efectos de la producción de recursos naturales sobre el

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0 Efectos de la producción de recursos naturales sobre el conflicto armado colombiano, un estudio sobre la producción de banano y el nivel de violencia en el Eje Bananero de Urabá. Memoria de Grado para optar por el título de Economista Por: Karen Mendez Herrera Director Hernando Zuleta Universidad de los Andes 2016

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Efectos de la producción de recursos naturales sobre el conflicto armado colombiano, un

estudio sobre la producción de banano y el nivel de violencia en el Eje Bananero de Urabá.

Memoria de Grado para optar por el título de Economista

Por:

Karen Mendez Herrera

Director

Hernando Zuleta

Universidad de los Andes

2016

Page 2: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

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Resumen

Este estudio busca establecer los mecanismos a través de los cuales el cultivo de banano en

el Eje Bananero del Urabá antioqueño, ha incidido en los niveles de violencia, en particular,

en el desplazamiento forzado y los homicidios. Lo anterior, con el fin de alimentar el debate

sobre la dinámica existente entre recursos naturales y violencia, adelantado en la literatura

de la economía política del conflicto armado. Los resultados de esta investigación sugieren

que ante la débil presencia institucional en la zona, las características de la producción de

banano en Urabá, sirvieron como complemento, para que los grupos armados tuvieran rentas

que facilitaban su financiación, haciéndolos más sostenibles en el tiempo y aumentando la

violencia por el control de este territorio y sus recursos.

Palabras clave: economía política del conflicto armado, desplazamiento forzado, banano,

Eje Bananero.

Código JEL: N5, Q1, R1

Introducción

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En Colombia, el narcotráfico ha estado indiscutiblemente ligado a la violencia, sin embargo,

no solo los recursos ilícitos como la droga incitan o fomentan la actividad armada, los

recursos lícitos también pueden relacionarse con las dinámicas del conflicto. En este sentido,

es importante analizar cómo los procesos de extracción, producción y distribución de los

recursos naturales, entendidos como aquellos bienes que pueden obtenerse de la naturaleza

sin la intervención del hombre, pueden causar o incidir sobre los niveles de violencia. Lo

anterior, bajo un marco legal, con el fin de considerar los recursos que dominan las economías

regionales. Por lo tanto, este estudio busca examinar como los procesos económicos y

sociales que se asocian a la producción de los recursos naturales que dominan las economías

regionales de Colombia, pueden determinar o influir y de qué manera, las dinámicas del

conflicto armado.

Sin embargo, dada la amplia variedad de recursos naturales con los que cuenta el país, además

de los diferentes contextos en los que son producidos, esta memoria hará un estudio teórico

de cómo los recursos naturales pueden influenciar el conflicto armado, enfocándose en

particular, en un bien agrícola, el banano. Así, se hará un estudio de caso en el Eje Bananero,

ubicado en la zona de Urabá, en el departamento de Antioquia, con el fin de establecer la

incidencia del cultivo de Banano en el Eje Bananero, en los niveles de violencia de la región.

En particular, en los niveles de homicidio y desplazamiento forzado. En ese sentido, ¿qué

factores económicos, institucionales y sociales del cultivo de Banano se asocian a esta

violencia? para examinar dicha relación, se entenderá como variable dependiente las

dinámicas del conflicto armado, mientras que las características de la producción del banano

serán las variables explicativas.

Esto, con el fin de demostrar la relación entre la producción de banano y el conflicto, en la

medida que si bien los grupos armados ilegales no llegaron en principio a la zona por el

control de este recurso, estos grupos sí han tenido estabilidad financiera por las rentas

provenientes de este, hecho que les permitió imponerse en la zona a través de dinámicas

violentas y es por esta vía, como el recurso contribuye a la prolongación del conflicto, lo que

a su vez llevaría a que los diferentes grupos armados se disputaran el control del territorio y

sus recursos.

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Lo anterior, por medio de la elaboración de un panel de datos que contiene información

detallada de los niveles de violencia en los municipios a estudiar –Chigorodo, Carepa,

Apartadó y Turbo- así como datos sobre la producción de banano en la zona, en el periodo

de 1987 hasta el año 2015.

Por lo tanto, estudiar la relación entre los niveles de violencia y la producción de recursos

naturales, resulta de gran importancia en la medida en que revela fallas dentro del sistema

económico y político en Colombia, y en la medida que estas fallas se identifiquen,

contribuyen a prevenir el surgimiento de nuevas formas de criminalidad que nacen fuera de

la confrontación armada. En efecto, bajo el actual contexto de post conflicto, tener en cuenta

esta relación puede prevenir dinámicas de guerra que provienen de la producción de los

recursos y evitar el resurgimiento de nuevas formas de criminalidad. Así como también

esclarece otras fuentes de financiación de los grupos armados que permiten su viabilidad.

A continuación se hace una breve revisión de literatura –Sección I-, tanto en la academia

internacional como en el país, para luego hacer un estudio de caso en el Eje bananero de

Urabá -Sección II-, el cual se divide en dos etapas; una primera ola de violencia con la llegada

de las guerrillas, así como una segunda ola de violencia con la llegada paramilitar, sobre esta

última etapa se procede a hacer un estudio cuantitativo –Sección III- para demostrar la

relación causal entre la producción de bananos y los niveles de violencia y finalmente las

conclusiones –Sección IV-.

I. Revisión de Literatura

i. Relación entre los recursos naturales y el conflicto

Varios estudios de la economía política internacional han contribuido a explicar las

condiciones mediante las cuales los recursos naturales pueden incidir sobre la guerra civil.

En general, no hay consenso sobre los efectos que los recursos pueden tener sobre el nivel de

violencia, sin embargo, hay algunas relaciones que dan luz sobre las dinámicas que explican

esta causalidad.

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Collier y Hoeffler (2000) evalúan las causas de guerra de 161 países entre 1900-1999 y

encuentran que los Estados con un alto porcentaje de exportación de recursos naturales

respecto al PIB, son los que mayor riesgo de guerra civil tienen. Particularmente, afirman

que los países con un porcentaje de exportación de bienes primarios mayor al 35% respecto

al PIB, tienen mayor riesgo de guerra civil: “una alta tasa de exportación de commodities

primarios es la más fuerte influencia individual en el riesgo de un conflicto” (Collier y

Hoeffler, 2000). En efecto, un primer aspecto es la dependencia económica a los recursos

naturales, en la medida en que estos abundan, facilitan y crean oportunidades para un

financiamiento sostenible de los grupos armados.

Por lo tanto, los recursos naturales permiten la viabilidad económica de la guerra, esto,

porque por sus características, los combatientes pueden acceder a ellos y extraerlos

directamente y venderlos (como es el caso de los oro y droga en Colombia), o, porque con

extorciones pueden capturar las rentas de aquellos que producen los recursos, lo que genera

entonces viabilidad financiera a los grupos armados, aspecto que no suele suceder en

economías más diversificadas e industrializadas, que no permiten el acceso a este tipo de

rentas.

De esta manera, la supervivencia de los grupos armados depende en gran medida de su

financiamiento, y es esta viabilidad económica a través de los recursos naturales lo que ha

permitido el desarrollo de economías de guerra extractivas. “When resource revenue flows

to the rebels, it is likely to prolong a conflict, and without this funding they are more likely

to be forced to the negotiation or become extinct” (Ross, 2003). Por tanto si no tiene ingresos

su existencia se ve muy limitada, pero al tener poder sobre los recursos se facilita su

estabilidad.

