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Lección IV LA IGLESIA DESDE EL VATICANO II No hay duda de que la realidad de la Iglesia fundada por Jesucristo es tan rica y compleja, que se escapa a cualquier definición o breve tratado. El Concilio Vaticano II nos presentó un rostro renovado de la Iglesia, partiendo de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Aunque haya una Constitución dogmática y una Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, no podríamos tener una imagen completa de ella si no tuviéramos presente también los otros documentos conciliares. Esto nos da una idea de lo difícil que es presentar en una lección la "Iglesia desde el Concilio Vaticano II". Nos limitaremos con decir algo de lo más importante. Descripción de la Iglesia Empecemos con una descripción que encontrarnos en el número 2 de la Constitución dogmática "Lumen Gentium": "El Padre estableció convocar a quienes creen en Cristo, en la santa Iglesia, que ya fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del 31

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Leccion 4 LA IGLESIA DESDE EL VATICANO IILeccion 5 RESUMEN HISTORICO DE LA IGLESIA

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Lección IV

LA IGLESIA DESDE EL VATICANO II No hay duda de que la realidad de la Iglesia fundada por Jesucristo es tan rica y compleja, que se escapa a cualquier definición o breve tratado. El Concilio Vaticano II nos presentó un rostro renovado de la Iglesia, partiendo de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Aunque haya una Constitución dogmática y una Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, no podríamos tener una imagen completa de ella si no tuviéramos presente también los otros documentos conciliares. Esto nos da una idea de lo difícil que es presentar en una lección la "Iglesia desde el Concilio Vaticano II". Nos limitaremos con decir algo de lo más importante. Descripción de la Iglesia  Empecemos con una descripción que encontrarnos en el número 2 de la Constitución dogmática "Lumen Gentium":  "El Padre estableció convocar a quienes creen en Cristo, en la santa Iglesia, que ya fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del

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pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los tiempos" (LG 2).

La primera parte de esta definición ya la hemos visto en las lecciones anteriores. La segunda parte nos manifiesta que toda la inspiración y la fuerza de la Iglesia está en la efusión del Espíritu Santo. Donde no sopla el Espíritu Santo, la comunidad está muerta. Pero, como hemos anotado, esta descripción no agota la rica realidad de la Iglesia. La misma constitución dogmática sobre la Iglesia nos presenta las diversas imágenes de ella y luego los componentes de toda la comunidad.

Imágenes Bíblicas de la Iglesia

Es una Iglesia animada por el Espíritu Santo y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, Los doce apóstoles son los servidores de la Palabra (Lc 1,2; He 6,4). Como apóstol, Pablo se ocupa "en el servicio del Señor" (He 23,1); habla de "el servicio" que yo he recibido del Señor; "dar testimonio de la buena noticia de la gracia de Dios" (He 20,24; 26,16).

Los apóstoles y los diáconos sufren persecuciones por la predicación. El libro de los Hechos está lleno de las amenazas, prisiones, flagelaciones y muertes sufridas por los pregoneros del evangelio (He 4,3.5.25-29; 5,17-18.26-28. 41-42; 6,11-15; 7,54.57-60; 13,50-52; 14,5; 15,26; 16, 19-24; 17,5-7).

Mediante la palabra de los apóstoles surge la Iglesia. Es su fuente y su fuerza interior permanente. Las personas se reúnen por la palabra y "escuchan" lo que ella dice (He 13,15ss).

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Vínculos estrechos unen a la Iglesia a aquellos que están bautizados, aunque no profesen íntegramente la fe o no comprendan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro; tales vínculos son la reverencia prestada a la Sagrada Escritura, la fe en Cristo, el bautismo y otros sacramentos, además de la comunión de oraciones y otros beneficios espirituales. Todos deben orar, esperar y trabajar por la unidad de todos los hombres (LG 15).

La Jerarquía Eclesiástica

El capítulo III nos habla de la constitución jerárquica de la Iglesia y particularmente del episcopado.

En la Iglesia, los ministros están revestidos de potestad sagrada para el servicio de los hermanos. Jesús ha enviado a los apóstoles, con Pedro como cabeza, y a sus sucesores los Obispos, quienes junto con el sucesor de Pedro gobiernan la Iglesia (LG 18).

El Papa es el principio y fundamento de la unidad total, así de los Obispos como de los fieles. Los Obispos gobiernan las Iglesias particulares a ellos confiadas como Vicarios y Legados de Cristo, con potestad propia ordinaria e inmediata, bajo la suprema autoridad del Romano Pontífice (LG 27).

