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EDICIÓN ESPECIAL 20 ANIVERSARIO DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE PASTORAL Y

CULTURA CRISTIANA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL NORTE, ANTOFAGASTA

Representante Legal: Rector Jorge Tabilo ÁlvarezDirectora: Erika Tello Bianchi

Equipo Editor:Ericka Castellanos MorenoRubén Gómez Quezada

Apoyo gráfico y periodístico: José Tapia ZamoraSecretaria: Felisa Jopia [email protected]

Domicilio Legal: Av. Angamos 0610, Antofagasta, Chile

Diseño y Diagramación: Mercedes Lincoñir. Ediciones MensajeImpresión:

Noviembre 2018

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

Testimonios de 20 años de fidelidad con Cristo

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13 Prólogo: 20 años de Pastoral UCNPor Monseñor Ignacio Ducasse Medina

17 Jesucristo como supremo ideal de vida en el amplio quehacer de la UCN Por Erika Tello Bianchi

23 Pastoral UCN. Inicio en grandezaPor P. André Hubert Robinet s.j

37 El servicio silencioso y oculto de la Pastoral Por Ibar Astudillo Godoy

43 Un espacio de apertura al diálogo, la cultura y la solidaridad Por Ignacio Sepúlveda del Río

49 ¡¡¡Inolvidables!!! Por Marta Cayo Morales c.d.m

55 Breve apunte sobre una Pastoral que sólo busca servir Por Leonel Jofré Marín

59 Larga vida a quienes acogen y transforman Por Margareth Cleveland Slimming

63 “Hacer universidad” gracias a la PastoralPor Fadua Mahuad Adaos

67 “Tenemos el deber de aportar para que este mundo sea mejor”Por Alejandra Brizuela Tapia

71 “Nosotros fuimos los muñecos rotos en el Hogar Don Orione…” Por Guillermo Bello Rodríguez

75 Club de los Padrinos: una forma de responsabilidad socialPor Nelson Llanca Oyarce

77 La acción social permite encontrar un sentido a la vida Por Juan Castro Funes

81 “Éramos un pequeño grupo que trataba de hacer milagros comunicacionales…”Por Katherine Cifuentes Muñoz

SUMARIO

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85 El difícil camino de reconstruir las labores de la catequesis Por Paula Villarroel Morales

89 El voluntariado no es un asunto de

asistencialismoPor Carlos Leiva Ossandón

93 Más que un equipo de trabajo,

Pastoral es mi segunda familia…Por Gonzalo Roga Retamal

97 Las sonrisas de los niños de campamentos

en Navidad son impagables…Por Mirko Fritis Rojas

99 Emprender en campamentos, un acercamiento al bien comúnPor Nicolás Rojas Bravo

103 La Colección Iglesia y Mundo, y el rescate de las pisadas del Cristianismo en el siglo XXPor José Antonio González Pizarro

109 Construyendo memoria en Tierra Nueva Por Rubén Gómez Quezada

115 Las Pedagogías y la Pastoral UCN: Un trabajo mancomunado para retomar la vocación inicialPor Javier Mercado Guerra

119 Misiones en Tocopilla fueron la puerta de entradaPor Ramón Jamett Tapia

123 Un espacio de formación y de integración para la vidaPor Mg. Paulina González Tello

127 La migración en Chile tiene cara de mujer: Programa IMI–UCNPor Adriana Cortés Puello

129 La Pastoral UCN: Aportando a la vida académicaPor Emilio Ricci Alvarado

133 Cosas de la VidaPor Felisa Jopia Ester

135 Transformaciones y recuerdos de la querida Pastoral UCNPor José Tapia Zamora

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137 Esperábamos ansiosas los IntercambiosPor Claudia Araneda Lara

141 Mi testimonio en Pastoral UCN Por Alejandro Cuturrufo Munizaga

145 A veinte años de la Pastoral Universitaria UCN–CoquimboPor P. Alejandro Silva Contreras

153 Histórica designación de directores laicos en 2015 en Pastoral de la UCNPor Presbítero Cristián Montenegro Díaz

171 Lugar de crecimiento de valores humanos, comunitarios y espiritualesPor P. Ariel Emilio Robledo Díaz

173 Algunos apuntes de los inicios de la PastoralPor Luis Chinga Palma

175 La primera misa y el primer cálizPor Myriam Milner Burgoa

177 Una influencia que va más allá de la comunidad universitariaPor Cecilia Becker La Regla

181 Espero seguir ligada a la Pastoral por siemprePor Cristina Budinich Cortada

183 Desde la ruta nocturna a las Jornadas de la Juventud en BrasilPor Dennis Bordones Bruna

185 La fe y el amor pastoral fue mi gran medicinaPor Claudia Flores Segura

187 Desde la ruta nocturna hasta los compromisos actualesPor Carmen Gloria Ojeda Cardemil

191 Con la fuerza y el influjo de la EucaristíaPor Vivian Salazar Manthey

195 Con olor y sabor a misa de la fruta Por Isabel Varela Kawasaki

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199 Un gran equipo: la clave en la Pastoral de CoquimboPor Andrea Letelier Galassi

203 9 voluntariados, una sola misiónPor Carolina Vera Araya

205 Estar aquí, me ayudó a encontrarme con la verdadera IglesiaPor Camila Linco Cornejo

209 Un lugar para compartir la vida y la fePor Elizabeth Alvarado Pedreros

211 Quien canta, ora dos vecesPor Javiera Mulet Santibáñez

213 Feliz y fiel al camino de la fe en CristoPor Karla Collinao Rojas

215 Los desafíos verdaderos en los campamentosPor Javier Julio Julio

219 Esos pequeños detalles que te van llenando el corazónPor Natalia Cardemil Gil

221 La alegría de ayudar en el barrio “Vida Nueva”Por Beatriz Zúñiga Fernández

225 Aluviones y solidaridad en el Norte GrandePor Ninoska Espinoza Flores

229 Me sentía cómoda en misiones y en el “Grupo Arroz”Por Camila Ortiz Valdivia

233 Vocación de servicio aprendida en las tragedias y las inclemencias de la calle Por Catalina Chinga Andreani

237 Personas y acciones que dan sentido a la UniversidadPor Diego Díaz Ahumada

241 Enseñanzas en el centro penitenciario HuachalalumePor Fernanda González Olivares

245 Aquí entendí lo que llaman “humanizar”, y de soñar que se puedePor Ezia Ravazzano Martínez

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249 Todo partió en un rinconcito de asuntos estudiantiles Por María Luz Fernández Contreras

251 Universidad del Adulto Mayor: una iniciativa integradoraPor Jacqueline Flores Águila

253 En “La Pasto”, todo era muy humilde, pero de gran fraternidadPor Teresa Madrid Pérez

257 Más allá de mis narices, la vida era de otro colorPor Rodrigo Segura Suárez

259 El equipo de trabajo invita a una forma de vidaPor Andrea Chinga Andreani

261 La experiencia de vida pastoral es como sentirse en familiaPor Edgardo Cortés Caroca

265 Un espacio fraterno de contenciónPor Javier Cortés Cortés

269 Con el lema de la cooperación, no de la competenciaPor Enrique Dupré Moragas

271 Mi “Pascua” por PastoralPor Sergio Murga Sanhueza

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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Prólogo

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Con gran alegría presento este volumen dedicado a los 20 años de la crea-ción, por parte del Gran Canciller de la época, Mons. Patricio Infante A., del

Departamento de Pastoral Universitaria primero y luego Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana de nuestra Universidad.

Si bien hace 20 años se “institucionalizó” la Pastoral en nuestra Universidad, eso no quiere decir que ella no existió antes. Nuestra Pastoral nació junto con la Universidad, tal como lo manifiesta el P. André Hubert R., sj, Vice Gran Canci-ller, en su artículo publicado en este volumen. La Pastoral tenía en sus primeros momentos presencia a través de algunas actividades concretas y aisladas, oca-sionales y sin un hilo conductor preciso.

La presente obra es el testimonio de todo un trabajo realizado por tantas per-sonas a lo largo de 20 años de presencia de la Pastoral “organizada” en medio de nuestra Universidad.

Por Monseñor Ignacio Ducasse Medina

Arzobispo de Antofagasta, Gran Canciller Universidad Católica

del Norte

20 años de Pastoral UCN

Prólogo

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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La Pastoral dentro de la Universidad siempre ha querido ser no solo presencia de la Iglesia en su seno, sino, sobre todo una corriente de vida transversal a todo el quehacer uni-versitario para que tengan “los miembros de la Comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para–académicas con los principios religiosos y morales, inte-grado de esta manera con la vida con la fe” (Juan Pablo II, “Ex Corde Ecclesiae”). Los artículos y testimonios que contiene el presente volumen dan cuenta de ello en sus variadas for-mas, son relatos por académicos, funcionarios, estudiantes, directores, de ayer y hoy, tanto de las sedes de Coquimbo como de Antofagasta.

El presente volumen nos hace refrescar el valor inmenso de la memoria. La palabra recordar significa volver a traer al corazón. Cuántas familias, grupos de amigos, comunidades de vida, ex colegas o compañeros de estudio…. Se reúnen a recordar, gozan los momentos hermosos, y contemplan desde una serena sabiduría el dolor vivido ayer. Hay instru-mentos que ayudan a este ejercicio de recordar: entre otros, las fotografías, la escritura, como es el caso que presenta-mos, porque en la historia lo que más cuenta no es lo que se vivió ayer, sino cómo se vivió, para vivir en el presente lo que hay que vivir tal como debe ser vivido.

Una Universidad católica como la nuestra debe ser cada día la gestora de un auténtico humanismo cristiano, ejemplo de vida intelectual y moral, con personas emprendedoras, íntegras y solidarias. Personas que sepan dar razón de su esperanza y fe a todo aquel que se los pida (cf. 1Pe 3,15). Un profesional católico, un estudiante católico o cristiano debe ser preparado tanto para comprender la ligazón existente entre fe y razón, como para hacer dialogar a la ciencia con la fe. La Pastoral, con sus contenidos y actividades, con sus experiencias de fe solidarias —ad intra y ad extra de la Uni-versidad—, es una herramienta importante e imprescindible de ayuda a este diálogo.

Que estas páginas para todos los lectores sean un estímulo y despierten un entusiasmo desbordante por seguir escri-biendo esta historia con una memoria agradecida, con una pasión por el presente y llenos de esperanza para el futuro.

Esta universidad y su Pastoral que nació sin nosotros no continuará su servicio a la sociedad y al Chile que queremos habitar sin nosotros.

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20 años de Pastoral UCN

Testimonios

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Jesucristo como supremo ideal de vida en el amplio quehacer de la UCN

Artículo 1

Antes de comenzar mi aporte al libro de los 20 años de la Pastoral UCN, y atendiendo la invitación que se me hace a participar desde mi rol como

directora general, no puedo dejar de rememorar mi llegada al Departamento de Pastoral Universitaria (en el año 1998), recién creado y del que había sido nombrado director el padre Jorge Ramírez Benavides sj.

Es importante destacar que siempre hubo una Pastoral al interior de la UCN, que se articulaba y desarrollaba al alero de los padres jesuitas, con el apoyo de religiosas y laicos, con jóvenes entusiastas y comprometidos; todo ello contribuyó a que la comunidad universitaria, en el claustro que se realizó en el año 1996, pidiera se creara el Departamento de Pastoral Universitaria. El 1° de marzo de 1998, mediante el decreto 8/98 de la Gran Cancillería de la Universidad Católica del Norte, fue creado el Departamento de Pastoral Universitaria.

Por Erika Tello Bianchi

Directora General de la Dirección General de Pastoral y Cultura

Cristiana de la Universidad Católica del Norte.

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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He sido testigo del caminar de esta Pastoral al interior de la Universidad, y también en su trabajo solidario y de entrega al más necesitado que habita nuestra ciudad; con distintos protagonistas que han ido haciendo vida nuestra misión: “Anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida”.

Durante el año 2015, dada la experiencia sobre el funcio-namiento de la Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana de la Universidad Católica del Norte, se comen-zó a pensar, reflexionar y discernir la posibilidad, que ya se contemplaba de tiempo atrás, de que asumiese la Dirección de nuestra Pastoral de la Universidad Católica del Norte, un laico. En el proceso también se tuvo presente la necesidad de contar con sacerdotes que asumiesen su rol de asesores.

Junto con tomar la decisión de colocar un laico en la di-rección, se propuso que el Departamento de Pastoral de la sede Coquimbo se incorporara como tal a la Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana.

La propuesta de reestructuración de la Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana, comenzó con incorporar al Departamento de Pastoral de la sede Coquimbo, y la asun-ción de directores laicos en la Dirección General de Pasto-ral y Cultura Cristiana y en el Departamento de Pastoral y Cultura Cristiana sede Coquimbo, además de contar con asesores (3 en Antofagasta) y (2 en Coquimbo). La pro-puesta fue presentada al Consejo superior de la Universi-dad Católica del Norte, con la presencia del Gran Canciller, Monseñor Pablo Lizama Riquelme, el 08 de septiembre de 2015; siendo aprobada la moción por unanimidad. Esto se concretó en la promulgación del Decreto N° 117/2015.

En este contexto es que, en el mes de octubre de 2015, asumí la dirección, junto con los padres asesores André Hubert sj, Ibar Astudillo y Gilberto Garay.

Asumido el cargo, lo primero que hice fue ir a conversar con Monseñor Pablo Lizama, para agradecerle la confianza depositada en mí y pedirle sus orientaciones. Conversamos largamente sugiriéndome algunas líneas de acción.

En el marco de nuestro primer encuentro de equipos de la reciente reestructuración de la Dirección General de Pasto-ral y Cultura Cristiana, de la casa central Antofagasta y sede Coquimbo, reflexionamos sobre cómo planificar y proyectar nuestra vida pastoral para los años 2016–2019. En nuestro quehacer, hemos hecho vida el sentido de nuestra misión como Pastoral UCN: “La Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana tiene como misión fundamental Anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida dentro del amplio que-hacer de la Universidad Católica del Norte” y la vigencia de nuestra visión. Con base en lo anterior, hemos avanzado en dialogar en cuanto a nuestros ejes de acción: Vida y Fe, Vo-cación Social y Cultura Cristiana, y que dentro del PDC institucional UCN 2015–2019, se enmarcan en la Identidad y Vinculación con el Medio; y que también responden a las OO.PP arquidiocesanas de Antofagasta y La Serena.

Lo primero que debo destacar es la experiencia de trabajar en conjunto con el Departamento de Pastoral y Cultura Cristiana de nuestra sede Coquimbo, entendiendo que cada Pastoral, Antofagasta y Coquimbo, tiene sus parti-cularidades, lo cual nos ha provocado dificultades, pero he-mos sabido aprovecharlas para sacar aprendizajes y mejorar

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JesUCristo Como sUPremo ideal de vida eN el amPlio qUehaCer de la UCN

nuestro trabajo. En Coquimbo, contamos con un equipo afiatado, comprometido y fiel a nuestra misión, que ha sabi-do ir asumiendo nuevos desafíos y que ha logrado visibilizar mucho más el trabajo de la Pastoral tanto al interior de la UCN, como también a nivel ciudad y región. Mi recono-cimiento a Alejandro Cuturrufo, Andrea Letelier, Carolina Vera y Camila Linco.

Me parece importante señalar y fundamentar los ejes con los que desarrollamos nuestro trabajo del día a día. En VIDA Y FE, la integración de la fe en las personas debe basarse en la experiencia de los valores que Cristo deja en el mundo y, a ejemplo de su enseñanza, hacerla vida. Nuestra Dirección de Pastoral apunta a vivenciar en la comunidad universitaria este modelo de vida a seguir y de este modo ser una luz que ilumine a los demás; esta forma de vida se lleva en la combinación de trabajo–estudio–vida, don-de expresamos ese ideal de solidaridad en busca del bien común. Nuestra Dirección de Pastoral se plantea como el lugar donde nuestra comunidad universitaria hace vida su fe, y su testimonio de vida se relaciona con su participa-ción en la misión profética de Cristo, en la continuación del testimonio de Cristo, y, por ello, en la realización de la misión de la Iglesia.

Y lo concretizamos en el acompañamiento espiritual, que ofrecemos a la comunidad universitaria de parte de nuestros sacerdotes asesores y laicos; los talleres de for-mación espiritual y desarrollo humano, que ofrecemos a la comunidad, durante el primer y segundo semestre, especialmente al personal de apoyo a la academia y aca-démicos; retiros y ejercicios espirituales, ofrecidos

durante el año; celebración de Semana Santa, Mes de María y Navidad, nuestra vida universitaria se comple-menta con la vida litúrgica de la Iglesia, celebrando dis-tintos momentos de nuestra vida de fe, como Semana Santa, con charlas y momentos de oración y retiros, el acompañamiento del Mes de María en las unidades de la UCN llevando a la Virgen Peregrina, y al finalizar el año hacemos presente el sentido de la llegada de Jesús con un tiempo de esperanza concretizando con “una Navidad con sentido”. Sacramentos, tener presente, en la vida universitaria, los regalos que Dios nos entrega mediante los sacramentos, es una tarea que desarrollamos al interior de la comunidad universitaria. Preparamos a funciona-rios y estudiantes para su vida de fe en los sacramentos de Iniciación Cristiana, como también la preparación de los sacramentos del matrimonio, unción de los enfermos, reconciliación y vocaciones a la vida consagrada, para ello contamos con un equipo de funcionarios y estudiantes que nos colaboran en la preparación de los catecúmenos que reciben sus sacramentos, ellos son Yasna Burgos, Ma-nuel Araya, Gabriel Vega, Felipe Cuevas, y en la charlas preparatorias de bautismo y matrimonio están Leonel Jo-fré y Bernardo Fredes. Eucaristías diarias y especiales, para enriquecer la vida de fe de nuestra universidad, ce-lebramos día a día la eucaristía, celebrada con nuestros sacerdotes asesores, además de acompañar en las propias unidades o en la capilla María Reina, con eucaristías por aniversarios de carreras y celebraciones eucarísticas por enfermos y difuntos. Misiones, el desarrollo de misiones durante el año, es llevar nuestra ayuda y acompañamien-to espiritual a comunidades de nuestra ciudad y región. Durante el año pasado, nuestros jóvenes misioneros, de-

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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sarrollaron misión permanente en la población El Golf, co-munidad adscrita a la Capilla Alberto Hurtado; este año, retomamos Misión Región, en la localidad de Mejillones. Ruta nocturna es una instancia que tienen nuestros jó-venes de ayudar y acompañar a personas en situación de calle, que habitualmente habitan en el sector costero de la ciudad. Círculo de oración María Reina, integrado por funcionarios de la UCN que se encuentran al servicio de la comunidad universitaria y donde se reciben inten-ciones para pedir y orar por miembros de la comunidad, familiares y amigos.

En VOCACION SOCIAL, entendemos que las pasto-rales universitarias están llamadas a reafirmar la vocación social como impronta de nuestro alumnado, académicos y personal de apoyo a la academia, entendiendo que sólo así podremos extender la misión de la Iglesia católica sumando en este proyecto a creyentes y no creyentes poniendo no sólo a Jesucristo, sino también el bien mayor para toda la sociedad. En este acápite no podemos omitir la importan-cia que han tenido para nosotros, las prácticas sociales llevadas a cabo por alumnos de la Carrera de Pedagogía de Educación Básica, y las tesis de vocación social producidas por alumnos vinculados con la carreras de Periodismo y de Ingeniería Comercial, que han sido publicadas en la revista Tierra Nueva durante los años 2017 y 2018.

También desde la Doctrina Social de la Iglesia nos entre-gan elementos esenciales para entender la razón de nuestro quehacer dándole la fuerza a lo que Jesucristo nos dejó. Algunos de los más importantes de destacar son el respeto hacia la persona, trabajar para el bien común y ocuparse de

los más pobres. De esta forma, contribuimos a la forma-ción integral de nuestros alumnos, académicos y personal de apoyo a la academia, mirando la vocación social como estilo de vida, incidiendo positivamente en el desarrollo de la comunidad tanto interna como externa de nuestra casa de estudios, y lo hacemos a través de nuestro voluntariado de jóvenes con excelencia en el servicio, inserto en ocho campamentos de migrantes, en el sector Los Arenales en Antofagasta, con programas de educación y comunitario. Durante el segundo semestre de este año, a través de la Pastoral de apoyo a la Academia, se han concretizado diver-sos voluntariados que ofrecen su apoyo y servicio al Hogar de Ancianos, a la Cárcel de Mujeres y Hospital Regional. Como punto aparte debo mencionar la ayuda en viveres y artículos de aseo que se le ofrece mensualmente, al Hogar Don Orione, a través de las campañas mensuales que se realizan al interior de la universidad.

En relación a CULTURA CRISTIANA, en un mundo como el de hoy, donde muchas veces se produce una dico-tomía entre fe y razón, como dirección, debemos encarnar el diálogo entre fe y cultura, en la vida académica y estudian-til en su trabajo permanente, tanto al interior como exterior de nuestra universidad. El documento apostólico “Ex Corde Ecclesiae” nos dice, respecto a la universidad católica: “Está abierta a toda experiencia humana, pronta al diálogo y a la percepción de cualquier cultura. La universidad católi-ca participa en este proceso ofreciendo la rica experiencia cultural de la Iglesia. Además, consciente de que la cultura humana está abierta a la Revelación y a la Trascendencia, la universidad católica es el lugar primario y privilegiado para un fructuoso diálogo entre el Evangelio y la cultura”.

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JesUCristo Como sUPremo ideal de vida eN el amPlio qUehaCer de la UCN

Haciéndonos eco de lo que nos señala “Ex Corde Ecclesiae”, nuestro trabajo, en este eje, lo concretizamos a través de las publicaciones anuales, que nacieron en el año 2003 bajo la dirección de André Hubert sj; una a través de la Co-lección Iglesia Mundo, con el actual equipo editor com-puesto por los académicos André Hubert sj, José Antonio González, Fernando Orellana, Fernando Álvarez y Claudio Ostria, que nos acompañó hasta el primer semestre de este año. Cabe acotar que el año pasado, 2017, publicamos el libro “Sociedad, Valores y Economía: Aproximacio-nes a la complejidad de nuestro tiempo”, y este año, “Los Saberes del Hombre en el Norte”. Nuestra otra publicación anual es la Revista Tierra Nueva, cuyo equi-po editor ha estado compuesto por Rubén Gómez, Ericka Castellanos, José Morales, Isidro Morales, Luis Urria, Javier Mercado y José Tapia. En el año 2016, se publicó bajo el título “Hitos de humanidad en los 60 años de la UCN”; en el año 2017, “Acción, discursos y desafíos en tiempos de incertidumbre”, y en el año 2018 “Transparencias en blanco y negro: lecturas multidisciplinarias”. También publicamos, quincenalmente y en forma digital, el boletín Sendero, cuya finalidad es informar a la comunidad uni-versitaria de las actividades que desarrollamos.

Parte importante son también nuestros seminarios de Vo-cación Social, que comenzamos a realizar desde el año 2006. En el año 2016 la temática fue IV Seminario: Socie-dad y Moral; en el año 2017, V Seminario: Desigualdad, desafíos en el siglo XXI; y este año VI Seminario: Ciu-dades para todos y todas, ¿qué buscamos? Asimismo, y desde el año 2008, realizamos seminarios con la temática Migrantes. En el año 2016, VII Seminario: Migración,

ciudad y crecimiento; en el 2017, VIII Seminario: La (in) Migración en la encrucijada, y el de este año, IX Semina-rio: La Migración, en tiempos actuales. Los jóvenes de la Pastoral, a través del Área de Política y Cultura, organizan y coordinan conversatorios con temas de la contingencia, los café–arte, los ciclos de cine y el teatro en forma periódica.

En el año 2016, la Vicerrectoría de Investigación y Desarro-llo Tecnológico, nos invitó a postular a fondos concursables de Minera Escondida y nos adjudicamos el proyecto IMI–UCN (Investigación Migración e Intervención), durante tres años, y consiste en 1) contar con una oficina donde atienden un abogado y una psicóloga a migrantes que requieren de su atención, apoyo y contención, 2) contar con un equipo de académicos que trabajan en investigaciones de migración, y 3) coordinar y asesorar el trabajo con un voluntariado que atiende tutorías con niños migrantes.

El 4 de noviembre de 2016 firmamos un convenio de co-laboración con la Facultad de Ciencias Jurídicas, que nos permite contar con alumnos pasantes, quienes realizan su pasantía en las oficinas del IMI–UCN. El 16 de enero de 2017, también firmamos un convenio con la Escuela de Edu-cación, que se concretó en contar con prácticas sociales de alumnos de las carreras de educación; estas prácticas las realizan, junto a sus profesores, en los campamentos que atendemos. En noviembre del año 2016 firmamos una alianza con la Dirección General de Pastoral y Cultura Cris-tiana, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, a fin de trabajar en conjunto Misión País, que se realizó en Antofa-gasta el verano del año 2017, en el sector de la Parroquia Buen Pastor.

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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Durante los años 2016 y 2017, participamos, en represen-tación de la Universidad a pedido de la Vicerrectora de Investigaciones y Desarrollo Tecnológico, en la mesa Con-sejo Ciudadano por la Interculturalidad, convocada por el gobierno regional anterior, instancia donde se abordaban temas relacionados con la migración en la región.

La visita del Papa Francisco a Chile en enero del 2018, se constituyó en una instancia de encuentro, de preparación y formación al interior de la comunidad universitaria. Los frutos de esa visita han sido diversos y los verificamos en el trabajo del día a día. La convocatoria y la organización se realizaron en conjunto con rectoría.

Si bien nuestro trabajo se enfoca y realiza con los tres esta-mentos de nuestra universidad (académicos, estudiantes y personal de apoyo a la academia), hay una preocupación y un querer estar permanente con nuestros jóvenes, porque entendemos que como Pastoral UCN somos partícipes de la formación integral de nuestros estudiantes uceninos, fu-turos profesionales, y como nos dice San Alberto Hurtado: “Cada profesión ha de ser concebida no sólo como un me-dio para ganarse la vida, de mejorar su situación económi-ca, de labrar un porvenir a sus hijos, sino también como el ejercicio de una misión social y una colaboración al bien común de la sociedad”, por tanto nuestra ruta de navega-ción se fundamenta en tres ideas fuerza: INTEGRIDAD, BIEN COMÚN y TRASCENDENCIA.

No puedo dejar de mencionar que nada de lo que hacemos como Pastoral UCN, se podría concretar sin las personas que forman parte de esta querida Iglesia doméstica. Un equipo que “sabe trabajar en equipo”, fiel, comprometido, luchador “hasta de las causas perdidas”, que no da tregua y que se la juega por nuestra misión de “Anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida dentro del amplio quehacer de la Universidad Católica del Norte”. Gracias a Felisa Jopia, a Paulina González, a José Tapia, a Ramón Jamett.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Introducción

La universidad nació desde el corazón de la Iglesia, afirma el Papa Juan Pablo II al iniciar la Constitución Apostólica ‘Ex Corde Ecclesiae’ (ECE)1 sobre las Uni-versidades católicas. Retomando los “Principios Generales” de la Carta Magna de las universidades Europeas (Bolonia 1988), el Papa nos da una definición de la Universidad, que es:

“una comunidad académica que de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales” (ECE 12)2.

1 Juan Pablo II, Constitución Apostólica ‘Ex Corde Ecclesiae’ (ECE) sobre las Universidades católicas (15 de Agosto 1990).

2 El Papa presentará otras definiciones de la universidad en ECE 15 y 30.

Pastoral UCN. Inicio en grandeza

Artículo 2

Por P. André Hubert Robinet sj

Sacerdote jesuita, teólogo. Director del Departamento de Pastoral

universitaria (DPU) 2001–2005. Vice Gran Canciller y Director

de Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la UCN.

ORCID: 0000–0001–5785–8233.

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El adjetivo ‘católico’ no es un simple agregado, sino algo que indica la razón de ser de la universidad: aprender, enseñar a contemplar el misterio3 y una traducción de este misterio es el comportamiento de los miembros de la comunidad.

“La Universidad Católica debe promover la atención pastoral de los miembros de la Comunidad universitaria y, en particu-lar, el desarrollo de los que profesan la fe católica. Debe darse la preferencia a aquellos medios que facilitan la integración de la formación humana y profesional con los valores religiosos a la luz de la doctrina católica, con el fin de que el aprendizaje intelectual vaya unido con la dimensión religiosa de la vida”4.

En concreto, la pastoral universitaria debe tener importan-cia en la universidad.

“La pastoral universitaria es aquella actividad de la univer-sidad que ofrece a los miembros de la Comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para-aca-démicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe. Dicha pastoral concretiza la misión de la Iglesia en la Universidad y forma parte inte-grante de su actividad y de su estructura. Una Comunidad universitaria preocupada por promover el carácter católico de la institución, debe ser consciente de esta dimensión pas-toral y sensible al modo en que ella puede influir sobre todas sus actividades”5.

3 Juan Pablo II, Homilía con ocasión del inicio del año académico de las Universidades Ponti-ficias, 25/10/2002.

4 Juan Pablo II, Constitución Apostólica ‘Ex Corde Ecclesiae’ (ECE) sobre las Universidades católicas, normas generales, art. 6, § 1

5 ECE 38.

Llegué a la UCN el 1° de marzo 2001 para hacerme cargo de la Pastoral de la universidad. Un gran desafío. Si bien había trabajado en universidad, nunca en pastoral universitaria.

La Pastoral había empezado hacía poco. Después de la ‘dormición’ durante el gobierno militar donde se permi-tían pocas actividades, la Pastoral había renacido poco a poco. El P. Ramírez fue el real iniciador desde el año 1998. Logró formar un equipo valiente para iniciar las actividades del Departamento de Pastoral Universitaria (DPU). Pudo armar grupos de jóvenes estudiantes y grupos de académi-cos, además de la preparación a los sacramentos.

En este trabajo, quiero presentar los inicios de la Pastoral UCN para llegar a describir el período que me tocó vivir. Pero me propongo también reflexionar sobre el sentido y el accionar de la misma pastoral. Lo que busco aquí es tanto una reseña histórica de los primeros años de la Pastoral como una reflexión sobre esta misma.

Trabajar en la Pastoral es en primer lugar vivir y compartir la encíclica de Juan Pablo II sobre universidades católicas: “Ex Corde Ecclesiae” (ECE). Esta encíclica estará siempre presente en este trabajo.

1. Los inicios

Es difícil dar una fecha exacta del inicio de la ‘Pastoral’ en la UCN. Desde que se creó la Universidad del Norte en el año 1956, siempre hubo una ‘Pastoral’, sea oficial (un De-

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partamento) o no oficial (el trabajo de los diferentes sacer-dotes y de los diversos movimientos). Hay que reconocer también el inmenso aporte de las hermanas de la Compañía del Divino Maestro (cdm) en todo el avance de la pastoral universitaria de este momento.

Con la creación de la Universidad Católica del Norte y so-bre todo, desde el término de los rectores delegados, se hizo sentir más fuerte el deseo de una Pastoral organizada. Los padres jesuitas se encargaron de todo lo sacramental y lo pastoral, sea a través de agrupaciones de académicos y funcionarios con el P. Renato Hasche (círculo ‘Albertus Magnus’, el Cenáculo), sea con el movimiento CVX con el P. Emilio Vergara. También existió por momentos la AUC (Asociación de universitarios cristianos).

El círculo ‘Albertus Magnus’ (del nombre del sabio domí-nico, doctor de la Iglesia, del siglo XIII) se propuso sobre todo animar todo tipo de reflexión. Sus estatutos anuncian:

Art. 3.– La universidad moderna puede caer en una simple yuxtaposición de ciencias, en una carencia de organicidad del saber, en una anarquía epistemológica, cuando no en una deshumanización del quehacer científico y docente que confiere a la ciencia particular una soberanía que primero le corresponde al alumno que debe vitalmente asumirla.

Art. 6.– Ante la atomización del saber, ante la desorienta-ción existencial y anarquía ética actual, la Teología presta un servicio integrador y orientador a nivel personal y social que haga de la docencia más que un suministro de conocimientos, una vocación y un apostolado.

Ya en el año 1996, una comisión estudió y presentó anteceden-tes sobre la catolicidad de nuestra universidad en un Documento llamado “Elementos de catolicidad en la Universidad”. La co-misión fue constituida por el Rector, don Juan Music Tomicic. Era integrada por el Gran Canciller, Monseñor Patricio Infan-te Alfonso, el representante del Gran Canciller en Coquimbo, Monseñor Francisco José Cox Huneus, los padres jesuitas, Car-los Hallet Collard, Antonio Callejas Bárbara. Emilio Verga-ra Vicuña, los Señores, Marcos Chait Bollo, Sigfrido Collado Cortés, Miguel Politis Jaramis, Carlos Sainz López y Patricio Campano Bascuñán, quien presidió la comisión.

La primera parte del Documento elaborado se llama ‘Fun-damentación’ y es un estudio de la Encíclica ‘Ex Corde Ecclesiae’ del Papa Juan Pablo II. Allí se insiste en: investi-gación, docencia y servicios en la universidad católica con la pregunta: ¿Qué pretende la universidad católica cuan-do entrega conocimiento?; la comunidad universitaria que resulta de un proyecto común porque se basa en una vida común; la misión y servicio de la universidad católica: estu-diar, investigar, entregar conocimientos, ayudar al diálogo entre las diversas disciplinas, sobre todo promover la jus-ticia; la misión evangelizadora porque debe ser patente la presencia del mensaje cristiano; el protagonismo laical, es decir, la importancia fundamental de los laicos católicos en la universidad.

Además, este documento ofrece acciones para realizar y una organización de la dirección de Pastoral. Define el Di-rector de Pastoral, el Departamento de Pastoral, las pasto-rales especializadas, los representantes de la universidad en la Iglesia diocesana.

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La ‘Pastoral’, es decir, el ‘Departamento de Pastoral’ (DPU) de la UCN fue creado oficialmente por el decreto Nº 8/98 del 1º de Marzo 1998 del Gran Canciller.

Créase, a contar del 1º de Marzo de 1998, en Antofagasta y en la sede Coquimbo de la Universidad Católica del Norte, el Departamento de Pastoral Universitaria dependiente de la Gran Cancillería, el que tendrá los siguientes objetivos:

1. Anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida.2. Promover la integración de la formación humana y pro-

fesional con los valores religiosos a la luz de la doctrina católica.

3. Ayudar a unir el aprendizaje intelectual con la dimensión religiosa de la vida.

4. Contribuir a coordinar el estudio académico y las acti-vidades paracadémicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe.

5. Encarnar la fe en las actividades diarias de la Universidad con momentos significativos para la reflexión y oración.

6. Animar a la comunidad universitaria a participar en la celebración de los sacramentos.

7. Invitar a profesores, funcionarios y estudiantes a ser más conscientes de su responsabilidad hacia aquellos que su-fren física y espiritualmente, preocupándose especialmente de los más pobres y de los que sufren a causa de las injus-ticias en el campo económico, social, cultural y religioso.

8. Contribuir a desarrollar y alimentar una auténtica estima del matrimonio y de la vida familiar.

9. Estimular el compromiso cristiano de los laicos, impreg-nando todo tipo de actividad con el espíritu del Evan-gelio.

10. Integrar las diversas asociaciones o movimientos de vida espiritual y apostólica existentes dentro de la Universidad.

11. Actuar en concordancia con el Magisterio del Papa, y apoyar y difundir las orientaciones pastorales de los obispos.

12. Promover y realizar en la comunidad universitaria acti-vidades evangelizadoras, pastorales dentro y fuera de la Universidad (Misiones, Retiros, Trabajos de verano, etc.).

El Departamento de Pastoral Universitaria estará a cargo de un Director que, en Antofagasta dependerá del Gran Canciller y en la Sede Coquimbo, del Delegado del Gran Canciller.

Al Director del Departamento de Pastoral Universitaria le corresponde las siguientes atribuciones y deberes:

1. Representar y relacionar al Departamento con organis-mos internos y externos de la Universidad, en todas las materias relacionadas con las actividades de la unidad que dirige.

2. Proponer al Consejo de Pastoral el Plan de Desarrollo del Departamento y el Plan Anual de Trabajo, que debe presentarse al Gran Canciller para su aprobación.

3. Es el responsable de ejecutar las orientaciones y deci-siones adoptadas por la Dirección General de Pastoral Universitaria, dirigir las actividades del Departamento, preocuparse del cumplimiento de las políticas que se adopten, y avaluar en forma permanente las labores que se desarrollen.

4. Nombrar al Asistente de Pastoral cuya designación debe contar con la aprobación del Gran Canciller.

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5. Proponer al Consejo de Pastoral el presupuesto anual que será presentado a la Vicerrectoría de Asuntos Económicos y Administrativos, previa aprobación del Gran Canciller.

6. Administrar los recursos físicos y económicos del De-partamento.

7. Elaborar la memoria anual del Departamento.8. Presidir las reuniones del Consejo de Pastoral.9. Crear Pastorales específicas para los estudiantes, acadé-

micos y no académicos inspirándose en el documento “Elementos de Catolicidad de la Universidad”.

10. Proponer al Gran Canciller, para su nombramiento, a los integrantes del Consejo de Pastoral.

Los Directores de los Departamentos de Pastoral Univer-sitaria de Antofagasta y de la Sede Coquimbo serán asisti-dos en su labor por un “Asistente de Pastoral” designado por el Gran Canciller o su Delegado, a proposición de los primeros.

Los Asistentes de Pastoral tendrán las siguientes atribucio-nes y deberes:

1. Colaborar con el Director del Departamento en la eje-cución de las orientaciones y decisiones adoptadas.

2. Actuar como Secretario en las reuniones del Consejo de Pastoral.

3. Ser responsable de la Biblioteca y los archivos del De-partamento de Pastoral.

4. Ser responsable de la Capilla de la Universidad Católica del Norte y coordinar las actividades litúrgicas.

5. Ser responsable del cuidado y mantención de las per-tenencias del Departamento de Pastoral.

El año siguiente, con el decreto 08/99 del 18 de marzo 1999, la Gran Cancillería creó el Consejo Pastoral de la Universidad del Norte.

El decreto explicita muy bien lo que es la Pastoral: hay que valorar lo religioso y espiritual, la formación humana y co-munitaria y el trabajo social. También describe los deberes del Director y de sus ayudantes. El primer Director del DPU fue el P. Jorge Ramírez Benavides sj, que tomó posesión de su cargo en 1998, hasta el año 2000. Él tuvo la valentía de organizar el Departamento según el encargo del Decreto del Gran Canciller.

‘Organizó’, esto significa contratar personas para ayudarlo en la tarea, organizar las (pocas) dependencias físicas (ex dependencia de la Radio de la UCN), organizar todo el ajetreo de la Pastoral: misas, bendiciones y otros sacramen-tos, crear o revitalizar círculos de académicos; sobre todo, organizar la pastoral de estudiantes.

En una memoria, escrita durante el año 1999, pensando en la preparación del jubileo del año 2000, los integrantes del DPU reflexionaron sobre el sentido y misión de la Pastoral universitaria y presentaron su reflexión a toda la comuni-dad universitaria6. La primera parte es una presentación del sentido y misión de una pastoral universitaria. Se insiste en el objetivo general como “formación integral de la persona humana”, es decir, personas plenas en lo espiritual, íntegras en lo moral y solidarias en lo social. Los destinatarios de la

6 El Documento se titula: “Sentido y Misión de la Pastoral Universitaria en la Universidad Católica del Norte” (7 pág.).

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pastoral son todos los miembros de la comunidad universi-taria y, a través de ellos, toda la sociedad. La segunda parte se centra en la UCN. Muestra la organización y las acciones que realiza: acciones de evangelización directa (misas, sa-cramentos, etc.), actividades de formación integral (orien-tación personal, cursos, charlas) y actividades de servicio solidario (trabajos de verano e invierno, visitas a centros sociales, etc.). La tercera parte desarrolla los desafíos pre-sentes y futuros: en tres páginas, presenta la realidad tanto del mundo, como de la universidad y de la pastoral, y el plan de acción con tareas concretas para cada tipo de ac-ciones. El plan era ambicioso y denota un entusiasmo que no aleja de lo real.

El inicio de una obra es importante porque pone el fun-damento de esta obra. Tenemos que reconocer que el P. Ramírez y su equipo supieron poner base firme.

2. El sentido de la Pastoral en su historia

La Universidad nació bajo el alero de la Iglesia católica7. La universidad tiene como finalidad formar las personas, no sólo en lo profesional, sino también en lo humano. Los jóvenes entran en la universidad con todo su entusiasmo e idealismo, con sus deseos de lograr una profesión aunque

7 Para este apartado, retomo varias ideas vertidas en un artículo mío “Pastoral Universitaria en la Universidad Católica del Norte”, Tierra Nueva, año 4, N° 6, 2007, pp. 113–130. Este apartado y la primera parte del artículo son el resultado del documento, la “Reflexión sobre el sentido de la Pastoral universitaria”, memoria de 11 páginas presentada a las autoridades

quizás no se dan cuenta de lo que buscan, y salen como profesionales deseosos de hacer una vida plena para ellos, su familia y la sociedad en la que están insertos. Allí entra la Pastoral universitaria.

Toda universidad católica tiene como proyección no sólo formar profesionales excelentes, sino también formar a personas excelentes, es decir, con un bagaje humano y profesional, y ojalá cristiano, que les pueda ser útil para desempeñarse en la sociedad toda y servir plenamente a todos. Para cumplir esta labor, la universidad debe formar a los estudiantes, pero también ayudar a los académicos y otros empleados y profesionales a vivir plenamente su vida y sus responsabilidades.

Los últimos años del siglo pasado han visto la creación de numerosas universidades chilenas. Lo que permitió a mu-chos jóvenes entrar en carreras universitarias, Esto significó un gran avance para el país. Pero significó también muchos problemas y muchas preguntas. Problemas de masificación de la enseñanza universitaria, problemas de financiación de esta misma educación, problemas de calidad de la educa-ción. Y la pregunta esencial que parece (o parecía difícil en este tiempo): ¿Cuál es el sentido de la universidad en sí y en la sociedad chilena? La universidad, ¿es sólo una fábrica de títulos? Si es así, debe regirse por puros criterios económi-cos. Así era la situación en los primeros años de este siglo.

de la UCN en el año 2003. La finalidad de esta memoria era presentar ante las autoridades UCN las inquietudes de los integrantes de la pastoral UCN y mostrarles que, para un mejor trabajo, se necesita una Dirección de Pastoral. Esta Dirección llegará en el año 2008 con la creación de la ‘Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana’.

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Frente a todo este desarrollo de las universidades, la Igle-sia debía mostrar presencia. La Educación siempre ha sido importante para la Iglesia y las universidades han nacido desde el corazón de la Iglesia (ECE 1). Sin embargo, hay que reconocer la poca importancia dada a la pastoral uni-versitaria en esta época (en los inicios del tercer milenio). Para mostrar esto, bastarán dos ejemplos concretos de la época. En primer lugar, a nivel nacional y en muchas dió-cesis, la Pastoral universitaria depende de la Pastoral de la Educación. Es decir, no hay una entidad especial que vele sobre lo que pasa en las universidades. La Pastoral de la Educación puede ser maravillosa, pero se preocupa más de la enseñanza secundaria y especialmente de los profesores de religión (lo que es muy importante) que de la Pastoral universitaria que es relegada a segundo plano. El segundo ejemplo viene de la CONAPU (Coordinadora Nacional de Pastoral Universitaria) que está formada por tres personas que se reúnen una hora una vez al mes. Como consecuen-cia de esta falta de atención, cada universidad católica ha implementado una pastoral según sus criterios y recursos propios.

En nuestra Universidad Católica del Norte, el Departa-mento de Pastoral Universitaria (DPU) hacía esfuerzo para hacerse conocer y ser aceptado. Sin embargo, en el docu-mento del año 20038, la impresión de los integrantes del DPU es que la Pastoral universitaria no existía en la UCN. Para entender bien esta ‘impresión’, se recordó todo el tra-bajo que hace la Pastoral y sus integrantes. Pero quien lee

8 Cf. nota anterior.

los Estatutos de la Universidad se dará cuenta que en nin-guna parte se describe o nombra la Pastoral Universitaria. Solamente el artículo 19, letra a, al presentar las atribuciones del Gran Canciller, reza: “velar por la ortodoxia católica, por el cumplimiento de la legislación canónica en la Universi-dad y dirigir las actividades pastorales en la universidad”. Esto significa que, en la universidad Católica del Norte, sólo existen ‘actividades’ pastorales. Oficialmente, no existe (no existía) una Pastoral Universitaria con pleno derecho.

Un objetivo importante del DPU será, entonces, lograr ser reconocido y aceptado dentro de la comunidad universi-taria. Y lo logró poco a poco a través de hitos que veremos en la tercera parte. Porque, en fin, ¿qué busca, qué es la Pastoral universitaria? Toda Pastoral debe entonces ayudar a cada cristiano como cristiano, y facilitar la entrega de los sacramentos (especialmente la eucaristía). También ayuda a la formación cristiana que incluye el esfuerzo hacia una responsabilidad social.

En el caso de la Pastoral universitaria, ésta debe contribuir a la formación integral de las personas, de todas las per-sonas (estudiantes, académicos, funcionarios). Para esto están todas las instancias de reflexión grupales, las charlas, las publicaciones en revistas o libros, y todas las demás instancias de ayuda social según las reglas de la Respon-sabilidad Social Universitaria (RSU), como servicio social y profesional a los más necesitados.

Lo que era cierto hace 20 años, sigue válido hoy. El Papa Francisco, en la exhortación apostólica ‘Evangelii Gaudium’ (EG) nos recuerda que “Las universidades son un ámbito

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privilegiado para pensar y desarrollar este empeño evan-gelizador de un modo interdisciplinario e integrador (…), constituyen un aporte muy valioso a la evangelización de la cultura” (EG 134). Por eso,

“El anuncio a cultura implica también un anuncio a las cul-turas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una ori-ginal apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos. Cuando algunas categorías de la razón y de las ciencias son acogidas en el anuncio del mensaje, esas mismas categorías se convierten en instrumentos de evangelización; es el agua convertida en vino. Es aquello que, asumido, no sólo es redimido, sino que se vuelve instrumento del Espíritu para iluminar y renovar el mundo” (EG 132).

El Evangelio debe ser anunciado a las personas. Pero eso hoy no basta. También debe ser anunciado a las culturas (EG 133).

Tiene mucha importancia la relación fe–cultura porque ayu-da a la maduración humana de cada persona. Son impor-tantes los contactos entre todos los saberes y entre todas las personas. La universidad de hoy le da mucha importancia a los encuentros entre académicos de diversas áreas para po-tenciar y ampliar sus actividades propias y darse cuenta que toda ciencia (como toda persona) necesita de las demás.

Pero la Pastoral es el único lugar donde, además del encuen-tro de las ciencias y de los científicos, también se encuentran

las personas como personas, con sus realidades propias de seres humanos. Por eso, la Pastoral debe ayudar a la for-mación no sólo religiosa o cristiana, sino también humana.

La Iglesia y la Pastoral no presentan una doctrina monolíti-ca, sin matices. La Iglesia acepta y acoge a múltiples pensa-mientos filosóficos, a distintas líneas teológicas y pastorales. Al presentarse sin miedo, al reflexionar sin miedo entre cris-tianos y no cristianos, la Pastoral ayuda a que se manifieste mejor la inagotable riqueza del Evangelio (EG 40).

Por eso, es importante la ‘Pastoral de la Cultura’: todo ser humano vive inserto en una cultura y la fe se vive profun-damente cuando el creyente está inserto también profun-damente en una cultura.

Si la Pastoral, como toda pastoral y como todo cristiano, debe proclamar el Evangelio de Jesucristo en toda su nove-dad para el hombre de hoy, sólo podrá cumplir su misión si se pone al nivel del hombre concreto de hoy (en este caso, del ser humano vinculado con la universidad), con las con-diciones de hoy, las culturas de hoy. Por eso, sus trabajos en la pastoral sacramental, en la pastoral social y en la pastoral de la cultura, son de gran importancia.

No se trata de hacer proselitismo. Se trata de encontrar, escuchar y dialogar (la universidad es un lugar privilegiado para eso) con los cristianos que “conservan una fe intensa y sincera”, con los bautizados “que no viven las exigencias del bautismo y no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia”, con los que “no conocen a Jesucristo o siempre lo han recha-zado”: todos tienen derecho de recibir el Evangelio (EG 14).

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3. La Pastoral UCN en los primeros años de este siglo

Llegué a la UCN en marzo de 2001 para hacerme cargo del Departamento de Pastoral Universitaria (DPU). Las bases dejadas por el P. Ramírez estaban puestas y firmes; los inte-grantes del DPU estaban conscientes de su trabajo. Había que seguir el impulso dado.

La pastoral de estudiantes estaba en buen pie. Había que apoyarla y continuar lo ya iniciado, especialmente el con-sejo de estudiantes. Siempre son pocos los estudiantes que se acercan a la Pastoral y a los sacramentos. Pero los estudiantes involucrados se han organizado para difundir sus actividades y programar sus trabajos sociales. En este tiempo, la visitas al Hogar don Orione, al hogar de la ma-dre adolescente de las Hermanas adoratrices, los trabajos y misiones de verano e invierno en Michilla, Mejillones y algunas incursiones en el sur del país, la acogida de la pri-mera ‘Misión País’ en unión con la Pontificia Universidad Católica de Santiago: todo fue el resultado del trabajo de un equipo afianzado que había que apoyar. Se profundizó; se reflexionó.

Hecho importante en este comienzo de siglo: el Director del DPU fue llamado a realizar una Visita pastoral a to-das las unidades de la universidad para ayudar al Gran Canciller a preparar su visita ‘ad limina’ a Roma. Esta vi-sita permitió conocer a toda la universidad con todos sus detalles y dar a conocer el Departamento de Pastoral a todas las unidades.

El acontecimiento más importante (que tenemos que rela-tar con detalles) fue la organización y concreción del tercer Congreso Jubilar de la Academia. Para el jubileo del año 2000, el P. Fernando Chomali, entonces académico de la PUC y actual arzobispo de Concepción, ideó y organizó varios congresos de la Academia. El primero, en el año 2000, se realizó en Santiago, el segundo en Concepción. Nos tocó preparar el tercero en Antofagasta para el año 2002. Fue un año de preparación para todos los integran-tes del DPU y del comité preparatorio, y un año para pre-parar a la UC para recibir el Congreso. El entusiasmo nos llenó tanto que al nombre de ‘Tercer Congreso Nacional’ añadimos ‘Primer Congreso Internacional’ e invitamos a varias universidades extranjeras.

El Congreso se realizó entre los días 06 y 09 de Agosto de 2002. Unos 100 participantes académicos de todo el país con unos participantes internacionales (sobre todo de Perú y Argentina, con unos pocos de Bolivia). El Tema del Congreso fue: “Ser Académico, una vocación”.

El primer día, realizamos la ceremonia inaugural con pala-bras del Rector de la UCN, don Misael Camus Ibacache, de Monseñor Andrés Arteaga Manieu, Presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Universitaria, del P. An-dré Hubert sj, director del DPU y Secretario General del Congreso, y de la acogida del Profesor Guillermo Chong, Director del Museo Geológico. La charla inaugural estuvo a cargo del Profesor Juan Noemi, decano de la facultad de teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile en Santiago, que presentó el tema “Ser académico, una vocación. Enfoque teológico”.

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El 2° día tuvo como lema: “Ser académico, una vocación para construir la humanidad”. Se presentó la conferencia del Profesor Mauricio Ostria González, de la Universidad de Concepción sobre “La enseñanza de las humanidades en los tiempos que corren”. La mañana se terminó con comu-nicaciones libres. En la tarde se presentó una mesa redonda con el tema: “¿Qué espera la sociedad de la Academia? ¿Qué esperamos de la Sociedad? ¿Qué esperamos entre-gar a la Sociedad”. Los panelistas fueron los tres rectores de las Universidades presentes en Antofagasta (en esta épo-ca): don Misael Camus Ibacache (Universidad Católica del Norte), don Jaime Godoy Jorquera (Universidad de Anto-fagasta), don Jaime Valenzuela Acuña (Universidad José Santos Ossa). La tarde se terminó con unos talleres sobre “Conformación de lugar y su influencia en la Academia”.

El tercer día, el tema fue: “Ser académico, una vocación cristiana para transformar la sociedad”. La conferencia ma-tinal estuvo a cargo del Profesor Lautaro Núñez Atencio del Instituto de Investigaciones Arqueológicas de la UCN que disertó sobre “La religiosidad popular en el desierto tarapaqueño”. Siguieron las comunicaciones libres. La mesa redonda de la tarde, con la “Visión de la Iglesia en la trans-formación de la sociedad. Visión de la Academia para vivir este siglo que empezó”, reunió al rector del Colegio Don Bosco de Antofagasta, P. Ulises Aliaga, con Jorge Pinto Rodríguez del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad La Frontera, Luís González Pizarro, director del programa Acción Social del Arzobispado de Antofa-gasta, Sergio González Miranda, del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat, y Fernando Berrios Medel del Departamento de Teología de la UCN

– Coquimbo. Los talleres se centraron el tema “Pluralidad y Vocación”. En la noche, se efectuó la presentación del li-bro “El catolicismo en el desierto de Atacama” del profesor UCN, José Antonio González Pizarro, a cargo de Jorge Pinto Rodríguez de la Universidad de la Frontera.

El día viernes, terminamos con tres conferencias. La primera “Visión del universo. Algunas consideraciones” del Profe-sor Luis Barrera Salas, director del Instituto de Astronomía UCN; la segunda: “Formación integral de las futuras gene-raciones de profesionales. Nuevo desafío de la formación universitaria” presentada por el profesor Fernando Chomali de la Pontificia Universidad Católica de Chile; y la tercera: “Apuntes en torno a la formación universitaria” del Profesor Julio Paredes Núñez, vicerrector académico de la Universi-dad Católica Santa María de Arequipa (Perú). Nos despe-dimos todos con un brindis de despedida.

El Congreso tuvo un gran reconocimiento en las universi-dades católicas chilenas y fue el único a nivel internacional. Todos los aportes del congreso fueron publicados en el libro “Ser académico. Una vocación”, Antofagasta, edición Universidad Católica del Norte, Colección ‘Iglesia – Mun-do’, 2004.

Para el DPU, el Congreso significó un trabajo inmenso, pero también marcó un entusiasmo inmenso para mirar el futuro. En nuestra universidad, el impulso del congreso se reflejó en la creación del grupo de académicos que se reu-nían cada mes para compartir una cena y reflexionar sobre un tema de actualidad, sea de Iglesia, de las ciencias o de la academia. Todos nos dimos cuenta que ser académico

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es una vocación y que el académico es testigo y educador (ECE 22). Esto significa que debe educarse, profundizar su propia vocación y que debe impregnar la ciencia de la preocupación por la dignidad del hombre. La verdad y su búsqueda es expresión privilegiada de la dignidad huma-na. El académico se inscribe dentro de su ciencia propia, pero también dentro de una comunidad universitaria (de su propia universidad y de la comunidad más amplia de los científicos).

