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European Review of Latin American and Caribbean Studies 65, December 1998 I 45-65 EI despertar de las masas: Cambios sociales y crisis polftica en Yucatán (1897-1911) Franco Savarino Roggero* Las transformaciones generadas por la Revolución mexicana han sido objeto de numerosas investigaciones que han esclarecido los principales aspectos po- lîticos y sociales del cambio histórico experimentado por México entre 1911 y 1917. En el debate que se ha venido generando entre los especialistas en los liltimos afios, han sido centrales aIgunos temas: la crisis del Porfiriato y el diffcil proceso de consolidación del nuevo estado revolucionario, la relación que éste tuvo con el primero, la participación, integración y articulación de nuevos suje- tos sociales en el nuevo orden y la integración de las regiones en el estado nacional, precedida por la 'regionalización' del estudio tanto del Porfiriato co- mo de la Revolución.! La blisqueda de una mejor comprensión del fenómeno revolucionario, em- pero, ha sido limitada hasta el momento por la escasa atención dedicada a las transformaciones más pequefias, en los niveles locales y 'bajos' de la politica, y a las mutaciones subterráneas de la cultura politica. 2 Este concepto, que consti- tuye una valiosa herramienta heuristica para sociólogos y politólogos, es mln escasamente aprovechado por los historiadores. Por otro lado, el aspecto '10- cal' ha sido escasamente explorado, especialmente en los estudios marxistas, enfocados en el rastreo de conftictos de clases; tampoco era valorado en la historiografia más tradicional, a pesar de la importancia de la corriente de estudios sobre las 'patrias chicas' iniciada por Luis González y González. 3 En general, se puede decir que la politica local se subordinaba antes al análisis de los fenómenos regionales y nacionales más evidentemente relacionables con la fundación del nuevo orden postrevolucionario, examinando las acciones y los programas de caudillos, caciques y grup os armados de varia indoIe. Con el presente trabajo, en cambio, me propongo iniciar la exploración de los fenómenos polîticos locales con el propósito de individu ar los cambios fun- damentales entre los sistemas pre y post-revolucionario, especialmente los que se refieren a la mutación de la cultura politica, la aparición de nuevos sujetos, jerarquias y liderazgos, y la rearticulación de los diferentes niveles del campo * En la preparación de este articulo han sido fundamentales el apoyo del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnologfa, de la Escuela Nacional de Antropologfa e Historia y de la Universidad de Leiden; Marco Bellingeri, Raymond Buve y Patricio Silva han enriquecido el texto con sus co- mentarios y sugerencias. EI ensayo condens a algunas propuestas fundamentales de un estudio más amplio, Pueblos y Nacionalismo (Savarino, 1997), en donde se presenta una hipótesis y un modelo para explicar el derrumbe del sisterna porfirista y el génesis de la politica moderna en Yucatán.

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European Review of Latin American and Caribbean Studies 65, December 1998 I 45-65

EI despertar de las masas:

Cambios sociales y crisis polftica en Yucatán (1897-1911)

Franco Savarino Roggero*

Las transformaciones generadas por la Revolución mexicana han sido objeto de numerosas investigaciones que han esclarecido los principales aspectos po­lîticos y sociales del cambio histórico experimentado por México entre 1911 y 1917. En el debate que se ha venido generando entre los especialistas en los liltimos afios, han sido centrales aIgunos temas: la crisis del Porfiriato y el diffcil proceso de consolidación del nuevo estado revolucionario, la relación que éste tuvo con el primero, la participación, integración y articulación de nuevos suje­tos sociales en el nuevo orden y la integración de las regiones en el estado nacional, precedida por la 'regionalización' del estudio tanto del Porfiriato co­mo de la Revolución.!

La blisqueda de una mejor comprensión del fenómeno revolucionario, em­pero, ha sido limitada hasta el momento por la escasa atención dedicada a las transformaciones más pequefias, en los niveles locales y 'bajos' de la politica, y a las mutaciones subterráneas de la cultura politica.2 Este concepto, que consti­tuye una valiosa herramienta heuristica para sociólogos y politólogos, es mln escasamente aprovechado por los historiadores. Por otro lado, el aspecto '10-cal' ha sido escasamente explorado, especialmente en los estudios marxistas, enfocados en el rastreo de conftictos de clases; tampoco era valorado en la historiografia más tradicional, a pesar de la importancia de la corriente de estudios sobre las 'patrias chicas' iniciada por Luis González y González.3 En general, se puede decir que la politica local se subordinaba antes al análisis de los fenómenos regionales y nacionales más evidentemente relacionables con la fundación del nuevo orden postrevolucionario, examinando las acciones y los programas de caudillos, caciques y grup os armados de varia indoIe.

Con el presente trabajo, en cambio, me propongo iniciar la exploración de los fenómenos polîticos locales con el propósito de individu ar los cambios fun­damentales entre los sistemas pre y post-revolucionario, especialmente los que se refieren a la mutación de la cultura politica, la aparición de nuevos sujetos, jerarquias y liderazgos, y la rearticulación de los diferentes niveles del campo

* En la preparación de este articulo han sido fundamentales el apoyo del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnologfa, de la Escuela Nacional de Antropologfa e Historia y de la Universidad de Leiden; Marco Bellingeri, Raymond Buve y Patricio Silva han enriquecido el texto con sus co­mentarios y sugerencias. EI ensayo condens a algunas propuestas fundamentales de un estudio más amplio, Pueblos y Nacionalismo (Savarino, 1997), en donde se presenta una hipótesis y un modelo para explicar el derrumbe del sisterna porfirista y el génesis de la politica moderna en Yucatán.

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politico. El punto de partida tiene que ser necesariamente el Porfiriato (perfo­do de gobierno del general Porfirio Dfaz: 1876-1911), cuando se formaron las primeras estructuras articuladas para la gestión moderna de la politica local; el análisis, en efecto, se concentra en las dinámicas rurales (pueblos, haciendas), moviéndose entre la dimensión local, regional y nacional, evidenciando los nexos entre estas y la tensión entre las peculiaridades y los aspectos paradig­máticos que tiene el caso estudiado, el estado de Yucatán. Este ensayo no pretende establecer un modelo teórico general 0 comparativo sino presentar una investigación empfrica y las refiexiones que han surgido a rafz de ésta.

Uno de los aspectos más interesantes del Porfiriato en Yucatán es la dilata­ción progresiva del espacio politico que se observa durante la fase tardfa del régimen, por efecto de la irrupción de las 'masas' en un momento clave de la reproducción del sistema, a saber, las elecciones, especialmente las que se repe­Han puntualmente cada cuatro afios para elegir el gobernador del estado. Du­rante las elecciones, se pueden observar algunas de las posibles causas 'estruc­turales' de la fractura del sistema politico porfirista y, en primer lugar, la magni­tud del cambio experimentado por la cultura politica, que se expresa con gran evidencia en 1909-1911, momento de ruptura de los esquemas anteriores y de activación del mecanismo revolucionario.

A 10 largo del texto, en suma, trataré de mostrar cuáles elementos impidi­eron al sistema porfirista de adaptarse sin sacudidas a los nuevos paradigmas históricos del siglo XX; asimismo, el trabajo evidencia la necesidad de buscar las rafces de la Revolución de 1911 atrás, en las transformaciones poco visibles de la cultura politica local, en lugar de magnificar la acción de los grandes lideres y fuerzas protagonistas, 0 sefialar simplemente las personificaciones de movimientos más profundos y extensos, 0 bien privilegiar el papel de grupos sociales selectos, como a menudo han venido haciendo otros investigadores.

Las razones históricas del Porfiriato

Las condiciones del éxito de la dictadura porfirista estaban relacionadas en el equilibrio, alcanzado por el genio personal de Dfaz, entre estado central y fuerzas regionales, y entre estados y fuerzas sub-regionales internas. Como es sabido, a partir de 1885 se estableció la llamada 'dictadura necesaria', un presi­dencialismo ad vitam con la aprobación popular, aunque nunca formalizado en un gobierno explfcitamente vitalicio y autocrático. Esto se debfa a la vene ra­ción casi religiosa que muchos mexicanos Ie tenfan hacia la Constitución 'de­mocrática' de 1857 y sus emanaciones institucionales.

La dictadura porfirista necesitaba entonces, periódicamente, la unción del voto popular, el cual se capturaba mediante una compleja maquinaria electo­ral, puesta a marchar en todos los estados por los gobernadores - de allf la importancia de las elecciones regionales - los funcionarios póblicos y los gru­pos patricios y oligárquicos locales. El voto, en po cas palabras, servfa para sustentar la legitimidad de la clase politica porfirista, permitiendo la interven­ción de la voluntad popular para la formación de los poderes póblicos.4

Las abundantes evidencias empfricas que existen sobre las prácticas electo­rales suscitan sin embargo, preguntas inquietantes: l,Porqué un régimen censu­rado por largo tiempo como autoritario buscaba asiduamente la aprobación

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popular por la via electoral? l,En qué medida se aplicaba el principio democrá­tico en las elecciones, junto con las innegables prácticas autoritarias, clientela­res y patronales que se observan? Y en fin l,eran las elecciones un proceso ficticio manipulado desde arriba, 0 tenian significaciones más profundas, inclu­so para los actores subalternos que participaban en ellas? Los proces os electo­rales han llamado la atención de aigunos historiadores, los cuales han sefialado generalmente 'paradojas' , 'contradicciones', etc. en el sistema politico porfiris­ta, 0 han reducido la experiencia electoral a sus manifestaciones formales, evi­denciando su papel como terreno de contienda entre grupos oligárquicos re­gionales.

