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EDAD MEDIA
* Sobre el nombre de los libros
1.-Un “códice” está compuesto de varios libros; un libro consta de un sólo volumen. Y
se llama códice por sentido traslaticio del nombre de los troncos (“códices”) de los
árboles, o de las vides, como si dijéramos “acudes”, porque asemeja sostener libros
como el tronco sostiene las ramas. 2.- El “volumen” (rollo) es un libro que recibe su
nombre de volvere (enrollar); así entre los hebreos se habla de los “volúmenes de la
Ley” o de los “volúmenes de
los Profetas”.- “Liber”
(libro) es la membrana
interior de la corteza del
árbol que está pegada a la
madera. De ella dice Virgilio:
“Se seca el “liber” en el alto
olmo”. De aquí deriva el que
denominemos “liber” a la
obra escrita, porque, antes de que se comenzase a emplear el papiro o el pergamino, los
volúmenes se confeccionaban con estas membranas de los árboles. De aquí también que
a los copistas se les denominara “libreros”, derivando su nombre de los “libri” de los
árboles (S. Isidoro de Sevilla, Etimologías, VI, 13).
El libro es lumbre del corazón; espejo del cuerpo; confusión de vicios; corona de
prudentes; diadema de sabios; honra de doctores; vaso lleno de sabiduría; compañero
de viaje; criado fiel; huerto lleno de frutos; revelador de arcanos; aclarador de
oscuridades. Preguntado responde, y mandado anda deprisa, llamado acude presto y
obedece con facilidad ( Biblioteca Pública del Estado, Ms. 381, S. XI, traducción
realizada por el Dr. Díaz y Díaz)
* Coloquio entre el códice y el lector:
Pregunta [del lector]: Códice que desde esa sede alta y terrible estás preguntando que
eres el orden vital, ¿cuál es tu nombre?
Respuesta [del códice]: Me llamo CELESTIAL, del nombre del reino de los Santos. 15
Pregunta: ¿Quiénes son aquellos a quienes te diriges con este título?
Respuesta: A todos los que se rigen por el orden imperial.
Pregunta: Tú, que estás formado por tan firmes sentencias de los próceres, ¿qué
prescribes?, ¿qué poder tienes?
Respuesta: Escucha: Yo abato a los poderosos, rijo al clero. Ante mí perece el cisma, se
desvanece el error, no existe la falacia, huye la obscenidad, se desploma la impureza,
desaparece la impiedad, cae la gula, no hay ebrios, se aparta la pompa. Condeno la
idolatría, mando adorar al Creador. Doy la norma de la Fe y el modo de celebrar los
misterios sagrados. Me ocupo del altar, templo, vestidos, vasos, crisma, de la Carne y
Sangre de Cristo, del Sacrosanto Bautismo; de los clérigos, portero acólito, lector,
salmista canoro, del potente exorcista, de los otros levitas y presbíteros; de las vírgenes,
viudas y casados, ofreciendo a todos reglas para el bien vivir (Codex Albeldense, año
976, Escorial d.I.2, f. 20)
* La valoración de los clásicos en el Renacimiento carolingio:
Alcuino con su doctrina produjo tantos frutos entre sus discípulos que los galos y los
francos pudieron emparejarse con los romanos y los atenienses (Monje de S. Gall).
Renunciemos a Virgilio como a un
mentiroso y dejémosle sepultado con Apolo
y las musas en el fondo de la laguna
Estigia, que allí abrace a su Proserpina y
escuche a Orfeo cantando a los dioses
infernales para recuperar a Eurídice.
¡Malfiga el Rey del cielo tan vanas
imaginaciones! ¿Cómo llamarlos, señor,
sino excrementos que dejan caer los
caballos de nuestro carro? Pero a veces en
la escoria puede hallarse oro. Y el estiércol
prepara los campos para una cosecha más
abundante de trigo. Así también las
palabras de los poetas paganos, por impuras que sean, en cuanto que son verdaderas,
pueden ser de utilidad para la inteligencia de la palabra divina (Carta de Ermenrico, 16
3
Grimaldo, abad de S. Galla).
ervidores.
obispo de Passau, a
* Lectio y meditatio:
El tiempo que resta después de acabadas las vigilias, lo emplearán los hermanos que así
lo necesiten en el estudio de los salmos y de las lecturas (Regla de San Benito, VIII, 3).
En la mesa de los hermanos nunca debe faltar la lectura; pero no debe leer el que
espontáneamente coja el libro, sino que ha de hacerlo uno determinado durante toda la
semana, comenzando el domingo...
Reinará allí un silencio absoluto, de modo que no se
perciba rumor alguno ni otra voz que no sea la del lector.