Se creó la Revista ‘Tierra Nueva’. El nombre de la Revista muy bíblico9, viene de un texto del Apocalipsis (Ap 21,1): “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido”. Expresa la fe en un mundo mejor y el esfuerzo que todo cristiano debe ha-cer para lograr la llegada de este mundo mejor. Este título es todo un programa, especialmente para los que trabaja-mos en la Pastoral y un desafío para los que entendemos de universidad. La universidad es y debe ser el reflejo de esta ciudad nueva de la que habla el libro del Apocalipsis a continuación del texto citado10 (Ap 21,2–4); es también el reflejo de los deseos y esfuerzos de todos: “La presencia

9 Este texto retoma otros textos de la Biblia (que fueron anunciados en los primeros números de la Revista): 2 P 3,13–15 (Nosotros esperamos según la promesa de Dios ‘cielos nuevos y tierra nueva’, un mundo en que reinará la justicia. Por esto, queridos hermanos, durante esta espera, esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa, viviendo en paz. Y consi-deren que la paciencia del Señor cono nosotros es para nuestra salvación) y Is 65, 17–19 (Yo voy a crear un cielo y una tierra nueva y el pasado no se volverá a recordar más ni vendrá más a la memoria. Que se alegren y que estén contentos para siempre por lo que voy a crear. Yo voy a hacer de Jerusalén un contento y de su pueblo una alegría. Yo quedaré contento con Jerusalén y estaré feliz con mi pueblo). Los textos bíblicos se toman de la Biblia de Jerusalén.

10 “Y vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios–con–ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado”

de Dios acompaña las búsquedas sinceras… Dios vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo del bien, de verdad, de justicia.” (EG 71)

El primer editorial de la revista recuerda:

¡Llamarse ‘Tierra Nueva’! Vivimos en este mundo, en esta tierra, pero nuestros ojos están puestos en el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios nos ofrece en Cristo. No se trata de huir de esta tierra, de encontrarla mala u obsoleta. Se trata, por el contrario, de vivir plenamente esta vida, en este momento concreto. Se trata de vivir tan plenamente en este mundo que queramos transformarlo para que llegue a conformarse al deseo y al proyecto de Dios.

Como Pastoral Universitaria, nos sentimos comprometidos con nuestro mundo a través de la Universidad Católica del Norte. Nuestra misión principal es anunciar a Jesucristo en todos los sectores de la Universidad: académicos, profesio-nales, alumnos. También, desde la Universidad, a todos los sectores religiosos de nuestra ciudad y de nuestra región.

Para nosotros, es importante que todos nuestros lectores pue-dan reaccionar y ofrecernos sus ideas. Esta revista tiene que ser algo vivo. Sólo así cumplirá su misión de acercarnos a todo a la TIERRA NUEVA.

El Boletín ‘Sendero’ nació al año siguiente. Se trata de un pequeño boletín para comunicar a través de la red, de ma-nera sencilla, a toda la comunidad los logros y aconteci-mientos de la pastoral. Se creó la colección ‘Iglesia–Mundo’ dentro de la Editorial Universidad Católica del Norte que

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se comprometió para la publicación de un libro anual con interés en la relación entre la Iglesia y el mundo en que vivi-mos. La primera publicación fue un homenaje al Papa Juan Pablo II con ocasión de los 25 años de su pontificado11. Al año siguiente se publicó trabajos en honor del Cardenal Carlos Oviedo Cavada, quien fue el creador de la Univer-sidad Católica del Norte (con su cambio de nombre) y su primer Gran Canciller12. Desde entonces, cada año, la Pas-toral ha publicado un libro.

La vida de la Pastoral siguió su curso. Hay que recordar las charlas de los Martes Santos que buscan dar una profun-didad a la Semana Santa; seguían los retiros de los Viernes y Sábados Santos. El P. José Donoso sj, buscaba completar con su “Historia visual de la Iglesia a través del arte”, curso que duró varios años y que alcanzó a reunir muchos adeptos entusiastas. Se creó el Mes de María en las distintas unida-des académicas y no académicas. Poco a poco, la Pastoral era conocida y, más importante, era aceptada.

Quedada una tarea–deseo dentro de la universidad: crear una dirección de pastoral. Quedaba también el deber de unir la pastoral universitaria con la pastoral diocesana y con la pastoral universitaria nacional.

La misión profunda de toda pastoral busca la formación in-tegral de la persona humana, es decir, su formación cristiana, humana y comunitaria dentro del ámbito de la universidad.

11 Juan Pablo II. 25 años de pontificado, Ediciones Universitarias, Universidad Católica del Norte, Colección Iglesia–Mundo, 2003.

12 Carlos Oviedo Cavada, Hombre y Pastor, Ediciones Universitarias, Universidad Católica del Norte, Colección Iglesia–Mundo, 2004.

Cristiana: la preparación para los sacramentos, el servicio litúrgico (misa diaria, misas solemnes para las grandes fes-tividades). También ayuda para que los distintos movimien-tos (cursillos, Schonstatt, CVX y otros) puedan desarrollar sus objetivos propios.

Humana: si la universidad forma profesionalmente sus es-tudiantes, también debe formar lo humano de todos sus integrantes, jóvenes y adultos para poder integrarlos plena-mente en la sociedad. De allí, los cursos, charlas, etc.

Comunitario: tanto lo cristiano como lo humano deben ser vividos en comunidad y para la comunidad. Por eso, las reuniones de grupos y el deseo de ayudar a la comunidad, especialmente los más necesitados, en las acciones soli-darias (Misión País, colaboración con obras sociales: don Orione, Techo, etc.).

La universidad es un mundo muy especial: produce conoci-miento y debe buscar estar a la vanguardia del conocimiento, de su producción y de su enseñanza. Pero al mismo tiempo, como consecuencia del conocimiento, debe ser la primera en ubicar los problemas sociales, en buscar remedios para erradicarlos y mejorar la vida de los seres humanos. Por eso, la universidad está abierta a tantas cosas, a las ciencias, pero también a las ideas de la historia y del momento para crearlas o reflexionarlas, abierto a todo lo humano; es un mundo don-de se unen y reúnen tantas personas diferentes: académicos, estudiantes, funcionarios de todo tipo, todos unidos en una misma finalidad. Por eso, la importancia de una unidad que pueda acompañar, dar sentido y dar unión a los distintos es-tamentos. Y esa es la razón de ser de la Pastoral.

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Vivimos en un mundo en cambio, y con cambios rápidos y repetitivos. La educación superior no está ajena. Por ejem-plo: nuestro mundo le da más importancia al utilitarismo y existe el peligro para la universidad de ser solamente un hito en la cadena económica o una fábrica de títulos. La pastoral ayuda; acompaña, permite reflexionar sobre el sentido y la marcha de la universidad.

Conclusión

La universidad nace del corazón de la Iglesia (ECE 1) y la Iglesia siempre ha dado mucha importancia a todo lo que es educación. El Concilio Vaticano II puso énfasis en ello: la Declaración ‘Gravissimum Educationis’ sobre la educa-ción cristiana (GE) es una prueba. La Constitución Pastoral ‘Gaudium et Spes’ sobre la Iglesia en el mundo actual (GS) recuerda que la Iglesia ha contribuido mucho al progreso de la cultura. Sin embargo, “la experiencia muestra que la armonía entre cultura y formación cristiana no siempre avanza sin dificultad” (GS 62). El avance de la ciencia pide también una presencia más activa en las universidades. La teología tiene un rol importante por buscar ser ciencia entre las ciencias. Sin embargo, el Concilio pide que haya cono-cimiento de todo y que se emplee para el cuidado pastoral. El cristiano vive hoy más que nunca en medio de todos los hombres, creyentes y no creyentes, y así puede conocer a todos. Sólo así puede anunciar a Jesucristo. Para llegar a una justa libertad de investigación, libertad de pensar y la de expresar de manera humilde y valiente su manera de ver y de pensar.

Los problemas actuales necesitan de cristianos formados. La relación entre la teología (donde está más el pensar) y la pastoral (donde está más el actuar) debe ser una de las me-tas importante. Se necesita formar e informar a los hombres de hoy sobre los progresos y el sentido de estos progresos (GS 87). Mi sucesor dio un gran paso al formalizar la crea-ción de la ‘Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana’. En fin, la universidad nació desde el corazón de la Iglesia (ECE 1) y la Pastoral es el corazón de la universidad.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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“Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lucas 2, 52)

A través de este artículo, por motivo de los 20 años de la Pastoral, quisie-ra dar testimonio y compartir mi experiencia de haber sido parte de la

dirección general de ella en la UCN. Considero relevante que la comunidad universitaria sea consciente del inmenso trabajo profesional y abnegado que está detrás de cada actividad o proceso que la Pastoral de la Universidad: organiza, propone y ejecuta. Con esto, no quiero ser excluyente, sino resaltar el trabajo anónimo y silencioso que hay detrás de tantas actividades de las distintas direcciones y departamentos que se organizan en nuestra comuni-dad universitaria.

Por Ibar Astudillo Godoy

Académico del Departamento de Teología de la UCN. Doctor y magister

en teología dogmática. Diplomado en discernimiento bioético. Sus

publicaciones más destacadas son haber sido coordinador de un equipo,

que publicó cuatro volúmenes del estudio del catecismo de la Iglesia Católica, cuyo fin fue elaborar un catecismo local; otra, es su tesis de

magister sobre la regla de la verdad en San Irineo; por último, su tesis doctoral

sobre los bailes religiosos del Norte Grande de Chile: un discernimiento

evangélico a la luz del magisterio latinoamericano y chileno.

El servicio silencioso y oculto de la Pastoral

Artículo 3

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En esta reflexión quiero citar un pequeño texto del evan-gelio de Lucas, este versículo relata el tiempo más largo de la vida de Jesús. Es el modo en que Jesús se encarna y aprende a hacer la voluntad de Dios. En este contexto, es importante decir: “contigo y como tú”.

Es el estilo de Jesús de hacer las cosas, este estilo tiene algo que decirnos. Es una forma de vida y de construcción que pasa por el silencio y el anonimato. El lenguaje desde la pequeñez y la fragilidad nos incomoda como sociedad, se ha normalizado la competitividad con el otro, teniendo que mostrar logros y éxitos.

Dice la palabra que “Jesús crecía en sabiduría y en gra-cia….”. Todo esto lo hacía en el silencio y en la pequeñez; era la vida oculta de Jesús. Él vivió una vida ordinaria. En este contexto, parece relevante contemplar la “vida oculta de Jesús en Nazaret”: conocer lo que hacía cada día, su trabajo, su familia, sus vecinos. La vida oculta de Jesús es una experiencia que tiene mucho que decirnos. Es nece-sario volver a Nazaret. En realidad, este espacio silencioso y oculto es un lugar que nos enseña a vivir.

Nazaret es un lugar humilde, sin relieve, sin historia, es un pueblo desconocido. Jesús nos invita a ser felices en lo oculto. Él pasó mucho tiempo haciendo lo mismo. Las relaciones humanas eran de igual a igual. Es el momento en que aparece el valor del otro, el aprendizaje mutuo en la cotidianidad. Se trata de volver muchas veces a Nazaret, a esa Nazaret oculta, en la humildad, en la sencillez, en lo habitual, en la simpleza de vivir. Esa es la invitación de ser felices en lo oculto.

Para entender el mensaje que quiere transmitir Jesús en su vida oculta de Nazaret, tal vez nos puede ayudar conocer dos experiencias.

La primera relacionada con los “cimientos”. Una religiosa española, habiendo sido fundadora de su congregación, por diversos motivos es expulsada de ésta y condenada a vivir en Roma, en una vida de silencio, oración y soledad. La religiosa, también fundadora, que tomó la decisión de expulsar a la primera fundadora, vive la misma suerte que la primera. En esta circunstancia la primera religiosa le escribe una carta a la segunda, señalando lo siguien-te: le dice que los “cimientos” son piedras feas y ocultas, pero son los fundamentos para sostener el edificio. Señala que lo importante no se ve. Sentirse cimiento en actitud orante por la congregación, es la experiencia de aque-llos o aquellas que nadie ve o aprecia. Termina diciendo que en la vida hay mucho de esto. Sin duda, que este rol tiene un valor fundamental en el espíritu y alma de una congregación y de cualquier proyecto y obra de Dios. Lo oculto de Nazaret es un poco de este relato. En medio de la nada, está Dios, salvándonos. Nuestra vida de silencio, va a ser fundamental.

La consideración y la valoración es una necesidad básica del ser humano. Por eso, cobra tanta fuerza tomar con-ciencia de que mi entrega y servicio sólo está presente en el corazón de Dios. Construir nuestra vida con esta perspectiva tiene una profundidad y un valor inmenso. La experiencia de Jesús de vivir en un Nazaret humilde, tiene su valor, no busca siempre hacer cosas nuevas. Jesús tuvo mucho tiempo haciendo lo mismo, contemplarlo en lo

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ordinario, es monótono; pero tiene su valor. Querer hacer todo de nuevo, a veces no es beneficioso. Es importante destacar el valor y el impulso de lo cotidiano. La vida diaria y ordinaria, como el lugar privilegiado de Dios.

La otra experiencia de vida oculta y de silencio es el tes-timonio de un hermano jesuita que vivió gran parte de su vida siendo “portero” en un colegio de la compañía de Jesús. Su historia es algo fascinante, pero para el objetivo del mensaje que deseo transmitir, me limitaré a lo esen-cial del testimonio de este hermano portero. Fue en esa condición de portero, lugar y espacio de mucha sencillez, donde este hombre vive su amor y entrega a Dios. Una de sus respuestas más conocidas era “Ya voy, Señor”. Él siempre abría la puerta a María y a Jesús. En lo cotidiano y en lo monótono encontró y descubrió su entrega a Dios.

Aquí también vemos que en el silencio y en lo oculto se aprende a escuchar y a estar atento al otro y a sus verda-deras necesidades. Es en Nazaret donde se crece interior-mente. Jesús en este lugar es donde él: espera, busca y ora, hasta que llega el momento de salir de a su vida pública.

En mi experiencia en el trabajo con esta Pastoral, en pri-mer lugar, quiero destacar la calidad humana de las per-sonas que conforman el equipo. Son personas que se entregan de corazón a esta hermosa misión y servicio, no solamente están allí por una remuneración, sino que en muchas ocasiones dedican gran parte de su tiempo per-sonal y familiar con el fin de sacar adelante una actividad.

El trabajo en equipo ha sido primordial para llevar a cabo una actividad, desde las diferencias y la diversidad, en el rol de cada uno, siempre con entrega y disposición, apor-tando hacia metas comunes. Solamente quisiera señalar que las reuniones de equipo son innumerables. La deli-cadeza de cómo se prepara cada actividad, y la cantidad de tiempo y energía que se invierte en cada evento que se emprende. Respecto a la importancia de trabajo de equipo y al valor de que todo el pueblo de Dios tiene la capacidad para discernir, el Papa Francisco nos señala lo siguiente.

Es clave recuperar una dinámica eclesial capaz de ayudar a los discípulos a discernir el sueño de Dios para sus vidas, sin pretender suplantarlos en tal búsqueda. En los hechos, los falsos mesianismos pretenden cancelar esa elocuente verdad de que la unción del Santo la tiene la totalidad de los fieles. Nunca un individuo o un grupo ilustrado pueden pretender ser la totalidad del Pueblo de Dios y menos aún creerse la voz auténtica de su interpretación. En este sentido debemos prestar atención a lo que me permito llamar “psicología de elite” que puede traslaparse en nuestra manera de abordar las cuestiones.1

La manera de cómo se ocupan los recursos y la infraes-tructura de la Pastoral, siempre están pensados como el mejor bien para los alumnos, funcionarios y académicos de la Universidad. El fin principal es crear espacios ade-cuados de acogida, eficiencia y calidad. La idea es que

1 Carta del Santo Padre Francisco a los Señores obispos de Chile tras el informe de S.E. Mons. Charles J. Scicluna, 8 de abril de 2018, 6.

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cada actividad use los mejores medios para alcanzar los objetivos que se han planteado.

Otra de las dimensiones que me parece importante men-cionar son las distintas áreas de trabajo que atiende la pastoral: Vida y fe, política y cultura y vocación social. Y todo el ámbito de publicaciones.

En el área de Vida y Fe, se han organizado una cantidad enorme de actividades. Solamente quisiera destacar una de ellas: me parece relevante el convenio con el Centro de Espiritualidad Ignaciana, cuyo objetivo era acompañar humana y espiritualmente a los alumnos, académicos y funcionarios. El bien que ha significado esta experiencia, tiene una importancia enorme para construir el alma de nuestra institución, y darle un verdadero sentido a todo lo que realizamos.

En el área de política y cultura destaco la importancia de expresar y defender la opinión sobre la contingencia del país y del mundo. Por lo mismo, existe una gran cantidad de eventos culturales, sociales y políticos que se ofrece a todos los miembros de la comunidad universitaria.

Asimismo en el área de Vocación Social, existen activi-dades organizadas por la Pastoral, que ya han creado y arraigado una cierta tradición. Me refiero a los seminarios de Vocación Social, seminario de Inmigrantes, seminario del Papa Francisco. El valor e importancia de estas activi-dades, no solamente han repercutido al interior de nuestra Universidad, sino que han sido un verdadero impacto en la ciudad, a nivel regional y nacional. El otro ámbito que

me llegó profundamente, son los programas comunitarios y educativos en los campamentos y las distintas áreas de acción social. Recuerdo, además la forma y manera de organización a la hora de atender algunas emergencias de carácter nacional, como terremotos y aluviones, que nos tocó vivir y atender. Todo esto, con el apoyo de alumnos, funcionarios y académicos de nuestra Universidad. Esta dimensión social está en perfecta resonancia con aquellos que no señala el Papa Francisco en su Exhortación sobre la verdadera santidad. Lo señalamos a continuación.

Porque en cada hermano, especialmente en el más peque-ño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios. En efecto, el Señor, al final de los tiempos, plasmará su obra de arte con el desecho de esta humani-dad vulnerable. Pues, ¿qué es lo que queda?, ¿qué es lo que tiene valor en la vida?, ¿qué riquezas son las que no desaparecen? Sin duda, dos: El Señor y el prójimo. Estas dos riquezas no desaparecen.2

Me parece relevante señalar el ámbito de las publicacio-nes. Los aportes en esta área, están en la dimensión in-vestigadora de la Pastoral; destacar el boletín pastoral, la revista Tierra Nueva y la colección Iglesia y Mundo; en estas publicaciones, los académicos tienen un rol y participación fundamental. Cabe destacar que los aca-démicos que publican en estas iniciativas pertenecen a distintas ciencias y saberes de nuestra casa de estudios. Sus aportes son muy valiosos en el ámbito e integración

2 Francisco, Gaudete et Exsultate, 61.

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de la interdisciplinaridad. Incluso, me viene a la mente y me emociona, una de las publicaciones de la revista Tierra Nueva, la número 10 de 2013, titulada “Número especial de homenaje y memoria histórica. A 40 años del Golpe de Estado de Chile”. Libro que fue entregado a la comu-nidad en un acto solemne realizado en el salón auditorio Andrés Sabella de la casa central y que denominamos “In Memoria, UCN 40 años después”. El libro comprendió la publicación de testimonios de afectados por la represión a partir de 1973. Acoger a los familiares, amigos y compa-ñeros de funcionarios, académicos y alumnos de nuestra casa de estudios que resultaron detenidos, ejecutados, torturados o exiliados luego del golpe militar de septiem-bre de 1973 fue conmovedor. Este acto de conmemora-ción, obedeció a que en el año 2013 se cumplieron 40 años desde el golpe.

La Universidad sintió que tenía una deuda pendiente, en cuanto a realizar un acto en memoria de las personas que trabajaron o estudiaron en la UCN, y que fueron de-tenidas, asesinadas, hechas desaparecer o exiliadas. El significado fue hacer un acto de reparación con sentido de memorial, para provocar una conciencia que ayude a reparar la verdad, a reconciliar y a la paz con los familia-res, para que, por sobre todo, valoremos el respeto por los derechos humanos. Este acto significativo sea un paso para así lograr cerrar un ciclo en las personas afectadas y en universidad.

Por último, quisiera destacar que una las cosas más rele-vantes de mi vivencia en la Pastoral fue la reestructuración en la estructura orgánica. En estas modificaciones, lo más

relevante fue dejar en la cabeza de la Dirección General de la Pastoral y en la Dirección de Pastoral de Coquimbo a dos laicos. Y más aún, dejar como cabeza principal a una laica, quien reunía todas las condiciones espirituales, aca-démicas, liderazgo y experiencia para asumir el rol de ser líder de la Pastoral principal. Ahora que el Papa Francisco nos ha insistido tanto en el rol de los laicos y laicas, me doy cuenta que no estábamos tan equivocados en esta denominación, de que el camino para que la Iglesia supere su crisis actual, es justamente darle el lugar que corres-ponde a los laicos en la Iglesia como actores principales.

Otro de los aportes importantes en esta renovación, fue darle el rol de asesores, a los sacerdotes que colaboran en las direcciones de Pastoral. Siempre existen las críti-cas y reticencias por los cambios, pero, con la certeza y la serenidad que nos brindó el apoyo y visión del Arzo-bispo y Gran Canciller de la Universidad, del Vice Gran Canciller y del apoyo unánime del Consejo Superior de la Universidad, a pesar de la inmensa cantidad de con-sultas, encuentros y reuniones, puedo decir, ahora, que esta fue una profunda experiencia de Dios, de vida y de fe. La presencia laical tiene mucho que enseñarnos en la vida de la Iglesia y de la Universidad. A propósito de la importancia de los laicos y del rol de la mujer en la Iglesia, el Papa Francisco en su reciente carta dirigida al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, nos señala lo siguiente:

La Iglesia necesita que ustedes saquen el carné de mayores de edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje de de-cirnos, esto me gusta, este me parece que es lo que hay que hacer, esto no va…Que nos digan lo que sientan y piensan.

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Esto es capaz de involucrarnos a todos en una Iglesia con aire sinodal que sabe poner a Jesús en el centro.3

He tratado de resumir mi experiencia de haber sido parte de un equipo de trabajo que sirve en la Dirección de la Pastoral de la Universidad. He querido expresar el tra-bajo silencioso que existe detrás de cada actividad que organiza la Pastoral de la UCN. Existen muchas iniciativas y una cantidad enorme de reuniones, planificaciones, y un gran espíritu de discernimiento en cada actividad que organiza la Pastoral.

3 Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, 31 de mayo de 2018, 2.

La experiencia de Nazaret es lo que expresa mi vivencia y participación en la Dirección General de la Pastoral de la UCN.

Por último quisiera pedir a María que nos ayude a vivir y volver siempre a Nazaret, y dar las gracias a Dios, por la oportunidad de haber sido parte del equipo y servir en la Dirección de Pastoral de la Universidad.

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Se cumplen veinte años desde el inicio de la Pastoral Universitaria de la Uni-versidad Católica del Norte, y es bueno hacer un ejercicio de memoria de

la propia historia. Ignacio de Loyola, en diversas partes de los Ejercicios Espiri-tuales, recomienda al ejercitante hacer el ejercicio de “traer a la memoria”. Este traer a la memoria, el recordar, no es sólo un hacer historiográfico, en el mero sentido de rememorar hechos, situaciones o personas sin conexión. El traer a la memoria es un ejercicio hermenéutico de contemplar el pasado —las personas, las situaciones…— con la intención de comprenderse e interpretarse a uno mis-mo desde una perspectiva más amplia y así proyectarse hacia el futuro, hacia lo que anhelamos ser. Ortega afirmaba que “La vida es una serie de colisiones con el futuro, no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.” So-mos, en palabras de Ortega, animales de futuro. Por eso el recordar nos invita a mirar hacia adelante: los pasos que hemos dado en nuestra vida, y en la vida de la vida de la Pastoral, que no son sino el paso de muchas vidas entretejidas, hacia lo que deseamos llegar a ser en el futuro.

Un espacio de apertura al diálogo, la cultura y la solidaridad

Artículo 4

Por Ignacio Sepúlveda del Río

Académico de la Universidad Loyola Andalucía, Sevilla – España

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En estas líneas quiero hacer el ejercicio hermenéutico de recordar aquellos años en los que me tocó liderar al equipo de la Pastoral Universitaria. Años en los que se nos pre-sentaron múltiples, y muy diversos, desafíos y en los que intentamos, como equipo, dar una respuesta que fuera conformando una Pastoral abierta al mundo y a la escucha fiel de lo que el Concilio Vaticano II llamaba los signos de los tiempos.

En el año 1998 fue creado el Departamento de Pastoral Universitaria, siendo su primer director el P. Jorge Ramírez, S.J. En el decreto de la Gran Cancillería (8/98) se propo-nían los objetivos fundamentales que se encomendaban al nuevo departamento. Entre estos objetivos cabe destacar, en primer lugar, la misión de anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida. El anuncio, dentro de la comuni-dad universitaria, es una invitación a conocer el mensaje del Evangelio y a conformar la propia vida con este ideal. El segundo objetivo, en estrecha relación con el primero, buscaba promover la integración de la formación huma-na y profesional con los valores religiosos de la doctrina católica. Una universidad es, primordialmente, un espacio académico de búsqueda del conocimiento, de la verdad, y de formación de personas en el ámbito profesional. Pero el adjetivo “católico” agrega una especificidad, una manera de mirar y comprender la realidad. Una universidad cató-lica debe buscar, y aquí está el corazón de la misión de la Pastoral Universitaria, integrar los valores del evangelio, tanto éticos como espirituales, en la formación de las per-sonas y en la investigación. Si una universidad católica no lograra integrar de manera adecuada ambos espacios, se daría una suerte de esquizofrenia, en donde lo católico y

lo universitario irían por caminos diversos sin encontrarse ni complementarse.

Como último objetivo propuesto, aunque no menos im-portante que los dos anteriores, se plantea que la pastoral universitaria debe invitar a toda la gente de la universidad, académicos/as, funcionarios/as y estudiantes, “a ser más conscientes de su responsabilidad hacia aquellos que sufren física y espiritualmente, preocupándose especialmente de los más pobres y de los que sufren a causa de las injusticias en el campo económico, social, cultural y religioso”. Es decir, la Pastoral Universitaria debe ser un espacio de búsqueda de liberación del ser humano. Liberación de todas aquellas co-sas, culturales, sociales, económicas y, también, religiosas, que no permiten que el ser humano pueda vivir conforme al sueño que Dios tiene para él. ¿Qué sueño es este? Ireneo, Padre de la Iglesia, afirmaba que la Gloria de Dios es que el hombre viva. El sueño de Dios, siguiendo a Ireneo, es que el ser humano pueda liberarse de todas aquellas opresiones que lo deshumanizan y que no le permiten tener una vida en plenitud. Una universidad católica, y por ende una pas-toral universitaria, debe buscar, tal como señalaba Ellacuría, solidarizarse y trabajar por la liberación de los oprimidos.

Seis años después de su creación, en el año 2004, ¿cuál era la realidad de la Pastoral Universitaria? Es decir, planteando la pregunta de otra manera, ¿cómo había buscado, la Pas-toral Universitaria, ser fiel y cumplir los objetivos que se le habían propuesto en el momento de su creación?

En el año 2004, seis años después de haber sido creada, asumí como director de la Pastoral Universitaria. En aquel

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UN esPaCio de aPertUra al diálogo, la CUltUra y la solidaridad

entonces, luego del trabajo de los jesuitas Jorge Ramírez y de André Hubert, la Pastoral contaba con un amplio reco-nocimiento dentro de la comunidad universitaria. Dentro de sus fortalezas cabe destacar la existencia de un equipo humano y profesional fuertemente articulado y que tenía claridad en cuáles eran los objetivos a trabajar en la Univer-sidad. El reconocimiento que ese equipo tenía era debido a un trabajo serio y profesional que, como hemos dicho antes, buscaba comunicar el Evangelio y generar un diálogo fruc-tífero entre fe y justicia. Creo que lo mismo se puede decir de cara a la arquidiócesis: la Pastoral Universitaria estaba involucrada en distintas actividades espirituales y solidarias de la Iglesia local.

Las actividades realizadas por la Pastoral, en aquellos años, eran múltiples y apuntaban a grupos muy diferentes. Por una parte, en un apostolado de corte más social, un grupo de estudiantes —serían unos 20 o 30— trabajaban en un campamento de la ciudad haciendo talleres y reforzamiento escolar con los niños y niñas. Este trabajo de voluntariado tenía dos objetivos principales: el primero tenía que ver con la ayuda directa a las personas del campamento, específi-camente los niños y niñas. El segundo objetivo, y que era de gran importancia para la Pastoral, era sensibilizar a los jóvenes universitarios con los problemas sociales de la ciu-dad y con la opción por la justicia.

Además del trabajo de formación y liderazgo social llevado a cabo con los jóvenes, la Pastoral ofrecía todo un trabajo de pastoral sacramental para los estudiantes que estuvieran interesados. La idea era ofrecer el sacramento de la confir-mación (y también bautizo y primera comunión) para los

estudiantes que estuvieran interesados en recibir los sacra-mentos. Para este efecto, un grupo de guías, profesores y administrativos de la Universidad cercanos a la Pastoral, dedicaban varias reuniones para poder ir preparando a los jóvenes para recibir los sacramentos.

Junto a la pastoral de jóvenes, en sus vertientes sacramental o social, había un grupo de académicos. Este grupo había comenzado algunos años antes con una propuesta muy sencilla: juntarse una vez al mes y comentar algún artícu-lo de la Revista Mensaje. Con el tiempo esta propuesta va cambiando hasta llegar a ser una cena, una vez al mes, en donde una persona proponía un tema de discusión y luego se debatía. Este grupo de académicos y académicas buscaba hacer realidad uno de los objetivos que habíamos señalado más arriba: integrar la dimensión académica/pro-fesional con la fe.

El trabajo de la Pastoral no sólo se limitaba a los estudiantes y a los académicos. Al igual que los últimos, los adminis-trativos de la universidad también se juntaban una vez al mes. La propuesta en este grupo era poder reflexionar y compartir la propia fe.

De alguna manera, los trabajos descritos más arriba son los que típicamente se esperan de cualquier pastoral universita-ria: trabajo con jóvenes, solidaridad, sacramentos y diálogo con la comunidad universitaria. Pero en aquellos años se buscó ir más allá e innovar en los apostolados de nuestra Pastoral a través de publicaciones especializadas y, también, el trabajo de voluntariado comprometido con la solidaridad y la justicia. La idea línea que guió estos nuevos derroteros

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fue la de profundizar, cada vez más, y de una manera más profesional, en el diálogo entre fe y cultura, y la búsqueda de la justicia desde el quehacer universitario.

En el diálogo Razón y Fe, misión fundamental de la Pasto-ral, se comenzó con la publicación de una revista y también una colección de libros. Tierra Nueva, que así se llama la revista, surgió de la iniciativa de André Hubert. Su idea era tener una publicación periódica, de corte más académico que pastoral, que fuera una ayuda en el desafío del diálogo razón y fe. Durante el tiempo que me tocó ser director, y con la valiosa ayuda de Érika Tello, la revista Tierra Nueva se publicaba dos veces al año. Muchos académicos cercanos a la Pastoral, y también varios otros, pertenecientes o no a la Universidad, colaboraron con sus reflexiones. Tierra Nueva, desde mi mirada, fue —y me imagino que aún lo es— un aporte interesante que buscaba generar un verda-dero diálogo entre la fe, la cultura y la razón.

Los libros publicados por la Pastoral también fueron un ex-celente aporte a la vida universitaria y eclesial. En este punto quiero destacar cuatro títulos: Luis Silva Lezaeta, El pastor del desierto (2005), Los Jesuitas en el Desierto de Atacama: Evan-gelizando el Norte Grande Siglos XIX y XX (2006), Cincuen-ta años de Historia de Chile vistos desde la Revista Mensaje (2008), 50 años de Historia de Chile. Vistos desde la Revista Mensaje. Vol.2: La Construcción de la Sociedad no deseada (2010). Los dos primeros libros buscaban rescatar la memo-ria, y también el pensamiento, de la Iglesia de Antofagasta a través de dos actores principales: Luis Silva Lezaeta, primer obispo de Antofagasta, y el trabajo apostólico de los jesuitas en la región de Antofagasta durante los siglos XIX y XX.

Los libros sobre la revista Mensaje —que, a mi juicio, han sido las investigaciones más serias y mejores escritas sobre el tema— buscaban dar una mirada panorámica, pero con profundidad, a través del análisis propio de dicha revista, del pensamiento católico–social de la segunda mitad del siglo XX. Indagar en la enorme cantidad de artículos publicados por la revista Mensaje durante los últimos cincuenta años, ayudaba a comprender la historia de Chile y, dentro de ella, la historia de la Iglesia chilena.

A partir del año 2005, la Pastoral comenzó a desarrollar, en conjunto con varias instituciones vinculadas al tema social, un ambicioso plan de formación y trabajo por la solidaridad y la justicia con los estudiantes universitarios. La propuesta era hacer un cambio radical en el voluntariado universitario, desde una mirada asistencialista de la realidad hacia accio-nes reivindicativas y de justicia con personas y colectivos en necesidad. Durante estos años es cuando la Pastoral comienza a hacer, en conjunto con Un Techo para Chi-le, seminarios de liderazgo social. Estos seminarios —que creo que fueron un hito en Antofagasta— buscaban poner el tema de la justicia social sobre el tapete. Una sociedad como la antofagastina, con tanto dinero proveniente de las mineras, no podía quedar tranquila al ver que pocos tenían mucho y muchos casi nada. El giro hecho por la Pastoral con respecto a este tema, y tengo que insistir en esta idea, buscaba profesionalizar, en el buen sentido, el voluntariado social y buscar, con mayor efectividad, que la Universidad Católica del Norte fuera un motor de transformación social. Intuyo que mucho de lo que hicimos puede haber que-dado sólo como titular, como algo anecdótico, pero creo que hubo algo que quedó en el fondo: el profundo deseo

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UN esPaCio de aPertUra al diálogo, la CUltUra y la solidaridad

de contagiar a muchos y muchas con la búsqueda de una sociedad más justa.

Hace ya muchos años que no trabajo en pastoral univer-sitaria, aunque sigo íntimamente ligado, como docente e investigador, a la vida universitaria. Desde esta perspectiva, me pregunto cuál debiera ser el desafío a futuro para una pastoral universitaria. Creo que la clave tiene que estar en la idea de la transformación social. La universidad nunca es neutra. Siempre hay en ella ideales que apuntan a en-tender al ser humano y su entorno. Una universidad cató-lica, y dentro de ella la pastoral, debe buscar transformar la sociedad desde la liberación de los seres humanos. Es decir, ser capaz de reconocer —que no es tan evidente ni fácil como parece— aquellas situaciones y estructuras que oprimen a los seres humanos y, a partir de eso, buscar los medios que ayuden a corregir las situaciones de injusticia que se viven. Pero, ¿cómo hacerlo?

Creo que hay ciertos elementos que pueden ayudar: antes que todo, mantener la capacidad crítica que en estos tiem-pos pareciera estar siendo mermada. La capacidad crítica implica mirar la realidad, analizarla, comprenderla, cues-tionarla. Es un trabajo que exige no casarse con respues-tas —ni condenas— fáciles. Las respuestas fáciles tienden a ideologizar (en el mal sentido) la mirada y errar en el análisis de las situaciones. Un segundo elemento, que tomo de la tradición ignaciana, es el discernimiento. Una pastoral uni-versitaria debe estar en constante discernimiento de la situa-ción social, de la universidad y del propio hacer. Discernir es buscar, para luego elegir, el mayor bien. El discernimiento se hace en común, en diálogo con otros. El diálogo nunca

puede faltar. Por último, luego de tener capacidad crítica, de discernimiento y de diálogo, hay que buscar las mejores maneras de actuar para ser fieles a lo que se ha discernido. Aquí no hay que tener miedo a ser innovadores y dejar de lado viejas cargas que nos pueden lastrar. Si miramos los veinte años de vida de la Pastoral Universitaria se puede reconocer, sin lugar a duda, que ha buscado ser innova-dora para responder a los nuevos desafíos que se le han presentado. Esperemos que en los próximos veinte años siga por el mismo camino.

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“Cuando llegué a Antofagasta sólo tenía 17 años y nunca me había separado de mis padres, nunca. Sólo tenía claro, conmigo, mis metas de estudio. Lloré como un mes sola en mi habitación hasta que un día decidí salir y mis pasos me llevaron hasta la iglesia Sagrado Corazón de María1. Cuando salí un día de allí, me quedé en las escalinatas pensando en cómo enfrentar mi vida... De repente levanto mi mirada y me encuentro con un cura inolvidable para mí, que marcó y ayudó a transformar mi existencia. Él me enseñaba ‘Cristo en la historia’: el padre José Donoso. 

Cuando me reconoció estiró su brazo y me dijo: ‘Ven, pues tengo la gran misión de formar la Pastoral Universitaria y tú me vas ayudar’”.

Testimonio de Judith Fanola Neira, Profesora de Francés,

titulada en la Universidad del Norte.

1 Hoy, Basílica del Corazón de María

Por Marta Cayo Morales, cdm.

Departamento de Teología, Universidad Católica del Norte.

ORCID: 0000-0002-5061-7282

¡¡¡Inolvidables!!!

Artículo 5

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Estas palabras de Judith tienen la virtud maravillosa de re-tratar lo que la Pastoral Universitaria fue para muchos de nosotros, estudiantes de las tres universidades que exis-tían en Antofagasta entre los años 70 y 80: la Universidad del Norte, la Universidad de Chile (Sede Antofagasta), y la Universidad Técnica del Estado (Sede Antofagasta): primero, un espacio de contención afectiva y emocional en un momento de mucha fragilidad; luego, un articula-dor de sentido, de discernimiento del paso de Dios por la historia personal y colectiva para cuajar, ya más tarde, en un compromiso que para muchos fue radical, que significó un definitivo cambio de rumbo y consolidación de un pro-yecto personal, de afirmación de la vocación de servicio y vivencia de la profesión como una herramienta de cambio que no podíamos negar ni a la sociedad ni al pueblo, que por ese entonces, la pasaba bastante mal y que era la cuna de muchos de nosotros.

Se me pidió un testimonio con ocasión de celebrar los vein-te años del Departamento de Pastoral y Cultura Cristiana de la Universidad Católica del Norte, heredera de la Uni-versidad del Norte, que siempre fue católica, pero que, a punta de evidencias en la búsqueda de la verdad, apertura evangélica y universalidad de sus miembros, no necesitaba declararlo en su nombre. Si bien es cierto puedo recoger sabrosos frutos de acciones conjuntas entre el Departa-mento de Pastoral aludido, el Departamento de Teología, el Arzobispado de Antofagasta y la Conferencia de Religio-sos y Religiosas, filial Antofagasta, desestimo ese camino y hago esta memoria agradecida de los pasos incipientes de Pastoral Universitaria organizada en cuanto tal, puesto que pastoral hubo siempre en esta Universidad, de la mano de

los sacerdotes jesuitas, de las hermanas de la Compañía del Divino Maestro (cdm) y de los laicos que hacían de esta Casa de Estudios, el campo de su accionar apostólico.

Y quiero insistir en esto: es memoria, y como memoria, par-cial, sesgada, sin pretensiones históricas, sólo sacar a la luz aquello que permanece “latente durante largos periodos y de bruscos despertares” (Nora, 2006) en una interioridad individual, aunque tal vez sea compartida con otros.

El padre José Donoso Phillips, s.j.

A juzgar por los resultados, el padre Donoso y Judith lo-graron muy bien su objetivo. Cuando ingresé a la Pastoral Universitaria, invitada por una amiga, me encontré con un grupo bien consolidado, organizado y activo. Como dije antes, lo constituían jóvenes de las tres universidades, y de distintas carreras. Algunos provenían de la JOCEUC (Juven-tud Obrera Campesina Estudiantil Católica); otros de parti-cipar en sus parroquias en sus lugares de origen y buscaban continuar la vivencia de la fe en el ámbito universitario; había quien era hijo de detenido desaparecido y había conocido a la iglesia en la Vicaría de la Solidaridad; otros, herederos de las ricas experiencias que se gestaban en torno a las Co-munidades Eclesiales de Base (CEB), especialmente los que provenían de sectores populares de la capital. Políticamente había de todos los sectores, y no faltaban quienes, como yo, vivíamos muy protegidos por nuestras familias, cons-cientes de la tragedia que vivía nuestro país, pero, salvo la solidaridad con los más cercanos, alejados de las instancias

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¡¡¡iNolvidables

más críticas de la dictadura. Todos cabíamos en este grupo, creado por el padre Donoso, que nos recibía a todos y que nos ayudaba a abrir nuestro horizonte, a “ver más allá” de nuestro pequeño círculo. Inolvidables eran los encuentros ecuménicos que organizaba desde la Asociación Cristiana de Jóvenes, o el acercamiento que propiciaba hacia los Bai-les Religiosos, mostrándonos y ayudándonos a valorar ese patrimonio de fe que guardan nuestros pueblos. Y en los retiros, hablándonos de Dios, nos acercaba al arte, ayudado por ese aparato que para los jóvenes de hoy es sinónimo de prehistoria: el proyector de diapositivas.

Yo ingresé porque me gustaba cantar y tocar guitarra y mi amiga me reclutó para ser parte del coro que animaba la Misa Universitaria, los domingos al mediodía en la Parro-quia Madre de Dios. La misa la celebraba algún sacerdote jesuita de la comunidad vinculada a la universidad, y luego de ella, nos prestaban una sala donde nos reuníamos, aco-gíamos a los nuevos, hacíamos alguna dinámica de integra-ción, profundizábamos en el evangelio y organizábamos las actividades. Ya había una orgánica básica, y tal vez, ahora lo pienso así, por influencia de los jóvenes provenientes de la JOCEUC y de las CEB, fuimos adoptando un método: la Revisión de Vida, con sus dinámicas de VER – JUZGAR – ACTUAR, y organizándonos en pequeñas comunidades de base, de no más de doce chiquillos que nos reuníamos en forma estable, cualquier día de la semana, por afinidad afectiva o por cercanía, y donde, ayudados por el método, fuimos abriendo los ojos a la realidad y abriendo el corazón a los llamados que Dios nos hacía desde esa realidad, de-jándonos conmover por el sufrimiento de tantos, y alimen-tando la rebeldía: ¡¡¡esto no es lo que Dios creó!!! Vivimos

una época en la que no faltaron profetas: Monseñor Silva Henríquez, Monseñor Alvear, Monseñor Ariztía, Monse-ñor Oviedo, el padre Donoso, el padre Miguel Squella, las hermanas del Divino Maestro, y entre los y las académicos, la señora Mireya Álvarez, la señora Virginia Fuentes, la se-ñora Patricia Bennet, la señorita Alicia Vidal y tantos otros y otras, pero estos que nombro nos eran más cercanos, a unos, porque seguíamos sus reflexiones a través de la revista “Solidaridad” y “Mensaje”, otros, porque estaban siempre dispuestos a ayudarnos para profundizar en los temas que nos inquietaban.

El “cuchitril” y las “asquerosas”

Si las cuatro paredes del “cuchitril de la Jane” hablaran, qué de cosas contarían. Una habitación minúscula a un costado de la Capilla “María Reina”, en la casa central de la Universidad del Norte, servía de sacristía y de oficina de la hermana Jane Mary Gibson, cdm. Allí, todas las tardes nos esperaba para escuchar nuestras cuitas, secar nues-tras lágrimas cuando la vida y la universidad se nos ve-nían encima, para comentar un libro, que muchas veces ella misma nos prestaba desde la biblioteca de su comu-nidad, para ayudarnos con la traducción de un artículo en inglés, para comentar los últimos acontecimientos del país. ¿Cómo cabíamos, a veces, hasta quince chiquillos y chiquillas de ésta y de las otras universidades, en ese di-minuto espacio? Es un misterio aún sin resolver. Lo cierto es que allí también surgían las ideas de acciones que luego se organizaban en reuniones formales, pero que al alero

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del “cuchitril de la Jane” emergían con mayor facilidad que en nuestras sesudas reuniones de equipo. Y nadie salía de allí sin su “asquerosa”, que de asquerosas nada tenían, menos a eso de las seis de la tarde cuando el hambre arre-ciaba. Eran galletas baratas, compradas a granel, las que la hermana Jane ofrecía invariablemente de este modo, para que no nos hiciéramos grandes expectativas: “¿Quieren una galleta? Son de estas medio asquerosas, pero es lo único que tengo”. Y cuando ella no las ofrecía, nosotros arremetíamos: “Hermanita, ¿no tendrá una asquerosa por ahí?”, y la hermana Jane, sonriendo y acariciándonos con esos ojos azul cielo que su padre escocés le regaló, sacaba de su escritorio las galletas salvadoras.

La casa de Poupin

El padre Miguel Squella, preocupado porque el grupo cre-cía, y las comunidades necesitaban espacio para reunirse y desarrollarse, consiguió de la Comunidad Jesuita, y quizás de quién más, los recursos para arreglar la casa de Antonio Poupin 1164, que estaba bastante arruinada. Le ayudaron en el proyecto algunos estudiantes que ya estaban egre-sando o recién titulados de Construcción Civil e ingeniería; y una vez terminadas las obras mayores, todos nosotros, limpiando, acondicionando rincones y creando espacios para estar, estudiar, jugar y, por supuesto, reunirnos en las pequeñas comunidades que funcionaban en cualquier día de la semana. Su ubicación, cerca de los hogares universi-tarios y de las universidades, la hacía el lugar ideal. Los días viernes era la reunión ampliada de todas las comunidades,

en ella se fraguaba la cohesión grupal y la actividad conjun-ta. También la inserción en la iglesia local y nacional.

Un hito fue el Congreso Eucarístico convocado por la Con-ferencia Episcopal chilena. El grupo, ya más organizado, te-nía una coordinación donde participaban los coordinadores de comunidad y los coordinadores de grupos de servicio: Liturgia, Formación, Solidaridad. Nuestros asesores eran la hermana Jane y el padre Squella. Entramos en la orgánica nacional de acompañamiento pastoral de universitarios, llamada Asociación de Universitarios Católicos, que tuvo el mérito de abrir nuestras fronteras, no sólo a lo nacional, sino también a Latinoamérica. Muchos participamos de los encuentros nacionales que se realizaban en Santiago, Talca, Chillán; algún afortunado en los encuentros internacionales. Éramos visitados por los dirigentes nacionales que venían de Temuco, Concepción, Chillán; y acompañados por Cris-tian Llona, de los Sagrados Corazones, y José Luis Ysern, sacerdote español que residía en Chillán; en esa dinámica nuestra conciencia de la realidad y nuestro compromiso social fue creciendo. En ese tiempo, ya era parte del gru-po local el padre José Vergara, s.j., más conocido como el “gato” Vergara. Cuando muere Miguel Squella, víctima de un accidente en el camino a Calama, el padre Vergara queda como asesor, junto a la hermana Jane.

El padre Vergara dedicaba largas horas a estar en la casa de Poupin, siempre dispuesto a prestar oreja a quien llegara, a acompañar procesos personales o comunitarios. Allí tam-bién se reunían grupos de académicos y académicas. Por su parte, las hermanas del Divino Maestro se reunían con grupos del personal de apoyo a la academia y asesoraban

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¡¡¡iNolvidables

comunidades. Algunos académicos también prestaban el servicio de asesorar comunidades. Había un gran salón2, en el que organizamos diversidad de cursos de formación, pero también se transformaba en fonda para los dieciocho, sala de teatro, peña folclórica, y cuanta cosa se nos ocurriera. Notable fue la puesta en escena de una Cantata Navideña, original de Andrés Castro Fons, en ese tiempo, estudiante de Geología en la Universidad del Norte; actuada y cantada por nosotros mismos y grabada en una radio casette, con la que cerramos las actividades del año.

Ciertamente la Casa de Poupin se hacía notar. Y nuestro compromiso también, especialmente en una Iglesia donde la fe y la vida iban tan de la mano, donde lo espiritual, lo social y lo político eran sólo distintas caras del mismo seguimiento a Jesucristo. Empezamos a ser vigilados. Algunos de nosotros recibimos amenazas, especialmente en el tiempo posterior a la realización de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrado en Puebla, México, que era un tremendo espaldarazo a nuestras búsquedas. El arzobispo Oviedo invitó a Monseñor Alvear, para dar a conocer las conclusiones de Puebla, y al padre Ronaldo Muñoz para profundizar en ellas. Ambas conferencias se hicieron en el Salón de Actos del Colegio San José, y no sólo bajo vigilancia policial en las inmediaciones, sino con personas asistiendo con el único fin de detectar a los que asistíamos. No faltaron los que se acercaron después a advertirnos que “tuviéramos cuidado”, especialmente a los que habíamos sido entusiastas propagandistas de estas actividades.

2 Hoy es un templo de la comunidad Hare Krisna, y el resto de la casa, hace parte de su in-fraestructura, incluyendo el restaurante vegetariano que muchos conocen.

Un día cualquiera fuimos allanados. La casa bullía de jó-venes; los que estábamos adentro, no podíamos salir, y los que llegaban, no podían entrar. Buscaban panfletos y armas. Fuimos interrogados y fichados. Los que no podían entrar, fueron rápido a avisar a la comunidad jesuita y al arzobispo (hay que pensar que no contábamos con las redes socia-les). No encontraron nada de lo que buscaban y no vieron lo realmente peligroso y subversivo para el orden estable-cido de la dictadura: un espacio de libertad, de diálogo, de reflexión crítica, de búsqueda de la voluntad de Dios, y de fuerza espiritual que fue el ambiente más propicio para que todos los que pasamos por esa experiencia nos con-virtiéramos en los agentes de las primeras manifestaciones en contra de la dictadura desde el año 1983 en adelante; y encontráramos en la lucha por el retorno a la democracia de una manera decidida, no violenta, fundamentada, una razón para vivir.

En ese tiempo, también, la Compañía de Jesús decide prio-rizar en su actividad pastoral, una organización propia: las Comunidades de Vida Cristiana (CVX), cuyo radio de ac-ción era más amplio, y el padre Vergara recibe el encargo de organizar la CVX universitaria, que debía funcionar en la misma casa. Formados por el padre Donoso, por el padre Squella y por las hermanas del Divino Maestro, no vimos dificultad: la casa era grande y ahí “cabíamos todos” y to-dos eran bienvenidos. Sin embargo, joven universitario que llegaba, joven que se entusiasmaba con este estilo de ser Iglesia. Creo que el padre Vergara no tuvo paciencia, y ya no estaban con nosotros los padres Donoso y Squella. A la larga, hubiéramos podido convivir y trabajar juntos, pero él no lo vio así, y finalmente, monseñor Oviedo consideró

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que era más sano darnos otro espacio y nos trasladamos, hermana Jane incluida, a un local del Arzobispado en pleno centro, conocido como INFOCA (antiguo Instituto de For-mación Católica, pero que en ese entonces ya no cumplía esa función). Y el padre Eloy Parra, vicario general y párroco de la Catedral, se convirtió, junto con Jane, en nuestro ase-sor. Le ayudó en esa labor Luis Gustavo González Pizarro.

Y allí comenzó una nueva historia, mucho más desafiante y arriesgada. La Revisión de Vida se puso más exigente; los compromisos más radicales; las respuestas, más concretas. Con el apoyo de Monseñor Oviedo y el padre Eloy, se creó el comedor universitario que funcionaba en la Catedral; se arrendó un departamento para funcionar como albergue universitario; se intensificó la formación, especialmente en Doctrina Social de la Iglesia, y se interactuó más con los movimientos sociales y culturales que iban surgiendo por aquí y por allá.

Fue un tiempo muy rico, muy crecedor, de los que otros pueden dar mejor testimonio que yo. Para ese entonces, ya estaba egresada, y definiendo mi proyecto de Vida. Con otros amigos en la misma condición, formamos la comuni-dad de profesionales y nos acompañamos en lo que Dios nos pedía para ese nuevo momento. A fines del año 1981, dejé la ciudad para ingresar en la congregación Compañía del Divino Maestro. Otros se trasladaron, se casaron, inten-sificaron su participación política, se unieron a otros movi-mientos de Iglesia (Cursillos, JOC, Carismáticos), fueron a ejercer su profesión a lugares pobres y apartados; uno optó por el sacerdocio, en fin: cada uno fue encontrando donde entregar la inmensa riqueza que portaba.

Ha pasado el tiempo, pero siempre se vuelve al amor prime-ro. La Pastoral Universitaria fue el “Moisés” que nos guió en el desierto, en un tiempo oscuro de nuestra historia patria, en el siempre difícil proceso de pasar de la adolescencia a la adultez. En estos nuevos tiempos oscuros, en esta Iglesia que nos duele tanto, hacer memoria agradecida de la libe-ración, de la mano fuerte y el brazo extendido del Dios que guió a su pueblo a la tierra prometida, que mana leche y miel y que ha servido de alimento durante toda la vida, alimenta mi esperanza y espero que la de muchos. Y entre nosotros, los “inolvidables” que jamás nos abandonan: José Donoso, Miguel Squella, Jane Mary Gibson, Cecilia Zakowicz, Elsa Abud, Mireya Álvarez, incluso el “gatito Vergara”, que con su dulzura nos hizo tanto bien.

Bibliografía

Nora, P. (15 de marzo de 2006). No hay que confundir me-moria con historia. (L. Corradini, Entrevistador) CABA. Re-cuperado el 2 de septiembre de 2018, de https://es.scribd.com/document/72696919/Pierre–Nora–Entrevista–So-bre–Historia

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Es este un breve apunte sobre, valga la expresión, una Pastoral dedicada al pastoreo de un rebaño un tanto desperdigado por los campos de la universi-dad, llámese salas de clase, laboratorios, gimnasio, estacionamientos, oficinas, salas de consejos, casino y otras latitudes esparcidas por las amplias avenidas del conocimiento. Pastorear el rebaño siempre fue difícil y con mayor razón en pleno desierto…

Integrarse a este grupo que se esforzaba por contribuir al llamado del Pastor fue un paso temeroso, sólo empujado por algunas invitaciones de otros avezados integrantes para arribar a compartir este transitar, particularmente motivado por la vivencia de los “Cursillos de Cristiandad”, llamados en aquel entonces “la secta” (quizás injustamente, pero le llamaban así).

Desde el año 1965, los retiros de los cursillos se venían realizando en Antofa-gasta, produciendo a no dudar vivencias personales que motivaron un cambio

Por Leonel Jofré Marín

Funcionario del Departamento de Ciencias Geológicas. Ingresó a la

Universidad Católica del Norte el 1 de abril de 1977.

Breve apunte sobre una Pastoral que sólo busca servir

Artículo 6

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importante en las vidas de sus protagonistas y en todos los lugares donde éstos se realizaban.

Estos cursillos, por aquel tiempo contaban, como ahora, con un importante número de fieles en la Universidad Ca-tólica del Norte, los que habían tenido la oportunidad de vivir esta experiencia de encuentro: con Dios, consigo mis-mo y con el prójimo. En los años noventa se planteó un Movimiento de Cursillos, con el fin de reunirlos, agruparlos, motivarlos; en la primera oportunidad, sólo se juntaron los cuatro grupos que participaron en la convocatoria de dicho movimiento, a pesar de haber desplegado grandes esfuer-zos para tan magna ocasión.

Más tarde ya se reunirían en mayor número —y así han con-tinuado por más de 26 años— sirviendo en los caminos que Nuestro Señor ha pedido, siempre en concordancia con las líneas pastorales indicadas, e interactuando con sus propias labores, además de ir invitando a nuevos/as integrantes a vivir esta experiencia de tres días.