Los primeros colaboradores del Obispo son los Sacerdotes, los cuales forman con él un único cuerpo sacerdotal, santifican y gobiernan la porción de la grey del Señor a ellos confiada bajo la autoridad del Obispo. Aun no teniendo la cima más alta del sacerdocio son, en virtud del sacramento

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del orden, Sacerdotes a imagen de Cristo, Sumo y eterno Sacerdote (LG 28).

En un grado inferior de la jerarquía están los diáconos, colaboradores de los Sacerdotes en la administración de algunos sacramentos y dedicados a los menesteres de la caridad y de la asistencia (LG 29).

Los Laicos en la Iglesia

En el capítulo IV encontrarnos explicado el papel de los laicos en la Iglesia.

Con el nombre de laicos se entienden todos aquellos fieles que, consagrados a Cristo con el bautismo, constituyen el Pueblo de Dios, partícipes del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo. Es propio de los laicos buscar el reino de Cristo, tratando las cosas temporales y ordenándolas a Dios (LG 31).

Los laicos están llamados a contribuir como miembros vivos, al incremento de la Iglesia. También pueden ser llamados a colaboraciones más específicas con el apostolado de la Jerarquía (LG 33).

Los laicos tienen el derecho de recibir los bienes espirituales de parte de sus pastores, así como el deber de respetarlos y obedecerlos, siguiendo sus directrices y orando por ellos (LG 37).

El capítulo V habla de la vocación de todos los miembros a la santidad. Cada cual, según los propios dones y funciones, puede progresar en la santidad, siguiendo a Cristo pobre,

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humilde, y cargando con la cruz, a la luz de la fe, de la esperanza y de la caridad.

La Presencia de los Religiosos

El siguiente capítulo está dedicado a otra porción del Pueblo de Dios: a los religiosos. Ellos profesan los consejos evangélicos de la castidad consagrada a Dios, de la pobreza y de la obediencia, los cuales la Iglesia ha recibido y conserva como un don divino (LG 43).

Los religiosos consagran su vida al bien de toda la Iglesia, la cual protege y sostiene la índole propia de los distintos institutos religiosos. Además, el estado religioso propone con eficacia, a la consideración de todos, los deberes de la vocación cristiana e imita la forma de vida elegida por el Hijo de Dios y continuada por la Iglesia (LG 44). Todos los religiosos deben poner sumo cuidado para que la Iglesia pueda presentar siempre mejor a Cristo a sus fieles y al mundo (LG 46).

La Iglesia Celestial

El capítulo VII trata el aspecto escatológico de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celestial. La Iglesia, a la que están llamados todos los hombres, sólo tendrá su plenitud en la gloria del cielo (LG 48). Ella ofrece a Dios sufragios por los difuntos y culto de veneración a los santos, especialmente a la Virgen María y a los ángeles,

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implorándoles la ayuda de su intercesión. Los santos, que tienen nuestra misma naturaleza, nos sirven de maestros en el camino a la santidad con su vida. El amor a los santos tiende a Cristo y termina en Cristo, que es corona de los santos (LG 50).

María Madre de la Iglesia

Un capítulo especial está dedicado a la Santísima Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia. Redimida en previsión de los méritos del Hijo de Dios, del cual es Madre, María es hija predilecta del Padre y Templo del Espíritu Santo. Aunque superior a todas las criaturas celestiales y terrenas, María está unida en la raza de Adán a todos los hombres, necesitados de salvación; sin embargo, como Madre de Cristo y de sus miembros, le es reconocido un puesto singular en la Iglesia, de la cual es figura (LG 53).

La Iglesia en Otros Documentos

He aquí en síntesis la doctrina de la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Vaticano II.

Pero como hemos dicho en un principio, y es necesario repetirlo, para comprender mejor lo que es la Iglesia, hay que tener presente los otros documentos conciliares. Aunque no nos es posible hacerlo en forma exhaustiva, conviene que toquemos solamente algunos puntos más sobresalientes. Sintetizando a lo máximo, podemos decir que el Concilio nos presenta una Iglesia que:

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a) Dialoga

Se trata de una actitud nueva sumamente evangélica de una Iglesia que percibe los logros y fracasos del mundo para leer en ellos los signos de los tiempos y buscar la respuesta inspirada. Toda la constitución pastoral "Gaudium et spes" pone a la Iglesia en un estado de diálogo.

