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El aprendizaje de lo sonoro desde el discurso de la Musicoterapia Lic. Enrique Luis Nicolaas 1 5to. Encuentro de Musicoterapia en Psicopatología infanto-juvenil, “Estrategias clínicas” Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Salud y Hospital infanto-juvenil Dra. Carolina Tobar García. Centro Cultural Gral. San Martín, Buenos Aires, Argentina. Septiembre de 2004. 1 DERECHOS RESERVADOS. Hecho el depósito que previene la ley 11723.

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El aprendizaje de lo sonoro desde el discurso de la Musicoterapia

Lic. Enrique Luis Nicolaas1

5to. Encuentro de Musicoterapia en Psicopatología infanto-juvenil, “Estrategias clínicas” Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Salud y

Hospital infanto-juvenil Dra. Carolina Tobar García. Centro Cultural Gral. San Martín, Buenos Aires, Argentina.

Septiembre de 2004.

1 DERECHOS RESERVADOS. Hecho el depósito que previene la ley 11723.

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Conferencia-taller Comenzaremos con las siguientes preguntas

¿Desde dónde emerge el ser humanos?

¿Desde dónde emerge el ser sujetos?

¿Qué es ser niño o niña? ¿Qué es la niñez?

¿Qué sucede cuando nos amamos, cuando nos armamos y nos amamos como humanos y cuando nos entregamos al amor como

sujetos?

¿Por qué y para qué el lenguaje que nos caracteriza como seres humanos y como sujetos?

¿Qué es el lenguaje? ¿Cómo podemos interpretarlo desde el

discurso de la Musicoterapia?

¿Qué es eso que porta lo sonoro y que imprime en el proceso de constitución subjetiva un sello distintivo y singular para ser sujetos-

del-campo-de-lo-audible?

Así lo expresa Humberto Maturana: La experiencia humana tiene lugar en el espacio relacional del conversar…aunque desde el punto de vista biológico en tanto animales somos Homo sapiens sapiens, la clase de animales que somos según nuestro modo de vivir, vale decir, nuestra condición humana, tiene lugar en nuestra manera de relacionarnos unos con otros y con el mundo que configuramos en nuestro vivir mientras realizamos nuestro ser biológico en el proceso de ser seres humanos al vivir en el conversar…

Es así, que podemos centrarnos en los siguientes ítems para reflexionar respecto de la elaboración de un marco teórico, para comenzar a interpretar los sentidos que empiezan a surgir.

Existencia Humana.

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Espacio relacional. Nuestra condición humana (nosotros – yo). Nuestra manera de relacionarnos. El mundo que configuramos. Realización de nuestro ser biológico ¿Producciones del sujeto o realizaciones expresivas del sujeto? Proceso de ser seres humanos. Vivir en el conversar.

¿Cómo es nuestro vivir cotidiano?

¿Podemos observar al lenguaje como un fenómeno biológico relacional?

Dice Humberto Maturana: Lo que constituye al lenguaje como fenómeno biológico relacional es un coexistir en interacciones recurrentes bajo la forma de un fluir recursivo de coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales: proceso al que denominaremos lenguajear…

¿Podemos, además, observar a nuestras emociones como un fenómeno relacional?

Continúa afirmando: Lo que distinguimos cuando distinguimos emociones en nosotros y en otros animales son dominios de acciones, clases de conductas, y que en nuestro vivir fluimos de un dominio de acciones a otro en un continuo emocionar que se entrelaza con nuestro lenguajear. A este entrelazamiento del lenguajear y el emocionar llamamos conversar, y mantenemos que todo el vivir humano se da en redes de conversaciones.

Nos centramos ahora en la siguiente síntesis:

Dominios de acciones, clases de conducta. Entrelazamiento del lenguajear y el emocionar: esto es el conversar. Todo el vivir humano se da en redes de conversaciones.

LENGUAJEAR: Fluir consensual recurrente. EMOCIONAR: Capacidad de distinguir, dominios de acciones. CONVERSAR: Entrelazamiento.

¿Cómo ocurren, cómo se manifiestan, cómo se expresan?

1. Todo lenguajear ocurre sobre un soporte emocional que puede cambiar con el curso del lenguajear, y al revés, el fluir en el cambio emocional resulta en un cambio en el lenguajear, de modo que de hecho todo conversar es un convivir consensual en coordinaciones de coordinaciones de acciones y emociones.

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2. La historia de la humanidad ha seguido y sigue el curso del emocionar, y en particular el curso de los deseos, y no el de la disponibilidad de recursos naturales, o el curso de las oportunidades materiales, o el curso de las ideas, valores y símbolos, como si estos existiesen como tales en sí mismos. Los recursos naturales existen sólo en la medida en que deseamos lo que distinguimos como recursos naturales.

3. Una vez que los recursos naturales, los valores, las ideas, los símbolos, aparecen en nuestras distinciones como factores o elementos que guían el curso de nuestro vivir, ya ha surgido antes de alguna manera independiente de ellos el emocionar que los hizo posibles como tales guías de nuestro vivir.

4. Nada ocurre en el devenir de los seres vivos como entes biológicos porque sea necesario, ventajoso o benéfico. Estos adjetivos se emplean sólo en el ámbito de los valores, es decir, en el ámbito de los comentarios que un observador puede hacer sobre las consecuencias y justificaciones de las preferencias humanas.

5. Uno de los errores que cometemos, tanto científicos, como filósofos, es el de usar a las consecuencias de un proceso como argumento para explicar o justificar su origen. Los procesos históricos (los culturales o las singularidades de un grupo determinado) no ocurren así, en los procesos históricos el futuro es un resultado, y no surge porque sea necesario, ventajoso o benéfico. Así, la diversificación de los seres vivos en la historia de la biosfera es el resultado de la conservación de tantas maneras diferentes de vivir como las que resultaron espontáneamente conservadas generación tras generación simplemente porque así sucedió. La historia de los seres vivos no es un proceso de progreso o avance hacia algo mejor, es sólo la historia de conservación de los distintos modos de vivir que se conservaron porque los organismos que los vivieron, vivieron hasta su reproducción.

