el ángel de la historia de walter benjamin

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BENJAMIN LA CONDICIÓN JUDÍA Y LA POLÍTICA Justo en el ojo del huracán de la confluencia de grandes corrientes de pensamiento en la Alemania de entreguerras, se ubica histórica e ideológicamente la vida y la obra de Walter Benjamin. Entre los materialismos-históricos teóricos de vanguardia, las tendencias estéticas y artísticas más llamativas de los años 20, la herencia «mesiánico-militante» de su tradición judía y el peligro latente del totalitarismo fascista en la forma del nacional-socialismo emergente; entre todo este universo multívoco y un tanto caótico, el pensamiento preclaro de Benjamin intenta dar respuestas verdaderas, reales y factibles, a las grandes interrogantes de su época. Con su peculiar estilo fragmentario, alegórico y punzante, durante aproximadamente un cuarto de siglo Benjamin va discursando teórico-prácticamente, en torno a los diferentes vértices de ese extraño mosaico denominado «Modernidad», los 18 parágrafos de este texto críptico se alzan tras seis décadas transcurridas, con una vigencia inobjetable. Así, para este pensador, la historia no puede ser la visión optimista de una marcha permanente hacia la realización final de la humanidad, representada simbólicamente por más de uno, en la figura del “Ángel del Progreso”, que siempre mira de frente al porvenir, bate sus alas victorioso, porta triunfal y solemnemente la antorcha del progreso, y barre a su paso con todos los obstáculos que se le interponen. Como contraste radical, Benjamin concibe la historia como fundamentalmente discontinua, fragmentaria, multidireccional, en donde los abruptos desgarramientos son más significativos que la aparente homogeneidad. Desde esta otra perspectiva, el instante presente, el “aquí y ahora”, cobra una importancia primordial que no podría tener en una «Razón Histórica», que reserva la realización definitiva para el final de los tiempos. Estas diferentes concepciones de la historia, enfrentan antagónicas nociones de lo que es el tiempo. Por un lado, la idea moderna ilustrada del permanente, unidireccional e ininterrumpido progreso histórico, presupone la noción de un tiempo lineal, continuo,

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Filosofía de la Historia

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Page 1: El ángel de la historia de Walter Benjamin

BENJAMIN LA CONDICIÓN JUDÍA Y LA POLÍTICA

Justo en el ojo del huracán de la confluencia de grandes corrientes de pensamiento en la Alemania de entreguerras, se ubica histórica e ideológicamente la vida y la obra de Walter Benjamin. Entre los materialismos-históricos teóricos de vanguardia, las tendencias estéticas y artísticas más llamativas de los años 20, la herencia «mesiánico-militante» de su tradición judía y el peligro latente del totalitarismo fascista en la forma del nacional-socialismo emergente; entre todo este universo multívoco y un tanto caótico, el pensamiento preclaro de Benjamin intenta dar respuestas verdaderas, reales y factibles, a las grandes interrogantes de su época.

Con su peculiar estilo fragmentario, alegórico y punzante, durante aproximadamente un cuarto de siglo Benjamin va discursando teórico-prácticamente, en torno a los diferentes vértices de ese extraño mosaico denominado «Modernidad», los 18 parágrafos de este texto críptico se alzan tras seis décadas transcurridas, con una vigencia inobjetable.

Así, para este pensador, la historia no puede ser la visión optimista de una marcha permanente hacia la realización final de la humanidad, representada simbólicamente por más de uno, en la figura del “Ángel del Progreso”, que siempre mira de frente al porvenir, bate sus alas victorioso, porta triunfal y solemnemente la antorcha del progreso, y barre a su paso con todos los obstáculos que se le interponen.

Como contraste radical, Benjamin concibe la historia como fundamentalmente discontinua, fragmentaria, multidireccional, en donde los abruptos desgarramientos son más significativos que la aparente homogeneidad. Desde esta otra perspectiva, el instante presente, el “aquí y ahora”, cobra una importancia primordial que no podría tener en una «Razón Histórica», que reserva la realización definitiva para el final de los tiempos. Estas diferentes concepciones de la historia, enfrentan antagónicas nociones de lo que es el tiempo. Por un lado, la idea moderna ilustrada del permanente, unidireccional e ininterrumpido progreso histórico, presupone la noción de un tiempo lineal, continuo, homogéneo e infinito. Este tiempo «objetivo», «absoluto» y «totalizante».