b)Escucha Antes de ser maestra, la Iglesia escucha la Palabra de Dios. La constitución dogmática

sobre la divina revelación "Dei Verbum", elimina todo prejuicio en contra de la Biblia y demuestra la necesidad que hay de escuchar la Palabra de Dios. "Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza

de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual (DV 21). Es necesario tener presente que la misma Constitución dogmática une la Escritura con la Tradición: "La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia" (DV 10). El mismo número concluye: "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros" .

c) Ora y celebra Otra Constitución, la "Sacrosanctum Concilium" presenta a la Iglesia como una

comunidad orante. La oración oficial de la Iglesia se llama Liturgia. En ella "Cristo asocia consigo a su amadísima esposa la Iglesia". "Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia,

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con el mismo titulo y el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (SC7).

d) Evangeliza "Ad Gentes", decreto sobre las misiones, es uno de los más bellos documentos

conciliares. Aquí encontramos principios doctrinales y exhortaciones de gran importancia. El primer capítulo se abre afirmando categóricamente: "La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre" (AG 2).

En este decreto se habla específicamente de llevar el mensaje de salvación a los pueblos que no lo conocen, mediante la participación y empeño de toda la Iglesia: "Todos los fieles, como miembros de Cristo vivo, incorporados y asemejados a El por el Bautismo, por la Confirmación y por le Eucaristía, tienen el deber de cooperar a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a la plenitud" (AG 36).

Conclusión

Ciertamente estas ideas ayudan a tener un conocimiento más exacto de lo que es o debe ser la Iglesia. Pero, más que nada, nos animan a profundizar nuestro conocimiento mediante un estudio más detallado de los documentos conciliares. A nadie, de los que se sienten empeñados en la actividad apostólica, deben faltar estos documentos, para estudiarlos y consultarlos en su momento oportuno.

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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION

1.Es dificil resumir en una definición la realidad de la Iglesia. La Constitución dogmática Lumen Gentium nos da una descripción, que convendrá aprender de memoria.

2.Abundan las imágenes bíblicas, que sirven para comprender mejor la misión de la Iglesia. Refiéndose a las Iglesias que no viven en comunión con la católica, el Concilio exhorta a dar más importancia a lo que nos une, y a orar, esperar y trabajar por la unidad de todos los hombres.

3.Hablando de la jerarquía eclesiástica, el Concilio dice que "los ministros están revestidos de potestad sagrada para el servicio a los hermanos".

Al Papa lo define como "el principio y fundamento de la unidad total tanto de los obispos como de los fieles.

Los obispos son "vicarios y legados de Cristo" y los sacerdotes sus principales colaboradores”.

4.Los laicos son los fieles que, consagrados a Cristo por el bautismo, pertenecen al Pueblo de Dios, y participan del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo.

5.Dentro de la Iglesia los religiosos tienen un papel importante. Estos consagran su vida al bien

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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.)

de toda la Iglesia con su apostolado y su testimonio.

6.Un lugar importante ocupa en nuestra consideración la "Iglesia Celestial". A este propósito, un capítulo especial es dedicado a la Santísima Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia.

7.Teniendo presentes otros documentos, descubrimos a una Iglesia que dialoga, escucha, ora y evangeliza.

8.Es importante ponerse ante esta imagen que el Concilio nos presenta de la Iglesia para ver cómo sintonizamos con ella.

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Lección V

RESUMEN HISTORICO DE LA IGLESIA  El día de Pentecostés, la Iglesia fundada por Cristo inició su marcha en la historia de la humanidad. El libro de los Hechos y las cartas de los Apóstoles nos ofrecen datos suficientes para conocer la vida de casi todo el primer siglo. Otras fuentes completan estos informes, pero de una manera muy limitada.

La predicación de los apóstoles y sus seguidores invade la sociedad del Imperio Romano, haciendo mella en la vida de los humildes: mujeres, niños y esclavos. El mensaje evangélico tiende a ir contra la corriente. Rechaza una religión reservada a un pequeño número de iniciados. Sus exigencias morales se oponen al desprecio de los esclavos, al relajamiento sexual, al afán de lujo y del dinero, que marcan a menudo a la sociedad imperial. Esto nos explica el porqué de la lucha del imperio contra el cristianismo. Pero, las persecuciones no debilitaron la vida de la Iglesia, sino que la reforzaron con el testimonio de los mártires, cuya sangre es semilla de nuevos y valientes cristianos.