Por ejemplo, en su monument al estudio sobre el Porfiriato y la Revolución mexicana, F. Xavier Guerra (1988) sefialó el con traste entre la práctica cliente­la-autoritaria soportada en el ritual del sufragio y los referentes institucionales e ideológicos utilizando la expresión 'ficción democrática'.s Guerra pretendió demostrar como la vida politica del pais descansaba en una verdadera contra­dicción, no resuelta, entre modernidad y tradición, entre pais real y pais imagi­nario; en est a división se escindia artificialmente un corpus coherente de prác­ticas e ideas que emanaban delliberalismo y del positivismo sui generis del pais y de la propia experiencia histórica mexicana del siglo XIX. Quizás se podria lograr un mejor acercamiento al asunto abandonando primero el espejismo comparativi sta que bus ca contrastar América Latina con los modelos 'ejem­plares' europeos 0 norteamericanos, privando al continente de su propia origi­nalidad creativa en el ámbito occidental. Aclarando esto, se puede pro ceder luego a focalizar y elegir los sujetos centrales del juego politico, sus espacios operativos y sus relaciones cambiantes en el transcurso del tiempo. Es preciso, además, evidenciar el papel simbólico de la ideologia, su modus operandi en la lógica del siste ma, con sus diferentes recepciones por parte de las principales fuerzas sociales. En suma, el análisis de la cultura politica mexicana implica mucho más de una simple denuncia de sus aparentes 'contradicciones' internas y su distancia de los modelos transatlánticos 'centrales'.

La politica del siglo XIX tampoco se puede reducir a la función de con trol hegemónico que ejercfa la clase dominante, sefialando las prácticas manipula­do ras y los contrastes entre grupos oligárquicos. Estos aspectos son innegables y relevantes, pero tienen que situarse en un contexto más amplio que incluya los elementos propiamente culturales y la participación positiva - no puramen­te negativa y pasiva - de los sujetos subalternos.6

Las mecánicas del sufragio y la formación del consenso

En el México porfirista las elecciones seguian procedimientos rigurosos, evi­denciando el enorme esfuerzo de adaptación de los sistemas de representación liberales en el pais, operado a 10 largo del siglo XIX. Aqui me referiré en particular al caso yucateco, que es, desde luego, un ejemplo válido en el ámbito nacional, con la excepción de algunas especificidades que sefialaré.

A partir de la restauración republicana (1865-1875) y durante todo el Porfi­riato (1876-1910), la clase dirigente fue definiendo y regularizando la práctica electoral: el sufragio, codificado en las leyes electorales del estado en 1873, se venia organizando en distintos niveles, segun el tipo de funcionarios que habia

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que elegir: municipales, est at ales 0 federales. Los espacios para ejercerlo eran los municipios rurales, que comprendîan pueblos y haciendas y las ciudades, divididas en barrios, que eran otros tantos distritos electorales. En todos los casos, considerando que alrededor de 90 por ciento de la población vivîa en­ton ces en pequenas comunidades en el campo, el primer y fundamental esce­nario de cualquier elección era el municipio rural, cuyo centro era el pueblo­cabecera.1 Allî se activaban periódicamente mecanismos multiples para regu­lar el ftujo electoral, garantizando el equilibrio de los poderes locales, la legiti­midad del proceso y el resultado de la votación.

El procedimiento del voto se realizaba por etapas, que implicaban la utiliza­ción de diferentes métodos de control: distribución, selección, fraude, los cua­les se combinaban para garantizar el éxito de todo el proceso. El principal problema era decidir quien votaba y en donde.

El primer paso consistîa en distribuir posiciones de fuerza y sectores de con­trol entre los patricios locales, los lîderes pueblerinos 0 del barrio ('caciques'8), y los funcionarios del estado. Tal distribución tenîa como fin asegurar que cada fuerza presente en el espacio polîtico tuviera acceso a los mecanismos funda­mentales para controlar el input de los votos y supervisar el proceso de regis­tración de ellos.

La punta de la balanza municipal se encontraba en realidad fuera de los lîmites del pueblo-cabecera, es decir, en las haciendas, los pueblos más peque­nos 'satélites' de la cabecera municipal y en los barrios suburbanos. Las hacien­das, en las cuales se concentraba una parte importante de la población de las áreas rurales, mantenfan en su organización interna las viejas relaciones clien­telares y paternalistas del siglo XIX, que establecfan la estrecha cooperación y reciprocidad entre patrón y subordinados; reorientando y refuncionalizando la relación patrón-peón hacia fines polîticos, la hacienda se fue convirtiendo fácil­mente en una clientela electoral, aproximadamente entre 1870 y 1900Y Durante este perfodo y hasta la cafda del Porfiriato, las grandes familias de hacendados controlaban el proceso electoral desde sus propiedades, obteniendo directa 0

indirectamente el monopolio de los principales cargos polîticos. Procedimientos análogos de adaptación y refuncionalización fueron tras­

formando, en el ámbito municipal, las relaciones jerárquicas personales en relaciones clientelares, que extendfan las responsabilidades recfprocas entre actores sociales. De esta forma se estrecharon los lazos que unfan a los hacen­dados, los notables de los centros provincianos y los sectores de la población rural 'independiente'. En este caso, los vfnculos clientelares presuponfan acuerdos e intercambios de favores, mediados muchas veces por patrones y caciques, que fungfan como agentes locales de la clase dirigente regional, es decir, de los grandes hacendados y empresarios henequeneros. lO

La distribución del poder, que hacfa posible este tipo de operaciones, era consecuencia de la presencia de fuerzas desiguales en el territorio y de la inca­pacidad del Estado de dominario completamente. Este no era capaz de ex­tender su autoridad jurfdico-protectiva por su debilidad e incapacidad admi­nistrativa, y por la fuerza de las autonomfas locales. Por 10 tanto, la población, acostumbrada a una relación con el po der inmediata, personalista, se dirigfa a las fuerzas y a las estructuras concretas que Ie brindaban seguridad, protección y beneficios en el ámbito local y provincial. La ausencia relativa del Estado daba lugar a un sistema de patronaje, consistente en relaciones de intercambio

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asimétrico entre individuos y grupos sociales dispuestos en un orden jerárqui­co. ll A la población ruralle convenia pedir apoyo y ayuda a los patrones y caciques - es decir, los hombres poderosos e influyentes locales - más que a un Estado abstracto, lejano y frecuentemente hostil.

Las expresiones de una concepción personalista y 'pactista' de la politica dominaban toda la sociedad regional, no sólo las zonas rurales:12 con el tiempo también los centros urbanos desarrollaron una red de lealtades y de relaciones tan sólida como la del campo. Entre 1890 y 1910, el crecimiento de Mérida y de las cabeceras de distrito fue acompafiado por el ingreso de nuevos sectores de origen rural a las periferias, en donde se formaron cinturones de barrios obre­ros, artesanales y subproletarios. En los nuevos barrios populares, los inmi­grantes traian consigo la cultura politica rural, caracterizada por el predominio de las relaciones de parentesco, comunitarias y clientelares, siguiendo un es­quema de transferencia de sociabilidades comun en América Latina.!3

Entre los métodos que fueron empleados para organizar el sufragio, cabe destacar el criterio de selección, necesario para reducir y condicionar el contin­gente de quienes hubieran participado en el proceso electoral. Se trataba de discriminar entre ciudadanos y no ciudadanos, entre ciudadanos votantes y no votantes, y entre ciudadanos votantes y vota bles y solo votantes. La exclusión era determinada por la posesión de derechos de ciudadania, vecindad y ejer­ciendo 'algun arte, profesión 0 industria util y honesta'.14 Este criterio determi­naria la exclusión de mil es de trabajadores inmigrados, empleados en ocupa­ciones inseguras 0 humildes. Los derechos de ciudadania, por otro lado, se suspendian en el caso de no tener un empleo 0 una casa, 0 por no cumplir con el servicio militar obligatorio.15 Otros criterios selectivos hacian hincapié en la reputación y en la posesión de bienes. La edad minima para ten er derecho a voto era fijada en 21 afios para los varones solamente. El municipio tenia la responsabilidad de definir - con base en estos criterios - quién tenia efectiva­mente der echo a participar en el evento electoral y quién no.

