durruti en el laberinto- m amoros

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ANARQUISMO

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  • Miquel Amors

    Durruti en el laberinto

    Virus editorial

  • Ttulo:

    Durruti en el laberinto

    Maquetacin: Virus editorial

    Diseo de cubierta: Pilar Snchez Molina

    Primera edicin: abril de 2007 (Muturreko Burutazioak)

    Segunda edicin revisada y ampliada: noviembre de 2014

    ISBN-13: 978-84-92559-57-2

    Depsito legal: B-22883-2014

    - Esta licencia permite copiar, distribuir, exhibir e interpretar este texto, siempre y cuando se cumplan las siguientes condiciones:

    Autora-atribucin: se deber respetar la autora del texto y de su traduccin. Siem-pre habr de constar el nombre del autor/a y del traductor/a.No comercial: no se puede utilizar este trabajo con fines comerciales.No derivados: no se puede alterar, transformar, modificar o reconstruir este texto.Los trminos de esta licencia debern constar de una manera clara para cualquier uso o distribucin del texto.Estas conciciones slo se podrn alterar con el permiso expreso del autor/a.

    Este libro tiene una licencia Creative Commons Attribution-NoDerivs-NonCommercial. Para consultar las condiciones de esta licencia se puede visitar: http://creative com-mons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ o enviar una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbot Way, Stanford, California 94305, EEUU.

    2014 de la presente edicin, Virus editorial 2014 del texto, Miquel Amors

    Creative Commons

    LICENCIA CREATIVE COMMONSautora - no derivados - no comercial 1.0

    ndice

    Prefacio 7

    I Zaragoza 11

    II Huesca 47

    III Madrid con gobierno 81

    IV Madrid sin gobierno 105

    V Mosc 137

    VI Barcelona 163

    Mujeres Libres: Romance de Durruti, poema de Luca Snchez Saornil 195

    Bibliografa 198ndice onomstico 204

    Lallevir SL / VIRUS editorialC/ Junta de Comer, 18 baixos 08001 BarcelonaTlf. / Fax: 93 441 38 [email protected]

    Impreso en: Imprenta LUNA Muelle de la Merced, 3, 2. izq. 48003 Bilbao Tel.: 94 416 75 18 Fax.: 94 415 32 98 [email protected]

    www.viruseditorial.net www.viruslibreria.net

  • 7

    La historia de nuestra guerra civiL est llena de cuestiones cuya resolu-cin objetiva es una necesidad para aquellos que luchan contra la destruccin del conocimiento histrico emprendido desde el poder, porque la liquida- cin de la memoria histrica asociada al proletariado significara la eliminacin de toda perspectiva revolucionaria. La figura de Durruti, en tanto que perso-nificacin de la revolucin proletaria anarquista de 1936, concentr muchas de esas cuestiones, verdaderas heridas del movimiento libertario, que en su propio beneficio conviene mantener abiertas para hurgar en ellas. Si duelen, es signo de que sus ideas perviven. Esas ideas no tienen precio. Quienes tra-taron de venderlas, se vendieron slo a s mismos. El anarquismo o es radical o no es nada. Ah est la verdadera ortodoxia. Sin embargo, en los tiempos del espectculo y la cultura de masas, el pasado vendra a ser una mercanca moderna, consumible como cualquier otra; un objeto cultural de entrete-nimiento asequible en cuadernos coleccionables, DVD o series televisivas. La banda de historiadores de la universidad ya no tiene por funcin la falsifica-cin o la ocultacin del pasado, como hacan los estalinistas, sino su conver-sin en espectculo. El primer paso de esa preparacin para el consumo ha sido la museificacin; el segundo, la banalizacin. La historia para la pandilla universitaria sera un enorme panten de cadveres a los que se puede despe-dazar y analizar como se hara con las momias de Egipto. La distancia que nos separa de ellos debera ser tan fabulosa que nada hay que temer. El punto

  • Prefacio

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    Miquel Amors Durruti en el laberinto

    de vista forense certifica el lejano momento de la defuncin y despliega un abanico de hiptesis que escoger. Ese aspecto plural es el marchamo de la mercanca; en el espectculo importa poco la moraleja. El pasado se convierte en un recipiente de datos con el que construir una trama cualquiera. Podemos pasar entonces de la historia a la novela de detectives. Se trabaja para el olvido, pero de otra manera: si los historiadores estalinistas se servan antao del pre-sente para reescribir el pasado, los actuales expertos y folletineros se sirven del pasado para mistificar el presente. La historia-espectculo legitima la domi-nacin como si sta no tuviera que ver con aqul; embalsamando cadveres, el poder quiere mostrarse como el heredero legal de los vencidos y no como el vencedor de la vspera. Como buen usurpador, quiere que no se sepa que es un recin llegado, que su pasado es reciente, que prcticamente no tiene historia. Que est ah porque nadie se decide a echarlo. Un buen ejemplo ha sido el socialismo libertario que hace unos aos sac de la chistera el presidente de turno. La mercantilizacin espectacular de la Guerra Civil se correspondera con una prdida total del sentido histrico en las masas, vacas, embrutecidas y atemorizadas. No obstante dicha prdida no es completa y, por lo tanto, tiene remedio. Todava la historia no es de quien la manipula. Durruti morir slo si triunfa su mitificacin, de modo que su lugar real quede sin cubrir. El sentido verdadero de su vida y de su muerte ha quedado perfectamente plas-mado en las lneas que le dedic el escritor y anarquista Rodolfo Gonzlez Pacheco, que le conoci en Argentina y permaneci en Espaa durante la guerra civil revolucionaria:

    El anarquismo es, primero que todo, una posicin: el hombre libre. Por querer serlo es su lucha con el medio, mundo o trasmundo, metafsica o pre-juicio que le niegan o le oprimen. Su doctrina, el comunismo anarquista, es un sentido, no un tpico: un resplandor de su sangre y no una entelequia so-ciolgica. Est en ella y la milita y la vive, y se es su drama: que el impulso de su vida, poderosa o delicada, al expresarse en su accin, puede revelar, para unos, la huda imagen de un santo y, para otros, la enmaraada estampa de un bandido.

    ste es el hombre que an no ha captado la historia, ni intuido el arte, y a cuyo paso escupen o se hacen cruces los papanatas (los periodistas). De l, de

    su oscuro camino que, de tanto en vez, alumbra su odio al tirano o su amor al pueblo, no sabe ni siente nadie que no sea otro libertario. Como Reclus, el tierno, saba de Ravachol, el dinamitero.

    Y que lo ignoren tampoco importa. Y menos que nunca ahora, cuando ideas, sentimientos y adjetivos estn de vuelta hacia los instintos. Bueno o malo, vil o noble, no expresan nada. El burgus, con su cinismo, avergonz honra y deshonra. Han quedado las palabras; las cscaras de una pulpa que se ha volcado hacia adentro, a la raz de la especie. Mejor! De all volvern maana ms sabrosas y fragantes. Ms esenciales. Para esto es tambin la guerra con los dientes apretados y la esperanza del triunfo hasta en los gusanos de nuestros muertos.

    Durruti, santo o bandido, no es, jams fue, el real, el Durruti nuestro. Eso es caricatura o leyenda: las dos estampas barrocas tras de las que siempre estuvo, erguida en su tragedia o en su poema, la imagen militante del anar-quista. Y sta no la ve ni la capta nadie ms que nosotros.

    Ha muerto el hombre. Frente a su noble jornada, que no tuvo ms salario que el de su odio al tirano y su amor al pueblo, meditemos un momento: Qu fue Durruti?... Un compaero, cuyo vaco hay que cubrir como, a su tiempo, cubri l el de otro. Llorarlo sera llorarnos. Y ahora estamos en la hora de hacernos al rojo vivo; de que la sangre y las lgrimas se nos vuelquen hacia adentro, a la raz del coraje. En marcha! Avante!1

    1 Rodolfo Gonzlez Pacheco, Durruti, Carteles II, Editorial Nosotros, Valencia, 1937.

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    I. Zaragoza

    eL grupo nosotros Ascaso, Durruti, Garca Oliver, Jover, Sanz, Aure-lio, Ortiz y el Valencia desempe un papel de primera magnitud en la reorganizacin y orientacin de la CNT en Catalua desde finales de 1935. Sus miembros se prodigaron en mtines en contra de la pena de muerte y a favor de la amnista de los trabajadores presos desde el instante en que aqu-llos pudieron celebrarse. Frente a las elecciones de febrero, el grupo mantuvo una posicin tctica consistente en no hacer campaa abstencionista, pues lo principal no era votar, sino salir a la calle por si la derecha trataba de en-mendar su previsible derrota con una sublevacin, cuyo foco mayor estaba en el Protectorado de Marruecos. Una circular del Comit Nacional de la CNT, fechada en Zaragoza el 14 de febrero de 1936, alertaba de la militarada en ciernes y aconsejaba que all donde se manifiesten los legionarios de la tirana en insurreccin armada, se llegue sin vacilar a una inteligencia con los sectores antifascistas procurando enrgicamente que la prestacin defensiva de las masas derive por derroteros de verdadera revolucin social bajo los aus-picios del Comunismo Libertario. El C. N. de entonces tena claro que, si se declaraban las hostilidades, la democracia burguesa republicana sucumbira atrapada entre dos fuegos, el del proletariado y el de la reaccin:

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    Miquel Amors Durruti en el laberinto

    O fascismo o revolucin social. Vencer a aqul es obligacin de todo el proletariado y de los amantes de la libertad, con las armas en la mano; que la revolucin sea social y libertaria debe ser la ms profunda preocupacin de los confederados. De nuestra inteligencia, unidad de pensamiento y de accin, depende que seamos los inspiradores ms autorizados de las masas y que stas pongan en prctica modos de sociabilidad que conjuguen con el espritu de las ideas libertarias y sean ellas el valladar inexpugnable contra el instinto auto-ritario de blancos y rojos.1

    En la tribuna los oradores anarcosindicalistas indicaban a las masas obre-ras una y otra vez que votaran si queran pero que la solucin a su estado de-plorable no vendra de ningn Parlamento, sino de su propia accin manco-munada en la calle destruyendo la sociedad capitalista. Segn cuenta Garca Oliver, para el cual votar no infringa ningn principio, Durruti era partida-rio de llamar a la abstencin pero Ascaso, mejor sintonizado con la posicin del C. N., le hizo cambiar de idea. La frmula que utiliz fue la siguiente: Estamos ante la revolucin o la guerra civil. El obrero que vote y se quede tranquilamente en su casa, ser un contrarrevolucionario. Y el obrero que no vote y se quede tambin en su casa, ser otro contrarrevolucionario.2 Gan el Frente Popular y Buenaventura Durruti lleg incluso a decir en el mitin del Price de primeros de marzo que el triunfo de las izquierdas haba sido obra de la vigilancia preventiva de la CNT, cosa que molest a algunos anarquistas: Las palabras de Durruti parecen indicar que la Organizacin de Catalua habase convertido en aquellos das en escudero de la Esquerra catalana.3 Lo que preocupaba a la minora ortodoxa era menos la progresin del reformismo sindical que la tendencia a la bolchevizacin, es decir, la influencia creciente de Nosotros y en especial de Garca Oliver, quien se haba manifestado por la toma del poder y el ejercicio de gobierno en una conferencia dada en el Sindi-cato de la Madera. El asunto vena de lejos; ya cuando el grupo se llamaba Los Solidarios, Alfonso Miguel, uno de sus miembros, public un folleto