El ángel de la historia de Walter Benjamin, vemos un ángel que tiene su rostro vuelto hacia el pasado. En lo que nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. Al concepto de progreso hay que fundamentarlo en la idea de catástrofe. La catástrofe consiste en que las cosas “siguen adelante” así como están.

La alegoría que se inventa Benjamin no respeta la representación, que es evidente en la alegoría del grabado: La de una distancia contemplativa del relator de lo que acontece en la historia respecto de ese mismo acontecer; relator que sería precisamente el ángel y que sugiera podría encarnar en historiadores como Tucídides.

El ángel no solo presencia el hecho histórico, sino que está dentro de su acontecer pretendiendo incluso intervenir en él, aunque sea en vano; está en vuelo, sus alas están desplegadas, henchidas por un viento huracanado que es el tiempo implacable del progreso.

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Benjamin la entiende como una intervención en la historia política, como un involucramiento en la autoreproducción del principal de los agentes de la historia que era para él el movimiento socialista; la izquierda revolucionaria. Se trata de la transformación de algo que para quienes hablan ahora “después de la modernidad” resulta difícil de reconocer e identificar, pero que para él y sus contemporáneos era evidente y esencial: Me refiero al materialismo histórico.

Ese materialismo histórico informal “profundo”, el discurso revolucionario de los trabajadores, es el verdadero autor de aquello que confiere el materialismo histórico visible una superioridad respecto de cualquier otra teoría, cuando se trata de descifrar el mundo de la materialidad.

Para Benjamin la diferencia esencial entre el materialismo histórico oficial o socialdemócrata y el materialismo histórico profundo o revolucionario está en que allí donde el primero expresa al trabajador moderno en lo que tiene de conformista, sometido al continuo del progreso de las fuerzas capitalistas, el segundo, en cambio expresa a ese mismo trabajador pero en lo que tiene de comprometido con lo ruptura de ese continuo. El ángel de la historia es un ángel rebelde, que se vuelve para mirar hacia atrás y de las espaldas al futuro, resistiéndose al soplo huracanado del progreso.

Aquello que constituye la plenitud del tiempo, aquello que hace que el tiempo no esté vacío, como en la noción progresista, sino lleno sería la “potencia mesiánica” Se trata de una capacidad que se encuentra en todo acto humano y que aunque puede ser débil, nunca deja de ser efectiva; una capacidad que tiene el presente de asumir el compromiso, la “cita” que tiene que ver con el pasado y que lo tiene en deuda con él; de darle vigencia al presente a ese pasado alcanzando así, él mismo, una vigencia vengadora.

La crítica de la idea de progreso, que se inicia con la alegoría del ángel de la historia en las Tesis de Benjamín, impresiona sobre todo por la aseveración de que el viento del progreso es un viento de devastación, de que su paso por el mundo es una sola catástrofe.

REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA A PARTIR DE WALTER BENJAMIN

A Benjamín se la puede definir como un marxista, puesto que se reivindica del materialismo histórico, pero su interpretación del pensamiento de Marx es original y heterodoxa.

El Pensamiento de Benjamin es, en este escrito, deliberadamente ajeno a la cultura política establecida, retadoramente extemporáneo: en ello resido en buena parte el secreto de su inquietante actualidad.

Para este tipo de historiografía, la historia es un gran cortejo triunfal, del cual participan los vencedores de ayer, y el cual “avanza por encima del aquellos que hoy yacen en el suelo.

Cada documento de cultura es al mismo tiempo un documento de barbarie. Así las pirámides de Egipto, construidas por los esclavos hebreos, o el Arco del Triunfo de París, magnífico monumento en honor a la barbarie guerrera.