La selección preelectoral se combinaba con la puesta en movimiento de los mecanismos de distribución entre las fuerzas locales. Esto implicaba movilizar una compleja maquinaria politica que despertaba y ponia en función la red de relaciones clientelares, estableciendo vinculos entre los diferentes grupos so­ciales. Por un momento el municipio - sede material del voto - se transformaba en el centro de con vergen cia de los intereses, compromisos y alianzas de todos los actores sociales.

Segun las leyes electorales yucatecas, 25 dias antes de la fecha fijada para el voto, el municipio se dividia en secciones electorales comprendidas entre un minimo de 300 a un máximo de 2000 habitantes.16 En esta fase se negociaba el disefio de un map a geopolîtico electoral, cuyo objetivo era fijar el numero y la sede de las casilIas y determinar cuáles asentamientos 0 barrios pertenecian a cad a una de las casillas.

Este procedimiento se daba mediante convenios y negociaciones preelecto­rales, que tenian por objetivo disminuir las fricciones en el interior del sector oligárquico, estableciendo reglas informales para repartir pacificamente el es­pacio politico. La partición geopolitica del municipio que asi se obtenia agru­paba a los asentamientos dependientes en un numero variabie de secciones, generalmente de dos a seis, cada una sujeta a una casilla instalada en la cabece­ra municipal; aveces, incluso algunas haciendas 0 pueblos dependientes tenfan

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una casilla propia. El reparto preelectoral del municipio era muy importante ya que, en un contexto en que pre domina ban las relaciones clientelares, la presencia ffsica de una casilla en al gun lugar determinado era factor importan­te para el resultado de la votación. Si, por ejemplo, un hacendado posefa una hacienda H, cerca del pueblo P, y tenfa contactos con el grupo de notables N, que dominaba con sus clientelas los barrios PI y P2 del pueblo, tenfa que asegurar que la división de los distritos electorales incluyera su propiedad en PI 0 P2 Y no en P3, un barrio tal vez controlado por una facción NI, adversaria. Si el hacendado 10 lograba, enviaba sus dependientes a votar en la casilla con­trolada por sus aliados, garantizando asf la elección de los funcionarios escogi­dos.

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En las haciendas más important es - con más de 300 habitantes - se instalaba aveces una casilla independiente, cuyo control por parte del hacendado era aun más fácil; obtenerla implicaba un éxito en las negociaciones con los nota­bles de la cabecera y los demás propietarios. Viceversa, un hacendado podfa perder el derecho a tener una casilla propia - aun si su hacienda superaba el quorum demográfico establecido por las leyes - y, en el caso peor, ser obligado a enviar sus dependientes a votar en una casilla 'adversaria'.

El segundo momento importante en el proceso del voto era la formación del padrón, la list a de los electores, la cual se formaba ex nova en cad a elección. El ayuntamiento nombraba entonces un empadronador, con la tarea de registrar a quienes tenfan derecho a votar en la sección que Ie correspondfa.17 En esta operación, que duraba unos veinte dfas, se verificaban muchos actos califica-

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bles como 'fraude'. El empadronador recibfa en efecto una cantidad de fichas electorales blancas, en las cuales escribfa el nombre y los datos del elector, a quien entregaba la ficha 0 boleta; el elector entregaba luego la boleta a la junta electoral en el momento de votar, recibiendo a cambio otra boleta para el voto. IS Durante esta operación, muchas boletas eran 'entregadas' a electores fantasmas, difuntos 0 ausentes, 0 no derechohabientes; 0 bi en no eran entrega­das a personas de filiación politica dudosa 0 contraria, suscitando asf frecuen­tes quejas.

Tres dfas antes de las elecciones, el cuerpo municipal elegfa a los funciona­rios de las casillas, los componentes de la junta electoral, mediante un pro ce di­miento de extracción aleatorio que llevaba el nombre de insaculación.19 Esta etapa también tenfa cierta importancia, ya que los miembros de la junta electo­ral tenfan el poder de influenciar el procedimiento del voto. El con trol de las boletas, en particular, se prest ab a al fraude. La ley, por ejemplo, permitfa a los alfabetos la entrega de la boleta del padrón, firmada, a otra persona, para que votara en lugar del ausente.20 Los analfabetos, en cambio, estaban obligados a presenciar ffsicamente al acto electoral, aunque eran acompafiados a menudo por gente que sabfa leer y escribir. La mayorfa de los votantes, además, no entendfan espafiol y, a falta de documentos personales, eran diffcilmente iden­tificables. Todo esto nos permite entender porqué el 'fraude', favorecido por un mecanismo electoral rudimentario e impreciso - sin duda, en parte, inten­cionalmente - era una práctica normal y aceptada por la sociedad.

Al fin al de la jornada electoral, la junta iniciaba el recuento de las boletas, redactando las actas de escrutinio, éstas se anexaban luego al paquete que contenfa tod as las boletas registradas, que se enviaba a las autoridades compe­tentes. En el caso de las votaciones direct as (ayuntamientos y jueces de paz y, más tarde, gobernador del estado), en cad a municipio se formaba una Junta General de Secciones, que reunfa a los componentes de todas las casilIas muni­cipales. La Junta procedfa al recuento final de los votos y al nombramiento de los ganadores. Para el voto de segundo grado, indirecto (presidente de la Re­publica, diputados federales, gobernador, diputados locales, Tribunal Superior de Justicia y jueces de primera instancia), el iter prosegufa afuera del munici­pio. Los elegidos a sufragio universal eran en este caso unos electores de segun­do grado (escrutadores de distrito), quienes emitfan su voto en la cabecera de partido, reuniéndose en una Junta General; ésta elegfa una comisión interna, que se encargaba de dirigir los procedimientos de voto, terminando el cual remitfa a las autoridades superiores el paquete con las actas; durante el viaje, el paquete podfa ser alterado fraudulentamente.

La ultima instancia en que se ejercfan influencias sobre el voto era la judicial. Después de las elecciones, los grupos perdedores podfan solicitar la invalida­ción del voto en de term in ad as casillas, con el motivo de procedimientos frau­dulentos, verdaderos 0 supuestos. Si se lograba anular el voto en casillas y colegios electorales, el Ejecutivo podfa nombrar funcionarios interinos, para evitar la vacatio de los cargos. El gobernador podfa recurrir a este medio ex­tremo en caso de desórdenes y amenazas al orden publico. En fin, si los perde­dores asumfan actitudes de franca rebeldfa, recurriendo incluso a las armas, el estado ejercfa la coerción mediante tropas federales y de la Guardia Nacional.

Este retrato de la vida politica local corresponde al perfodo en que se fue definiendo y organizando el ejercicio del sufragio, alcanzando una relativa es-

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tabilidad entre 1880 y 1900. El modela integraba las diferentes fuerzas sociales, reduciendo las tensiones politicas en las practicas formales e informales es­bozadas arriba.

Hay que considerar tal modela coma un invento logrado y funcional, evitan­do las denuncias anacrónicas - y equivocadas - de su arcaismo 0 a-democratis­ma. El sistema del sufragio porfirista era un eficaz medio de expresión de las fuerzas politicas regionales; además, mutatis mutandis, cumplia formalmente con las normas fundament ales de los regimenes republicanos y liberales con­temporáneos. El ejercicio de la representación se desarrollaba, en efecto, en un contexto en que las normas constitucionales y la cultura politica dominante reconocfan coma fundamentos legitimantes la soberania popular y la igualdad juridica del ciudadano frente a las leyes, base de los modernos sistemas libera­les y democráticos. Tampoco es correct 0 ver en el sistema electoral porfirista la práctica autorit aria de una clase dominante, porque existfa una interacción plural - aunque asimétrica - entre actores, en donde los sujetos subalternos jugaban un papel fundamental en la reproducción del sistema, mediante el soporte electoral directo que proporcionaban a la clase politica y, en general, coma eslabón indispensable de la cadena de legitimidades que vinculaba entre si, desde arriba hacia abajo - y vice versa - los diferentes grup os sociales; en este esquema la ventaja para los subalternos consistfa en la posibilidad de ex­presar sus propias demandas y ambiciones utilizando los vinculos de patronaje y las relaciones clientelares: por ejemplo, los campesinas de un pueblo podian abtener la protección de un hacendado poderoso en cambio de sus votos; los peones de una hacienda se veian recompensados por su eficiencia laboral y cumplimiento de las normas clientelares obteniendo mejores servicios y la exención de impuestos, tequios comunales, milicia, etc.

