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CÁNCER DE RECTO Dr. Luis Charúa Guindic Este capítulo se dedica preferentemente a las manifestaciones clínicas, estadificación, estudios de gabinete específicos, alternativas quirúrgicas, terapia adyuvante y seguimiento. MANIFESTACIONES CLÍNICAS Puede ser considerado como un tumor de malignidad intermedia; generalmente se trata de enfermos con cuadros clínicos que se prolongan más de un año; el ataque al estado general es habitualmente discreto y en ocasiones nulo; con frecuencia se conservan normales el apetito y la capacidad física. En contraste, el cáncer del recto es muy agresivo en enfermos jóvenes (menores de 30 años), que sufren un profundo ataque al estado general en tres o cuatro meses de evolución clínica. Hemorragia Suele ser la primera manifestación; generalmente acompaña a las evacuaciones, es roja rutilante o líquida y sólo por excepción es oscura; habitualmente es escasa, en estrías que rayan el bolo fecal o manchando el papel higiénico, que con el tiempo se incrementa; no tiene periodicidad. En muchos casos, la hemorragia ocurre en enfermos que anteriormente han sufrido este síntoma en múltiples ocasiones, producido por hemorroides internas; la hemorragia del cáncer no se diferencia de la de origen hemorroidario, por lo que el paciente no se alarma, en la creencia de que sólo es una vez más, pero la persistencia de la hemorragia y el fracaso de las medidas que el enfermo acostumbra para combatirlo, lo obligan a solicitar atención médica. Moco Habitualmente es escaso y acompaña a las materias fecales, en forma de moco sanguinolento. Tenesmo rectal En general, es el segundo síntoma en orden de presentación; se inicia como ligera sensación de insatisfacción en algunas evacuaciones; con el tiempo, esta sensación y la dificultad para evacuar se acentúan en intensidad y frecuencia y llega el momento en que el enfermo experimenta deseos constantes de

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Page 1: Dr. Luis Charúa Guindic MANIFESTACIONES CLÍNICASsomeal.org/wp-content/uploads/2016/05/CANCER-DEL-RECTO-DR.-CHARUA.pdfEl estudio se realiza de manera ambulatoria, es bien tolerado

CÁNCER DE RECTO

Dr. Luis Charúa Guindic

Este capítulo se dedica preferentemente a las manifestaciones clínicas,

estadificación, estudios de gabinete específicos, alternativas quirúrgicas,

terapia adyuvante y seguimiento.

MANIFESTACIONES CLÍNICAS

Puede ser considerado como un tumor de malignidad intermedia; generalmente

se trata de enfermos con cuadros clínicos que se prolongan más de un año; el

ataque al estado general es habitualmente discreto y en ocasiones nulo; con

frecuencia se conservan normales el apetito y la capacidad física. En contraste,

el cáncer del recto es muy agresivo en enfermos jóvenes (menores de 30

años), que sufren un profundo ataque al estado general en tres o cuatro meses

de evolución clínica.

Hemorragia

Suele ser la primera manifestación; generalmente acompaña a las

evacuaciones, es roja rutilante o líquida y sólo por excepción es oscura;

habitualmente es escasa, en estrías que rayan el bolo fecal o manchando el

papel higiénico, que con el tiempo se incrementa; no tiene periodicidad. En

muchos casos, la hemorragia ocurre en enfermos que anteriormente han

sufrido este síntoma en múltiples ocasiones, producido por hemorroides

internas; la hemorragia del cáncer no se diferencia de la de origen

hemorroidario, por lo que el paciente no se alarma, en la creencia de que sólo

es una vez más, pero la persistencia de la hemorragia y el fracaso de las

medidas que el enfermo acostumbra para combatirlo, lo obligan a solicitar

atención médica.

Moco

Habitualmente es escaso y acompaña a las materias fecales, en forma de

moco sanguinolento.

Tenesmo rectal

En general, es el segundo síntoma en orden de presentación; se inicia como

ligera sensación de insatisfacción en algunas evacuaciones; con el tiempo, esta

sensación y la dificultad para evacuar se acentúan en intensidad y frecuencia y

llega el momento en que el enfermo experimenta deseos constantes de

Page 2: Dr. Luis Charúa Guindic MANIFESTACIONES CLÍNICASsomeal.org/wp-content/uploads/2016/05/CANCER-DEL-RECTO-DR.-CHARUA.pdfEl estudio se realiza de manera ambulatoria, es bien tolerado

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evacuar, que le es imposible satisfacer y representa una molestia

desesperante.

Estreñimiento

Todo enfermo con cambios en su función intestinal, más o menos brusca o

persistente, sobre todo aquel que siempre ha tenido evacuaciones normales,

debe ser considerado como sospechoso de sufrir un padecimiento maligno. El

cáncer rectal produce estreñimiento que suele relacionarse estrechamente con

el tenesmo; las evacuaciones consisten en pequeños fragmentos, en ocasiones

mezclados con materias fecales semilíquidas (falsa diarrea), en número

variable.

Síntomas de invasión a otras estructuras u órganos

El tumor rectal puede adherirse a la cara anterior de sacro, vejiga urinaria o

útero. Si el sacro es el afectado se presenta dolor a ese nivel, constante, leve

en un principio y persistente e intenso en casos avanzados, en los que suele

ser el síntoma más molesto. En casos de invasión vesical, puede haber

tenesmo urinario, oliguria, hematuria. Si se trata del útero, generalmente no hay

manifestaciones.

Como puede apreciarse, la sintomatología del cáncer rectal es similar a la

producida por padecimientos benignos, principalmente hemorroides y los

trastornos funcionales del colon, según su fase de evolución. Si a esto se

agrega la larga evolución clínica, el frecuentemente leve o nulo ataque al

estado general y en ocasiones la relativa juventud del enfermo, se comprende

por qué con cierta frecuencia no se piensa en esta enfermedad y el diagnóstico

no se establece en todos los casos desde la primera entrevista con el enfermo.

EXPLORACIÓN PROCTOLÓGICA

El diagnóstico oportuno se logra fácilmente con el único requisito de pensar en

esta posibilidad; un buen número de ellos asientan en el tercio inferior del recto,

accesible a un simple tacto rectal, que debe ser practicado a la menor

sospecha y confirmarse por medio de la endoscopia y una biopsia.

El dedo descubre una tumoración dura, de tamaño variable y superficie

irregular, generalmente crateriforme, con bordes elevados y nodulares; precisa

la movilidad y fijeza del tumor, la distancia de su extremo distal a la línea

anorrectal y su extensión en relación con la circunferencia de órgano, con

objeto de saber si es anular o no.

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La rectosigmoidoscopia confirma los datos obtenidos por el tacto rectal y

descubre los tumores situados a niveles más altos, fuera de alcance del dedo.

En su aspecto habitual y típico, el adenocarcinoma se observa como una

tumoración vegetante, friable, con un borde saliente redondeado, rodeado de

mucosa de aspecto normal. La lesión y la mucosa están parcialmente cubiertas

por materia fecal semilíquida, que se retira con dificultad y a veces inundan el

endoscopio; el recto está casi siempre sucio; los enemas evacuantes

empleados en la preparación del enfermo suelen fracasar, a pesar del número

y cuidado con que se apliquen. El menor contacto del endoscopio con el tumor

lo hace sangrar y la compresión, aunque sea sostenida durante muchos

minutos, no cohíbe la hemorragia, en contraste con lo que sucede con una

lesión benigna; la consistencia del adenocarcinoma es dura y firme, fácilmente

apreciable a través de aparato, que encuentra resistencia a su progreso, y

suele ser difícil, en ocasiones imposible, la observación del borde proximal.