La ideas y las discusiones de aquellos tiempos rondaban esencialmente en lo que aún se aspira hoy: cómo “agrupar al rebaño” de mejor manera (a un rebaño que, al parecer, en aquel entonces estaba más reunido que ahora). Estas aglomeraciones de seis o siete personas eran intensas, apa-sionadas, acaloradas, emocionantes, fraternas, alegres, op-timistas, sensibles, cariñosas, etc.

Las aposentadurías eran escasas, limitadas, pero cumplían el objetivo; instalados en sillas de respaldos tejidos con lá-minas vegetales, iniciábamos las sesiones, siempre pidiendo la anuencia de Nuestro Dios, para conseguir la iluminación destinada al mejor convivir de la comunidad.

Vienen a mi memoria nombres como: Angélica, el “Gato” (así le llamaban al sacerdote Emilio Vergara), el “Pato” Cam-pano, Sigfrido, Abel, José, el “Rubio” Zuleta, el “Flaco” Jo-fré, Arnoldo, Sarita, Liliana, entre otros que integraban por aquellos años la cofradía de la Pastoral.

Durante algunos años, amén de la Prueba de Aptitud Aca-démica, se podía ingresar a la universidad por medio de cupos, una forma de apoyar a alumnos que tuvieran cier-tas condiciones especiales en actividades de relevancia; un ejemplo de ello eran los alumnos que entraban por cupos deportivos.

La Pastoral —para no quedarse al margen de ello— ofrecía cupos especiales para alumnos que hubiesen tenido una destacada participación en las actividades pastorales du-rante su enseñanza media, de tal forma que en la Pastoral se recibían los datos y se promovía a aquellos alumnos con mejores antecedentes para ocupar estos cupos. La discu-sión era sorprendente pero llena del buen espíritu y es así que varios alumnos ingresaron bajo esta modalidad, algu-nos con éxito, otros sin él.

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breve aPUNte sobre UNa Pastoral qUe sólo bUsCa servir

Por largo tiempo se discutía también, entre tantas y tantas materias, que nuestra Universidad, como Católica, debiera tener signo de ello, aparte de los que ya había; un ejemplo específico que se daba era que cuando uno llega a un cum-pleaños hay adornos de cumpleaños, gorros, serpentinas, cornetas, etc. Por tanto, cuando se llega a la Universidad Católica del Norte debía haber elementos que la identifi-caran con su esencia; así, emitidas las diferentes opiniones, se llegó a que —por lo menos— se colocasen crucifijos en las salas de clase.

Recuerdo además que, dada la estrechez de las oficina de la Pastoral, se nos ocurrió la brillante idea de instalar un toldo en un costado, para reunir a los alumnos, académi-cos y funcionarios; proyecto que se propuso con inusitado entusiasmo y que incluso ya tenía un nombre: “El Toldo del Rubio Zuleta” y que nunca llegó a concretarse…

Transcurrieron los años y con ellos hubo cambios; algunos de los integrantes se fueron, otros jubilaron (perdón: se pen-sionaron), otros ya pasaron a mejor vida, y otros seguimos en este caminar. Al mirar la Pastoral aquella y la de hoy, percibo una notable diferencia; sin embargo, nos mueven los mismos principios de hacer esta universidad cada día mejor a la luz del Santo Evangelio.

Otros la integran, otros la integrarán, quizás los medios cambien, el edificio cambie, el clima cambie, las autori-

dades cambien, pero el objetivo siempre será el mismo: servir, servir, servir, como lo hizo el Señor Jesús durante toda su existencia.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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En esos años en que recién entraba a un mundo totalmente desconocido, en una ciudad ajena, cursaba mi primer año de universidad en la carrera de

Psicología; era 1999. Recién egresada de la enseñanza media decidí venirme al norte a cursar mis estudios de educación superior con la carga anímica de dejar a la familia de origen y amistades de años, con el fin de concretar mi sueño de estudiar psicología, anhelo que estaba profundamente vinculado a mis ideales, mi forma de ser y mis ganas de ayudar al resto. Este sueño comienza con la cer-canía que tuve desde la niñez con voluntariados asociados a mi participación activa en la Iglesia Católica; luego ya en la adolescencia mi participación estuvo relacionada con el coro de la Iglesia con ser monitora de catequismo, y el perte-necer a grupos juveniles donde nos reuníamos para orar y para hacer pequeños cambios a nuestro alrededor.

Con todo este fuerte camino recorrido, con la posibilidad de poder ser parte de un lugar donde existían jóvenes con las mismas ganas, espíritu y deseos de

Por Margareth Cleveland Slimming

Coordinadora de Diseño Curricular y Mejora Continua CIMET

Coquimbo UCN. Magíster en Psicología Comunitaria, Universidad

de Chile. Psicóloga, Universidad Católica del Norte, Chile. A partir

del 2016 se integra a CIMET, impulsando la instalación de A+S desde una metodología activa de

innovación en el aula a partir del sello valórico de la UCN.

Larga vida a quienes acogen y transforman

Artículo 7

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hacer el bien, es que surge la imagen de la Pastoral, donde de manera inicial y tímidamente me acerqué para saber de qué se trataba, y desde el primer día me sentí muy acogida. Recuerdo haberme sentado en los sillones y de ahí no me paré en un buen rato donde permanecí conversando con las personas, veía que llegaban los demás como si fuera una gran casa en la que se sentían cómodos, compartían expe-riencias del día y se servían un té o un café. Y eso era preci-samente lo que estaba buscando: poder sentirme como en casa, recordar el espíritu de colaboración y hermandad que tuve en mis años de participación en la Iglesia con amistades de muchos años.

Al sentirme en casa, la confianza aumentó y las invitaciones a participar y aportar desde lo que podía surgieron; es así como me vinculé con el coro de las misas juveniles realizadas en la tarde noche, donde la capilla hacía resonar nuestras voces, e invitaban a acercarse a todo aquel que quisiera parar por un momento en su día y reflexionar bajo la palabra de Dios. Es así como comienzan historias de fraternidad con to-dos y todas las que participábamos en la Pastoral, ya que nos reconocíamos dentro de la universidad, y nuestras miradas y brazos se extendían para recordarnos que no estábamos solos, que juntos éramos una comunidad de apoyo mutuo y permanente. Cómo olvidar al padre Jaime, al padre André, a Hernán Alfaro, a Erika Tello, quienes siempre estaban con una sonrisa, con una capacidad de escucha bondadosa para ayudarnos en lo que necesitábamos.

Este fuerte sentido de comunidad y de reconocernos dentro de la universidad fue el puntapié inicial de muchas ideas que surgieron durante estos años, como el comenzar a realizar los primeros encuentros juveniles llamados “Shalom” donde íbamos abordando distintos temas para profundizar bajo el alero de la palabra de Dios; un espacio que quisimos crear para hacer fluir las emociones y las discusiones con profundidad, esas que tocaban la fibra de los corazones, y a partir de ahí comprometernos con acciones concretas de cambios de acción, y de mirar ciertos fenómenos que nos aquejaban en esos momentos.

Recuerdo mis primeras aproximaciones al voluntariado en la Pastoral. ¡Cómo no tener en mente esas miradas de los niños y niñas del Hogar Don Orione, que sólo entregaban amor con sus gestos, y cómo no entregarles de vuelta esa atención y cariño que ellos necesitaban! Recuerdo las sa-lidas nocturnas al basural de la Chimba para conversar y entregar algo de calidez en esas noches duras de frío con las que tenían que lidiar las personas que habitaban ahí. Y ya en mis últimos años añoro en mi corazón los nombres de cada uno de los niños y niñas con las que trabajamos todos los sábados en el comedor abierto de la junta de vecinos de Vida Nueva, aportando un granito de arena a sus vidas llenas de vulnerabilidades y situaciones complejas.

A este grupo humano que me acompañó durante mis años de estudios le debo parte de lo que soy ahora, parte de mi

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larga vida a qUieNes aCogeN y traNsformaN

búsqueda constante por comprometerme en la ayuda del otro, en la búsqueda del bien común y en mis deseos que aún persisten de tener una mirada más humanitaria de mi alrededor, con el objetivo de hacer una sociedad más justa y solidaria, desde la congruencia y revisión permanente de mis valores y principios que no se transan, sólo se instalan en nuevos escenarios con el desafío de transformar nuestras vidas en el presente.

Mucho amor y larga vida a la Pastoral que acoge y tras-forma.

Los quiero.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Ingresar a la Pastoral Universitaria fue una de las cosas más bellas que hice du-rante mi estadía en la universidad. Me permitió desarrollar una parte de mí que

me inculcaron desde niña, la actividad social, y conocer personas maravillosas que hasta el día de hoy forman parte de mi vida.

Todo comenzó cuando escuché que un grupo estaba yendo a un hogar de ni-ños, de inmediato me acerqué a la pequeña oficina para preguntar y sumarme a la actividad… Desde el mismo minuto que entré me sentí acogida y salí feliz, con una fecha y hora para incorporarme al grupo que iría al Hogar Don Orione. Desde ahí en adelante tuve un lugar y un grupo de amigos en la Pastoral.

Las visitas a Don Orione eran cada domingo, nos juntábamos en la puerta de la universidad y partíamos, al inicio, cómodamente sentados en la camioneta de Hernán, luego de un tiempo íbamos todo amontonados y algunas veces un grupo en micro… Era increíble cómo se sumaba gente a esta hermosa causa, y con ello

Por Fadua Mahuad Adaos

Ingeniero Civil Químico, egresada de Universidad Católica del Norte,

año 2001. Participó en Pastoral Universitaria entre los años 1996 y

2001.Coordinadora Comedor Abierto “Jesús Obrero”. Miembro de equipo de Don Orione, Hogar de Madres

Adolescente y la Chimba. Actualmente Metalurgista en Compañía Minera

Doña Inés de Collahuasi

“Hacer universidad” gracias a la Pastoral

Artículo 8

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cómo crecía el grupo de personas que conformábamos la Pastoral. Debo decir que en mi vida hay un antes y un des-pués de haber asistido a este hogar. Conocer a los niños y darme cuenta de que a pesar de todos los problemas que los aquejaban los hacía tan feliz que compartiéramos unas horas de nuestra semana con ellos, me enseñó a ser más agradecida de todo lo que la vida me ha dado.

Luego de eso, me invitaron un día sábado al Comedor Abierto “Jesús Obrero”. En ese lugar inicialmente se apo-yaba a un grupo de niños con sus quehaceres escolares. Increíblemente en un par de semanas estaba a cargo de las actividades a desarrollar y de formar un equipo para poder concretarlas, partimos dos personas y al poco tiempo lle-gamos a ser un grupo numeroso y feliz, con una cantidad de niños que se multiplicaba semana a semana. Además del apoyo en sus deberes, pasamos a desarrollar activida-des recreativas y darles almuerzo a los niños… Fueron años maravillosos. Hasta ahora cuando alguno de ellos me re-conoce en la calle me llama tía y me abraza con cariño. Esto permitió el ingreso de nuevos amigos a la Pastoral: ¡Ya éramos un grupo numeroso que deseaba desarrollarse más allá del plano de la acción social! Deseábamos también potenciarnos personal y espiritualmente…

Se realizaron cambios en los horarios de las misas en nues-tra capilla y con ello nos fuimos haciendo más visibles para la comunidad universitaria; la pequeña oficina asignada a la Pastoral se hacía pequeña para la cantidad de personas que llegaban a compartir día a día. Todo esto generó que se ampliara nuestro espacio físico y posteriormente se me-joraran las instalaciones.

El encuentro continental de jóvenes realizado en Santiago fue una gran experiencia y ayudó a seguir incorporando nuevos miembros al grupo. Para mí también tuvo un signifi-cado especial, porque me ayudó a acercarme a un grupo de personas con las que hasta ese momento no había tenido la oportunidad de conocer y compartir.

Luego de ello comenzamos a organizarnos mejor: había coordinadores para las diferentes actividades sociales a las que, a esas alturas además de las mencionadas, se había sumado el Hogar de Madres adolescentes y la Chimba; ya había un coordinador de comunicaciones, también había coordinador para las misas, contábamos con un coro for-mado por miembros de la Pastoral, que hacían su mejor esfuerzo, y de actividades como los Shalom: encuentros en los que desarrollábamos diferentes potenciales para conti-nuar aportando al desarrollo y crecimiento de la Pastoral.

Realizamos encuentros de pastorales universitarias con otras universidades del norte de Chile, en los que tenía-mos jornadas de reflexión y espacios para compartir la vida y divertirnos. Pudimos absorber nuevas ideas que luego tratábamos de implementar y también conocimos bellas personas, con las mismas esperanzas y motivaciones. Aún conservo algunos de aquellos amigos.

Formamos un grupo consolidado, donde la alegría y el entu-siasmo siempre estaban presentes. Fueron años hermosos y llenos de alegría. Siempre he pensado que haber sido parte de la Pastoral le dio a mis años de universitaria un sentido di-ferente; como yo digo: me permitió “hacer universidad”. Ya no sólo asistía a clases y a estudiar a la biblioteca, tampoco

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“haCer UNiversidad” graCias a la Pastoral

me rodeaba sólo de mis compañeros y amigos de carrera… ¡Era mucho más que eso! Tenía un lugar en el que me sentía acogida y en el que podía desarrollar otras áreas de mi vida y tenía amigos en todas las carreras; también, para poder conseguir recursos, conocí al rector, vice rectores, directo-res, jefes de departamento y académicos. Fueron años en los que me formé no sólo como profesional, sino también como una persona con valores y principios cristianos, con Fe renovada y vocación social, que luego de casi 17 años de egresada siguen siendo un pilar fundamental de quien soy.

Agradezco a Dios la oportunidad de haber participado y conocer a tantas personas maravillosas que siguen siendo parte de mi vida.

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Cuando ingresé a la Universidad era tal mi felicidad que me prometí que debía retribuir de alguna manera ese sentimiento a quienes me rodearan.

Comprendí que de alguna manera era necesario comprometerme con la posi-bilidad que se me había entregado, siendo un aporte para que otros pudieran también cumplir sus metas y sueños.

De este modo es que comencé a buscar algún tipo de voluntariado o grupo que acudiera en ayuda de otras personas; sin embargo, la carga académica que me presentaba la universidad, más mis horarios de trabajo, me hicieron replantear-me si era el momento para involucrarme en más actividades. Con el correr del primer semestre comencé a sentirme muy agotada física pero sobre todo emo-cionalmente, cuestionándome si acaso esa constante rutina entre la universidad, mi casa y trabajo, era todo lo que había para mí en ese momento.

Pero, a pesar de sentir que aprendía sobre muchos temas en clases, no podía negar que algo me hacía falta; ir a clases no era suficiente, por lo que nuevamente

Por Alejandra Brizuela Tapia

Psicóloga perteneciente al equipo de trabajo en Proyecto Imi, titulada de

la Universidad Católica del Norte en el año 2008. Participación en

Pastoral Universitaria en el período 2003–2009, como voluntaria en los

campamentos “Los Arenales”, “Las Mujeres”, “Comedor André Jarlán” y

“Hospedería del Hogar de Cristo”.

“Tenemos el deber de aportar para que este mundo sea mejor”

Artículo 9

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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comencé a buscar alguna actividad que me permitiera salir de la rutina en la que había caído.

De este modo es que encontré un voluntariado que me llamó la atención. Se trataba de ir a hacer reforzamiento es-colar con niños que vivían en un campamento, sentí que era justo lo que andaba buscando, pero también me di cuenta que esto pertenecía a la Pastoral de la universidad, por lo que dudé si realmente quería involucrarme con la religión católica… Sin embargo, pese a las dudas decidí hacerlo, y semanalmente dedicaba mi mañana de los sábados a visitar un campamento con el objetivo de estudiar y también jugar con los niños que vivían ahí.

Poco a poco fui dándome cuenta de que aunque, el vo-luntariado perteneciera a una estructura vinculada con la Iglesia, esto quedaba en segundo plano cuando se trataba de ir en ayuda de otros, por lo que comencé a frecuentar de forma más seguida las oficinas de la Pastoral, para asistir a reuniones en un principio, pero luego fui quedándome a estudiar en sus dependencias, a escuchar música, a comer y a conocer mucha gente de distintas carreras, con quienes compartía los mismos intereses, los que se resumían bási-camente en “colaborar en hacer de este mundo un lugar mejor para todos, sin excepción”.

Es así como participé en distintas actividades de la Pasto-ral, siempre muy reticente a asistir regularmente a misas o

eventos eclesiásticos, pero abiertamente dispuesta a acudir a aquellas instancias en donde se podía poner en práctica los valores que profesan las distintas religiones.

Los recuerdos más lindos de mi época universitaria están vinculados a la Pastoral, con todo el trabajo que implicaba organizar las fiestas navideñas para los niños que se aten-dían en los distintos voluntariados, las Misiones de verano, las celebraciones de cumpleaños de quienes pertenecíamos a la Pastoral, las tardes de conversación y estudio que com-partíamos en sus oficinas, pero por sobre todo el ambiente familiar y de acogida que fue el sello característico de quie-nes integraron esa segunda familia en la que se convirtió para mí y creo que para todos quienes compartimos esos momentos del año 2003 al 2008.

Luego de haber sido parte de diferentes voluntariados, inclu-so una vez egresada, es que actualmente sigo siendo parte de la Pastoral Universitaria, ahora desde mi rol profesional pero convencida, al igual que en esos años de estudiante, de que cada uno de nosotros tiene el deber de aportar de manera concreta para que este mundo sea mejor, para que las per-sonas puedan sentirse felices la mayor parte de sus vidas y que un pequeño gesto con otro puede ayudar a cambiar la manera en que ese otro mira su vida y su futuro.

Sin duda, mi paso por la Pastoral Universitaria ha sido una de las cosas más importantes que me ha pasado, encon-

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“teNemos el deber de aPortar Para qUe este mUNdo sea meJor”

tré en ese espacio a personas maravillosas que aún siguen siendo parte de mi vida, compartí con ellos muchos mo-mentos de alegrías pero también de tristezas, convirtién-dose en parte fundamental de mi historia como estudiante universitaria, hoy como profesional pero por sobre todo de mi desarrollo personal.

Si hoy miro hacia atrás, no logro imaginarme cómo habrían sido mis años de universitaria sin el acompañamiento cons-tante de la Pastoral y de todas aquellas personas que la conformaron; sin duda, es una experiencia que aliento a ser vivida por todos quienes tienen la posibilidad de entrar a la Universidad Católica del Norte.

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Me envían un correo solicitándome que cuente mi vida en la Pastoral y en lo primero que reparo es en la fecha; es ahí donde me doy cuenta el tiempo

que ha pasado, y realmente es mucho.

Ingresé a la universidad en el año 1992, a Ingeniería en Procesos Químicos. Siempre pasaba por Admisión y al lado había una puerta que estaba siempre cerrada con un desteñido letrero azul que decía Pastoral Universitaria. Ésta es-taba cerrada desde el 73 (no profundizaré en la causas), y sólo existía en línea segmentada en el organigrama de la Universidad Católica del Norte.

Pasado el tiempo, una compañera me dice que están preparando para la Con-firmación; ahí había una monjita canadiense que nos motivaba a ir a la capilla, a rezar en la Virgen del Cerro; pero lo cierto es que nos costaba hacer iglesia en una universidad donde los estudiantes, nos veían raro al entrar a la capilla. Al pasar el tiempo esta monjita vuelve a su país sin terminar de prepararnos. A esas

“Nosotros fuimos los muñecos rotos en el Hogar Don Orione…”

Artículo 10

Por Guillermo Bello Rodríguez

Estudió Ingeniería en Ejecución en Procesos Químicos, entre los años

1992 y 1996. Su vida laboral la ha desarrollado en el ámbito de la minería, teniendo diversos cargos.

Actualmente trabaja administrando un contrato de Mantenimiento

Preventivo en los trenes de la RED de Metro, S.A., en Santiago.

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alturas quedábamos 12 y nos toma Hernán Alfaro, profesor de teología, para continuar el proceso de Confirmación. Nos reuníamos en esas oficinas cerradas por años, con dos simples escritorios y sillas dadas de bajas a prepararnos, hasta que llegó el día y nos confirmamos, renovando nues-tros votos de fe.

Como había pasado con otros grupos de confirmación nos separamos por un tiempo, hasta que un día nos reuni-mos con Hernán el cual nos motivó a abrir las puertas de la Pastoral. Nos juntamos los 12 y se nos unieron otros más y realizamos una promesa: no volver a cerrar las puertas de la Pastoral, y así fue como hacíamos horarios para que siempre las puertas estuvieran abierta, soñando y viendo cómo pasaban los otros estudiantes mirando extrañados; con frecuencia esas instalaciones se transformaban en una oficina de informaciones para algún extraviado. Eso, aunque no lo crean, fue nuestro primer desafío.

Todos los viernes por la tarde realizábamos una misa. Ahí nuestros compañeros veían cómo ingresábamos a misa; debo recordar que eran bien jocosas, teníamos a nuestro guitarrista Percy Monje y nuestro coro formado por com-pañeras, que en realidad no venían precisamente del Teatro Municipal, pero con pasión ensayaban día a día; gracias a Dios llegaron más integrantes con mejor voz. Después de la misa nos reuníamos en la Pastoral en unas interminables

tertulias, que por una razón u otra terminábamos en la pen-sión de Cristian Reinoso.

Nuestras tácticas de reclutamiento fueron avanzando, primero ofreciendo un lugar tranquilo para estudiar, ahí llegaba un compañero con un amigo al cual motivábamos a participar y se transformaban en amigos. La siguiente tác-tica era hacer misa a medio día. Por primera vez sonaban regularmente las campanas de la capilla, sólo entrábamos nosotros, pero comenzamos a mostrarnos a la comunidad estudiantil.

Un día, no recuerdo quién dijo que habían quebrado dos muñecos de yeso en el Hogar Don Orione, y dos estudian-tes de arquitectura, Cristián y César, propusieron ir a re-pararlos; así que ahí estaba nuestra primera acción social. Compramos yeso, unas mallas y unos tarros de pintura, y partimos. Sorpresa para nosotros, nos encontramos con muchos muñecos rotos… En el hogar había abuelitos, niños y jóvenes que nos regalaban una sonrisa con sólo cantarles, tocar su cabeza o hacerles cosquillas. Claro que esos mu-ñecos rotos a los que me refiero éramos nosotros; fuimos a reparar y nos repararon a nosotros. Ahí nació nuestro nue-vo compromiso: como universitarios pobres que éramos, regalábamos compañía y partíamos todos los domingos a verlos. Créanme que fui por años; luego, entre el trabajo y la vorágine de la vida, dejé de ir. No recuerdo cuándo fue la última vez que pisé ese hogar…

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“Nosotros fUimos los mUñeCos rotos eN el hogar doN orioNe…”

Después llegó la tía Erika; comenzamos a tener más re-cursos, más influencia, nuevos compañeros que llegaron gracias al Encuentro Continental de Jóvenes, con ideas renovadas, nuevos desafíos que afrontábamos día a día, algunos comenzaron a formar niños para la Confirmación y Primera Comunión; se realizaban acciones sociales más ordenadas y dirigidas, teníamos experiencia y ya estábamos consolidados.

Nuestro primer aniversario lo vivimos con alegría, ya éramos como 35 personas, compramos papas fritas, cosas para picar y bebidas; nos conseguimos el casino de la universi-dad y ahí preparamos nuestro primer aniversario, sin mucha pompa tal vez, sin saber en lo que se convertiría la Pastoral para la Universidad.

Aún tenemos contactos con los niños, algunos nos junta-mos, nos saludamos por Facebook; el recuerdo de aquellos años siempre nos unirá. Fue algo importante en nuestras vidas y fuimos afortunados en participar.

Fueron tiempos felices, tiempos de amigos donde Dios se me presentó de diversas formas: un niño en el basural, un anciano, un desvalido o una embarazada soltera luchando por su niño. El recuerdo de esos años me unirá a todos aquellos que pasamos por la Pastoral.

Ya han pasado 20 años desde que nos propusimos mante-ner las puertas abiertas. Hoy puedo decir con orgullo que nuestro pequeño gran desafío fue logrado con creces.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Es un verdadero gusto saludar en sus veinte años de funcionamiento a la Di-rección de Pastoral y Cultura Cristiana de la UCN. Espero y deseo que sigan

trabajando con el mismo ahínco, aportando con su granito de arena a esta insti-tución y de todas formas agradezco el que nos den la oportunidad, a través de su intermedio, de poder ayudar a los que más lo necesitan que son las familias de nuestra comunidad cercana a la universidad, y de esa forma logremos también hacer nuestro aporte a la responsabilidad social (RSE) de la UCN.

Me he tomado estas líneas para contar un poco lo que han sido estos años par-ticipando de la Pastoral, y en especial del trabajo que ha significado la formación del Club de Padrinos de la Pastoral, que comenzó sus actividades cerca del año dos mil con algunas interrupciones de por medio.

En ese entonces, ya más de 18 años, me llamaba mucho la atención lo costoso y abrumador que resultaba para una familia el hecho de tener que enfrentar una

Club de los Padrinos; una forma de responsabilidad social

Artículo 11

Por Nelson Llanca Oyarce

Administrador de Desarrollo Académico, Vicerrectoría Académica de la Universidad Católica del Norte.

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enfermedad complicada, y además “de las caras” o de alto costo, que afectara a alguno de los miembros del grupo fami-liar, lo que lleva a que toda la familia se vea impactada y a la vez complicada desde el punto de vista económico y emocional.

Esto enseguida me llevó a la reflexión de que para ayudar al prójimo o al que necesita de una mano amiga, no hay que salir a buscarlo tan lejos, está tan cerca de nosotros mismos que a veces no nos percatamos de que para ayudar a alguien basta con mirar al lado, y ahí está quien necesita de nuestra ayuda. Con este pequeño análisis es que nació la idea de la formación del Club de Padrinos de la Pastoral que tiene como principal objetivo el poder ayudar a quienes se ven enfrentados a esta realidad de tener que soportar mayores gastos en su presupuesto familiar por razones de salud, y que además no tienen una buena situación econó-mica para hacer frente de mejor manera a esa necesidad.

La ayuda de este Club de Padrinos consiste en preparar una canasta que permita a una familia paliar en parte los gastos de alimentación, dada la complejidad producida por lo que se mencionó anteriormente. Si bien es cierto que con esta ayuda no se logra compensar el gran gasto que produce el enfrentar una enfermedad de alto costo, es un pequeño aliciente y apoyo que ayuda en la parte afectiva y emocio-nal a una familia, ya que permite, entre otras cosas, asistir tanto a la persona como su familia, y que de esta forma se sientan acompañados y apoyados.

El Padre Hurtado decía “dar hasta que duela”. En esta opor-tunidad, para los socios de este Club, se trata de que, como familia en su compra mensual, si su presupuesto lo permite,

pueda adquirir un alimento adicional a dicha compra con el que pueda ayudar a una familia que lo necesita. Con la ayuda de cada socio se arman las canastas básicas que son entregadas a las familias mencionadas o a una institución que lo necesite.

En todo este tiempo hemos apoyado a varios compañeros de trabajo que han pasado por tiempos difíciles. También hemos ido en ayuda de algunas comunidades como los son los campamentos de inmigrantes, que de un tiempo a esta parte han aumentado en forma insospechada.

Hagan tesoros en el cielo, dice el Señor (Lc 12,20), pero, ¿qué significa eso específicamente? Que seamos respon-sables con nuestro prójimo y que, si podemos, nos ocupe-mos también de sus necesidades. La responsabilidad no sólo está ligada con los resultados de lo que hacemos, sino también con los resultados de lo que dejamos de hacer. ¿En qué momento se nos hace responsables de algo que no hacemos?, cuando por no haber hecho lo que debimos resultan perjudicadas otras personas. La responsabilidad social, por su parte, pretende que cada uno de nosotros sea responsables con el otro y con nosotros mismos, he ahí la importancia de poder ayudar.

Nuevamente, manifiesto mis mejores deseos para las per-sonas que laboran en la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana, y que estos veinte años hayan sido gratificantes para cada uno de ellos. Hay aún mucho camino por reco-rrer y mucho por hacer. Espero poder seguir colaborando en esa misión a través del Club de Padrinos de la Pastoral UCN de Antofagasta.

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Al pensar en la Pastoral de la UCN, vienen a mi mente muchos de los mejores momentos de mi vida universitaria y posterior a ella.

Siempre consideré la acción social como algo muy destacable, y viviendo en Calama no tuve muchas oportunidades de participar en actividades solidarias. Al entrar a la Universidad y pasar el tiempo, descubrí las instancias que la Pas-toral permitía a los estudiantes para el desarrollo social y espiritual, y permitió coincidir mis motivaciones y las actividades pastorales. Una vez dentro, me llamó la atención la cohesión del grupo ya conformado. Eran todos muy simpáticos, amables y con una voluntad notable.

La primera acción social en la que participé fue el voluntariado para el Hogar de acogida Don Orione. El impacto al ver las necesidades de esas personas me conmovió, y fue el primer acercamiento importante a la realidad que mu-chas personas sufren diariamente. Estuve por mucho tiempo relacionado a ese

Por Juan Castro Funes

Ingeniero Comercial de la UCN. Ex–Pastoralista, participante en las áreas de Acción Social,

Comunicaciones, Investigación y miembro del Consejo Pastoral

Estudiantil. Actualmente desempeña labores como

funcionario público.

La acción social permite encontrar un sentido a la vida

Artículo 12

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voluntariado, asistiendo cada fin de semana, invitando a amigos, y hasta coordinando las actividades del grupo que visitaba el hogar.

En este hogar, uno de los momentos que definió mis moti-vaciones, como voluntario y como estudiante, fue conocer a don Ibar, un adulto mayor, que por diversas enfermeda-des debió ocupar una silla de ruedas, y su familia decidió llevarlo a la casa de acogida. Aún recuerdo que me senté a su lado y bastó con preguntarle cómo estaba, para que él me contara todas sus penas ya que no quería estar en un hogar de acogida, pero su familia no podía (o no quería) hacerse cargo. Pasaron varios meses en los que, luego de cada visita a los niños y adultos del hogar, me quedaba con-versando con él (incluso un par de veces pude entregarle un vinito a escondidas…), y lamentablemente el tema de su estadía y su familia eran lo más triste. Al tiempo también pude conocer a otro adulto mayor, don Domingo, el cual se hizo muy amigo de don Ibar dentro del hogar; fue mucho tiempo que compartimos, en el cual también una prima y una amiga fueron parte del acompañamiento a don Ibar, y se le pudo ver muy contento por varias semanas. A veces, cuando se daban las condiciones, acompañábamos a don Ibar a hacer trámites. Lo más triste fue al cabo de unos me-ses en que no pudimos ir a visitarlo, y en una de las visitas al Hogar don Orione, me entregaron la trágica noticia que había fallecido.

Como estudiante, lo sucedido con don Ibar me motivó a buscar las opciones en las que podía desempeñarme la-boralmente, siendo la acción social y el servicio público las labores que sentía podían acercarme más a ayudar, aunque sea un poco, a las personas que más lo necesitan. Esta ex-periencia no habría sido posible, si no hubiera conocido las actividades sociales que realiza la Pastoral.

Mientras más fui involucrándome, se me dio la oportunidad de participar en más instancias; será difícil en estas líneas resumir todos los grandes momentos en los que participé como pastoralista. Participé en diferentes áreas de la Pas-toral: Acción Social, Comunicaciones (participando en la preparación de una de las ediciones de la Revista INACTU), Investigación y también formé parte del “Consejo Pastoral Estudiantil”, contando en cada una de las actividades con el apoyo irrestricto de la Dirección de la Pastoral. En esto último, como pastoralista, fui testigo de la evolución de la Pastoral Universitaria, convirtiéndose en una Dirección de Pastoral, como resultado del extraordinario trabajo y ges-tiones que día a día realizaron la tía Erika Tello y Juan Ignacio “Chepu” Sepúlveda, con el apoyo de Felisa y otros funcio-narios de la Universidad.

Otra de las actividades importantísimas de las que la Pasto-ral se encargó, fue la coordinación en la región de la “Misión País”, que surgió por iniciativa de la Pontificia Universidad Católica. Todos los pastoralistas nos dividimos en grupos

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la aCCióN soCial Permite eNCoNtrar UN seNtido a la vida

para ser destinados por varios días a distintas comunas de la región y del país, aportando en el acompañamiento a la comunidad, apoyando a la labor de la Iglesia y transmitir la fe. Principalmente; participé en las misiones en Taltal, don-de compartimos con la comunidad, fuimos puerta a puer-ta interactuando con la gente, y conociendo jóvenes muy especiales que tenían las mismas motivaciones y pasiones.

Ya en la etapa final de mi vida universitaria, la Pastoral nos invitó a participar del Encuentro Minimanila, en el que com-partimos con jóvenes de diversos países, sobre las proyec-ciones de cómo enfrentar el mundo laboral desde un punto de vista cristiano. Adicionalmente, se generaron redes de trabajo con otras instituciones, como el Hogar de Cristo, Un Techo para Chile, entre otras, que permitieron cimentar mi desarrollo laboral. Incluso fuera de la vida universitaria, la Pastoral nos motivó, junto a otros expastoralistas y estu-diantes, a continuar actividades sociales y espirituales. Es así como realizamos una actividad de Navidad para fami-lias de diversos sectores de Antofagasta, que les permitió compartir una cena navideña en grupos de dos familias, intercambiando experiencias sobre el sentido y la forma en que celebran esta relevante festividad.

La Pastoral, como otras instituciones sociales que funcionan mediante voluntariado, siempre ha tenido que lidiar con escasez de voluntarios, y esto se agudiza al ser parte de un mundo universitario, que para el estudiante es estresante,

y consume la mayor parte del tiempo de los jóvenes. Sin embargo, fui testigo de cómo muchos de los voluntarios llegaron incluso a sacrificar tiempo de estudio para parti-cipar en las actividades que iban en ayuda de los más ne-cesitados. Uno de los momentos de más sacrificio para los voluntarios que puedo recordar, fue que, siendo estudian-tes en noviembre de 2007, observamos las consecuencias del terremoto que afectó a Tocopilla. En la Universidad era época de pruebas finales y exámenes, pero eso no impidió que muchos voluntarios sacrificaran varios días que podrían haber destinado para preparar sus estudios, y concurrieron a la afectada comuna, participando en la construcción de mediaguas para los damnificados, y aún más importante, compartiendo con las familias afectadas, escuchando sus testimonios, angustias y entregándoles un mensaje vivo de fe y esperanza.

Citando la editorial de la revista INACTU, aún soy un con-vencido de que se debe “inculcar a los jóvenes que la acción social es uno de los principales medios para encontrar un sentido a la vida presente, lejos del individualismo, el egoís-mo y la codicia material, que termina por enajenar al ser hu-mano y llevarlo a una vida infeliz y llena de complicaciones”.

Solidaridad, trabajo en equipo, sacrificio y empatía son al-gunos de los muchos valores que la Pastoral permitió for-talecer y que hasta el día de hoy están presentes en nuestro desarrollo profesional, personal y social, y que son recono-

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cidos y destacados por quienes trabajan con nosotros en las diversas instituciones laborales en las que nos desem-peñamos. En el tiempo en que estuve en la Pastoral, conocí grandes personas, hice muy buenos amigos que hasta el día de hoy compartimos (y que sería imposible nombrar-los a todos…). Asimismo, sólo tengo recuerdos cariñosos de Chepu, tía Erika, Felisa, Nathan, el padre André (quién ofició mi boda), y otros que nos apoyaron en el camino.

Quiero dar las gracias a la Pastoral Universitaria por todo lo que han entregado a la comunidad universitaria y de la región. Una gran parte de la persona que soy ahora es gra-cias a lo que experimenté en la Pastoral. Al haber sido de otra ciudad, siempre la sentí como mi segundo hogar. Si

bien mi formación académica fue la prioridad por la que ingresé a la Universidad, y por la que ahora tengo un título profesional que me permite desempeñarme laboralmente, fue en la Pastoral donde tuve grandes y lindas experiencias, que me enseñaron a aprender de mis errores, me apoyaron en tiempos de crisis y me inculcaron valores que intento aplicar a cada día de mi vida.

Me siento honrado por representar mi experiencia con la Pastoral, y siempre estaré disponible para cualquier cosa que me necesiten, así como ustedes han estado para mí. Espero que esta hermosa institución crezca más y más, con la fortaleza de todos quienes la integran. Los quiero mucho. Dios los bendiga.

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Han pasado 16 años desde la última vez que trabajé en la Pastoral Universi-taria, pero lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Mi memoria vuela lejos

hasta mi querida Antofagasta y los recuerdos inundan mis pensamientos car-gándolos de sensaciones y sentimientos.

Retrocedo a aquellos días donde las causas eran nuestras batallas de lucha, donde sentíamos que con pequeños granos de arena estábamos cambiando el mundo, donde queríamos ser parte de algo que albergara esa enorme sed de ser, aportar y servir. ¡Qué tiempo más pleno y maravilloso!

“La caridad del universitario debe ser primariamente social: esa mirada al bien co-mún. Hay obras individuales que cualquiera puede hacer por él, pero nadie puede reemplazarlo en su misión de transformación social”. San Alberto Hurtado

Por Katherine Cifuentes Muñoz

Periodista titulada de la Universidad Católica del Norte,

Ex Pastoralista. Es Magister en Comunicación Estratégica,

Diplomada en Gestión Empresarial, Diplomada en Marketing y Ventas,

y Experta en Marketing Digital y Redes Sociales. Actualmente está casada y es madre de un hijo, vive

en Santiago donde es directora y socia de AKUP LTDA; también

dedica parte de su tiempo a acciones animalistas y colaborar

con obras sociales.

“Éramos un pequeño grupo que trataba de hacer milagros comunicacionales…”

Artículo 13

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Estas palabras fueron mi motivación, mi guía, mi razón de ser y hacer.

Llegué a la Pastoral un día, tímidamente, a conocer de qué se trataba y me encontré con un movimiento constante de gente. Entraban y salían; algunos sentados, otros parados y otros recostados. Entre todo ese ambiente de relajo me contaron los programas que desarrollaban y de a poco me fui entusiasmando.

El primer paso fue inscribirme en la catequesis. No había po-dido finalizar el sacramento de la Confirmación, así que co-mencé de inmediato. Fue tiempo de aprendizaje y reflexión, teniendo a mi lado a las mejores personas: a Hernán Alfaro como mi catequista, y a Edward Mitchel como mi padrino.

Poco a poco fui acrecentando mis pasos en la Pastoral. En aquellos tiempos estaba estudiando Periodismo, así que me hice cargo del área de comunicaciones. Fue una época entretenida y llena de desafíos. Éramos un pequeño grupo humano tratando de hacer milagros comunicacionales.

Y así surgió la Revista IN ACTU, un loco desafío que co-menzó recorriendo las calles de Antofagasta, tratando de conseguir auspicio. En esa época, solicitábamos cinco mil pesos mensuales y a cambio la empresa o institución podía aparecer en la contraportada con el logo o aviso publicitario en cada edición.

Al principio no fue fácil, como equipo golpeamos muchas puertas y varias se cerraron. Ya con la llegada de los prime-ros aportes logramos pagar parte del costo de impresión, conseguimos las fotocopias con la Universidad y un amigo diseñador gráfico externo realizó la diagramación. El primer número estaba listo.

Para la segunda edición recibimos un gran aporte. El Padre Felipe Berríos s.j., había lanzado su libro “100 reflexiones para amar y servir” y nos regaló una caja con 100 unida-des para que pudiésemos venderla y generar recursos para IN ACTU, así que nos pusimos en campaña: ¡a vender, a vender!

Una vez con la revista establecida, quise seguir una causa directamente social. En la Pastoral había muchas áreas cubiertas, pero sentía que faltaba algo; así conocí el Ho-gar de Madres Adoratrices de Antofagasta, dedicadas a cuidar y proteger a las madres adolescentes y sus peque-ños hijos.

Como equipo nos enamoramos de esta misión y dedica-mos cada tarde de jueves a acompañar a las Hermanas Adoratrices, a las jóvenes madres y a sus hijos. Logramos hacer campañas de recolección de ropa de bebé, pañales, y juguetes. Establecimos grupos de estudio como apoyo y realizamos jornadas entretenidas.

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“Éramos UN PeqUeño grUPo qUe trataba de haCer milagros ComUNiCaCioNales…”

La revista IN ACTU estaba en marcha, y el grupo de acción de las madres adolescentes estaba en funcionamiento. Yo sentía que podía dar aún más, ser un mayor aporte. En esos momentos estaban las elecciones para Coordinador Gene-ral de la Pastoral, así que me ofrecí a ser la primera mujer en ocupar ese cargo… ¡y lo hice!

Con gran alegría representé a mis compañeros y traté de hacer una buena labor; siempre poniendo el corazón en cada tarea encomendada y dedicándome en cuerpo y alma. Hoy miro hacia atrás y siento un enorme orgullo por esta parte de mi vida… Mis años universitarios.

A mi memoria llegan nombres como Edward, Heidy, Este-ban, Mitzi, Daniel, Gissella, Ronald, Claudia, Felipe, Dianne, Fadua, Percy, Pamela, Margaret, Guillermo, MayLyn, Chris-tian, Tatiana, David, Pía, Pablo y tantos otros que estuvieron presente en el camino pastoral.

Imposible olvidar a nuestro querido amigo, compañero y guía Hernán Alfaro; a nuestra amorosa, cálida, comprensiva y atenta tía Erika; a nuestra querida Felisa “Feli”, siempre tan dispuesta a ayudar. Y muy especialmente a mi gran amigo y confidente, el padre Jorge Ramírez Benavidez, s.j.

Puedo decir con orgullo que fui parte de la Pastoral entre 1998 y 2002. Un largo recorrido que me hizo crecer y ser mejor persona. Si alguien me preguntara si mi paso por la

Universidad Católica del Norte hubiese sido el mismo sin la experiencia Pastoral, mi respuesta sería un rotundo “No; no lo sería”, y yo no me habría convertido en la mujer que soy ahora.

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Al comenzar mi tercer año de universidad, decidí inscribirme en la Pastoral para realizar los sacramentos, “el clásico 2x1”: Primera comunión y Confirmación. Con constancia, en diciembre del 2014 estaría en la ceremonia. Nunca pensé que terminaría quedándome hasta salir de la carrera, y mucho menos imaginé ser coordinadora. En la primera charla de catequesis, el encargado pastoral de ese entonces nos dio la bienvenida y contó el funcionamiento de “la Pasto”, recuerdo haber pensado “¡Wow!, ¿hay áreas…, voluntarios…, trabajan en campamentos?”. Estaba sorprendida.

En mi segundo semestre de catequesis, nos conocíamos entre catecúmenos y catequistas, pero no nos relacionábamos con otros miembros, hasta que llegó el aniversario pastoral. Fue entonces cuando en una catequesis, unos chicos muy simpáticos pidieron representantes para asistir a una reunión enfocada en organizar el aniversario. Nadie quería ir, uno de los catequistas me dijo que fuésemos y acepté, porque, la verdad, me dio pena que nadie más quisiera ir.

Por Paula Villarroel Morales

Psicóloga Universidad Católica del Norte, Ex Pastoralista UCN.

Facilitadora en Programa de Acompañamiento y Acceso Efectivo

a la Educación Superior PACE UCN, MINEDUC.

El difícil camino de reconstruir las labores de la catequesis

Artículo 14

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En esa reunión conocí la otra cara de la Pastoral: mucha gente en una sala pequeña de las “P”, puro chiste, un des-orden de “Padre y señor mío”, y ningún “adulto a cargo”. Los asistentes estaban felices de que estuviesen presentes dos personas de la catequesis, porque “la catequesis nunca participa en estas cosas”, decían. En la siguiente reunión, pregunté por qué catequesis no tenía coordinadores como las otras áreas; de partida, por qué la parte católica no tenía un área propia, siendo que estábamos en una universidad católica. Entre todos, me contaron la historia de cómo se había desintegrado esta área, cómo se crearon las nuevas y cómo funcionaba Pastoral actualmente. En la última re-unión de organización, los coordinadores me propusieron tomar la coordinación del extinto “Vida y Fe” y acepté con el desafío de reconstruirla. Así, me convertí en coordinadora por lo que quedaba del año, encariñándome con la labor y con mis compañeros del Consejo de Jóvenes.

El día de mi Confirmación estaba feliz. Fue el día que con-cluí que Dios tenía en sus planes que llegara en ese año y conociera a estas personas en ese lugar.

El 2015 continué como coordinadora del área, poniendo muchas ganas en la catequesis, proyectos y campañas, tan-to de “Vida y Fe” como de las otras áreas.

Fue un año de catástrofes naturales (una tras otra), recons-trucciones, viajes por lo menos un fin de semana al mes,

subidas a campamento los domingos; en síntesis, un año loco. Pasaron muchísimas cosas, en paralelo me preocupa-ba de sacar buenos promedios en mis últimos ramos, pero lo que más quería era aprender más para poder aplicarlo con mi gente de “la Pasto”.

El Consejo era maravilloso. Nos queríamos y nos peleábamos; hubo momentos épicos y divertidos, pero también momen-tos negros no exentos de polémicas. Ellos no fueron sólo mis compañeros coordinadores, por muy cliché que suene: era mi familia postiza, porque la real estaba lejos. Aprendí a palear (y a usar herramientas en general), a armar mediaguas, a trabajar en equipo, a organizar actividades masivas; me contagié de la pasión por querer mejorar el mundo (porque uno lo dice, pero rara vez se puede palpar). Todas las semanas teníamos consejo y me sentía tan feliz de poder ser parte de este grupo y mover la cantidad de gente que movíamos en ese tiempo. No hay palabras que puedan describir lo bien que se sentía. Además, el equipo tenía una confianza casi ciega en noso-tros. Nos retaban cuando lo merecíamos, pero nos daban la libertad que necesitábamos para crear y ejecutar las ideas que podíamos concretar; eso no se encuentra en cualquier parte.

El siguiente año, continué en mi rol de coordinadora de “Vida y Fe”; participaba en todas las actividades de Pastoral, me daba el tiempo para seguir con mis pasatiempos y esta-ba con práctica y tesis. A pesar de la carga, estaba decidida a no dejar ninguna de mis responsabilidades ni compromi-

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el difíCil CamiNo de reCoNstrUir las labores de la CateqUesis

sos y compatibilicé horarios… Ahora que lo pienso, no sé cómo pero lo hice.

El segundo semestre de ese año, renunció el coordinador general, y el Consejo me postuló para tomar el cargo. Asumí la coordinación general sin dejar de ser coordinadora de “Vida y Fe”, fue un año más loco aún; el último.

Resulta difícil expresar con exactitud lo caótico que fue rearmar un área y después ser general. Igualmente, las ex-periencias que viví en “la Pasto” marcaron mi etapa uni-versitaria de una manera tan significativa que las atesoro y agradezco con orgullo. Cada persona que pasó por la Pastoral, estudiantes y funcionarios, cumplieron un rol den-tro de esta institución. No desempeñaron sólo un cargo, se la jugaban, compartían con nosotros, escuchaban con paciencia cuando teníamos un problema personal y nos aconsejaban por nuestro bien, incluso cuando no pedíamos la opinión. Había una oficina en particular en que prácti-camente había que sacar número para ser atendido, la de-manda era alta, sin embargo, valía la pena esperar turno. Él marcó un antes y un después en Pastoral y en mi vida. Fue triste cuando tuve que decirle “adiós” al amigo de todos. Comenzó una nueva era, por catalogarlo de alguna forma, dejó unos zapatos grandes que llenar y había que llenarlos rápido. Esa fue una de las lecciones más valiosas que he aprendido: “nadie es indispensable ni irremplazable”, lo que no quita mérito a los aportes que hiciste.

Como voluntario, tú puedes hacer muchas cosas para acompañar y apoyar a otros, y lo bonito, en mi opinión, no es que te den las gracias, sino ser testigo y parte de la armonía que hay en el ambiente cuando se trabaja a la par en una meta en común, cuando “los beneficiarios” se dan cuenta de que tienen las herramientas para seguir luchando. A veces, el que más necesitaba “ayuda” era uno mismo y el trabajar para otros, sanaba las heridas que tanto tiempo habían demorado en cerrar.

Sinceramente, puedo decir que para mí la Pastoral fue y será parte de una etapa importante en mi vida, junto con las enseñanzas que me ha entregado mi familia, influyó en la forma que tengo de observar el mundo y contribuyó a definir mi estilo de vida.

Es increíble lo necesario que es para un estudiante tener ac-ceso a instancias de trabajo como ésta, porque aprendes de forma pragmática cosas que no te enseñan en una carrera, por ejemplo, las mal llamadas “habilidades blandas”. Es una oportunidad de aplicar conocimientos, ser y sentirse parte de una comunidad, estar en contacto con la diversidad y una celebración al servicio.

Hoy, veo con orgullo la ejecución de proyectos que escribí hace 3 años atrás, hay uno en particular que costó sangre, sudor y lágrimas: la famosa ruta nocturna. En un afán de atender las necesidades de la comunidad, unas catecúme-

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nas, que luego fueron coordinadoras del área, dieron esta idea. Como coordinadora, redacté el proyecto y hasta que salí de “la U”, intenté ponerlo en marcha. No fue hasta este año que se inició con menos de cinco voluntarios; lo llama-tivo es que, en cada foto de salida a la ruta, el número de voluntarios va en aumento.

Las anécdotas son innumerables: las fiestas de Navidad para los niños de campamentos, hacer la difusión en la tele para sumar auspiciadores para la fiesta, armar el arbolito para recaudar dulces para la fiesta, bordar los nombres con los cargos de cada coordinador en su polerón, crear el coro pastoral, las celebraciones de cumpleaños, retomar la misa juvenil los jueves en el bloque protegido, las jornadas de trabajo, dormir en colchonetas durante las emergencias,

las ceremonias de cambio de mando de Consejo, ir en el primer camión que fue a dejar ayuda a Taltal para el alud del 2015, reuniones con alcaldes, las campañas de captación, los intercambios con Pastoral UCN Coquimbo, talleres, re-tiros, los seminarios, etc. Aprender a mantener la calma en momentos de crisis y a interiorizar que se debe tener plan A, B, C, D y hasta la Z. Es un todo.

Los amigos que hice, son amigos hasta ahora y, aunque no ha pasado tanto tiempo desde que salí de “la U”, tengo certeza de que los lazos que se crearon se mantendrán a pesar de los años y la distancia. Las fotos y los recuerdos, me unen a Pastoral a tal nivel, que cuando voy de visita a saludar, no me siento tan visita.

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Haber participado de la Pastoral significó un cambio profundo de ideas de lo que entendía por un voluntariado. Pasé de pensar que entregar alimentos

no perecibles o entregar un poco de dinero a las instituciones benéficas era más que suficiente, a conocer en carne propia el trabajo duro que tiene que hacer el voluntariado con la comunidad en la cual interviene, y recalco mucho este último punto, porque el verdadero cambio surge cuando la comunidad por sí sola sale adelante (aboliendo la idea del asistencialismo)

El trabajo de un voluntario es discreto y progresivo; busca generar un cambio a partir de objetivos claros, sabiendo que para hacer un edificio se debe poner uno a uno los bloques que lo componen. Las razones para hacer esto son muy diversas, puede que lo haga por hábito o que quiera devolver algo a la sociedad, pero sus metas se alinean por un bien común. Sabe que el trabajo será duro, pero usualmente desconoce cómo serán los frutos de éste

Por Carlos Leiva Ossandón

Egresado de Ingeniería Civil de Mina de la UCN, y ex pastoralista.

Estuve en la institución durante 2 años y medio tiempo en el

que participé como voluntario, coordinador de voluntariado y coordinador general. He sido siempre de la idea de que las

personas exitosas son las que pueden motivar, organizar y liderar

a los demás.

El voluntariado no es un asunto de asistencialismo

Artículo 15

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Es el último punto en el cual quiero plasmar mi experien-cia. En la Pastoral he vivido un montón de cosas (buenas y malas) pero las que más me marcaron fueron dos: mi primera fiesta de Navidad y la actividad “Reconstruyendo los campamentos”.

La primera es una de las experiencias más gratificantes y realizadoras que realicé por la Pastoral, algo que creo que estoy exagerando, pero bajo mi punto de vista fue extremadamente buena. En estas actividades son en las cuales uno siente que con el trabajo en equipo se pueden lograr cosas muy grandes; y cómo no pensar esto al ver a tan sólo 30 personas atender, con más ganas que tranqui-lidad, a más de 100 niños. Y es este punto lo maravilloso de esta actividad: que a pesar de todos los “pero” que surgen ésta se desarrolla de una hermosa manera. Ser parte de esto a uno lo emociona y lo anima a cumplir su labor con las mayores ganas del mundo, esto hace que el cuerpo se vaya agotando al pasar el día, pero tu mente y tu convicción se mantienen firmes para poder hacer de éste el mejor día del año para ese niño al que (a veces) tanto le falta. Y al finalizar te sientes orgulloso y cansado, pero extrañamente no te sientes desganado, para mí eso se llama sentirse realizado.

Pero como una moneda, este trabajo tiene dos caras y es por ello que la segunda experiencia difiere de la primera. En el año 2017, durante el invierno, se produjeron fuertes

lluvias en Antofagasta y, dado que la zona no está prepa-rada para aguantar este tipo de climas, muchas casas que-daron afectadas, sobre todo aquellas de los campamentos, como es el caso de Los Arenales, sector intervenido por el área de voluntariado de la Pastoral. En ese año mi cargo era de coordinador general, y junto con el consejo, nuestra responsabilidad era velar por los proyectos de los pastora-listas y la Pastoral en general, y esta tarea titánica no fue la excepción. Fue en esta actividad en la cual le tomé el peso a encargarse de algo tan grande, y viendo al pasado quedo sorprendido de los antiguos líderes de la Pastoral, los cuales al llevar este compromiso no rechistaron y lo hicieron con más ganas que nunca.

Como resumen, esta actividad no sólo consta de las propias reparaciones, de hecho abarca también reunio-nes, búsqueda de especialistas, recolección de fondos, búsqueda de auspiciadores, búsqueda de voluntarios (porque se tiene que traer más gente que con la que ha-bitualmente se cuenta), compra de materiales, llevar la actividad a cabo, coordinar con la gente del campamento y mucho más. Y a pesar de todo, solo falta que falle un detalle para que la actividad no se considere un éxito y los ánimos mengüen. Ese día no se alcanzó a completar el te-cho de una casa y, gracias a Dios y sus buenas voluntades, un grupo de pastoralistas se tuvo que quedar hasta más de la puesta de sol para poder terminar la obra, mientras que el mismo jefe de hogar de la casa no se encontraba

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el volUNtariado No es UN asUNto de asisteNCialismo

ayudando. Es ahí donde uno se pregunta si lo que se hace se estará haciendo bien.

Luego de eso, mi ritmo de trabajo de la Pastoral disminuyó hasta el punto de salirme antes de que terminara mi cargo, algo de lo que no me arrepiento porque las ganas se aca-baron con la actividad de reconstrucción, pero a pesar de todo sigo agradeciendo haber vivido eso, porque te prepara para un terreno que es más común de lo que uno piensa.

Como reflexión final, a todo voluntariado (sea pastoralista o no) le encomiendo no decaer en momentos de desáni-mo, que sea la ayuda la que lo motive a seguir adelante y que siempre recuerde que entre muchos las cosas se ven menos difíciles.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Se podría decir que ingresar a la Pastoral fue algo que deseaba desde antes de conocerla; creo que la mejor forma de explicarlo es con las experiencias

que me dejó cada año.

