ecodiversos no.32

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El arte de observar Hay quienes se dedican a mirar con detenimiento los árboles de la región. Lo hacen con gusto, porque saben que cada detalle encontrado es un aporte significativo para la conservación de una o muchas especies. Pág. 11 Impacto extranjero Las especies introducidas al país pueden ser invasoras si al naturalizarse causan efectos negativos en los ecosistemas que llegan a habitar. Por su voracidad y capacidad de reproducción, cuando no está controlado, el caracol de jardín es una de estas especies. Pág. 8 N.° 32 Diciembre de 2009 7 mil ejemplares, 12 páginas www.corantioquia.gov.co DISTRIBUCIÓN GRATUITA Bajo los pies está el suelo que da sustento a los seres que caminan sobre él y también a aquellos que lo componen. No es tierra muerta, sino espacio vivo. Reclama por la degradación a la que lo hemos expuesto; se manifiesta cada día al dejar a millones de habitantes sin alimento. Protegerlo es un imperativo de sobrevivencia. Especial sobre suelos. Pág. 3-7

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Corantioquia (2007 – actual) Medio de comunicación de la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia – Corantioquia. Mediante un estilo narrativo, promueve el cuidado ambiental.

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Page 1: Ecodiversos No.32

El arte de observar Hay quienes se dedican a mirar con detenimiento los árboles de la región. Lo hacen con gusto, porque saben que cada detalle encontrado es un aporte significativo para la conservación de una o muchas especies. Pág. 11

Impacto extranjero Las especies introducidas al país pueden ser invasoras si al naturalizarse causan efectos negativos en los ecosistemas que llegan a habitar. Por su voracidad y capacidad de reproducción, cuando no está controlado, el caracol de jardín es una de estas especies. Pág. 8

N.° 32 • Diciembre de 2009 • 7 mil ejemplares, 12 páginas • www.corantioquia.gov.co • DISTRIBUCIÓN GRATUITA

Bajo los pies está el suelo que da sustento a los seres que caminan sobre él y también a aquellos que lo componen. No es tierra muerta, sino espacio

vivo. Reclama por la degradación a la que lo hemos expuesto; se manifiesta cada día al dejar a millones de habitantes sin alimento. Protegerlo es un

imperativo de sobrevivencia. Especial sobre suelos. Pág. 3-7

Page 2: Ecodiversos No.32

recuperar el suelo

Caracterización y cuantificación de áreas degradadas en la Territorial Panzenú de CORANTIOQUIA

En un departamento como Antioquia, donde contamos con una diversidad importante de biomas y paisajes, los suelos constituyen un factor estructurante y de soporte del desarrollo del territorio.

Sin embargo, bajo la creencia de que el suelo es un recurso natural infinito, capaz de soportar cualquier actividad humana, se han desarrollado de forma muy desordenada las actividades primarias de la economía como la agricultura, la ganadería y la minería, así como la ubicación inadecuada de asentamientos humanos, lo que nos ha llevado a niveles que hoy, desde una perspectiva científica, cuestionan la sostenibilidad ambiental.

El agotamiento de suelos ricos en nutrientes por actividades agropecuarias intensivas, el desarrollo de sistemas producti-vos que reemplazan los bosques naturales como uso mayor del suelo, con la pobreza derivada de los mismos —ya que su materia orgánica está en los árboles y no en la tierra—, han generado problemas ambientales severos como la sedimen-tación y contaminación química de las fuentes de agua y la

Caracterización y cuantificación de las áreas degradadas de la Territorial Panzenú: informe final [CD-ROM] / Isabel Cristina Buriticá Mira, Byron Sierra Figueroa, Marco Fidel Gamboa Ramírez; CORANTIOQUIA. Medellín : CORANTIOQUIA, 2005. 1 CD-ROM

El estudio tiene por objetivo principal realizar la caracterización y cuantificación de las áreas degradadas de la Dirección Territorial Panzenú de Corantioquia que comprende los municipios del Bajo Cauca Antioqueño; Cáceres, Caucasia, El Bagre, Nechí, Tarazá, Zaragoza y Valdivia con una extensión de 9.276 km2 y su digitalización espacial y alfanumérica en formato Arc_Gis.Este conocimiento y la comprensión de los procesos de mayor incidencia en la degradación y recuperación de los suelos, posibilita un mayor acierto en la toma de decisiones y permite establecer prioridades en las acciones de recuperación, mitigación y prevención de los efectos negativos sobre el suelo, debido principalmente, en esta región, a la extracción de oro de aluvión.

Consulte esta publicación en el Centro de Información Ambiental de la Sede Central de CORANTIOQUIA, solicítelo con el número de clasificación: [446CD]

liberación en exceso del CO2 y su consecuente efecto en el cambio climático.

Más del 70% de territorio del centro de Antioquia presenta graves conflictos de uso. Son más de 49 mil hectáreas de tierras degradadas, sólo por la minería de oro a cielo abierto; hoy apenas contamos, según nuestra línea base, con una cobertura de bosques naturales de aproximadamente 1.416.398 hectáreas, lo que representa no más del 10% de las existencias iníciales del territorio del departamento.

Estos elementos analizados de forma sistemática obligan a una reflexión sobre la Antioquia que queremos y sobre el camino que debemos seguir, procurando una variación a nuestra ruta actual, a fin de asegurar en el futuro inmediato la calidad de nuestros ecosistemas y la competitividad regional. Por ello hacemos un urgente llamado a todos los estamentos de la sociedad, con el propósito de desplegar de manera inmediata nuestra capacidad de adaptación; es decir, la búsqueda de soluciones prácticas a los graves problemas de los que apenas hoy estamos tomando conciencia.

En Queremos conocerte. ¿Cómo nos ves? ¿Qué piensas de nuestro periódico?

Envíanos tus comentarios y sugerencias a [email protected]

o comunícate al (4) 493 8888 Ext. 1216.