En la mayoría de los casos, la rectoscopia establece el diagnóstico sin

dificultad, pero con alguna frecuencia se presentan circunstancias que impiden

que la imagen endoscópica sea tan evidente y típica.

Un tumor pequeño, implantado en zonas difícilmente visibles, como la pared

posterior del recto, la cara superior de las válvulas de Houston o pliegues

mucosos rectales que oponen resistencia a ser distendidos, puede pasar

inadvertido si no se efectúa una exploración cuidadosa.

En enfermas con cáncer cérvico-uterino que han sido sujetas a radioterapia se

plantea a menudo un problema de diagnóstico; en las proctitis por radiación

suelen acartonarse las paredes rectales o formarse lesiones ulcerosas o

hipertróficas, que pueden confundir al observador.

Cuando se descubren hemorroides, fisura anal, pólipos, etc., es fácil para un

endoscopista inexperto atribuir las manifestaciones del enfermo a estos

padecimientos y conformarse con un diagnóstico de pronóstico benigno.

El diagnóstico, como en todo caso de tumor, lo precisa el estudio histológico de

la biopsia, que debe ser repetida cuantas veces sea necesario hasta demostrar

la existencia de malignidad; en tanto no se confirme, no hay excusa que

justifique el abandono de esta conducta; el frecuente fracaso de los enemas en

la preparación del recto dificulta la localización de un buen sitio para extraer un

fragmento útil y suele ser la causa de resultados negativos en el estudio

realizado.

La ausencia o presencia de síntomas de adherencia a estructuras u órganos

próximos y los datos físicos de movilidad, altura y extensión en sentido

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transversal del tumor permite elaborar el diagnóstico prequirúrgico de

operabilidad y la determinación de la técnica adecuada a cada caso.

Los síntomas de adherencia del tumor, su fijeza y forma circular hablan de

probable inoperabilidad. Debe aclararse que las dimensiones del tumor no son

útiles en el diagnóstico de resecabilidad; es frecuente que un gran tumor sea

extirpable y uno pequeño no lo sea.

ESTADIFICACIÓN

Ultrasonido endorrectal en la estadificación del cáncer de recto

Uno de los avances más importantes que han influido en el tratamiento del

cáncer de recto es el ultrasonido endorrectal (UE), muy valiosa en su

estadificación y seguimiento. La AJCC menciona al ultrasonido endorrectal

como el mejor método para estadificación (T); este estudio comenzó a utilizarse

en la década de los 80´s y ha sufrido modificaciones técnicas importantes.

La precisión para establecer el grado de infiltración en la pared rectal es del 62

a 94%, dependiendo de la experiencia del operador. Cuando se compara este

método con la TC (Figura 1) para valorar el estadio T y N tiene una mayor

exactitud (63-93% vs 53-86% y 80-87% vs 57-72% respectivamente); también

es mayor comparado con la RM.

El equipo convencional incluye un transductor con rotación mecánica de 360°

con 5 a 10 MHz de frecuencia, que se ajusta al tamaño de la lesión; para

valorar la penetración del tumor generalmente se utiliza un rango de 5 a 7.5

MHz. Los últimos equipos de ultrasonido que generan imágenes de 3D tienen

rango de frecuencia de 6 a 15 Mhz. El transductor está rodeado por un balón

con líquido, cuyo volumen se puede aumentar para mejorar la definición de la

imagen; este principio permite un mejor contacto del transductor con la pared

del recto y evita defectos en la imagen causados por el aire. Se obtienen

imágenes en corte transversal de 360º a lo largo de todo el eje longitudinal.

El estudio se realiza de manera ambulatoria, es bien tolerado por el paciente y

es muy raro que se requiere sedación. Previamente se administra un enema de

bajo volumen y se coloca al paciente en decúbito lateral izquierdo. Se realiza

primero un tacto rectal para conocer la localización y conformación del tumor.

Para la introducción del transductor, se recomienda hacerlo bajo visión directa

hasta la unión rectosigmoidea; sin embargo, también se puede introducir

directamente y se retira gradualmente para obtener las imágenes. El balón con

agua se ajusta para tener una buena ventana acústica.

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El contenido de agua en los tejidos determina la ecogenicidad de los mismos;

el agua no rebota la señal por lo que estas capas serán anecoicas o

hipoecoicas (de color negro). Las capas con menor contenido de agua, como la

grasa y los tejidos blandos, se observan hiperecoicas (color blanco). Mediante

este estudio la pared rectal tiene una configuración de 5 capas, determinadas

por su ecogenicidad: 1) mucosa superficial (hiperecoica); 2) mucosa profunda

y muscularis mucosa (hipoecoica); 3) submucosa (hiperecoica); 4) muscularis

propia (hipoecoica) y 5) serosa y grasa perirrectal (hiperecoica). Los tumores

generalmente aparecen como una disrupción hipoecoica en la pared del recto y

el grado de penetración se valora de acuerdo a las paredes del recto que

afecte.

La profundidad de la invasión tumoral se clasifica según Hildebrandt en uT1

cuando la lesión está confinada a mucosa y submucosa; la penetración se

limita a las 3 primeras capas; uT2 cuando la lesión invade la muscularis propia

pero permanece confinada a la pared del recto; ésta presenta una menor

exactitud en la interpretación; uT3 invade los tejidos perirrectales y se

extienden por las 5 capas, hasta la grasa perirrectal, y una lesión uT4 es

cuando penetra a órganos adyacentes. Cuando hay errores en la estadificación

generalmente se relacionan con un aumento en el estadio y no en la

subestimación del mismo. Entre los factores asociados a una sobre

estadificación concerniente a la penetración del tumor se encuentran:

inflamación (indistinguible de la infiltración), radioterapia preoperatoria, cambios

posteriores a la toma de biopsia y hemorragia rectal; todas estas alteraciones

producen cambios hipoecoicos, parecidos a los de un tumor (Figura 1). Hasta

el 40% de los adenomas y de los tumores T2 sufren sobre estadificación. Una

neoplasia que estenosa el lumen puede ser subestadificada en su invasión por

la falta de un adecuado campo de estudio e incapacidad para colocar el

transductor para obtener la imagen.

Dentro de las estructuras que se identifican durante la evaluación con este

método están la vejiga, vesículas seminales, próstata y uretra en el hombre. En

la mujer no se observan con buena definición la vejiga, útero y vagina. Este

estudio también permite identificar los ganglios linfáticos perirrectales, de los

cuales se observa su tamaño, forma y ecogenicidad (Figura 2). Los ganglios

normales son difíciles de visualizar por tener la misma ecogenicidad del tejido

perirrectal donde están localizados.

Un ganglio que presenta metástasis se puede identificar con exactitud por este

método en 73 a 83% de los casos; son hipoecogénicos y de bordes regulares;

se ha observado un tamaño menor a 5 mm en más del 50% de los ganglios con

tumor, disminuyendo la exactitud del estudio por debajo del 20% para

identificarlos (Figura 3). La sobre estadificación de los ganglios generalmente

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se debe a inflamación reactiva; se puede confundir con ganglios afectados, a

un vaso sanguíneo, las vesículas seminales o a la uretra.

