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EL COPIHUE,, UNICO Y NUESTRO ESCUELA, G 118 DE NIBLINTO CONVENTO DE SAN LEONARDO DE PORTO MAURICIO EL PULSO DE LA NATURALEZA ABRIL 2015

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EL COPIHUE,, UNICO Y NUESTROESCUELA, G 118 DE NIBLINTO

CONVENTO DE SAN LEONARDO DE PORTO MAURICIOEL PULSO DE LA NATURALEZA

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Copihue, único y nuestroMientras los bosques nativos chilenos, otorgan eternas sombras al suelo, y sus altas copas buscan la luz del Sol, abajo en la oscura y fresca biomasa al-gunas otras plantas intentan hacer lo mismo...

Escuela G-118 de NiblintoSuena la campana, las clases han iniciado como todos los días en las escuelas de Chile, las jorna-das comienzan cuando se forman los cientos de niños a cantar el himno nacional...

Convento Franciscano de San Leonardo de Porto MauricioLa llegada de la Iglesia Católica a nuestro terri-torio tiene una larga data, la cual está estrecha-mente relacionada con el avance progresivo de los españoles hacia el sur, con la intención de la inminente ocupación de los territorios de la Arau-canía...

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César Jopia QuiñonesDirector

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA

EDITORIALEste mes quisimos compartir con ustedes una historia, que si bien ya la hemos visto en reportajes como los de nuestro querido amigo Alipio Vera, donde narra las vidas de niños que estudian en escuelas casi olvida-das, ubicadas en lugares tan apar-tados que difícilmente el resto del mundo sabría que existen.

En nuestra experiencia no habíamos tenido la oportunidad de conocer de cerca un caso similar, pero ese momento llegó casi por casualidad. Se trata de la escuela básica de Ni-blinto G-118, cuya matrícula llega a sólo dos alumnos y que tiene sus días contados, ya que después de ellos no habrá más niños para estudiar ahí.Niblinto es un apartado caserío que pertenece a la comuna de Collipulli, una tierra de colonos que cuenta con este pequeño establecimiento educacional y que nos conmovió por su solitaria existencia.

En la misma comuna, también nos encontramos con una de las iglesias más antiguas de la región. Ahí tuvi-mos la fortuna de acceder a su inte-rior, hablamos del Convento de San Leonardo de Porto Mauricio que el terremoto del 2010, casi lo derribó por completo. Una obra de arquitec-tura religiosa del siglo pasado que no se debe abandonar. Su debilita-da estructura, aún luce un pasado esplendoroso de bellos decorados e

imponentes pilares románicos que luchan por mantener todo de pie.

Y en otro ámbito de nuestro abanico temático, en la novena región bus-camos hallar ejemplares silvestres de nuestra tan querida y noble flor nacional, el Copihue…, una joya del reino de la flora que trepa y pende de los vetustos árboles del bosque nativo con su encendido color rojo, que parece gritar a viva voz "hey… aquí estoy… mírenme".

Así, hemos aprendido día a día, a ver con otros ojos todas las pequeñas historias que surgen en el camino cuando exploramos nuestro país, y al compartirlas con ustedes buscamos aprender juntos a ver con esos otros ojos nuestro Chile, una perspectiva que nos permite valorizar tanto el patrimonio natural como el material e inmaterial, con esos mismos valo-res esperamos también incentivar al subconsciente a no perder nunca nuestra capacidad de asombro por las cosas y el mundo que nos rodea, por cotidiano o simple que nos pa-rezca...