Me acuerdo que en el 2006, un grupo de “chicos universitarios” fue a Taltal, mi ciudad de origen, a construir viviendas para personas que lo necesitaban. Esto me gustó, eran personas interesadas por alguien que nunca habían visto y ocupaban de su tiempo y de sus fuerzas para mejorar su calidad de vida; pero lo que más me cautivó fue la alegría y el agradecimiento con que quedaban esas familias. Yo también quería entregar eso.

Ingresé a la universidad, un mundo nuevo para mí. Yo venía de un pueblito sin semáforos, situación que hasta el día de hoy, cuando lo cuento, causa risa. En mi familia, soy el hermano mayor, el primero en irse a estudiar “lejos”. A pesar de que estaba sólo a 4 hrs., tenía que adaptarme; y, cuando comenzó el semestre,

Más que un equipo de trabajo, Pastoral es mi segunda familia…

Artículo 16

Por Gonzalo Roga Retamal

Ingeniero metalúrgico de la Universidad Católica del Norte. Ex pastoralista UCN (2008–2016).

Jefe de turno IMAX Grupo Minero Las Cenizas, Planta de sulfuros

Las Luces.

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busqué cobijo (por decir así), en algo que me fuese “cerca-no”. Yo ya había participado en una pastoral juvenil cuando iba en enseñanza media y un amigo me habló de la Pastoral de la universidad. Me sorprendí al ver lo distinta que era la Pastoral que conocía con la que me estaban presentando; realmente me intrigaba, e intenté por un tiempo participar de todo y conocer a todos.

Al año siguiente me uní a un área en específico, comencé a participar de las actividades del voluntariado con el Hogar de niños de la Fundación María Ayuda, a pesar de todo lo que implicaba: juntarse 1 o 2 veces por semana a programar las actividades, 2 horas entre ida y vuelta al hogar, estar los sábados desde temprano hasta muy tarde. A pesar de que se hacía pesado, había algo que no me permitía dejarlo, y no era el único que sentía esto; la fuerza que le ponía su coordinadora de ese entonces, más los voluntarios anti-guos, me hacía preguntar “¿Por qué?”. Una parte de mí comprendía que era “la garra” que se siente al realizar cosas que en tu interior sabías que estaban bien, pero yo no iba a alegrarles el día a los niños, no perdí el tiempo en progra-mar las actividades ni en ir y venir, era al revés. Siento que el estrés que significa ser de afuera, la universidad en sí, los problemas que uno podía tener..., todo eso desaparecía al interactuar con gente en tu misma parada, ver a los niños que se alegraban de nuestras visitas, aunque fuese una vez por semana. En un comienzo les daba lo mismo, pero si des-pués no ibas, preguntaban “¿Qué le pasó al tío?”, o cuando

ibas, escucharlos decir “no se vayan” y que te llenaran de dibujos y cartas, ese cariño sincero, lo era todo y el que lo vivió o el que lo pueda vivir, sabrá que es algo indescriptible.

Al pasar el tiempo, por la constancia y la experiencia que gané en el periodo que llevaba, me ofrecieron participar del Consejo de Jóvenes como coordinador de integración, lo cual acepté, ya que en ese entonces para mí la Pastoral era un equipo, y para que éste se consolidara, había que cono-cerse, saber por qué estaban ahí, cuáles eran sus ideales en común y, sobre todo, saber si tenían la misma visión; gracias a esto, junto a los coordinadores de voluntariado (Emilio Villarroel) y de comunicaciones (Gabriel Valenzuela) pude llevar a cabo todas las actividades que me propuse. Tenía metas claras, quería poder escuchar a todos los pastoralis-tas y, a pesar de que costaba sacar las actividades adelante por distintas razones (desde la timidez de los pastoralis-tas hasta la poca identificación) siempre se contaba con la ayuda de los “amigos Pastoral”. Ellos no eran considerados miembros activos pero, cuando más se necesitaba apoyo humano, estaban ahí. Su trabajo básicamente consistía en motivar e incentivar al grupo para romper el hielo y lograr que participaran de las dinámicas.

Luego de eso tuve un año particularmente difícil. Tuve que retirarme temporalmente de “la U” para cambiar de ca-rrera, lo cual significó congelar mi tiempo en la Pastoral. Cuando volví, todo había cambiado: nuevas áreas, nueva

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más qUe UN eqUiPo de trabaJo, Pastoral es mi segUNda familia

gente, nuevos voluntarios, etc. Pero esto no impidió que dejara de hacer las cosas que me hacían sentir vivo; como un amigo dijo: “yo no vengo a hacer amistades”. Seguí con mi ideal de hacer un cambio, ayudando en lo que más se podía en voluntariados y actividades, ese año fue un año de grandes acciones: captación de nuevos voluntarios, eventos de multiculturalidad, aniversarios de campamentos y fiesta de Navidad.

En el 2015, asumí una nueva responsabilidad, ser coordina-dor de voluntariado. Fue un año difícil por este nuevo desa-fío y porque en el norte ese año llovió más de lo normal. Fue desastroso ya que, como ciudad, no estamos preparados para este tipo de cosas. Por lo mismo no puedo olvidar lo que fue ayudar a mi Taltal y a la ciudad de Tocopilla. Estoy agradecido por el apoyo de todos los jóvenes; creo que en estas situaciones es donde se notaba claramente la preo-cupación y responsabilidad social que nos unía. Dentro de todo el caos, conocí a una persona que hasta hoy es muy importante en mi vida.

Terminar la universidad es lo que uno espera con ansias, pero también para alguien que “la vive” significa el cierre de muchas etapas; hace dos años me tocó decirle “hasta pronto” a la Pastoral. La Pastoral te invita a vivir tu Fe, a ser voluntario, expresar y opinar libremente sobre temas de contingencia, pero sobre todo las personas que la integran deben cumplir el requisito de ser valientes; como profe-

sional tienes que dejar de lado los prejuicios, consensuar distintas miradas en pos de mejorar esta sociedad, tener ética y relacionarse con las distintas realidades culturales.

Desde mi punto de vista nadie te dice que te levantes tem-prano en la mañana un domingo, nadie te obliga o exige, algo te mueve. Algunos pensarán que es la Fe, otros dirán que son las ganas de ayudar a otra persona que lo nece-sita, el hecho de realizar una “buena acción” o incluso, a veces, sólo para tener una actividad extracurricular en su curriculum. Cada uno sabe por qué decidió permanecer en la Pastoral.

Es hermoso conocer gente con las mismas ganas de ayudar, con los mismos valores y sentido de humanidad, esa es la parte que no te cuentan. En la Pastoral a pesar de que uno no va hacer amistades, las experiencias, el compartir día a día y trabajar por la misma causa, genera lazos, te permite encontrar grandes amigos. Si hay algo que no puedo dejar de mencionar es que, la Pastoral, más que un equipo de trabajo de formadores de cambio y promotores del evan-gelio, es mi segunda familia.

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Haber pasado por la Pastoral UCN, me significó grandes cambios como per-sona y como futuro profesional. En primera instancia, participé en el área de

voluntariado en donde pude ver otras realidades distintas a la que yo tenía; vivir y experimentar la vida de personas que se encuentran en situación de campamento y pobreza es impactante a nivel emocional, ya que muchas veces te preguntas cómo se puede vivir así o por qué ellos no buscan nada mejor. Nosotros como voluntarios nos dirigíamos cada domingo a los campamentos con la finalidad de buscar la forma de poder ser un granito de arena positivo dentro de su vida, y poder realizar proyectos para que ellos pudieran tener una vida más cómoda. Al término de cada jornada, durante el camino a nuestros hogares, uno se iba más agradecido y lleno del aporte que se está realizando para esas personas y de darnos cuenta cómo ellas se iban encariñando o reconociéndote como un voluntario activo dentro de la Pastoral.

Las sonrisas de los niños de campamentos en Navidad son impagables…

Artículo 17

Por Mirko Fritis Rojas

Participó activamente en la pastoral durante 4 años, primero como voluntario de comunitario,

posteriormente como coordinador del área de comunitario y miembro del área de Vida y Fe, en la cual realizó el sacramento de la Confirmación; también fue coordinador general

del área de Vida y Fe; y por último, miembro del Consejo de Jóvenes de la

Pastoral en el año 2017.

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Pasar al área de Vida y Fe fue un cambio rotundo, ya que pude compartir mis valores cristianos con un grupo de jóve-nes que en ese momento buscaban realizar sus sacramentos y confirmar su fe; en el momento que tuve la oportunidad de coordinar el área pude aplicar estos valores en terreno (Población El Golf), ya que se realizaban actividades para poder llevar los valores cristianos hacia el sector.

Debo mencionar que una de las actividades más gratifican-tes que puede tener nuestra pastoral es la fiesta de fin de año de Navidad, en donde se trae a los niños que están en situación de campamento a la universidad. En esta fiesta se les ofrecen juegos y actividades para que ellos también pue-dan disfrutar de las festividades navideñas. Es sumamente enriquecedor ver las tres áreas de la pastoral unidas, y a la universidad aportando para este propósito; pero aún más gratificante que eso es ver la sonrisa de un niño o una niña que pregunte si el otro año estará en la fiesta para poder compartir nuevamente contigo. Me llena de emoción re-cordar las dos experiencias que tuve en aquellas navidades.

Una, como voluntario que es sacrificado, pero sumamente reconfortante; y la segunda, como coordinador, un poco más alejado a los niños, pero de igual importancia y muy gratificante.

Por último debo mencionar que la Pastoral me ayudó a formarme como profesional aplicando valores sumamen-te importantes en el mundo laboral, los cuales fueron li-derazgo, trabajo de equipo, empatía, respeto, tolerancia, equidad, responsabilidad y, el más importante, el amor al prójimo. Este último no sólo a las personas de campamen-tos o personas de población, sino también entre pastoralista y funcionarios.

Quiero hacer énfasis que cualquiera que se acerque a esta Pastoral tendrá la oportunidad de ver y experimentar distin-tas experiencias sociales, religiosas y culturales. Es por eso que nuestra Pastoral es sumamente diversa y comprensiva, lo que hace que sea única y grande.

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Durante los últimos años, hemos sido testigos de acciones lamentables donde algunas empresas han incurrido en prácticas que se alejan de la búsqueda

del bien común. Ante estos hechos, los cuestionamientos han ido sobre los pro-fesionales que estaban al mando de dichas organizaciones, recayendo también en el rol de las universidades y la formación que están entregando.

En ese contexto, el trabajo de la Universidad Católica del Norte, en cuanto a la formación de estudiantes con espíritu emprendedor (en toda su magnitud), debe tener un fuerte énfasis en el bien común y el respeto por la dignidad de las per-sonas. Adicionalmente, si hablamos específicamente de formación empresarial, la formación en valores cobra una relevancia mayúscula, pues como se señaló en el párrafo anterior, este es un grupo que ha estado seriamente cuestionado durante los últimos años.

Por Nicolás Rojas Bravo

Profesor del Departamento de Administración, de la Facultad de Administración y Economía de la

Universidad Católica del Norte y subdirector del Laboratorio de

Emprendimiento USQAI. Magister en Dirección de Empresas, Universidad

Católica del Norte. Diplomado en Educación para el Emprendimiento,

Universidad de Chile. Diplomado en Comunicación Estratégica, Universidad Diego Portales.

Diplomado en Docencia Universitaria, Universidad Católica del Norte.

Emprender en campamentos, un acercamiento al bien común

Artículo 18

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La labor que realiza la universidad a través de Pastoral UCN conforma así una instancia privilegiada, que comprende fundamentalmente tres aristas claves en la formación em-prendedora de estudiantes, enmarcándose correctamente dentro del Proyecto Educativo Institucional:

a) Aprendizaje significativo y desarrollo de compe-tencias

La formación por competencias es uno de los pilares del Proyecto Educativo de la UCN, donde se destaca que las personas, al aprender algo nuevo y conectarlo con experien-cias, logran, entre otras cosas, un aprendizaje significativo.

La experiencia de los estudiantes trabajando en campamen-tos, ayudando a los beneficiarios en temas como la genera-ción de proyectos, flujos de caja, contabilidad básica, entre otros; acompañado siempre de un proceso motivacional constante, representa así un acercamiento valioso a lo que la universidad espera del proceso formativo.

Mi experiencia como académico que asesoró y acompañó en algunas ocasiones a los estudiantes en su trabajo en cam-pamentos, me dio la oportunidad de comprender y ver en la práctica el desarrollo de conocimientos específicos por parte de los estudiantes, pero creo que más importante aún fue el desarrollo de competencias como la motivación por el logro, el autoaprendizaje, la perseverancia, disciplina

y el autoconcepto positivo, entre las más relevantes que pudieron desarrollar.

Adicionalmente, esta oportunidad nos abre la posibilidad a una nueva forma de relación entre estudiantes y académi-cos, trabajando en equipo, viviendo de cerca su proceso de crecimiento y generando lazos más allá de la sala de clases.

b) Formación en valores

Es importante trabajar el emprendimiento bajo un paradig-ma que nos permita hacernos conscientes y responsables de los resultados que obtengamos. De esta manera, el valor de la libertad descrito en el Proyecto Educativo institucional nos invita a asumir la responsabilidad de nuestras vidas y de la sociedad en su conjunto. Asimismo, se define a la justicia bajo la mirada aristotélica de dar a cada uno lo que nos corresponde.

Bajo esa mirada, el voluntariado en campamentos nos per-mite trabajar ambos valores, mejorando las brechas exis-tentes en uno de los sectores más excluidos de nuestra sociedad.

c) Espíritu de servicio

Cuando comprendemos nuestro trabajo desde una pers-pectiva del servicio hacia los demás, se nos abre la posibi-

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emPreNder eN CamPameNtos, UN aCerCamieNto al bieN ComúN

lidad de realizarlo con mayor compromiso, fortaleciendo así la competencia de orientación al logro.

La labor en los campamentos obliga a que estudiantes y académicos se formen constantemente, solucionen proble-mas, replanteen objetivos y superen las dificultades que se presentan. En mi experiencia de asesorar y acompañar el proceso de los alumnos, pude ver los resultados en donde los estudiantes efectivamente asociaron sus oportunidades y estudios a la responsabilidad de entregar a personas más desfavorecidas un servicio que permita, aunque sea en una parte, superar esta brecha.

En resumen, la labor en campamentos constituye un aporte desde diferentes aristas a la formación de los estudiantes, dándoles experiencia de trabajo colaborativo, compartir aprendizajes y ser protagonistas en la construcción de una sociedad más justa y colaborativa.

Bibliografía

Sarasvathy, S. (2008). Effectuation: Elements of entrepre-neurial expertise. Massachusetts, Estados Unidos: Edward Elgar Publishing Ltd.

Universidad Católica del Norte. (2017). Proyecto educativo. Antofagasta.

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La Colección Iglesia y Mundo, de la Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana, nació al despuntar los primeros años del nuevo milenio. Fue du-

rante la gestión del P. André Hubert Robinet, s.j., de la entonces Dirección de Pastoral cuando se sientan las bases (al interior de las Ediciones Universitarias de la Universidad Católica del Norte) de una colección que diese cuenta de la mirada nortina sobre los acontecimientos socio–eclesiales que hubiesen impac-tado al mundo católico y muy especialmente a todo el Norte Grande de Chile.

Con ocasión de los 25 años del Pontificado de Juan Pablo II, se publica en di-ciembre de 2003, el primer título de la referida Colección: Juan Pablo II. 25 años de Pontificado. Obra colectiva coordinada por el P. André Hubert, s.j. Una obra, de 232 páginas, que tuvo como co–autores al propio P. Hubert, que se encargó de la Introducción. El libro está conformado en tres partes; la pri-mera de ellas, Juan Pablo II y el Papado, contó con los aportes de Misael Camus, entonces rector de la Universidad, de los académicos de la Universidad Católi-

La Colección Iglesia y Mundo, y el rescate de las pisadas del Cristianismo en el siglo XX

Artículo 19

Por José Antonio González Pizarro

Doctor en Historia. Profesor Titular de la Universidad Católica del Norte.

Director del Centro de Estudios Histórico–Jurídicos de la Facultad de

Ciencias Jurídicas de la UCN.

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ca del Norte, Patricio Campano y Pablo Reyes F., también de Jaime Antúnez, director de “Humanitas” de la Pontifi-cia Universidad Católica de Chile, y del laico antofagastino Carlos Saavedra, que trazó brevemente los pasos de Juan Pablo II en Antofagasta; una segunda parte, Aspectos del Pontificado de Juan Pablo II, atendió diversos aspectos de la obra del Papa, la catequesis por el académico Xavier Ayora P., el arte por el P. Charles Hallet s.j.; verdad y libertad en su magisterio por el abogado Carlos Ruiz–Tagle, de la Escuela de Derecho de Antofagasta de la Universidad Católica del Norte, y la preocupación de Juan Pablo II por la juventud, a cargo del historiador José Antonio González Pizarro, de la Escuela de Derecho de Antofagasta. Una tercera parte, Enseñanzas de Juan Pablo II, recogió diversos escritos desde homilías, saludos, discursos, dedicando un espacio especial a las palabras surgidas durante su visita a la ciudad.

Un segundo volumen de la Colección fue Cardenal Carlos Oviedo Cavada. Hombre y Pastor (diciembre de 2004, 229 páginas). La presentación estuvo a cargo del editor, el P. André Hubert s.j. Siguiendo la misma estructura terna-ria, contenía una primera parte: El Hombre y el Pastor, con distintas visiones desde el acercamiento mercedario de Fr. Jaime Nawrath Ríos; la evocación de Luis Gustavo Gon-zález Pizarro, como Obispo y Pastor, la del primer rector de la Universidad Católica del Norte, Juan Music, la del P. Cristián Precht Bañados y la mirada histórica de Marciano Barrios Valdés. Se destaca en este apartado la ingente y

difícil labor de Oviedo Cavada como Gran Canciller de la Universidad del Norte durante la dictadura cívico–militar y sus acciones ante el gobierno, el Vaticano, la Nunciatura y al interior de la Conferencia Episcopal, proveniente de la rica e inédita documentación de la Gran Cancillería exa-minada por el autor de este artículo. Una segunda parte, Testimonios, recopila vivencias como la de Waldo Muñoz Sepúlveda, recuerdos de María de Cuchacovic, de sacerdo-tes como Ibar Astudillo Godoy y estrechos colaboradores como el P. Gregorio Centeno, y de Erika Tello Bianchi, al frente del Comité Arzobispado de Antofagasta (el símil de la Vicaría de la Solidaridad para todo el Norte Grande). Y una tercera parte, Enseñanzas, que reunió su larga estadía en Antofagasta (1974–1990) y los años en Santiago hasta su deceso en 1998.

El tercer volumen fue dedicado a la principal figura del cato-licismo nortino, Luis Silva Lezaeta. El Pastor del Desier-to, publicado en diciembre de 2005, de 216 páginas. Una edición a cargo del autor de estas líneas e Ignacio Sepúlveda del Río s.j., nuevo director de la Pastoral. Este volumen está dividido en dos partes, la primera: El Pastor de Antofagasta, y constó de un trazo biográfico realizado por André Hubert s.j., la vinculación con la historia local, su ideario social y el apoyo al regionalismo, a cargo de José Antonio González Pi-zarro, y un acercamiento a los aportes del entonces Vicario Apostólico a las edificaciones eclesiales en la zona, a partir del Libro de Fundaciones, que estuvo a cargo del arquitecto

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la ColeCCióN iglesia y mUNdo, y el resCate de las Pisadas del CristiaNismo eN el siglo XX

Ignacio Millán Klusse, académico de la Universidad Católica del Norte. La segunda parte, Documentos y Testimonios, reunió variados textos inéditos o poco conocidos que apor-tó el autor de este escrito de amarras.

Un cuarto libro: Los jesuitas en el desierto de Atacama evangelizando el norte bravo, siglos XIX–XX, vio luz en el año 2006, con 177 páginas. Los editores fueron Juan Ignacio Sepúlveda del Río s.j., y Erika Steller Tello Bianchi. Con prólogo de Ignacio Sepúlveda, que contextualizó el quehacer de los jesuitas en el norte, el libro se centra en la presencia de los jesuitas en varios momentos de la historia regional. El P. Nelson Barrientos s.j. examinó los jesuitas entre 1881 y 1882, con base en los repertorios documen-tales de la Compañía en Santiago y de fuentes impresas; el P. Hubert s.j. se encaminó a reflexionar sobre el quehacer jesuita en el norte, reconstruyendo la presencia en Chu-quicamata, en la Universidad del Norte; apoyándose en la documentación inédita de la Compañía en Santiago y en variadas entrevistas. El P. Charles Hallet s.j. focalizó su mirada en las actividades del Colegio San Luis, y el autor de estas líneas en la revista Mensaje en la década de 1950.

El año 2008 se comienza a publicar los resultados de un proyecto de largo aliento en torno a los 50 años de la histo-ria de Chile, desde la revista Mensaje. Se trató de escrutar las páginas de la revista fundada por San Alberto Hurta-do para comprender los cambios verificados en Chile, en

América Latina y el mundo desde las diversas secciones de esta importante publicación jesuita. José Antonio González P., coordinó la obra general en dos tomos. El primer volu-men fue intitulado Cincuenta años de Historia de Chile vistos desde la Revista Mensaje. Vol.I. De la sociedad tradicional a la construcción de la sociedad nueva. El título abarcaba desde 1950 hasta 1973. En las 431 páginas se trató la visión teológica de sus colaboraciones, por el P. André Hubert s.j.; los cambios en Chile en lo político y social por el autor de este recuento; el pensamiento filosófico, a cargo de Ignacio Sepúlveda s.j.; el cine, la literatura y los me-dios de comunicación en la cultura tipográfica, por Rubén Gómez Quezada, académico de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica del Norte; y los problemas eco-nómico–sociales y las políticas públicas entre 1951 y 1973, por José Fernando Vial, economista y académico del De-partamento de Economía de la Universidad Católica del Norte. El segundo tomo fue editado en diciembre del 2010. Bajo el título Cincuenta años de Historia de Chile vistos desde la revista Mensaje. Vol. II. La construcción de la sociedad no deseada, en sus 568 páginas concentra los cambios operados entre 1973 hasta el año 2000, en el país, el continente y el mundo.

El cuerpo de investigadores y redactores prosiguió en este volumen. André Hubert s.j. se ocupó de compulsar los cam-bios en las orientaciones teológicas; Ignacio Sepúlveda s.j., de las nuevas perspectivas y temas en el quehacer filosófico;

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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Rubén Gómez Quezada intitula el examen del periodo en el retorno a la democracia, como el regreso de los clásicos en el torrente de un set de utilerías, los bits y la convergencia multimedial; José Antonio González centra su investigación en la política, sociedad y relaciones internacionales en el último cuarto del siglo XX, y los economistas Fernando Vial Valdés, Marcelo Lufin Varas y Juan Daniel Soto Díaz analizan los protagonistas, contenidos y líneas temáticas en el ámbito de la economía. Los editores del volumen fueron el P. Jorge Velásquez San Juan y Erika Tello Bianchi. Los dos volúmenes fueron impresos en Grafiandes, a diferencia de los anteriores títulos de la colección que fueron realizados por Emelnor.

En el año 2013 se dio a conocer el volumen Luis Silva Lezaeta y el Norte Grande. Su visión urbana y apor-te cultural eclesial en la zona árida de Chile, teniendo como autores a André Hubert Robinet s.j. y José Antonio González Pizarro, y la coordinación y edición a cargo de Erika Tello Bianchi. En las 249 páginas se tiene al frente un libro nuevo, distinto al anterior, donde desaparecen los escritos de Silva Lezaeta que iban como anexos. Se incorpo-ran nuevos antecedentes, para brindar una nueva semblan-za del primer Obispo de Antofagasta, utilizando un corpus de epístolas desconocidas; de igual modo, se examinan los documentos eclesiásticos del Obispado de Iquique para rastrear las huellas de Silva Lezaeta en los poblados andinos tarapaqueños, en el marco de lo que se ha denominado

proceso de chilenización. El aporte a la construcción de la fisonomía de Antofagasta y su fina penetración sociológica es acompañado por el recuento de la vasta y rica biblioteca personal de Silva Lezaeta, que lo incorpora como un sacer-dote y prelado de amplia cultura teológica y humanística de la época.

Un último libro impreso por Grafiandes fue en el año 2016. Bajo el rótulo Sociedad, Valores y Economía: Aproxi-maciones a la complejidad de nuestro tiempo, en sus 255 páginas un núcleo de académicos de la Universidad Loyola Andalucía, de Sevilla, España y un grupo de acadé-micos de la Universidad Católica del Norte, abordaban no sólo la primera colaboración internacional sino una temáti-ca común en torno a la defensa de la dignidad humana en cualquier parte del mundo. Con prólogo de la editora del libro, Erika Tello Bianchi, ahora al frente de la Dirección Ge-neral de la Pastoral Universitaria y Cultura Cristiana, sobre la complejidad de la situación contemporánea para el hom-bre, Ignacio Sepúlveda del Río —ahora de la Universidad de Loyola— acometió la realidad cambiante de las religiones en la actualidad, a su vez André Hubert s.j. planteó la pers-pectiva cristiana de la inclusión. Miradas teóricas y de fuerte compromiso ético social en las figuras de Amartya Sen y de Ignacio Ellacuría s.j. fueron examinadas en las plumas de Eduardo Ibáñez Ruiz del Portal y de Juan Antonio Senent–de–Frutos, ambos de la Universidad Loyola. La reflexión de Viviana Ponce de León Solís —de la Escuela de Derecho de

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la ColeCCióN iglesia y mUNdo, y el resCate de las Pisadas del CristiaNismo eN el siglo XX

Antofagasta— sobre los grupos desventajados en los fallos del Tribunal Constitucional chileno era acompañada por el trabajo de Pablo Font Oporto, sobre la pobreza urbana como violencia de la razón instrumental moderna.

El trabajo de Font Oporto constituyó la obertura para una aproximación a la meditación en torno a la ciudad, tanto en su perspectiva de resguardo de la dignidad humana, que realizó Claudio Ostria González, de la Escuela de Ar-quitectura de la Universidad, y los modos en que se han asentado los diversos segmentos de migrantes en el ciclo salitrero en la ciudad de Antofagasta, que fue abordado por José Antonio González Pizarro.

La Colección Iglesia y Mundo ha servido para exponer dis-tintas observaciones, aportes para comprender los modos de vivir la fe y la cultura en el norte chileno y constituir un núcleo de obras que permitan reflexionar desde la diferen-cia a las personas, mujeres y hombres nortinos, de la mane-ra en que los hombres de Iglesia han contribuido a plasmar la constitución de las sociedades regionales nortinas.

También ha constituido una apelación a la comunidad universitaria a contribuir desde sus diversas disciplinas al examen de las peculiaridades que han trazado el devenir de lo trascendente y lo contingente en el vasto desierto de Atacama, verdadera prueba para la fe y para el habitar humano en un espacio adverso.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Me han solicitado que escriba en este texto sobre lo que significa hoy para mí la Pastoral de la UCN, y en particular la revista Tierra Nueva. Sencilla-

mente, creo que ha sido siempre un lugar acogedor, de tranquilidad y que me ha permitido cumplir importantes desafíos intelectuales y profesionales. Ha sido un espacio inspirador donde se me ha acogido y me han pedido a veces que colabore en algunas actividades académicas y editoriales, al alero de uno de los tres ejes actuales del trabajo de la Dirección de Pastoral, el referido a Cultura Cristiana; tareas que siempre hice con agrado y cariño y donde pude compartir con sus siempre amables funcionarios y directivos, estudiantes, colegas y miem-bros de comunidades de base. En ese eje se ubica precisamente Tierra Nueva, y la Colección Iglesia y Mundo que ha nutrido a través de los años numerosos textos de Ediciones Universitarias de la UCN.

Mi relación con Tierra Nueva arranca por carriles muy diversos desde que ingre-sara a trabajar a la Universidad como profesor hora en 1991, y se afianza luego

Por Rubén Gómez Quezada

Periodista y magíster en Comunicación Social con mención en Edición y

Dirección Periodística, ex académico de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica del Norte.

Construyendo memoria en Tierra Nueva

Artículo 20

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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en 1994 cuando me incorporo a la planta oficial. Un punto importante es cuando en 1993 conozco al padre Carlos Hallet s.j., a la época vice gran canciller de la UCN, y que me fuera presentado por mi colega periodista y amiga Pilar Cors. Con el padre Carlos, mi familia y yo tuvimos una rela-ción de cercanía motivada por varios aspectos interesantes. Y quizás el principal era que Carlos era originario de Bélgica y solíamos conversar sobre el Plat Pays, al decir de Jacques Brel, o de Lieja, su lar natal, la ciudad ardiente. En sus coti-dianas visitas a nuestra casa antofagastina aprovechábamos de practicar el francés, lengua que habíamos aprendido en el reino de Bélgica.

En 2004, precisamente, aparece el primer número de la revista Tierra Nueva fundada en ese tiempo por otro cura belga, el padre André Hubert Robinet s.j., hombre entusias-ta, de mente abierta y enamorado de los temas teológicos y editoriales, y siempre muy preocupado de los avances y desafíos de nuestra Escuela de Periodismo. En esa idea, André nos colaboró en varias ocasiones en nuestra revista Tercer Milenio.

Hallet escribió en ese primer número de Tierra Nueva un artículo titulado “Charles Péguy: Católico, Socialista, In-surrecto”. El texto retrata aspectos de un sencillo hijo de campesinos franceses quien se hizo un famoso escritor, cris-tiano, revolucionario y socialista en la búsqueda de justi-cia. Péguy, según lo describía Hallet, se hace socialista en 1895 convencido de que “no se puede salvar a la gente de las miserias morales y mentales mientras no se las salva de las miserias económicas”. Entre otras obras, Péguy escribe en 1897, Juana de Arco. En ella saluda a la “República So-

cialista Universal”. Para él, Juana, inteligente, recta, activa, cristiana, pero no clerical, e insolente con los doctores, es la perfecta encarnación de Francia con su coraje, su caridad y su santidad.

Pienso que la generosidad y amistad de los padres Carlos y André en gran manera colocaron un sello permanente en Tierra Nueva, el que ha perdurado hasta nuestros días; la apertura y la libertad editorial para expresar ideas y temas. Desde el 2003 y hasta el 2012, en que yo dirigí la revista Tercer Milenio de periodismo y hasta su muerte, en 2011, el padre Carlos fue un ensayista permanente de nuestra publicación y miembro muy activo y propositivo de su co-mité editorial.

Revisando archivos de papel encuentro que el primer edito-rial de Tierra Nueva explicita claramente los objetivos de la publicación: “[…] queremos que esta revista aporte un há-lito de fe, esperanza y amor a todos. Queremos que sea un nexo entre la Pastoral y las diferentes unidades de nuestra universidad y de las unidades entre sí, entre la Pastoral y los distintos trabajos pastorales que existen en nuestra ciudad y nuestra región […]”. La subdirectora de la revista, en esos años, era Erika Tello Bianchi y tenía un consejo ampliado integrado por los académicos Hernán Alfaro, Mario Arro-yo, Patricio Campano, Wilfredo Jiménez, Claudio Ostria, Angela Peragallo, Agusto Robina y Walter Santander. El primer número estaba distribuido en las secciones Artícu-los, Servicios y Documentos, donde resaltaban mayorita-riamente aportes originados en la jerarquía y la Conferencia Episcopal de Chile.

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CoNstrUyeNdo memoria eN tierra NUeva

Primeras colaboraciones

En 2007, cuando la Pastoral era dirigida por el padre Ibar As-tudillo Godoy, recibí una invitación a participar con un grupo de investigadores, liderados por el profesor José González Pizarro, en un proyecto sobre los 50 años de la revista jesuita Mensaje. Esta colaboración redundó en una colección de dos tomos titulada 50 años de la Historia de Chile vistos desde los Ojos de Mensaje. En el primer tomo aparecido en 2008, De la sociedad tradicional a la construcción de la sociedad nue-va, escribí el capítulo “El cine, la literatura y los medios de comunicación en la cultura tipográfica” (pp. 325–382). En tanto en el tomo II, La construcción de la sociedad no espera-da, editado en 2010, aporté con el capítulo “Revista Mensaje en el complejo retorno a la democracia: Los clásicos regresan en el torrente de un set de utilerías, los bits y la convergencia multimedial” (pp. 367–540). Ambas coautorías vieron la luz en Ediciones Universitarias como parte de la Colección Iglesia y Mundo de la Pastoral de la UCN.

Sobre equipos y líneas de trabajo

Fruto de este acercamiento más sistemático y profundo, en 2012 pasé a integrar el comité editorial de Tierra Nueva que, además del padre Astudillo y Erika Tello, lo componían Carlos Ruiz Tagle, Walter Santander y mi persona. Ese año, la revista publicó cuatro artículos de académicos y otros cuatro textos con ponencias y resúmenes de conferencias realizadas al alero del I Congreso de Vocación Social, Desa-rrollo y Equidad Social, organizado por nuestra Dirección de

Pastoral. Desde el 2013 en adelante y hasta nuestros días, he seguido participando con entusiasmo como ensayista y miembro del comité editorial en los números anuales de Tierra Nueva.

Pero, sin duda, ese último año fue muy importante ya que con el impulso del padre Ibar y Erika se nos pidió realizar un acto solemne e inédito, básicamente un desagravio de nuestra universidad y en memoria por sus alumnos y fun-cionarios asesinados y desaparecidos, en ocasión de los 40 años del golpe de Estado de Chile. Adicionalmente, realizamos una edición especial de la revista y una pieza audiovisual trabajada con el apoyo de estudiantes de Pe-riodismo, varios de los cuales eran, en esos días, partidarios de la derecha política chilena, pero que tenían conciencia del dolor vivido en esos años y nos ayudaron sin dudarlo en ese esfuerzo de reparación moral en nuestra alma mater.

Fue un trabajo intenso y delicado por parte de todo el equi-po de la Pastoral y significó un gran desafío reconstruir me-moria histórica. Implicó mucha investigación, contactos en el país y el extranjero, conversaciones e invitaciones a fa-miliares de detenidos desaparecidos, muchos de los cuales asistieron a la ceremonia realizada en el auditorio Andrés Sabella. En el acto central, nuestra universidad entregó tí-tulos póstumos a los familiares de las víctimas que eran nuestros estudiantes y funcionarios en 1973. Fue una jor-nada cargada de emoción y de esperanzas. Al finalizar el emotivo reencuentro, tras una bendición realizada por el entonces gran canciller, arzobispo Pablo Lizama, a cada uno de los asistentes se les entregó el libro A 40 años del golpe de Estado en Chile. Número especial de homenaje y memoria

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histórica. El documento contenía una docena de testimo-nios de sobrevivientes y artículos de contexto sobre esa fe-cha infausta, además de registros gráficos de la época. Muy significativo fue el hecho de que también en ese número hubo una gran colaboración de estudiantes y académicos de nuestra Escuela de Periodismo, y fue el inicio también de una alianza estratégica entre nuestra unidad académica y la Dirección de Pastoral.

Ese acto y ese número de Tierra Nueva fue muy significa-tivo ya que marcó un antes y un después en la revista. Si bien mantuvo su declaración del número primigenio, y su primera editorial, esta vez quedó más patente que nunca su estilo más ensayístico y testimonial con una búsqueda preferencial de voces diversas, sencillas y concretas; “se trata de vivir tan plenamente en este mundo que quera-mos transformarlo para que llegue a conformarse al deseo y al proyecto de Dios”, era una de las frases del primer editorial que nos inspiró en este nuevo enfoque de la re-vista. Del mismo modo, hemos insistido en lo sucesivo en líneas matrices temáticas, relacionadas con los grandes temas de nuestra sociedad e intentamos reflexionar en conjunto en la búsqueda de algunos atisbos de soluciones desde nuestro papel de articulistas y personas reflexivas y bien intencionadas.

En 2014, y que correspondió al número 11, año 11, nuestra revista publicó 11 artículos relacionados con un tema cen-trado en los Aportes de la Universidad Católica del Norte a la sociedad y a nuestra Iglesia. El último de los artículos incluye un índice de los autores, temas, documentos y li-bros editados por Tierra Nueva, y por la Colección Iglesia y

Mundo. El balance de esos 10 años es bastante auspicioso y arroja como producción 90 artículos, 15 documentos y 9 libros.

Ese mismo año se integra al comité editorial un segundo académico de la Escuela de Periodismo, Isidro Morales Cas-tillo, con lo que se sigue fortaleciendo la alianza estratégica con la Pastoral. Para esa edición de 2015, el título genérico de nuestra publicación es Grandes dilemas éticos para los nuevos profesionales. En la oportunidad, se publicaron ocho ensayos sobre la ética trabajados desde distintas visiones y sensibilidades.

En 2016, y que corresponde al año 13, número 13, Tierra Nueva presenta un número titulado Hitos de humanidad en los 60 años de la UCN; Relatos inéditos de una memoria en curso. La encargada de nuestra revista es Erika Tello, en su carácter de Directora de la Pastoral, y completan el comité editorial los académicos y periodistas de nuestra universidad, Isidro Morales Castillo, José Morales Donaire, Luis Camilo Urria, mi persona y el académico de Derecho, Carlos Ruiz Tagle.

Este esfuerzo editorial es muy ambicioso e intenta construir rasgos históricos a partir de la Universidad del Norte desde las vivencias de algunos de sus autores. La publicación con-tiene 22 artículos testimoniales sobre vivencias, recuerdos y memorias de ex alumnos, ex académicos y ex funcionarios de nuestra casa de estudios. El macizo texto incluye además un valiosísimo material fotográfico de 60 años, facilitado para la oportunidad por nuestro ex académico, profesor José Miguel Aguirre Madariaga.

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CoNstrUyeNdo memoria eN tierra NUeva

En 2017, correspondiente al número 14, Tierra Nueva insiste con un tema genérico abordado desde diversos prismas agrupados bajo el título de Acción, Discursos y Desafíos en Tiempos de Incertidumbre. La publicación incluye ocho en-sayos sobre la temática y aporta como novedad, la incor-poración de un texto narrativo orientado en lineamientos del eje de Vocación Social que propugna la Pastoral.

Efectivamente, el texto es producto de una tesis de grado realizada por las alumnas de Periodismo UCN, Monse-rrat Ayala y Bárbara Badilla, flamantes periodistas forma-das en nuestra universidad. Este texto no ficcional es un aporte original desde la academia que busca conversar, sentir y ayudar en el acercamiento real —en el aquí y el ahora— entre la universidad y la comunidad regional y sus necesidades.

La temática versa sobre el fenómeno de la migración en Antofagasta y aborda de forma novedosa, elementos in-materiales e intangibles que muchas veces pasan desaper-cibidos. Bárbara y Montserrat construyen así una trama diferente y atractiva a través de simbolismos y testimonios de vidas. Son relatos de nuevos antofagastinos, la mayoría de ellos muy jóvenes. Recursivamente, podemos apreciar cómo se ven en nuestro paisaje humano y físico, cómo se sienten, cómo sueñan y cómo añoran sus tierras lejanas, pero también podemos sentir cómo nos perciben a noso-tros en este territorio enorme, generoso y bello. Esos relatos simples tienen la virtud de que nos hacen redescubrirnos a nosotros mismos en la aventura de hacer hogar y nación en estas tierras bravías.

Complementariamente, en 2017, se refuerza con nuevos bríos y talentos el comité editorial que queda integrado por Erika Tello Bianchi; la magíster en letras clásicas/filóloga clá-sica, académica Ericka Castellanos Moreno; los académicos Javier Mercado Guerra, Isidro Morales Castillo, José Mora-les Donaire; el periodista Luis Camilo Urria y mi persona. Igualmente, y mientras se prepara el número 15 de 2018, que incluirá un nuevo texto de alumnos de pregrado en la línea de tesis de Vocación Social, se incorpora al equipo editorial el periodista de la Pastoral, José Tapia Zamora.

Si bien mi acercamiento a Pastoral se ha dado mayorita-riamente a través de Tierra Nueva, no quisiera dejar de mencionar que entre 2008 y 2015 participé en varias oca-siones como monitor, expositor y profesor de diplomados en escuelas de liderazgo, formación democrática, talleres de comunicación y discursivos, entre otros, organizados por Pastoral para estudiantes de nuestra universidad y alumnos de intercambio. Todos fueron muy valiosos ya que me permitieron interactuar con un equipo de Pastoral muy generoso, comprometido y entusiasta, pero el prime-ro —permítanme la licencia— correspondiente a 2008, orientado a entregar herramientas comunicacionales a decenas de vecinos parte de la “Escuela de Bailes Religio-sos” en noviembre de ese año, fue para mí uno de los más gratificantes, al advertir en el corazón la alegría de sentir el espíritu universitario, aunque sea por algunos días, de aquellos que no transitan habitualmente sus aulas, sino que esperan tiempos mejores en sus poblaciones y traba-jos alejados de las cátedras y de los campus hermosos y pulcros del Norte Grande.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Al reflexionar sobre la presencia de la Pastoral en nuestra vida universitaria, no puedo sino pensar en los enormes puntos de coincidencia que existen

entre la pedagogía y la vocación social. Estos mismos puntos de coincidencia, pueden explicar el hecho de que la otrora Universidad del Norte (UN), desde sus inicios, y de la mano con la tradición jesuita de sus fundadores, se haya concebido a sí misma como una casa de estudios formadora de profesores y profesoras.

En estas breves palabras, quisiera entonces reflexionar sobre esta relación —no exenta de complejidades— que usualmente se establece entre la pedagogía y la vocación social; y sobre cómo esta relación puede explicar el estrecho vínculo existente, y que debiese existir siempre, entre nuestros estudiantes de pedagogía y la Pastoral UCN. Enseguida, y para dar cuenta de lo dicho anteriormente, pasa-ré a revisar de manera muy breve cuál ha sido la historia, el presente y el posible escenario futuro de la formación inicial de profesores y profesoras en la UCN; entendiendo que ésta es una tarea necesaria para reconocer nuestras raíces y

Por Javier Mercado Guerra

Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales. Doctor en

Antropología Social, Universidad de Barcelona. Académico y Secretario de Investigación,

Escuela de Educación, Universidad Católica del Norte. Áreas de

interés: formación de profesores y profesoras, educación para

la ciudadanía y educación intercultural.

Las Pedagogías y la Pastoral UCN: Un trabajo mancomunado para

retomar la vocación inicial

Artículo 21

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trazar la senda que permita fortalecer aún más la formación de profesores y profesoras en nuestra Universidad.

Pedagogía y vocación social

Detrás de la decisión de convertirse en profesor o profesora, existe un innegable y gravitante factor vocacional. Pese al deteriorado prestigio social que han experimentado profe-soras y profesores durante las últimas décadas en nuestro país, el factor vocacional y de orientación al servicio, per-viven en ocasiones como peligrosos argumentos que vie-nen a justificar los esfuerzos que muchos docentes hacen cotidianamente en las salas de clases de nuestras escuelas. Sin lugar a dudas, el factor vocacional asignado a los profe-sionales de la educación, se ha convertido en un “arma de doble filo”, puesto que estos argumentos sirven, muchas veces, como justificación de las malas condiciones laborales o la sobrecarga de trabajo de lo que implica ser docente en la gran mayoría de los establecimientos educacionales de nuestro país.

La baja en la valoración social hacia la labor de profesores y profesoras —los que otrora eran considerados verdaderos líderes de sus comunidades—, responde a un fenómeno global asociado al cambio en las matrices productivas de los países, así como también en las formas de aprendizaje de las nuevas generaciones (Gabalndón y Täth, 2012). Con todo, resulta sumamente interesante evidenciar que las carreras de Pedagogía, tanto a nivel regional como nacional, están experimentando un fuerte crecimiento en sus matrículas,

de la mano con una serie de políticas públicas que buscan fortalecer la formación inicial de profesores y profesoras, así como también mejorar sus condiciones laborales, por medio de la implementación de un sistema de desarrollo profesional docente que estimula el perfeccionamiento continuo, y establece estándares de remuneraciones más ajustadas a tipo de trabajo y responsabilidad que tienen los y las docentes en las escuelas.

Sin embargo, más allá de todas estas políticas educativas que intentan incidir en el problema de la baja valoración ha-cia el ejercicio profesional docente, desde una perspectiva más bien pragmática y mercantilista, resulta claro que aún hoy nuestros estudiantes de Pedagogía argumentan aspec-tos más bien vocacionales como justificación del ingreso a este tipo de carreras. No son pocos los y las estudiantes que han debido pasar por más de algún conflicto o tensión familiar, para convencer a sus padres de que el camino de la pedagogía puede ser una profesión “rentable”, si bien no en términos económicos, sí a nivel de la satisfacción de lo que implica trabajar en la formación académica y personal de niños, niñas y jóvenes.

De esta relación entre pedagogía y vocación social, a mi parecer, surge el vínculo estrecho que debe existir siempre entre la Pastoral UCN y las Pedagogías; un vínculo que po-demos rastrear desde los orígenes de nuestra institución y que hoy debemos luchar por mantener y fortalecer. No por nada, Max Weber, uno de los fundadores de la sociología, señaló en su momento que la idea de vocación —surgida en el ámbito de la religiosidad— pervive en nuestras socieda-des modernas como un ethos que motiva y justifica nuestras

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las Pedagogías y la Pastoral UCN: UN trabaJo maNComUNado Para retomar la voCaCióN iNiCial

opciones profesionales (Weber, 2003). Y yo añadiría, que este ethos parece ser mucho más gravitante en el caso de quienes optan por la Pedagogía.

Las pedagogías en la UCN: Retomando la vocación inicial

En sus inicios, la UN contó con dos facultades: de Hu-manidades y de Ingeniería Especializada. En el área de las Pedagogías, se crean las carreras de Pedagogía en Inglés y Pedagogía en Castellano, siendo de estas áreas los pri-meros profesionales titulados de esta casa de estudios. Así, la formación de profesores fue un sello distintivo de la Universidad hasta la década de 1970 y comienzos de los 80, cuando, en pleno contexto de dictadura e intervención militar, se fueron cerrando las carreras de formación de pro-fesores (Historia y Geografía, Castellano, Filosofía, Mate-máticas y Física, etc.), así como también una buena parte de las carreras relacionadas con las ciencias sociales (So-ciología, Antropología, Arqueología, entre otras). En este contexto, el Departamento de Matemáticas fue la unidad académica que pudo retomar y continuó la formación de profesores en la Universidad, por medio de las menciones en su Licenciatura en Matemáticas. Por su parte, una vez finalizada la dictadura cívico–militar, es la sede Coquimbo la que se plantea retomar la formación pedagógica con la creación de la carrera de Pedagogía en Religión Católica, y que posteriormente pasa a denominarse Pedagogía en Filosofía y Religión.

Hacia el año 2008, se impulsa en la Universidad un proyecto orientado a retomar de forma más decidida la tradición formadora de profesores, por medio de la transformación del Instituto de Estudios Humanísticos, dependiente de la Facultad de Humanidades, en Depar-tamento de Educación. Uno de los principales proyectos de esta unidad, sería la apertura de la carrera de Pedago-gía en Educación Básica, a la cual se sumaría a la reciente modificación de la carrera de Traducción en Inglés por Pedagogía en Inglés, y la consolidación de la carrera de Pedagogía en Matemáticas, orientada a Educación Media, dependiente del Departamento de Matemáticas. El De-partamento de Educación es transformado en el año 2012 en la actual Escuela de Educación, dependiente ahora de la Vicerrectoría Académica.

La historia de la UCN está íntimamente ligada a la forma-ción de profesores y profesoras, sin embargo, dada la in-tervención militar en dictadura, la Universidad fue optando por abandonar esta vocación inicial. En este sentido, el pri-mer titulado de nuestra Universidad, Mauricio Ostria, ha señalado: “sigo echando de menos una presencia más potente de las Humanidades. El legado de los fundadores está escrito y patente en esas cuatro primeras carreras con que la Univer-sidad se echó a andar y que representaron en su hora el afán ambicioso, pero absolutamente necesario, por hacer coexistir de modo equilibrado todos los saberes sobre el mundo y el hombre” (2016, p. 54).

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Reflexión final

Al día de hoy, podemos señalar con esperanza que la vo-cación inicial de nuestra Universidad, poco a poco, parece retomar su senda. El énfasis en la formación práctica de los futuros profesores y profesoras —criterio clave en la acredi-tación de las carreras de Pedagogía que realiza directamente el Consejo Nacional de Acreditación (CNA)— ha llevado a que los lazos naturales entre la pedagogía y la vocación social, se unan en proyectos conjuntos.

Esto sucede, por ejemplo, en las prácticas pedagógicas sociales que surgen de un convenio firmado entre la Pas-toral UCN y la Escuela de Educación, a instancias de una estudiante de Pedagogía integrante además de la Pastoral. El foco central de esta práctica es apoyar los aprendizajes integrales de los escolares que viven en campamentos del sector de Los Arenales. Así mismo, existe una práctica social que se realiza en conjunto con el Hogar de Cristo, también orientada a estudiantes con altos índices de vulnerabilidad. En una línea similar, la Escuela de Educación trabaja junto con otras unidades responsables de la formación inicial de profesores y profesoras —como son la Escuela de Inglés y el Departamento de Matemáticas— en prácticas pedagó-gicas desarrolladas en contextos rurales, como es el caso de Ollagüe y San Pedro de Atacama.

El futuro de esta estrecha vinculación entre las pedagogías y la vocación social que promueve la Pastoral UCN, parece ser auspicioso por cuanto sus concepciones humanistas y solidarias resultan comunes. La Pastoral UCN vive de manera especial en todo lo que implica la formación de

un profesor y profesora que desee generar trasformacio-nes tendientes hacia una sociedad más justa y solidaria. Tal como señala Michael Appel, la verdadera pedagogía transformadora es aquella que se orienta hacia la supera-ción de las injusticias, y en ese sentido, dicha pedagogía debe constituirse en un “sistema afectivo” organizado en torno al amor, el cuidado y la solidaridad: “crear una edu-cación que encarne estas normas ‘afectivas’ es desafiar las estructuras de (de)igualdad de una sociedad” (Appel, 2018, p.40). Por ello, es de esperar que este camino mancomu-nado entre las pedagogías y la vocación social promovida por la Pastoral UCN, nunca más se vuelva a perder dentro de nuestra Universidad.

Referencias bibliográficas

Apple, M. (2018). ¿Puede la educación cambiar la socie-dad? Santiago de Chile: LOM Ediciones.

Gabalndón, D. y Täth, K. (2012). Educación y transiciones profesionales. En J. Beltrán y F. Hernández, coord. Sociolo-gía de la educación (pp. 209–229). Madrid: McGraw Hill.

Ostria, M. (2016). Mauricio Ostria, el primer titulado y las primeras evocaciones: La Universidad del Norte marcó mi vida para siempre. Tierra Nueva, N°13, pp. 51–54.

Weber, M. (2003 [1904–1905]). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En M. Weber. Obras selectas (pp. 43–86). Buenos Aires: Distal.

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Buscando la voluntad de Dios y abriéndome a nuevos horizontes es que in-greso a la Universidad Católica del Norte, en el año 2003 a estudiar Psico-

logía, convencido de que mi única prioridad deben ser los estudios, sobre todo para quien ha ingresado a ella a los 27 años de edad. Es así que excusas no me faltaron cuando el padre Nelson Barrientos, asesor de la Pastoral de ese enton-ces, me invitó, muy motivado y con la alegría que le caracterizaba, a integrarme a la Pastoral. Le contesté que no era el momento, pues debía tomar el ritmo de estudios, e Ilusamente y sin saber el alcance de mis palabras, le señalé que tal vez en un futuro me integraría. No duraría mucho mi resistencia —la cual me llevó incluso a entrar en receso en mi participación en el movimiento cursillo de Cristiandad, donde participaba activamente— pues “la única prioridad son los estudios”, rezaba mi convicción. Ya de regreso de las vacaciones de finales del primer semestre, me encuentro cara a cara con el padre Nelson, sin posibilidad de esquivarlo ni de cambiar el rumbo, y me saluda con una sonrisa contagiosa y, luego de estrecharme la mano, me invita a misiones a la ciudad de Tocopilla, recordándome mis palabras… “Ya po’, padre”, le contesté, “vamos”…

Por Ramón Jamett Tapia

Psicólogo UCN. Egresado en el año 2007. Titulado año 2008. Nacido en La Calera; en Antofagasta desde los 10 años. Una década trabajando

en centro de niños Mercedes Ríos, del Arzobispado de Antofagasta, prestando servicios a SENAME.

5 años trabajando en paralelo en Colegio Don Bosco.

Misiones en Tocopilla fueron la puerta de entrada

Artículo 22

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Fue este el inicio de una experiencia maravillosa pues conocí a alumnos y alumnas de distintas carreras que destinaban tiempo, su tiempo, a entregar la palabra de Dios mediante la visita casa a casa de un sector alto y de escasos recursos de la ciudad de Tocopilla. El compartir y convivir diaria-mente con cada pastoralista, con distintas experiencias, fue generando inevitablemente simpatía unos por otros, y con el tiempo, cariño y, finalmente, un vínculo de amor cimentado en Cristo, mediante el compartir inquietudes e intereses comunes; y sin darme cuenta ya era parte de la Pastoral de la Universidad Católica del Norte.

Los tres días de misiones se pasaron volando, y dejaron sembrada la necesidad y deseo de continuar compartien-do con aquellos que te acogieron con tanto cariño, y sobre todo que comparten contigo los deseos de entregarte gra-tuitamente al otro, sin esperar nada a cambio; alegres con la satisfacción interior de haber dado un momento de alegría a una persona que, hasta el momento de abrir la puerta, era un desconocido o desconocida.

Las misiones, por tanto, fueron la puerta de entrada y el instrumento que utilizó Dios para ayudarme a considerar que no sólo basta con centrarte en los estudios, sino que la formación profesional también considera el crecimiento humano que se encuentra en la experiencia maravillosa de trabajar y entregarte por entero para que otros y otras crez-can en amor a Dios, en habilidades blandas, en conocimien-

to, humildad, caridad, solidaridad, etc., tanto pastoralistas como las personas a las cuales se servía por medio de los distintos voluntariados.

Cómo no recordar la Misión País, a la cual asistimos como pastoralistas en vacaciones de verano del 2004, expe-riencia maravillosa que nos dio luces para integrar nuevas dinámicas a nuestras misiones, en las cuales un pilar fun-damental era el contacto directo con Dios por medios de momentos de oración personal y comunitarios, con signos delicadamente preparados, y un trabajo directo con fami-lias por medio de talleres, e ir puerta a puerta a escuchar y dialogar sobre sus inquietudes y necesidades. De esta experiencia nacen en nuestros corazones los deseos de re-plicar lo mismo a nivel regional; es así que le damos forma a Misión Región, la cual se prolonga por un par de años, donde convocamos a estudiantes universitarios y universi-tarias de distintas universidades de la ciudad, y misionamos de forma simultánea en tres ciudades de la región: Toco-pilla, Mejillones y Taltal; llegando a un número de cerca de 70 jóvenes, de los cuales 50 aproximadamente eran de la UCN. Cómo no recordar también el gran aporte a estas misiones de los movimientos juveniles de la Iglesia Católica, los cuales fueron convocados y coordinados para integrarse a la misión, y realizar posteriormente el primer y segundo encuentro intermovimientos de juventudes católicas en la Casa de Retiro san José, contando con un logo, un CD e himno, creado por el entonces laico, Mauricio Valdivia,

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misioNes eN toCoPilla fUeroN la PUerta de eNtrada

actualmente sacerdote y párroco de la parroquia Transfi-guración del Señor.