CORANTIOQUIA Director GeneralLuis Alfonso Escobar Trujillo

Dirección Territorial Aburrá NorteDirector Carlos Alberto Molina Gómez

Dirección Territorial Aburrá SurDirector William Alberto Álvarez Pérez

Dirección Territorial CartamaDirector James Enrique Gallego Alzate

Dirección Territorial CitaráDirector Ignacio Castaños Vélez

Dirección Territorial HevéxicosDirector Omar Ramírez Ramírez

Dirección Territorial PanzenúDirector Guillermo León Diosa Pérez

Dirección Territorial TahamíesDirectora Liliana Andrea López Noreña

Dirección Territorial ZenufanáDirector Luis Carlos Ochoa Tobón

Coordinación GeneralOficina Asesora de Comunicaciones

Coordinación EditorialFacultad de ComunicacionesUniversidad de Antioquia

RedacciónLiliana Salazar BarrientosDiego Agudelo GómezVíctor Casas MendozaAna María Bedoya BuilesJuan David Murillo HoyosIsabel González RamírezPerla Toro CastañoMargarita Isaza Velásquez

EditoraMargarita Isaza Velásquez

Diseño y DiagramaciónAlexander Rojas Moreno

FotografíasFrancisco Leoz MaizteguiNolberto Marín MarínÉdgar Vélez DurangoAna María Bedoya BuilesJuliana Paniagua ArroyaveJuan David Murillo Hoyos

ImpresiónLa Patria

Directorio:Dirección Territorial Aburrá SurTel. 493 8888 Ext. 1801

Dirección Territorial Aburrá NorteTel. 493 8888 Ext. 1815

Dirección Territorial CartamaTel. 852 4716

Dirección Territorial CitaráTel. 843 2226

Dirección Territorial HevéxicosTel. 853 1245

Dirección Territorial PanzenúTel. 839 3258

Dirección Territorial TahamíesTel. 860 7489

Dirección Territorial ZenufanáTel. 832 6610

Sede MedellínCarrera 65 N° 44A 32Teléfono: 493 8888www.corantioquia.gov.co

Si tiene cualquier inquietud sobre los temas tratados en esta edición

de Ecodiversos, escríbanos al correo [email protected]

2

Luis Alfonso Escobar TrujilloDirector General

¡Es urgente!

Page 3: Ecodiversos No.32

donde pisamosEl lugar

Basta con agachar la mirada para empezar a descubrir que debajo de la suela de los

zapatos, en el campo o en la ciudad, hay un suelo vivo que no es simplemente una mezcla de colores café, verde, rojo y amarillo. No, el suelo no está ahí para ser solamente un sostén de peso… está ahí para mucho más: producir biomasa (alimento, fibra y energía), filtrar el agua de las lluvias y servir de hábitat para millones de microorganismos, animales y plantas que equilibran el mundo y participan activamente en la cadena alimenticia.

El suelo es la piel de la Tierra, la capa más externa de su corteza, y tiene un grosor que varía desde unos pocos centímetros hasta más de tres metros. Pero no es un objeto, pues puede nacer, “reproducirse” y morir. Y tal vez renovarse. Aunque esto es un proceso que no sucede de la noche a la mañana, sino que transcurre en cientos y hasta miles de años.

Esta demora en su trabajo de vida es tal vez la que hace que los seres humanos muchas veces no lo tengan en cuenta como un ser natural, que hasta tiene alma, porque siente cuando le arrancan o le siembran un árbol, cuando es una o son muchas las vacas que lo pisan, cuando lo queman para cambiarle de cultivo, cuando lo rompen para extraerle el oro que guarda, cuando la lluvia le deja cicatrices o cuando el mismo clima se lo lleva poco a poco para trasladarlo a la orilla de un río.

Por dentro y por fueraAunque el suelo no es igual en todas partes, sí tiene una composición común, cuyo volumen y proporciones varían dependiendo de qué tan pobre o rico sea. En un suelo sano promedio, el 50% es espacios vacíos, poros; la mitad de ellos,

microporos, encargados de almacenar agua, y la otra mitad, poros grandes, responsables de la aireación. El otro 50% de lo que está por dentro corresponde a lo sólido; la mayor parte minerales, y la menor, materia orgánica.

Pero esa piel de la Tierra continúa siendo más de lo que tiene adentro, pues encima también hay una gran cantidad de seres vivos, incluyendo a los humanos, que desarrollan actividades como la agricultura, la ganadería y la minería, y han edificado sus hogares en veredas campesinas o en grandes ciudades.

Por eso el suelo lo es todo. Si muriera y aun permaneciera bajo los pies, el gran desierto que sería no permitiría la existencia de nada, pues aridez significa esterilidad, y esta es el fin de todas las especies.

Naturaleza para protegerPero así como el suelo da vida y produce sustento, la tarea del hombre consiste en cuidarlo, en prevenir procesos erosivos y en buscar la manera de que su verdor no se acabe con la gran cantidad de actividades que diariamente suceden sobre él.

Proteger el suelo es un asunto de ecología y seguridad, pues si las laderas y llanuras se quedan sin capa vegetal, no solo los ecosistemas cambian y pierden lo que albergan, sino que también se producen derrumbes que destruyen casas e infraestructuras, y la tierra misma es despojada de cualquier riqueza que permitiera sembrar y cosechar o criar ganado para comerciar y comer.

Para que el piso en el que andamos continúe vivo y siga siendo el sostén de la vida, como seres humanos debemos preguntarnos qué podemos hacer para no degradarlo y no destruir con él nuestro propio futuro.

Para hablar de suelosDegradación del suelo. Es la disminución de su capacidad para soportar vida, no solo la vegetal, que es la más aparente, sino también la de la microflora y de la fauna.

Densificación del suelo. A medida que el suelo se desgasta, los espacios vacíos que componen gran parte de él van disminuyendo y esto hace que no haya aireación ni sea posible la filtración del agua de las lluvias.

Desertificación. Es cuando una zona que naturalmente no posee las condiciones climáticas de un desierto, va tomando las características de este, principalmente debido a la pérdida de la capa vegetal.

Erosión. Es la pérdida de suelo en la superficie, por acción de la lluvia, el viento o cualquier tipo de agente capaz de arrastrar sus partículas. Cuando se pierden las coberturas vegetales, el suelo de las montañas y llanuras queda expuesto a la erosión.

Vocación o uso del suelo. Como no todos los suelos son iguales y tienen diferentes riquezas, hay unos que son adecuados para ciertas prácticas agropecuarias o tipos de minería, y otros que pueden destinarse para vivienda humana o para algún tipo de uso específico. Estudiar el suelo para saber qué conviene más en la producción es fundamental para protegerlo y no causar daños ni en el paisaje ni el ecosistema.

No es tierra inerte en la que solo se ponen los pies. Es un universo de millones de seres diminutos que dan vida

para garantizar la de todo lo que habita ene l planeta.

Por Liliana Salazar y Margarita IsazaAsesoría: Lilliam Gómez,[email protected]; Francisco [email protected]

El suelo, además de proveer de nutrientes a los seres vivos que habitan encima de él, constituye en sí mismo todo un ecosistema compuesto por microorganismos que viven en él y debajo de él.

El Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, y el Instituto Geográfico Agustín Codazzi declararon el 2009 como el Año Internacional de los Suelos en Colombia, lo que constituye un aporte para reflexionar sobre su degradación y establecer una legislación que lo proteja de la intensiva actividad humana.