Por amor a la verdad, hay que decir que los dos primeros siglos no conocieron una persecución general ni una ley

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concreta relativa a los cristianos. Las persecuciones fueron locales y limitadas en el tiempo. El primer emperador que persiguió a los cristianos fue Nerón, quien en el año 64 condena a muerte a los que están en la capital, culpándoles injustamente del incendio de Roma. Los apóstoles Pedro y Pablo fueron víctimas de esta persecución. Luego siguen las persecuciones de Trajano (98-117), de Marco Aurelio (161-180), de Decio (249-251), de Valeriano (253-260). La última y más terrible persecución fue ordenada por Diocleciano y duró desde febrero del 303 hasta el 313. El número de cristianos alcanzaba ya en ese tiempo casi el 50% de la población El "edicto de Milán", firmado por Constantino y Licinio (313), pone fin a la persecución e inicia un largo tiempo de bonanza y hasta de favoritismo para el cristianismo.

Mirada Introspectiva

¿Cómo se fue desarrollando y estructurando la Iglesia en este tiempo? La proclamación de la fe en Jesús, el testimonio de vida y la enseñanza de la palabra de Dios están en primer plano. La edad posapostólica está penetrada profundamente por el valor santificador de la palabra y de la predicación que culminan con la celebración del Bautismo y de la Eucaristía.

Comunidades Paulinas

Las comunidades paulinas se nos presentan animadas más por la riqueza de los carismas que por formas jurídicas.

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En la primera carta a los Corintios leemos: "Ahora bien, vos otros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte. Y así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de constancia, de gobierno, de diversidad de lenguas" (1Co 12,27-28).

Como se puede ver de éste y de muchos otros textos, Pablo concibe la Iglesia como un organismo vivo y animado por los carismas del Espíritu Santo, no como una organización. El fervor de los recién convertidos facilitaba la acción del Espíritu de Cristo. Las comunidades eran activas, crecían y se multiplicaban.

No obstante, Pablo no lo dejaba todo a la acción de cada cual. Sentía la necesidad de discernir los carismas y de intervenir con autoridad para dar órdenes, que eran acatadas por la gran autoridad moral que le reconocían.

Con la desaparición de Pablo, estas comunidades necesitan algo más institucional para no desviarse del camino.

Primer Desarrollo

Los Hechos de los Apóstoles y las "cartas pastorales" nos hablan de obispos, presbíteros y diáconos. Los obispos eran elegidos por toda la comunidad o con su consentimiento. Pero, esta elección no era suficiente. Se necesitaba, además, la imposición de manos con la oración.

Desde finales del siglo II aparece la instrucción en común, que posteriormente daría origen al catecumenado.

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Nacen las escuelas de catequistas. La primera fue la de Alejandría, a la cual siguen las de Antioquía, Cesarea, Edesa, Jerusalén, Roma y Cartago.

El Bautismo se fija durante el II siglo en la fiesta de Pascua, después de una larga preparación. Según nos informa la Didaké (7) el bautismo se practicaba por inmersión, con el significado teológico de consepultura y conresurrección en nombre de Cristo.

Según la "Tradición de Hipólito" (inicios del III siglo) los adultos que recibían el bautismo eran recomendados por un padrino; los candidatos entran en el catecumenado, que duraba tres años, después de un examen de su conducta moral.

En la Iglesia todos son discípulos del Señor y hermanos entre sí. Sus responsables, que al principio se les llamaba apóstoles, profetas y doctores (Ef 4, 11-12), terminan por ser epíscopos (obispos), presbíteros y diáconos. La cabeza de todos es el Obispo. Todavía no se les llama Sacerdotes. Son ministros de Dios al servicio de la comunidad. Se subrayaba más lo que unía que lo que separaba a estos ministros de los demás cristianos.

Los laicos, hasta el siglo III, guardan y administran la Eucaristía y ejercen normalmente el ministerio de la educación de la fe; participan en las elecciones de los presbíteros y obispos y en la administración de los bienes eclesiásticos. En muchas diócesis existe para este fin un consejo de laicos, denominado seniores laici.

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La Figura del Obispo

Durante los siglos II y III se va marcando cada vez más la separación entre el "clero" y el pueblo. Es en este tiempo cuando la figura del Obispo destaca como la de un monarca, es decir, el único responsable de la Iglesia local. Son las cartas de san Ignacio de Antioquía las que nos presentan por primera vez esta imagen del Obispo. Los presbíteros están totalmente subordinados a él y en estrecha vinculación a su persona; los diáconos constituyen el tercer grado de participación en el ministerio eclesiástico.

En la carta escrita a los cristianos de Esmima, san Ignacio advierte: "Que nadie haga nada en la Iglesia sin contar con el Obispo; que únicamente se tenga como legitima la Eucaristía que se haga bajo la presidencia del Obispo o de aquel en quien haya delegado..., el que hace algo sin ponerlo al conocimiento del Obispo sirve al diablo" (8, 1; 9,1).

