editorial - unlp · 9 ste número de oficios terrestres está dedicado al mundial de fútbol del...

52
9 ste número de Oficios Terrestres está dedicado al Mundial de Fútbol del 78. O más bien: a la memoria de lo que fue silen- ciado, de lo que fue estrangulado. A la memo- ria de los crímenes. A la necesaria memoria de las luchas. El golpe de Estado de 1976 no fue sólo un golpe militar, sino que tuvo como cómplices a sectores civiles y religiosos que fueron res- ponsables de la más negra etapa de la histo- ria. Ya lo denunciaba Rodolfo Walsh en la car- ta a las Juntas, obligado a una “forma de ex- presión clandestina después de haber opina- do libremente como escritor y periodista du- rante casi treinta años”. Una carta donde de- jaba claro que una política contra las mayorías sólo podía “imponerse transitoriamente pro- hibiendo los partidos, interviniendo los sindi- catos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la so- ciedad argentina”. Pero era imposible que en ese documento emblemático Walsh pudiera dar testimonio de un acontecimiento que todavía no había suce- dido y que aún hoy, treinta años después, nos deja atónitos: un estadio repleto aplaudiendo a Videla, o un pueblo volcado masivamente a las calles, festejando el éxito deportivo en me- dio de la tragedia silenciada. Aún hoy sigue teniendo valor animarse a preguntarnos sobre el sentido de aquellas imá- genes, sobre el acontecimiento deportivo y su alcance social y político, sobre la resistencia del pueblo y los goles de Kempes, sobre la corrup- ción económica y las obras faraónicas, sobre las denuncias de la comunidad de exiliados y la “campaña antiargentina”, sobre los metros que separaban a la ESMA del estadio de River, sobre la viabilidad histórica de aquella consig- na frustrada “Argentina campeón, Videla al paredón”. Y también, en la oscura trama de aquellas imágenes de un “pueblo feliz” que reproduje- ron hasta el cansancio los apologistas de la dic- tadura, debemos preguntarnos sobre la inelu- dible responsabilidad de buena parte de los medios de comunicación, como protagonistas de esa complicidad siniestra en un contexto de fuerte mordaza informativa, persecución y ase- sinato de muchos otros periodistas que no ca- llaron ante la infamia. Argentina había obtenido la sede del Mundial de fútbol de 1978 muchos años antes del golpe del 76. Es más, el logo oficial del torneo (aquel contorno de dos brazos alrede- dor de una pelota) simboliza inequívocamen- te el viejo y famoso saludo del general Perón, que la dictadura no pudo eliminar porque ya estaba aprobado internacionalmente. En un pueblo como el nuestro, donde la cultura po- pular ubica al fútbol en un lugar privilegiado, el gobierno militar no iba a perder la ocasión de utilizar semejante acontecimiento para in- tentar fortalecerse ante el mundo, lavando la sangre de sus crímenes alrededor de la pasión Editorial E

Upload: others

Post on 24-Jan-2021

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 9

    ste número de Oficios Terrestres estádedicado al Mundial de Fútbol del 78.

    O más bien: a la memoria de lo que fue silen-ciado, de lo que fue estrangulado. A la memo-ria de los crímenes. A la necesaria memoria delas luchas.

    El golpe de Estado de 1976 no fue sólo ungolpe militar, sino que tuvo como cómplices asectores civiles y religiosos que fueron res-ponsables de la más negra etapa de la histo-ria. Ya lo denunciaba Rodolfo Walsh en la car-ta a las Juntas, obligado a una “forma de ex-presión clandestina después de haber opina-do libremente como escritor y periodista du-rante casi treinta años”. Una carta donde de-jaba claro que una política contra las mayoríassólo podía “imponerse transitoriamente pro-hibiendo los partidos, interviniendo los sindi-catos, amordazando la prensa e implantandoel terror más profundo que ha conocido la so-ciedad argentina”.

    Pero era imposible que en ese documentoemblemático Walsh pudiera dar testimonio deun acontecimiento que todavía no había suce-dido y que aún hoy, treinta años después, nosdeja atónitos: un estadio repleto aplaudiendoa Videla, o un pueblo volcado masivamente alas calles, festejando el éxito deportivo en me-dio de la tragedia silenciada.

    Aún hoy sigue teniendo valor animarse apreguntarnos sobre el sentido de aquellas imá-genes, sobre el acontecimiento deportivo y su

    alcance social y político, sobre la resistencia delpueblo y los goles de Kempes, sobre la corrup-ción económica y las obras faraónicas, sobre lasdenuncias de la comunidad de exiliados y la“campaña antiargentina”, sobre los metrosque separaban a la ESMA del estadio de River,sobre la viabilidad histórica de aquella consig-na frustrada “Argentina campeón, Videla alparedón”.

    Y también, en la oscura trama de aquellasimágenes de un “pueblo feliz” que reproduje-ron hasta el cansancio los apologistas de la dic-tadura, debemos preguntarnos sobre la inelu-dible responsabilidad de buena parte de losmedios de comunicación, como protagonistasde esa complicidad siniestra en un contexto defuerte mordaza informativa, persecución y ase-sinato de muchos otros periodistas que no ca-llaron ante la infamia.

    Argentina había obtenido la sede delMundial de fútbol de 1978 muchos años antesdel golpe del 76. Es más, el logo oficial deltorneo (aquel contorno de dos brazos alrede-dor de una pelota) simboliza inequívocamen-te el viejo y famoso saludo del general Perón,que la dictadura no pudo eliminar porque yaestaba aprobado internacionalmente. En unpueblo como el nuestro, donde la cultura po-pular ubica al fútbol en un lugar privilegiado,el gobierno militar no iba a perder la ocasiónde utilizar semejante acontecimiento para in-tentar fortalecerse ante el mundo, lavando lasangre de sus crímenes alrededor de la pasión

    Editorial

    E

  • popular por el deporte. Como hiciera Hitleren la Alemania del 36 (con los Juegos Olímpi-cos de Berlín) o Mussollini en la Italia del 34(con el mundial de fútbol), Videla y compañíadesplegaron aquí una infernal campaña deapoyo al régimen, asociando los éxitos depor-tivos del equipo nacional, con los supuestoséxitos del autodenominado Proceso de Reor-ganización Nacional.

    En los meses previos al torneo, entre la co-munidad de exiliados latinoamericanos y lasorganizaciones internacionales que denuncia-ban en el mundo los crímenes de la dictadura,se llevaron adelante intensas acciones que co-menzaron auspiciando un boicot al Mundial, yterminaron aprovechando la realización delmismo para profundizar las campañas de de-nuncia. Frente a todo esto, la dictadura hablóde la existencia de una “campaña antiargenti-na” y convocó al pueblo a utilizar el Mundialpara “mostrarle al mundo lo que los argenti-nos somos capaces de hacer cuando estamosunidos detrás de un objetivo”. Miles de ar-gentinos aplaudiendo en los estadios, y dece-nas de miles festejando en las calles de las ciu-dades de todo el país parecían darle la razóna la perversidad de esa estrategia. Y aquí apa-recen aquellas preguntas con muchas respues-tas posibles ¿cómo y porqué pasó?, ¿cómo yporqué nos pasó?

    Sería absurdo pretender una respuesta úni-ca y lineal a estas preguntas. Pero algunasaproximaciones son imprescindibles:

    • como bien nos enseñara Walsh, el planasesino de la dictadura vino a implementar unplan económico que en aquel momento conta-ba con la fervorosa adhesión de sus activos im-pulsores: los viejos sectores dominantes de laeconomía, concentrados en torno a la tradicio-

    nal oligarquía de la Sociedad Rural (que habíapuesto a Martínez de Hoz como ministro), y losnuevos actores de los grupos financieros diver-sificados y transnacionalizados. Estos gruposestaban en el apogeo de su poder y no iban aabandonar fácilmente la posibilidad de soste-ner los intereses que defendían,

    • el uso del triunfo deportivo por la dicta-dura, no tuvo una reproducción homogéneaen todos los estratos sociales. En los sectorespopulares, donde el fútbol como fenómenopopular y masivo encuentra su sentido en lasraíces de nuestra configuración como nación ycomo pueblo desde los inicios del siglo XX, esposible rastrear infinidad de testimonios don-de el festejo emocionado de los zurdazos deKempes y las atajadas de Fillol, no estuvo paranada asociado a una legitimación de la dicta-dura. Esos sectores, a quienes el precio de lasentradas y la política represiva y persecutoriadel gobierno hasta les impidió ir a los estadios,encontraron en la movilización desbordada dejunio del 78 una especie de pequeño y legítimomomento de embriagadora descarga emocio-nal, en medio de las terribles condiciones deépoca,

    • los medios (siempre los medios) tuvieronun orgiástico bautismo de fuego en su tareade exaltar y asociar perversamente a la dicta-dura militar con las movilizaciones popularespor el éxito del Mundial. A diferencia de lavieja frase atribuida a Perón (“me echaroncon todos los medios a favor, y volví con todoslos medios en contra”), esta vez el terrorismode estado aplicado sobre la comunicación fueuna herramienta imprescindible en la tarea desilenciar y distorsionar voces opositoras y ad-mitir un único relato posible desde el poderhegemónico. Cuatro años después, durante laguerra de Malvinas, los medios y la dictaduravolverían a tener una nueva posibilidad de se-

  • 11

    llar a fuego su pacto de sangre. Los mediosnunca fueron sólo instrumentos de transmi-sión de información. Los periodistas nuncafueron profesionales de una verdad objetiva,expertos neutros en el develamiento de loreal. Eso lo sabemos hace muchos años en lascarreras de comunicación, pero también lo sa-bemos en la vida cotidiana de cada uno de losque nos sentamos ante la televisión, la radio,Internet o la prensa escrita.

    La memoria, sólo la memoria, no garantizanunca que el horror no vuelva a suceder. Perola memoria advierte, y mucho más en un con-texto histórico donde poco a poco las políticasde estado se comprometen en llevar adelanteacciones de justicia. El trabajo sobre la memo-ria advierte ante la naturalización del horror:nos detiene, nos insita a peguntar nuevamen-te. Nos permite peinar a contrapelo el presen-te y las posibilidades del futuro.

    Hablar del Mundial de 1978 hoy nos lleva ala reafirmación de una condena, pero tambiéna la pregunta sobre las responsabilidades civi-les y religiosas. Y en las carreras de comunica-ción a las responsabilidades y complicidades(que no es lo mismo) del campo de los mediosy del periodismo. Porque junto a los que llora-ron y lucharon, los que se comprometieron, es-tuvieron también aquellos que hoy siguen es-tando y que amparados en la vergüenza de lahistoria siguen trabajando para las minorías desiempre. Verdad y Justicia.

    Alejandro Verano Decano de la Facultad de Periodismo

    y Comunicación Social de la UNLP.

  • añadir a esas páginas. Apenas comprobar suactualidad.

    Un relato esencialista: la nuestra (¿la de quién?)

    La designación de César Menotti como téc-nico del seleccionado argentino en 1974, tras elfracaso en el Mundial de Alemania, significó elinicio de un nuevo ciclo. Los éxitos deportivosque tuvieron lugar entre 1974 y 1982 (con unprimer título mundial en 1978 y el campeona-to juvenil del mundo en 1979) se sustentaronen la supervivencia poderosa del relato míticooriginal del estilo argentino. Menotti argu-mentaba con vehemencia a favor de ese relatode la nuestra, repudiando el ciclo de los añossesenta como una “desviación” respecto delmito.