3Nº 32 · Diciembre de 2009

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En el largo camino por la sobrevivencia, el suelo es el gestor del alimento. Las plantas que producen su propia energía necesitan de él para nutrirse y

multiplicar sus hojas, vainas y frutos, aquellos que continúan el ciclo al pasar por los organismos de vertebrados e invertebrados. Y así, en esta cadena alimenticia el suelo es mucho más que un eslabón, pues de él depende la producción de aquello que genera vida.

Por esto mismo puede decirse que un suelo degradado es aquel que tiene una capacidad reducida o nula para producir alimentos; de ahí que sea la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, la entidad encargada de alertar al mundo sobre los suelos empobrecidos que ponen en jaque la alimentación de todos los pueblos. Porque hay que decir que la piel del planeta no sólo se degrada por condiciones naturales como el clima o la geología, sino también por la acción humana que de mil formas la contamina, eleva su acidez, la saliniza, la deja sin protección vegetal y la usa exhaustivamente hasta quitarle sus nutrientes.

La mano del hombreDe acuerdo con la FAO, cerca del 22% de las tierras sujetas a degradación se encuentra en zonas muy áridas o zonas subhúmedas secas, mientras que el 78% está en regiones húmedas; esto significa, según el organismo, que la principal causa de la degradación del suelo es su mala gestión; gestión que sólo pertenece a los seres humanos. Las causas principales de la degradación de los suelos son las siguientes:

- Deforestación. Arrasar los bosques hace que los suelos transformen sus condiciones naturales convirtiéndolos en inestables. Al perder la protección de árboles y plantas, las montañas quedan expuestas a la erosión causada por el viento y el agua, la misma que hace desplazar sus partículas hasta los ríos y masas de agua.

- Pastoreo excesivo. Que el ganado camine y coma el pasto de monocultivo del suelo determina que desaparezca la yerba y además que la tierra bajo ella se compacte y sea incapaz de filtrar el agua de las lluvias.

- Prácticas de agricultura intensiva. El empleo intensivo de plaguicidas y fertilizantes químicos, el riego con agua de mala calidad o con exceso, el empleo de maquinaria pesada y la ausencia de medidas contra la erosión, entre muchas otras actividades, hace que el suelo se empobrezca y termine siendo inútil para cualquier cultivo o cría de animales.

- Actividades industriales. La minería de materiales preciosos y ordinarios, para el comercio o la construcción, obliga a la excavación del suelo; esto se traduce en un desbalance que termina cambiando su composición debido a la búsqueda finita de riquezas y en nombre del supuesto desarrollo.

- Poca planeación. El no estudiar ni conocer la vocación de terrenos específicos conlleva a que estos sean utilizados para procesos equivocados. Por ejemplo, construir una ciudad en los terrenos fértiles de un valle implica que se pierda una buena cantidad de tierra para la siembra exitosa de distintos cultivos.

Para revertir el malSegún Liliam Gómez, PhD en Etología, adscrita a CORANTIOQUIA, “el suelo es un recurso renovable, pero para formarse un centímetro cúbico de él se necesitan de cien a cuatrocientos años, y para que este pueda producir deben transcurrir de 3 mil a 12 mil años”. Esta es la principal razón para no dejar acabar el suelo que ya existe.

En esa tarea de reconstruir el suelo, la mejor vía es protegerlo y frenar su degradación hasta los límites posibles con los avances de las ciencias que aportan a la agroecología y a la innovación en infraestructuras de contención de laderas. Pero para cumplir esta tarea de devolverle al suelo sus propiedades físicas y químicas, la voluntad de gobiernos y ciudadanos es indispensable, pues las escasas leyes que existen, supeditadas más a convenios que a intervenciones, no tocan muchas veces el terreno de lo práctico, aquel en donde conviven el mundo diminuto de los organismos del suelo y el mundo gigante de campesinos, hacendados e industriales.

Francisco Leoz, ingeniero geólogo de CORANTIOQUIA, explica que en el proceso de detener la degradación, lo primero es tener conciencia de que ella existe; y para esto son indispensables estudios del suelo que evalúen si un terreno es o no capaz de producir algún alimento, por eso en la jurisdicción local se han adelantado diagnósticos para cada una de las Direcciones Territoriales, que han determinado las razones y los efectos del empobrecimiento del suelo. El paso siguiente es intervenir, pero para ello, de acuerdo con Leoz, “es necesario contar con el apoyo de instituciones nacionales —oficiales y privadas—, pues se requiere de mucho dinero y del consenso de leyes de ordenamiento territorial que permitan cada una de las intervenciones”.

Si bien hasta ahora se han recuperado zonas de varias subregiones que debían su empobrecimiento a las causas mencionadas anteriormente, el trabajo que falta es todavía mucho.

Por Liliana Salazar y Margarita IsazaAsesoría: Francisco Leoz, [email protected]; Lilliam Gómez, [email protected]

no hay alimentoSin suelo

Proteger los suelos del planeta es una tarea que no da espera, pues cada vez que un terreno se degrada, más seres vivos se quedan sin ecosistema y sin alimento.

A pesar de la determinación de los 193 países que han ratificado desde 1994 la Convención de Naciones Unidas para combatir la desertización, la degradación del suelo está empeorando.

Cerca de 1.500 millones de personas, un cuarto de la población mundial, dependen directamente de suelos sujetos a degradación.

El 15% de la superficie total de los suelos en todo el mundo ha sufrido daños debidos sobre todo a la erosión, la disminución de los nutrientes, la salinización y la compactación física.

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Por Diego Agudelo GómezAsesor: Nolberto Marín, [email protected]

La introducción de la Acacia mangium para recuperar suelos degradados por la minería es una experiencia pionera en el país cuyos resultados han rebasado las expectativas.

En el Bajo Cauca, por donde quiera que se mire, un árbol impone su presencia multitudinaria

rompiendo la monotonía de un paisaje que de otra forma sólo ofrecería a la vista cenicientos colores de aridez. Bordeando las carreteras, esparciéndose en los perímetros de los potreros, delineando los caminos hacia los ríos, pululando en plantaciones que poco a poco van ganando hectáreas al grado de conformar tupidos bosques, la Acacia mangium le da rienda suelta a su frondosidad. Es la reconquista de una tierra socavada durante años, de un territorio convertido en desierto.

La minería en esta zona de Antioquia no le ha dado descanso a los suelos. Si bien el oro se ha venido extrayendo hace tantos años que ya es inútil contarlos, la bonanza de los años setenta hizo que los terrenos fueran pisoteados por maquinarias pesadas y hordas de mineros que extraían todo lo que podían extraer y luego se iban, sin mirar atrás, con sus bolsillos llenos o vacíos, dejando su huella en la tierra removida, los profundos agujeros, las aguas contaminadas y una capa vegetal arrasada. La bonanza era más bien una fiebre y las secuelas estaban a simple vista: una tierra desnuda que moría a la luz del sol.