La lógica del sistema aparecerá más clara si se abandona la costumbre arbi­traria de ver 'contradicciones' en donde na hay, por efecto de la impresión que produce el posterior hundimiento del estado porfirista. La no-aplicación apa­rente de los principios constitucionales tiene que ser interpretada coma un necesario compromiso con las estructuras reales de la sociedad; compromiso que deriva de la adaptación del ordenamiento politica liberal, el cual habia sido identificado coma el modelo general de referencia para orientar la con­strucción del sistema politica moderno; tarea que fue asumida, entre el final del siglo XIX y el inicio del XX, por una clase dirigente que na tuvo más remedio que el de negociar y adaptar los preceptos democráticos al contexto politica y social del momento.21

El desarroIlo politica yucateco, además, se caracterizaba por la presencia de agudas tensiones étnicas. No hay que olvidar que Yucatán, unica entre las entidades del pais, conoció los horrores de un sangriento confticto interétnico, la Guerra de Cast as de 1847, cuyos episodios finales tuvieron lugar en 1901;22 su recuerdo era aun muy vivo durante el Porfiriata, manteniendo en las clases dirigentes un rechazo cultural hacia la 'barbarie' indigena. Si pensamos en este pasado na tan remoto, aparecen más comprensibles las limitaciones y los filtros aplicados a la expresión politica de los sectores subalternos, consistent es en la prudente admisión al voto de los indios y el control riguroso de los procesos de elección de los funcionarios publicos.

Los campesinas indigenas, empero, tenian a su disposición el entramado de los lazos patronales-clientelares, cuya eficacia es demostrada por la escasa con-

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testación que suscitaban las prácticas arriba descritas, y por el hecho que, como veremos, después de la empuje democrático de 1909-1911- convertido rápida­mente en aguda desilusión - el objetivo concreto de la actividad politica de los sectores rurales será el de reconstruir desde abajo el viejo clientelismo y patro­naje porfirista, proceso poco visible pero de vasto alcance, con caracteristicas revolucionarias.

EI costo de la legitimidad y la tramp a de la democracia 'necesaria'

La organización del sufragio, como he dicho antes, se fundamentaba en los principios liberales fijados por la Constitución nacional de 1857, la cu al decla­raba que todos los ciudadanos, sin distinción social 0 étnica, eran iguales frente a la ley, y que todos los varones adultos tenian derecho a votar y a ser elegidos para los cargos publicos.

Estos enunciados excesivamente democrático-igualitarios, sacados integral­mente del modelo liberal europeo, chocaban empero contra la estructura so­cial y cultural del pais, cuya población era mayoritariamente campesina, indi­genay analfabeta, distribuida en los grados inferiores de un orden jerárquico. Declarar que un indio ignorante era igual que un criollo ilustrado era conside­rado entonces, simple y sencillamente, una proposición absurda, como recono­dan prácticamente todos los miembros de la clase dirigente del pais.

En efecto, como he mostrado antes, se buscaba crear eficaces mecanismos de con trol para convertir la expresión de la población real en la mitica 'voluntad' del ciudadano, que era la unica forma - en la lógica del sistema liberal - de formar poderes legftimos. Estos poderes actuarian, pues, retroalimentando una constante 'ciudadanización' del pueblo, generando, en el transcurso del tiempo, un pais a la medida de las ambiciones modernizadoras y occidentali­zantes de la élite. Esta aspiración voluntarist a y constructivista, compartida por la clase dirigente liberal surgida de la revolución de Ayutla, descansaba en una fe cuasi-mistica en los principios iluministas hipostasiados en la Revolución francesa, cuyo modelo era objeto de veneración en las logias masónicas y en los drculos literarios e ilustrados.

La incapacidad que mostraron los dirigentes liberales para llevar adelante su proyecto, que era la causa, entre otras cosas, de una persistente inestabilidad politica y subdesarrollo económico del pais, propició la busqueda de otros mo­delos ideológicos en Europa. A partir de 1870, el positivismo empezó a sus ti­tuir el viejo liberalismo doctrinario, proporcionando herramientas más efica­ces para dar impulso a la modernización del pais. La nueva corriente ideológi­ca, fijada en los escritos de Augusto Comte y Herbert Spencer, incorporaba los más recientes desarrollos de las ciencias naturales, integrándolos en una visión coherente, evolutiva y 'cientifica', de la sociedad.23

Muchos liberales mexicanos absorbieron la nueva atmósfera ideológica, otros se pasaron entusiásticamente al positivismo, y una nu eva generación cre­ció embebida de las nuevas ideas, abandonando la vieja y polvorienta parafer­nalia 'metaffsica' de sus padres. Los intelectuales, encabezados por Gabino Barreda, se dedicaron con energia a la tarea renovadora de la cultura nacional. El grupo positivista originario de los aftos setentaincluia, además, a los jóvenes Justo Sierra, Francisco Cosmes y Telésforo Garda.24 Más tarde, a finales de los

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aflOS noventa, se formó un nuevo grupo, el de los 'cientfficos', cuyos miembros más destacados fueron Emilio Rabasa, Rosendo Pineda y José Yves Liman­tour. Rabasa y otro brillante positivista, Francisco Bulnes, destacaron como agudos oradores y polemistas politicos. A partir de los aflOS 1880-90, y más aun después de 1900, los positivistas recibieron el apoyo y la protección de Porfirio Diaz, cuyas prácticas semi-dictatoriales y autocráticas eran justificadas como 'necesarias' para el avance de México hacia el mundo moderno e industrial. El Porfiriato era legitimado primero y fundamentalmente por su cap acid ad efecti­va para organizar el desarrollo nacional.

Lo que no lograron hacer los positivist as fue la aceptación hasta el fondo de las implicaciones de la nueva ideologia, realizando un ajuste y rearticulación integral entre instituciones, cultura politica y referentes ideológicos legitiman­tes del sistema. La adopción del positivismo fue parcial, dejando intacta la Constitución, el viejo simbolismo politico y gran parte del sistema educativo. No hubo absorción 'popular' de elementos positivistas, como habia sucedido antes con elliberalismo y, si se observa el funcionamiento del Porfiriato en el nivellocal, el positivismo destaca por su ausencia.

La paradoja del Porfiriato - que no es precisamente una 'contradicción' -está precisamente en su capacidad ecléctica para absorber y utilizar fuentes divers as de poder y legitimidad, con una gran libertad en la gestión y aplicación de los principios adoptados, la cual es caracteristica de la cultura politica mexi­cana. Si el positivismo servia para tener unas coordenadas más avanzadas para la dirección tecnocrática del desarrollo nacional, el viejo liberalismo seguia proporcionando la legitimidad básica del sistema, funcionando como articula­dor entre fuerzas y niveles de acción politica en todo el pais. Los principios y las prácticas liberales eran la koiné indispensable para la comunicación y la repro­ducción, en todos los niveles, del sistema. Asi, cuando los 'cientificos' - el gru­po positivista limantouriano -lograron finalmente instalarse en los puestos de mando, después de 1900, intentando aplicar al pie de la letra los nuevos princi­pios, suscitaron perturbaciones estructurales en todo el pais, como es evidente en la crisis politica yuca te ca que se analiza aquf.

Asumiendo directamente la responsabilidad de la gestión del pais, los diri­gentes 'cientfficos' se atascaron finalmente en un embrollo que se podria defi­nir como la tramp a de la 'democracia necesaria '. Esta consistió en la aceptación de la tarea democratizadora impuesta por los referentes ideológicos legitiman­tes, liberales, más manteniendo un caracteristico elitismo excluyente - extre­mizado por los positivistas - y el sistema práctico, clientela-corporativo, de organización del consenso politico, cuyos procedimientos he descrito anterior­mente. Inftuida también por el evolucionismo positivista, la clase dirigente del Porfiriato tardio necesitaba acelerar la transformación democrática de la socie­dad, siendo, sin embargo, incapaz de actualizar las mecánicas politicas del sis­tema.

Para entender estas paradojas y, finalmente, la crisis terminal del régimen porfirista, es necesario examinar más de cerca a las prácticas electorales, obser­vando las sefiales de cambio y los ajustes realizados en el sistema hasta 1911.

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Crisis de adaptación y colapso del sistema porfirista

El cambio en las prácticas electorales en Yucatán fue marcado por las eleccio­nes de 1897, para decidir la reelección del viejo hacendado Carlos Peón Ma­chado 0 bien la elección del carismático general Francisco Cantón a goberna­dor del estado. En 1897 Mérida se convierte, por primera vez, en un punto de convergencia masiva del 'pueblo politico': los grandes electores y lideres de la clase politica apelan en masse a sus clientelas y partidarios, 'cantonistas' y 'pe­oncistas', para escenificar un drama auténticamente democrático.