Para ello sírvanse los monjes mutuamente las cosas que
necesiten para comer y beber, de suerte que nadie precise
pedir cosa alguna. Y si algo se necesita, ha de pedirse con
el leve sonido de un signo cualquiera y no de la palabra.
Ni tenga allí nadie el atrevimiento de preguntar nada
sobre la lectura misma o cualquiera otra cosa, para no
dar ocasión de hablar; únicamente si el superior quiere,
quizá, decir brevemente algunas palabras de edificación
para los hermanos.
El hermano de semana puede tomar un poco de vino con
agua antes de empezar a leer por razón de la santa
comunión y para que no le resulte demasiado penoso
permanecer en ayunas. Y coma después con los
semaneros de cocina y los s
Nunca lean ni cante todos los hermanos por orden
estricto, sino quienes puedan edificar a los oyentes
(Ibídem, Cap. XXXVIII).
En todo tiempo han de cultivar los monjes el silencio, pero muy especialmente a las
horas de la noche. En todo tiempo, sea o no de ayuno -si se ha cenado, en cuanto se
levanten de la mesa-, se reunirán todos sentados en un lugar en el que alguien lea las
“Colaciones”, o las “Vidas de los Padres”, o cualquier otra cosa que edifique a los
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oyentes; pero no el Heptateuco o los libros de los Reyes, porque a los espíritus débiles
no les hará bien escuchar a esas horas estas Escrituras; léanse en otro momento.
Si es un día de ayuno, acabadas las vísperas, acudan todos, después de un breve
intervalo, a la lectura de las “Colaciones”, como hemos dicho; se leerán cuatro o cinco
hojas, o lo que el tiempo permita, para que durante esta lectura se reúnan todos, si es
que alguien estaba antes ocupado en alguna tarea encomendada. Cuando ya estén todos
reunidos, celebren el oficio de completas, y ya nadie tendrá autorización para hablar de
nada con nadie. Y si alguien es sorprendido quebrantando esta regla del silencio, será
sometido a severo castigo, a no ser que lo exija la obligación de atender a los huéspedes
que se presenten o que el abad se lo mande a alguno por otra razón; en este caso lo hará
con toda gravedad y con la más delicada discreción (Ibídem, Cap. XLII).
La ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas
en el trabajo manual, y a otras, en la lectura divina.
En consecuencia, pensamos que estas dos ocupaciones pueden ordenarse de la siguiente
manera: desde Pascua hasta las calendas de octubre, al salir del oficio de prima
trabajarán por la mañana en lo que sea necesario hasta la hora cuarta. Desde la hora
cuarta hasta el oficio de sexta se dedicarán a la lectura. Después de sexta, al levantarse
de la mesa, descansarán en sus lechos con un silencio absoluto, o, si alguien desea leer
particularmente, hágalo para sí sólo, de manera que no moleste. Nona se celebrará más
temprano, mediada la hora octava, para que vuelvan a trabajar hasta vísperas en lo que
sea menester. Si las circunstancias del lugar o la pobreza exigen que ellos mismos
tengan que trabajar en la recolección, que no se disgusten, porque precisamente así con
verdaderos monjes, cuando viven del trabajo de sus propias manos, como nuestros
Padres y los apóstoles. Pero, pensando en los más débiles, hágase todo con moderación.
Desde las calendas de octubre hasta la cuaresma se dedicarán a la lectura hasta el final
de la segunda hora. Entonces se celebrará el oficio de tercia y se ocuparán todos en el
trabajo que se les asigne hasta la hora de nona. Al primer toque para el oficio de nona
dejarán sus quehaceres para estar a punto cuando suene la segunda señal. Después de
comer se ocuparán en sus lecturas o en los salmos.
Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la
hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora
décima. En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán
por su orden y enteramente; estos códices se entregarán al principio de la cuaresma.
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ebidas.
Y es muy necesario designar a uno o dos
ancianos que recorran el monasterio
durante las horas en que los hermanos
están en la lectura. Su misión es observar
si algún hermano, llevado de la acedía, en
vez de entregarse a la lectura, se da al
ocio y a la charlatanería, con lo cual no
sólo se perjudica a sí mismo, sino que
distrae a los demás. Si a alguien se le
encuentra en esta manera, lo que ojala no
suceda, sea reprendido una y dos veces; y,
si no enmienda, será sometido a la
corrección que es de regla, para que los
demás escarmienten. Ningún hermano
trate de nada con otro a horas ind
Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para
algún servicio.
Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la
meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado.
A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo mediante
el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir. El abad tendrá en
cuenta su debilidad (Ibídem, Cap. XLVIII).
