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EDUCACIÓN, CULTURA E INTERCULTURALIDAD.
Educación, Cultura e interculturalidad: Radiografía de su realidad en Honduras, necesidades fundamentales y apuntes para una educación en y
para intercultural.
Me propongo, en este trabajo, partir de dos conceptos específicos. El primero
sobre la cultura y el otro acerca de la interculturalidad. Ambos conceptos
construidos a partir de un quehacer contextual y una praxis de vida. Es decir, que
tanto la cultura como la interculturalidad están ligadas a procesos históricos
correspondientes, en los cuales tiene carácter esencial la actividad humana sobre
el mundo natural y sobre el mundo social en que se desarrolla.
Entiendo, pues, como cultura una unidad de saberes y prácticas contextuales.
Esto significa que la cultura nace y se desarrolla en condiciones contextuales
determinadas. Por lo que, la idea que una cultura tenga sobre la realidad y sobre
cómo se debe actuar en esa realidad estará siempre determinada por las
condiciones naturales, políticas, sociales, económicas, entre otras. De esta
manera, no fue posible que alguna de las culturas pre-colombinas se hiciera la
idea de un Dios que camina en el desierto o en los mares congelados. La
diversidad natural en la América pre-colombina favorecía la idea de varios dioses,
uno por cada animal que les deslumbraba y otro por cada cultivo indispensable
para su vida.
Y defino interculturalidad según las ideas de Fornet-Betancourt: como una
cualidad que puede obtener cualquier persona y cualquier cultura a partir de una
praxis de vida concreta en la que se cultiva precisamente la relación con el otro de
una manera envolvente. Es decir, que esta relación intercultural no se limita a una
comunicación racional a través de conceptos que ambos puedan comprender, sino
como una experiencia en la que las culturas se dejan “afectar”, “tocar”,
“impresionar” por las otras culturas o personas en la vida cotidiana.
Como hemos visto, nuestro tema a tratar está íntimamente ligado al contexto en
que se dan. Es por esto que consideramos necesario dar un pequeño esbozo
sobre la realidad hondureña, la situación actual de la educación y la actualidad de
los pueblos indígenas y afro-descendientes. Procedemos de inmediato a esto.
La realidad hondureña actual.
Las desigualdades en el ámbito económico, social y político son elevadas. La falta
de voluntad política y la excesiva centralización en la toma de decisión son unas
de las causa más importantes que han sumergido a Honduras en miseria,
violencia, corrupción e impunidad. Estas causas lejos de estar por solucionarse se
están afianzando incluso más. Un Poder Ejecutivo que mantiene subordinados a
los otros dos. El Congreso Nacional está plagado de diputados financiado por el
narcotráfico y por empresas privadas, sirviendo así a los intereses de estos y no a
los del pueblo necesitado. Además, un sistema de justicia legitimador de actos de
corrupción y que criminaliza hombres y mujeres que hacen reclamos legítimos de
derechos. Honduras se encuentra en la posición séptima del mundo como país
con mayor impunidad según el Índice Global de Impunidad (ING). En lo social, el
66.5% de los hogares hondureños se encuentran en la pobreza. Las masacres
tienen lugar con mayor recurrencia. Se asesina de forma violenta a una mujer
cada 17 horas. Y el descalabrado sistema de justica solamente condena un 4% de
estos asesinatos. Los jóvenes en su mayoría, son quienes se ven afectados por la
criminalidad. A esto se le añade que, hay en Honduras 800 mil jóvenes entre 15 y
24 años que se ven privados de educación y que además no tienen oportunidades
de laborar.
En este contexto, nos preguntamos ¿cómo inciden estás condiciones políticas,
sociales y económicas en las culturas y en la educación (de la que en su mayoría
se ven privadas)? ¿Es posible educar en y para la interculturalidad en este
contexto?
La educación hondureña actual.
El sistema educacional de Honduras es el más atrasado de Centroamérica pues
apenas 32 de cada 100 estudiantes logran terminar la primaria sin repetir grados,
indican estadísticas de Naciones Unidas.
