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    EL HROE COTIDIANO

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    Delia Steinberg Guzmn

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    PRLOGO

    Hay veces en que la vida nos deja fuera de combate. No tanto los grandesdramas, la lucha por sobrevivir, sino el cmulo de pequeos quebrantos, de fintas que

    parar, del problema de cada da.

    Pero hay muchas ms veces en que nos alzamos victoriosos en el campo de lapelea diaria, mirando con orgullo hacia adelante, sin dejarnos amedrentar, esperando loque haya de venir, bueno o malo, lo que Dios nos quiera mandar, que para eso estamos.

    Ese es el hroe cotidiano.

    Es un hroe a veces inconsciente, puro instinto de supervivencia, que aparta lasramas del camino sin preguntarse el nombre de los rboles. Pero a veces se toma unrespiro y reflexiona. Se le vienen a la mente las mil eternas preguntas del hombre desiempre: por qu, para qu, cmo es posible, y si yo...

    Son ni ms ni menos que las reflexiones del hroe cotidiano.

    Las hace ante eso que todos vemos y no todos paramos a ver qu estamoshaciendo: ese separatismo que nos convierte en hombre, lobo para el hombre; que noshace incrustar las manos en el bolsillo antes que tenderlas; ese miedo a cien cosas

    abstractas e irrazonadas; esa agresividad que se nos despierta rugiendo al menor roce;ese agobio que nos hace sentarnos mirando al vaco porque ya no sabemos por dndeempezar; esa opinin pblica a la que rendimos tantas veces nuestros ideales mshermosos, ante la que se arran las banderas de nuestros sueos...

    Nueva Acrpolis lleva ya muchos aos haciendo camino al andar, que no otracosa es el ser filsofos. Parando a reflexionar en esa andadura, que eso es el estudio, lalectura, la investigacin. Y en esos aos, su directora internacional, Delia SteinbergGuzmn, en sus conferencias, en sus artculos, en sus libros, en sus clases, nos hahablado para invitarnos a la reflexin, para decirnos que recuperemos ese valor que aveces se pierde, para que tomemos conciencia de un dolor que es nuestra prueba de cada

    da.Sus enseanzas, mes tras mes, nos han ido diciendo...

    M. ngeles Fernndez

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    NUEVA ERA,VIEJA CIENCIA

    En muchas oportunidades se ha dicho y escrito que estamos viviendo en la eratecnolgica, sin olvidarse de recalcar todas las ventajas que esto supone.

    Todas las actividades estn sistematizadas; la computacin electrnica abarcatodos los aspectos de la vida; la mquina reemplaza da a da la mano de obra humana;las comunicaciones reducen las distancias y el tiempo. En fin, que estamos a punto dealcanzar el tan soado paraso de un da con muchas horas libres, y de una semana convarios das sin trabajo...

    Pero, entre las muchas paradojas del momento actual, se suma una ms, y desuficiente importancia como para llamar poderosamente la atencin.

    En el mundo de la tcnica se ha intentado facilitar todos los aspectos de la vidamaterial, pero nada se ha hecho en beneficio de la vida psicolgica, mental y espiritual;estos mundos subjetivos siguen tan desorganizados como en la poca de los trogloditas.

    Se podr objetar que la psicologa, y otras ciencias que le son auxiliares, hancatalogado al hombre en distintas tipologas, facilitando con ello su reconocimiento y,en caso de enfermedad, su tratamiento. Esto es verdad; pero el catalogar tipos humanosen buenos libros y cuadros grficos, en nada resuelve el problema prctico de los seres

    humanos indefensos ante s mismos. Saber que se es tmido no equivale a curar latimidez; saber que se tiene una fantasa desbordada tampoco la domina.

    Hoy un hombre puede manejar una enorme diversidad de mquinas, pero esincapaz de manejar una depresin psicolgica, o de moderar sus instintos, refrenar suira, despertar su espiritualidad. Y no es que no quiera hacer estas cosas; muchas vecesdeseara hacerlo, pero no puede. No sabe cmo hacerlo. La tecnologa no se ha intere-sado por estos problemas, ni ha sido capaz de idear ningn sistema que permita trabajarcon estos imponderables subjetivos del hombre interior.

    Como resultado, mientras la ciencia y la tcnica avanzan tomadas de la mano,

    proyectando cada vez ms lejos las posibilidades de un confort material, el hombre sesumerge cada vez ms hondo en la desesperacin de su yo insatisfecho. Cuantas mshoras libres tiene, ms miedo siente, pues no sabe estar a solas consigo mismo, nientiende tampoco los escondidos resortes de ese extrao compaero con el que vive adiario, su yo interior.

    Las mquinas, lejos de prestar el verdadero servicio para el que fueronplaneadas, han usurpado los poderes humanos, han esclavizado al hombre que preten-den liberar. Ya casi no se concibe la vida sin relojes, telfonos, aparatos elctricos, as-censores, escaleras mecnicas o televisores. Y el hombre se acurruca, intil ante lamisma tecnologa que ha creado.

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    Se habla de sistematizacin de datos, pero no se puede organizar la vida interior.

    Se habla de combatir la polucin, pero no se pueden evitar los malos pensa-mientos y sentimientos.

    Se habla de aviones supersnicos, pero no se puede acelerar la comprensinmental.

    Se habla de paz y amor, y de derechos humanos, pero no se sabe amar, ni viviren paz, ni se conciben derechos humanos, por la sencilla razn de que tampoco seconcibe al Hombre.

    Tecnologa? Liberacin? Dominio de la vida? Dejmonos de paradojas ysepamos de una vez por todas que slo el hombre experto en el difcil y maravillosoconocimiento de s mismo puede dar valor a la libertad y a la vida, y puede hacer uso dela ciencia y la tcnica en beneficio de la Humanidad.

    Iniciemos, por tanto, la NUEVA ERA de la VIEJA CIENCIA, del CONCETE A TIMISMO.

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    LA CRISIS

    El viejo concepto de los griegos clsicos acerca de la crisis es hoy ms actualque nunca. Evidentemente, nos guste o no el aceptarlo, estamos en crisis, y eso significaque estamos en un momento de cambios, en el vrtice donde el ngulo presenta doblesentido.

    En los momentos de crisis, o sea, de cambios, todas las cosas suelen presentarseinestables; la inseguridad y la duda estn a la orden del da y nadie quiere arriesgargrandes empresas porque nunca se sabe qu pasar maana.

    Son estos instantes de crisis los ms apropiados para que los hombres suelanenfrentarse sin tregua.

    Se oponen aquellos que estn de uno y del otro lado del cambio: los que miranhacia lo que se deja atrs y los que suean con lo que vendr en el futuro. Cada cualtiene buenas y sobradas razones para defender su posicin; y cada cual la defiende conlos mtodos propios de la crisis: violencia e incomprensin.

    Los que miran hacia el pasado con nostalgia son llamados despectivamenteinmovilistas. Se les critica duramente por no lanzarse de lleno a la aventura del por-venir. Pero ellos no se sienten inmviles; simplemente tratan de no desperdiciar todo lo

    vivido hasta el presente y de recoger experiencias tiles. Tratan de atesorar recuerdos yconocimientos como el que junta riquezas para poder vivir maana.

    Los que miran tan solo hacia el futuro al que, por cierto, todava no conocenson llamados despectivamente revolucionarios. Para ellos nada de lo vivido sirve ya,y solo queda el cambio constante, la ruptura total con todo lo viejo y la adoracin a loque, siendo nuevo, se supone mejor. Pero ellos no se sienten revolucionarios en el senti-do destructivo de la palabra, sino que han comprobado que ninguna de las soluciones

    propuestas hasta ahora ha trado la tan pretendida felicidad a la Humanidad; por consi-guiente, cabe pensar que la solucin est en algo distinto a lo hasta ahora conocido y, enconsecuencia, todas las frmulas usadas deben desecharse por inservibles.

    En la crisis, en el cambio, en el gozne de la Historia, es difcil ver con claridad.Tanto los que estn de un lado como del otro de las cosas, se alienan con su particularvisin, y nada pueden aportar a una solucin armnica.

    En la crisis, los filsofos proponemos mantener y valga el smil la figurageomtrica del ngulo, con sus dos lados en distintas direcciones, pero unidos en unvrtice para tener sentido.

    En el pasado existen, sin duda alguna, elementos desgastados e impropios,probados en el fracaso e invlidos por su inutilidad; pero en el pasado se acumulatambin la rica experiencia que permite renovar los xitos y evitar los fracasos.

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    En el futuro se gestan, sin lugar a dudas, las glorias venideras y no podemosignorarlas, pues todos caminamos hacia ellas; pero no aceptar sin ms que todo lo quevendr ser mejor por el solo hecho de ser diferente.

    Si bien es cierto que estamos en crisis, esta no puede ser eterna. El cambio esrenovacin: construir, sobre el soporte de las viejas y poderosas columnas del pasado,los bellos capiteles del trabajo actual. Solo as elevaremos el edificio de la Historia.

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    EL CNCER DEL SEPARATISMO

    Cuando hace algunos aos asegurbamos en nuestros escritos y conferencias quese acercaba una nueva Edad Media, este pronstico resultaba exagerado y casi fatalista.

    Tambin en su momento explicamos que la repeticin de los ciclos histricos notena que considerarse necesariamente como una fatalidad o un retroceso, sino como lamarcha natural de la vida, en donde las lneas circulares y espiroidales van indicando un

    progreso paulatino que toca puntos semejantes, aunque a distintos niveles de evolucin.

    Lejos, pues, del fatalismo y ms lejos todava de la exageracin, hoy los hechos

    confirman aquellas viejas palabras. Ahora son muchsimos los autores y estudiosos quenos presentan el fenmeno de un medioevo como resultante de los ltimos siglosvividos, como comps de espera y recuperacin previa a un posible llammosle asRenacimiento.

    Las caractersticas que sealan la presencia de un ciclo intermedio para nuestracivilizacin son varias. Y, de entre ellas, hay una que hoy nos interesa especialmente

    por las graves complicaciones que puede acarrear si no se la conoce en su verdaderamagnitud. Se trata del separatismo.

