doyon, louise - peron y los trabajadores

55
PERÓN Y LOS TRABAJADORES Los orígenes del sindicalismo peronista 1943-1955 SIGLO )J((I por LoursE M. DoYON

Upload: bonete83

Post on 19-Jan-2016

93 views

Category:

Documents


5 download

TRANSCRIPT

Page 1: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

PERÓN Y LOS TRABAJADORES

Los orígenes del sindicalismo peronista 1943-1955

SIGLO

)J((I

por LoursE M. DoYON

Page 2: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

214 Louise M. Doyo11

un hombre de los quilates de Perón y fue necesario tam­bién que el pueblo retomase las riendas de sus propios destinos· [ ... ] . Hablo en nombre de las mujeres y los trabajadores. In­voco la plenipotencia de esa representación para decir lo que ellos sienten. iY hoy ellos sienten que Perón es el heredero directo de la misión del pueblo y del espíritu de San Martín! Ellos sienten hoy que la misión de San Martín no se entiende si no se la contempla desde esta nueva Argentina, justa, libre y soberana de Perón3º.

Al final de este período, el régimen exudaba un poderío sin para­lelos y aparecía como una fuerza irresistible, sostenida por una coali­ción electoralmente imbatible. Se había beneficiado con una con­fluencia de circunstancias favorables que le permitieron conciliar la redistribución con el crecimiento económico. Por otra parte, parecía bien encaminado hacia la consolidación de su autonomía relativa, gracias al magistral equilibrio establecido entre los diversos intereses en juego. Sin embargo, despuntaban ya los primeros signos de fric­ción dentro del laxo pacto social administrado por el gobierno y cre­cía el descontento por la permanente transgresión de las reglas cons­titucionales a las que antaño había jurado fidelidad. Todo ello antici­paba los problemas cada vez más graves que Perón tendría por delan­te en los años siguientes.

'''El texto de este discurso se c11n111tr.1rá en CGT,:; de enero de 1951.

VIL LA DERROTA DEL PROYECTO LABORISTA

El movimiento sindical no fue, por cierto, el único heredero de la victor.ia alcanzada en las urnas en febrero de 1946, puesto que había acc~d1d? al poder político a través de la participación en una alianza pohclas1sta. Esta distinción crucial se haría bjen clara durante el año siguiente, a medida que el nuevo presidente buscara consolidar su liderazgo sobre la heterogénea coalición electoral recurriendo a las fuerzas no sindicales. Esta empresa política se desplegaría a través de la resolución de tres cuestiones clave, a saber, la supervivencia de los cuerpos políticos independientes creados para llevar a cabo !a cam­paña electoral, la dirección del máximo organismo sindical -ia CGT -y el ~ontrol sobre el nuevo partido que promovería el gobierno para aglutmar a sus fuerzas adictas.

1. LA CONVOCATORIA A FORMAR

EL PARTIDO ÚNICO DE LA REVOLUCIÓN

La fa~ta de cohesión entre las dispares fuerzas que habían apoyado su candidatura constituyó para Perón un problema de primer orden una v~z terminado ~l escrutinio electoral. No sólo el margen de la victo­ria sobre l~ Umón Democrática había sido estrecho; asimismo, quie­nes lo habian respaldado tenían muy poco en común fuera del obje­tivo de asegurar su retorno al poder por medios constitucionales. Éste problema, en el que se jugaba su capacidad para gobernar, recibió su atención en forma prioritaria. Así, poco antes de asumir el mando ofi­cialmente, el presidente electo tomaría una decisión crucial con vistas a redefinir la estructura organizativa de la alianza gobernante.

