el abuelo y el jaguar

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Este libro es el resultado de una divertida e intensa convivencia con las niñas y los niños de la escuela Amanda Palafox y Baz, turno vespertino, ubicada en los linderos de las colonias Mirador y Volcanes en San Pedro Mártir, delegación Tlalpan en la ciudad de México. De ahí salieron algunas complicidades como ustedes podrán ver en el libro en que encontrarán cuentos y letras de canciones. En cada nueva experiencia en las escuelas me pregunto qué ocurriría si la educación se normara por el concepto de comprender para transformar como lo plantea Paulo Freire. A cada nueva experiencia me doy cuenta da la enorme importancia de darles voz a niñas y niños desde el antiguo paradigma de "ser", en oposición a la fe ciega en el "tener" que hoy parece determinar al mundo. Un claro ejemplo de ello es el libro que hoy les entrego.

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La V oz de los Niños y las Niñas de la Ciudad de Mé xico,

volumen X V II

EL G Ü ERO

Camilo Albornoz

ILUS T RACIONES

Rodrigo Pinto Mendoza

Copyright © 2015 del texto: Camilo AlbornozCopyright © 2015 de las ilustraciones: Rodrigo Pinto

MendozaCopyright © 2015 de la edición: Mojiganga ACISBN en trámite Colección La Voz de las Niñas y los Niños de la Ciudad de México,Volumen XVII, EL GÜERO1ª edición diciembre de 2015Mojiganga [email protected]. (55) 21562317

“Este material se realizó con recursos del Programa de

Coinversión Social, operado por

la Secretaría de Desarrollo Social.

Sin embargo, la ‘SEDESOL’ no necesariamente

comparte los puntos de vista expresados por los

autores del presente trabajo”.

I N D I C E

Introducción...............................................7

Prólogo....................................................13

CUENTOS COLECTIVOS...............................19

Denise y la bruja.......................................21

Mi otro Yo.................................................33

La visita...................................................37

Su majestad el Chisme...............................49

LOS CUENTOS DE CAMILO..........................59

Peluchín...................................................61

La guerra del abuelo..................................71

El Güero...................................................81

5

I N D I C E

E l abu elo y el j agu ar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 7

CAN CI O N E S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 7

Perdido en T N T . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 9

N I Ñ A S Y N I Ñ O S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 7

S E M B L A N Z A S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 2 1

A G RAD E C I MI E N T O S . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 2 2

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INTRODUCCIÓN

Un ser humano que lee de una manera crítica e inter-

pretativa desarrolla su cosmovisión durante toda su

vida. Si analizamos lo que leemos y dialogamos con el

autor, la lectura es liberadora, nos abre ventanas hacia

el conocimiento. La capacidad de asociación de nuestra

mente es un hipertexto en constante actualización, si

cuidamos de subir la información adecuada a este HD.

Los textos para adquirir conocimientos son indis-

pensables y es necesario desarrollar esa capacidad de

lectura que además mantiene nuestra mente activa a

cualquier edad. Los textos de ficción de buena calidad

nos amplían la capacidad de lectura lato sensu, amplían

nuestra capacidad de interpretar lo que ocurre a nuestro

alrededor. El texto literario, impreso o digital, nos lleva

de la mano a asimilar y a dar sentido, ya sea subjetivo

o bien objetivo, tanto a nuestra realidad como indivi-

duos como al cosmos al que pertenecemos pasando por

la vida cotidiana.

Las buenas obras pueden incluso llevarnos a una

crisis interna profunda que será consecuencia de un

proceso de conocimiento. La comodidad es hermana del

conformismo, reino de la mediocridad. En el libro Lectu-

ra y futuro, del poeta José Ángel Leyva se establecen

interrogantes sobre el valor de la lectura y se hace una

interesante reflexión sobre el tema alrededor de la

7

pregunta ¿Leer, para qué?: “…si pensamos en la fan-

tasía de la mayoría de los padres –lo máximo en su vida

es que alguno de sus hijos llegue a ser presidente de la

república-, la lectura no es, precisamente, la herramien-

ta del éxito”.

La buena lectura nos reconcilia con la vida porque

nos permite verla y comprenderla pese al bombardeo de

información engañosa que trata de condicionar las

mentes a una forma homogénea de leer el mundo,

donde los mensajes no dialogan, son la verdad indis-

cutible, ya sea religiosa, política o mercantil. La buena

lectura, trágica o cómica, dramática o realista, de una o

de otra manera nos lanza a la historia como agentes de

cambio. Y eso es educar: proporcionar conocimientos

que permitan al individuo influir en su destino y en el de

sus semejantes.

Sin embargo la especie humana aún se comporta de

una manera primitiva. El deseo de dominar al otro para

ejercer nuestro poder nos lleva al egoísmo incontenible

de tener siempre más como sinónimo de poder. Se

vuelve entonces un objetivo “justificable” educar a las

masas, o sea manipular, desinformar y condicionar su

lectura para que el mundo funcione a partir de núcleos

de poder que se disputan cotos de un mercado donde la

principal mercancía es la mente humana.

La obra Fahrenheit 451 de Ray Bradbury es un buen

ejemplo de la relación de los libros con las ideologías

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dominantes. Solo que esta ficción quedó ampliamente

superada. Hoy no hace falta quemar los libros, sino que

se instala en nuestras neuronas el software del consu-

mismo que instala en el sistema de nuestro HD una

extensión que determina que, si tenemos más que el

otro, es porque lo merecemos, porque somos más bri-

llantes y más aptos para la vida. De ahí que negros, mu-

jeres, homosexuales, pobres etc. no merezcan tener lo

que nosotros tenemos. De ahí que tú serás feliz si tienes

más, si tienes más serás un Winner y no un despreciable

loser.

De ninguna manera se necesita de esa estupidez

masiva para justificar la economía. Simplemente opor-

tunidades equitativas de educación así como el profundo

respeto a todos los derechos humanos, nos llevarían en

primer lugar a respetar a la madre Tierra y en segundo

lugar a un desarrollo económico definido a partir del

concepto de desarrollo humano y por otro lado a un

pleno desarrollo de la especie humana.

Es curiosa la oposición casi absoluta entre derechos

humanos y los fundamentalismos económicos, religio-

sos, políticos, raciales o culturales.

Desarrollar la lectura en forma crítica e interpretativa

nos conduce en la dirección opuesta a esta tendencia,

nos permite participar en la consecución de un mundo

mejor, un mundo que sí es posible. Utopía que debemos

construir desde nuestro simple voto hasta la lucha

9

incansable por el respeto a los derechos humanos. El

hábito de la lectura es inherente a un ser humano que

lee y escribe su propia historia.

Los invito a leer el testimonio de Michèle Petit, en su

estupendo libro El arte de la lectura en tiempos de

crisis. La autora describe, entre otros fundamentos

sobre la importancia de la lectura, las experiencias de

varios círculos de lectura en el mundo donde en situa-

ciones de crisis económicas extremas, cada vez más

frecuentes, o de guerras absurdas, cada vez más

frecuentes, individuos que fueron víctimas de estas bru-

talidades, encuentran en la lectura de obras literarias

una puerta para superar su problemática interna, y no

como terapia, sino simplemente como un ejercicio que

finalmente les permite leerse a si mismos y por lo tanto

asimilar lo que está ocurriendo en su interior y a su alre-

dedor.

Entonces ¿qué tan importante, urgente, necesario,

indispensable, resulta estimular nuestras niñas y niños

a que adquieran el hábito de la lectura crítica e interpre-

tativa?

Y para concluir: ¿queridos maestros y maestras,

queridos papás y mamás, qué tan urgente es que le

quitemos un poco de horas a las redes sociales y a la

televisión, para reencontrarnos con el placer de la lectu-

ra?

Aparentemente es sencillo. Ojalá lo fuera, pero no es

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así. Hemos desarrollado el hábito de echar a descansar

nuestra mente abandonándonos frente a una pantalla

(tele, compu, cine) aparentemente inocua, que en reali-

dad moldea nuestra mente, la domestica para aceptar

como verdadera una realidad virtual donde nos transfor-

mamos en personajes de videojuegos.

Este hábito es un virus instalado en lo más recón-

dito de nuestra mente. Se ha multiplicado, enseñoreado

de nuestras neuronas más íntimas. Cambiarlo por el

hábito de leer, de escribir, de pensar y actuar no es nada

fácil, y a lo mejor no nos hace más “felices”, pero si

volvemos a adquirir este hábito, dejaremos una huella

sobre el planeta.

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12

PRÓLOGO

En la escuela primaria Amanda Palafox y Baz me tocó

el turno vespertino. Me encontré con un grupo bastante

heterogéneo en el que había toda la gama de diferencias

posibles además de que fueron incluidos seis partici-

pantes de sexto grado. Al aplicar el primer cuestionario

para conocer un poco más acerca de los intereses y

características del grupo, entre otras sorpresas me

encontré con que todos compartían su interés por el rap.

Independientemente de la manipulación de la propa-

ganda niñas y niños se sienten atraídos no tanto por la

temática como por el juego rítmico verbal y el impacto

de las metáforas de este género. Algunos, acorde con su

contexto cultural y familiar, llegan a manifestar una

marcada predilección por grupos como CKan (canción

preferida: Un par de balas). Por otro lado se encuentran

los grupos de “Banda” (Banda Limón, El Kommander),

Pop (CD9, Moderato, The Wanted, Katty Perry etc.).

Lo curioso es que a diferencia de épocas anteriores,

niñas y niños, en su mayoría, no son capaces ni de

entender las estructuras musicales ni de reproducirlas.

Cuando se les invita a que hagan un rap, por ejemplo,

sin definir ninguna forma en especial, sino simplemente

planteando los elementos mínimos de una canción como

estribillo, versos libres o si gustan con asonancias o

rimas o figuras que el rap utiliza, el planteamiento y el

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desarrollo de una idea así como el estribillo, resulta

sorprendente como esas formas no se han permeado a

sus expresiones cotidianas. Ni aun los más entusiastas

de ese género, que manifiestan ser “fans” y que presu-

men de conocedores, pueden articular siquiera una idea

que evoque el estilo. Es raro encontrar uno que haya

memorizado parte de alguna canción y que la reproduz-

ca por lo menos con el ritmo que le es propio.

Frente a grupo platiqué de manera muy básica sobre

los elementos que componen la letra de un rap y del

ritmo más característico del género (no entré en el deta-

lle de las figuras utilizadas por este género). Luego los

invité a generar ideas con este propósito sin corregir

absolutamente nada. Se trataba solamente de generar

una idea, pensando en esa forma. El objetivo era acer-

carlos a una forma de expresión que les resultaba atrac-

tiva, para lograr un texto escrito a partir de una

expresión musical con la que se identificaban. No había

correcciones, ni formas preestablecidas a las que tuvie-

ran que adecuarse. Se trataba solo de evocar una idea.

De manera inconsciente la métrica, la rima, las metá-

foras, las asonancias, el juego verbal en general, las

figuras literarias que usa el rap (anáfora, aliteración

etc.) resultan atractivas. En suma, una forma nada

despreciable con la cual propiciar un ejercicio de

expresión escrita.

Tomé como mi referencia la canción Ojos color Sol

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del grupo Calle Trece. El autor es nada menos que Silvio

Rodríguez. Evidentemente nos vamos a encontrar

rimas, combinaciones de versos y figuras que no son

ingenuas ni coloquiales. El rap no es poesía, claro, pero

contiene elementos de ese género (como los versos

heptasílabo y octosílabo así como varias combinaciones

de versos) y construcciones del lenguaje literario.

Se trataba así de un juego con el idioma y con

elementos musicales. De ahí viene su fascinación, de la

mano con el encantamiento de la imagen, fenómeno

indiscutible de la “lectura” hoy en día que debemos

tomar muy en cuenta.

En ningún momento partí de la forma, sino del juego

que consiste en expresar ideas mediante versos cortos

en estrofas donde ellos determinaban la cantidad de

versos libres que harían.

En un primer momento la dificultad fue considerable,

luego, con bastante facilidad, asimilaron el principio del

juego con las palabras y así se lograron expresiones

propias de sus intereses centradas sobretodo en el

juego verbal y sonoro.

Evidentemente en tan pocas sesiones busco sobreto-

do despertar el interés por el lenguaje y por la escritura

como un territorio de expresión donde lo predominante

es la creatividad, no la corrección de las lenguaje y la

propiedad de las formas. Cuando se estimula la creativi-

dad, no podemos condicionarla a un lenguaje correcto,

15

porque inhibimos lo esencial: el descubrimiento del

placer de leer y de escribir. Especialmente en un primer

momento en que la gran mayoría ve a la escritura y a la

lectura como materias difíciles y aburridas.

Lo más sorprendente es que, salvo muy escasas

expresiones que se corresponden a contextos culturales

específicos de algunos niños, los individuos del grupo no

reprodujeron, en ningún caso, los contenidos de sus

grupos preferidos. Hay un marcado rompimiento entre

el mundo del adulto, y también del adolescente pro-

totípico, y la realidad de estos niños y niñas de zonas

menos favorecidas. Creo que es evidente como los

medios de comunicación imponen una cultura ajena a

estos sectores de la población.

Niñas y niños jugaron con el lenguaje, como se puede

observar en las canciones Traviesas y Perdido en TNT,

únicos textos de este género aquí publicados, debido a

la abundancia de material que me pareció más impor-

tante y también debido a las limitaciones presu-

puestales para la publicación así como el tiempo para

realizarla. El material fue abundante como se puede

constatar en los cuadernos de trabajo del grupo que los

interesados pueden consultar en el vínculo

https://files.secureserver.net/0fXJHiQAoNVTtX.