    1 Reproducido en Esfuerzo. Revista de divulgacin sociolgica, Montevideo, n. 8 y 9, agosto y septiembre de 1936.2 A. G. Gilabert, Un hroe del pueblo. Durruti, Ediciones CGT, Valparaso (Chile), 1938.3 Ms Lejos, n. 8, 28 de mayo de 1936. Dirigido por Eusebio Carb.

    donde hablaba sin ambages de la dictadura de la CNT, de la sustitucin de las masas por una organizacin especficamente revolucionaria y del ejrci-to revolucionario.4 Desde las pginas de Ms Lejos, los anarquistas puritanos quisieron debatir la cuestin enviando una encuesta con dos preguntas relati-vas al abstencionismo y una tercera que deca:

    Pueden los anarquistas, en virtud de tales o cuales circunstancias, y ven-ciendo todos los escrpulos, disponerse a la toma y al ejercicio transitorio del Poder, en cualquiera de sus formas, como medio de acelerar el ritmo de su marcha hacia la realizacin de la Anarqua?5

    El debate, en vsperas del Congreso de Zaragoza, no poda ser ms opor-tuno, mxime cuando Garca Oliver y Durruti haban chocado en el Sindica-to Textil y Fabril al discutir sobre el punto defensa de la revolucin. Oliver defenda la formacin de una organizacin militar, mientras que Durruti pro-pugnaba la creacin de guerrillas. Opinaba que el ejemplo del Ejrcito Rojo haba demostrado la facilidad con que las organizaciones se convierten en un poder separado de quienes lo engendraron; con la excusa de ganar la guerra, acabaran como el partido bolchevique, liquidando la revolucin. Durruti perdi el debate y sus compaeros presentaron en Zaragoza, en nombre del Sindicato Textil y Fabril de Barcelona, una propuesta sobre el ejrcito revolu-cionario que hizo saltar del asiento a ms de uno y que provoc el exabrupto de Mera: Que nos diga el compaero Garca Oliver de qu color quiere los entorchados!. Las escasas respuestas, con la excepcin de Berneri, fueron deprimentes: a problemas reales, los encuestados por ejemplo, Federica Montseny o Fontaura contestaban con tpicos de la ideologa crata. Los problemas prcticos de la revolucin espaola no parecan preocupar a casi nadie y por eso los miembros de Nosotros, que seguan prodigndose en m-tines de orientacin ideolgica, ganaban influencia en la CNT y la FAI, frente al conglomerado reformista de anarquistas doctrinarios y sindicalistas

    4 Alfonso Miguel, Todo el poder a los sindicatos, Editorial Realidades Revolucionarias, Bar ce-lona, 1932. Miguel no quiso formar parte de Nosotros por discrepancias con Durruti, segn Garca Oliver.5 Ms Lejos, n. 1, 9 de abril de 1936.

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    burcratas que mantena las riendas de la organizacin. Ante un previsible golpe de Estado de las fuerzas reaccionarias derrotadas electoralmente en fe-brero, el grupo Nosotros era el que ms empeo pona en plantear una res-puesta revolucionaria y en conseguir armas, pero a la hora de afrontar las consecuencias que podan derivarse a saber, la prctica del poder, no estaban todos de acuerdo.

    La cuestin del poder podra haber separado a Durruti de Garca Oliver y los dems, de no mediar Ascaso y de no tener el grupo el respaldo del prole-tariado barcelons y cataln. No se poda jugar con las expectativas levanta-das entre los obreros por su propia agitacin. Haba otros asuntos que los distanciaban, como la negativa de Garca Oliver a participar en la insurrec-cin de diciembre de 1933 y el papel de bombero que haba asumido desde entonces. La rivalidad exista. Recuerda Federica Montseny que

    ... la prestancia de Durruti, su gran vozarrn, su palabra sencilla y a todos asequible, ejercan una gran atraccin entre las masas. Garca Oliver estaba convencido de que l le superaba, pero los compaeros y el pueblo en general queran ms a Durruti, presintiendo, por instinto, la bondad de su corazn y la rectitud de su carcter.6

    Garca Oliver reprochaba a Durruti su apego a las masas obreras, su pre-disposicin a comunicar con ellas y decirles lo que queran or en lugar de llevarlas a su terreno. Eso tena su explicacin. Un texto debido seguramente a la pluma de Alaiz aporta argumentos:

    Nada le haca retroceder. Era la sencillez misma. Tena un don que a no pocos les haca titubear y al que atribuan virtudes casi milagrosas de capta-cin. No haba tales milagros. Lo esencial de su carcter era que quera con entero y sincero querer, ser asequible a todos, cordialmente acogedor siempre para camaradas y afines. No haba milagro sino curiosidad afectiva, anhelo fraternal, deseo de das y obras vibrantes.7

    6 Federica Montseny, Mis primeros cuarenta aos, Plaza y Jans, Barcelona, 1987.7 Acracia, rgano diario de la CNT y de la FAI de Lrida, 22 de noviembre de 1936.

    La impresin de Eleuterio Roig, uno de los fundadores de la Agrupacin Los Amigos de Durruti, que dara tanto que hablar a partir de mayo de 1937, podra completar el retrato:

    Todos recordamos su expresin vigorosa y punzante. Su voz y su gesto im-ponan respeto a sus enemigos. Con l no se atrevan. Jams se amilanaba ante nada ni ante nadie. El tono de su voz era siempre el mismo, vigoroso, retador, mordaz. Durruti era temido por sus enemigos y por qu no decirlo ido-latrado por el pueblo. ste se senta tan seguro y confiado a su sombra, que con l era capaz de acometer las empresas ms difciles y arriesgadas. Se agrupaba a su alrededor y le segua, seguro de la victoria. Y uno de los factores principa-les de la influencia que ejerca sobre las masas, indudablemente, era la valen-ta y firmeza que daba a su lenguaje cuando a ellas se diriga.8

    Garca Oliver, ms ponderado en el coraje y ms transigente con las ideas y los cargos, desconfiaba de las masas: Siempre he credo que son las mino-ras las que marcan el camino a seguir por las mayoras.9 Haba tratado con polticos cuando lo haba credo necesario, con los catalanistas en diversas ocasiones, o incluso con Lerroux en 1934. Dominaba su lenguaje y no se senta incmodo con ellos. Cuando se dio a conocer en los despachos y las salas de reuniones, sus virtudes ms ponderadas fueron la capacidad organi-zativa desde los despachos, el manejo elocuente del lugar comn poltico y el don de mando, que son las tpicas de un burcrata consumado.

    como era de esperar, el Gobierno del Frente Popular no puso en prctica su programa de reformas, en parte por ineptitud propia y en parte por oposicin cerrada de la burguesa. La sombra de la conspiracin clerical cuartelera se volva de nuevo visible y el 27 de junio el Comit Nacional de la CNT lanz

    8 Eleuterio Roig, Hablemos con firmeza, El Amigo del Pueblo, n. 2, 26 de mayo de 1937. Otros fundadores mencionados en este libro fueron Pablo Ruiz, Francisco Carreo, Progreso Rdenas y Jaime Balius.9 Fundacin Salvador Segu, Coleccin de Historia Oral. Juan Garca Oliver, Madrid, 1990. A Garca Oliver los anarquistas revolucionarios al final le consideraron un traidor y los otros, un eglatra autoritario, atributos que al parecer han de acompaar a todo anarquista moderno, tal como desea cierta ortodoxia de cartn.

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    desde Madrid un manifiesto Al Pueblo espaol. A los Confederados en gene-ral, propugnando, de acuerdo con lo acordado en el Congreso Extraordina-rio de Zaragoza, la Alianza Sindical Revolucionaria con la UGT para vencer al fascismo y abolir el capitalismo. Finalizaba as:

    Por encima de cuantos adobos pseudo-democrticos quieran hacerse, la verdad incontrovertible es que por las arterias de la vida espaola corren en sentido opuesto dos corrientes de lava ardiente. Una representa el crimen, la noche negra de la historia, el fascismo brutal y despiadado en una palabra. La otra, la nuestra, la vuestra, obreros sin pan y sin consuelo, es la que ha de li-berarnos si empuamos las armas con coraje, de la esclavitud ominosa del sa-lario y del Estado. Viva la accin revolucionaria de todos los trabajadores! Viva la CNT! Viva el Comunismo Libertario!10

    El manifiesto dejaba entrever un hecho comn en los medios confedera-les: los militantes llevaban meses preparndose, organizando grupos de de-fensa y recogiendo armas. Ms o menos por esas fechas, en Catalua el Co-mit de Defensa Confederal, dirigido por el grupo Nosotros, tom contacto con militares antifascistas como el capitn de aviacin Servando Meana, jefe de los Servicios de Informacin y Enlace de Orden Pblico. Durante el mes de julio, ste se encontraba todos los das en el Sindicato de la Piel con Du-rruti, Garca Oliver, Ascaso y con Jos Asens, secretario de la Federacin Local de Sindicatos de la CNT. Meana informaba de las reuniones de jefes conspiradores en los cuarteles, as como de la participacin de la Falange en el golpe de Estado. Se discuta sobre la conveniencia de que los Grupos de Defensa vigilaran los cuarteles para impedir la entrada de falangistas. El principal problema era que los obreros no tenan ni armas ni municin sufi-cientes para sostener la lucha demasiado tiempo. A fin de paliarlo, Meana prometi la entrega a la CNT de las armas que hubiera en el Gobierno Civil. El 15 de julio se celebr una reunin en casa del encargado del basurero del Prat de Llobregat, a la que tambin asistieron los militares Ponce de Len, Daz Sandino y Ramn Franco, el aviador. Ya se saba lo que suceda en

    10 Esfuerzo. Revista de divulgacin sociolgica, ob. cit.

    Marruecos y se habl de preparativos. La maana del 16, Companys solicit una entrevista con los responsables de la CNT. A tal fin fue nombrada una Comisin de Enlace formada por Santilln, Garca Oliver, Ascaso, Durruti y Asens, que se present en el Palau y entabl laboriosas negociaciones. La Comisin peda mil fusiles para los cuadros de defensa y el president no se avino hasta el final.11 Mientras tanto, ese mismo da, los grupos de la Barce-loneta, pertenecientes al Sindicato del Transporte Martimo, reunidos por Juan Yage, haban asaltado por su cuenta el barco Manuel Arns, llevndose unos ciento cincuenta fusiles que haba all almacenados. Al lugar, enviados por el coronel de la Guardia Civil Escofet, en nombre de la Generalitat, se presentaron los guardias de Asalto, a fin de recuperarlas. Segn un testimo-nio, Durruti, que estaba tambin presente, dijo a Vicente Prez, Combina, del Transporte: Buscadme una camioneta!. Y ste fue a buscar una de stas que hacen transporte de leche y todo, la meti, cargaron los fusiles, sali, se le dieron al Gobierno de la Generalidad cuatro o seis y lo dems se lo qued la organizacin.12 Lleg el 18 de julio y la actividad de Durruti, Garca Oli-ver y Ascaso era frentica: del Comit Regional al Sindicato de la Construc-cin, de la Federacin Local de Sants a la casa de los sindicatos de Sant An-dreu. En todos los locales los obreros pedan armas. Durruti, Garca Oliver y Asens se presentaron en el Gobierno Civil a por ellas, pero les fueron negadas por el consejero de Gobernacin de la Generalitat, Jos Mara Espaa, y por el coronel Escobar, comisario general de Orden Pblico, en nombre de Com-panys. Durruti dijo a los all presentes antes de salir dando un portazo: Lucharemos con las armas que poseemos, pero tengan bien presente que si la ocasin se presenta antes de ser vencidos vendremos aqu y seris nuestras ltimas vctimas. Por el pasillo apareci Meana y asumi la responsabili- dad de dar armas a la CNT. Subieron con un manojo de llaves a las habita-ciones de la azotea, y como las llaves no entraban en las cerraduras, Durruti, impaciente, rompi las puertas a golpes. Encontraron cajas con fusiles y las bajaron al patio, cargndolas en dos coches. Hicieron cuatro viajes al local del

    11 Diego Abad de Santilln, La revolucin y la guerra de Espaa, Ediciones Nervio, Buenos Aires, 1937.12 Entrevista de Hans Magnus Enzensberger con Eugenio Valdenebro, para El corto verano de la anarqua, en los papeles de Helmut Rdiger, IISG, msterdam.