Es también san Ignacio de Antioquía quien usa por primera vez la expresión "Iglesia Católica".

Evidentemente, no se puede pensar que esta concepción de la Iglesia surge improvisamente, o es obra de san Ignacio. Es lógico que fue cuajando poco a poco y debido a que circunstancias históricas obligaron a llegar a una organización bien definida y más rígida.

Estas circunstancias parece haberlas creado los gnósticos del II y III siglo. Se trata de herejes que amalgamaban doctrinas judías y paganas con los dogmas cristianos. Aunque reconocían a Cristo como portador de la revelación, negaban su realidad histórica; negaban también la creación como obra

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de Dios mismo y rechazaban el Antiguo Testamento; anulaban la expectativa cristiana y la realización escatológica.

En la controversia con los gnósticos pasaba a primer plano el problema de señalar con claridad quiénes eran los auténticos portadores de la tradición apostólica. Era necesario demostrar la sucesión apostólica de cada Obispo, Este era el argumento principal de autenticidad de la doctrina. No se admitían novedades fantasiosas, sino apego a las enseñanzas de los apóstoles. Desde este momento los Obispos se llamarían "apostólicos". Ellos son la garantía de la auténtica doctrina cristiana y de la unidad de la fe entre las diferentes Iglesias.

Hacia el año 215, el presbítero romano Hipólito escribe una obra titulada "Tradición Apostólica" en la cual se legitima y se funda la diferencia entre el clero y el resto de los fieles. Los obispos, presbíteros y diáconos reciben, mediante la Imposición de manos, una capacidad especial de hacer ciertas cosas. Se considera como una clase escogida y consagrada por Dios para ejercer los diferentes ministerios eclesiásticos.

Esta obra de Hipólito es el primer ordenamiento de la Iglesia que se conoce.

El Sucesor de Pedro La historia nos enseña que Pedro fue a Roma, "capital del mundo" conocido, y murió mártir en la persecución de Nerón el año 64 d. C.

En la sucesión de Pedro juegan dos factores de gran importancia: el primado de este apóstol sobre los demás y la importancia de la sede de Roma. Estos dos elementos

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sirvieron para que los sucesores de los otros apóstoles miraran al Obispo de Roma como el mayor de todos. A él recurrían para resolver ciertos problemas o para escuchar una palabra definitiva sobre cuestión de fe.

Hacia el año 90 una penosa cuestión agitó a la Iglesia de Corinto. Entonces se recurrió a Clemente, Obispo de Roma, el cual intervino con una carta llena de autoridad.

"Aquellos que no estén dispuestos a obedecer caerán en grave pecado. Vosotros nos procuraréis alegrías y júbilo si obedeciendo a lo que nosotros os hemos escrito por el Espíritu Santo reprimiréis el ardor malo de vuestros resentimientos”.

De este modo se solucionó el conflicto.

Cuando el Papa Clemente escribió esta carta todavía vivía el apóstol Juan en la cercana ciudad de Efeso; estaban vivos muchos sucesores del apóstol Pablo, el evangelizador de Corinto. Sin embargo fue el Obispo de Roma el que intervino con autoridad. Durante muchos años se conservó esta carta del Papa, que era leída en las asambleas litúrgicas como un documento sagrado.

Tanto el Obispo de Roma como los demás teman conciencia de esta supremacía del sucesor de Pedro. El Papa san Dámaso I (366-384) decía: "La Iglesia de Roma ejerce su autoridad sobre los demás, no porque lo digan los concilios, sino por la palabra de Nuestro Señor y Salvador en el evangelio, pues a ella le concedió la primacía cuando dijo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Su sucesor, san Siricio (384-399) invita: "Sigan todos los sacerdotes esta norma del Papa si no quieren desviarse de aquel sólido fundamento sobre el cual Cristo fundó la Iglesia".

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Se hizo célebre la frase de san Agustín (354-430): "Roma locuta, causa soluta", que quiere decir: "Roma ha hablado, la cuestión se ha resuelto".

La elección del Papa, hasta final del siglo V, se hacía por el clero y el pueblo romano, pero desde principio del siglo VI empezaron a intervenir decididamente en su designación las autoridades civiles.