Vienen a mi memoria también los famosos Shalom, en-cuentros de oración que, en un ambiente de recogimiento y de compartir la vida, contribuían a fortalecer los lazos de amistad de los pastoralistas y de quienes se sintieran atraídos por las distintas estrategias que realizábamos para captar la atención y curiosidad de quienes pasaban frente a las salas K, lugar donde realizábamos los encuentros. Bol-sas hechas con papel crepé de distintos colores, rellenadas con arena y una pequeña velita encendida dentro, eran el anzuelo perfecto para los curiosos que seguían el camino trazado con ellas. Así llegó un estudiante de arquitectura, Marco Pasten, quien sigue el camino hasta una sala de las K, abre la puerta y se encuentra con grupos de estudiantes sentados en el suelo, con la luz apagada, en torno a una vela encendida y con música de fondo. Me dirijo hacia él y lo in-vito a integrarse a mi grupo, compartiendo parte de su vida e intereses respecto a la sociedad y Dios. Sin imaginarnos que gracias a su curiosidad y a las instancias que la Pastoral promovía, en este caso los encuentros de oración llama-dos Shalom, entre ambos, él ya arquitecto y yo psicólogo, nacería una amistad y contacto permanente que perdura hasta el día de hoy. Cabe señalar que Marcos se integra a la Pastoral a partir de este encuentro, llegando con el tiempo a sucederme como coordinador general de Pastoral.

Experiencias como estas, son las que me han construido como profesional y han hecho crecer como persona y cris-tiano, engendrando en mi corazón, en ese entonces, una pasión por el servicio a través del ser pastoralista, entre-gándome por completo a ella, corriendo entre clases a la Pastoral, de manera de aprovechar al máximo los 15 minutos de recreo para encontrarme con mis hermanos y hermanas pastoralistas, y con quien llamaba en ese entonces “la tía Erika, Felisa y Hernán”, y dejar avanzado el trabajo de coor-dinación de las siguientes actividades.

Muchas amistades se fraguaron en la Pastoral, amistades que conservo hasta el día de hoy, y que doy fe de que el paso por la Pastoral nos ha ayudado a construirnos como profesionales y como personas.

Pero como todo ciclo tiene su fin, llegó el momento del egreso y titulación, y con ello el momento de partir; sin em-bargo, Dios tiene preparado hermosos caminos para quie-nes le aman, y es así que a partir del mes de abril de este año comienzo a trabajar en la Pastoral de la UCN como coordinador de Pastoral. Que hermoso regalo de nuestro Señor, pues después de 10 años de haber egresado de esta casa de estudios, ingreso nuevamente y con la misma ilusión a la UCN, esta vez para contribuir con los dones recibi-dos de Dios: mi pasión, compromiso, experiencia, entrega y trabajo para juntos crecer en amor a Cristo, la Iglesia y a nuestra querida Universidad.

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Mi paso por la Pastoral como pastoralista (2005–2008 aproximadamen-te), sin lugar a dudas ha significado un espacio de formación para la vida

y un lugar donde hice amigos que hasta el día de hoy siguen siendo parte de mi vida. Además viví mis primeras experiencias como voluntaria con el proyecto de oncología, nuestras visitas al campamento Mujeres Unidas, con quienes aún mantengo comunicación, mi paso por el consejo de jóvenes, en fin. Recuerdos que forman parte de mi memoria emotiva y que contribuyeron a mi construcción como joven y como futura profesional de las Ciencias Sociales.

Me vuelvo a reencontrar con la Pastoral en el año 2015, esta vez, como pro-fesional. Desde mi rol como trabajadora social se me invita a formar parte del área de vocación social, a soñarla y a pensarla desde una Pastoral que se abre a todos quienes quieran ser parte de ella. Es así como iniciamos el trabajo con voluntarios universitarios en el campamento Unión del Norte, que forma parte del macro campamento Los Arenales, siendo la primera institución que

Un espacio de formación y de integración para la vida

Artículo 23

Por Mg. Paulina González Tello

Ex pastoralista, Trabajadora Social, actualmente Coordinadora de

Vocación Social de la Dirección General de Pastoral y Cultura

Cristiana de la UCN. 

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inicia sus labores con ellos. Dimos espacio, junto con la comunidad, a la creación de un proyecto de educación básica para los niños que habitaban dicho sector, así como también el proyecto de emprendimiento en alianza con Acción Emprendedora, sumándose a esto propuestas co-munitarias. Una evaluación positiva permitió que durante el año 2016 mantuviéramos el trabajo con dicha comuni-dad y se pudiera extender el trabajo con los campamentos Los Chilenos de Villa El Sol, Desierto Florido, El Bosque. En esta oportunidad se iniciaba el trabajo con una firma de carta compromiso con duración de un año. Luego de los diagnósticos participativos, los dirigentes junto con la comunidad y voluntarios, deciden trabajar las temáticas antes señaladas contabilizando entre 20 y 30 niños parti-cipando del proyecto de educación básica, 2 adolescentes que forman parte de un nuevo proyecto de nivelación en educación media que pretende prepararlos para rendir con éxito la PSU, emprendimiento que contabiliza entre 5 y 7 participantes, y el área de desarrollo comunitario donde se llevaban a cabo barridos ecológicos, capacitaciones, etc. A esta labor se suma el trabajo formativo realizado por los jóvenes a partir de la construcción de la Línea de Vida del Voluntario en donde se realizaban semanalmente formaciones en las áreas de voluntariado y su misión, po-breza y migración. Debo destacar que se pudo contar con académicos de la UCN que de manera generosa contribu-yen con su tiempo y conocimiento en el ciclo formativo de los jóvenes, de igual forma se pudo contar con el valioso

y generoso aporte de Fundación para la Superación de la Pobreza. De esa manera se marcaba un estilo de ser voluntario desde un quehacer y un discurso responsable, comprometido y adulto. Se instalan los espacios de evalua-ción semestral relacionados con el quehacer y su gestión. Valorado a mí entender por los jóvenes.

Debemos señalar que no contamos con una masa de vo-luntarios, y probablemente no se destacara por la cantidad, ya que no es el número lo que persigue sino la permanencia basada en la calidad de cada uno de nuestros voluntarios.

Así llegamos al año 2017 donde la incorporación del pro-yecto IMI acrecentó los desafíos ya no sólo trabajando con los campamentos antes mencionados sino sumando al campamento Rayito de Esperanza y Nuevo Amanecer Latino; con ellos se inicia el trabajo comunitario que abar-caba, entre otras cosas, la confección del mapa de cada campamento junto con la señalización de las calles, permi-tiendo un mayor acceso de los servicios que trabajan con la comunidad. Importante es señalar que a esta iniciativa se sumaron los campamentos que se han señalado. Además, en colaboración con Fundación para la Superación de la Pobreza, por medio de su programa Servicio País, se inicia los Talleres de Recauchaje 3.0, que buscaban ser un es-pacio personal y experiencial para los dirigentes del macro campamento Los Arenales, petición hecha por los propios protagonistas; en ella participan alrededor de 20 dirigentes.

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UN esPaCio de formaCióN y de iNtegraCióN Para la vida

Es importante mencionar que durante este año hace arri-bo el proyecto de prácticas sociales, impulsado por nues-tra voluntaria Claudia Araneda, alumna de la carrera de Pedagogía Básica con Especialización. Una vez firmado el convenio con la Escuela de Educación, se da paso al inicio de las prácticas en contexto de campamento permitiendo a los alumnos participantes reconocer su vocación como futuros pedagogos, apoyando los procesos educativos de los niños del macro campamento Los Arenales, en las áreas de lengua y matemáticas. En esta iniciativa participan 40 niños, teniendo clases lúdicas una vez por semana. La labor realizada por los practicantes era apoyada por sus docentes y por los espacios formativos que brindaba el área de Voca-ción Social, enfatizando en esta profesión la importancia de disminuir la brecha de desigualdad en el ámbito educativo existente en nuestro país.

Asimismo se abre el espacio de Tesis Vocación Social que permite a los futuros profesionales publicar su tesis en la Re-vista Tierra Nueva de Pastoral, siempre y cuando su temáti-ca vaya en relación con la cuestión social y el bien común. Además permite a los alumnos realizar conversatorios con los voluntarios respecto de la investigación y sus aportes. Durante ese año 2017, la tesis que se publicó fue un texto periodístico de no ficción titulado “Migración, un mundo maravilloso por descubrir: No nativos en la Antofagasta Ideal’’ y que fue realizada por las estudiantes de periodismo Montserrat Ayala Cortez y Bárbara Badilla Badilla quienes

fueron guiadas por el profesor Rubén Gómez Quezada. En la versión 2018 de Tierra Nueva, se publica la tesis de grado: “Reconstrucción histórica de la ciudad de Antofa-gasta: una mirada a través de los planos de 1860 al 2002” preparada por los alumnos de ingeniería comercial Valeria Ocayo, Matías Thenoux y Karl Mell con la supervisión del profesor José Francisco Vergara Perucich.

Durante el año 2018 se suman a la labor los campamentos Rayito de Sol y Eulogio Gordo que agrupa a los comités Esperanza de los Niños, Eulogio Gordo y las Vencedoras. Una vez más se realiza la firma carta compromiso con di-chos campamentos y los anteriores. En el presente se lle-van a cabo los programas de educación básica, nivelación y comunitarios donde se encuentran iniciativas como huer-tos comunitarios, capacitaciones, talleres, confección de mapas, reparaciones de sede, etc. Dichos proyectos están distribuidos en los 8 campamentos que conforman el ma-cro campamento Los Arenales.

Cabe destacar la entrega de cada voluntario que ha creído en la propuesta de la Pastoral así como en el trabajo con la comunidad. De esta forma queremos dar a entender que se puede, que efectivamente nuestros jóvenes son el pre-sente y futuro de la sociedad que vamos construyendo, y que devolver espacios de derecho y dignidad a las familias y comunidades resulta un deber ético para cada uno de quienes forman y se siente parte de nuestra querida “Pasto”.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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En octubre de 2016, se realiza la apertura del programa Intervención–Migra-ción–Investigación, bajo la coordinación de Erika Tello Bianchi, Directora de

la Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana, cuyo propósito es orientar y apoyar a los extranjeros residentes en Antofagasta en aspectos legales, psico-lógicos y sociales.

He estado en el programa desde sus inicios. Unos meses antes había obtenido también la habilitación de mi título profesional de abogada en Chile; como ex-tranjera sabía de la senda difícil y llena de desafíos, por los cuales atraviesa gene-ralmente un migrante; algunos de esos obstáculos fueron fuentes de aprendizaje en lo personal, profesional y fundamento para que mi fe cristiana se fortaleciera.

Por ese entonces, conocí a Paulina González, T.S. de la Dirección de Pastoral Social y Cultura Cristiana quien me contactó con la Dirección para ser parte de este proyecto, prestando mis servicios en la orientación y patrocinio legal en derecho de familia y laboral; para mí fue una tremenda oportunidad de servir

Por Adriana Cortés Puello

Abogada e integrante del programa Intervención–Migración–

Investigación de la UCN que patrocina la Dirección de Pastoral.

La migración en Chile tiene cara de mujer: Programa IMI–UCN

Artículo 24

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desde lo profesional a personas que, al igual que yo, habían caminado por la misma senda.

En dos años de trabajo hemos asesorado mayoritariamente a mujeres extranjeras; ellas constituyen el 70% de nuestra aten-ción. La migración en la región y en Chile específicamente, se-gún la OIT1, tiene cara de mujer; yo les definiría como mujeres valientes, que inicialmente llegan a trabajar por sus familias, en condiciones de vulnerabilidad, y en IMI UCN hemos tenido la oportunidad de atenuar algunos de los efectos de dichas condiciones a través de la contención y apoyo psicosocial, de la orientación legal y patrocinio en Tribunales: restableciendo el derecho e inclusive la confianza en sí misma, después de un apoyo integral tanto jurídico como psicológico.

Uno de los sellos de IMI UCN, es su atención personalizada y centrada en la persona misma, más que en la condición de ser extranjero; pues como bien lo dice Alejandra Brizuela, Psic. de IMI–UCN dicha condición es sólo un filtro en la atención; sin embargo, en lo personal la identificación con el tema ha dado como resultado una búsqueda permanente de soluciones integrales.

1 https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/---sro-santiago/docu-ments/publication/wcms_560975.pdf

Se destaca en este trabajo el apoyo de pasantes de la Fa-cultad de Derecho de la Universidad Católica del Norte, estudiantes y abogados voluntarios chilenos y extranjeros, de nacionalidad colombiana y brasilera; mis sinceros agra-decimientos a Daniel Ardiles, Lorena Bernal, Bethsabé Ro-jas, Nikol Orellana, Camilo Almanza, Manuela Andrade; y a Alejandra Brizuela, Psicóloga de IMI UCN, por ese trabajo colaborativo que contribuye a que este programa continúe con el sello de atención personalizada e integral que nos identifica. Es por demás una experiencia enriquecedora, trabajar en conjunto con compañeros de otras disciplinas, de otras nacionalidades, de otros puntos de vista, pero que compartimos una misma dirección y vocación.

No obstante, es mucho lo que queda por hacer. Nos aguar-dan todavía grandes desafíos de integración y apoyo, ya que la población migrante requiere de atención. Se necesita también pasión por este trabajo, recursos financieros y hu-manos, que permitan continuar con esta misión vocacional y profesional.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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“(…) Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies: todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes; las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los

senderos de las aguas. (…)” . Salmos, 8.

La Dignidad de la Persona

Utilizando como prefacio el Salmo 8, que pudiera sintetizar la profunda reflexión que el salmista realiza para indagar y encontrar respuesta —Divina, al menos ins-pirada de ese hálito— que permita dilucidar cuestiones fundamentales sobre la

La Pastoral UCN: Aportando a la vida académica

Artículo 25

Por Emilio Ricci Alvarado

Académico, prof. Asociado Universidad Católica del Norte,

Psicólogo clínico y de comunidad, terapeuta familiar.

(e-mail: [email protected])

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persona humana: ¿Qué hemos heredado? ¿Cuál es el po-der que detentamos? ¿Cuáles nuestras responsabilidades y hacia quiénes? Y por supuesto, diversas otras, que dejo a la inspiración y libertad del lector.

En julio de 1969, el Papa Pablo VI encomendaba a los primeros astronautas que partían en misión espacial hacia la Luna, ese salmo; indicando, especialmente: “El hombre —..., al centro de esta empresa, se revela un gigante. Se nos revela divino, no en sí mismo, pero sí en su principio y en su destino. Honor, entonces, al hombre, honor a su dignidad, a su espíritu, a su vida”1. Luego en 2002, el Papa Juan Pablo II, en Audiencia General, recordaba aquellas consideraciones de su antecesor, inspiradas, indicando “de ese himno que es, de hecho, una celebración del hom-bre, una criatura mínima si comparado a la inmensidad del universo”, y continuaba su reflexión, “el himno, está dominado de una confrontación entre Dios, el hombre y el cosmos. Sobre la escena aparece el Señor, cuya gloria es cantada desde los cielos, pero también de los labios de la humanidad. La alabanza, que nace con espontaneidad de los labios de los niños, es cancelada y confundida por los discursos presuntuosos. De aquellos que niegan a Dios (cfr v. 3). Estos son definidos como ‘adversarios, enemigos, rebeldes’, porque se engañan de enfrentar y contrastar al Creador con su razón y acción. (cfr. Sal. 13, 1)”2.

Con estas ideas iniciales, inconclusas aún y que intentaré desarrollar —en parte— en este escrito, quisiera plasmar

1 Insegnamenti VII [1969], pp. 493–494.

2 Audiencia General, Miércoles, 26 junio 2002

algunas reflexiones, indicando primeramente la inspiración hacia una Pastoral universitaria, fundamentos y —particula-res— obligaciones; además de acompañar en la celebración del vigésimo aniversario de la Pastoral UCN —Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana— con algunas anéc-dotas —tal vez provocadoras— que, por cierto, son parte de los procesos que, también, inspiran este trabajo.

Hacia una Pastoral Universitaria

La exclusiva participación de los laicos, además de haber sido escuchados durante el Sínodo de los obispos de 1987, estuvo especialmente dedicada a su vocación y misión, y que, conjuntamente, festejaba el aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Luego, Juan Pablo II, en exhortación apostólica, indicaba el papel de la participación de los laicos en la sociedad humana: ”La Iglesia... plenamente conscien-te de la urgencia pastoral que a la cultura le sea reservada una atención del todo especial... solicita a los fieles laicos a ser presentes, con la insignia del coraje y de la creatividad intelectual, en los lugares privilegiados de la cultura, aque-llos que son el mundo de la escuela y de la universidad, los ambientes de la investigación científica y técnica, los lugares de la creación artística y de la reflexión humanística”3.

3 Exhortación apostólica postsinodal «Christifideles Laici», 30 diciembre 1988, n. 44.

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la Pastoral UCN: aPortaNdo a la vida aCadÉmiCa

Prontamente, en 1990, el papa Wojtyla, promulgando la Constitución Apostólica4 5(ECE) encomienda un nuevo sis-tema normativo a las Universidades Católicas (UC). Este documento, que nace del corazón de la Iglesia, “se inserta en el curso de la tradición que remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradia-ción del saber para el bien de la humanidad”6. Declara que la Universidad es una comunidad académica y “que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural (…)”7. Se confirma, indudablemente, que la dinámica de la cultura universitaria constituye un ambiente de decisiva importan-cia, especialmente en sus tareas fundamentales —formación e investigación—, para enfrentar y debatir sobre cuestiones vitales que traen aparejados profundos cambios cultura-les que suscitan nuevos desafíos y nuevas generaciones, preparadas y conscientes de la seriedad de su deber, para asumir consecuentemente estos retos con una profunda dimensión ética.

El mismo documento enfatiza y prioriza la actividad de la Pastoral y ofrece, claramente, las acciones que se debieran

4 Este es el más alto nivel de decreto publicado por el Obispo de Roma. Por su naturaleza, las constituciones apostólicas son públicas y, como tales, expuestas a toda la Iglesia. Tratan sobre las materias más solemnes de la Iglesia, tales como la promulgación de estatutos o de enseñanzas definitivas.

5 Juan Pablo II, Constitución Apostólica «Ex corde Ecclesiae», 15 agosto 1990, n. 1. Importante aniversario también que debemos recordar. Encontramos, además, que el Código de Dere-cho Canónico reconoce su existencia regulándola en sus cánones 807 al 814.

6 ECE, 1.

7 ECE, 12.

orientar, “integrando de esta manera la vida con la fe”8. Sin duda, en un diálogo permanente con la comunidad univer-sitaria, promoviendo el humanismo cristiano, y consciente de su dimensión pastoral en todas sus acciones, comple-mentando, desde luego, momentos para la reflexión y la oración. En una dimensión —más operativa tal vez— se su-giere invitar a la comunidad universitaria a ser más juiciosa, sensible hacia el prójimo, especialmente, a los que sufren a “causa de las injusticias en el campo económico, social, cultural y religioso. Esta responsabilidad se ejercita, en pri-mer lugar, en el interior de la comunidad académica, pero encuentra aplicación también fuera de ella”9.

Es importante subrayar que toda la comunidad académi-ca está llamada a vivir la “identidad católica”, así como a promoverla o, “al menos, respetar tal identidad”. Y del mismo modo, pero con mayor vehemencia, si ineludible, las UC “deberá(n) tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad”10.

Estas primeras consideraciones llevan a pensar en los in-numerables momentos en los cuales la Pastoral UCN ha desplegado acciones significativas que otorgan coherencia y legitimidad a sus labores, y que en particular han genera-do, desde siempre, extraordinaria atracción y especial par-ticipación de parte de la comunidad estudiantil. Así como

8 ECE, 38.

9 ECE, 40.

10 ECE, 32.

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generación de debates de divulgación científica, semina-rios con temáticas emergentes, de ámbito social y que, dicho sea de paso, han establecido confianza con autori-dades para, por ejemplo, instalar el IMI–UCN, un dispo-sitivo interdisciplinario sobre el fenómeno de la migración de intervención e investigación. En otros momentos, con especial sensibilidad y audacia, la Pastoral ha contribuí-do a otorgar dignidad a la memoria histórica, rindiendo homenaje a todos aquellos miembros de la comunidad universitaria, que fueron humillados y despojados de la propia dignidad: Esfuerzo de extraordinaria misericordia, para saldar la deuda institucional y reflexionar —una vez más— junto a toda la comunidad, sobre la propia fragili-dad y las consecuencias de las omisiones que el autori-tarismo —a 40 años del golpe de estado—, reflejaba de lo más perverso y desastroso del obrar humano, alejado de toda compasión.

Indudablemente es importante destacar además el signi-ficativo aporte de la Pastoral a la formación continua para líderes sociales de los campamentos, o a las acciones que periódicamente se realizan con la propia comunidad de es-tos sectores y que involucra, sensiblemente, a la comunidad UCN. Un especial reconocimiento a los generosos aportes de sus directores, que han acompañado a los sindicatos en homenajes y conmemoraciones importantes, legitimando el accionar de sus dirigentes y asociados. Así como a los encuentros y reuniones informales, con los académicos in-

teresados para debatir, compartir y contrastar iniciativas, noticias, conocimientos y opiniones sobre temas sensibles, contribuyendo, de esa manera, al enriquecimiento del saber y del propio accionar.

Desde luego que, también, hay tareas pendientes y dinámi-cas sociales en constante transformación, como la fragmen-tación del saber, así como la secularización y las constantes influencias culturales que podrían marginalizar la gran tarea y dejar de aportar, con decisión, al insuficiente sentido de comunidad universitaria, o las mezquinas búsquedas per-sonales, dificultades y desafíos sociales latentes que cada miembro de nuestra comunidad enfrenta. En esta inque-brantable promoción del diálogo profundo, distintivamente cultural, ofreciendo con estimulante lectura de sí mismos, en la dinámica realidad de nuestro tiempo; sosteniendo la dimensión espiritual y también social; invitando a inéditas oportunidades para sostener y desarrollar competencias con creatividad y comprensión de las necesidades de la comunidad en general.

No nos equivocamos, entonces. Saludemos con satisfac-ción una misión comenzada hace 20 años y que en nuestra universidad, la Pastoral UCN ratifica, pero también está llamada a continuar, siendo protagonista del humanismo cristiano encarnado y, defendiendo incansablemente, la dig-nidad de la persona que puede ser cancelada y confundida por discursos ajenos al bien común.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Llegué, a la Pastoral, un día de octubre del año 2000. Mi primer contacto con la Pastoral fue en una entrevista con Erika Tello, mi actual directora, que

en ese entonces era la Coordinadora de Pastoral, con don Eduardo Camino, recordado académico del Departamento de Matemáticas, quien subrogaba, al P. Jorge Ramirez, que, en ese tiempo, se encontraba en México, y con Hernán “el huaso”, como le decían casi todos en la universidad.

Después de una conversa breve, me informaron que cumplía con los requisitos para el puesto. Nunca pensé que, desde ese día, mi vida cambiaría. Porque tra-bajar en una universidad, ya es un mundo interesante, distinto, un mundo lleno de cosas nuevas por aprender y vivir, más aún en una “pastoral universitaria”

Estoy trabajando desde hace 18 años en la Pastoral. Trabajar con jóvenes es un aprender, un asombrarse cada día, es un recordar que no todo es uno, sino que hay un mundo afuera que necesita de ti, de un modo u otro.

Por Felisa Jopia Gajardo

Secretaria Administrativa. Trabaja en Pastoral UCN desde el año 2000

como secretaria y desde el año 2016 a la fecha como Encargada de Administración y Finanzas de

la Dirección General de Pastoral y Cultura Cristiana de la Universidad

Católica del Norte.

Cosas de la vida

Artículo 26

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Admiro esa disponibilidad, esa generosidad de estos “ca-bros” que ponen corazón en cada cosa que hacen con la gente de los campamentos. Admiro ese don de regalar su tiempo libre para hacer voluntariado, para hacer lo que otros han dejado de hacer.

Me he enriquecido con la experiencia, con la historia de cada uno de ellos, con sus aciertos y errores, penas y ale-grías. Los he visto partir, como profesionales, pero de algo estoy segura, ellos serán personas integras, que aportarán a este mundo, y en cada paso de su vida llevarán las vivencias y experiencias de ser pastoralistas.

La pastoral universitaria ha sido y es parte importante de mi vida por todos estos años. A medida que esa pastoral pequeña, con pocos recursos, con muebles de mimbres, fieles compañeros de cuantos pasaron por la pastoral, iba creciendo, yo iba creciendo con ella, en todos los sentidos.

Empecé un camino diferente, un camino nuevo que junto a otros cambios en mi vida, me ayudó a fortalecerme como persona.

Tiempos en que el famoso “piolín” mueble de madera de color amarillo, pintado por los jóvenes, hecho para guardar material de trabajo, y que al final estaba lleno de mochilas y máquinas de escribir, que más de alguno, la dejaba por un ratito y se quedaba toda la semana, era el centro del único salón de la pastoral.

Tiempos de reuniones de académicos, juntas de funcio-narios, y de compartir con los jóvenes con sopaipillas del

rincón. Tiempo de guitarras y conversas largas y cálidas, en que todos ellos planeaban cambiar el mundo.

Tiempos de la Pamela Soto, del Christopher Chávez y de cuantos otros, que aperraban en los campamentos. De las pocas veces que llovía, salían corriendo de sus clases a juntar nylon y ropa para llevar a los campamentos, ir en micro hasta el sector era toda una aventura, entretenida y cansadora.

Hoy el tiempo es distinto, pero la intención es la misma. El voluntariado ya abarca un gran sector, nuestros jóvenes trabajan en 8 campamentos, y además se han sumado otras áreas de trabajo. Tienen más recursos, más dependencias, pero eso no quita todo el esfuerzo, el tiempo, las ganas y la vocación que entregan cada domingo, durante todo el año.

Estamos grandes, publicamos libros sobre nuestro norte y otros temas interesantes que van de la mano con nuestra tierra nortina. Ya llevamos 8 seminarios de Vocación Social, y otros tantos de migración.

El trabajo ha sido duro, porque no es fácil ser pastoral en una universidad, pero aquí estamos después de 20 años, en el mismo lugar, aportando a esta querida comunidad universitaria. Recordándoles con nuestro trabajo, que hay más que hacer, que hay cosas que cambiar, que nuestra vida no solo debe centrarse en nosotros y en los nuestros, sino que hay otros que no tuvieron las mismas oportunidades y aquí estamos todos, jóvenes, funcionarios y académicos, especialmente el equipo pastoral, para aportar a ese cam-bio, con nuestra experiencia, con nuestro trabajo y el valor que le damos a todos lo que hacemos.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Han pasado dos años desde mi incorporación a la Pastoral UCN. Sin darme cuenta han sido momentos de mucho aprendizaje, encuentro con jóvenes

de diferentes edades, con visiones distintas de vida y lógicamente un sin número de actividades que han fortalecido a quien les escribe el siguiente relato.

Todo comenzó con un tímido incursar por las dependencias de la Pastoral una calurosa mañana de octubre. Instancia en que conocí a Erika Tello Bianchi, Di-rectora de la Pastoral UCN, quien me dio la oportunidad de laburar y formar parte del equipo conformado por: Paulina González, Felisa Jopia y Hector León. Compañeros de trabajo que han sido —con cambios de por medio— como una segunda familia.

Cómo no recordar las numerosas actividades en las cuales sudábamos “la gota gorda” por conseguir que todo saliera perfecto, los desencuentros, las risas y el crecimiento que experimentamos todos en este pequeño pero gran grupo

Por José Tapia Zamora

Periodista, Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Coordinador de Comunicaciones de la Dirección

General de Pastoral y Cultura Cristiana.

Transformaciones y recuerdos de la querida Pastoral UCN

Artículo 27

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humano. Destaco la incansable labor que realiza, hasta el día de hoy, Felisa Jopia Ester, una mujer que cumple un rol fundamental en la Pastoral… El de unirnos y mantenernos siempre con los pies sobre la tierra.

En mis primeros meses trabajaba por la mañana y mis tareas —reducidas por ese entonces— comenzaron a generar un interés inusitado. Junto con ello, la visita de jóvenes —que fui conociendo en el caminar— fueron transformando las jor-nadas laborales en momentos llenos de vida y contención.

Recuerdo en especial a: Claudia Araneda, Mirko Fritis, Car-los Leiva, Matías Aguilar, Edgardo Astengo, Camila Here-

dia, Paula Villarroel y Jesús Lamadrid, cuyo servicio a la sociedad y gratuidad fue cautivando aún más el quehacer diario que entregaba a la Pastoral.

Revivir momentos es un ejercicio de memoria individual y colectiva que trae emociones tan sinceras que al terminar estos pequeños párrafos no he podido evitar derramar más de alguna lagrimilla.

Es por ello que digo: Gracias, Pastoral, por seguir brindán-dome espacios de crecimiento personal y espiritual.

Larga vida.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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En el 2015 hice ingreso a la Pastoral, con mucha incertidumbre, dudas, ex-pectativas y sueños…

Cuando ingresé, conocí gente realmente hermosa, me hice amigos, compañeros y así un sinfín de amistades. Dentro de la Pastoral yo crecí; recuerdo cuando lle-gué: todos se conocían y parecía que fueran amigos de toda la vida, luego yo fui una más de ellos; dentro del área que estuve (voluntariado) llegué justo cuando iban a empezar por primera vez con Los Arenales, específicamente con Unión del Norte. Dentro de Los Arenales había campamentos que recién se estaban formado, y que ya para el día de hoy están completos, con sus sedes y otras cosas.

Cuando iniciamos y fui a conocer campamento, mi vida cambió totalmente fue ahí donde me dije: aquí quiero estar. Luego pasaron los días y me dieron la opor-tunidad de crear un proyecto, el cual fue Educación para niños, y poder apoyar a los adultos a que aprendan a leer y escribir. El de los adultos no nos resultó,

Por Claudia Araneda Lara

Estudiante de Pedagogía en Educación Básica (con

especialización en Lenguaje e Historia). Actualmente es

coordinadora general de voluntariado, y fue coordinadora de educación y de voluntariado.

Esperábamos ansiosas los Intercambios

Artículo 28

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pero, en cambio, el de los niños fue surgiendo con el tiem-po. Empezamos haciendo clases en el suelo o escribiendo afirmados de las paredes, para luego pasar a tener sedes con sillas, mesas, libros, baño y un sinfín de recursos para mejorar la educación y poder realizar el cambio.

Dentro del campamento conocimos muchas familias, un centenar de historias, las cuales me marcaron y fueron cam-biando mi vida (como yo la veía, y como quería vivirla). Sin duda el campamento y la Pastoral marcaron un antes y un después en mi quehacer pedagógico y en el día a día.

Las mejores Fiestas Patrias, las mejores convivencias, las viví en campamento. Ver cómo con tan poco eran todos muy felices, en especial los niños de educación que disfrutaban con ese choripán o esa pequeña convivencia con “chipop” o “papitas”.

Los niños me demostraron cómo ser una profe sin límites, cómo enseñar con cariño, y que no es necesario ser una profe estricta, sino que con el cariño se educa de mejor manera.

Luego de dos años como coordinadora de Educación con muchos altos y bajos, pasé a ser coordinadora de volunta-riado; fue una pega totalmente diferente, tuve que dejar a Educación un poco de lado para ayudar ahora a un grupo más grande; conocí dirigentes ‘a toda garra’ y otros un poco

más lejanos, donde cada uno luchaba por un mismo fin que era mantener a su comunidad.

Estuve un año entero como coordinadora de voluntariado, también fuera de campamento fue un desafío estar en el consejo, tomar las mejores decisiones, peleas sin fin, pero siempre por una buena causa.

Una de las partes más esperadas por nosotros eran los in-tercambios donde compartimos con Coquimbo, donde co-nocíamos cómo trabajan; sin duda, era lo mejor, un relajo y a la vez un estrés cuando pasas a ser parte del consejo. Otra gran actividad es el aniversario, cada año hay anécdotas nuevas que nunca olvidaremos.

Dentro de las otras áreas he podido participar de alguna manera: en misiones, café artes (donde cada estudiante mostraba sus talentos y se daban a conocer); un espacio sólo para nosotros.

La Pastoral siempre será un lugar muy importante en mi corazón; donde existen profesionales que te reciben con la mejor disposición, para escucharte, para tirar la talla, para aconsejarte. Son, sin dudar, un gran apoyo; me acuerdo una vez que fuimos a Taltal, y Feli, en una caja de té, nos escribió una nota, fue un detalle muy tierno, un detalle que sólo ella tiene; los periodistas que fueron muchos, pero sin duda cada uno tenía su importancia; en especial, mi cómplice,

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esPerábamos aNsiosas los iNterCambios

José, que cada vez que llego a su oficina para mí es un des-ahogo de todo lo que pasa por mi mente; por otro lado, Pauli que fue una guía y fue quien confió en cada proyecto que tenía en mente, en especial el de realizar las prácticas en campamento, donde mi meta era dar a conocer que no sólo en el aula se aprende, y hoy en día en la carrera de Pedagogía está implementada.

Ahora, ya en mi último año de universidad, tomé un de-safío mayor: el de coordinación general, el cual ha sido un poco difícil por situaciones que han pasado, pero sin duda lo hemos sabido llevar con el gran equipo que tengo a mi lado, aun nos queda tiempo para seguir realizando cambios.

Ya para terminar, la Pastoral siempre estará, sin duda, en mi corazón y gracias a ella soy la profesional que pronto ejercerá lo que más ama en la vida que es ser profesora. Me voy con grandes herramientas, con una visión de que-rer realizar el cambio en la sociedad, y de siempre y para siempre querer conquistar este mundo.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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En primer lugar, agradezco a Dios por fijarse en mi como instrumento fiel para ser servidor y corresponsable de tan hermosa labor pastoral en la comunidad

universitaria UCN.

Como profesor de Religión, he caminado en diversos establecimientos edu-cacionales, conociendo las más diferentes realidades sociales que se puedan expresar en nuestra sociedad.

Ejerciendo mis funciones pedagógicas es que mi amada Iglesia me solicita em-barcarme en un nuevo desafío, como lo es aportar en esta casa de estudios superiores en Coquimbo en el año 2011, como encargado de Pastoral.

Al inicio, fue un hermoso descubrir cómo funciona esta estructura formal pasto-ral en un ambiente educativo universitario, que convoca a un universo, pequeña muestra demográfica de nuestra sociedad regional.

Por Alejandro Cuturrufo Munizaga

Actual director laico del Departamento de Pastoral y

Cultura Cristiana de la Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo.

Profesor de Religión.

Mi testimonio en Pastoral UCN

Artículo 29

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Confiado en que Dios provee, es que inicié mi labor, no exenta de situaciones complejas por el contexto en que llegué, pero con un equipo pastoral respetuoso y de una gran trayectoria.

Al poco andar, fui descubriendo una comunidad conso-lidada y de un prestigio elaborado con base en la entrega cariñosa y fraterna. La Pastoral es una casa de comunión y de acogida, a la cual me sumé con gran ánimo y vocación.

La realidad me fue entregando los lineamientos de trabajo, siendo el sentido comunitario un primer desafío a abordar. Recoger lo sembrado por años por un grupo de funciona-rios, equipo pastoral y pastoralistas que daban forma a la Pastoral de aquel entonces.

Mencionar a funcionarios de esa etapa, como Jorge Go-rostiaga y Carmen Gloria Ojeda, quienes dejaban su huella hasta hoy, en el cómo se debía hacer y ser pastoral. Mis agradecimientos y aprecio para ellos.

A monseñor Manuel Donoso D., quien confió en mí, para esta labor pastoral de vida.

Al padre Manuel y equipo de Voluntas Dei por su labor pastoral, siempre fraterna y cercana.

A Fernando Saavedra que, siendo estudiante y luego fun-cionario, nos abría las puertas a lo que los jóvenes pensaban y nos orientaba a la nueva imagen de la Pastoral UCN.

Al padre Ángel Pizarro, a quien conozco desde hace años y que fue acompañándome y apoyándome en los momentos buenos y complejos; un buen sacerdote, un buen amigo.

A los padres asesores que desempeñaron su labor en las horas que estaban en Pastoral. Padres Jorge Marín, Erwin Hernández, y especialmente a Cristián Montenegro, Vicario General de la Arquidiócesis de La Serena, quien fue director en los meses previos a mi designación actual de director laico; sacerdote que nos dio la confianza en desarrollar una Pastoral más amplia y contextualizada a los tiempos, quien también me instó y apoyó en este cargo que desempeño hasta hoy. Este fue un hito no menor, ya que por 60 años, la comunidad UCN había tenido en el cargo a sacerdotes para liderar y dirigir la Pastoral Universitaria, y ahora depositaban la confianza en mí como laico, cargo que ocupo desde el 1 de octubre de 2015. Junto a este hito, es que decidimos, junto a la Pastoral UCN Casa Central Antofagasta, aunar criterios y caminar en una sola Dirección General de Pasto-ral y Cultura Cristiana, la cual lidera Erika Tello B., mujer de entrega fiel a su Universidad e Iglesia junto a su gran equipo de trabajo, hoy hermanos de servicio pastoral.

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mi testimoNio eN Pastoral UCN

Liderar un equipo fue un primer desafío. Donde todos so-mos iguales, pero con roles y funciones específicas, lo que daba cuerpo a las labores a desempeñar.

Un equipo que se ha ido consolidando desde la experien-cia personal, la entrega diaria y el cariño que dan día a día.

Mención especial a Andrea Letelier Galassi, quien está des-de el origen como estudiante, y ahora funcionaria coordina-dora de Pastoral, a Carolina Vera Araya, que se desempeña como secretaria ejecutiva de Pastoral; ambas mujeres llenas de cariño y entrega por todos y todas, madres abnegadas, esposas amorosas y grandes profesionales. Cualidades que enriquecen su labor y que, desde su rol, le den un plus a su trabajo, que no es uno cualquiera, sino más bien una voca-ción diaria de evangelización desde el amor. Ellas marcan la diferencia y son pilares de nuestra querida Pastoral hoy en día.

A Camila Linco Cornejo, que muy joven llega a Pastoral a dar un nuevo aire desde su rol como diseñadora gráfica y encargada de la comunicación y difusión; joven que hoy, madre feliz, da testimonio de cariño y servicio, siempre con una mirada amplia y cercana al mundo juvenil.

A los padres Ariel Robledo y Fernando Castro, quienes actualmente se desempeñan como sacerdotes asesores de nuestra Pastoral UCN, y desde su entrega y vocación

dan lo mejor de sí en acompañar y orientar a todo el que necesite. En ellos se nota la vocación a ejemplo de Cristo, sacerdote y servidor.

A tantos y tantas jóvenes que pasan por nuestra querida Pastoral y desarrollan su dar(se) en pos de los más vulnera-bles de nuestra sociedad, siendo muy respetuosos y empá-ticos, colaboradores fieles, que hoy suman muchos más de los que eran en mi inicio como encargado de Pastoral por allá por el año 2011. No terminaría nunca de mencionarlos y agradecerles por lo mucho que me han enseñado a ser lo que soy hoy: un mejor padre, esposo y trabajador UCN.

No soy jefe, soy hermano. Somos comunidad abierta a aco-ger a todos, tratando de ser ejemplo diario de testimonio en terreno, estar donde muchos no quieren ir e ir donde las pa-pas queman. Tener las manos disponibles para recibir y dar.

Agradezco la constante cercanía y apoyo de las autorida-des de mi querida UCN. Personas que se dan el tiempo para escuchar, orientar y hacernos sentir que en la UCN se trata de no tener una Pastoral sino más bien tratar de vivir EN Pastoral.

A tantos amigos y amigas funcionarios de personal de apo-yo a la academia y académicos, que nos aportan y apoyan para que el servicio y sentido católico sea una fuente per-manente de comunión y alimento.

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A Monseñor René Rebolledo, actual Arzobispo de La Se-rena y representante del Gran Canciller, quien me anima y confía, para poder servir de la mejor forma en nuestra Pastoral Universitaria.

Siempre he sido un agradecido de la vida, de lo que el Padre providente nos muestra y pide, especialmente en los más desposeídos, considerando nuestras fortalezas y debilidades.

Hoy en día tenemos una estructura consolidada, un pro-yecto claro y con un fuerte énfasis en los ejes de Vida y Fe, Vocación Social y en permanente diálogo con la Cul-tura; con un hermoso Consejo Pastoral de Sede, muchos Voluntariados, Seminarios, Preuniversitario Social, Uni-versidad del Adulto Mayor, Retiros, Jornadas y tantas experiencias que nacen del clamor de muchos que en-cuentran en nuestra Pastoral una instancia de formación integral y desarrollo vocacional.

Hay mucha labor en una casa de estudios superiores. Lugar donde confluyen los estudios de los más variados saberes, y es ahí donde, como en los complejos tiempos actuales eclesiales, debemos seguir en la búsqueda de la verdad, que como lo dicta nuestra Misión y Visión, se debe centrar en Jesucristo.

Mi paso por Pastoral UCN me ha marcado a fuego; he ma-durado y crecido en experiencia y, entendiendo lo difícil que es muchas veces la labor evangelizadora en este am-biente. Nunca me ha desanimado, al contrario, me desafía a generar espacios de diálogo, formación, debate, oración, encuentro y comunión misionera.

Todo lo antes expuesto, no podría haberlo vivido si no fuera por la familia que Dios me regaló. Mi esposa Yasna Vega Rojas, y mis hijas Catalina y Alejandra. Mis amadas, que me alientan y acompañan, cuando en mis largas jornadas de servicio, en mis locuras y ausencias, siempre me esperan con un beso y abrazos, los cuales me dan fuerza para seguir y para dar en caridad a todo aquel que necesite.

Gracias Señor, Dios de la vida, por mi familia, Equipo Pasto-ral, Pastoralistas, Comunidad UCN, amigos a los que acom-pañamos y enseñan, a mi amada Iglesia, por fijarse en mí para tan hermosa y desafiante labor EN PASTORAL UCN.

Mis respetos y cariños para todos y todas.

¡Felices 20 años, querida familia Pastoral UCN!

Fraternalmente.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Con alegría y acción de gracias acogemos la invitación a “hacer memoria” de los inicios del servicio pastoral sistemático e institucional de nuestra Uni-

versidad Católica del Norte en el Campus Guayacán, Sede Coquimbo, hace ya veinte años; a partir del decreto de la Gran Cancillería N° 08–1998 del 01 de marzo de 1998. Un anhelo reflexionado, asumido y proclamado con deci-dida fuerza en el Primer Claustro Pleno de la Universidad celebrado en la Casa Central de Antofagasta.

Comenzamos oficialmente en el Campus Guayacán el 01 de julio de 1998, bajo la conducción de un director de departamento, un asistente de pastoral y de una secretaria en práctica, impulsados por la definición del Departamento de Pastoral Universitaria, expresado en el decreto de constitución de la Gran Cancillería en el que se señalaban como objetivos: “anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida”, invitando a “encarnar la fe” en la vida cotidiana y propia de la Universidad “con momentos significativos de reflexión y oración”, actuando en sintonía y comunión con “el magisterio del Papa y las orientaciones pastorales

Por P. Alejandro Silva Contreras

Sacerdote diocesano de La Serena. Profesor de Estado en Religión Católica – PUCV, Valparaíso y

bachiller en Teología. Licenciado en Teología Moral, Academia

Alfonsiana, Pontificia Universidad Lateranense de Roma. Magister en

Bioética, Facultad de Medicina– PUC, Santiago de Chile. Académico Departamento de Teología –UCN–

Coquimbo (1978–2018).

A veinte años de la Pastoral Universitaria UCN–Coquimbo

Artículo 30

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de los obispos”, impregnado el quehacer universitario con “los principios religiosos y morales”, así “integrando de esta manera fe y vida” (cfr. n° 1, 4, 5 y 11).

Dada la importancia y la proyección que tendría este nuevo y significativo servicio eclesial en nuestra Universidad, como equipo de Pastoral, quisimos ponernos en sintonía con el querer y las orientaciones de nuestra Iglesia. También fue aporte decisivo en esta misión la palabra de la Iglesia uni-versal a través de la Carta Apostólica Sapientia Christiana (1979) del papa Pablo VI y Ex corde Ecclesiae (1990) del papa Juan Pablo II, que, junto a la animación de la palabra del Documento de Puebla (1978) de los Obispos de América Latina, que nos instaba a tener presente que “la Universi-dad debe formar verdaderos líderes, constructores de la nueva sociedad y esto implica, por parte de la Iglesia, dar a conocer el mensaje del Evangelio en este medio y hacerlo eficazmente, respetando la libertad académica” (n. 1054).

Fue muy iluminador para el equipo coordinador de Pasto-ral lo solicitado por el Gran Canciller porque nos permitió intuir algunas áreas pastorales que estuvieran en sintonía con las orientaciones pastorales de la Iglesia chilena ex-presada a través de sus obispos, y el estilo propio de una comunidad universitaria que se desenvuelve en dimen-siones tan propias de una Universidad, tales como la do-cencia, la investigación, la extensión en su compromiso con el medio socio–cultural, y el diálogo con la cultura e instancia crítica y transformadora de la sociedad; en vistas al desarrollo humano, profesional y académico tanto de los profesores, como de los estudiantes que ejercerán como futuros profesionales.

A la luz de estos objetivos, había que considerar que toda acción pastoral, en sus inicios, debe emerger desde la Iglesia a una comunidad eclesial particular. De ahí que el primer desafío fue plantearnos cómo convocar a los cristianos y cristianas para comenzar a constituirnos en comunidad cris-tiana universitaria, a partir de la cual poner a disposición los servicios pastorales propios en el acompañamiento inicial y, en seguida, formar agentes pastorales y constituir equi-pos de servicios en las diversos ámbitos de la pastoral, con estudiantes, académicos y personal de apoyo a la acade-mia. Esta decisión fue muy acertada porque se organizó un trabajo muy personalizado de comunión y participación.

Así, paulatinamente se fue madurando como comunidad eclesial universitaria, y en el crecimiento de las personas en los ámbitos humanista y cristiano. Si bien es cierto, una de las primeras preocupaciones en algunos fue proponer un proyecto de construcción de una Capilla Universita-ria en el Campus; sin embargo, después de un tiempo de reflexión, se decidió centrar todos los esfuerzos en crear primero el templo vivo a partir de la formación de una comunidad cristiana.

Otro desafío de pastoral inicial, en un ámbito universitario, fue ir descubriendo la estrecha e íntima relación entre razón y fe, Iglesia y mundo, ciencia y verdad; máxime, si una de las características de nuestra Sede Coquimbo se expresaba en términos de una identidad en dimensiones de plurali-dad en el campo de la ciencia y la tecnología, variada en la confesión religiosa y un gran énfasis laical. De ahí que nos planteáramos una pastoral acogedora, inclusiva, en diálogo, interdisciplinar e inter–religiosa; por ende, no tan estructu-

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rada e institucionalizada, sino encarnada y carismática, en camino y con una opción por el servicio, en la que “nada que le importe a la humanidad debe estar ajeno a la acción de la Iglesia” (GS 1) en el concierto universitario. Y, en este espíritu, la acción pastoral comenzó a ejercer su labor en términos del “encuentro”, del “compartir”, del “dialogar” y del “servir solidariamente”.

Las primeras iniciativas y actividades pastorales propiamen-te tales, fueron en la línea de la evangelización, procurando responder a este novedoso desafío en acciones muy pecu-liares, tales como: jornadas de reflexión de “Diálogo de la Persona para las Personas”, de convocación abierta, inter-disciplinar invitando a un diálogo que ayude en la “cuestión del sentido de la vida y la fe”, con participación de académi-cos y profesionales de diversas disciplinas, pensamiento y experiencia religiosa. Los encuentros de estudiantes en contextos artístico–culturales con la colaboración del mo-vimiento “Comunión y Liberación”, el Movimiento Elenco Latinoamericano de Estudiantes “Gente que Avanza”, con sus expresiones musicales, canto, danza, reflexiones y la preparación al Encuentro Continental de la Juventud en Santiago del 1998 y a la Celebración del Jubileo del 2000.

Fieles a una concepción de pastoral de encarnación e in-serción, en diálogo y encuentro con el mundo y la cultura, integrando armónicamente fe y vida, Iglesia y mundo, el De-partamento de Pastoral Universitaria comenzó a abrirse al medio social en el que la Universidad estaba inmersa, como un aporte a la promoción humana integral de las personas, al servicio de ambientes vulnerables y de las comunidades de base en la ciudad. Esta percepción nos introdujo en una

doble sensibilidad social, es decir, ponernos al servicio de algunas organizaciones sociales para desarrollar proyectos de promoción social, y descubrir organizaciones e institu-ción de compromiso con las personas más vulnerables; así surgió un trabajo en terreno junto al Departamento de Asuntos Estudiantiles con la implementación de un Proyec-to Social en la Villa Portugal, barrio San Juan en Coquimbo y los contactos con Hogar de Cristo, incorporándonos a la atención en la Hospedería, Hogar de Ancianos y Personas en situación de Calle, con la visita, presencia y animación del P. Renato Poblete y profesionales de la institución.

Al interior del Campus Guayacán, en favor de los estudian-tes, también comenzaron a surgir inquietudes de servicio para abordar problemáticas y desafíos latentes. Nos inte-gramos con Asuntos Estudiantiles en dos Comisiones de Servicios en el área de la salud integral de nuestros jóvenes, en temas de alcoholismo y drogadicción y ejercicio respon-sable de la sexualidad de cara a la paternidad juvenil y los riesgos de salud (SIDA). Dicho aporte sistemático se ofre-ció a través de la Comisión Sexualidad y Vida Humana, y Comisión Salud Integral con la colaboración y convenios con Caritas Chile (Clínica la Familia), que en la práctica se tradujo en Jornadas de reflexión e Información, capacitación de monitores en la sede de Clínica Familia (La Florida, San-tiago), en favor de personas aquejadas de VIH, y la colabo-ración directa de su director y creador el P. Baldo Santis. Por otra parte, se realizan Encuentros de “Estudiantes papás” para acompañarlos, orientarlos y asumir en conjunto con la Universidad su responsabilidad de paternidad juvenil; estos encuentros constituyeron el punto de partida para lo que sería en el futuro la Sala Cuna y Jardín Infantil.

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Otra de las características de nuestra acción pastoral en nuestro ámbito universitario, desde los comienzos no es-tuvo sólo centrada en el quehacer, sino también, tratando de responder a los desafíos que plantea a la vivencia de la fe cristiana el mundo y la cultura actual que se despliega vertiginosamente y la vida de las personas y comunidades. De ahí que, una preocupación fue poner a los cristianos y personas de buena voluntad, en búsqueda de un senti-do de la vida de nuestra comunidad universitaria, en un permanente estado de reflexión y estudio en una actitud de escucha al magisterio eclesial, es por ello que se or-ganizaron una serie de encuentros para la presentación, reflexión y estudio de diversos documentos de nuestros pastores, tales como, las diversas y oportunas Orientacio-nes Pastorales de los Obispos de Chile, algunas de las en-cíclicas de los Papas y, particularmente, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, un instrumento clave para promover el diálogo interdisciplinar al interior de nuestra sede universitaria y ampliar el horizonte de la adhesión y vivencia de la fe al compromiso con la vida y la transfor-mación de nuestro mundo.

Todo este proceso novedoso para la comunidad universita-ria, de una Pastoral encarnada en nuestra Sede Universitaria Guayacán de Coquimbo de cara a los desafíos socio–cul-turales de ese tiempo, animó y abrió caminos propios en la acción pastoral al servicio del despertar, desarrollo y madu-rez de la vida y experiencia de la fe de nuestros estudian-tes, académicos y personal de apoyo a la academia, que se vieron animados e impulsados a las áreas de vivencia, cele-bración y educación en la fe cristiana, tales como: evangeli-zación y catequesis, celebración litúrgica, comunidades de

vida y servicio eclesial a través de la realización de misiones rurales y de apoyo social. Incorporando a la vida eclesial universitaria el sentir y el compromiso de la Iglesia, aco-giendo y asumiendo los tiempos fuertes de la celebración litúrgica (Semana Santa, Navidad y otros), la celebración de acciones o campañas pastorales a nivel nacional, como la Semana de la Solidaridad, la Semana de la Familia. Todos estos eventos eclesiales fueron creando y constituyendo es-pacios comunes de encuentro, participación y celebración, los que permitieron integrar a las personas de los diversos estamentos de la comunidad universitaria, lo que fortaleció el sentido de comunidad y familia.

Paulatinamente, se inició una etapa de apertura a diversas instancias de participación e integración a la pastoral dio-cesana, a través de la pastoral educacional, pastoral juvenil y pastoral universitaria, convocada por sus respectivos es-tamentos diocesanos. En estas instancias de participación eclesial se fueron abriendo espacios a la vida de la Iglesia a nivel nacional. La creación de contactos institucionales permitió a nuestra Pastoral Universitaria abrirse a la colabo-ración y entregar su aporte propio en los diversos ámbitos de la vida universitaria, social y eclesial.

La Pastoral Universitaria la entendimos desde los comien-zos como una instancia de servicio que debía involucrar a toda la Universidad en su conjunto, máxime, si la Iglesia nos estaba instando en ese tiempo a servir en espíritu de co-munión y participación. En esta línea, al interior de nuestra Universidad se iniciaron contactos con el Departamento de Pastoral de Antofagasta que permitieran enriquecer nues-tros servicios pastorales, rescatando, asumiendo y fortale-

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ciendo así nuestra identidad como Universidad Católica del Norte, siendo un aporte en el diálogo, fe y cultura, y a un servicio interdisciplinario como correspondía a la Univer-sidad y su catolicidad, compartiendo solidaria y equitativa-mente los espacios, los recursos de personal y materiales.

Nuestro futuro: de Sapientia Christiana a Veritatis Gaudium

A veinte años de la creación del Departamento de Pastoral Universitaria en nuestra Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo, acontecimiento que nos permite hacer memoria agradecida de lo vivido y realizado en los co-mienzos de nuestro servicio pastoral, la celebración de este aniversario es una buena oportunidad para que, teniendo presente esta mirada retrospectiva, nos proyectemos hacia el futuro. Para ello, como entonces, también hoy acojamos las orientaciones del magisterio actual de la Iglesia que, por feliz coincidencia como otrora, nos impulsó Sapientia Chris-tiana (1979) del papa Pablo VI y Ex corde Ecclesiae (1990) de Juan Pablo II; ahora, nos dejemos interpelar, iluminar e impulsar por Veritatis Gaudium (2017) —la alegría de la verdad— del papa Francisco. Que, si bien este documento está orientado a una renovación de los centros de estudios teológicos y sus demás estamentos, sin embargo, pode-mos descubrir una línea transversal de carácter y sentido pastoral, al decir del papa Francisco: “Como tuve ocasión de destacar: «Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me animo a de-

cir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de hacer y del pensar creyente»” (VG 2).