    Turner ha señalado que este discurso esen-cialista coincidía ideológicamente con el mo-mento en que la dictadura militar argentinadefendía “el tradicional estilo de vida argenti-no” contra la “amenaza comunista”2; sin em-bargo, el discurso de Menotti ha sido conside-rado, paradójicamente, como de izquierda porcierto periodismo “levemente progresista”(Turner, 1998). Su análisis de la revista El Gráfi-co, entonces todavía central en la administra-ción del imaginario deportivo argentino (laedición del 26 de junio de 1978, luego del par-tido final, es un récord para revistas deportivas:600.000 ejemplares), revela que los ejes argu-mentativos se centraron en cuatro ítems:

    a. Un poderoso “nosotros inclusivo”, queasociaba la acción gubernamental y deportivaa la de “todo un pueblo”. Esta estrategia es co-herente con la del gobierno: los slogans centra-les de la propaganda fueron “Veinticinco mi-llones de argentinos jugaremos el Mundial” y“En el Mundial usted juega de argentino”. Si el

    a metáfora de los ríos de tinta esaquí absolutamente inútil: sobre el

    infausto Mundial de 1978 no se ha escrito losuficiente. Y mucho menos desde las CienciasSociales que apenas lo han mencionado entrelas marcas inolvidables de la dictadura o, loque es más usual, como ejemplo máximo deuna exitosa alienación de masas. Para el pe-riodismo, por su parte, cualquier indagaciónmás o menos rigurosa choca de buenas a pri-meras con la notoria y activa (y entusiasta)participación de una buena cantidad de cole-gas insospechados de colaboracionismo; y pa-ra irritación del menottismo aún hoy activo yfundamentalista (pienso en casos patológicoscomo el de Horacio Pagani, pero también enotros menos militantes), esa indagación nopuede soslayar el incontrastable dato del sos-pechado partido con Perú1. Ante ese cuadro,volver a pensar el Mundial de modos menosesquemáticos, y especialmente en lo que tie-ne que ver con la actuación de los medios decomunicación y los periodistas, es una tareaindispensable.

    Lo que sigue es una síntesis de mis afirma-ciones en Fútbol y Patria…, mi libro de 2002 re-cientemente reeditado (Alabarces, 2008). Nohe regresado al tema, por lo que nada puedo

    16

    La justa deportiva sin igual: avatares del Mundial 78

    Por Pablo Alabarces

    Pablo Alabarces es Doctor en

    Filosofía por la Universidad de

    Brigthon. Profesor Titular del

    Seminario de Cultura Popular en

    la carrera de Ciencias de la

    Comunicación en la UBA. Autor

    deFútbol y Patria. El fútbol y las

    narrativas de la nación en la

    Argentina; Futbologías. Fútbol,

    identidad y violencia en América

    Latina y Crónicas del aguante.

    Fútbol, violencia y política.

    L

    1 Pocos escapan a esta descrip-ción rápida. Para señalar alguno:el guión de Ezequiel FernándezMoores para el documental dedi-cado al caso en 2003.2 Esa tendencia tradicionalista dela dictadura aparecía en relacióncon el Mundial en la elección desu mascota: previsiblemente, fueun pequeño gaucho, llamadoPampita. El tradicionalismo esen-cialista del gobierno militar debíapor fuerza ser ruralista, y la recu-peración del gaucho fue un movi-miento consecuente.

  • primero remite a la postulación de un nosotrossin fisuras que incluye a todos los sujetos, el se-gundo pone en escena un carácter fuertemen-te pedagógico, combinando un imperativo queno admite discusión y la asignación de un rolque tampoco puede discutirse, bajo pena decolocarse por fuera de lo nombrable. Como di-ce la nota editorial de la revista del 23 de juniode 1978: “Llegamos al final. No solamente losjugadores, sino todos. Se acabaron los YO refu-giados atrás de aislados gritos. Ahora somosnosotros sin distinción de colores, como debi-mos ser siempre. Goleamos al destino y derro-tamos a las sombras” (Op. cit., p. 3).

    b. El fuerte carácter nostálgico de los tex-tos: la actuación del equipo argentino se leecomo el retorno a una edad de oro, como el re-greso a las fuentes. Esta marca también es co-herente con las estrategias de gobierno: lasproclamas de la dictadura abundaron en ver-bos tales como “reorganizar”, “devolver”, “re-cuperar”, “reencontrar” (Turner, 1998: 146).Dice El Gráfico: “Y todo lo que siguió fue, co-mo no hace mucho lo pedíamos en estas mis-mas páginas, un retorno a las fuentes” (23 dejunio de 1978, p. 19).

    c. Consecuentemente, la inscripción históri-ca: no estamos frente a un hecho meramentedeportivo, sino frente al clímax de una seriehistórica (“La hora más gloriosa del fútbol ar-gentino”, dirá la portada de El Gráfico el díadel éxito). El Gráfico funciona asimismo comotexto que enlaza toda esa historia: es el discur-so que inaugura la serie, en el momento defundación del fútbol argentino y de su mito deestilo, y es también el que celebra su corona-ción. Así, si el retorno es la palabra clave, con-tinuidad es la práctica, y El Gráfico es el lazo deesa continuidad:

    17

    “Con ustedes, por el mismo túnel, caminauna historia. Escrita con zapatillas rotas en lospotreros o pies descalzos en la arena. Crecidaen las orillas del mar o de las zanjas. Educadaen los penales que se cobran a trompadas y so-metida a la desgracia que levantó las banderasde su origen, aun en los campos más extraños.Territorios conquistados con mágicas gambetasque parecían vengar antiguas ofensas. Domi-nios alcanzados para siempre con el fabulosopoder de los goles a un toque. Una valerosahistoria que se mantuvo en pie y soportó altivalos crueles ataques que le dirigen con fuerza ypotencia, que se hizo grande aguantando ale-vosos golpes y codazos lanzados con intencio-nes ocultas. Una historia defendida letra a letrapor sabios que conocían profundamente elsentido de este juego tan parecido a la vida [...]Y hay millones de ojos acechando otra vez elnacimiento del milagro. Ahora, no se olvidende transmitir el sentimiento...” (El Gráfico, 15de junio de 1978, p. 38).

    d. Una fuerte estandarización cultural delotro: si la identidad no tiene fisuras, porque to-dos somos argentinos, el otro debe estandari-zarse a los efectos de que funcione como otrosignificativo, de manera fácil y esquematizada.Así, la revista presentará una serie de naciona-lidades caracterizadas con epítetos: los holan-deses son sospechosos (drogas, homosexuali-dad, excesos), los polacos conflictivos, los pe-ruanos religiosos, los suecos trabajadores, losiraníes exóticos. Y los escoceses, por supuesto,son borrachos:

    “Uno sabe –y además lo escribió– que laspuertas del Sierra Hotel se abren a todas horaspara que los jugadores entren y salgan cuandose les ocurra. Es testigo de la ansiedad de estoshombres por jugar dinero en el casino, por

  • 18

    aprovechar en la conquista amorosa ese halode exotismo que los rodea […] Uno ve todoeso, palpa la autosuficiencia, la casi descaradaconfianza de estos conquistadores que visten‘kilts’ (polleritas), boinas, medias tres cuartos yzapatos abotinados [...] Escocia nos había con-tagiado su optimismo a través del grupo dehinchas fervorosos, de las incontables botellasde cerveza consumidas por sus jugadores. ‘Por-que todo lo antinatural en un deportista, losescoceses lo habían transformado, aquí en Cór-doba, en artículo admirable, elogiable. Tontoslos argentinos que hace meses vienen concen-trando...’. [...] Escocia se queda sin piernas.Díaz se la quita a Rioch y éste ni siquiera inten-ta correrlo. Son piernas de espuma. El mito dela cerveza como una forma de preparaciónatlética comienza a derrumbarse” (“Lo de Perúno fue un milagro”, en El Gráfico, 6 de junio de1978, pp. 32-36).

    Estos mecanismos no son privativos de ElGráfico. La censura es férrea, a veces tantoque se vuelve ridícula: diversas fuentes insis-ten en una directiva oficial prohibiendo lascríticas deportivas a Menotti y al equipo na-cional. Pero la extensión de estos argumentoscelebratorios nos permiten hablar también deuna hegemonía discursiva que la mayoría delos periodistas deportivos no estaban intere-sados en discutir. Por cierto que, en el perío-do, la violencia y el terror de la dictadura fun-cionan como coacción suficiente para evitarcualquier asomo de distancia o resistencia entodos los discursos públicos. Sin embargo, ca-be preguntarse qué hubiera ocurrido si el pe-riodismo argentino hubiera al menos tratadoen conjunto de adoptar posiciones menos ge-nuflexas y obedientes.

    Para rematar, Juan De Biase dice en el dia-rio Clarín al comenzar el campeonato:

    “Asegurar el éxito [del torneo] es una obli-gación, porque va más allá de lo deportivo, pa-ra configurar la imagen del país, una imagen ala que todos damos vida, seamos o no aficiona-dos al fútbol. Y por encima de todo esto [...] setrata de una cuestión nacional.

    ¿Escapismo? Esta es una discusión que sepueden repartir los sociólogos y el diván de losanalistas” (Clarín, 1 de junio de 1978).

    Silencio o hipérbole

    El nacionalismo futbolístico alcanzó su picoen este Campeonato Mundial de 1978. Pero setrata de un nacionalismo en el que podemos ac-ceder a un solo soporte: el discurso oficial. Todaotra palabra, en el contexto de la dictadura,queda silenciada. Los testimonios sobre el Mun-dial que señalan un grado máximo o mínimo dedistancia sólo aparecen hacia el final de la dic-tadura, cuando el campeonato comienza atransformarse en una metáfora del ocultamien-to y el silencio, frente a, como veremos, su sim-bolización como júbilo, festejo y unitarismo enel momento de su realización. Frente al Mun-dial, en el clima exitosamente represivo que ladictadura instala desde 1976, sólo caben dos vo-ces disidentes: la del exilio, que no circula en laArgentina y que no nos sirve como fuente parainterpretar la lectura interna del fenómeno–justamente por su condición exterior–, y la delya entonces nombrado como “movimiento delrock nacional”, que en su publicación más exi-tosa y representativa, la revista Expreso imagi-nario, opta por la más radical de las disidencias:el silencio absoluto. El Expreso imaginario nohace ninguna mención al torneo en todo el año1978. Como oposición en un momento en queel Mundial domina todos los textos, el gestorockero funciona como alternativa (como afir-man Goldstein y Varela, 1990).

  • 19

    Por el contrario, como señalé, el discursooficial está por todos lados, capturando todoslos sentidos posibles. Meses después del torneoel film La fiesta de todos (dirigido por SergioRenán en 1979) se encarga de compilar y exhi-bir buena parte de los argumentos convocados.La palabra dominante es nuevamente todos,soportado por un nosotros universal que se ha-ce presente en los primeros enunciados: “Noso-tros, los argentinos” es el pronombre que con-duce la narración (lo que ya era legible en eltexto de la “Marcha del Mundial”: “Veinticincomillones de argentinos/jugaremos el Mun-dial…”). Pero ese todos debe señalar las fisu-ras, porque no hay identidad nacional sin otrosignificativo: la otredad se designa como unenemigo que juega en lo interno y en lo exter-no (en alusión a la pretendida “campaña anti-Argentina”) a través de la malevolencia y el es-cepticismo. El tratamiento de los rivales es res-petuoso, hasta llegar al final, cuando la xeno-fobia se manifiesta en la voz del narrador fol-clórico Luis Landriscina de manera desemboza-da: “Era inevitable. Nuestra alegría significabala tristeza de los brasileros. Y bueno. En otrostiempos, ellos festejaban como si fueran carna-vales sus victorias, mientras nosotros nos con-formábamos con ser campeones morales”3.