Desde el comienzo de la campafta electoral, se fundan numerosos clubes y secciones, que son células activas de movilización en barrios urbanos y pueblos rurales; cientos de peones y clientes son acarreados en trenes hacia las cabece­ras de distrito y hacia Mérida, en donde formarán el micleo de imponentes manifestaciones politicas, en favor de uno u otro candidato. El gobierno, arras­trado por esta expansión repentina del espacio politico, sigue las prácticas de la oposición cantonista, organizando mitines, manifestaciones, propaganda masi­va, y recolectando incluso 36,000 firmas de 'ciudadanos liberales', en favor de Carlos Peón.25 El 11 de agosto, la movilización encuentra su momento más dramático en la masacre de la plaza de las armas, con un saldo de siete muertos y decenas de heridos. Considerado responsabIe de los hechos, Carlos Peón fue obligado a renunciar.26

De 1897 en adel ante la movilización de las masas politica se convierte en un ingrediente sine qua non para legitimar la formación de los poderes publicos en el estado, con un crescendo cada cuatro aftos hasta las imponentes elecciones de 1909 y 1911; las primeras destacaron por su magnitud en el ámbito nacional, y fueron denunciadas por el senador Francisco Bulnes como una de las peores manifestaciones regionales del desbordamiento demagógico del pais.27 El pun­to clave aqui es entender porque la movilización de las masas fue asumida como necesaria por la clase politica y, paralelamente, aceptada y secundada por los sectores subalternos hasta adquirir el valor de medida de legitimidad 'popular' para el sistema.

De todos los posibles ángulos interpretativos, he escogido una perspectiva histórico-sociológica, sin pasar por alto la inftuencia ejercida por aIgunos cam­bios estructurales del sistema económico regional. Primero, hay que tener en cuenta el imaginario politico, a cuyas tensiones internas me he referido antes. Segundo es preciso delinear el cambio estructural de la sociedad, evidenciando su potencial sub vers ivo en contra de las estructuras del sistema, cuando estas se muestran demasiado refractarias al cambio mismo. Los factores están entrela­zados entre si, en la medida que el imaginario de la clase dirigente inftuye en las decisiones y la aplicación de una politica de desarroIlo determinada, la cual, a su vez, modifica y canaliza los cambios de la sociedad.

Obsérvese por ejemplo la progresión de los comentarios alrededor de las elecciones regionales, hechos por los gobernadores del estado cada cuatro aftos. En 1902 Francisco Cantón, antes de dejar el mando a su sucesor, Ol ega­rio Molina, dijo:

... al mediar el ano próximo anterior [sic] se pusieron en movimiento las masas electorales para cumplir finalmente la función democrática del sufra­gio, como en efecto se verificó ... Con positiva complacencia puedo acertar

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que el ejecutivo de mi cargo ... tendió con todo empefio a garantizar el ejercicio de libre elección y a facilitar y proteger las reuniones que se reque­rian para tal fin. También me es grato hacer constar que ... ni en un solo momento se perturbó la paz, habiendo reinado todo el orden que era de desearse.28

Cantón estaba evidentemente satisfecho por el cumplimiento escrupuloso del ritual democrático, senalando sin embargo como es te se habîa desarrollado en perfecta orden y tranquilidad. Cuatro anos más tarde, en enero de 1906, Olega­rio Molina, en ocasión de su reelección, fue aun más explicito en reconocer y aprobar el 'despertar de las masas':

.. . la elección para gobernador ocasionó apasionamientos y excitaciones, formándose dos elementos contendientes que presentaron al publico sus respectivos candidatos ... Si, pues ... el pueblo yucateco salió de su indife­rentismo y se Ie vió congregarse anticipadamente para designar sus candi­datos y luchar por ellos ... debemos felicitarnos, porque esto indica un ade­lantamiento en la práctica de nuestras instituciones democráticas.29

Cuatro anos después, en enero de 1910, el gobernador interino Enrique Munoz Arîstegui, recién electo para el mandato 1910-1914, se expresó de una forma muy similar sobre las movilizaciones del otono de 1909, agregando observacio­nes sociológicas en perfecto estilo positivista:

.. . El analfabetismo de las clases obreras, casi absoluto ha ce treinta afios, ha ido cediendo el paso a la ilustración que cada dia engruesa sus falanges, formando ciudadanos aptos para el ejercicio de la democracia. Por esa cada vez son más numerosos los grupos contendientes en las labores electo­rales para las cuales convocan los que pudiéramos llamar grupos directores de la politica. Tal fenómeno es signo de fuerza y de conciencia social que despierta en todo criterio demócrata la más amplia y sincera satisfacción'. 30

Estos comentarios no son, naturalmente, una prueba del cambio socio-polîtico en acto, pero son sumamente significativos, pues muestran como la clase diri­gente regional estaba consciente de la metamorfosis democrática incipiente, prevista por el mandato imperativo de la ideologîa liberal y positivista. La percepción del cambio es enteramente positiva, y expresa en forma sincera una satisfacción por el progreso polîtico regional. GEn qué consistîa realmente este progreso y de donde provenîa?

La metamorfosis 'democrática' senalada por los gobernadores es el produc­to de transformaciones estructurales: económicas, sociales y culturales. Duran­te el perîodo crucial de 1900-1910 éstas se inscriben fundamentalmente en cuatro rubros: modernización productiva, urbanización, proletarización y pro­greso educativo.

A partir de 1900, frente a las ftuctuaciones del mercado y de los precios del henequén, se hiza más evidente la necesidad de modernizar la producción y reglamentar la comercialización de la fibra vegetal y, asimismo, disminuir la dependencia de la región del monocultivo. Las tensiones provocadas por esta exigencia agudizaron las fracturas existentes dentro de la clase empresarial, pues la reestructuración económica implicarîa la expulsión del mercado de los

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productores medianos y pequefios, y la marginalización de los hacendados más tradicionalistas. Con la elección de Olegario Molina, en 1902, finalmente, se dio impulso a una vigorosa fase reformista que generaria en pocos afios cam­bios profundos, poniendo en crisis el precario equilibrio de poder entre clanes y la relación patronal en las haciendas, extendiendo la autoridad del estado centra 1 y el poder del clan Molina-Montes, vinculado con el presidente Porfirio Diaz y el grupo reformador positivist a nacional.

Olegario Molina fue apoyado por un amplio sector progresista de la élite empresarial regional, reunido, a partir de 1909, en la sociedad 'Liga de Acción Social'. Uno de los principales objetivos de éste era reducir el numero de los peones acasillados, que eran más de 80,000 en 1900, sustituyéndolos parcial­mente con trabajadores contratados 0 braceros: la combinación de presiones estructurales y acciones program ad as, en efecto, redujo el numero de la mano de obra tradicional a 49,000 peones en 1910. El proletariado agrfcola de los braceros, por converso, se expandió enormemente, también por efecto de la privatización y lotización de tierras ejidales, que privó a muchos campesinos de un acceso seguro a la tierra. Las estadisticas registraron también una baja gene­ral de la población 'agrfcola', de 73.3 por ciento a 60.6 por ciento, por efecto la expulsión de peones de las haciendas, la desaparición de tierras comunales y la consiguiente aftuencia de ex-peones y ex-campesinos a la economia precaria e informal de los centros urbanos.31

Las transformaciones estructurales de la sociedad se manifestaron también en el aspecto demográfico. En la primera década del siglo, que acelera las tendencias de la anterior, Yucatán aumentó su población de 310,000 habitantes a 340,000; en 1900; 4.7 por ciento de estos vivia, en 1900, en centros 'urbanos', es decir, demás de 4000 habitantes, porcentaje que subió a 26.7 por ciento en 1910; Mérida en particular via crecer su población de 37,000 a 63,000. Los datos sugieren una creciente movilidad social de la población, en el contexto de los cam bios económicos arriba sefialados.

Pero quizás el cambio más significativo se dio en el campo educativo. Las estadisticas sefialan una baja del numero de analfabetos de 77.2 por ciento en 1900 a 70.0 por ciento diez afios más tarde, continuando una tendencia presen­te desde finales del siglo anterior, cuando posiblemente (1880) se registraban porcentajes de analfabetismo de alrededor de 85 por ciento. Estos datos indi­can que en 1910 casi la tercera parte de la población - incluyendo parte de la población rural - sabia hablar, leer y escribir en espafiol, en oposición a los demás yucatecos, que eran generalmente indios mayas analfabetos.

i., Qué significado tiene el avance que se observa hacia un modelo poblacio­nal caracterizado por más movilidad social, urbanización y alfabetización/his­panización? Segun mi hipótesis estos cambios son uno de los elementos-clave que explican la ruptura del sistema politico porfirista.

El aumento del porcentaje de hispanohablantes, con acceso a la cultura polf­tica nacional de la élite, y paralel a participación más activa en la polftica for­mal, indica que se está asistiendo a la expansión paulatina del demos de los ciudadanos, fenómeno auspiciado tantas veces por los dirigentes liberales, y luego positivistas, del pais. El demos de tipo moderno, más exigente, movedizo, abandonarfa rápidamente los mecanismos patronales-clientelares más tradi­cionales, provocando una crisis estructural del sistema de transmisión del con­senso perfeccionado durante el Porfiriato. Los ciudadanos 'ilustrados', educa-

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dos, no se dejarfan manipular con los medios aplicables a los analfabetos igno­rantes, y expresarfan a viva voz su descontento por injusticias y fraudes, no tanto por una actitud más independiente, sino por la conquista de herramientas politicas y culturales antes monopolizadas por las élites. En 1909 un lfder politi­co sefialó: 'El pueblo de hoy no es el de hace treint a afios: conoce sus obligacio­nes y sus derechos'.32 (,Cómo reaccionó la clase politica frente a este desaffo? (,En qué manera el cambio sociocultural hubiera podido integrarse en el siste­ma sin provocar su fractura ?