Las posibilidades para desarrollar cualquier actividad productiva en gran parte del territorio del Bajo Cauca se iban reduciendo cada vez más en un efecto inversamente proporcional; a mayor número de minas abiertas y territorios excavados, menor chance de hacer brotar de la tierra cualquier cosa que generara sustento para los seres humanos. Curiosamente, los altos precios del oro y las cantidades enormes de mineral que se arrancaban de los túneles y socavones

no se reflejaron en el desarrollo de la subregión y, al día de hoy, el Bajo Cauca sigue siendo un foco de pobreza en el departamento.

Del extranjero vino un barco…Si bien las alternativas para frenar el deterioro eran escasas, tampoco eran nulas y en 1995 surgió una idea que podía literalmente devolverle la vida a cada grano de tierra removida. Los expertos de CORANTIOQUIA se dieron a la tarea de buscar una especie vegetal que al ser introducida hiciera que los suelos recuperaran esa vida que repta y se arrastra y cava y entierra sus raíces a través de ellos. El grato descubrimiento fue la Acacia mangium. Y aunque pudieron buscarla en Australia, Papúa Nueva Guinea o las Islas Molucas, las primeras semillas fueron traídas de plantaciones panameñas.

Luego, CORANTIOQUIA persuadió a unos cuantos finqueros y hacendados, cuyas tierras presentaban un alto deterioro, para que permitieran establecer en ellas las plantaciones. Sin nada que perder, la mayoría accedió y la Acacia mangium echó permanentemente sus raíces en el Bajo Cauca antioqueño. El ingeniero forestal Nolberto Marín habla de este árbol como si estuviera mencionando un milagro: “La especie puede prosperar en suelos muy pobres, es de rápido crecimiento, soporta condiciones adversas y produce mucho follaje”. A los pocos meses de ser sembrada, la planta puede alcanzar la altura de las rodillas. Territorios cuyos colores no pasaban del gris o el marrón, se tiñeron en poco tiempo de verde brillante y ahora muchos predios intervenidos son impensables sin esa constante lluvia de hojas.

Bonanza verdeLas altas ramas de la Acacia mangium sueltan constantemente hojas y ramas que tapizan el suelo, se descomponen y lo nutren, aportando el sustento necesario para un ecosistema que se ha recuperado sorprendentemente. Pasados cuatro años de haber establecido las primeras colonias de acacia, se encontraron creciendo en el improvisado bosque más de setenta especies nativas que no se habían visto por la zona en veinte años. Las semillas que por algún hecho fortuito caían entre el follaje, sobrevivían al arrastre de los aguaceros gracias al colchón de hojas y, por supuesto, a este resultado se sumó la presencia cada vez más usual de aves, mamíferos, reptiles e invertebrados.

Es difícil determinar cuántas hectáreas del Bajo Cauca se han recuperado gracias a este árbol pero a ojo de buen cubero son aproximadamente 10 mil hectáreas en municipios como Cáceres, Tarazá o Caucasia, donde se encontraban los suelos más deteriorados. Y aunque el termómetro de estos tiempos muestra que la fiebre del oro sigue con su auge, alternativas como la siembra de Acacia mangium no sólo permiten amortiguar la contaminación de las aguas y propiciar microclimas beneficiosos para la fauna y los seres humanos, sino que se perfilan como una opción productiva que ofrece leña, madera, pulpa para la producción de papel y otras materias primas para el aprovechamiento.

Así, en el Bajo Cauca antioqueño el suelo antes removido y desertificado se toma un respiro para decir que continúa vivo.

contra la

fiebre del oroLa acacia 5Nº 32 · Diciembre de 2009

Si bien la acacia es una especie extranjera, el uso que se le ha dado en la región ha traído grandes beneficios para el suelo de la subregión.

En el Bajo Cauca antioqueño, 10 mil hectáreas de suelo han sido recuperadas gracias a la siembra de Acacia mangium.

Page 6: Ecodiversos No.32

Nuestro

En Antioquia la degradación del suelo tiene

diferentes causas y una única consecuencia: el

empobrecimiento de la Tierra.

En los municipios del Occidente, las condiciones

climáticas también afectan el suelo. En el bosque

seco tropical del cañón del río Cauca las laderas

carecen de cobertura vegetal y esto hace que la

tierra de las montañas se movilice hasta los cauces

y se deposite allí.

Necesitamos del aire y del agua, pero también de-pendemos de los suelos. Debajo de la tierra que pi-samos están los nutrientes que sustentan la vida en el planeta. Para que crezcan árboles, se alimenten los animales, los seres huma-nos se desarrollen, y, en fin, sucedan mil actos de sobrevivencia, el suelo ne-cesita estar sano, pues su degradación es degrada-ción para todos los seres del mundo.

En el Norte, en municipios como Toledo, San Andrés de

Cuerquia, Briceño y Valdivia, la degradación se produce

por fallas geológicas, lo que ha provocado un suelo

con características de erosión. En Santa Rosa de Osos y

Donmatías la productividad de la tierra se ha aumentado

a la fuerza con bioquímicos que agotan las propiedades

del suelo y acaban con los microorganismos que en él

viven.

En esta zona se presentan los denominados “desiertos

verdes”, que son grandes extensiones de terreno

dedicadas a la ganadería, en donde la producción en

serie de pastos afecta los ciclos naturales del suelo.

En el Suroeste, los cambios agresivos en los usos del suelo han desencadenado efectos devastadores. Inicialmente se talaron los bosques para cultivar café de una variedad, luego de otra, y finalmente se empezó a usar el terreno para potreros de ganadería. Estos cambios en la utilización del terreno, intercalados siempre con quemas que arrasan cualquier plantación, afectan considerablemente su estado.

En la región del Bajo Cauca se presenta una degradación

del suelo como consecuencia de la explotación de

minería de oro de aluvión que se viene realizando, desde

hace más de un siglo, en municipios como Caucasia,

Taraza, Zaragoza, Nechí y El Bagre. Esto ha generado

una pérdida de productividad del suelo.

En el caso del Valle de Aburrá,

se debe tener en cuenta que, si

bien el suelo no está produciendo

alimentos, está siendo usado en

dinámicas económicas y sociales

muy importantes, como el comercio

y la misma reproducción de la

vida. En las zonas rurales del Área

Metropolitana existen canteras,

en las que el suelo es abierto a

la fuerza para sacar materiales

de construcción que resultan

indispensables para el desarrollo

de las actividades humanas. La

regulación de esta explotación

es tarea urgente de autoridades,

empresarios y habitantes. En el Magdalena Medio es evidente la tala de bosques

para ampliar los potreros y destinarlos a la ganadería.