Por supuesto no se publican los textos tal y como

fueron escritos. Justamente mi función, en este aspecto,

consiste en regresarles la idea en una forma que a la vez

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resulte familiar y perfeccionada. La lectura entonces los

entusiasma, la memorizan, les divierte y se establece un

vínculo entre la expresión escrita, la voz y el texto que

se vincula con sus formas de expresión y contenidos. El

estímulo así se vuelve más impactante. De esa manera

el texto resulta atractivo porque forma parte de ellos.

Algunos de los temas de las canciones: la escolta,

una fiesta de cumpleaños sorpresa, la tarea, una vaca

en un parque, vacaciones, la escuela, irse de pinta, cali-

ficaciones, peleas en la escuela, travesuras, mamás que

corretean con una escoba, un castillo embrujado, aven-

turas, una niña y un niño traviesos que se quieren

mucho y que salvan un salón (buen texto de Mitzi

Lizbeth), la terrible tarea de escribir un cuento, la aven-

tura de un niño sin dinero con dragones en un restau-

rante entre muchos otros. Nada relacionado con los con-

tenidos de los grupos preferidos por ellos.

Dos constataciones a partir de ese ejercicio: la

imposición del mercado a quien le importa un comino la

Cultura (con mayúscula); y el lamentable abandono

cultural en que se encuentra este sector de la población

por parte de autoridades culturales y políticas que prio-

rizan de manera irracional una solución de mercadotec-

nia para todas las actividades humanas.

Como ustedes podrán leer su sus cuadernos y en los

cuentos hechos en complicidad con el grupo, no hay una

relación con la brutalidad, la futilidad o las modas donde

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se sobrevalora el consumismo. Hay algunas truculencias

y exageraciones muy a gusto de su edad, pero yo no los

induje a ningún contenido. Ellos se manifestaron libre-

mente estimulados por un juego que simplemente los

invitaba a jugar con las palabras.

Esa increíble constatación nos hace reflexionar como

pueden sobrevivir en estas mentes infantiles sus necesi-

dades auténticas pese al perfeccionamiento perverso

del marketing para dominar sus cabecitas, pese al terri-

ble abandono cultural en que se encuentran. Pregunto a

las autoridades educativas: ¿qué cambios tendríamos

en la educación si fomentáramos la capacidad de

expresión y de comunicación? ¿Por qué no regresar a las

disciplinas artísticas el valor que tenían anteriormente?

Pregunto a la clase política neoliberal: ¿Realmente

ustedes piensan que el dios Mercado va a resolver todos

los problemas y necesidades del ser humano? ¿Cuál es

la función social de la Cultura en el desarrollo humano

de un pueblo? ¿Consideran ustedes que la pujante

cultura mexicana es nada más una mercancía que no

necesita de ningún apoyo por parte del Estado? ¿A qué

programas culturales puede acceder nuestra numerosa

infancia menos favorecida?

Papás y mamás, maestros y maestros, los invito a

retomar el hábito de la lectura para que podamos leer lo

que ocurre a nuestro alrededor y así orientar nuestras

niñas y niños a escribir parte de su destino.

18

L o s

C u e n t o s . . .

C o -

l e c - - - -

t i - - - - - - - - - - - -

v o s . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

19

20

Denise salió de su casa dispuesta a pasear en el bosque prohibido, el bosque donde tantas niñas y niños habían desaparecido. Son tonterías de los adultos para que no vayamos al bosque. Denise era entrona, traviesa, risueña y bailadora. Tenía ojos grandes e inquietos. De todo se reía. Si alguien se peleaba con ella, se le plantaba con su sonrisa retadora.

El bosque olía rico. Tenía rincones de piedras, matorrales que invitaban al misterio y tal cantidad de árboles que los rayos de sol apenas tocaban el suelo. Pájaros, ardillas, tlacuaches y cacomixtles, también algunos perros y gatos, bandadas de cuer-vos y una que otra gallina salvaje, además de hal-cones, gavilanes y búhos. Un paraíso para las pequeñas bestias y también para maleantes que a veces ahí se escondían.

Por ejemplo el ratero más temido del barrio al que la policía nunca había podido atrapar, conocido como el Chaparro Masguarro que Macuarro, aliás el Tambo porque parecía un tambo de doscientos litros. El Tambo iba seguido al bosque para encon-trarse con su amigo y aliado de fechorías el nar-cotraficante conocido como Tutú Peludo de la Bar-bicue, alias el Barbicue.

Justamente aquel día los malosos se habían reunido en la cabaña de la Bruja Cola de Cacacola,

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D E N I S E Y L A B R U J A

alias la Machomenos. Así le decían porque en noches de luna llena se volvía brujo y en noches de luna nueva, bruja. Los dos bandidos habían tomado la decisión de arriesgarse en manos de la famosa Machomenos porque ambos compartían el deseo incontrolable de obtener la inmortalidad. Las bruja era conocida por el alto precio que cobraba a quienes atendía. Y no cobraba en dinero, cobraba de manera muy extraña y después no había esca- patoria. Por supuesto que el “trato” tenía realción con el rey de las tinieblas.

La Machomenos aceptó prepararles la pócima de la inmortalidad, pero con la condición de que si alguien lograba romper el hechizo y matarlos, sus cuerpos pasarían a manos de ella para que se transformaran en sus esclavos zombis.

La pócima fue puesta sobre la mesa. Humeante, olía a peste de cadáver podrido en alcantarilla de mercado. Frente a ella el Tambo y el Barbicue firmaron el trato con sangre sacada de sus ojos. La Machomenos se echó una flatulencia apestosa sobre el documento sanguinolento que desapareció entre llamaradas con la figura de un demonio cuyas carcajadas cimbraron la cabaña: ¡JA JAA JAAA JAAAA JAAAAAA!

El Tambo y el Barbicue, que se creían muy machotes, se tomaron las manos como dos espan-

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D e n i s e

tados niños chiquitos.En ese preciso momento, una niña de ojos

grandes, inquietos, abrió la puerta de la cabaña y entró como un aire fresco saludando a todos.

-¡Ajajá! ¡Ya los caché! –dijo Denise como si hablara con sus cuates-: Tú eres la bruja del bosque de la que tanto hablan. Tú eres el famoso Tambo. Yo te conozco mosco, te vi cuando salías por atrás de la tienda de doña Meche. Y tú eres el canijo Barbicue que vende droga a la salida de la secundaria de mi hermano. ¡Ajajá! ¡Ya los caché en la movida! ¡Ajajá! ¡A que no me alcanzan!

La desfachatez de la niña que no mostraba nada de miedo a su furibunda apariencia, enfureció a la bruja Cacacola. Con un gruñido de ultratumba, tomó lo primero que encontró delante de ella y lo aventó a Denise que ni tiempo tuvo de esquivarse. Era un frasco de barro humeante, que olía a peste de cadáver podrido. Era la pócima de la inmortali-dad que atravesó la ropa de la niña y penetró en su piel.

-¡Chín! ¡qué porquería es esa que me aventaste, bruja asquerosa?

-¡Hay que matarla! – gritó el Barbicue.-¿No te das cuenta de que se volvió inmortal,

baboso? –se lamentó el Tambo. La Machomenos se da cuenta de la estupidez tan

23

D e n i s e

grande que ha cometido, se retuerce los brazos como si fueran una trenza. Se golpea la cabeza con su cucharón de hierro, una, dos, tres, diez veces, hasta que emite un rugido de mutación demoniaca y crece, revienta sus ropas, queda encuerada, muestra un cuerpo hinchado, rojo que revienta en mil pedazos para dejar salir un gigantesco diablo rojo con aliento de zombi que tragó ratas de cementerio. La bruja demonio se arranca uno de sus enormes cuernos y lo avienta a Denise que ve como el cuerno penetra en su pecho, pero no pasa nada, no hay sangre y el cuerno vuelve a salir de su cuerpo que cierra el agujero y Denise queda fa- scinada y le dice a la bruja ¡órale! Otra vez ¿sale? Estuvo bien chido. El demonio-bruja se abalanza sobre la niña que corre pero la pezuñenta criatura la alcanza de una zancada, le clava las uñas en la muñeca y traga una de sus manitas y luego el brazo y luego la cabeza de Denise que se defiende, que patalea, escupe, grita, trata de picar los ojos rojos del monstruo que es muy fuerte y que la engulle entera, completa la devora, la mete en su panza.

Denise no ha muerto, está viva, patalea en la panza con rabia, con enjundia, quiere salir, busca por aquí, busca por allá. Como un bebé al nacer busca un hoyo por donde salir y lo encuentra y

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D e n i s e

baja derecho y sale botada como un chisporroteo por la retaguardia del demonio. Al demonio le duele, le duele mucho, grita espantado, adolorido, grita mucho del dolor tan espantoso de parir por ahí una niña fortachona de diez años, ¡imagínense! El diablo ve a la niña que baila a su alrededor, se burla de él dando saltitos a su alrededor diablo tonto y sarnoso, no me atrapa por baboso. El diablo babea de rabia, se le hinchan los cachetes, la panza, la cabeza ahora es enorme, se pone más rojo que cátsup, se le inflan las pompis como dos sandías, como un globo el diablo explota ¡¡¡puuum!!!

La niña vuelve a su casa. Todos en la calle se espantan, se alejan corriendo, gritan. Pobrecitos, piensa Denise, no pueden soportar el olor de mi cuerpo que acaba de salir de la cola de un demo-nio. Así llega a su casa, se dirige a su mamá para darle un abrazo, quiere contarle enseguida su aventura. La mamá la deja con los brazos abiertos, se desmaya se desvanece. Denise se apresura a bañarse, claro el hedor a cola de diablo ha de haber atontado a su querida mamá. Denise tira su ropa, se baña, se talla con jabones perfumados, y al tallarse su linda cabellera con doble champú y enjuague, oh terrible sorpresa, oh brutal sorpresa, Denise entiende por qué la gente huía de ella en

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D e n i s e

la calle, por qué la madre se desmayó: en su tierna cabecita hay dos cuernos retorcidos, dos gruesos cuernos rugosos.

Papá y mamá escuchan la historia, de no ser por los cuernos verruguientos enraizados en la inocen-te cabecita de su hija, no lo podrían creer. Deciden llevarla al doctor para que se los quite. El doctor huye de su consultorio, corre por la calles, se des-gañita mientras corre: ¡un demoniooooo! ¡un demoniooooo! ¡un demonioooo! Papá y mamá buscan en el internet un especialista hasta que encuentran un anuncio tan extraño como los cuer-nos de su hijita: “Doctor Batahola de las Cacerolas, Médico-brujo, especialista en conjuros, quita hechizos y rituales de las tinieblas malolientes”.

El Doctor Batahola de las Cacerolas comunica a la niña y a los padres que se trata de algo grave pero que tiene solución. Necesita hacer varias pruebas para ver que tan serio es el asunto. Prime-ro trata con un gran serrucho que ni siquiera raya los cuernos. El doctor vuelve a intentar ahora con una motosierra. La motosierra se rompe. El doctor Batahola de las Cacerolas opta por la cirugía. Prepara a la niña, le explica que no le va a doler, que primero va a hacer una inspección craneana. Luego de un momento, el diagnóstico: es brujería. La estructura óseo molecular de los cuernos se ha

27

D e n i s e

expandido por todo el cráneo que por lo tanto no se va a romper ni aunque choque contra un tren. Pero les da una buena noticia. Es evidente que se trata de un hechizo, lo que significa que deberá encon-trar un novio que se enamore de ella sin importarle que su amada tenga cuernos. Aunque lo más difícil no es eso, sino que el novio deberá tener una cola de puerco.

Cabizbaja y descorazonada, la familia se prepara para enfrentarse a su nueva vida. Mandan hacer pelucas y sombreros para disfrazar la cornamenta demoníaca de la tierna cabecita de su hijita. Papá y mamá buscan ayuda profesional para que su ado-rada hija pueda enfrentarse a la discriminación de la que será víctima. Difícil, muy difícil obtener ayuda. Renombrados sicólogos y sicólogas se arro-dillan y se ponen a rezar cuando ven a la pobre niña de los cuernos.

En la escuela le esperan duras pruebas. Le quitan la peluca, la graban y suben a Face y a You-tube imágenes de Denise quien pasa a ser conocida como La Cornuda. Curas ofrecen sus servicios para exorcizar a la pobre niña, reporteros no dejan en paz a la familia que se ve obligada a huir a un pueblo donde no haya ni luz ni internet.

Denise por fin conoce algo de paz entre pájaros, bestias salvajes y domésticas. Algunos campesinos

28

D e n i s e

se hacen amigos de la familia. Entre ellos hay un niño travieso y alegre que se vuelve el compañero de juegos de Denise quien lo enseña a leer. Entre los dos se divierten leyendo cientos de libros de cuentos que la mamá y el papá traen de la ciudad. El niño se llama Feliciano. Chano le dicen.

