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DICCIONARIO DE SOCIOLOGÍA Ediciones Paulinas

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DICCIONARIODE SOCIOLOGA

Ediciones Paulinas

X63 para orientarlas en una direccin ms que en otra, para obtener el consenso o, en fin, para fundamentar la legitimidad del poder". De parecer afn es S. Giner, el cual propone la definicin siguiente: "Una ideologa es una concepcin del mundo social explcita y obligatoriamente mantenida por una colectividad, concepcin con la que sta explica su propia existencia, de la que deduce un plan general de accin y la imagen de la autoridad legtima, y con la que, de modo coherente, trata de controlar su propio entorno social". II. Evolucin histrica del concepto de ideologa1. PREMBULO

Ideologa trmino ideologa, en su significado de ciencia de las ideas, corresponde a la Ilustracin, y en particular al grupo de intelectuales franceses denominados precisamente los idelogos (Destutt de Tracy, Helvtius, Holbach). Defensores de la ciencia de las ideas, los idelogos quieren mostrar las fuentes del conocimiento humano, describiendo los contenidos de la conciencia como si se tratase de plantas o de animales, y poniendo en marcha la teorizacin del condicionamiento social del pensamiento. Contra ellos se lanz Napolen, el cual, como afirman Adorno y Horkheimer, presagiaba en todo anlisis de la conciencia un peligro para lo positivo. La crtica napolenica atribua los desastres franceses "a la ideologa, esa metafsica tenebrosa que, indagando con sutileza las causas primeras, pretende basar en ellas la legislacin de los pueblos, en lugar de adecuar las leyes al conocimiento del corazn humano y a las lecciones de la historia".2. LA IDEOLOGA EN MARX

IIDEOLOGASUMARIO: I. Introduccin - II. Evolucin histrica del concepto de ideologa: 1. Prembulo; 2. La ideologa en Marx; 3. La ideologa en la teorizacin marxista; 4. Pareto; 5. Mannheim - III. Debate sobre el fin de las ideologas.

I.

Introduccin

En torno al concepto de ideologa parece existir una gran vaguedad conceptual. Algn autor ha llegado incluso a proponer la eliminacin de este trmino, considerado ambiguo y superfluo. En efecto, la ideologa posee una amplia polivalencia conceptual, y las definiciones que se han intentado son muy diferentes. Unas veces, por ejemplo, se destaca el nivel de la accin, definiendo la ideologa, a la manera de Lojendio, como "un sistema de ideas establecido con vistas a la accin; las ideas se coordinan para actuar sobre una realidad, bien sea para crearla, bien para justificarla"; otras, como lo hace Lwenstein, se toma en consideracin la dimensin poltica, afirmando que la ideologa es un "sistema corriente de ideas y de creencias que explica la actitud del hombre frente a la vida y la sociedad, y que lleva a adoptar un estilo de comportamiento que refleja esas ideas y esas creencias y est conforme con

ellas". Anlogamente, para A. Schaff la ideologa es un "sistema de opiniones que, basado en un sistema de valores admitidos, determina las actitudes y comportamientos de los hombres en relacin con los objetivos de desarrollo que se desean para la sociedad, para el grupo social o para el individuo". Para R. Aron, las ideologas son "todas las ideas o sistemas de ideas aceptados por los individuos o grupos como verdaderos y vlidos, sin tener en cuenta su origen o su calidad". Para Prini, la ideologa es un "conjunto conceptual que expresa, interpreta y justifica las necesidades y las aspiraciones colectivas de un grupo, con el propsito de establecer, mantener o modificar un determinado sistema de relaciones (econmicas, sociales, polticas), ya sea entre los miembros del grupo mismo, ya entre ste y otros grupos". Actualmente, en el lenguaje ms corriente, la ideologa asume grosso modo dos connotaciones, segn haga referencia a la tradicin marxista, que da una interpretacin negativa del fenmeno, o se use con un significado emotivo natural. En este caso, por ideologa se entiende, segn afirma Bobbio, "un sistema de creencias o de valores que se utiliza en la lucha poltica para influir en el comportamiento de las masas,

El concepto de ideologa puede rastrearse a lo largo de la trayectoria del pensamiento filosfico, poltico y sociolgico de la edad moderna. C. Mongardini, que en su ensayo Ideologa e societ traza un amplio perfil histrico del problema de la ideologa, descubre ya vestigios varios de la misma en Bacon y Pascal. El primero haba hablado de idola, esto es, de errores, de prejuicios derivados de la naturaleza humana o de la interaccin social. Pascal consideraba la ideologa como una justificacin de la fuerza, y su difusin le pareca tanto mayor cuanto ms se armonizaba con los sentimientos. Spinoza inicia una interpretacin negativa del fenmeno ideolgico que perdurar como una constante en los siglos sucesivos. Para este filsofo, la ideologa es una mixtificacin consciente usada por los monarcas para reforzar sus privilegios. En todo caso, la paternidad del

El socilogo francs G. Gurvitch ha precisado que las interpretaciones de la ideologa varan en la rica produccin ensaystica de Marx. En efecto, en sus obras juveniles, Marx atribuye a las ideologas un significado devaluado, considerndolas ilusiones inconscientes o conscientes. En un segundo perodo, Marx ampla el significado de ideologa a "todas las ciencias humanas, a los programas y a las declaraciones de los diferentes partidos polticos, y, finalmente, a las representaciones, opiniones, relaciones psicolgicas y aspiraciones de diferentes clases sociales". En el Prlogo a la Crtica de la

Ideologa economa poltica (1859), Marx considera ideologas a todas "las doctrinas y tomas de posicin sociales y polticas, a todos los productos mentales, a todos los estados y datos psquicos que caracterizan la conciencia de clase o la conciencia individual". En definitiva, como ha subrayado Leonardi, en los textos de Marx la ideologa asume un doble significado: por una parte, las ideologas "se identifican con las superestructuras entendidas positivamente; ...por otra, con las representaciones distorsionadas del antagonismo de clase, en una prdida gradual y progresiva del contacto con la realidad social". Las ideologas, pues, seran deformaciones de la realidad que la irracional sociedad capitalista fabrica en medida creciente para autojustificarse.3. LA IDEOLOGA EN LA TEORIZACIN MARXISTA

864 masas humanas y forman el terreno en que actan los hombres; las segundas, en cambio, crean solamente movimientos individuales. Para Tchesnokov, el carcter cientfico le viene a la ideologa de su procedencia de una clase social caracterizada por su orientacin progresista. Lange establece una dicotoma entre ideologas conservadoras, que mixtifican la realidad, e ideologas progresivas, que, por el contrario, la clarifican.4. PARETO

865 imperativos o prohibiciones, despertando sentimientos, mostrando el acuerdo entre Jas proposiciones y los intereses existentes, o apelando a la supuesta voluntad de entidades abstractas o de un ser natural; d) derivaciones verbales; se obtienen mediante "el uso de trminos en sentido indeterminado, dudoso, equvoco y que no corresponden a la realidad".5. MANNHEIM

Ideologa samiento mismo derivada de una estructura social e histrica". En cambio, la ideologa parcial comprende "el conjunto de falsificaciones, ms o menos deliberadas, de una situacin real, con cuyo exacto conocimiento contrastan los intereses de quien sostiene la ideologa misma". De la distincin entre ideologas parciales y totales deduce Mannheim el cometido de la sociologa del conocimiento, que, segn afirma Mongardini, es levantar los "velos y camuflajes, ms o menos conscientes, de ciertos hechos producidos por actitudes humanas particulares" [ / Conocimiento]. Con Mannheim, la teora de la ideologa cierra virtualmente su ciclo, aunque el debate sobre las perspectivas abiertas por el planteamiento mannheimiano ha continuado en el plano terico, especialmente con las contribuciones de Sorokin, Parsons, Rokeach y otros. III. Debate sobre el fin de las ideologas

En el campo marxista, aunque prevalece la connotacin peyorativa del concepto de ideologa, algunos autores, apelando a la interpretacin del fenmeno ideolgico dada por Lenin, el cual consideraba el marxismo como una ideologa cientfica a la que corresponda una verdad objetiva, daban una interpretacin positiva de ella. El ruso Konstantinov, por ejemplo, distingua entre ideologas pseudocientficas e ideologa "rigurosamente objetiva, monista y completamente cientfica". Por supuesto, sta la representaba el materialismo dialctico. Gramsci, en su ensayo // materialismo storico e la filosofa di B. Croce, distingue entre ideologas histricamente orgnicas e ideologas arbitrarias. Las primeras tienen validez psicolgica, organizan las

Pareto no usa el trmino ideologa, sino que se sirve de la palabra derivacin, entendida como toda construccin racionalizadora que adoptan los hombres para "disimular, cambiar y explicar los caracteres propios de ciertos modos que tienen de obrar". Por tanto, el mundo de la cultura pierde en Pareto como subrayan Horkheimer y Adorno "todo carcter de verdad, para reducirse a una racionalizacin mltiple de situaciones de inters y de grupo cualesquiera, que encuentran en ella una justificacin, con todas las variaciones imaginables". El cientfico social, si quiere hacer exclusivamente un estudio lgicoexperimental, "ha de abstenerse con sumo cuidado de usar derivaciones, que son para l objeto de estudio, pero nunca medio de persuasin". Pareto distingue cuatro tipos de derivaciones; a) afirmaciones simples; por ejemplo, la madre que dice a su hijo: obedece porque debes obedecer; b) argumentaciones basadas en la autoridad; por ejemplo, el ipse dixit aristotlico; c) el tercer tipo de derivaciones vuelve convincentes afirmaciones,