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    Sindicato de la Construccin, en la calle Mercaders, y empezaron a armar a los compaeros.13 Asimismo Meana, desde Gobernacin, firm rdenes de incautacin de las armeras a Garca Oliver y dio rdenes de bombardear si era preciso a las tropas rebeldes de la base del Prat. A las tres de la maana del da 19 un camin con armas largas y cortas procedentes del barco Juan Sebas-tin Elcano par ante las puertas del Sindicato de Transportes, en la rambla de Santa Mnica. Durruti se puso a repartirlas. Como dato anecdtico, acer-t a pasar por all el diputado de Esquerra Josep Antoni Trabal, quien deso rientado por el inusual movimiento de taxis que observaba en las Ram-blas, se dirigi a l; Durruti le dijo que no se preocupara, que haba estallado un movimiento fascista y se disponan a combatirlo.14 Todava en el Palau, a las cinco de la madrugada, Durruti buscaba pistolas. En la puerta, una aglo-meracin de trabajadores cre tensin con los guardias de Asalto que custo-diaban la entrada. Durruti se vio obligado a salir al balcn para calmar los nimos y entonces se produjo una confraternizacin entre obreros y guardias, entregando stos sus pistolas. Durruti y los dems, con la excepcin de San-tilln, aprovecharon la situacin para abandonar el Palau. En esos momentos las tropas facciosas se disponan a salir a la calle. La CNT declaraba la huelga general revolucionaria

    El Comit de Defensa Confederal, establecido en la plaza del Arco del Teatro, coordinaba a bastantes grupos. Otros, como los de la Barceloneta, obraron por su cuenta. No se pudo impedir la salida de tropas del cuartel de Artillera, pero s se logr retener a las del cuartel de la avenida Icaria, evitn-dose adems que los soldados que bajaban por el Paralelo hicieran enlace con los del cuartel de Atarazanas. De eso se encargaron Ascaso, Garca Oliver, Ortiz, Jover y el Valencia, acompaados de numerosos proletarios. Durruti, Aurelio y Sanz, con los cuadros de defensa del centro, trataron de detener a los soldados en las Ramblas, peleando en la plaza Universidad y en la de Ca-talua, donde asaltaron el edificio de la Telefnica. En todos los lugares clave los obreros cenetistas levantaron barricadas y hostigaron con xito a la tropa alzada. A la medianoche, Durruti, muerto de cansancio, se dej caer por la sede del POUM que estaba ms a mano, cerca del puerto, para reponerse unas

    13 Jos Asens, Del sindicato al Comit de Milicias, memorias inditas facilitadas por Phil Casoar.14 El Movimiento en Barcelona, El Sol, Diario Independiente, Madrid, 21 de julio de 1936.

    pocas horas. Las cicatrices de su reciente operacin de hernia se hacan notar. Pronto estar en el Arco del Teatro para planificar los ltimos movimientos. El da 20 por la maana los atrincherados en el convento de las Carmelitas y en el Gobierno Militar se haban rendido. Con el asalto a las dependencias militares y al cuartel de Atarazanas, donde muri Francisco Ascaso, acabara la batalla de Barcelona. Tras conquistar el cuartel, Durruti y Garca Oliver enfilaron las Ramblas. Al mismo tiempo, el cuartel de Sant Andreu era toma-do por una muchedumbre obrera y sus depsitos de armas, repartidos entre los asaltantes, mientras que los obreros de Sants y Hospitalet se disponan a hacer lo propio con el cuartel de Pedralbes.

    taL como se haban desarroLLado Los acontecimientos, con Barcelona en manos del proletariado, el orden en la calle ya no poda ser restaurado sino mediante un acuerdo poltico de las instituciones autonmicas con la CNT y la FAI. Por eso, apenas terminados los combates callejeros, desde la Genera-litat salieron emisarios en busca de Durruti. Jordi Arquer se cruz con l en las Ramblas y le transmiti la solicitud. Si tenemos en cuenta el testimonio de Jos del Barrio, estalinista y secretario general de la UGT catalana, l y Ses fueron los primeros en hablar con Durruti y Garca Oliver el da 20 al medioda. Les propusieron la constitucin inmediata de un Comit Central de Milicias, cosa que Durruti aprob en lneas generales y Garca Oliver rechaz de plano y en bloque. Afirmaba que la contribucin de los partidos y fuerzas de orden al aplastamiento de los sublevados haba sido mnima y que la CNT se bastaba para seguir impulsando y dirigiendo la lucha hasta sus ltimas consecuencias revolucionarias. No obstante, quedaron en que una delegacin de la UGT y otra de la CNT discutiran a fondo el asunto esa misma noche.15 Tras ese breve intercambio de opiniones, Durruti se present en el Palau de la Generalitat acompaado de Ricardo Sanz y Garca Oliver, y el presidente Companys reconoci su triunfo y se puso a su disposicin de manera incondicional. El discurso de Companys les pill de sorpresa pues no tenan ninguna posicin preparada al respecto. Se anduvieron por las ramas, contestndole que confiaban en l y que esperaban que continuara en el cargo,

    15 Jos del Barrio, Memorias polticas y militares, Pasado y Presente, Barcelona, 2013.

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    pero que la decisin corresponda a la Organizacin.16 Debi de tratarse de una obra maestra de la oratoria poltica, en la que de modo convincente la burguesa catalanista se pona al servicio del proletariado, pues Garca Oliver qued impresionado. Como l mismo recordaba un ao despus:

    En aquellos momentos, Companys hablaba con una evidente sinceridad. Hombre dctil, y ms que dctil, realista, que viva profundamente la trage-dia de su pueblo salvado de la esclavitud secular por el esfuerzo anarquista, empleaba el lenguaje que exigan las circunstancias y se situaba a la dificilsi-ma altura de las mismas, en un gesto nico de dignidad y comprensin, de las que tan faltos han estado los polticos espaoles. Companys, sin cobrarle miedo a la Revolucin, pensando lgicamente que la propia Revolucin llegara a comprender lo posible y lo imposible de las circunstancias, hara un esfuerzo por situarse dignamente, como cataln que comprenda que haba sonado la gran hora para su pas, y como hombre de pensamiento liberal avanzadsimo, que no tema a las ms audaces realizaciones de tipo social, siempre que stas estuviesen fundamentadas en la realidad viva de las posibilidades.17

    Esa misma tarde del da 20 de julio, el presidente Companys, el persona- je de la entente cordial entre la revolucin proletaria y las instituciones que sta deba eliminar, modelo de la supervivencia de la poltica profesional en condiciones extremas, telefoneaba a la sede del Comit Regional de la CNT, en el local del Sindicato de la Construccin de la calle Mercaders. Una comi-sin formada por Asens, por el Comit Regional; Aurelio Fernndez, Durru-ti y Garca Oliver, por el Comit de Defensa; y Abad de Santilln, por el Comit Peninsular de la FAI se present en la Generalitat. Companys, sin fuerzas suficientes, sugera a la CNT la formacin de un organismo integrado por todos los partidos y las organizaciones antifascistas destinado a encauzar la vida poltica y a preparar milicias ciudadanas, cuyos representantes espera-ban en un saln contiguo. Segn Asens, los comisionados contestaron que

    16 Testimonios de Jordi Arquer y Ricardo Sanz recogidos por Ronald Fraser, Recurdalo t y recurdalo a otros. Historia oral de la guerra civil espaola, Editorial Crtica, Barcelona, 1979.17 Garca Oliver en el primer balance oficial de la obra de la CNT De julio a julio, Ediciones Fragua Social, Valencia, julio de 1937.

    en principio estamos de acuerdo en la creacin de un Comit de Milicias; no obstante debemos consultar a la base de la Organizacin Confederal. Acepta-mos la formacin del comit a condicin de que ste tenga la responsabilidad total de la direccin de la lucha.18 Volvieron donde el Comit Regional para rendir cuentas de su gestin y poco despus la CNT celebraba un Pleno Re-gional en la recin incautada Casa Camb para tomar acuerdos sobre la marcha y orientacin del movimiento contra el fascismo, donde se acept la sugerencia.19 Todava no se dispona de informacin suficiente como para hacerse una composicin de lugar y nadie habl de tomar el poder. El mismo Garca Oliver explicara a la perfeccin el significado de ese paso:

    La CNT y la FAI se decidieron por la colaboracin y la democracia, re-nunciando al totalitarismo revolucionario que haba de conducir al estrangu-lamiento de la Revolucin por la dictadura confederal y anarquista. Fiaban en la palabra y en la persona de un demcrata cataln y mantenan y soste-nan a Companys en la Presidencia de la Generalitat; aceptaban el Comit de Milicias y establecan una proporcionalidad representativa de fuerzas para integrarlo, que, aunque no justas se le asignaron a la UGT y Partido So-cialista, minoritarios en Catalua, iguales puestos que a la CNT y al Anar-quismo triunfantes suponan un sacrificio con vistas a conducir a los parti-dos dictatoriales por la senda de una colaboracin leal que no pudiese ser turbada por competencias suicidas.20

    A eso de las nueve Durruti y Garca Oliver (Ascaso acababa de morir) se presentaban en la Escuela Nutica para reunirse con los dirigentes de la UGT, acompaados por Prez Farrs, asesor militar de Companys, y por Jos Mara

    18 Asens, ob. cit.19 El Pleno viene anunciado en el nmero extraordinario y gratuito de Solidaridad Obrera del 21 de julio, confeccionado como el anterior casi ntegramente por Alejandro Gilabert y Jaime Balius. Asimismo, Mariano R. Vzquez, secretario del Comit Regional de la Confederaci Regional del Treball (CRT) de Catalua, lo afirma en su artculo retrospectivo en la compilacin De julio a julio. Ortiz tambin menciona el Pleno del da 20 en la entrevista que le hizo Juan Camp, el 5 de junio de 1995.20 J. Garca Oliver, El Comit Central de las Milicias Antifascistas, Solidaridad Obrera, 19 de julio de 1937. Casi todos los autores confunden el Pleno del 20 con el del 23. Abel Paz, por ejemplo.

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    Espaa, consejero de Gobernacin de la Generalitat. La CNT se inclinaba por el Comit Central de Milicias Antifascistas, pero hubo discrepancias en cuanto a la propuesta ugetista de ordenar a los jefes, oficiales y soldados que se quedaran en los cuarteles que se pusieran a disposicin del Comit. Durru-ti y Oliver eran en principio partidarios de vaciar los cuarteles y apoderarse de las armas para pertrechar las columnas milicianas, pero al amanecer llegaron a una solucin de compromiso: por la maana Durruti y Prez Farrs recorre-ran los cuarteles arengando a los militares leales para que se sumaran a la lucha, pero dndoles tambin la opcin de irse a casa.