Su uso en la sobre estadificación del cáncer rectal posterior a terapia

neoadyuvante es difícil, por la poca exactitud del estudio para poder determinar

si el tejido es inflamación o infiltración tumoral. Es importante mencionar que a

pesar de este error en la estadificación posneoadyuvancia, los estudios

histopatológicos siempre encuentran el tumor residual dentro de la zona de

fibrosis.

El UE de 3D permite observar la lesión en múltiples planos de visión,

permitiendo un mejor conocimiento de la penetración de la lesión; se menciona

una mayor exactitud para evaluar las lesiones estenóticas y para la realización

de biopsias guiadas. Los márgenes de infiltración del mesorrecto se aprecian

mejor.

Resonancia magnética para la estadificación del cáncer de recto

La resonancia magnética (RM) permite estadificar localmente el cáncer de

recto con una precisión similar al ultrasonido endoanal (UE) cuando se

incorpora una bobina (receptor) endoanal o endocoil; hasta el momento la RM

no es sustitutiva del UE, es complementaria. La RM con bobina endoanal tiene

una precisión para determinar el estadio T del 63 al 91% y N del 84%. Cuando

se ha comparado la correlación del estadio entre la RM y la pieza quirúrgica,

está es del 94%. Dentro de sus ventajas está descubrir ganglios linfáticos

menores de 2 mm, visualización de ganglios pélvicos laterales, invasión

tumoral al elevador del ano y se obtienen imágenes con alta definición de las

relaciones del tumor con las estructuras adyacentes en múltiples planos y

sobre todo, es el estudio con la mayor precisión para observar el margen de

resección circunferencial (MRC), que corresponde a la distancia entre el tumor

y la fascia del mesorrecto. Las desventajas de la bobina endoanal son similares

a las del UE; en los tumores estenosantes o del tercio superior, es difícil

colocar ese aditamento adyacente al tumor; además, en general la RM es un

estudio costoso y la bobina endoanal es a veces bastante incómoda para el

paciente. Por lo anterior, se ha desarrollado la RM con bobina pélvica de

superficie, la cual proporciona una exactitud diagnóstica del 94% para el

estadio T y del 92% para valorar el MRC, con una precisión para predecir una

distancia de hasta 2 mm entre el tumor y el plano de resección del mesorrecto.

El estudio MERCURY (Magnetic Resonance Imaging and Rectal Cancer

European Equivalence), demuestra la exactitud de la medición de la invasión

extramural del tumor realizada por RM con bobina pélvica cuando se compara

con el estudio histopatológico.

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La utilización de la RM con un campo magnético de 1 a 1.5 T de potencia, con

la bobina pélvica de superficie y con imágenes delgadas con secuencia de giro

rápido T2 (T2W-FSE), es lo último en estudios para la estadificación del cáncer

de recto. Esta secuencia permite diferenciar adecuadamente la grasa

mesorrectal, el tumor intermedio, la pared rectal hipointensa y la fascia

mesorrectal. La RM no puede diferenciar entre un ganglio linfático inflamatorio

de un ganglio con micrometástasis; para mejorar sus resultados se han

empezado a utilizar partículas ultrapequeñas de óxido de hierro (USPIO); éstas

son captadas por los macrófagos de los ganglios linfáticos atenuando la señal

en secuencia T2; cuando los macrófagos son desplazados por células

tumorales, la señal no disminuye de intensidad (Figura 3).

Al igual que el ultrasonido endoanal, la utilización de la RM después de terapia

neoadyuvante disminuye su precisión diagnóstica para estadificar T al 28-52%

y para valorar N a 68%.

TRATAMIENTO QUIRÚRGICO

Las técnicas de resección para los tumores de recto han mejorado

sustancialmente gracias a los conocimientos actuales de los mecanismos de

diseminación tumoral y a los planos anatómicos de disección, con lo que se ha

logrado ofrecer al paciente una mejor calidad de vida, aumentar la tasa de

curación de su enfermedad y disminuir la recurrencia local.

La cirugía del cáncer rectal ha sido siempre un reto. En 1908, Miles describió la

resección abdóminoperineal, que ofreció el primer tratamiento efectivo a

muchos pacientes. Los principios quirúrgicos expuestos son los mismos a la

fecha; ellos son la resección amplia del recto, incluida toda la fascia de

recubrimiento con el mesorrecto. Sin embargo, Milles nunca consideró segura

la anastomosis. Desde entonces la operación ha pasado por múltiples

revisiones técnicas, pero el cambio principal fue cuando Dixon describió la

técnica de resección anterior y anastomosis para los tumores localizados en el

tercio superior del recto; actualmente, la operación ha cambiado poco y las

indicaciones para las anastomosis se han ampliado.

La elección de determinada técnica quirúrgica en el recto depende de diversos

factores, que en todos los pacientes se deben tomar en consideración. Estos

factores son: estado general del paciente, sitio de localización del tumor,

tamaño, movilidad, tipo histológico, presencia o ausencia de obstrucción o de

metástasis locales o a distancia, cirugía electiva o de urgencia, con o sin

preparación intestinal, entre otras.

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La estadificación del tumor impone la necesidad de practicar una exploración

proctológica completa que incluya tacto rectal, rectosigmoidoscopia y biopsia

de la lesión. El ultrasonido endorrectal ayuda a valorar la profundidad de la

invasión a la pared rectal y la identificación de ganglios linfáticos regionales. La

precisión para establecer la etapa del tumor por medio del ultrasonido

endorrectal es del 94 %, muy similar a la resonancia magnética. Es necesario

practicar colonoscopia para descartar lesiones sincrónicas en el colon. Una

teleradiografía de tórax y tomografía abdominal y pélvica pueden ser útiles para

detectar metástasis.

No existe un límite anatómico definido entre el colon y el recto, y en diversos

estudios se utilizan diferentes referencias anatómicas, como el promontorio

sacro, la 3era vértebra sacra y diversas distancias desde el ano. Para fines

prácticos, el recto se divide en tercios. El tercio inferior abarca de la línea

anorrectal hasta los 7 cm; el tercio medio, de 7 a 11 cm, y el tercio superior, 11

a 15 cm.

Todavía existen controversias acerca de la mejor resección curativa con

preservación del aparato esfinteriano para cáncer rectal. El procedimiento

operatorio estándar exige la extirpación del cáncer, junto con los ganglios

linfáticos regionales. Los procedimientos quirúrgicos disponibles son la

resección local, la extirpación con anastomosis anterior, anterior baja o

coloanal, y la resección abdóminoperineal. La dificultad técnica para efectuar la

anastomosis, la elevada morbilidad debido a fuga anastomótica y sepsis,

aunado a un margen distal adecuado; con respecto a este último, en múltiples

estudios se ha demostrado que un margen de 2 a 2.5 cm del borde inferior del

tumor es adecuado para una cirugía curativa que incluye la zona linfática de la

región.

Los factores de riesgo más importantes relacionados con las características

biológicas del tumor en cuanto a recurrencia local son el número de ganglios

afectados, la penetración tangencial, el grado de diferenciación del tumor y la

resección circunferencial inadecuada.