K. Mannheim, en su obra Ideologa y utopa, considera las ideologas como sistemas de representaciones situacionalmente trascendentes, que no consiguen nunca defacto realizar los proyectos en ellos implcitos. En cambio, las utopas consiguen realizar un cambio real del mundo existente [ S Utopa]. Segn Mannheim, existen algunos tipos de mentalidad ideolgica, entre los que recuerda: a) el caso en que "el sujeto conocedor no puede tomar conciencia de la incongruencia de sus ideas con la realidad a causa de toda una serie de principios, implcita en su pensamiento, histrica y socialmente determinada"; b) la mentalidad hipcrita, caracterizada por el hecho de que histricamente tiene "la posibilidad de descubrir la contradiccin entre sus ideas y su actividad concreta, pero la mantiene oculta por determinados intereses vitales"; c) la mentira deliberada: no se trata de una forma de autoinclusin, sino de un engao intencionado perpetrado hacia otro. La ideologa puede dividirse, adems, en total o parcial. La ideologa del primer tipo es "una forma de disposicin y de orientacin del pen28

Durante las dos ltimas dcadas, en la comunidad intelectual occidental se ha desarrollado un amplio debate relativo al ocaso de las ideologas, agudizado con la publicacin en 1960 del ensayo de D. Bell El fin de las ideologas. En l se sostena la tesis del advenimiento de una era de poltica cientfica, y se presentaba sustancialmente este hecho como un xito de la sociedad americana frente al fracaso de la sociedad rusa, basada sobre todo en supuestos ideolgicos. Los participantes en el debate y sus planteamientos pueden alinearse en dos tendencias principales: 1) Pertenecen a la primera quienes consideran que, despus de la

Ideologa segunda guerra mundial y a consecuencia quiz de las tragedias ocasionadas por ella, ha tenido lugar una disminucin del conflicto entre los grupos socio-polticos en relacin con las problemticas concernientes a los objetivos de las sociedades y a los medios polticos mejores para alcanzarlos. 2) En el segundo grupo figuran tanto los investigadores que sostienen las despolarizaciones o desradicalizaciones ocurridas o previsibles de grupos particulares, situados a la derecha o a la izquierda del espectro poltico, como los poltlogos que sostienen la insignificancia, para resolver los problemas del siglo XX, de las ideologas, que reflejan y se basan en problemas del siglo precedente. La unidad principal de anlisis en las investigaciones realizadas para verificar la hiptesis de! ocaso de las ideologas ha sido el partido poltico. Uno de los crticos ms agudos de la perspectiva del fin de las ideologas ha sido C. Wright Mills, segn el cual la tesis del fin de las ideologas no representara otra cosa que una nueva forma de ideologa conservadora, encaminada a desanimar todo intento de modificacin estructural de la sociedad. Esta posicin se reduce a un fetichismo del empirismo, a una exaltacin de la apata. Los defensores de la tesis del ocaso de las ideologas recibieron probablemente un duro golpe con la explosin de las revueltas estudiantiles y obreras del 68, que supusieron una importante crtica contra el mito tecnolgico y el progreso meramente material. B. Cattarinussi

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Iglesia ga afectiva, en criterios de praxis cotidiana es normal en todos los movimientos religiosos que consiguen consolidarse en el tiempo. Esta transformacin origina centros de poder y estructuras de cohesin duradera, que los socilogos suelen llamar iglesias, aunque existe una gran diferencia entre las formas histricas que asume este fenmeno en las grandes religiones asiticas, en las religiones de los pueblos primitivos y en el cristianismo. Como la observacin sociolgica se limita casi exclusivamente al mbito cristiano, nuestro estudio de la Iglesia no pretende abarcar los fenmenos vagamente anlogos que se originan en las dems religiones. En el mbito del cristianismo, la institucionalizacin est fuertemente vinculada a la aparicin de centros coordinadores, que dan a la institucin un carcter jerrquico y jurdico. Por consiguiente, las funciones oficiales de servicio se entrelazan con funciones efectivas, que son propias de todas las organizaciones y que se reducen a la satisfaccin de objetivos individuales. El proceso de institucionalizacin de la religin presenta, por consiguiente, algunos dilemas fundamentales que han sido agudamente ilustrados por O'Dea. En primer lugar, la institucin puede satisfacer exigencias carismticas, es decir, de aprendizaje emocional de grandes valores, junto con otras exigencias individuales de afirmacin en la sociedad (carrera, prestigio, rentas), hasta el punto de que estas ltimas encuentran a veces formas de satisfaccin que contradicen los preceptos mismos del mensaje carismtico. En segundo lugar, es inevitable que el simbolismo religioso se ritualice y se separe de las exigencias in-

IGLESIASUMARIO: I. Introduccin - II. Proceso de institucionalizacin - III. "Tipo" de la Iglesia IV. Clase sacerdotal e institucin eclesistica V. La Iglesia como comunidad que se organiza - VJ. La Iglesia en la sociedad industrial.

F. Introduccin El estudio sociolgico del fenmeno social y religioso que se define como Iglesia limita su anlisis y su atencin al aspecto emprico, observable, visible. Por otra parte, quien vive en la Iglesia afirma que el anlisis de su aspecto visible no agota el conocimiento del hecho eclesial, que supone siempre una relacin con un mensaje trascendente, es decir, con unos valores revelados que proporcionan una base sui generis a la estructura visible. Prescindir de este aspecto ajustndose a los lmites del mtodo cientfico significa cerrar el acceso a la comprensin autntica de la realidad de la Iglesia: Por eso el estudio sociolgico puede enriquecer el conocimiento del hecho eclesial, presentando aspectos del mismo que se observan desde una perspectiva extraa a la fe, aunque no son contrarios a la realidad estudiada ni la agotan. Aqu estudiaremos la Iglesia como una comunidad de creyentes que desarrolla procesos organizativos, atenindonos, para captar su interioridad, a un punto de vista difundido especialmente en el mbito de los seguidores de la teora crtica.

II.

Proceso de institucionalizacin

La transformacin de los principios carismticos [ s'Profetismo], en cuanto valores con una especial car-

Iglesia dividuales, convirtindose en una realidad impuesta y hasta anacrnica. Es consecuencia de este proceso la separacin entre la religiosidad del individuo y las expresiones religiosas socialmente aceptadas. La tercera dificultad proviene del hecho de que, al presentarse nuevos problemas, la institucin religiosa trata de hacerles frente mediante reestructuraciones funcionales; pero de esta manera complica su propio aparato burocrtico de servicio, que puede hacerse disfuncional para la religin misma. Esta autocomplicacin est en tensin con la necesidad de crear un orden administrativo eficiente y funcional para la religin. / cuarto problema es el de la realizacin histrica del mensaje religioso, con su probable depreciacin al ser constreido en los esquemas de una legalizacin progresiva. Por una parte, el mensaje religioso tiene que concretarse si no se quiere que se quede por encima de las posibilidades humanas; por otra, es inevitable que todo esquema de accin concreta lleve siempre consigo una prdida o una limitacin de los elevados contenidos de los principios que se anuncian. Por ltimo, el quinto dilema; la experiencia religiosa tiene en su origen una llamada a la conversin, a un nuevo estilo de vida. El proceso de institucionalizacin puede favorecer la sustitucin prctica de esta conversin original por un proceso de socializacin juvenil, mediante el cual la educacin sustituye a la conversin. A su vez, la fundamentacin misma del orden social puede apoyarse en procesos de inculturacin religiosa. De ah la utilizacin del orden social para la salvaguardia de la religin. Pero de esta manera, la propuesta original de conversin voluntaria se cambia de hecho por

868 una imposicin de normas interiorizadas. III. "Tipo" de la Iglesia

869las fuerzas subjetivas; pero dicho substrato no coincida con estos efectos". Este proceso bsico muestra las razones por las que en las organizaciones eclesiales el individuo es infravalorado frente a la Iglesia, explicndose que as quede abierto el camino para un compromiso de la Iglesia con el mundo. En este marco se hace asimismo clara la funcin oficial y predominante que asume el clero, mantenedor de un oficio cuyo valor queda nuevamente desvinculado de las personas que lo ejercen. La institucionalizacin lleva consigo la exigencia de un compromiso con el mundo. La Iglesia critica al mundo; sin embargo, por el proceso de institucionalizacin se mezcla con el mundo, presentando en este sentido unos caracteres comunes con otros fenmenos religiosos. As pues, el proceso de institucionalizacin repercute tambin directamente en la motivacin original de la fundacin de la Iglesia; la salvaguardia del mensaje religioso, en el que la Iglesia afirma expresamente que est su fundamento, va necesaria e indisolublemente ligada a la institucionalizacin, que permite a la motivacin original concretarse en la historia; pero el resultado de esta concrecin histrica, es decir, la Iglesia, se convierte en un dato fundamental para la motivacin misma, que ya no puede existir sin la Iglesia. El carcter circular hermticamente cerrado y autojustificante de esta situacin puede aclararse mediante la referencia a un elemento de la estructura eclesistica: el clero. IV. Clase sacerdotal e institucin eclesistica No hemos de olvidar el hecho de que, aunque nuestra reflexin se li-

Iglesiamita a la Iglesia cristiana en su matriz cultural occidental, todas las iglesias y todas las religiones han tenido y siguen teniendo "jefes religiosos, cuya vida y cuya condicin en la sociedad dependan primordialmente de su rol de autoridad en el sistema religioso". Resulta bastante complejo describir el rol los mltiples roles desempeado por este grupo especializado, llamado tambin clase sacerdotal o clero; sin embargo, es objetivamente posible afirmar que su caracterstica unvoca y fundamental es la de ejercer el poder religioso. No basta con observar la funcin conservadora o revolucionaria de numerosos sacerdotes, su maridaje con las lites polticas o su oposicin a ellas y, en general, su fidelidad al mensaje religioso o el uso interesado que el clero ha hecho de ese mensaje. En la investigacin del aspecto sociolgico fundamental, los aspectos parciales y contingentes pasan a segundo plano frente al significado que llegan a asumir en la Iglesia la presencia y la accin de un grupo separado y especializado. La discusin teolgica sobre la justificacin o no del clero no es suficiente para verificar todo lo que indica el anlisis sociolgico; en la estructura religiosa eclesial, la presencia de un grupo especializado tiene una funcin legitimadora que acta en dos direcciones: hacia dentro, reforzando la institucin religiosa y sirviendo de elemento de continuidad y de salvaguardia ante los cambios demasiado rpidos y radicales; hacia fuera, creando su propia contraparte, es decir, una categora de personas, los laicos, que participan de una manera distinta de la realidad religiosa eclesial, cuando tal distincin est determinada exclusivamente por la pertenencia al grupo del