Pasan los años, Denise ha vuelto a ser feliz con su nueva vida en un rancho donde los animales y Chano le hacen olvidar su triste secreto. Así es como un día de sol, hermoso, entre correrías y risotadas, se le cae el sombrero a la avergonzada jovencita que se da cuenta, aterrada, como su amigo mira boquiabierto las protuberancias retor-cidas que coronan su cabeza. Denise se cubre el rostro con las manos. Lágrimas y sollozos nublan la tarde. Chano se le acerca, le habla al oído: “Ahora que conozco tu secreto, puedo contarte el mío. Lo he escondido desde que era un bebé”. Chano se voltea, se baja los pantalones y le enseña su cola de puerco que se mueve rápido de uno a otro lado porque el joven está muy contento. El llanto de Denise se detiene de golpe, ella apenas respira. Los ojos desorbitados de Denise, su mandíbula caída, angustian a Chano que se atreve a preguntarle con miedo de la respuesta: “¿Ya no me quieres, verdad?”. Denise brinca hacia el asus-tado joven que en segundo se ve envuelto por un

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D e n i s e

dulce abrazo y por aquellos rojos labios que le dan un besito humedecido con lágrimas de alegría.

Entonces aquel sol, aquel atardecer, aquellos cuervos y gatos, las víboras y los perros, el viento y las hormigas, flores y ratones, fueron testigos de cómo los cuernos de ella y la colita de puerco de él rodaron juntos por el suelo.

Un par de meses después las familias de ambos iniciaron los preparativos de la boda. Chano y Denise decidieron que la fiesta de su boda sería una fiesta de disfraces, celebrada en la antigua casa que la familia había abandonado en la ciudad, junto al bosque. Invitarían a todos los viejos amigos y parientes.

Qué fiesta tan alegre, qué hermosos novios, que bellos disfraces. Parecía un carnaval de extrañas criaturas que llegaran de los más recónditos luga- res del universo. Una de estas fantasías destacaba de las demás. Se trataba de una fantasía de demo-nio. Un demonio grande, gordo, rojo, con cara de zombi hinchado que daba la impresión de que iba a explotar en cualquier momento. Lo felicitaban una y otra vez. Él se limitaba a reír y a bailar. Bailaba muy bien. No hablaba con nadie, sólo reía y le mandaba besitos a los novios que no le prestaban atención, perdidos como estaban uno en la carita embobada del otro.

30

D e n i s e

Al amanecer, partieron los últimos invitados y entre ellos el demonio rojo de cuernos retorcidos. Se fue, se internó en el bosque, entró a la vieja cabaña de la bruja. Cerró la puerta. Una risa malévola reverberó entre la copa de los árboles… ¡JA JAA JAAA JAAAA JAAAAAA!

31

D e n i s e

32

Texto escrito en complicidad con

Rodrigo Baltazar Rodríguez

Estaba jugando con mis primos. Apostamos a ver quien se balanceaba más alto. Me caí, me des-mayé. Cuando desperté me encontré frente a frente con mi otro yo. Estaba en su dimensión. Yo estaba impresionado, maravillado, muy desconcer-tado. Pero él me miraba con rencor. Sin intercam- biar ningún saludo, sin preguntarme como había llegado, si estaba bien, nada, me pateó una, dos, tres veces, se lanzó sobre mí a puñetazos y mordi-das, me quería destruir, borrar, matar. Me levanté como pude, me defendí, traté de hablar con él, de razonar, ¡imposible! Él tenía la idea fija de aprovechar aquel momento para destruirme. Vi que iba en serio porque en un descuido me agarró el cuello, me apretó, me estranguló, me puse morado, muy morado, morado oscuro, entonces le di una patada. Me soltó por un momento. Aproveché para hacerlo comprender que si me mataba él también se moría. Le propuse un trato. Vamos a pelear. Si tu ganas, me quedo a vivir aquí como tu esclavo; si yo gano, tú vienes conmigo y me obedeces para siempre. Pero si empatamos, cada quien se queda en su dimensión y tan-tan, aquí no pasó nada, aquí mandas tú y allá mando

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M I O T R O Y O

yo. Estuvo de acuerdo. Pero con una condición, le aclaré. Van a ser dos peleas: una con puños y pata-das; la otra, con la mente para ver quien es más inteligente. Trato hecho. Comenzamos. Se vale todo, dijo. Pues entonces se vale correr, pensé, y corrí, sabiendo que nunca me iba a alcanzar porque nos cansamos igual y así corrimos durante más de diez horas, porque yo sabía que si me al- canzaba, me ganaba porque mi otro yo es agresivo y no tiene escrúpulos, así que solo me detuve cuando ya no podía respirar, pero él, como es más testarudo se arrastró, me agarró un tobillo, me jaló hacia él, te tengo, me dijo y me estranguló hasta que no tuve más remedio que rendirme. Punto a su favor. Vas a ser mi esclavo para toda la vida, se jactó. Calmantes montes, alicantes pintos, le dije. Nos falta la segunda parte. Te reto a un juego de ajedrez y que todo lo que me digas se te voltee al revés. Se tuvo que aguantar. En el partido no me duró nada, porque mi otro yo es impaciente, vio-lento y no razona y yo soy calmado, taimado y mañoso. Gané fácil. Él se quiso inconformar, pero tratos son tratos, cerré los ojos y lo dejé espuman-do su odio, mientras yo aquí estoy de regreso comiendo un rico helado de chocolate y escribiendo este cuento de bate-que-bate con nariz de caca-huate.

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M i o t r o y o

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Cuento escrito en complicidad conDulce Jimena Casasola González

Al día siguiente todo el salón sabía resolver los problemas con las fórmulas que la maestra había explicado el lunes. Niñas y niños se burlaron de los que tenían el mismo el mismo problema de siem-pre. Durante el recreo la maestra se quedó con ellos para enseñarles nuevamente la lección. La comprendieron y todo terminó en final feliz aquel día.

El miércoles una vez más Dulce y Darío se dis-trajeron durante la clase de español. El descono-cimiento del nuevo tema, no les permitió hacer la tarea. El papá de Dulce le reclamó: “¿Para eso te mando a la escuela? Nosotros no te podemos ayudar porque no hemos estudiado”.

Dulce, así como Darío, no tenía hermanos ni hermanas y no podía jugar en la calle porque no había quien la cuidara.

De nueva cuenta las bromas del salón no deja-ron en paz a Darío y a Dulce que otra vez perdieron el recreo. Hasta les hicieron una canción: El burro y la burra se van a casar y muchos burritos van a tener. Día tras día soportaban el bulín del grupo.

Los dos se caían bien, no resistían las ganas de jugar, aunque ya tenían varios reportes por

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retrasos en la escuela. Chismeaban y jugaban en el recreo, compartían su merienda y a veces se peleaban, para contentarse enseguida. Cuando Dulce quería prestar atención, Darío le enseñaba un nuevo libro de adivinanzas, cuando Darío estaba escuchando a la maestra, Dulce le aventaba un papelito para invitarlo a jugar con la tablet. Les decían los noviecitos del quinto “A”. ¡Cómo los molían! No les importaba. Se querían como her-manos. Eso era lo que sentían el uno por el otro, cariño de hermanos, que compartían los mismos problemas: no tenían con quien jugar y en sus casas simplemente no les ponían atención.

Citaron a papás y mamás de los dos. Ese día, en casa de cada uno de ellos, como siempre, papás y mamás, los encerraron en sus habitaciones para que hicieran sus tareas. Como si al encerrarlos, ellos fueran a concentrarse y entender mejor lo que no habían aprendido en la escuela.

Darío tampoco tenía con quien jugar y no le daban permiso de salir a la calle. Darío era chapa- rro y delgado y sus vecinos se pasaban de agre-sivos. Varios ni siquiera iban a la escuela.

Aquella noche Dulce estaba llorando porque no podía hacer la tarea. No había prestado atención en la clase de matemáticas, porque ella y Darío se la pasaron en el chisme. Dulce lloraba porque su

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mamá, en lugar de ayudarla con la tarea, la había regañado mucho. No la dejó en paz ni durante la cena. Eres floja, necia y tonta. Vives en la luna, ya no te quiero por floja, necia y tonta. Vas a ser una pordiosera cuando crezcas. Aun dormida la niña escuchaba a la mamá: floja, necia y tonta, floja, necia y tonta. Entonces llegó a su recámara la visita.

Dulce despertó al escuchar una vocecita que la llamaba: Dulce, Dulce, Dulce.

La voz provenía de abajo de su cama. Era una mantis de aproximadamente 20 centímetros. Su cuerpo despedía una luminiscencia verde que per-mitía ver los dos pequeños ojos que se movían para uno y otro lado cuando hablaba. La habitación olía a bosque húmedo.

-Hola Dulce – dijo la pequeñísima boquita, mien-tras las patitas delanteras saludaban.

-¿Quién eres? – preguntó Dulce frotándose los ojos. Estoy soñando.

-No soy un sueño, Dulce, soy un hada.-Tú no eres un hada, eres un insecto. -Así somos en el bosque donde vivimos. -¿Qué haces debajo de mi cama? -Vengo a visitarte porque llorabas. Eso hacemos

las hadas mantis. -¿Ustedes se aparecen a tooodas las niñas y a

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tooodos los niños que lloran? -Nos gustaría, pero no se puede. Hay millones

de niñas y niños llorando en el mundo entero por muchos motivos. Por regaños, caídas, porque tienen hambre, por falta de cariño, berrinches. Uf, no te imaginas. De vez en cuando nos aparecemos a uno que otro para ayudarlo.

-¿Por qué me escogiste?-No te escogimos. Jugamos con las caritas de

ustedes. Como salió la tuya, aquí estoy. -¿Te puedo pedir lo que yo quiera?-No exactamente. Solo puedes pedir un deseo y

en ese deseo podemos hacer cambios. No puedes pedir más. Solo cambios en el resultado. Así que piénsalo bien.

-Ahí te va lo que quiero.-Dímelo. -Quiero que me des el poder de hacer las perso-

nas más inteligentes o más tontas. Un poder que me permita aumentar o disminuir la inteligencia de quien yo quiera. ¿Sale?

-Eso que me pides suena peligroso. Si exageras, puedes provocar una desgracia. Debes tener cuida-do.

-No te preocupes. Lo voy a usar con cuidado.-Trato hecho. Mañana, cuando abras tu tablet,

ya tendrás ahí tu encantamiento.

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Dulce se levantó antes que todos en su casa. Se bañó creyendo que todo había sido un sueño. Antes de desayunar, se refugió bajo sus cobijas con su tablet. La verdad es que se sintió ridícula ha- ciendo esto. Estaba convencida de que había soñado. Qué hermosa se veía la mantis en el sueño; parecía real.

Al encender la tablet, descubrió la imagen de la mantis en una nueva aplicación. Su corazón pegó un brinco. Clic. Se abrió el programa. Instrucciones muy sencillas: 1. Arrastra y suelta la foto de la per-sona que quieras volver más o menos inteligente entre las patas delanteras de la mantis; 2. Mueve el control de la derecha para arriba si la quieres más inteligente o para bajo si la quieres menos inteligente. El control siempre estará a la altura del cinco. Esto equivale a la inteligencia normal de la persona.

Inmediatamente la niña se tomó una selfie, la arrastró entre las patas de la mantis y comenzó a subir el control. Sintió que sus ojos, sus manos, su piel, todo se ensanchaba. Su cerebro se transformó primero en un revoltijo de ideas, números, pala- bras, imágenes y luego en un universo ordenado de descubrimientos. Hizo la tarea pendiente en menos de un minuto.

Surgió un problema: se apoderó de su mente un

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deseo incontrolable de investigar, de saber, de leer, no podía contener estas ansias de conocer más y más y más. Bajó el control a siete. Con eso era suficiente.

-¿Hiciste la tarea? –preguntó la voz enérgica del padre.

-¡Hasta crees! –comentó la madre-. Esta salió floja, necia y tonta. Va a ser la pordiosera de la colonia.

Dulce les enseñó sus cuadernos. Ambos se miraron en silencio.

Al llegar a la escuela, el primero a quedar entre las patas de la mantis fue Darío. Clic. Lo subió a siete. Luego, uno por uno, las imágenes de niñas y niños del salón fueron arrastrados hacia las patitas de la mantis. Los más molones se iban a tres y los demás, a cuatro. La maestra quedó en cinco.

Aquella mañana se cambiaron los papeles. Darío y Dulce ni siquiera tenían ganas de distraerse porque encontraron un encanto nuevo en sus vidas. Las matemáticas, las ciencias naturales, la geografía, el español, todo cobraba vida ante sus mentes deseosas de conocer cada vez más. Resolvían todo antes de que la maestra terminara de explicar. Ellos mismos complementaban lo que la maestra explicaba. Bravo dulce, muy bien Darío, no se cansaba de repetir la maestra. Los demás,

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bueno, los demás estaban bastante confundidos. Algunos se daban golpes en la cabeza, otros pidieron permiso para ir al baño. En realidad querían echarse agua en la cabeza para salir de aquella modorra mental incomprensible. Sufrían ante la dificultad de entender lo que se les explica-ba. Cuando hablaban, decían tonterías, las cuentas les salían mal y apenas habían escuchado algo cuando ya lo olvidaban. Una tortura.

Darío, aunque feliz, estaba muy sorprendido. En el recreo los dos hablaron de ecuaciones, de litera-tura y de la importancia de la inteligencia emocio- nal en el ser humano así como de la necesidad de una lectura crítica de los contenidos que les enseñaban. Válgame Señor, parecían sabios. Darío le preguntó a su amiga si se había dado cuenta de que algo raro les había pasado. Ella se limitó a asentir con una sonrisa de travesura.