Producido el triunfo electoral de febrero, afloraron las tensiones que atravesaban la coalic1ón electoral ai recrudecer el enfrcntarnien-

Page 3: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

216 Louíse M. Doyo11

to que oponía a los laboristas y a los políticos de la Junta Renovadora. Debido a que habían provisto buena parte de Jos recursos materiales Y organizativos que habían hecho posible la victoria en los comicios, los laboristas esperaban un papel principal en el nuevo gobierno. Pero se encontraron bien pronto envueltos en las intrigas de los políticos, que prete?~ían marginarlos de la distribución de los puestos políti­cos estrateg1cos. El regateo constante para la confección de las listas de candidatos durante la reciente campaña se intensificó y desenca­denó feroces luchas intestinas en torno de la adjudicación de bancas senatoriales y otros cargos. En el conflicto, el reclamo de los laboris­tas .iba 1;1ás allá de la búsqueda de recompensas a su aporte electoral; se nutna, a la vez, de la gran desconfianza que sentían hacia los re­presentantes de la política tradicional. El desdén era recíproco por­que, para los radicales disidentes agrupados en la Junta Renovadora, los electos por el partido sindical eran poco más que analfabetos políti­cos1 . La participación de los antiguos radicales en el pasado político fraudu­lento ele! país hizo que, para los sindicalistas, la reconciliación fuera imposible, más allá de] corto plazo. Esta opinión fue expresada en forma elocuente por Cipriano Reyes, el entonces vicepresidente dei Partido Laborista, en un opúsculo publicado a fines de 1946.

El Radicalismo una vez estuvo en contacto con las nece­sidades de las masas, y podría haberse convertido en una fuerza para la reforma socioeconómica y política si no se hubiera paralizado en la más sórdida forma de politi­quería ( ... ] hace veinte años. Fue una esperanza que se desplomó por la incapacidad de los líderes[ ... ] que pro­clamaron ser liberales pero que en realidad eran reac­cionar~o~ incapaces. de asumir los reclamos de Ja gente. Estas ultimas elecc10nes han consagrado al Partido La­borista no sólo como el partido mayoritario sino como una entidad esencialmente nacional [ ... J. La Junta Renovadora se puso claramente del lado del pueblo en esa ocasión en ia medida en que rompió con las ideas

--1-Para rnformactón sobre la percepción de los antiguos radicales sobre su cun­

tr~parte labo~·'.sta, v~ase bentrev1sta con el CXJcfo renovador del partido mayon­ta110 en la C.amara de Diputados, Rícardo Guardo, Proyecto de Historia Oral, Instituto D1 Tclla, Buenos Aires, 1972.

La derrota del proyecto lc1/1<1ris1r1

preconcebidas y sin sentido, al respaldar la candid~tura del coronel Pcrón. Pero los acontecimientos postenores han demostrado que el hecho de seguir un camino pro­gresista durante seis cortos meses no.puede borrar veinte largos años de insensibilidad hacía los problemas del pueblo. No bien se supieron los resultados de la elec­ción, los líderes mostraron su falta de integridad perso­nal y política; volvieron a las políticas de sabotaje ne­gando la victoria a los que en realidad triunfaron en

1

esta contienda, y revocaron todos los acuerdos alcanzados-.

217

A los efectos desestabilizadores <le esta pugna, se sumó el deseo de Perón de afianzar su predomirno sobre la coalición. Durante la campaña, ante la carencia de un aparato político propio, había tenido que apoyarse en los sindicatos para la movilización elect~ral. Esta situación lo había obligado incluso a postularse como candidato del partido sindical, cuyos líderes tendieron a ver al presidente electo como su propia creación política. Sin embargo, para cualquier obs~r­vador de la escena polítíca, el triunfo electoral de las fuerzas perom~­tas había sido, en gran medida, una victoria personal del ex secretano de Trabajo. El apoyo que recibió en las un1as fue el resultado de, l~s políticas que él había míciadb mientras era.el hombre fuerte del reg1-men militar. Con la ratificación popular de su liderazgo en las urnas, había llegado también la hora de convertir ese liderazgo en un prin­cipio de autoridad dentro del mov11111cnto triunfante.

Como era de esperar, la batalla personal de Perón en la búsqueda de su predominio no habría de dirigirse contra la Junta Renovadora. Debido a su escasa convocatoria, sus miembros no representaban una amenaza para su autoridad e, implícitamente, admitían su estrecha dependencia de los favores del nuevo presidente. Durante esos pn­meros ~s, sus esfi1erzos apuntaron a un blanco específico, es de­cir, Ios~abghstas. Li tuerte resistencia de éstos a cualqmer forma de

· ínterferenéia externa en las decisiones par9d:irias a lo largo de toda la

eña ya había annopado su imencíón de mantener una voz au­a luego de las elecc10nes. Esa postura 111depend1ente de los tas prenunciaba que resultaría un socio problemático en el

p'ü"cfér. Por otro lado, la decisión ck 1 iberar a Perón de toda <lepen-

'Cipnano Reyes, C.2111 "" ,.¡ lalions1110, B11,·11os Aires, 1946, pp. 32, 74.