Es importante, primero, considerar la manera en que los cambios verificados de 1900 a 1910 produjeron efectos politicos. El aumento del demos repercute en una expansión del cuerpo electoral, amplificada por la bûsqueda activa, por parte de la clase dirigente, de nuevos contingent es de votos y actores clientela­res. La práctica ciudadana y los cam bios culturales antes sefialados aceleran, además, la penetración hacia abajo de los sfmbolos e instrumentos liberales y democráticos, los cuales son absorbidos, refuncionalizados y utilizados por los sectores sociales subalternos - de manera instrumental, no ideológica - como instrumentos de diálogo y de acción.

Esta incorporación progresiva muestra concretamente su potencial subver­sivo en las elecciones para gobernador de 1909 y de 1911, que he estudiado detalladamente.33 En estos dos episodios, la movilización de las masas se ex­tiende hasta los rincones más remotos del estado, y asume la forma de una contienda catalizadora para la definición y ejercicio de las nuevas armas politi­cas. El vehfculo principal de transmisión de estas fue el Centro Electoral lnde­pendiente (C.E.!.), 'un partido politico con ideas democráticas'34 fundado en 1909; este era una nueva versión más 'popular' del viejo cantonismo, bajo el liderazgo del joven escritor y abogado Delio Moreno Cantón.

El C.E.!. fundó un Comité centra I ('Club Progresista') y un órgano oficial, El Sufragio, recibiendo en pocas semanas 5000 firmas de adhesión; organizó, ade­más, una extensa red politica con secciones ('subcomités') en todos los pueblos y ramificaciones hasta las rancherfas y haciendas del campo. Los militantes morenistas convocaban reuniones de campesinos, peones y artesanos, difun­diendo el mensaje democrático mediante eillamado a los principios constitu­cionales y la instrucción sobre las practicas electorales.35 Frecuentemente los mftines se combinaban con marchas y 'asaltos' simbólicos a los edificios del ayuntamiento, policfa y casas de los acaudalados partidarios del régimen. A veces las columnas morenistas chocaban en contra de manifestaciones adver­sarias, produciéndose violentas trifulcas.

En 1909 y en 1911 se observa claramente como el ensanchamiento de la movilización popular se desborda de las tradicionales redes clientelares, para asumir la forma de un movimiento a la vez más vasto y más enfocado en las dimensiones municipales. El resultado es la quiebra de los mecanismos tradi­cionales de captación de la voluntad del demos, afectando incluso los sagrados vfnculos patronales en las haciendas. Por ejemplo en 1911, en la hacienda Ci­tincabchén (municipio de Chapab), los peones protestaron porque en contra de su voluntad, el encargado habfa llenado las boletas electorales en favor de Pino Suárez, en lugar de hacerlo para Delio Moreno Cantón, como ellos querf­an.36

El nûmero de los movilizados es enorme - se calcula que en 1909 votaron 78,000 personas y 63,000 fueron los votantes en 1911 (96 por ciento y 77 por

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ciento, respectivamente, del cuerpo electoral); con tales cantidades, las reunio­nes y mftines asurnen proporciones de masas, con miles de partidarios reco­rriendo las calles y las plazas con sfmbolos, pancartas y carteles que los identifi­can con un bando politico; muchas veces estos recorridos llevan a toda la po­blación de un pueblo 0 rancherfa hacia la cabecera municipal, para manifestar­se frente a las autoridades del estado; además, hay una circulación capilar de folletos, manifiestos y periódicos politicos, que pasan de una manD a otra y son lefdos en reuniones politicas a los analfabetos; en estas hojas, redactadas a veces por militantes de clase media baja, puede manifestarse un radicalismo sin precedentes, que invoca la destitución de autoridades politicas, distribución de tierras, derechos laborales y ciudadanos, la implementación de enérgicas re­formas institucionales; tales demandas despiertan el pavor de las élites tradi­cionales, las cu ales denuncian la demagogia irresponsable de los dirigentes morenistas. 37

Por primera vez, notan los contemporáneos, los partidos politicos presentan sus programas de manera ordenada y formal, y el C.E.I. organiza incluso elec­ciones internas para elegir sus cuadros - incluyendo a los más bajos - y su candidato oficial, dando asf el ejemplo en primera persona de las prácticas democráticas que era necesario implementar.38 Paralel amen te, el c.E.I. cons­truye su extensa red de secciones, en la cual se estrena una nueva clase politica emergente, destinada a confluir, pocos afios más tarde, en el Partido Socialista de Yucatán. La velo cid ad con que el c.E.I. logró echar andar su maquinaria politica -luchando en contra del hostigamiento oficial- indica que el morenis­mo fue capaz de absorber el nuevo estrato de ciudadanos educados, en grado de entender y usar las nuevas herramientas politicas que ofrecfa la situación del momento. En los municipios rurales, este sector se organiza, creando es­tructuras de poder paralelas bajo la denominación morenista, pero esencial­mente locales, como 10 demuestra la persistencia de las mi sm as una vez que el C.E.I. fue eliminado del juego politico, entre 1911 y 1913; entonces, cuando los dirigentes superiores abandonaron el movimiento 0 se volvieron conservado­res, la base se radicalizó rápidamente, amplificando la movilización popular revolucionaria.

En el pequefio pueblo de Abalá, por ejemplo, la oleada morenista llevó a la formación de un club ('subcomité') local del C.E.I. cuya mesa directiva estaba compuesta por campesinos mayas del pueblo; en conjunto, se puede calcular que 40 0 50 campesinos y artesanos se congregaron para formar un pequefio grupo politico, el cual se expresó en las elecciones de 1911 en favor de Delio Moreno Cantón.39 La distribución de los votos indica que los vecinos de Abalá estaban aprovechando la momentánea apertura politica para luchar en contra de Carlos Peón Machado, el poderoso propietario de la hacienda Temozón, en la cu al estaba enclavado el pueblo.40 El objetivo de la contienda era la supervi­vencia misma del pueblo, para evitar que fuera 'engullido' por Temozón, como habfa sucedió una década antes con el pueblo cercano de San Antonio, vfctima de la expansión de la hacienda Cacao. En este caso, la rivalidad politica exis­tente entre Carlos Peón y los demás hacendados municipales - de filiación cantonista - era aprovechada por los campesinos de Abalá para defenderse, negociando su apoyo politico al movimiento morenista. Afios más tarde esos misrnos individu os politizados encontrarfan un nuevo instrumento de acción politica municipal en la estructura del Partido Socialista de Yucatán.41 Con el

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socialismo, en efecto, se abririan oportunidades nuevas para negociar la posi­ción polftica y económica del pueblo en ámbito local.

AIgunos investigadores dirian que este es el momento de gestación y apari­ción del 'caciquismo' en el sentido moderno de la palabra.42 Es cierto que en estos anos aparecen, nuevas figuras de hombres fuertes locales, capaces de movilizar la población de municipios e incluso distritos rurales: Abalá por ejemplo, tuvo lfderes reconocibles como 'caciques' a partir de 1917. Sin embar­go, parece poco oportuno abusar del término 'cacique' hasta cubrir cualquier forma de liderazgo surgida desde abajo, pues en muchos pueblos y distritos no se observa realmente su presencia; además, los 'caciques' no constituyen el elemento verdaderamente fundamental de la transformación polftica que ob­servamos. Es más importante el impacto psicológico y organizativo del movi­miento morenista, que actua como catalizador, favoreciendo el ejercicio de la práctica ciudadana, y un util entrenamiento para la acción polftica. Con el fraude electoral de septiembre de 1911, organizado por José Maria Pino Suárez en contra de Delio Moreno Cantón,43 ca en las ilusiones 'democráticas' de los vecinos, pero no su capacidad y determinación para actuar en el campo polfti­co; esto permite la consolidación de redes corporativas y clientelares nuevas, cuyo entramado se construye principalmente desde abajo, y no desde arriba, como sucedfa antes. Los patrones de antano dejan ellugar a los lfderes surgidos de la base pop uI ar, los cuales pueden crear vfnculos polfticos verticales con las instituciones del estado revolucionario, negociando en favor de su clientela local.