Datos del Programa para el Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas
(PNUD) revelan hoy, además, que el 51% de los matriculados termina la primaria
con un promedio de 9,4 años y que los niveles de deserción escolar cada vez son
más elevados. El más agudo problema es que el sistema educacional básico sólo
cubre al 86,5% de quienes están en edad escolar, mientras el 13,5% restante no
puede acceder a la enseñanza.
Aunque la Constitución hondureña estipula de modo formal que los menores
deben ser atendidos por los servicios educativos, muchos arriban a la mayoría de
edad analfabetos, mientras el Estado trata de justificarse con la insuficiencia de los
recursos a su alcance. El analfabetismo abarca a más de medio millón de
personas en este país, es decir, casi el equivalente de toda la población mayor de
15 y menor de 40 años.
Las fuentes agregan que el problema se agudiza ante la escasez de recursos
públicos y una insuficiente y poco equitativa oferta en el orden educacional, tanto
en cantidad como en calidad. También la necesidad de mejorar los ingresos
familiares obliga a muchos niños a dejar la escuela para dedicarse al trabajo,
generalmente de forma permanente. A esto se une el bajo nivel educativo
alcanzado por muchos padres, por similares razones, y las condiciones precarias
en que vive más del 80% de los hondureños. En 10 de los 18 departamentos en
que se encuentra dividido este país, el segundo más depauperado de
Centroamérica, más del nueve por ciento de los estudiantes se ven precisados a
repetir grados.
Las cifras acumuladas por el ministerio del ramo reflejan que ningún departamento
de Honduras alcanza, como promedio, los seis años mínimos de educación
primaria. Según datos recientes de indicadores de eficiencia educativa, por cada
mil alumnos matriculados en el primer grado en 1990, sólo 292 (29%) completaron
la escuela primaria en seis años y 468, es decir, un 46%, no lograron llegar al final.
Mucho más preocupante resulta el panorama universitario, en el cual la tasa de
aprobados no logra sobrepasar el 20%, incluso, en centros como la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Luego de tener una imagen del sistema de educación de Honduras nos podríamos
preguntar: ¿Acaso no habrán otras prioridades en educación que la
interculturalidad? ¿Será mejor aunar todos los esfuerzos en mejorar la calidad y la
cobertura de la educación actual en vez de dividir esfuerzos por una educación en
y para intercultural?
Los pueblos indígenas y afro-descendientes en la realidad actual.
La historiografía registra evidencia de la presencia de grupos humanos, muy
probablemente nómadas, en suelo hondureño desde hace unos 12 mil años, fecha
datada mediante pruebas de carbono 14 a que fueron sometidas algunas vasijas
encontradas en la zona occidental del país. Sin embargo, la presencia asentada y
permanente de personas parece haber tenido lugar hace unos 5 mil años, cuando
grupos procedentes del norte del continente americano se asentaron en el centro y
occidente de Honduras, a la vez que grupos originarios del sur del continente se
asentaban en el oriente.
El pueblo Chortí se ubica en los departamentos de Ocotepeque y Copán entre los
flancos orientales de la cordillera de El Merendón y el valle de Sensenti. Se trata
de un pueblo binacional ya que el 80% de ellos viven en Guatemala, entre
Chiquimula y la cuenca del río Motagua, y el restante 20% están radicados en
Honduras. La lengua Chortí, de origen mayense, es hablada únicamente en las
comunidades de Guatemala mientras que en Honduras se trata de una lengua
olvidada.
El pueblo Pech se establece principalmente en los departamentos de Olancho, en
el municipio de Dulce Nombre de Culmí, y San Esteban, en el departamento de
Colón en la comunidad de Silín y en el departamento de Gracias a Dios. Poseen
su lengua propia la cual es hablada por casi todos sus pobladores y pobladoras.
El Pueblo Tawahka se ubica en las márgenes del río Patuca, que sirve de límite
departamental entre Olancho y Gracias a Dios. Poseen su propia lengua la cual es
transmitida a todos sus habitantes. Es probablemente el pueblo originario con
menor población autóctona cuyos habitantes no pasan de mil personas.