Page 4: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

218 Louise M. Doyo11

ciencia directa del movimiento obrero organizado respondía, asimis­mo, a la necesidad de mantener el apoyo del Ejército. Este aliado silenooso mostraba poca simpatía por la influencia del movimiento síndica!. Las circunstancias imponían atender a sus reservas y obrar en consecuencia porque la contmuidad del apoyo castrense era fun­damental para el flamante presidente.

Siempre alerta para proteger la legitimidad de su condición de árbitro, Perón fue cauteloso en su esfuerzo para reducir la influencia de los laboristas. Apelando a una táctica que usaría repetidamente en los meses siguientes, aprovechó el apetito de los políticos de !ajunta Renovadora por lograr cargos públicos y su pericia en las luchas po­líticas internas para alentar, desde las sombras, las escaramuzas con los representantes sindicales. Con la seguridad de contar con el apo­yo tácito de Perón, los políticos profesionales rápidamente lanzaron un nuevo ataque contra sus rivalcs1

• En estas circunstancias, la coali­ción gobernante se deslizo a una estado de anarquía. Fue entonces que el jefe del Ejecutivo, en un discurso por radio el 23 de mayo, ordenó la disolución de las fuerzas en pugna y su fusión en una orga­nización que se llamaría Partido Único de la Revolución Nacional. En el discurso, el nuevo mandatario justificó su decisión en la paráli­sis a la que habían llegado las relaciones entre sus sectores adictos, evocando el fantasma de una temible reacción concertada de la opo­sición, a menos que se depusieran las rivalidades y se estrecharan las filas en tomo del gobierno recién instalado. Sin embargo, en su alo­cución quedaba sin respuesta el papel que le estaría reservado al nue.­vo partido en el proceso de decisiones y la representación que se asig­naría a las fracciones rivales dentro de este organismo.

La Revolución de Junio, movimiento social, económi­co y político de los argentinos, que alcanzara su constitucionalidad el 24 de fobrero, está atravesando una zona de pasiones desintegradoras, extrañas a su propio contenido y destino. Pareciera que no han bastado cons­tantes embates de los grupos oligárquicos l ... ] ahora debe resistir[ ... ] los contragolpes de algunos hombres que[ ... ] no pueden mantener dentro de los límites su deseo de ocu-

· Waltcr Ltttk, «Party and Statc m l'cmnist Argentina». l fo¡111111c A11wica11 Ifütorical Rcr'icw, Vol. 53, n" 4, 1973, p. 647.

La derrota del proyecto laborista

par posiciones políticas. Estos hombres carecen de aprecio por lo que se ha logrado hasta ahora y por la difícil empresa que nos espera, olvidando que una victoria, no importa cuán impresionante pueda parecer, no es necesariamente permanente. Existe una condición previa insoslayable tan­to para ganar el poder como para gobernar en forma efec­tiva posteriormente: la solidaridad y la unidad de aquellos grupos que apoyan al movimiento [ ... ]. [Por ello] como líder del movimiento, ordeno [ ... ] la disolución de las or­ganizaciones actuales y la fusión de todas las fuerzas pero­nistas en un Partido Único de la Revolución4 •