¿Desde dónde surgen los distintos modos de vivir? ¿Qué los hace posible? Los hace posible el armado de un espacio relacional. Un espacio relacional surge del espacio psíquico que a través del convivir relacional se expande y se expresa como vínculo. Expresan Maturana y Verden-Zöller:

1. “El niño o niña crea su espacio psíquico como su espacio relacional, al vivir en la intimidad de su contacto corporal con su madre como simple resultado del convivir en total aceptación y confianza mutua en ese contacto corporal, y no porque le sea directamente enseñado”…

2. “En este proceso el niño o niña aprende el emocionar y la dinámica relacional fundamental que va a constituir el espacio relacional que él o ella generará en su vivir, esto es, lo que él o ella hará, oirá, olerá, tocará, verá, pensará, temerá, deseará y rechazará, como aspectos obvios de su vivir individual y social como miembro de una familia y una cultura”...

Entonces nos preguntamos: ¿Qué sucede cuando ese espacio psíquico-relacional se ve afectado por un acontecimiento resueltamente negativo?

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¿Podemos decir que este orden de acontecimientos harían que este espacio psíquico-relacional se configurara bajo una distorsión, temporal y subjetiva? ¿Qué cosas podrían distorsionarlo? Expresan Maturana y Verden-Zöller:

La relación materno-infantil es un fenómeno biológico humano que involucra a la madre no como mujer sino que como adulto en una relación de cuidado para lo cual tanto la mujer como el hombre están biológicamente igualmente dotados. Invitamos a darse cuenta de que la maternidad es una relación de cuidado, no una tarea asociada al sexo.

Nada puede suceder en nosotros, o sucedernos a nosotros los seres humanos, que no sea permitido por nuestra biología; y, al mismo tiempo, nuestra biología no determina lo que nos sucede a lo largo del vivir. Para que algo ocurra en un ser vivo debe haber historia, es decir, debe haber un devenir del ser vivo en un ámbito de interacciones que le es operacionalmente independiente. Es por esto que un sentido estricto no se puede hablar de determinismo biológico.

¿Qué sucede con el espacio psíquico-relacional en el momento del nacimiento? Nos referimos al espacio psíquico-relacional de la madre y el bebé. ¿Qué sucede durante el embarazo? ¿Cómo se van “armando” (amando) los espacios relacionales de madre y bebé? ¿Qué podemos decir de la gestación, del momento de la gestación, de los progenitores que gestan una nueva vida? ¿Gestación deseada, buscada o rechazada? En 1991 en su libro “El sentido de lo Humano”, Humberto Maturana dirá que “no sabemos (los científicos) cómo explicarlo debidamente…aún no podemos decir como, que el embarazo curse como algo deseado o rechazado…” “La epigénesis es en cada caso diferente ¿muy diferente? No lo sé; no sé si es muy diferente, pero sí pienso que aún ignoramos mucho de la plasticidad estructural de la epigénesis, y no sabemos cuan pequeña puede ser la variación epigenética que resulte en un gran cambio del espacio psíquico del niño. Y esto es así entre otras cosas por dos razones, una porque al no saber mirar nos parece que la epigénesis se repite, y la otra, porque estamos tan maravillados por el determinismo genético que no entendemos que la epigénesis es siempre y necesariamente un proceso relacional entre organismo y medio, y no vemos que en un sentido estricto no hay ni puede haber determinismo genético, aunque lo genético acote el campo de variabilidad fenotípica del ser vivo”… Revisemos entonces nuestra primera matriz experiencial (ver gráfico) para relacionar y expandir nuestros horizontes conceptuales y, poder así, hilvanar todo lo antes enunciado.

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Discurso (no)verbal-sonoro-corporal.

Oír Escuchar

Representación

Oír es ser tocado a distancia…

S

Expresividad

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Reflexiones acerca del proceso de constitución subjetiva del niño-niña “Es sólo tardíamente en la historia de Occidente que el arte se ha separado en tanto que actividad específica correspondiente a una referencia axiológica particularizada. En las sociedades arcaicas, la danza, la música, la elaboración de formas plásticas y signos hechos sobre el cuerpo, sobre los objetos o el suelo, estaban integrados a las actividades rituales y las representaciones religiosas. Las relaciones sociales, los intercambios económicos y matrimoniales tampoco se distinguían mucho de la vida de conjunto de lo que he propuesto llamar Agenciamientos Territoriales de Enunciación. Mediante diversos modos de semiotización, sistemas de representación y prácticas multirreferenciales, esos agenciamientos lograban cristalizar segmentos complementarios de subjetividad, producían una alteridad social conjugando la filiación y la alianza, inducían una ontogénesis personal mediante el juego de las clases de edad y de las iniciaciones, de modo que cada individuo se encontraba envuelto en varias identidades transversales colectivas o, si se prefiere, en el cruce de diferentes vectores de subjetivación parcial. En esas condiciones, el psiquismo de cada individuo no estaba organizado en facultades interiorizadas sino que se abría en una gama de registros expresivos y prácticos en contacto directo con la vida social y con el mundo exterior”…