    Al da siguiente, el 21 de julio, se constitua el Comit Central de Milicias Antifascistas y en ese preciso instante la contrarrevolucin asomaba la cabeza, pues fue creado el PSUC con la fusin del PCE, PSOE, USC y PCP. La Ko-mintern era contraria a tal unificacin, pero segn informaron sus agentes Luis (Codovila) y Daz: Los camaradas dicen que lo hicieron como un acto simblico, a fin de que resulte ms eficaz la lucha armada contra el fascismo, de presentar un slido frente contra el comportamiento de los anarquistas y, tambin, de dar un serio golpe a los trotskistas.21

    Apenas sentado Durruti en la sala del Club Nutico donde tenan lugar las reuniones del Comit de Milicias, tuvo que soportar la desagradable pre-sencia de Vidiella y de Miravitlles, dos profesionales de la poltica que ya ha-ban mostrado su catadura en otras ocasiones difamando cobardemente a la FAI. Por si fuera poco, Companys apareca cada dos por tres dando consejos, como si fueran pardillos. Cuando ste entraba los delegados de Esquerra se ponan de pie en seal de respeto y los dems les imitaban a regaadientes, menos los anarquistas, que permanecan sentados. Ese mismo da el president haba nombrado jefe de las milicias catalanas al comandante Enrique Prez Farrs (un oficial antiguo jefe de los Mossos dEsquadra), haba constituido un comit de enlace miliciano y haba tratado de concentrar en Barcelona al nico cuerpo de orden pblico que quedaba operativo, la Guardia Civil, con la excusa de que la permanencia de pequeas unidades en los pueblos no era segura. Ninguna de esas medidas prosper. Durruti, adivinando las intencio-nes que se desprendan de tales movimientos, dirigindose a Miravitlles y

    21 Carta a Mayor y Dios (Stalin), 30 de julio de 1936, en Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov, Espaa traicionada. Stalin y la guerra civil, Planeta, Barcelona, 2002.

    Tarradellas dej caer unas inquietantes palabras: Decidle a Companys que si vuelve a aparecer por aqu le llenar de balas.22

    Se conspiraba desde el mismo da 21 contra el poder conquistado por la CNT, pero dada la correlacin de fuerzas en aquellos momentos, nadie se atrevi a concretar demasiado las atribuciones del Comit de Milicias, que las absorbi todas.23 La direccin de la guerra caa bajo responsabilidad de Garca Oliver y la de milicias, bajo la de Abad de Santilln. Durruti qued al mando del Departamento de Transportes, mientras que Aurelio Fernndez y Asens se encargaban del de Seguridad. Durruti quiso salir de aquella trampa buro-crtica enseguida y, apenas se present ngel Estivill (socialista y fundador del PSUC) informando del peligro de un posible ataque fascista desde Ara-gn, se ofreci para dirigir la primera columna. Prez Farrs, comandante de artillera, sera nombrado su asesor tcnico militar. A Companys le pareci una idea excelente.

    ZaragoZa era La segunda capitaL anarquista y su cada en manos de los militares significaba un mazazo a las posibilidades de una revolucin liber-taria. El gobernador civil republicano se haba negado a armar a los obreros, pero stos, en lugar de acumular armas y organizar el asalto a los cuarteles, lo haban fiado todo a las negociaciones. El 19 de julio escasos efectivos del ejrcito ocuparon Zaragoza y proclamaron el estado de guerra. Los obreros respondieron con la huelga general y se replegaron a sus barriadas. Confiaban en su nmero y en los contactos de Miguel Abs con las autoridades, y no se prepararon para el combate como propugnaba Miguel Chueca. El 20 la Guardia Civil y la guardia de Asalto se adhirieron a la rebelin y, como con-secuencia directa, el poder cambi de manos. Con un total de 2500 hombres a los que se aadieron 2000 requets de Pamplona entrenados en Italia, el general Cabanellas dio cuenta de 30.000 afiliados cenetistas. El da 22 Garca Oliver realiz una llamada por la radio incitando, exigiendo, que los

    22 Testimonio de Miravitlles, en Fraser, ob. cit.23 Pons, responsable por ERC en el Departament de Milcies (o Comit de Milicias), acusaba a Vidiella de haber entregado por debilidad a Aurelio Fernndez el control del rden Pblico, y a Miravitlles, de permitir por el mismo motivo a los hombres de la FAI que campasen a su gusto en todos los departamentos. Joan Pons Garland, Un republic enmig de faistes, Edicions 62, Barcelona, 2008.

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    obreros de Zaragoza se arrojasen sobre el enemigo sin aguardar un minuto. Anunciaba el envo de una escuadrilla de aviones contra los cuarteles y la pronta llegada de Durruti y l mismo a la ciudad:

    Los militantes de la CNT y de la FAI han de cumplir en la hora presente. Emplead toda clase de recursos. No aguardis a que yo finalice mi discurso. Abandonad vuestras casas, quemad, destruid. Batid al fascismo.24

    Probablemente fue su mejor discurso, pero sirvi de poco; el fascismo triunf y conjur el peligro en Zaragoza con fusilamientos indiscriminados. Durruti, meses despus, todava se preguntaba cmo la Ucrania del anar-quismo espaol se rindi sin haber casi luchado. Un zaragozano fugitivo, barbero suyo en la crcel del Torrero, trataba de justificarse alegando que la ciudad haba estado durante los ltimos cinco aos en constante movilizacin revolucionaria con huelgas insurreccionales que dejaban un saldo muy eleva-do de vctimas y un debilitamiento difcil de reparar, y cuando ya llegado el momento de salir a la calle para hacer la revolucin de verdad, el pueblo, la clase trabajadora, no ha credo en sus dirigentes, algunos de los cuales, como Abs, haban tenido un comportamiento en el Comit de Defensa que haba dejado mucho que desear.25 Esa parlisis moral de los trabajadores zaragoza-nos en un momento decisivo fue fatal para ellos y para la revolucin, pues privara a los anarquistas de un importante bastin e inmovilizara a miles de ellos en el frente. Al da siguiente, 23 de julio, Durruti ocup un chal de la Bonanova para organizar su columna, adonde acudieron los primeros delega-dos obreros y el doctor Jos Santamara. Con Prez Farrs se dirigi despus a Pedralbes, al cuartel del Regimiento de Infantera de Alcntara, en poder de la CNT. Durruti habl a los soldados, dndoles la libertad de elegir entre irse con l o volver a casa. Los soldados contestaron que iran donde l les manda-se y, rpidamente, quedaron preparadas tres compaas de fusiles, dos de ametralladoras, dos secciones de caones y morteros y algunos carros blinda-dos. Centenares de obreros corrieron a los sindicatos o a los cuarteles para

    24 Solidaridad Obrera, 23 de julio de 1936. 25 Jusamar, Vida y muerte de un idealista, Tetragrama, Valencia, 1998. Memorias de Juan Sanz Martnez, empezadas a escribir en 1966 en Brasil.

    inscribirse en la columna, pero las armas de las dependencias militares de Sant Andreu no haban sido tan abundantes como se esperaba. Muchas se quedaran en la retaguardia en manos de los sindicatos, los grupos y las mili-cias de vigilancia, otras fueron enviadas a Valencia y el resto se repartieron entre todas las columnas.

    A fin de decidir la postura de la Organizacin en aquellos momentos cru-ciales, el Comit Regional de la CNT celebr da 23 un Pleno local y comar-cal en el edificio de la patronal de la Va Layetana, en lo sucesivo, Casa CNT-FAI. Las caras no eran las mismas que las que haban peleado hasta la extenuacin en las calles y plazas de Barcelona, y la euforia era diferente. La gloria del combate corresponda sin lugar a dudas al grupo Nosotros, pero los beneficios iban a repartirse entre todos. Como el grupo estaba tocado por la separacin de Durruti y su unilateral decisin de liberar Zaragoza, Garca Oliver se vio casi solo defendiendo el ir a por el todo, o sea, la toma del poder por la CNT imponiendo el comunismo libertario por la fuerza de las armas, aunque slo fuera en Catalua. Slo el maestro Jos Xena, delegado de la comarca del Bajo Llobregat, estuvo con l. La mayora estaba en contra, as que no hubo que votar. Tampoco Oliver quiso forzar el asunto. La CNT public con ms de un ao de retraso la posicin definitivamente adoptada:

    En este caso la Revolucin apareca de pronto al frente de los revoluciona-rios y les planteaba el problema de dirigirla y encauzarla, pero sin dejarles ver ni su profundidad ni su extensin. En aquellos momentos culminantes de la Revolucin, las circunstancias nos aconsejaron colaborar con los dems secto-res antifascistas.26

    El Pleno analiz la situacin y determin no hablar de comunismo liber-tario mientras no conquistramos la parte de Espaa que estaba en poder de

    26 Informe de la delegacin de la CNT al Congreso Extraordinario de la AIT y resoluciones del mismo. Diciembre 1937, editado por la Seccin de Informacin, Propaganda y Prensa, CNT, Comit Nacional, sin fecha pero de 1938. Los firmantes del informe, verdadera apologa de la colaboracin, fueron Marianet, David Antona, Horacio Martnez y Jos Xena! Dicho informe fecha la reunin el 21 de julio, pero Garca Oliver insisti siempre en que fue el 23, y el Informe del Comit Peninsular de la FAI al Movimiento Libertario Internacional, escrito en junio de 1937, as lo corrobora.

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    la faccin, puesto que la CNT rechazaba imponer su dictadura sobre los guardias y militantes de otros partidos [...] dictadura que por otra parte sera ahogada por el exterior aunque se impusiera en el interior.27 Las circunstan-cias se referan a la situacin incierta en la mayora de regiones, a la escasa influencia confederal en Madrid y, sobre todo, al temor de una intervencin extranjera. Gan la colaboracin propuesta por el prudente Santilln, con lo que colegimos que la renuncia a la revolucin fue el primer acto de poltica exterior de la CNT. Garca Oliver contaba con la desconfianza de anarquistas de todas las tendencias, especialmente con la de los idelogos del anarquismo sensato Marianet dixit, muy influyentes en la Organizacin. Me refiero lgicamente a Federica, Herrera y Santilln. Pero sus compaeros Ortiz, Jo-ver, Sanz o Aurelio Fernndez tampoco ayudaron con su silencio, y ms sor-prendente result todava su mansa aceptacin del cargo en el Comit de Milicias cuando el Pleno lo ratific. Ortiz aleg que no le gustaba el aspecto general de los asistentes y que no haba suficiente armamento para ir a por el todo,28 lo cual era falso, pues la toma de los cuarteles de Sant Andreu haba proporcionado quince mil fusiles a los anarcosindicalistas, convirtindoles de facto en la fuerza hegemnica en Catalua. A Peirats le dio la impresin de que la propuesta haba sido lanzada sin conviccin; como si Garca Oliver supiera que iba a ser rechazada. No crea en su sinceridad, ni le inspiraba confianza.29 Su trayectoria burocrtica al lado de sus contrincantes de aquel da y su posterior defensa extremista del Ejrcito y del Estado avalaran, si necesidad hubiere, sus sospechas.