Esta sumaria resea de los problemas relacionados con la institucionalizacin de la religin nos permite llevar a cabo un anlisis explcitamente crtico-sociolgico del hecho eclesial, sin caer en el moralismo de su falta de funcionalidad y sin acudir a tonos dogmticos cuando la valoracin coincide con las expectativas del poder. En esta perspectiva, asoma en seguida la tensin inevita'ble que se origina en la Iglesia, portadora de un mensaje de perfeccin moral, cuando al organizarse tiene que adoptar medios y tcnicas de este mundo, as como definir sus relaciones de distanciamiento y de convivencia con las sociedades en las que acta. El caso ms interesante es, sin duda, el de la Iglesia catlica, en cuanto que defiende y reivindica un derecho propio de soberana, que a menudo ha suscitado conflictos con las autoridades civiles. Siguiendo el estudio sociolgico de E. Troetsch sobre los orgenes del cristianismo, podemos establecer que la Iglesia se constituye socialmente por medio de un proceso en el que se separan las acciones individuales y el carcter trascendente; este ltimo es entonces objetivado. El mundo cristiano "se vio obligado a dar a su propio carcter divino y cristiano una independencia frente al temperamento subjetivo y a la actividad de los fieles, y a concentrarlo en la posesin objetiva de las verdades y fuerzas religiosas que se contenan en la tradicin sobre Cristo y en la direccin divina... de la comunidad. Sobre la base de este substrato objetivo, podan afluir siempre de nuevo y actuar de manera renovada

Iglesia clero o al grupo de los laicos. En definitiva, la funcin desempeada por la clase sacerdotal en el interior de la Iglesia, casos particulares al margen, es la de hacer ms consistente su aspecto sacral [ S Clero]. Cuando el carcter religioso del oficio queda separado de la persona que efectivamente lo desempea, el aspecto sacral del mismo y el de la institucin tiene muchas ms probabilidades de perdurar en el tiempo, y cualquier accin que desarrolle el que ejerce ese oficio tendr indefectiblemente un efecto reforzador de la institucin. En efecto, est claro que la accin del clero que es aceptada socialmente, es decir, que est de acuerdo con todo lo que en un determinado contexto social se espera de la religin, consolidar directamente la estructura de la Iglesia. Por el contrario, en el caso de que la obra del clero se preste a las crticas, no habr quiz una repulsa ciega y preconcebida, pero se extender la opinin de que cualquier crtica contra las personas y las instituciones tiene que ser muy cauta, ya que supone una crtica contra los valores religiosos que stas representan; y aun cuando las crticas contra las personas fuesen justificadas, como la persona y el oficio son distintos, no habra nada que autorizase el paso de la crtica contra las personas a la crtica contra la Iglesia. Segn el punto de vista sociolgico que pretenda analizar y aclarar el aspecto real y el aspecto ideolgico, autojustificador, de cada una de las instituciones presentes en la sociedad, el hecho de que tambin en la Iglesia se d una distincin entre el oficio y la persona significa que el anlisis emprico de los hechos eclesiales tiene que contar siempre con el significado que esos hechos tienen

870 para la institucin religiosa central, con la interpretacin abstracta (ideolgica) y real (crtica) que da de estos hechos la misma autoridad eclesial. No pueden distinguirse esas dos realidades. Ms an, para el investigador constituye una oportunidad muy valiosa la posibilidad de estudiar la lgica con que, segn las ocasiones, se apoya la institucin religiosa unas veces en el oficio y otras en las personas, prefiriendo, consiguientemente, aparecer como organizacin formalizada o como comunidad caracterizada esencialmente por unas relaciones primarias. V. La Iglesia como comunidad que se organiza

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Iglesia

No es posible considerar la Iglesia sin una referencia a sus elementos constitutivos (organizacin, clero); sin embargo, estos elementos no son objetivamente significativos si se someten a un anlisis que los aisle de su funcin para con la Iglesia entera. El anlisis sociolgico que siguiera impulsos positivistas tendera a describir a la Iglesia simplemente como una organizacin; aqu el enfoque realmente adecuado exige que se considere a la Iglesia en su caracterstica religiosa. Esta organizacin de los que creen en el mensaje no se realiza en un tiempo breve, sino que va evolucionando desde las formas del pequeo grupo a las de la comunidad local y a las del agregado de comunidades locales, hasta llegar, finalmente, a adoptar formas organizativas a una escala territorial muy amplia. En este proceso interfieren las experiencias de los conflictos internos y de los conflictos con movimientos competitivos y con instituciones seculares preexistentes. Los

compromisos que resuelven los con- ma entre la fidelidad a una doctrina flictos proponen paradigmas de co- ya muy elaborada y la experiencia ordinacin y de desarrollo, que a religiosa de base, crendose problemenudo se inspiran en los modelos mas de adaptacin, que el catolicisde adaptacin social que gozan de mo de los siglos pasados haba rebuena reputacin en el contexto his- suelto con dispositivos autoritarios. En esta comunidad de iglesias lotrico. Por eso, en la Iglesia catlica romana siempre han desempeado cales, empeada en conservar diun rol importante la herencia jurdi- mensiones transnacionales y univerca romana y la idea universalista e sales, como es la Iglesia catlica, el imperial. De aqu han procedido los proceso de racionalizacin estructumecanismos para resolver los con- ral interna genera una serie de tenflictos internos que se han codifica- siones sociolgicas, que explican el do en el derecho cannico, y los cri- inters cada vez mayor del clero por terios de autonoma relativa de las la sociologa. Indicaremos algunas iglesias locales en el contexto comu- de las principales. En primer lugar, nitario universal de toda la cristian- se extiende la exigencia de una revidad, representada moralmente por sin de los criterios de pertenencia, bien para fijar un derecho-deber meel obispo de Roma. En la edad moderna, el modelo diante un acto o rito de adhesin, organizativo del Estado monrqui- que puede ser voluntaria o automco, basado en una administracin tica, bien para establecer la efectivicentral y en organismos consultivos dad de una adhesin, formal o sustancial o meramente intencional especializados, fue imitado por la misma Iglesia, suscitando reservas, [ S Pertenencia]. Est en conexin revueltas y cismas. Y las iglesias con esto el problema de la efectiviprotestantes, despus de haber expe- dad de la comunin, es decir, de la rimentado la estructura de un de- socialidad religiosa, que orienta a partamento eclesistico del ente p- los fieles a solidarizarse entre s blico, tambin se fueron organizan- frente a los desafos externos y los do de manera bastante anloga a la contrastes internos, por encima de de la Iglesia romana, acentuando, las distinciones locales, nacionales, por otra parte, el carcter parlamen- ideolgicas, sociales, en nombre de tario del vrtice. Siguiendo su ejem- unos valores percibidos efectivaplo, el concilio Vaticano II ha in- mente de manera idntica y en virtroducido algunas modificaciones tud de normas cultuales y morales estructurales en la Iglesia catlica, vlidas para todos. promoviendo las instituciones conLa acentuacin de la fraternidad sultivas, aprobando iniciativas co- dentro del grupo ha producido a vemunitarias de base y descentralizan- ces tendencias particularistas y una do algunas responsabilidades de adaptacin a situaciones adscriptidecisin. Consiguientemente, la dis- vas irracionales, y otras veces ha tincin tradicional entre clero y laj- provocado fenmenos de disipacin eado se ha ido atenuando, se ha en detrimento del espritu de oraampliado el rol de la mujer en la cin, tanto privada como pblica comunidad eclesial y se ha acelerado (liturgia). Por el contrario, el nfasis a puesta al da de los smbolos y del en la oracin (vida contemplativa), lenguaje. Sin embargo, ha surgido degenerando a veces en el intimise n trminos ms dramticos el dile- mo, en el pietismo y en la segrega-

Iglesiacin de unos cuantos selectos, ha chocado con las exigencias de socialidad recomendadas por la misma doctrina. Las obras de misericordia, trmino tcnico, para designar las formas tradicionales de la prestacin de servicio social no remunerado, se han ampliado hasta el punto de asumir, por parte de la Iglesia, responsabilidades polticas y econmicas imponentes, suscitando la perplejidad y la hostilidad dentro y fuera de ella. En la Iglesia, los signos de pertenencia coinciden con los signos de salvacin. Algunos de stos reproducen en el plano ideal la parbola de la vida fsica y asumen la funcin de medios eficaces del estado de amistad con la divinidad: los sacramentos. El nacimiento, el crecimiento, la alimentacin, la medicacin, la procreacin espiritual en el tiempo y en el espacio, han representado, en un abanico ritual minuciosamente ordenado, las vicisitudes de la vida espiritual del fiel. Sin embargo, la organizacin sacramental ha sufrido tergiversaciones y manipulaciones con una finalidad, debido a tendencias mgicas residuales, de control represivo. La lucha contra la interpretacin mgica del sacramento ha constituido un tema privilegiado de la catequesis y ha favorecido la afirmacin de la tcnica, que es el procedimiento adecuado para satisfacer las expectativas previsibles, implcitas en la accin mgica y errneamente exigidas al sacramento. El cristianismo se diferencia sobre todo de las dems religiones por la importancia preponderante que atribuye, ya desde sus orgenes, a la tica de la fraternidad, por encima de la praxis ritual. Incluso los infieles, es decir, los que no pertenecen a la Iglesia (simbolizados en el samari-