Félix Guattari. “El nuevo paradigma estético” La Musicoterapia es una disciplina que toma al campo de lo sonoro como paradigma, en los cuales incluye el Arte y la Salud como mediadores sensibles de su discurso. Es a partir de allí desde donde pueden pensarse los universos relacionales-vinculares que ofrece la Musicoterapia respecto del padecimiento y la enfermedad en el hombre. Si el arte se ha distanciado de sus formas iniciales, como refiere Guattari, y, si recordamos que el psiquismo de cada individuo no estaba organizado en facultades interiorizadas sino que se abría en una gama de registros expresivos y prácticos, ¿puede el discurso de la Musicoterapia pretender un re-encuentro, o una reactualización, que permita la emergencia de diferentes vectores de subjetivación parcial, en contraposición a una única o hegemónica concepción de sujeto? ¿Es voluntad de la Musicoterapia emprender esta tarea? ¿Qué es lo que viene a decir el discurso de la Musicoterapia? ¿Por qué procura rescatar semejantes sutilezas que se han alejado de la mirada controladora que propone el imperio de lo visual y el paradigma occidental reinante? Este universo sonoro que se abre mucho antes del nacimiento, es una pieza fundamental para saber qué de ese niño se inscribirá en el campo de lo audible de la primera relación madre-hijo, y cuáles procesos deberán acontecer para que posteriormente pueda separarse de ese vínculo primordial, cómo deberá producirse el “corte” para que ello ocurra, y qué elementos serán necesarios para que la vida psíquica del niño se desarrolle en armonía con ese cuerpo que recibió los inevitables y necesarios impactos sonoros. Desde el discurso de la Musicoterapia, la psyché, se relaciona con la construcción del sujeto que se sujeta al campo de lo audible. Dice Pascal Quignard en su libro El Odio a la Música, Quien emite sonidos, divide su respiración en dos partes nunca plenamente distintas. Abandona la voluntad al ronzal de la pulmonación obsesionante que lo subyuga. Y construye

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con sus gritos –la palabra griega psyché solo dice el aliento- su tono, su timbre, su voz, su cadencia, su silencio y su canto.2 Para entender el impacto de lo sonoro en el alma humana y poder así hablar de un Discurso(no)verbal-Sonoro-Corporal, será necesario introducirnos en el terreno de la clínica musicoterapéutica, o de la práctica diaria que cada uno realice en el marco de cada disciplina en particular; ya que es desde el caso por caso, es desde donde surge el tramado teórico que sustenta la existencia de un discurso singular. Ese discurso que se genera en la relación terapeuta-paciente, es el lugar por excelencia desde donde se testimonia la presencia de una expresividad, o de una tendencia hacia la expresividad innata de ese niño o niña, o sujeto-paciente. Puesto que la matriz experiencial cultural es por demás de condicionante, aunque no determinante, de los rasgos y gestos que constantemente pujan por salir, por manifestarse, por expresarse. A esta primera hipótesis de una tendencia hacia la expresividad innata, de carácter constitucional y constituyente, se le puede alegar algún conflicto referido al origen del término: ¿Qué significa tal cosa? Es pues que diré que esta tendencia (propensión) se deriva del Tendere natural de poseer una cualidad o característica no bien definida, pero sí aproximada a otra de la misma naturaleza, y que este Tendere debe ser considerado como una “fuerza” de inclinación de “algo” hacia un-otro ( como por ejemplo las respuestas corporales del niño frente a las caricias envolventes de la madre capaz de resonar con esta fuerza); y esta característica no bien definida pero sí aproximada ha de ser así, ya que ese que “nace” viene impregnado con múltiples cualidades de aquellos “otros” que le dieron vida, no sólo referido a la pareja parental, sino a aquellos Otros que arman la red ontogénica de enlace que texturiza eso propio del campo de lo audible como rasgo emocional del devenir del grupo. Además, sostengo, que la Red del Tejido-Tiempo es esa continuidad temporal consensual en red de relaciones, cuya manifestación aparece en el campo de lo humano, por medio del Símbolo como coderiva ontogénica que testimonia el decir en tanto sonido del hombre en su devenir. Ese decir, no es otra cosa que el legado del campo experiencial que distingue al hombre, no sólo de otros animales sino también del propio hombre, y para nosotros tendrá capital importancia el Registro de sus experiencias en el campo de lo audible. Ese decir como legado y patrimonio quedará testimoniado por medio del símbolo, pero ¿a qué símbolo nos referimos? ¿Acaso el símbolo no aparece cuando los niveles de subjetivación y abstracción en el ser humano han aumentado cualitativamente? ¿O evolutivamente? Este símbolo será la marca visual y audible de ese paso trascendental que se produce cuando algo del orden de lo humano se da cita, y algo del orden del sujeto aparece en el campo de las representaciones que hacen de ese sujeto “uno” de lo singular y “uno-otro” que lo particularizará en el terreno de las relaciones intersubjetivas. Aún en otras palabras, cuando madre y niño se dan cita, se reúnen.

2 Cf. Pascal Quignard, El odio a la música. diez pequeños tratados. Pág.66. Editorial Andres Bello, 1998, Santiago de Chile.