Al respecto de este argumento (Fearon y Laitin, 2003) están de acuerdo con que los recursos

naturales facilitan la financiación de los grupos armados, lo que a su vez aumenta el riesgo

de guerra. Sin embargo, no encuentran apropiado usar el porcentaje de exportaciones de

recursos primarios respecto al PIB, como una buena medida para analizar las oportunidades

de financiación de los grupos armados. Esto, porque la base de datos que usan (Collier y

Hoeffler, 2000) para establecer dicha causalidad, no refleja la producción de drogas o la

extracción de piedras preciosas, sino que se centra en la extracción de petróleo y en los

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cultivos comerciales, los cuales, no se relacionan directamente con la financiación de los

rebeldes. En efecto, resaltan que ciertos recursos, particularmente los no renovables son los

que tienen un efecto causal, mientras que los cultivos comerciales consideran no pueden tener

efecto alguno sobre la guerra, dado que los productos naturales cultivables no son producidos

por los rebeldes; los cultivos comerciales o productos agrícolas “son difíciles de explotar

eficazmente sin el control de un sistema nacional de distribución y puertos” (Fearon y Laitin,

2003), sugiriendo entonces que es poco probable que los grupos armados tengan una

economía agrícola para extraer rentas que este disfrazada en la legalidad.

En efecto usar el porcentaje de exportaciones solo sería útil si la única relación entre la

exportación de estos bienes primarios y la guerra fuera a través de las rentas que se obtienen

por medio de la extorción a los sectores que extraen petróleo, lo que por una parte tiene

validez, pues las rentas de estos recursos inciden en el inicio del conflicto (Ross, 2004). Por

otra parte, también se resalta que las rentas provenientes de cultivos comerciales no tendrían

validez en la causalidad evaluada, ya que dado que el aumento en las exportaciones de

recursos primarios también aumenta los ingresos del Estado y, siendo así, “¿Por qué deberían

salir los rebeldes más favorecidos por esta fuente de ingresos que el gobierno?” (Fearon,

2005).

Igualmente, (Ross, 2004) desarrolla un estudio sobre la guerra civil presente en 13 países,

incluido Colombia, donde encuentra evidencia para afirmar que commodities primarios,

como los provenientes de la agricultura legal, parecen no estar relacionados con la guerra

civil, al menos en estos trece casos”. Pero si encuentra que la riqueza en determinados

recursos naturales tiene efectos sobre el inicio o la duración de la guerra. En términos

generales, encuentra que solo algunos recursos resultan significativos; la explotación del

petróleo se correlaciona con el origen de los conflictos armados -particularmente de orden

separatista-, mientras que la extracción de piedras preciosas, los cultivos de droga y los

recursos minerales diferentes al petróleo se relacionan con su continuidad.

Sin embargo, a pesar de encontrar una relación entre los recursos naturales y la guerra, Ross

(2004) critica la capacidad explicativa de esta relación, ya que esta puede tener problemas de

endogeneidad, porque la explotación de recursos naturales puede o bien causar, o ser causada

por las guerras civiles, así como una correlación espuria, debido a que las guerras civiles y la

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dependencia hacia los recursos naturales, puedan ser el efecto de una tercer variable como la

debilidad estatal. En consecuencia, se podría generar una correlación estadísticamente

significativa, lo que permite que se planteen modelos incorrectos.

Y en este último punto de la debilidad estatal, la literatura muestra que un país que obtiene

una gran parte del ingreso nacional a partir de la exportación de productos básicos puede

tener un aparato estatal relativamente débil, esto, porque sus instituciones extractivas no

resultan lo suficientemente fuertes para enfrentar los problemas sociales o económicos que

puedan dan lugar a una rebelión. Así, “la (débil) relación entre las exportaciones de productos

primarios y el riesgo de una guerra civil puede ser debido a que la exportación de productos

básicos es una medida ruidosa de la baja capacidad estatal, debido a los ingresos” (Fearon,

2005). Igualmente, el efecto de debilidad estatal puede incidir por varios canales, como lo es

hecho que al no ofrecer seguridad, el Estado tenga poco poder para atraer inversión en otros

sectores de la economía, lo que le hace más dependiente de los recursos naturales, mostrando

otro problema de causalidad en esta relación.

En consecuencia, no solo no existe conceso sobre la relación causal de los recursos naturales

y los niveles de violencia. Sino que además se evidencia que el problema de estos estudios

macro reside en que al tratar de agrupar todas las dinámicas y contextos que caracterizan la

relación entre los recursos naturales y el conflicto en un único modelo, se termina por

simplificar las relaciones de violencia, ocultando las lógicas de relaciones históricas,

económicas, políticas e incluso geográficas, del interior de los países.

ii. Relación entre los recursos naturales y el conflicto en Colombia

La literatura que relaciona la influencia que tiene los recursos naturales sobre el conflicto

armado colombiano, se ha inclinado en caracterizar esta relación a través de dos variables,

los choques y las rentas (Collier y Hoeffler, 2005). En cuanto a los choques, estos pueden

entenderse como sucesos exógenos que inciden sobre la producción de un bien, como los

cambios en el precio de los commodities, lo cual puede tener efectos sobre los niveles de

violencia en Colombia. Por otra parte, las rentas que provienen de los recursos están

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ampliamente ligadas al conflicto, ya sea por medio de la extorción, o la explotación directa

del recurso.

En cuanto a los choques, es un aspecto negativo que los ingresos colombianos dependan

ampliamente de los recursos naturales, pues dicha dependencia da lugar a que la economía

quede sujeta al precio internacional del mismo. Así, la volatilidad de los precios de los

recursos incentiva a los grupos armados a dominar los recursos. En esta línea de cambios en

el precio de los commodities, (Dube y Vargas, 2007) usan una metodología de diferencias en

diferencias, para encontrar que choques en el precio internacional del café y del petróleo

colombiano, afectan el nivel de conflicto armado. En particular, una caída en el precio del

café al final de los años 90, incrementó la violencia en los municipios cafeteros, pues esto

disminuyó los salarios, así como el costo de oportunidad del reclutamiento armado. Mientras

que, aumentos en el precio internacional petróleo, implicaron un mayor presupuesto local y

con ello, la extorción por parte de los grupos armados creció, principalmente, por parte de

los paramilitares. En efecto, el precio de los bienes con uso de mano de obra intensiva como

el café, inciden en el conflicto a través del efecto del costo de oportunidad, mientras que el

precio de los bienes con uso intensivo de capital como el petróleo, incide en el conflicto por

medio de la extorción.

Por su parte, las rentas se entienden como ese ingreso que es generado por los recursos

naturales en la región donde se encuentran, las cuales pueden ser apropiadas de distintas

maneras por los grupos armados ilegales. En este sentido, no es casualidad que de acuerdo

con un informe de Sintraminercol el 80% de las violaciones de los derechos humanos que

ocurrieron en Colombia en la década del 2000 al 2010, se produjeran en regiones minero-

energéticas y que el 87% de las personas desplazadas proceden de estos lugares (Observatorio

Internacional DDR, 2012), hecho que acentúa que los recursos extraíbles como el petróleo,

el carbón y el oro sean un combustible de la guerra. De hecho si se tiene en cuenta el aumento

en los precios internacionales de las materias primas, así como los fuertes programas de lucha

contra los cultivos ilícitos, los incentivos de los actores armados ilegales para diversificar sus

portafolios fueron mayores, lo que daría lugar a que se involucraran o directamente en la

explotación ilegal de recursos a media escala con la minería ilegal, o indirectamente con las

extorciones y o un sistema de cooptación de recursos.