Tenga guardados el bibliotecario todos los códices. Todos los días a primera hora,
reciba cada hermano uno y después de haberlo leído, tratándolo juiciosamente
devuélvalo por la tarde. No reciba el códice quien lo pidiere fuera de tiempo. Si no
entendiere alguno lo que leyere, pregúntelo al Abad por la noche en a colación común.
Una vez leído lo que no se entienda escuchen él y los demás la explicación mientras se
expusiere (Regla de San Isidoro de Sevilla).
Recibe de la biblioteca ("de armario") dos libros, con el severo encargo de cuidarlos con
toda diligencia, evitando que el humo, el polvo u otra cualquier suciedad los estropee. Y
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es nuestro deseo -sigue diciendo Gaguino- que los libros, alimento eterno de nuestras
almas, sean custodiados con la mayor cautela y confeccionados con suma aplicación
("studiosissime") a fin de que, pues no podemos predicar con los labios la palabra de
Dios, la prediquemos con las manos. Pues cuantos son los libros que escribimos, es
como si enviásemos otros tantos heraldos que por su medio abdicasen del error y
aprovechasen en la verdad católica. Por todos aquellos, en fin, que deplorando sus
vicios y pecados, ardiesen en deseos de la patria celestial (Consuetudines Guigonis
Carthusiae Maioris prioris quinti, escritas en 1127, sólo 26 años después de la muerte
del fundador de la Cartuja, San Bruno, cap. XXVIII, 3-4).
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* El trabajo del copista:
El scriptorium:
Pero no debe suponerse que desprecio mi pequeña sala, pues es un lugar deseable,
agradable de contemplar y confortable para el retiro. Está lleno de toda clase de libros
selectos y divinos, ante cuya visión me deleito y desdeño la vanidad del mundo. Este
lugar se me asignó para leer, escribir y componer, para meditar y rezar, y adorar al
Señor Todopoderoso (Descripción facilitada por Nicolás, secretario de Bernardo de
Claravall).
Ya que era un adicto a la lectura, fomentó enérgicamente la escritura de libros, y solía
regocijarse porque el Señor le hubiese proporcionado tantos copistas. Si hubieses
contemplado su claustro habrías podido ver por lo general a una docena de jóvenes
monjes sentados en perfecto silencio en sus asientos, escribiendo sobre mesas
construidas con gran cuidado y precia (Descripción que da Herimann, tercer abad del
monasterio cluniacense de Saint-Martin de Tournay, de su primer abad, el erudito Odo)
In vento minime pluvia nive sole sedere
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Possumus in claustro nec scribere neque studere (monje de la abadía de Ramsey en
Hundingtonshire).
Las materias escriptóreas:
“En el cielo Dios lee el libro del Talmud. Pero ¿qué clase de libro es? Se parece a los
que usamos cada día para leer, hechos con pieles
de carnero o macho cabrío o de ternero, o con
corteza de juncos extraídas de las mismas de
Oriente. Pero éste está hecho con pedazos de ropa
vieja o cosas más viles aún, y escritos sus signos
con plumas de aves o calamos, afilados y con tinta
de las más infecta clase” (Pedro el Venerable.
Tractatus contra Iudeos (1140).
El instrumental:
Ad scribendum vero, scriptorum, pennas, cretam,
punices duos, cornua duo, scalpelum unum, ad
radenda pergamena novaculas sive rasoria duo, punctorium unum, subulam unam,
plumbum, reguam, postem ad regulandum, tabulas, graphium (es el instrumental de las
celdas de los cartujos, Consuetudines, cap. XXVIII, 2).
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1. A los “copistas” antiguamente se los llamaba “bibliopola”, pues los griegos al libro
lo denominan “biblo”. Los copistas reciben también el nombre de “anticuarios”, a
pesar de que copistas con los que transcriben libros nuevos y viejos, mientras que los
anticuarios únicamente copian los antiguos, de donde les vino su nombre. 2. Por el
hecho de “escribir” se les denominó “escribas”, término éste que expresa la índole de
su oficio. 3. Los utensilios de un escriba son la caña y la pluma. Con ellos se dibujan las
palabras en las páginas. La caña está tomada de las plantas; la pluma es de ave. Su
punta está dividida en dos secciones, mientras que el resto del instrumento conserva su
unidad; me parece ver en ello un misterio, en cuanto que en esas dos secciones aparecen
representado el Antiguo y el Nuevo Testamento, y con ellas se expresa el sacramento de
la palabra, difundido por la sangre de la pasión. 4. Se denomina así al “cálamo”
porque pone la tinta. De ahí también que, entre los marineros, “calare” signifique
“poner”. 5. La “pluma” (penna) deriva su
nombre de “pender” en el aire, esto es,
volar, ya que, como hemos dicho, es de ave.