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Cuando la madre puede desplegar sus objetos de amor, y que estos se manifiesten en mayor grado y medida que los objetos de odio, o desilusión, o desesperanza. Cuando niño y madre se encuentran en el deseo mutuo de compartirse. Cuando la madre despierta sus conductas más intimas de nutrición, cuidado y protección para con el niño. Esa tendencia hacia la expresividad podrá ser “leída” desde el lenguaje de la Musicoterapia como proceso y como fin. Pues no nos deberíamos olvidar que el ser humano ha armado una comunidad de lenguaje que sustenta su estructura vivencial-relacional, que crea pertenencia y otorga algo del orden de la identidad, pero además, somos testigos de que también ha armado otras comunidades con cualidades un tanto diferentes a las propias de la lógica sintáctica, como así también otras comunidades lo han armado a él. El arte, por ejemplo. El cuerpo y sus lenguajes. El silencio y la contemplación de la naturaleza. Es a través de esta armazón, que como traspasando por una gran puerta, llegamos a un territorio en donde yace una materia capaz de modelar y de dejarse modelar por esa expresividad. Esta materia ha sido y es la piedra angular de las manifestaciones expresivas del hombre, algo asociado al aire y a lo aéreo y al sonido que se desprende cuando encuentra una superficie o un borde para rodear. Ese rodeo ha sido la intriga de algunos y el deleite de otros, como así también todas aquellas cosas que acontecen en los bordes objetivos y subjetivos que nos ofrece la realidad. Esa armazón es la que veremos e intentaremos aprehender. Está configurada por lo aéreo inasible e invisible del sonido y las cualidades que este porta, fundamentalmente armar un espacio que lo rodee, contenga o expanda. Será válido entonces preguntarnos ¿cuán inasible e invisible es este sonido capaz de dar una sonoridad a aquello que atraviesa? La Mousiké y el Ars, la música y el arte, testimonian las profundidades de la Psyché. Pues resultará interesante, también reflexionar respecto de la materia y los materiales que intervienen en las producciones del Arte: disolución de una forma preestablecida y construcción de una nueva, de-construcción, luces y sombras de las superficies, texturas. Un grupo de sonidos hecho nada y vueltos a surgir cómo música. Mousiké particular que habla del tránsito de un sujeto por los senderos de la emoción. Creación de una esfera sensible de expresiones que buscan múltiples puntos de representación, tantos como vectores de subjetivación parcial hagan huella en el registro de la corporalidad del sujeto. Sujeto que en el cruce de vectores se procura de una envoltura sonora bajo la forma del símbolo. Símbolo que unifica en la ausencia de la palabra el recuerdo de ella misma, de la lengua a la que pertenece. Pero también de otras manifestaciones en las cuales el lenguaje resulta particularmente limitado, en donde sólo cabe el placer de experimentar y vivir lo propio como una producción que singulariza, que remite a uno o varios aspectos de ese sujeto, de ese ser que se vuelve humano a medida que aumentan sus capacidades de reflexión, de vivencia, de experiencia. El universo emocional del sujeto habla con la palabra y la no-palabra. Se dejan entrever sus secretos en las producciones que los sujetos-pacientes realizan en el espacio de sesión. Y

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todo ello perdura, sin dudas, en el vinculo que se arma y fluye en la coordinación de lenguaje, cuerpo, mente, espíritu.

¿A partir de qué propuesta podremos pensar estas singularidades? ¿Cómo rescatarlas?

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¿Desde dónde se gesta el soporte emocional?

Expresividad Escuchar

REALIZACIÓN EXPRESIVA PRODUCCIÓN

O í r

Representación

S

Desde esta dinámica de conversación predominantemente patriarcal, la producción del sujeto

aparece como “el objeto más preciado” o “el trofeo”.

El soporte emocional que

sostiene esta dinámica parecería estar centrado en el par obtención-apropiación del objeto. Una vez obtenido, el

lugar que queda es el de recompensa en tanto

gratificación de una realidad interna o externa, representado y puesta en juego por una línea

causal de acontecimientos.

Desde esta dinámica de conversación aparece un sujeto desde-un-otro que lo sostiene

para que se realice en su expresión, o bien, para que se

exprese en su realización. El soporte emocional que

sostiene esta dinámica parecería estar centrado en un acompañamiento progresivo y recursivo que se desprende de

las vivencias relacionales, singulares y colectivas, de aquel

que dispensa los cuidados iniciales del niño o niña,

independientemente de una apropiación hegemónica

valorativa.

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Algunas consideraciones desde donde pensar el discurso sonoro dentro de las sesiones de Musicoterapia. La transmisión hacia otras disciplinas del campo de la salud y la educación Comenzaremos con algunos desarrollos de Pascal Quignar extraídos de su libro El Odio a la Música. I- Dice Pascal Quignard: “Atenea inventó la flauta. Preparó la primera (tibia en latín, aulos en griego) para imitar los gritos que había oído escapar del gaznate de los pájaros-serpiente de alas de oro y defensas de jabalí. Su canto seducía, inmovilizaba y permitía matar en el momento del terror paralizante. El terror paralizante es el primer período de la pánica omofágica. Tibia canere: hacer cantar la tibia. El Sileno Marsias3 hizo ver a Atenea que la boca se le distendía, las mejillas se le dilataban y los ojos se le desorbitaban cuando soplaba en las tibiae imitando el canto de la Gorgona4. Marsias gritó a Atenea:

- Deja la flauta. Abandona esa máscara que desordena tu mandíbula y ese canto que espanta.

Pero Atenea no lo escuchó. Un día, en Frigia, mientras la diosa tocaba a la vera de un río, vio su reflejo en el agua. Esta imagen de una boca ocupada la asustó. Arrojó de inmediato la flauta entre los cañaverales de la rivera. Huyó. Entonces Marsias recogió la flauta abandonada por la diosa.”5

El sonido atrae como un anzuelo y sumerge al sujeto al campo-de-lo-audible. La voz es un anzuelo, un anzuelo sonoro. La imagen y el cuerpo son

anzuelos, como el reflejo del espejo. El espejo es la carnada.

La boca se le distendía, las mejillas se le dilataban y los ojos se le desorbitaban cuando soplaba en las tibiae imitando el canto…..

Abandona esa máscara que desordena tu mandíbula……

Ella vio su reflejo mientras tocaba……Esta imagen de una “boca ocupada” la asustó……..

Aparición del Otro (Marsias) que roba la máscara…….

3 Marsias, en la mitología griega, uno de los sátiros. Encontró la flauta que Atenea, la diosa de la sabiduría, inventara y que después abandonaría porque al tocarla se hinchaban sus mejillas y se deformaban sus rasgos. Marsias llegó a ser un músico tan eximio que desafió a Apolo, dios de la música, a una competición, cuya ganador tendría derecho a castigar al perdedor. Las musas otorgaron la victoria a Apolo, quien tocaba la lira. El dios desolló a continuación a Marsias, de cuya sangre brotó un río. 4 Gorgonas, en la mitología griega, las hijas monstruosas de Forcis, dios del mar, y de Ceto, su esposa. Eran criaturas terroríficas, parecidas a dragones, cubiertas de escamas doradas y con serpientes en lugar de cabellos. Tenían alas fuertes, rostros redondos y horribles, dientes como colmillos y siempre llevaban la lengua fuera. Vivían en lo más lejano del océano occidental, temidas por las gentes, ya que volvían de piedra a todo el que las miraba. Dos de las gorgonas, Esteno y Euríale, eran inmortales, mientras que Medusa era mortal. El héroe Perseo, joven galante pero insensato, se ofreció a matarla y volver con su cabeza, lo que hizo con la ayuda de Hermes y Atenea. De la sangre de Medusa surgió Pegaso, el caballo alado engendrado por Poseidón. 5 Pascal Quignard, El odio a la música. diez pequeños tratados. Pág.13, 14. Editorial Andres Bello, 1998, Santiago de Chile.