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Así, de acuerdo con (Rettberg, 2015), en Colombia se ha desarrollado una sofisticada

economía de guerra paralela al narcotráfico, donde recursos minerales, como el carbón, el

ferroníquel, el oro y el petróleo, así como varios productos agrícolas como el banano y el

aceite de palma, también se han vinculado a las actividades económicas de los actores

ilegales. En esta nueva economía, los grupos armados ilegales se han involucrado tanto en la

explotación directa de recursos, como en un sistema de cooptación indirecta, con el fin de

tener nuevos ingresos y lavar dinero proveniente de cultivos ilícitos, por lo general, con el

intermedio de la violencia. En el sector petrolero por ejemplo, los grupos armados han

logrado involucrase indirectamente a través de la cooptación de las regalías destinadas a las

regiones, esto, por medio del control político y local en las regiones, o a través de coerción

selectiva como es el caso de Arauca (Rettberg, Leiteritz y Nasi, 2014).

En el sector minero, los grupos armados se han involucrado directamente en la extracción

del oro, no solo por las rentas que producen la subida en el precio internacional de este

recurso, sino también, porque la facilidad del mismo para el lavado de activos. Así, al

contrario de la cocaína, “el oro es un producto legal que no se puede rastrear fácilmente.

Minas que no producían –o producían muy poco–, volvieron a activar o reforzar la extracción

aurífera gracias a la importación ilegal de lingotes de oro comprados en el mercado

internacional con el dinero del narcotráfico, para ser después fundidos y reportados como si

fueran producto de la explotación de esas minas” (Observatorio Internacional DDR, 2012).

Adicionalmente, ante los esfuerzos del Estado contra el narcotráfico, el costo y los riegos de

la producción de drogas aumentaron, y en este sentido “es lógico que los actores armados

ilegales buscaran compensar sus pérdidas económicas con otro tipo de actividades

similarmente rentables –como la minería ilegal de oro-” (Observatorio Internacional DDR,

2012), bien que les permitió tener cierta libertad de movilidad económica en los mercados

legales.

Ahora, en cuanto a los bienes agrícolas, el banano y la palma de aceite se han caracterizado

por generar rentas provenientes de la extorción, así como por aumentar los desplazamientos

en las zonas que se cultivan como en Magdalena y Urabá. En el caso del aceite de palma, los

grupos paramilitares al servicio de algunos terratenientes, están asociados con instigar el

desplazamiento forzado de bananeros en el Eje Bananero de Magdalena, con el fin de utilizar

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esta tierra para cultivar palma de aceite. El desplazamiento forzado ha sido precedido por

olas de masacres y homicidios selectivos con el fin de producir terror en las comunidades

locales, así como de extorciones para financiar el sostenimiento de los actores armados

(Goebertus, 2008).

Así, dada las distintas dinámicas que ocurren alrededor de cada recurso, este estudio optara

por enfocarse en uno solo bien agrícola, el banano de Urabá, a fin de establecer la relación

de este recurso con las dinámicas violentas.

II. La producción de bananos y las dinámicas de violencia en el Eje Bananero

Este estudio se centra en la producción de bananos que tiene lugar en los municipios de

Turbo, Chigorodo, Carepa y Apartado, ubicados en el departamento de Antioquia, en la zona

conocida como el Eje Bananero del Urabá Antioqueno. Lo anterior, con el fin de establecer

¿cómo incide el cultivo de Banano en el Eje Bananero, en los niveles de violencia de la

región? en particular, en los niveles de homicidios, masacres y desplazamiento forzado. Y en

ese sentido, ¿qué factores económicos, institucionales y sociales del cultivo de Banano se

asocian a esta violencia?

Fuente: Colombia Plural. Eje Bananero.

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El Eje Bananero, región ubicada en el noroeste de Colombia, ha sido históricamente una zona

geoestratégica relevante; no solo por su condición de puerto a través del Golfo de Urabá, sino

también, por su cercanía con sistemas montañosos y selváticos, como el Nudo de Paramillo

y la reserva forestal Serranía de Abibe, características que han hecho de la región un territorio

clave para controlar el ingreso de mercancías de contrabando y el tráfico ilegal de armas y

estupefacientes, lo que ha desembocado en una cruenta competencia de Grupos Armados

Ilegales (GAI) —las guerrillas izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia

(FARC), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y los grupos paramilitares de derecha—

por el control de este territorio y sus recursos (Leiteritz , Nasi y Rettberg, 2009). No obstante,

esta región se caracteriza principalmente por ser una inmensa planicie cubierta de enormes

plantaciones de banano, recurso que domina la economía de la región. Es en este sentido en

donde se quiere establecer el tipo de relación que existe entre la producción de este recurso

y la presencia de GAI.

Para empezar, el cultivo de banano en Colombia comienza a finales del siglo XIX, cuando

las transnacionales bananeras -United Brands (Chiquita), Castle & Cooke (Dole) y

Delmonte- llegan a la región del Magdalena y posteriormente a Urabá, para manejar la

producción y comercialización de esta fruta en el país (Uniban, 2016). Sin embargo, es al

final de los años cincuenta cuando comienza el desarrollo agroindustrial de la producción de

banano en Urabá, el cual se caracterizó por ser una economía de enclave sin mayor regulación

estatal. En particular, la comercialización de banano en la región inicia en 1963, cuando la

Frutera Sevilla, filial de la United Brands, financia junto con el Gobierno el cultivo de la fruta

de exportación alrededor del golfo de Urabá (Hough, 2010). Si bien con esta iniciativa la

Frutera buscaba comprar el banano de los productores locales, para luego proceder a

comercializarlo en el exterior, algunos desacuerdos en esta relación terminaron dando lugar

un sector exportador de banano de carácter regional, competitivo en el mercado global, e

independiente de las multinacionales. Así, en el año 1966 nace la Unión de Bananeros de

Urabá (UNIBAN), la comercializadora internacional colombiana líder en la actividad

agroindustrial, logística y comercial de banano y plátano, igualmente, en este mismo año la

Asociación de Bananeros de Colombia (AUGURA) -bajo otra razón social-, evoluciona

como el gremio bananero de productores de Urabá. A su vez, cabe anotar que este proceso

de consolidación empresarial regional abría paso a la formación de una élite local, con

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productores bananeros que llegarían a dominar la política económica y local de la región

(Brown, 2013, p. 2577).

Bajo esta dinámica de crecimiento agroindustrial, en los años 60s y parte de los 70s, la región

registra altas inversiones empresariales con el fin de promover el desarrollo de la industria

bananera, que para la década de los 70s, ya se había convertido en un dinamizador de las

exportaciones colombianas (Agudelo, 2011). Pero es de resaltar que el éxito de la industria

se basaba en el fuerte control territorial que ejercían los intereses privados de la nueva elite

local, caracterizados tanto por la desposesión de tierras de agricultores de pequeña escala,

como por la híper-explotación de una fuerza de trabajo recién proletarizada, cuyos excesos

laborales sobre los trabajadores demarcarían el escenario para un futuro conflicto armado; en

este sentido, Hough (2010) afirma que las nuevas elites agrarias, tanto bananeras como

ganaderas de la región, habían logrado tomar el control de las tierras planas más productivas,

luego de desalojar a los campesinos que las ocupaban, a menudo, por medio de la fuerza.