Desde los inicios del empeño pastoral en la comunidad universitaria, con gran pasión y entusiasmo, se intentó, pri-mero, crear una comunidad de cristianos que a partir de su carisma propio que le viene desde el espíritu universita-rio, fuera expresión de una porción de la Iglesia, pueblo de Dios, hoy nos alienta también la palabra del papa Francisco cuando señala: “la tarea urgente en nuestro tiempo consis-te en que todo el Pueblo de Dios se prepare a emprender «con espíritu» una nueva etapa de la evangelización. Esto requiere «un proceso decidido de discernimiento, purifica-ción y reforma»” (VG 3). Es decir, comenzar a evidenciar y testimoniar una comunidad cristiana universitaria adulta y madura que acepte este desafío del mundo del siglo XXI, entrando en un proceso de “discernimiento, purificación y reforma” que denote una clara opción de “conversión personal y pastoral” de cristianos y cristianas universitarios, agentes y animadores de pastoral que convoquen a tantos otros a comprometerse con su fe y constituirse en cons-tructores de una nueva sociedad y una nueva Universidad.

Que el estudio y la formación de profesionales de nuestra Universidad, para servir en los diversos ámbitos de la socie-dad, no sólo sea expresión de una estrategia para la calidad, la competencia y la buena calificación. Ya que la rigurosidad universitaria y el sello cristiano de la acción pastoral deben impulsar a cada unidad académica a constituirse “en una especie de laboratorio cultural providencial, en el que la Iglesia se ejercita en la interpretación de la performance de la realidad que brota del acontecimiento de Jesucristo y que

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se alimenta de los dones de Sabiduría y de Ciencia, con los que el Espíritu Santo enriquece en diversas formas a todo el Pueblo de Dios: desde el sensus fidei fidelium hasta el magisterio de los Pastores, desde el carisma de los profetas hasta el de los doctores y teólogos” (VG 3).

En este sentido y como un desafío a la Pastoral, desde su inspiración transversal a todo la vida y el quehacer de una Universidad Católica, es muy atingente que acojamos una pregunta desafiante del papa Francisco: “¿Cuáles deben ser los criterios fundamentales con vistas a una renovación y a un relanzamiento de la aportación de los estudios eclesiásticos a una Iglesia en salida misionera?” (VG 4). Esta definición de una “Iglesia en salida misionera” alude a una clara dimen-sión y proyección pastoral de la vida, visión y misión de una comunidad cristiana universitaria. En la Veritatis Gaudium se proponen cuatro criterios fundamentales que desafían e impulsan una Pastoral Universitaria en términos de conver-sión y renovación para los próximos decenios de servicio.

Propuestas que nos impelen a un buen y novedoso camino de “discernimiento, purificación y reforma”; esto es: entrar en un estado de “conversión pastoral”. Acojámoslos con decisión: en primer lugar, “el criterio prioritario y permanente es la contemplación y la introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón del kerygma, es decir, la siempre nueva y fascinante buena noticia del Evangelio de Jesús”. Un segundo criterio inspirador, íntimamente relacionado y fru-to del anterior es “el diálogo a todos los niveles, no como una mera actitud táctica, sino como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la Verdad y para profundizar su significado y sus implicaciones prácti-

cas”. Tercer criterio: “la inter y la trans–disciplinariedad ejer-cidas con sabiduría y creatividad a la luz de la Revelación” y finalmente, “la necesidad urgente de «crear redes» entre las distintas instituciones”.

Todos estos criterios, propuestos por el papa Francisco, desafían a la Pastoral Universitaria desde su tarea propia de evangelizar la sociedad y la cultura, vivenciar comuni-tariamente la fe, celebrarla y crear corrientes de servicio solidario. Impulsándola a responder a los requerimientos del “panorama actual fragmentado y no pocas veces des-integrado de los estudios universitarios y con el pluralismo ambiguo, conflictivo y relativista de las convicciones y de las opciones culturales”. Interactuando con los diversos centros de formación universitarios de inspiración cristiana activando con decisión “las oportunas sinergias también con las instituciones académicas de los distintos países y con las que se inspiran en las diferentes tradiciones cultu-rales y religiosas”.

Que nuestra actitud de servicio pastoral en la Universidad, hacia el futuro, nos posesione con realismo, sencillez, auda-cia y valentía, teniendo en cuenta que no es tarea fácil, pero sí muy gratificante y de proyecciones. Para ello, bien vale acoger las advertencias de Veritatis Gaudium en dos dimen-siones; una: “Es cierto que «la belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por no-sotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la op-ción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha». Esta opción debe impregnar la presentación y la profundización de la verdad cristiana” (n.4). Y, por otra parte, para asegurar una pastoral de calidad: “Esto no sólo

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a veiNte años de la Pastoral UNiversitaria UCN–CoqUimbo

exige una profunda conciencia teológica, sino también la capacidad de concebir, diseñar y realizar sistemas de pre-sentación de la religión cristiana que sean capaces de pro-fundizar en los diversos sistemas culturales. Todo esto pide un aumento en la calidad de la investigación científica y un avance progresivo del nivel de los estudios teológicos y de las ciencias que se le relacionan” (VG 5).

No se trata sólo de que se amplíe el ámbito del diagnós-tico, ni que se enriquezca el conjunto de datos a disposi-ción para leer la realidad [62], sino que se profundice para «comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no es posible» (VG 5).

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Por un corto, pero significativo, período fui nombrado director del Departa-mento de Pastoral y Cultura Cristiana de la Universidad Católica del Norte,

Sede Coquimbo. Tiempo en que conocí a un gran equipo que me recibió con gran cariño y afecto, haciéndome parte del diario vivir en Pastoral.

Eran momentos de cambios estructurales, en donde se estaba concretando el plan de ampliar el espacio físico de Pastoral. La infraestructura ya se hacía pequeña para toda la labor y número de personas que nos visitaban. Las auto-ridades estaban en conocimiento de esto y aceptaron la moción. Se iniciaba el proceso de planificar la nueva casa: lugar de encuentro y acogida, de servicio y solidaridad, de fe y oración.

Fueron meses en que, en cada reunión, veíamos plasmar espacios, planos, co-lores, muebles y, por sobre todo, las ganas de servir en una nueva casa común.

Por Presbítero Cristián Montenegro Díaz

En 2014, fue Vicario General, Arquidiócesis de La Serena, y

en 2015 fue designado Director Departamento de Pastoral y

Cultura Cristiana, Universidad Católica del Norte – sede

Coquimbo. Actualmente, es Párroco de “Nuestra Señora de

Lourdes”, La Serena.

Histórica designación de directores laicos en 2015 en Pastoral de la UCN

Artículo 31

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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Respecto al equipo pastoral, debo decir que ya conocía al encargado de aquel entonces, Alejandro Cuturrufo, a quién había tenido como estudiante, además de conocer y haber trabajado en temas pastorales juntos. Eso ayudó a generar lazos más rápidamente, junto a Andrea Letelier, Carolina Vera y Camila Linco, a las que aprendí a conocer y querer, ya que son ejemplo de entrega diaria por todo lo que es la Pastoral dentro y fuera de la Universidad.

Durante los siete meses que estuve como director, pude compartir con las diversas autoridades de la comunidad, viendo un claro compromiso institucional en pos de ser una Universidad que sea un real aporte a la sociedad.

Compartí con académicos y funcionarios de apoyo a la aca-demia, los cuáles dentro de sus funciones aportan con gran responsabilidad, profesionalismo y entrega en cada una de las unidades en las que se desempeñan.

Muchos estudiantes son parte de Pastoral, los cuales día a día, dan lo mejor de sí en sus voluntariados. Sentí gran cer-canía y afecto de parte de ellos, siendo ejemplo de vocación y entrega, la cual me alegra al saber el nivel de profesionales que egresan año a año de la Universidad Católica del Norte.

Conocí al equipo pastoral de Casa Central en Antofagasta, los cuales fueron muy cercanos y con un gran compromiso con la institución.

El entonces director general, padre Ibar Astudillo, fue muy acogedor e iniciamos un diálogo en materia de funciona-miento y servicio pastoral UCN. Se venía reflexionando en los equipos pastorales la idea de generar un cambio histó-rico en la vida de la Universidad Católica del Norte, tener directores laicos. Idea renovadora, ya que por 60 años la UCN ha sido liderada en temas pastorales por sacerdotes. Idea que buscaba ser respuesta a los nuevos tiempos, en que la necesidad de cercanía y acompañamiento por parte del personal consagrado quedara liberado de la labor ad-ministrativa que ocupa gran tiempo en un departamento dentro de la Universidad.

Es así como se tomó la decisión, por parte de los equipos de Pastoral, autoridades universitarias y eclesiásticas, de que en ambas sedes hubiera laicos a cargo de dirigir, tanto en Casa Central Antofagasta como en Sede Coquimbo.

En nuestra sede se determinó que fuera Alejandro Cutu-rrufo, quien ejercía como encargado hace ya cuatro años, y que tiene una vasta trayectoria en nuestra arquidiócesis como agente pastoral y profesor de Religión.

Agradezco por sobre todo a Dios, y al Arzobispo de La Sere-na y Representante del Gran Canciller UCN, Monseñor René Rebolledo Salinas, por la confianza en permitirme haber sido un aporte en este paso por la vida del Departamento de Pas-toral y Cultura Cristiana de la Universidad Católica del Norte.

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históriCa desigNaCióN de direCtores laiCos eN 2015 eN Pastoral de la UCN

Pastoral UCN en imágenes

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

La vocación social es una de las dimensiones más intensas del trabajo pastoral en Antofagasta y la región. Ayuda en campamentos y a inmigrantes, socorro en tragedias de la naturaleza; iniciativas para mejorar el medio ambiente, y una colaboración a la educación de menores mediante prácticas sociales, son elementos distintivos del despliegue de los voluntarios en terreno.

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voCaCióN soCial

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esPíritU fraterNal y solidario

El espíritu fraternal y solidario en las misiones, la preparación y recibimiento de los sacramentos, así como el acompañamiento a los más desvalidos, son testimonios de Vida y Fe en la Pastoral UCN antofagastina. La reflexión, la acción contingente y también la alegría compartida, acompaña a los pastoralistas.

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

La Pastoral de la UCN antofagastina realiza una importante y valiosa labor en el ámbito de la Cultura Cristiana. Es así como se realizan innumerables seminarios, talleres, diplomados y otras iniciativas. En materia de publicaciones, destacan en particular la producción de textos y documentos de la Colección Iglesia y Mundo y la Revista Tierra Nueva, a cargo de sendos equipos editoriales.

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CUltUra CristiaNa

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

Desde sus inicios el trabajo ha sido duro, pero fructífero. Hoy, los frutos están a la vista en las sedes de Antofagasta y Coquimbo, donde con entusiasmo renovado se acometen las líneas de acción en la renovación de la fe y la propagación del Evangelio. El compromiso por superar los temas dolorosos que afligen al país y la realidad del norte chileno no ha estado ausente, mientras se renuevan los gestos de lealtad a la Iglesia. Como un ejemplo de la Cultura Cristiana destaca la preparación de los jóvenes para aportar con mayor eficacia a la comunidad como personas íntegras y profesionales de excelencia.

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reNovaCióN de la fe y la ProPagaCióN del evaNgelio

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iNterCambios Pastorales

Los intercambios pastorales entre ambas sedes, permiten que los jóvenes universitarios mantengan instancias de encuentro donde se nutren de experiencias muy significativas. Las iniciativas de Cultura Cristiana y Vocación Social son de las preferidas de los voluntarios coquimbanos como en Expo Pastoral o Guayacán te Mueve, entre otros.

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

Las celebraciones eucarísticas y aniversarios de la Pastoral son celebrados con fervor por la comunidad universitaria en la sede Coquimbo donde destacan en particular, las ceremonias de sacramentos y las peregrinaciones al santuario de Andacollo.

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CelebraCioNes eUCarístiCas y aNiversarios

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LA PASTORAL UCN ENTRE DOS MILENIOS

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desarrollo de la Pastoral eN CoqUimbo

Algunos registros históricos del desarrollo de la Pastoral en Coquimbo, recogen la memoria de algunos de sus animadores más recordados. El trabajo en terreno y el contacto con los niños y jóvenes, asegura la proyección al futuro.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Con mucha alegría me he integrado a este gran equipo pastoral donde he podido desarrollar mi ministerio sacerdotal con jóvenes que están sedientos

de Dios. El descubrir que hay una búsqueda constante de Dios, es descubrir que en los jóvenes está la necesidad de encontrar algo o alguien, y que se enfoca primeramente en lo social y luego en lo espiritual.

La Pastoral me ha ayudado a descubrir y mirar el mundo universitario con una mirada totalmente distinta, a la que tenía como alumno de esta universidad, en mi periodo de formación sacerdotal cuando obtuve el grado de Licenciado en ciencias Religiosas. Siento que hay un esfuerzo tremendo en crecer y fortalecer la vida de las personas, un crecimiento personal y espiritual, un crecimiento en su dignidad, un crecimiento incluso laboral, y especialmente el crecimiento con las otras dependencias de nuestra universidad. La Pastoral ha sido y será un puente de crecimiento de valores humanos, comunitario y espiritual.

Lugar de crecimiento de valores humanos, comunitarios y espirituales

Artículo 32

Por P. Ariel Robledo Díaz

Sacerdote diocesano, Arquidiócesis de La Serena. Párroco de la parroquia

San Juan Bautista de Coquimbo. Asesor pastoral de la Universidad Católica del Norte y de la Pastoral

Juvenil Arquidiocesana.

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Hemos podido también acompañar en los sufrimientos y dolores de alumnos y funcionarios de la universidad, en la enfermedad o en la pérdida de compañeros o seres que-ridos, hemos sido capaces de acompañar en el dolor y en el sufrimiento de las personas, mostrando la esperanza de Cristo en la vida de ellos y en la sanación.

Los jóvenes participan entusiastamente en los volunta-riados que tenemos en nuestra Pastoral. Ésta es un lugar para todos, no importa la creencia sino como nos entrega-mos por los que necesitan. Los jóvenes han sido capaces de mostrar a Cristo en su vida y yo he sido capaz de ir descubriendo sus puntos de vista hacia la Iglesia y hacia la sociedad, buscando siempre el bien común para todos.

También hemos descubierto que en los jóvenes hay una riqueza tremenda en sus vidas y en sus familias. Dejan tiempo ‘de carrete’, de compartir con otros para compartir con el Cristo que sufre, algunos dejan todo por ponerse la camiseta de voluntario. Dejan quizás horas de estudio por el otro, sabiendo que habrá una recompensa mayor: el hacer feliz a otros; con escuchar, con compartir lo poco que tienen. No tiene precio.

Nuestra Pastoral hoy es una pastoral sólida, un equipo só-lido y jóvenes sólidos, capaces de entregar todo por el otro, y aquí vivimos realmente el lema del congreso nacional eu-carístico: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Una vez regularizado el traspaso de la Universidad del Norte como Univer-sidad Católica del Norte, entre el año 1990 y 1992, por instrucciones del

vicerrector de Sede, Mario Edding, encarga a Miriam Milner la adquisición de los implementos litúrgicos para la celebración de la Santa Misa como cáliz, co-pón, vinajeras, patenas, libros, etc., los cuales son utilizados para las actividades importantes de la Universidad.

En el año 1998 se crea por resolución el Departamento de Pastoral Universitaria y funciona a partir del año 1999 con el apoyo del Departamento de Asuntos Estudiantiles a un costado de su edificio, con una pequeña oficina.

Luego la Pastoral Universitaria toma forma con el nombramiento como director del padre Alejandro Silva y con la Sra. Teresa Blanco como secretaria adminis-trativa, y es incorporada a las actividades propias de la Universidad (como en el manejo presupuestario y fondos institucionales).

Por Luis Chinga Palma

Profesor de Educación Física, Universidad de Chile.

Algunos apuntes de los inicios de la Pastoral

Artículo 33

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Se propicia y se genera, como proyecto desde el Depar-tamento de Asuntos Estudiantiles, la futura Capilla. Se defiende un espacio que era ocupado como oficina y la-boratorios de la Facultad de Ciencias del Mar donde final-mente, con aportes de la Vicerrectoría de Sede, se instala la Capilla de la Pastoral Universitaria y a partir de ese mo-mento se realizan las celebraciones eucarísticas. La capilla en ese entonces contaba con el altar, sagrario, lámpara, cru-cifijo, elementos litúrgicos, ambones, libros, sillas y bancas, cajones con llaves.

El lugar permanece abierto para su uso hasta el día en que se edifica la Facultad de Medicina aproximadamente el año 2002.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Mis recuerdos se remontan al año 1992; en ese entonces era vicerrector de sede don Mario Edding Villablanca, quien me encomendó la adquisición

del primer cáliz y vinagrera, que fueron comprados en la Joyería Suiza de La Serena, y también la compra del mantel para el altar con su correspondiente servilleta para el cáliz y ostias, confeccionados por las monjas del Buen Pastor de Coquimbo, para implementar el lugar en donde se celebrarían las primeras misas de esta sede universitaria.

La primera misa que se realizó en esta sede, fue en una sala que se adaptó para ello, en el lugar donde hoy está construido el edificio de la Facultad de Medicina.

En esos años se ocupaba la Parroquia San Pedro, de Coquimbo, para conme-morar los aniversarios de nuestra querida Universidad Católica del Norte.

Por Myriam Milner Burgoa

Encargada Administrativa de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Escuela

de Derecho, Coquimbo.

La primera misa y el primer cáliz

Artículo 34

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En esta breve reseña histórica mis mejores recuerdos de esos años, para dar inicio más tarde con la anhelada Pas-toral Universitaria; y, a través de los años y con mucho es-fuerzo, logramos tener también nuestra Capilla San Alberto Hurtado.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Desde hace mucho tiempo pienso que la Pastoral representa la esencia de la Universidad Católica del Norte. La esencia, porque define en acciones

aquello a lo que aspiramos de modo integral, más allá de lo estrictamente acadé-mico, como institución formadora de profesionales y postgraduados. Y también nos ilumina respecto a cómo alcanzar el propósito de entregar a la sociedad, profesionales y postgraduados con una preparación sólida y con un profundo sentido de responsabilidad social.

Sin duda, la labor evangelizadora está en la base de todo el quehacer de la Pastoral. Sin embargo, la forma cálida, acogedora, no confesional, en que lleva adelante esa labor, le otorga un sello especial y probablemente es una de las razones de la gran convocatoria que genera, en especial entre los más jóvenes, como hemos visto sobre todo en los últimos años.

La Pastoral tiene sus puertas abiertas, en un sentido literal y figurado. Todos son bienvenidos en sus instalaciones, no siempre tan amplias y cómodas como las

Por Cecilia Becker La Regla

Jefa (i) del Departamento de Comunicaciones y Admisión.

Periodista, Diplomada en Fomento de la Literatura Infantil y Juvenil.

Una influencia que va más allá de la comunidad universitaria

Artículo 35

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actuales, pero permanentemente con el mismo ambiente cálido. Hay entre sus integrantes una mística y amor por lo que hacen, que impregna al departamento y que acoge a todos.

Cuando se menciona la Pastoral, y no se la conoce de cerca, se la asocia básicamente con la misa. Le sucede a muchos y también a mí me sucedió. Pero dada la cercanía con que trabajan sus integrantes, pronto uno se da cuenta que el trabajo que realizan va mucho más allá y que supera con creces las misas y tareas asociadas a los sacramentos.

Con un equipo pequeño pero muy unido, y con una agen-da clara y contundente, la Pastoral ha desplegado en estos años su accionar a través de diversos voluntariados que atienden a niños, adultos y ancianos en diversas situaciones de carencia e incluso privación de libertad. Tarea ésta que cuenta con el entusiasmo y compromiso de numerosos es-tudiantes, que sacrifican con gusto parte de su tiempo libre en acciones que aportan a sus proyectos de vida.

En los últimos años, la Pastoral ha destacado igualmente por apoyar y luego liderar la Universidad del Adulto Mayor, una iniciativa de vinculación con el medio que ha llenado exitosamente una sentida necesidad de desarrollo personal y de buen envejecer de la comunidad. Con gran satisfacción vemos que esta nueva incursión gana fuerza año a año.

Mi contacto con la Pastoral se inició con encuentros casua-les al término de una misa o ceremonia, oportunidades en que comencé a notar el sello especial que caracterizaba a quienes laboraban en esta unidad. Una forma más pausa-da de enfrentar el día a día, un interés por el bienestar de los demás, una capacidad de generar espacios de diálogo. Contrastaba esta disposición con la tradicional de la Uni-versidad: más acelerada, con la atención puesta sobre todo en el cumplimiento de metas y objetivos.

En forma casi imperceptible, la Pastoral ha ejercido su in-fluencia en la comunidad universitaria y también en el en-torno. Naturalmente, a través de su mensaje evangelizador, pero —y sobre todo me atrevo a decir— por la forma de esa entrega, por la alegría y cariño que ponen a todas sus acciones y que representan un ejemplo a seguir.

Destaca también su notable capacidad de trabajo en equipo y de minuciosa planificación, que les ha permiti-do multiplicarse en numerosos voluntariados y diversas acciones destinadas tanto a la comunidad universitaria como a la externa.

Fiel a su misión de “anunciar a Jesucristo como supremo ideal de vida dentro del amplio quehacer de la Universidad Católica del Norte”, la Pastoral ha sabido acercarse a sus “pastoreados”, buscando nuevas formas de encantarles.

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UNa iNflUeNCia qUe va más allá de la ComUNidad UNiversitaria

Recordadas son sus misas in situ, en las propias unidades académicas y administrativas; sus bingos solidarios; sus especiales saludos a quienes cumplen años de servicio y a quienes son distinguidos en el marco de los aniversarios institucionales. A ello se han ido sumando instancias de reflexión que nos invitan a detenernos y dialogar en torno a temas que nos acucian como sociedad, al alero de los seminarios de vocación y, a partir de 2018, también de in-clusión social.

Al cumplir sus 20 años de existencia, el ahora Departa-mento de Pastoral y Cultura Cristiana aparece como una unidad consolidada y con sólidos fundamentos para seguir creciendo, más allá de las contingencias, porque es consis-tente en su propósito de crear en la universidad una cultura solidaria y de servicio a los más necesitados.

En este feliz aniversario, sólo puedo desear y confiar en que los valores y cualidades que la caracterizan seguirán siendo cultivados por sus integrantes y por una comunidad univer-sitaria cada vez más impregnada de esta mística.

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En todos estos años he visto crecer el Departamento de Pastoral, primero porque físicamente se encuentra vecino a las dependencias de mi trabajo, y

luego también porque comencé a participar en algunas actividades que se or-ganizaban, y después como integrante del Consejo de Pastoral, representando a mi epartamento como hasta ahora.

Desde un principio, la Pastoral, como la llamamos, se ha caracterizado por tener en cada uno de sus integrantes a través del tiempo, un trato cordial y acogedor hacia las personas, sean éstos académicos, estudiantes o personal de apoyo a la academia, independiente del lugar en que ha estado ubicada, primero en una pequeña oficina al lado del Departamento Estudiantil y luego en su actual ubicación pero en un espacio más reducido, hasta hoy que cuenta con un lugar apropiado para realizar sus actividades.

Es tan difícil resumir su labor desde sus inicios y desde lo que conozco, debido a que su quehacer abarca distintos ámbitos y también a que con el pasar del

Por Cristina Budinich Cortada

Trabaja desde hace 25 años en el Departamento de Informática de la

UCN, donde se desempeña como encargada de la Oficina On Line.

Pertenece por varios años al Consejo de Pastoral.

Espero seguir ligada a la Pastoral por siempre

Artículo 36

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tiempo ha estado compuesta por distintas personas que han laborado y entregado lo mejor de sí en este transcurrir.

En cada actividad en la que he participado: misas, inaugu-raciones, retiros, seminarios, celebración de semana de la familia, cena familiar, aniversarios, bingos solidarios y tam-bién en lo estrictamente pastoral como Semana Santa, su procesión, Mes de María, Navidad…, siempre ha sido lo más importante la acogida y el compartir fraterno con otros miembros de la comunidad UCN (y también externos, se-gún sea el caso).

En este devenir no puedo dejar de mencionar a Jorge Go-rostiaga que siempre invitaba a toda la comunidad a las ac-tividades, y también se preocupaba junto a su equipo (que en ese tiempo también integraba Carmen Gloria Ojeda), de acompañar y apoyar a las personas que estuvieran en dificultades tanto económicas como espirituales.

En el tiempo que llega el padre Manuel Cornejo como di-rector, me incorporo al Consejo de Pastoral, donde siempre nos ilustraba con presentaciones de temas de Iglesia, de los cuales al menos yo me consideraba ignorante o sólo los ha-bía escuchado sin saber su real alcance. Además nos man-tenía informados del quehacer dando responsabilidades y también protagonismo a los integrantes del Consejo en cada actividad, y lo más importante: en ese período sabía-mos de cada paso y de cada cambio que significó durante la tramitación y posterior construcción de la anhelada capilla en el campus, nuestra capilla UCN.

Luego con el padre Cristian Montenegro como director se realizan, aparte de las misas, muchas actividades en nuestra hermosa capilla y cada día también nos vamos involucran-do en el quehacer de la Pastoral, interactuando con todos sus integrantes y aprendiendo de los jóvenes estudiantes que participan en los voluntariados, los cuales nos enseñan de su entrega al prójimo. Además vamos conociendo de muchos funcionarios que de forma callada y desinteresa-da colaboran en estos voluntariados, especialmente en la denominada ruta nocturna de visita a las personas en si-tuación de calle, que requiere estar hasta tarde en la noche sin olvidar que a la mañana siguiente hay que levantarse temprano para cumplir con su trabajo cotidiano.

Y ahora con su actual director Alejandro Cuturrufo se si-gue en esta senda con mucha cercanía, compromiso y en-trega, especialmente a los más necesitados, junto a todo su equipo, el cual también siento que de alguna manera incluye a mi familia ya que mi nuera Andrea Letelier es parte junto a Carolina Vera y Camila Linco, sin dejar de mencionar a todos los sacerdotes que han transitado a través de estos años.

Espero seguir participando en esta gran familia pastoralis-ta aunque, en un momento cada vez más cercano en que deba acogerme a retiro, ya no pertenezca a la Universidad como trabajadora.

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Mi acercamiento a la Pastoral Universitaria inicia hacia el año 2004, en ac-tividades fraternas que el voluntariado celebraba con la gente de ruta (ac-

tividades navideñas que se hacían en el casino de la UCN), prestando apoyo en amplificación. Desde ese momento sentí las ganas de vivir en carne propia las experiencias de la ruta nocturna; a medida que iba adentrándome, fue mayor la necesidad de tener la experiencia y contacto con la gente en situación de calle.

El fiato con los voluntarios de ese entonces, hacía que me sintiera que podía ex-perimentar dicho voluntariado y al mismo tiempo ser parte de esta gran familia pastoral, donde estudiantes, funcionarios y académicos fraternizamos. Recuerdo lo pequeña que era la Pastoral en sus inicios, en lo que se refiere a infraestructura pero de gran calidad humana, donde sólo existía la comunión fraterna entre los pastoralistas, y en donde “la ruta nocturna” era el único voluntariado junto a la preparación para los sacramentos (lo que yo sabía…) y como al pasar los años fue creciendo.

Por Dennis Bordones Bruna

Ayudante de oficina de Servicios Docentes en la Facultad de Ciencias del Mar, de la Universidad Católica

del Norte, sede Coquimbo.

Desde la ruta nocturna a las Jornadas de la Juventud en Brasil

Artículo 37

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Son innumerables las personas que han pasado por este gran familión. Cómo no recordar, por ejemplo, a mi amigo Jorge Gorostiaga, unas de las personas que con su carisma hizo que ésta creciera en experiencias vivenciales como es-pirituales, de muchas anécdotas, paseos, retiros, conciertos católicos, encuentros, etc.

Años más tarde, unos de los hitos que más me marcó fue-ron las Jornadas Mundiales de la Juventud Río 2013, donde la Pastoral Universitaria estuvo presente participando acti-vamente con jóvenes de todo el mundo, reuniéndonos en la ciudad de Río de Janeiro junto al papa Francisco.

Para mí todos estos años que he participado en la Pastoral, y principalmente en el voluntariado de ruta, y mi paso por Mandela, han sido un crecimiento en lo humano, madu-rando el sufrimiento real de los que viven en situación de calle, y que como sociedad somos capaces de discriminar, tildándolos de flojos, de gente sucia, de lacra de la socie-dad, y no pensamos en el dolor que muchas veces sienten por ser rechazados. Creo que la responsabilidad social es tarea de cada uno, poniendo en práctica unas de las frases del padre Hurtado: “Ponerse en el lugar del otro, pero con las historia del otro”.

Hoy en día hay una Pastoral más sólida, los muchos que llegamos en algún momento, somos afortunados de vivir esta comunión fraterna, tan necesaria en estos días en que todo gira en torno al consumismo.

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Ser miembro de la Pastoral significa para mí una luz de esperanza que me ha guiado en diferentes etapas de mi vida. Hace 30 años ingresé como

funcionaria de la Universidad Católica del Norte, en donde conocí a quien hoy en día es mi compañero de vida, el padre de mis hijos, y a grandes amigos quienes me acompañan hasta el día de hoy. Esta puerta de entrada me per-mitió conocer lo que hoy en día es mi segunda familia, y mi luz de esperanza cuando el camino oscurece.

Un día de invierno, al revisar mi correspondencia leí una invitación sobre la parti-cipación en la Pastoral de la Universidad, decidí asistir debido a mi gran espíritu de solidaridad y fe. Al llegar había muchas personas que, como yo, debido al mismo llamado espiritual asistían a ese primer encuentro. Al ingresar a aquella reunión sentí en mi una gran paz y felicidad ya que sabía que encontraría un lugar en el cual la bondad y solidaridad hacia el prójimo no quedaría en tan sólo pala-bras o pensamientos, sino también en acciones concretas en donde ver sonreír a un niño, adulto o anciano es un gran regalo que nadie ni nada podría comprar.

Por Claudia Flores Segura

Funcionaria y miembro de la Pastoral de la Universidad Católica del Norte,

desde hace 20 años.

La fe y el amor pastoral fue mi gran medicina

Artículo 38

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La Pastoral es una segunda casa para mí, cada vez que paso por ella y veo algún miembro y me dicen ‘’Claudia, vamos por un café’’, me permiten percatarme de que hay personas que desean brindarte unos segundos de su tiempo simple-mente para saber cómo te sientes. Es reconfortante saber que no sólo son tus compañeros, sino además tus amigos que te escucharán y brindarán un abrazo cada vez que los necesites sin juzgar ni muchos menos despreciar tus accio-nes y sentir, cosa que hoy en día no se puede encontrar en todos los lugares.

Aún recuerdo cuando hace 4 años, durante uno de los epi-sodios más tristes y temerosos de mi vida, tras ser detectada con cáncer, sentí uno de los grandes miedos de una madre, hija, hermana, esposa y amiga. El solo hecho de tener que enfrentarme a la muerte hacía que todo mi cuerpo se pa-ralizara y mis ganas de luchar se debilitaran, pero aquella luz de esperanza siempre estuvo a mi lado y nunca logró apagarse. Esto fue simplemente gracias a muchas perso-nas que estuvieron a mi lado apoyándome y dándome las fuerzas necesarias para seguir. La Pastoral Universitaria fue

mi gran fuerza de fe, quienes nunca permitieron que mis ganas y esperanzas de lucha disminuyeran. El recuerdo de las palabras, visitas, bingos y amor perdurará por siempre en mi memoria de lucha de la cual resulté victoriosa a pesar de todo pronóstico en contra, en donde la fe y el amor se transformaron en mi gran medicina.

Durante este proceso, otro golpe duro azotó en mi vida: la muerte de mi madre, el ser más amado y preciado. Nue-vamente estuvieron junto a mí con las palabras y gestos precisos para sanar mi alma y corazón de tanta tristeza y desconsuelo, siendo nuevamente esa luz de fe que me guió para volver a encontrar mi camino, que tanto necesitaba para poder levantarme y seguir hacia adelante.

Estaré infinitamente agradecida porque Dios los puso en mi camino, por escucharme y orientarme a través de la fe y la esperanza, por estar junto a mí y mi familia en todo mo-mento, pero por sobre todo por ayudarme a nunca bajar los brazos y rendirme en la vida, a comprender que un acto de amor y fe lo puede todo. ¡Gracias por todo!

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Mi nombre es Carmen Gloria Ojeda Cardemil, sin embargo, muchos me conocen como “Yoya”. Soy Relacionadora Pública, tengo 43 años y me

enorgullece contar que tengo una hermosa familia que hemos formado junto a mi esposo, Gabriel Matus Meza, y nuestros hijos Matilda y Emilio.

Hace unos 20 años, tuve la oportunidad de hacer mi práctica profesional en el Departamento de Extensión de la Universidad Católica del Norte, y luego de completar mi vida académica: asumí el desafío profesional de organizar diferen-tes eventos de la Facultad de Ciencias del Mar de la UCN.

En este ir y venir en la organización de eventos al interior de la Universidad, supe de la Pastoral, de sus misas y actividades sociales para ayudar a la gente. Debo reconocer que tuve una percepción un tanto negativa al comienzo. Fui escéptica, quizás por mi experiencia tras estudiar en un “colegio católico y de monjas”, con una formación muy conservadora, donde la misa, los sacerdotes y los sacramentos se respetaban y cumplían, sin derecho a objeción.

Por Carmen Ojeda Cardemil

Expastoralista y relacionadora pública

Desde la ruta nocturna hasta los compromisos actuales

Artículo 39

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Gabriel, en ese entonces mi pololo, “el Pelao”, estudiante y fotógrafo de la UCN, me comentó que en la Pastoral hacían salidas nocturnas en conjunto con el Hogar de Cristo. Los voluntarios entregaban té y café a personas en situación de calle. Con algo de recelo, pero a la vez con entusias-mo y ansias, nos acercamos y nos inscribimos con la única motivación de ayudar a las personas en situación de calle.

Fue extraño llegar a la Pastoral sólo para “anotarnos” a las salidas nocturnas, ese era nuestro objetivo inicial, pero rápi-damente nos encontramos con gente alegre, conversadora, muy amable, que nos acogió en un pequeño lugar que ter-minabas por recorrer con el abrazo apretado, y la felicidad de verte, de Jorge Gorostiaga.

Después de unos meses, nuestra asistencia a la Pastoral fue más frecuente. La UCN ya tenía una Ruta Nocturna inde-pendiente, los voluntarios asumieron responsabilidades y un compromiso potente con personas y familias que visi-taban tres noches a la semana. Este fluido funcionamiento respondía a las reuniones de coordinación de los volunta-rios, liderados por el mencionado Jorge Gorostiaga, trabajo que más tarde se materializó en visitas diarias a “La Pasto” y luego en encuentros masivos entre voluntarios de la Ruta Nocturna con los integrantes fijos de la Pastoral.

Luego de 6 meses, era yo quien saludaba y daba la bienve-nida a “los nuevos” y los invitaba a formar parte de nosotros,

a ser uno más de “La Pasto”. Cada integrante de “La Pasto” era un personaje único e irrepetible, universitarios que con-jugaban sus estudios con un compromiso acérrimo a cada idea, proyecto y locura que Jorge lanzaba.

A estas alturas Jorge, la Lete, la Uñi, la Berni, la Bele, Bo-lados, la Mary y muchos más, eran mis amigos y amigas, pero hubo uno que llamó mi atención de manera especial: “el Palillo”.

El Palillo, un hombre joven, alto y flaco, que te decía: —¡Hola hija! Yo, extrañada, me decía: —¿¡Quién es éste!? ¡Era el cura! Ahí comenzó mi confusión. ¡¿Un cura, tan joven, que fumaba, que hablaba con todos y de todo?! ¡Y además lo querían! Me intrigaba… ¿Dónde estaba ese sacerdote ma-yor del colegio donde estudié?

Luego de muchos encuentros en torno a la Fe con mis nue-vos amigos, comencé a darle sentido a mis salidas con la ruta, a reconocer el rostro de Cristo en cada persona, a reconciliarme con esta nueva Iglesia, a entender y vivir una misa, a querer y entender a los curas, a emocionarme y agradecer cada conversación desde el corazón con cada persona que estaba frente a mí.

Ya en ese entonces en que Jorge Gorostiaga era el Coor-dinador del Departamento de Pastoral, me invitó a formar parte del equipo de trabajo. Esta oportunidad laboral la

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desde la rUta NoCtUrNa hasta los ComPromisos aCtUales

acepté, la conocí y la amé. Ahora comprendía el proceso que se realizaba con cada joven que ingresaba a “La Pasto”. De una forma respetuosa, discreta, amorosa, leal, sin recha-zos, sin reclamos, te abrazaban, te acogían y te invitaban a ser parte de una Iglesia Joven, con ideales y, sobre todo, infinitamente fraterna y de acción.

Agradezco cada experiencia vivida y siempre agradeceré las largas y profundas conversaciones con Jorge y Marcelo Gallardo, el cura Palillo. Esos encuentros de oración don-de abrías tu corazón, la voz y canto de Fernando Leiva que remecían tu alma, las visitas nocturnas a Galindo, las misio-nes a Las Cardas… Tantos recuerdos y experiencias vividas junto a amigos con los que, luego de 20 años, seguimos compartiendo el mismo cariño fraternal.

Parte de la Yoya de hoy, se lo debo a ustedes. Hoy me en-cuentro en otro escenario, trabajando con jóvenes, con sus sueños y proyectos de vida, pero ustedes me alientan cada día, porque me siguen inspirando para continuar creyendo en mí, en mi familia y en Dios.

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Fui alumna por 6 años, y funcionaria del Departamento de Recursos Huma-nos por casi 18 años de mi querida Universidad, en donde tuve la dicha y

privilegio de ser parte de mi querida Pastoral, como integrante de su Consejo de Pastoral (que hoy recuerdo como una de las responsabilidades más bellas que me tocó y quise cumplir). En ella pude canalizar mi vocación de servicio y solidaridad por el prójimo, a través de nuestras reflexiones y actividades en apoyo al Departamento de Pastoral.

Conocí a grandes personas cuando me integré pocos años después de que lle-gué a trabajar en la Universidad como Coordinadora de Capacitación en el año 1999, cuando el padre Alejandro Silva nos invita a ser parte de este Consejo de Pastoral. Al poco tiempo se nos unió Jorge Gorostiaga como encargado de Pastoral, y en los últimos años junto a Alejandro Cuturrufo, actual Jefe de De-partamento de Pastoral. Cada uno de ellos con su sello particular pero siempre enseñándonos e invitándonos a hacer el camino para entregar a los alumnos y trabajadores instancias donde canalizar y encontrar el amor a Dios y al prójimo.

Por Vivian Salazar Manthey

Expastoralista y exfuncionaria de la Universidad Católica del Norte.

Con la fuerza y el influjo de la Eucaristía

Artículo 40

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Y cómo no recordar a los consejeros de los inicios, entre ellos recuerdo a María Luz Fernández, Isabel Varela, Ál-varo Pacheco, Carmen Carvajal, Ximena Bennett, Claudia Flores, Mirta Cortés, y mi querida y recordada Isabel Co-varrubias (QEPD).

Pero no puedo dejar de señalar que los inicios de una idea de Pastoral en la sede se remontan a varios años antes, por el año 1990, cuando algunos alumnos de la sede quisi-mos generar un grupo de encuentro, quizá sin la estructura orgánica de hoy que es un departamento, pero sí con la misma convicción de generar una instancia de encuentro y reflexión en torno a la palabra de Dios y sus enseñanzas. Nos reuníamos en lo que hoy es la Federación de Estu-diantes. Recuerdo a mi gran amiga Paula Cepeda, a Rodri-go Saez, a Jorge Godoy, a un seminarista de apellido San Francisco (mi memoria no es la misma…) y varios más; luego egresamos, y no supe si continuó en el tiempo. Es así que, por ese recuerdo, quise volver a integrar la naciente Pasto-ral, en una pequeña oficina en el sector del departamento estudiantil, hasta que hoy se convirtió en un departamento con una bella y acogedora instalación, en donde se recibe a quien llega con mucho amor y calidez.

Recuerdo con mucho cariño la pequeña capilla en las an-tiguas instalaciones de la Biblioteca, donde hoy se ubica la Facultad de Medicina, porque ahí, con el apoyo de mi Pastoral, bauticé a mi hija en un ambiente cálido y familiar.

Asimismo, varios años después, tuve la dicha de cumplir con un sacramento que tenía pendiente, mi Confirmación, donde conocí un grupo de funcionarios que nos reuníamos semanalmente para prepararnos y fortalecer nuestro amor a Dios. Agradezco a nuestro seminarista, y hoy sacerdote, Jimmy Véliz, quien nos guió con su alegría y sabiduría para ponernos un día frente a Dios, en el auditorio de la sede, para Confirmar mi Fe en Él, de la mano de mi madrina, mi hermana mayor.

Esta pequeña capilla era un lugar donde muchas veces tu-vimos misas con la calidez de quienes conformábamos la Pastoral y los integrantes de la sede, como las del Mes de María, o sólo ir a conversar con el Señor. Luego ya no estu-vo, pero eso no impidió que siguiéramos buscando donde reunirnos para escuchar la palabra de Dios, y qué mejor que hacerla itinerante por los diferentes departamentos. Hasta después de muchos años de trabajo se pudo con-seguir nuestra capilla en el hermoso lugar que hoy ocupa.

Como Jefe de sección de Beneficios, tuve el privilegio de contar con el apoyo de todos quienes forman y formaron parte del Departamento de Pastoral y del Consejo, cuando teníamos a alguno de nuestros compañeros enfermos o con problemas personales, lo que agradezco desde el fondo del corazón en nombre de todos ellos, ya que silenciosamen-te, como es la tarea de los que trabajamos por el prójimo, dieron lo mejor de sí para el consuelo de ellos y su familia.

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CoN la fUerza y el iNflUJo de la eUCaristía

Como Vivian, les doy las gracias por acogerme en mis mo-mentos de tristeza, de alegría, en bautizar a mi hija, mi Con-firmación en la Fe, por permitirme participar de encuentros de oración y reflexión, en los bingos solidarios, cena de la familia, y tantos otros. Son muchos recuerdos que guardo en el corazón, pero debo dejar espacio en este libro para los de muchos otros… ¡Mil gracias por todo cuanto han entregado en estos 20 años y en todos los que vendrán! Que Dios los bendiga hoy y siempre.

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Tantos recuerdos se me vienen a la memoria que los debo poner en orden para que tengan una secuencia lógica.

En 1990 éramos un grupo de personas, algunas recién ingresadas a la Univer-sidad como funcionarias, como era el caso de Patricia Coros y yo, y otras con algunos años en la institución como Ximena Bennett y Álvaro Pacheco, a los que nos movía el interés de tener una Pastoral universitaria. Este grupo iba creciendo, se iba potenciando y la inquietud era más cierta por la necesidad que sentíamos de evidenciar nuestro compromiso con la Iglesia y con el alma mater.

En marzo de ese año a raíz de una reforma estatutaria interna, la Universidad del Norte pasó a ser Universidad Católica del Norte, año que coincidió con la Constitución Apostólica del Papa Juan Pablo II de 1990 dedicado a las Univer-sidades Católicas cuyo objetivo “es el de garantizar de forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la

Por Isabel Varela Kawasaki

Ingresó a la Universidad en el año 1989 a plazo fijo, y desde 1991 a la planta oficial. Profesora de

Inglés de profesión y Magister en Bibliotecología e Información.

Trabaja en Biblioteca en Coquimbo como Jefe de Colecciones.

Con olor y sabor a misa de la fruta

Artículo 41

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sociedad y de la cultura”1. Tal como nosotros lo soñábamos, ya éramos una Universidad confesional como su nombre así lo indica, Universidad Católica del Norte, ahora ven-drían los grandes desafíos por parte de la institución: crear oficialmente la Pastoral Universitaria para ser inspiración cristiana no sólo para cada miembro sino para la comunidad universitaria como tal.

Mientras tanto, nos juntábamos a dialogar generalmente en casa de Ximena Bennett donde, junto a unas ricas onces después de la jornada de la tarde, arreglábamos el mundo y arreglábamos la Universidad. Algunas veces iba el padre Alejandro Silva, otras Marcelo Gallardo, quienes fueron pilares esenciales para hacer realidad el sueño acariciado por tanto tiempo.

Mientras se concebía ese anhelado proyecto, y a la luz de esas conversaciones, nació el Comité de Damas, del cual también fui socia fundadora. Con todas esas empodera-das mujeres, quienes dirigidas por Margarita Galleguillos de Camus, canalizamos nuestra energía solidaria para ayudar a alumnos y funcionarios en sus necesidades, creamos becas de fotocopias, entregábamos alimentos y lo más anhelado: el Hogar Universitario que junto a Pastoral habilitamos para

1 CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA EX CORDE ECCLESIAE  DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS. 1990. Consultado en lí-nea: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_15081990_ex-corde-ecclesiae.html

darle apoyo real a los estudiantes con problemas de alo-jamiento que venían de ciudades distantes de Coquimbo. Todas estas ayudas se han mantenido en el tiempo a cargo de Asuntos Estudiantiles.

Con la llegada de Navidad, Pastoral me dio la magnífica oportunidad de ser parte de su quehacer navideño ayu-dando en la emotiva Cena del Hogar de Cristo, que dá-bamos a las personas necesitadas que acuden a ese lugar. Momentos mágicos de solidaridad que me hicieron percibir la esencia de esta fiesta en toda su dimensión, tal fue mi entusiasmo que lo contagié a parte de mi familia: después colaboraban mi hermana y luego mi nieta. Esos momentos no se me olvidarán jamás, tampoco aquellos que quedan para siempre en la retina cuando fuimos al Campamento El Triángulo a celebrar la tarde de la Navidad con toda mi familia, con la familia de Andreíta Letelier, con Jorge Go-rostiaga y sus hijos, y las estudiantes de la Universidad que trabajaban en obras sociales. Mis nietos jugando con los niños del campamento y poniéndose a la fila para llevarse regalos que empresas de la zona llevan en esos días. Ellos quedaron encantados dentro de su razonamiento infantil, de cómo vivían los niños del lugar, la libertad que tenían para andar como quisieran, jugando con el barro sin zapatos y nadie les decía nada. Ayudaron a preparar sándwiches que llevamos, a limpiar la sede social, las calles con tierra. Fue un momento que con los años, mis nietos ya grandes, recuerdan con mucha alegría.

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CoN olor y sabor a misa de la frUta

No puedo dejar de mencionar la tan reconocida “Misa de la Fruta” que junto a Pastoral se lleva a cabo año a año en víspera de Navidad, y en la que el equipo de Pastoral me concede el privilegio de adornar las mesas, ¡¡¡cómo no los voy a querer!!! Ahora el Departamento de Pastoral está consolidado, ha logrado muchas metas, otras tantas por cumplir, pero no hay duda que desde el tiempo que pe-díamos que se formara ha llegado a sus 20 años, madura e inquieta pero clara en su objetivo, por eso te deseo, con profundo cariño y gratitud:

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, Pastoral querida!

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En el año 1997 ingreso a la Universidad Católica del Norte a estudiar Biolo-gía Marina, llena de sueños y ganas de aprender. De alguna forma que no

recuerdo bien, llegó a mí la idea de participar del 1° Encuentro Continental de Jóvenes que se realizaría en la ciudad de Santiago. Junto a un grupo de compa-ñeros decidimos participar de encuentros preparatorios, acompañados en ese entonces del diácono Marcelo Gallardo (Palillo). En octubre del año 1998 junto a este grupo ya cohesionado, vivimos una de las experiencias de Fe más hermo-sas, en donde miles de jóvenes del continente nos reuníamos en torno a Cristo.

Cuando regresamos del viaje, llegamos con tantas ganas de transmitir lo vivido que quisimos seguir juntándonos y proyectarnos como comunidad que camina junta con Cristo.

Se crea el Departamento de Pastoral en la Universidad en 1998, con personas que fueron clave: el padre Alejandro Silva, el primer director de Pastoral; Te-resita Blanco, la primera secretaria, y el padre Marcelo Gallardo (Palillo) como

Por Andrea Letelier Galassi

Licenciada en Ciencias del Mar y actualmente Coordinadora de Pastoral

del Departamento de Pastoral y Cultura Cristiana de la Universidad

Católica del Norte.

Un gran equipo: la clave en la Pastoral de Coquimbo

Artículo 42

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asesor, quienes con muy poco presupuesto y un espacio físico pequeñísimo, pero con mucho cariño y entrega fueron formando este hermoso proyecto que es la Pastoral UCN. Unos años después se une a este equipo pastoral una per-sona con un carisma muy especial, alegre y sencillo, con una tremenda llegada tanto con los jóvenes como con el personal de apoyo a la academia, Jorge Gorostiaga, quien fuera el coordinador por muchos años.

Así fue como este grupo de pastoralistas, junto a este gran equipo empezamos a vivir grandes experiencias. Misiona-mos pequeñas localidades con personas de gran corazón, tuvimos hermosos encuentros de oración y de canto, vivi-mos hermosos retiros y misas, grandes momentos fraternos y distintas experiencias de voluntariado, en donde el ser-vicio a los demás, la entrega y compromiso con el prójimo fueron forjando en mi vida una vocación de servicio, la que marcó toda mi etapa de estudiante y que hasta el día de hoy la vivo y siento como parte de mi.

En el año 2005, Jorge Gorostiaga junto a la encargada ad-ministrativa de la Pastoral, Carmen Gloria Ojeda (Yoyita), me ofrecen con mucho cariño la posibilidad de hacer el reemplazo a Yoyita por el período de su pre y post natal. Con un poco de susto por no tener experiencia en lo admi-nistrativo, acepto este tremendo desafío con alegría y gran compromiso con la Pastoral que me vio crecer, reír y llorar, que fue mi familia y me brindó los espacios de encuentro

con Cristo y de desarrollo de mi vocación social durante mis años de estudio, y que desde ese momento sería yo quién ayudaría a brindar esos espacios a muchos jóvenes.

En estos 20 años han pasado grandes personas por el equi-po de la Pastoral, tanto sacerdotes como el padre Alejan-dro, Marcelo, Carlos, Rafael, Ángel, Manuel, Cristian, Ariel, Jorge, Erwin y Fernando; como laicos: Jorge, Teresita, An-drea, Roxana, Carmen Gloria, Alejandro, Fernando, Caro-lina y Camila, quienes han hecho de esta Pastoral una gran familia que acoge y ofrece un espacio fraterno de encuentro con el otro y con Cristo.

Actualmente, la Universidad cuenta con una capilla, sueño de años y que se concreta en el año 2014 y con un Depar-tamento de Pastoral con dependencias acordes a la canti-dad de alumnos que forman parte de las comunidades y voluntariados que año a año aumentan.

Durante el año 2015, las Pastorales de Antofagasta y Co-quimbo, después de años de discernimiento, deciden ca-minar juntas unificándose en una sola Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana. Y la dirección la asumen los laicos, en Antofagasta Erika Tello, y en Coquimbo Alejandro Cuturru-fo. Agradezco a ambos la posibilidad que me brindaron y la confianza que depositaron en mí y en mi trayectoria pastoral al ofrecerme la Coordinación de la Pastoral de Coquim-bo, labor que realizo con mucho cariño y humildad desde

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UN graN eqUiPo: la Clave eN la Pastoral de CoqUimbo

mayo del 2017, acompañando a los estudiantes que llegan en busca de un lugar donde desarrollar su Vocación Social, profundizar su Fe o en busca de una familia, o de cariño.

En la actualidad, la Pastoral cuenta con un equipo com-puesto por cuatro laicos: Alejandro Cuturrufo, director de la Pastoral, quien lidera esta hermosa familia, acoge, apoya y ayuda a todo aquel que lo necesita, con una en-trega única. Carolina Vera, secretaria ejecutiva, quien le entrega el cariño de madre a los pastoralistas; Camila Lin-co, diseñadora gráfica, quien con sus diseños nos ha dado un rostro juvenil y cercano; y yo, que veo el presupuesto y apoyo al director en el acompañamiento de los jóvenes en su procesos pastorales. Además de dos sacerdotes, padre Ariel Robledo y padre Fernando Castro, quienes realizan las eucaristías, bendiciones y acompañan espiritualmente a la comunidad universitaria.

Agradezco a Dios la posibilidad de trabajar en la Univer-sidad que me formó y especialmente en la Pastoral, el lu-gar que me ha brindado hermosos momentos en mi vida, un lugar donde puedo compartir mi amor por Cristo, con quienes creen y con los que no, pero que nos mueve un interés común que es el servicio, la entrega y el compromiso social. Agradezco también a cada uno de los pastoralistas y al equipo pastoral (de los cuales aprendo día a día y me ayudan a crecer como persona y amar profundamente lo que hago), y a mi querida Pastoral.

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Mi historia en la Pastoral comenzó gracias a las circunstancias de la vida, y a que mi amiga Andrea Letelier se encontraba en su periodo de post natal

por el nacimiento de su segunda hija, Victoria Ignacia. Gracias a su recomenda-ción con el que en ese entonces era el director, el padre Manuel Cornejo, fue que logré entrar a la Universidad en reemplazo de Andrea.

Los primeros días en mi periodo de adaptación fueron algo complejos, es por eso que no puedo dejar de recordar los consejos de Fernando, Alejandro, Ángel, Iván, Nicolás, entre otros muchos más, los cuales de una u otra forma apoyaron y validaron mi trabajo desde un principio.

Con el pasar de las semanas me di cuenta que este trabajo era mucho más que un trabajo. Sin darme cuenta comencé a experimentar lo que es una familia en el entorno pastoral, porque digo familia: en ese entonces nuestra Pastoral con-taba con una infraestructura pequeña en la cual recibíamos a los estudiantes

Por Carolina Vera Araya

Secretaria ejecutiva. Ingresó a la Pastoral de la UCN Coquimbo en

el año 2013.

9 voluntariados, una sola misión

Artículo 43

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con más corazón que espacio a desarrollar su vocación, compartir la vida, llorar sus penas, cobijarse del frío, en fin, a hacer comunidad.

Posteriormente, y después de años de sueños y a un ar-duo trabajo en equipo, se logró concretar el gran anhelo de contar con un espacio sagrado de recogimiento para la uni-versidad. Es así como en el año 2014 inauguramos nuestra capilla San Alberto Hurtado. Este hito marca un precedente importante para lo que a la postre nos convertiríamos.

Otro acontecimiento importante en la historia de nuestra pastoral UCN, fue el cambio de administración. En el año 2015, por primera vez en la historia desde que la Pastoral fue concebida, un laico toma las riendas de la dirección del trabajo cristiano para con la comunidad. Es así como Erika Tello asume como directora general en Antofagasta, y en Coquimbo Alejandro Cuturrufo se convierte en el líder que logra erradicar el prejuicio que la comunidad en general hasta ese entonces tenía en relación a la pregunta: ¿Qué hace la Pastoral?

Hoy en día con orgullo me siento partícipe de la labor que llevamos a cabo como equipo en función de nuestros es-tudiantes, la comunidad UCN y el que más lo necesita, más allá del cerco que delimita la universidad. Es así como tenemos más de 200 pastoralistas activos distribuidos en 9 voluntariados, los cuales van desde la Comunidad de Sacramentos, en la cual la UCN se reúne en torno al evan-gelio para preparar su camino católico; así como otras que intervienen hogares de niños con capacidades distintas (Lazos), abuelitos abandonados que no son autovalentes (Guayacán te abraza), asilos de ancianos (Casa de reposo Anita), niños migrantes en situación vulnerable (Migran-tes), personas en situación de calle (Ruta Nocturna), niños en riesgo social (Vida Nueva), familias en riesgo social en situación de campamentos (Campamento El Culebrón), y finalmente el voluntariado Esperanza, los que cada quince días asisten a la cárcel de Huachalalume a entregar acom-pañamiento y talleres valóricos a internos condenados a muchos años de presidio.