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II- “El imán atrae espontáneamente los diminutos residuos de hierro, de cobalto o de cromo. El imán es como la sonrisa de la madre. La sonrisa de la madre provoca de inmediato la imitación de un retorcimiento de labios en el rostro del niño. La sonrisa de la madre es como el miedo: en el miedo, el contagio se llama pánico. Todos somos, desde el surgimiento, antes del surgimiento, desde la más extrema infancia, incluso antes del alumbramiento, totalmente miméticos, tan reproductores como fueron nuestras madres para hacernos. Todos estamos totalmente “panicados”.

La música es como la sonrisa pánica (como ese sonido que retuerce, que “llama”6 a lo muscular del rostro para que se anude en gesto, que distiende y ensancha. Una boca que se abre puede convertirse en una catapulta sonora)7. Toda vibración cercana al latido del corazón y al ritmo del aliento induce una misma contracción, tan involuntaria, tan irresistible, tan pánica. La sonrisa, que descubre los dientes en los tigres, las hienas y los hombres, es un relieve de pánico. Todos carecemos de resistencias ante el pánico...”8

El imán es como la sonrisa de la madre.

La sonrisa provoca la imitación de un retorcimiento de labios en el rostro del niño.

Somos totalmente miméticos y reproductores.

La música es como la sonrisa pánica.

La sonrisa es un relieve del pánico.

La boca como catapulta sonora, como la cabeza de Orfeo, que una vez separada del cuerpo y arrojada al río continuaba llamando, la boca era el “llamador” para los oídos y la mirada del otro.

III- …”Al morir, Narciso se zambulle al interior del reflejo de sí mismo que ve. Rompe la distancia que la visión permite y que separa lo visible de la visión. Se hunde en la imagen localizable hasta el punto de convertirla en su tumba. El río es su madre que se adelanta. Eco moribundo se desintegra; se disemina en las rocas donde su cuerpo rebota de pared en pared. Eco no se concentra en la muerte. Se convierte en la montaña y no está en parte alguna de la montaña...”9 IV- Todo sonido es lo invisible bajo forma de perforador de coberturas. Ya se trate de cuerpos, de recámaras, de departamentos, de castillos, de ciudades amuralladas. Inmaterial, franquea todas las barreras. El sonido ignora la piel, no sabe lo que es un límite: no es interno ni externo.

6 En el sentido del “Llamador”: el silbato llamador, con sonido agudo; el cuerno llamador, con sonido grave, áspero y ronco; el llanto nocturno del niño, haciendo resonar los espacio de la casa; el coito, que convoca al cuerpo del otro para que se “pegue” y penetre. 7 El paréntesis es agregado propio, al igual que los subrayados y los señalamientos en “negrita”. 8 Pascal Quignard, El odio a la música. diez pequeños tratados. Páginas 51 y 52. Editorial Andres Bello, 1998, Santiago de Chile.

9 Pascal Quignard, El odio a la música. diez pequeños tratados. Página 111. Editorial Andres Bello, 1998, Santiago de Chile.

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Ilimitante, no es localizable. No puede ser tocado: es lo inasible. La audición no es como la visión. Lo contemplado puede ser abolido por los párpados, puede ser detenido por el tabique o la tapicería, puede ser vuelto inaccesible incontinenti por la muralla. Lo que es oído no conoce párpados ni tabiques ni tapicerías ni murallas…..El sonido se precipita….El oído es la percepción más arcaica en el decurso de la historia personal –está incluso antes que el olor, mucho antes que la visión- se alía con la noche…. Oír es ser tocado a distancia. El ritmo está asociado a la vibración…Oír es obedecer. En latín escuchar se dice obaudire. Obaudire derivó a la forma castellana obedecer. La audición, la audientia, es una obaudientia, es una obediencia. Los sonidos que el niño oye no nacen en el instante de su nacimiento. Mucho antes que pueda ser su emisor comienza a obedecer a la sonata, materna o por lo menos irreconocible, preexistente, soprano, ensordecida, cálida, arrulladora…La polirritmia corporal y cardíaca –después aullante y respiratoria, luego hambrienta y gritona, más tarde motora y balbuceante, en fin lingüística- es tanto más adquirida cuanto parece espontánea: sus ritmos son más miméticos y sus aprendizajes más contagiosos que voluntariamente desatados. El sonido no se emancipa nunca del todo de un movimiento del cuerpo que lo causa y lo amplifica. La música jamás se disociará por completo de la danza cuyos ritmos anima… Del mismo modo, la audición de lo sonoro no se separa nunca del coito sexual ni de la formación fetal “obediente” ni del lazo filial lingüístico…La experiencia sonora es siempre otra que personal: a la vez pre-interna y pre-externa, en trance, arrebatadora, es decir a la vez pánica y cinestésica, apresando todos los miembros, apresando el pulso cardíaco y respiratorio, ni pasiva ni activa; altera; es siempre imitativa. Solo hay una única y muy extraña y específica metamorfosis humana: la adquisición de la lengua “materna”. Es la obediencia humana. La ordalía10 de la música es profundamente involuntaria.11

Todo sonido es lo invisible bajo forma de perforador de coberturas.