Este desplazamiento masivo cumplió un doble propósito, en primer lugar, no solo logro

despejar las tierras tanto para la ganadería como para los cultivos de banano, sino que además,

generó una nueva fuerza de trabajo desposeída de tierras, que alimentaria la mano de obra

necesaria para la creciente producción de banano (Brown, 2013). Al respecto, (Uribe, 2001)

destaca la debilidad institucional del Estado colombiano para explicar la facilidad con que

los intereses privados pudieron ejercer tal control territorial.

En particular, este nuevo proletariado que no solo procedía de la región sino también de

colonos migrantes, se caracterizaba por tener condiciones laborales deficientes. Si bien el

salario en las plantaciones de banano era nominalmente mejor que en otros sectores de la

economía rural, estos no compensaban la calidad de vida, pues los trabajadores carecían de

seguridad, contrato o prestaciones, además de largos días de trabajo sin garantías en salud y

vivienda tanto para estos como para sus familias (Carroll, 2010). De hecho, en una encuesta

realizada en 1979 por la Universidad de Antioquia sobre las plantaciones bananeras, esta

reveló que sólo el 6,6% de los campamentos de trabajo tenía agua potable, sólo un tercio

tenía letrinas y sólo la mitad tenía electricidad (Carroll, 2010, p. 65). Por otra parte, a lo largo

de los años sesenta y hasta comienzos de los ochentas, los esfuerzos de sindicalización fueron

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contrarrestados por la represión, incluyendo el despido o el asesinato de obreros y

ocupaciones militares en plantaciones de banano:

Se despedía del trabajo a quien en una finca promoviese la actividad sindical;

por eso las reuniones se hacían clandestinamente y, cuando la afiliación

sindical amenazaba con crecer, se recurría entonces a métodos más

intimidantes con ayuda de la fuerza pública y, en no pocos casos, se perpetró

el asesinato de los sindicalistas (Ortiz, 2007, p. 96).

De esta manera, los trabajadores enfrentaron barreras significativas a la sindicalización,

impuestas por el alto nivel de organización e influencia política de los productores y a la falta

de instituciones estatales para proteger los intereses laborales (Brown, 2013).

Por otra parte, adicional a las condiciones laborales deplorables de los trabajadores, cabe

resaltar que el crecimiento de esta industria atrajo la migración de muchos colonos, lo que

aumentó el número de pobladores en la zona, crecimiento poblacional que no estuvo

acompañado de inversión pública en escuelas, hospitales, vivienda, acueducto y

alcantarillado, factor que generaría un enorme protagonismo de sindicatos, ligas campesinas

y juntas de acción comunal en la región, a partir de mediados de la década de los ochenta

(Agudelo, 2011).

i. I ola de violencia, las guerrillas izquierdistas FARC y el EPL

Paralelamente, a mediados de los años sesenta y comienzos de los setenta, los movimientos

guerrilleros Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército Popular de

Liberación (EPL) comenzaban su aparición en la región. En 1967, entre los límites de Urabá

y Córdoba, se sitúa el EPL como la expresión armada del Partido Comunista Marxista-

Leninista (PC-ML), el cual se encontraba realizando trabajo político con el campesinado en

zonas rurales del nordeste colombiano, en un escenario de disputas entre colonos y

terratenientes (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2010).

Desde sus orígenes, el EPL “se dedicó a organizar a los trabajadores bananeros y a enseñarles

técnicas de autodefensa y, de paso, a desarrollar uno de los más poderosos y lucrativos focos

de secuestro y extorsión que se hayan visto en el país” (Semana, 1988). Por otra parte, años

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más tarde de la llegada del EPL, una comisión de menos de diez hombres llega a fundar el V

Frente de las FARC en 1973, luego de que en la IV Conferencia de este grupo armado, sus

comandantes nacionales decidieran expandir sus fuerzas hacia otras zonas de país, en donde

se trazaron las directrices de crecimiento y fortalecimiento ideológico y político de atracción

al campesinado y de trabajo militar (Ortiz, 2007, p. 132). Así, las FARC se establecen en

San José de Apartadó, donde con el Partido Comunista (PC)1 tenían un trabajo de bases

sociales entre campesinos y obreros de la naciente agroindustria bananera. Cabe anotar que

en el proceso de desplazamiento generado con la llegada de la agroindustria bananera, los

colonos que originariamente habitaban las tierras planas que se cubrieron de plantaciones, se

vieron forzados a irse a la periferia, como lo fue el corregimiento de San José de Apartado.

En este sentido, no es casualidad que las FARC llegaran a este corregimiento a construir su

base social.

Durante la década de los setentas, ambas guerrillas se dedicaron a montar sus bases sociales

en la región, a través de un proyecto sindical que buscaba defender los derechos de los

trabajadores en las plantaciones y fomentar las invasiones de tierras. Lo anterior, justificado

en el contexto laboral previamente mencionado, caracterizado no solo por los abusos en las

condiciones laborales de los trabajadores, sino también, por la concentración de tierra por

parte de las empresas bananeras, que junto con la pobreza rural, proporcionaron la

oportunidad a los insurgentes armados de formar vínculos con las comunidades campesinas

y los sindicatos bananeros presentes (Brown, 2013). Por ejemplo, en el caso de las FARC,

los campesinos desplazados y frecuentemente amenazados producto de las plantaciones

bananeras, fueron la base de apoyo fundamental para la naciente guerrilla, quien a medida

que ganaba influencia en las zonas de asentamiento campesino, llegó a desempeñar funciones

de institución pública; de acuerdo con Uribe (2001), en el corregimiento de San José de

Apartadó, las FARC se encargaban de la distribución y el asentamiento de tierras, de la

definición de los derechos de posesión, controlaban la tala y el uso el agua, obligaban a los

patrones locales a adherirse a los salarios mínimos y a crear condiciones de vida adecuadas

para los trabajadores, ayudaban a las organizaciones sociales a realizar obras públicas a

1 De acuerdo con Ortiz, este proceso se puede describir como una II Fase de las FARC, ya que a comienzos de

los años 60 existían como autodefensas o células del partido comunista, condicionados a la dirigencia del mismo

y a los requerimientos veredales.

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pequeña escala, e incluso, ejecutaban funciones jurídicas. En efecto, esta actividad solidificó

la legitimidad de los movimientos guerrilleros y sus relaciones con las comunidades

circundantes.

De esta manera, a finales de los años setentas los grupos armados no solo tenían

reconocimiento social, sino que además, la presencia de estas guerrilleras empezaba a

alimentar la lucha de los pequeños sindicatos - los dos sindicatos más importantes que

representaban a los bananeros de la época eran Sintagro, vinculado al EPL que existía desde

1972 y Sintrabanano, vinculado a las FARC y originado en 1964-, las organizaciones

campesinas y los movimientos de pobladores urbanos, quienes radicalizaron sus posiciones

y promovieron paros cívicos, así como luchas violentas por la recuperación de la tierra,

apoyados igualmente, por los grupos políticos de izquierda PC y PC-ML (Observatorio del

Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2010). Bajo esta dinámica, el escenario

de las confrontaciones entre patronos y obreros se empezaba a confundir con la disputa por

el poder político y control territorial.