    Por la tarde, el grupo Nosotros y sus allegados desfilaron por las Ramblas y la Va Layetana con los voluntarios que iban a liberar Zaragoza. Se ha ha-blado de millares, pero aquel atardecer solamente abandonaron Barcelona por la Diagonal los soldados del Regimiento de Infantera, el equipo sanitario y las primeras centurias organizadas. Esa misma noche hubo una ltima

    27 Informe de la delegacin de la CNT al Congreso Extraordinario de la AIT y resoluciones del mismo. Diciembre 1937, ob. cit.28 Jos Manuel Mrquez Rodrguez y Juan Jos Gallardo Romero, Ortiz, general sin dios ni amo, Hacer, Barcelona, 1999.29 Josep Alemany, Entrevista con Jos Peirats, Jos Peirats Valls. Historia contempornea del Movimiento Libertario, Revista Anthropos, n. 102, 1989. Tambin en Fundacin Salvador Segu, Coleccin de Historia Oral: El movimiento libertario en Espaa. Jos Peirats, Madrid, 1989.

    r eunin en casa de Jover, donde Garca Oliver expuso un proyecto de golpe de mano que consista en aprovechar la concentracin de la columna el da 24 para ocupar las sedes del poder, y Durruti explic sus reservas. A su entender haba que tomar Zaragoza primero para desencadenar la revolucin con ga-rantas de xito; con slo Catalua en poder de la CNT las posibilidades eran mnimas: En estos momentos, slo con Catalua como base de sustentacin, estaramos reducidos geogrficamente a la mnima expresin.30 Y aada: Cuando tomemos Zaragoza instauraremos el Comunismo Libertario. La reunin concluy framente. No fue una simple diferencia de pareceres o una confrontacin de estrategias dispares en el seno de un grupo. Era una ruptura definitiva. Puede que Durruti no creyera factible la propuesta de Garca Oli-ver tal como asegur, o quiz temiera que un Estado Mayor de la revolucin con aqul al frente llevara a destinos no deseados. El hecho es que el desacuer-do final entre los dos haba acabado con Nosotros y con la posibilidad de una lnea estratgica coherente en la CNT y la FAI. En adelante cada cual tendra que buscar su sitio en la guerra: Durruti pegando tiros en el frente, Garca Oliver moviendo los hilos en la retaguardia. El grupo no volvi a juntarse ms, ni siquiera durante el entierro de Francisco Ascaso.

    eL da 24, a Las 9.30, Durruti pronunci una alocucin al proletariado lla-mando a reconocer al Comit de Milicias, a organizar la defensa de las con-quistas obreras y a marchar hacia Zaragoza para aplastar al fascismo:

    En Aragn los compaeros, los trabajadores, son vctimas de las hordas fascistas, que se ensaan con el obrero. El proletariado cataln que siempre est alerta, que siempre ha vivido a la vanguardia de la libertad de Espaa, hoy ms que nunca debe escucharnos. Pero no creis que defendemos intereses personales, porque se trata del proletariado espaol, trabajadores, que no pue-den vivir otra vez aquello que todos hemos conocido, que nos ha hecho vivir la ms miserable de las vidas.

    Tenis un deber en estos momentos: concentraros en la calzada del Paseo de Gracia a las diez de la maana.

    30 Joan Sans Sicart, El dia de les sirenes, Pags Editors, Lrida, 2007.

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    Una advertencia, trabajadores de Barcelona todos, y en particular los de la Confederacin Nacional del Trabajo. Los puestos que han sido conquistados en Barcelona que no sean abandonados. La capital no debe ser abandonada. Tenis que permanecer ojo avizor, en guardia permanente, por si tuvisemos que responder a posibles acontecimientos. Trabajadores de la CNT: todos como un solo hombre debemos ir a ayudar a los camaradas de Aragn.31

    Durruti se dirigi despus al Sindicato de la Metalurgia y all fue entrevis-tado por el periodista canadiense Van Paassen. De toda la entrevista cabra sealar la contundencia en sealar el inters de todos los Estados en impedir que se desarrolle una revolucin libertaria en Espaa, incluido el propio Esta-do espaol y la misma patria del proletariado, la Unin Sovitica. Corrobo-raba pues que la influencia de Mosc entre los trabajadores espaoles era nula y que los comunistas rusos no tenan, por lo tanto, ninguna autoridad para hablar en nombre de aqullos:

    Nosotros luchamos no por el pueblo sino con el pueblo, es decir, por la revolu-cin dentro de la revolucin. Nosotros tenemos conciencia de que en esta lucha estamos solos, y de que no podemos contar nada ms que con nosotros mismos. Para nosotros no significa nada la existencia de una Unin Sovitica en una parte del mundo, porque sabamos de antemano cul era su actitud respecto a nuestra revolucin. Para la Unin Sovitica lo nico que cuenta es su tranquili-dad. Para gozar de esa tranquilidad, Stalin sacrific a los trabajadores alema-nes a la barbarie fascista. Antes fueron los obreros chinos los que resultaron vcti-mas de ese abandono. Hemos aprendido la leccin y deseamos llevar nuestra revolucin adelante, porque la queremos para hoy y no para despus de la prxi-ma guerra europea. Con nuestra actitud estamos dando ms quebraderos de ca-beza a Hitler y Mussolini que el Ejrcito Rojo, porque temen que sus pueblos, inspirndose en nosotros, se contagien y terminen con el fascismo en Alemania y en Italia. Pero ese temor tambin lo comparte Stalin, porque el triunfo de nuestra revolucin tiene que repercutir forzosamente en el pueblo ruso.32

    31 La Vanguardia, Barcelona, 25 de julio de 1936.32 Publicado en el Toronto Star, 18 de agosto de 1936. Reproducidas por Abel Paz, Durruti en la Revolucin espaola, Fundacin Anselmo Lorenzo, Madrid, 2001.

    Las declaraciones eran tan contundentes que Durruti pudo por ellas con-vertirse en objetivo que abatir por los soviticos.

    Por la maana, empez el multitudinario desfile. En cabeza iban, entre aplausos estruendosos del gento proletario, los camiones de la CNT-FAI, desde los que colgaban cintas rojas y negras. Al final, el gran coche abierto de Durruti y su Estado Mayor: Los milicianos tenan que estar apostados en los estribos del coche para impedir que la masa lo arrollara en su fervoroso deseo de ver una vez ms a Durruti.33 No todo el mundo parti inmediata-mente; solamente unos mil quinientos milicianos y unas cuantas docenas de milicianas marcharon con Durruti hacia Lrida, dentro de una treintena de autocares y sesenta camiones, seguidos de una quincena de ambulancias y varios vehculos cargados con provisiones, agua, combustible, municiones y piezas de artillera. El grito de A Zaragoza! era general, aunque nadie conoca la situacin de los pueblos que jalonaban la ruta. Cada cual llevaba la comida que el pueblo de Barcelona haba llevado al desfile, una manta, menos de la mitad un fusil y una caja de municin, pero nada ms. La mayora nun-ca haba tenido un arma en las manos. Los que haban hecho el servicio mili-tar explicaron el manejo del fusil y eso fue todo. Las dems columnas no disponan del transporte adecuado y debieron que ir en tren. Acompaando a Durruti iban Yoldi, Esplugas, Ruano, Ballano, Mira, Ros, Ars, Campn, el sargento Manzana, el capitn Ramos, Libertad Rdenas, su hermano Progre-so, Carreo y Pablo Ruiz, y tambin una compaa de guardias civiles bajo el mando del teniente Pedro Garrido. Durruti haba dicho a uno de los guar-dias: Si triunfamos nosotros, no habr Guardia Civil ni guardia de Asalto, sino solamente obreros.34 Al da siguiente tenan que partir unos setecientos milicianos con Prez Farrs. Testimonia Santilln la espontaneidad creadora de las masas obreras revolucionarias, puesto que unas horas antes no hu-biramos sabido asegurar de dnde iban a salir los milicianos, ni las armas ni los medios de transporte; pero las armas, los milicianos y los medios de

    33 Traduccin indita de Bakom Barcelonas barrikader (Tras las barricadas de Barcelona), editada en Suecia por Federativs a finales de 1936. El autor era Axel sterberg, miembro de la organizacin juvenil libertaria SUF y testigo ocasional de los hechos.34 Jos Colera, La guerre dEspagne vue de Barcelone. Memoires dun garde civil rpublicain 36-39, ditions du Cygne, 2008.

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    transporte salieron en direccin Zaragoza el da y la hora fijados por el Comi-t de Milicias.35 No obstante, todo tiene su contrapartida: la impericia de los improvisados conductores dej sembrado el camino de vehculos averiados. Y en cuanto a las armas, demasiadas haban quedado en la retaguardia o se ha-ban repartido entre las restantes fuerzas; Durruti contaba, para una columna de tres mil mi licianos previstos, con doce piezas de artillera, diecisis ametra-lladoras, nueve morteros y solamente mil fusiles. Por consiguiente, ms de la mitad de los efectivos iban desarmados. En los das sucesivos salieron las de-ms columnas con la idea de alcanzar sus respectivos objetivos militares y confluir con Durruti en Zaragoza. Fue entonces cuando los dirigentes de la CNT mostraron un mezquino apego a los cargos recin conquistados, snto-ma del inicio de la burocratizacin orgnica:

    Ya al partir la segunda columna para Aragn [la de Ortiz] chocamos con la interpretacin de algunos militantes ms destacados de las propias organi-zaciones libertarias. Mientras nosotros [el Comit Peninsular de la FAI] sos-tenamos que los compaeros de ms capacidad y popularidad deban partir para el frente al mando de las centurias, batallones y columnas, se impuso el criterio de que haba que conservar para la posguerra a los militantes ms destacados [...] Veamos que primaba el propsito del reparto de la piel del oso, antes de darle caza.36

    Viniendo esta afirmacin de uno de los que participaron en el reparto, lo ms probable es que se tratase de una maniobra de un sector dirigente, el que encabezaban Santilln y Federica, contra otro, el de Garca Oliver. ste pica-ra el anzuelo pues el 25 de agosto march hacia el frente con la Columna Los Aguiluchos, olvidando dimitir de sus cargos en el Comit de Milicias. Nada ms llegar, dej la columna a Jover, Garca Vivancos y el Valencia, para regre-sar a retaguardia al recibir un apremiante escrito de Marianet, el secretario del Comit Regional, indicndole que aquello, con Santilln va al caos.37 En realidad, la CNT y la FAI batallaron porque los dirigentes permanecieran

    35 Abad de Santilln, ob. cit.36 Abad de Santilln, Por qu perdimos la guerra, Plaza y Jans, Barcelona, 1977.37 Juan Garca Oliver, El eco de los pasos, Ruedo Ibrico, Pars, 1978.

    en retaguardia para organizar la produccin y fortalecer las estructuras org-nicas para conseguir un rendimiento poltico ptimo. se fue el gran argu-mento que se esgrimi a favor de la movilizacin de quintas primero, y del ejrcito regular despus.

    eL primer contingente de La coLumna durruti lleg a Lrida el da 25 de julio de buena madrugada. All los milicianos fueron informados de que los fascistas y la Guardia Civil se haban adueado de Caspe, por lo que algunos se dirigieron a aquella ciudad. A cuatro kilmetros de ella, en el puente de entrada, tropezaron con los guardias civiles insurrectos de Bujaraloz, que se desplazaban en el autocar de lnea Bujaraloz-Zaragoza-Villalba que haban requisado.38 En el mismo puente libraron enrgica batalla, usando los blinda-dos y la artillera. Los guardias y fascistas que les acompaaban se retiraron al interior de Caspe con muchas bajas.39 El mismo da sali de Lrida para Caspe la Columna Mixta de soldados y obreros Hilario-Zamora, que reforz el destacamento durrutista, mientras la aviacin sobrevolaba la ciudad. Los socorros fascistas se quedaron en Escatrn y, a media maana, se rindieron los alzados.40 En Lrida se nombraron delegados y se organizaron grupos, centu-rias y secciones. Tambin se recogieron armas, que no vinieron mal.41 Desde