El pisoteo constante de los animales también ha hecho

que el suelo se densifique y se impida, en algunas

zonas, la filtración de aguas.

Page 7: Ecodiversos No.32

Métodos naturales - Mantener y reforestar los bosques, pastos y matorrales en las

orillas de los ríos y en las laderas. Esto implica evitar la quema de la vegetación. Al incendiar sistemáticamente la naturaleza verde, el suelo se va volviendo infértil, se deteriora el hábitat de la fauna y se expone la disposición de los recursos hídricos.

- Cultivar en surcos de contorno en las laderas y no en el sentido de la pendiente, porque de esta otra manera se favorece la erosión.

- Combinar las actividades agrícolas y pecuarias con la siembra de árboles como cercos y rompevientos.

- Dejar de lado el monocultivo para no empobrecer el suelo.

- Integrar materia orgánica al suelo, como los residuos de las cosechas, para así enriquecer sus agentes naturales.

Métodos artificiales- Levantar andenes o terrazas con plantas en los bordes.

- Construir zanjas de infiltración en las laderas para evitar la erosión en zonas con alta pendiente.

- Edificar defensas en las orillas de ríos y quebradas para evitar la erosión por el agua.

- Abonar el suelo adecuadamente para restituir los nutrientes extraídos por las cosechas. Esto implica evitar el uso exagerado de fertilizantes químicos para no mermar la microflora y microfauna del suelo.

Para protegerlo Podemos ayudar a la protección del suelo

con métodos naturales y artificiales.

El mundo delos pequeños

Al cuidar los suelos estamos preservando todo un ecosistema que vive allí. Desde la superficie, y en los primeros veinte o treinta centímetros bajo tierra hay un universo de vida: microorganismos, insectos y reptiles hacen de este su hogar.

Lombrices. Tienen una labor muy importante en el suelo, pues con sus movimientos remueven la tierra y la surcan permitiendo que se oxigene.

Milpiés. Son animales trituradores que se alimentan de hojas muertas para obtener sus nutrientes.

Hormigas. Ayudan al suelo por ser consumidoras de residuos y de materia muerta.

Ciliados. Son individuos microscópicos que ayudan a la descomposición de los organismos, convirtiendo su materia orgánica en sustancias para otros seres vivos.

Termitas. Transportan tierras profundas hasta la superficie, con lo que se mezclan los nutrientes del suelo.

Hongos. Contribuyen al equilibrio de los ciclos del suelo. Gracias a ellos, se producen nutrientes para las plantas, y en ocasiones evitan que ellas se enfermen.

Ácaros. Contribuyen al suelo al devolver con sus heces nutrientes a las raíces de las plantas, lo que ayuda a su crecimiento.

Page 8: Ecodiversos No.32

8

En un momento de zozobra Felipe de Bedout se agarró la cabeza con las manos, y cuando miró a

su alrededor se encontró con un caracol. Dejó de pensar en su angustia, y desde aquel día del año 2000, su atención se desvió hacia ese molusco. La curiosidad por el animal lo llevó a investigar. Conoció las propiedades regenerativas que tenía su baba y vio en eso un potencial negocio. Dos años después montó su empresa para la cría de caracoles en la vereda Pantanillo del corregimiento de Santa Elena. Pero en el empuje del negocio, Felipe descubrió que el asunto no era tan sencillo, porque el caracol resultó ser una plaga.

El Hélix aspersa, especie de caracol con la que trabaja Felipe, llegó a Colombia hace unos treinta años; y hoy, estudios científicos aseguran que se ha regado por más de la mitad del país. Los rumores dicen que los trajeron unos monjes europeos para su alimentación y que en un descuido los caracoles se escaparon. Su suerte hermafrodita les permitió reproducirse tan rápido que pronto ya había caracoles de jardín hasta en los patios de las casas. Hoy además de los “domésticos”, se ha generado toda una industria a su alrededor, sin que importe mucho que no sea una especie nativa, sino invasora y tenga la condición de reproducirse con facilidad, sin la intervención de la mano del hombre.

Como esta especie invasora existen otras en fauna y flora en Colombia: la trucha, la carpa, la rana toro, la hormiga loca, la jaiba, el mejillón, el retamo espinoso, el buchón, el ojo de poeta y el alga marina, son solo algunas de ellas. Y todas aunque han tenido una razón para llegar al país, sin un manejo adecuado han terminado causando uno que otro estrago.

El lugar donde Felipe cría los caracoles está dividido en jardines con cartuchos y platanillos. Un filtro verde lo cubre todo. Y están ellos: pegados a las flores, con su caparazón en espiral de tonos cafés y su cuerpo blando y alargado. El invernadero es su casa, el lugar donde permanecen casi toda su vida y son alimentados a base de concentrado y hortalizas. Los criados por este empresario son caracoles controlados, que no van por ahí reproduciéndose o comiéndose todo lo que hallan a su paso.

Porque eso es lo que hacen cuando están sueltos: comerse los cultivos y deteriorar los ecosistemas. Pero eso sucede

es aquí, porque en Europa, de donde son originarios, su ciclo de vida está controlado por las estaciones climáticas.

Según lo dice Juan Lázaro Toro, ingeniero forestal de CORANTIOQUIA, “Las especies invasoras compiten con las especies nativas y las excluyen de los ecosistemas, hacen que estas vayan decreciendo y pueden provocar su extinción”. La trucha, por ejemplo, acabó con el pez graso que sólo existía en la Laguna de Tota en Boyacá. La rana toro se está comiendo a otras ranas más pequeñas e insectos. El retamo espinoso, un arbusto enmarañado, está lleno de espinas, tiene una flor pequeña y amarilla, y no deja crecer hierbas ni otras plantas en sus contornos.

Después del invernadero donde habitan los productores de la baba que, por ahí dicen, lo cura todo, está el cuarto con las pilas, unos contenedores de vidrio por donde los caracoles pasan dos veces: cuando se aparean y cuando nacen. En una de las pilas están los caracoles grandes, varios de ellos apareándose: “hasta siete horas se pueden quedar así”, dice Yolanda Betancur, la operaria que los cuida. Ahí mismo hay un frasco con tierra donde hunden su cabeza y depositan los huevos. Luego, esos recipientes son puestos en otra pila de donde salen las primeras crías. En otra pila hay un montón de puntos pequeños pegados a los vidrios: “Esos son los caracoles bebés que cuando están grandes se llevan al invernadero”. En el cuarto hay una puerta que conduce al laboratorio donde solía extraerse la baba de caracol, pues hace mucho que permanece cerrado. La empresa de Felipe, entonces, tiene permiso para criar los animales, pero no para

comercializarlos, pues aún su legalización está en etapa de formulación. No hay que olvidar que se trata de un asunto complejo que puede determinar la desaparición de otras especies, si no se hace de una manera adecuada, así en las calles muchos vendedores ofrezcan a todo pulmón esta baba prohibida y, al parecer, milagrosa.