Resección anterior

Está cirugía está indicada en tumores localizados en la parte final del

sigmoides, en la unión rectosigmoidea y tercio superior del recto. El nivel

proximal de la resección puede ser hasta la parte media del colon descendente;

en ocasiones se puede conservar las ramas de la cólica izquierda de la arteria

mesentérica inferior. En la pieza de resección deben incluirse los ganglios

linfáticos periaórticos inferiores. Una vez movilizada la porción retroperitoneal

del sigmoides, se continúa la liberación del recto en sus cuatro caras,

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incluyendo el mesorrecto. El límite de resección distal debe hacerse por lo

menos de 3 a 5 cm por debajo del tumor; esto último dependerá del grado de

diferenciación y de la extirpe histológica. Para facilitar la anastomosis, se

recomienda la técnica de doble engrapado (Figura 4).

Resección anterior baja o ultrabaja

Está indicada en tumores del tercio medio y superior del recto. El objetivo es la

resección completa del tumor y del mesorrecto, incluidos los ganglios linfáticos

perirrectales, rectales superiores y rectales inferiores, con la conservación de

los esfínteres (Figura 5).

La disección precisa y cuidadosa fuera de la aponeurosis visceral que envuelve

al mesorrecto permite una extirpación completa de todo el tumor regional. A

esta técnica, Heald la denominó extirpación total mesorrectal.

Afortunadamente, pocos son los tumores que se han diseminado más allá del

mesorrecto al momento de la cirugía, que al resecarlo, permite un control local,

y los índices de supervivencia son mucho mayores. Sin embargo, este tipo de

cirugía se relaciona con un riesgo importante de disfunción sexual y urinaria.

Por lo anterior, los cirujanos colorrectales han hecho esfuerzos para identificar

los nervios del sistema nervioso autónomo, en especial al plexo hipogástrico,

para preservarlo. La operación exige visibilidad directa para distinguir los

planos aponeuróticos. Después de movilizar el colon sigmoides, se efectúa una

incisión en el peritoneo alrededor del fondo del saco de Douglas o rectovesical.

Al nivel de la arteria mesentérica inferior, o la arteria sigmoidea que es rama de

la cólica izquierda, se ligan y se cortan. Al levantar el sigmoides se abre el

espacio retrorrectal. Este espacio se libera mediante tijera o electrobisturí. Con

una completa liberación del recto, se puede hacer con cierta facilidad la

resección de los tumores que están localizados en el tercio superior del recto.

La anastomosis se puede practicar en forma manual o con la técnica de doble

engrapado. Cuando se trata de lesiones en el tercio medio del recto, la

dificultad técnica aumenta por lo estrecho del hueco pélvico y no siempre es

posible dejar el margen de resección necesaria del borde distal del tumor, para

poderla considerar una cirugía curativa; de no ser factible, es necesario

practicar una resección abóminoperineal.

El resultado funcional después de la intervención quirúrgica con preservación

del aparato esfinteriano está determinado por varios factores, entre los que

destaca el uso de radioterapia, el nivel de la anastomosis y el tipo de

reconstrucción. En algunos pacientes, la radioterapia desencadena aumento en

el número de evacuaciones e incrementa los índices de incontinencia fecal

(incluyendo la urgencia), con la dificultad de discernir entre materia fecal o gas.

El nivel de la anastomosis junto con el tipo de reconstrucción anastomótica

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también afecta el resultado funcional a corto y largo plazo. Los pacientes con

anastomosis por arriba de los 7 cm de la línea anorrectal se han visto

beneficiados con un reservorio colónico, en forma de “J”, de 5 a 10 cm de

longitud o con una coloplastía.

Resección abdóminoperineal

Está indicada en la mayoría de los tumores del tercio distal y algunos del tercio

medio, así como en todos los casos de invasión al aparato esfinteriano.

También está indicada en pacientes que sufren de incontinencia fecal y que

prefieren un estoma, ya que la cirugía preservadora de esfínteres podría

agravarla.

En las décadas pasadas ha habido avances significativos en la terapia

adyuvante del cáncer de recto, que han hecho posible la conservación de los

esfínteres en algunos casos y la posibilidad de retrasar o evitar la resección

abdóminoperineal en otros. La cirugía con conservación de esfínteres después

de terapia adyuvante, sea con anastomosis manual o con doble engrapado,

puede ser posible en muchos paciente portadores de un cáncer rectal distal; en

el caso de invasión del aparato esfinteriano no es posible.

La cirugía consiste en la extirpación completa del cáncer primario y de los

ganglios linfáticos perirrectales, rectales superiores y rectales inferiores.

Si un solo cirujano va a realizar la operación, se coloca el paciente en posición

supina. Si se dispone de dos cirujanos, se utiliza la posición Lloyd-Davies, de

tal forma que pueda hacerse al mismo tiempo la disección perineal y la

abdominal. Antes de iniciar la cirugía se coloca una sonda de Foley y se

conecta a la bolsa colectora.

Tiempo abdominal

Se aborda la cavidad abdominal con una incisión media que va de la mitad del

epigastrio a la sínfisis del pubis, desviándose a la derecha en la cicatriz

umbilical.

Se explora la cavidad abdominal, en especial el recto para determinar la

resecabilidad del tumor; posteriormente se revisa el resto de la cavidad

abdominal.

El primer paso para la resección es realizar una incisión bilateral del peritoneo

parietal pélvico y se continúa hasta el espacio rectovesical en el hombre o el

espacio rectovaginal en la mujer. Las incisiones de cada lado del recto se unen

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por delante de la línea media. Se abre el espacio presacro y se moviliza por

completo el recto en su cara posterior con una disección cortante con tijera o

electrocauterio. Una vez identificados y protegidos los ureteros se continúa la

liberación del recto por sus caras laterales. Es necesario dividir y ligar los

ligamentos laterales del recto y las arterias hemorroidales medias. En el

hombre, la cara anterior del recto se libera de la superficie posterior de la

vejiga, las vesículas seminales y de la próstata. En la mujer, el recto se libera

del útero y de la pared posterior de la vagina.

Ya liberado por completo el recto, se determina el límite de sección proximal en

el colon sigmoides; para ello es necesario dividir, ligar y cortar las venas y

arterias de la mesentérica inferior que irrigan el segmento a resecar,

asegurándose que el sitio de sección del sigmoides esté perfectamente

irrigado.

El lugar en donde quedará en forma definitiva la colostomía ya fue señalado el

día anterior por el cirujano y la terapista enterostomal. Se reseca la piel con

corte circular de aproximadamente 3 ó 4 cm, se incide la aponeurosis con

bisturí en forma de cruz y se aborda la cavidad abdominal permitiendo el paso

de al menos dos dedos del cirujano. En ese momento se secciona el sigmoides

en el sitio predeterminado entre dos clamps intestinales, y se corta con bisturí

entre ellos. El borde distal se cubre con un guante y el borde proximal se

exterioriza a través del orificio circular. El extremo del colon proximal debe

exteriorizarse 3 a 4 cm fuera de la pared abdominal, sin tensión. Se fija con

puntos separados a la aponeurosis en su parte lateral con ácido poliglicólico o

catgut crómico 2-0, y se termina de madurar la colostomía con puntos

separados a la piel con el mismo material.

Se oculta la pieza quirúrgica en el hueco pélvico y los bordes del peritoneo

pélvico se unen con catgut crómico 2-0. Se cierra la pared abdominal por

planos.

Tiempo perineal

Se debe iniciar en cuanto el cirujano abdominal determine que la lesión es

resecable. Si no hay dos equipos quirúrgicos, el tiempo perineal se realiza una

vez que el tiempo abdominal ha sido terminado y el peritoneo pélvico ha sido

cerrado por arriba de la pieza quirúrgica. En ninguna circunstancia se debe de

iniciar la cirugía por el tiempo perineal.