    38 Relato del chofer en Crnicas de la lucha antifascista. En el frente aragons, La Vanguardia, 18 de agosto de 1936.39 Aunque en El Frente de Aragn (Zaragoza, 2007) el historiador Jos Mara Moya se empecina en negar ese dato, nosotros podemos aportar el testimonio de Jos Mira, del Comit de Guerra de la columna, que seala adems a su compaero Mario, herido en el pulmn, en Guerrilleros Confederales. Un hombre: Durruti (Servicio de propaganda y prensa de la CNT, Barcelona, 1937). Tambin contamos con los testimonios de los milicianos Manuel Cruz y Enric Cassanyes, recogidos en Jordi Camps y Emili Olcina, Les milcies catalanes al Front dArag, Laertes, Barcelona, 2006. 40 Jos Manuel Martnez Bande, La Invasin de Aragn y el desembarco en Mallorca, SHM, editorial San Martn, Madrid, 1970. La toma de Caspe fue relatada por Alfonso Martnez Rizo en Solidaridad Obrera, 31 de julio de 1936.41 Lrida nos acogi con cario y alegra. Nuestra presencia bast para acelerar la incgnita de algunos militares que an permanecan en una posicin borrosa. Durruti, Farrs, Ballano, Ca-rreo, el compaero que ms tarde fue alcalde de Lrida y yo subimos al castillo. Esta visita y la correspondiente gestin hicieron que el ambiente se normalizara y las cosas quedasen en su ver-dadero lugar. All recogimos algunos fusiles ametralladores y rpidamente, gracias a las lecciones de un sargento, aprendimos a manejar; y se reemprendi la marcha hacia al frontera aragonesa. Joaqun Ascaso, Memorias (1936-1938). Hacia un nuevo Aragn, publicado originalmente en 1938 y reeditado por Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2006.

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    el balcn del ayuntamiento Durruti se dirigi a los milicianos: Vosotros sois el espritu liberador que ha de aplastar a la bestia negra del fascismo. A las cinco de la tarde se reuni en las oficinas del ayuntamiento con Prez Farrs, su asesor militar, y con Manuel Grossi y Jordi Arquer, los jefes de la Columna Maurn, llamada entonces simplemente Primera Columna del POUM, que protestaban por el reparto desigual de las armas recogidas. Segn Manoln o Manol (Grossi), que propuso la unidad del combate, Durruti asegur que Para ganar la guerra y consolidar la revolucin se basta sola la CNT, sin ms fuerzas que las suyas propias. Arquer insisti en la unidad en todos los terre-nos y Durruti, desconfiado, temiendo retrasarse por implicarse sin necesidad en la poltica tibia del POUM, contest: Eso ya lo veremos ms adelante, cuando comentemos la victoria. Cranme ustedes, sabremos ser tolerantes. Estas palabras cabra matizarlas, puesto que quien las refera era alguien con manifiesta inquina hacia los anarquistas, cuya obra de colectivizacin sabo-te en su sector.42 Sin entretenerse ms, Durruti continu hacia Fraga el 26, comprobando por el camino que Tamarite y Alcarrs estaban en poder de comits. En Fraga, el capitn de la Guardia Civil se mantuvo leal a la Rep-blica y por eso all el golpe fascista no cuaj. Una ametralladora a la entrada de la ciudad dominaba la carretera, mientras varias patrullas controlaban el paso de automviles. La columna par all a comer y despus continu hacia Candasnos donde qued montado un hospital de sangre.43 El 27 sigui sin contratiempos pasando por Pealba, pero nada ms llegar a Bujaraloz, mien-tras Durruti inspeccionaba el cuartel abandonado de la Guardia Civil, son el telfono. Descolg el auricular y contest: Aqu Durruti!. Eran los guardias civiles de Monegrillo que, al or su voz, no pararon hasta Zaragoza. Durruti instal su cuartel general en el pueblo y pronunci un pequeo discurso en la plaza del Ayuntamiento, sincero y fogoso: Compaeros, la lucha ser muy dura y el enemigo no tendr ninguna compasin. Debemos vencer y sta ser

    42 El relato sita a la Columna Durruti en Barbastro el da 27, lo que es falso. Grossi, que tampoco se llevaba bien con Arquer ni con su asesor militar, un legionario llamado Piquer, fue relevado del mando de su columna a finales de septiembre. Notas de mi carnet, texto manuscrito de Grossi de 1972, en el IISG de msterdam, editado en 2009 por Salvador Trallero, Sariena (Huesca) con el ttulo de Cartas de Grossi. 43 Manuel Nogareda, La gesta de las milicias catalanas en Aragn, Mi Revista, Barcelona, 1 de mayo de 1938.

    mi consigna. Ahora bien si alguno de vosotros coge miedo que se quede aqu para marchar a la retaguardia a hacer otros servicios.44 Nadie se movi y acto seguido procedi a concentrar y organizar sus fuerzas, mientras esperaba a que Ortiz progresara por el otro lado del Ebro. La Banda Negra, una avanzadilla de reconocimiento formada por metalrgicos y acompaada por un grupo de guardias civiles republicanos, tom por sorpresa Pina de Ebro esa misma tarde. Los guardias civiles sublevados que la custodiaban haban abandonado el pueblo pocas horas antes. La avanzadilla no se qued en el pueblo, sino que regres al cruce de Gelsa para encontrarse con la columna, ocasin que utili-zaron los facciosos para entrar de nuevo en Pina. Desde Farlete se acerc un coche con falangistas pero tuvo la desgracia de encontrarse con otro grupo de reconocimiento de la columna. Por todos estos hechos Vicen Guarner, jefe de servicios de la Consejera de Orden Pblico de la Generalitat y corresponsable del departamento de guerra del Comit, propuso en la sesin del Comit de Milicias del 3 de agosto felicitar a la columna por su disciplina y sentido de la organizacin.45

    Habiendo llegado la Columna Ortiz a Puebla de Hjar, Durruti se puso en movimiento por la carretera de Zaragoza, trasladando su cuartel general a la venta del cruce de Gelsa (Venta Monzona) y montando cerca un hospital de campaa. Para entonces ya era demasiado tarde; el general Gil Yuste haba entrado en la ciudad con considerables refuerzos para sustituir a Cabanellas. Al da siguiente, de madrugada, la avanzadilla de milicianos y guardias civiles volvi otra vez a Pina, seguida de un camin con 36 hombres armados. La columna sigui por el llano entre Gelsa y Pina con la intencin de ocupar Osera, defendida por slo treinta guardias de Asalto venidos de Zaragoza. De pronto cuatro aviones pasaron arrojando bombas de mano sobre camiones y autocares. Las bajas fueron pocas, una treintena entre muertos y heridos, pero el pnico que produjeron fue formidable.46 La carretera era estrecha y varios camiones haban quedado atravesados, bloqueando los movimientos de la

    44 Manuel Ramos, Una vida azarosa, edicin del autor, 1993.45 Acta del 3 de agosto de 1936 del Comit Central de Milicias Antifascistas (CCMA), en VV. AA., Ordre pblic i violncia a Catalunya (1936-1937), Edicions DAU, Barcelona, 2011.46 Raquel Castro, presente en los hechos, dijo que todo fue culpa de Farrs, que vena como responsable militar y embriagado. En Acta del Pleno de Columnas Confederales y Anarquistas, celebrado en Valencia el da 5 de febrero de 1937, Archivos de Salamanca.

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    columna. Los milicianos corran en todas direcciones. Unos le pedan expli-caciones a Prez Farrs, que responda que l no era el jefe, que preguntaran a Durruti, mientras que Durruti contestaba a quienes acudan a l que el militar era Prez Farrs, y a l tocaba prevenir tales incidentes.47 Los aviones dieron otra pasada y entonces se produjo tal desbandada que la columna se dispers completamente, quedando en Bujaraloz tan slo doscientos milicia-nos. Cuando regresaron los que haban huido, Durruti les reproch su miedo y les llam cobardes:

    A los que han corrido hoy, impidiendo a la Columna avanzar, yo les pido que tengan el coraje de dejar caer el fusil para que sea empuado por otra mano ms firme [...] Los que quedemos proseguiremos nuestra marcha. Con-quistaremos Zaragoza, libertaremos a los trabajadores de Pamplona y nos daremos la mano con nuestros compaeros mineros de Asturias y venceremos, dando a nuestro pas un nuevo mundo. Y a los que vuelvan despus de estos combates, yo les pido que no digan a nadie lo que ha ocurrido hoy, porque nos llena de vergenza.48

    Ninguno de los presentes solt su arma, pero la memoria de Pablo Ruiz tal como nos ha sido trasmitida no coincide en este punto con la de Manuel Lozano, un militante de la CNT acabado de llegar de Bellver del Cinca:

    Durruti, ante tal situacin, da orden de que todo aqul que no se viera con coraje para empuar las armas las dejase en la plaza, dndoles de plazo aque-lla tarde para que desaparecieran de dicho pueblo; aqul que no lo hiciese precisamente aquella tarde ya no podra hacerlo. Todos aquellos que tomaron la guerra como un deporte se precipitan a abandonar sus fusiles y montan en camiones que salan de Bujaraloz hacia Barcelona. Los fusiles son entregados a los campesinos que se presentan procedentes de varios puntos de la provincia.49

    47 Colera, ob. cit.48 Paz, ob. cit.49 Manuel Lozano Guilln, Apuntes incompletos de mi vida, escritos en la crcel de Las Capuchinas de Barbastro (1941), Centre dEstudis Llibertaris Federica Montseny, Badalona, 2011. Lozano fue fusilado en 1945.

    Aquel inesperado contratiempo volvi a Durruti ms cauto. Al da si-guiente mand recoger el material abandonado a los que le acompaaban y se dispuso a estructurar bien la columna basndose en centurias sin jefes, pero con delegados nombrados en asamblea. Pero entonces recibi una confidencia de que fuerzas de caballera sublevadas intentaran alcanzar Bujaraloz esa misma noche. Prez Farrs, a requerimiento de Durruti, plane un dispositi-vo de defensa formando una media luna alrededor de la carretera con grupos de ocho fusileros protegidos por haces de mies y, detrs de ellos, en los puntos dominantes, ametralladoras. Al empezar a disparar el resto de los milicianos correra por los flancos.50 Pasaran cuatro das sin ms incidente que la llegada de unos evadidos de Zaragoza, lo cual explica la tardanza de la columna en recuperar el terreno perdido tras la petardada de la aviacin facciosa.

    Farlete haba sido nuevamente ocupado por tropas fascistas el 28 y aban-donado el 29 ante una nueva incursin de milicianos de la centuria de Te-rrassa.51 En esos das la columna se preocup de tener bien organizado el Cuerpo de Tren con el auxilio de obreros del Sindicato del Transporte (seccin de taxistas), que montaron un taller mecnico en Bujaraloz, y de paso se des-pleg por los pueblos cercanos de Castejn, Valfarta y La Almolda. En los dos primeros sus habitantes se haban pronunciado por la Repblica y haban or-ganizado su propia defensa. No as en La Almolda, donde los milicianos tu-vieron el primer enfrentamiento serio con un grupo de veinte fascistas. Al abandonar el pueblo, dejaron constituido un comit. Durruti tambin prest ayuda a Hilario Esteban, que combata en Sstago. El 5 de agosto por la noche llegaron numerosos obreros y campesinos de los pueblos de Aragn ocupados por los fascistas, que haban buscado refugio momentneo en los montes de Zuera. En total pudo recomponer veinticinco centurias. Al da siguiente, arm a dos y, con la ayuda de Pablo Ruiz, recuper Pina sin disparar un tiro. Sus defensores cruzaron el ro y desde el otro lado lanzaron un ataque, pero en-tonces recibieron fuego de otras centurias que acababan de llegar, terminando por huir a pie, dejando atrs varios vehculos. Durruti reu ni a los milicianos en la plaza y les exhort a un comportamiento ejemplar: No admitir que se

    50 Lozano, ob. cit.51 Memorias de Jos Borrs, Del Radical-Socialismo al Socialismo Radical y Libertario, Fundacin Salvador Segu, Madrid, 1998.