872tano), son objeto de la caridad fraterna. Esta caridad se diferencia de la solidaridad comn por su universalidad, que no debera conocer limitaciones de nacin, de clase, de temperamento, y sobre todo por su planteamiento teocntrico. El prjimo debera ser amado como imagen de Dios y como lo ama Dios; esto resulta posible slo si se ama a Dios, ya que el amor del prjimo es el mandamiento segundo y semejante al primero. Viceversa, no tendra ningn sentido un pretendido amor de Dios que no se tradujese en amor a la humanidad entera. Sobre estas bases queda potenciada e iluminada toda la tica natural, aunque se haga a costa de un difcil equilibrio entre la moralidad indispensable para todos y la tensin asctica posible a los elegidos. La necesidad de realizar efectivamente este programa de promocin tica de la humanidad entera ha dado origen a iniciativas y movimientos que unas veces han influido profundamente en el tejido social, mientras que otras han entrado en conflicto con las tendencias y los valores dominantes de la poca respectiva. En la medida en que la Iglesia se senta impregnada de la voluntad de hacer eficaz el mensaje, las tendencias organizativas han aparecido y se han impuesto a los modelos comunitarios. VI. La Iglesia en la sociedad industrial

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Iglesia

Como consecuencia de las iniciativas culturales comprendidas en el trmino ilustracin, la escala de valores dominante en la cultura europea sufri un cambio rotundo: el valor de la eficacia adquiri una cotizacin ms alta que el valor del

testimonio. Esto fue posible porque co. Por el contrario, en el ambiente las aplicaciones tcnicas del saber rural la Iglesia sigui desempeando cientfico permitieron previsiones y un rol de supremaca, y obtuvo de l disposiciones instrumentales ms abundantes recursos humanos para adecuadas para alcanzar los objetiel cumplimiento de sus funciones. vos. La adecuacin de la cultura cle- ltimamente, el problema de la rerical y de la praxis eclesial (pastoral) lacin entre la Iglesia y las clases soa esta nueva situacin fue larga y ciales est sufriendo un importante trabajosa. El retraso en la adecua- replanteamiento, debido al declive cin, la perplejidad que la acompanumrico casi atropellado del sector aba y las desconfianzas que sus- agrcola, al estancamiento de la clacitaba la retrica triunfalista del se obrera y al incremento de los esindustrialismo burgus y del laicis- tamentos de tcnicos y de empleados. mo poltico, motivaron que sus adAunque la sociedad organizada versarios tacharan a la Iglesia de os- de hoy produce constantemente sicurantista. Todava se duda si se ha tuaciones comunitarias nuevas, es dado un verdadero asentamiento de decir, movimientos de estructura rela Iglesia en la nueva realidad. Sin lacional primaria, sigue en pie el heembargo, el espritu emprendedor cho de que el comportamiento raciodel industrialismo ha penetrado en nal goza de mayor prestigio que el la Iglesia y le ha comunicado una espontneo. Una tendencia bastante voluntad de consolidacin y de ex- extendida a limitar la religin al pansin que no se haba conocido crculo de las manifestaciones de la hasta ahora. Las funciones de trans- vida comunitaria, hasta negarle la misin del mensaje (educacin, ma- misma dignidad de orden racional nifestaciones pblicas, actividad mi- que se atribuye a las ideologas y a sional) se han ido tecniflcando cada las elaboraciones cientficas, se atrevez ms; con ellas, en los tiempos ve a pronosticar el ocaso de la Iglems recientes, se busca ms el resul- sia y la emancipacin del hombre en tado psicolgico de la persuasin relacin con los valores de la misque una coreografa espectacular. ma. Est en curso una dura polmiDurante el siglo xix, ciertas invo- ca sobre la consistencia real de las luciones particularistas y las descon- tendencias secularizadoras. Se puede fianzas frente a las innovaciones pensar, por lo dems, que la Iglesia, permitieron que las grandes perife- en cuanto que quiere ser expresin rias proletarias crecieran indefensas del hombre completo y, por tanto, al margen de las iglesias locales ur- de su tendencia a racionalizar sus banas. La clase obrera supo deducir energas espontneas, ha de mantedel mensaje cristiano los derechos ner siempre una posicin intermedia sociales, aunque no fue capaz de entre las exigencias de la comunidad elaborar un procedimiento reivindi- (tradicional y afectiva) y las exigencativo en consonancia con dicho cias de la organizacin racional. Por mensaje. De la caridad cristiana eso la crtica contra la Iglesia y la brotaron innumerables iniciativas desercin de la misma tendrn que basarse en la constatacin de la inasistenciales y promocionales, sin que la Iglesia lograse ganarse la con- suficiencia de su adecuacin a las fianza del mundo obrero, que la exigencias primarias de la vida covea generalmente como un instru- munitaria o en la insuficiencia de mento alienante del poder econmi- sus servicios organizativos.

Iglesia Podemos sintetizar el choque de la realidad eclesial con la mentalidad industrial tomando como paradigma los cuatro paltern variables de Parsons: afectividad-neutralidad afectiva, particularismo-universalismo, difusividad-especializacin, actitud adscriptiva-adquisitiva. Mientras que el universalismo normativo y la neutralidad frente a los beneficios inmediatos coinciden profundamente con el espritu del mensaje cristiano, enemigo del disfrute irracional de los bienes y de la cerrazn particularista, es ms difcil que dicho mensaje se acomode a especializaciones fanticas y a preconceptos eficientistas. Por este mismo motivo hemos de considerar como inevitable un choque entre el industrialismo y el cristianismo. Por ms que se obsevt en la Iglesia v.t\ mteiris c o ciente por dotarse de articulaciones especializadas y asumir procedimientos ms tecnificados, asoma ya con persistencia el valor que se concede a la difusividad y a la adscriptividad. Esto explica el escndalo de los que prefieren las opciones netas, bien en favor de los patlern tpicos de la vida comunitaria, en nombre de una confianza total en la providencia, bien en favor de los paltern tpicos de la organizacin, en nombre de los derechos humanos a un servicio perfecto. Organizarse significa inevitablemente tambin disponer de medios materiales y tener que escoger entre el compromiso con las fuerzas poltico-econmicas, a las que, desde luego, no les interesa la difusin del mensaje religioso en su pureza, y el conflicto con ellas. En esta situacin, se ha difundido un modelo de comportamiento equvoco, por el que se reivindica la adhesin a la Iglesia cuando se presenta la conveniencia de pertenecer a ella, y se disimula cuando resulta

874 perjudicial o contraproducente. Desendose conocer la repercusin real del poder eclesistico en la poblacin, se han desarrollado las investigaciones sociales sobre la pertenencia religiosa, sobre la religiosidad prctica y sobre las creencias. La adhesin a la Iglesia se mide sobre la base de la prctica sacramental, segn esta escala: bautizados, conformistas ocasionales, asistentes a misa, devotos (Le Bras). Esta escala corresponde a la utilizada por Pin en 1970 para observar la religiosidad de los romanos: alejados (26 por 100), catlicos culturales (47 por 100), practicantes (13. por 100), comprometidos (1,3 por 100). Se ha elaborado tambin una escala de pertenencia a la parroquia: despreocupados, marginales, modate?,, gfupo Tiutlta ^FkhVwV PxiVacionando la pertenencia con la prctica sacramental, hace ya aos que se observa una difusa tendencia al absentismo en las clases de edad adulta, a diferencia de las jvenes y de las anciana^- Como ya hemos dicho, se est muy lejos de pensar que estas mediciones puedan captar efectivamente el sentido de la religiosidad interior y del poder eclesial, de la solidez de la estructura organizativa de la Iglesia y de sus posibles aperturas. Para la realidad eclesial, el enfoque ms prorrietedor parece ser el que ofrecen las reflexiones suscitadas por los escritos de Bonhffer en Sanctorum cortimunio, gracias a las cuales se anuncia una tentativa de compaginar la actitud sociolgica y las perspectivas de la teologa moderna. Se pretende descubrir qu consecuencias han tenido las verdades dogmticas del cristianismo en la estructuracin de la comunidad eclesial y en el mundo. "El principio sociolgico en que se basa la Iglesia

875 en su conjunto dice Bonhffer es la Palabra, sobre la cual se edifica tanto en el plano extensivo como en el intensivo"; y esto es lo que constituye su autntica novedad, incluso en el sentido sociolgico, en medio de todas las experiencias humanas. Con esto no se pretende reducir los conceptos teolgicos a fenmenos empricamente observables, sino afirmar que "solamente si los conceptos teolgicos se consideran como situados y realizados en una esfera social determinada, se podr salvaguardar el carcter especficamente teolgico de una investigacin sobre la sociologa de la Iglesia". Aceptando esta orientacin, se espera que ser tambin posible captar el mecanismo de autojustificacin, tan caracterstico de una sociedad como 'la Iglesia, que apela a'i valor trascendente de su mensaje para colocarse dentro del espacio social en una posicin de merecido privilegio, rastreando a la vez en los hechos histricos la confirmacin de la validez de sus supuestos fundamentales. En sntesis, el anlisis sociolgico de la Iglesia parece ser que ha de desarrollarse no slo en el nivel superficial de la observacin de sus aspectos visibles, sino tambin en un nivel ms profundo, con la ayuda de otras disciplinas y especialmente de la teologa, en cuanto que est constituida por unos actores que han de enfrentarse con la necesidad de hallar justificacin en una visin trascendente de la realidad. L. Dani

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Igualdad I. Introduccin

876 una intervencin providencial, fundamentan, segn Mannheim, la poltica en su significado moderno, aunque a veces el optimismo sobre la llegada del milenio diera lugar a "una actitud de conservadurismo resignado y a una postura realista en poltica". A este propsito junto a las interesantes indicaciones de Mannheim sobre la presencia de la experiencia quiliasta y sobre las fuerzas de tipo exttico y orgistico que la caracterizan, hay que subrayar tambin que la oposicin ideal y religiosa (adems de poltica) entre Mnzer y Lutero no careci de consecuencias bien concretas, fciles de identificar por el tipo de alianzas sociales que se formaron: la de una base popular-campesina en torno al primero, y la de una nueva aristocracia innovadora en torno al segundo; una y otra con tensiones y perspectivas histrico-sociales propias, incluso de tipo igualitario. Sin embargo, es sobre todo durante la larga fase histrica en que va desapareciendo definitivamente el orden aristocrtico-feudal, de remoto origen medieval y, por tanto, en momentos lgidos de inestabilidad social, cuando se impone la igualdad como idea-fuerza introducida por clases y estratos sociales que, con diversas perspectivas hegemnicas, hacen acto de presencia en el escenario de la historia. En efecto, al menos desde el punto de vista analtico, parece posible distinguir en esta fase de la tradicin igualitaria entre manifestaciones en las que el actor protagonista es el cuarto estado de los desheredados y del primer proletariado y una corriente de pensamiento y de prctica netamente mayoritaria en relacin con la anterior que caracteriza, por el contrario, al ascenso de la burguesa; en todo