6. A las “hojas” (foliae) de los libros se las
llama así tal vez por su semejanza con las
hojas de los árboles, o tal vez porque se
hacen de “fuelles”, es decir, de pieles de
animales sacrificados. Las caras de las hojas
se llaman “páginas”, porque se van pegando
(compingere) unas a otras. 7. El “verso” es
llamado así por la gente porque los antiguos
escribían en el mismo sentido en que araban
la tierra: primero llevaban el estilete de
izquierda a derecha, daban la vuelta un poco más abajo y volvían a los surcos. 8.
“Borrado” (scheda) es el escrito que aún no está corregido y todavía no está redactado
en un libro. Es un vocablo griego, como griego es también “tomo” (San Isidoro,
Etimologías, VI, 14)
El silencio:
El que sabe combatir con la piel muerta del animal, venga, si gusta, aquí; ensaye aquí
sus fuerzas. El copista que estuviere aquí media hora, mano sobre mano, sea colgado y
reciba en la espalda dos azotes. El escriba que supiere hacer lo que pretende dos, tres y
cuatro veces mejor, a eso debe aspirar, amigo. Si sabe dónde estás, dígote: Calla; el
escriba no sufre junto así a nadie que hable. Nada tienes que hacer aquí, gárrulo
hablador: vete fuera (Inscripción esculpida en una lápida edt. por A.M. Campoy
Camacho, El códice en los monasterios de la alta Edad Media, Castellón, 1969).
Cuando algunos de los monjes están (juntos) ocupados en corregir o encuadernar libros
o en otro trabajo parecido, pueden hablar entre sí, pero no con los que casualmente se
les acercaren, a menos que el prior presente lo autorice (Consuetudines, cap. XXXII)
El cansancio:
7Si no sabes lo que es la escritura podrás pensar que la dificultad es mínima, pero si
quieres una explicación detallada, déjame decirte que el trabajo es duro: nubla la vista,
encorva la espalda, aplasta la barriga y las costillas, tortura los riñones y deja todo el
cuerpo dolorido (...). Como el marino que vuelve, por fin, al puerto, el copista se alegra
cuando llega a la última línea (Colofón de Silo Beatus, s. XII).
Oh pluma embotada, pluma a la que tanto quiero,
detén un poco tu curso; mas no sea largo tu
descanso ni te atribuyas lo que es privilegio de
Cristo. El te conceda abrir los surcos que aún te
faltan (Edt. por A. M. Camacho).
El trabajo de los escribas es el más duro de todos.
El que no sabe escribir piensa que no es ningún
trabajo pero aunque sólo escriben tres dedos, todo
el cuerpo trabaja.
Alcance el cielo el copista por lo que ha escrito.
Aquí termina. Dame, hermano Jacobo, un porrón.
El trabajo está acabado. Por Dios, dame un trago.
Al escritor, de vinos, lo mejor.
De todos es sabido cuanto me gusta el vino.
Quien buen vino beba antes al cielo llega (Frases recurrentes en muchos colofones).
Bendito sea el Señor que me condujo al puerto de esta obra. Bendigo también al rey del
cielo que me ha hecho llegar sin dado al final de este libro, amén. La labor del escriba
aprovecha el lector; aquél cansa su cuerpo y éste nutre su mente. Tú, seas quien seas,
que te aprovechas de este libro, no te olvides de los escribas, para que el Señor se olvide
de tus pecados. Porque quien no sabe escribir no valora este trabajo. Por si quieres 8
saberlo, te lo voy a decir puntualmente: el trabajo de la escritura hace perder la vista,
dobla la espalda, rompe las costillas y molesta al vientre, da dolor de riñones y causa
fastidio a todo el cuerpo. Por eso tú, lector, vuelve las hojas con cuidado y aleja tus
dedos de las letras, porque igual que el pedrisco destroza una cosecha, así el lector
inútil borra el texto y destruye el libro (Colofón del Beato de Silos, conservado en The
British Library y terminado por los monjes Domingo y Muño el 18 de abril de 1091)
El que no sabe escribir piensa que no cuesta nada, pero es un trabajo ímprobo, que quita
luz a los ojos, encorva el dorso, mortifica el vientre y las costillas, da dolor a los riñones
y engendra cansancio en todo el cuerpo. Por eso tú, lector, que te aprovechas de la
lectura y vuelve las hojas con cuidado, ten los dedos lejos de las letras, porque, como el
granizo arrasa los campos, así el lector inútil destroza la escritura y el libro.
¿Puedes imaginarte lo dulce que es para el copista trazar la última línea? (Florencio,
copista de Moralia in Job de San Gregorio de la BNM.)