    Ms all de las significaciones polticas aunque tambin se incluyen, el

    separatismo es una fuerza que se va infiltrando en todas las expresiones humanas, cualuna corriente que tiende a disolver todo lo hecho hasta el momento, llevando a la clulaa oponerse a otra clula, llevando a un individualismo a ultranza, que encierra a cada seren s mismo con su propia realidad.

    Trminos como libertad, independencia, autonoma, libre expresin, autodeter-minaciny tantos otros, no son ms que sinnimos del proceso de separatismo. Hoy sedividen las naciones en provincias y regiones que pretenden originalidad absoluta ysuficiencia para vivir. Pero el proceso contina, y las regiones y provincias siguendividindose en secciones menores, sobre la base de cualquier diferencia o distincinque se pueda sealar. Poco despus se separar un pueblo de otro, y aun dentro de las

    mismas familias comenzar a notarse esa fisura que enfrentar sin remedio a las gene-raciones.

    Cuando, por fin, un hombre sea slo un hombre y est separado de todo lodems, qu pasar entonces? Estaremos en el corazn de la nueva Edad Media. Cadacual tendr que valerse por s mismo en las cuestiones ms simples, y todos los logroscivilizatorios, fundados en el trabajo conjunto y en la cooperacin, habrn desaparecido.

    Tal vez, en el presente, cueste concebir un mundo sin comunicaciones, concarreteras cortadas, sin combustibles, sin fluidos energticos; tal vez resulte casi impo-sible imaginar casonas aisladas en medio de los campos y grandes ciudades abando-

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    nadas por imposibilidad de uso... Pero todo ello se est gestando en la corriente de laseparatividad.

    Sin embargo, tal como hubo otras muchas edades medias, y tal como el hombreresurgi de todas ellas, renacer asimismo de este perodo extrao que le espera. Mas

    para renacer es necesario un despertar, una razn firme que permita reconocer lasactuales equivocaciones para cambiarlas por futuros aciertos.

    El hombre es un ser social. La familia, el pueblo, la tierra que a uno le vio nacer,son afectos entraables que no pueden borrarse de la naturaleza humana. Basta conreforzar sanamente estos lazos. Basta con despojar esta planta civilizatoria de sus

    parsitos, para que la prxima Edad Media pase como un rpido sueo sobre nosotros y,tras su breve hora de reposo, se levante poderosa y brillante la aurora de un Nuevo

    Mundo.

    Nuevo y, por consiguiente, mejor.

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    PATOLOGA DEL MIEDO

    Varias veces lo hemos dicho y no est dems volverlo a repetir: el hombre estenfermo de miedo, y las peores consecuencias de esta enfermedad se manifiestan ennuevas y peores dolencias que aparecen da a da.

    El miedo es una terrible garra que se cierra sobre los pensamientos, los senti-mientos y la voluntad, restndole al ser humano toda posibilidad de accin inteligente.La actividad vital se reduce a defenderse, a escapar de todo, a rehuir responsabilidades,a evadir definiciones, a esconderse para no llamar la atencin. Lo gris y opaco es hoy loms apreciado y esas son, precisamente, las caractersticas del miedo, que tambin esopaco y gris.

    Aparece en estas circunstancias una especial modalidad: la del anti, la del quese opone a todas las cosas en cuanto estas cosas significan la menor determinacin

    personal. Todas las cosas son malas, pues los defectos son los primeros que se destacan,mientras que el miedo creciente hace perder toda oportunidad de reconocer virtudes.

    Estar en contra de todo que es lo mismo que no estar a favor de nada es lanueva expresin patolgica derivada del miedo. Lo nico que se sostiene como positivoes el propio beneficio, la propia supervivencia, aunque para ello haya que destruir todolo dems, que es lo que le sigue de inmediato. Se trata, como es evidente, de una abe-

    rrante forma de egosmo, en que el yo se autoafirma en la medida en que se despreciatodo lo circundante. No se intentan superar los males que afectan al mundo, sino que,

    por temor, se niega y se denigra, al mismo tiempo que se esconde la cabeza bajo las alasde la inaccin.

    El filsofo debe erradicar el miedo, y con l, todas sus secuelas. Debe aprender adistinguir lo bueno de lo malo, debe sostener sus ideas y diferenciarlas de aquellas otrasque le son opuestas, pero siempre con la voluntad y la accin puestas en juego. No se

    puede ser simplemente anti; hay que tener, en principio, unos ideales firmes y autn-ticos para poder oponerse a alguna otra cosa. Antes de rechazar hay que aceptar. Antesde negar hay que saber.

    El filsofo puede encontrar errores y descubrir defectos en los diversos aspectosque hacen a la vida; pero no se conforma con sealarlos o temerlos, sino que trabajaardientemente para mejorar todo aquello que est en sus manos, empezando, natu-ralmente, por l mismo.

    El filsofo advierte, asimismo, que, adems de lo malo, siempre existe lo buenoy positivo, solo que a veces est dormido o sepultado por las olas del temor y de lainercia. Las virtudes, como toda buena planta, deben ser atendidas y cultivadas hastalograr su mayor desarrollo.

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    El filsofo no va en contra, sino a favor de la vida, acepta sus corrientestraicioneras y se esfuerza en lograr una claridad ideolgica que le permita transitar porel mundo. Los antitodo terminarn por volverse antihombres, y el filsofo valora lacondicin humana como factor indispensable para constituir nuestro ansiado Mundo

    Nuevo y Mejor.

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    ANTE LA CATSTROFE

    A medida que se acerca el fin de siglo, el catastrofismo parece hacer presas msfciles y abundantes; nos enfrentamos a un verdadero fatalismo, que resta energas y

    posibilidades de que los hechos discurran adecuadamente.

    Como ocurri en otros momentos de la Historia, los hombres se sienten inca-paces de poner solucin a todos los males que nos aquejan, y aunque eso no se reconocejams pblicamente, lo cierto es que el desnimo y la indiferencia van ganando terreno.

    Por un lado est la apata sencilla de quienes nada pueden hacer desde sus

    humildes puestos en la sociedad. Por otro, est el desaliento an mayor de quienessaben que solo se trabaja con hiptesis, pero no con seguridades, acerca de lo que habrde venir. La falta de decisin para afrontar la situacin actual generalizada hace que lasteoras sobre un posible fin del mundo, sobre importantes catstrofes que podranocurrir en los prximos aos, se vuelvan ms concretas en la imaginacin de la gente.

    Ante este estado de cosas, no es cuestin de sentarse a esperar el desastre de unau otra dcada, sino de analizar despaciosamente nuestra actuacin como seres humanos.

    No descartamos en absoluto la influencia que los astros tienen sobre nuestro pla-neta y, naturalmente, sobre los habitantes de nuestro planeta. Si el universo es un gran

    ser vivo, de movimientos coordinados, es factible suponer que todos sus elementos es-tn relacionados y que el movimiento de los astros se refleja en otro tipo de movimien-tos acordes, ya sea en la Tierra, ya sea entre los hombres. Desde este punto de vista, es

    probable que pudiesen sobrevenir catstrofes que, de todas maneras, hace tiempo que seestn manifestando, tanto en lo referente a movimientos geolgicos como en lo querespecta a la agresividad creciente entre los hombres.

    Pero esas catstrofes no son determinantes, ni suponen el fin del mundo. LaHistoria registra muchos otros momentos difciles, cataclismos y perturbaciones,temores y psicosis de un final cierto, que se resolvieron en la continuidad de laexistencia y en un mayor nmero de problemas a resolver, pero nada ms.

    Nuestra actitud mental ha de ser sana y decidida. Como deca el empe-rador-filsofo Marco Aurelio, Qu le puede suceder al hombre que no sea propio delhombre?. Si se avecinan catstrofes, sabremos afrontarlas. Y lejos de desanimarse anteesta probabilidad, al contrario, habr que acumular ms energas, ms conocimientos,ms fuerza de voluntad, para sobrellevar dignamente todo aquello que pueda pasar.

    Ni fatalismo catastrfico ni optimismo inconsciente. Se impone una forma de serequilibrada, en la cual el optimismo se manifieste tan solo ante los resultados concretos,y el fatalismo se desvanezca ante nuestra voluntad puesta en marcha.

    Hay que saber vivir para los tiempos nuevos.

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    RECUPERAR EL VALOR

    No es nuevo el problema del miedo entre los hombres.

    Desde hace ya varios aos tal vez ms de los que nos atrevemos a calcular, elhombre ha perdido la confianza en s mismo, en el destino que le corresponde y, comoconsecuencia, en el destino de la Humanidad. La Historia le resulta totalmente ajena, yno se siente su constructor sino su vctima. El tiempo no es ms el factor de esperanzaque nos permite lanzarnos hacia adelante con renovados sueos y constantes obras; eltiempo es ahora, por el contrario, un arma letal que arrasa hombres y civilizaciones, quetodo lo desgasta sin posibilidad alguna de recuperacin.

    El resultado era de esperar, y lo estamos sufriendo en mayor o menor grado.

    El hombre ha perdido la facultad de la comunicacin, y esto, en medio de la erade las comunicaciones. Nadie confa en nadie; nadie se arriesga a decir la verdad de loque siente y piensa, y nadie quiere ni mucho menos confesar que a veces no est muyseguro de lo que piensa ni de lo que siente... Hoy todo respira la falsa seguridad del quemiente, del que finge para disimular su falta de fe interior y exterior.

    Por eso ha surgido el miedo. Miedo a la verdad; miedo a los compromisos; mie-do a la lealtad; miedo al dao que pueden provocarnos los dems hombres y aun miedo

    a nuestras propias y desconocidas reacciones.Por miedo ya no se pronuncian ms, palabras sagradas. Por miedo ya no brota la

    sana amistad. Por miedo mueren los mejores ideales, porque nadie quiere romper lanzaspor ellos. El miedo pone miradas esquivas en los ojos, pinta gestos estriles e indecisosen los cuerpos, y pronuncia palabras ambiguas y vacas que a nada comprometen y detodo permiten escapar...

    A este miedo de la vida cotidiana se suma ahora el otro miedo ms grande antelos ciclos de la Historia. Cumplir aos es casi un signo nefasto; haber empezado unanueva dcada ha de traer, seguro, nuevas desgracias y complicaciones; acercarnos al

    milenio es seal de algn final catastrfico seguro... Y todo ello contribuye a hacer alhombre ms pequeo todava en su dimensin interior.