Los días se sucedieron de una manera distinta en la escuela. Parecía una peregrinación de padres y madres de alumnos y alumnas del quinto “C”. Niñas y niños, a excepción de Darío y Dulce, baja-ron asustadoramente su promedio. Los llevaron con doctores, contrataron maestros particulares. El bajo rendimiento era asustador. Cambiaron a la maestra. Fue peor. El maestro que la suplió, seco y autoritario, renunció inmediatamente. Sugirió que,

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a excepción de un niño y una niña, los demás volvieran a segundo o primer grado. Un desastre. Entonces, como era de esperarse, los llantos se desataron en todos los hogares de aquellos que vieron reducidas sus capacidades mentales. Tal aumento repentino de niñas y niños llorando en un lugar cercano al hechizo de la mantis, despertó la atención de las hadas mantis. Por la noche de uno de aquellos días, Dulce volvió a recibir la visita de la mantis encantada.

-Eso no está bien Dulce. Les estás haciendo daño.

-Para que vean. Ellos tienen papás y mamás que los apoyan y en lugar de entendernos nos hacen bulín. A mí y a Darío nadie nos ayuda. Ahora que se aguanten.

-Yo te entiendo y ya les diste una lección. Pero ya es hora de que dejes las cosas como estaban.

-¿Y que vuelva a ser burra? ¡Eso sí que no!-Ni tu ni Darío eran burros. Simplemente nunca

habían tenido la oportunidad de sentir el placer de estudiar, de conocer, de viajar por mundos desco- nocidos por medio de los libros. Ahora ustedes nunca dejarán de estudiar, investigar y leer.

-No. No acepto. Yo quiero seguir siendo inteli-gente y que Darío también lo sea.

-El programa va a desaparecer de tu tablet hoy

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por la noche y todo volverá a ser como antes.-Si lo haces voy a llorar sin parar hasta morir.-Te voy a dar una opción. O bien todo vuelve a

ser como antes y yo te aseguro que no vas a perder tu amor por el estudio. O bien no solo conservas tu inteligencia, sino que vas a ser aún mucho más inteligente, pero te transformarás en una mantis y te unirás a las demás hadas como yo.

-¡¿Qué dices?! ¡¿Transformarme en un insecto!? ¡Eso sí que no! Prefiero ser una burra como antes.

-Todo en la vida es importante, Dulce. El insecto más sencillo es tan importante como un ser humano. Ya lo entenderás. Cárgame que te quiero dar un besito de despedida.

Luego de sentir un pequeño mordisco en su me-jilla, la niña vio como la luz de la mantis disminuía hasta desaparecer. Durmió preocupada. ¿Volvería a ser la misma niña atolondrada de siempre? ¿Cómo haría para que su papá y su mamá cambiaran? Ellos tampoco habían estudiado. ¿Qué pasaría con Darío? ¿Volverían los dos a ser la burla de los demás?

Durante las próximas dos semanas el ambiente del quinto “C” volvió poco a poco a la normalidad. Darío no volvió a ser el mismo. Quería estudiar. Fue como si le hubieran inyectado alguna medicina que le permitió sentir el placer de conocer, de jugar

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con números y palabras, el placer de comprender la vida a nuestro alrededor. Dulce reaccionó de la misma manera. Aunque papá y mamá no podían cambiar porque no habían tenido oportunidad de estudiar, si se dieron cuenta del cambio en su hija y la apoyaron en todo lo que pudieron.

Ambas familias se dieron cuenta de que Darío y Dulce eran un apoyo importante el uno para el otro, así que les permitieron estudiar juntos y tam-bién pasear y jugar en compañía de ambas fami-lias.

No se casaron ni fueron felices para siempre. Cada quien hizo su propia familia con todos los problemas que ya conocemos. Conservaron su amistad durante toda su vida. Un día, cuando ya estaban viejitos, Dulce le contó a Darío sobre la visita que había transformado sus vidas. Darío le contestó que era una bonita historia. Solamente que, si ella creía que era verdad, entonces ya estaba chocheando. Dulce le palmeó la espalda al anciano amigo: “Sí, hermanito, no te creas. Es puro cuento”.

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En complicidad con Evelin Yamileht Bello Ramírez, Daira Yael Solís,

Nadia Valeria Sánchez, Fátima Vega Vázquez y Alisson Karina Padilla Soni

Sofía y Susana dicen que Vanessa es una chis-mosa. Pero Nadia y Fernanda dicen que la chismo-sa es Aylin. Hablan con Fátima para que ya no se junte con Aylin. Y Sofía y Susana hablan con Fer-nanda para que ya no se junte con Nadia porque ella andaba chismeando que ella era una chismosa.

Enrique dijo que todas eran chismosas. Por eso, por lo que él dijo, es que ninguna quiere sentarse con él.

Kevin también salió con el chisme de que Rodri-go y Susana dijeron que Aylin ya no se debería juntar con Jessica, porque era ¡muy chismosa!

Ahí fue cuando Rodrigo se molestó porque el que llevaba los chismes de un lado al otro era Kevin que solo hablaba para hacer chismes de todos y Nadia dijo que con la pena pero la que tenía la mayor lengua de la escuela era Marbella. Fernanda no estuvo de acuerdo, le contó a Brandon que Nadia decía eso porque Marbella le había robado el novio y que Nadia no podía tener ningún novio porque era fea y amargada. Que por favor no se lo contara a nadie que ni falta hacía porque todos sabían que

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SU MAJESTAD EL CHISME

era la puritita verdad.Brandon llevó el chisme caliente a Karina que le

dijo que Marbella había dicho, además, que ningu-na de ellas se miraba en el espejo porque se podrían morir del susto. Decía que todas tenían cara de susto y piernas zambas. Y dijo también, dijo Karina, que Marbella dijo, que podía quitarles el novio a cualquiera de ellas. Brandon se lo contó a Marbella que le dijo entonces que Karina había dicho que no se sentaba al lado de Enrique porque era un sinvergüenza que pellizcaba, pero que lo decía solo porque Enrique no le hacía caso, o sea, dijo Marbella a Brandon, date cuenta de que Karina, además de chismosa es una rogona.

Ayer Johanna, en secreto, a la hora del recreo, le contó a Fátima, muy quedito para que nadie escuchara, que Josefina tenía una panza de Santa Clos que no se le notaba porque se ponía una faja que de tan apretada ni podía respirar y que, además, tenía piojos. Fátima, toda alterada, le contó a las otras que contaron a Josefina que entonces reunió a todas en el recreo para decirles que las que inventaban más chismes que nadie en la escuela, desde primer grado, eran Johanna y Dulce, que de dulce solo tenía el nombre porque era más amargada que un riñón de perro muerto igual que Johanna y que además las dos hablaban

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pestes la una de la otra. Y que por eso, de ahora en adelante, nadie debía juntarse con ellas. Había que aplicarles la ley del hielo a estas dos chismosas que por su culpa la escuela estaba enferma de chismitis.

Dulce se enteró del chisme por Manuel y les comentó a todos y a todas, a la salida de la escue-la, que todos sabían muy bien, hasta maestras y maestros, que no había nadie en este mundo mas enredado, entrometido y metiche, que la mentirosa más chismosa de todas las chismosas llamada Evelin que chismeaba hasta de la pobre gata de la escuela diciendo que andaba con todos los gatos de la vecindad.

Evelin pidió que la cambiaran de salón porque tanto chisme era bulín y que eso no la permitía concentrarse en sus estudios, pobrecita, dijo que la gente chismosa no puede pensar en otra cosa que no sea chismear porque tiene cerebro de chorlito donde lo único que cabe son chismes. Mauricio entonces se enojó, le dijo a Rodrigo que todos sabían que la campeona de los chismes era ella, que no se hiciera la modosita, porque no le queda-ba. Entonces Manuel, que estaba escuchando mientras comía su torta de salchicha con huevo, le recordó a Mauricio que él había sido el chismoso que fue a chismear que Rodrigo y Ángel se habían

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ido de pinta y que por su culpa ellos habían sido suspendidos. No seas cuentero, el del chisme fuiste tú, no yo, le contestó Mauricio. No te hagas, lo interpeló Mitzi, la verdad es que ustedes dos fueron con el chisme. Ay, Mitzi, gritó Isaac, fuiste tú la primera que corrió a echarlos de cabeza con el director, cruzaste el patio gritando que los habías visto brincando la barda. ¡Qué chismosa eres, no inventes!, así se lo echó en su cara Isaac.

Por todo eso Daira ya no le habla a nadie, ni Aylin, ni Fátima ni Nadia ni Alysson hablan con nadie. Todas han declarado la guerra al chisme, muerte a los chismosos, además iniciaron el movi-miento Todos y Todas Unidos Contra el Chisme.

Ah, pero lo bueno fue que Zaira las echó de cabeza, le contó a Fernanda que Daira le había hecho bulín, la llamó de cuatrojos pero Daira dijo que nadie había dicho que ella era cuatrojos, que Nadia solo le había dicho que ella no veía bien y que la chismosa era ella, pero entonces Aylin dijo que sí que Fátima sí le había dicho que la cuatrojos era una mentirosa y que por eso Mitzi le había dicho, en secreto, que ya no se quería sentar con ella, porque, si le decíamos que necesitaba lentes, ella decía que habíamos dicho que ella era coja y no se daba cuenta de que quien merecía el trofeo de la mayor cuatro-lenguas del mundo era ella,

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porque nadie en el mundo chismeaba mejor que ella.

Lo peor fue que Mitzi dijo, y que por favor no lo contaran a los demás, porque ella no era una chis-mosa, que siempre que se sentaba al lado de aquella, se le desaparecían las plumas y los saca-puntas. Aylin se lo contó a Fátima que dijo que era puro chisme de Mitzi, que ella no le había dicho nada de eso y que mejor usara sus cuatro lenguas para leer mejor, porque hasta cuando leía se equi- vocaba porque estaba pensando en los chismes que iba a decir en el recreo, que era lo único que sabía hacer.

El lunes, cuando la chismosa ya se había ido del salón, Ana, la del otro salón, donde ahora está la reina de las chismosas, nos dijo que ella nos había dicho que nosotras le hacíamos bulín porque le decíamos que no sabía leer ni escribir y que era ciega. Nadie había dicho eso. Entonces Mauricio dijo al oído de Sofía que Mitzi sí le había dicho que la otra era burra y ciega. Mitzi lo escuchó y le dijo, muy alterada, que lo de ciega lo había dicho él. Jessica le contó todo a Alyson que les preguntó que si no les daba la cabeza para darse cuenta de que quien siempre comenzaba los chismes era Kevin. Con su carita de yo-no-fui se los inventaba y los contaba a Enrique que, como es un lengua larga,

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luego-luego se corre el chisme. El martes todas y todos encararon a Evelin en el

recreo, la rodearon, pero ella dijo que ella no había dicho eso así que todas estuvieron de acuerdo en decir que eran puras mentiras de Ana que era igual de chismosa que todos los de sexto, peor que Martha que tenía lengua de cascabel y cuerpo de lagartija, y que lo que querían los chismosos de sexto con este chisme era provocar que las eternas amigas se volvieran enemigas.

Ana llevó el chisme calientito a los de sexto que contaron a toda la escuela que los de quinto “A” eran las y los peores chismosos del mundo porque no se les podía decir nada porque todo lo que se les decía, ellos y ellas lo ponían de cabeza y ya estaba el chisme.

Pero Martha, que traía un pique con Ana la chis-mosa por querer ser más chismosa que ella, dijo que Ana era la argüendera que había inventado todo el chisme junto con las de quinto para que el quinto quedara como víctima y el sexto como el grupo de las y los chismosos, cuando, la neta, los chismosos eran todas y todos los del quinto “A”.

Cuando Fátima y Aylin supieron lo que había dicho la chismosa de Martha, dijeron que quien les había pasado el chisme de la cuatrojos había sido justamente Martha que también había dicho lo de

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Nadia porque solo ella lo podía saber, porque eran primas. Ah, que buen chisme, de eso nadie sabía, pero resulta que Fátima se enteró de ese chisme, porque su mamá vende los mismos productos de belleza que los de una vecina de Nadia. Así que Nadia era la del chisme y se lo había chismeado a Martha, porque las dos eran uña y carne y como Martha era la que hablaba hasta por los codos de la vida de los demás, se enfureció cuando Ana salió con un chisme del que ella debió enterarse antes que nadie.

Cuando los chismes de uno y otro lado llegaron a los papás y a las mamás, a maestras y maestros y también al director, este los puso como camote en la ceremonia de la bandera para decir que el chismarajo de la escuela ya se había hecho tan famoso que estaba contaminando la escuela, la colonia y el aire de la ciudad y que por lo tanto había recibido un oficio de la SEP reclamándole el daño que la escuela Amanda Palafox y Baz estaba haciendo a la cultura del país.

¡Qué chismoso profesor! ¡Qué chismosas autori-dades! ¿Cómo si el chisme no formara parte de la cultura! La maestra Tere fue con el chisme de que chismeábamos y todos los maestros y maestras se pusieron de acuerdo para dejar solos a los grupos en los salones para reunirse a chismear sobre los

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chismes que hacían las niñas y los niños chismo-sos.

Después el director y la maestra Tere citaron a los papás y a las mamás, para chismear de que nosotros hacemos bulín con los chismes. Chismo-sos y copiones todos, maestros y maestras, papás y mamás, que bien que me han contado que eran los más chismosos en sus escuelas.

-Verdad que yo no soy chismosa? -No, claro que no. -¿Y verdad que yo tampoco soy chismoso? -No, tú tampoco. -Óiganme ustedes dos: ¿saben quien es el

campeón de los chismes? ¿¿¿Quién??? Pues fácil. A ver, contéstenme: ¿quien tiene la nariz más grande de toooda la escuela?