En posición ginecológica o de Lloyd-Davies, se cierra el ano con seda del 1 en

bolsa de tabaco. Se corta la piel con una incisión elíptica que va de la parte

media del periné a la punta del coxis, y lateralmente a 4 cm del ano, en ambos

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lados. Se extiende el corte con electrobisturí en ambas fosas isquiorrectales.

Se libera la cara posterior del anorrecto seccionando el músculo anocoxígeo

hasta el sitio en donde quedó liberado el recto en el tiempo abdominal. Se

exterioriza la pieza quirúrgica que se utiliza para tracción y se continúa la

liberación del recto en sus caras laterales, y por último su cara anterior, para lo

que es necesario seccionar el músculo perineal transverso profundo, y se

extrae el espécimen. Se verifica la hemostasia, que, de no ser completa,

requiere un apósito compresivo en el hueco pélvico, y se retira de 24 a 48 hs

después de la cirugía. Si la hemostasia es completa se puede afrontar los

bordes laterales con ácido poliglicólico del 2-0 y se deja un drenaje cerrado en

el hueco pélvico que será retirado en cuanto el gasto sea nulo o muy bajo. El

drenaje debe exteriorizarse por contraabertura. La piel se cierra con puntos

separados.

Resección local del cáncer del recto

Está indicada en tumores del tercio inferior del recto.

A menos del 10% de los tumores del recto se les puede ofrecer una resección

local. Es la cirugía que ofrece menor índice de morbilidad y mortalidad, además

de que no requiere una colostomía definitiva.

Para poder practicar esta técnica se deben llenar criterios macroscópicos y

microscópicos. Los macroscópicos son: tumor menor de 4 cm de diámetro,

móvil, localizado en el tercio inferior del recto y de preferencia en la cara

posterior, ultrasonido endorrectal y resonancia magnética que comprueben que

no existe metástasis regional o a distancia. Los criterios microscópicos son:

adenocarcinoma, grado de profundidad de infiltración tumoral, bien diferenciado

y no ser mucinoso.

En posición proctológica, se introduce el separador quirúrgico de Parks, se

infiltra por debajo de la submucosa solución salina con adrenalina. Se incide

con bisturí a un centímetro alrededor del borde tumoral, que incluya la

extirpación del espesor total de la pared rectal hasta la grasa perirrectal; la

resección se recomienda con electrobisturí. A continuación se cierra el defecto

en forma transversal con puntos de sutura separados con ácido poliglicólico del

2-0 (Figura 6).

Microcirugía endoscópica transanal

Se introdujo como una alternativa para lesiones del tercio medio y superior del

recto, con los mismos criterios que la resección local transanal.

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Este procedimiento se ha practicado por más de 20 años en Europa e

Inglaterra, pero en Estados Unidos de América, su aceptación ha sido más

paulatina. Se utiliza un proctoscopio marca Wolf o Storz; se realiza un

neumorecto con CO2 a través de un proctoscpio de 40 mm de diámetro y una

longitud total de 20 cm (existen de varias tamaños); este proctoscopio cuenta

con 4 puertos de acceso para los instrumentos, uno se emplea para el

estereoscopio, uno para succión y dos para las pinzas especiales de 5 mm con

un deflexión hacia abajo, necesarias para realizar la microcirugía endoscópica

trananal (TEM por sus siglas en inglés). Al igual que en la cirugía de invasión

mínima hay conducto de insuflación y el conjunto con el estereoscopio lleva

una fibra de luz y un transductor de presión. El estereoscopio que utiliza este

sistema es de 10 mm, con un ángulo de visión de 50º hacia abajo y que

permite 75º de campo visual, con dos piezas oculares para permitir una visión

estereoscópica (en 3 dimensiones). A lado del estereoscopio hay una lente de

5 mm de 40º que puede utilizarse para observar el procedimiento en un monitor

convencional de laparoscopia.

La deflexión del proctoscopio “hacia abajo” hace necesario colocar al paciente

en la posición adecuada de acuerdo a la localización de la lesión; para un

tumor de la pared posterior se coloca al paciente en posición de litotomía y

para lesiones de la pared anterior en posición proctológica.

Hay opiniones a favor y en contra para su utilización en cáncer; aparentemente

en un inicio hubo un aumento en la recurrencia con este tratamiento, sin que

exista una conclusión definitiva al respecto. La TEM ha permitido realizar

procedimientos que antes se consideraban imposibles por vía transanal;

técnicamente cualquier lesión en el recto es factible de manejo por TEM; sin

embargo, no en todos los cánceres está indicada, reservando su utilización

para pólipos malignos, tumores T1 (candidatos ideales), tumores T2 con

adyuvancia posoperatoria y para cirugía paliativa de tumores T3. Un principio

para la resección de un tumor por TEM es realizar la resección de espesor total

y por tal motivo una lesión de gran tamaño, puede después de la resección y

cierre del defecto causar una pérdida de la función del reservorio del recto por

estenosis del mismo, además de poder ocasionar una perforación libre a la

cavidad abdominal.

Se ha reportado una recurrencia local del 0-4% en los tumores T1, 14% en

lesiones T2 y del 20% en los tumores T3; cuando se utilizó quimioradioterapia

en estos últimos llega a disminuir a 0%.

Las ventajas de este procedimiento radican en una corta estancia

intrahospitalaria; en Estados Unidos de América se realiza como cirugía

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ambulatoria, la morbilidad y la mortalidad son menores cuando se compara con

una resección del recto transabdominal.

Procedimientos de destrucción o ablación

Se utilizan para propósitos curativos o paliación. Esencialmente son dos: la

electrocoagulación y radioterapia endocavitaria.

La electrocoagulación puede ser una alternativa en un pequeño grupo de

pacientes que rechazan una colostomía o por alto riesgo quirúrgico. Los

criterios de selección comprenden a tumores menores de 4 cm de diámetro,

bien o moderadamente diferenciados, no más allá de 7 cm de la línea

anorrectal, clasificados como T1 y sin adenopatía regional. Las desventajas

comprenden la falta de pieza quirúrgica para su clasificación histopatológica

definitiva, necesidad de varias sesiones y más de un tercio de los enfermos

requerirán una resección abdóminoperineal.

La radioterapia endocavitaria comprende la radiación por contacto directo. La

selección de pacientes con propósitos curativos es similar a los criterios de la

electrocoagulación.

Tratamiento quirúrgico paliativo

Encuentra su indicación en casos de metástasis sobre todo hepáticas o

pulmonares. Puede practicarse la resección en la misma forma que en una

operación radical curativa. Esta resección tiene carácter sintomático y está

especialmente indicada si resuelve un problema de obstrucción o tenesmo

intolerable y debe efectuarse en todos los enfermos que conserven condiciones

generales satisfactorias para ser sujetos a cirugía mayor.

La derivación intestinal está indicada en enfermos en mal estado general, que

contraindica una resección curativa y en tumores irresecables o que han

invadido órganos y estructuras vecinas.

COMPLICACIONES POSOPERATORIAS

Las complicaciones posoperatrorias de la cirugía del cáncer de recto son:

dehiscencia o fuga de la anastomosis y sepsis abdominal, hemorragia, oclusión

intestinal, lesión de los ureteros, lesión de la vejiga urinaria, estenosis, oclusión

intestinal y fistulización colocutánea y enterocutánea (descritas en el capitulo

de cáncer de colon), de la herida perineal de la resección abdóminoperineal,

lesión uretral, retraso de la cicatrización de la herida perineal en resección

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Charúa GL 15

abdóminoperineal, hernia perineal y evisceración, recurrencia tumoral,

trastornos sexuales y trastornos de la micción.