    Es hora, pues, de asumir la actitud contraria. El miedo es sinnimo de debilidady falta de confianza. Es necesario, entonces, recuperar el valor: conocerse a s mismo, alos dems hombres; iluminar el entendimiento y retornar a Dios y a las verdades que seencierran en la Naturaleza.

    No nos han de asustar los nuevos aos, ni las nuevas dcadas, ni todas lasconjunciones estelares juntas han de mover un pice la firme voluntad de un hombreque siente dentro de s el fuego de la vida infinita.

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    No somos una casualidad perdida en el espacio. Somos una rica causalidad queproviene de Dios.

    Prubalo: mira as las cosas y perders el miedo.

    Adopta esta nueva visin y sers un Hombre Nuevo.

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    EL DOLOR

    Hay una pregunta que, calladamente o en voz alta, solemos formularnos variasveces al da, muchas, demasiadas veces en la vida. Por qu sufren los hombres? Porqu existe el dolor?

    Esta pregunta seala una realidad de la que nos es imposible escapar. Todossufren; por una u otra razn, todos sangran en su corazn e intentan vanamente apresaruna felicidad concebida como una sucesin ininterrumpida de gozos y satisfacciones.

    Viene a mi memoria una parbola del budismo que siempre me ha impresio-

    nado; aparece en los libros bajo el nombre de El grano de mostaza. Y, en sntesis,refleja el dolor de una madre que ha perdido a su hijo pero que, sin embargo, confa envolverlo a la vida gracias a las artes mgicas del Buda. Este no desalienta a la madre;solo le pide que, para resucitar a su hijo, le consiga un grano de mostaza obtenido en unhogar donde no se conozca la desgracia... El final de la parbola es evidente: el grano demostaza, ese grano tan especial, jams aparecer, y el dolor de la madre se ver miti-gado en parte, al comprobar cuntos y cun grandes son tambin los sufrimientos detodos los dems seres humanos.

    Pero el hecho de que todos los hombres sufran no quita ni explica la realidad delsufrimiento. Y otra vez nos preguntamos: por qu?

    Viejas enseanzas ms viejas an que la parbola citada nos ayudan a penetraren el intrincado laberinto del dolor.

    En general, se nos indica que el sufrimiento es el resultado de la ignorancia. As,sumamos dolor tras dolor, es decir, a los hechos dolorosos en s, sumamos el descono-cimiento de las causas que han motivado esos hechos: no somos capaces de llegar hastalas races de las cosas para descubrir la procedencia profunda de aquello que nos

    preocupa; simplemente, nos quedamos en la superficie del dolor, all donde ms sesiente, y all donde ms se manifiesta la impotencia para salir de la trampa. Ignoramosla causa de lo que nos sucede, y nos ignoramos a nosotros mismos, sumando una doble

    incapacidad de accin positiva.Asimismo, desconocemos otras leyes fundamentales de la Naturaleza, y una vez

    ms, por ignorancia, acrecentamos nuestro dolor. Deberamos saber que ningn dolor eseterno, que ningn dolor se mantiene ante el embate de una voluntad constructiva.

    Nada, ni dolor ni felicidad, puede durar eternamente en el mismo estado. Hay queaprender, pues, a jugar con el tiempo para hallar una de las posibles salidas dellaberinto.

    El dolor de lo por venir no tiene cabida en el presente, ya que es un sufrimientointil, antes de tiempo y, tal vez, sin razn de ser. Es verdad que en el presente ya se

    est gestando el futuro, pero tambin es verdad que el temor del futuro es germen de

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    futuros males, mientras que la voluntad firme y positiva da lugar a circunstancias msfavorables que tambin pueden gestarse en el presente.

    El dolor de las cosas pasadas es como intentar mantener el cadver de un serquerido en nuestra casa, repitindonos constantemente que no ha muerto, volviendo milveces los ojos a la irrealidad de un cuerpo que no existe y desconociendo la otra realidadespiritual que s existe.

    Y en cuanto al dolor del presente, es apenas una punzada que, en breve, se hundeen el pasado, para dejar lugar al futuro.

    Por eso deca un sabio que los hombres somos capaces de sufrir tres veces por lamisma cosa: esperando que suceda, mientras sucede y despus de que ha sucedido. As

    se refuerza la tesis de la ignorancia como madre de todos los dolores.Para los orientales, siguiendo con la tnica de la parbola budista, el dolor es

    vehculo de conciencia, lo que equivale a decir que todo sufrimiento encierra unaenseanza necesaria para nuestra evolucin.

    El dolor es el que nos obliga a detenernos y a preguntarnos acerca de las cosas.Sin el dolor, jams nos diramos, como tantas veces lo hacemos: Por qu a m?, paraadvertir, seguidamente, que no es a m solamente... Sin el dolor, no nos propon-dramos indagar en las leyes ocultas que mueven todas las cosas, hechos y personas.

    Por poco que volvamos los ojos, encontraremos sufrimiento: sufre la semilla que

    estalla para dar lugar al rbol, sufre el hielo que se derrite con el calor o el agua que seendurece con el fro, y sufre el hombre que, para evolucionar, tiene que romper las

    pieles viejas de su crcel de materia.

    Pero tras todos estos sufrimientos se esconde una felicidad desconocida: laplenitud de la semilla, del agua, del alma humana que descubren, en medio de lastinieblas, la luz segura de su propio destino.

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    EL AGOBIO

    Cuando unas vacaciones tocan a su fin y nos planteamos recomenzar la actividadhabitual, surgen otra vez a la luz de la conciencia los problemas que habamos credoenterrar con la partida.

    Uno de esos problemas se resume en una palabra que, cada vez, escuchamos msen boca de la gente: el agobio.

    El trabajo es agobio, el estudio es agobio, lo son tambin las obligaciones con-tradas, los mil compromisos por los que debemos responder, las complicaciones que no

    sabemos resolver... Es como si las vacaciones no hubiesen servido para nada, como si eldescanso de unos pocos o muchos das se hubiera borrado ante la sola idea de lo que nosespera.

    Pero es que realmente sabemos descansar? O interpretamos como descanso elhecho de hacer poco y nada, de no pensar, de asumir una personalidad diferente a la delresto del ao?

    As, evidentemente, no descansamos. As, tan solo escapamos por un breve lapsode tiempo, escondindonos del cmulo de cosas que nos esperan a la vuelta para volver-nos a agobiar; caemos en las garras de la angustia y nos sentimos atrapados por las

    necesidades que, reales o no, nos ha ido poniendo la vida. Nos agobian las obligacionesy aun los derechos que muchas veces no sabemos cmo ejercer ni en qu consisten. Nonos queda ms remedio que hundirnos en la vorgine y anhelar que pasen los meses

    para que lleguen las prximas vacaciones, que imaginamos mejores que las presentes,aquellas que verdaderamente nos darn la oportunidad de descansar.

    Sin embargo, ao tras ao se repite la misma historia.

    Como ya nos lo ensearon los filsofos estoicos, el problema est en nosotros yno fuera de nosotros.

    Es imposible viajar y alejarse de las preocupaciones habituales, puesto que ellasvendrn invariablemente en nuestra maleta. En este caso, de nada vale poner distanciasde por medio ni dejar la mente en blanco. Nosotros mismos nos convertimos ennuestros propios enemigos y somos la causa de nuestro detestado agobio. No es cues-tin de cambiar de sitio ni de proponerse un descanso sin participar activa e inteligente-mente en l.

    Por qu vivimos agobiados? En principio, porque son demasiadas las cosas alas que tenemos que atender en un tiempo que se nos antoja irremediablemente corto.Ahora bien, como filsofos, se impone analizar la autntica importancia de aquellasmuchas cosas que nos agobian. Todas merecen realmente un puesto principal? No es

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    posible hacer una seleccin entre las cosas que de verdad son vlidas, las que lo sonmenos y las que no lo son en absoluto?

    Lo ms seguro es que de esta meditacin surjan respuestas esclarecedoras pararesolver el agobio que nos envuelve como bruma impenetrable. Lo ms seguro es quedescubramos que nos atrapan las cosas, no por su cantidad, sino por su intrascendencia:el hacer mucho que no conduce a nada, el moverse constantemente sin saber bien haciadnde, el no tener metas definidas, o si lo son, pecar en cambio de impracticables. As elhombre interior muere ahogado por una absurda construccin, compleja y enervante,que se supone se hizo para la propia proteccin, para el desarrollo personal.

    Pero es intil arropar al yo hasta el punto de hacerlo desaparecer. Lo intrascen-dente destruye al hombre superior que todos llevamos dentro y que necesita ventanas

    abiertas para poder expresarse. Lo intrascendente agobia, desmoraliza, impide vivir,cansarse y descansar, porque lleva su especial ritmo de locura insaciable.

    Un poco de aire y de luz, es decir, un poco de sanos conocimientos, abrirn unabrecha al yo siempre presente en nosotros, y el agobio ceder paso a una armonainsospechada en la que el tiempo, el espacio y la energa acten en funcin de lo eternoy esencial.

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    LA AGRESIVIDAD

    Desgraciadamente, una de las caractersticas que sealan al hombre de nuestrosdas es la agresividad. Salta en cualquier momento y ante el ms leve de los estmulos,venga o no a cuento. Es una fuerza que est siempre dispuesta a mostrarse, como sifuese un torrente a duras penas contenido, y cuyas causas, aunque difciles de entender,no por ello deben escapar a nuestro modesto anlisis.

    En principio, pueden distinguirse dos maneras de ser tpicamente agresivas: laque proviene de los adultos y la que es propia de los jvenes.

    La agresividad de los adultos, si bien tan desagradable como la otra, es qui-z ms justificable. En este caso se suman insatisfacciones acumuladas a lo largo demuchos aos, fracasos, sueos rotos, sueos que se dejaron morir sin ms... Es elresultado de un rechazo al propio pasado, que no se puede o no se quiere asumir, y untemor aberrante al futuro, que aparece incierto, sin frutos apetecibles. Entonces estalla laagresividad ante todo y ante todos, porque todos tienen la culpa de lo que cada cual,individualmente, no pudo hacer. Hay que buscar un chivo expiatorio, y siempre esmejor que la vctima propiciatoria sea alguien diferente a uno mismo.