Pero en Urabá no todo era lucha sindical, ambas guerrillas extorsionaban con boletos y

vacunas y secuestraban a los empresarios bananeros para financiarse (Verdad abierta, 2016).

Así, para las organizaciones armadas, especialmente para las FARC, la zona bananera

representaba tanto un campo de acción política, como un sitio de acción militar, que servía

como una fuente de ganancias financieras derivadas del secuestro y la extorción,

principalmente de empresarios bananeros (Uribe, 2001). Por su parte, el EPL más fortalecido

que nunca, también tenía en jaque a muchos empresarios bananeros; mataban a los

administradores que no pagaban extorsión, secuestraban y quemaban las fincas (Las2orillas,

2013). De hecho, en un reportaje de la revista Semana, los habitantes de la zona dieron cuenta

que la situación llego al punto en que hubo gente que no solo fue secuestrada tres veces, sino

que además, existieron familias que tuvieron que pagar un rescate a las FARC y otro al EPL.

Y en este sentido, la extorción se entiende como un factor económico clave que permitió

sostener las actividades de las guerrillas izquierdistas en la región.

Esta situación, sumada al ambiente de agitación social, con paros y ralentización de la

producción no solo llevaron a que en 1983 se negociaran un número significativo de

convenciones laborales entre propietarios de haciendas y trabajadores en Urabá (Agudelo,

Page 16: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

15

2011), sino que también llevaron a que en 1984 el Presidente Betancur iniciara un proceso

de paz y a un cese al fuego con las FARC y EPL, hecho que permitiría una organización

sindical más abierta y una postura más neutral del Gobierno frente a los conflictos laborales,

lo que se traduciría en una expansión guerrillera.

Así, por medio de la tregua, los partidos políticos de izquierda que ya contaban con suficiente

legitimidad y apoyo electoral, comenzaron a ganar las elecciones locales y con ello a cambiar

las relaciones laborales. En efecto, en 1985 el éxito electoral del Partido Unión Patriótica

(UP)2 en la región bananera fue clave para desafiar el control de las élites agrarias, pues una

vez elegidos, los representantes de izquierda promulgaron reformas políticas que

fortalecieron el movimiento sindical bananero y los movimientos ilegales vinculados a las

comunidades de trabajadores bananeros (Carroll, 2010). Como resultado, esta unidad sindical

reforzó el poder de negociación colectiva, permitiendo que los trabajadores lograran

demandas clave, tales como una jornada laboral de ocho horas, el establecimiento de

tribunales laborales para supervisar las violaciones y un aumento en los salarios promedio

(Carroll, 2010, pág. 73), además, la afiliación sindical en la zona bananera se disparó; el

número de afiliaciones sindicales a Sintagro paso de 300 a 9000 entre 1984 y 1986, mientras

que en Sintrabanano de 100 a cerca 4000 afiliaciones en el mismo periodo (Hough, 2010).

Fue tanto el crecimiento que en 1987, el 87% de las hectáreas plantadas en bananos tenían

representación sindical (Ortiz, 2007). Así, con la llegada de la UP, los lazos entre las FARC

y el EPL se habían estrechado para lograr importantes alianzas en el terreno político.

Sin embargo, a pesar de esta relativa unidad de las guerrillas en el terreno político, la

competencia entre ambas guerrillas por el control territorial y sindical, así como los

antagonismos ideológicos, socavaron esta unidad. La tregua significó un enorme crecimiento

para las guerrillas izquierdistas, que incrementaban sus adeptos a través del proselitismo que

movía a los sindicatos; el EPL por ejemplo, “pasó de tener 80 combatientes a 400 en dos

frentes guerrilleros. La influencia del Pc-ml se había disparado en el llamado eje bananero”

(Corporacion Nuevo Arcoiris, 2012). Por su parte, las FARC también aprovecharon para

acaparar nuevos territorios; es así como el Frente V se desdobló y se creó el Frente 18, que

2 Producto los procesos de paz del gobierno Betancur con las FARC en La Uribe, Meta, nació en 1985 la Unión

Patriótica (UP), partido político al que se integraron gran parte de los militantes de PC en Urabá

Page 17: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

16

se instaló en los límites de Córdoba y Urabá, donde una facción del EPL estaba asentada.

Esto desato una rivalidad entre ambas guerrillas (Verdad abierta, 2016), que se conocería

como la como “guerra sindical”, en donde los sindicalistas y obreros terminaron pagando con

sus vidas las disputas territoriales de las guerrillas3. Esta cruenta guerra pudo moderarse una

vez estos dos sindicatos pierden sus personerías jurídicas luego de un paro cívico que habían

propiciado por 45 días, lo que les obligó a dirigentes de ambos sindicatos a buscar una

estrategia común, fusionándose en mayo de1989 en el mismo espacio sindical Sintrainago.

Sin embargo, este acercamiento entre las guerrillas se rompe en 1991 cuando el EPL se

desmoviliza. De esta manera, los sindicatos fueron vistos por las guerrillas como actores

determinantes para el control de poblaciones y territorios y, en este sentido, las relaciones

laborales de la agroindustria bananera facilitaron el ejercicio de control social y la imposición

ideológica por parte de las guerrillas izquierdistas sobre los trabajadores.

Por lo tanto, el periodo de 1984 a 1990 -con la unión de los dos mayores sindicatos-, está

enmarcado de importantes conquistas laborales pero también de mucha violencia por ambas

partes. Por un lado, los trabajadores sindicalizados pierden el temor y utilizan la amenaza de

las guerrillas que los protegen para obtener reivindicaciones colectivas así como beneficios

personales, es así como se registran homicidios recurrentes de administradores y capataces

de las fincas bananeras, ya que los empresarios acentuaron su ausentismo ante el peligro que

significaba un ataque guerrillero, de hecho, hubo épocas en las que en un municipio bananero

cayeron tres o cuatro administradores por semana (Ortiz, 2007, pp. 98 - 100). Igualmente, a

pesar de la consolidación sindical, se seguían presentando detenciones y asesinatos contra

los líderes sindicales, las cuales se acentuarían a finales de la década de los ochenta con la

llegada de paramilitares. Final y principalmente, el brote de violencia también lo marcaría el

enfrentamiento político y armado de las dos organizaciones guerrilleras por el control del

territorio bananero y sus recursos, donde la población sería la principal víctima de este

enfrentamiento.

3 Uno de los hechos que marcaron ese conflicto fue que las Farc mataron al hijo de alias “Caballo”, un

combatiente del Epl, trabajador bananero que vivía en Currulao. Éste tomó venganza y mató a dos carniceros

que apoyaban al PC. Vino una respuesta de las Farc y masacraron decenas de trabajadores de las fincas

bananeras en la zona. cuenta Mario Agudelo, ex militante del EPL, ex alcalde de Apartadó y ex diputado a la

Asamblea de Antioquia.