En efecto, los vecinos politizados de Abalá demuestran, a partir de 1917 una extraordinaria habilidad negociadora, que les permite ocupar una posición do­minante en el ámbito municipal, obteniendo recursos de las haciendas circun­vecinas y utilizando como arm as eficaces las estructuras locales del Partido Socialista de Yucatán, las cuales proporcionan poderosas herramientas retóri­cas y organizativas. Entre el pueblo y los poderes polfticos superiores se esta­blecerá entonces una especie de reciprocidad vertical-legitimidad y consenso hacia arriba, legalidad y respaldo hacia abajo - mediante la cu al se va configu­rando, poco a poco, el nuevo orden posrevolucionario.44

En retrospectiva es necesario, finalmente, sefialar la naturaleza instrumental y estratégica de la movilización democrática de 1909-1911, si la observamos desde la perspectiva de los sectores populares. No se trataba tanto de reivindi­car ideologfas, 0 derechos abstractos, sino de ere ar espacios polfticos concretos para redistribuir porciones de po der y recursos, tanto al interior de la clase dirigente como entre esta, las clases medias y las clases populares.

El efecto más importante de las movilizaciones de 1909-1911, para el génesis de la moderna cultura politica mexicana, fue el reequilibrio de los sistemas corporativos-clientelares, que permite un mayor poder de negociación desde abajo; este sistema se consolidará más tarde con la absorción de todas las redes clientelares en el aparato del partido Socialista yucateco primero y, fin almen te, del Partido Revolucionario Institucional.

* * * Franco Savarino <[email protected]> doctor en historia por la Universidad de Génova y por la Universidad Nacional Autónoma de Méxi-

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co, es profesor de la Escuela Nacional de Antropologfa e Historia (México). En 1996 su tesis Pueblos y nacionalismo recibe el prestigioso premio nacional de historia 'Salvador Azuela'. Sus investigaciones e intereses actuales se enfo­can en la historia contemporánea de México, bajo la perspectiva del cambio de la cultura y las prácticas polfticas locales, formación del estado y movimientos sociales.

Notas

1. Para un resumen general de los estudios véase E. Florescano, El nuevo pasado Mexicano, 1992, pp. 49-178; cfr.también una antologia de estudios regionales sobre Porfiriato y Revolu­ción: T. Benjamin y M. Wasserman (coords.), Historia regional de la Revolución Mexicana, 1992, pp. 139-187.

2. Por 'cultura politica' entiendo el conjunto de actitudes y prácticas politicas conscientes 0 in­conscientes y la ideologia que las sostiene y racionaliza, cuyos limites configuran la esfera del ejercicio simbólico del poder publico. No es mi propósito entrar aqui en una discusión teórica: como ejemplo del vasto campo de estudios se puede sefialar, para el caso mexicano, el impor­tante trabajo historiográfico - sobre el siglo XIX - de Fernando Escalante Gonzalbo, Ciuda­danos imaginarios, 1992; cfr. también las recientes contribuciones - politológicas y sobre la época contemporánea - de Ilán Bizbeg, 'Legitimidad y cultura politica: una discusión teórica y una revisión del caso mexicano', en RMS, 1/97, pp. 3-18 y Victor M. Durand Ponde, 'Cultura politica de masas y cambio del sistema politico: el papel de la "ambigüedad cultural" " en ibid., pp. 19-35; véase también la antologia de ensayos multidisciplinarios contenidos en Wil G. Pansters (ed.), Citizen ofthe Pyramid. Essays on Mexican Political Culture, 1997.

3. Luis González y G., Pueblo en Vilo, 1984. EI análisis de la politica local es más desarrollado en los estudios que toman como punto de partida la situación contemporánea: por ejemplo, cfr. Jorge Pádua N. y Alain Vanneph, Poder local, poder regional, 1986, especialmente pp. 13-56.

4. La clase dirigente 0 clase politica del pais puede ser estudiada adoptando el modelo de Gaeta­no Mosca, que sefiala las funciones especificas que cumplen las minorfas detentoras del poder: cfr. G. Mosca, La classe politica, 1994. 'Oligarquia', sobra decido, es una categoria diferente que combina rasgos elitistas politicos, sociales y económicos, en un sentido más amplio; los 'patricios' y los 'notables', en cambio, son los miembros de las élites municipales, que incluyen los propietarios agrfcolas, grandes y medianos, y las clases medias locales.

5. Guerra, México: del Antiguo régimen a la Revolución, 1988, voLI 6. EI trabajo de Gilbert Joseph y Allen Wells sobre Yucatán, importante contribución sobre este

tema, se situa, a mi manera de ver, en una perspectiva reduccionista, en cuanto, si bien sefiala el aspecto innegable de las elecciones como terreno de contienda entre grupos oligárquicos, no logra valorar la participación positiva de los subalternos, sefialando la 'realidad manipula­dora de la maquinaria polftica' (G. Joseph y A. Wells, 'Clientelism ... ' en Wil G. Pansters (ed.), Citizens ofthe Pyramid ... , 1997, p. 71.), 0 bien concentrando la atención en los grupos urbanos - pasando por alto 0 subvalorando la participación de los grupos rurales, mayoritarios - y declarándolos incapaces de llevar adel ante algun cambio polftico sustantivo. La participación campesina aparece sólo en forma de guerrilla y violencia desordenada, 'en resumen, una serie de revueltas locales ... y faltas de coordinación' (G. Joseph y A. Wells, 'Yucatán. Politica de élite e insurgencia rural', en T. Benjamin y M. Wasserman (coords.), Historia regional de la Revolución mexicana ... , 1992, p. 142). EI resultado es que la Revolución auténtica consistiria, segun los autores, en la acción reformadora implementada desde arriba por los constituciona­listas en 1915.

7. En 1910 habia en Yucatán 78 municipios, que incluian a: siete 'ciudades', 19 'villas', 172 pue­blos y 1172 haciendas; el estado tenia una población total de 340,000 habitantes, 73 por ciento de los cuales vivian en comunidades 'rurales' , es decir, con menos de 4000 habitantes: Censo y división territoria/. .. 1910, 1918. En realidad, el unico poblado con caracterfsticas realmente 'urbanas' era Mérida.

8. Aqui me refiero al 'cacique' como un intermedia rio politico, un lider local que permite la articulación de los diferentes niveles culturales y de acción polftica, situándose como eslabón fundamental en la cadena clientelar que une la clase dirigente con los sectores subalternos.

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9. Fernando Escalante G. muestra el proceso de definición, en el siglo XIX, de los aspectos jerárquicos, patronales, de las haciendas mexicanas, que prepararfa el terreno para la sucesiva conversión de éstas a clientelas electorales: Ciudadanos Imaginarios, 1992, pp. 75-95.

10. En Yucatán no existfan estructuras politicas locales que se escaparan de esta vinculación vertical a la clase dirigente; esta provenfa directamente de las grandes familias de hacendados, empresarios y comerciantes, principalmente henequeneros - el henequén era el producto comercial principal del estado - cuyos miembros más dotados ocupaban regularmente los cargos de gobernador, diputados y jefes politicos. La homogeneidad social aparente de la clase politica era matizada, sin embargo, por la rivalidad económica estructural y la contienda por el poder que existfa entre las grandes familias henequeneras: los confiictos que se genera ban asumfan la forma doble de lucha entre familias, clanes asociados en facciones ('camarillas') y 'grandes' facciones ('liberales' , 'conservadores', etc.), la cual arrastraba consigo la moviliza­ción de los demás grupos sociales.

11. Para Raymond Buve el patronaje es 'una relación directa de canje entre dos actores de status y orden desiguales', R. Buve, 'Transformación y patronazgo politico en el México rural', en A. Annino y R. Buve (coords.), El Liberalismo en México, 1993, p.146. La dase dirigente yucate­ca utilizaba la palabra patronato para referirse a tales relaciones asimétricas, especialmente las que existfan entre los hacendados y sus peones acasillados, que expresaba de manera más dara los vfnculos personales, el simbolismo jerárquico y las obligaciones de reciprocidad entre patrones y subordinados. Sobre la naturaleza del clientelismo véase Steffen W. Schmidt et al. (eds.), Friends, Followers and Factions ... , 1977.

12. Cff. A. Annino, 'Il patto e la norma .. .', Nova Americana, 5, 1982, pp. 135-175. 13. Cff. el caso argentino estudiado por Hilda Sábato, 'Citizenship, Political Participation and the

Formation of the Public Sphere in Buenos Aires, 1850s-1880s', Past and Present, 136, August 1989, pp. 139-163.

14. Constitución Polîtica del Estado de Yucatán, 1870, 1889, arts. 1,8 Y 9. La Constitución de 1870 fue reformada parcialmente en 1905, y sustituida con una nueva solamente en 1918.

15. Ibid., art. 14, I, IV. 16. Ley reglamentaria para las elecciones populares, 1911, art. 1. 17. Ibid., arts. 2, 3, 8-11. 18. Ibid., art. 12. 19. Ibid., art. 4. 20. Ibid., art. 21. 21. Los dilemas de la dase dirigente liberal se discuten en Femando Escalante G., Ciudadanos

imaginarios, 1992, pp. 189-206. 22. La Guerra de Castas estalló en 1847 entre los campesinos indfgenas de la zona oriental de la

penfnsula, convirtiéndose en pocos meses en una lucha apocaliptica de los 'ladinos' (criollos, mestizos más indios occidentalizados) en contra de los 'indios bárbaros', causando la muerte 0

huida de 200,000 personas y la ruina de la economfa regional. 23. Cff. Charles Hale, La transformación delliberalismo en México afines del siglo xix, 1991. 24. Ibid., p. 51. 25. F. Savarino, Pueblos y nacionalismo ... , México, pp. 262-264. Las firmas - gran parte de las

cuales de analfabetos - fueron recolectadas fraudulentamente por los oficiales empadronado­res antes de las elecciones.