-Ah, pues sí, verdad, el maestro Camilo. -¿Y se han dado cuenta de que todos los días le

crece más la nariz?-¡Ay, no sean chismosas!-No, no somos chismosas.-Chismoso tú y además de chismoso, cuentero.-Sí! Es rebueno pa cuentearse a la gente.

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L o s

C u e n t o s

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C a m i l o

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Toño, que cojea un poco de su pierna izquierda, trae a su perro Fiel, así se llama el schnauzer de fina ascendencia callejera, Fiel, que ¡jamás deja mentir solo a su amigo, que no es su amo porque todo lo comparten, cama, comida y las muchas his-torias que Toño ha acumulado en sus breves pero sustanciosos diez años de vida.

Estefanía, la guapa que no le gusta ponerse falda ni peinarse, la dulce Daniela, Pepe, el más travieso y Aureliano el fortachón, dueño del Chato, el bóxer que no simpatiza con Fiel, son los allega-dos más íntimos del grupo de amigos. Cada uno por cierto con sus historias que se cuentan los viernes por la tarde, después que termina el círculo de lectura que organiza la maestra Lidya.

Aquel primer viernes de marzo, el maestro los había dejado solos porque tenía mucho trabajo, así que tuvieron tiempo para platicar luego de abur-rirse jugando en Frip. Estefanía quería jugar al fútbol como siempre, pero Daniela, la tímida que cuando se enoja hay que correr, traía una falda un poco corta. Los demás tenían ganas de cualquier cosa que no fuera correr. O sea traían una flojera de domingo. El ambiente estaba como a pedir de boca para una buena historia.

Toño les preguntó si se imaginaban por qué se había quedado cojo.

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-Yo pensé que era de nacimiento - susurró Da- niela.

-Ya no la hagas de tos– terció Estefanía -. Ándale, desembucha.

-Yo no desembucho nada. Yo cuento historias verdaderas. No voy a contar nada a quien me pide que desembuche. Desembuchen entre ustedes lo que quieran. Yo no desembucho nada.

-¡Quiere llorar, quiere llorar, quiere llorar! – respondió el coro.

-No, pues ahora no cuento nada. Mejor platico con Fiel.

-¡Uau, uau!-Bien que sabes que nos morimos de ganas de

escucharte –dijo Pepe-.-Ya no desembuches, anda, cuenta -pidió Este-

fanía.-Ándale, Toñito, no seas gacho –suplicó Daniela.-Ya nos dejaste picados –remató Aureliano.-Bueno, que conste, eh – accedió el solicitado

narrador.Chato le gruñó a Fiel que le ladró y el relato

comenzó. -Cuando yo era un bebé, mi abuelo, que era un

ranchero que tenía mucho dinero, trajo un perrito del rancho, según él recién nacido. Me contaron que el condenado “perrito” era del tamaño de un

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pastor alemán adulto. Solo le creyeron a mi abuelo, porque el perro se comportaba como si fuera de veras un cachorrito. Chillaba y solo quería tomar leche. Dormía mucho y jugaba como perrito faldero, aparte de que se movía como si no supiera qué hacer con sus patotas y su enorme cabeza que bamboleaba de un lado para el otro.

-Ningún perro puede nacer de este tamaño…-empezó a reclamar Aureliano.

-¡Má! –gritó Toño hacia la cocina donde la mamá preparaba agua de horchata-, ¿verdad que el Peluchín era ¡así de grande!?

-¡Sí, m’hijo! – contestó la voz distante de doña Cuca –. ¡Así de grande!

-¡Ya ves! Y si me vuelves a interrumpir…El rechazo al escepticismo de Aureliano fue

unánime. O se callaba o se iba.El narrador prosiguió.-El animal fue creciendo. Creció y creció y cada

día crecía más. Cuando lo veían por atrás lo con-fundían con un caballo –Aureliano frunció el ceño y se removió en el sillón. Estefanía le pateó las pompis -. Nos visitaron veterinarios de la UNAM y en Francia escribieron un libro sobre el perro. Peluchín era tranquilo, muy tranquilo. Ni atacaba a perros ni a gatos, y no mordía a las personas. Solo había dos problemas con él: por las noches se

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volvía feroz como un lobo. Era un peligro, había que tomar mucho cuidado.

-¿No lo encerraban? –preguntó temerosa Danie-la.

-Claro. Y lo amarraban. Pero no había muro que no saltara. Tres, cuatro metros de altura para él no eran ningún problema. Lo saltaba y agarraba camino pal monte. Lo amarraban con cadenas gruesas. Las rompía como si fueran cordones y se largaba.

-¿O sea que además se escapaba? –quiso saber Aureliano, ante la mirada irritada de los demás –. Caray, yo nomás quería saber.

-No, déjenlo, déjenlo, si es muy buena la pre-gunta. Este era el mayor problema. Peluchín escapaba por las noches para cazar en el monte.

-¿¡Para Cazar!? –exclamó asustada Daniela.-Se echaba lo que encontraba: conejos, gallinas,

tlacuaches. Hasta un venado cazó el méndigo bicho. ¡Un venado de este tamaño!

-¿Un venado aquí en la ciudad? –susurró Aureli-ano protegiéndose las pompis.

-Pues no te das cuenta –se impacientó el narra-dor– de que esa bestia era como un caballo. Pues galopaba como caballo y así llegaba hasta Xochi-milco y hasta Milpa Alta en un abrir y cerrar de ojos. Ahí cazaba tlacuaches, conejos, venados y

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hasta cochinos que andaban sueltos en el monte.-¿Y qué hacía con ellos? -preguntó entusiasma-

do Pepe. -A veces los comía y volvía todo sucio de sangre.-¡Qué miedo! –exclamó Daniela tapándose la

boca.-A veces traía para la casa venados y cochinos

salvajes. Entonces mi abuelo los sangraba, los despellejaba y los limpiaba. Teníamos carne para nosotros y para los vecinos durante más de un mes.

-¡Qué asco! –dijo Daniela, tapándose la boca.-Déjate de cosas –le reclamó Estefanía-. Tú

comes bistec en tu casa y tragas tacos de salchicha en el recreo. ¿Cómo crees que matan a estos ani-males?

-¡Pero ese perro era un peligro! –expresó preocupado Aureliano-. Si tenía hambre podía matar a una niña.

-No, fíjate que no. Si se encontraba con una niña o a un niño, así fuera de noche, cuando se trans-formaba en lobo, se tiraba al piso y se ponía de pancita para que lo rascaran. Los que lo conocían le rascaban la panza y se reían. Quién no lo conocía se echaba a correr.

-¿Y nunca pasó un accidente con tamaño anima-lote suelto por ahí? – preguntó Pepe.

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-Pues claro que sí –confirmó Toño abriendo los brazos de par en par.

-Cuéntanos, cuéntanos –insistió impaciente Pepe.

-No fueron uno ni dos ni tres accidentes. No tenía el menor respeto a los coches y ni a los ca- miones. Hubo varios accidentes. Los coches que- daban mal y él como si nada. Mi abuelo ni se tan- teaba el corazón para pagar los gastos. Como era rico, no le importaba.

-Ah, pues eso sí que no te creo. Ni que trajera armadura –comentó Aureliano.

-¡Máaaa! – gritó de inmediato el cuentero -, ¿verdad que varios coches chocaron con Peluchín y que nunca le pasó nada?

-Sí, m’hijo – contestó la mamá junto a ellos con cinco vasos de horchata en una bandeja-. Sólo recuerda que una vez sí hubo problema.

Luego de servir el agua para el narrador y para el público, la mamá acomodó una cazuela con agua para los perros. Los ladridos de Fiel y los gruñidos del Chato la obligaron a servir dos cazuelas aleja-das una de la otra. Toño retomó la narración.

-Fue muy triste. Salió en los periódicos. -Cuenta, cuenta –lo apuraron todos.-En una de sus cabalgatas nocturnas, Peluchín

se encontró con un tren. Ninguno de los dos frenó

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y fue un desastre. El tren descarriló, chocó con otros diez coches y se volteó. Veinte y dos perso-nas muertas y cuarenta y cinco heridos. Mi abuelo, que se había enfrascado en una batalla contra un tal señor rey del mundo, tuvo que vender lo que le quedaba y mi papá, la casa que teníamos para pagar los daños. Éramos ricos y de un día para el otro nos quedamos pobres.

-¿Y qué pasó con Peluchín’?–quiso saber Este-fanía.

- Todavía agonizó tres días. Después murió. Dice mi abuelo que no murió del choque con el tren ligero, sino de tristeza por lo que había hecho.

-Pero no nos has dicho como te quedaste cojo –reclamó Aureliano, ahora sí apoyado por los demás.

-Ahí voy. Cuando yo tenía cinco años, pasaba noche y día tratando de treparme en Peluchín. No lograba montarlo ni cuando estaba acostado en el piso. Entonces un día, trepé a un aguacatero, amarré una cuerda y me descolgué sobre el lomo de Peluchín. Él pegó un brinco del susto y yo azoté en el piso como una paca de zacate. Me rompí la pierna. ¿Verdad Fiel?

-¡Uau uau uau!-¿O sea que Fiel ya había nacido? –preguntó

Aureliano cuidándose las pompis.

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-Sí, estaba así de chiquitito.

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Hoy es el cumpleaños de Fiel. Doña Cuca preparó un bistec en pequeños trocitos para el pe- rrito consentido de la familia. Es que a Fiel le gusta comer todo en trocitos, despacio. Primero huele la comida una y otra vez, lame despacio por acá, luego por allá hasta que se decide por el primer bocado. Lo toma con los dientes con cuidado, lo deposita fuera del plato, lo vuelve a oler, a lamer y luego lo saborea despacio. No le gustan ruidos, ni que le hablen mientras come. Cuando termina, se dirige a su tazón de agua y lengüetea apenas lo suficiente para hacer honor a la comida. Se limpia los bigotes y se echa en la cama. Es el momento en que no esperen que mueva la cola si le avientan una pelota.

Ese día no fue una buena idea servir el jugoso bistec de cumpleaños junto al Chato que, luego de devorar el suyo de una mordida, limpió el plato del festejado en tres lengüetazos. El Chato es un maleducado que hace honor a su cara de boxeador perruno. Los quejidos de Fiel se dirigieron a doña Cuca que lo consoló y le sirvió una ración aún más generosa. Pero fue necesario cargarlo, darle besi- tos y explicarle que el bóxer era un bruto insensible que en el fondo, muy allá en el fondo, tenía un buen corazón. Solo entonces el buen Fiel aceptó saborear su bistec de cumpleaños.

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Saciados los apetitos caninos y en el transcurso del postre que fue un pastel de chocolate, Toño recordó que en el rancho del abuelo, cuando la familia era rica, festejaban los cumpleaños de los animales de estimación como si fueran los de un hijo. Grandes fiestas, donde había comilonas, bailes, vino y abundancia de regalos. Unos fiestones que daban mucho de que hablar en las rancherías, en el pueblo y hasta en la ciudad de México donde los cumpleaños de los perros apare-cían en la sección de sociales de los periódicos.

-¿¡En la sección de sociales, Toño!? –dudó Aure-liano retorciéndose en el sillón- ¿¡Fiestón de cum-pleaños de un perro?! ¡Chale, Toño, ora sí no te mediste!

-¡Máaa!, ¿verdad que el abuelo era muy rico?Antes de que doña Cuca respondiera, los demás

ya habían puesto tal cara de enfado, que el escép-tico entendió que no le quedaba otra más que cerrar la bocota.

Toño prosiguió.-Para ir a caballo de un lado a otro de las tierras

de mi abuelo te tardabas más de tres días. Veías los manchones de ganado a lo lejos. Sembradíos había de todo. Se perdían de vista los naranjales, cafetales, frijoles, mangos, manzanas. Lo que qui-eras había. El abuelo tenía una flotilla de camiones

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que llevaban las cosechas y el ganado para varias ciudades del país. Había nueces, almendras, hasta una fábrica de dulces había.

-¡¿Una fábrica de dulces en un rancho?! –res- pingó Aureliano.

-Claro –contestó tranquilo el narrador– y como eran muchas las familias que trabajaban para él, la mitad de los caramelos, conservas, chocolates y lo que te puedas imaginar, se quedaba para los em-pleados. Lo que sobraba se vendía. La fábrica se llamaba Los Dulces de mi Ranchito.

-Nunca oí hablar de estos dulces –susurró Aure-liano.

-Claro que no. En primer lugar no habías nacido, en segundo, lo que se vendía era exportado para otros países porque eran mejores que cualquier otro dulce que había en el país y eran muy caros. Y aún así se los arrebataban. Venían navíos así de grandes por los dulces.

-Ah, eso sí que no! –saltó Aureliano- ¡Cómo que navíos en un rancho.

-Oye –preguntó Estefanía al latoso-, ¿no te qui-eres ir a tu casa?

-Contigo de plano no se puede –respondió Toño-. Llegaban navíos al puerto de Veracruz donde se cargaban las cajotas de dulces.

-Aaah, pues sí, así sí -se conforma Aureliano.

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- Aureliano, ya cierra tu trompita, por favor –suplicó Pepe.

Toño se animó. Había un parque de diversiones, y una biblioteca. El rancho era diez veces más grande que el pueblo. Los turistas hacían colas para entrar. En el zoológico, se encontraba el ele-fante más grande del mundo, enorme, más pesado que cinco trailers juntos. Un león, una boa y un oso que juntos comían en un día lo que un batallón de soldados comen en un mes. El parque de diver-siones tenía una rueda de la fortuna tan grande que necesitaba reflectores para que los aviones no chocaran con ella. La biblioteca era una maravilla. Apretabas un botón, decías el nombre del libro y al minuto surgía un tubo sobre tu cabeza con el libro adentro. Dos manos mecánicas te entregaban el libro y daban vuelta a las páginas.