De la herida perineal de la resección abdóminoperineal

Algunos cirujanos la empacan a compresión sin sutura, otros la cierran

parcialmente, otros más la cierran totalmente y la drenan con o sin irrigación

continua, y hay quienes rellenan con epiplón el espacio que ocupaba el recto.

Estas diferencias de conducta pueden condicionar algunas de las

complicaciones postoperatorias que afectan la herida perineal de la resección

abdóminoperineal; las tempranas son hemorragia y absceso, y las tardías,

sinus perineal y hernia perineal.

La hemorragia sobreviene generalmente al retirar por primera vez el apósito

compresivo de una herida no cerrada ni parcial ni totalmente, sobre todo en

pelvis excesivamente irrigadas o en pacientes con problemas hemostáticos;

estos casos exigen un nuevo taponamiento compresivo, que se retira a las 48-

72 horas si el paciente está estable y no hay evidencia de hemorragia. Si aun

así ésta subsiste, deberá reintervenirse para cohibirla.

El absceso perineal, por el contrario, suele presentarse en los cierres primarios

de la herida, sobre todo en los que ha habido contaminación fecal. El

tratamiento, como en todo absceso subcutáneo, es la debridación, previa

apertura de la herida, con lo que cicatrizará por segunda intención. En caso de

absceso pélvico más o menos profundo o presacro, en los que la herida

cutánea ha cicatrizado satisfactoriamente, se requiere drenaje por vía

percutánea, para no abrir la herida ya cerrada.

Lesión uretral

Suele ocurrir en los casos de tumores o procesos inflamatorios severos que

tienen una vecindad inmediata con la uretra, por lo que la colocación de una

sonda de Foley es indispensable, pues representa una excelente guía para

identificar la uretra y evitar su lesión. En los casos en que se lesiona en grado

menor, basta con sutura absorbible 5 ceros y permanencia de la sonda por

espacio de tres semanas. Si la lesión es mayor, se requiere la derivación de la

orina por medio de una cistostomía y reconstrucción posterior por alguna de las

técnicas que los urólogos conocen.

Retraso de la cicatrización de la herida perineal en resección

abdóminoperineal

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Charúa GL 16

Es una complicación frecuente. Se considera que una herida perineal no

cicatrizará espontáneamente si no lo ha hecho en un lapso de seis meses, lo

que se manifiesta por un sinus perineal que puede definirse como un trayecto

profundo y estrecho rodeado de tejido fibroso y fijo que ocupa la cavidad

pélvica, con un pequeño orificio externo. Algunos autores sostienen que el

espacio pélvico que queda después de una resección abdóminoperineal no se

llena con tejido de granulación, sino con tejidos perineales blandos que

ascienden y contenido abdominal que desciende; sin embargo, cualquier causa

susceptible de producir el llenado de la cavidad pélvica con tejido fibroso y fijo,

como empacamiento prolongado, abscesos o hematomas, muy probablemente

evitará la cicatrización correcta de la herida pélvica y formará un sinus.

Actualmente, el tratamiento de elección para cerrar la herida es el uso de

injertos musculocutáneos con amplia debridación, que favorecen la

cicatrización de estas heridas crónicas al obliterar la cavidad fibrosa, eliminar la

infección, mejorar la oxigenación local y ocupar espacios muertos con tejido

viable.

Hernia perineal y evisceración

La hernia perineal es la presencia de contenido peritoneal a través de una

herida perineal abierta y la evisceración es la exteriorización de asas de

intestino delgada o de colon. Son complicaciones muy raras.

El tratamiento de la hernia perineal puede ser conservador, si los síntomas son

leves; la indicación quirúrgica para su reparación la condiciona una

sintomatología de intensidad suficiente para provocar al paciente una gran

incomodidad, si hay obstrucción intestinal, o incarceración. Puede hacerse una

reparación primaria sin prótesis alguna; se han utilizado colgajos con el tensor

de la fascia lata, así como el colgajo musculocutáneo de gracilis, la malla de

Marlex, todos ellos con resultados satisfactorios.

Recurrencia tumoral

La recurrencia tumoral no cumple estrictamente los criterios para considerarla

una complicación de la cirugía colorrectal. Sin embargo, podría considerarse

como tal si no se ha cumplido el requisito fundamental de la cirugía oncológica,

que se refiere a los márgenes de resección del colon o recto; la recurrencia

suele asentar en la anastomosis y es más frecuente en el recto; en el colon es

muy rara. En caso de ocurrir, el tratamiento deberá ser el de todo carcinoma.

Trastornos sexuales

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Esta complicación es muy frecuente, al punto de que puede considerarse que

la mitad de los pacientes la sufren en algún grado.

Ocurren al momento de liberar el recto, principalmente en la resección

abdóminoperineal, en las operaciones para corregir el prolapso rectal completo

por vía abdominal y en la resección anterior baja.

Los trastornos son erecciones incompletas y difíciles, eyaculación retrógrada e

impotencia total; en la mujer, puede haber disminución de la libido, orgasmo

difícil, y más frecuentemente dispareunia.

La frecuencia de la disfunción sexual aumenta con la edad y en casos de

resección por cáncer, comparada con la resección por procesos inflamatorios,

lo que se explica por los planos de disección utilizados; en el proceso maligno,

el plano se extiende hasta los huesos de la pelvis; en los procesos benignos, la

disección se realiza muy cerca de la pared del recto. Por lo tanto, la lesión de

los plexos nerviosos es mucho mayor en la disección radical, como la que

amerita el cáncer. Asimismo, esta diferencia de frecuencia se ha atribuido a

que los pacientes operados por procesos inflamatorios son generalmente más

jóvenes que los intervenidos por cáncer.

Los problemas sexuales pueden ser temporales o definitivos, completos o

parciales.

La función sexual del hombre depende del sistema nervioso autónomo y, en

menor grado, del somático.

El conocimiento de la neuroanatomía pélvica y el manejo cuidadoso de las

áreas nerviosas vulnerables podrán disminuir la ocurrencia de esta

complicación y dar al enfermo una mejor calidad de vida.

Trastornos de la micción

Los problemas de vaciamiento de la vejiga urinaria son frecuentes,

especialmente después de una resección abdóminoperineal, dado que el

soporte que representa el recto para la vejiga urinaria está ausente y provoca

su desplazamiento; el vaciamiento vesical es menor y la orina residual mayor;

en los primeros días postoperatorios éstos suelen ser problemas menores, que

se resuelven con la colocación de una sonda en la vejiga y la administración de

antibióticos.

Para evitar la persistencia de estos problemas, que a menudo son de larga

duración, y a veces de toda la vida, algunos autores han recomendado los

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expansores tisulares (silicón) en la cavidad pélvica, por espacio de 3 a 8

semanas postoperatorias, al cabo de las cuales se retiran bajo anestesia local;

así se logra una disminución importante de la orina residual y se evita el

desplazamiento de la vejiga; sin embargo, se desconocen los efectos de estos

expansores en la cicatrización de la herida perineal.