Por estas y muchas razones más es que le doy gracias a Dios y a la Santísima Virgen María por la oportunidad de formar parte de esta hermosa comunidad, la Pastoral UCN.

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Mi vida pastoral comenzó siendo muy pequeña ya que mis padres durante muchos años participaron de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Talca, y

junto a mi hermano, siempre los acompañamos a los encuentros y retiros que tenían junto a los jóvenes.

En el año 2015, cuando egresé de Diseño Gráfico, recibí el llamado del padre Ángel Pizarro que me invitaba a realizar mi práctica profesional en la Pastoral UCN. En forma paralela, participaba en la Pastoral Juvenil de mi parroquia.

Cuando conocí al equipo pastoral, recuerdo que la primera en recibirme fue Andrea Letelier. Ella me presentó a Carolina Vera y Alejandro Cuturrufo. En una entrevista me contaron las actividades que realizaban dentro y fuera de la Univer-sidad, sobre los voluntariados y comunidades. Las necesidades y la urgencia de tener a alguien que se hiciera cargo de las comunicaciones y la difusión de éstas.

Por Camila Linco Cornejo

Diseñadora gráfica y parte del Equipo Pastoral UCN Coquimbo.

Estar aquí, me ayudó a encontrarme con la verdadera Iglesia

Artículo 44

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Llegué a Pastoral un año antes de que ésta fuera remo-delada. En aquel entonces, el espacio físico para trabajar era muy reducido. Durante 8 meses estuve sentada en un rincón casi escondida, en donde pocos se percataban de mi existencia. Los estudiantes que entraban a Pastoral me confundían con una nueva voluntaria o una estudiante más, pero Alejandro, Carolina y Andrea siempre se encargaban de aclarar que yo era parte del equipo.

A los pocos meses de haberme integrado a Pastoral, se dieron varios cambios de manera muy rápida, cambios muy importante que marcaron un antes y un después. El primer gran cambio fue el nombramiento de Alejandro como di-rector de Pastoral UCN Coquimbo, y al poco tiempo nos llegaba la noticia que nuestra casa crecería. Por consiguien-te, nos tendríamos que mudar de oficina por un tiempo. 5 meses estuvimos trabajando en un pequeño . Los escrito-rios estaban tan juntos unos de otros que para movernos teníamos que hacerlo con cuidado para no pasar a llevar papeles, teléfonos y hasta los mismos computadores. Todo ese proceso lo tomamos con humor, porque el ambiente laboral que se vivía era muy agradable.

El estar tanto tiempo juntos nos ayudó como equipo para mantenernos siempre en sintonía y con una buena comu-nicación, pudimos conocernos mejor, forjando una linda relación. Es por eso que cuando llegó el momento de mu-

darnos a las nuevas dependencia de Pastoral, nos hicimos el hábito de tomarnos las primeras horas de la jornada para tomar desayuno todos juntos. Así fue que el desayuno se volvió una instancia para compartir la vida, con sus alegrías y tristezas, con parte del equipo, los sacerdotes, personal de aseo, funcionarios, académicos y estudiantes. No im-porta quién llegue a Pastoral en ese momento, siempre son invitados a compartir un taza de te o café y son todos tratados por igual.

Mi primera participación con los voluntariados la realicé con “Ruta Nocturna” y recuerdo que me creía preparada para conocer en terreno como vivían las personas en si-tuación de calle, había visto fotografías y los testimonios de los Pastoralistas y me hacía una idea de lo que iba a experimentar. Pero la realidad era otra, recuerdo haberme impresionado al ver cómo uno de los voluntarios abrazaba muy fuerte a uno de nuestros amigos más icónicos que lloraba por la soledad que sentía. “El Potencia”, quien es bien conocido por tener un carácter muy peculiar y que pocos se atrevían a interactuar con él. Abría su corazón para compartir su dolor y contarnos su historia, pero lo más impresionante es que era una noche fría y nuestro amigo estaba descalzo y con ropa de verano. Esa noche cuando llegué a mi casa y entré a mi habitación no pude evitar no pensar en él, mientras yo dormía en una cama calentita, había mucha gente en la calle pasando frío. Y

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estar aqUí, me ayUdó a eNCoNtrarme CoN la verdadera iglesia

me di cuenta que nunca antes me había detenido a ob-servar o pensar en cómo vive la gente y a las situaciones que enfrentan cada día para sobrevivir.

Con el tiempo comencé a interiorizarme más en cada vo-luntariado, comunidad y todas las actividades que realiza-mos, así fue que comencé a comprometerme y amar cada vez más mi trabajo, eso se empezó a notar y los estudiantes ya me asociaban como una funcionaria. Al principio pocos me visitaban en mi oficina, muchos pasaban a saludar y seguían su camino hacia la oficina de Alejandro, o sólo pa-saban a preguntar por Carolina y Andrea; tenían confianza con ellos y los buscaban para pedir ayuda o simplemente para conversar.

Muchas veces, y puesto que parte del equipo no estaba o se encontraba ocupado en otras cosas, se comenzaron acercar a mi, tímidamente me preguntaban de mi vida y yo también me interesé en ir conociendo más a quienes participaban con nosotros. Más de uno comenzó a visitar-me más seguido, de a poco me comenzaron a buscar para contarme sus problemas y fui descubriendo que parte de mi trabajo y el estar ahí era acoger, escuchar y acompañar a los estudiantes. Sin darme cuenta, también comencé a to-mar confianza con funcionarios de otras unidades, aunque seguían confundiéndome como estudiante y se sorprendían por lo joven que soy. Eso no impidió que abrieran su co-

razón y se atrevieran a contarme sus historias, problemas, penas y alegrías.

Estar aquí, me ayudó a encontrarme con la verdadera Igle-sia, con esa Iglesia en salida, en la que se vive el Evangelio día a día por medio de nuestras acciones, y no tan sólo cuando se lee de la Biblia o se escucha en la Misa. En donde todos somos iguales y siempre las puertas están abiertas para acoger, escuchar y acompañar a todo el que lo necesi-te. Trabajar la Pastoral UCN, me hizo descubrir mi vocación de servicio y a vivirla no tan sólo en mi trabajo, sino tam-bién en mi hogar, con mi familia, amigos, y que pretendo compartir con mi hija.

La Pastoral ha sido mi casa y mi familia, y durante todo este tiempo me ha mostrado una nueva forma de ver la vida. Me llena el corazón ser parte de este equipo de trabajo, todos los días aprendo algo nuevo con las personas a las que servimos y acompañamos. Soy inmensamente feliz y estoy agradecida con Dios por regalarme la oportunidad de vivir una experiencia tan bella.

Felices 20 años a todos los que han aportado y han sido parte de este hermoso proyecto.

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Cuando pienso en la Pastoral UCN vienen a mi mente innumerables recuer-dos de experiencias vividas. Allí recibí amor, dirección espiritual, oportuni-

dades, cobijo, lecciones de vida.

En primer lugar, pude experimentar la solidaridad en primera persona entregan-do ayuda de mil maneras a quienes apadrinamos año a año. No existía la pala-bra imposible si se trataba de regalar una sonrisa a los niños para Navidad, o a una familia en situación vulnerable. Quienes hacían Ruta Nocturna se tomaban muy en serio su labor a su corta edad, y sagradamente llegaban a preparar con cariño el pan y té que llevarían a la personas en situación de calle. Cada caso era importante. Todos eran urgentes. No se pensaba jamás que no podríamos, sino más bien qué haríamos para lograrlo. Tuve la dicha de contar con un gran líder, Jorge Gorostiaga. Una persona que amaba lo que hacía y que transmitía y contagiaba a todos ese deseo de ayudar al prójimo. Siempre recibía a quienes lle-gaban con calidez y alegría. Carmen Gloria y Andrea, nuestras segundas madres, quienes nos secaban las lágrimas y nos aconsejaban en nuestras vidas. La palabra

Por Elizabeth Alvarado Pedreros

Estudiante y egresada de la carrera de Ingeniería Comercial de la UCN,

campus Guayacán, Coquimbo.

Un lugar para compartir la vida y la fe

Artículo 45

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del padre Carlos Bollelli y la amistad de quienes vienen a mi mente como María José, Mary Rivera, Pablo Segovia, Wilson Díaz, Nelson Gaytán (más conocido como Che–che), Cecilia, Yanina Galdavini, Camila Albertazo, Maribel Veas, el padre Rafael, que en esos tiempos de estudiante era “El Rafa”, Vanesa Herrera, Denisse Bordones, el Toño, la Llano, y muchos más que fueron parte de esta hermosa comunidad. Maravillosas personas que sin duda Dios me permitió conocer.

En mi querida Pastoral también encontré verdaderamente a Cristo. Si bien antes mi fe existía, pude conocer mucho más sobre muchos aspectos que desconocía. Me bauticé a mis 24 años. Hice mi confirmación y mi primera comunión. Desde entonces mi fe se mantiene intacta, con raíces tan sólidas que me permite enfrentar los desafíos y dificultades de la vida, sabiendo que Dios está siempre conmigo: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos”.

La Pastoral también significó para mí una familia. El primer lugar donde acudía en el recreo. El lugar donde día a día almorzaba junto a todos los que pertenecíamos ahí. Com-partíamos las ensaladas, las risas, las penas, los sueños, la vida. El 18 de septiembre, la Navidad, Día de la Madre y el Padre, etc. El tiempo pasaba rápido y cada uno debía volver a sus obligaciones. Pero salíamos de allí llenos de buena energía para seguir la jornada.

Imposible olvidar la Navidad de Las Cardas, las caras de los niños esperándonos, ansiosos de recibirnos. El show

que con tanto amor prepararon para nosotros. Como no-sotros, previo a esa festividad, cuidábamos cada detalle para que todo saliera bien, para que todos recibieran su bolsa de dulces, su regalo, su helado. Incluso hasta en-volver los regalos no era un trabajo tedioso (a pesar que eran muchos) ya que entre risas y tallas, el tiempo pasaba rápido y todo avanzaba.

Los bingos solidarios y muchos de los chicos parados en la puerta ofreciendo cartones con micrófono en mano. Las ferias vocacionales donde mostrábamos nuestro trabajo a los escolares que nos visitaban y el stand de bienvenida a los mechones de la Universidad.

Las visitas de Fernando Leiva con sus hermosas y trascen-dentes canciones. Los retiros espirituales que alimentaban nuestra alma. Las cenas de Pascua imitando la Última cena, con un ritual solemne y cargado de reflexión.

Desde que llegué a mi querida Pastoral nunca más me sentí sola. Sabía que pertenecía a un lugar donde era querida y sin duda, hoy que ya no estoy ahí, puedo decir con certeza y convicción que la frase “Pastoral Universitaria, un lugar para compartir la vida y la fe” resume absolutamente mi experiencia de vida allí. Una de las experiencias más enriquecedoras y maravillosas de la vida. Absolutamente agradecida de cada una de las personas que conocí y de todos los hermosos momentos compartidos. Guardo los mejores recuerdos y una enorme nostalgia de volver para sentir nuevamente esa magia, que sólo conocemos quienes tuvimos la dicha de estar ahí y ser parte de ello.

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Ingresé a la Pastoral Universitaria de la Universidad Católica del Norte durante mi primer año estudiando Licenciatura en Ciencias Jurídicas, en el año 2008.

Recién había cumplido los 18 años y tenía muchos miedos, puesto que había dejado mi hogar en la ciudad de Vallenar con el objetivo de ser una profesional.

Decidí integrarme a la Pastoral con el fin de hacer nuevas amistades, y encontrar el calor de hogar que solamente Cristo me podía entregar a través de esta hermosa comunidad a la que llamábamos “La Pasto”.

Por mi complicado horario de estudio, decidí comenzar asistiendo al voluntariado del Hogar de Cristo todos los viernes; este voluntariado consistía en servir cenas a las personas que allí llegaban, pero poco a poco mi participación comenzó a hacerse mucho más activa. En el colegio había formado parte de un grupo coral, por lo que cuando me ofrecieron cantar en el coro de la Pastoral acepté de inmediato. Se trataba de canciones nuevas para mí, mucho más emotivas y delicadas que plasmaban a la perfección la frase “Quien canta, ora dos veces”;

Por Javiera Mulet Santibáñez

Abogada, vallenarina de nacimiento. Ex pastoralista.

Quien canta, ora dos veces

Artículo 46

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y, por lo mismo, hacía lo posible por compatibilizar mi difícil horario con los ensayos y las misas en la cuales cantábamos.

En el año 2009, asumí el compromiso de asistir todos los sábados al voluntariado del Campamento el Triángulo con la finalidad de reforzar los estudios de los niños del campa-mento. Fueron gratos momentos compartiendo con niños y jóvenes del campamento, pertenecientes a una realidad que conocía pero que veía lejana, una realidad que sabía que ocurría en algún lugar pero que prefería ignorar.

Hoy, a 10 años de haber ingresado a “La Pasto”, me pre-gunto qué será de esos viejitos a los cuales serví cenas y lavé sus platos en el Hogar de Cristo, y de aquellos niños y jóvenes con los cuales jugué y ayudé a hacer sus tareas escolares en el Campamento El Triángulo. Compartir con ellos fue una experiencia de vida inolvidable que hoy re-cuerdo con cariño.

En reiteradas ocasiones pude participar de los retiros es-pirituales que organizaba la Pastoral. Los recuerdo como momentos gratos y de conexión con Dios, en los cuales pude expresar mis inquietudes como estudiante, como hija, como pareja y darme cuenta que no era la única con tales inseguridades.

La vida universitaria no fue fácil para mí, el estar lejos de la familia, el aprender a manejar los tiempos de estudio, la presión de los exámenes, etc. Fueron circunstancias difíciles en las cuales debí aprender a tomar decisiones, y en ello, la Pastoral jugó un rol fundamental puesto que me apoyaron incondicionalmente.

Me siento agradecida de todo el apoyo y cariño que me entregaron puesto que se transformaron en una familia para mí, que me enseñó a compartir sin esperar nada a cambio, a ser paciente, y a confiar en los tiempos de Dios, los cua-les no siempre son los que esperamos, pero al final del día siempre son perfectos.

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Cuando me preguntan de mi experiencia universitaria, me es imposible no recordar de inmediato el montón de historias y anécdotas vividas en mi

querida Pastoral. Aproximadamente en el año 2009 comencé a participar tí-midamente a través de la música, junto a amigos y compañeros de la facultad de Medicina, amenizando cada eucaristía que se celebraba. Conocí a Jorgito Gorostiaga, el encargado de ese tiempo, junto a Yoya y a Andreita, e iniciamos una bella amistad. Además, junto a lindas voces, se formó el coro, con el que participamos de confirmaciones, bautismos y otras celebraciones en la universi-dad. También recuerdo la vez en que participé de la formación para ser monitores de unas charlas a distintos colegios de la región, acerca de “Los sufrimientos de Jesús según la medicina”. El profesor Daniel Moraga, de nuestra facultad, fue el gran motor de esta iniciativa junto a Jorge, donde pudimos reflexionar acerca de la pasión y muerte de Cristo a la luz de la ciencia; un momento de profundo amor y espiritualidad que compartimos con jóvenes laicos de enseñanza media.

Por Karla Collinao Rojas

Médica de profesión y ex pastoralista, entre 2009 y 2016.

Feliz y fiel al camino de la fe en Cristo

Artículo 47

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Compartir la fe en la vida universitaria no es fácil ya que hoy en día está la cultura del no creer en nada. Y es ahí donde estuvo para mí “La Pasto”, para entregarnos un espacio, darnos un momento… En definitiva, para detener nuestra agitada vida y permitir congregarnos. Y, en mi caso, también cantábamos, de ese modo hacíamos alabanza y oración que me permitieron sostenerme en la debilidad y conocer a los grandes amigos que hoy tengo la dicha de tener, entre ellos: Alejandro, Carolina, el padre Manuel, el ahora padre Jimmy, Toby, Nico, Cristian, Poli, Javi, Rodolfo, Roberto, Maricela, Patito, Pablo…, ¡entre tantos otros!

Otro gran momento que atesoro es el viaje a la Jornada Mundial de Jóvenes, el encuentro con el Papa, en Río de Janeiro en el año 2013. Sin duda un viaje inolvidable. En bus estuvimos cerca de 7 días, de ida y regreso. ¡Toda una haza-ña! Ese viaje me permitió conocer de cerca a mis hermanos pastoralistas, orar, cantar y jugar con ellos. Vivir la expe-riencia de la fe con tantos, fue conmovedor e inolvidable.

Hoy soy médico, católica, amiga, hermana, hija, esposa y una mujer inmensamente feliz, y fiel al camino de la fe en Cristo. Agradezco cada una de las actividades en que uste-des me permitieron participar, pues gracias a cada uno de los que forman parte de la Pastoral Universitaria es que yo soy hoy una mejor persona. Un abrazo fraterno en Cristo.

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Invierno del año 2009 en Coquimbo, quizá más frio que otros, al menos eso sentí. Regresábamos desde una actividad con pastoralistas que fue en La Se-

rena, no recuerdo muy bien cuál fue, porque en ese entonces teníamos muchas y participaba en casi todas, sólo no participaba en aquellas que eran muy lejos una y otra. Anduvimos en la cárcel de menores, centro de niños del Sename Hogar Redes, la calle que se denomina aún Ruta nocturna, misiones y casas de reposo (entre algunas de las que recuerdo).

Aquella tarde fría, pasamos por un puente superior, de aquellos que cruzan la carretera para el paso de un tren, había carteles que decían algo así como “Tam-bién existimos”, “No se olviden de nosotros” y varios más en el mismo tono. En ese mismo instante fuimos a verlos, y nos presentamos porque uno los conocía, sabía quiénes eran. Se le denomina Campamento El Triángulo donde vivían. La primera vez que lo vi quedé impactado, fue un choque con toda mi vida, con toda mi historia, la cual no era muy linda ni suave, pero al lado de eso que estaba

Por Javier Julio Julio

Ingeniero Comercial de la Universidad Católica del Norte. Un eterno

pastoralista.

Los desafíos verdaderos en los campamentos

Artículo 48

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mirando me sentí un agradecido por al menos contar con un techo y un plato de comida.

Me dolió... En serio me dolió. Fue tan fuerte el darse cuenta de las familias, es decir: adultos, niños, perros, gatos y todos los que compartían aquel sitio junto con basura, adicciones, delitos, maltratos, violencia, pobreza, hambre. Todos eran personas que vivían y sufrían eso a diario. Yo tenía 19 años, iba en segundo año de Ingeniería Comercial, llegué a la casa y le dije a mi polola de aquellos años “Jessica, tenemos que hacer algo”. Ella lo supo enseguida y me dijo: “Vamos”.

Creamos una hoja, sacada de la encuesta Casen, con los da-tos básicos de cuántas personas viven en su casa, qué edad tienen, nivel educacional y todo eso para realizar un catastro. En aquellos años era muy católico y vivía la parábola de Jesús con el ciego que estaba al costado del camino, donde Jesús se acerca y le pregunta “¿Qué necesitas que haga por ti?, sa-biendo que yo no era nadie para saber lo que necesitaban… Aplicar esta encuesta en nombre de la Pastoral Universitaria, nos ayudó a conocerlos, sus temores, qué necesitaban, qué querían y varias cosas más. En ese feedback que nos entre-garon surgió algo que se repetía: “No quiero que mis hijos vivan lo mismo que yo…”. Ante esta necesidad surgió nuestra planificación y formación de un grupo de jóvenes que po-dríamos ayudarles a sus hijos en el colegio, comprendiendo que, a través de la educación ellos, podrían tener mayores opciones a una mejor calidad de vida.

El siguiente paso fue hablar con profesores solicitando permiso para realizar una presentación en clases, donde realizaba un poco más de indicadores económicos y socia-les planteándoles que nos necesitaban aquí, muy cerca y no después, nos necesitaban ahora. Era urgente, sólo nos costaba unas horas del sábado, pero sólo llegaron unos cuantos a la Pastoral el primer día... Nos sentamos afuera, recuerdo en pleno centro, rodeado de casas de madera, cartón y material muy ligero. Llegamos a medio, con cua-dernos, golpeando las casas invitando a los niños a juntarse en la mesa para ayudarlos con sus tareas del colegio. Aquel primer día fue duro, bastante duro, vivimos dentro de una realidad que para ellos era normal, pero para nosotros no. Violencia, gritos, hambre. Luego fue así sábado a sábado hasta que esta violencia, gritos y hambre fueron decantan-do, bajando la guardia. De vez en cuando regresaba, pero luego nos respetaban.

Fuimos creciendo, nos conseguimos un colegio donde los llevamos a un lugar más cómodo; luego la gente de Techo realizó el proyecto de la sede social por lo que ahí hacíamos el reforzamiento escolar los sábados.

Pasamos muchas cosas juntos, días muy malos donde vimos cosas horribles y otros días… ¡Ufff qué días! Días hermosos llenos de risas, de niños felices que se olvidan un rato de todo lo que los rodeaba. Me enamoré de sus sonrisas, de sus “Hola, tío, ¿juguemos a la pelota?”; o de

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los desafíos verdaderos eN los CamPameNtos

esas miradas cuando nos veían llegar, y nos abrazaban co-rriendo a nuestros brazos.

Hoy tengo 28 años, soy el ejecutivo de empresas que fue ascendido más joven en el Banco. Salí de la Universidad Católica del Norte y me convertí en Ingeniero Comercial; de vez en cuando voy a ver los niños que ya me pasaron en altura y los vuelvo a ver sonreír y vuelvo a ser feliz. Los conozco desde hace casi 10 años, algunos no me recuerdan ahora porque eran guaguas cuando los conocí.

Siento que esto es Pastoral, todas esas sonrisas de aquellos niños no hubieran sido posibles sin el apoyo de este equipo, departamento o espacio, sea como sea. Espero no acabe nunca y que siga creciendo para seguir siendo lo que fue, lo que es y lo que será: un lugar para entregar amor. Un abrazo desde el gozo compartido de ser.

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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Decidí unirme a la Pastoral a fines del año 2014, después de pasar por una pena bien grande relacionada con los estudios. En esos momentos un com-

pañero me dijo: “No puedes permitir que los estudios sean todo tu universo; hay más vida universitaria”. Esas palabras hicieron click en mi cabeza y fue así como empecé mi vida pastoral.

Mis inicios fueron con los niños del Campamento el Triángulo, nuestra misión era ayudarlos en sus tareas escolares y acompañarlos. Reconozco que a los primeros encuentros fui con mucho temor y sentía que no podía conectar con los niños, pero de a poco ellos mismos me fueron dando la confianza para ayu-darlos en lo que necesitaran. Mi paso por la Pastoral fue de menos a más, paso a paso me fui involucrando en todas las actividades pastorales hasta que llegó un punto en que pasaba todos mis tiempos libres en la Pastoral, compartiendo con la Carito, el Cutu y la Andreita y, por qué no decirlo, comiendo todas las cosas ricas que siempre encontrabas en la cocina. Esos pequeños detalles te van

Por Natalia Cardemil Gil

Ingeniera en Información y Control de Gestión de la Universidad Católica

del Norte. Pero sobre todo, y como siempre digo en todos lados, Orgullosa

Voluntaria Pastoral.

Esos pequeños detalles que te van llenando el corazón

Artículo 49

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llenando el corazón y te hacen sentir parte de un equipo de trabajo, una familia en la cual siempre podías confiar y encontrar consuelo.

El año 2015 fue muy especial para mí. Ese año tuve mo-mentos de mucha alegría, en donde pude sentir con más fuerza el espíritu Pastoral. Parte de mi testimonio como pastoralista es que tuve la oportunidad de participar en la mayoría de los voluntariados y conocer de cerca la realidad de cada uno de ellos. Es una instancia en donde abres el corazón y mantienes en alto la solidaridad, aportando con un granito de arena en donde lo necesiten. Poder conectar con las personas, escuchándolas, abrazándolas o entregán-doles una taza de café o sopa es gratificante. Te das cuenta de lo verdadero: simples actos de la vida de una gran rique-za espiritual. Además tuve la oportunidad de coordinar y participar en el grupo de Sacramentos, un grupo unido a través de la fe, bueno para la talla y con el corazón abierto para compartir la vida.

En este testimonio no puedo dejar de mencionar al Volun-tariado Esperanza, grupo que visita a internos e internas de la Cárcel de Huachalalume. Siento que con ellos tuve una conexión especial. Todos tenemos una razón de actuar y no estamos libres de pecado, dejar atrás todo tipo de pre-juicios y sólo escuchar es maravilloso, y con este grupo se logra eso y mucho más. Tuve la instancia de entregar mi propio testimonio de vida a los internos, contándoles que el dolor y la desesperanza no sólo se vive en las cuatro pa-redes de una cárcel.

Para finalizar siento que no hay palabras suficientes que expresen todos los momentos vividos, y siempre agradece-ré todas las oportunidades, los consejos y las palabras de ánimo en los momentos buenos y difíciles de mi vida univer-sitaria. La Pastoral para mí significa mucho: son mi escuela de vida, mis mentores, más que la carrera en sí; gracias a este gran equipo de trabajo creo que sí se pueden lograr grandes cambios desde la fe, la humildad y la empatía.

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Mi historia en la Pastoral UCN, comienza en el 2009, siendo una de las pri-meras cosas que hice cuando ingresé a la Universidad, inscribirme como

voluntaria.

El ser voluntaria ha sido mi mejor decisión, y la tomé desde el colegio, y necesi-taba continuar con estas energías de querer “hacer algo”, aunque el mundo me dijera que “no había tiempo”.

En un principio, cuando no tenía un voluntariado fijo, me sirvió para empaparme del equipo de Pastoral, quienes finalmente para muchos estudiantes se trans-forman en su familia; para mí, fueron grandes motivadores, guías, y en muchas ocasiones el oído comprensivo, quienes canalizaban las frustraciones y entendían lo que es trabajar con aquellos con los que nadie quiere.

El mismo año que ingresé se formó el voluntariado “Campamento El Triángulo”, en manos de quien se convertiría pronto en un gran amigo: Javier Julio, estudiante

Por Beatriz Zúñiga Fernández

27 años, Voluntaria, Enfermera con Postítulo en heridas, Diplomada en Educación en Ciencias de la Salud y

Diplomada en NANEAS.

La alegría de ayudar en el barrio “Vida Nueva”

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en ese entonces de Ingeniería Comercial. Comencé a ser parte de éste, ya que de forma paralela era del volunta-riado de Techo para Chile, donde era Coordinadora del mismo Campamento; allí hicimos alianza y trabajábamos en conjunto con los niños (tutorías) y con las familias, con el sueño de que en algún momento ellos pudiesen salir de ahí y tener una casa propia.

Durante los años, tuvimos altos y bajos, no era fácil motivar a los voluntarios, y mantenerse sin que afectaran los problemas que vivían las familias, principalmente de los niños, donde muchas veces el “hacer tareas” era una excusa para salir de sus casas, conversar, reír y compartir con “tíos” que dedica-ban sus mañanas de sábado para estar con ellos. En algunos momentos era necesario hacer pausas para hablar entre no-sotros, hacer catarsis y llenarnos nuevamente de energías.

Hay muchas cosas significativas durante ese tiempo: cómo no escribir sobre la locura que eran las actividades navide-ñas, donde a pesar de ser parte de un voluntariado, nos ayudábamos entre todos para que ninguna fuera menos que la otra; en cada grupo humano había tanta solidari-dad, empatía y ganas de ayudar, que era simple unirse al entusiasmo del otro. También las actividades como Pas-toral eran importantes, tenían un sello especial, y no sólo nos incluía a los alumnos sino que a funcionarios, familias y colaboradores, que finalmente pasaban a ser parte de esta gran familia.

En mi último año de Universidad, se cumple el hito que los voluntarios esperábamos: la entrega de las viviendas para las familias del Campamento El Triángulo, que junto a familias de otros campamentos pasaban a conformar el barrio “Vida Nueva”. Fue un momento increíble ver a los niños felices con su nuevo hogar, un lugar donde ya no se mojarían con las lluvias (lo que era una angustia de todos los años), ahora por fin podrían tener mejores condiciones de vida junto a sus familias; tendrían una plaza donde jugar; los voluntarios tendríamos también un nuevo lugar donde realizar las tutorías, aunque debo reconocer que el haber construido, literalmente por meses (junto con algunos vo-luntarios de la Pastoral y externos), la sede que nos acom-pañó por años en el Campamento, creaba un ambiente especial, que hoy a pesar de la seguridad que significa este nuevo lugar, no se compara a la calidez y recuerdos que llevaban esas paredes de madera.

El día de la inauguración de sus viviendas es un momento que aún no logro describir sin emocionarme, porque hubo tanto trabajo en el camino con las familias; muchas caídas, decepciones, burocracias, etc., pero que ese día hicieron que valiera la pena, ese día creí posible lo imposible. Desde ese entonces, el voluntariado pasó a llamarse “Vida Nueva”, y comenzó una nueva etapa, donde ahora se mantenían algunos problemas y aparecían nuevos, porque la mayoría de las complicaciones sociales no dependen del material del que está construida la casa (a pesar de que estoy conven-

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la alegría de ayUdar eN el barrio “vida NUeva”

cida que es un avance en su calidad de vida). El problema principal es mucho más profundo, y necesitaría infinitas ho-jas de análisis. Es por eso que había que mantener las ener-gías en alto, ya que muchas personas que conformaron el voluntariado en un principio, ya habían egresado de la Uni-versidad, por ende se debía transmitir y entregar “la posta” a nuevas generaciones, que desde entonces han hecho una gran labor al mantener y seguir motivados con esta misión.

El paso por la Pastoral es un capítulo que aún no cierra, y realmente no creo ni quiero que sea así, porque a pesar de que ya no soy estudiante, el lazo se mantiene, y cuando nos hemos necesitado, siempre ha estado la voluntad de ayudarnos mutuamente.

Afortunadamente, las relaciones más significativas que ten-go han surgido de la voluntad, de trabajos basados en la más sincera solidaridad, y puedo afirmar que varias de ellas, surgieron del periodo en el que fui voluntaria activa de “La Pasto” (como la solíamos llamar), por lo que agradezco pro-fundamente tantos buenos momentos y aprendizajes. Este lugar ha sido crucial para formar a profesionales distintos, con un compromiso social y ético, que sin duda marcarán la diferencia en el ejercicio de su profesión, y que además tendrán más herramientas para afrontar la adversidad, por-que han sido parte de esos escenarios.

No me queda más que agradecer a los que fueron parte de este equipo: Yoyi y Jorge, y a los que continúan: Caro, Cutu y Andreita, que han sabido mantener y crear nuevos voluntariados. Agradecer por los incontables cafés y té, el tan cómodo sillón que sirvió en más de una ocasión para dormir, la sencilla oficina que se tenía, y en donde podíamos conversar y tratar de arreglar el mundo sin necesidad de movernos; cada detalle vivido, cada persona que ha pasado, ha formado a esta Pastoral que cumple 20 años. Hoy creo mucho más que la voluntad puede cambiar a la sociedad, puede hacernos mejores personas; costará y nos encontra-remos con barreras (personas), pero sólo necesitamos dos cosas: convicción y compromiso.

Para terminar, quiero plasmar un extracto de Las Bienaven-turanzas, porque, a pesar de ya no considerarme católica, fueron líneas que repetí y recuerdo, cuando faltan volun-tades:

“Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y di-gan todo género de mal contra ustedes falsamente, por cau-sa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes”

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Al momento de pensar en el camino que recorrí junto a la Pastoral UCN, sede Coquimbo, la emoción embarga mi mente y maravillosos momentos

vienen a mi pensamiento y reflexión, y quiero compartir estas experiencias, desde la más profunda humildad, sinceridad y generosidad que da el simple hecho de hacerlo con el corazón.

Recuerdo nuestra Pastoral pequeña, ahí donde cada paso nos llevaba al servi-cio, ese servicio, al que sólo le da sentido Cristo. Desde esta mirada, vienen a mi memoria nuestras infinitas conversaciones, donde florecería la necesidad de conformar un grupo de jóvenes misioneros, el cual comenzaría visitando comu-nidades de Pan de Azúcar, una localidad pequeña pero extensa en territorio, alejada de urbes y la vorágine de la ciudad, ahí donde la pobreza muestra esa otra cara, que como sociedad no deseamos enfrentar y menos reconocer. Como todo equipo, nos preparamos y formamos, planeando los pasos detalladamente, ya que cada acción ayudaría a invitar a las personas a venir a Cristo, mostrándoles ese Evangelio restaurado, mediante la fe, la oración y el encuentro de la misma

Por Ninoska Espinoza Flores

Profesora de Filosofía y Religión. Actualmente trabaja en el Colegio

Salesiano Parroquial Domingo Savio, San Ramón, Región

Metropolitana. Estudiante de la Universidad de Los Andes.

Aluviones y solidaridad en el Norte Grande

Artículo 51

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comunidad cristiana. Al momento de vivir la experiencia, fuimos escuchando y conociendo a las familias del lugar, éstas nos enseñaron que cada persona tiene una intimidad impalpable, que muestra gestos, palabras y símbolos visi-bles, que hacían un encuentro con Cristo, quien, al igual que ellos, se manifestaba de forma simbólica. Reconocíamos en que aquellos que debíamos evangelizar, eran quienes con sus experiencias, sencillez, tenacidad y humildad nos ense-ñaban el verdadero significado del encuentro con Jesucristo, y ahí fue cuando comprendí que éramos nosotros quienes necesitábamos ser evangelizados, para así reconocer a ese Jesucristo Vivo. Esta experiencia me impulsó en el camino de la Pastoral Universitaria, durante mis 5 años de estudios.

Uno de los hechos que marcaron mi camino, fue la partici-pación en la Hospedería del Hogar de Cristo en Coquimbo, donde nos encontrábamos con diferentes realidades, que hacían de esta labor un gran desafío. Siempre me sentí muy motivada, pues veía una gran oportunidad de ayudar y po-der comprender qué los llevaba por aquel camino. Debo reconocer que de forma personal fue complejo poder in-tegrarse, porque me preguntaba cómo poder llegar a ellos, cómo hablarles, hasta qué decirles. Sin embargo, con la ayuda de la comunidad y las constantes visitas que reali-zamos, me di cuenta que no es necesario decirles nada en particular, ni siquiera llevarles algo material, sino que sólo escucharlos, tomarse un té, esbozar una sonrisa y sentarse a su lado, para así compartir la vida. Y en este compartir la vida, me llamaba profundamente la atención el cariño y la alegría con que nos recibían cada vez que íbamos, ahí fue cuando nos dimos cuenta que no sólo bastaba con ir a vi-sitarlos, sino que realmente comprendiéramos el hecho de

“Compartir la vida”. Así nace la idea de mostrarles nuestra casa de estudios y cómo nos desenvolvíamos, comenzamos a organizar actividades en conjunto, como es la celebra-ción de Navidad, Fiestas Patrias, partidos de futbol, etc. En donde a nosotros nos tocaba compartir la vida; en estos encuentros me mostraron con pequeños gestos, cuán gene-rosos eran en sus corazones, al dejarnos estar en sus vidas.

Algo que me ha enseñado la práctica de mi profesión, es que siempre has de hacer algo con alegría y sentir cada acto que realices, pero debemos ser conscientes de que no siempre se produce. Por eso, es importante reconocer que, como parte de la familia pastoral, también pasamos momentos complejos, donde se cruzaron en el camino, miedos e inseguridades que nos hicieron comprender que la unión hace la fuerza, por lo que no puedo dejar de men-cionar los profundos aprendizajes que nos entregaron los intercambios pastorales.

Debo ser sincera al decir que al principio nos costó, ya que éramos una pastoral pequeña en cuanto al espacio físico, en personas y comunidades, sumándole a ello que, cuando comenzamos a vivir estos encuentros, recién co-menzábamos también a conocernos entre los diferentes grupos. Estos momentos nos hicieron reflexionar y cuestio-nar nuestro accionar, reconocíamos que debíamos tomar decisiones, hacer cambios y forjar de nuestras debilidades grandes fortalezas. Y es así que fuimos trabajando, reali-zando cambios progresivos, que fueron de la mano con la estructura nueva que estaba realizando la institución en la Pastoral Universitaria, favoreciendo el crecimiento. Y es aquí donde quiero detallar uno de los momentos que

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alUvioNes y solidaridad eN el Norte graNde

marcaron mi experiencia pastoral, y también la de la co-munidad que conformábamos.

El 2015 desde lo personal fue un año complejo y muy movi-do, sin embargo llegaron nuevos aires para nuestra Pastoral, ya que logramos organizarnos entre las diferentes comuni-dades, eligiendo por primera vez coordinadores pastorales, y, junto a Diego Díaz, asumimos esta desafiante tarea. Creo que esta instancia favoreció enormemente las relaciones en-tre nosotros, porque nos fuimos conociendo, aprendiendo y reencantando con nuestra labor de acompañamiento con las personas más desfavorecidas. Durante este período acon-tecieron varios hechos que en lo personal me marcaron, el primero fue el aluvión que afectó las zonas de Antofagasta, Atacama y Coquimbo. Como Pastoral estábamos fuerte-mente involucrados, ya que debíamos ir en ayuda de aquellos que habían perdido todo; nos organizamos para recolectar alimentos y artículos de primera necesidad, para así poder enviarlas. Y desde este hecho, ambas pastorales construimos las diferentes actividades de nuestro intercambio pastoral, el cual se realizaría en una comunidad de la zona de Antofagas-ta; éste consistía en ayudar a construir lugares de uso público de la localidad, pues con el aluvión habían perdido todo.

Las personas que iríamos de Coquimbo, comenzamos a reunirnos y formarnos desde varios meses antes, pues con-siderábamos determinante conocernos y acoplarnos, para que nuestro trabajo fuera enriquecedor, evangelizador y significativo para la comunidad que ayudaríamos. El día que partíamos a esta experiencia, comenzó a llover en las algu-nas de las zonas afectadas por el aluvión, por lo que nuestro avión se retrasó y no se tenía claridad de lo que sucedería.

Al llegar a Antofagasta los planes cambiaron, pues debido a este temporal climático era complejo poder asistir al lugar; en bien de la integridad de las personas que estábamos, se decidió no asistir. Quizás las cosas no estaban saliendo como las habíamos pensado, no obstante creo que fue una de las experiencias más potentes que he vivido. Y es en este punto donde compruebo que Dios siempre provee, pues definitivamente existe alguien que mueve los hilos de allá arriba, y hace que todo tenga un propósito, porque Dios, al ser amor, nos organiza todo un “plan” para que el universo conspire y podamos tomar esta prueba como una oportu-nidad para moldear nuestro carácter y aprender de la vida.

Fue aquí donde comprendí que a veces creemos que para ser grandes cristianos debemos hacer cosas muy extraordinarias, sin embargo existen cosas más sencillas que demostrarán al mundo nuestro genuino ser cristiano, porque ahí donde radica lo cotidiano y simple, encontramos a ese otro, que está todo los días con nosotros y no sabemos ver, escuchar y/o valorar, y es en él donde radica el verdadero sentido de caridad y comu-nidad. Creo que aquí comenzó el camino, siendo la escucha nuestra pauta en el recorrido; la emoción, comprensión de nuestros errores, y la oración, la guía que nos mostró el punto transcendental en nuestra respuesta vocacional.

Definitivamente, la Pastoral me ofreció un espacio de encuentro, donde fomentaron mis valores cristianos y hu-manos, en donde hacían de nuestras acciones con los otros un encuentro personal con Jesucristo, entregándole orienta-ción y sentido a nuestro caminar, ya que cada persona que compone esta gran comunidad, es necesaria para que ese gran engranaje pueda funcionar.

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Mi paso por la Pastoral comienza en el año 2012 cuando unas compañeras me invitaron a participar de las actividades que se realizaban allí. Ellas me

comentaron que participaban en el entonces voluntariado “Campamento el Triángulo” [actualmente Vida Nueva]. Ahí ellos reforzaban las materias a los niños que iban al colegio. Recuerdo que la primera actividad en la que participé fue de una reunión de coordinación, en donde conocí a Alejandro y a los coordinadores de ese entonces. Luego conocería al resto del equipo de aquellos años: Andrea, Fernando y al padre Manuel, quien era director de la Pastoral en ese momento.

Las actividades eran los sábados, y ese fin de semana asistí al campamento. Ce-lebramos Pascua de Resurrección; algunos niños jugaban y otros hacían tarea, yo deambulaba de un lado a otro queriendo conocer todo, conocer cómo era la dinámica del voluntariado. Así asistí en unas pocas oportunidades más, has-ta que tuve cambio de horario, lo cual significaba tener clases toda la mañana de los sábados. Por lo que me distancié de la Pastoral en ese primer semestre.

Por Camila Ortiz Valdivia

Ex pastoralista y egresada de Derecho de la Universidad Católica del Norte.

Me sentía cómoda en misiones y en el “Grupo Arroz”

Artículo 52

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Ya en el segundo semestre no sabía en qué participar en la Pastoral, así que me contacté con un excompañero de colegio, que era seminarista, el cual pertenecía al volunta-riado de misiones, pero había un extra en ese grupo, “Cristo en todos”, alumnos de la universidad que habían recibido el sacramento de la confirmación el año anterior. Este gru-po me encantó (después sería recordado como el “Grupo Arroz” porque estaba en todas…). Ahí me sentía cómoda al pertenecer a misiones y al “Grupo Arroz”, y ya no sólo sentía que pertenecía a un voluntariado “x” sino que per-tenecía a la Pastoral.

Ya en el 2013, llega una nueva integrante al equipo pas-toral que fue Carolina. Ese año fue la visita del Papa en la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, así que nos preparamos; se hicieron reuniones para que nos conocié-ramos y nos uniéramos para participar como grupo, y a finales de julio, emprendimos el viaje a Brasil en un bus. Fue difícil compartir con tantas personas, pero dejó los mejores recuerdos.

Al año siguiente me incorporé al voluntariado de Hospede-ría del Hogar de Cristo; fue difícil, éramos tres voluntarios, pero aún así seguimos adelante, y fui coordinadora de ese voluntariado. Luego tratamos de dar otra perspectiva a ese voluntariado y se llamó “Manos en acción”, se incorporaron dos compañeras de Ingeniería las cuales se convertirían en mis mejores amigas.

Se trató de revivir este voluntariado pero, luego de varias reuniones de equipo, me comentan que no va más; se se-guirá prestando apoyo al Hogar de Cristo en las actividades, pero no se iría con regularidad, lo cual me dejó muy triste pero no por ello iba a dejar a la Pastoral.

Así es como me uní al voluntariado “Esperanza” donde realizaríamos pastoral carcelaria; me gustó mucho la idea de poder compartir con personas que están privados de libertad sin juzgarlos, sino acercándolos más a Cristo.

Me gustaba participar en las actividades de la Pastoral: par-ticipar de sus retiros, a las instancias de formación con los seminarios que ha ofrecido; fui a los primeros intercambios que se realizaban con la Pastoral de la UCN de Antofagasta; en fin, iba (en la medida que el tiempo me lo permitía) a cada voluntariado al que me invitaran.

Así que también acompañé en actividades puntuales como Fiestas Patrias o Navidad, en ruta nocturna, misiones y Vida Nueva; en esta última fue muy emocionante ver cómo pa-saron de un campamento a la casa propia.

Mi experiencia en la Pastoral fue increíble, ahí no era un grupo u otro. Me sentía parte de una gran familia. Traté de compartir con el máximo de personas: que todos los que pasáramos por ahí compartiéramos con todos, que nos apoyáramos en las actividades; porque, en este servicio

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me seNtía Cómoda eN misioNes y eN el “grUPo arroz”

de acompañar que da la Pastoral, nunca sobran manos, siempre se necesita apoyo.

Ahí pasaba mis tardes, siempre se podía compartir un café, siempre había alguien que te iba a escuchar y que nos sin-tiéramos unidos. Y es así como han sido parte de mi creci-miento personal. Cuando quedé embarazada, ellos fueron casi los primeros en enterarse y también tuve la posibilidad de bautizar a mi hija en la Capilla, lo que fue muy emotivo para mí. La Pastoral me entregó la confianza de que siempre podré contar con ellos.

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Para empezar, debo decir que mi paso por la Pastoral ha sido, lejos, lo mejor de mi vida universitaria y no imagino qué hubiera sido de mí sin ella todos

estos años. Pero mi historia por Pastoral, y el desarrollo de mi vocación social, no partió en la universidad.

Todo inició en la enseñanza media, cuando mi curso recibía al nuevo profesor de Religión, con sus lentes, buena onda y apariencia de cura, Alejandro Cuturrufo. Este señor no era como los otros de su área. Él nos hablaba desde la experien-cia, con real vocación y entusiasmo, lo que nos motivó a escucharlo y seguirlo, hasta que varios le tomamos un cierto cariño. Un día nos propuso apadrinar un colegio de básica de escasos recursos, y hacer una actividad con ellos durante todo el semestre; aceptamos inmediatamente. Para resumir un poco, todo fue maravilloso y hacer feliz a un niño fue lo más llenador que nos tocó ese año. Ahí fue donde conocí la verdadera acción social y comprendí lo que era la vo-cación de servicio: una semilla que con el tiempo iría creciendo (y no tuve idea de cuánto crecería hasta hoy).

Por Catalina Chinga Andreani

Estudiante de Nutrición y dietética, ex coordinadora de Ruta Nocturna y ex

coordinadora general de Pastoral.

Vocación de servicio aprendida en las tragedias y las inclemencias de la calle

Artículo 53

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Al año siguiente, nuestro querido profesor Alejandro dice que nos tiene que dejar porque lo llamaron de la Universi-dad Católica del Norte para un trabajo muy importante. Fue una noticia bastante triste en el momento, especialmente porque no sabía que nos encontraríamos de nuevo…

Al momento de salir del colegio seguí con toda la necesi-dad, además de elegir una carrera universitaria, de aportar un grano de arena a la sociedad y dejar un legado en ella; la semilla estaba brotando.

Fue ahí que al ingresar a la universidad me encontré de nue-vo con Alejandro, quien, al momento de vernos, en lugar de saludarme, dijo: “¡Y tú! ¿Cuándo piensas unirte a Pastoral?”. No fue que luego de un año, y después de una serie de episodios desafortunados en mi vida personal, entré espe-cíficamente a la Ruta Nocturna. La primera salida que tuve en este voluntariado dio un giro de 180º a mi vida: conocí una cruda realidad en las mismísimas calles de la ciudad, donde había gente que necesitaba mucho en todo sentido. Recuerdo que al llegar a mi casa esa noche dormí con una serie de sentimientos encontrados: culpa, impotencia, pena, etc. Sentí que no podía ayudarlos todo lo que quisiera, y lo que hacía no era suficiente. Al pasar el tiempo, y saliendo cada vez más seguido, me fui dando cuenta de cómo las personas tiraban tallas, agradecían por la bebida caliente, la ropa, se reían, en fin, eran felices con lo poco que tenían. Esto me llevó a reflexionar de que día a día nos quejamos

de que no tenemos ciertas cosas, del estudio, problemas con la familia, pero nunca apreciamos lo que tenemos: una cómoda cama, abrigo, comida, buena salud y estudios. Al final, la gente en situación de calle termina enseñándonos más a nosotros a medida que los vas conociendo. A lo largo de los años les tomé cariño, nos conocíamos todos y todas las noches nos esperaban con ansias, y yo a ellos.

En el 2015 nos tocó vivir uno de los episodios más trágicos e impactantes de la región, el terremoto del 16 de septiem-bre. Lo primero que pensamos fue en correr a ayudar a la gente, buscar a nuestros amigos de la calle y rezar para que todos estuvieran bien. Nos organizamos y partimos a la zona afectada, removiendo escombros, acompañando a las personas, repartiendo té y comida durante horas y días seguidos. Terminamos agotados, pero aun así decíamos: “Todavía no es suficiente”, lo que nos motivaba a levantar-nos para seguir paleando y limpiando. Recuerdo claramente un letrero de la gente de Baquedano que decía “Gracias a todas las personas anónimas que nos están ayudando”, con eso se me llenó el corazón de emoción y me di por pagada.

Al siguiente año, por decisión unánime con el resto de los coordinadores, fui nombrada coordinadora general de Pastoral junto a Diego Díaz, asumiendo nuevas respon-sabilidades. Debo decir que nunca me había sentido tan honrada de llegar a tan importante cargo y prometí dar lo mejor de mí.

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voCaCióN de serviCio aPreNdida eN las tragedias y las iNClemeNCias de la Calle

Justo ese año tocaba preparar el intercambio de Pastoral en Coquimbo, por lo que nos tocó organizar todos los preparativos junto al equipo, estando un mes completo viéndonos todos los días desde temprano hasta la noche. Esa instancia se dio para conocernos más y llegar al punto en que iniciamos una amistad muy cercana con el equipo, sobre todo con Camila Linco y Diego; hasta el día de hoy somos inseparables. Una vez que comenzó el intercambio, notamos que se dio todo con tal éxito que nadie se quería ir, nos sentimos más que satisfechos y vimos que todo el esfuerzo y dedicación valieron la pena, pero lo que más valoré fue el lazo que se formó en el grupo de Pastoral, tanto con el equipo como con los voluntarios. Fue tal la unión que todos comenzamos a participar en varios volun-tariados, misas, seminarios y, por consiguiente, reforzando a la comunidad Pastoral, adquiriendo nuevas experiencias, conociendo nuevas realidades, llenando cada vez más el corazón, haciendo lo que amamos, dándonos cuenta de que realmente estamos haciendo algo: acompañando al que más lo necesita, apoyando a niños y niñas a cumplir sus metas y seguir sus sueños, a darle a un reo un aire de libertad con una simple visita, dándole amor a abuelitos que se sentían solos, entregando abrigo, comida y sobre todo una buena conversa con la gente en situación de calle. Estamos aportando nuestro granito de arena: la semilla al final creció y dio frutos.

Probablemente no cambiaremos el mundo como quere-mos, pero se lo estamos cambiando a alguien allá afuera, y definitivamente es lo que más me ha llenado el corazón desde que llegué a Pastoral.

He conocido lo que es estar realmente agradecida por lo que tengo, me ha ayudado a ser quien soy, a creer en mi misma, darme la confianza y decir que soy capaz de todo, a nunca perder el norte, a levantarme frente a toda adver-sidad para seguir adelante siempre con liderazgo y moti-vación.

En este lugar conocí mis verdaderas amistades, las más valiosas, donde todos nos unimos por un mismo fin sin mirar de dónde venimos, qué estudiamos o cuánto dine-ro tenemos; siempre mirando hacia adelante, motivando y apoyándonos mutuamente como un equipo hasta lograr nuestros objetivos.

Desde que entré ha sido parte de mi vida y espero que nun-ca deje de serlo. Se han convertido en una hermosa familia que te recibe y acoge con los brazos abiertos.

A lo largo de todos estos años, no todo fue color de rosa, personalmente tuve varios problemas, pérdidas de seres queridos, momentos difíciles en la universidad y donde más me acogieron, me consolaron y acompañaron fue en esta

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querida casa. Siempre con un oído para escuchar, espacio para estar y si no tenían tiempo se lo hacían, aunque sea para darte un consejo, un té, un abrazo diciendo: “Todo va a estar bien, tranquila que Dios proveerá”.

Por eso, agradezco a este tremendo equipo, por estar en todas, darnos amor ya sea en forma de comida, un té o un abrazo; acogernos, darse el tiempo para escuchar, apoyar-nos, motivarnos, levantar el ánimo y, más que nada, por creer en nosotros y darnos las herramientas para poder realizar nuestros sueños y seguir adelante.

Sobre todo quiero agradecer a Alejandro Cuturrufo, que no sé qué vio en una niña de 15 años tímida e insegura en ese

momento, sin saber qué hacer ni estudiar al salir del colegio, perdida por el mundo. Gracias a ti y al equipo, por enseñar-me este hermoso camino de la vocación social y ayudarme a ser quien soy hoy en día. Gracias por creer en mí.

Con todas estas experiencias seré una profesional integral con vocación, haciendo lo que ama; sin duda han sido los mejores años de mi vida que nunca olvidaré.

“Cada profesión ha de ser concebida no sólo como un medio para ganarse la vida, de mejorar su situación económica, de labrar un porvenir a sus hijos, sino también como el ejercicio de una misión social y una colaboración al bien común de la sociedad.” San Alberto Hurtado

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20º ANIVERSARIO DE LA PASTORAL UCN

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En este vigésimo aniversario de la Pastoral UCN he sido invitado a compartir mi experiencia, vivida en poco más de 4 años en que he sido parte de ella.

Sí, tan sólo fueron esos pocos años, pero ha sido un paso enriquecedor y que espero reflejar en las siguientes líneas.

Mi experiencia comienza en el año 2014, cuando me acerqué a esas pequeñas oficinas que (en ese entonces) albergaban a la Pastoral UCN, buscando reen-contrarme con esa parte de la Iglesia que se siente cómoda en las calles, en los campamentos, en la cárcel o en cualquier parte en que se necesite. Sin duda, que eso fue lo que encontré, una Pastoral comprometida con el otro, dispuesta a acoger a todos sin importar diferencias de ningún tipo; sin prejuicios y siempre dispuesta apoyar donde se necesite.

Para mí la Pastoral ha sido una fuente de aprendizaje, en todas las instancias que me marcaron en estos años, como el apoyo en Baquedano luego del terremoto,

Por Diego Díaz Ahumada

Egresado de la carrera de Derecho, año 2017, de la Universidad Católica del Norte. Voluntario en Esperanza y

Migrantes, desde el año 2014.

Personas y acciones que dan sentido a la Universidad

Artículo 54

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las Rutas Nocturnas, la labor en la cárcel y, sobre todo, el trabajo en el voluntariado Migrantes. De todas ellas puedo señalar que es más lo que uno recibe de lo que uno entrega: las historias, el saludo sincero de alguien que no te conoce o un abrazo agradecido. Haber contribuido, desde lo que era posible, ha sido una oportunidad única que ha marcado mi vida personal.

Pastoral UCN ha sido un camino de crecimiento, y en los caminos uno se encuentra gente que te acompaña desde el principio, otros que se suman y otros que toman diferentes rumbos. Desde que comencé han estado Alejandro, Caro-lina y Andrea, quienes han sido un gran apoyo en muchos momentos desafiantes, de agotamiento y también en los de felicidad, ellos son quienes acompañan este camino. Con su trabajo han logrado que muchos de los estudiantes UCN vivamos esta experiencia; gracias a ellos hoy se pue-de apoyar en muchos lugares, respondiendo siempre a las necesidades que se presentan en la sociedad, creando pre-universitarios, Universidad del Adulto Mayor, entre otras; respaldando las ideas de los voluntarios para hacerse cargo de los nuevos desafíos y carencias que viven las personas en nuestra región. Este maravilloso equipo ha crecido, y en este proceso conocí a Camila Linco, quien con su alegría y creatividad le aportó una nueva cara a la Pastoral. Junto a ella pude trabajar en la organización de algunas actividades y siempre fue el aporte de profesionalismo y creatividad. Especial recuerdo merece la organización del Intercambio

Pastoral 2016, en la que junto a Catalina Chinga, quien también era coordinadora general, armamos un equipo y tras varias semanas de trabajo logramos realizar todo lo propuesto y, lo más importante, forjamos una linda amistad.

