y los proyectos que plantean los contemporáneos a su
época usualmente no son bien recibidos por la masa, recién después de
varios años es que se reconoce su actitud vanguardista y se valora la
capacidad de dar un paso por encima del montón. Son pocos los que logran
ser contemporáneos y a primera instancia conseguir un recibimiento positivo.
Por lo tanto es un riesgo, una espada de doble filo, el poder del ser
contemporáneo. Sin embargo, en la actualidad, aparentemente la
contemporaneidad está en más personas, o esa es la sensación transmitida.
Debido al fácil y rápido acceso a la información, se puede estar
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constantemente actualizado y por lo tanto mantenerse contemporáneo a la
época. Definitivamente es más fácil para los jóvenes adaptarse y ser
contemporáneos, pues tienen la mentes limpias y muchas veces sin miedo a
ver más allá de lo conocido.
En el arte contemporáneo – ahora si hablando sobre el arte del siglo XXI –
todo está permitido. La multidisciplinariedad y lo borroso de los límites entre
especialidades- pintura, escultura, grabado y hasta otras profesiones- permite
que cualquier propuesta pueda ser considerada arte. Hoy en día la mayoría
de proyectos se realizan con más de una persona, ya sea el artista con sus
ayudantes, o con un grupo de varios artistas y otros especialistas como
arquitectos, antropólogos, programadores, etc. Por la amplitud a la que el arte
ha llegado, muchas veces es difícil considerar algunos proyectos como
propuestas artísticas. Por ejemplo un acto cotidiano como el de persignarse,
acción que realiza el artista peruano Emilio Santiesteban cada vez que pasa
por delante de un cajero automático. Él considera esto arte y encuentra su
valor en la repetición y en el registro que realiza, pero más que nada en la
idea, el concepto y la intención. Se han realizado proyectos artísticos aún
más “sorprendentes” como el accionismo vienés (siglo XX) donde se
realizaban actos sangrientos y violentos como prácticas sexuales o sacrificios
de animales, eran tan polémicos y transgresores que algunos de los artistas
fueron aprisionados. La razón de estos actos era romper con la tradición del
arte y las convenciones éticas y morales de la sociedad donde vivían. En
ambos ejemplos, el valor estético del arte se pone en juego, ya no es
importante, y hasta se podría afirmar que se enganchan de lo opuesto, lo
grotesco y lo abyecto para generar impacto con la propuesta. Lo que vale de
las propuestas del arte contemporáneo es la idea y la intención que quieren
proyectar. El arte sale de las galerías o museos para presentarse a una
mayor audiencia y poder comunicar. Esto no ocurre en todos los artistas
contemporáneos, hay muchos que aún siguen exclusivamente pintando, o
esculpiendo. Sin embargo la mayoría si realiza arte donde la idea prima sobre
lo estético, y el objetivo principal es transmitir un mensaje relevante o generar
una experiencia transformativa. Ya ni siquiera es tan importante el nombre
del autor, ni vender la pieza artística, sino el lograr llegar al público y que el
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objetivo del proyecto se cumpla. Es por esto que la tendencia del arte es
estar al acceso de cada vez más personas y hablar más de ellas y menos del
artista.
Para finalizar, el arte está respondiendo a la vida acelerada, solitaria y
consumista. Hay quienes tratan de imitarla generando arte fácil y rápido de
consumir, mientras que otros – a quienes se puede llamar los verdaderos
contemporáneos pues están logrando ver más allá de lo obvio- buscan
oponerse al estilo de vida actual proponiendo un respiro, una pausa para
generar reflexión, y en el mejor de los casos transformación del individuo y
algún día de la masa. Los artistas tienen las herramientas para cambiar
mentes, ahora que la sociedad está mal encaminada, deberían actuar con
más empeño para dirigir el destino del mundo por un mejor camino.