Desde el primer al último gemido de la madre en el momento del alumbramiento se convierten en perforador de coberturas. La madre más que aprender se “desboca (des-boca)” por el impulso que la arrastra. Se dice que la futura madre debe aprender a respirar para que “sufra” menos las contracciones del parto, ¿Quién nos enseñó aquello del sufrimiento? El desbocamiento pretende un impulso repentino, premeditado o no cobra la forma de arrebato en donde algo “desborda”. El desbocarse queda indefectiblemente ligado a la “boca” (otra de las acepciones considera arrancarle la boca a algo, Ej. Una jarra). La boca es una catapulta sonora. La boca y el aliento de la madre impregnan, perforan, envuelven, empujan….al cuerpo del aquel que nace.

Ese perforar (perforare) posee una doble vía de lectura: por un lado atraviesa la piel del infans, otorgándole el primer “contacto” en un mundo “aéreo”. El sonido “toca” a distancia transmitiendo (comunicando) las cualidades distintivas de su emisor (de su dueño-llamador). Ese sonido que atraviesa el aire y perfora no resulta cualquier sonido. Es el sonido de la madre que está “luchando” con su boca, su aliento y el

10 Prueba ritual usada en la Antigüedad para establecer la certeza, principalmente con fines jurídicos, y una de cuyas formas es el juicio de Dios.

11 Pascal Quignard, El odio a la música. diez pequeños tratados. Páginas 105, 106, 107, 108 y 109. Editorial Andres Bello, 1998, Santiago de Chile. Lo resaltado en negritas es agregado propio.

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aire “enrarecido” que proviene de su interior y de la psyché aérea que hace temblar al cuerpo de la madre; y por otro lado, el perforare comienza a texturizar la piel del bebé, creando un enlace sonoro entre el bebé y la madre. La madre necesita estar “sujetada” de su cría, y para el bebé será la única opción: sujetarse a aquello que la madre se sujeta, depender de ella, recibir la “semilla” que ella le brinda, dejarse sonorizar, permitir que su piel “se-trame” de sonidos y silencios que envuelven, distienden, templan, apaciguan y extienden el espacio sonoro que se ha abierto entre madre e hijo.

El oído-oír es la percepción más arcaica….se alía (alligare) con la noche…..Se ata a la noche, al sueño y a la producción onírica. Cuando niños no podíamos conciliar el sueño y nuestra madre nos indicaba “apagar la luz”, un mundo a veces terrorífico y otras veces mágico se abría para nosotros. Un mundo cubierto de “Pánicas”. No podíamos hacer otra cosa que obedecer (obaudire) a eso que nos impregnaba. Lo que se oye y no puede ser visto es “Devorador”. Lo sonoro nos exige atención, que estemos alerta. El imperio de lo visual se ha desvanecido. Todo se lo ha tragado esta oscuridad tan sólida, tan olorosa, tan temerosa. También, en ese preciso momento de la noche, teníamos la certeza del sexo de nuestros padres. Los animales nocturnos siempre nos conducen hacia los deseos más prohibidos. ¿Qué hacían nuestros padres? ¿El silencio de la noche era tal (profundamente silencioso), o de alguna manera obturábamos nuestros oídos para no “obedecer” (no-oír) los alientos contenidos que surcaban el espacio acústico hasta que penetraban en nuestro cuarto? Éramos todo oído queriendo averiguar el origen de las cosas, en fin, nuestro origen. En lo inconsciente quedarían esas experiencias de lo que no puede ser sabido: que ese origen sonoro nocturno, esos alientos contenidos o emanados sin represión alguna, habían participado en nuestra concepción, cuando fuimos concebidos. De alguna forma se nos confirmaba que nuestro padre había “oscurecido” la habitación para que tales cosas ocurrieran. La madre es siempre la encargada de “portar” la voz. Es justamente la adquisición de la lengua materna. Por más que nuestra madre nos diga ¡Apagá la luz!, nosotros, sabemos, que esa orden (obaudire) es una orden paterna. Es la mano, la firma (la rúbrica) y la “pisada paterna”. El cuerpo del padre, su porte, siempre nos indicará cuán sólida se presentan las relaciones, las construcciones vinculares. El león descansa mientras la leona sale a matar. Es ella quien trae la comida. El león arma y cuida el territorio, es él quien vigila los cachorros. ¿De dónde piensan que el niño aprende la lengua materna? Pues de la orden del padre, o de ese-otro que se alía (ata) con la madre. Es un proceso evolutivo, es la esencia de la psyché: la pareja parental es obediente. La Pulmonación marca la seña visible de tal obediencia. El “decir” popular dice: ¡Es un niño sano, lloró y respiró bien al nacer!..... ¡Mirá como se mueve, como patalea….que carácter que va a tener!.......Esos movimientos no son otra cosa que los “retorcimientos” propios de la “pulmonación”. El paso del aire ha dejado la marca. El aliento comienza a sonorizarse. El enlace de la psyché con el mundo material es un hecho. La psyché sale a luz en tanto la habitación se encuentre a oscuras. Ese sonido que se alía a la noche, al inconsciente, es la voz del padre desde el retorcimiento de labios de la madre (la sonrisa pánica) que marca el nombre del niño que se inscribe en el campo de lo audible. Este proceso puesto en el relato, en la descripción y en algunas observaciones clínicas, no hace otra cosa que confirmar el orden estructural y estructurante de tales acontecimientos. Este es el fruto que señala

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cómo el sonido se alía con la noche y cómo se unen las Lenguas de la pareja parental, como se atan. Se alían también ellos con lo sonoro de la noche. ¿Qué es pues una aleación? Alear (Alligare, atar) Es fundir sus componentes, como los metales.

Oír es ser tocado a distancia….

Oír es obedecer (Escuchar, Obaudire)

La audición, la audientia, es una obaudientia, es una obediencia.

Comenzamos a ser tocados mucho antes del nacimiento. No necesariamente se trata de manos ni cuerpos que se rozan, tampoco de miradas que acarician con las intenciones (subjetivas) que encierra ese que mira. Se trata del sonido. Se trata del primer momento de la gestación. Ese particular sonido que construye la pareja parental desde el comienzo. Un sonido que une. Generador. De ahí en más se desplegará la trama sonora del primer momento de impacto, de envoltura (a veces subordinada o puesta en el fondo por las singularidades de la sonata12 materna). Comienza la transferencia cognitiva de la Red del Tejido-Tiempo.