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    abra ninguna puerta de casa que se halle abandonada. El pueblo de Pina est en nuestro poder. Mantenerlo ahora depender de nosotros.52 Pina qued a cargo de las centurias 12 y 13. Gelsa fue liberada el da 8 por una centuria y un grupo de carabineros conducidos por Francisco Carreo y el sargento Man-zana. Tanto en Pina como en Gelsa y en la vecina Velilla fueron creados co-mits revolucionarios tras reunir a los habitantes el mismo da. Tambin se cre un Comit de Abastos para organizar los trabajos de recoleccin y el trueque de productos. Un Comit de Vigilancia se haca cargo de la seguridad. A los pocos das se declarara el comunismo libertario en Gelsa.53 Los fascistas se refugiaron e hicieron fuertes en Quinto. Osera y la aldea de Aguilar, a 32 kilmetros de Zaragoza, fueron tomadas por otras dos centurias. Por su flan-co derecho, las fuerzas del POUM haban llegado hasta Leciena y las del PSUC, a Tardienta. Por el izquierdo, los milicianos y soldados de la Columna Hilario-Zamora liberaban La Zaida, Azaila, Cinco Olivas y Alborge, conec-tando con Velilla y Gelsa, pero se detenan ante Quinto, demasiado bien protegido, mientras que la Columna Ortiz quedaba frenada en Belchite. El Comit de Milicias orden a Durruti que no siguiera avanzando hasta que Quinto y Belchite fueran liberados porque la columna se metera en cua y quedara en peligro. Ello implicaba renunciar a Zaragoza, bastante mejor de-fendida y con los puentes de por medio. Felizmente, de Barcelona, de distintos pueblos de Catalua y Aragn, y del resto de Espaa, llegaban a Bujaraloz hombres con los que cubrir un frente que ya alcanzaba los treinta kilmetros. Leemos en la Soli que Casi todos llegan desarmados, sin mantas ni provisio-nes. Inmediatamente de su llegada son incorporados a las centurias que no estn completas, y se procede a la formacin de nuevos grupos y centurias.54

    eL 8 de agosto, eL teniente garrido y varios guardias civiles ms, a disgus-to con la indisciplina de los milicianos y mal vistos por ellos, fueron dados de baja. Pablo Ruiz se encarg del asunto. El 11, una avanzada de la columna se acerc a Lanaja, en la que todava quedaban guardias civiles facciosos, y

    52 Alejandro Soteras, Mis Memorias, Casa Libertad, Gurrea de Gllego (Huesca), 2003.53 P. Bargall, Implantacin del comunismo libertario en Gelsa, Solidaridad Obrera, 16 de agosto de 1936.54 P. Bargall, Un da en el Cuartel General, Solidaridad Obrera, 16 de agosto de 1936.

    Frente de Pina en octubre de 1936

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    a Monte Oscuro, en los aledaos de Perdiguera, fortificada por los fascistas. Tenan que cortar la carretera entre Perdiguera y Villamayor para facilitar el ataque de la gente del POUM, pero recibieron rdenes en sentido contrario del coronel Villalba, jefe de las tropas del frente aragons. Perdiguera qued pues en poder del enemigo.55 Progresando desde Monegrillo, la columna tom nuevamente Farlete e incluso dio un golpe en la retaguardia enemiga entrando por sorpresa en Alfajarn. Durruti se mova a lo largo y ancho del sector, tra-tando de asegurar el abastecimiento y de construir parapetos. Para lo primero public un bando que consideraba la cosecha como algo sagrado que haba de realizarse sin prdida de tiempo, a la vez que proclamaba la expropiacin de los terratenientes y de los propietarios desafectos. Pero no se detena ah. Balius subi a Bujaraloz a escribir un reportaje para la Soli y dej constancia de que:

    La Columna de Durruti cuando entra en una poblacin, la primera me-dida que toma es la quema del registro de la Propiedad. Inmediatamente el camarada Durruti arenga al pueblo congregado en la plaza o en un lugar a propsito para ello. Durruti procura explicarles lo que significa la entrada de los milicianos en la poblacin. Expone de una manera detallada las bases prcticas del comunismo libertario.

    Balius estrech emocionado la mano de Durruti en la casilla de peones camineros que haca las veces de cuartel general e hizo un retrato del hroe:

    Es un hombre admirable. No para un momento. Acude a todas partes. Habla, gesticula. Sus palabras se hallan reflejadas en sus ojos. Es todo un guerrillero. Hombre de cara dura pero noble y generoso. Su aspecto impresio-na, pero al minuto da una sensacin de bondad. Durruti tiene un temple de granito pero posee un alma de nio.56

    No se entretuvo demasiado porque no era cuestin de desviar la atencin de Durruti del combate:

    55 Manuel Benito, Orwell en las tierras de Aragn, Salvador Trallero, Sariena, 2009.56 Jaime Balius, En el Frente de Aragn, la Columna de Durruti, Solidaridad Obrera, 12 de agosto de 1936.

    Durruti no quiere turistas. A los camaradas que tratan de distraerse con un viajecito los incorpora a la columna. Estamos de acuerdo. Al frente de batalla hay que ir para rendir una utilidad u otra, pero de ninguna de las maneras hay que pasearse.57

    El da 11 Durruti publicaba su clebre bando donde proclamaba la cose-cha como algo sagrado para los intereses del pueblo trabajador y de la causa antifascista, declarando que los bienes, tiles y tierras de los propietarios fascistas pasaban a ser patrimonio popular, administrado por los comits. El da 14 la columna resisti un contraataque fascista en Osera. El pueblo fue bombardeado y hubo que evacuar a la poblacin. Luego se hicieron trabajos de atrincheramiento. El corresponsal de guerra del News Chronicle ingls, John Langdon-Davies, que visit el frente a finales de mes, comentaba:

    La Columna Durruti llega henchida de entusiasmo pero no muy bien armada [...] Si los rebeldes atacasen encontraran poco ms que entusiasmo y valenta en su contra [...] uno ve el vergonzoso espectculo de los republicanos desarmados por el Pacto de No Intervencin luchando sin ms armas que la fe, contra la artillera, las ametralladoras, las bombas y los aeroplanos sumi-nistrados por la Internacional Fascista.58

    Desde Quinto la artillera fascista lanz granadas rompedoras sobre Gel-sa, defendida por el Grupo Internacional. El 18, la aviacin republicana de la base de Sariena bombarde la otra parte del ro, desde donde se hacan los disparos. Despus el frente se tranquiliz y la columna se organiz en agru-paciones de cinco centurias. Ese tipo de estructura no era privativa de los anarquistas; las columnas del PSUC-UGT y del POUM estaban organizadas de igual manera. La diferencia entre la Columna Durruti y las otras si acaso radicaba en la extraordinaria adaptabilidad de su mximo responsable a una situacin nueva en la que nadie era ducho. Un periodista madrileo escriba:

    57 Balius, ob. cit.58 John Langdon-Davies, Detrs de las barricadas espaolas, Ediciones Pennsula, Barcelo- na, 2009. La edicin inglesa sali en enero de 1937.

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    Durruti se est afirmando como un concienzudo hombre de choque, como un jefe de combate, prctico y firme. Su autoridad entre los suyos aumenta de da en da. No es de los jefes que se queda atrs mientras la columna avanza, sino que es de los que va al frente en busca del enemigo. En estas pocas semanas se ha adaptado fcilmente a la vida de campaa y acta en el frente con la hbil tctica de una autoridad militar.59

    El 25 la Soli anunciaba la publicacin en Pina de El Frente, portavoz de la Columna Durruti. Tambin empez a funcionar su emisora. Se cre un De-partamento de Estadstica para llevar el registro de milicianos (donde traba-jaron de mecangrafas su compaera Emilienne y Pilar Balduque, rellenando tambin carns) y un parque mvil en Bujaraloz. Durruti se dedic a norma-lizar la vida de las poblaciones liberadas, organizando comits, repartiendo tierras, solucionando el abastecimiento, fortificando los accesos y promovien-do la colectivizacin. Jos Gabriel, corresponsal del peridico argentino Cr-tica, retuvo unas palabras de Carreo al respecto: Aqu, todo para todos: siegan su campo, trillan en su era, y luego al del otro, y el producto para la comunidad; nosotros les damos en cambio los artculos que necesitan; nada de dinero; esto es el comunismo anrquico en marcha. Aqu no pasar lo que en Rusia.60

    Durruti confiaba en la inteligencia de los trabajadores a la hora de elegir a los compaeros ms competentes y responsables que detentaban cargos sindi-cales. Y stos le correspondan con la mayor consideracin. Gracias a eso po-dan solucionarse todos los problemas. Los sindicatos de la regin enviaban monos de trabajo y mantas; el Sindicato del Ramo de la Alimentacin, frutas, hortalizas y conservas; el Sindicato de la Piel, calzado; el de Artes Grficas, por mediacin del coche de la Soli, traa la prensa a diario. Al afrontar Durru-ti el problema de la sanidad de la columna, apenas improvisada por el doctor Mart Ibez, organizador del primer cuerpo sanitario, pudo comprobar lo eficaz que poda ser la solidaridad de los trabajadores. Todava no exista el hospital de sangre de Bujaraloz, ni el hospital de campaa de Pina, ni nada

    59 La Voz, diario vespertino de Madrid, 24 de agosto de 1936, del propietario de El Sol y la Agencia Febus.60 Jos Gabriel, La vida y la muerte en Aragn, Ediciones Imn, Buenos Aires, 1938.

    que se pareciese a un dispensario. Los heridos eran evacuados a hospitales alejados del frente. El Comit de Milicias envi a Bujaraloz al doctor Joaqun Nubiola, pero ste se encontr con que para atender las primeras curas no tena ms que algodn y agua oxigenada. Durruti, rudo y nada propenso a irse por las ramas, pero imperturbablemente optimista, le sugiri instalarse en el pueblo y confeccionar una lista con todo el material necesario. Cuando la tuvo mand a Emilienne que la pasase a mquina y preparase cartas con peticiones a diversos sindicatos implicados: Sanidad, Madera, Fabril y Textil, Transporte, Distribucin y Metalrgico. Cuando lo tuvo todo listo se dirigi a Barcelona con el doctor Nubiola:

    En Barcelona, con el imponente cochazo requisado al Marqus de Foronda, el mandams de la Compaa de Tranvas de la anteguerra, con los distintivos de la Columna Durruti en las portezuelas, pas casi una semana en Barcelona, yendo y viniendo de un sindicato a otro, tratado como un compaero ms. Las cartas firmadas por Durruti eran, para los compa-eros responsables de cada sindicato, como si a un cristiano le hubiese escrito su propio Dios. A veces se oa una tmida exclamacin: Vaya con el compa-ero Durruti, vamos a tener que estar trabajando un ao entero para su columna![...]