    Corrección al fin (no olvidar que la dictadu-ra impone una moralina cerrada), las imáge-nes de los festejos desplazan el canto original(“Ya todos saben que Brasil está de luto/sontodos negros/son todos putos”) por un increí-ble “Se van para la B…”, suprimiendo la clási-ca referencia homofóbica –y en el mismo mo-vimiento, racista– de las hinchadas argentinas.En términos de género, las mujeres deben in-cluirse, porque el todos es demasiado podero-so para soportar su exclusión, aunque la inclu-sión femenina se produzca con la exclusión delsaber deportivo, con la incorporación de un

    público que sólo defiende una bandera y unaspreferencias erótico-estéticas: la mujer “inva-de y alegra los estadios”, para elogiar “la pin-ta de Paolo Rossi” (“con los ojos que tie-ne…”)4. Pero, homofóbicos al fin, las operacio-nes de inclusión –casi– universal revelan unnuevo otro insospechado: la exclusión se pro-duce sobre el homosexual, en la figura de unpeluquero que se niega a dejar de ver un tele-teatro frente a sus clientas que reclaman elpartido Argentina-Brasil.

    Un segundo elemento excluido del todos essignificativo. Frente a un clima representadode “alegría, solidaridad y confraternidad”, laúnica disidencia está señalada por la presenciade aquél que hace negocios: el hecho comer-cial del Mundial está minuciosamente expurga-do del film, para el que el torneo sólo significaun escenario de afirmación patriótica y depor-tiva. Con una excepción: un vendedor de ban-deras y vinchas argentinas que sube y baja susprecios de acuerdo a los vaivenes deportivos.Oficio popular y tradicional, el “busca” quevende informalmente en la entrada y salida delos estadios es catalogado, en la lógica de lapelícula, como el único actor cuyo objetivo esla maximización de la ganancia económica, nola simbólica. A la luz de los hechos –el gigantes-co negocio que significan los Mundiales, y lacorrupción extendida que rodeó a la organiza-ción de éste en particular– este señalamientono deja de causar escozor –o pavor–.

    La narración del film se confía a “artistaspopulares” (Nélida Lobato, Landriscina, comolocutores; Juan Carlos Calabró, Ricardo Espal-ter, Mario Sánchez, Luis Sandrini, como actoresde precarias ficcionalizaciones) y a periodistasdeportivos (Néstor Ibarra, Enrique MacayaMárquez, Diego Bonadeo, Héctor Drazer) o ge-neralistas (Roberto Maidana). Pero el cierre,allí donde el discurso celebratorio y narrativo

    3 Landriscina funciona en el filmcomo el principal narrador (entérminos de la cantidad de entra-das, y de la centralidad de sustextos). Una posibilidad de traba-jo: la recurrente relación plantea-da entre la figura de Landriscina ylos argumentos nacionalistas, apartir de su asociación con el inte-rior del país, por su condición deprovinciano y por sus “habilidadestelúricas” (la narración oral). In-cluso en la publicidad: parece nohaber mejor figura para publicitaryerba mate, que se presenta co-mo un símbolo de argentinidad.Su asociación con la figura de lacantante folclórica Soledad Pasto-rutti, a finales de los 90, operaríacomo una duplicación del símbo-lo. Ver al respecto el desarrollodel análisis en relación con estaúltima en Alabarces, 2008.4 El menosprecio disfrazado dereconocimiento que el film practi-ca con el público femenino llega asu clímax con una intervención dela escritora Martha Lynch, quienafirma: “Ya el fútbol había pasa-do a ser una cosa más importanteque las vidrieras y las peluque-rías”. Lo juro, dice eso.

  • 20

    cede paso a un explícito acento ideológico, sele confía a un intelectual, que funciona aquícomo vocero orgánico de la dictadura: se tratadel historiador Félix Luna, que a un costado delos festejos por el triunfo enuncia a la cámarala interpretación oficial:

    “Estas multitudes delirantes, limpias, unáni-mes, es lo más parecido que he visto en mi vi-da a un pueblo maduro, realizado, vibrandocon un sentimiento común, sin que nadie sesienta derrotado o marginado. Y tal vez porprimera vez en este país, sin que la alegría dealgunos signifique la pena de otros […]”.

    A lo que el locutor agrega como coda: “Es-ta fue nuestra mejor fiesta. Porque fue la fies-ta de todos”5.

    ¿La fiesta o la vida?

    Caben aquí como cierre dos señales. La pri-mera: ¿cómo interpretar las manifestacionesespontáneas de júbilo que inundaron las callesde Buenos Aires tras los dos últimos partidos?Es imposible generar empiria que apoye o re-sista ninguna interpretación, lo que convierte atoda apuesta en conjetural. Las entrevistas aparticipantes en los festejos están marcadaspor la distancia temporal, que en la historia ar-gentina significa estar atravesados por la con-ciencia de la dictadura. No hay informante quepueda evitar esa marca: recordar los festejossignifica inmediatamente acotaciones del tipo“no sabíamos lo que estaba pasando”, “nosusaron”6. La textualidad de la época, domina-da por el doble mecanismo de la censura-auto-censura, no ofrece ninguna garantía. Comouno de los pocos elementos disponibles está elhecho de que las manifestaciones evitaron lapolitización: salvo un grupo de estudiantes se-cundarios el día siguiente de la final, que se di-

    rigieron a la Plaza de Mayo y reclamaron lapresencia del dictador Videla, no hay en los fes-tejos ninguna marca que permita suponer undesplazamiento de lo futbolístico a lo explícita-mente político7. La dictadura no se celebra enlas calles ni en los estadios: por el contrario,apenas dos años más tarde el dictador Viola escelosamente silbado en el estadio de RosarioCentral. Osvaldo Bayer avanza en esta línea alproponer la interpretación opuesta: los feste-jos funcionan como una manera de recuperarla calle como espacio público, como el espacioclásico de la política argentina del que la socie-dad ha sido desalojada por la fuerza, y que re-conquista con un “dispositivo de astucia”8. Sisuperamos la clásica asociación entre política ydeporte abonada por Jean-Marie Brohm y epi-gonalmente por Sebreli, según la cual toda ma-nifestación de masas significa un nuevo ejem-plo de manipulación e idiotización, la lecturade Bayer es una conjetura seductora.

    La espontaneidad de los festejos (no huboningún tipo de convocatoria, ni oficial ni me-diática) es un dato que entiendo clave para es-tablecer una interpretación. Los actores pare-cieron leer rápidamente una fisura en el con-trol, e instituyeron así un mecanismo doble: lare-ocupación del espacio público, y el auto-re-conocimiento en una multitud (la primera vez,vale recordarlo, desde antes del golpe militar).Las manifestaciones, asimismo, diseñaron reco-rridos múltiples, no se limitaron al centro urba-no (el Obelisco) y sus adyacencias: ocuparontambién espacios barriales, como el Parque delos Patricios. Por último, y como dato contras-tante que permitiría ratificar la interpretacióndesarrollada, al año siguiente el equipo argen-tino obtuvo el Campeonato Mundial Juvenil defútbol en Japón9, el mismo día que la ComisiónInteramericana de Derechos Humanos (CIDH)comenzaba sus actividades de investigación en

    5 El análisis de otros textos con-temporáneos apunta en el mismosentido del que planteamos entorno del film, en cuanto a propo-ner la construcción de un nuevonosotros universal. Ver, por ejem-plo, el discurso del dictador Videlapor la cadena nacional de televi-sión y radio al día siguiente de lafinal (reproducido en Palomino yScher, 1988, pp. 173-174).6 Testimonios obtenidos en entre-vistas a hinchas argentinos entre1996 y 1998.7 El 26 de junio de 1978 yo eraestudiante secundario en la Escue-la Normal Mariano Acosta, enton-ces colegio reservado para varo-nes. Por supuesto, decidimos queel triunfo deportivo era una exce-lente excusa para conseguir un díade asueto, y presionamos a las au-toridades para que nos dejaran sa-lir. Lo obtuvimos: mientras bajába-mos las escaleras, alguien propusoir a la Plaza de Mayo; la puteadade respuesta fue unánime. Era cla-ro que el asueto no era para cele-brar nada, sino una excusa para ira ver mujeres (en este caso, lascompañeras del Normal 8). Noquiero decir con esto que nuestrashormonas fueran políticas; pero almenos nos evitaron la vergüenzade vivar a Videla.8 La referencia es a De Certeau(1996), referencia que no está enBayer.9 La transmisión televisiva localmostraba una banda negra queocultaba las consignas anti-dicta-toriales dispuestas por organiza-ciones de defensa de los derechoshumanos en las tribunas japone-sas.

  • 21

    Buenos Aires sobre la situación de los deteni-dos-desaparecidos. En este caso, los mediosconvocaron explícitamente a la manifestacióndel festejo: los periodistas Julio Lagos desdeRadio Mitre, José María Muñoz desde Radio Ri-vadavia y José Gómez Fuentes desde ATC invi-taron a sus públicos a un festejo callejero enPlaza de Mayo, con la colaboración del Minis-terio de Educación que decretó un asueto estu-diantil10. En el caso de Muñoz, ese festejo (esaconvocatoria) se politizó radicalmente: “Vaya-mos todos a la Avenida de Mayo [donde fun-cionaba la oficina de recepción de denuncias,en el número 760] y demostremos a esos seño-res de la CIDH que la Argentina no tiene nadaque ocultar”. La aparición de esta convocatoriaexplícita señalaría, por oposición, la esponta-neidad de lo ocurrido un año atrás, y la necesi-dad del aparato de poder de restablecer susmecanismos de control, por codificar lo quepodía significar autónomamente.

    Segunda señal: a pesar de esta interpreta-ción, que vería en las manifestaciones una for-ma desviada de la contestación, la memoria delMundial funciona en la sociedad argentina co-mo un lastre significativo. Deportivamente: eltriunfo por seis goles contra Perú en la ruedasemifinal, que permite el paso de Argentina ala final desplazando a Brasil, es reiteradamen-te calificado como producto de un acto de co-rrupción, de negociaciones gobierno a gobier-no, de sobornos masivos; esta posibilidad, quela memoria de la dictadura alimenta, impideincluso el simple goce de un triunfo deportivo.Políticamente: como señalé, el Mundial comen-zó a ocupar, al final de la dictadura, el lugar desímbolo de la manipulación, del ocultamiento,del escamoteo, de la estupidez colectiva. Valecomo muestra la aparición reiterada de lasimágenes del Mundial en fragmentos de filmsde la transición democrática: cualquier televi-

    sor encendido que quisiera representar ese mo-mento aparecía mostrando esas imágenes, de-signando de manera rápida todo el períododictatorial. En dos films en particular, esa señalse vuelve central: en Hay unos tipos abajo (deAlfaro y Filipelli, 1985) los sonidos mundialistassirven de eco persistente a la amenaza del se-cuestro; en La deuda interna (De Pereira, 1987)el Mundial permite la aparición del televisor, ymotiva la separación más radical entre el maes-tro conciente (Juan José Camero) y los públicosmanipulados por un patrioterismo banalizado.En el mismo sentido, la cobertura periodísticadel vigésimo aniversario de la obtención del tí-tulo (durante julio de 1998) manifestó estainestabilidad: ni aún a la distancia –o peor, por-que la distancia significa más conocimiento yno mayor olvido– el Mundial podía celebrarsecon plenitud. Como ejemplo: la revista Noticiastituló en tapa con la “pregunta incómoda”:“¿Y vos, papá, que hiciste en el Mundial 78?”.La pregunta era obviamente retórica, porquela respuesta era vergonzosamente imposible.