¿Cuándo nacen los sonidos que impregnan al niño? Dice Quignard, habrá que escuchar a la polirritmia corporal y cardíaca, antes del nacimiento. Luego, aullante y respiratoria, los efectos de la transición, de la “Pulmonación”, de la presentificación al universo de lo material. Se activa la psyché aérea. Se enlaza el rhythmus primordial con el particular sonido de la pareja parental. Se despliega la ontogénesis sonora. El surgimiento del oído histórico. Aquí deslumbrarán las sonoridades. Luego, reforzará Quignard, hambrienta y gritona. El niño debe alimentarse, ¿Cómo “llama” el niño cuando tiene hambre? ¿Cómo “suena”, todo él, en el momento de la alimentación? ¿Qué es lo que escucha la madre? ¿Cuál es el sonido que se desprende de esa “comunión”? Más tarde motora y balbuceante, en fin lingüística. Es tanto más adquirida cuanto parece espontánea: sus ritmos son más miméticos y sus aprendizajes más contagiosos que voluntariamente desatados. El niño comenzará su aprendizaje. Un repliegue imitativo que nunca se condensa, al contrario, se ensancha, se prolonga en incorporación de gestos corporales y gestos sonoros que provienen de la madre o de quien dispense esta “manipulación”. Las manos de la madre adquieren otra dimensión, otro peso. Son manos que se reservan para acariciar al niño, para sensualizarlo con su música, para erotizarlo. Esas manos y esos brazos cargarán al niño. Ella emitirá ahora su semilla. El soporte psíquico puesto en la espera que ella tuvo que pasar durante los meses de embarazo ahora se compensarán, o deberían compensarse, complementarse y sincronizarse, permitiendo que su hijo ingrese a la comunidad de lenguaje a la que ella pertenece. Ella vive esos “balbuceos” como la lengua propia de su hijo. Ella desea que esos balbuceos pertenezcan a lo que ella conoce como lenguaje. El acuerdo consensual que da pertenencia a su comunidad. Ella ahora es el poso en el ánfora. Ella es el sedimento, el germen, el código. Ella es el enlace que posee el niño para deslizarse en el plano de las significaciones.

12 Del latín Sonare, resonar.

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¿De cuánto es capaz ese niño en este momento? ¿Qué conocimientos trae consigo? ¿Cuál es el “regalo” que la madre espera recibir? La natura despliega sus virtudes, sus voluptuosidades, su evolución. Ella es “obediente” a esta evolución y el niño se sujetará a tal obediencia. Reiterémonos ahora la pregunta: ¿Cuándo nacen los sonidos que impregnan al niño?

Dice Quignard, el sonido no se emancipa nunca del todo de un movimiento del cuerpo que lo causa y lo amplifica. La música jamás se disociará por completo de la danza cuyos ritmos anima.

Solo hay una única y muy extraña y específica metamorfosis humana: la adquisición de la lengua “materna”.

Veamos la siguiente matriz experiencial (Ver gráfico)

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Discurso (no)verbal-sonoro-corporal.

EEll rreefflleejjoo ssoonnoorroo.. LLuuggaarr ddee

ccoonnffiigguurraacciióónn ddee llaass SSoonnoorriiddaaddeess..

SNarciso

O í r

E c o

Escuchar

Obaudire

El sonido no se emancipa nunca del todo de un movimiento del

cuerpo que lo causa y lo amplifica.

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V- En latín escuchar se dice obaudire. Obaudire derivó a la forma castellana obedecer.

La audición, la audiencia, es una obaudientia, es una obediencia. Los sonidos que el sujeto oye no nacen en el instante de su nacimiento. Mucho antes que pueda ser su emisor comienza a obedecer a la sonata, materna o por lo menos irreconocible, preexistente, soprano, ensordecida, cálida, arrulladora. La polirritmia corporal y cardíaca –después aullante y respiratoria, luego hambrienta y gritona, más tarde motora y balbuceante, en fin lingüística- es tanto más adquirida cuanto parece espontánea: sus ritmos son más miméticos y sus aprendizajes más contagiosos que voluntariamente desatados. El sonido no se emancipa nunca del todo de un movimiento del cuerpo que lo causa y lo amplifica. La música jamás se disociará por completo de la danza cuyos ritmos anima. Del mismo modo, la audición de lo sonoro no se separa nunca del coito sexual ni de la formación fetal “obediente” ni del lazo filial lingüístico. VI-La experiencia sonora es siempre otra que personal: a la vez pre-interna y pre-externa, en trance, arrebatadora, es decir a la vez pánica y cinestésica13, apresando todos los miembros, apresando el pulso cardíaco y respiratorio, ni pasiva ni activa; altera; es siempre imitativa. Solo hay una única y muy extraña y específica metamorfosis humana: la adquisición de la lengua “materna”. Es la obediencia humana. La ordalía (prueba ritual ancestral para establecer la certeza) de la música es profundamente involuntaria.

13 Percepción del equilibrio y de la posición de las partes del cuerpo.

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VII- Hay un viejo verbo francés que dice ese tamborileo de la obsesión. Que designa ese grupo de sones asemánticos que turban el pensamiento racional al interior del cráneo y al hacerlo despiertan una memoria no lingüística. Tarabust, más que melodía, es quizá la palabra que hay que proponer. Tarabust es un vocablo inestable. Dos mundos distintos se cruzan en él, atrayéndolo, y de inmediato lo dividen según dos procesos de derivación morfológica que son, uno y otro, demasiado verosímiles para que el filólogo esté en condiciones de decidir. El mismo vocablo tarabust se querella entre el grupo de lo que machaca y el grupo de lo que tamborilea. Entre el grupo rabasta (el ruido de querella, el grupo machacón) y el grupo tabustar (golpear, talabussare, tamburare, la familia de los resonadores, de los tambores). O coitos humanos vociferantes. O percusión de objetos huecos. La obsesión sonora no logra separar, en lo que oye, aquello que anhela oír sin pausa de lo que no puede haber oído. Un ruido incomprensible y que machaca. Un ruido que no sabíamos si era querella o tamborileo, jadeo o golpes. Era muy rítmico.