El pueblo Misquito se encuentra disperso en todos los municipios del
departamento de Gracias a Dios. Se trata de otro pueblo binacional cuya
población se extiende a la República de Nicaragua. Mantienen viva su lengua
nativa.
El pueblo Nahoa se ubica en el centro oriente de Honduras. Es el pueblo originario
de más reciente descubierto por los cientistas sociales y antropólogos. De ahí que
la historiografía hondureña actual no registra ningún dato sobre este pueblo.
El pueblo Garífuna, con más de 200 años de haberse asentado en territorio
hondureño, consta de alrededor de 54 comunidades diseminadas a lo largo del
litoral atlántico, entre los departamentos de Cortés, Atlántida y Colón. Se trata de
un pueblo ístmico pues se encuentran también en Belice, Guatemala, Nicaragua y
Costa Rica además de Honduras. Su lengua materna, Garínagu, permanece viva
y es hablada por la mayoría de sus habitantes.
El pueblo Lenca se ubica entre los departamentos de Santa Bárbara, Comayagua,
Intibucá, Lempira, La Paz, Comayagua, Francisco Morazán y Valle. También se
trata de un pueblo binacional al asentarse algunas de sus comunidades en la
República de El Salvador. Carecen de lengua propia en la actualidad, superando
tal limitante con la fuerte vivencia de su cultura aferrada profundamente a la tierra.
El pueblo Tolupán se distribuye mayoritariamente en el departamento de Yoro,
donde en su momento se reconoció la existencia de 28 tribus. Actualmente, se
mantienen 25 situadas en los municipios de Yoro, Olanchito, Victoria, Sulaco, El
Negrito y Morazán. Inicialmente otras 2 tribus se ubicaron en el departamento de
Francisco Morazán en los municipios de Orica y Marale y ahora son 6 las tribus
tolupanes en esta zona. La lengua Tolupán, el Tol, está prácticamente extinta en
las 25 tribus del departamento de Yoro y se habla únicamente en las 6 tribus de la
montaña de La Flor en Francisco Morazán.
Es relevante para esta aproximación sobre los pueblos indígenas que se
reconocen en Honduras, concluir afirmando que todos enfrentan la embestida de
las industrias extractivas impulsadas desde el gobierno hondureño y con ello la
vulneración a sus derechos que pone en riesgo su propia existencia.
En atención a lo expuesto en este apartado, nos pueden restar las siguientes
preguntas: ¿Tendrán estas culturas no hegemónicas otros problemas más
acuciantes que el ser incluidas con tolerancia y respeto a su cultura en el proceso
de enseñanza? ¿Cómo incluirlas en un proceso de educación en y para la
interculturalidad cuando estas culturas ni siquiera tienen acceso a la educación
tradicional?
Conclusiones del contexto general en que se dan la educación, la cultura y la interculturalidad.
La cobertura y calidad de la educación tradicional es sumamente reducida.
Esto es causado por la miseria que empuja a que niños, niñas y jóvenes al
trabajo infantil sobre-explotado; los padres que sin recursos económicos no
pueden sostener a sus hijos e hijas en centros educativos; la desidia por
parte de las autoridades para garantizar de una vez por todas una
educación gratuita en todo el país.
La educación impartida es construida sin tomar en cuenta las culturas no
hegemónicas. Vale recalcar que están impedidas de toda toma de
decisiones, incluso a decidir sobre sus territorios.
Los planes de estudio en los centros educativos hondureños son
elaborados desde la cosmovisión de la cultura hegemónica: la cultura
occidental centro-europea.
El sistema educativo propende a la homogeneización de sociedad. Para
esto se propone la “civilización” de las culturas incultas.
Necesidades para una educación en y para la interculturalidad.