    Finalmente y para ratificar todo esto: enocasión de celebrarse el 25° aniversario de laobtención del Campeonato Mundial, en juliode 2003, buena parte de los textos periodísti-cos insistieron en la tesis de la influencia en eldeporte de la dictadura militar, relativizandoincluso la validez del éxito futbolístico (salvolos defensores acérrimos de la figura del entre-nador Menotti, especialmente el diario Clarín).Asimismo, algunos jugadores involucrados enla organización de una fiesta de celebración(especialmente, Julio Ricardo Villa, que habíajugado el Mundial, y Claudio Morresi, hermanode un desaparecido, que no jugó) trataron deque el fútbol saldara esa deuda, incorporandola presencia y el homenaje de los Organismosde Derechos Humanos en el estadio de River.Nadie quiso responsabilizarse por la negativa

    10 Es decir: no provocado hormo-nalmente.

  • 22

    (todos apuntaban al Gran Bonete), pero lasMadres de Plaza de Mayo no pudieron partici-par en la ceremonia. Y a la vez, la concurrenciafue escasa. El establishment futbolístico no es-taba dispuesto a aceptar un reconocimientopolítico de su complicidad con la dictadura…pero los hinchas tampoco parecían dispuestos aconvalidar tamaña indiferencia.

    Bibliografía citada

    -ALABARCES, PABLO. Fútbol y Patria, PrometeoLibros, Buenos Aires, 2008. 4ta. edición revisa-da y aumentada.-BAYER, OSVALDO. Fútbol Argentino, Sudame-ricana, Buenos Aires, 1990.-DE CERTEAU, MICHEL. La invención de lo coti-diano. Artes de hacer, Universidad Iberoameri-cana, México, 1996.-GOLDSTEIN, MIRIAM y VARELA, MIRTA. “Dic-tadura política… ¿Democracia del rock?” En:Cuadernos de la Comuna, 12, Comuna de Puer-to General San Martín, 1990.-PALOMINO, HÉCTOR y SCHER, ARIEL. Fútbol:pasión de multitudes y de elites, CISEA, SerieDocumentos 92, Buenos Aires, 1988.-TURNER, ALEJANDRO. “25 millones de argen-tinos. Fútbol y discurso en el Mundial 78”. En:ALABARCES et al. (ed.), Deporte y sociedad, Eu-deba, Buenos Aires, 1998.

  • 24

    La gramaticalización futbolística

    Por Juan Bautista Branz

    Juan Bautista Branz es

    Licenciado en Comunicación

    Social. Docente de la Cátedra de

    Comunicación y Recepción de la

    Facultad de Periodismo y

    Comunicación Social (UNLP).

    Maestrando en Deportes de la

    Facultad de Humanidades y

    Ciencias de la Educación

    (UNLP), 2008.

    i hablamos de rupturas y continuida-des, deberíamos plantear cuánto hu-

    bo de quiebre y cuánto permanece hoy deaquella construcción mediática del Mundial deArgentina 78. Y si anclamos conceptualmenteen la idea de una gramaticalización1 futbolísti-ca, podremos pensar que la relación fútbol-me-dios de comunicación sabe más de continuida-des que de rupturas. Sobre todo si revisamoscómo se articuló aquel vínculo durante el cam-peonato ganado por el equipo de Menotti2.

    La correcta y prolija organización del Mun-dial sería una oportunidad política. Para losmilitares, operaría a favor de completar elconsenso civil –al mejor estilo Gramsci–, yaobtenido en algunos sectores (como el empre-sarial o el agrícola-ganadero). De aquí que di-versos autores retomen la idea de dictaduracívico-militar.

    La gramaticalización futbolística necesita-ba, en “tiempos de reorganización nacional”,de reglas propias y actores encolumnados alcampo del deporte –un espacio con autonomíarelativa–. En términos de continuidad, pode-mos decir que la relación entre los medios decomunicación y el Mundial 78 fue una de lasinstancias del proceso fútbol/medios a lo largode nuestra historia (desde los tiempos inmigra-

    torios, pasando por la etapa peronista, hasta ladictadura)3. En esta historización del proceso,el Mundial constituyó una regramaticalización.Las reglas se reacomodaron para cumplir susobjetivos. Pero también podríamos leerlo sin-crónicamente. Se requería un relato que, a tra-vés de todo tipo de argumento, instalara unasola moción: El Mundial llevará a elevarnos an-te el mundo, como una Nación que pretendereestablecerse, a partir de un éxito deportivoconstruido por la totalidad de la sociedad.

    He aquí el carácter inclusivo del discurso.Mientras el costo social del modelo guardabarelación con el deterioro del mercado de traba-jo –revalorizando el capital mediante mecanis-mos financieros–4, la desintegración de los la-zos sociales se “neutralizaba” (por lo menospor un mes)5 mediante una narrativa llena depasiones e incondicionalidad por la Patria.

    La consigna, muy clara. El proceso de gra-maticalización se pondría en marcha a travésde los medios de comunicación y una estrate-gia suntuosamente elaborada –y colaborada–por especialistas de turno. Desde ATC, Canal 9,11 y 13, las publicaciones El Gráfico (estandar-te de los militares), Gente, Goles, Clarín, La Ra-zón, entre otras, y con la cooperación de varia-dos personajes de diferentes rubros como Car-litos Balá, Juan José Camero, Juan Manuel Fan-gio, Carlos Monzón, Bernardo Neustadt, Joa-quín Morales Solá, Mariano Grondona, JoséMaría Muñoz, entre muchos, asistimos, segúnPablo Llonto6, a la única propaganda y a la úni-ca posibilidad de tratamiento mediático sobreel Mundial, teniendo en cuenta la férrea y ce-losa censura dispuesta por los militares antecualquier discurso “anti-mundial argentino”.Como diría Aníbal Ford, se “puso en marcha unfranco, ambicioso y también frustrado operati-vo de ‘lavarle el cerebro’ al ‘argentino históri-co’ […] a través de la estrategia ‘económica-

    S

    1 Basándome en la idea de realfa-betización cultural de Travis, reto-mada por Luís Antezana, en “Fút-bol: espectáculo e identidad” en:ALABARCES, PABLO. Futbologías.Fútbol, identidad y violencia enAmérica Latina, CLACSO, Argenti-na, 2003, p. 86.2 César Luis Menotti fue el Direc-tor Técnico de Argentina en elMundial disputado en 1978.3 Pablo Alabarces trabajó sobrelas narrativas futboleras de la na-ción a lo largo de su historia. 4 Se prescinde de la fuerza de tra-bajo.

  • 25

    cultural’ de Martínez de Hoz apoyada en la pu-blicidad estatal, la desinformación, la repre-sión”7. Todo, por supuesto, bajo el marco de laUNESCO, del flujo libre de la información, ydesde la consigna persuasiva del paradigmalaswelliano, pensando en un receptor absolu-tamente pasivo ante mensajes unidirecciona-les. En pocas palabras, reduccionismo y mecani-cismo informacional.

    La narrativa pro-mundial se apoyaba en elrelato nacionalista, patriótico, donde todos losargentinos jugarían el mundial a cambio demucho fervor y entusiasmo, convencidos deque no sólo era un mundial de fútbol, sino laúnica manera de “reorganizarnos” como Na-ción, a través de lo más sano y pacífico queexiste: el deporte. El discurso mediático incluía–hasta agotar el stock– calificativos superlati-vos a la fiesta pura del mundial, en definitiva ala reorganización… Como Joaquín Morales So-lá que, con gran emoción y entusiasmo, escri-bía su crónica en una columna de Clarín, ape-nas comenzaba el campeonato:

    “Nadie que repase los últimos días podrádejar de advertir que la Argentina ha cambia-do. Desde hace 72 horas una gran mística unióa los argentinos en un grito de alegría y fer-vor. En efecto, el Mundial de Fútbol –ese he-cho inigualable que no volverá a repetirseaquí por varias generaciones– puede darle alpaís muchos orgullos, actuales y futuros, peroles ofreció también a los argentinos la posibi-lidad de vivir una larga fiesta. El acto inaugu-ral del campeonato, por otra parte, tuvo unasingular importancia política. En lo que es es-trictamente interno, puede decirse que los ar-gentinos tuvieron la oportunidad de ver alpresidente Videla, en su primera experienciamultitudinaria”8.

    Con la notoria despolitización de las circuns-tancias, o mejor dicho, con la politización ad

    hoc, Morales Solá celebra el encuentro de laJunta con quienes asistieron a la inauguracióndel Mundial. Y no sólo con los presentes, sinocon la totalidad de la Nación que, está cambian-do, y lo festeja con la ceremonia de un Mundialde fútbol (“que vaya a saber cuándo se repeti-rá”, se pregunta Joaquín Morales Solá), espacioconstruido (por los medios pro-mundial) sin fisu-ras, ni contiendas de dominación. El fútbol pre-sentado como espectáculo internacional sólo dalugar, en sus relatos, a la algarabía y pasión ge-neralizadas. No hay lugar para el conflicto. Esta-mos en tiempo de Mundial, y el fútbol es cálidoy no acusa mayores problemas que un polémicofallo arbitral o un insulto con algún escocés queha bebido en exceso.

    Quiero insistir con la gramaticalización o re-gramaticalización para poder hacer visibles hoylos rasgos de continuidad en la relación fútbol-medios de comunicación. La construcción me-diática de los últimos aniversarios del campeo-nato logrado por Argentina, se apoya en dosdecisiones: la primera fundada en la idea de re-valorizar el primer logro histórico de la selec-ción mayor de fútbol, recordando a sus prota-gonistas como los héroes que fueron capacesde doblegar a Perú, cuando no había margenpara cometer errores si se aspiraba a acceder ala próxima fase. Es decir, revivir el campeonatorecordando que lo importante fue, justamente,el logro deportivo. Desde allí, la memoria co-lectiva de los argentinos optará o no, por refle-xionar sobre “otras cuestiones”, ajenas al Mun-dial. Pero lo importante fue ganar el Mundial.

    La otra decisión de conmemorar el campeo-nato vuelve a ser aprovechada como oportuni-dad política. Y digo vuelve, porque lo que fueconsenso en el 78, se desnaturaliza al ritmo de lalucha por reivindicar el concepto del Mundial,como espacio de sombras, negocios, desapari-ciones y asesinatos por parte del Estado. La mi-

    5 Período que dura un Mundial.6 Llonto, Pablo. La Vergüenza detodos (el dedo en la llaga delMundial 78). Ediciones Madres dePlaza de Mayo, Buenos Aires, ma-yo de 2005.7 Ford, Aníbal. “Desde la orilla dela ciencia. Acotaciones sobreidentidad, información y proyectocultural en una etapa de crisis”en: Comunicación y Culturas Po-pulares en Latinoamérica, Semina-rio del Consejo Latinoamericanode Ciencias Sociales, FELAFACS,Ediciones G. Gil, S.A. de C.V., Mé-xico, 1987, p. 171.8 En Llonto, Pablo. La Vergüenzade todos (el dedo en la llaga delMundial 78), Ediciones Madres dePlaza de Mayo, Buenos Aires, ma-yo de 2005, p. 89.

  • 26

    rada epistemológica converge en la conflictivi-dad del momento, y en la continua politizacióndel espacio social. No olvidar que la copa delmundo fue organizada por la Junta Militar. Noolvidar que el fútbol representó una estrategiaque sólo tuvo un objetivo: el consenso social.