Daniela comenzó a tronarse los dedos por los nervios que le daban tantas maravillas juntas. Por fin expresó su principal preocupación: “¿Y qué pasó con tanta riqueza?”.

Toño tomó aire para describir la gran batalla que tuvo que librar el abuelo. Había un señor poderoso, un narco, el narco más temido del país, el más rico. Él mandaba en el pueblo y en el país. Descolgaba el teléfono y le daba órdenes a los políticos. Un hombre con una panza tan grande que fabricaban

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coches especiales para él. Grosero y maleducado. Tragaba como una bestia, eructaba como puerco y se echaba pedos que tronaban como cuetes y olían peor que baño del infierno. Le decían el señor rey del mundo.

Un día el señor rey del mundo quiso comprar el río que pasaba por las tierras del abuelo. Un río ancho y profundo que bordeaba el zoológico, el parque y después llegaba al pueblo. El abuelo ni lo pensó: “El río no se vende” fue la respuesta. Pues claro que no se podía vender, si se vendía se aca-baba el rancho. Pero el otro no se dio por vencido. Amenazó mi abuelo con arrasar el rancho con el ejército de bandidos que tenía. El abuelo le respondió que su gente eran hombres y mujeres que lo respetaban y querían, no trabajaban solo por dinero. El abuelo lo retó: “Usted diga si de día o de noche, si de aquel lado o de este, si a la salida o a la entrada, ahí nos vemos pa trompiarnos a gusto y el que se raje que se vaya con la cola entre las piernas pa nunca más volver”.

Que empiezan los fregadazos, digo, las batallas. El narco tenía tanques, cohetes y aviones. Pero el abuelo tenía mucha inteligencia y armas también, claro. Durante la noche escavaba túneles para apa-recer del otro lado, atrás de los matones cuando amanecía. Por más que el narco atacaba no logra-

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ba quebrantar el ánimo de la gente del abuelo que tenía azorados a los sicarios del narco. Los bandi-dos ya no sabían ni por dónde ni cuando les iban a tupir sabroso. Así, poco a poco, los buenos les fueron ganando a los malos. Y justo cuando el abuelo ya iba a hacer prisionero al que se decía señor rey del mundo, ocurrieron dos desgracias. “¿Cuáles”, preguntaron todos.

-Una ustedes ya conocen -contestó Toño-, cuando el Peluchín chocó con el tren.

-¿Y la otra?, ¡cuenta la otra! –se impacientó Estefanía.

-Calma, calma, esa es la parte más triste y más chistosa.

Toño continuó ante la expectación general de sus oyentes. Fiel y Chavo, ni pestañaban. Narró entonces que el señor rey de los narcos, viendo que no podía vencer ni una sola batalla al abuelo, atacó a los animales del zoológico, solo por puritita maldad, porque sabía que el abuelo quería mucho a sus animales. Primero mató al elefante más grande del mundo. El abuelo sintió que su corazón se apagaba. Luego mató a la boa más grande del mundo. El abuelo ordenó que arreciaran los golpes a los bandidos. Entonces el bandido más bandido de los bandidos ordenó que mataran al león más grande del mundo. Y después a los otros animales.

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El abuelo no pudo más. Adoraba a sus animales como si fueran sus hijos. Mandó parar la pelea. Que detuvieran toda la guerra. Propuso una tregua al señor de los sinvergüenzas, le propuso que se reunieran para que hicieran un pacto.

Durante la reunión el narco apestoso trajo una silla de oro para él y exigió que el abuelo se sen-tara en un banquito a sus pies. El abuelo pateo el banquito y nada más le dijo: “No te pases de lanza. Si me haces otra tarugada como esa no voy a des-cansar hasta no darte en la torre”. El señor rey entendió el mensaje y no hizo otra tontería. El abuelo entonces dio la señal para que se acercaran cuatro camiones cargados con lingotes de oro. Era su gran tesoro. Lo entregó al señor rey de la porquería a cambio de ya no meterse con él ni con sus animales. Si rompía el trato entonces la pelea sería a muerte. El bandido preguntó por el río. El abuelo aclaró que el río no se vendía. Asunto encerrado. fue en ese momento que ocurrió la gran desgracia.

-¿Recuerdan la rueda de la fortuna que era tan alta que necesitaba reflectores para que los avio- nes no chocaran con ella? – preguntó Toño a su atento público –. Pues con lo de la guerra, se apa-garon las luces y un avión de la fuerza aérea chocó contra ella. Murieron todos los tripulantes. El narco

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acusó mil abuelo de haber disparado un misil contra el avión. ¡Zás! Los militares lo sentenciaron: o entregas las armas o te bombardeamos.

-¿Y qué pasó entonces? –preguntó Daniela.Toño explicó entonces que al valiente abuelo no

le quedó más que entregar las armas, regalar los animales que quedaban a otros zoológicos en el mundo y vender el río al mugre narco que le pagó con tres pesos.

-Así fue como volvieron todos para vivir en la ciudad, ya como pobres.

-¿Y no se quedaron ni con una barrita de oro? –quiso averiguar Aureliano.

-Nada. Después de que el abuelo se volvió loqui-to como está ahora que todo reclama y se la pasa hablando solo o con las ánimas como él dice, mi mamá y mi papá decidieron que ya nunca más volverían a ser ricos porque el dinero atrae envi- dias y desgracias.

-Pero lo que se llama pobres, así pobres bien pobres, ustedes no lo son –protestó Pepe-. Tienen, coche, casa, comen bien.

-Bueno –aclaró Toño– tener mucho dinero es malo, pero no tener nada es peor, así que mamá y papá tienen lo necesario para que estemos bien.¿Verdad Fiel?

-¡Uau, uau! –asintió Fiel.

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Entró a su nuevo salón de clases. Güero y con cara de pocos amigos. El maestro lo presentó. Se llama Kevin. Cuando el maestro le preguntó si quería contarnos de donde venía, qué le gustaba, como era su escuela. Alzó los hombros: “no, nada”. Durante el recreo se recostó en el muro de la cancha con los brazos cruzados, como estatua. Parecía adorno con su despeinado de almohadazo. Lo invitaron a jugar en el partido del quinto “A” contra el sexto “B”. Respondió que no le gustaba el fútbol. Ni las gracias dio. Tres niñas trataron de hacerle la plática. Las recortó sin decir nada y volteó para otro lado con su pose de rudo.

-Maleducado y creído – opinó una.-¡Baboso! ¿Qué se cree?-Déjenlo. Es su primer día. Hay que darle

chance.El maestro le indica que se siente al lado de

Daniela que es una de las más amigueras del salón. El güero se sienta a sus anchas, las piernas bien abiertas. Le importa un cacahuate la molestia que ocasiona a su compañera que se ve obligada a mover su silla hacia el otro extremo. Codos abier-tos el nuevo empuja el cuaderno de Daniela. La pluma del güero no funciona; ella le ofrece una. Él avienta la pluma masticando un “no-te-pedí-nada”. Las bancas son chicas y él es alto. Estira las

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piernas sin cuidado y su pie choca contra el tobillo de la niña. No se molesta ni siquiera para una mínima disculpa. Nada. Le vale. Daniela es ami-guera y tímida, pero los demás saben que es mejor no hacerla enojar. Daniela acomoda todo sus útiles en la mochila, la cierra, la acomoda del lado opues-to a su compañero y desde ahí toma impulso para estrellar el pesado bulto en la cabeza del güero que alcanza a levantarse aturdido sin entender muy bien qué le cayó en la cabeza.

-¿Por qué hiciste eso? – pregunta el desconcer-tado maestro.

-¡Él me pateó! -Fue sin querer – balbucea Kevin.-¡Sin querer te sientas como cerdo, sin querer

aventaste mi cuaderno, sin querer tiraste la pluma que te ofrecí!

-Yo no te la pedí.-Ya no me siento al lado de él. ¡Jamás!El maestro sabe que aquí ya no hay nada que

hacer. El güero se queda solo el resto de la tarde. Al día siguiente le toca compartir el lugar con

Baruc. Prieto, chaparro, el cuerpo curtido por el trabajo diario en la huerta comunal, Baruc, con sus ojos rasgados y sus manos rudas pinta una raya en la banca. Al parecer Kevin no se da por aludido porque ignora la frontera establecida al abrir su

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cuaderno. Al instante ve como su cuaderno se transforma en un proyectil que rebota en la pared. Su mirada va del cuaderno a la mirada de Baruc. Ahora sí entendió. El maestro quiere saber qué ocurrió. Silencio. Sandra, la chismosa, da los deta- lles. “Así no se arreglan los problemas, Baruc –plantea el maestro-. Recoge el cuaderno, entrégalo a su dueño y pídele disculpas”. Baruc no se mueve. Kevin se levanta para ir por su cuader-no. “Siéntate –ordena el maestro -. Baruc, ve por el cuaderno”. El chaparro es remitido a la dirección. Baruc sabe que tendrá que trabajar doble en la huerta, sin paga, y sabe que le va a tocar paliza.

El grupo sabe que Baruc es broncudo, pero vale-dor.

Hoy le indican al nuevo que se siente al lado de Pepe quien lo recibe con una sonrisa. Kevin lo mira con cara de qué-se-te-ofrece. Sonrisa de Pepe. El Güero abre sus piernas lo más que puede. Pepe echa su espalda sobre el Güero como si este fuera su sillón. El otro lo empuja. Pepe se tira al piso, golpea sus pies contra otra mesa y emite un ahogado quejido. El maestro, consciente de que cometió una injusticia ayer, regaña al nuevo por la de hoy, por la de ayer y por la de antier. Kevin se defiende: él se me echó encima. Pero el maestro le da a entender que ya tocó fondo. Punto.

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Cuando el maestro se voltea, Pepe le guiña un ojo al Güero. Risitas en el salón. El Güero se la sen-tencia a Pepe: “a la salida me la vas a pagar”. Ni terminó la amenaza cuando Aureliano golpea su hombro: “lo que quieras con él, conmigo”. El Güero contesta: “¿que son novios o qué?”. Aureliano le indica con el pulgar que a la salida le va a contes- tar. Pepe hace un ademán a Aureliano de que no es para tanto y con otros ademanes da a entender que el nuevo es un pazguato. Risas. El Güero se olvida de que su situación ya es delicada y le da una patada por debajo de la mesa a su sonriente compañero cuyo pie ya estaba esperando su espi- nilla. Las risas y el ruido de la comunicación bajo al mesa provocan que el maestro le advierta a Kevin que una más y se va a descansar durante tres días. Pepe ofrece su simpática sonrisa a la cara furiosa del Güero que encima tiene que aguantar las bolitas de papel que llueven sobre su cabeza.

A la salida Kevin tiene que pasar por la direc-ción, donde ya se encuentra el maestro que se ha enterado por el director de que el niño problemáti-co fue enviado a la ciudad de México por la familia que se encuentra detenida en la frontera. El tío que se hizo cargo del sobrino, es bastante autoritario e incluso conocido en el barrio por ser una persona violenta. Los profesores invitan el Güero a tomar

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estos primeros días con calma. A dos cuadras de la escuela, junto al deportivo,

lo esperan Aureliano y Baruc que se disputan el derecho de darle la bienvenida al Güero. Kevin da a entender que le da igual, aunque sabe que con el que sea va a salir mal parado. Aureliano acaba con la discusión. Es conmigo y se acabó. Pepe se inter-pone. Primero Aureliano, luego Baruc y así los demás se molestan con Pepe, le advierten que de todas formas le van a dar su merecido al norteño. Pepe es bueno para el argüende y mientras discute jala el Güero para fuera del ruedo. Kevin se hace el digno, dice que no necesita de niñeras y regresa al ruedo donde un zape de la mano pesada de Baruc aturde su cabeza que en un segundo reconsidera la oferta de Pepe y se deja reconducir hacia su casa en compañía de –lo tiene que reconocer- su salva-dor.

Ya en camino, los dos platican.-¿Por qué me defendiste?-Porque me doy cuenta de que no te hallas. Te

sientes de la patada. ¿Qué onda contigo?-Es que ustedes los chilangos son bien pesados,

se creen mucho. Mi tío me dice que los chilangos solo son valientes cuando te echan montón, que solos son bien cobardes. Me dijo que me tenía que poner al brinco.

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-Mira en qué plan llegaste. Buscaste pleito con todo el salón.

-Sí, pues. Me vale. Me doy un agarrón con estos dos y así ya me respetan.

-Estás pero bien burro. Cualquiera de estos dos te planchan a la primera. Entonces va a ser peor. Te van a agarrar de su puerquito y vas a terminar abandonando la escuela.

-Mi tío me mata a palos si me corren.-Entonces aliviánate. Dime qué te pasa.-La migra agarró a mi apá y a mi amá. Creo que

andan por malos caminos; se metieron con los narcos, pues.

-Órale. -Me mandaron con mi tío que es bien mula. Por

cualquier tontería me suelta guamazos. Me dan ganas de largarme.

-De Guatemala a guatepeor. ¿No te das cuenta de la que te metes en esta ciudad?

Al día siguiente le toca al lado de Estefanía, la ruda. El güero agacha la cabeza. El salón se burla: le dio miedo. Estefanía extiende su libro, cuaderno y estuchera a lo ancho de la mesa. Kevin se arrin-cona y escribe en una esquina. Las bolitas de papel buscan afanosas su cabeza hasta que el maestro les pone un alto. En el recreo Baruc le propina otro zape suavecito nomás. Aureliano se burla: es que

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el niño tiene miedo. Se ríen. Pepe defiende al nuevo. Ahora es Aureliano el que pregunta que si son novios. Risas. Kevin se aguanta.