    Los barracones desmontables, los camastros, los armarios, los botiquines, colchones, mantas, el instrumental quirrgico y todo lo dems empez a llegar al frente en menos de dos semanas. Antes de que despuntasen los fros del in-vierno aragons ya tenamos montados los tan trados y llevados dispensarios de campaa.61

    Por esos das Garca Oliver y el teniente coronel Daz Sandino, asesor de Companys y del propio Oliver, fueron a verle a Bujaraloz, siendo recibidos a voces. Sandino rememor aquella entrevista:

    Yo casi no lo conoca, pero por la conferencia que tuvimos pude formar-me un concepto muy exacto de esta figura de la revolucin. Este hombre del

    61 Testimonio recogido por Eduardo Pons Prades, Realidades de la Guerra Civil, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.

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    pueblo era un guerrillero del estilo legendario de la Guerra de la Indepen-dencia, de una ruda nobleza y sentimientos elevados, a la vez que su frreo carcter y su valor heroico, le rodeaban de una simpata personal espont-nea, ejerciendo un dominio sobre la multitud verdaderamente sorprendente [...] estaba muy indignado porque no se le remitan los elementos de mate-rial y comida que la columna necesitaba, pero esta indignacin fue cedien-do poco a poco ante los razonamientos que se le expusieron, y como era inte-ligente y comprensivo, pudo apreciar las dificultades que haba en la retaguardia para proporcionarle los medios que, reconocamos, eran necesa-rios para sus fuerzas.62

    durruti aseguraba a todo aqul que quisiera or que si le daban municiones y hombres suficientes era capaz de tomar Zaragoza sin ayuda de otras uni-dades. Simone Weil, presente en la columna, anotaba el 16 de agosto en su cuaderno de guerra:

    Conversacin telefnica Durruti-Santilln. La toma de Quinto costara 1200 hombres sin caones. Con caones podramos llegar a las puertas de Zaragoza.

    Muy enrgico. Podemos bombardear Zaragoza.63

    Tena varias ametralladoras sin municin y no dispona de reservas, situa-cin compartida por las dems columnas, con lo cual no hubiera podido em-prender una ofensiva aunque hubiera querido. Al otro lado del ro quedaban Quinto y Fuentes de Ebro, que le impedan el avance. Durruti estaba exaspe-rado; Zaragoza revesta para l una importancia especial y no acababa de verla cerca. A menudo llegaban huidos de all a sus filas y los grupos de guerrilleros volvan a la ciudad por la noche para sacar a todos los compaeros posibles de aquel matadero. Gracias a ellos, Durruti poda estar bien informado de las fuerzas que defendan Zaragoza, no siempre numerosas, y de su armamento, no demasiado abundante. Las posibilidades de tomarla, aunque menores, exis-

    62 Felipe Daz Sandino, De la Conspiracin a la Revolucin (1929-1937), Ediciones Libertarias, Madrid, 1990.63 Simone Weil, Journal dEspagne, en crits historiques et politiques. II, Gallimard, Pars, 1991.

    tan. El corresponsal de Pravda , Mijail Koltsov, el primer espa ruso en visitar-le, cont una discusin mantenida a mediados de agosto entre Durruti y Ma-nuel Trueba, el jefe militar de la Columna Carlos Marx (inicialmente llama da Columna UGT-PSUC). Ante los titubeos del estalinista, Durruti le espet:

    Si lo deseis, ayudad; si no lo deseis, no ayudis! La operacin de Zaragoza es ma, en el aspecto militar, en el poltico y en el poltico-militar. Yo respondo de ella. Creis que por darnos mil hombres vamos a repartir Zara-goza con vosotros? En Zaragoza habr comunismo libertario o fascismo. Tomad para vosotros a toda Espaa, pero dejadme a mi tranquilo con Za ragoza!64

    En otro momento areng a sus milicianos. Cuando se dirigi a Koltsov y a sus acompaantes del PSUC dijo:

    Nosotros os ensearemos a vosotros, bolcheviques rusos y espaoles, cmo se hace una revolucin y cmo se lleva hasta sus ltimas consecuencias. Vosotros all tenis una dictadura, en vuestro Ejrcito Rojo hay coroneles y generales. En mi columna no hay comandantes ni subalternos, todos tenemos el mismo derecho, todos somos soldados, tambin yo soy un soldado.65

    El 9 de agosto, Garca Oliver haba dicho que no haba que seguir el ejem-plo ruso en el mitin organizado por la Federacin Local de Sindicatos, pero al da siguiente asegur a Koltsov que

    ... no era cierto que los anarquistas estuviesen contra la Unin Sovitica. Ellos amaban y respetaban a los obreros rusos y no dudaban que los obreros rusos ayudaran a Espaa. Los anarquistas ayudaran a la Unin Sovitica si era necesario. La Unin Sovitica no deba subestimar en sus planes la gran fuerza de los obreros anarquistas espaoles.66

    64 Mijail Koltsov, Diario de la Guerra de Espaa, Ruedo Ibrico, Pars, 1963. Era corresponsal de Pravda y agente intoxicador del Kremlin, por lo que sus afirmaciones hay que acogerlas con la mayor circunspeccin y desecharlas cuando no coincidan con otras fuentes.65 Koltsov, ob. cit.66 Koltsov, ob. cit. Palabras similares a las que dijo al cnsul ruso Antonov-Ovseenko (acta de la reunin de los comits el 14 de octubre, en los Archivos de la CNT en msterdam). Si hemos de

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    La confusin interesada entre Gobierno sovitico y pueblo ruso fue uno de los primeros recursos de la diplomacia confederal, la cual acababa de alumbrar el da 5 un Comit de Enlace con los comunistas donde interve-nan Jos Prez Rubio y Facundo Roca por la CNT, Antonio Ses y Emilio Garca por la UGT, Comorera por el PSUC y Herrera por la FAI, con la misin de buscar puntos de coincidencia que existen entre estos organismos, sometindolos a la discusin y aprobacin de ellos, para lanzar despus las orientaciones y consignas pblicas.67 Por lo dems, a Garca Oliver le disgus-taba tanto como a Koltsov la organizacin democrtica de las milicias, sus asambleas de delegados y su Comit de Guerra. l pensaba que en cuestiones militares slo deban de haber jefes y sus rdenes haban de ser indiscutibles; y procuraba trasmitir esa idea a la jerarqua de la CNT, que la seguira al pie de la letra.

    De la misma opinin seran los siguientes visitantes de Durruti llegados a Bujaraloz dos semanas despus de Koltsov, acompaados por el periodista de La Noche Jos Poms. Miravitlles, en su calidad de miembro del Comit de Milicias encargado de su Seccin de Propaganda, e Ilya Ehrenburg, como corresponsal de Izvestia y agente de Mosc, cenaron con Durruti y Carreo en la Venta Monzona, que haca al mismo tiempo de cuartel general y alma-cn de vveres. Las impresiones de Poms merecen reproducirse, puesto que precisamente esa visita sirvi de pretexto a Ehrenburg para pergear una f-bula para propaganda de partido, la del Durruti renunciador, destinada a un insospechado xito en las filas libertarias:

    Tema: los xitos de las columnas de la CNT y la FAI que operan con la mayor disciplina camino de Zaragoza. Al pronunciar este nombre el rostro de Durruti se ilumina: La ocupar! Vaya si la ocupar!. Ya poda estar aden-tro si por razones de humanidad no le hubieran frenado. Como ocupar si es necesario Valladolid, Pamplona... lo que sea, dispuesto a conquistar, con la

    creer a Koltsov, Garca Oliver asegur el 10 de agosto que hara todo lo posible por disciplinar a las masas confederales, actitud por la que le haban acusado en las manifestaciones de haber pactado y traicionado los principios anarquistas y que los dirigentes libertarios estaban dispuestos a colaborar con un gobierno burgus antifascista. 67 Documento publicado en Jos Peirats, La CNT y la revolucin espaola, Ruedo Ibrico, Pars, 1978.

    pujanza indmita de sus camaradas todo lo que encuentre en el camino hasta el Atlntico. Sus legiones no temen a nada.

    Se habla de la Revolucin de Octubre en Oviedo. Se comentan unos ar-tculos [que ocultan el papel de los anarquistas] de Ehrenburg, que ste justi-fica, y se pasa a la cuestin social, al futuro de Espaa y de Catalua, y claro est, para ello se hace historia del movimiento fascista. Durruti concreta res-ponsabilidades nuevas. Ya las juzgar l, con el Tribunal del Pueblo, cuando termine la campaa.

    Durruti asegura que por aquellos contornos la vida se ha socializado rpi-damente, y suavemente se ha llegado a restablecer el intercambio, con gran satisfaccin de los ciudadanos y suya. Durruti es enemigo del vil metal y suea con suprimir el dinero. La polmica se va caldeando. Durruti y Ehrenburg discrepan en algunos puntos. Intervienen todos y se establecen definiciones interesantes.

    Nosotros somos anarquistas dice Durruti y estamos demostrando nuestra capacidad revolucionaria y constructiva. Hemos hecho la revolucin y sabremos conservarla. Vosotros sois de formacin marxista y es natural, dis-crepis.

    Le llaman al telfono desde el frente de Huesca, donde hay otra columna de CNT y FAI. Despus de la conferencia sus ojos adquieren mayor luminosi-dad, aprieta los puos y dice que hay que actuar con mayor energa.68

    68 Durruti demostr a Ehrenburg cmo se lucha y se construye el socialismo, reproducido en Accin Libertaria, rgano de la Federacin Anarco Comunista Argentina, n. 23, Buenos Aires, 25 de noviembre de 1936.

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    II. Huesca

    desde eL 21 de juLio, en Catalua el poder qued en manos del Comit Cen-tral de Milicias, conservando el Govern slo algunas apariencias, pero falto aqul de reglamentacin interna, cada departamento obraba segn la lnea poltica de su delegado. No era un verdadero organismo ejecutivo y ni siquiera contaba con las simpatas de muchos dirigentes libertarios, pero bast que el Govern quisiera remodelarse incorporando a representantes del PSUC y de la Uni de Rabassaires, para que la CNT reaccionara violentamente, forzn-dolo a desistir. El Comit Regional de la CNT no quera estar en el Govern ni que otros lo hicieran. El Comit Central de Milicias era una solucin de compromiso, una transaccin temporal entre los poderes constituidos y el poder de la calle. Su autoridad era mnima pues no controlaba ni a los comits antifascistas de otras localidades ni a sus patrullas; tampoco a los comits de barriada o de sindicato de Barcelona, ni a las patrullas ferroviarias, de sanidad o del puerto. No influa mucho en la marcha de la guerra, pues las columnas gozaban casi de total autonoma y se abastecan directamente. Duraba en la militancia el mal gusto de la renuncia a desencadenar la revolucin proletaria y sta no estaba dispuesta a entregar la posicin conquistada. En fin, no era ningn organismo de la revolucin y eso saltaba a la vista.

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    Miquel Amors Durruti en el laberinto

    En el Pleno de Locales y Comarcales del domingo 26 de julio, convocado para acordar la vuelta al trabajo sin consignas de socializacin ni nada pareci-do, se habl sobre la impaciencia de algunos compaeros, que quieren ir ms lejos en el aplastamiento del fascismo, pero por ahora la situacin en toda Espaa es harto delicada. En el orden revolucionario, Catalua es un oasis en Espaa.1 El Comit Regional fue tajante al respecto:

    Hoy no hay ms enemigo para el pueblo que el fascismo sublevado