el aporte de piera aulagnier a la comprensión de la psicosis en la adolescencia

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EL APORTE DE PIERA AULAGNIER A LA COMPRENSIÓN DE LA PSICOSIS EN LA ADOLESCENCIA Teresita Ana Milán El fin de la adolescencia puede signar la entrada en un episodio psicótico cuya causa desencadenante se relaciona con un fracaso (relaciones sexuales, exámenes, noviazgo interrumpido). La consecuencia se plasma en un brusco retiro de investiduras; en una fase de retraimiento relacional, soledad, anorexia, adicciones. El joven no puede asumir el fracaso de un Proyecto Identificatorio o sexual, vínculos que él creerá parte de sus posibilidades. Este fracaso es el resultado de un movimiento de desinvestidura contra el cual el sujeto se defiende desde hace mucho tiempo gracias a diferentes recursos y prótesis encontradas en el exterior. La “descompensación” psíquica es la consecuencia de este primer fracaso que ha hecho imposible la investidura de su pasado en una forma que le permita investir su devenir, su futuro, al que rechaza por falta de esa “investidura preliminar”. Al comienzo no hay “vuelta sobre sí mismo” de la libido sustraída, ésta se hace en una segunda etapa por medio de la construcción de un delirio. Previo al momento confusional, se da un crash agresivo, todo un tiempo de incubación, o de hibernación, siendo que no se puede investir su propio funcionamiento psíquico. Se da una alteración en la dimensión temporal que es indisociable del movimiento libidinal. La relación entre tiempo físico y tiempo humano solo se puede hacer en términos de deseo. Se da una ruptura entre el movimiento temporal y relacional; ocurre una suspensión del tiempo y un vacío en la memoria con repercusión en la historia libidinal y la historia identificatoria. Una de las tareas fundamentales del adolescente es investir el futuro a partir de un trabajo permanente de historización, que requiere volver hacia atrás para reencontrarse con su pasado. En la psicosis no hay un compromiso que permita reconocerse como singular, como miembro de un conjunto, efecto de una historia en una cadena generacional. A través de la palabra, el sujeto otorga significaciones y con su función de historiador se proyecta hacia el

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EL APORTE DE PIERA AULAGNIER A LA COMPRENSIÓN DE LA PSICOSIS EN LA ADOLESCENCIA

Teresita Ana Milán

El fin de la adolescencia puede signar la entrada en un episodio

psicótico cuya causa desencadenante se relaciona con un fracaso (relaciones

sexuales, exámenes, noviazgo interrumpido). La consecuencia se plasma en

un brusco retiro de investiduras; en una fase de retraimiento relacional,

soledad, anorexia, adicciones. El joven no puede asumir el fracaso de un

Proyecto Identificatorio o sexual, vínculos que él creerá parte de sus

posibilidades. Este fracaso es el resultado de un movimiento de desinvestidura

contra el cual el sujeto se defiende desde hace mucho tiempo gracias a

diferentes recursos y prótesis encontradas en el exterior.

La “descompensación” psíquica es la consecuencia de este primer

fracaso que ha hecho imposible la investidura de su pasado en una forma que

le permita investir su devenir, su futuro, al que rechaza por falta de esa

“investidura preliminar”.

Al comienzo no hay “vuelta sobre sí mismo” de la libido sustraída, ésta

se hace en una segunda etapa por medio de la construcción de un delirio.

Previo al momento confusional, se da un crash agresivo, todo un tiempo de

incubación, o de hibernación, siendo que no se puede investir su propio

funcionamiento psíquico.

Se da una alteración en la dimensión temporal que es indisociable del

movimiento libidinal. La relación entre tiempo físico y tiempo humano solo se

puede hacer en términos de deseo. Se da una ruptura entre el movimiento

temporal y relacional; ocurre una suspensión del tiempo y un vacío en la

memoria con repercusión en la historia libidinal y la historia identificatoria.

Una de las tareas fundamentales del adolescente es investir el futuro a

partir de un trabajo permanente de historización, que requiere volver hacia

atrás para reencontrarse con su pasado. En la psicosis no hay un compromiso

que permita reconocerse como singular, como miembro de un conjunto, efecto

de una historia en una cadena generacional. A través de la palabra, el sujeto

otorga significaciones y con su función de historiador se proyecta hacia el

futuro y construye un pasado. No se es un simple depósito de identificaciones,

sino que se construye permanentemente la historia libidinal y la temporalidad.

Antecedentes infantiles que propician la posibilidad de la aparición de la psicosis

Piera Aulagnier (1975) pone el acento en la calidad de la relación madre-

bebé, en términos de la ausencia del objeto, o su inadecuación con predominio

del displacer. Esta experiencia primaria se traduciría en perturbaciones del

funcionamiento de la zona representacional: tomar dentro de sí o rechazar

fuera de sí aquello que acontece y que de este modo se lo inviste o desinviste.