A lo mencionado, hay que agregar que, por una parte, la presión del cierre del

cuello vesical disminuye por denervación parasimpática, y, por otra, el esfínter

uretral externo se afecta por lesión del nervio pudendo, lo que acarrea urgencia

e incontinencia.

Se ha encontrado que después de una resección abdóminoperineal por cáncer

rectal, la retención urinaria alcanza una frecuencia de 45% en hombres y 29%

en mujeres, así como 10% de incontinencia urinaria en hombres y 29% en

mujeres. Aunada a estos problemas, es frecuente la infección del tracto

urinario.

Se ha recomendado el uso de bloqueadores alfa-adrenérgicos, que parecen

haber demostrado algún beneficio en estas anomalías funcionales.

Cirugía laparoscópica

Sus indicaciones son esencialmente las mismas que para la cirugía tradicional.

Con el éxito difundido de la colecistectomía laparoscópica y otros

procedimientos con invasión corporal mínima en la cirugía abdominal se han

convertido con rapidez en la vía de abordaje de elección por la mayoría de los

cirujanos; sin embargo, el grado relativamente alto de habilidades

laparoscópicas, el instrumental y los tiempos operatorios prolongados, han

retrasado su aceptación en general para la cirugía oncológica del recto. En

estudios retrospectivos y prospectivos en relación a recurrencia tumoral, se

reportan tasas similares en cirugía abierta vs cirugía laparoscópica; no así en

los primeros reportes de cirugía laparoscópica, en que la recurrencia era mayor

en los puertos de entrada al abdomen.

La cirugía laparoscópica tiene varias ventajas: disminución de analgésicos,

menor tiempo de hospitalización, tiempo de íleo más corto, paso temprano de

flatos y primer movimiento defecatorio y tolerancia más rápida a la dieta

normal.

Consideraciones sobre la colostomía o ileostomía

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Charúa GL 19

La desviación del tránsito intestinal a una región tan visible, diferente y distante

del ano como es el abdomen, suele despertar sensaciones sumamente

desagradables y aun trágicas: sentimiento de anormalidad e invalidez física y

social, depresión y falta de interés en todos los aspectos de la vida e inclusive

tendencia al suicidio.

El profundo impacto psíquico que puede sufrir un enfermo obliga al cirujano a

meditar con sumo cuidado la necesidad de practicar un estoma antes de

proponérselo. El paciente tiene derecho a ser enterado sobre tal eventualidad,

aunque por ello rehuse la operación, aun a precio de una vida de sufrimientos y

una muerte segura más o menos rápida. Esto no significa, sin embargo, que el

médico se conforme con la negativa del enfermo sin antes insistirle

suficientemente sobre el hecho de que además de poder salvar la vida, es

posible continuar sus actividades normales sin menoscabo alguno, en la

medida que se lo proponga él mismo. Actualmente, la rehabilitación de este

tipo de pacientes es muy satisfactoria, pues además de que se les proporciona

atención psicológica que les permite aceptar y adaptarse a sus nuevas

condiciones, ahora se cuanta con una gran variedad de equipos y aditamentos

para el manejo de su estoma, que les permite experimentar una gran seguridad

y confianza y llevar una vida prácticamente normal.

GANGLIO CENTINELA EN CÁNCER DE RECTO

Los estudios de ganglio centinela en recto son controversiales en cuanto a su

utilidad; probablemente lo más importante es el estudio más detallado de uno o

cuatro ganglios por parte del patólogo, con técnicas convencionales o con

inmunohistoquímica, en lugar de dedicar tiempo a tratar de recolectar mayor

número de ganglios. Bembenek y cols. han utilizado un radiomarcador (Tc99m),

inyectado 1 mL submucoso en un área adyacente al tumor por endoscopía, 16

a 18 horas antes de la cirugía. Examinaron las piezas ex-vivo con una sonda

gama, con una detección de ganglio centinela del 96%, pero la sensibilidad

global es baja en los pacientes que recibieron terapia neoadyuvante. Se ha

utilizado tinción con azul patente; Khafagy y cols. inyectaron de 1 a 2 mL de

esta tinción por debajo del tumor en el preoperatorio, realizando

linfadenectomía en conjunto con la resección anterior baja o abdominoperineal

con resección total del mesorrecto. Cuando comparan el número de ganglios

obtenidos por la tinción azul patente comparándola con la técnica de

aclaramiento para obtención de ganglios (xileno y alcohol), se recuperan más

ganglios con esta última técnica (11.05 vs 5.34), reportando un estadio

adecuado cuando se utiliza esta técnica del 100% de los casos.

TRATAMIENTO ADYUVANTE DEL CÁNCER DE RECTO

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Charúa GL 20

Radioterapia

El uso de radioterapia externa en el manejo del cáncer rectal ha recibido

considerable atención en años recientes como un tratamiento adyuvante pre o

posoperatorio; no hay uniformidad de criterios para establecer superioridad de

uno de estos métodos sobre el otro, ya que hay estudios fuertemente

preferentes por uno u otro. La radioterapia preoperatoria tiene las siguientes

ventajas sobre la posoperatoria: puede disminuir el tamaño del tumor y la

extensión de la invasión tumoral, es más probable que el enfermo complete el

tratamiento, permite una resección completa, aumenta las posibilidades de

cirugía con preservación del aparato esfinteriano, los tejidos se encuentran

mejor oxigenados y por tanto son más sensibles, puede disminuir la siembra

local o a distancia de células cancerosas desprendidas al momento de la

cirugía, las asas de intestino delgado se encuentran excluidas de la pelvis y

disminuye el riego de recurrencia local.

La ventaja de la radioterapia posoperatoria es que se conoce la extensión total

del tumor, y por ello, se evita la radiación de quien no la necesita. Las

desventajas incluyen el incremento en la posibilidad de radiar intestino delgado,

dado que éste se deposita en la pelvis después de la cirugía y existe una

mayor tasa de disfunción del reservorio colónico.

Lamentablemente, no hay un consenso unánime en cuanto a la dosis de

radiación que se debe de utilizar. Las dosis de radioterapia más utilizadas

preoperatoriamente son en dos modalidades: la rápida de 25 Gy en una

semana o la normal de 4.5 Gy en 6 semanas. La dosis posoperatoria es de 5

Gy, fraccionada en 25 sesiones.

Quimioterapia

En su inicio, la quimioterapia adyuvante se aplicaba con los fármacos

disponibles, independientemente del estadio de la enfermedad.

Una vez que el 5 fluorouracilo (5-FU) empezó a mostrar actividad en el cáncer

de recto, se efectuaron varios estudios para ver su eficacia. En estudios

multicéntricos y estatificando a los pacientes por etapas, para poder comparar

resultados, y con ello establecer el valor de los factores pronósticos, se

dividieron los pacientes en dos grupos; el primero únicamente con cirugía y en

el segundo se agregó 5-FU. La conclusión fue un incremento en la tasa de

supervivencia a 5 años en el segundo grupo de cáncer de recto Dukes C.

El siguiente paso fue añadir al 5-FU el leucovorín (LV). De nuevo, no hubo

diferencias en cuanto a sobrevida entre los diversos tratamientos en pacientes

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Charúa GL 21

con cáncer de recto en estadio II. Donde sí se obtuvo superioridad estadística

fue en la sobrevida libre de enfermedad y sobrevida global a cinco años en

estadio III.