2. LA DISOLUCIÓN DEL PARTIDO

CREADO POR LOS SINDICATOS

219

Los radicales renovadores no opusieron reparos a la orden de disolu­ción. En cambio, sí lo hicieron los laboristas. Su reacción fue una mezcla de rabia y alarma. Estaban indignados ante la anulación uni­lateral del acuerdo implícito de octubre de 1945 y, a la vez, profunda­mente preocupados por la incertidumbre sobre el futuro de su pro­grama dentro del recién creado Partido Único de la Revolución. En su reunión del 24 de mayo, las autoridades del laborismo decidieron desoír el llamado a la unidad. Esta resolución tuvo la aprobación de una apabu­llante mayoría de los legisladores de extracción sindical en el Congreso y las legislaturas provinciales, así como el apoyo de numerosos partidos locales5 • Sin poder explicar la decisión de Perón, o quizá renuent~s a aceptar la dura realidad que no habían querido ver desde el comienzo de la campaña, los laboristas insistieron en forma débil y un poco patética en atribuirla a una nueva maniobra de la UCR-JR, de la cual había sido víctima el propio Perón. Las declaraciones públicas emitidas en apoyo de la decisión tomada por la dirigencia nacional reflejaban el dilema que enfrentaba a muchos miembros del partido. Sus argumentos en favor de la supervivencia de la entidad se basaban, a menudo, en su asociación con el coronel, un punto de referencia que reconocía im­plícitamente su dependencia política.

'La Razófr. 24 de mayo de 1946. ; Luís Mnus;1lvo. "Rcscila política". mam1scnto médito, pp. 96-99.

' 1

Page 5: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

220 Louisc M. Doyo11

Algunos nos han atacado por ser lo que se llama laboristas intransigentes. Sin embargo, la convicción que practica­mos los laboristas se nutre en la intransigencia que; nos enseñó el mismo Perón contra la politiquería de escasas miras [ ... ] . Somos laboristas que continuamos creyendo en la realidad de una nueva conciencia política y no tolera­mos la infiltración de elementos que desean deformar nues­tros principios revolucionarios. Nos negamos a entregar posiciones a los elementos que representan a la oligarquía''.

El intento de defend~r el partido identificándolo con el presiden­te pronto resultó insostenible, una vez que se hizo evidente que su decisión era irrevocable. Con la defección de sus filas de importantes diputados y senadores, la intransigencia inicial pronto se desvaneció. En un desesperado esfuerzo por proteger las posiciones laboristas dentro de la alianza, comenzaron las negociaciones con representan­tes de Perón y de la UCR-JR. Para facilitar las cosas y no romper con la cabeza de la coalición gobernante, el 29 de mayo los miembros del comité ejecutivo nacional entregaron su renuncia al con1greso parti­dario convocado de urgencia. La conducción pasó a manos de un pequeño grupo de legisladores leales, a quienes los delegados dieron el mandato de determinar las condiciones bajo las que se unirían al Partido Único. Finalmente, el 17 de junio, los funcionarios ad hoc sellaron oficialmente la suerte del partido, anunciando su extinción apenas unos pocos meses después de su ascenso meteórico en la es­cena política del país.

Existe muy poca información sobre el contenido de las negocia­ciones que tuvieron lugar durante este intervalo. La declaración emiti­da por los dirigentes provisionales, sin embargo, indica que su acep­tación de la orden de Perón no había impficado una rendición total. Más bien, se habría recibido la promesa de que el programa laborista sería, y se mantendría así, una presencia sindical separada, a través de la creación de agrupaciones sindicales paralelas dentro del partido en for­mación. Con estas seguridades, confiaban en el resurgimiento de la cau­sa labonsta a partir de las estructuras del Partido Único.

"Prc11sa Laborista, 25 de mavo de 1946.

La derrota del proyccro Ít//}(lrista

Se ha acordado que se asignará a las fuerzas laboristas la representación que ellas merecen en la formación del nuevo partido, una representación que sea acorde con su posición mayoritaria; también existe acuerdo en cuan­to al hecho de mantener su programa como la base de la política del gobierno. Por otra parte, una vez que se ha­yan registrado las listas de afiliados, y se hayan estable­cido los loca)es partidarios en todo el territorio de la República, se convocará a un congreso nacional de de­legados para aprobar la declaración de principios, la car­ta orgánica y un programa definitivo para la nueva enti­dad. Esta convención también elegirá el nombre del nuevo partido así como sus autoridades nacionales; sin embargo, se convocará a la convención sólo después de que se hayan realizado elecciones limpias en cada sección7 •

221

Entre quienes fueron sus dingentes, la disolución del Partido Laborista ha dado origen a interpret~ones contradictorias. En sus memorias publicadas en 1975, Lu1s,Mo salvo sostiene que el partido había perdido su razón de ser una ve ue la victoria electoral instaló nuevamente a Perón en la Casa Rosada8