877 caso, la conexin ms que frecuente entre ambas corrientes destaca con toda evidencia en la Inglaterra de la revolucin parlamentaria, en 1700, con la relacin y la contraposicin entre levellers y diggers; los primeros, representantes de la pequea burguesa, de los artesanos y de los campesinos independientes; los segundos, portavoces de exigencias ms radicales. Recuerda F. Joas en su Historia de la sociologa que "mientras los levellers se limitaban al programa de igualdad civil y poltica, los diggers pedan libre acceso a la tierra para conseguir una verdadera libertad". G. Winstanley, en su obra The law of freedom in platform (1652), declara que el nico derecho natural del hombre es "el derecho a la convivencia y al trabajo cooperativo". El derecho a la existencia, la instancia central del cuarto estado, se contrapone a las instancias clsicas de la burguesa, la cual, sin embargo, se hace portadora en este mismo perodo del ideal igualitario; un ideal "que se concreta y toma forma compleja y coherente en los siglos siguientes al renacimiento, llegando a su cima en la ilustracin. A partir del siglo xvm, subraya P. Braghin, el ideal de igualdad adquiere una fuerza nueva y entra a formar parte de la estructura cultural, porque la nueva clase en auge, la burguesa, tiene necesidad de este ideal para desmantelar la estructura feudal". Antes de pasar a una exposicin sinttica de las propuestas igualitarias contenidas en las diversas doctrinas que constituyen la estructura cultural bajo la hegemona de la nueva clase, hay que subrayar que, en la tendencia igualitaria de los diggers y levellers, subsista tambin un fuerte componente moral y religioso, probado a posteriori por la con-

Igualdad fluencia de muchos de ellos en la religin cuquera, despus de la marginacin a que los someti Cromwell. II. La igualdad en las doctrinas sociales del liberalismo y la ilustracin

La existencia de grandes ideales igualitarios y de tensiones sociales, ms o menos acentuadas, orientadas a conseguir objetivos de igualdad (social, poltica o de otro tipo), son fenmenos constantes en todas las pocas histricas caracterizadas por diferencias econmicas y sociales ms o menos amplias y rgidas. Y ello a pesar de que, como afirma W. G. Runciman, "la insatisfaccin por el sistema de privilegios y descompensaciones de una determinada sociedad no se presenta nunca en proporcin con el grado de desigualdad a que estn sujetos sus distintos miembros". El tema de la igualdad aparece como elemento menor, mezclado a veces con el pauperismo y el misticismo, en algunos movimientos religiosos del medievo cristiano, como los cataros y los ptaros, o en el contexto de los fenmenos de sublevacin de la plebe de las ciudades, como en el caso de la revuelta de los cardadores de Florencia. Estas manifestaciones de tensiones milenaristas (quiliastas en la terminologa de K. Mannheim) son las que han contribuido a configurar un momento decisivo de la historia moderna al unirse a las exigencias de los estratos oprimidos de la sociedad, dando lugar a apoyos revolucionarios, como el que Mannheim descubre en la elaboracin de G. Fiore, que luego se transforman en "movimientos activos de determinados estratos sociales" en los husitas y despus en T. Mnzer y los anabaptistas (Ideology and utopia, 1957). La posibilidad de realizar aqu y ahora algunos objetivos igualitarios y la necesidad de intervenir activamente para ello, en lugar de aceptar fatalistamente los acontecimientos o

En el Leviathan (1651) y en el De homine (1658), Hobbes sostiene que la igualdad que, en su opinin, se realiz sobre todo con la gloriosa revolucin inglesa enfrenta a los hombres entre s y es la base del bellum omnium contra omnes, porque en virtud de ella todos pretenden el mismo derecho a la vida. Desde el momento en que las desigualdades que por naturaleza existen entre los hombres no son lo suficientemente grandes para garantizar un orden jerrquico inequvoco y asegurar la paz, es necesario crear un orden artificial que imponga un orden en el caos de la naturaleza de que el hombre forma parte; de ah "... ese gran Leviatn, llamado Estado (en latn civitas)..." (Leviathan, Introduccin). El paso de esta concepcin de la igualdad, inserta en la doctrina del absolutismo ilustrado, a una concepcin enraizada en el liberalismo clsico se realiza en la obra de J. Locke. La sociedad civil recibe una constitucin firme, segn Locke, por la institucin de la propiedad, "que tienen los hombres tanto sobre sus personas como sobre sus bienes" (Civil government, 1690); tambin la libertad y la igualdad, que son derechos naturales, estn ligadas al sentido productivo dominante. Se sigue de esto que limitar la propiedad con el postulado de una igualdad absoluta significara limitar a los individuos capaces y razo-

Igualdad nables en su relacin con la propiedad original, es decir, consigo mismos, y significara, adems, impedirles desplegar libremente las dotes recibidas de Dios. Sin embargo, por encima de estas desigualdades materiales, que se van determinando de este modo, se sita una igualdad civil, que el Civil governmenl ofrece a todos los hombres y que se configura como una garanta igual en relacin con la propiedad que cada uno tiene de s mismo por naturaleza. Es idntica, por tanto, la base que garantiza los derechos, diversos entre s, de los subditos. Otras contribuciones importantes, tendencialmente sistemticas, es decir, orientadas a esbozar una teora general de la igualdad social, se deben a los filsofos sociales de la ilustracin escocesa A. Ferguson (Historv of civil society, 1767) y J. Millar (The origin of the disrinction of ranks, 1771). Pero la discusin sobre la igualdad y la desigualdad adquiere particular resonancia en el clima ilustrado de la Francia prerrevolucionaria. J. .1. Rousseau formula la lnea argumental de la polmica en el Discurso sobre el origen y os fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755): "Se sigue que hay en la especie humana dos gneros de desigualdades: una, a la que llamar natural o fsica por estar establecida por la naturaleza, consiste en la diferencia de edad, estado de salud, fuerzas fsicas y cualidades de la mente y del espritu; otra, que se puede llamar diferencia moral o poltica, porque depende de cierto tipo de convencionalismos y est establecida o, al menos, autorizada por el consenso de los hombres. Esta ltima consiste en diferentes privilegios disfrutados por algunos en detri-

87X mento de otros, como ser ms rico, ms honrado, ms poderoso que los otros o, simplemente, disponer de su obediencia". A pesar de las polmicas que los filsofos en primer lugar, Voltaire mantuvieron contra esta obra de Rousseau, sigue siendo la ms lcida y radical elaboracin de todo lo que el perodo de las luces aport sobre el tema de la nueva igualdad en la sociedad. No es casual que sea Rousseau el mximo terico de la igualdad en el siglo XVIII, a pesar incluso de las teoras de Montesquieu quien sobre este tema de la igualdad anticipa alguno de los argumentos de Babeuf, afirmando en las Cartas persas (1721) que "por el bien de la democracia se puede abolir la igualdad entre los ciudadanos" y de la compleja obra de Voltaire, que redacta la voz galit de su Diccionario filosfico y que ante este tema se declara a priori tan pesimista como ante cualquier otro ideal del pasado o contemporneo. Estn de hecho ms cerca de Rousseau que de los filsofos las palabras del lema libert, galit, fraternit, que, disfrazadas de universalismo, constituyen las ideas-fuerza de la burguesa durante la Revolucin francesa y, sucesivamente, el ideal de todas las democracias burguesas. III. Igualdad y desigualdad social

879 en el principio de la igualdad de todos los hombres"; en efecto, "la estructura cultural de las democracias burguesas ha mantenido vivos sus valores y sus consignas originarias como envoltura exterior; pero los ha vaciado de toda funcin concreta", de suerte que "la ideologa liberal, expresin tpica de la Wellanschauung burguesa", se convierte en el "instrumento por medio del cual la burguesa trata de conciliar la igualdad de principio con la desigualdad de hecho". Estas conclusiones, basadas en un amplio examen de datos estructurales y superestructurales de la situacin italiana de los aos setenta, confirman el anlisis realizado por K. Marx sobre los temas de la desigualdad social y la poltica en La cuestin juda (1843). Para Marx, la democracia burguesa slo constituye un hecho de igualdad poltica, es decir, dentro de la estructura representativa-formal de las instituciones estatales, en las que acta el ciudadano, abstraccin igualitaria del hombre, del burgus, que sufre en la sociedad civil las desigualdades debidas al nacimiento, a la condicin social, a la educacin o a la ocupacin; el Estado no slo no suprime estas desigualdades, sino que incluso existe porque las presupone, negndolas a nivel de ideologa, entendida en este caso como falsa conciencia. Sin embargo, no se puede afirmar que sea caracterstica exclusiva del enfoque mrxista la lectura del fenmeno industrial como factor de nuevas y ms agudas desigualdades sociales. A. de Tocqueville, en La democracia en Amrica (1835), sostiene que, a consecuencia de la divisin del trabajo, "mientras que el obrero reduce cada vez ms su inteligencia al estudio de un solo deta-