Clase de educación física. Se forman los equi-pos. Las patadas buscan afanosas las piernas del Güero. Nomás agarra la pelota y ¡suelo! Y sin la pelota, también. En una de esas el Güero enfila hacia la portería dispuesto a demostrar a la bola de chilangos que juega mejor que cualquiera de ellos. Lo surten, él cae y Baruc lo remata confundiendo, sin querer, la cabeza del caído con la pelota. Am-bulancia, hospital y cinco puntadas en la tatema testimonian la violencia del flagrante que el profe de educación física reporta en la dirección. Además de alevosía y ventaja fue con saña, reporte el pro-fesor.

Al día siguiente en la dirección, Baruc se encuentra sentado al lado de la cara ancha y enfa-dada de su padre. Llaman a la víctima para confir-mar la agresión y dictar la sentencia: una semana de suspensión en la escuela, la mayor paliza del año en la casa y un mes sin recibir ni un centavo. Solo que Kevin no confirma la agresión, sino que aclara que él metió la cara cuando Baruc venía co- rriendo. El profesor de educación física lo cuestio-na pero el Güero reafirma: Yo quise cabecear la pelota. Baruc no se dio cuenta.

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El padre descarga su enojo contra el director, contra el profe de educación física, contra la escue-la y abandona la dirección con un portazo. Baruc y Kevin atraviesan el patio rumbo al salón.

-¿No me echaste de cabeza porque me tienes miedo, verdad? - dice Baruc.

-Ni te tengo miedo a ti ni a nadie -contesta el Güero-. Cuando quieras te lo demuestro. Lo que pasa es que no soy chivatón.

De regreso al salón de vez en cuando una bolita de papel es atraída por la única cabellera rubia. Estefanía, que Kevin se da cuenta de que es guapa, no hace concesiones. Sigue acomodando sus útiles como si él no existiera. El otro sigue conformado con su esquina. De vez en cuando deja que una miradita de reojo contemple el perfil de la enemiga que a él le gustaría que fuera su amiga. Trata de ser amable, pero cada gesto de ella le dice clara-mente ¡vete a la goma!

Baruc compartió con Aureliano lo que ocurrió en la dirección. Ambos acordaron poner el Güero a prueba.

Recreo, partido de fútbol, la pelota sale del campo. El Güero, al que ahora ya no persiguen las patadas, va por ella para ponerla en juego nueva-mente. La pelota va derechito hacia los pies de Estefanía que la levanta con la punta del pie y la

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atrapa. Ella se la acerca a Kevin que sonríe al reci-bir la pelota de las manos de la niña más bella del salón que aprovechando su descuido le avienta la pelota contra su cara. ¡Paf! Sangra la nariz. Las risas que provienen de todo el patio no lo moles-tan. Sus ojos le preguntan a Estefanía ¿por qué hizo esto? La mirada de la ruda con la barbilla alzada le contesta ¿qué? ¿no te gustó? El Güero abandona el partido.

Pepe se da cuenta de que ahora sí han logrado lastimar a su amigo. Se da cuenta de que el muy tonto se fue a enamorar justamente de la ruda. ¡Qué tarugada!

A la salida el Güero desaparece. Pepe busca a Estefanía que trata de aparentar que no ha pasado nada.

-¿Por qué hiciste eso?-Me cae mal. -¿Por qué lastimarlo así?-¿Tu eres su nana?-¿No te das cuenta de que le ha parado el alto a

todos los demás y que a ti no te dice ni pío?-Pobrecito del niño.-Está bien, no te tiene que caer bien, pero por

qué hacerle esta grosería. Eres ruda, pero no ruin. -¿Tú cómo lo sabes?-¿Sabes qué, Estefanía?

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-¿Qué?-Ya me cayó el veinte.-¿?...-Ya me di cuenta.-¿De qué te diste cuenta, baboso?-Estás enamorada.-¡¿Qué?!-Estás enamorada del Güero.-¡Estás mal de la cabeza, mentecato! -¡Órale, esa no me la esperaba!-Te voy a partir el hocico. Estefanía se lanza detrás de Pepe que le grita si

me pegas le cuento a todo el mundo. Estefanía se desquita con su propia mochila que avienta al piso para patearla una y otra vez al tiempo que grita ¡no es cierto! ¡no es cierto! ¡no es cierto!

Al día siguiente el Güero no llega a la escuela. Pepe se reúne con los amigos para buscarlo. Lo buscan en su casa. El tío, un norteño alto, bigotón, botas picudas: ¿Con que el mugre hüerquillo chifla-do se fue de pinta? No se la va a acabar. Le voy a arrancar el cuero.

Lo buscan en las maquinitas. Nadie lo vio. Pre-guntan por él entre los malosos del barrio. Nada. ¿Amigos? Solo Pepe. En las trajineras nadie lo ha visto. ¿Chapultepec? No sabría llegar. ¿Y si regresó a su ciudad? Ya son las nueve de la noche. Se jun-

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tan los vecinos, el tío trata de reportarlo a la policía. Le informan que si no aparece hasta mañana, entonces lo podrán buscar.

Pepe envía un mensaje a la ruda: “La hiciste muy bien. Kevin se esfumó”. Estefanía contesta: “Me vale”. La ruda hace el celular a un lado y se seca, con rabia, una lagrimita. Yo llorando por un mugre chavo engreído! ¡Yo, Estefanía Dolores Cruz Mejía! A las ocho de la noche envía un mensaje a Pepe: “¿Ya apareció el payaso?” Pepe se hace guaje. Después del tercer mensaje contesta con un breve y seco “¡No!”

Las diez de la noche. El hüerquillo chiflado llega a la casa. Trae los ojos hinchados y rojos. La tía lo abraza, le pregunta si ha comido. “No señora, gra-cias, no tengo hambre”. Pepe se da cuenta de que el amigo ha chillado un buen. El tío se limita a pre-guntarle adonde se fue de pinta y qué hizo. No me fui de pinta. Ya no voy a ir a la escuela. Voy a tra-bajar. Vas a ir a la escuela sí o sí -afirma el tío -. Ni aunque me mates a palos vuelvo a esta escuela. El tío se da cuenta de que el sobrino habla en serio.

En la cocina la tía sirve un caldo tlalpeño a los dos amigos. Los deja solos.

El olor del caldo y el hambre pueden más que la tristeza del Güero.

Limpian el plato en silencio.

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-¿Qué te picó, Güero? -Nada. Ya no quiero ir a esta escuela. Ustedes

los chilangos son peores que la peste.-Yo soy chilango y nos llevamos bien.-Déjame tranquilo. Mejor vete. Mejor ya ni

vengas. Ya conseguí trabajo.-Yo sé lo que te pasa. -No me busques, porque te surto. -Eres igualito que ella. -Igualito que quién.-Tú sabes quien. -Si no me dejas en paz te la parto aquí mismo.-Fíjate que ella me dijo lo mismo que tú me

estás diciendo.-No sé de quien me hablas.-Sí sabes.-No me molestes! Vete ya, mugre chilango!-Estás que te mueres por Estefanía.Kevin se le abalanza al amigo que brinca de la

silla y desde el otro lado de la mesa finta al amigo que se propone estrangularlo.

-A que no sabes por qué ella te aventó la pelota en el hocico –la pregunta desarma al enemigo-. Ella también está enamorada.

-¿De quién? -pregunta la voz desamparada del Güero.

-De ti, ¡baboso!

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Después de un rato en que Kevin no sabe si está en el cielo, en el infierno o en la cocina de la casa del tío, alcanza a responder:

-Entonces ¿por qué me humilló así delante de toda la escuela?

-¡Porque es ruda! Igual que tú. ¿A poco crees que ella te iba a decir con vocecita de Barbie ay fíjate que estoy enamorada de ti…

Kevin se desmorona en silla. Al día siguiente el Güero regresa a la escuela.

Todos se habían enterado del chisme. Del chisme de que había desaparecido. No del otro chisme. Kevin se sienta al lado de Estefanía. Ella ni se voltea para saludarlo. A media clase de español, una hoja doblada es aventada entre las manos de Kevin: “Ni creas que te voy a pedir perdón”. El Güero se aguanta las ganas de voltear. La sangre lo traiciona. Se pone como un tomate. Ella se da cuenta. Se cubre la risa con las manos. Él envía un papelito: “¿Cuál es el chiste?”. Papelito con respuesta: “Te pusiste como tomate”. El Güero decide que ya estuvo suave. Manda papelito con fuego: “¿Quieres ser mi novia?”. Ella rompe el papel. Kevin palidece. Enseguida llega otro papeli-to: “¡No seas payaso!” El Güero se siente peor que balón de futbol perdido entre los coches de una avenida.

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Recreo. Estefanía sale del salón al lado de Kevin que no sabe si caminar, si detenerse, si ir al baño, si esperar a que llueva o quien sabe qué. Pepe lo salva. Se pone en medio de los dos, los abraza y camina con ellos hasta que Estefanía le indica: “Pepe, ve a ver si la puerquita ya puso huevos”. Pepe se larga de inmediato a ver si la puerquita ya puso huevos. Estefanía, sin voltear hacia el enemi-go, habla:

-Ahí te van las reglas. La que manda soy yo (él la mira sorprendido); nada de tonterías de manita sudada. Cuando vayamos a pasear yo pago mis gastos y tú los tuyos. Y soy yo la que decido cuando darte un beso.

En medio del patio, enfrente de toda la escuela, Estefanía lo agarra de la camisa como si lo fuera a trompear y le da un beso tronado en la mejilla.

Las piernas del Güero no le obedecen, la cara de tomate lo traiciona. Kevin siente que le entra un amor loco por los pajaritos, las maripositas, la escuela, por su tío y hasta por todos los chilangos del mundo.

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Hoy es un día especial. El abuelo llegó de visita y está de buenas. Saluda al grupo de amigos, quiere saber los nombres de todos, qué les gusta y qué no les gusta. Habla con los perros. Fiel y Chavo mueven la cola, le contestan a sus preguntas con ruidos perrunos parecidos a ladridos. El coro se ríe impresionado por la plática del abuelo con los ani-males.

-¡Mááá! –llama toño -, ¿ya está el pastel?-¡Ya casiii! –responde la voz alegre de doña

Cuca-. ¡Orita se los llevooo!Hoy el grupo de amigos está estrenando un

nuevo integrante, el Güero que llega sospechosa-mente en compañía de Estefanía. Mira hacia el piso, penoso pero contento. Ella lanza una mirada retadora a la concurrencia: ¿Qué, algún problema? La mirada de los demás responde No nada, ningún problema.

La mamá hace su entrada triunfal seguida del papá que ese día no fue a trabajar. Traen dos bandejas que despiden un olor que provoca agua a la boca de los presentes. Rebanadas generosas son servidas junto con el chocolate caliente que ningu-na de las bocas resiste la tentación de probar de inmediato.

Saboreado el refrigerio, los amigos, como siem-pre, le piden a Toño que cuente una historia. Toño

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se chivea. Les hace saber que frente al abuelo no se anima. El abuelo se sorprende primero y se mo-lesta después. ¿Cómo está eso de que su nieto preferido, a quien más ha contado tantas historias, lo prive del placer de escucharlo? El nieto explica a todos que, estando el maestro cuenta- cuentos presente, el alumno prefiere que el maestro cuente una de sus bonitas historias. El abuelo entonces sonríe y pide a su querido nieto que no lo prive del placer de escuchar a su alumno preferido. El nieto se retuerce, explica que delante de él no puede y no puede y no puede, y que, además, se sentiría muy feliz de que sus amigos conocieran una de las bonitas aventuras del abuelo, que no eran cuentos, sino historias verdaderas. El abuelo le da un abrazo, un beso y comienza.

-Pues como tú sabes y lo han de saber todos ustedes, a mí se me daba rebien lo de la cacería. Digo se me daba, porque ya mis huesos quieren descansar, ni ganas tienen de andar por el monte persiguiendo fieras. Pues en aquellos días en que este viejo era fuerte, un jaguar empezó a mero-dear por el rancho. Era un bicho raro porque casi nadie había logrado verlo. Uno que otro que apeni-tas lo había alcanzado a atisbar, comentaba que el animal era más grande que un burro. Así de alto y con una cabezota de dar miedo. Ya no se podía de-

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jar el ganado por las noches en los pastizales, porque al amanecer siempre había una vaca menos. Ya luego se encontraban los huesos pico- teados por los buitres y roídos por los coyotes. Ningún campesino quería cuidar a los animales por las noches. Y lo más curioso era que en varias oca-siones se habían organizado partidas para cazarlo. Ni rastro del bicho. Lo que sí encontraban al ama- necer eran los huesos de otra vaca.

-Pero a los pobrecitos jaguares los han matado sin piedad –recordó Daniela–. Ya solo quedan unos cuantos.

-Pues sí m’hijita – explicó el abuelo –, tienes razón. La verdad es que aquella bestia andaba merodeando por los campos, porque nosotros habíamos acabado con buena parte de sus bosques, para poder sembrar. Y una cosa lleva a la otra como todo en esta vida.

-¿Y no le da vergüenza –preguntó molesta Este-fanía– de presumir que mató a un animal tan bonito y en peligro de extinción.

-Yo no he dicho que lo maté. He dicho que salí a cazarlo. Así que ni me cuelgue el muerto ni se me ponga al brinco antes de escuchar el resto de la historia.