    Pero más allá de las dos variables de recapi-tulación mediática explicitadas, asistimos ac-tualmente a una regramaticalización culturalfutbolística. Desde las construcciones mediáti-cas hegemónicas que narran el campo del fút-bol se reafirma la relación entre tiempo de ocioy mercado. Los hinchas (como aquéllos delequipo de Kempes)9 “viven” esta reconfigura-ción del ocio –antes relacionada al mercadoproductivo, y al tiempo de las instituciones:iglesia, familia, partido político– como una ge-neración de deseos más que de necesidades,siendo los símbolos futboleros –equipos, futbo-listas, estadios, colores, camisetas, hinchadas–uno de los motores de la economía del ocio.

    Como en el 78, aquella primera decisión derecordar el Mundial, suprime la política y laconflictividad de los relatos que se encargandel fútbol. Una pista directa que hace visible elconflicto nombrado y renombrado sobre loscuerpos populares, que son y siguen siendocensurados (negando sus identidades), elimina-dos, por las narrativas hegemónicas encarga-das de la exclusión. Siempre teniendo en cuen-ta al fútbol como espacio de aglutinación paralos cuerpos desplazados por el Estado.

    No mucho cambió. Los relatos vuelven so-bre las ideas de Patria y Nación, asociadas alfútbol, como el espacio de las “nuevas identi-dades” emergentes –y desplazadas– de unamodernidad en crisis. La vida o la muerte sejuegan en un partido entre selecciones. El ho-nor y revalorización simbólica son el capital enjuego. Messi vs. Beckham. Argentina vs. Los pi-ratas (léase Inglaterra).

    La propuesta es, invitar a sospechar –en tér-minos analíticos– de las conclusiones que man-tienen la idea de que el fútbol es un campo to-talmente dominado y sin fisuras. Esta neogra-maticalización mediática, en relación al fútbol,sugiere y ofrece dispositivos culturales que dis-ponen la estrategia a seguir. Atravesado poruna temporalidad residual, los condimentosdel relato conmemoratorio se distribuyen –enporciones iguales– entre lo que persiste aún deaquel pasado de sombras y lo “vivo” de aquelpasado de gloria (para el apasionante FútbolArgentino, por supuesto).

    Más allá del inobjetable “peso” en la cons-trucción de narrativas producidas desde los me-dios de comunicación –que “invitan” o “invita-ron” al consenso más que al conflicto–10 losagentes aún pueden –o pudieron– transitar porlas rajaduras generadas en la dinámica y dispu-ta del campo. Pensar que todos los hinchas lodan todo por los noventa minutos, seducidospor el mercado futbolístico, sin escamotear en-tre alguna brecha estratégica, sería simplista yreduccionista.

    Bajo la prédica de derechos y humanos sepretendió uniformar a todos los argentinos,mientras todas las acciones fueron enfocadascon el objetivo de apuntar a los enemigos in-ternos: obreros, estudiantes, intelectuales, enfin, todos los que no jugaban al fútbol ni se in-mutaban por el resultado de Argentina-Perú,ni se integraban al consenso.

    A treinta años, la regramaticalización setorna –nuevamente– correcta y prolija. Esta vezcon otros ropajes. La dinámica relacional, inter-subjetiva, histórica y la capacidad de transfor-mación de las identidades, volvería incapazuna estrategia mediática como la del Mundial.Sólo con rastrear que ni siquiera los otros deaquella etapa, son los otros de hoy, ni los mo-mentos políticos, económicos, culturales y so-

    9 Jugador emblema de aquel Se-leccionado Nacional.10 Sobre todo en el campo futbo-lístico.

  • 27

    ciales transitados son los mismos, treinta añosdespués, se evidenciaría la imposibilidad de“calcar” un plan mediático.

    El sistema de relaciones significantes reafir-ma las lógicas que se empeñan en subrayar eltriunfo deportivo bajo la consigna “Argentina,campeón”. País campeón, no Nación campeo-na. No alcanzaron los planes sistemáticamentediseñados por los hombres de la dictadura pa-ra afianzar la “cultura de una Nación campeo-na”: ¡porque las brechas fueron mayores quelos llanos! La narrativa actual no incluye en elterritorio a nuevas/otras identidades, a nuevo-s/otros sujetos ni admite las historias que estánimbricadas en aquella meta político-deportiva.Digo regramaticalización porque esta “revi-sión” que los medios presentan periódicamen-te es aquélla pero maquillada con el discursopertinente de la democracia.

    Hoy, aquellos medios se erigen y se presen-tan como los ojos críticos que denuncian las vio-laciones a los derechos humanos que se produ-cían durante la gran contienda deportiva. Laspublicaciones de documentos trágicos, devela-dores de atrocidades se diseminan por las em-presas multimedia como contracara del éxitodeportivo. Los mismos multimedia, que “apoya-ron” y “festejaron” la épica del 78, revelan lasirracionalidades cometidas en aquel tiempo. Se-ría imposible reproducir las mismas narracionesen un contexto que instala un Museo de la Me-moria en la Escuela de Mecánica de la Armada.Pero la cuestión es que mantienen las descrip-ciones como simultáneas y paralelas, no en co-rrelato. Se continúan borrando las huellas queconfiguraron sociedades de complicidad.

    No son los mismos escenarios, afortunada-mente. Pero pregunto, ¿cuánta ruptura huboen las construcciones mediáticas respecto delMundial? En aquel entonces –y hoy a treintaaños– continúan “diciendo” lo políticamente

    correcto. El rol de denunciante, hoy, no limpiaresponsabilidades. La continuidad es reforza-da: siempre los medios serán aliados de las po-líticas hegemónicas. Juegan el mismo juego.

    Otra vez las narrativas vuelven a presentar-se como oportunidad que entrecruza política,fútbol e identidad nacional. Como diría Alabar-ces, la leyenda continúa…

    Bibliografía

    -ALABARCES, PABLO. “La Leyenda Continúa”,en: Revista Trampas de la Comunicación y laCultura, Ediciones de la Facultad de Periodismoy Comunicación Social de la UNLP, Año 3, mar-zo de 2004.-________________ Futbologías. Fútbol, identi-dad y violencia en América Latina, CLACSO, Ar-gentina, 2003.-________________ Fútbol y Patria. El fútbol ylas narrativas de la Nación en la Argentina, Pro-meteo libros, Buenos Aires, 2002.-BILYK, PABLO Y BRANZ, JUAN BAUTISTA. “DelBosque no me voy. Fútbol e identidad. Los Hin-chas de Gimnasia que resisten al cambio de suEstadio”, Tesis de Grado. Facultad de Periodis-mo y Comunicación Social de la UNLP, octubrede 2007.-FORD, ANÍBAL. “Desde la orilla de la ciencia.Acotaciones sobre identidad, información yproyecto cultural en una etapa de crisis” en:Comunicación y Culturas Populares en Latinoa-mérica, Seminario del Consejo Latinoamerica-no de Ciencias Sociales, FELAFACS. Ediciones G.Gil, S.A. de C.V., México, 1987.-LLONTO, PABLO. La Vergüenza de todos (el de-do en la llaga del Mundial 78), Ediciones Madresde Plaza de Mayo, Buenos Aires, mayo de 2005.-MARTÍN BARBERO, JESÚS. De los medios a lasmediaciones. Comunicación, cultura y hegemo-nía, Gili, México, 1987.

  • Las tapas publicadas pertenecen a la colección privada del Periodista Marcelo Martín.

  • 30

    Derechos humanos, política y fútbol*

    Por Marina Franco

    Marina Franco es Profesora en

    Historia de la Universidad de

    Buenos Aires, Magíster de la

    Universidad de París 7 (Francia)

    y Doctora en Historia de la

    Universidad de Buenos Aires y

    de la Universidad de París 7. Se

    ha desempañado como docente

    en las Universidades de Buenos

    Aires, de General Sarmiento y de

    París 7. Ha sido becaria Saint

    Exupéry y del Ministère de la

    Recherche (Francia) y ha

    obtenido premios académicos

    y de investigación.

    a dictadura militar instaurada en1976 intentó diversas operaciones

    ideológicas tendientes a la construcción deconsenso. Si la más dramática de ellas fue laGuerra de Malvinas, la otra muy significativa–pero por su éxito– fue el Campeonato Mun-dial de Fútbol de 1978. La realización delevento y la denuncia de una supuesta “cam-paña antiargentina” desde el exterior fuerondos operaciones mediáticas de la Junta Militardestinadas a construir cierta legitimidad polí-tica en el momento mismo en que se hacEíamás fuerte la presión internacional por la vio-lación de los derechos humanos. En particular,la denuncia militar sostenía la existencia deun “ataque” contra el país montado desdeafuera por los exiliados argentinos y por di-versos grupos y figuras internacionales queiban desde Yves Montand hasta Patricia De-rian, funcionaria del gobierno de James Car-ter. Si bien puede rastrearse desde 1976, estediscurso se hizo dominante entre fines de1977 y 1979. Además de la presión internacio-nal por las violaciones a los derechos huma-nos, el otro hecho decisivo que dio origen aese discurso nacionalista y defensivo fue elfuerte movimiento internacional de boicot alMundial de Fútbol de 1978.

    El movimiento tuvo un alcance esencial-mente europeo, pero su origen y máxima re-percusión se produjo en Francia con la forma-ción del Comité de Boycott du Mondial deFootball en Argentine (COBA). Allí, el COBAllegó a tener cerca de 200 comités en todo elpaís y generó un fuerte debate en la esfera pú-blica francesa. A la vez, fue objeto de grandesdenuncias por parte de los militares argentinosy la prensa oficialista y suscitó un fuerte recha-zo por parte de la opinión pública argentinainvolucrada en la ola nacionalista desatada porel Mundial. Curiosamente, la mayoría de losparticipantes activos en el boicot fueron fran-ceses y sus organizadores recuerdan una escasapresencia argentina comprometida en el tema.Este dato es llamativo si se considera que Parísera un destino significativo –pero no masivo–de muchos emigrados políticos argentinos delos 70, un punto de difusión importante de ladenuncia humanitaria y había allí una ciertapresencia de inmigrantes argentinos llegadosen las dos décadas previas. ¿Por qué entoncesla ausencia relativa de los argentinos en el fe-nómeno del boicot? ¿Por qué un evento depor-tivo en un país lejano como la Argentina susci-tó tanta movilización militante entre los orga-nizadores del COBA y tanta sensibilización enla opinión pública francesa?1.

    El COBA

    El comité surgió a fines de 1977 por iniciati-va de un grupo de militantes de la “extrema iz-quierda” francesa que ya no tenían pertenen-cia partidaria y que provenían de dos vertien-tes bien diferenciadas2. La primera era un gru-po de militantes ya muy movilizados por la si-tuación argentina, que integraban un comitéfrancés de “solidaridad”: el Comité de soutienaux luttes du peuple argentin (CSPLA), desde

    L

    *Este artículo fue publicado enEntrepasados, Año XIV, Buenos Ai-res Nº 28, fines de 2005, pp. 27-46.1 Este texto es una versión cortade un trabajo realizado en el mar-co de una tesis de doctorado so-bre los exiliados argentinos enFrancia (1973-1983), bajo la direc-ción de Hilda Sabato (UBA) y PilarGonzález Bernaldo (París 7, Fran-cia).

  • 31

    fines de 1975. Uno de sus ejes era la oposicióna las políticas imperialistas francesas en Argen-tina, dado que la mayoría de sus miembrosprovenían de movimientos de la lucha antiim-perialista surgidos en torno a 1968. La mayoríade estos militantes tenían vínculos con la Ar-gentina porque habían vivido algún tiempo enel país (o en el Cono Sur) por razones persona-les o profesionales3.