Igualdad lle, el patrono hace pasear su mirada cada da ms por un vasto conjunto, ensanchndose su espritu en la misma proporcin en que se restringe el del otro". Se trata del paso, segn Tocqueville, de la democracia a una nueva y ms marcada forma autoritaria de aristocracia. La misma elaboracin sociolgica normal, incluso en sus corrientes ms alejadas de las escuelas de pensamiento marxistas, ha hecho suyos hoy los principios del anlisis marxiano sobre estos temas, por lo cual escribe A. H. Halsey: "Son ejemplos de igualitarismo en las relaciones sociales el derecho de voto universal para todos los adultos, en virtud del cual la raza, la religin, el sexo, la riqueza y el grado de instruccin son criterios carentes de importancia, y el National Health Service ingls, que, en principio, trata lo mismo a todos los individuos segn criterios de necesidad de atenciones mdicas y no da importancia a la capacidad o la voluntad de pagar"; si se puede advertir que an existe una ligera diferencia entre nivel social y nivel de derechos polticos, hay tambin que reconocer un hecho que el mismo autor precisa poco despus: "La aplicacin de las teoras igualitarias vara de acuerdo con las formas de desigualdad en las diversas sociedades. En los pases industriales modernos se considera generalmente que lo contrario de la igualdad es la estratificacin social". Algo parecido defiende S. Giner, el cual, en su texto Sociologa, presenta el tema de la estratificacin social a travs de la discusin de las desigualdades naturales y de la transformacin de stas en desigualdades sociales cuando un sistema cultural les asigna una posicin de valor. En cuanto a la opcin de algunas

"El modo de produccin capitalista, con su agitado y continuo cambio, ha creado desigualdades econmicas y polticas cada vez ms hondas observa P. Braghin sancionando la existencia de nuevas clases sociales muy definidas, en conflicto, manifiesto o latente, entre s. La estructura social contradice, pues, a la estructura cultural, basada

Igualdad escuelas sociolgicas de pasar del estudio de las relaciones de clase al estudio de la estratificacin social (y dentro de sta al estudio de aspectos ms particulares y fragmentarios), algunos autores recientes la valoran como un acto de servilismo frente a la clase dominante, puesto que se renuncia a examinar el aspecto de conflicto latente y de manifiesta manipulacin en sentido antiigualitario subyacente en el concepto de estratificacin social. Una crtica similar contra la fragmentacin del conocimiento sociolgico en sectores parciales la haban ya formulado lcidamente T. W. Adorno y M. Horkheimer (Soziologische Exkurse. 1956) en relacin con el problema de la visin crtica general de la sociedad. Pero al margen de las posibles opciones tcticas y no conductivas que algunas escuelas sociolgicas puedan haber hecho, existe una elaboracin sociolgica sobre los temas de la igualdad y la desigualdad que pretende expresamente justificar en trminos cientficos la necesidad de las desigualdades sociales. Esta tesis la mantienen, por ejemplo. K. Davis y W. E. Moore, representantes de una corriente de la escuela funcionalista estadounidense, criticados en seguida por M. M. Tumin [ / Estratificacin]. IV. Bases de la desigualdad social El debate entre algunas de las muchas alas del funcionalismo reproduce a escala reducida la discusin en torno a las causas de la desigualdad que en el curso de la historia ha dividido a amplios sectores de las doctrinas polticas y sociales. Dado que tambin algunos defensores convencidos de las desigualdades,

880 como C. Landtman (The origin of inequality of social classes, 1938), han reconocido que en los estadios prehistricos, e incluso en las sociedades primitivas actuales, no existe el problema de la desigualdad, la investigacin sobre los orgenes de sta en la sociedad contempornea ha ido polarizando su atencin en factores como la edad provecta, la elocuencia, la prestancia fsica, presuntos poderes sobrenaturales o el valor guerrero. En este ltimo factor se han detenido, entre otros, el anlisis de G. Mosca (Elementi di scienza politica. 1896), el cual observa que el valor guerrero se transforma muy pronto en control de los medios de produccin, y la obra de L. Gumplowicz, para quien la divisin en clases y toda la estructura desigual de la sociedad se deben originariamente a diferencias raciales, que conducen al dominio de una tribu sobre otra (Der Rassenkampf, 1883). Pero tambin en el debate sociolgico, el factor que se precisa en trminos cada vez ms como caracterstica fundamental de la situacin de desigualdad es la divisin social del trabajo, en primer lugar en E. Durkheim (La divisin del trabajo social. 1893) y, sobre todo, en la elaboracin de K. Marx y de F. Engels. De los anlisis empricos (Engels, La situacin de la clase obrera en Inglaterra, 1845) y de las reflexiones crticas sobre la teora econmica hechas por Marx (Elementos fundamentales para la crtica de la economa poltica) se deriva la imagen de la divisin capitalista del trabajo como fuente fundamental de las formas ms marcadas de desigualdad en el mbito econmico, en el territorial (ejemplo de ello son los procesos de urbanizacin), en las relaciones entre grupos y clases sociales y

881 en la divisin del mundo en zonas de desarrollo y de subdesarrollo. Algunas voces del campo sociolgico admiten este anlisis refirindolo a la fase inicial del capitalismo; pero sostienen que, segn avanzan los procesos productivos y las respectivas relaciones sociales, se disminuyen las desigualdades, tanto en el nivel de vida como en las posiciones sociales, ya que se afirma stas son producidas por diferencias que al avanzar la sociedad moderna se van atenuando; la previsin final de D. Riesman apunta, pues, a la desaparicin de las clases sociales fundadas en estas desigualdades (La muchedumbre solitaria, 1950). Estas conclusiones se basan en amplias observaciones que propenden a establecer la existencia de una tendencia hacia la nivelacin; S. Kutznets ve (Shares ofupper income groups in income and savings, 1953) cinco factores de cambio permanente en el incremento rpido de la ocupacin, en el aumento de la renta de la poblacin agrcola, en la disminucin de las rentas provenientes de la propiedad, en las cargas fiscales y en la reducida tasa demogrfica de las clases ricas respecto a las menos pudientes; R. H. Tawney (Equality, 1952) aade todava la educacin en cuanto instrumento de movilidad social. Con una serie de comparaciones a nivel internacional, H. Lydall sostiene, por su parte, que existe una correlacin inversa entre desarrollo econmico y concentracin de la riqueza, en virtud de la cual los pases subdesarrollados son menos igualitarios que los muy desarrollados. G. Kolko (Riqueza y poder en Amrica) y R. M. Titmuss (Income distribution and social change, 1962) han demostrado, sin embargo, las deficiencias, y en su caso la falta de

Igualdad fundamento, de las tesis de Kutznets, mientras que la interpretacin internacional de Lydall ha sido sometida a duras crticas no slo por la corriente neomarxista (P. M. Fiaran, P. Sweezy), sino tambin por el anlisis de R. Stavenhagen. En la lnea de estas elaboraciones, P. Braghin concluye, en consecuencia, que "la afirmacin comn de que las desigualdades econmicas y sociales en las sociedades desarrolladas tienden a disminuir est injustificada o, por lo menos, no probada. A los factores estructurales que actan en el sentido de un aumento de la desigualdad (diversificacin de los sectores, aumento de la divisin del trabajo) no se logra oponer factores estructurales que operen en el sentido de una disminucin de las desigualdades". V. Tendencia al igualitarismo Hay que subrayar en las sociedades desarrolladas industriales la llamada pluridimensionalidad de la estratificacin social, lo que implica un examen de las desigualdades de diversos tipos de dimensin (clase, status, poder) no necesariamente superpuestos entre s. La posicin de un individuo o de un grupo en la escala de una de estas dimensiones no garantiza siempre ni necesariamente una posicin del mismo nivel en las escalas de las otras dimensiones. "Esto no quiere decir observa G. P. Celia que no pueda una de estas dimensiones tener un efecto causal en las otras dos (es el efecto que tiene con mucha frecuencia la dimensin de la clase) ni que algunos sistemas de estratificacin no estn construidos sustancialmente sobre una sola dimensin. La distincin sirve slo para fines analticos

Igualdad en sistemas de estratificacin complejos, en los cuales los desequilibrios de posicin (los individuos que tienen, por ejemplo, una renta elevada, pero un status bajo) pueden tener una gran relevancia existencial y poltica" (Movimento operario e coscienza egualitaha, 1973). La precisin metodolgica de G. P. Celia sirve de premisa al anlisis interpretativo del impulso igualitario difundido en las lneas reivindicativas del ciclo de luchas obreras iniciado en Italia en 1968-69. Se trata de un impulso que, no teniendo muchos precedentes en la tradicin del movimiento obrero italiano, se manifest al principio en exigencias de aumento de salario igual para todos, reduccin del nivel de cualificacin, peticin de subida de categora en masa y de valoraciones iguales para trabajos sustancialmentc similares en el plano tcnico-profesional. "Una nueva lgica reivindicativa surga incontenible de los centros de trabajo afirma G. P. Celia, innovando un planteamiento que, al menos en los aos sesenta, haba intentado con demasiada frecuencia seguir la poltica de divisin y de integracin del patronato industrial, aceptando, cuando no reivindicando, iniciativas tendentes a una mayor estratificacin de la fuerza de trabajo". Por eso la tendencia igualitaria empieza dentro de la organizacin capitalista del trabajo, recurriendo a la contestacin directa; en muchos aspectos se funda en lo que se denomina comnmente la fuerza del trabajador colectivo, es decir, en las caractersticas sociales, culturales y polticas (en sentido lato) de la fuerza-trabajo instalada en el sector industrial durante los aos sesenta. Segn el autor citado, "en relacin con la aparicin y la difusin de reivindicaciones igualitarias, pue-

882 de desempear una funcin explicativa el desequilibrio de posicin entre las tres dimensiones de la estratificacin social (clase, status. poder) y dentro de cada una de ellas, desequilibrio que ha caracterizado en general a este factor de la fuerza-trabajo". Los investigadores del fenmeno para los que no existe equilibrio entre los diversos componentes de la posicin global en el sistema de estratificacin social, tales como N. J. Smelser (Theory of collective behaviour, 1963), observan que: a) el individuo procura alcanzar el equilibrio de posicin elevando el atributo ms bajo o negando validez al criterio segn el cual es asignado; b) la incongruencia en el status global provoca tensin psicolgica, actitudes y comportamientos diferentes de los de quienes poseen un status congruente en sus diversas dimensiones (A. Pichierri, lntroduzione a W. G. Runciman, Ineguaglianza e coscienza sociale). "Desde este punto de vista prosigue G. P. Celia, aunque sea esquematizando, se puede observar que la fuerza-trabajo comn que ha encendido la mecha del ltimo ciclo de luchas, mientras tena una posicin baja en la dimensin de clase (salario, cualificacin, condiciones de trabajo) y en la dimensin del status (estilo de vida, consumo, reconocimiento social, etc.), ocupaba una posicin ms elevada en la dimensin del poder por la propia capacidad de organizarse sindicalmente (manifestada al principio en formas contestatarias de las viejas estructuras sindicales) y por su posibilidad de influir, hasta su paralizacin, en las estructuras productivas, retirando de las mismas el suministro de la prestacin laboral. Aumento de poder que, en cambio, se expe-