Época Patrística (ss. IV - VII)

Con el edicto de Milán (313) caen todos los obstáculos a la evangelización y encontrarnos cristianos entre magistrados, filósofos y gobernadores de provincia. Pero, al cesar la persecución disminuye el martirio y el testimonio; se dan conversiones masivas y se debilita la misión y el catecumenado; se erigen nuevos templos y aumenta la solemnidad en el culto; retrocede la participación del pueblo y cobra predominio el cuerpo sacerdotal. Además de todo eso, el Estado interviene en la vida de la Iglesia y ésta se convierte en soporte ideológico del Estado. En el año 380, con el emperador Teodosio, el cristianismo se convierte en religión de Estado.

Al lado de estos aspectos negativos de la época, encontramos la acción de los Padres, quienes combaten las herejías y exponen la doctrina de la salvación con profundidad, siguiendo las Sagradas Escrituras. Tanto en Oriente como en Occidente hay excelentes predicadores, cuyas homilías han llegado hasta nosotros.

Mientras dura la época patrística, el cristianismo tiene un sello misionero.

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Sin embargo, decae poco a poco el ministerio profético y la liturgia queda anclada desde el siglo VII en el latín, lengua que el pueblo ya no entiende; las insignias y gestos imperiales son apropiadas por los Obispos y el Papa, y las relaciones entre clero y laicos pierden su carácter religioso y adquieren un sello Jurídico.

Los Concilios de este período

Para contrarrestar las herejías que iban surgiendo se celebraron algunos concilios ecuménicos de trascendental importancia. He aquí un resumen:

1.El Concilio de Nicea (325) definió la doctrina sobre la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad el Hijo, el cual ha existido siempre desde toda la eternidad; es Igual al Padre. Los herejes que negaban esto eran los arrianos.

2.El Concilio I de Constantinopla (381) definió la doctrina sobre el Espíritu Santo, al declarar que es Dios, igual al Padre y al Hijo. Quienes negaban esta doctrina eran los macedonios. También este concilio rechazó a los apolinaristas que se resistían a aceptar el hecho de que Jesús fuese también hombre.

3.El Concilio de Efeso (431) definió la doctrina de que en Jesús, hombre y Dios, hay sólo una Persona divina y, por tanto, la Santísima Virgen no es sólo madre del cuerpo de Jesús, sino de su Persona y debe ser venerada con el título de Madre de Dios. Quienes negaban todo esto eran los nestorianos.

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4. El Concilio de Calcedonia (451) declaró que Jesucristo es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre. Fueron condenados los monofisistas, es decir los que admitían que en Cristo había solo la naturaleza divina, sin la humana.

Gracias a la celebración de estos concilios fue aclarándose la doctrina de la Iglesia. Todo esto fue fruto de un apasionado amor por la verdad en el cual sobresalieron algunos hombres excepcionales por su doctrina y su virtud, que Dios suscitó en su Iglesia. Recordemos algunos de ellos" san Atanasio de Alejandría, san Basilio, san Gregorio Nacianceno, san Ambrosio, san Agustín, san León Magno y san Dámaso. Sus escritos siguen orientando el pensamiento de los cristianos. A estos pastores, y a otros más se les conoce con el título de Padres de la Iglesia.

Época Medieval (ss. VIII-XV)

En este tiempo, la Iglesia sufre en la fe la crisis estructural de la sociedad contemporánea. En los nueve siglos que van del final del imperio romano hasta la aparición de los estados nacionales europeos, los pueblos nórdicos invaden el sur de Europa, cuya población es cristiana, destruyendo cuanto encontraban en su avance.

En 1054, por motivos más políticos que religiosos, la Iglesia sufre la ruptura conocida como el cisma de Oriente: la Iglesia ortodoxa de Constantinopla se separa de Roma.

Limitada la Iglesia al mundo occidental, el concepto de cristiandad tiene un matiz claramente estatal o imperial, es vivida a la vez como realidad eclesiológica y política.

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Hay dos autoridades que a veces se mezclan y a veces una logra el primado sobre la otra.

La lucha por la libertad de la Iglesia ocupa casi todo el pontificado de Gregorio VII (1073-1085) "El papado --afirma Y. Congar-- tuvo éxito en sus tentativas y consiguió una de sus victorias más trascendentales ... La Iglesia volvió a recuperar su singularidad como comunidad original, autónoma y plenamente espiritual".

Predomina en este tiempo la concepción de la Iglesia como institución sociológica, controlando el aspecto religioso y político de la sociedad. Esto se explica por la debilidad o incapacidad del poder político. Se consideran enemigos de la fe hacia afuera los musulmanes y hacia adentro los herejes; de ahí la Importancia que cobran las cruzadas y la inquisición.