Felipe muestra sus caracoles porque son un ejemplo de cría controlada, pero él mismo reconoce que son moluscos territoriales y que por eso es mejor esperar a que la legislación haga la tarea de regular su venta. Hoy, la alerta está encendida, pues el caracol y las demás especies invasoras que habitan el país ponen en jaque a muchas especies nativas que tienen funciones específicas en sus ecosistemas.

Según los ministerios de Agricultura y de Ambiente, en el país solo se han otorgado 18 licencias para criar caracoles de tierra, pero se calcula que existen unos 13 mil helicultores más.

La baba de caracol es una secreción que produce el animal como mecanismo de defensa y es muy distinta al fluido que suelta cuando se desplaza.

El caracol de jardín no tiene la culpa de ser un invasor, pero es extranjero y sus condiciones adecuadas de vida están muy lejos de las tierras colombianas. Eso no sería problema si su frecuente reproducción y su voraz apetito no amenazaran la extinción de otras especies que sí son nativas.

Invasorespor accidente

Por Anamaría BedoyaAsesoría: Édgar Vélez, [email protected]

Es según como se le mire Las especies invasoras introducidas sin ningún tipo de precaución pueden ser nocivas para los ecosistemas; sin embargo, se debe tener en cuenta que, en países como Inglaterra, la biodiversidad existe gracias a especies que fueron introducidas por la mano del hombre. Si bien las especies extranjeras pueden generar problemas en el lugar a donde llegan, hay casos en los que ellas resultan benéficas para el ambiente, pues se convierten en solución de carencias específicas.

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Con el sabor del pasado

Dicen que recordar es vivir, pero en el municipio de Jardín es más que eso. Para la comunidad indígena de Karmatarrúa, el ayer trae consigo olores y sabores, que conforman su herencia culinaria.

Desde que era una niña, Estefanía Niaza, hoy de 56 años, supo que si quería tener una familia como

la de su mamá debía dejar de pensar en muñecas y en los juegos en el campo. Por eso, cuando apenas tenía diez años, la sacaron de la escuela y comenzó a jugar a ser grande; a hacer vasijas de barro, okamas (collares artesanales) y aretes que su mamá le enseñó. A partir de ese momento también conoció los secretos que despedía el fogón, los aromas del kamôte y la bêbolla que aspiraron sus antepasados y que se quedaron grabados no solo en su mente, sino también en su paladar. Ella siempre ha vivido en Cristianía o Karmatarrúa, que traducido al español quiere decir “la tierra de la pringamoza”, un lugar en el que los antiguos se salvaban de las enfermedades por cuenta de esa hierba bendita. Este resguardo indígena aparece diez minutos después de serpentear por el camino que comunica a Andes con Jardín, en el Suroeste antioqueño. Allí, las manos de sus habitantes Emberá Chamí, hombres y mujeres, hacen magia tanto en el taller de artesanías como en las cocinas donde todos comparten el sabor del maíz, del plátano, del pescado, de las yerbas sagradas y de aquello que bien sepa darles la tierra.

Estefanía Niaza se casó a los 14 años, pero desde mucho antes ya sabía cocinar, porque su gran preocupación, como la de todas las mujeres de Karmatarrúa, era conseguir un compañero y ser generosa al momento de darle descendencia.

Entre sus recuerdos está por ejemplo el día en que la sangre la convirtió en mujer. A Estefanía la encerraron, como lo mandaba la tradición, en un cuartico lleno de hojas de biao. Pasó allí horas y horas revolviendo una gran olla en la que flotaban una cabeza de marrano, pedazos de pezuña y troncos de plátano, que irían luego a alimentar a los testigos de este rito que celebra el momento en que las niñas pueden ya empezar a reproducirse. Apenas estuvo lista la receta, recuerda Estefanía, la llevaron a una quebrada para bañar sus rezagos de infancia y ver nacer allí a una mujer capaz de servir como lo manda la Ley Emberá. El ritual terminó con la imposición de una corona, con el maquillaje de su cuerpo y con un humeante tazón de sancocho, que prepararon exclusivamente para ella. “Me dijeron que para cuando estuviera más grande yo sabiera hacer muchas cosas, hacer comida, que sabiera trabajar”, dice y asegura que esta práctica no le tocó a ninguna de sus cinco hijas. En Karmatarrúa, la comida y la magia son ingredientes de una misma receta. Lo mismo ocurre en los resguardos Bernardino Panchí, de Pueblo Rico; Marcelino Tascón, de Valparaíso; Ermenegildo Chaquiama, de Ciudad Bolívar; y Miguel Cértiga, de Támesis. En todos ellos, CORANTIOQUIA adelanta un trabajo con el programa Red de Seguridad Alimentaria –ReSA–, de Acción Social, para encontrar los fragmentos de ese testamento ancestral que muchos paladares han olvidado.

Hace poco los Emberá Chamí iniciaron la cacería de ese tesoro y están desempolvando recuerdos propios y de sus antepasados para construir un recetario con los más exquisitos manjares, de esos que son para el diario o tal vez para días especiales como el que relató Estefanía, de modo que los jóvenes de la comunidad no sigan

adoptando las costumbres de los capunías, como ellos llaman a los colonos.

En esta búsqueda, don Luis Aníbal Niaza, quien tiene 77 años encima y es tío de Estefanía, se ha encontrado un espejo de su infancia. Con un dejo de nostalgia, y aclarando que de borracheras no sabe nada, cuenta que en la tierra de la pringamoza muchos disfrutaron del sabor agridulce de la chicha hecha a base de panela, cidra, yuca, ahuyama y chontaduro, producto que, además, servía como aceite. “Eran frutas jovencitas, de primer postura, que el hombre tumbaba en luna llena. A los quince días, tiraba esos trozos de chontaduro al suelo, los cogía y los sacudía, hasta que encontraba las bullas adentro. Ahí el hombre lo abría y sacaba unos gusanitos que metía a una olla grande; los cocinaba, les sacaba la cabecita y era puro líquido que lo aparaba en una vasijita. Ahí quedaba una cantidad de asaite para freír alguna cosa”, relata don Luis Aníbal, quien aprendió a cocinar no en el resguardo sino en el servicio militar. Bien lo anuncia un cartel al lado del camino: Karmatarrúa es un territorio para imaginar con las manos. Los Niaza no solo imaginan, sino que con ellas cocinan los más nutritivos secretos de su comunidad; secretos que tienen gusto a patâ, bê y iuka, como ellos mismos cuentan en embera bêdêa (voz emberá).

