el anticristo final; ¿un hombre o un sistema de hombres

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El Anticristo final: ¿un hombre o sistema de hombres? J. Gabriel Piedra Quirós

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Estudio bíblico acerca de la naturaleza del anticristo.

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El Anticristo final: ¿un hombre o sistema de hombres? J. Gabriel Piedra Quirós

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Introducción La tendencia popular acerca del anticristo, es que éste representa a un ser personal, un líder que pretenderá traer la solución a cada problema de la humanidad, por lo que al principio tendrá una apariencia y forma de acción mansa y humilde, pero luego de que se le haya confiado el poder mundial, mostrará su verdadero rostro, y tratará de erradicar el cristianismo, y perjudicará el orden social, espiritual y económico. Sin embargo, dicha creencia por difundida que éste desde hace mucho tiempo, no la hace necesariamente verdad si no está firmemente basada en las Sagradas Escrituras. Por ello, nos introduciremos en un conciso pero profundo estudio acerca de la naturaleza del anticristo. Los pasajes bíblicos que mencionan al anticristo Jesús declaró a sus discípulos que habría falsos Cristos (Mateo 24:5, 23-26), lo que el apóstol Juan afirmó como ya existente desde hacía algún tiempo en la forma de “anticristos” (1 Juan 2:18b, 19). El griego para anticristo es “antichristos” (ἀντίχριστος), que se traduce literalmente “antecristo”, significando alguien que coloca en lugar de Cristo. Juan registró que se oía en su tiempo que “el anticristo viene” (1 Juan 2:1); y que ya habían surgido muchos anticristos, y que surgieron desde el mismo pueblo de Dios (Ibíd.). Los tales niegan que Jesucristo ha venido en carne (4:1, 3). En la época de Juan, los gnósticos creían que el Verbo (véase Juan 1:1, 14) se unió con Jesús en el bautismo, pero que lo dejó antes de la crucifixión. Juan impugna dicha creencia en el pasaje de 1 Juan en cuestión. Con todo, el anticristo futuro es vinculado como una entidad final, de los últimos días debido a que se coloca en lugar de Jesús. La entidad anticristiana de los últimos tiempos El Apocalipsis es el libro preferido para tratar de revelar al anticristo como una persona (caps. 13; 17), sin embargo, veremos que esto carece de validez por varias razones importantes:

1. Apocalipsis 17 destaca las siete cabezas de la bestia como sucediéndose consecutivamente, es decir, una después de la otra (vs. 10, 11). 2. Apocalipsis 13:1 y 2 nos muestra a la bestia como un híbrido que invoca a las bestias de Daniel 7: Tenía diez cuernos (Roma=Daniel 7:7 y ss.). Es “semejante a un leopardo” (Grecia=Daniel 7:6). “Sus pies como de oso” (Medo-Persia=Daniel 7:5). “Su boca como boca de león” (Babilonia=Daniel 7:4). 3. No hay duda de que la primera bestia de Apocalipsis 13 y la del capítulo 17, son una y la misma -a pesar de las diferencias entre ambas, las cuales comunican elementos adicionales dependiendo del contexto de cada pasaje- ya que en Apocalipsis 13 la bestia se extiende hasta el final de los días, con su imagen y su marca (vs. 14-18). Y en Apocalipsis 17 ésta bestia desarrolla su poder hasta el final de los días igualmente (vs. 11b-14, 16, 17; cap. 18).

¿Qué comunica todo esto? Que la bestia representaría el sistema que se ha opuesto a Dios a través de la historia, y cada cabeza consecutiva representa a aquellos sistemas que desde el libro de Daniel han caracterizado dicho poder. Se han levantado varias objeciones primordiales con respecto a que la bestia es un sistema o poder, y no una persona, las cuales veremos a continuación.