    En el caso de los jvenes, la agresividad es una mscara que cubre mltiplessituaciones conflictivas. El joven es fuerte por naturaleza y necesita aplicar su fuerza en

    algo; si encuentra cmo dirigirla inteligentemente, se convierte en un hombre realizado;si no encuentra cmo expresar tanta y tanta energa, la vuelca contra los dems y contras mismo bajo la forma de agresividad.

    El joven tiene la vida por delante, como tantas veces suele decirse, es cierto;pero lo que tiene delante no le ofrece ninguna seguridad. Tampoco sabe con certeza siva hacia adelante, o si simplemente va hacia alguna parte. No confa en las generaciones

    precedentes, pero tampoco suea con las venideras, en tanto aguanta a duras penas a losque comparten sus propios problemas y su mismo esquema de vida. El joven se sienteacorralado por un conjunto de inseguridades la primera de todas en l mismo y por uncmulo de desencantos prematuros que van a dar irremediablemente en la desespera-

    cin. El fruto inmediato de esta desesperacin es, precisamente, la agresividad. Todostienen la culpa de su desaliento, y cuando ya est harto de culpar y agredir a los dems,le toca el turno de volverse contra s mismo. De all la anormal cantidad de suicidiosque se dan entre los jvenes; suicidios sin causa aparente, pero que, sin embargo, se hangestado durante mucho tiempo en el interior alucinado de los que se sienten fuera delmundo.

    Por una u otra razn, lo cierto es que nos ha tocado vivir una poca de escasaconvivencia humana. La agresividad ha reemplazado a la sensatez de la sabidura. Yque conste que no nos referimos a la violencia, como resultado ms o menos directo dela agresividad, que ese ya es otro problema mucho ms agudo. Hoy tan solo nos preo-

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    cupa esa amargura creciente que se ha convertido en denominador comn de lasrelaciones humanas.

    Las soluciones no son fciles, porque no pueden darse con rapidez, de la noche ala maana, y porque no pueden aplicarse sin la colaboracin directa de cada uno de losimbricados en la cuestin. En todo caso, la urgencia mayor se da a nivel de los jvenes,de esa generacin que dentro de no mucho habr de hacerse cargo de la conduccin desus propios destinos y, por consiguiente, del destino de su poca entera.

    Es fundamental eliminar el vaco, la falta de metas, de ilusiones, de planes, deestudios, de trabajo. Cada joven debe saber por qu vive, para qu vive y cmo vive.

    Nadie podr evitar las tribulaciones y dificultades naturales de la existencia, pero almenos habr un sentido de responsabilidad que permitir afrontar con entereza cada uno

    de los problemas que surjan.

    Una vez ms la filosofa, en su completura de amor a la sabidura, y en suaplicacin como forma de vida, se presenta como solucin adecuada a una agresividadque, en el mejor de los casos, no es ms que un derroche de energa intil.

    La mscara hiriente caer cuando el ser humano, el joven en particular, puedaexpresar con sinceridad sus autnticos valores, sin necesidad de disfrazar el vaco de uncorazn dolorido por la ignorancia.

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    LA TEMIBLE OPININ PBLICA

    Cuando la sensatez y el conocimiento desaparecen del panorama de la vidacotidiana, entonces la llamada opinin pblica se erige en juez infalible de todo loque se hace y se dice.

    Sin embargo, la opinin pblica no es ni sabia ni sensata, y no porque no tengaposibilidad de serlo, sino porque no interesa que lo sea. Al contrario, se trata demanipular esa opinin, hacindola tan variable como la moda misma.

    La realidad diaria nos muestra una opinin pblica que se mueve entre los dos

    perpetuos extremos: crticas y halagos, yendo de uno a otro como pndulo inagotable. Yes tan temible ese pndulo que el halago supone la posibilidad de existencia y accin,mientras que la crtica es algo as como una lpida sobre la cual nadie se atreve alevantar cabeza.

    El veredicto del juez opinante es considerado definitivo, a tal punto que lo msdeseable es una tranquilidad, una inercia en la cual nadie nos quiere ni nos odia, perotampoco se fija en nosotros.

    Sin embargo, crticas y halagos son seal de movimiento, mientras que el anoni-mato de la tranquilidad es seal de estatismo. Si nada hacemos, nada arriesgamos, ni

    entramos por consiguiente en el juego de los extremos por el que somos aceptados orechazados. Si actuamos, hemos de aceptar como lgico y natural que haya quienesestn conformes con nuestra actuacin y haya quienes no lo estn, sin que por ello nosveamos obligados a detener la marcha, pues al hombre convencido de la necesidad deaccin, no le importan ni crticas ni halagos; solo le importa el cumplir con su deber,ms all de lo que la moda pblica opine sobre el deber.

    La Historia, en su constante devenir, nos muestra que, segn sus ciclos, sontambin los intereses humanos: a veces importa ms el deber y el honor que ningunaotra cosa, y a veces estos principios quedan eclipsados por un hedonismo y un materia-lismo que no quieren compromisos profundos con el hombre interior, ni con la Historia,

    ni con Dios. All es donde entra en juego la opinin pblica y sus variadas modas. Yall reside el riesgo de perderse en vanas especulaciones, mientras se esperan losaplausos que nunca vendrn y mientras se pierden las buenas oportunidades de actuar demanera til y efectiva en la vida.

    Lo importante es actuar, definirse, arriesgar muchas veces una equivocacin,pero poner la energa humana al servicio activo de uno mismo, de los otros hombres y,en sntesis, de Dios. Si nos elogian, bien; si no nos elogian, bien tambin; y si noscritican, igualmente bien.

    Del mismo modo en que ni el Sol deja de alumbrar ni el mar de batir las costas,

    con la misma inexorabilidad, y ms all de las meras opiniones, el hombre idealista ha

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    de cumplir con el Destino, dando cabida a la voz de su vieja y profunda concienciaantes que a las mudables versiones temporales.

    Antes que el alma pueda or, es menester que uno se vuelva tan sordo a losrugidos como a los susurros, a los bramidos de los elefantes furiosos, como al zumbidoargentino de la dorada mosca de fuego (Libro de los Preceptos de Oro.Tbet).

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    MERECE LA PENA?

    A menudo nos preguntamos qu es lo que merece la pena vivirse, pues muchasveces tropezamos con la ya conocida expresin de esto no merece la pena. Es como sila vida nos pusiera delante un surtido escaparate en el cual debemos elegir entre aque-llas cosas que tienen inters para nosotros y las que importan poco y nada.

    Algo de eso hay. Y nos llama la atencin el hecho de que, elijamos lo queelijamos, todo supone penas, esfuerzos, solo que algunas cosas lo merecen y otras no.

    Qu es, pues, lo que hoy merece la pena?

    En primer lugar, se trata de resolver la situacin humana aqu y ahora, en elsentido puramente material y confortable de la cuestin. A continuacin, se trata deconseguir una vaguedad agradable en lo que a sentimientos e ideas se refiere; sentir o

    pensar en profundidad slo trae complicaciones que, por supuesto, no compensannuestras penas. En general, interesa dejarse llevar por la corriente, adaptarse a lasopiniones aceptadas, llenar de vaco las horas vacas, para que no se note que estnvacas. Vocaciones, investigacin, autoconocimiento, amor, amistad... eso ya no selleva, no merece la pena, no rinde nada en una sociedad que casi no valora esos

    productos.

    Pero, si reflexionamos un poco ms, comprobaremos que hay cosas que siemprehan merecido y siguen mereciendo la pena: son aquellas que perduran, las que nodesaparecen rpidamente, las que son nuestras compaeras tanto hoy como maana.

    Merece la pena el conocernos a nosotros mismos como seres humanos conconciencia, pues lo que en este sentido se aprende, con toda seguridad perdura, y nadienos lo puede quitar.

    Cuanto ms nos acercamos por razn o por intuicin a las verdadesimportantes, en cuanto a ideas estables y de peso, ms seguros estamos de nosotrosmismos, y eso s merece la pena.

    Cuanto ms conocemos y comprendemos a la gente y sus problemas, msafectos y amistades tenemos en nuestro haber y, aunque no sean perdurables en todoslos casos, tambin merece la pena.

    Dedicar la vida a una ocupacin til para uno mismo y para los dems es darlesentido a la existencia, y eso merece asimismo la pena, pues dura tanto como nuestrosaos sobre la Tierra.

    Todos estos y ms son elementos perdurables que podemos encontrar en latradicin filosfica de todos los tiempos y lugares. Y esto es algo que s merece la penaser vivido: LA FILOSOFA ENTENDIDA COMO UNA FORMA DE VIDA.

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    SABER O CONOCER?

    Hace ya unos cuantos aos deca Bacon que La satisfaccin de la curiosidad es,para algunos hombres, el fin del conocimiento. Y hace ms de un siglo un granmaestro agregaba que Bacon estuvo tan en lo justo al formular esta verdad trillada,como los que la conocieron antes que l lo estaban al separar la sabidura delconocimiento.

    La divulgacin de los conocimientos en todas las ramas, cientficas, filosficas,artsticas, sociolgicas, polticas, econmicas, y otras tantas que ahora se nos escapan,han logrado, ms que una difusin seria, la creacin de un mercado destinado asatisfacer curiosidades. Y si la curiosidad no se manifiesta o no existe, ya aparece quiense encarga de promoverla a travs de la propaganda sensacionalista y el amplio eindiscriminado uso de los medios de comunicacin.

    De ms est decir que la curiosidad nunca se satisface por estas vas, porque elpblico en su mayora no est preparado para agotar en profundidad temas tandiversos, y porque las disciplinas arriba mencionadas y las que podamos haberolvidado mencionar cambian de posturas y opiniones con la misma velocidad con quedescubren o creen descubrir nuevos aspectos en los mbitos de su investigacin. As,hay temas y curiosidad para rato...

    Pero avancemos un paso ms. Pasemos de la simple curiosidad al conocimientodesarrollado y profundizado en aos de estudio y trabajo. Aunque esta pudiera parecerla meta ms alta a alcanzar, tampoco es as, porque el conocimiento slo atae a una

    parte especfica de la persona: ocupa, segn los casos, la mente, el cuerpo, los senti-mientos, pero es muy difcil que abra las impresionantes puertas de la intuicin, losresortes escondidos del alma, la ansiedad imparable de perfeccin, sea cual sea la tareaque hayamos acometido.