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La finalidad:
Idcirco enim pictura in ecclesiis adhibetur, ut qui litteras nesciunt saltem in parietibus
videndo legant, quae legere in codicibus non valent (Gregorio I. Carta a Sereno episcopo
Massiliensi, julio de 599).
Siéntense aquí los escribas de la Sagrada Ley
y de los dichos sagrados de los santos padres;
cuídense de que sus ideas frívolas les lleven a intercalar palabras
o a que su mano yerre
y procuren estudiosamente libros correctos.
Volante vaya la pluma por recto camino.
Por comas y colon distingan el verdadero significado
y pongan los puntos en su orden,
no sea que el lector en la iglesia, ante los píos hermanos,
vaya a cometer errores, omisiones o quedarse parado.
Es obra egregia escribir los libros sagrados,
ella misma una recompensa para el escritor.
Mejor que cavar las viñas es escribir libros:
aquél sirve a su vientre, éste a su alma (Alcuino de York, De scriptorio).
El que fizo el çielo, la tierra e la mar,
Él me done su graçia e me quiera alumbrar,
que pueda de cantares un librete rimar,
que los que lo oyeren puedan solaz tomar (Juan Ruiz Arcipreste de Hita. Libro de buen
amor).
Los errores de copia:
Yo he dado a tus hombres las obras para
transcribir, yo he visto la copia sobre unos
cuadernos. Con frecuencia he advertido a los
copistas que cotejen cuidadosamente y
corrijan. Personalmente, yo no he releído los
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numerosos volúmenes. Como consecuencia, si tú encuentras faltas en la copia o pasajes
peor escritos que impiden descubrir el sentido, no me lo imputes a mí, sino a la
inexperiencia de los escribas y a la injuria de los copistas, quienes no escriben aquello
que se encuentra en los textos, sino aquello que ellos comprenden. Queriendo corregir
los errores de otros, ellos manifiestan los suyos (Carta del monje de Bethléem a
Lucinius).
Et recelando yo, don Johán, que por razón que non se podrá escusar que los libros que
yo he fechos non se ayan de transladar muchas vezes, et porque yo he visto que en el
trasladar acaece muchas vezes, lo uno, por desentendimiento del escribano, o porque las
letras semejan unas a otras, que en transladando el libro porná una razón por otra, en
guisa que muda toda la entención et toda la sentencia, et será traýdo el que la fizo, non
aviendo ý culpa. Et por guardar esto cuanto pudiere, fizi fazer este volumen en que están
scriptos todos los libros que yo fasta aquí he fechos, et son doze (Don Juan Manuel. El
Conde de Lucanor, prólogo general).
Colofones:
Huius etiam pretiosissimi operis pergamena quidem e Sancti Isidoro canonicis ex
Gallicis partibus itineris labore nimio ac maris asperrimo nauigio han ad patriam
reportauit. Quodque maxime mireris, in sex mensium spatio scriptus septimoque colorum
pulchritudine iste fuit liber compositus sub era MCC, VIIº kalendas aprilis.
“Cierto canónigo de San Isidoro trajo desde tierras gálicas a la suya patria el pergamino
de esta preciosísima obra con gran incomodidad durante el viaje por tierra y gran peligro
por mar. Y lo que todavía es más admirable: en el espacio de seis meses el códice fue
escrito y en el séptimo iluminada. La obra fue terminada el 26 de marzo del año 1162”
(Biblia. León, Biblia de la Real Colegiata de San Isidoro, Vitr. A n1 3).
(BCC. Ms. 7-4-3, 137r)
Et omnes istos sermones scripsit manu propria frater Guillelmus Marcelli de Ordine
Fratrum Minorum Prouincie et de Gardinia conuentus fratrum Minorum apte, et rogat
illum qui post mortem suam tenebit hoc cartabellum quod oret Dominum pro anima sua
vt det ei Deus vitam eternam, amen. Et fui scriptum anno Domini Mº CCCº Xº LVIIº. Et
fuit postea mortalitas generalis per mundum vniuersum quod vix suficiebat <vnus>
alium sepelire anno Domini Mº CCCº XLVIIIº tempore domini Clementis pape VIti
pontificatus sui anno sexto. Et hec pestilentia incepit prius in partibus orientis.
Explicit liber paradoxum Marci Tulii Ciceronis ad Marcum Brutum. Amen. Hec
paradoxa ego Iacobus, filius [Oda scilicet Plalenterii de Pongabris] et compleui die
dominico, 18 may 1432, hora sextadecima diei, in laudem Dei omnipotentis, amen.
Tempus nec clarum nec serenum set dubiem erat, idest seminubilium. Ista paradoxa
continent cartas quindecim. Videndum est igitur ut ea liberalitate utamur que prosit
amicis et noceat nemini. Nichil est liberale quod non idem sit iustum. //
Explicit liber Ciceronis De amicitia, amen.