Page 18: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

17

En síntesis, en el periodo de 1960 a mediados de la de la década de los ochentas, las guerrillas

izquierdistas encontraron en la producción bananera una importante fuente de financiación

para el desarrollo político y militar de su agenda. Así, aunque estas guerrillas no nacieron

con el fin de apropiarse de los recursos provenientes de la extorción bananera, esta extorción

si les permitió fortalecerse en una época en donde el narcotráfico no era su principal fuente

de ingreso, lo que a su vez generó una guerrillas estables que tenían la capacidad de ejercer

con mayor intensidad dinámicas violentas como lo fueron los homicidios y los

desplazamientos. Por otra parte, el desarrollo político también fue posible por las fallas

laborales que tenía el sistema de producción bananero, el cual facilito la ideología de

izquierda en los obreros y con ello el control sindical. Lo anterior, enmarcado en la falta de

presencia estatal, no solo ante el control de estándares de calidad laboral, como de inversión

pública en la zona, sino también, ante la falta de un proceso judicial ante las extorciones,

homicidios y secuestros.

ii. II ola de violencia, la llegada de los paramilitares

Como respuesta a este panorama, las élites políticas y económicas de la zona, representadas

con algunos miembros de Augura (bananeros y ganaderos), del Partido Liberal y una clase

emergente de narcotraficantes4 (quienes habían comenzado a comprar grandes extensiones

de tierra para establecer ranchos ganaderos como medio de lavado de activos) (Hough, 2010),

crean un ejércitos paramilitares locales; cuerpos armado que bajo la ilegalidad, defendían los

intereses económicos y políticos de los terratenientes, por medio de incursiones, detenciones

ilegales, asesinatos selectivos, masacres y desplazamientos masivos, que dejaron miles de

muertos y decenas de miles de desplazados (Brown, 2013). Lo anterior, no solo en

complicidad de las elites de las sociedades locales, sino también con mandos de las

instituciones armadas (Ortiz, 2007, p. 159).

Así, al finalizar la década del ochenta, entran al norte de Urabá un grupo de autodefensas

comandadas por Fidel Castaño; estas tenían como fin erradicar el dominio guerrillero de la

4 El afán de asegurar territorios de retaguardia y de ampliar capitales y tierras, llevaron a los carteles de la droga

(particularmente el Cartel de Medellín) a establecer alianzas con algunos sectores de las élites tradicionales,

que habían sido especialmente afectadas por la presión de la guerrilla a través del secuestro y la extorsión.

(Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2010)

Page 19: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

18

zona y como primer golpe, perpetraron una de las primeras masacres de la magnitud de 30-

40 víctimas, acontecida en Marzo de1988 en las haciendas Honduras y La Negra en un

corregimiento de Turbo, donde decenas de obreros fueron asesinaron delante de sus familias5

(Ortiz, 2007). Este fue el inicio de una persecución mortal en contra de campesinos, obreros,

militantes de los partidos de izquierda y de todos aquellos que se percibían como vinculados

con los movimientos guerrilleros. Es así como las estructuras paramilitares establecen como

estrategia militar expulsar a la base social de la guerrilla y a su vez, “hacerse las codiciadas

rutas del narcotráfico en la región. Rutas que necesitaban todos los capos y carteles del país”

(Las2orillas, 2013), pues en esta época ya estaba en auge del narcotráfico.

Con la llegada de los paramilitares, las FARC cambian su estrategia de operación y en 1990

comienzan a actuar muy fuerte en lo militar -desde el norte de Urabá hacia Córdoba-, con el

fin de consolidar el territorio y defenderlo ante los ataques de las autodefensas.

Paralelamente, en 1991 el EPL se desmovilizaba y se agrupaba en un movimiento político

llamado Esperanza, Paz y Libertad o Esperanzados, que ante la falta de garantías que le

brindaba la poca seguridad estatal, se arma con la facción conocida como los Comandos

Populares, grupos armados que se distribuyen en los municipios de Turbo, Apartadó y Carepa

(Las2orillas, 2013), sobre quien las FARC desencadenaría una fuerte persecución. A su vez,

la disidencia del EPL que no se desmoviliza conforma el Frente Bernardo Franco, el cual

contó con el apoyo de las FARC (Verdad abierta, 2016). En 1994, esta disidencia, junto con

El Bloque José María Córdoba del V frente las FARC, serían los responsables de la masacre

de La Chinita, un barrio de Apartadó en donde de forma indiscriminada se dispara contra

parte de la población que era militante o simpatizante de los Esperanzados. Esta masacre

seria el inicio de la agudización del conflicto entre los paramilitares y la guerrilla en la zona,

lo que género que muchos de los desmovilizados del EPL empezaran a aliarse con las

autodefensas de Castaño, para enfrentar las agresiones guerrilleras de las FARC en el Eje

Bananero (Rutas del Conflicto, 2016).

5 En las masacres que ocurrieron en 1988 en Urabá, es de resaltar la participación de un conocido administrador

de confianza de uno de los grupos inversionistas bananeros, quien después de las masacres huyo de Urabá. Así

como los estrechos vínculos de este administrador con el Batallón Voltígeros de Carepa, lo que no solo

acentuaba la relación entre los paramilitares y la industria bananera, sino también con miembros de la fuerza

pública. (Ortiz, 2007)

Page 20: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

19

A partir de entonces, cuando la guerrilla cometía una masacre en una finca bananera de

influencia política de los esperanzados, las autodefensas respondían con otra en un predio de

influencia de las FARC. Desde entonces, las zonas controladas por las FARC como San José

de Apartado y el sur de Turbo en el Eje Bananero –además de otras zonas de Urabá como

Mutatá o el Darién- fueron de 1995 en adelante áreas de disputa y cruda violencia entre las

ACCU y las FARC. Así, en 1995 se perpetraron masacres como las de la discoteca El

Aracatazo en Chigorodo y en las plantaciones bananeras de Bajo del Oso y los Kunas en

Apartado, o la de Osaka en Carepa (1996), entre otras, donde no solo con homicidios, sino

también con desplazamientos, los actores armados se disputaron tanto el control del territorio,

como los recursos que estos les generaba.

En medio de las fuertes confrontaciones y tras la desaparición de Fidel Castaño en 1994, sus

hermanos Carlos y Vicente Castaño unifican las organizaciones paramilitares de la zona con

el nombre Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), para disputar a las FARC

los terrenos de Urabá, Córdoba, y el Darién chocoano (Ortiz, 2007). Cabe mencionar que

durante la expansión de esta estructura armada, los municipios que presentaron las tasas de

homicidio más altas fueron Mutatá, Chigorodó, Carepa, Apartadó y Turbo, donde la presión

que ejercieron las ACCU les permitió consolidar su zona de influencia hasta el Urabá

chocoano (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2010). Así,

no es casualidad que en el periodo de 1988 y 1995, los homicidios en la región bananera

fueran cuatro veces mayor que en el resto de municipios de Urabá (Agudelo, 2011).