    Es aqu donde entramos en el dominio de la sabidura. Saber es mucho ms queconocer. Es un conocimiento que no se olvida, que no radica simplemente en lasuperficie externa de la memoria, sino en los pliegues ms profundos del verdadero ser.

    Lo que se sabe se convierte en parte de uno mismo. Y as como uno mismo siemprees, aunque no sea igual de nio que de adulto, la sabidura obliga a ese avance enmadurez que corre con el tiempo, si bien un tiempo que se hace eterno cuando se refiereal propio crecimiento.

    Estamos en poca de grandes conquistas. Todos pretenden ofrecernos lo mejor.Exijamos, pues, lo mejor, y empecemos por exigrnoslo a nosotros mismos. All donde

    pongamos las manos, los ojos, el sentimiento o la idea de nuestro quehacer, hagmoslocon espritu de grandeza y perfeccin; con esa visin que, de puro amplia, vuelvehermanas a las ciencias, las artes, las religiones y las filosofas.

    Lo nuestro es SABER.

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    SOBRESALIR

    Preguntmonos por un hecho de suma validez para los hombres de nuestros das:cules son las diferentes formas de lograr el xito, de sobresalir, en una palabra? Hayuna cosa indiscutible: todos los hombres, de una manera u otra, tratan de destacar, detriunfar; es como una necesidad vital. Es la necesidad de hacer algo, pero sobre todo,algo importante; es la necesidad de actuar, pero actuar en algo que no pase desaper-cibido. Se trata de ser alguien, de no desaparecer en el anonimato, de que el nombrede uno suene entre la mayor cantidad de gente posible.

    La ley natural de la vida nos lleva a la accin. Todo el universo acta, se mueve,se dirige hacia alguna parte, aunque nosotros no podamos precisar con exactitud esedestino. As pues, la necesidad de accin no debe extraarnos, en cuanto el hombreresponde armnicamente a las leyes universales. Tambin es natural que toda accintenga un resultado, una respuesta acorde. El caso es que hoy se enfoca la accin y susresultados bajo la ptica del xito fcil: hay que sobresalir, hay que destacar entre losdems antes que lograr que las cosas que hacemos estn bien hechas; con que parezcaque estn bien hechas, basta.

    En esta carrera imparable por sobresalir, solemos encontrarnos con diversasformas de actuacin.

    Los hay que se esfuerzan personalmente y buscan, dentro de lo que est a sualcance, unos medios adecuados para destacar.

    Otros, si bien se valen de su propio esfuerzo y trabajo, no reparan en los mediosque les han de llevar a obtener esos tan ansiados signos exteriores del xito.

    Y no faltan los que, simplemente, se dedican a aplastar a los dems para parecerms altos.

    De una forma u otra, los resultados que se obtienen, salvo excepciones, sonbastante tristes. La condicin exigida del triunfo exterior produce hombres insatisfechos

    en el mejor de los casos, cuando no traumados y neurticos; no faltan los deprimidos,envidiosos, salvajes y agresivos, o bien los vanidosos, crueles y despiadados, sin des-contar los advenedizos y aprovechados y otros cientos de ejemplos que ampliaran lafauna antes expuesta.

    Preguntmonos, pues: hacia dnde conduce esta carreta y qu sentido tiene? LaHistoria, como experiencia de la Humanidad, y la propia experiencia personal, nosindican que estos oropeles van y vienen con el viento. Lo que hoy vale, maana esestigma, y lo que ayer fue motivo de pena de muerte, hoy es propaganda prestigiosa.

    Sobresalir entre quines y para qu?

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    La misma pregunta que me planteo me lleva a concebir ese deseo de destacarcomo un impulso natural del alma: es propio del hombre aspirar cada vez a ms ymejor. Pero tambin entiendo que sobresalir es fundamentalmente crecer, crecer deverdad y no calzarse zancos; es estirarse por dentro hacia lo ms alto y lo ms bueno. Yes ganar el propio respeto, la propia estima, es estar a gusto con la propia conciencia.

    Hay formas de destacar que parecen ya casi olvidadas como, por ejemplo...

    el conocerse a s mismo para mejor dominar los aspectos negativos y potenciarlos positivos;

    el apoyarse sin falsas vergenzas en el ejemplo de los que supieron triunfar ennombre de lo bueno, lo bello y lo justo;

    el desentenderse de lo que la moda impone, o de los desvaros psicolgicos ypseudorracionales de un momento dado;

    el hacer de la vida un ejercicio de perfeccin cotidiana...

    Conviene recordar que no es bueno sobresalir tan slo un instante, pues se llegaa los mismos estados de desesperacin de quienes no lograron los necesarios smbolosde prestigio. En cambio, vale la pena un intento ms serio y continuado que nos lleve aun crecimiento interior slido, estable, ininterrumpido, siempre en pos de lo ms grandey de lo mejor.

    Por eso nos preguntamos por la necesidad y el sentido de sobresalir y por losmedios que existen para lograrlo. La necesidad est clara.

    El sentido y los medios dependen de la eleccin que cada uno sepa hacer y, eneste caso, las preguntas que nos hagamos a nosotros mismos y con la mxima sinceridadno estarn nunca de ms.

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    QUE ES LA INSPIRACIN?

    Esta es una pregunta que nos sugieren las autnticas obras maestras, aquellascreaciones y actuaciones geniales que algunos hombres han logrado plasmar como sihubiesen estado dirigidos por unas fuerzas especiales, a todas luces superiores a esosmismos hombres. Cul fue la mgica chispa que los llev de la mano? Qu corrientesextraordinarias supieron seguir?

    Esa es tambin la pregunta que nos acosa personalmente en esos momentos enque estamos deseosos de expresar lo mejor de cuanto sentimos y pensamos, aunque sinsaber cmo hacerlo. Y es, asimismo, lo que nos preguntamos cuando nos hallamos va-cos de ideas y emociones, cual si fusemos un saco de piel y huesos sin otra posibilidadde vida.

    Entonces recordamos a los grandes creadores, a los que supieron entrar en con-tacto con la inspiracin araando su secreto. Podramos asegurar que existe un puenteentre los hombres y el mundo de las ideas, capaz de establecer ese vnculo quellamamos inspiracin? Tal vez no haya un solo puente, un nico lazo entre nosotros yaquello pues, si as fuese, los que pudieron atravesar el puente nos habran contadocmo lo hicieron y dnde llegaron. Tal vez cada hombre deba tender sus propias redes,con sus propios medios, y en esto radique el misterio del despertar de la inspiracin.

    Adems, mucho me temo que en este proceso poco y nada tenga que ver lamente racional de la que hemos hecho el smbolo distintivo del hombre. La experienciaindica que cuanto ms insistamos con la razn ms nos alejamos de la inspiracin.

    Decan los antiguos sabios que el secreto consiste en convertirse en caashuecas... y dejar que por ellas corra la intuicin. Y entonces es cuando se produce elmilagro: nosotros seguimos vacos huecos, ms que vacos y un tropel de imgenesnos desborda, obligndonos a actuar extraordinariamente rpido. Lo que no se diga, nose pinte, no se escriba o no se elabore en ese instante, quedar perdido. No se trata deobras exactamente nuestras; algo o alguien nos las da, y lo nuestro es captarlas ytransmitirlas. Es un momento de xtasis, de contacto con un mundo diferente al nuestro,

    ms sutil, ms bello, ms perfecto en todos sus aspectos. Es como disponer de unaparato receptor de gran sensibilidad, pero del que desconocemos su funcionamiento ysu manejo. Solo podemos aprovecharlo cuando est en marcha.

    Disponemos de varias descripciones, ms o menos inspiradas, que nos dan unaposible clave de interpretacin. Si hay afinidad entre nuestras vibraciones personales yese mundo de ideas perfectas que queremos alcanzar, el contacto se establece con solodesearlo fuertemente. Est en nosotros, pues, desarrollar y alimentar esas corrientes desimpata acordes a cuanto de bueno y bello queremos captar y transmitir. Est en noso-tros abrir las puertas a la inspiracin.

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    Y cuando volvamos a preguntarnos: qu es la inspiracin?, es probable quesigamos sin tener una respuesta concreta; pero s tendremos en cambio la extraa ymaravillosa sensacin de haber sido rozados por un halo prodigioso que viene desdems all del tiempo y del espacio, de la eterna fuente en la que todos, alguna vez, hemossoado beber.

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    POR QU SE GASTAN LOS SENTIMIENTOS?

    A veces resulta interesante volver sobre las preguntas que uno se haca alrecorrer los primeros pasos de un ideal filosfico; sobre todo, para comprobar lasrespuestas que la experiencia nos ha ido proporcionando y para asegurarse de que elespritu permanece inalterable en sus concepciones fundamentales.

    Hace aos me preocupaba la seguridad con que los mayores auguraban lacorta duracin de mis mejores sueos, de mis aspiraciones a una vida diferente, mejor,ms profunda y llena de contenido. Me decan entonces a m, y me temo que hoy amuchos otros en parecida situacin que los ideales son buenos para llenar los aos dela adolescencia, para encender los primeros fuegos a impulsos de la accin. Pero que,luego, la vida con sus exigencias, con sus repeticiones y desencantos se encargara de

    borrar esos ideales para dejar paso a sistemas ms prcticos y concretos.

    En aquellos tiempos me rebelaba contra esas afirmaciones, y hoy sigo hacin-dolo. Antes me opona con la fuerza de la juventud recin estrenada, y hoy lo hago conel apoyo de mis propias experiencias, como constatacin de que aquellas que parecanleyes fijas dictadas por las generaciones precedentes no lo eran tanto. Sin embargo, hayhechos que dejan en pie las viejas preguntas. No todos los idealistas que en sus primerosaos quieren comerse el mundo, continan en la brecha con el mismo impulso amedida que pasa el tiempo. Por qu se gastan las ideas y los sentimientos? Qusucede con aquellos que van dejando morir lo mejor de s en el camino?

    Hoy me contesto que solo puede gastarse aquello que es de naturaleza pere-cedera. Es lgico que nuestros cuerpos materiales vayan perdiendo lozana y que laenerga, que es otra forma de materia, los vaya abandonando. Esa es una ley inherente atoda manifestacin en este mundo objetivo. Pero, a medida que nos adentramos en los

    planos ms subjetivos del hombre, tales como sus ideas y sentimientos, a medida quepodemos prescindir del apoyo estrictamente material, no podemos lograr una mayorperdurabilidad?