    Una segunda rama del COBA estaba inte-grada por diversos militantes políticos, tambiénde extrema izquierda, centrados en una críticateórica y política del deporte. En este conjuntoconvergían líneas diferenciadas: un sector deprofesores o teóricos de educación física confuerte actividad y filiación sindical en la esferaeducativa francesa, vinculados a la tendenciaEcole Emancipée y otro colectivo político y edi-torial de posiciones más extremas, Quel corps?Desde una matriz teórica marxista, este grupoproponía una crítica radical del deporte decompetición en tanto institución propia de lassociedades capitalistas y la utilización del de-porte con fines políticos como instrumento depropaganda estatal –en particular en los paísessin libertades democráticas y/o a través de lasinstituciones internacionales del deporte. To-mando como antecedente y modelo las Olim-píadas de Berlín de 1936, este colectivo denun-ciaba activamente los eventos deportivos inter-nacionales como el Mundial de 1978 o los Jue-gos Olímpicos de Moscú de 19804.

    A fines de 1977, estos grupos –cuyo únicoeje común era una tradición y práctica políticade militancia de extrema izquierda– confluye-ron en la organización del COBA. A nivel nacio-nal, el comité se reunía semanal o quincenal-mente, sumando unas 40 personas en un fun-cionamiento de asamblea con decisiones porvoto. Uno de los principios fundamentales delCOBA era la participación a título individual de

    sus miembros y no como representantes departidos políticos u organizaciones de ningúntipo. Esto es significativo porque fue mencio-nado como un factor de eficacia por los miem-bros del comité entrevistados. En especial, losque provenían de la militancia de solidaridadcon América Latina señalan que la experienciadel trabajo con exiliados chilenos desde 1973les había demostrado la “imposibilidad” deconcretar acciones cuando estaban de por me-dio las tensiones y divisiones partidarias, fuesede los exiliados latinoamericanos o dentro dela política francesa5.

    Muy pronto, el COBA extendió sus activi-dades a través de campañas y conferencias deprensa, reuniones informativas en barrios yempresas y la publicación de una serie de ma-teriales de difusión (afiches, folletos, ilustra-ciones, grabaciones musicales y documentosfílmicos) denunciando la situación argentinabajo la consigna: “¿La Copa mundial de fútbolprevista para junio de 1978 en Argentina sehará entre los campos de concentración?”. Laproducción del COBA estaba centrada en dosejes: la denuncia contra la represión en el paísy la utilización política del deporte en gene-ral, mostrando siempre la constitución binariadel grupo y los dos objetivos diferenciadosque estaban en la base del proyecto. Entreesos materiales el más conocido fue el perió-dico L’Epique, creado en alusión a L’Equipe –lapublicación deportiva más popular de Franciay que apoyaba por “razones deportivas” larealización del Mundial6. El periódico alcanzóa vender 120 mil ejemplares entre enero y ju-nio de 1978.

    El eje de la campaña era la negativa a queel Mundial se desarrollara en un país donde losderechos humanos eran violados sistemática-mente bajo una represión feroz y donde elevento era utilizado como una operación polí-

    2 Utilizamos aquí la categoríafrancesa que designa como “ex-trema izquierda” a los partidos ygrupos trotskistas, maoístas, anar-quistas, autogestionarios, etcéte-ra, alineados muy críticamente ala izquierda de los dos partidosmás tradicionales de esa orienta-ción: el comunista y el socialista.3 Entrevistas con R.T., París, 18 dediciembre de 1978; M.N., 14 deabril de 2003; E.C., París, 13 defebrero de 2004; CSPLA, “QuelComité de soutien pour l’Argenti-ne?”, s/f, s/l; CSPLA, Boletines delN°1 (diciembre de 1975) al N° 6(diciembre de 1977); Argentine:l’impérialisme français en ques-tion, s/f, s/l. 4 Entrevistas citadas a R.T. y Z.I.,París, 12 de diciembre de 2004;Quel corps? N°1, avril-mai 1975;Brohm, J.M., Les meutes sporti-ves, L’Harmattan, París, 1993,pp.72-79; Quel corps?, L’opiumsportif: la critique radicale dusport de l’extrême gauche à“Quel corps? ”, L’Harmattan, Pa-rís-Montreal, 1997. 5 Entrevistas citadas a R.T.; Z.I.;I.Q., París, 2 de diciembre de2003. 6 L’Equipe, 13 de diciembre de1977.

  • 32

    tica de propaganda. En consecuencia, el COBAexigía el cambio de sede del Mundial o, en sudefecto, que el equipo francés no participara amenos que “la Junta liberara a los prisionerospolíticos, incluyendo los desaparecidos y resta-bleciera de manera integral y definitiva las li-bertades políticas, sindicales y democráticas”7.

    Si la represión en Argentina era mundial-mente denunciada desde 1976, el “fenóme-no” de los “desaparecidos” –y con ello las Ma-dres de Plaza de Mayo– recién comenzaba aser masivamente conocido fuera del país8. En1978, en Europa el conocimiento del tema es-taba bastante limitado a los grupos políticos ointelectuales más sensibles a la política inter-nacional. En cambio, el referente inmediatode las dictaduras latinoamericanas era Chile,dado que la caída de Salvador Allende y la re-cepción de refugiados chilenos había genera-do una alta sensibilización en la esfera públicaeuropea y grandes campañas de solidaridadde partidos políticos, sindicatos y organizacio-nes humanitarias9. Sin embargo, el caso argen-tino era menos conocido y las característicasespecíficas de la conflictividad política que lle-vó al golpe de Estado –en particular el peronis-mo y las organizaciones revolucionarias, espe-cialmente las de origen peronista– dificulta-ban los apoyos espontáneos en el cuadro de lapolítica europea.

    No obstante, los alcances de la represión –yen particular la práctica de la desaparición for-zada de personas y la tortura– facilitaron la di-fusión del caso. A esto se sumó la existencia denumerosos desaparecidos y prisioneros políti-cos franceses (o binacionales), lo cual dio a lacampaña de denuncia una mayor efectividad.Y aún más movilizante fue que entre esos de-saparecidos había dos monjas francesas secues-tradas en Argentina en diciembre de 1977, jun-to con otros familiares de desaparecidos10. De

    hecho, uno de los lemas para exigir la no parti-cipación del equipo francés fue “el otro equipode Francia”, en referencia a los 22 detenidos odesaparecidos franceses en la Argentina.

    El otro eje de la campaña, tanto en el dis-curso como la iconografía producida por elCOBA, fue la analogía con el nazismo y el fas-cismo. Así, la dictadura argentina era denun-ciada como “fascista”; Videla era asimilado aHitler; las fuerzas de seguridad argentinaseran consideradas una auténtica “Gestapo” ylos métodos de represión empleados eran vis-tos como “nazis” y “fascistas”. Evidentemente,estos tópicos discursivos formaban parte delimaginario europeo para el cual el fascismo yel nazismo eran marcos de referencia obliga-dos del autoritarismo y la violencia y por tan-to movilizadores fáciles y efectivos en unacampaña de este tipo. No obstante, la utiliza-ción de este discurso no respondía sólo a finesde movilización, sino a los propios marcos dereferencia de los militantes del COBA, sobretodo del grupo proveniente de la crítica deldeporte cuyo objetivo era el rechazo de su uti-lización política y cuyo referente obligadoeran las Olimpíadas de 1936.

    De las pasiones argentinas

    Tanto argentinos como franceses coincidenhoy en señalar que, a nivel de la coordinacióncentral, en el COBA casi no había argentinos:sólo había 7, de los cuales 4 eran hombres conroles relativamente activos y 3 eran mujerescompañeras de militantes varones11 –y entrelos 4 argentinos varones, uno había llegado aFrancia en los años 60 y los otros eran emigra-dos políticos llegados antes o después del gol-pe de 197612. Esto no implica que a nivel de loscomités locales y en la tarea militante de baseno hubiera otros argentinos activos en la cam-

    7 “Appel pour le Boycott de l’Or-ganisation par l’Argentine de laCoupe du Monde de Football”, LeMonde (LM), 19-20 de febrero de1978, p.4. La traducción de todaslas citas del francés es nuestra. 8 Por ejemplo, en la prensa fran-cesa, LM, 23 de diciembre de1978; 8 de junio de 1978. 9 Gaillard, Anne-Marie. Exils et re-tours. Itinéraires chilens. Ciemi-L’Harmattan, París, 1997; SáenzCarrete, Erasmo. El exilio latinoa-mericano en Francia: 1964-1979.UNAM/Unidad Iztapalapa-Potreri-llos Editores, México, 1995. 10 Se trata del mismo episodio enque fueron secuestradas un grupode madres y familiares de desapa-recidos en la Iglesia de la SantaCruz en Buenos Aires, a partir dela infiltración de Alfredo Astiz. Enla prensa francesa: LM, 14 de di-ciembre de 1977 y ss. Sobre el te-ma cfr. Goñi, 1996. 11 Entrevista con T.B., París-Ar-gentina, 2 de diciembre de 2004. 12 De estos cuatro argentinos,dos han fallecido, de los otrosdos, uno –un inmigrante de losaños 60– fue entrevistado perosus escasísimos recuerdos no re-sultaron un aporte significativo anuestra investigación y al otro nohemos podido ubicarlo.

  • 33

    paña de boicot, especialmente a nivel regio-nal13. Mientras todos los organizadores france-ses afirman que no había argentinos en la cam-paña de boicot14, la complejidad del problemapuede leerse en los dos testimonios que si-guen, donde dos argentinos pertenecientes aun mismo comité de exiliados (CAIS, Comité Ar-gentino de Información y Solidaridad15) ofre-cen relatos opuestos:

    M.F.: ¿Estuviste vinculado al tema delMundial?O.U.: Claro, todos, bueno ese tambiénfue un elemento de unión, todo el mun-do estaba de acuerdo en que había queboicotear y trabajó en eso.M.F.: ¿Y cómo se plantearon la cuestión?O.U.: La cuestión de ir y no ir, Montone-ros había optado por utilizar el Mundial,hacer actos, un desastre… (…) Habíauna actividad incesante, yo pasaba cincodías a la semana a hacer eso nada más.Una gran disposición, una gran energíade la parte activa.M.F: ¿Y ahí estabas como miembro delCAIS?O.U.: Sí, como el CAIS, como cristiano…(O.U. París, 23 de abril de 2003).

    M.F.: ¿En el momento del boicot estabasen el CAIS? ¿Y vos recordás qué se plan-tea hacer el CAIS en el tema del boicot?S.H.: [tono terminante] Nosotros no ad-herimos al boicot. Clarísimamente, [muyenfático] JAMÁS adherimos al boicot.Explicamos… mmh…los puntos más im-portantes de la… la prensa, trabajamosla prensa para explicar por qué nosotrosno íbamos al boicot.M.F.: ¿Cómo CAIS o como Montonerosdecís?