12
Hunc librum Tulii De amicitia scripsi [...] habitans et compleui in 1432, 21 nouembris
die ueneris, hora sexta noctis, in laudem Dei omnipotentis.
13
Este libro sacramental mandó fazer el honorable señor don Diego Ferrández
Marmolejo, maestrescuela de Mondoñedo et canónigo et mayordomo de la fábrica de la
sancta iglesia de Santa María de Seuilla, e se acabó descreuir a çinco días de octubre,
año des nasçimiento del nuestro Saluador Iesu Christo de mille e quatroçientos
çincuenta et siete años. Deo gracias.
Explicit. Hic finitur 2ª fen que continet omnes dificultates cadentes super testu Auicene
et pro certo qui habet istud scriptum siue istam lecturam bene potest inteligere testium
Auicene et habet omnia que possunt dici per omnes expositores communiter, et istam
lecturam fecit reuerendus artium et medecine doctor subtilis dominus magister Johannes
de Vietudono, qui merito potest ampliari subtillis medicine doctor, et scripte sunt per me
Stephanum de Segmo, artium et medicine doctor, 1390 incepte et 1396 finite Papia, de
mense februarii etc.
Deo. Amen. Gracias. Amen.Amen.
Ego vendidi istam lecturam magistro Betino de Cremona [... 1396] de mense aprilis pro
florenis IIII1 auri et ipse fecit ipsam ligare ut est et constitit sibi solidos XV, tempore
dictum 1397 de mense octubris ipse vendidit ipsam mihi sic ordinatam pro florenis IIIIº
auri et hec quia emerat lecturam magistri Christofori de Honestis super toto primo
Auicene que sibi magis placebat.
Magister Johannis Faber Eugolinensis super Codice imperiali / Breuiarum explicit per
me, Petrum Martini de la Palma, pro / reuerendissimo domino meo, Cardinali Sancti
Petri ad Vincula, inceptum / prima die mensis augusti, anno Domini Mº CCCCº
complectumque / mensis octobirs die XXIIII eiusdem anni, Basilee, ibidem sacrosancta
synodo [Corregido sobre: synodus] congregata (BCC, Ms. 5-5-12, 239v).
Francisci Carbonelli est.
Finito libro sit laus gloria in Christo, amen. Qui scripsit et scribat semper cum Domino
uiuat.
Petrus Benedictus Iornet vocatur qui scripsit benedicatur et detur pro pena scriptori
pulcra domicella.
Francisci Carbonelli est, cuius pater hunc libellum per Petrum Benedictum Iornet secum
pro scriptore commorantem scribi fecit. (BCC. Ms. 7-2-22).
Notas de propiedad:
Conosco yo, Juan de Baños, clérigo, que recebí de vos, Juan de [Çamora, xastre, vna
mula alquilada por preçio de vn real cada día, en predas de la qual vos dexo vn Digesto
Viejo y vnas Clementinas y ruego a vos, el dicho Juan de Çamora, que estos libros a otra
ninguna persona no se den, saluo a mí, dándoos vuestra mula y sus alquiles, porque por
otra cosa ninguna quedan. Fecho seys días de febrero de LXXXII annos. Juan de Baños,
clérigo (rúbrica).
Istum Inforciatum tradidit [magister
Ezechiel] de Dulcimensinlo [...] in vadium
pro et vsque ad sommam [...] decem
librarum sibi vel de mandato suo [per ipsum
magistro Johanni] traditarum, quas pro ille
promisit sibi soluere infra octo dies post Quasimodo [propagentur] acto tamen et inter
ipsos conuento quod <in casu quo> dictus magister Ezechiel dicto magistro Johanni
infra tempus appositum sibi non satisfacere, quod dictum Inforciatum poteret exponere
[...] vendicioni retinendo summe sibi debita G. Lecort (rúbrica) y Anno Domini M
14
CCCmo octuagesimo [secundo] mensis ianuarii die [...] Lecort (rúbrica).
[Ego Ezechiel de Dulcimensinlo] vendidi istud Inforciatum Johanni [...clerico...] studenti
[Leimonensis?] diocesis, pro precio [...] francorum, de quibus ipsum quitto sibi de
euiccione erga omnes cauendo. In cuius rei testimonium signum meum manuale presenti
scripture duxi apponendum, anno Domini millesimo CCCmo octuagesimo tercio, mensis
aprillis, die penultima, presentibus discretis dominis magistris Johanni [...], in jure
ciuili licenciato, Johanni [...], bacallario, et Guillelmo Lecort, clerico, ad premissa
vocatis. Ita est Ezechiel de [Dulcimesinlo] (rúbrica).