    Lejos de m la aspiracin a un estatismo absurdo, o al anquilosamiento de los

    esquemas mentales y emocionales sin permitir ninguna variacin. No. Del mismo modoen que los cuerpos se van adaptando a las necesidades de la vida, que se vale de ellos

    para expresarse, as tambin, ideas y sentimientos pueden variar con el tiempo. Pero, entodo caso, ha de ser para lograr una mayor perfeccin, una mayor decantacin avalada

    por la experiencia; no para desaparecer como polvo, para desgastarse como zapatos muyusados, como barcas que hacen agua o muros que dejan colar el viento...

    Preguntmonos entonces, por la calidad de esos sentimientos y esas ideas quehan perecido ante los embates del tiempo. No seran, acaso, tan frgiles como lamateria del cuerpo, y an ms, puesto que no han durado lo que la vida completa de esemismo cuerpo? No seran ensueos, espejismos, sombras apenas, a las que en la

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    ignorancia algunos se aferran por un momento, para desmoronarse luego con eldesencanto de una ilusin pasajera?

    Y, sin embargo, podramos preguntarnos por otros ejemplos, totalmente opues-tos a estos que acabamos de mencionar. De qu naturaleza son los sentimientos quevencen las barreras de la vida y de la muerte, que reaparecen una y otra vez con lamisma perseverancia del sol por las maanas? Qu decir de esas ideas firmes queinspiran toda una existencia y que son lo suficientemente slidas como para seguiralentando a otros hombres? No son de esta estirpe los cientficos que buscan y trabajanincansablemente, heredando aspiraciones y esfuerzos unos de otros, hasta conseguir sus

    propsitos? No lo son los msticos que aman a Dios en todas las cosas y sobre todas lascosas? No lo son los Romeos y Julietas, los Paris y Helenas, los artistas perpetuamenteenamorados de su arte, los filsofos, seguidores incansables de la sabidura atemporal?

    Es que no existen, pues, los elementos slidos, perdurables, ejemplares, en losplanos subjetivos? Claro que existen, claro que son posibles! Solo hay que saber darcon ellos, no dejarse engaar por las falacias ni dejarse caer ante las pruebas de la vida.

    Nada valedero se consigue sin esfuerzo, y ningn sentimiento o idea que valga lo bas-tante como para regir todo nuestro camino ha de venirnos sin ms, sin conquista y sinlucha por la conquista.

    Aquello que se desgasta lleva en s el sello de lo falible. Dejemos, pues, que sedesgaste, que siga su destino y, en cambio, tratemos de preservar lo que sabemos que

    puede constituir un tesoro y un apoyo para toda la vida, para todas las vidas. Sepamos

    preguntarnos a diario por la consistencia de nuestras vivencias y sepamos, asimismo,dar consistencia a todo lo que nos ha de alimentar espiritualmente. Construyamos mun-dos de ideas y sentimientos que puedan permanecer con nosotros todo nuestro tiempo, yaun mucho ms, como para volver a encontrarnos con ellos cuando nos llegue, como atodas las cosas, el momento de recomenzar y reconocernos.

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    EL HROE COTIDIANO

    Entre las muchas cosas que ya no se llevan est lo heroico, el sentido heroicode la vida. Eso de los hroes queda para los libros, ya ni siquiera libros de Historia, sinode historias fantsticas para nios, a los que se entretiene con hroes de papel o deceluloide, siempre y cuando no intervenga el psiclogo de turno para expresar que talesrelatos distorsionan la mente infantil.

    Pero, a pesar de las pretendidas modas, la vida, en su rico muestrario, nos ofrecemuchas ms heroicidades de las que uno est dispuesto a admitir. No se trata de losgrandes personajes, de esos que, a pesar de la opacidad de las crticas envidiosas, siguen

    brillando con luz propia en el tiempo; no. Se trata de los pequeos hroes cotidianos querealizan verdaderas gestas, con un esfuerzo digno de titanes, aunque tengan la altura delos hombres.

    Cada uno tiene su medida. Cada uno tiene sus sentimientos y sus ideas, cada unotiene sus sueos, sus ambiciones. Cada uno tiene sus deseos de cambiar, de mejorar, dedejar el mundo un poquitn diferente de como lo encontr... Y all, en ese cada uno, contodas esas caractersticas, est el hroe cotidiano, el que se afana laboriosamente paraconseguir algo o mucho de lo mencionado.

    Si algn escritor dotado recogiese las peripecias de estos personajes annimos y

    les diese expresin con la palabra, convertira a personajes y peripecias en hroes yheroicidades, porque sabra destacar el valor de cada experiencia, la valenta de cadaminuto.

    Cuando la filosofa clsica ponderaba a los hroes, hacindoles reconocer portodos, creo que no se apoyaba solamente en gestas guerreras o en actos sobresalientesde destreza psquica o biolgica. Creo entrever, en ms de un filsofo, una callada ysutil invitacin a emular a esos hroes desde la sencillez de nuestras propias vidas,desde el puesto de guerra por qu no? que el Destino nos ha concedido a cada unode nosotros.

    El sentido heroico de la vida no se agota en una batalla, ni en una oportunidaddifcil de la que hayamos podido salir victoriosos. Por eso hablamos de un SENTIDO DELA VIDA, y no de una ocasin en la vida. El sentido de la vida es como una direccingeneral, es un sendero que, con ms o menos vericuetos, lleva hacia una meta.

    Y la heroicidad consiste, pues, en enfocar cada da, cada acto, como una pruebaen la que todas nuestras fuerzas, desde las fsicas hasta las sutiles de la inteligencia y delalma, van a entrar en juego. A veces caeremos, y otras tantas, y cuantas hagan falta, nosvolveremos a levantar... Entonces, no sientes an al hroe en ti? Hazle un sitio y lovers crecer como una columna en tu propio interior.

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    Esta es una invitacin a lo heroico: ser diferente, ser mejor, ser claro, honesto yrazonable en nombre de una filosofa natural, cuando todos insisten en destruirse en arasde la cursilera y de la ignorancia.

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    LAS CRTICAS

    Aunque son muchos, y en muchas oportunidades, los que han hablado de lascrticas constructivas y las crticas destructivas, nos atrevemos a disentir en este aspecto,ya que la experiencia diaria nos demuestra que las crticas son siempre destructivas. Yesto no es culpa de la crtica como procedimiento racional, sino de las personas queactan llevadas por sus impulsos emocionales y subjetivos antes que por la razn y el

    buen sentido.

    Vivimos en un mundo disfrazado de seguridad y de certezas, pero el contra-sentido se da en lo profundo de cada ser humano donde se manifiesta, de manera ms omenos explcita, la inseguridad, la duda y el miedo.

    Por una parte, el potencial de accin y creacin est notablemente reducido; porotra, la capacidad de entender y superar los problemas se ve recortada por la ignoranciaque existe en estos terrenos, y as, el hombre se protege, disfrazando sus temores y suinhabilidad bajo la forma de crticas.

    En general, todo es objeto de crtica, y destructiva por cierto, pues cuanto peoresson los dems, mejor se siente el que inconscientemente se defiende al ocultar sus

    propios defectos.

    El que critica es automticamente el que sabe, el que supuestamente puede hacerlas cosas mejor que los otros y el que tiene las soluciones a todos los problemas.

    El que critica jams se preocupa en buscar nada bueno en nada ni en nadie, nojustifica ningn error ni perdona la menor falta.

    El que critica es, pues, quien se cree en posesin de toda la verdad y quien seconsidera libre de toda equivocacin; como mucho, guardar sus elogios, ms o menosextensos segn las necesidades, para la persona, grupo o estructura sociopoltica en lacual se siente amparado.

    El que critica, en todo caso, se cuida mucho de llevar a la prctica sus ideas,pues nada mejor que la puesta en accin para demostrar que tambin podra ser objetode iguales o peores crticas que las que l ha formulado. La crtica genera crticas; de lamala voluntad slo deviene mala voluntad.

    Sin que lo expuesto signifique cerrar los ojos, odos y boca dejando pasar todo loque honradamente se considera errneo, creemos que hay maneras de sealar errores, ymaneras de volver el espritu crtico hacia uno mismo en busca de un perfeccionamientoque avale, al menos, esa crtica.

    Ms all de los engaos deliberados a los que nos vemos sometidos por elendiablado esquema actual de vida que llevamos, lo cierto es que siguen existiendo

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    seres de buena voluntad en el mundo; no hay nada ms hermoso que reconocer loslogros de estos seres y estimularlos.

    Y lo cierto tambin es que, si no encontramos nada que valga la pena, no haycrtica ms constructiva que ponerse a trabajar en aquello que creemos bueno y posible.El ejemplo sigue siendo la mejor de las enseanzas, la mejor demostracin y el msacabado argumento.

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    EL LENGUAJE SIMBLICO

    Muchos siglos antes de que los medios de comunicacin lanzaran al mercado lospostulados del psicoanlisis, ya era conocido por los sabios el hecho de que los hombresse expresaran a travs de smbolos y de que su comportamiento, en general, encierraclaves ms profundas de lo que simplemente aparece a la vista.

    Y si bien no hay nada nuevo en este hecho, s debera ser nueva la exigencia deponernos al tanto de lo que estos smbolos significan, ya que nos afectan a todos enmayor o menor proporcin.

    Hoy, ms que antes, las dificultades de la vida imponen el lenguaje simblico; eltemor a la soledad y a la incomprensin obligan a esconder la mayora de los senti-mientos y de las ideas o, por lo menos, a disfrazarlos adecuadamente. En nosotros est,entonces, la habilidad para descifrar esta forma de expresin que, paulatinamente, vienea constituir un nuevo lenguaje.

    Hoy, como muchas otras veces en la Historia, los hombres intentan vivir elpresente minuto a minuto, negando mayor valor al pasado, y tratando de desentendersedel futuro. El olvido del pasado puede indicar, como smbolo, varias posibilidades:desde la ignorancia hasta un mal enfocado deseo de renovacin; desde el miedo a lascomparaciones hasta el otro miedo de no poder dar la talla en el momento actual. Borrar

    el pasado es, as, la mejor manera de valorizar lo poco y nada que se hace en el presente.