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Copihue...único y nuestro

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M ientras los bosques na-tivos chilenos otorgan eternas sombras al suelo y sus altas copas buscan la luz del sol, abajo en la oscura y fresca biomasa algunas otras plantas intentan hacer lo mismo, para eso deben crecer trepando los troncos hasta dar con escasos, pero imprescindi-bles destellos de luz solar.En esta escena, hablamos del copihue (Lapageria rosea) nues-tra flor nacional, endémica de nuestra estrecha franja de tierra, irónicamente ella debe su nom-bre científico a nada relacionado directamente con nuestro país, es más bien de origen francés, más exactamente a la esposa de, nada menos, Napoleón Bonapar-te, madame Josephine Lapage-rie. Esto fue en reconocimiento a sus aportes a la botánica y por la propagación de especies exó-ticas en el Malmaison garden en las cercanías de París.Pero a pesar de lo anterior esta planta trepadora es sólo nuestra, su hábitat comprende desde las tierras de Valparaíso hasta la Re-gión del Maule, es una especie protegida por ley y la extracción en zonas donde sus brotes son naturales está prohibida, consi-derando que, además, mantiene una preocupante escasez de po-

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blación en la región de Valparaíso viéndose amenazada también en la Región de O’Higgins.Así también el copihue es cultivado artificialmente con fines ornamen-tales, generando con ello sustenta-bilidad a sus hermanas silvestres, el cultivo se hace extrayendo incluso la misma tierra donde se sembró la planta para evitar el trasplante con otros nutrientes que no sean los originales, la flor del copihue post cosecha dura sólo unos seis días, dejándola fuera de competencia en comparación con otras flores de tipo

ornamental que duran hasta tres se-manas.Durante la Colonia esta flor era usualmente utilizada para decorar fondas y ramadas para las fiestas ru-rales, era muy común, al menos en su variedad roja ya que las hay blan-cas y rosadas. Tanto que durante la guerra independista los soldados encontraban inspiración al ocultarse en los bosques plagados de esta in-tensa flor, reagrupándose ante esos maravillosos espectáculos de la flora chilena.Fue declarada flor nacional recién

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en febrero de 1977, antes de este acto no había ninguna asignación de la flora en los emblemas naciona-les que hoy distinguen nuestros más queridos símbolos patrios. La flor nacional es visible casi fre-cuentemente en los bosques nati-vos de tipo valdiviano y siempre ver-des del Maule, Bío Bío, Los Ríos y la Araucanía donde fueron captadas las fotografías, sin embargo es una especie que se desarrolla en bajas al-turas en relación con el nivel del mar, porque no tolera las fuertes heladas invernales ni menos las nevadas tan

características de estas regiones.El copün, como también es conocida la flor nacional, es un arbusto ramo-so trepador que puede fácilmente al-canzar hasta los diez metros de alto, sus hojas con forma de corazón (12 cm de largo) se alternan en las ramas delgadas de las cuales también pen-de la flor.El kopiwe, que en mapudungun sig-nifica “estar boca abajo”, puede me-dir hasta diez centímetros donde el color rojo intenso predomina, el que la destaca entre la tupida sombra de los bosques nativos, contiene seis té-

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palos que se intercalan entre sí y que parten desde el blanco pasando al rosado y luego al color rojo puro. Sus estambres miden casi siete cen-tímetros de largo, con finísimos fila-mentos albos y el ovario de la Lapa-geria tiene una forma oblonga linear.Pero esta planta también tiene un fru-to…, y es comestible…, se trata de una suerte de baya ovoide de color ver-de amarillento cuando está madura, de textura suave y que actualmente está siendo vista con otros ojos en la cocina gourmet, el fruto, que se dice posee un sabor dulce como el de la chirimoya, esta baya al mezclarla con otras especias se consigue un manjar de sabores intensos con poca azúcar. Bueno, la flor tampoco escapa de este exótico fin, sus pétalos son con-vertidos en pastas, mermeladas y/o pétalos a las finas hierbas, que según estudios de una prestigiosa Universi-dad en Chile, análisis moleculares de esta flor han demostrado la presen-cia de antioxidantes del mismo nivel que posee la murtilla. En fin, nuestro copihue es, además de ser un exquisito producto de la flora chilena con potencial decora-tivo, un platillo gourmet que está siendo explorado por quienes siem-pre buscan ir más allá en el descu-brimiento de nuevos nichos econó-micos sustentables, mientras no se afecte a la población silvestre ni a su hábitat, podremos continuar maravi-llándonos con ella.

Texto y Fotografías: César Jopia Quiñones.

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"Exploramos Chile, en busca de su alma..., su esencia..., sus componentes...

los mismos que le dan vida y fluidez...”