Benjamin propone una concepción opuesta: la tradición de los oprimidos, el punto de vista de los vencidos. No los vencidos en tal o cual guerra o enfrentamiento, sino los que son las víctimas

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permanentes de los sistemas de dominación: los esclavos, los siervos, los campesinos, los proletarios, las minorías étnicas o religiosas.

La tarea del historiador crítico, del partidario del materialismo histórico es, escribe Benjamin en la tesis VII, “cepillar la historia a contrapelo” Lo que significa: no aceptar juntarse al cortejo triunfal, oponerse a la versión oficial y dominante de la historia”

Como toda colonización, la del nuevo continente tenía sus razones económicas –los inmensos tesoros de plata y oro de las Américas – pero los teólogos oficiales trataron de justificarla con argumentos jurídico-religiosos.

Hay que tener el valor de leer los hechos a partir del reverso de la historia. Es ahí que se juega nuestro sentido de la verdad. (…) La historia escrita desde el punto de vista del dominador nos ocultó por mucho tiempo aspectos importantes de la realidad. Tenemos necesidad de conocer la otra historia, que no es sino la historia del otro, el otro de esta América Latina que tiene aún las venas abiertas

¿POR QUÉ EL ÁNGEL DE LA HISTORIA MIRA HACIA ATRÁS?

La revelación de Benjamin es estrictamente materialista porque se basa en el conocimiento de que el tiempo, como algo lineal, ininterrumpido y con dirección definida, es una construcción ideológica que no se basa en ningún sustento material.

Mientras que en diferentes religiones se espera al Mesías y en las interpretaciones limitadas del materialismo histórico se espera un acto mesiánico que viene de fuera de la sociedad o el cumplimiento de las leyes de la historia que en última instancia no es otra cosa que la esperanza de un Mesías, Benjamin traslada la esperanza de las generaciones anteriores a una que se dirige hacia nosotros.

La diferencia entre teología y lo que retoma Benjamin de ella consiste en que él ve la posibilidad de esta ruptura dentro de este mundo. El tiempo del ahora no es el Juicio Final y no hay que esperar la propia muerte para poder acercarse a esta nueva concepción de tiempo.

Percibir lo más importante de estos restos materiales que nos dejaron las generaciones anteriores, hay que dejar atrás las versiones corrientes que existen de la ciencia de la historia. Se trata de no caer en el error del historicista, que usa el procedimiento de compenetración, porque ésta se da necesariamente con los vencedores de la historia.

El ángel de la historia mira entonces hacia atrás no sólo porque epistemológicamente no es posible conocer el futuro, sino también porque es necesario conocer verdaderamente el pasado, más allá de la historia oficial, para entender la realidad del presente.

La fuerza principal que existe en relación a este problema es el olvido. Benjamin comparte esta idea con otros autores de la escuela de Frankfurt. La historia de la filosofía es en este sentido, para Adorno, una historia de olvidos.

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Las revoluciones no son la consecuencia lógica de momentos o fases históricas anteriores que sólo se distinguen por su contenido, sino que se distinguen radicalmente por su forma: Las revoluciones se salen de la lógica del tiempo lineal, homogéneo y orientado hacia el futuro. Son los no momentos de la historia, son aquellos que no caben en la lógica histórica y que la interrumpen

Cuando Walter Benjamin habla de la necesidad de “cepillar la historia a contrapelo” se refiere también a esto: para entender el concepto de revolución que él introduce, hay que cepillar a contrapelo también la historia de las revoluciones. El que sólo ve las revoluciones a partir de las grandes batallas ganadas no entienden en este falso heroísmo nada de la verdadera historia de las rebeliones y actos revolucionarios. Es probablemente justo esta falsa concepción de la revoluciones la que nos aleja hoy tanto de su posibilidad, necesidad y realidad.

Nuestra fuerza mesiánica es débil porque lo que en el mejor de los casos podremos lograr: la sociedad sin clases como dice Benjamin citando a Marx, no es la solución gloriosa y definitiva de todo el sufrimiento y la garantía para todas las generaciones futuras de una vida mejor. No, la sociedad sin clases no es otra cosa que el momento en que logremos interrumpir el progreso de la historia.