• De acuerdo con este impor­tante dirigente ferroviario, que desempeñó el cargo de secretario ad­ministrativo del p:mido, la orgamzación no había tenido otro propó­sito que el de serv1r como aparato de apoyo durante la campaña electo­ral. Este argumento resulta bastante débil no bien se recuerdan los pro­pósitos más permanentes expresados por sus fundadores una y otra vez a lo largo de los meses que precedieron J las elecciones. Más aún, la resis­tencia inicial al ultnnátum de Perón puso de relieve una perplejidad y una disconformidad difíciles de reconciliar con la opinión de Mon­salvo, según la cual b mayoría de los cuadros laboristas había estado de

• acuerdo con la existencia transitoria del partido. Al respecto, quien fue el vicepresidente del Partido Laborista ha

postulado una tesis diametralmente ºP(;,5_ En entrevistas otorga­das a mediados de los setenta, Cipruno~ declaró que el Partido

7 Este documento >e reproduce en C.1rlos Fayt. Nat11raleza del pcrouis1110, Viraco­cha, Buenos Aires, 1%7. pp 152-153.

'Luis Mo11sal\'ti. ·¡¡._,f!~<' de la pri111ern /1.,1«1 dcl pffo11Ísi111i, Pleamar, Buenos Aires. 1975, p. 94.

Page 6: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

222 Louise M. Doyo11

~ Laborísta había sído creado como un partido de los trabajadores y / que su posterior extinción debía ser atribuida a la anulación unilate-

,.,, ral por parte de Perón del acuerdo implícito que había pactado con el movimiento sindical9

• Esta versión tampoco es totalmente convin­cente. Como ocurre con Monsalvo, Reyes hace una racionalización ex post facto de los acontecimientos históricos. En su evaluación re­trospectiva, sostíene una tésis conspirativa que no proclamó abierta­mente en el momento en d que, Junto a los demás dirigentes, suscri­bió la declaración del 17 de junio, en la que se formalizaba la disolu­ción del partido. Es verdad que muy poco tiempo después el ex diri­gente del sindicato de la carne revirtió su pos1cíón y trató de montar un movimiento de resistencia. No obstante, todavía en esos tiempos pondría un especial cuidado en concentrar sus ataques exclusivamente sobre la Junta Reorganizadora del nuevo partido. Esa posición ambi­gua no le impidió continuar su protesta durante casi un año, hasta que fue encarcelado bajo acusaciones fraudulentas, pero sí debilitó I:\ posición de la mayoría de los dirigentes partidarios. En efecto, el 17 de junio todos los legisladores nacionales, con excepción de Reyes, terminaron aceptando la orden de Perón. Por lo demás, no exísten evidencias de un sindicato que haya roto relaciones con el gobierno a causa de la disolución de~rísrno.

Como señala Walter~ittle) el eclipse del laborismo no se puede explicar sin tener en cuen'ta;'primero, su extremada debilidad insti­

/ tucional y, segundo, los vastos recursos de patronazgo que la presi-1 ciencia ponía a disposición de Perón. Aunque poco se sabe acerca del

real estado de la estructura partidaria, la iriformación fragmentaria recogida por Little parece confirmar que se encontraba en una etapa embrionaria; de allí su conclusión de que el Partido Laborista carecía del "tipo de infraestructura de base que podría haberle dado reales poderes de resistencia"10

• Reparemos, además, en que sus dirigentes habían exagerado demasiado sus capacidades para movilizar al elec­torado en forma independiente. Cuando la orden de disolución fue conocida y no suscitó una fuerte reacción adversa. se vieron obliga­dos a reconocer que su organización había servido, en gran medida, como un canal para la ratificación del liderazgo de Perón. El equili­brio desfavorable de poder entre las autoridades partidarias y el pre-

''Ver entrevista a Cipnano Reyes, l'rtl\'ecto de Histon.1 ( lral, ITDT. '"W. Little, 11Party ami State in Pcro11ist Ar¡;:entina11. op cit .. p. (149.