    S.H.: Como CAIS. Como CAIS (S.H. París,22 de junio de 2004).El primer testimonio permitiría entender la

    casi ausencia de argentinos en el seno mismodel COBA, suponiendo que algunos participa-ron activamente a través de otras organizacio-nes del exilio en las que militaban y no directa-mente en el COBA. Sin embargo, el segundocaso complejiza la situación mostrando las am-bigüedades y tensiones subyacentes al tema,aún hoy. La primera variable a considerar es elhecho de que los años transcurridos hayan mo-dificado el recuerdo y condicionado las narrati-vas actuales. Del lado argentino, las dimensio-nes inesperadas que alcanzó la campaña pue-den haber llevado a “olvidar” hasta qué puntomuchos emigrados argentinos y las organiza-ciones del exilio tenían posiciones reticentes alboicot o, al revés, a “sobredimensionar” la ac-tividad que tuvieron en la campaña. Por otrolado, del lado francés, la mirada muy crítica so-bre las organizaciones de exiliados argentinos–y latinoamericanos en general– puede haberllevado a estos actores a “olvidar” o a minimi-zar la participación argentina, como es el casodel CAIS donde efectivamente ésta se dio demanera ambigua16. Otro francés cercano al CO-BA, ante la pregunta de quiénes participabanrespondió: “Franceses. Si hubiera argentinosno hubiera pasado eso [la expansión del CO-BA], se hubieran peleado por de qué color ha-cían el cartel” (M.N. París, 14 de abril de 2003).

    A pesar de esta participación relativa, la im-presión general –y aún la de los propios milita-res argentinos– es que “el exilio argentino” enEuropa adhirió y participó del boicot, especial-mente en Francia. Esto es cierto en cuanto alalcance de la campaña, mucho mayor allí queen otros países de recepción de exiliados ar-gentinos. En México, un destino clave, el Mun-dial despertó entre los exiliados las contradic-

    13 En las ciudades de Grenoble yLyon, por ejemplo, varios argenti-nos participaron en comités delCOBA junto con franceses. 14 Entrevistas citadas con R.T.,M.N., Z.I. y I.Q. 15 El CAIS fue creado a fines de1975 por miembros de comitésfranceses de solidaridad y otrosargentinos recién llegados. Partici-paron en él todas las organizacio-nes partidarias argentinas y atra-vesó una primera etapa de muchaconflictividad hasta 1980; a partirde allí, las estructuras partidariaspasaron a un segundo plano y elfuncionamiento más pluralistapermitió el desarrollo de una in-tensa actividad de denuncia. 16 Entre los argentinos que afir-man haber participado del boicot:O.U., U.C.; S.T., París, 8 de abrilde 2003; R.H., París, 9 de mayode 2003. Entre los franceses queafirman la ausencia casi total deargentinos en el COBA: R.T.,M.N., I.Q. y T.B.; Z.I. De hecho, enel transcurso de su entrevista, unode los principales dirigentes delCOBA no recordaba que hubierahabido argentinos; luego ante misugerencia de algunos nombrescomenzó a recordarlos con difi-cultad. La principal crítica a las or-ganizaciones argentinas era su ni-vel de conflictividad interna y sufalta de eficiencia en la tarea polí-tica (entrevistas con R.T. y M.N.,citadas).

  • 34

    ciones propias de la pasión deportiva y la cau-sa política; en general se consideró que su rea-lización era inevitable y que, en todo caso, de-bía utilizarse para aumentar la denuncia inter-nacional contra la dictadura17.

    El principal testimonio sobre el exilio mexi-cano de aquellos años retrata así la situaciónentre los argentinos al finalizar el Mundial:

    “Populistas, ultraizquierdistas, activistas delos derechos humanos, semiólogos y antropólo-gos se unieron en el gusto por el disfrute de lafiesta, en la recuperación de la identidad nacio-nal expresada por sus equipos futboleros y en laocupación de espacios públicos (la calle, el esta-dio). En todo supieron unir esta manifestacióna la crítica, en forma de insulto estentóreo y mi-litante, al régimen de Videla y de Martínez deHoz” (Bernetti y Giardinelli, 2003: 139).

    Esta narrativa deja a la vista las contradic-ciones que el hecho produjo en su momento eincluso su formulación discursiva actual mues-tra las tensiones que sigue produciendo la evo-cación del recuerdo. Por su parte, el ámbito es-pañol –el otro gran país de acogida– presentasimilares tensiones. En España, el Mundial fuela ocasión de fuertes diferencias entre gruposargentinos partidarios de aprovechar el eventopara la denuncia contra la Junta y otros direc-tamente partidarios del boicot. En general, sinrechazarlo, las principales organizaciones ar-gentinas de exiliados se manifestaron por laprimera posición; aunque también se crearoncomités pro-boicot en Madrid y Barcelona, trasun encuentro de comités europeos en febrerode 1978 en París18. Si bien no contamos conuna estimación específica de sus alcances ni dela presencia argentina en ellos, es evidente quelas principales organizaciones de exiliados tu-vieron las mismas ambivalencias en España queen Francia, mientras que los alcances de la cam-paña fueron más limitados en el primer país.

    Estas diferencias pueden explicarse, en parte,por el peso de los núcleos partidarios exiliadosen cada uno de los tres destinos, en particularMontoneros y diversos grupos peronistas –muypresentes y organizados en México por ejem-plo–, cuyas posiciones contra el boicot puedenhaber tenido más peso sobre el colectivo deexiliados activos. Pero la diferencia remite, fun-damentalmente, a otra dinámica central quenos interesa considerar aquí: la especificidadcaracterística de cada sector de exiliados comoun aspecto modelado en la interacción con ca-da sociedad de acogida. En los países de acogi-da europeos donde el boicot creció rápidamen-te como proyecto político, los exiliados argen-tinos se vieron confrontados al problema, y sibien la mayoría conservó la ambivalencia seña-lada, también surgieron núcleos favorables. Asu vez, en el espacio específicamente francés,el alcance público de la campaña debe habergenerado mucha mayor presión sobre los resi-dentes allí argentinos y un mayor involucra-miento frente a la situación.

    Es decir, en los tres casos el diferente gradode recepción del tema en cada esfera públicamarcó el alcance de la campaña en general ydentro de los grupos exiliados en particular.

    Ahora bien, la pregunta concreta sobre lasdificultades de participación argentina remite avarios niveles de respuestas. Por un lado, hay unprimer factor político fundamental y es la reti-cencia –o abierta oposición– de las organizacio-nes político-partidarias argentinas para definir-se en favor del boicot. Entre ellas, las organiza-ciones más importantes –PRT y Montoneros– seexpresaron claramente en contra, mientras quealgunos grupos más pequeños como PolíticaObrera se declararon en su favor19.

    Montoneros –organización a la cual perte-necía con mayor o menor grado de adhesiónuna buena parte de los exiliados en Francia–

    17 Bernetti, Jorge y Giardinielli,Mempo. El exilio que hemos vivi-do. Editorial de la Universidad deQuilmes, Buenos Aires, 2003,pp.136-140. 18 Jensen, Silvina. La huida delhorror no fue olvido: el exilio polí-tico argentino en Cataluña (1976-1983). M.J. Bosch-Cosofam, Bar-celona, 1998, pp.178-186. 19 La posición del PRT fue menosdifundida y discutida, pero tam-bién fue favorable a la realizacióndel Mundial. Esto fue la ocasiónde duras confrontaciones, en par-ticular entre grupos del PTS, Políti-ca Obrera y PRT. (Cfr. Sobre lasposiciones del PTS, Política Obrera,N° 287, París, 21 de agosto de1978). 20 Entrevista con Rodolfo Galim-berti, L’Express, 10-16 de abril de1978.

  • 35

    propuso una “tregua” al gobierno argentinodurante el Mundial20 y a la vez consideraba larealización del evento en la Argentina comouna forma de mostrar la “verdadera situación”y de reforzar la “ofensiva” contra la dictadura.Bajo la consigna de “cada espectador del Mun-dial un testigo de la Argentina real”, en obviaalusión a la campaña análoga de la Junta mili-tar, Montoneros decía:

    “En 1978 la dictadura de Videla pretendemaquillar con el Campeonato Mundial de Fút-bol la tragedia argentina… El MPM [Movi-miento Peronista Montonero] sabe que estepropósito está condenado al fracaso. Y esa esuna de las razones por las cuales desea que elMundial se lleve a cabo. […] …permitirá que elmundo se asome al país y observe la realidadque bulle tras los afiches turísticos: una reali-dad hecha de dominación económica y repre-sión sangrienta pero labrada también por la lu-cha del pueblo y la esperanza en un futuro depaz y libertad. [La resistencia del pueblo argen-tino continúa] …en los combates heroicos quesostiene el Ejército Montonero desmintiendo,con más de 300 acciones de resistencia armadadurante el primer semestre de 1977, las afirma-ciones de aniquilamiento formuladas por losmilitares” (MPM, Argentina 78, s/f).

    La posición antiboicot de Montoneros fuebien difundida por la prensa francesa21 y discu-tida en el seno del COBA que lo consideraba“una dificultad suplementaria al desarrollo dela campaña de solidaridad con el pueblo ar-gentino”, ya que sería utilizada por la prensade derecha y los partidos franceses opuestos alboicot22.

    Con los mismos argumentos humanitarios,los representantes oficiales de Montoneros ins-talados en Francia defendían la realización delevento por su utilidad para denunciar la situa-ción argentina y por la popularidad del fútbol

    para “el pueblo argentino”. Sin embargo, anteel problema concreto del boicot no podían ne-gar el alcance ni la utilidad de la campaña, jus-tamente para ese mismo objetivo de denunciarla situación argentina. Así, Adriana Lesgart–miembro del consejo superior del MPM en Pa-rís– decía: “Nosotros no pedimos a ningún co-mité o gobierno que diga ‘no’ al boicot, enefecto que se hable de la Argentina para elboicot o para denunciar a la Junta es positivo ycorrecto”23. Esta declaración, más matizada,muestra hasta qué punto el contexto pro-boi-cot francés atenuaba las posiciones de los exi-liados argentinos.

    Sin embargo, entre los grupos peronistas lapostura antiboicot estuvo lejos de ser unánime:el grupo del Peronismo Revolucionario –queoficialmente adhería al boicot y uno de cuyosintegrantes era el miembro argentino más acti-vo del COBA francés– produjo varios documen-tos cuestionando duramente la posición mon-tonera24. En el plano internacional, se acusabaa Montoneros de haber detenido el movimien-to de boicot ante los partidos y sindicatos so-cialistas europeos, cuando sus bases políticasapoyaban la campaña. En el plano interno, seesbozaba la acusación de “traición” acusando:

    “Entonces, si los europeos mismos, despuésde haber conocido por nuestras denuncias la si-tuación en Argentina, demostrando su nivelpolítico dieron UN SALTO CUALITATIVO en susolidaridad hacia nosotros lanzando una tareaconcreta: el boicot, que ataca directamente alos responsables de nuestra tragedia: ¿cómo esposible que una organización haya desinfladoese movimiento de solidaridad diciendo porboca de sus máximos dirigentes: “¿Es preferi-ble ir a la Argentina para ver qué pasa?” ¿Có-mo es posible haberse transformado en furgónde cola de un movimiento de solidaridad quees una expresión cualitativamente superior de

    21 Entrevista con Galimberti, cita-da; con Adriana Lesgart, Libéra-tion, 6 de enero de 1978; conMario Firmenich, Le Nouvel Ob-servateur, 17-21 de julio de 1978;LM, 15-16 de enero de 1978. 22 Documento interno del COBA,s/f., s/p. 23 Libération, 6 de enero de1978, p.11. 24 “El peronismo revolucionariointerroga a Montoneros”, N° 4,1978; “Réponse du péronismeRévolutionnaire”, París, julio de1978, Mimeo.

  • 36

    las anteriores formas de solidaridad, cuando eldeber de una organización revolucionaria es elde ser la locomotora de ese salto cualitativo yde este movimiento?” (“El peronismo revolu-cionario interroga a Montoneros”, N° 4, 1 demayo de 1978, p. 9, destacado en el original).