Entre 1994 y 1997 las ACCU se fortalecen considerablemente y en 1997 quedan bajo la

sombra de una sola organización nacional, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en

medio de una guerra en la que ambos, paramilitares y guerrilleros, pusieron en el medio de

fuego cruzado a comerciantes, campesinos, comunidades indígenas, sindicalistas, líderes

políticos y comunitarios. Esa confrontación ocasionó el desplazamiento de cientos de

personas hasta dejar, incluso, sectores deshabitados (Verdad abierta, 2016). Tal fue la

magnitud de la guerra, que Urabá fue catalogada como zona especial de orden público, lo

que conllevo no solo a que los municipios del Eje Bananero fueran puestos bajo control

militar, sino que adicionalmente, este contexto de guerra también dio lugar a que la

gobernación departamental comenzara a formalizar a partir de 1994 las Cooperativas de

Page 21: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

20

Vigilancia y Seguridad Privada, conocidas como Convivir, las cuales además de proteger a

los terratenientes del acoso, la extorsión y del secuestro de las guerrillas en la zona, también

fueron una fachada del proyecto paramilitar. Específicamente, investigadores judiciales han

comprobado que desde el mismo momento de su constitución, las Convivir tuvieron nexos

con los paramilitares; según lo establecido por la Fiscalía, estas cooperativas captaron y

administraron los fondos aportados por las empresas bananeras y ganaderas, sirvieron de

puente entre los paramilitares e incluso, algunos militares, para coordinar acciones y

realizaron labores de inteligencia a favor de las autodefensas (Verdad Abierta, 2011). Aunque

inicialmente fueron trece las Convivir las que operaron en Urabá, estas terminaron

unificándose en una sola para manejar de manera más eficiente los recursos, donde cuyos

directivos fueron procesados penalmente por nexos con grupos paramilitares.

Por lo tanto, la complicidad de las empresas para financiar la estabilidad paramilitar a través

de un sistema de pagos que no se entendía como extorción, sino como un servicio de

seguridad privada, permitió parte de la estabilidad financiera de las autodefensas. Al respecto,

Raul Hasbún alias “Pedro Bonito”, empresario bananero que también fue un comandante de

la cúpula de las ACCU y uno de los principales estrategas de la estructura de financiación de

las autodefensas en Urabá, da cuenta en medio de una entrevista con el diario Semana, de

cómo él fue el enlace con el gremio bananero y como utilizó las Convivir como fachada para

que los empresarios le dieran plata a los paramilitares. En particular, establece que aprovecho

su condición de empresario y su cercanía con los empresarios bananeros y ganaderos de la

zona para captar recursos para estas asociaciones, donde bajo esta relación, su bloque recibía

tres centavos de dólar mensuales por caja de banano exportada por las empresas asentadas

en la zona, lo que le generaba entradas mensuales de 400 millones aproximadamente, que

sumado a otros 200 de los ganaderos y otros 100 de los comerciantes, podrían sumar 600

millones de pesos mensuales, que terminaban siendo 7.200 millones de pesos anuales. Esta

cifra permaneció aproximadamente los 10 años que delinquieron (Semana, 2012). Por su

parte, Hebert Veloza alias “H.H” quien también era miembro de las ACCU, afirmo que “En

el Urabá Antioqueño, las Convivir eran parte de las autodefensas, a tal punto que con la plata

que ellas recogían se pagaban las armas y se les pagaba a los muchachos” (Verdad Abierta,

2011). Por lo tanto, existen pruebas sustanciales de que los productores y exportadores de

bananos participaron en este proceso, “donde el caso más famoso es el de Chiquita, que

Page 22: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

21

admitió haber pagado 1,7 millones de dólares al grupo paramilitar de las AUC” (Brown,

2013). Sin embargo, se ha prestado menos atención al hecho de que toda la industria estaba

haciendo pagos similares a las AUC desde mediados de los 90 hasta al menos 2004 (Brown,

2013)

En efecto, en este proceso de control territorial antiguerrillas ejercido por las fortalecidas

ACCU en el Eje Bananero, se experimentó en la región una de las arremetidas más violentas,

tras lo cual las FARC deciden retirar sus núcleos armados de las ciudades y replegarse a los

territorios montañosos y selváticos como la serranía de Abibe, mientras que el contingente

más grueso lo hizo hacia Mutatá, Dabeiba y Ríosucio (Observatorio del Programa

Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2010). Sin embargo, años siguientes, la

confrontación entre las autodefensas y las FARC se mantuvo vigente en el Urabá antioqueno,

aunque a partir de 1995, la jurisdicción del Eje Bananero es asumida por el Bloque Bananero

de las Autodefensas, constituido por dos frentes: el frente Turbo, comandado por alias “HH”

y el frente Bananero, a cargo de alias “Cepillo” (Ortiz, 2007). Este bloque se desmovilizaría

formalmente en el 2004.

Sin embargo, bajo el periodo de dominación de las autodefensas en el Eje Bananero, las

FARC continuó sus estrategias de recuperación de territorios, particularmente, desde 1998,

en contiendas con las ACCU, hicieron de la región “verdaderos infiernos de fuego cruzado

con secuelas de desplazamiento” (Ortiz, 2007). Un aspecto característico de esta violencia

en el Eje Bananero, fue el asesinato de sindicalistas, ya que de 1991 a 2003 fueron asesinados

en esta zona 632 sindicalistas (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos

Humanos y DIH, 2010) así como campesinos y colonos –en su mayoría indígenas y

afrodescendientes- las victimas de estas disputas.

Luego, con la desmovilización de las ACCU (2004-2006), aparecen estructuras armadas

como las águilas negras y los rastrojos, al parecer disidentes de las antiguas AUC, que tienen

como objetivo controlar territorios importantes para el narcotráfico, sin embargo este es otro

estudio ajeno a la producción de bananos en el Eje Bananero.

En síntesis, los grupos paramilitares no solo se solidifican con las rentas provenientes de la

producción de banano, sino que esto permitió que se impusieran en la zona ejerciendo un

fuerte nivel de violencia con desplazamientos y homicidios, hecho que fue respondido por

Page 23: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

22

las FARC de la misma manera, dando lugar a que en la zona se diera una fuerte ola de

violencia atribuida a la competencia de los grupos ilegales por el control del territorio -que

por su condición de puerto ya era determinante para el narcotráfico- y sus recursos –rentas

provenientes de la extorción a los bananeros-. Lo anterior, enmarcado un en un contexto de

una presencia institucional débil, caracterizado no solo por la falta de control en las

extorciones que se presentaban, sino también, en la medida en que los abusos de las guerrillas

no pudieron ser controlados por las fuerzas armadas, así como la falta de garantías del Estado

a través de un buen sistema laboral, así como la falta de inversión pública, generaron un

amplio apoyo social a la guerrillas.

III. Marco empírico y resultados

Para determinar el efecto causal que tuvo la producción de banano en las dinámicas de

violencia del Eje Bananero, se procede a elaborar un panel de datos a nivel municipal anual,

con información sobre el área cultivada de banano tipo exportación en los municipios

productores, proveniente de las Evaluaciones Agropecuarias Municipales del Ministerio de

Agricultura y Desarrollo Rural. El número de acciones violentas entendidas como homicidios

y personas expulsadas o desplazadas, proviene del Registro Único de Victimas de la Unidad

de Victimas. Adicionalmente se extrae información municipal del DANE y del panel

municipal del CEDE.