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Escuela G-118de Niblinto

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S uena la campana, las clases han iniciado como todos los días en las escuelas de Chile, las jornadas co-mienzan cuando se forman los cien-tos de niños a cantar el himno nacio-nal.Así es en muchas ciudades, pero no necesariamente…, hay lugares casi olvidados o que simplemente están tan lejos de todo, que textualmente son una aguja en un gran pajar, a pesar de eso ahí la vida debe funcio-nar como en cualquier otro sitio.Es media mañana cuando vamos por un camino de tierra, que lleva hacia el sector de Niblinto, en la comuna de Collipulli, y a un costado divisa-mos una pequeña escuela protegida por la eterna sombra de vetustos ár-boles de avellano. Se trata de la Es-cuela G-118 de Niblinto.Al acercarnos el silencio es el princi-pal actor en esta escena campestre. Parece una casa sin habitantes, pero al golpear la puerta nos recibe el pro-fesor Roberto Pavón, un hombre de rostro amable y apaciguado por el ritmo de la soledad de estos parajes.Nos disculpamos por interrumpir la clase, sin embargo él amablemente nos da la bienvenida e inmediata-mente nos presenta a sus selectos

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alumnos…, Gustavo Arriagada y su hermano Roberto, ambos cursan el Tercero y Cuarto Básico. Con caras de traviesos nos miran con curiosi-dad, pero no abandonan sus asien-tos frente a su tarea, que en ese mo-mento es de literatura.Ellos provienen de los caseríos cer-canos, su familia aún habita en estas apartadas tierras y sólo quedan ellos dos, porque la migración de los más jóvenes en busca de nuevas oportu-nidades en las ciudades ha hecho que cada vez queden menos niños y, por consiguiente, sea esta una zona donde viven sólo adultos que ya no tienen hijos pequeños.Una estufa a leña es lo primero que se encuentra al entrar a la sala de clases, pero no es el único objeto que decora el aula, si bien son sólo dos estudiantes, cuentan con muy buen equipamiento; televisor, dos computadores, libros y una serie de herramientas educativas, que poco podrían envidiar a un colegio de ciu-dad, claro que cabe señalar que al-gunas de estas herramientas, como la Internet, no estaban operativas, aún así eso no ha menoscabado su ánimo y entusiasmo por estudiar y aprender.Las paredes están sembradas de pa-

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pelógrafos que enseñan casi todos los temas de la educación actual y mucha decoración de temporadas pasadas como las Fiestas Patrias o las de fin de año que llenan de colores lúdicos el lugar, se trata de un pe-queño mundo del saber que existe

sólo para estos dos niños que saben que su escuela después de ellos, sim-plemente…, desaparecerá, pero no en lo físico sino en lo funcional, por-que no hay más niños en Niblinto ni en sus alrededores para que vengan a ocupar los pupitres que quedarán

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vacíos.La G-118 tuvo en la década de los años setenta alrededor de cuarenta alumnos más tarde desde el año ’95 en adelante comienza una baja sus-tancial de la matrícula, hasta que fi-nalmente la ausencia llegó a tal pun-

to que estos dos hermanos son hoy los que mantienen viva esta unidad educativa.Este establecimiento mantiene un convenio de subvención escolar pre-ferencial por ser de carácter rural fronterizo, lo que garantiza y asegu-ra su sustentabilidad en el tiempo, pero paradójicamente esto no es de ninguna utilidad cuando no hay na-die que venga a recibir estos benefi-cios que conllevan ese convenio.Chile es un país rural en esencia, si bien las ciudades van en franco cre-cimiento, los campos y los pueblos son en porcentaje lejos lo que más hay, pero ciertamente son cada vez menos las personas jóvenes que de-ciden quedarse e intentar subsistir y progresar en la ruralidad, la falta de oportunidades, el tentativo y pode-roso atractivo que tienen las grandes ciudades no es competencia para un pueblo o caserío alejado de todo para la ambición curiosa de las nue-vas generaciones. Así estos hermosos lugares se que-dan atrás y terminan siendo sólo atractivos turísticos de temporada, donde sólo viven los que aman más la tierra que los vio nacer que el frío cemento que los desconoce.