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1. En Apocalipsis 13, es claro que la bestia es una persona y no un reino por la siguiente razón La frase, “una de sus cabezas”, se traduce literalmente como, “una de las cabezas de ella”, y “ella” es el vocablo griego “autou” (auvtou/), el cual se usa para referirse a una persona, como nos indica un autor: “Es evidente que el texto alude a un personaje concreto. Obsérvese las expresiones: <<una de sus cabezas>> (ek ton kephalon autou), literalmente, <<de las cabezas de él>>. El pronombre autou (<<de él>>) se refiere completamente a una persona y no <<a una variedad de sistemas políticos [que] aparecen y desaparecen de la escena mundial>>. También la frase <<su herida mortal>> (hei pleigèi ton thanátou autou), es decir, <<la herida de la muerte de él>> es una referencia personal que <<limita la herida y la sanidad a una de las cabezas, un rey, y no puede aplicarse a todo el reino>>. Pretender hacer que el texto signifique los gobiernos que a través de los siglos han perseguido a los creyentes o los sistemas políticos que han sido y son antagonistas a la fe cristiana es el resultado de practicar una hermenéutica alegórica e incongruente con el mensaje central del Apocalipsis”.1 El pensamiento anterior, aunque lógico, no toma en consideración la forma en que se presenta la apocalíptica bíblica, es decir, especialmente en lenguaje simbólico. En el caso que nos ocupa, se desconsidera la nomenclatura rey (persona)-reino como se encuentra en el contexto profético del libro de Daniel. Veamos: Hay dos palabras distintas para bestia en el Antiguo Testamento: Por ejemplo, en Isaías 63:14 y en Miqueas 5:8(7) encontramos el vocablo hebreo “behêmâ” (ּבהמה), donde en el primer pasaje a Israel se le compara “como a una bestia que desciende al valle” y en el segundo texto “como el león entre las bestias de la selva”. El vocablo alude a cualquier cuadrúpedo, como las vacas, los caballos, o algún animal de gran tamaño. Sin embargo su uso no resulta tan diferente como en Daniel 7, donde el vocablo que se utiliza es el caldeo “kjêyvâ'” (חיוא), y que se traduce solo como animal o bestia.

En Daniel 7:4 se menciona que la primera bestia o “kjêyvâ'” “era como león”, lo que demuestra

similitudes con “behêmâ” por el uso del león. Es así como el concepto de bestia designa reinos en la Biblia; sin embargo existen una cantidad de textos en las Escrituras que designan a una bestia como a una persona necia, descarriada, etc. (Salmo 73:22 “behêmâ”; Eclesiastés 3:18 “behêmâ”, etc.). Este simbolizmo no puede cuadrar en las bestias de Daniel 7, puesto que los versículos 17 y 23 establecen que las bestias son tanto la representación de los reyes del reino, como el reino mismo. Un ejemplo lo encontramos en Daniel 7:17, donde “malkîn” (מלכין) significa "reyes”, y en este versículo señala a “cuatro reyes que se levantarán en la tierra”, en referencia a las cuatro bestias; pero en el versículo 23 “malkû” (מלכו) significa reino y señala a “un cuarto reino en la tierra”, que es la cuarta bestia. En otras palabras, si a las bestias se les llama reyes incluyendo a la cuarta, y más adelante a esa cuarta bestia se le llama reino, entonces se nos comunica que las bestias representan tanto al rey, o reyes sucesivos de las bestias (mientras que cumplan con las características de los símbolos de las bestias en la tierra con su reinado), y el reino. Respecto a los dos animales de la visión de Daniel 8 -un carnero y un macho cabrío- donde el último vence al primero (Daniel 8:1-7). A Daniel se le dice que el carnero con los dos cuernos representa “los reyes de Media y de Persia” (Daniel 8:20), mientras que el macho cabrío que venció al carnero, representa “al rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero” [Alejandro Magno fue el primer rey emperador del mundo griego] (Daniel 8:21), debe tomarse en cuenta que al basarnos en la nomenclatura rey-reino ya considerada, se nos alude al