* Concepto de autoría en Alfonso X el Sabio:
15
oria).
El rey faze un libro, non por quel escriba con sus
manos, mas porque compone las razones del e
las emienda et lleua e enderesça e muestra la
manera de cómo se deuen fazer, e desi escrive
las qui el manda pero dezimos por esta razón que
el rey faze el libro. Otrossi cuando dezimos el rey
faze un palacio o alguna obra, non es dicho
porque lo él fiziesse con sus manos más porquel mandó fazer e dio las cosas que fueran
mester para ello (Alfonso X El Sabio, General Est
*La renovación de los saberes:
La pasión del estudio me había hecho abandonar Inglaterra. Permanecí algún tiempo en
16
París. Allí sólo vi a salvajes instalados con grave autoridad en sus asientos escolares
teniendo frente a sí dos o tres escabeles cargados de enormes obras que reproducían las
lecciones de Ulpiano en letras de oro; y con plumas de plomo en la mano pintaban
gravemente en sus libros asteriscos y obeles. Su ignorancia los obligaba a mantenerse en
una actitud de estatua, pero ellos pretendían mostrar su sabiduría con su mismo silencio.
Apenas se resolvían a abrir la boca sólo les oía balbuceos. Habiendo comprendido la
situación, me puse a pensar en los medios de rehuir estos peligros y abrazar las “artes”
que esclarecen las Escrituras de una manera que no es saludándolas de paso ni
evitándolas mediante atajos. Y como en nuestros días es en Toledo donde la enseñanza
de los árabes, que consiste casi enteramente en las artes del cuadrivio, se imparte a las
multitudes me apresuré a llegarme hasta allí para oír las lecciones de los filósofos más
sabios del mundo. Como unos amigos me llamaran y me invitaran a regresar de España,
vine a Inglaterra con una cantidad de preciosos libros. Me dicen que en estas regiones la
enseñanza de las artes liberales era desconocida, que Aristóteles y Platón estaban
relegados al más profundo olvido en provecho de Tito o Seyo. Grande fue mi dolor y
para no ser yo el único griego entre los romanos me puse en camino para encontrar un
lugar donde enseñar a hacer florecer este género de estudios... Que nadie se escandalice
si al tratar la creación del mundo invoco el testimonio, no de los padres de la Iglesia,
sino de los filósofos paganos, pues, si bien estos últimos no figuran entre los fieles,
algunas de sus palabras, desde el momento en que están llenas de verdad, deben ser
incorporadas a nuestra enseñanza. A nosotros que nos vimos liberados míticamente del
Egipto, el Señor nos ordenó que despojáramos a los egipcios de sus tesoros para
enriquecer con ellos a los hebreos; despojémoslos, pues, de conformidad con el mandato
del Señor y con su ayuda despojemos a los filósofos paganos de su sabiduría y de su
elocuencia, despojemos a esos infieles para enriquecernos con sus despojos en la
fidelidad (Carta de D. Morley al obispo de Norwich sobre su itinerario cultural).
* Las bibliotecas:
Claustrum sine armario est quasi castrum sine armamentario.
Quicunque hunc librum furatus fuerit, anathema sit.
Don Fernando Colón, hijo de Don Christóual Colón, primero almirante que descubrió
las Yndias, fundó esta casa, año de mill e quinientos e veynte e seys años. Menosprecien
los prudentes la común estimación, pues se mueven las más gentes con tal fácil opinión
que lo mesmo que lanzaron de sus casas por peor de que bien consideraron, juzgan oy
ser lo mejor, y esto synifica que del estiércol que lanzan se hizo este muladar sobre que
la dicha casa fue fundadas (Letrero que presidía la casa de la Puerta de Goles de Don
Hernando Colón).