883 riment en medida mucho menor entre los trabajadores inmigrados en reas fuera de su propia nacionalidad, debido a las menores oportunidades de organizacin en el plano reivindicativo laboral, imputables a las barreras tnico-raciales y a la falta de posesin de la ciudadana poltica". As pues, dejando a un lado el anlisis de las contradicciones y, por tanto, de los desequilibrios existentes dentro de la clase obrera, as como el problema de las nuevas alianzas sociales que se presentan como base de la conciencia igualitaria emergente, quedan por subrayar dos puntos. Por un lado, hay que sealar que el impulso igualitario se inicia y tiene sus races, contestndola, en la organizacin capitalista del trabajo y en su principio jerrquico; por otra parte, frente a la afirmacin de J. Markiewicz-Lagneau, segn la cual "la constante fascinacin ejercida por la idea de igualdad est ligada a la dificultad de dar una representacin cientfica de ella" (Education, galit et socialisme, 1969), es preciso subrayar que esta tensin igualitaria no es una huida hacia la utopa o un desinters del intelectual por los condicionamientos estructurales; una primera diferencia consiste en que una cosa es la contribucin utpica de un intelectual iluminado y otra las tensiones utpicas existentes en un movimiento de masas; una segunda observacin es la fuerte carga, en la prctica concreta, de esta tensin en lo ms vivo de las relaciones de produccin; finalmente, hay que sealar que este impulso antagonista se inserta en una estrategia ms general del proletariado, que tiende a la hegemona social en un cuadro histrico ciertamente proyectado hacia el futuro,

Imperialismo cuadro que se fundamenta en necesidades histricas presentes y que exige ser realizado cuanto antes. G. Bianchi-R. Salvi

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IMPERIALISMOSUMARIO: I. Nocin genrica de imperialismo - II. Nocin histrico-especfica de imperialismo. Debate clsico sobre el imperialismo: Hobson, Lenin, Schumpeter - III. Caracteres del imperialismo contemporneo: imperialismo "de equilibrio". Imperialismo monopolista occidental. Imperialismo ideocrtico socialista. Social-imperiaiismo sovitico. Breve esquema.

I.

Nocin genrica de imperialismo

De la nocin de imperialismo se pueden dar al menos dos clases de definicin: una definicin de tipo

Imperialismo general y otra de tipo histricoespecfico. El primer intento de explicar el trmino puede encontrarse, por ejemplo, en el volumen de F. Greene The enemy. Notes on imperialism and revolution, que es una documentada anatoma del imperialismo propio de los Estados Unidos, entendido como el imperialismogua del mundo occidental. En efecto, Greene introduce su obra diciendo que "imperialismo significa mucho ms que explotacin de los pases pobres por parte de los pases ricos; representa un sistema social basado en la explotacin y en la violencia, un modo de considerar a los hombres". Tambin A. Martinelli, en una reciente antologa razonada sobre las teoras del imperialismo, desde Marx a Lenin, propone al principio una explicacin genrica del concepto, afirmando: "Puede definirse imperialista toda poltica de dominio de una entidad nacional o supranacional sobre un conjunto de pases o de pueblos satlites". Es oportuno citar tambin el libro de A. P. Thornton Doctrines of imperialism, en el que el autor sintetiza las diversas doctrinas relativas al imperialismo en tres grupos: el imperialismo como doctrina del poder, el imperialismo como doctrina del beneficio y el imperialismo como doctrina de la civilizacin. Es cierto que un tipo de definicin general como el propuesto en los ejemplos citados corre el riesgo de ser tambin una definicin genrica. Tomando, por ejemplo, la de Greene, se podra aadir y afirmar que la historia humana en cuanto tal es historia de imperialismos; es historia de varias formas y grados de imperialismos; a la postre, historia humana e imperialismo (o imperialismos, en plural), si no se identi-

884 fican propiamente, s se compenetran profunda e incesantemente. Las conquistas asiticas de Alejandro Magno, el mare nostrum de romana memoria, la teocracia intertnica del Islam, las mismas cruzadas cristianas antiislmicas, las peregrinaciones migratorias y los procesos expansionistas del renacimiento europeo (pensemos en la trama de cristianismo y razn de Estado en la conquista lusitana del Brasil o en la espaola de Mjico), el colonialismo directo y formal de las metrpolis capitalistas del siglo xix con la Inglaterra victoriana a la cabeza, las guerras en clave weltgeschichtlich del siglo xx, la ltima de las cuales justificada incluso por la idea del Lebensraum debido a la raza superior, son todos ellos ejemplos de imperialismo, diversos ciertamente por las causas, efectos y significados, pero de algn modo unificables y similares, al menos en la acepcin general-genrica del mismo. Desde este punto de vista, no hay institucin mejor que la polis griega para servir de modelo, expresivo y a la vez paradjico, del imperialismo; institucin geogrficamente casi puntual y demogrficamente microscpica, la polis es, sin embargo, un microorganismo humano que, con su estructura social clasista y dualista (esclavos-ciudadanos de pleno derecho o amos), ofrece un caso singular de realizacin histrica de la explicacin genrico-general de imperialismo. El romano Espartaco, en otro contexto socio-poltico, es el smbolo de la rebelin y de la lucha antiimperialista en el significado expuesto. En principio, no hay que dejar de observar que las tres corrientes de doctrinas sobre el imperialismo estudiadas por Thornton (of power, of

X85 profit, of civilizalion) slo pueden distinguirse tan claramente por razones didctico-explicativas, pues histrica y socialmente los imperialismos de poder, de beneficio y de civilizacin son formas que se entrelazan una con otra sin aparecer nunca en estado puro. La civilizacin o misin civilizadora esconde casi siempre motivos de provecho y metas de conquista. La voluntad de poder del Estado nacional moderno, fuerte y grande, se viste y se sirve de justificaciones ideolgicas de rescate y de liberacin de naciones y de pueblos subdesarrollados e incivilizados. No est aqu fuera de lugar distinguir, en la historia del imperialismo, entre imperialismo nacionalista e imperialismo econmico. El primero, advierte Monteleone, fue "expresin de fuerzas preferentemente no capitalistas"; de l tenemos un ejemplo en el imperialismo a la italiana o imperialismo de la gente pobre o proletario (como hubo de decir Michels en L'imperialismo italiano, 1914). El segundo, en cambio, fue expresin de fuerzas preferentemente capitalistas y obedeca "a objetivos tutelares del sistema monopolista de explotacin del mercado mundial". Aunque concordantes entre s, las dos formas se consideran distintas como testimonio de la dificultad de dar del imperialismo una formulacin suficientemente comprensiva, a la vez que precisa. Si, para concluir, aceptamos como explicativa de la nocin de imperialismo la definicin de Greene, entonces el mismo imperialismo es verdaderamente el enemigo, siempre al acecho, surgiendo una y otra vez en la historia, proteiforme, con dimensiones de lugar y de tiempo ms amplias que las descritas por el citado autor. II.

Imperialismo Nocin histrico-especfica de imperialismo. Debate clsico sobre el imperialismo: Hobson, Lenin, Schumpeter

Hay que pasar, pues, a una definicin ms histrico-especfica del trmino. Desde este segundo punto de vista es til tomar como ndice de referencia la obra de Lenin El imperialismo, fase suprema del capitalismo. Segn este escrito de Lenin, publicado en 1917, es posible distinguir al menos dos fases en la explicacin histrico-especfica del concepto de imperialismo: una, la clsica o moderna; otra, la contempornea, relativa a las formas actuales de neoimperialismo. La fase clsica o moderna del debate sobre el imperialismo (ltimo cuarto del siglo xix-fin de la primera guerra mundial) puede articularse resumidamente en tres contribuciones particularmente significativas: la de Hobson, la de Lenin y la de Schumpeter. La obra de J. A. Hobson Estudio del imperialismo es de 1902; como se ha indicado ya, el popular escrito de Lenin El imperialismo, fase suprema del capitalismo es de 1917; y el ensayo de Schumpeter Soziologie des Imperialismus es de 1919. Hobson y Schumpeter pertenecen interpretativamente a una corriente extramarxista. Pero mientras Hobson es recuperado y utilizado por Lenin en la interpretacin marxista del imperialismo, las tesis de Schumpeter, segn el parecer de Martinelli, son "la nica interpretacin que se presenta como alternativa integral a la teora marxista". Adems, esta ltima, desde las alusiones y las notas crticas de Marx esparcidas en El capital y en la Teora de la plusvala al tratamiento orgnico de Lenin en El imperialismo, hasta los estudios y