El tratamiento recomendado para el cáncer de recto en estadio III después de

la resección quirúrgica es con 5-FU a 500 mg/m2 por vía endovenosa en bolo

diario por cinco días más LV a 20 mg/m2 por vía endovenosa en bolo diario por

cinco días, repetido cada 4 ó 5 semanas por seis ciclos.

SEGUIMIENTO

El objetivo de la vigilancia posoperatoria es medir la eficacia del tratamiento

instituido, la detección temprana de recurrencia o la identificación de una

neoplasia metacrónica.

El pronóstico para enfermos con cáncer rectal que fueron intervenidos

quirúrgicamente se relaciona con la estadificación histopatológica de la lesión

primaria. Así, en quienes el tumor penetró la serosa (tercio superior del recto) o

tuvieron ganglios linfáticos metastáticos hay una alta posibilidad de recurrencia

local o a distancia. La clave del seguimiento es identificar recurrencia en etapas

lo suficientemente tempranas para brindar la posibilidad de una resección

quirúrgica curativa. Lamentablemente, no existe ningún modelo ideal para

predecir el riesgo de recurrencia; pero, si hay una estrecha relación médico-

paciente, aunado al monitoreo de los marcadores tumorales séricos, estudios

endoscópicos y de gabinete, es posible la detección oportuna.

Hay estudios que concluyen que el único beneficio incuestionable de la

vigilancia posoperatoria es la identificación de enfermedad metacrónica, la

presencia de pólipos (que pueden ser resecados), y la detección de nuevas

neoplasias en otros sistemas.

El programa de seguimiento posoperatorio que se practica en pacientes con

cáncer de recto en la Unidad de Coloproctología del Hospital General de

México, se resume en la Tabla 1.

ADENOCARCINOMA COLORRECTAL DURANTE EL EMBARAZO

El primer caso reportado de cáncer de recto y embarazo fue en 1842 por

Cruveilhier y existen actualmente un poco más de 300 casos publicados.

Durante la gestación, la frecuencia del cáncer colorrectal es de 0.002% de los

embarazos; 85% de ellos se encuentran en el recto. La edad promedio de

presentación es a los 31 años. Los síntomas que produce el tumor

generalmente se atribuyen al embarazo, motivo por el cual es común llegar al

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Charúa GL 22

diagnóstico después de la segunda mitad de la gestación; no es raro que los

síntomas al momento del diagnóstico sean los característicos de un cáncer

avanzado como es la obstrucción intestinal, la perforación o las metástasis.

Toda paciente embarazada con hematoquecia, cambios en el hábito intestinal,

anemia o dolor abdominal persistente cuya exploración proctológica no arroje

evidencia de una lesión que justifique el sangrado, la colonoscopia o

rectosigmoidoscopía deben ser consideradas como parte del protocolo de

estudio; el sangrado transanal nunca ha sido un signo de normalidad del

embarazo. La colonoscopia durante el embarazo es una contraindicación

relativa, es factible de realizarla aplicando una presión gentil en el abdomen,

utilizar fármacos durante la sedación con alto perfil de seguridad y

monitorización fetal durante el procedimiento. La tomografía computarizada

está contraindicada, especialmente durante el primer trimestre, pero el USG

hepático es una buena opción para estadificar la enfermedad.

Lo avanzado de los casos al momento del diagnóstico, nos lleva a pensar en la

presencia del cáncer antes del embarazo (un retraso en su diagnóstico) y se

han encontrado receptores hormonales en los tumores que favorecen su

crecimiento ante la presencia de estrógenos y progesterona. Bernstein y cols.,

en una revisión de 39 casos, encuentra la mayor parte de los tumores en un

estadio B de Dukes o mayor. La sobrevida a 5 años es la misma con respecto a

las pacientes no embarazadas con el mismo estadio; sin embargo, hay un

aumento de la frecuencia de metástasis a ovarios (24 vs 6%), observando en

estos casos una sobrevida en un rango de 6 a 12 meses.

El tratamiento es muy debatido por las consideraciones éticas y médico-legales

que conllevan el bienestar de la madre y el feto y por lo tanto la terapéutica es

individualizada. Su resolución depende de la edad gestacional del producto,

intención de la madre de embarazos futuros, estadio del cáncer y de las

consideraciones éticas y religiosas de la paciente; en los dos primeros

trimestres el procedimiento quirúrgico resolutivo del cáncer es lo prioritario,

pero puede ser necesario el término del embarazo; sin embargo, se han

reportado casos de cirugía de colon y recto por cáncer, que incluyen

resecciones abdóminoperineales, que han permitido llegar al término del

embarazo sin afección del producto, planteando que la cirugía se puede llevar

a cabo con un buen índice de seguridad después de las 12 semanas.

Después de la semana 20 es posible esperar la viabilidad del producto, en

general hasta la semana 32; es recomendable posponer varias semanas la

cirugía resectiva, generalmente cuando el tumor es de recto, esperando la

involución uterina y la disminución de la congestión vascular pélvica; se han

realizado cirugías resectivas durante el mismo evento quirúrgico de la

extracción del producto por cesárea. En caso de tumores de recto de la pared

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Charúa GL 23

anterior o que obstruyan el canal de parto es preferible se obtenga el producto

por vía abdominal; en diferente circunstancia el parto vaginal es un opción

adecuada. Durante la cirugía del tumor, especialmente en mujeres menores de

40 años y embarazadas, se recomienda la toma de biopsia en cuña de ambos

ovarios en busca de metástasis. La ooforectomía bilateral se realiza si hay

lesiones macroscópicas, hay una biopsia transoperatoria de metástasis o ante

la realización de histerectomía por invasión del útero; la ooforectomía bilateral

debe evitarse durante el primer trimestre por el riesgo de aborto.

La radioterapia pre o posoperatoria sólo se debe iniciar una vez obtenido el

producto; hay riesgo de un 60% de retraso mental en productos que reciben

radioterapia in utero. Se debe avisar a la paciente de los posibles efectos

negativos de la radioterapia sobre la fertilidad, ocasionado por el daño

permanente a los ovarios. La quimioterapia nunca debe administrarse en el

primer trimestre; en el segundo y tercero es mucho más segura.

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Figura 1. Ultrasonido endorrectal con tumor de tercio inferior de recto.

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Figura 2. Ultrasonido endorrectal que confirma la presencia de ganglios en mesorrecto

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Figura 3. Resonancia magnética que identifica lesión tumoral del recto

que invade útero y vejiga.

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Figura 4. Resección anterior baja con doble engrapado.

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Figura 5. Protectomía con anastomosis coloanal. A) Protectomía con preservación de

esfínteres, B) Anastomosis coloanal y C) Aspecto final.

A

B

C

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Figura 6. Resección del tumor por vía transanal.

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Seguimiento 1er año 2º año 3 er año 4º año >de 4 años

Consulta con exploración física 3 3 2 1 1

Sangre oculta en heces 3 3 2 1 1

Rectosigmoidoscopia flexible 2 2 1 1 1

ACE 3 3 2 1 1

Colonoscopia 1 - 1 - c/3 años

Telerradiografía de tórax 1 1 1 1 1

TC o RM 1 1 1 1 1

UE 1 1 - - -

PFH 2 2 1 1 1

Tabla 1.- Programa de seguimiento posoperatorio en pacientes con cáncer rectal.

ACE, Antígeno carcinoembrionario sérico; TC, Tomografía computada; RM,

Resonancia magnética; UE, Ultrasonido endorrectal; PFH, Pruebas de funcionamiento

hepático.