Texto y Fotografías: César Jopia Quiñones.

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Convento Franciscano de San Leonardo de Porto Mauricio

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L a llegada de la Iglesia Católica a nuestro territorio tiene una larga data, la cual está estrechamente re-lacionada con el avance progresivo de los españoles hacia el sur, con la clara intención de realizar una ocu-pación en los territorios de la Arau-canía, desmontando la estructura ancestral de sus habitantes primige-nios, los mapuches, quienes se vie-ron obligados a adecuar sus modos de vida ante la presencia evangeliza-dora de la Iglesia.

Cita:*“El conquistador español fue un hombre de dos mundos: Medioevo y Renacimiento. Tuvo sed de gloria, deseo de dejar fama y memoria de sí…, pero también fue hombre de profundas convicciones religiosas y el clima beligerante de la Contrarre-forma católica terminó por envolver-le: La conquista tuvo también fisono-mía de cruzada y hubo momentos en que toda la vieja tradición de lucha contra el infiel pareció revivir. Fue un hombre que mezcló toda la teología medieval con las ideas del capitalismo”.

Entonces en un lejano diciembre, cuando casi estaba por terminar el año 1869, en el Chile de aquel en-tonces arribaba el padre Pacífico Gandolfi, quien traía como objetivo fundar la Misión Franciscana de San Leonardo de Porto Mauricio en el

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San Leonard pueblo de Collipulli, en la Región de la Araucanía.En ese momento se dio inicio a la construcción de un templo, aunque primero fue la casa habitación para el padre, más una capilla provisoria, en un terreno donado por el gobier-no de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876), entonces el 15 de ene-ro de 1871 se realizó la ceremonia de bendición de la primera piedra.Como siempre en estos casos, el ca-rácter misional de los padres francis-canos era cristianizar y “civilizar” a los grupos étnicos de la zona de la Araucanía, quienes estaban aún en estado silvícola en esa época.Como apreciamos en primera instan-cia, los efectos del devastador terre-moto del 27 de febrero de 2010 mar-caron un destino incierto para esta maravillosa obra arquitectónica reli-giosa de casi ciento cincuenta años. Su fachada austera y sobriamente di-señada que no presenta mayor traba-jo de ornamentación, característica de los principios de la Orden Francis-cana, está seriamente agrietada, con daños probablemente estructurales que son, por lo general, difíciles y caros de reparar considerando que después se deben restaurar con total fidelidad al original, tanto en el dise-ño como en los materiales usados.Al entrar, se puede apreciar su mag-nífico decorado de la nave central, con una serie de columnas romanas con arcos de medio punto de made-ra que dirigen la mirada a su altar, que se yergue imponente hacia el atrio.Hoy es difícil apreciar su belleza, sin dejar de sentirse abrumado por el

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daño y el abandono, ciertamente hay interesantes proyectos de restau-ración, pero que desde hace buen tiempo no se han visto comenzar.Mientras al interior se respira el aro-ma del olvido, las palomas han con-vertido esta obra en su hogar, y la tierra del exterior ha tomado pose-sión sobre las silentes estatuas de una Virgen María que está rota y un santo que se encuentra cubierto por un paño para ocultar su deplorable estado.Las bancas permanecen dispersas como si un huracán las hubiese des-parramado por doquier. En un costa-do un bello piano de pared ve como sus teclas se arruinan mientras sus maderas parecen ser alimento para las polillas.Sabemos que es una escena triste de narrar, pero es una realidad que que-remos, con este reportaje, destacar para tratar de incentivar los inicios de los trabajos de restauración, no por lo religioso, sino por el valor patrimo-nial que esta obra significa para los chilenos y el legado cultural que gira en torno a la historia de nuestros an-cestros y lo que significó la presencia de la fe en los pueblos originarios de la Araucanía.

* Sergio Villalobos. “Vida fronteriza en la Arau-canía. El mito de la Guerra de Arauco”. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1989. Pág. 20.

Texto y Fotografías: César Jopia Quiñones.

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Para explorar...para descubrir...para conservar

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