Al recordar a todas las personas que para mí han sido im-portantes en estos 20 años de Pastoral, no puedo dejar de mencionar a Ninoska Espinoza, una voluntaria destaca-da y hoy una gran profesional, quien me sumó a Pastoral en el principio, acogiéndome con su alegría, ideas y sobre todo dando ejemplo de compromiso con el trabajo que se realiza. Ella fue quien me invitó a aportar como coor-dinador durante dos años, quien me empujó a conocer y comprometerme.

Sin duda mi paso por Pastoral UCN está lleno de expe-riencias, pero para concluir, tengo en mi mente uno de los episodios que me hicieron tomar el verdadero peso y com-promiso que significa la labor de un Voluntario, y este hecho es el haber encontrado a una de las personas que visitá-bamos en la cárcel de Huachalalume. Esta vez, no desde la posición de quien te recibe y está carente de libertad y bajo todo el peso que significan los muros, las celdas y el prejuicio de la cárcel, sino como una persona más, traba-jando como cualquier otro, pero con el mismo saludo que me recibía al llegar a la cárcel: un abrazo fraterno. En esto se resume para mí lo que han significado estos 20 años de Pastoral, no sólo que los jóvenes tomemos conciencia de

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PersoNas y aCCioNes qUe daN seNtido a la UNiversidad

la realidad que se vive alrededor —y más cerca de lo que creemos—, sino que nos hagamos parte, y aportemos en algo a la solución de los problemas.

Una de las primeras cosas que escuché en Pastoral al en-trar, provino de uno de los miembros del equipo pastoral. Nos dijo que uno tenía dos opciones cuando terminas la carrera universitaria: o eres un número de más de matrícula que pasó por aquí, y que quizá si no hubiera pasado nada hubiera cambiado, o aportas en algo, creas un voluntariado, trabajas por una causa, de tal manera que tu paso por la Universidad tenga sentido. Esa fue la invitación que me hizo Pastoral y que sigue haciendo a todos los estudiantes: darle un sentido a esta etapa de la vida, por medio del servicio a los demás; por eso es tan importante que hoy en estos 20 años, todos quienes somos partes de Pastoral celebremos y miremos hacia atrás con el objetivo de siempre volver a esa esencia que inunda lo que se hace a diario, y que desde ahí se siga creciendo hacia el futuro.

¡Felicidades a toda nuestra Pastoral UCN!

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¿Y ahí sólo rezan? ¿Y vas un sábado a la cárcel? ¿Y hay que ser católico para ir a la Pastoral? ¿Y para qué ayudan a esa gente si por algo están en ese

lugar…? Esas fueron algunas de las preguntas que escuché en mi paso por la Pastoral UCN y también cuando me preguntaban: “Feña: ¿qué harás ahora?” y yo respondía: “Iré a dar una vuelta a la Pastoral.”

Mi llegada a la Pastoral coincidió con una situación en particular de mi carre-ra, ya había cursado el primer año de Derecho, que era la carrera que siempre quise estudiar y por lo mismo me sentía contenta de estudiar algo que yo opté libremente, pero veía que en ella el individualismo era transversal, siendo incen-tivado incluso por los profesores. También era testigo de la falta de empatía de mis propios compañeros lo cual me hace cuestionar la calidad de profesionales y personas; y también me preguntaba cómo era posible que personas que van a “proteger los derechos de los demás” actúen de esa forma.

Por Fernanda González Olivares

Pastoralista y alumna egresada de Derecho. Actualmente es

coordinadora general de Pastoral y del Voluntariado Esperanza.

Enseñanzas en el centro penitenciario Huachalalume

Artículo 55

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Fue cuando me acerqué a Pastoral y en la hoja de inscrip-ción marqué la opción de Sacramentos, porque quería con-firmarme, antes había tenido la oportunidad, pero pasé por una etapa de flaquezas de mi fe, pero que finalmente pese a lo vivido reafirmé mi fe y decidí que era el momento de realizar mi Confirmación. Mi madre siempre ha participado en la Iglesia por lo que cuando me fui a inscribir a la Pastoral, no sorprendió a nadie de mi familia ni a mi mamá, quien estaba muy contenta con que pudiera confirmar mi fe.

Recuerdo que cuando fui a Pastoral estaban Alejandro, Andrea y Carolina que me recibieron en un pequeño lu-gar pero que era muy cálido, fueron muy amables con-migo y quedé contenta por lo que se iba a venir. Empecé a asistir a los encuentros de sacramentos donde conocí a personas muy importantes, recuerdo que era un grupo de ocho estudiantes: dos de Kinesiología y todos los demás de Derecho. Cada semana nos reuníamos; en todos los encuentros nunca faltaron las risas, los consejos de Cutu y las oraciones.

Cuando ya estaba terminando nuestro año de preparación, todos estábamos entusiasmados en formar un nuevo vo-luntariado, pero la interrogante era dónde podríamos ir a ayudar. Queríamos trabajar con niños, fue así como a final de año fuimos a la escuela de Quebrada de Paihuano, ins-tancia muy linda donde compartimos toda una tarde de juegos con estos niños, pese a ello aún seguíamos viendo de

qué podría ser el voluntariado. Fue hasta que nos hicieron la invitación de ir a celebrar la Navidad a la cárcel, que nos organizamos y llevamos una representación del nacimiento de Jesús en el pesebre, a internas y sus hijos.

Ese día, fue la primera vez que conocí esta realidad, quizás muy lejana y con muchos prejuicios, pero al fin y al cabo una realidad. El año siguiente se formó el voluntariado Esperan-za y empezamos a ir al Centro Penitenciario Huachalalume, que es el voluntariado en el que hasta hoy participo, y que además he debido coordinar de sus inicios.

Nunca olvidaré mi primera celebración del Vía Crucis en la cárcel: estábamos rezando en una estación con internos, con voluntarias de la Pastoral carcelaria y con Paola, una gran compañera que participa activamente del voluntaria-do. No recuerdo específicamente qué lectura de la Biblia era, pero hasta el día de hoy recuerdo que decía que “en la forma que tu mides a las personas, en la forma que tú juzgas a las personas, bajo esos criterios tú un día serás juzgado”. Cuando un interno leía eso, miré a mi alrededor y me di cuenta por primera vez que éramos todo iguales, éramos todos hijos de Dios, sin importar condición ni nada. Las visitas a la cárcel hicieron que me reencantara con mi carrera porque sentía que por un lado había gente que necesita buenos profesionales, y además porque conocí a voluntarios que comparten mis mismos valores, ideales y sueños.

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eNseñaNzas eN el CeNtro PeNiteNCiario hUaChalalUme

Pero en Pastoral no sólo participé en el Voluntariado Espe-ranza, sino que además participé en otros, todos distintos, pero con un fin común que es ayudar al prójimo. Es en estas instancias que te das cuenta de que hay personas de tu misma edad, compañeros de universidad que tienen una vocación social, donde nos hacemos parte de los problemas y también somos agente de cambio en nuestra sociedad, buscando de alguna forma ser más justos, solidarios y em-páticos con las necesidades de las demás personas que son excluidos de nuestra sociedad, discriminados, apartados, humillados y, por sobre, todo olvidados.

Yo egresé de mi carrera en diciembre del 2017, y aún sigo par-ticipando en la Pastoral; me ha costado partir de mi segundo hogar, mi Pastoral. Creo que siempre es difícil partir del lugar donde fuiste feliz, creciste, soñaste, formaste amistades que hasta el día de hoy perduran y tantas cosas más que viví allí y atesoro en mi corazón como un bien muy preciado. Es un orgullo conocer y tener de amigos al equipo de la Pastoral: Carito, Andreita y Cutu pasan a ser tu familia. Recuerdo que cuando me iba mal en una prueba me iba caminando a la Pastoral, sabía que ahí estaría bien, y cuando me iba bien en las pruebas iba casi corriendo a Pastoral. Conocí a tanta gente linda, con ganas de cambiarle la vida a las personas que lo necesitan, he pasado allí momentos muy bellos.

Es difícil resumir mi experiencia porque son tantas las cosas vividas: cumpleaños, misas, voluntariados, rutas,

celebraciones de Navidad, todo el trabajo que se hizo post–terremoto y tsunami, visitas a la cárcel, intercambios, visita al Papa en Santiago, y tantos otros momentos que son parte de mi crecimiento personal, espiritual y como futura profesional.

Hace un par de semanas participé en la Jornada Pastoral 2017 y quedé muy feliz de saber que han llegado nuevos voluntarios que están conscientes que las personas que visitamos cada vez tienen más necesidades y precisan que nosotros dejemos de verlos como parte del paisaje porque son personas dignas y merecen tal reconocimiento y trato.

El voluntariado Esperanza tiene 4 años aproximadamente, y soy feliz de poder participar en él desde sus inicios, de conocer a gente con un corazón gigante, dichosas de po-der de volver a sus hogares y empezar una vida nueva sin reproches, porque su castigo social ya lo cumplieron. Es difícil explicar o plasmar plenamente la vivencia que es ir a la cárcel, este voluntariado a mí me llena tanto, siempre pensé que yo iría a enseñarles a algo, pero no es así, todas las veces ellos son los que me enseñan nuevas cosas.

Dentro de las mejores cosas de mi vida está ser de la Pasto-ral y participar activamente en ella, agradezco plenamente la confianza de mis compañeros al haberme elegido como coordinadora general (pese a ya estar coordinando el vo-luntariado Esperanza); esto es un desafío para mí, el que

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asumí en el año 2017, y si debo hacer un balance siempre es gratificante darte cuenta de que has crecido como per-sona y voluntaria.

Ser voluntario no es serlo un día solamente, debe ser una forma de vivir; la vocación social, debe ser parte de nuestro sello, y estamos todos llamados a seguir siempre ayudando a los demás (y esto no sólo en nuestro paso por la universi-dad). Comprometerme fielmente con ayudar a quienes más lo necesitan, devolver lo que Dios me regaló, esto y mucho más significa ser voluntario. Para mi es imposible estar tran-quila sabiendo que yo tengo un hogar, una cama abrigada

para dormir, una familia que me apoya y que hay gente en las calles, campamentos, cárceles, incluso en hogares de menores que pasa frío, humillaciones y, por sobre todo, que no son tratados como personas. Por ahora la única he-rramienta que tengo como estudiante es ser pastoralista, y desde mi vereda aportar con un granito de arena. Los invito a unirse a la Pastoral, el único requisito es querer participar, no importa la religión, partido político o tu carrera, somos todos iguales, y como jóvenes y futuros profesionales te-nemos el deber de trabajar por una sociedad justa, contri-buyendo a disminuir la brecha tanto educacional, cultural y económica que se da en nuestro país.

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Recuerdo que en 2010 mi vida cambió. De vivir unos 19 años en la capital, mis papás decidieron que nuestra vida continuaría en la IV Región. Como

pueden imaginar, no conocía a nadie, todo era nuevo, incluso el ruido ambiental se hacía muy particular, nunca había tenido la playa y mis libros al mismo tiem-po, eso no era compatible. Y es así como llegué a mi querida Pastoral UCN, mientras te muestran la Universidad en esa famosa inducción, llegamos a una puerta pequeña, donde nunca pensé que pasaría mucho tiempo de mi vida universitaria. Desde ese día en adelante, recuerdo que nos mencionaron que trabajaban con niños de un campamento ubicado en Coquimbo, incluso que en las noches entregaban café o té a personas en situación de calle; recuerdo perfectamente la sensación que tuve al enterarme de que tenía tan cerca muchas de las cosas que siempre quise vivir, pero que por vivir en la capital, y porque mis padres siempre fueron sobreprotectores, no había podido concretar; ade-más que siempre había tenido la curiosidad, viniendo de un colegio católico, de si realmente en la Universidad también la Pastoral sería simplemente un lugar donde confesarse con sacerdotes o rezar en la capilla.

Por Ezia Ravazzano Martínez

Actualmente Interna de 7º año de la carrera de Medicina, y por

siempre voluntaria de mi querida Pastoral UCN.

Aquí entendí lo que llaman “humanizar”, y de soñar que se puede

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Fue entonces que decidí inscribirme y probar qué tanto me gustaría esto de ayudar a otros, ya no desde una posición tan pasiva. Así me convertí en voluntaria, a pesar de que la carga sobre mí en ese momento sería intensa, ya que ha-bía decidido entrar a Medicina por Bachillerato, pero todo fue muy distinto de lo que creí. Llegué a la Pastoral donde me encontré personas increíbles, pero, por sobre todo, en-contré una calidad humana que en ningún otro lugar había conocido; era gente que realmente quería ayudar a otros, que realmente sentía lo mismo que yo a la hora de querer ayudar, su ayuda era con un cariño inmensamente sincero, y lo más increíble: sin buscar nada a cambio.

Poco a poco iba dándome cuenta de todo lo que había encontrado en cada uno de los que formaban parte de la Pastoral, y así conocí mi querido Campamento El Triángulo, un campamento bastante antiguo en Coquimbo, del cual no había muy buenas referencias. “La gente es mal agra-decida, a ellos les gusta que le regalen las cosas… Luego que les das algo, lo venden… No hay forma de cambiar su realidad, es lamentable, son niños, pero sólo puedes cam-biar su destino sacándolos de ahí”… Y así llegó el primer sábado. Nos juntamos en el Turbus Cargo de Coquimbo, caminamos juntos hacia la línea del tren, sin tener muy claro cómo cambiaría todo cuando cruzara hacia el otro lado. Allí conocí a pequeños entre meses de vida y máximo 7 años de edad, que vivían una realidad inimaginable para muchos: eran niños que tenían sus derechos totalmente vulnerados, eran maltratados física y psicológicamente, niños que no se veían niños, niños que no se sentían personas por vivir en un campamento, niños discriminados, marcados en su frente solamente por nacer donde ellos no habían elegido nacer.

Mi primer día nunca lo olvido, porque ese fue el día en que me di cuenta que tenía las herramientas frente a mí, que te-nía la energía, el tiempo, y el apoyo de un tremendo grupo de personas para entregar a esos niños lo que muchos les habían negado, algo que no necesitaba mucho de mi esfuer-zo para entregar: educación, cariño, compañía y, por sobre todo, dignidad. En un inicio fue difícil, eso no lo negaré, te-níamos niños sin ganas de aprender, niños que no sonreían, niños sin espíritu de niños, niños que no ponían atención en las tutorías, o que rápidamente se frustraban y no querían continuar, muchos de ellos somnolientos, no precisamente porque se habían levantado temprano a la escuela, sino que durante la noche su papá había llegado ‘curao’, o porque su mamá había llorado toda la noche; incluso algunos que habían sido maltratados solamente por escuchar todo por estar despiertos, y que no podías pedirles más, que tenías que jugártela a través de tu propio ingenio, y convencerlos que lo pasaríamos bien aprendiendo, y que luego de eso nos dedicaríamos a jugar, si así ellos lo querían.

Muchas veces quise desertar, quise tomarlos a todos y sa-carlos de ahí, bañarlos, vestirlos, cambiar su cerebro y mos-trarles que había lir de sus problemas. La Pastoraa Pastoral universida les quedan fuerzas para seguir, a luchar por todos los que necesitan sdienotra realidad fuera de ese lugar, salir corriendo a mi casa y llevarlos conmigo, pero preferí que-darme allí y no fallarles, ponerme las pilas para estudiar y continuar, porque yo tenía la oportunidad de estudiar, sin siquiera cuestionármelo, porque mi vida estaba casi armada y la de ellos, podía comenzar a armarla yo, y todos los que decidimos estar ahí.

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aqUí eNteNdí lo qUe llamaN “hUmaNizar”, y de soñar qUe se PUede

Desde ese momento han pasado 8 años; hoy mis enanos viven en un techo con agua caliente, o por lo menos la ma-yoría de ellos; ya no debemos ir a ayudarlos cada vez que llueve, ni enseñarles que es hora de estudiar y no jugar, porque ellos mismos día a día, mes a mes y año tras año, entraban a nuestra sede con sus cuadernos pidiendo tareas.

La Pastoral es un lugar donde aprendes a valorar todos tus días, donde recibes el apoyo que tal vez en ninguna otra parte has podido obtener, donde compartes con personas que creen que aún estamos a tiempo de compartir con per-sonas que ni siquiera imaginamos que podíamos compartir; aprendí a vivir en paz, a vivir luchando por aquellos a los que no les quedan fuerzas para seguir, o por los que necesitan sólo un empujón para salir adelante.

Cuando entras a la Universidad muchos mencionan que tu vida va a cambiar, que no vas a tener el tiempo de antes, y que la mayoría de las veces vas a querer ‘salir arrancando’; pues ahora que estoy a meses de salir, me doy cuenta que, si bien muchas de esas frases son ciertas, lo verdaderamente cierto es que en este proceso te creas a ti mismo, eres uno y luego otro, pero por sobre todo te logras conocer más; fi-nalmente te conviertes en todo lo que viviste, en todo lo que compartiste, te formas en compañía de otros, en realidad con quienes compartiste es con quienes te formaste; por mi parte esto lo conforman la Pastoral, Jorge, Andreita, Carito, Cutu, el equipo de mi querido Triángulo, coordinadores y voluntarios del resto de los voluntariados, y todos aquellos con los que compartí: ustedes fueron ese compañero que tuve al lado.

La Pastoral para mí fue una experiencia de real calidad hu-mana, de hacer tangible lo que llaman “humanizar” y de soñar que se puede, a pesar de lo que digan.

Si bien muchos especulan que la Medicina sólo la estudian los más inteligentes, las mejores notas, o sólo gente especial, pues yo afirmo que aquel que sabe hacer Medicina es aquel que sabe humanizar con la medicina, porque no hay nada más valioso, ni más difícil que la tarea humana fundamental de sencillamente hacerse humano, y eso no lo aprendí en una sala de clases, en un libro, o en un servicio clínico; fue simplemente rodeada del equipo de mi querida Pastoral UCN, y de mis pequeños del Triángulo.

No me quedan más palabras que: ¡Gracias, por todo lo vivido, lo aprendido y, especialmente, por todo el cariño de todos estos años, y por todos los años que vendrán! A seguir, que queda mucho por hacer aún.

¡Felices 20 años, mi querida Pastoral!

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En un rinconcito del Departamento de Asuntos Estudiantiles, nos reuníamos un grupo de mujeres de la sede Coquimbo, convocadas por el padre Ale-

jandro Silva Contreras para colaborar y programar diferentes actividades que reunieran a la comunidad universitaria, especialmente en torno a la fe cristia-na. En esos encuentros se generaron varias iniciativas que perduran hasta hoy; como la misa de aniversario de la institución, donde luego toda la comunidad universitaria compartía un chocolate caliente y un trozo de torta; o como la misa de Navidad conocida como la “Misa de las frutas”, donde nos encontrábamos como comunidad a compartir una buena conversación, un vaso de cola de mono, un trozo de pan de Pascua y frutas de la estación. En esa oportunidad se solicitaba la cooperación de una canasta de frutas por cada departamento y todos se esmeraban en presentar una canasta muy bien adornada y con las mejores frutas de la estación. En esto debo destacar el entusiasmo y colabo-ración de Margarita Galleguillos, quien no siendo funcionaria de la institución, entregaba su tiempo y dedicación para que estas actividades se transformaran en un encuentro especial para la comunidad universitaria.

Por María Luz Fernández Contreras

Ingresó a trabajar a la Universidad Católica del Norte, en el año 1981 como

profesora hora, cuando llegaron los primeros estudiantes a la carrera de

Biología Marina en la Sede Coquimbo. Luego en el año 1985 pasó a ser parte de la planta académica del Departamento de Acuicultura.

Todo partió en un rinconcito de asuntos estudiantiles

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En esos tiempos la colaboración y el trabajo por el bien común se daban en forma natural: asuntos estudiantiles, las jefaturas de carrera y la Pastoral trabajaban en conjunto en muchas ocasiones; no se competía, se colaboraba: eso es comunidad. En esa época, Patricia Coro era la asistente social de los estudiantes, y los organizaba y entusiasmaba para que participaran en diferentes actividades de acción social y en la Pastoral, lo que permitía siempre contar con jóvenes en estas actividades.

En este camino se comienza a acoger a los estudiantes, siempre con la sonrisa y buena disposición de “Teresita”, Teresa Blanco quien, con el padre Alejandro, formaba el equipo de Pastoral. Era un lugar pequeño pero acogedor, también ahí nos encontrábamos una vez al mes los funcio-narios de todos los estamentos con distintas inquietudes pero con un fin común: promover los principios cristianos, y también formar lazos de amistad.

Pasado el tiempo se consolida la Pastoral Universitaria ge-nerándose un plan de trabajo anual (1999). Ya para esos tiempos había crecido la sede Coquimbo y formalmente se consolida el Consejo de Pastoral, que estaba conformado por personal de la Universidad y los estudiantes.

Así fue creciendo y fortaleciéndose la Pastoral Universitaria; con el entusiasmo y energía de los jóvenes, y el acompaña-miento de quienes han formado parte del departamento de Pastoral; se ha desarrollado un gran trabajo de servicio a la comunidad en la región, que conlleva que se promuevan los principios de la Iglesia Católica: la solidaridad, la caridad y el bien común.

En todo este tiempo he participado en el Consejo de Pas-toral, a veces con más frecuencia que en otra, pero es una instancia que valoro porque se comparte no desde lo pro-fesional sino desde lo personal, considerando las inquie-tudes de nuestra comunidad. Es evidente que ahora que hemos crecido como institución hay una gran variedad de actividades, pero tenemos menos tiempo para reunirnos y compartir en los espacios comunes. Recuerdo que muchas personas buscaron los medios para construir una capilla que permitiera hacer visible la identidad Católica de nuestra institución y el punto de encuentro en la fe cristiana; sin em-bargo, parece que ahora estamos muy ocupados, tenemos poco tiempo para estos rituales. Me acuerdo que dentro del año había varios momentos en que la comunidad ma-sivamente asistía a misa y generalmente era para agradecer, como el Día del Trabajo, el Aniversario de la Universidad, las Fiestas Patrias, la Navidad… Somos muchísimos más pero en la capilla generalmente queda mucho espacio vacío, estamos muy ocupados en cosas más “importantes”, nos damos poco tiempo para agradecer…

La Pastoral me ha permitido un encuentro más cercano con muchos compañeros de trabajo de distintos estamentos, formar lazos con ellos, y estar más atenta a las necesidades del otro, es una buena experiencia; no se requiere de mucho tiempo, más bien se requiere de “voluntad”. Dentro de este contexto agradezco haber conocido a Isabel Covarrubia (QEPD), colaboradora permanente de la Pastoral.

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De mi paso y experiencia de vida en la Pastoral puedo comentar que supe de su existencia y sus voluntariados, desde mis inicios en esta institución. En

el año 2012 fui invitada a participar en el Consejo Pastoral, como representante de la Facultad de Medicina. En la medida que avanza el tiempo, así como las reuniones, reflexiones y, ante todo, la confianza, este Consejo ha ido tomando mayor compromiso y protagonismo en el quehacer de la Universidad, y ha ido creciendo en intereses e integrantes, al incorporar a los representantes de los estudiantes en este grupo de personas que más que un Consejo, se constituye como comunidad.

He tenido oportunidad de participar en instancias de reflexión y evaluación de procesos, los cuales siempre han significado un crecimiento, tanto en la fe, como en los valores declarados por la Universidad, dando cuenta de la seriedad con que la Pastoral aporta en todas las áreas donde se desarrollan los voluntariados y acciones sociales, desde la infancia, pasando por la formación de familia, erradi-cación de campamentos, formación de nuevas poblaciones, acogiendo y dando

Por Jacqueline Flores Águila

Enfermera de la Universidad de Magallanes; Mg. Salud Pública de la

UCN y Dra. Enfermería, Universidad Andrés Bello. Académica de la

Facultad de Medicina de la UCN desde hace 10 años.

Universidad del Adulto Mayor: una iniciativa integradora

Artículo 58

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felicidad al inmigrante, a personas en situación de calle, y adultos mayores, entre otros; favoreciendo y fomentando el protagonismo y la valoración de los derechos de los más vulnerables, por parte de los jóvenes.

También he notado cómo se mantienen alerta y comprometidos con los más necesitados, de manera regular y cuando las condiciones climáticas perjudican aún más a las personas en situación de calle o en campamentos, acer-cándose inmediatamente a apoyar, con cariño, palabras de aliento, comida y abrigo, sin considerar horarios y períodos de vacaciones. Esto no sólo lo he percibido por parte de los estudiantes, sino también de los directivos de la Pasto-ral, quienes acompañan fielmente en cada voluntariado y trabajo en terreno, hasta altas horas de la noche y casi los 7 días a la semana.

En este camino también he notado cambios en cuanto a la estructura orgánica, en la que se entrega a un laico la direc-ción del ahora llamado Departamento de Pastoral y Cultura Cristiana, y que el acompañamiento espiritual por parte de los sacerdotes, se diversifica hacia las distintas unidades de la Sede Guayacán, destinando tiempos a la escucha, entre-ga de sacramentos y acompañamiento en hitos de carreras o unidades, entre otros.

El alcance de la Pastoral ha ido creciendo con el tiempo, trascendiendo los voluntariados y convirtiéndose en un referente en los temas sociales que requieren ser mostra-dos y visualizados con mayor profundidad, desde distintos puntos de vista, convocando con ello a conversatorios con especialistas y/o protagonistas, que tienen algo que decir,

para llamar a la reflexión y preocupación auténtica, de todos quienes formamos la comunidad universitaria.

En su forma dulce y sutil de mostrar a Dios, la Pastoral se hace presente en el acontecer social y los cambios demo-gráficos, como lo es el envejecimiento de la población, poniendo nombres cercanos a sus voluntariados, como por ejemplo “Guayacán te abraza”, que denota la forma que tienen de acercarse a las personas, sea cual sea, la situación que vivan. Por su parte, el “Preuniversitario social” es una evidencia de que también existe “ocupación” de fomentar en los jóvenes la búsqueda de nuevas oportunidades por aprender, crecer, formarse y ampliar sus opciones de desa-rrollar su vocación y preparación profesional, con el apoyo de académicos que ponen al servicio de los estudiantes, su conocimiento y generosidad para compartirlo.

En este crecimiento y diversificación de la Pastoral, felizmen-te, me ha tocado participar del área de formación y apoyo a las personas mayores, aportando vivencias y herramientas para un envejecimiento positivo, valorado, inclusivo, activo, entre otros atributos que tiene la Universidad del Adulto Mayor, acogida por el Departamento de Pastoral y Cultura Cristiana. Labor relevante por la transversalidad que tiene esta población y los aportes que podemos hacer para fa-vorecer el desarrollo de las personas mayores, tanto a nivel comunal, como regional.

En conclusión, la Pastoral para mí significa la presencia de Dios–joven en la sociedad; la continuación de la tarea de quien se ha adoptado como Patrono, el Padre Hurtado, haciendo “contentos, lo que Cristo haría, en mi lugar”.

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En enero del año 2006, llegué a trabajar en la Universidad Católica del Nor-te, sede Coquimbo, luego de un encuentro con la Virgen de los Rayos o

de la Medalla Milagrosa, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad en Paris, Francia; lugar donde se realizaron las apariciones de la Santísima Virgen a Santa Catalina de Labouré, encuentros en los que la propia Madre de Dios, pidió que se acuñara La Medalla Milagrosa.

Cual sería mi sorpresa al salir al patio de la Universidad y en una hermosa gruta, encontrar justamente a mi Madre del Cielo. Acto seguido busqué y llegué a una pequeña casita dentro del campus que era la sede de la Pastoral (“La Pasto”, como la llamaban).

Creo no equivocarme ni exagerar, si afirmo que el tiempo transcurrido en la Uni-versidad (hasta 2009) fueron años muy hermosos, y me reconfortaron luego de que mis hijos se habían marchado a estudiar en la ciudad de Valparaíso y yo presentaba el “síndrome del Nido Vacío”.

Por Teresa Madrid Pérez

Ex Jefa de Carrera de Nutrición y Dietética de la Facultad de Medicina

de la UCN (2006–2009).

En “La Pasto”, todo era muy humilde, pero de gran fraternidad

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Principalmente en “La Pasto”, cada joven representaba a uno de mis hijos que estaban lejos y eso me lo hizo ver el sa-cerdote que asistía los días miércoles y que, siendo también bastante joven, le dijo a su propia madre que cuando yo llegaba a la Pastoral, todos sentían que llegaba una mamá, y que él también lo sentía así.

Fueron muuuuchas experiencias demasiado fuertes desde la espiritualidad. Trataré de resumirlas sin incluir nombres para no ofender a aquellos que pudiere omitir.

Como Pastoral, conocí a académicos, personal de apoyo, personal de servicios, alumnos y muchas visitas que me die-ron una mirada más amplia del importante rol que cumple la Universidad, más allá de la entrega de conocimientos y competencias profesionales. En “La Pasto”, al igual que nos enseña nuestra Fe Católica, éramos todos iguales, amor recíproco, respeto, apoyo mutuo, etc.

Durante una Semana Santa, fuimos algunos a la cárcel de Huachalalume. Nos recibió el capellán y compartimos unas hermosas canciones en la escuela que se encuentra dentro de la cárcel. Los internos se comportaron como cualquier alumno dentro del aula. La impresión mayor fue cuando llegó la hora del almuerzo y a ellos los trasladaron esposa-dos. Muy triste.

Otra experiencia maravillosa era, cada año, la celebración del Mes de María. A la entrada del campus se levantaba un pequeño altar en honor a la Santísima Virgen y diaria-mente, a las 08:00 hrs., rezábamos el Santo Rosario y las oraciones del mes. No puedo acá omitir dos nombres que hoy nos acompañan desde el Cielo: Luisa Peñailillo e Isabel (Icha) Covarrubias.

Como integrante de la Pastoral de Educación Superior, me correspondió acompañar a dos alumnos, Javier de la UCN. y Jessica (QEPD) de la UST, a la escritura de un versículo del Evangelio de Chile. Grande fue mi felicidad cuando, al ausentarse uno de los invitados a escribir, me asignaron nada menos que el versículo de Mateo 11:5. Quedo sin pa-labras al recordarlo.

También vistamos la cárcel de menores de La Serena. Ha-bía una sola mujer interna, los demás eran hombres, y ella tenía una pequeña hijita. Difícil expresar la impotencia y la sensación de ignorancia que sentí frente a la tremenda realidad que tenía frente a nuestros ojos.

En “La Pasto” todo era muy humilde, pero de gran fraterni-dad. A la hora del almuerzo, en un pequeño comedor, los que quisiéramos, abríamos nuestras viandas y compartía-mos alegremente. Inolvidables momentos.

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eN “la Pasto”, todo era mUy hUmilde, Pero de graN fraterNidad

Además de muchas experiencias, de los tiempos en la Pas-toral me quedan hasta hoy grandes amigos y amigas. En algunas visitas que he realizado al campus, me parece que el tiempo no ha pasado y encuentro los mismos rostros ami-gables y cariñosos. Algunos ya no están, como las amigas antes nombradas, y qué decir de los alumnos que, ahora todos profesionales, cuando los encuentro o estamos en contacto por redes sociales, aún me llaman “Tía Tere”.

Sólo me queda decir gracias a Dios por la bendición de haber estado entre ustedes, y gracias a la Pastoral por ha-berme hecho sentir querida.

Siempre, siempre, en mi corazón

La Tía Tere.

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Ser profesional no sólo es poseer una preparación académica, sino ser un hom-bre integral capaz de entregar productividad, buen desempeño; pero también

empatía y solidaridad. Esta lección de vida quizás no la sabía al momento de ingresar a estudiar lo que a mis 18 años había decidido sería el futuro de mi vida. Sin embargo, los años de universidad no sólo me entregaron conocimientos de administración, economía y finanzas. No sólo fueron años de esfuerzo y desafío para mi mente y mis capacidades. En ese periodo me formé como hombre y esa formación partió un mes de octubre de 1998.

Aquel año conocí a quienes durante mucho tiempo serían mis amigos y com-pañeros de vida. Aquellos con quienes no sólo compartiría mis sueños, alegrías y esperanzas sino también mis frustraciones, desánimos y fatigas. En aquel año conocí a quien se transformaría en mi más fiel compañero... Dios. Sí, porque vi-viendo mi vida pastoral encontré a un amigo que lo soporta todo, que lo entrega todo. Que contiene, anima y hace que la vida tenga otro sentido.

Por Rodrigo Segura Suárez

Ingeniero Comercial de profesión. Gerente comercial de Lilás Carteras.

Más allá de mis narices, la vida era de otro color

Artículo 60

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Al ponerme a recordar mis años de Pastoral por mi men-te pasan momentos increíbles de paz, de conocerme a mí mismo; pero también de empatizar con el otro. Recuerdo el desarrollo de la capacidad de entregarse por y para el otro. Fueron las misiones universitarias las que me hicie-ron conocer que había un mundo más allá de mis narices en donde la vida era de otro color; pero de igual manera era vida. En esas muchas misiones vividas fui compañero, supe abrazar, aprendí a contener y llorar de alegría. Cada campamento me permitió conocer una realidad distinta, de jóvenes distintos pero con un solo creer. Que sin importar de dónde y cómo éramos, teníamos las mismas esperanzas y sueños: Ser grandes: profesionales, padres, buenos hijos... Buenos Hombres.

Siempre creí que pertenecer a la Pastoral Universitaria era digno de orgullo, porque te permitía caminar como triun-fador. Así como hay espacios para los deportistas y artistas también deben existir lugares para los que creen en la soli-daridad, el amor al prójimo y viven la fe. Porque, si bien no se reciben medallas ni trofeos, se termina el día cansado; pero de haber construido y aportado a que este mundo sea un poquito distinto. Para los hombres de fe nuestros días son como cada caminata a Andacollo (el primer do-mingo de octubre de cada año). Donde nuestro cansan-cio, frío y dolor de pies era extremo; pero absolutamente compensado con la sonrisa de quien recibía una taza de té al amanecer.

Podría escribir páginas y páginas de los miles de momentos, sensaciones y emociones vividos en mis años de Pastoral. Podría contar anécdotas y travesías. Podría nombrar a mu-chas personas. Recuerdos que no sólo están en mi mente sino también guardados en lo más profundo de mi corazón. Porque parte importante de quien soy hoy, es el fruto de haber alimentado mi fe y haberla puesto al servicio de Dios en mis años de juventud, lo que indudablemente lo aprendí en mis años de Pastoral Universitaria. 

Actualmente tengo 41 años, y me siento absolutamente or-gulloso de haber sido parte del comienzo de esta Pastoral. Porque en ese pequeño y angosto lugar ubicado en una esquina en pleno centro de la universidad, con tan sólo una mesa, una silla y un computador antiguo, comenzó la historia de un departamento; pero también una de las más hermosas etapas de mi vida. 

Feliz Cumpleaños, Pastoral UCN.

¡Ya son 20! 

Un recuerdo a: Ingrid, Paty, Javier, Mary, Andrea, Chipi, Le-chuga, Uñitas, Sofía, María José, Ricardo, Hugo, Marcelo, Kuky, Duro, Teresa, Jaime, Cristian, China, Omar, Grace, P. Esquivel.

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Mi incorporación a Pastoral fue por el año 2003 cuando me acerqué por-que me interesaba poder participar en el voluntariado de ruta nocturna,

además que el coordinador de esa época era amigo de mi familia, por lo que me facilitó la participación e inclusión en el grupo. Cuando empecé a participar, nunca me imaginé la relevancia que tomaría “La Pasto” en mi vida.

De a poco empecé a participar en otras actividades, retiros, misiones y otros voluntariados, pero lo más importante es que fui encontrando un lugar único de encuentro con mis amigos que en la época universitaria pasaron a ser más que amigos: fueron formando parte de mi familia y hogar dentro de la univer-sidad; dejando lazos tan importantes que con muchos he mantenido hasta el día el hoy (si bien no hablamos constantemente, el cariño permanece intacto hasta la fecha).

La diferencia de formar parte de “La Pasto” en relación a otros voluntariados, es que uno va desarrollando un carisma distinto dentro de la Universidad: un grupo

Por Andrea Chinga Andreani

Voluntaria Guayacán te Abraza. Kinesióloga, egresada de la UCN. Mg.

en Kinesiología Gerontológica. Ex Pastoralista.

El equipo de trabajo invita a una forma de vida

Artículo 61

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fraterno y abierto a compartir con la comunidad universita-ria y nuestro entorno, donde se favorece el desarrollo de ha-bilidades que no te entregan en el aula, o que es más difícil de enseñar desde lo teórico. Se desarrollan y potencian los aspectos positivos de cada uno de los integrantes de ésta, lo que complementa la formación universitaria ayudando a desarrollar líderes y profesionales con habilidades únicas que favorecen el éxito laboral, profesionales conscientes de su entorno con gran compromiso social.

El lazo es tan fuerte y trasciende a las personas que partici-pan de ésta; así es en mi caso al menos, ya que por motivos laborales volví a la UCN y de a poco me volví acercando a “La Pasto”, a mi querida ruta nocturna, donde, aunque no puedo participar tanto como me gustaría, trato de estar; y con ello fui retomando mi participación ahora desde la mi-rada de un profesional con más ganas y herramientas para

participar. Y es así como nace el voluntariado de ‘Guayacán te Abraza’, el cual era un sueño que sin el apoyo del equipo y los voluntarios jamás habría sido posible.

Ahora punto aparte en esta reflexión merece el equipo pas-toral. Sin el equipo no sería posible nada de lo que pasa o se hace en ella. La entrega de este equipo es al 200%, hacen sentir que esto no es trabajo, sino una forma de vida y nos invita con el ejemplo a ser como ellos, entregados y com-prometidos con el prójimo: pasan a ser familia de cada uno de nosotros, siempre alegres aunque estén un sábado a las 5 de la mañana trabajando o un miércoles a las 8 después de haber estado en ruta hasta las 3 am. La verdad es que sin ellos nada de esto sería posible y son parte importante de mi vida y la vida de la Pastoral. Transmiten el mensaje del que nos hablan en la Biblia con el ejemplo ellos son Iglesia y nos invitan a ser parte de esta Iglesia.

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Soy hijo de padres católicos practicantes. Mi padre, Eduardo Cortés Aguirre (QEPD), era un ferviente Mariano, que rezaba el rosario diario, y mi madre,

Inés Caroca Lazo, a quien todos los domingos acompaño a la misa dominical, ya que es ministra en Vicuña (donde además colaboro como lector de misa). Esto me significa estar compartiendo domingo a domingo con sacerdotes y con religiosas, y sentirme orgulloso de ser parte de una familia que tuvo como integrante al padre Gustavo Cortés Aguirre (QEPD), un sacerdote que dejó un legado en su familia, en sus nietos, y en la comuna de Vicuña.

Además me marcó mucho mi paso por el Seminario Conciliar de La Serena, donde realizaba labores de apostolado como encargado de pastoral de mi curso hasta cuarto medio, y posteriormente mi paso por la Universidad de Concepción, en el área extracurricular, donde hacía catecismo en el barrio nor-te, a través del centro cultural católico La Cañada; todo esto es parte de una formación paso a paso.

Por Edgardo Cortés Caroca

Académico de la Facultad de Medicina del Departamento de Salud Pública, carrera de

Nutrición y Dietética. Nutricionista, Universidad de Concepción, magister

en Administración y Educación. Encargado docente del Departamento de Salud Pública, Representante de los

académicos en el Consejo de Sede.

La experiencia de vida pastoral es como sentirse en familia

Artículo 62

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En el matrimonio con Yazmín Olivares García–Huidobro, igual sido ligado al mundo religioso del colegio Francisco Palau, de la congregación de las Carmelitas Misioneras Te-resianas, donde me convierto en el que acompaña en las labores apostólicas.

Desde marzo de 2007 ingreso a la UCN, a la Facultad de Medicina en la carrera de Nutrición y Dietética, donde per-manentemente estoy participando como lector voluntario en misas, y acciones solidarias.

En el año 2016 fui el creador de la primera versión de la Universidad del Adulto Mayor UCN, a través de una idea del aquel entonces vicerrector de sede, Dr. Jaime Meruane Zumelsu, y la cual continúa siendo apoyada por el actual vicerrector, Dr. Francisco Correa Snake, y de los académi-cos de Kinesiología, Mónica Scaramelli Melo y Alejandro Jorrar Luna. Esta Universidad partió como un sueño y un anhelo de poder mejorar la vinculación con el medio, y con la sensibilización que tenemos con el grupo de los adultos mayores.

A partir del año 2017 y del verano de 2018 participé como co–locutor de la Universidad del Adulto Mayor, Versión Verano, que actualmente, y con mucha alegría y satisfac-ción, continúa realizando la Unidad de Pastoral y Cultura Cristiana; cada día la hacen crecer más con el sello UCN.

Desde el año 2018 participo como delegado pastoral de la Facultad de Medicina en el Consejo Pastoral de Sede, y donde se cumple un rol activo como católico y nexo entre el departamento de Fe y Cultura Cristiana y la uni-dad de destino.

El área social siempre está presente en mi vida académica, a través de las asignaturas que coordino con las líneas de Nutrición comunitaria y Gestión del rubro alimentario, con la aplicación de la metodologia de aprendizaje más servicio (A+S) desde el año 2009 hasta la fecha, y además con la te-mática de emprendimiento a través del Centro de Desarro-llo de Negocios de La Serena. Todo lo anterior tiene por fin sensibilizar a los estudiantes con el trabajo con comunidad.

La vida pastoral debe partir con uno mismo, a través del propio trabajo profesional de calidad, ser un católico prac-ticante y referente, en pocas palabras una santificación en el trabajo profesional como laico comprometido.

Me parece que ser católico, no sólo se vive los domingos sino que siempre, (24/7): en el trato con los demás, la res-ponsabilidad, la empatía, la solidaridad, en el trabajo diario. Con sus clientes, pacientes, usuarios, estudiantes, es decir en todo lo que se lleva a cabo.

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la eXPerieNCia de vida Pastoral es Como seNtirse eN familia

Ser católico en este momento es ser valiente ya que son más las criticas que los refuerzos positivos, ser católico es más sentirse solo que acompañado.

Ser católico en la UCN no dista mucho de la realidad an-terior del mundo actual, lo veo más como un apostolado y una santificación en el trabajo profesional.

Los sueños y las esperanzas están basados en continuar mi labor apostólica, tanto en mi trabajo con el departamento de Pastoral y Cultura Cristiana UCN, apoyando las labores designadas y solicitadas; como en mi vida personal: conti-nuar como un católico practicante que busca la santifica-ción en el trabajo profesional, con mis labores docentes y vida diaria.

El aporte del departamento de Pastoral y Cultura Cristiana me ayuda a sentir que no estoy solo en este trabajo día a día, donde puedo compartir mis frustraciones, mis sueños, compartir en las reuniones, apoyarnos en las actividades del trabajo pastoral, etc. Como decía Jesús: sentirse en Familia.

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A los 20 años de celebración de nuestra Pastoral, de mi parte sólo es posible testimoniar que dicho significativo Departamento ha sabido plasmar, con el

paso del tiempo, la entrega de los valores de la Universidad que se fundamentan en los principios humanistas del Evangelio.

En este sentido, como Consejero Pastoral y colaborador en más de una actividad en la cual se me ha invitado a colaborar con la reflexión teológica, me es grato ver cómo en cada momento o eventos significativos de la vida universitaria, Pastoral ha estado presente como una instancia de participación en la colaboración en-tre estudiantes con los diversos voluntariados, atentos a las sensibilidades de la comunidad y, tal vez sea lo más fructífero y menos conocido: como un espacio fraterno de contención. Recuerdo una vez haber conocido a unas estudiantes de pregrado que se habían hecho amigas en Pastoral a través de un voluntariado. Una de ellas era de Arica y la otra de Punta Arenas, dos amigas de las ciudades extremas de nuestro país, que a modo de símbolo, estaban unidas en la labor de atención y valoración de los hermanos más necesitados. Tal vez el mensaje

Por Javier Cortés Cortés

Académico del Departamento de Teología

UCN y consejero Pastoral.

Un espacio fraterno de contención

Artículo 63

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de aquella amistad era precisamente que el amor une y es capaz de cortar las múltiples distancias que pueden emer-ger entre los seres humanos.

En lo que ha sido la vinculación con la comunidad porteña, tal vez uno de los sucesos que más ha quedado impreso en mi retina, como un recuerdo imborrable, ha sido la labor de ayuda y contención de la Pastoral UCN hacia la comunidad de Baquedano. En efecto, una vez trascurridas las primeras horas del devastador terremoto y tsunami del 16 de sep-tiembre de 2015, tanto las comunidades estudiantil y las de Pastoral se abocaron a ayudar a tantas personas, a limpiar los enseres destruidos, pero lo más notable fue la conten-ción y volver a dar una luz de esperanza a tantas familias golpeadas por un embate de la naturaleza. La constancia de las visitas, los lazos establecidos con los pobladores, han sido un tesoro de ternura humana que aún perdura en la memoria y los corazones de muchos. Unas onces con lo que cada uno podía colaborar, bajo el desamparo de una vivienda destruida, en medio de un escenario de caos y tristeza, podía ser transformado en una convivencia que se abría a la esperanza de la reconstrucción. Sin duda, los lazos que se entretejieron, tanto entre los estudiantes, pobladores, y la comunidad universitaria en sus distintos estamentos; todo ello fue una experiencia enriquecedora.

Por otra parte, la atención de la Pastoral no se restringe a un grupo de personas en particular, ni tiene un enfoque

específico a grupos particulares. Por el contrario, se abre a dignificar a toda persona. Tal oferta es, precisamente, una riqueza que le viene de una auténtica comprensión de la invitación que hace Jesucristo en su anuncio del Evangelio como una expresión gratuita de la salvación. Así, en las dinámicas, tareas, voluntariados, jornadas y talleres de Pas-toral aparece transversalmente esa perenne tarea evange-lizadora que radica en la misión profética por reivindicar la dignidad de la persona humana, esa dignidad misteriosa que la misma Sagrada Escritura ha plasmado en el lenguaje teológico como “imagen de Dios” (cf. Gn 1, 27), expresión que sobrepasa cualquier intento de comprensión y alcanza su plenitud en Cristo.

Así, en la Pastoral los niños de un campamento serán el centro de atención cuando se requiera, la búsqueda de mayor integración con aquellas personas que trabajan en una empresa externa y que comparten una inclusiva fiesta navideña, con los ancianos de algún hogar, personas que se encuentran enfermas, o, en situación de calle. Y quizás las que más permanecen en la invisibilidad de las comuni-dad universitaria son las personas que están privadas de libertad, a quienes con una simple visita se les devuelve la esperanza de una nueva vida. En cada celebración anual del Vía Crucis, cuando las diversas unidades de la UCN llevan las estaciones de madera que los internos del Recinto Penitenciario de Huachalalume modelaron con sus manos, dejando en ello el deseo de una nueva oportunidad, de en-

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UN esPaCio fraterNo de CoNteNCióN

mendar errores humanos y de agradecer la consideración de ser acogido como personas, nos da cuenta del trabajo que paulatinamente ha realizado la Pastoral.

Por último, en el breve espacio que se me ha permitido para expresar tan significativa labor de este Departamento espe-cial, cabe señalar la labor que ha realizado la Pastoral tanto en el plano ecuménico, en la espiritualidad y su trabajo con migrantes. Lo anterior no se resume ni reduce a gestos de acción asistencial, sino que han visto sus significativos frutos en la preparación de talleres, seminarios en los cuales se han formado tantos jóvenes, personal de apoyo a la academia y académicos. En lo referido a la espiritualidad, Pastoral ha sido un lugar de encuentro para aquel joven que quiere aprender y ayudar a quien lo necesite, para recuperar un plano de mayor horizontalidad en un mundo marcado por fuertes diferencias sociales, inequidades e injusticias a las cuales sólo debemos vencer con la valoración de los otros como personas y hermanos.

En estos 20 años de caminar, sólo puedo agradecer a Dios por el trabajo significativo y, muchas veces, difícil de dimen-sionar, de la Pastoral UCN. Gracias.

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Mi participación en la Pastoral se inició en el año 2015 como consejero del departamento de Biología Marina, y se ha mantenido hasta el presente.

Mis vivencias en el Consejo de Pastoral han sido variadas, pero todas ellas con una sensación de bienestar y alegría. Las más frecuentes son las reuniones men-suales, en las cuales siempre se vive un ambiente de cordialidad, amistad y ge-nerosidad. De estas reuniones, destaco a las personas que participan en ese grupo. Todas ellas siempre alegres y dispuestas a ayudar en lo que se les solicite, otorgando su tiempo, recursos, conocimientos o habilidades cuando los demás lo necesiten, sin importar si les piden o no su intervención. Todo este ambiente ha aportado a mi vida académica permitiéndome elevar la calidad de las relaciones humanas, tanto con los pares académicos como con los estudiantes; además de la sensación de contar con grandes amigos.

Por Enrique Dupré Moragas

Académico del Departamento de Biología Marina, Facultad de

Ciencias del Mar.

Con el lema de la cooperación, no de la competencia

Artículo 64

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En este ambiente de confianza y amistad se desarrolla la gran libertad de expresión de sentimientos y emociones; la voluntad de cooperar y no competir; la facilidad por saber lo que el otro siente o piensa; la disponibilidad para escuchar y apoyar ante los problemas; la valoración de cualidades y logros; o la aceptación de las debilidades y los errores, entre otras. Todos estos sentimientos también se expresan en la gran labor social que organiza la misma Pastoral de la Sede, entre las cuales detacan el apoyo a hogares de menores, re-forzamiento escolar para niños, fiestas navideñas para niños de escasos recursos, trabajos solidarios en campamentos, colaboración en evangelización y trabajos en comunidades apartadas, entre otras, y especialmente el voluntariado noc-turno que recorre las calles de la ciudad para dar alimentos y ropas a personas indigentes. Este último servicio se realiza con amor, y una abnegación y dedicación sorprendentes.

Aun cuando el Consejo de Pastoral tuvo poca injerencia en la organización de actividades sociales, la información de cada una de ellas permitía reflexionar sobre estas acti-vidades y activar los sentimientos de ayuda a la sociedad.

Otro aspecto que destaco es la fe del grupo y el ambiente de amistad, señalado anteriormente, sumado al gran reco-gimiento durante las oraciones y las conversaciones con las personas de grupos de Pastoral y sacerdotes que apoyan su labor. Todo ello me permitió volver a Cristo a través de la eucaristia, después de un gran suceso en mi vida, que me había alejado de él. Creo que este mismo sentimiento que me llevó al cambio, debiera ser trasmitido a toda la comunidad de nuestra Sede.

También juega un rol preponderante el director y el equipo de apoyo que dirige la Pastoral, en el éxito de los proyectos solidarios y las actividades realizadas durante todo el año; pues, con su ejemplo de dedicación y amistad, permiten in-centivar de tal manera que se logran los objetivos trazados.

En resumen, la Pastoral de nuestra Sede, es un espacio sen-cillo, de gran fraternidad y concreto en sus realizaciones, que genera un sentimiento de compartir con amigos y crear espacios para el desarrollo de la comunidad universitaria, para permitir el diálogo de la Iglesia con la Cultura bajo el llamado del Señor de difundir el evangelio.

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20 años… Casi la mayoría de edad.

Ya no recuerdo cómo fue que llegué a Pastoral, quizá sí fue el sexto sentido... De todos modos, el hecho de sentirse “como en casa”, sentir que nadie es “supe-rior”, independiente de vestiduras y otros disfraces con los cuales nos forramos en la vida; aparte de edades, cargos, roles y otras trivialidades que nos hacen perdernos u ocultarnos del “otro”; todo ello hace atractivo este sexto sentido.

En estos años he visto pasar por Pastoral, haciendo su propia “pascua”, a tantas personas (hoy profesionales) cuyos significados sociales quedaron en la puerta y cuyas significancias para el resto del equipo, inicialmente, y para los actores so-ciales beneficiarios de los actos pastorales, finalmente, significaron la gratificación de una sonrisa, de una lágrima de gratitud, del hecho de sentirse contenidos ante sus momentáneos estados de debilidad, sin cuestionamientos éticos ni morales.

Por Sergio Murga Sanhueza

Pastoralista de la UCN, académico y sociólogo.

Mi “Pascua” por Pastoral

Artículo 65

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No puedo dejar de recordar a algunos de aquellos depo-sitarios de los esfuerzos de los “pastoralistas”: Personas en situación de calle, personas de campamentos, adultos ma-yores, inmigrantes, personas privadas de libertad. Todos ellos, favoritos y destinatarios de las Bienaventuranzas.

El valor humano, que representan las conductas exhibidas por los voluntarios, ha aportado habilidades sociales a una formación que día a día se hacen más necesarias y que se pierden en las mallas curriculares debido a que —aparen-temente— no son rentables en el mundo laboral. De allí que la pasada por Pastoral agrega un grano de arena en la formación de personas al servicio de las personas y cuya rentabilidad se incrementa en un depósito en un “Paraíso no fiscal”, a la derecha del Padre.

Desconozco cuál ha sido mi real aporte, sin embargo, estoy cierto que he recibido muchísimo más de lo que pueda haber entregado. Se da, conmigo, aquello del 10 x 1. Por otra parte, no dudo que los valores de libertad, igualdad, fraternidad (insertos en el grito de guerra de la Revolución Francesa, tan pendientes en nuestra sociedad actual) se encarnan bajo el alero de la Pastoral, y es parte del pago simbólico que hace grata mi permanencia y pasada por estos pasillos.

La dignidad humana está siempre vigente y es el norte que guía las acciones de los integrantes, estén ellas orientadas al

mundo público o privado. La cordialidad presente hace que personas de distintos rangos de todo tipo, se congreguen en la Pastoral, sean ellos estudiantes, funcionarios o acadé-micos sin distinción. La inclusividad cristiana que nos dice que todos somos bienvenidos se hace carne: nadie sobra.

No sé cuánto tiempo más pueda seguir en las actividades pastoralistas; lo que sí sé —sin duda alguna— que siempre seré acogido con afecto, cariño y respeto, independiente del aporte que pueda, o haya podido, entregar.

Deseo que estos 20 años se multipliquen muchas veces; la dignidad de nuestra sociedad, o de parte de ella, está en las mejores manos.

Que los estudiantes que hoy nos acompañan puedan re-cordar su paso con afecto y con la valoración que a su for-mación profesional les haya entregado para ser mejores personas de lo que ya son.

Que los funcionarios puedan recordar con orgullo estas actividades llenas de espíritu social, de solidaridad, de com-pañerismo, de buen humor.

Que los académicos puedan incorporar en su currículum oculto estas sonrisas rescatadas desde lo más profundo del ser de cada uno de los depositarios de sus esfuerzos por hacer un país más inclusivo, respetuoso y construido sobre

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mi “PasCUa” Por Pastoral

valores más permanentes que la simple caída impersonal de las hojas de un calendario.

Que los directivos de la Universidad, sigan valorando es-tas actividades desarrolladas por personas de distintos estamentos, cuyos límites y alcance de sus actividades está solamente limitado por su imaginación y por caren-cias materiales transitorias, hábilmente compensadas con otros esfuerzos, que son finalmente, el capital social de una institución, empresa o país y de Pastoral, por supuesto.

Dios guarde y siga cuidando a quienes han puesto a sus hermanos desposeídos en un centro especial de sus afanes, a quienes han traído a esos “otros” a las mesas que le han sido transitoriamente, ocultas o negadas.

Gracias y felicidades, Pastoral, por tu casi mayoría de edad.

Mi abrazo fraterno para todos sus integrantes que incluye por cierto a quienes hoy están y a los que ayer estuvieron, y que nos acogen y acogieron en su casa; nuestra casa.

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