La derrota del proyecto fa{Jorista 223

sidente fue, sin duda, el principal factor que determinó el destino final del .organismo creado por los sindicatos. La ulterior reconcilia­ción de los laboristas con los dictados del Ejecutivo puede ser vista como una respuesta realista y pragmática al realineamiento de fuer­zas dentro de la alianza gobernante.

De todos modos, se podría agregar que el partido sufría de limi­taciones intrínsecas que se han soslayado con demasiada frecuencia. Aunque no fueran tan decisivas, quizás contribuyeron al renuente acatamiento de sus fundadores al ultimátum de Perón. Al tomarlas en cuenta, la decisión de la conducción laborista aparece originada en algo más que el peso de la desfavorable relación de fuerzas. A ello se sumaba la seria desventaja en el terreno ideológico para cuestionar la convocatoria de Perón a la formación de un nuevo partido .. Es ver­dad que la creación del Partido Laborista había despertado entusias­mo dentro de las filas de los trabajadotes. Pero resulta imposible pa­sar. por alto que el partido de los sindicatos había surgido, en gran medida, bajo el impulso de factores externos, antes que como culmi­nación de un replanteo global de los fines últimos del movimiento. De la lectura de su programa, puede concluirse que éste no se cons­tituyó para ser una alternativa sustancialmente diferente de la que levantaba Perón en esa coyuntura política. Las principales propuestas contenidas en ese documento tenían por eje las demandas sectoriales que había elaborado el sindicalismo desde la década del treinta y que el propio Perón había hecho suyas después de 194411 •

En términos más generales, destaquemos que el Partido Laboris­ta no postulaba la visión de un nuevo orden social en el cual los inte-

11 Los plintos principales establecidos ~n el programa, que destacaba las metas intermedias excluyendo el ideal a largo plazo de un nuevo orden social~ eran los siguientes: 1) Realización integral de la democracia política, con el saneamiento de las prácticas institucionales y administrativas actuales que ia entorpecen, así como la aspiración de concretar la democracia económica como el mejor medio de garanti­zar una igualdad política efectiva; ( ... ] 5) la extensión del derecho al voto a las muje­res: [ ... ] 6) la nacionalización de los servicios públicos, y la protección de las rl'scr­

vas naturales para servir al desarrollo de la mdustria nacional; [ ... ] 11) la creación de oportunidades de empico en todo el país por medio de la diversificación de la eco­nomía, la realización de urgentes obras públicas en zonas no desarrolladas con alto nivel de desempleo, y la descentralización geográfica de las actividades manufacture­ras; ( ... J 12) la plena utilización de los recursos pr1111aríos y su proccsanucnto den­tro del país; d establcrnniento del crédito y la reforma del sistema nnpos1t1vo cn

Page 7: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

224 Louíse M. Doyo11

reses de los trabajadores fuesen transformados en valores generales para el conjunto de la sociedad. Encuadradas dentro de un esquema societal pluralista, sus demandas se limitaban a bregar por la reduc­ción de las desigualdades sociales producidas por el rápido proceso del desarrollo industrial capitalista. Por ello, la formación del partido había consistido esencialmente en una modificación en el método de la acción política seguido hasta entonces. más que un cambio cualita,­tivo en los objetivos políticos del sindicalismo. En los hechos, el cam­bio de metodología condujo "al pasaje del sindicalismo hacia la etapa política" 12

• En lugar de ser considerado como un instrumento para la eventual conquista del poder sobre la sociedad, el Partido Laborista fue pensado como un medio alternativo para la realización de las metas socioeconómicas del movimiento y una plataforma desde la cual defenaer mejor su identidad corporativa en la nueva etapa polí­tica. Cpn esta perspectiva de los propósitos del partido, se puede expli­car más ajustadamente la falta de oposición dentro del cortjunto del movimiento obrero a estos primeros y decisivos intentos de Perón por afirmar su liderazgo dentro de la alianza gobernante.