-Mejor cállense y escuchen –los regañó Pepe-. Ya después digan lo que quieran. Nomás falta que

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Aureliano empiece con sus cosas. -Yo ni he dicho nada –protestó Aureliano.-Pero se te ven las ganas – remató Toño.-La verdad – continuó el abuelo - hay que decirla

y se la voy a decir completa. Yo sí cacé a muchos animales. Los cacé y me los comí. Así se acostum-braba. Pero nunca había matado a un jaguar. Salí a cazar porque me lo vinieron a pedir muchas perso-nas que trabajaban para mí. Y miren que por res-peto al bicho, me fui solo p’al monte, sin que nadie me acompañara, para enfrentarme yo solo con él. Bueno, yo y mi 3030.

-Ah, bueno, así cualquiera –dejó escapar el comentario Aureliano.

-Pero si serás menso –terció Pepe-. ¿Entonces tú crees que cualquiera sale por el monte a enfren-tarse con un jaguar del tamaño de un burro, nada más porque trae un rifle?

-Es que él cree que un jaguar es como un gatito – remató Toño – que te ve por las noches y te dice “miau”, y tú le apuntas con tu 3030 y ¡pum!, matas al gatito.

Risas de los presentes incluidos papá y mamá que se habían quedado a escuchar una vez más la historia que ya conocían.

-Entonces yo y mi 3030 nos fuimos pal monte. Era noche de luna. De haber sido en noche cerrada,

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yo sería la caza y el jaguar el cazador. De todas maneras yo tenía miedo, pa que mentir que no, si sí lo tenía. Aquella bestia era inteligente y taimada. Esos animales son raros. Saben cuidarse y solo atacan cuando saben que la presa no se les va a escapar. Yo sabía muy bien que tanto yo lo iba a cazar, como él a mí. Entonces sentí algo raro. Us- tedes van a decir que son creencias de gente simple, pero hay presentimientos que solo quien conoce el monte de noche, sabe que son ciertos. ¿Saben que sentí?: me di cuenta, aquí en mi cabeza y en mi corazón, que el jaguar sabía que yo iba por él. Vi, así clarito, por Diosito santo, que el jaguar me estaba esperando.

-¿En serio? – preguntó angustiada Daniela -, ¿y ni así se regresó?

-Pues la verdad, mi niña, es que ya andaba yo arrepintiéndome. Aunque solamente de pensar en la burla que me harían de haberme echado pa atrás, fue suficiente para continuar. ¿Y saben qué más?

-¿Qué? –preguntó ansioso Aureliano mordién-dose las uñas.

-Yo sabía que el jaguar no tenía miedo. Mi cora-zón lo sabía. Yo sentía que aquellos dos ojos de fuego me estaban mirando, mientras yo caminaba bajo la luz de la luna. Avancé despacio. Mientras

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más me adentraba en el monte, más despacio caminaba, con más cuidado. Y con más miedo. Me sentía cada vez más cerca, cada vez más fuerte aquella sensación de que él me estaba acechando, esperándome. Con esta incomodidad me acerqué al lago por el lado de la barranca. Ahí lo pensaba esperar hasta la madrugada, cuando viniera a har-tarse de agua después de haberse zampado una vaca. -¿Y llegó? ¿Llegó el jaguar – preguntó emocionado el Güero.Llegó, llegó sí, m’hijo. Ya casi amanecía. Yo estaba entumido, más entumido por el miedo que por otra cosa. Miraba más hacia la parte alta de la barranca que hacia el lago. Pensaba y rumiaba, ni sueño sentía. Fue ahí cuando la fiera apareció, el hocico lleno de sangre fresca. Era grande, muy grande. Caminaba como si pisara sobre las nubes. Era inmenso el bicho, pero no caminaba como un buey, caminaba como si fuera el rey de la noche. Era como si tuviera un pacto con la luna. Quedé tan embobado que ni me acordé del arma. Lo vi acer-carse al agua, tranquilo, lo vi mirar hacia uno y otro lado. Lo vi tomar agua, lentamente. Entonces me armé de coraje, y digo me armé de coraje porque la verdad me entró una tremenda tristeza de matar así nomás una cosa tan bonita, tan única

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en este mundo. Pero ni modo, era él o mis vacas, así que apunté con cuidado. Lo peor sería que el animal sufriera. Le eché saliva a la mira, descansé el cañón en una roca y acerqué el dedo al gatillo. Fue entonces, fue entonces que ocurrió algo que me cimbró el ánimo.

-¿Qué fue, qué, abuelo? -preguntó Daniela, mordiéndose el brazo.

-Fue entonces que pasó eso que nunca me había pasado jamás en toda mi vida de cazador.

-Ya dígalo, abuelo– suplicó Toño. -El jaguar, m’hijo. El jaguar.-¿Le saltó encima? –preguntó Estefanía, aga-

rrando la mano del Güero que sintió un escalofrío más por la mano que por el jaguar.

-El jaguar, mis nietos, el jaguar se volteó hacia mí. Volteó la cabeza y luego se acomodó en mi dirección. Se me quedó mirando a los ojos. Dere-cho a mis ojos. Adentro de mis ojos. La mirada atravesándome, entrándome por los adentros. Con la mirada me hablaba claro, lo podía escuchar mientras le apuntaba derecho entre los ojos, él me decía sé que estás ahí, sé que me estás apuntando. Anda tira. Así son las cosas. Tu eres el hombre. Yo soy la bestia. No hay nada que hacer. Aquí estoy para morir.

-¿Así mero le habló el jaguar? –preguntó

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emocionado Aureliano.-Cállate por lo que más quieras –suplicó Pepe-. -Me habló con los ojos m’hijo. Me habló con el

corazón, me habló con la voz de la noche. Sentí que el cuerpo se me aflojaba. Bajé el arma, la dejé a un lado y me di cuenta de que estaba temblando. Pero no de miedo, temblaba de la emoción. Lloré. No me importaba que él escuchara. Él sabía que yo estaba allí. Y así fue. Nos quedamos mirando el uno al otro durante mucho tiempo. Ya amanecía cuando él se fue.

-¿Qué pasó después, abuelo? – preguntó Toño, poniendo su mano sobre el hombro del abuelo que se había emocionado.

-Nunca más se supo del jaguar. No supe si lo mataron en otro lado o qué pasó. Fue como si hubiéramos hecho un trato. Yo le perdoné la vida y él decidió ya no comer mis vacas. La verdad es que nunca más volví al monte pa cazar ningún animal. Aquella mirada quedó aquí, adentro del pecho, me caló, me enseñó, más que ninguna otra cosa, lo bonita que es la vida.

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Rap escrito en complicidad con Mauricio Ibañez

Me han cachado en travesurasMe han golpeado y lastimado

Me han dejado en una islaMe han dejado sin comidaMe han dejado sin amigos,

Me han dejado sin TNT Me han dejado sin TNT.

Anochece el miedo creceUn zombi en combi me persigue

Él me sigue pa que grite¡Un ciempiés me va a comer!

Sangre y ojos a beber.Rompe rocas a puñetazosCon el pie pica las piedras.

Grito ¡¿ay qué voy a hacer?!Grito ¡¿ay qué voy a hacer?!Grito ¡¿ay qué voy a hacer?!

Amanece y estoy tristeDe un porrazo me partí

Rabadilla y perejil.Ora voy como mandrilCon la cola de cochino

En mi pie hay un espino.

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PERDIDO EN TNT

¡Ay que triste desatino!Esto ya no tiene chiste.Esto ya no tiene chiste.Esto ya no tiene chiste.

Veo vacas por el cieloY a mi lado una hamacaPerfumada con mi caca

Veo una vaca asadaY me muerde una macaca.Qué pesado está este breteYa quedé más que chiflete,

Ya no veo TNT,Ya no veo TNT.Ya no veo TNT.

Me han cachado en travesurasMe han golpeado y lastimado

Me han dejado en una islaMe han dejado sin comidaMe han dejado sin amigos,

Me han dejado sin TNT Me han dejado sin TNT.

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Perdido en TNT

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Rap escrito en complicidad con Johana Betzabé

Una se llamaba JanaY la otra era Dana

Juana Dana Dana JanaTocan güiro y jaranaTocan güiro y jarana.

Es Andrés novio de Jana,Le dibuja corazones.

Quiere ser novio de Dana, Manda flores y bombones.

Jana quiere mucho a Dana,A su novio le regala;

Dana quiere mucho a JanaA su novio le regresa.

Muy molesto Andrés protesta:¡Ya decidan de una vez!

Que a ninguna amor juré.¡No me traten de bebé!

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AMIGAS TRAVIESAS

Jana y Dana lo castigan:Jana y Dana son princesasQue se van por la campiña,Mientras tú vas por banana,Mientras tú vas por banana.Mientras tú vas por banana.

Una se llamaba JanaY la otra era Dana

Juana Dana Dana JanaTocan güiro y jaranaTocan güiro y jarana.

Jana y Dana piden lana,Sí les dan pa la botana.

Se van juntas con la lanaComo dos buenas gitanas.

Compran juntas muchos cuetesTruenan ¡pum! con desatino.¡Cómo serán de zoquetes!Gritan todos los vecinos.

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Amigas traviesas

En la casa abandonadaEntran las dos amiguitas.

Les dan dos buenas nalgadasDos fantasmas vampiresas.

Corren juntas al panteón,Saltan sobre una tumba.

Grita el muerto ¡qué emoción!Debe ser clase de zumba,Debe ser clase de zumba.Debe ser clase de zumba.

Una se llamaba JanaY la otra era Dana

Juana Dana Dana JanaTocan güiro y jaranaTocan güiro y jarana

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Amigas traviesas

Con mucho cariño

y respeto

nos despedimos

de la escuela primaria

Amanda Palafox y Baz

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Niñas y niños de quinto y sexto grado de la escuela

primaria Amanda Palafox y Baz que participaron en el

taller de cuento colectivo.

BELLO RAMIREZ , EVELIN YAMILETH

CASTRO GARCIA, JOHANA BETZABE

CEBALLOS CHAVEZ, MARIA FERNANDA

CRUZ LOZADA, DIEGO A.

DAVILA VALDEZ, KARINA ABIGAIL

ESCAMILLA VALDEZ, ZAIRA

GOMEZ FUENTES, SOFIA CITLALI

HERNANDEZ SANCHEZ, MANUEL

IBAÑEZ PEREZ, MAURICIO ISAI

LABRA ZUÑIGA, SUSANA

LICONA CARRILLO, AYLIN

LOPEZ MARTINEZ, VANESA

MORALES MARTINEZ, ROSA MARBELLA

NOGUEZ ROBLES, ANGEL DANIEL

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ORDUÑ A REY ES, J ESSICA H ARUMI

PADILLA SONI, ALISSON K ARINA

SANCH EZ V EGA, NADIA V ALERIA

SOLIS LOPEZ, DAIRA Y AEL

V ALDEZ CRUZ, K EV IN MAURICIO

V EGA V AZQ UEZ, F AT IMA

BERNAL ALARCON, BRANDON Y AH IR

CASASOLA GONZALEZ, DULCE X IMENA

APARICIO BAUT IST A, MIT ZI LIZBET H

BALT AZAR RODRIGUEZ, RODRIGO

PADILLA SONI, F ERNANDA GUADALUPE

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Me llamo Camilo Albornoz, me dicen Camilo, maestro o abuelo Camilo. Escribo obras de teatro, poemas y cuentos para niñas y niños. Compongo canciones, canto y dirijo obras de teatro. Coordino talleres de creatividad y literatura infantil. También platico con los maestros sobre la importancia de la lectura y la escritura.Una de las formas más placenteras que he encontrado de escribir cuentos consiste en convivir con niñas y niños. En primer lugar leemos cuentos y jugamos a escribir. Luego escucho su opinión sobre lo que gusten platicarme. Después inventamos historias entre todos. Finalmente escribo cuentos que serán leídos por muchos otros niños y niñas de México y de otros países. Envíame tu opinión sobre los cuentos de este libro: [email protected]

Mi nombre es Rodrigo Pinto Mendoza. Me gusta crear y experimentar; dibujar, pintar, hacer gráfica y joyería. También me gusta mucho compartir el placer de crear impartiendo talleres de Artes Plásticas para niños, niñas y jóvenes.

En esos talleres lo más importante es que valoren sus propias capacidades de interpretar la realidad, capaci-dades que se expresan en resultados siempre únicos por estar ligados a cada personalidad. Las ilustraciones de este libro las hago con mucho cariño pensando en todos los niños y niñas cuyos ojos y manos esperan su oportunidad de compartir sus mundos. [email protected]

Este libro fue elaborado en el marco del proyecto

¡Más vida, menos violencia! realizado en la escuela

primaria Amanda Palafox y Baz, gracias al apoyo que

recibió nuetra asociación del Programa de Coinversión

Social de INDESOL.

Nuestros sinceros agradecimientos a:

Profesor Isaac Medina Galván, director de la escuela

así como a maestros y maestras que participaron en el

taller de lectura.

Un abrazo al grupo de niñas y niños de quinto y sexto

grado por su paciencia, entusiasmo y perseverancia.

Madres y padres que participaron en las excelentes

plática que impartió el psicólogo Roberto Mendes sobre

la problemática de la violencia.

Un abrazo a niñas y niños que participaron en taller

sobre Derechos de las niñas y los niños, impartido por la

maestra Lydia Sofía Zurita Rivera quien realizó un traba-

jo admirable de capacitación y sensibilización sobre la

temática de los derechos humanos.

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