el aporte de piera aulagnier a la comprensión de la psicosis en la adolescencia
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EL APORTE DE PIERA AULAGNIER A LA COMPRENSIÓN DE LA PSICOSIS EN LA ADOLESCENCIA
Teresita Ana Milán
El fin de la adolescencia puede signar la entrada en un episodio
psicótico cuya causa desencadenante se relaciona con un fracaso (relaciones
sexuales, exámenes, noviazgo interrumpido). La consecuencia se plasma en
un brusco retiro de investiduras; en una fase de retraimiento relacional,
soledad, anorexia, adicciones. El joven no puede asumir el fracaso de un
Proyecto Identificatorio o sexual, vínculos que él creerá parte de sus
posibilidades. Este fracaso es el resultado de un movimiento de desinvestidura
contra el cual el sujeto se defiende desde hace mucho tiempo gracias a
diferentes recursos y prótesis encontradas en el exterior.
La “descompensación” psíquica es la consecuencia de este primer
fracaso que ha hecho imposible la investidura de su pasado en una forma que
le permita investir su devenir, su futuro, al que rechaza por falta de esa
“investidura preliminar”.
Al comienzo no hay “vuelta sobre sí mismo” de la libido sustraída, ésta
se hace en una segunda etapa por medio de la construcción de un delirio.
Previo al momento confusional, se da un crash agresivo, todo un tiempo de
incubación, o de hibernación, siendo que no se puede investir su propio
funcionamiento psíquico.
Se da una alteración en la dimensión temporal que es indisociable del
movimiento libidinal. La relación entre tiempo físico y tiempo humano solo se
puede hacer en términos de deseo. Se da una ruptura entre el movimiento
temporal y relacional; ocurre una suspensión del tiempo y un vacío en la
memoria con repercusión en la historia libidinal y la historia identificatoria.
Una de las tareas fundamentales del adolescente es investir el futuro a
partir de un trabajo permanente de historización, que requiere volver hacia
atrás para reencontrarse con su pasado. En la psicosis no hay un compromiso
que permita reconocerse como singular, como miembro de un conjunto, efecto
de una historia en una cadena generacional. A través de la palabra, el sujeto
otorga significaciones y con su función de historiador se proyecta hacia el
futuro y construye un pasado. No se es un simple depósito de identificaciones,
sino que se construye permanentemente la historia libidinal y la temporalidad.
Antecedentes infantiles que propician la posibilidad de la aparición de la psicosis
Piera Aulagnier (1975) pone el acento en la calidad de la relación madre-
bebé, en términos de la ausencia del objeto, o su inadecuación con predominio
del displacer. Esta experiencia primaria se traduciría en perturbaciones del
funcionamiento de la zona representacional: tomar dentro de sí o rechazar
fuera de sí aquello que acontece y que de este modo se lo inviste o desinviste.
En la psicosis faltan o están distorsionados los elementos que dan
cuenta de la propia existencia, así como del placer asociado. Se genera un
pictograma, una marca de rechazo cada vez que el monto de displacer es
excesivo; se produce un vacío, un agujero representacional, que sería la marca
de una falla, de una carencia fundamental, una marca que no alcanzará a la
representación. Perduran heridas, cicatrices, que el sujeto padecerá aunque
ignore el lugar, o la razón por la que se produjeron. “El pictograma es la
representación que la psique se da de sí misma como actividad representante”
(Aulagnier, 1975, 66). El pictograma representará una unidad “objeto-zona”
como lugar de un doble deseo de destrucción, lugar en que se desarrolla un
conflicto mortal e interminable. Se daría un rechazo mutuo entre zona y objeto,
entre la instancia representante y lo representado, siendo su resultado el
rechazo del objeto, su descatectización, y el consecuente rechazo y
descatectización de la zona complementaria. En el registro pictográfico
quedará grabado el lugar de una imposible separación, un desgarramiento
violento y recíproco entre zona y objeto, entre la boca que intenta arrancar al
pecho, y un pecho que intenta arrancarse de la boca. El yo intentará poner
palabras a experiencias pictográficas de rechazo y de odio; intentará
representar estas marcas irrepresentables, pero fracasará. Este fracaso se
puede manifestar en alucinaciones corporales, o bien aparecen diversos
elementos que componen el material fónico del habla, elementos paraverbales
que adquieren primacía sobre el lenguaje articulado; ruidos, chasquidos,
suspiros, expresiones onomatopéyicas, que pretenden expresar más
significación que el lenguaje articulado.
Otra forma de expresar las marcas no representables son las acciones
compulsivas (adicciones), o las enfermedades psicosomáticas.
La autora plantea el efecto que tiene el discurso materno sobre el infans,
describe el fenómeno de la violencia en el discurso que ella dirige al niño, una
violencia primaria que designa aquello que desde el exterior se impone a
expensas de una primera violación de un espacio y de una actividad que
obedece a leyes extrañas al Yo. Se trata de una acción mediante la que se
impone una elección, un pensamiento, o una acción a la psique de otro,
motivados en el deseo del que lo impone, pero que se apoya en un objeto que
corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. Este tipo de violencia
ejercido por el efecto anticipatorio del discurso de la madre se expresa en una
anticipación de significación, cuyo resultado es ejercer poder sobre el otro para
que emita una respuesta que la madre formula en lugar del infans. La madre
piensa y enuncia los términos para la nominación de sentimientos que ella
exige que el que los escucha haga suyos. Además ella prohíbe salir a la
búsqueda de otros significados que su discurso no puede ofrecerle, y se
expresará fundamentalmente en la prohibición hacia la interrogación del niño
acerca del origen de su vida, de determinados sucesos y experiencias
familiares y de un monto de secreto alrededor de su propia historia.
Por otro lado habla de una violencia secundaria que sucede a la primera,
y se da en exceso; ésta resulta perjudicial para el funcionamiento del Yo
porque se ejerce contra el Yo, y establece un conflicto de poder en la
apropiación por parte de la madre de la actividad de pensamiento del niño.
Se favorece la esquizofrenia si se nace en un medio psíquico en el que
su deseo, que muy precozmente se constituye como deseo de ser deseado, no
puede hallar satisfacción, porque ningún niño ha sido deseado o, si lo ha sido,
el deseo materno se niega a catectizar aquello que en este niño habla de su
origen y prueba que es origen de una nueva vida. El niño no es origen del
deseo compartido de la pareja que le ha dado vida, ni remite a un placer de
crear algo nuevo y diferente. La autora describe fisuras, desajustes,
desencuentros, excesos o falta desde los primeros momentos de la díada
primaria, lo que se marca como rechazo y causa de displacer. En este clima se
genera la prohibición de pensar, el pensamiento delirante, la potencialidad
psicótica y la teoría delirante primaria acerca del origen.
La potencialidad psicótica sería el resultado de haberle exigido al infans
que organice su espacio, su tiempo, su linaje, recurriendo a referentes
externos, de otros, en desmedro de una respuesta acerca del enunciado de su
origen. El pensamiento delirante primario es la creación por parte del Yo de la
falta de este enunciado. Gracias a la presencia del pensamiento delirante
primario, concebido como un enunciado que tapa un agujero del discurso,
podrá elaborarse una teoría acerca del origen a la que cabe llamar “la teoría
delirante primaria” (Aulagnier, 1975, 221).
Bibliografía
Aulagnier, P. (1975), La violencia de la interpretación. Del pictograma al
enunciado, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1997.