En la psicosis faltan o están distorsionados los elementos que dan

cuenta de la propia existencia, así como del placer asociado. Se genera un

pictograma, una marca de rechazo cada vez que el monto de displacer es

excesivo; se produce un vacío, un agujero representacional, que sería la marca

de una falla, de una carencia fundamental, una marca que no alcanzará a la

representación. Perduran heridas, cicatrices, que el sujeto padecerá aunque

ignore el lugar, o la razón por la que se produjeron. “El pictograma es la

representación que la psique se da de sí misma como actividad representante”

(Aulagnier, 1975, 66). El pictograma representará una unidad “objeto-zona”

como lugar de un doble deseo de destrucción, lugar en que se desarrolla un

conflicto mortal e interminable. Se daría un rechazo mutuo entre zona y objeto,

entre la instancia representante y lo representado, siendo su resultado el

rechazo del objeto, su descatectización, y el consecuente rechazo y

descatectización de la zona complementaria. En el registro pictográfico

quedará grabado el lugar de una imposible separación, un desgarramiento

violento y recíproco entre zona y objeto, entre la boca que intenta arrancar al

pecho, y un pecho que intenta arrancarse de la boca. El yo intentará poner

palabras a experiencias pictográficas de rechazo y de odio; intentará

representar estas marcas irrepresentables, pero fracasará. Este fracaso se

puede manifestar en alucinaciones corporales, o bien aparecen diversos

elementos que componen el material fónico del habla, elementos paraverbales

que adquieren primacía sobre el lenguaje articulado; ruidos, chasquidos,

suspiros, expresiones onomatopéyicas, que pretenden expresar más

significación que el lenguaje articulado.

Otra forma de expresar las marcas no representables son las acciones

compulsivas (adicciones), o las enfermedades psicosomáticas.

La autora plantea el efecto que tiene el discurso materno sobre el infans,

describe el fenómeno de la violencia en el discurso que ella dirige al niño, una

violencia primaria que designa aquello que desde el exterior se impone a

expensas de una primera violación de un espacio y de una actividad que

obedece a leyes extrañas al Yo. Se trata de una acción mediante la que se

impone una elección, un pensamiento, o una acción a la psique de otro,

motivados en el deseo del que lo impone, pero que se apoya en un objeto que

corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. Este tipo de violencia

ejercido por el efecto anticipatorio del discurso de la madre se expresa en una

anticipación de significación, cuyo resultado es ejercer poder sobre el otro para

que emita una respuesta que la madre formula en lugar del infans. La madre

piensa y enuncia los términos para la nominación de sentimientos que ella

exige que el que los escucha haga suyos. Además ella prohíbe salir a la

búsqueda de otros significados que su discurso no puede ofrecerle, y se

expresará fundamentalmente en la prohibición hacia la interrogación del niño

acerca del origen de su vida, de determinados sucesos y experiencias

familiares y de un monto de secreto alrededor de su propia historia.

Por otro lado habla de una violencia secundaria que sucede a la primera,

y se da en exceso; ésta resulta perjudicial para el funcionamiento del Yo

porque se ejerce contra el Yo, y establece un conflicto de poder en la

apropiación por parte de la madre de la actividad de pensamiento del niño.

Se favorece la esquizofrenia si se nace en un medio psíquico en el que

su deseo, que muy precozmente se constituye como deseo de ser deseado, no

puede hallar satisfacción, porque ningún niño ha sido deseado o, si lo ha sido,

el deseo materno se niega a catectizar aquello que en este niño habla de su

origen y prueba que es origen de una nueva vida. El niño no es origen del

deseo compartido de la pareja que le ha dado vida, ni remite a un placer de

crear algo nuevo y diferente. La autora describe fisuras, desajustes,

desencuentros, excesos o falta desde los primeros momentos de la díada

primaria, lo que se marca como rechazo y causa de displacer. En este clima se

genera la prohibición de pensar, el pensamiento delirante, la potencialidad

psicótica y la teoría delirante primaria acerca del origen.

La potencialidad psicótica sería el resultado de haberle exigido al infans

que organice su espacio, su tiempo, su linaje, recurriendo a referentes

externos, de otros, en desmedro de una respuesta acerca del enunciado de su

origen. El pensamiento delirante primario es la creación por parte del Yo de la

falta de este enunciado. Gracias a la presencia del pensamiento delirante

primario, concebido como un enunciado que tapa un agujero del discurso,

podrá elaborarse una teoría acerca del origen a la que cabe llamar “la teoría

delirante primaria” (Aulagnier, 1975, 221).

Bibliografía

Aulagnier, P. (1975), La violencia de la interpretación. Del pictograma al

enunciado, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1997.