A partir de Gregorio VII, se desarrolla una eclesiología del gobierno jerárquico y de la autoridad del Papa. Sólo el Romano Pontífice es considerado fuente de toda determinación de la vida del pueblo cristiano.

Bajo el aspecto pastoral, la predicación en este tiempo opera un cierto cambio: no se insiste en la importancia de la palabra, del Kerigma o de la fe. Esto se debe también a la mala preparación exegética del clero, elegido por los príncipes. La catequesis de adultos desaparece con el catecumenado. La fe se transmite de padres a hijos mediante unas prácticas religiosas y el aprendizaje de memoria de algunas fórmulas, como el credo, el padrenuestro y el decálogo.

La diócesis y la parroquia, más que campos de misión, son deseados como auténticos beneficios económicos.

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Un caso particular de reforma cristiana la encontrarnos en las órdenes mendicantes de Santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís. La inquisición nace hacia los años 1220-1230, con la idea de llevar a cabo una investigación (inquisitio) de los herejes para aplicarles el "castigo requerido". Vaciándose la cristiandad del sentido evangélico, recurre a estructuras represivas.

Época Moderna (ss. XVI • XVII)

Antes de que Lutero llevase a cabo en el s. XVI la reforma protestante, ya se había roto la unidad religiosa medieval.

El nuevo humanismo exalta al hombre, y el protestantismo de Lutero pone en crisis la necesidad y función del aparato institucional de la Iglesia. La eclesiología de la institución es sustituida por una eclesiología más espiritualista y personalista de la "sola fe", de la "sola palabra de Dios" y del "solo sacerdocio universal de los fieles". De este modo, la reforma protestante sitúa la palabra por encima del sacramento el sacerdocio de los fieles sobre el sacerdocio jerárquico y las iglesias locales en un plano superior a la Iglesia universalista de Roma.

Para dar una respuesta a las herejías de Lutero, la Iglesia se reúne en Concilio en Trento (1545-1563). Se intenta una revisión profunda de la doctrina y pastoral de la Iglesia. La eclesiología tridentina pone de relieve el aspecto institucional y visible de la Iglesia. San Roberto Bellarmino, quien es el

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más representativo de esta eclesiología, define así la Iglesia: "Es la sociedad de hombres unidos por la profesión de la verdadera fe, la comunión de los mismos sacramentos y bajo el gobierno de los legítimos pastores, principalmente del único vicario de Cristo sobre la tierra, el Romano Pontífice”.

Aquí no se habla de "Misterio de Salvación", debido a que la preocupación fundamental de la Iglesia en aquel tiempo era la respuesta a la protesta de Lutero. Por el mismo motivo, los Padres conciliares aconsejaban prudencia en la lectura de la Biblia y atención a la buena orientación de las devociones populares.

En el campo litúrgico se unifica el rito latino-romano con la publicación del Breviarium romanum (1568), el Missale romanum (1570), el Pontifical romanum (1596), el Caere moniale episcoparum (1600) y el Rituale romanum (1614). Se mantiene el latín frente a la decisión protestante de celebrar en la lengua del pueblo. En oposición a la espiritualidad de los reformadores, la pastoral católica gira en tomo a la presencia real del Santísimo Sacramento, la devoción a la Virgen, la Misa como sacrificio y el Sacerdocio jerárquico.

El concilio de Trento se preocupa de restaurar la misión pastoral espiritual del obispo, quien debe residir en su diócesis. Para los sacerdotes se fundan los seminarios diocesanos; se hace obligatoria la incardinación en una diócesis.

El principalísimo oficio de los obispos y sacerdotes es la predicación. La catequesis de los adultos se tiene normalmente el domingo por la tarde. La catequesis de los niños se da los domingos y días festivos.

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Época de la Ilustración y del Liberalismo (ss. XVIII • XIX)

Como hemos visto, la eclesiología postridentina se mueve, en primer lugar, en un clima de confrontación polémica con el protestantismo. Es una eclesiología de diferenciación más que de integración: la atención se centra en lo que separa y no en lo que une. No se desarrolla la dimensión hacia fuera en relación al mundo. Hay una oposición casi irreductible entre la Iglesia y el mundo, entendido como poderío y presencia del mal. Otro aspecto negativo que hay que destacar es que la eclesiología postridentina descuida situar a la Iglesia en la perspectiva de la historia de salvación. Por esta razón el pueblo desconoce la Biblia y no comprende la liturgia.

La Iglesia, que se confunde con la jerarquía, ejerce con fuerza la autoridad, y los seglares se limitan a obedecer.