Así se llama la comida chamí Kamôte. Frijoles con maíz verde o chócoloMaturrusio. Sopa de maíz con pescadoBêbolla. Bollos de chócoloPatâ. PlátanoBê. Maíz Iuka. Yuca

Por Juan David MurilloAsesoría: Juliana Paniagua, [email protected]

Del proyecto Culinaria nativa hacen parte trescientas familias Emberá Chamí, de los cinco resguardos del suroeste antioqueño. La idea es contribuir a que mejoren los hábitos alimentarios y a identificar en la flora silvestre aquellos productos que pueden incluir en las recetas ancestrales.

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Por un y un trabajo

AMBIENTEDIGNOs

Vidrio, plástico, cartón, latas y otros residuos llenan a diario las bolsas y costales de muchas madres cabeza

de familia, ancianos, niños y, en general, población con poca escolaridad y sin acceso a otras posibilidades de empleo, que ven en la basura su única fuente de ingreso. Ellos, que generalmente madrugan a buscar en las canecas una opción para sobrevivir, realizan una de las tareas más importantes para cuidar el ambiente: reciclar para que otros puedan reutilizar.

Sin embargo, parecen invisibles entre los bultos que recogen bajo el sol, el agua, y casi siempre, en condiciones precarias: sin remuneración fija, sin ningún tipo de contrato ni de seguridad social que los proteja de los riesgos que trae consigo escarbar en las bolsas de basura.

Jairo Arango, profesional del Grupo de Residuos Sólidos de CORANTIOQUIA, considera que “en Colombia, el reciclaje es una práctica que se ejerce más por necesidad económica que por conciencia ambiental, y por ello, la labor del reciclador ha permanecido marginada e incluso asociada a la ilegalidad”. Según el profesional, esto sucede porque la gestión en torno al tema sigue siendo enfática en los rellenos sanitarios, y el reciclaje permanece como un asunto aislado sobre el que no hay suficiente normatividad para garantizar que quienes se dedican a él, lo vean como una opción laboral y no lleguen por azar al sistema productivo.

En el Suroeste antioqueño, una de las regiones con mayor receptividad para las actividades de minimización, reducción y aprovechamiento de los residuos, han comprendido que reciclar no sólo ayuda al medio ambiente, sino que puede convertirse en una tarea digna y rentable para quienes se acercan a la basura sin desdén.

Así surge Ecoregión, una propuesta organizativa que lidera un modelo de comercialización de reciclaje a gran escala al que pertenecen ya 16 municipios de la región, con el ánimo de acercar el oficio a la legalidad, fomentar dentro de las comunidades el hábito de separar los residuos y generar una estrategia de comercialización del reciclaje.

Aunque todos los municipios de la región cuentan con una solución de relleno sanitario para la disposición final, el modelo de Ecoregión se ha convertido en un proyecto replicable que cuenta hoy con 20 bodegas de reciclaje, 15 composteras, 22 grupos de trabajo de recicladores y el apoyo con recursos de los municipios asociados, CORANTIOQUIA y el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.

Una red incluyente y sostenibleDesde su comienzo en el 2002, Ecoregión decidió constituirse como una red de comercialización para la conectividad regional, promoviendo la cadena de reciclaje para los municipios del Suroeste. Con algo tan sencillo como asociarse, se eliminan intermediarios, se disminuyen costos de transporte y se les mejora las condiciones de trabajo a los recicladores, quienes a su vez son los que hacen que el modelo sea sostenible en el tiempo.

Por eso, el punto de partida y acopio de esa red está en Bolombolo, corregimiento de Venecia, que se encuentra ubicado a 70 km de Medellín y es paso obligado de casi todas las rutas que desde los municipios de la subregión se dirigen a la capital de Antioquia. Hoy, siete años después de haber comenzado este trabajo, han pasado por allí más de cinco mil toneladas de reciclaje, que se han convertido en materia prima de empresas como Peldar, Enka, Fibras Nacionales, entre otras. Por ejemplo, todo el vidrio que se recoge termina transformado, luego del proceso de reciclaje, en envases y otros nuevos productos que le devuelven su vida útil.

Así, lo que comienza en conciencia ambiental se convierte en un negocio que favorece a todos, porque los residuos dejan de contaminar y mejoran las condiciones de vida de quienes los recogen, separan y comercializan. Ahora, Ecoregión quiere cautivar a las personas que informalmente cumplen esta labor para optimizarla. Carolina Piza, integrante del Grupo de Residuos Sólidos, dice que esta iniciativa es atractiva “porque piensa en el factor humano”. De acuerdo con la ingeniera sanitaria, actualmente Ecoregión espera concretar una alianza con la Fundación Grupo Familia que apoye la labor social de la red, para que se consolide lo que hasta ahora se ha conseguido: extender las capacitaciones a los grupos familiares y estimular a la comunidad en el uso de residuos sólidos como materia prima de diversas creaciones artesanales.

Con este trabajo, entonces, se busca compensar con condiciones dignas de trabajo a esas personas que, quizás sin saberlo, contribuyen a la conservación de los ecosistemas y mejoran nuestra calidad de vida cada vez que rescatan bolsas, botellas y cartones para devolverlos al sistema productivo.

Por Isabel González RamírezAsesoría: Jairo Arango Paniagua, [email protected]

El Suroeste antioqueño tiene hoy un modelo de reciclaje que ha logrado

comercializar más de 5 mil toneladas de residuos y que le apuesta a

dignificar la labor de quienes se dedican a recolectar y separar las basuras.

En toda la región del Suroeste antioqueño se generan mensualmente 2.179 toneladas de residuos sólidos, de las cuales se comercializan 117 por mes.

Bolombolo, donde se encuentra el centro de acopio, está ubicado a orillas del río Cauca y su economía está basada en la

agricultura, la ganadería y el turismo.

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Mira el árbol que crece

La fenología es una ciencia que se convierte en arte cuando se descubre que la capacidad de observar la naturaleza contribuye al manejo de la flora y a la preservación de especies en vía de extinción.