* Cualidades del buen bibliotecario:
El bibliotecario debe ser docto, de buen aspecto, de buen natural, educado y de
palabra buena y fácil; el cual debe tener el inventario de todos los libros y mantener
éstos ordenados y en su sitio, tanto los latinos, como los griegos, como los hebreos o
cualquier otro que hubiera, de suerte que se pueda encontrar pronto el que se quiera
buscar; y ventilar los
libros junto con la
estancia y cuidar de que
no esté húmeda y
mantenerla libre de
polilla, de insectos o
gusanos y de cualquier
otra cosa nociva, y de las
manos de ineptos y de
ignorantes; y de
mostrarlos él mismo con diligencia a las personas de autoridad y de saber, dándoles a
entender de la mejor manera la prestancia, belleza y elegancia de los mismos y de sus
caracteres y de sus miniaturas. Y hay que tener cuidado de que, al cerrarlos, no quede
doblada laguna hoja y de repararlos a menudo; y cuando se muestren a persona
ignorante que los quiere ver por simple curiosidad y no se trata de persona muy elevada,
basta con una ojeada; asimismo tener buen cuidado, cuando falte una cerradura, de
hacerla poner enseguida y lo mismo con cualquier otra falta; y no dejar sacar fuera de
su lugar libro alguno, a menos que lo mande el señor. Y no se olvide que quedarse con el
recibo de mano de aquel a quien se ha hecho el préstamo, etc...(Ordine ed Officci della
Corte del Serenissimo sigg. Duca d'Urbino, que se encuentra en el códice Vaticano
Urbinate lat. 1248). 17
*El préstamo de libros en la Universidad de Oxford:
Capítulo XIX. Reglamento para el préstamo de libros:
Siempre ha sido difícil contener a los hombres en los límites de las leyes sobre
honestidad. Además, la malicia que reina hoy día se ha esforzado en traspasar estos
límites que señalaron los antiguos y en violar las leyes establecidas, bajo el cínico
pretexto de la libertad. Por esta causa, siguiendo el consejo de los prudentes, hemos
determinado un cierto modo para reglamentar el uso y préstamo de los libros que
redunde en provecho de los estudiantes. En
primer lugar, todos nuestros libros -de los
que hicimos un catálogo especial- los
entregamos, movidos por la caridad, al
Comité de estudiantes que viven en Oxford,
en nuestro local, gracias a la perpetua
limosna de nuestra alma y de la de nuestros
padres y a las del ilustrísimo Eduardo, rey
de Inglaterra, tercero del mismo nombre
desde la conquista, y de su muy devota
consorte Felipa; y a fin de que los libros se
presten por algún tiempo a estudiantes y
maestros, regulares o seculares, dispusimos
el siguiente reglamento para su préstamo:
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«El jefe de dicha dependencia escogerá a
cinco estudiantes, a quienes confiará la custodia de los libros. De estos cinco, tres y
nunca menos de tres, tendrán el derecho de prestar los libros para su lectura o estudio. Y
es nuestra voluntad que no se permita la salida de ningún libro del recinto de la morada
para copiarlo o transcribirlo. Así, pues, cuando un estudiante regular o secular, que
ambos participan igualmente de nuestro afecto, solicite el préstamo de un volumen, los
custodios considerarán con cuidado si existe más de un ejemplar; si es así, lo podrán
prestar bajo caución, que, según su estimación, deberá sobrepasar el valor del libro.
Inmediatamente extenderán un recibo, en el que conste la signatura del libro prestado, la
prenda dejada y los nombres del prestante y del prestatario, así como la fecha del
préstamo. Si, por el contrario, no existiera más que un solo ejemplar del libro solicitado,
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no lo prestarán a nadie, salvo a aquellos que residan en la misma dependencia, y con la
condición de no permitir su salida de aquella. Cualquier libro podrá ser prestado por
cualquiera de los tres guardianes y a cualquier habitante de la dependencia, después de
haber anotado la fecha del préstamo y el nombre del solicitante. El escolar que tuviera
en préstamo un libro no podrá cederlo a ningún otro, a menos que medie el con-
sentimiento de los susodichos custodios, que borrarán el nombre del primer prestatario,
consignando el nombre del segundo y la fecha de este nuevo negocio. Cuando los tres
alumnos elegidos entren en funciones, prometerán, bajo juramento, observar esta
reglamentación, y aquellos que reciben el libro prestado, jurarán igualmente que lo
solicitan solamente para leer o estudiar, prometiendo que no lo transportarán de un sitio
a otro y que no permitirán su salida de Oxford o sus suburbios.
Cada año los bibliotecarios rendirán cuentas ante el director del establecimiento
y dos de los estudiantes que le acompañarán. Si no puede asistir dicho director,
designará tres inspectores �distintos de los bibliotecarios�, que examinarán el catálogo
de los libros, contando los que faltan y las prendas que los representan. Estimamos que
la época que va desde las calendas de junio hasta la fiesta de la traslación del glorioso
mártir Santo Tomás, sería el tiempo oportuno para efectuar la revisión. Añadiremos que
es necesario que el prestatario presente el libro al guardían, al menos una vez al año, y
este a su vez le mostrará su prenda. Si por azar se extraviara algún libro por muerte,
hurto, incuria o fraude del prestatario, su procurador o el encasrgado de ejecutar su
útima voluntad pagará el precio del libro, recibiendo a cambio la prenda. Por último, si
sucediera de cualquier forma que los guardianes obtuvieran beneficios, los emplearán en
reparación y compra de nuevos libros». (Ricardo de BURY. Filobiblión. Muy hermoso
tratado sobre el amor a los libros (1344). Valladolid, 2001, 147-150).