26. E. Urzáiz, Del Imperio a la Revolución, 1971, pp. 131-138. 27. La quiebra del Porfiriato empezó en el ámbito regional, en tres estados: Sinaloa, Morelos y

Yucatán, en donde la oposición se habfa organizado logrando un vasto apoyo popular para sus candidatos, respectivamente, Patricio Leyva, José Ferrel y Delio Moreno Cantón. Todos ellos eran la cabeza personal de movimientos independientes, pero existfa una dara vinculación con el reyismo, el movimiento politico encabezado por el general Bemardo Reyes, y organiza­do en el 'Partido Democrático', que desafió a la dictadura porfirista entre 1908 y 1909. El c.E.l. yucateco adoptaba un estilo francamente reyista. Cff. Fracisco Bulnes, El verdadero Diaz y la revolución, 1992, cap. IX.

28. Mensaje de F. Cantón al Congreso Estatal en 'La renovación de poderes', RDM, 9-1-1902. Antes el gobemador habfa expresado opiniones similares, en sus memorias de gobierno sefia­lando como ' ... el pueblo se va educando en las prácticas democráticas y ejerce sus derechos y deberes civicos correctamente dentro de la ley.', Memoria ... , 1902, p. 8.

29. Mensaje ... 1906,1906, pp. 5-6. 30. Mensaje ... I9IO ... , 1910, p. 12.

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31. Estadisticas Históricas de México.1990. vol. I. Cfr. el análisis detallado de los datos estadisticos en F. Savarino. Pueblos y nacionalismo .... 1997. pp. 235-244. La privatización de las tierras comunales (ejidos). consideradas como un lastre colonial por la clase dirigente liberal. es un fenómeno que conoció todo el pais a 10 largo del siglo XIX y el principio del XX. hasta la revitalización del principio ejidal efectuada por la Revolución entre 1917 y 1940.

32. R. Reyes Barreiro. Farsa politica en Yucatán ... , 1909. 33. F. Savarino, Pueblos y nacionalismo ... , 1997, pp. 283-317. Las eIecciones anteriores (1905), en

las cuales aparecen algunas sefiales embrionarias de movilización masiva, han si do estudiadas por G. Joseph y A. Wells, 'Clientelism and the Political Baptism ofYucatan's Working Classes, 1876-1929', en Wil G. Pansters (ed.), Citizens ofthe Pyramid ... , 1997, pp. 66-106.

34. Henry Baerlein, México, The Land of Unrest, 1913, p. 110. 35. Cfr. por ejemplo el folleto Centro Electoral Independiente .... 1911. 36. Archivo municipal de Abalá. c. 70, leg. 116, expo 2, Chapab, 6 y 16-IX-1911. 37. Por ejemplo, en enero de 1912, el gobernador, Nicolás Cámara Val es denunció que: '[EI parti­

do morenista 1 por medio de agitadores sin conciencia, y abusando de la ignorante credulidad de los jornaleros de campo, hizoles creer que del triunfo de su causa dependia que se convirtieran en duefios abso/tttos de todas las tierras y plantios, produciendo en el/os una excitación idéntica a la que determinó la guerra de castas en el siglo pasado.'

38. EI programa polftico del C.E.I. fue publicado en julio de 1909 por dos periódicos locales: La Revista de Mérida y El Sufragio: sus propuestas más significativas, enunciadas en once puntos, hacfan hincapié en los derechos soberanos del estado, la división de los poderes, el fortaleci­miento de los municipios, la limitación de los poderes arbitrarios de los funcionarios publicos (especialmente los jefes polfticos), reformas radicales del sistema judicial y un fuerte llamado a la intervención del estado para organizar el desarroIlo económico. La agenda polftica 'an­cha' del C.E.I. incluia propuestas más radicales, que no aparecfan en ei texto oficial, pero que fueron objeto de activa propaganda en los sectores populares. Lo anterior parece indicar que, lejos de buscar un mero 'regreso delliberalismo polftico de Juárez' (G. Joseph y A. Wells, 'Yucatán .. .', 1992, p. 174), el C.E.I. apuntaba a profundas.reformas polfticas y sociales, para modificar el sistema porfirista en sentido 'democrático' (en el contexto de la época), respetan­do las libertades y las autonomias locales; la clara reivindicación de alguna forma de interven­ción publica en el campo económico, incluso, anticipaba las funciones que asumirfa posterior­mente el estado social revolucionario: F. Savarino, Pueblos y nacionalismo ... , 1997, pp. 295-297. Es sorprendente como los historiadores de tendencias marxistas, en cambio, hayan pasa­do por alto el carácter revolucionario mutatis mutandis del C.E.I., tan solo porque éste no se inclinaba hacia 'cam bios significativos en la estructura del monocultivo regional': G. Joseph y A. Wells, Summer of Discontent, Seasons of Upheaval ... , 1996, p. 189. Cabe sefialar que si en 1909-1911 no se expresaron demandas de este tipo, fue porque las prioridades polfticas, inclu­yen do las más genuinamente populares, apuntaban a objetivos diferentes, no tanto socio­económicos, sino más bien socio-polfticos.

39. Abalá, pequefio poblado rural situado 39km al SUf de Mérida, tenia 342 habitantes en 1910, que eran solamente el 10 por ciento de la población municipal, la cual se concentraba en las ocho grandes haciendas henequeneras circunvecinas: Censo y división territoriai ... 1910,1918. EI Archivo municipal de Abalá (ubicado en el Archivo General del Estado de Yucatán) pro­porciona abundante información sobre la actividad polftica en el pequefio pueblo durante las primeras décadas del siglo XX.

40. Abalá perdió su ejido en 1887 y, a partir de 1895, quedó como una enclave dentro de la hacien­da Temozón, cuyo propietario ejercfa una autoridad casi absoluta sobre el pequefio pueblo, influyendo, entre otras cosas, en la elección de las autoridades municipales. En 1911, cuando Peón apoyó abiertamente a Pino Suárez, los vecinos de Abalá se manifestaron en favor de Delio Moreno Cantón. En conjunto, en el municipio de Abalá votaron por Cantón las hacien­das de Peba, Sihunchén, Uayalcéh, Mukuyché, Yaxcopoil, Cacao y San Pedro Ochil, cuyos propietarios eran cantonistas y enemigos polfticos de Peón.; Temozón, en cambio, votó en bloque por Pino Suárez:

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Casillas con haciendas Votos Propietarios Facción DMC JMPS

12 PEBA Rivera Trava Hnos. C Sihunchén Nicanor Espinosa C 78 0 22 UAYALCEH Catalina Gleadell C Mukuyché Joaquin Peón C 241 0 32 YAXCOPOIL Fernando Cervera C 52 0 42 CACAO José Maria Ponce C S. Pedro Ochil Alejo Pérez C 116 0 52TEMOZÓN Carlos Peón Machado LP 10 157 (i!! ABALÁ Maxal Patricio Sosa ? 59 2

LP liberal peoncista. C = cantonista. DMC = Delio Moreno Cantón. JMPS = Pino Suárez. Fuente: DO 4317., 16-XII-1911; otros datos provienen del Archivo municipal de Abalá.

41. F. Savarino, Pueblos y nacionalismo ... , 1997, pp. 292-293 Y 384-385. 42. Cff. G. Joseph, Revolución desde afuera, 1992. 43. Francisco Madero designó en 1909 como jefe del antirreleccionismo yucateco al abogado

J.M.Pino Suárez, el cual, después de la caida de Diaz ocupó el cargo de gobernador interino del estado. En septiembre de 1911 Pino compitió con Delio Moreno Cantón para la silla gubernamental, realizando un gigantesco fraude, que suscitó una oleada de indignación gene­ral en Yucatán y denuncias en el resto del pais. Dos meses más tarde, Pino renunció a su cargo para ocupar el de vicepresidente de la republica.

44. Cff. F. Savarino, 'Identità etnica ... ',1991, p. 258 Y ss., Y F. Savarino, Pueblos y nacionalismo ... , 1997, pp. 383-389. EI intercambio consiste en el reconocimiento, por parte del estado, del poder efectivo nacido en ámbito local, aceptando la elección de los lideres a funcionarios municipales y dirigentes de la sección local del partido y la legalidad de los actos, más 0 menos arbitrarios, de éstos; en cambio, los lideres dirigen ordenadamente el fiujo de los votos y garantizan el apoyo de la base, fortaleciendo la legitimidad de las instituciones revoluciona­rias.

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