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reino griego del tiempo de Alejandro Magno, el cual se vio en peligro de permanecer consistente tras su muerte. Los cuatro cuernos que suplantan al cuerno quebrado (Alejandro Magno) – véase Daniel 8:8, 22-, representan a las cuatro divisiones griegas de los cuatro generales que sucedieron a Alejandro: pertenecientes respectivamente a, Casandro, a Lisímaco, a Tolomeo, y a Seleuco. Daniel 2:38, 39 también es significativo, porque aun cuando no se mencionan bestias, al declarársele a Nabucodonosor que él es la cabeza de oro (v. 38), se agrega que después de él se levantará otro reino, y un tercer reino de bronce. Que al monarca babilonio se le diga que él es la cabeza de oro, se debe a que él es quien reina en ese instante, y fue cuando el poder babilónico llegó a estar en su apogeo y a ser parte de la profecía, con sus subsiguientes reyes. Si bien el autor de la cita anterior no alegoriza, se olvida en ese momento de que trata con un texto de naturaleza simbólica, donde el griego “autou” ha de tomarse literal o simbólicamente según lo exija el contexto. 2. En Apocalipsis 17, las cabezas representan reyes y no reinos Un hermano escribió al respecto: “Pero vamos adelante: “Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer. Y son siete reyes...”. Vemos que aquí el símbolo “cabeza” tiene dos significados: el primero – “monte”, y el segundo –“rey”. Hablando de las siete cabezas, el ángel enseguida descifra este símbolo, liberándonos de la necesidad de buscar en las Escrituras contestación a la pregunta: ¿qué puede significar “cabeza”? No hay que tratar de descifrar las palabras “monte” y “rey” – son los significados finales, y no necesitan desciframiento ulterior. Es decir que el “monte” es un monte real, que se puede nivelar con el buldózer, y el “rey” es el rey real, cuya mano se puede apretar. Si la palabra “rey” era un símbolo, sería lógico buscar un significado real para este símbolo (como en Dan. 11:40, por ejemplo). Pero ahora analizamos los fragmentos concretos de Apocalipsis 17, donde “rey” no es un símbolo, sino el significado del símbolo. Y el símbolo en este caso particular es la “cabeza”.2 El ángel dice que, “Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes”. Veamos algunas consideraciones sobre la palabra “”montes” para verificar éste aserto con algunos ejemplos: El “monte de Sión”, o “santo monte”, llegó a ser sinónimo del reino de Israel y/o Judá (Salmos 48:1, 2, 11; 74:2; 78:54, 68; Isaías 2:1-3; 18:7; 29:8; Jeremías 31:23; Lamentaciones 5:18; Daniel 9:16, 20; Joel 3:17; Abdías 1:16, 19, 21 (en los vs. 19 y 21 se nombra a los de Esaú también como un monte); Miqueas 4:1, 2, etc.). El reino de Seir es también llamado monte (Ezequiel 35:2, 3, 7, 15). A Babilonia se le llama “monte destruidor” (Jeremías 51:24, 25). Regresando al Monte de Sión, es verdad que hoy en día la colina que se alza en la parte oriental de la antigua Jerusalén, conocida como ‘colina sagrada’, o ‘monte del templo’, se le conoce como el Monte de Sión, y que la Biblia parece igualar al Monte de Sión con su collado (véanse Isaías 10:32; 31:4), lo que parece equiparar los términos “monte” y “colina”. Sin embargo, las Escrituras hacen diferencia entre ambas palabras en el idioma hebreo: monte, “har” (הר), y colina, “gib‛âh” (ּגבעה), términos que se encuentran en los ejemplos anteriores y otros (Isaías 30:25; 40:4; Jeremías 16:16), pero se sabe que desde la antigüedad el reino no llegó a ser solo la colina de Jerusalén, sino más bien el centro de dicho reino, de ahí que fuese conocido todo el reino de Judá como Monte de Sión, por lo que la aparente igualdad entre “monte” y “collado” para Jerusalén, es aquí indiferente.