Una brigada de cuatro auxiliares técnicos se prepara cada mes para realizar una labor especial y poco

conocida: conquistar las alturas de los árboles. La tarea no es sencilla. Equipados con un arnés, cuerdas, un casco y unas cuantas hojas de papel repletas de cuadros que parecieran incompresibles, se dirigen hacia una fracción de tierra en la que tienen identificados ciertos “individuos”, nombre que utilizan para referirse a los árboles. Estando allí, inician un proceso de escalado en el que es importante tener los sentidos despiertos para poder registrar detalle a detalle las características del tronco, las ramas, los frutos y las flores de las especies.

Ellos, junto con la ingeniera forestal Martha Ligia Gómez Restrepo, hacen parte del equipo de trabajo de la línea Conservación y manejo in situ y ex situ de especies forestales nativas de importancia económica y ecológica. A través de su labor, CORANTIOQUIA recopila progresivamente información sobre los eventos reproductivos de las especies, lo que se conoce como fenología y esos cuadros que antes parecían incomprensibles toman forma en sus manos y se convierten en el primer eslabón de una cadena de Conservación y manejo sostenible del bosque, la flora y la fauna.

La línea de conservación de especies forestales existe desde hace diez años en CORANTIOQUIA, por eso la entidad es considerada líder en estos estudios dentro del territorio nacional. Así mismo, Colombia es uno de los países de América Latina que mayor énfasis de trabajo ha puesto en la fenología de especies forestales nativas.

Pero, ¿qué es entonces la fenología? Martha dice que es la ciencia que estudia el comportamiento de los seres vivos a lo largo del tiempo. “Nosotros estamos concentrados en la fenología de árboles. Seleccionamos los individuos que queremos preservar en el campo, y luego los auxiliares empiezan a ir cada mes para observar el brote y la caída de las hojas; las flores que están en botón y las que están abiertas; y los frutos verdes y maduros”, dice. Esta observación se realiza con base en la metodología Fournier.

Los auxiliares saben que para conquistar las alturas, los árboles deben de estar sanos, pues un árbol enfermo no puede ingresar a las listas de estudio, ya que de ellos se recogerán las semillas y los frutos maduros que serán llevados a la Estación de Biodiversidad que tiene CORANTIOQUIA en la vereda Piedras Blancas. “Allá hacemos varias pruebas para determinar el peso, el contenido de humedad y la pureza de las semillas. Luego hacemos pruebas de germinación y de almacenamiento. La conservación es parte del proceso final”, cuenta Martha.

Además de su aplicación en la conservación de individuos, la fenología también es considerada importante, porque con la información que se recolecta del estudio de la planta pueden levantarse planes de manejo para las especies. De igual modo, estos estudios pueden asociarse al comportamiento de los animales que viven de lo que producen los árboles, así como determinar los calendarios de recolección de frutos y semillas, lo que es fundamental cuando se tiene en cuenta que esta observación ayuda a la preservación de las especies en tiempos en que la

reproducción de los árboles se está viendo afectada por fenómenos como el cambio climático.

La ingeniera forestal comenta que el aumento de la temperatura y de las lluvias ha afectado el crecimiento de las especies arbóreas. “Por ejemplo, en algunos individuos se han encontrado cambios en la época y frecuencia de floración y fructificación con respecto a lo reportado en años anteriores”.

Los estudios fenológicos, cuya historia data del siglo XVIII, se están enfrentando a varios problemas. Actualmente, CORANTIOQUIA centra su trabajo en especies que son maderables y que están siendo taladas con frecuencia, para así evitar su arrasamiento del planeta.

Las plántulas obtenidas de las especies que son preservadas por este grupo de expedicionarios son entregadas luego de su estudio a colegios y a entidades tanto oficiales como no gubernamentales, para que sean ejemplo y motivo de conciencia ambiental.

Hoy, como uno de los resultados de este trabajo, está en proceso la publicación de un libro en el cual se resume la fenología de cincuenta especies estudiadas, todo con el objetivo de integrar la investigación con la preservación, mirando siempre hacia un futuro donde sea posible soñar con las alturas de los árboles.

Por Perla ToroAsesoría: Juan Lázaro Toro, [email protected]

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En la actualidad, CORANTIOQUA prepara el lanzamiento de un libro que recoge la fenlogía de 50 especies forestales distribuidas en diferentes zonas de vida, y que se constituirá como una importante guía de trabajo en este campo.

La fenología utiliza conocimientos de la fisiología, la ecología y la climatología, y tiene aplicaciones en agricultura, ganadería, silvicultura y conservación de la naturaleza.

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un mundo de vida

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En el frasco de vidrio limpio y seco, echa la tierra sin llenarlo.

Coge las hormigas con mucho cuidado y mételas en el frasco.

Mezcla los trocitos de frutos y las hojas con la tierra.

Mezcla el agua con el azúcar y después rocía la tierra con ella (sin inundarla).

Tapa el frasco con la tela oscura, para que te quede bien cerrado, y hazle un nudito con la cabuya.

Observa detalladamente todo lo que empieza a suceder.

Ya sabes entonces lo importante que es el suelo para nuestras vidas, por eso escríbele una carta agradeciéndole todo lo que ella hace por ti.

Pasos:

Carta a la tierra

Los laberintos de las hormigas

Necesitas:• Un frasco de vidrio• Un pedazo de tela oscura• Un pedazo de cabuya• Un poco de tierra• Medio vaso de agua• Azúcar• Trocitos de frutas y hojas• Cuatro o cinco hormigas vivas

Las hormigas con suficiente oscuridad empiezan hacer su

trabajo, cuidadosamente se mueven y construyen su casa; en

el hormiguero forman caminos. Este es un pequeño ejemplo

de todo lo que está pasando debajo de tus pies.

¿En dónde estamos parados? En el suelo, una de las capitas que tiene la Tierra. Hace muchos siglos dijeron que su forma era redonda; estamos de pie en una bolita, y gracias a la fuerza de gravedad no nos caemos.

El suelo es una delgada capa que nos da la comida, tiene todos los nutrientes y componentes para hacer que allí sucedan procesos químicos y físicos ayudados por la luz y el agua. De ahí nacen frutos, vegetales, flores... Los organismos que habitan el suelo son los responsables de enriquecerlo.

Este mundo está poblado de numerosos animalitos, arenas, arcillas, minerales, rocas y piedras de diferentes calidades y formas… infinidad de pequeñas y grandes cosas que hacen de este mundo subterráneo un universo.

Quitar un pedazo de suelo es entonces modificar todo un ecosistema. Cuando le quitamos esta capa a la Tierra, ella se puede demorar muchos años en recuperarse.

¿Has puesto tu oído en el suelo y lo has escuchado? ¿Has visto sus texturas?

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Atención: Acabada la

observación, debes

devolver las hormigas a

la naturaleza, para que

continúen su vida

en un ambiente

natural.