    Estos conflictos en el seno del peronismoejemplifican hasta qué punto la situación po-día reproducirse en el seno de las organizacio-nes del exilio, donde además convivían militan-tes de otros núcleos partidarios, armadas o no.Así, estas organizaciones tuvieron posicionesambiguas y no faltas de tensión interna, en lamayoría de los casos sin definirse claramentefrente al tema. El problema era cómo posicio-narse contra una tendencia general que eraútil a los mismos objetivos que ellos se propo-nían públicamente: informar, denunciar y ob-tener solidaridad. Con gran ambigüedad, to-dos los grupos y partidos no dejaron de consi-derar los efectos de la movilización general co-mo una oportunidad “excepcional” para difun-dir la situación argentina. Es el caso del CAISque para 1978 estaba conducido por militantesdel PRT-ERP y de Montoneros en una situaciónde clara conflictividad interna. Mientras sus an-tiguos miembros ofrecen narrativas diferentes,y hasta opuestas de la situación, la dificultad seadvierte incluso en sus publicaciones. El comitéemprendió una muy fuerte campaña de de-nuncia y difusión en el momento del boicot, sinque ello implicara una acción explícita en su fa-vor, y en la publicación sobre el Mundial no hayninguna toma de posición precisa al respecto.La enunciación deja ver muy claramente el con-flicto interno:

    “Creemos que la polémica que se desarrollaentre los diferentes movimientos de solidari-dad, partidos políticos y opiniones de diversaspersonalidades a propósito del boicot o no delevento deportivo es un acto positivo. Porque, a

    pesar de la opinión personal que cada unopueda tener sobre el tema, esto permite sensi-bilizar al gran público, que es el trabajo priori-tario que nos fijamos como organismo de in-formación y solidaridad” (Dossier sur la CoupeMondiale de Football prévue en Argentine, Pa-rís, febrero de 1978, p.8).

    La situación es similar para la otra organiza-ción importante, la CADHU –Comisión Argenti-na de Derechos Humanos–. Este núcleo, pre-sente en varios países del exilio argentino, ha-bía sido creado por un acuerdo entre Monto-neros y PRT, aunque en aquel momento empe-zaba a producirse la ruptura interna que lleva-ría a la partida de los dirigentes vinculados alPRT en Francia y con la CADHU de España, a lavez. A partir de entonces el predominio mon-tonero en su interior se hizo absoluto25. Estaorganización no menciona el tema del Mundialni del boicot en ninguna de sus publicacioneshasta ya pasado el evento. En julio, se hace unbalance del encuentro señalando que permitiódifundir la situación argentina en todo el mun-do y se concluye que debe intensificarse la ta-rea de solidaridad para evitar un recrudeci-miento de la represión y contribuir al aisla-miento de la dictadura26.

    Sin duda, la campaña fue aprovechada porlos exiliados argentinos en intervenciones pú-blicas individuales o colectivas, para incremen-tar enormemente la denuncia sobre la situa-ción argentina, aunque eso se hiciera sin unadefinición muy clara frente al boicot.

    Como segundo factor explicativo, incluya-mos las configuraciones ideológico-culturales.Para explicar la no participación argentina, losorganizadores franceses del COBA indican las“diferencias ideológicas”, entre las cuales in-cluyen el interés francés por el problema de losderechos humanos desde una postura antiim-perialista –causa que los argentinos “no enten-

    25 Entrevista con E.C., Bs.As., 16de mayo de 2003, y documentosprivados consultados. 26 Bulletin CADHU, N° 4, Juin-Jui-llet, 1978.

  • 37

    dían” y estaban a “mil leguas de eso”, seña-lan–; la imposibilidad de criticar al peronismo yla importancia adjudicada por los argentinos alfútbol como “deporte popular”27. Pero estasmismas diferencias también pueden leerse des-de otro ángulo: un exiliado argentino partici-pante del COBA afirma que le costó aceptar lasolidaridad de los franceses y que sentía que lohacían para “sacarse sus pecados de imperialis-tas”28 y otro lo expresa de manera más termi-nante:

    “Cuando hacíamos galas ellos [el COBA] vi-nieron, que las organizaba el CAIS... Fue unacosa de mucha distancia y de mucha descon-fianza, porque nosotros éramos… eh… petar-distas para ellos, había una desconfianza quetenía que ver con la Argentina y nosotros éra-mos peronistas (...) Porque nosotros pensába-mos que en realidad ellos hacían política den-tro de Francia, para Francia, y que toda la his-toria era acusarlo a Giscard de ser cómplice deVidela, para nosotros la principal complicidadcon Videla no era precisamente Giscard, de re-pente estaban los americanos y estaban los so-viéticos en convivencia con la dictadura argen-tina. Lo de Francia era secundario; teníamosmás interés a desarrollar otro tipo de políticaque de enfrentarnos con el gobierno…” (S.H.París, 22 de junio de 2004).

    De la misma manera, matizando la aprecia-ción lineal de los miembros franceses, señale-mos que varios argentinos participantes delboicot –uno de ellos directamente en el COBA–eran de origen peronista y uno de ellos fue mi-litante de Montoneros hasta el fin de la dicta-dura. Esto indica que las diferencias culturalesy políticas existían, pero que se producían enmúltiples y complejas direcciones a la vez.

    A nivel de las organizaciones, como ya he-mos mostrado, el COBA y el CAIS tuvieron rela-ciones ambiguas y esporádicas, sin lograr un

    acuerdo permanente para una tarea común.En cuanto a la CADHU, parte de los fondos re-caudados por el COBA iban a ser canalizados através de ellos hacia familias de detenidos y de-saparecidos en Argentina, pero finalmente di-ficultades sobre su envío a la Argentina y con-flictos internos dentro de la CADHU impidieronese recurso29. Estos ejemplos muestran lo com-plejo de las relaciones entre argentinos y fran-ceses en torno al boicot, lo cual explica, en par-te, la escasa participación de exiliados argenti-nos en el COBA.

    Por otra parte, si el boicot podía ser sentidocomo un asunto vinculado a la política internade Francia –como parecen indicar varios testi-monios de argentinos– los exiliados no podíanintervenir públicamente ni menos manifestarsecontra las autoridades francesas ante las cualesestaban refugiados.

    En cuanto al factor estrictamente cultural,la relación con el fútbol como deporte popularaparece como un elemento central a conside-rar. La dimensión del problema se aprecia en eltestimonio de uno de los pocos entrevistadosargentinos que explicó con gran honestidad suposición frente al tema:

    M.F.: ¿La Comunidad Cristiana [de exilia-dos en París] participó de alguna mane-ra en el tema del Mundial...?V.S.: Exact... Nosotros no estábamos porel boicot. Fue la gran división que huboen ese momento, en el CAIS también.¿Por qué?, porque... diríamos que eneso habíamos tomado la opción que, enese momento, proponía Montonerosque era no... Porque acá, el boicot, ha si-do muy utilizado, diríamos, por la extrê-me gauche francesa. Y, diríamos, no tra-tar de comprender de que [sic] noso-tros..., para la Argentina, el fútbol es al-go de la naturaleza misma […] Y fui

    27 Entrevistas citadas con R.T.;I.Q. y T.B.; E.C., París, 13 de fe-brero de 2004. 28 Elvar El Kadri, en: Anguita,Eduardo y Caparrós, Martín. Lavoluntad. Una historia de la mili-tancia revolucionaria en Argentina1976-1978, tomo 3. Norma, Bue-nos Aires, 1998, p.413. 29 Correspondencia COBA-CAD-HU, 1978 y 1979 (archivos priva-dos); entrevista citada a R.T.

  • 38

    educada en ese sistema. Y para nosotroshabía que ir. Nuestra posición fue cla-ra... en dos momentos. En... Por el Mun-dial no al boicot. No al boicot, al contra-rio. Primero, por la historia, lo que signi-ficaba para el fútbol. Pero después, por-que es la manera que permitía que lagente pueda ir a ver, pueda conocer,pueda ver que lo que uno cuenta es loque dice... […] Entonces, nosotros... laComunidad como tal, estábamos “no alboicot”… y, lógico, estuvimos muy con-tentos cuando la Argentina ganó y todolo demás. Seguíamos los matchs... Yo meacuerdo que estaba en la casa de unosamigos y ¡tan alegre, yo saltaba y todolo demás, y ¡les rompí el canapé! (V.S.París, 3 de julio de 2003).

    A estos elementos hay que agregar un ter-cer factor que fue señalado por una argentinamilitante del COBA: las diferencias de prácticaspolíticas de argentinos y franceses.

    “La no participación argentina se puededeber también a diferencias entre formas dehacer política de argentinos y franceses; no estan fácil mezclarlos y compartir esa actividadpolítica, eso también dificultaba. Los francesesson más operativos y pragmáticos, los argenti-nos se exaltan y tardan más… además de lasdificultades para expresarse. El hecho de quefueran franceses, formados políticamente, in-telectuales, con mucha personalidad; los ar-gentinos recién llegaban, había una especie decomplejo… o estábamos preocupados porotras cosas, laburo, inserción, cuanto iba a du-rar esa dictadura (…) yo por ejemplo no habríala boca, hacíamos trabajos prácticos, ¿cómoíbamos a hablar en una asamblea de 40 perso-nas en Francia? En francés, expresarte… y contodas las otras preocupaciones… yo hacía más

    cosas en el COSOFAM que en COBA… dondeestaban esta especie de ‘monstruos‘ que seagitaban a todo nivel…” (I.Q. París, 2 de di-ciembre de 2004).

    Este testimonio permite pensar de otra ma-nera los varios comentarios críticos referidos alas organizaciones de exiliados formuladas porlos franceses. Es decir, las observaciones sobrela falta de operatividad o la alta conflictividadde los argentinos no sólo reflejan, en parte,una realidad –nuestra propia investigación asílo ratifica en cuanto a la conflictividad– sinoque, fundamentalmente, expresan una distan-cia cultural en las formas de la práctica política.Ello puede haber dificultado el encuentro deambos grupos y la situación de desconfianzaseñalada de ambos lados. El dato no es menorporque muestra claramente cómo la situaciónde exilio plantea dinámicas de encuentro o de-sencuentro con la sociedad de acogida que tie-nen directas implicancias sobre la actividad po-lítica o de “solidaridad” desarrollada o, por elcontrario, en su no desarrollo.

    Un cuarto y último factor a considerar sevincula con la experiencia humana y psicológi-ca del exilio, en tanto aspectos sustanciales dela experiencia de emigración forzada. Debe te-nerse en cuenta que en 1978 había muchosemigrados que recién estaban llegando y su“adaptación” e inserción en la nueva sociedadera aún débil, tanto en el nivel más práctico delmanejo del idioma y resolución de problemasde la vida cotidiana, como en el nivel más com-plejo del conocimiento de los códigos sociales ypolíticos. Así, uno de los rasgos más caracterís-ticos del exilio, la tendencia a encerrarse en lospropios códigos y la compañía de los connacio-nales, fue sumamente fuerte entre los argenti-nos y más aún en las primeras etapas donde lamilitancia política y el vínculo estrecho conotros argentinos significaba una forma de su-

  • 39

    pervivencia emocional frente a una situacióndifícil. Justamente por eso, la dimensión mástraumática propia de las primeras etapas de laexperiencia de emigración forzada estaba muypresente en aquellos años. Pero a esta dimen-sión primera debe agregarse, en el caso argen-tino, otra más específica: el fuerte trauma ori-ginado por las experiencias represivas que mu-chos emigrados habían vivido en Argentina.Con o sin militancia política, una gran parte ha-bían experimentado situaciones de persecu-ción, encarcelamiento, muerte de compañeroso familiares. Por lo tanto, en los primeros tiem-pos en Francia –u ot