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Prueba de que la colina no tiene que ver necesariamente con el término “monte”, es el hecho de que también a Babilonia se le llame “monte destruidor” (Jeremías 51:25), y es significativo que Babilonia no estuvo ubicada nunca sobre un monte, sino más bien en una llanura entre los ríos Tigris y Éufrates al sur de Bagdad, en una zona de la actual Irak. Además, en Daniel 2:35 en referencia al establecimiento futuro del reino de Dios en la tierra, la piedra que golpea a la imagen, la cual representa a Jesucristo (Marcos 12:1-10-12 y Lucas 20:9-17-18; Salmos 118:22; Hechos 4:11; Romanos 9:32, 33; 1 Pedro 2:1-8; Efesios 2:19, 20), crea dicho reino, haciéndose simbólicamente como “un gran monte, que llenó toda la tierra”. Si bien acá el término hebreo (“ṭûr” (טּור)), es diferente al que hemos visto para monte (“har” (הר)), su semejanza con “har” aun cuando limitada, no deja de llamar la atención. Podría apelarse que el ángel, al dar el significado de los símbolos de la visión en Apocalipsis 17, al referirse a las cabezas como montes, por consiguiente representan eso (los reyes, serían reyes), y que sería absurdo que revelase la identidad de las cabezas mencionando otro símbolo, es decir: las cabezas representan montes, y que a su vez sean reinos, y que un rey representa un reino, y en conclusión tener la nomenclatura rey-reino. Sin embargo, considerando que desde Apocalipsis 13:2 se nos identifica una sucesión de reinos como ya se indicó, significa darle demasiado tiempo a la subsistencia de siete reyes literales. Solo pueden adoptarse reinos en el significado de las cabezas de la bestia para que subsistan lógicamente el tiempo de subsistencia que la profecía exige. La nomenclatura rey/reino está, por lo tanto, correctamente empleada. ¿Cómo explicar entonces la revelación de los reinos como montes y reyes? El ángel está enfatizando el significado de las cabezas, y para ello se utiliza un paralelismo sinónimo, el cual es una figura de dicción que utiliza una forma distinta para referirse a un elemento o elementos mencionados una línea atrás de dicha expresión. Algunos ejemplos para la comprensión de lo mencionado, serán útiles para el estudio en cuestión: “…Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová…” (Isaías 2:3). “…porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará…” (Isaías 66:24). “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás…” (Apocalipsis 12:9). “Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás…” (Apocalipsis 20:2). La primera frase resaltada de cada versículo, es señalada en la segunda frase resaltada, pero expresada en forma diferente. Esta figura es muy común en la Biblia, y es lo más obviamente utilizado en Apocalipsis 17:9, 10: “…Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes”. (Apocalipsis 17:9, 10). De esta manera, los “siete montes” y los “siete reyes” representan el mismo elemento en la profecía de Apocalipsis 17. A continuación, uno de los pasajes que tratan del uso de la palabra “monte” en un contexto figurativo con relación directa al vocablo “cabeza”, y que es significativo sobre lo considerado hasta aquí:

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“Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová”. (Miqueas 4:1, 2). De éste modo, el hecho de que textos donde se considera la cabeza como símbolo de una autoridad humana literal (véanse 1 Corintios 11:3; Efesios 1:21, 22; 4:15; 5:23; Colosenses 1:17, 18; 2:8-10), no pueden ser aplicados a las cabezas de Apocalipsis 17 sin primero considerar los demás usos de la palabra, para ver si ésta es debidamente empleada. 3. En Daniel 7 se identifica a la bestia como una persona debido a la presencia de características humanas del cuerno pequeño (vs. 7, 11a, 20b, 25a) Ya vimos que la nomenclatura rey-reino impide que tanto cuernos como cabezas representen un rey literal, sino a reinos, sistemas. Al tratarse de la literatura apocalíptica, debemos tomar en cuenta que tanto Daniel como Apocalipsis utilizan símbolos, y si bien existen contextos literales, estos deben estar en armonía con todo lo revelado en la profecía y en la Escritura en general. Por ello, al significar las cabezas y cuernos de una bestia reinos, no puede aceptarse al cuerno pequeño como un ser personal, ya que estaría en contradicción con la nomenclatura bíblica. De ésta forma, el cuerno pequeño representa a un reino de naturaleza humana imperfecta, es decir, un sistema de hombres. Por detalles del término “hombre” pero un sentido negativo, sabemos que éste designa indiscutiblemente imperfección, y algunos pasajes son esclarecedores, como por ejemplo la confianza en el hombre en lugar de la confianza en Dios (Jeremías 17:5). La naturaleza misma del hombre es mala, y por lo tanto, es imperfecto (Génesis 8:21; Proverbios 16:9; 18:12; 19:21); también las doctrinas del hombre reemplazando las doctrinas de Dios (Mateo 15:7-13; Marcos 7:7-13; Tito 1:12-14 [Este último ejemplo es muy significativo, porque refuerza el concepto del poder político-religioso en Apocalipsis 13]). La concepción de “hombre” desde los orígenes, es conferida tanto al varón como a la mujer (Génesis 1:27; 5:1, 2). Súmese a lo anterior, que la palabra “hombre” en Apocalipsis 13:18, no posee artículo definido, lo cual acentúa la idea de un sistema de hombres. Así, tal poder es descrito por Pablo como “el hombre de pecado”, cuyo propósito es tomar el lugar de Dios (2 Tesalonicenses 2:3, 4). No cabe la menor duda de que al permitir que la Biblia se interprete así misma (Isaías 28:9-13; 8:19, 20), debemos dejarla que lo haga en todo su contexto, y viéndolo en las lenguas originales con sus respectivas reglas hermenéuticas correctamente aplicadas. Apéndice sobre la traducción de Daniel 11:37 Éste texto es analizado en éste brevísimo apéndice debido a que es muy invocado para establecer una de las características del anticristo en los últimos días, afirmándose que será homosexual. Daniel 11:37 señala: “Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá”. El pasaje anterior no indica que el anticristo final sea homosexual, ya que el ignorar tal amor, no obliga que la entidad impía se incline por el “amor de los hombres”, ya que puede interpretarse sencillamente como una inclinación excesiva hacia sí mismo, u otra razón particular.

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Sin embargo, lo más importante de rechazar la postura comentada, es que en hebreo la frase “ni del amor de las mujeres”, dice: “wü`al-HemDat näšîm” (־חמדת נׁשים), que se traduce como “del deseado de mujeres”, lo cual no indica de ninguna forma un sentido de homosexualidad. Más bien, considerando el contexto del pasaje, el cual manifiesta el desprecio al Dios verdadero y de todo dios, tómese en cuenta que “HemDat”, el cual se traduce como “deseado”, se vincula adecuadamente a Hageo 2:7, el cual nos habla de “el Deseado de todas las naciones”, entrando a la casa de Dios de acuerdo al pasaje mismo y otros (cf. Juan 2:13-22; Mateo 21:12-17; Marcos 11:15-18; Lucas 19:45, 46). Puesto que Jesús es revelado como “el Deseado de todas las naciones”, y que la mujer representa a la iglesia o al pueblo de Dios (Mateo 25:1-13; Efesios 5:25-27; 2 Corintios 11:2; Apocalipsis 21:2; entre otros), tomando en cuenta el contexto que indica el no respeto a Dios según al pasaje en cuestión, se nos revela en consecuencia que dicho ente no haría caso de Jesucristo. Conclusión Debido a que la bestia configura al sistema opuesto a Dios a través de la historia, el anticristo no puede constituir un ser personal. Tales poderes configuran un reemplazo de la autoridad de Dios, pero el anticristo anunciado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es identificado en la fase indicada por la profecía. Su identidad en los días finales, representa otro tema de estudio. Referencias: 1. Evis L. Carballosa, Apocalipsis. La consumación del plan eterno de Dios (Editorial Portavoz, Michigan, EE.UU., 1997), pp. 256, 257. 2. Evgeniy Ermolovich, “Estáis puestos por atalaya, ¡DESPIÉRTENSE!”, Capítulo 2. Siete cabezas de la bestia.