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EL ANTICUADERNO: UNA EXPERIENCIA MÁS ALLÁ DE LA CLASE DE LENGUA
Hola, soy Berta Ocaña, profesora de Lengua del IES Almudeyne y enamorada de todo
aquello que tenga que ver con la creatividad. Llevo ya unos años dando clases y en todo este
tiempo he descubierto que para enseñar hay que hacerlo desde la emoción y la sorpresa. Cada
curso se me ocurren ideas nuevas que pongo en marcha con mayor o menor éxito, pero
siempre desde la premisa de que deben potenciar ese aspecto tan dejado de lado en la
educación (ni siquiera aparece entre los infinitos estándares de aprendizaje) y tan necesario
inculcar y desarrollar en nuestros alumnos como es la creatividad.
Este año me lancé con una nueva actividad que fui gestando durante el verano. Había
descubierto que libros como Destroza este diario o Esto no es (solo) un diario estaban llegando
y gustando mucho a los adolescentes y mi cerebro comenzó a funcionar porque pensé que ahí
había un filón para mis clases y… ¡Efectivamente! Surgió el ANTICUADERNO DE LENGUA.
Pero… ¿eso qué es? Como su propio nombre indica no es un cuaderno de Lengua, si
quisiéramos dar una definición sería algo así como un cuaderno para la vida. Maquiné que, a
través de la expresión escrita y del Visual Thinking, podría trabajar la mermada autoestima
adolescente: mataba varios pájaros de un tiro. Así que los primeros pasos fueron comprar,
ojear y hojear un par de libros de estos y empezar a pensar cómo adaptaría aquellas páginas a
mi idea del anticuaderno y a mis alumnos.
Realmente la propuesta era arriesgada porque el anticuaderno estaba pensado como
una actividad diaria, pero, a día de hoy, he de decir que ni mucho menos es una gran carga de
trabajo y que a los alumnos les ha encantado. Todos los días durante el primer trimestre (dos
en semana ahora mismo, aunque quieren más), al iniciar la clase compartimos la última tarea
del anticuaderno y proponemos otra nueva para la siguiente sesión. Son tareas muy sencillas y
visuales como: “Me daría un premio/trofeo por…”, “Kit de mis imprescindibles”,
“Antipropósitos para 2018” o “Mis metas” entre otros. Una base importante del anticuaderno
es el respeto. Respeto a lo que piensan, sienten y escriben otros; respeto a no querer
compartir lo que escriben e incluso respeto a quien no lo quiere hacer. No es una actividad
obligatoria. No hay que tener las tareas al día. No hay que tener todas las tareas. Entonces, ¿lo
hace alguien?, ¿qué obtienen con ello?, ¿qué pasa con los que no lo hacen? A pesar de su
carácter opcional, lo han hecho muchos más alumnos de los que pensaba. A pesar de no ser
necesario tenerlo actualizado, casi todos han ido haciendo las tareas al día. A todos aquellos
que lo han entregado a final del trimestre, se les ha valorado con un incremento de 0.5 puntos
de la nota final.
Así es que, el anticuaderno no sólo sirve para que mis alumnos escriban y desarrollen la
expresión escrita, sino también para que experimenten buscando dentro de ellos mismos, se
conozcan mejor, se valoren y aprendan a compartir con los demás cómo son y cómo se sienten
desde la libertad y el respeto.
Y como expone el dicho popular “para muestra, un botón”, dejo aquí algunas imágenes
que seguro que ayudan a complementar toda esta explicación.
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