Imperialismo puestas al da de los intrpretes y los epgonos contemporneos (Baran, Sweezy, Mandel, Poulantzas, etc.), si bien con acentos diversos y no sin profundas divergencias (basta leer las crticas de Poulantzas a Mandel), se puede reconocer objetivamente como "el nico cuerpo integrado por conceptos y generalizaciones que ha ofrecido una explicacin global" del imperialismo (son tambin palabras de Martinelli). Volviendo a los tres nombres ms significativos del Imperialismusdebate histrico-clsico, o sea fin de /,?/o-principios del siglo XX, hay que aadir, para entender un segundo punto esencial, lo que sigue: mientras Hobson y Lenin analizan el imperialismo como efecto endgeno de la forma capitalista de produccin, Schumpeter, por su parte (luego Weber reanudara y completara su punto de vista en Economa y sociedad, llegando a afirmar que el imperialismo recorre todas las pocas histricas y formas sociales de la humanidad), lo estudia como una variable anormal y exgena del sistema capitalista. El capitalismo sera, segn Schumpeter, un sistema caracterizado por la racionalidad en los procesos productivos y por el espritu pacifista en sus finalidades directrices. Segn l an, el imperialismo sera, en la poca capitalista, un residuo de formas de vida, de mentalidades, de costumbres, de relaciones de produccin, etc., precapitalistas o, en todo caso, anacrnicas en la fase del capitalismo. "El imperialismo es una forma de atavismo escribe Schumpeter. Entra en ese amplio grupo de supervivencias de pocas remotas que juegan un papel tan importante en toda situacin social concreta; de elementos de toda situacin social concreta que se explican desde las condicio-

886 nes de vida no ya del presente, sino del pasado, y, por tanto, desde el punto de vista de la interpretacin econmica de la historia, con modos de produccin no actuales, sino superados. Es un atavismo de la estructura social y, a la vez, de los hbitos psquicos e individuales de reaccin emotiva. Puesto que las exigencias vitales que lo han engendrado se han agotado definitivamente, tambin l debe poco a poco desaparecer, por ms que toda complicacin blica, aunque no sea de carcter imperialista, tienda a reavivarlo". "Del Estado monrquico absoluto prosigue ha heredado nuestra poca las tendencias imperialistas de que sigue dando prueba. El imperialismo de las monarquas absolutas floreci antes de la revolucin industrial que ha engendrado el mundo moderno, o, mejor, antes de que sus consecuencias comenzaran a hacerse sentir en todos los campos". Su postura contraria a Lenin es clara; para Schumpeter, el imperialismo sera una fase genticamente anterior al capitalismo (mirara al pasado); para Lenin sera fase suprema del capitalismo y, por tanto, evolutiva (mirara al futuro). Tambin existe oposicin entre Hobson y Lenin; pues para Hobson el imperialismo es consecuencia de una hipocausa endgena (principalmente) del sistema capitalista (del denominado subconsumismo del mercado interno metropolitano o distribucin desigual de la riqueza en el Estado democrtico liberalburgus). "No es el progreso industrial escribe Hobson el que exige la apertura de nuevos mercados y reas de inversin, sino la mala distribucin del poder de consumo la que impide la absorcin de mercancas y capitales en el pas. El anlisis

87 ha demostrado que el superahorro, que es la raz econmica del imperialismo, deriva de rentas, beneficios de monopolio y otros ingresos inmerecidos o excesivos, que, por no ser ganados con el trabajo manual o intelectual, no tienen una legtima raison d'tre. No teniendo conexin natural con el esfuerzo productivo, tuerzan a sus beneficiarios a no satisfacer convenientemente el consumo; forman una riqueza excedente que, carente de espacio propio en la economa normal de la produccin y del consumo, tiende a acumularse en ahorros excesivos". Pero segn Lenin (que reanuda y sintetiza la tradicin terica marxista de los estudios sobre el imperialismo, incluidos los particularmente agudos de Luxemburg), el mismo imperialismo sera una hipercausa siempre endgena de la expansin del sistema capitalista, el cual se ha transformado de capitalismo competitivo en capitalismo monopolista. Por eso el surplus de capital obtenido: 1) con una concentracin cada vez mayor de la produccin (sindicatos, manifiestos, trusts); 2) con una simbiosis entre capital bancario y capital industrial; 3) con la formacin de una oligarqua financiera (tesis avanzada ya por Hilferding en Das Finanzkapital, 1910), se proyecta en una serie de operaciones agresivas y de explotacin (con predominio de la exportacin de capitales sobre la de mercancas), de las que el colonialismo mundial no es ms que una de las ms ostensibles. III. Caracteres del imperialismo contemporneo: imperialismo "de equilibrio". Imperialismo monopolista occidental. Imperialismo ideocrtico socialista.

Imperialismo Social-imperialismo sovitico. Breve esquema Es verdad que se pueden y deben formular crticas contra las teoras de Hobson y de Lenin. Pero, como ha apreciado exactamente O'Connor, las "crticas de las teoras de Hobson y de Lenin, as como las concepciones alternativas que se han avanzado, no constituyen una teora nueva, sino una clasificacin de hechos histricos que no estn en total conformidad con las viejas teoras". En esta perspectiva, numerosos investigadores (Kemp, Koebner. Gallagher, Robinson, etc.) estiman, como recuerda O'Connor, que no "ha habido importantes diferencias cualitativas entre los expansionismos britnicos de la primera y la segunda parte del siglo XIX". Un historiador de la economa como Pares, prosigue el autor citado, opina que Inglaterra, el Estado imperialista ms poderoso, hasta los primeros aos del tercer decenio del siglo XX no entr en la fase propiamente monopolista, ya que a comienzos del siglo slo existan pocos trusts de alguna importancia en el Reino Unido. As pues, Lenin realmente, ms que describir un fenmeno ampliamente difundido y consolidado en la poca en que, por razones incluso prctico-revolucionarias, escriba su popular ensayo, expresaba agudamente una intuicin cuyas previsiones se cumpliran en la evolucin futura del sistema capitalista. Por tanto, como ha recomendado T. Kemp, hay que interpretar de modo elstico la teora de Lenin. Llegados a este punto, conviene tratar de ver algunos aspectos esenciales del imperialismo tal como se presenta hoy en la segunda mitad del siglo XX. Creemos que puede

Imperialismo

888889 una naturaleza reproductiva y casi neoplstica y tiende a dimensiones de dominio cada vez ms vastas, hasta los confines del mundo, debe limitarse hoy a actividades reproductivas y a zonas de influencia y de control regional. El imperialismo, pues, debe imponerse a s mismo, lo quiera o no, una autolimitacin o una ley de convivencia. Podra decirse que el imperialismo de los aos 2000 es el imperialismo del equilibrio, tal como en su momento se consolid en Yalta. En este sentido, fue tambin Lenin el que vislumbr y profetiz ms exactamente, presentando los cinco famosos puntos de su ensayo sobre el imperialismo, en particular: 1) a propsito de la formacin de un coetus monopolstico internacional (del cual las diversas multinacionales y las organizaciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, o el Fondo Monetario Internacional, o la United States Agency for International Development, son, como sostiene Hayter, las articulaciones institucionales); y 2) a propsito del reparto del mundo, que para Lenin, sin embargo, habra tenido como protagonistas slo a los capitalistas. En realidad, tambin el rea del socialismo ha participado en dicho reparto, obteniendo del mismo sus ventajas. Hoy la situacin es muy diferente, si la comparamos con la de la vspera de la primera guerra mundial, cuando, como escribe Monteleone, "los Estados imperialistas con sus posesiones llegaban a abarcar el 85 por 100 aproximadamente de la superficie del globo". Pero aun en esta situacin tan diferente, no se podra recuperar, en clave crtica e hipottica, un concepto como el de ultraimperialismo de Kautsky? No en el sentido de un Imperialismo pacifismo universal espontneo y de una improbable conversin a l tanto del imperialismo econmicomonopolista occidental como del predominantemente ideocrtico oriental, sino en el sentido de que la conflictividad interimperialista, dentro y entre los bloques en que el mundo est repartido, se orientara luego (necesariamente) a una forma precisa de ultraimperialismo, de la cual la doctrina de la coexistencia pacfica es la versin ms convincente, aunque provisional; conflictos, pues, interimperialistas continentales (China-URSS; Amrica-Europa) y regionales (como la guerra del Vietnam), bajo la bandera, sin embargo, de un ultraimperialismo mundial. Se objetar que no se puede hablar propiamente de imperialismo a propsito del rea social socialista. Se puede responder, no obstante, que el mismo mundo socialista est atravesando un perodo de crisis de identidad. En el Prembulo de la nueva Constitucin de la Repblica Popular China, de 1975, no slo la China socialista rechaza, hoy y maana, ser definida y convertirse en una superpotencia, sino que su Asamblea constituyente ha clasificado el mundo ya dividido en dos imperialismos: el de cuo capitalista occidental o imperialismo tout court, y el sovitico o social-imperialismo. Este social-imperialismo no ha de confundirse (cuan difcil es cambiar la terminologa!) con el otro socialimperialismo que, ya a comienzos del siglo xx, algunos representantes de la II Internacional, como H. van Kol e E. Vandervelde, acariciaban en sus cabezas como posible poltica colonial del socialismo alternativa a la capitalista de rapia y de dominio. Por esto subsisten contrastes v lu-

suscribirse cuanto dice Martinelh: lgico-nucleares alcanzado por los "A una situacin caracterizada por Estados lderes del mundo de hoy, una gran coincidencia entre los gru- la URSS y los Estados Unidos, en pos oligopolsticos nacionales y los posicin de (cuasi) equilibrio (inesrespectivos aparatos estatales, con la table). Esta situacin de hecho (y mienconsiguiente rivalidad entre los sistemas econmicos nacionales, la ha tras dure) cambia tambin el rostro seguido una situacin caracterizada tradicional del imperialismo, por por un juego ms complejo de inter- ms que convenga seguir formulndependencias entre las empresas dolo como el uso de la violencia semultinacionales, los respectivos Es- gn formas y grados varios (directa tados metropolitanos y los Estados y/o indirecta; formal y/o informal; de los pases capitalistas perifricos estructural, institucional, militar) y subdesarrollados en los que estas para la expansin y la reproduccin empresas operan. Tambin han de intereses polivalentes e interdecambiado la forma y la intensidad pendientes (econmicos, nacionales, de las contradicciones internas del clasistas, raciales, ideocrticos, etc.). imperialismo, y ello a consecuencia Kemp, en su estudio sobre las Teode la atenuacin de la rivalidad en- ras del imperialismo, propone en el tre las potencias capitalistas y de la captulo nono varios ejemplos consustitucin del conflicto militar por cretos de imperialismo. El imperiaformas de lucha econmica como lismo hasta ahora vivido se