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Discurso (no)verbal-sonoro-corporal.

Tarabust

Expresividad

El grupo que

machaca

El grupo que resuenaS

Madre

Terapeuta

El otro de lo social. Lo colectivo.

Las instituciones.

La obsesión sonora no logra separar, en lo que oye, aquello que anhela oír sin pausa de lo que no puede haber oído.

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VIII- “Los sonidos de la voz seleccionan una parte de su aliento en el aire acumulado y expulsado durante la respiración. Todo el “auditorio” interno e incluso el futuro “teatro” respiratorio reflejan con énfasis las emociones que el cuerpo experimenta, los esfuerzos que intenta para alejarlas o las sensaciones que lo animan. Los sonidos pactan con la necesidad de aire y de ventilación que constriñen a este instrumento tensado de piel y huecos que somos nosotros mismos. El lenguaje se organiza con un cuerpo zoológico que inspira y espira sin pausa. Que “agoniza” sin pausa. Quien emite sonidos divide su respiración en dos partes nunca plenamente distintas. Abandona la voluntad al ronzal de la pulmonación obsesionante que lo subyuga. Y construye con sus gritos –la palabra griega psychê sólo dice el aliento- su tono, su timbre, su voz, su cadencia, su silencio y su canto. Una característica más singular redobla esta metamorfosis y esta división funcionales: quien emite un sonido oye el sonido que emite. (Por lo menos después de su nacimiento y su llegada al aire y al aliento. Y a pesar de que no pueda oírlo tal como el otro lo percibe. Sólo quien lo oye puede percibirlo tal como el otro lo produce.)

Este rebote ocurre sin pausa, y este juego que no cesa de repetirse permite construir la altura, la intensidad, el ritmo, el encantamiento, la persuasión y las formas diversas, retóricas, es decir personales, de los gritos “desgarradores”, de los gimoteos “desagradables”, de los suspiros “profundos”, de los silencios “amurallados”.

El “oído” no deja de comparar lo que “boca” y “garganta” han intentado.

El que compara es la “psychê” pulmonar. Tal es el vínculo del alma con el viento. Y con lo aéreo, esto es, con lo invisible, con los sones, con lo celeste, con los pájaros. Este rebote, que se expresa sin pausa, pero con silencios “ligados” que articulan ese flujo del Tarabust, más allá de lo que conocemos como par rítmico-melódico, es el que posibilita que “eso” del orden de lo humano se de cita en tanto proceso de configuración subjetiva. Ese Tarabust, pulsado por una expresividad innata o constitucional, es el que se pone en juego en el armado del vínculo del proceso terapéutico. Así, el sonido que resuena resulta ya de una verdadera competencia sonora. Cada especie animal apropiada al aire se dota de una melodía que le permite diferenciarse de las demás especies, participando en un sistema sonoro donde sólo se desempeña la parte que se espera de ella para que se asocie a su “familia sonora” mediante la sobreimposición y negación de las otras partes que es capaz de oír. Nos imitamos a nosotros mismos imitando.

No es sólo la infancia. Una suerte de conversación sonora, de resonación y comparecencia incesantes, funda, trabaja y define sin tregua cada lengua en el sistema de las voces, de la misma manera que crea y alerta cada sonido en la jungla sonora.

¿Acaso no es este el lugar del armado de una textura sonora? ¿Acaso no son estos sones los que nos permiten deslizarnos en un discurso sonoro que habla de lo que es un cuerpo, un

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cuerpo en lo sonoro, un cuerpo sonorizado, un cuerpo que resuena?

Expresa Humberto Maturana: Llamo a la manera de ver que revela las coherencias de existencia mediante la facultad de comprenderlas incluso cuando el observador no puede describirlas, la mirada poética. Al mismo tiempo estoy diciendo que el bienestar normal ocurre mientras vivimos en la mirada poética y se interfiere cuando mediante una dinámica de coincidencia de emociones, hacemos parte de nuestra vida algunas emociones que producen dominios de acciones contradictorios. Cuando esto ocurre, nuestra vida pierde su coherencia estética y se vuelve fragmentada en una dinámica de sufrimiento como una dinámica recurrente de pérdida de coherencias estéticas”

Bibliografía

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Capra Fritjop. La trama de la Vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Editorial Anagrama, 1998. Barcelona, España.

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Maturana R. Humberto y Varela G. Francisco. De Máquinas y Seres Vivos, Autopoiesis: La Organización de lo Vivo.. Editorial Universitaria Lumen, 2004. Buenos Aires, Argentina.

Maturana Romesín Humberto y Zöller-Verden Gerda. Amor y Juego, Fundamentos Olvidados de lo Humano: Desde el Patrircado a la Democracia. J-C Sáez Editor, 2007, Chile.

Maturana R, Humberto. La realidad: ¿Objetiva o Construida?, I Fundamentos Biológicos de la realidad, (introducción de Javier Torres Nafarrate). Anthropos editorial, España, 1995.

Maturana R, Humberto. La realidad: ¿Objetiva o Construida?, II Fundamentos

Biológicos del conocimiento, Anthropos editorial, España, 1996.

Maturana, Humberto. El Sentido de lo humano. Dolmen ediciones S.A, Chile, 2000.

Quignard, Pascal. El Odio a la Música, Diez pequeños tratados. Editorial Andres

Bello. España, 1996.-

Rowell, Lewis. Introducción a la Filosofía de la Música, Antecedentes históricos y problemas estéticos. Ed. Gedisa, Buenos Aires, 1985.-