No obstante, la información sobre la producción de bananos medida en el área cultivada o en

las toneladas producidas, se encuentra agregada a nivel anual para los territorios del Eje

Bananero de Urabá y de la Zona bananera de Magdalena. En efecto, no se tiene información

sobre la variación de la producción de banano a nivel municipal, hecho que limita el alcance

de los datos. Por lo anterior, para capturar la variación de la producción de bananos y

violencia, este panel de datos considera los municipios del Eje bananero de Urabá, los 6

municipios de la Zona Bananera de Magdalena (Aracataca, Cienaga, Fundación, El Reten,

Santa Marta y Zona Bananera) y 4 municipios de Urabá aldeaños al Eje Bananero que no son

productores de banano sino ganaderos (San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá, Arboletes y

Necoclí). Esto con el fin de comparar la variación en la violencia entre los municipios no

Page 24: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

23

productores de banano y los municipios productores en Urabá, así como también comparar

la variación en la violencia entre los municipios productores de Urabá y Magdalena.

Así, al observar la Imagen 1, se encuentra que al comparar la tasa de homicidio para estas

tres zonas, la tendencia de homicidios en Urabá es similar en los municipios productores y

no productores, sin embargo, la violencia tiene un efecto mayor en el Eje Bananero.

Igualmente, al comparar la tasa de homicidio en los municipios productores, no se encuentra

una tendencia similar después del año 2000, ya que ocurre una sustitución violenta de cultivos

de banano por palma de aceite en Magdalena.

Imagen1: Tasa de homicidios. Datos del Registro Único de Victimas, elaboración propia.

Ocurre un razonamiento similar con los desplazamientos, en donde no solo se evidencia un

efecto mayor en el Eje Bananero, sino que además, se acentúan picos de violencia tanto con

la llegada paramilitar (finales de la década de los ochenta a 1995), así como otro pico en

1998, cuando las FARC buscan retomar el poder en la zona. Con la desmovilización de las

ACCU en 2004-2006, si bien se registran desplazamientos (con una magnitud menor que en

años anteriores), estos responden principalmente a efectos del narcotráfico y no a una

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Eje Bananero Uraba Norte Magdalena

Page 25: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

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dinámica con la economía de la zona, sin embargo, ante la falta de observaciones, este panel

de datos toma en consideración los años hasta 2015.

Imagen 2: Desplazamientos en número de personas expulsadas por municipio. Datos del Registro Único de

Victimas, elaboración propia.

i. Resultados

Se utiliza la metodología de datos panel con efectos fijos –luego de la prueba de hausman-,

para establecer la relación causal entre la producción de bananos y la violencia. Sin embargo,

para tener resultados más precisos, se opta por usar una variable exógena a la producción

interna de banano, ya que esta última puede estar determinada por las dinámicas de violencia

y causar endogeneidad. Así, se usa la variable instrumental precio internacional del banano

en pesos, para establecer la causalidad con la violencia.

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Eje Bananero Uraba Norte Magdalena

Page 26: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

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(1) (2) (3)

VARIABLES tasahomicidio tasahomicidio tasahomicidio

areacultivada_banano_agregadaha -0.0178***

(0.00367)

L.tasahomicidio 0.622*** 0.646*** 0.565***

(0.0356) (0.0348) (0.0369)

produccion_banano_agregada -0.000441***

(0.000107)

precio_banano_COP -0.000100***

(1.45e-05)

Constant 267.5*** 246.3*** 206.1***

(42.01) (43.90) (22.80)

Observations 505 505 498

R-squared 0.470 0.463 0.499

Number of divipola 18 18 18

Standard errors in parentheses

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1 Tabla 1: rezagos en la tasa de homicidio

En la tabla 1, luego de una regresión de datos panel con efectos fijos y rezagos en la tasa de

homicidios, si bien se encuentra que las variables producción en toneladas, hectáreas

cultivadas y precio internacional del banano en pesos son significativas, estas se relacionan

indirectamente con la violencia. Es decir, aumentos en la producción, área cultivada y en el

precio, daban lugar a una menor tasa de homicidios.

Sin embargo, se aunque se esperaba una relación positiva entre las variables, pues aumentos

en la producción de banano, aumentaban los ingresos de los grupos armados vía extorción o

vía seguridad privada paramilitar, lo que hacía más sostenibles a los grupos armados en el

tiempo y les ampliaba su dominio de violencia. No obstante, intuitivamente esta relación

inversa entre las variables puede explicarse en el hecho que, en el periodo de finales de la

década de los ochenta hasta mediados de la década del 2000, cuando la producción de banano

aumentaba en Urabá, los grupos paramilitares ACCU, tenían una mayor sostenibilidad

financiera vía seguridad privada por parte de las empresas bananeras, lo que permitió que

este grupo se solidificara y fuera más fuerte que las FARC. En efecto, una vez las ACCU

tenían controlada la región, no solo los empresarios bananeros tenían mayores garantías y

protección frente a las presiones de las FARC, sino que además, este último grupo armado

perdió solidez y control en el Eje Bananero, lo que se tradujo a menores índices de homicidios

Page 27: Efectos de la producción de recursos naturales sobre el

26

pues ya no habían confrontaciones internas por el control territorial. De esta manera, los

ingresos bananeros reducen la violencia al fortalecer los grupos que controlan el territorio

(ACCU).

(1) (2) (3)

VARIABLES tasadespla tasadespla tasadespla

areacultivada_banano_agregadaha -0.0737

(0.171)

L.tasadespla 0.274*** 0.273*** 0.264***

(0.0437) (0.0437) (0.0439)

produccion_banano_agregada -0.00390

(0.00511)

precio_banano_COP -0.00142**

(0.000655)

Constant 3,487* 4,207** 4,326***

(1,809) (1,985) (846.0)

Observations 505 505 498

R-squared 0.076 0.076 0.082

Number of mpio_dane 18 18 18

Standard errors in parentheses

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1 Tabla 2: Rezagos en la tasa de desplazamiento

En cuanto al panel de datos con rezagos en las personas expulsadas, se mantiene la relación

inversa entre el precio internacional del banano en pesos y la tasa de desplazamiento y se

argumentaría el mismo razonamiento dicho de manera previa. Por otra parte, dado que por el

alcance de los datos no se puede evaluar la variación municipal, resultaría más apropiado

hacer un estudio de la variación entre los municipios del Eje Bananero para tener resultados

más acertados.

IV. Conclusiones

Los resultados de esta investigación sugieren que el cultivo de banano incidió en los niveles

de desplazamiento forzado y de homicidios en el Eje Bananero de Urabá a través de dos

dinámicas paralelas: la primera, ante la ausencia de una presencia estatal fuerte fue posible

el cobro de extorsiones por parte de grupos armados ilegales a los productores bananeros,

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haciendo posible el financiamiento de las guerrillas izquierdistas, lo que a su vez

desencadeno olas de violencia por el control de este territorio y sus recursos, medidos con

desplazamientos y homicidios. La segunda, la falta de garantías estatales permitió a que se

usaran ejércitos antiguerrillas que fueron financiados por los bananeros de la zona, dando

lugar a una segunda ola de violencia.

Sin embargo, estos resultados no permiten concluir que el cultivo de banano sea en sí mismo

un generador de conflicto y desplazamiento, ni que la única forma de evitar estas dinámicas

sea impidiendo su cultivo. Los resultados de esta investigación resaltan que las características

de la producción de banano si ha incentivado el conflicto bajo un contexto institucional débil

y en ese sentido, se incentivan a futuras investigaciones a relacionar la dinámica entre el

cultivo agrícola de banano, el desplazamiento, los homicidios y la financiación de actores

armados.

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