En esta temprana pero aún indirecta confrontación con los diri­gentes sindicales, Perón no había cuestionado la legitimidad del mo­vimiento obrero como actor político. Más bien, se limitó a cuestio-

bencficío de la industria nacional; [ ... ] 15) control gubernamental sobre los precios de los artículos de primera necesidad;[ ... ] 16) el reconocimiento de los sindicatos como entidades públicas cuyo rol en la resolución de los problemas fundamentales del país debe ser respetado. y la asignación de representación a las asociaciones de trabajadores en todas las instituciones creadas a tal efecto; ( ... ] 17) la extensión de un programa de seguridad social a los trabajadores industriales; [ ... ] 20) sanción del congreso de toda la legislación laboral promulgada por el régimen militar; ( ... ] 21) la construcción de viviendas públicas; [ ... ] 24) la extensión de la educación secunda-ria y universitaria a toda la población; [ ... ] 25) la creación de escuelas técmcas públi-cas; [ ... ] 28) el establecimiento de un sistema de seguro médico administrado por el Estado. Reproducido en Carlos Fayt, op. cit., pp. 121-123.

12 Para una discusión muy útil sobre este problema y su CJcmplificación en el caso del Partido Laborista británico, ver Tom Na1rn, <ffhe Naturc of thc Labour Party». en Perry Anderson y Robín Blackburn. eds., Towards Sodalis111, Corncll Uni­vcrsity Prcss, Ithad, Ncw York, 1966, pp. 168-169. Ver también la dis~usión general realizada por Adolf Stumthal. «Somc Thoughts on Labour aud Political Act1011», Industnal Rclat1ons, Vmvcrs1té Laval,julio de 1962, pp. 244-258.

La derrota del proyect<' laborísta 225

nar su método de acción política, por considerarlo perjudicial para la cohesión de la coalición victoriosa en las urnas. Al contrarío de Re­yes, los demás dirigentes laboristas prefirieron no hacer de la cues­tión un problema de principios en momentos en que el sindicalismo había logrado finalmente hacer pie en el sistema político. A cambio de evitar una ruptura con el presidente, que sólo podría poner en peligro su participación en la puesta en marcha de las reformas la­borales, se inclinaron ante su dec1s1ón. Que esta actitud no signi­ficó una capitulacíón incondicional, sino un ajuste necesario a las cambiantes circunstancias, habrían de mostrarlo sus esfuerzos durante los meses siguientes por reforzar su posición y asegurar la adopción de su programa por el nuevo partido. No obstante, el sindicalismo había experimentado un serio revés, pues el desmantelamiento de su brazo político comenzó a erosionar su independencia institucional.

3. LA COOPTACIÓN DE LA CGT

En su trayectoria hacia el poder; Perón había evitado hacer explícitos los principios que gobernarían las relaciones entre los sindicatos y el Estado. Cuando se desempeñó con 10 secretario de Trabajo, había acon­sejado a los dirigentes sindicales evitar los compromisos políticos, argumentando que eran perjudio;des para la unidad del movimien­to. Luego revisó esta posición, al tener que hacer un llamado a los sindicatos para que lo secundaran en la resistencia a la ofensiva opo­sitora. Ahora estaba en las vísperas de proponer nuevos cambios en el vínculo de los sindicatos con la política.

La batalla alrededor de la suem· del Partido Laborista se resolvió rápidamente. No fue, sin embargli. una batalla final. Como no tenía todavía en sus manos todos los resmtes del gobierno, Perón postergó poner en limpio sus diferencias nm los dirigentes smdicales con re­lación al papel que les correspondía en la coaiición. La postergación fue, en definitiva, bastante breve. El reclamo de los hombres del sindíca-

.. lismo por una parncipacíón ínformd pero 1gualitana en las decisiones de gobierno relativas al mundo del tr,1b,~o estaba en flagrante contrastc

·con la visión que Pcrón tenía del 1rniv1miento obrero organízado corno agente político del mc1ente régímc11 En estas condiciones, los sindica­listas y Penín quedaron en un cur'" de colisión inevitable.

Page 8: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

22() Louise M. Doyo11

3. 1. Un esfuerzo por ganar el terreno perdido

Las diferencias a que hicimos refrrcncia se harían explícitas en enero de 1947 alrededor del papel de Luis Gay, el recientemente electo secretario general de la CGT y ex presidente del Partido Laborista. El prestigio de este antiguo militante obrero era ampliamente reconoci­do. Había sido uno de los protagomstas centrales en la consolidación del sindicato de los telefónicos durante los difíciles días de comien­zos de los aúos treinta y, desde entonces, era un líder indiscutido en su gremío. También había tenido una participación destacada en la jornada del 17 de octubre y, luego, como presidente del laborismo, había defendido en forma consecuente las aspiraciones de autono­mía del sindicalismo en los nuevos tiempos.