    Pero mucho ms peligroso es el desdn por el futuro. Aqu s merece la penadesentraar los smbolos que se esconden tras esta actitud negativa. Resulta difcil parael ser pensante e inteligente desligarse del tiempo y de sus dimensiones; resulta difcil,casi imposible, deslindar el presente del pasado y del futuro. Y, ms difcil todava, nointeresarse por el futuro, cuando all pueden realizarse todos los sueos y esperanzasque hoy nos animan.

    Es probable que, en trminos simblicos, lo que ms se niega sea lo que mspreocupa; lo que ms se desprecia sea lo que ms acapara la mente y las emociones.

    Vivir exclusivamente al minuto sera, en este caso, una forma de escapar delmiedo a enfrentar un futuro no deseado, sino temible, por cuanto subconscientementesabemos que no podemos aspirar a un futuro donde no aparezcan necesariamente lasconsecuencias de lo que vamos sembrando ahora, da a da.

    El desconcierto actual podra dar unos frutos desagradables, al punto de cerrarlos ojos ante ellos e imaginar que, al no verlos, tampoco tendrn realidad. Pero el futuroes inexorable, tanto como el pasado que ya ha transcurrido y no puede borrarse pormucho que lo pintemos de diversos colores.

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    Como filsofos, como amantes de la verdad, nos corresponde la ardua peronoble tarea de abrir los ojos, enfrentar la realidad y lanzarnos hacia adentro, constru-yendo en el presente. Siempre estamos a tiempo de corregir la direccin de la marcha ylos objetivos; de planear nuevas condiciones para el porvenir.

    Tambin cabe en este caso el lenguaje simblico, pues el sano optimismoorientado hacia el maana provoca un fuerte impulso, que permite afrontar las msdifciles empresas.

    Negar es smbolo de temor. Aceptar y poner en juego nuestro mejor esfuerzo essmbolo de conciencia.

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    SER LIBRES

    Los ltimos aos de la historia de la Humanidad parecen haberse encaminadohacia la valorizacin de la libertad, como uno de los tesoros ms importantes para lavida. As, cada cual libra su propia batalla para conquistar ese preciado trofeo. Todosquieren ser libres, pero no todos piensan que la libertad es vlida en la medida en que

    puede utilizarse...

    El espectculo que se nos ofrece en la actualidad es semejante al de los busca-dores de oro de otras pocas, con una sealada diferencia: me temo que los buscadoresde oro saban para qu queran el oro y tenan pensadas mil formas de aplicacin en elcaso de hallar ese metal tan codiciado. Por el contrario, hoy casi nadie sabe para ququiere la libertad; a lo sumo, nos dirn que para hacer lo que les venga en gana. Perouna libertad que es simplemente libre a la manera de una anarqua vaca de contenido yfinalidad, reproduce el ejemplo del avaro, que acumula riquezas desesperadamente, aun-que mientras tanto vive en la miseria. Ningn avaro es capaz de explicar para qu ni

    para quin acumula su fortuna; slo lo domina la ansiedad de la posesin.

    Este es el problema que vivimos en el presente: todos quieren libertad, todos lapiden para s y para los dems, pero nadie se atreve a usarla ni mucho menos permiteque la usen otros. Nadie se atreve a comprometerse en una libre decisin que resulteduradera y estable; nadie quiere arriesgar la mentada libertad por nada ni por nadie. Lalibertad es un bien de escasa aplicacin, que en todo caso no pasa de gritos y protestas,si bien puede llegar a la violencia contra quienes tienen un concepto diferente de lo quees ser libre y de lo que supone el libre ejercicio de la voluntad.

    Ideales nobles, formas dignas de vida, sentimientos elevados, fe en Dios y en eldestino de los hombres no parecen ser objetivos indicados para la libertad. Hoy se creeque el hombre ms libre es, precisamente, el que prescinde de todos estos valores; ahorase sostiene que la fidelidad a un sentimiento o una idea recorta la libertad. Y as, lalibertad queda restringida a una bsqueda tibia de ciertos elementos que ayuden a vivirdiscretamente, pero sin compromiso alguno; se trata de ser libre para cambiar, pero sinarriesgarse, ni en los cambios, ni en los dudosos momentos de estabilidad.

    Vivimos un mundo de hombres libres que lo son mientras no hagan nada, y esalibertad inactiva esconde la terrible realidad de una esclavitud, principalmente bajo lascadenas del miedo, de la indecisin, de la incapacidad de elegir y vivir ideas, sentimien-tos y actos que merezcan la feliz entrega de una libertad eficazmente ganada y ejer-citada.

    Vivimos una poca de avaros indigentes que mueren de hambre a la vista de suspropios tesoros, que prefieren la angustia desesperante antes de gastar una sola monedade su libertad. Y es que, una vez ms, el criterio materialista nos ha llevado al error de

    juzgar todas las cosas con el mismo rasero. La libertad no es un montn de oro que

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    merma en la medida en que se gasta, sino que, por el contrario, es una condicinhumana, una virtud del alma que crece con su aplicacin constante.

    Que podemos equivocarnos al comprometernos? Y quin nos asegura que nonos equivocamos al evadir todo compromiso? Y acaso no es tambin caracterstica dela libertad el reconocer los errores cometidos y corregirlos una vez que se los reconoce?

    La filosofa clsica nos ha enseado que la libertad es un don del hombre que seconoce y se posee a s mismo, y que tal hombre no se aleja de la accin ni de la entrega,sino que crece ms cuanto ms experimenta, y es ms libre cuanto ms crece.

    Este es el valioso aporte de la filosofa en la no menos valiosa bsqueda yconquista de la libertad individual y colectiva.

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    EL TIEMPO

    El tiempo... esa extraa dimensin de la cual el hombre no puede evadirse, tieneuna amplia gama de expresin y, en su riqueza, nos permite vivir atrapados en l, y a lavez, cmodamente dentro de l.

    Son muchas las maneras en que puede medirse el tiempo, y solo una de ellas esla que corresponde a los relojes. Para nuestro corazn, para nuestra inteligencia, paranuestro espritu, se abren, en cambio, modalidades tan distintas de percepcin temporal,que casi nos parece movernos en otra dimensin.

    Existen, como es lgico, los perodos cortos y los perodos largos: un tiempopara realizar las cosas cotidianas e inmediatas, y un tiempo para las realizacioneshumanas de gran envergadura, justo las que ataen al futuro.

    El tiempo corto cabe dentro del reloj, se marca en el desgaste progresivo denuestros cuerpos. El tiempo largo no solo no desgasta, sino que enriquece el alma,

    ponindola en contacto con la idea de eternidad.

    Cul es el tiempo en que ha de vivir el hombre? Considerando las variadasposibilidades humanas, ha de vivir en todos ellos, encontrando la justa medida para cadauno de sus planos de expresin.

    Todos los das puede y debe hacerse algo en el tiempo. Todos los das se presen-tan pequeos o grandes problemas que deben resolverse, o comenzar a hacerlo. Todoslos das hay una nueva experiencia til que recoger. Todos los das se puede crecer un

    poco ms dentro de esos lmites breves que sealan las horas y los minutos.

    Sin embargo, aqu no acaba ni siquiera comienza la autntica actividad hu-mana. Ms all de los planes cotidianos y su cumplimiento, el hombre, como serinmortal, ha de marcarse otras pautas de largo alcance que requieren, por lo mismo,largo aliento.

    Hace falta ms tiempo, ms capacidad de lanzar los sueos hacia adelante, msfe en un futuro que, aunque todava no se ve, se presiente con los sentidos ms ntimos ysutiles que poseemos.

    Un tiempo no molesta al otro. El actual con visin diaria, no quita la visin deinfinito, porque hay en el hombre aspectos objetivos y aspectos metafsicos; cada cualtiene su propio tiempo, su propia forma de trabajar, su propia forma de conseguir resul-tados, su propia forma de esperar. En el tiempo corto, la espera se llama paciencia; en eltiempo largo, la espera se llama fe.

    As como vemos natural que unas plantas requieran ms tiempo que otras paradesenvolverse, hay metas humanas que brotan en pocos das y otras que solo florecen al

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    cabo de aos, tantos aos, que ni siquiera ser uno mismo el que pueda alegrarse ante lavisin del fruto obtenido. Pero qu importa?

    Si verdaderamente somos conscientes de nuestra inmortalidad, aquellos sueosque se harn realidad dentro de mucho llevarn, sin embargo, la impronta de nuestrosesfuerzos, y los hombres que puedan gozar con esos logros tendrn, asimismo, laimpronta inconfundible de una Humanidad en avance, en la que la fraternidad sersemilla constante, tanto para el tiempo que se mide en minutos como para aquel que semide en siglos.

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    EROS,EL AMOR

    La de hoy es una pregunta tan vieja como la misma Humanidad. Qu es elamor? Cmo encontrar a Eros, ya sin alas, en medio de tantas y tan variadas versionesque nos presentan las modernas sociedades?

    En principio, pareciera que el significado del amor se ha enriquecido hastalmites insospechados, ofreciendo cada vez ms posibilidades de expresin. Pero tras unanlisis, no muy profundo, las cosas se presentan menos claras.

    Podemos llamar amor al vulgar entrechocamiento de cuerpos, tan cantado por

    las costumbres liberales? O acaso lo llamaremos a los frecuentes cambios e intercam-bios que exigen los instintos saciados, hartos, de jvenes y menos jvenes que ya noencuentran inters ni atractivo en nada? Es amor la gran cantidad de aberraciones conque se intenta cubrir la carencia de autnticos sentimientos, el vaco emocional, en una

    palabra?

    Caben en el amor las compraventas, las relaciones de un da, los lazos que sedeshacen ante el menor inconveniente? Y qu decir del desgaste progresivo que llevadel entusiasmo a la apata y de la apata al odio? Puede haber olvido e indiferenciadonde antes hubo amor?

    Eros se queda mudo ante mis preguntas. Slo atina a fijar su mirada en sus alasrotas... Y, en la raz de lo que fueron sus plumas brillantes, surge una gota, mezcla desangre y lgrimas sin dueo. En el cristal de la gota se reflejan viejas imgenes, que alverlas, me obligan otra vez a preguntarme por el amor...