Ahora, que ya tenemos claridad sobre el contexto actual de Honduras en donde
pretendemos se pueda dar una educación en y para la interculturalidad, es que
podemos plantear las necesidades fundamentales para pensar en un sistema
educativo hondureño con planes de estudio que toleran y reconocen a todas las
cultura y que en las aulas se imparta una verdadera educación intercultural.
1. Ampliar la cobertura de educación en todos los niveles y mejorar la calidad de esta a nivel general.
En este apartado planteamos la necesidad de aumentar el número de
niños, niñas y jóvenes que sean abrigados y abrigadas por el sistema
educativo en todos los niveles. Asimismo, es necesario que esa amplitud de
cobertura vaya de la mano con una constante mejora en la calidad de la
educación que se imparta.
Esta es la necesidad fundamental. Pues sería irrisorio pensar en una
educación intercultural cuando las mayorías de los niños, niñas y jóvenes
se ven impedidos de ella, y aún más, cuando los pueblos indígenas y afro-
descendientes son quienes se encuentran en la peor situación. De la misma
forma, no es posible una educación intercultural sin que se imparta una
educación de calidad con maestros y maestras, salones de clase y material
didáctico que cumpla con los estándares necesarios para un aprendizaje
óptimo.
2. La alteridad de la cultura.
Siguiendo el pensamiento de Dora Elvira García. Esta responde a la
alteridad entre las persona, es decir, el reconocimiento de las otras culturas
y otras personas como relativas, correlativas y semejantes a las propias, y
propiciando que el reconocimiento de los particulares, o mejor dicho, de los
otros, sea fundamental para poder lograr una pluralidad cultural y la
construcción de una educación intercultural.
3. De la interculturalidad en el sistema de educación de Honduras.
Como lo mencioné supra, la interculturalidad es una cualidad que consiste en relacionarse, dejarse “tocar”, compartir con las demás culturas en igualdad de dignidad, reconociendo y tolerando a las distintas culturas. Esto significa que las culturas sometidas y vistas de menos históricamente deben participar en la elaboración de los planes de estudio, pues se les reconoce a estas el derecho de hacerlo. Además, es necesario, que en los salones de clase, los maestros y maestras toleren y respeten a los distintas culturas de quienes aprenden y que inculque en todos y todas esta cualidad, la interculturalidad.
Diálogo intercultural. El camino a seguir para una educación en y para la interculturalidad.
Este diálogo intercultural debe tener una connotación nacional, no sólo en el
ámbito educativo. Pues, siguiendo de nuevo las ideas de Fornet-Betancourt, este
diálogo tiene una connotación ética, lo que significa, que el diálogo intercultural en
el ámbito nacional en general y en el ámbito educativo en particular tiene que
orientarse en los ideales de la liberación y de la justicia. Esto se explica porque no
sería posible una interculturalidad en la educación sin liberación de los pueblos
sometidos ni sin reconocimiento efectivo de su cultura y su autodeterminación. De
aquí se deduce la necesidad del diálogo intercultural es la necesidad de realizar la
justicia, de entrar en contacto justo con el otro que es libre; lo que quiere decir, a
su vez, que es necesidad de reconocerlo como persona humana portadora,
justamente en su diferencia, de una dignidad inviolable que nos hace iguales.
No es posible una educación en y para la interculturalidad cuando se piensa incluir
en esta relación educativa a pueblos sometidos y catalogados como no
“civilizados” sin que se les reconozca su cultura y su derecho a participar en la
toma de decisiones de carácter nacional en general y de carácter educativo en
particular. De lo contrario se seguirán enseñando planes estudio construido desde
la una sólo cosmovisión que vendría a homogeneizar la sociedad.
Ignorar la interculturalidad es negarse a ver la riqueza de la diversidad que nos
regala la vida. Si bien podemos ser diferentes, pero diferencia no es sinónimo de
desiguales. Todas las culturas poseen su dignidad y se les debe ser reconocida.
Este es el reto de la educación: educar a niños, niñas y jóvenes en
interculturalidad para que comprendan la riqueza de la que se puede participar. La
interculturalidad es crecer desde y con los demás.