La catequesis entra en el s. XVIII en una nueva fase, pero el interés se centra en la pedagogía, no en el contenido. En este tiempo de ilustración y racionalismo, el peligro inteleetualista es evidente, tanto en el catecismo como en teología. La liturgia queda estancada hasta la renovación benedictina de Solesmes. No sorprende, pues, que en este tiempo se predique durante toda la misa, salvo en el momento de la consagración.

Mientras el Estado es absolutista, los eclesiásticos se convierten en meros funcionarios religiosos al servicio del sistema dominante. Un retraso enorme se origina en la pastoral social al reducirse la moral a una cuestión individual.

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Después de la revolución francesa hay un intento de renovación eclesiástica y pastoral bajo la influencia del romanticismo, pero no progresa.

En el siglo XIX al debilitarse la influencia de la Iglesia en la sociedad secular, se buscan nuevos métodos pastorales mediante cofradías y asociaciones que se preocupan sólo de la vida espiritual.

Son pocos los que proponen soluciones sociales, hasta que León XIII, en 1892, publica la famosa encíclica Rerum Novarum.

La formación pastoral de los Sacerdotes es deficiente porque lo es su preparación teológica, basada en los manuales apologéticos. La Iglesia es estudiada en un tratado de derecho público-eclesiástico en el que sólo interviene la autoridad del magisterio, las leyes canónicas y la jerarquía.

Primera Mitad del Siglo XX

La renovación del pensamiento cristiano tiene sus inicios a fines del siglo pasado con la influencia de tres grandes teólogos: J. A. Mohler (1838), M. J. Scheeben (1888) y J. H. Newman (1890).

Entre 1880 Y 1900 empieza la renovación bíblica, litúrgica, patrística y social.

Pío X (1903-1914), al principio del siglo, sienta oficialmente las bases de la renovación eclesial con su expresión "revertimini ad fontes" (volvamos a las fuentes). Unos 15 años más tarde, el protestante Karl Barth pronuncia otra consigna

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no menos decisiva: "regressus ad verbum divinum" (regreso a la palabra divina). Los teólogos más notables de este siglo tienen sensibilidad pastoral, amor a la palabra de Dios y deseo de inculturación del Evangelio. Merecen ser recordados Y. Congar, Karl Rahner, M. D. Chenu, H. De Luboc. Estos y muchos otros fueron los que sembraron inquietud teológica antes del concilio Vaticano II y durante el mismo fueron los principales maestros. Pero el mérito principal de comprender la necesidad de un nuevo concilio y de iniciarlo se debe al Papa Juan XXIII.

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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION

1.El día de Pentecostés, la Iglesia inicia su marcha en la historia de la humanidad. La predicación de los apóstoles y sus seguidores invade la sociedad del

Imperio Romano, haciendo mella en la vida de los humildes.

2.Las comunidades paulinas se nos presentan animadas más por la riqueza de los carismas que por formas jurídicas.

3.Poco a poco se siente la necesidad de establecer normas para una mejor organización.

Al principio, los responsables, a quienes se les llamaba apóstoles, profetas y doctores (Ef 4,11-12) terminan por ser obispos, presbíteros y diáconos.

4.En tiempos de San Ignacio de Antioquía, el obispo adquiere gran importancia y es la autoridad máxima de la Iglesia local. Los laicos van, poco a poco, perdiendo fuerza.

5. Desde un principio, el sucesor de Pedro, obispo de Roma, es reconocido como jefe de los otros obispos.

Una carta del Papa Clemente (90 a. C.) documenta esa aceptación.

6. Gran importancia tienen los "Padres de la Iglesia" por su acción apostólica y por su doctrina. Fueron ellos …

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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.)

los que promovieron y animaron los principales concilios de la época: Nicea, Constantinopla, Efeso, Calcedonia.

7. En la época medieval predomina la concepción de la Iglesia como institución sociológica, controlando el aspecto religioso y político de la sociedad.

8. El nuevo humanismo del siglo XVI encuentra a la Iglesia débil de valores, y los ataques de Lutero la debilitan más, hasta llegar a la separación de grandes

masas. El Concilio de Trento procura curar las heridas que sufre la Iglesia.

9. Después del Concilio de Trento, la Iglesia vive en un clima de confrontación polémica con el protestantismo y de oposición con el mundo. Además, la Iglesia se confunde con la Jerarquía y ejerce con fuerza la

autoridad, mientras que los laicos se limitan a obedecer.

10. La primera mitad del siglo XX asienta, con Pío X, las bases para volver a los orígenes. Se siente la necesidad de renovar la Iglesia mediante un Concilio.

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