    Echo de menos ese sentimiento poderoso que pone luz en la mirada del que lolleva, y que ilumina con la misma fuerza todo lo que toca. Quiero volver a encontrar elentusiasmo ilimitado de los enamorados que viven el mundo como si fuese solo paraellos, que desprecian los obstculos y se sienten capaces de arremeter contra todos losmonstruos.

    Qu se ha hecho del amor que trae consigo felicidad, xtasis callado, ansias deestallar porque el corazn se queda pequeo?

    Dnde estn el hombre y la mujer que ofrecen el uno al otro todo lo que tienen,antes de pedir nada? Dnde los que saben perdonar, esperar, confiar, ayudar, com-

    prender, mirar ms all de unos cuerpos que estn destinados a envejecer? Dnde estla gloriosa certidumbre de haber encontrado al ser que nos hace falta para completarnuestra andadura por el mundo?

    Dnde se ha escondido el lenguaje sin palabras, pero tan rico y expresivo, delos que comparten una misma ilusin, idntica esperanza? Dnde los detalles exqui-sitos, el afn de belleza, el homenaje delicado, el agradecimiento siempre renovado del

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    que ama y se sabe amado? Dnde la pasin romntica que hace del ser humano un diosmucho ms poderoso que sus simples instintos?

    Dnde quedaron los amantes que lograron el milagro de detener el tiempo,borrar el espacio y espantar a la misma muerte? Dnde encontrar a los que han hechoun altar de su unin, de su entrega, de su fidelidad, de su sinceridad?

    Eros sigue sin responder. Pero, sin embargo, en l se encuentra la clave de mispreguntas. l tambin va por el mundo buscando seres a los que inspirar ese sentimientoque es su razn de ser. Y puede que esos seres estn mucho ms cerca de lo que l y yo,con mis preguntas, sospechamos.

    Aqu, all, en donde pongamos la mirada, puede haber hombres y mujeres que,

    sin atreverse a confesarlo, buscan al dios del amor. Porque cuando sean muchos los quevivan las cimas indescriptibles de tan elevada emocin, Eros recuperar sus alas yvolar nuevamente por el ter, alentando y protegiendo el amor de todos los que aman.

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    LA DESCONFIANZA

    Adems de los otros muchos males que destrozan la ya mermada salud de lagente, existen estas otras enfermedades psicolgicas que, no por sutiles, hacen menosdao que las estrictamente fsicas.

    La desconfianza es un corrosivo creciente que avanza en las sociedades, destru-yendo toda forma de convivencia, desde la ms compleja de los grandes gruposhumanos polticamente configurados hasta el conjunto familiar y las simples relaciones

    personales.

    No podemos comparar la desconfianza con la maldad pura, ni con nefastas ydeliberadas intenciones; al contrario, es una actitud que presupone la mala intencin enlos dems, cosa desgraciadamente justificada por los hechos en demasiadas ocasiones.

    Al respecto, podemos encontrarnos con dos posturas radicalmente opuestas aun-que ambas desembocan en similares resultados: el confiado absoluto y el desconfiadototal.

    El que no desconfa parte de la base de que todo el mundo es bueno mientras nose demuestre lo contrario. Este suele recoger algunas experiencias muy bellas, ya que sumisma forma de ser atrae a otros que piensan y actan de manera parecida. Pero

    tambin se lleva tremendas desilusiones que lo obligan a plantearse la vida bajo laperspectiva de la ley de la selva; hay que abrirse paso a golpes, bajos o no y, aunqueno se quiera participar de este sistema, uno se ve limitado a la opcin de pegar o derecibir golpes, sin ms.

    El que desconfa, en cambio, se salva de algunas situaciones dolorosas, peropierde otras muchas oportunidades de encontrar cosas buenas. Este parte del hecho deque todo el mundo es malo en tanto no se demuestre lo contrario; es el que toma lainiciativa en la ley de la selva, consistente en herir o huir antes de ser herido.

    En sntesis: o todos son buenos o todos son malos hasta que no se compruebe lo

    contrario... Pero el caso es que resulta mucho ms fcil embarrar el agua clara queaclarar el agua turbia: la desconfianza lo embarra todo y es muy difcil volver las aguasa su natural transparencia. Enturbia los hechos, los deforma, o pierde la forma de verlos,tal como sucede con alguien que quisiera usar un arroyo fangoso para mirarse en suespejo.

    Como remate de esta situacin generalizada de desconfianza, se llega a unaterrible injusticia en el trato humano, asestndose unos a otros golpes de ciego sin raznni necesidad. Se desemboca en una lamentable soledad, en un todos contra todos, aun-que solapado y disfrazado tras unos correctos y falsos modales. Y, por ltimo, se llegaal miedo, que es una de las caretas de la desconfianza.

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    Una vez ms, preguntmonos por la solucin a estos interrogantes que nosplantea la vida. Creemos, como tantas veces hemos sostenido, que se trata de desarrollarel sentido comn, una buena dosis de discernimiento probado en el ejercicio de la

    propia conciencia y en la educacin de la propia personalidad. Slo as se podr confiaro desconfiar en la justa medida de lo que nos indique nuestro ya elaborado criterio, sanoy estable. Se trata de buscar esta frmula, no solo como paliativo para la desconfianza,sino para el miedo que, como sombra de la anterior, oscurece tantas vidas.

    Preguntmonos y aprendamos a respondernos. Vale la pena intentar este dilogointerior para mejorar sensiblemente nuestro dilogo con los dems.

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    LO QUE AMAMOS,LO QUE TEMEMOS

    Una vieja enseanza, que a fuerza de filosfica es esotrica, indica que todos loshombres, tarde o temprano, nos encontramos en la vida con aquello que amamos yaquello que tememos.

    Es esta, acaso, una profeca fatdica, un augurio ineludible? No, es una profun-da enseanza, el fruto de una sabidura que no ha perdido actualidad en absoluto. Nos

    pone ante la evidencia del poder que encierra nuestro mundo psquico: la fuerza de lasemociones, lo que se quiere, lo que se teme, es capaz de mover los hilos escondidos dela voluntad, puede coordinar las ideas y conducir a la plasmacin de los hechos.

    Y nos pone tambin ante otra evidencia: todos vamos por la vida llenos deanhelos, ilusiones, aspiraciones, y todos llevamos de manera ms o menos oculta unacierta cantidad de temores.

    Es ms, hoy se lleva no tener miedo a nada, o bien, afirmar que no hay nadaque temer..., pero es el temor el que nos hace mencionar abiertamente nuestras

    pretensiones agradables y evitar toda referencia a los miedos.

    No tener miedo a nada constituye un extremo peligroso que es propio delhombre temerario, falto de conciencia. Que no hay nada que temer? Forma parte de la

    misma inconsciencia. Temer a todo y todas las cosas es propio del hombre pusilnime,falto de fortaleza, lo ms parecido a la cobarda.

    Lo propio es el justo medio, la valenta interior que sabe reconocer las cosascomo son y darles su valor correcto. El valiente sabe lo que debe temer y evitar, y lo quedebe querer y promover.

    En conclusin, todos queremos algo, todos tememos algo, y por eso mismo lle-garemos a objetivar unas y otras cosas.

    Es de desear que el miedo se convierta en sano temor por aquellas cosas quedebemos evitar, y es de desear que queramos evitar los peligros que, inteligentemente,somos capaces de detectar y prevenir.

    Es de desear que el amor apunte hacia metas cada vez ms positivas, paraerradicar el cmulo de desastres que ya nos aquejan y para que ese amor termine porcopar todo el espacio vital de los temores.

    Cuanto ms sepamos querer, menos tendremos que temer.

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    LLENAR LA VIDA

    Nos preguntamos... qu es la vida? Qu es vivir para un filsofo?

    El especial modo de existencia que aqueja al ser humano en los ltimos sigloshace que se olviden ciertos valores sencillos, pero importantes, mientras ese lugar esocupado por elementos carentes de sentido. Por eso resulta tan difcil definir lo que es lavida.

    Desde luego, es mucho ms que disponer de un cuerpo e intentar satisfacerlo entodos sus caprichos, dominndolo en verdad poco y mal y viniendo a ser su esclavo la

    mayora de las veces.

    Tampoco es lograr un lugar destacado en la sociedad, porque el prestigio y lasalabanzas son sombras ilusorias que otorgan hombres sumidos, asimismo, en la ilusin;lo que hoy existe maana desaparece sin razn aparente; los que hoy ensalzan unaactitud, maana la deploran con la misma pasin...

    No puede ser la vida una suma de poder o de riquezas, pues sucede con ellos loque con los elogios y los vituperios: se alternan como en un juego de luces en el que escasi imposible reconocer algo valedero y estable.

    Otro tanto podemos decir de quien cifra sus esperanzas en los afectos humanos,sobre todo, si no sabe mantenerlos y enriquecerlos con el tiempo. Formar una familia,perpetuar un nombre o una tradicin, todo eso es valioso, pero... llena por completo lavida? No surge de tanto en tanto un anhelo profundo y escondido que pide algo ms

    para que todas esas otras cosas adquieran un nuevo significado, esta vez ms vlido yjustificado?

    Hay quienes se encierran en sus estudios buscando all el sentido de la existen-cia; saber es una forma como otras de destacar... Hay quienes, por el contrario, noencuentran suficientes medios para llenar las largas horas de hasto y buscandistracciones que son escapatorias; todo es poco para evitar el vaco del yo interior, que

    permanece mudo ante nosotros mismos.Para un filsofo, vivir ha de ser mucho ms que todo lo expuesto hasta ahora.

    Vivir es una escuela, la ms completa y difcil de todas. Cuerpo, sentimientos y pensa-mientos son las herramientas que nos ayudan a superar las pruebas en este trance tanespecial de aprendizaje. El tiempo es el gran maestro, y el yo interior es el discpulo querecoge experiencias a todo lo largo de la existencia.

    Desde este punto de vista, las circunstancias externas tienen un valor relativo, elvalor necesario para proporcionarnos situaciones apropiadas para nuestro desenvol-vimiento, pero no son esenciales, ni definitivas, ni hacen al hombre. Ms an, cuandolas circunstancias se aceptan de esta manera, dejan de convertirse en obsesiones y

  • 7/25/2019 DSG-El Heroe Cotidiano

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    EL HROE COTIDIANO