La elección de Gay para dirigir la confederación sindical en no­viembre de 1946 fue hecha en contra de los deseos del presidente; en realidad, su victoria constituyó poco más que un abierto rechazo al intento de interferir en I~ vida interna del movimiento. Habiendo • finalizado el mandato del comité l~¡ecutivo presidido por Silverio Pontieri, Perón entrevió la oportumdad de limitar aún más el mar­gen de libertad de que gozaba el sindicalismo y de disciplinar a su dirigencia. Para llenar la vacante, propuso a un candidato oficial con­fiable, Ángel Borlenghi, quien lideraba el Sindicato de Empleados de Comercio y había sido designado recientemente rnmistro del Inte­ríor. A pesar del respaldo del jefe de Estado y del prestigio de su nuevo cargo, la candidatura de Borlenghí no despertó entusiasmo alguno. En la reunión del Comité Central de la CGT convocada al efecto, se designó una comisión especial compuesta por veinticinco de los sindicatos más importantes, a fin de elegir una lista de candidatos. En esta primera Vllel­ta, el postulante del gobierno recibiría sólo tres votos de sus antiguos colegas, contra diez para Gay y doce para Juan Rodríguez, de la Unión Ferroviaria. En vista de la evidente falta de apoyo, se eliminó su nom­bre de la lista de candidatos 13

• Sometida a votación general en el Comi-té Central, Gay recibió 40 votos sobre un total de 7711 .

'-'Para un estudio detallado y valioso sobre estos acontc:rnrne11tos, ver Juan Carlos Torre, «La caída de Gay». Tixlo es Histvnc1. N" 89, 1976.

14 Además de Silveno Pont1en, los 1111c111hros renunnantl'S del comité ejecutívo fueron N éstor Álvarez (UTA), Amceto Alpuv (ATE). Jorge Nq• 11 (Sindicato de Cerve­ceros) y Juan B. Ugaz10 (Sindicato Je E11111k.1dns MumnpaksJ [,,is nuevos miembros fiieron L. Gay (FOETRA). L. Correa (FOTI:\ l.J. Lo111bardí.1 (l 'T \)y A. Alpuy (ATE).

La derrota del pro)'ecto laborista 227

La victoria del dirigente de los telefónicos sobre Rodríguez se puede explicar, en parte, como resultado del resentimie1,1to de mu­chos sindicalistas contra la Unión Ferroviaria, que, por el peso de su organización, había monopolizado los órgan0s políticos. claves del movimiento obrero desde principios de la década del tremta. Tam­bién incidió negativamente sobre la candidatura de Rodrígu:z la opo­sición inicial de su gremio a la huelga general de octubreb. Pero el triunfo de Gay, comparado con el triste desempeño de Borlenghi, respondió asimismo a otro orden de factores: el estado de las relacio­nes con Perón. El trámite de la designación del nuevo secretario ge­neral fue un reflejo de la profunda inquietud existente dentro de los delegados a la asamblea sindical, representantes en su mayor parte de gremios incorporados a la CGT recién hacia fines de 194616

• Esa in­quietud se nutría de una preocupación: la sensación de estar cada vez más al margen de las decisiones en el nuevo partido oficial.

Una vez en la presidencia, Perón empezó a cuestionar implícita­mente la legitimidad de la vocación política de los dirigentes obreros en términos similares a los usados durante 1944. A fines de septiem­bre, al dirigirse a los trabajadores textiles en el acto de !a firma de un convenio colectivo, los aconsejó en los siguientes términos:

No permitan que la política entre en los sindicatos. Las entid~des sindicales tienen exclusivamente una función gremial, nunca una función política; una vez que la polí­tica se haya infiltrado en las organizaciones profesiona­les de los trabajadores, éstas se derrumbarán y se harán pedazos. Aquel que desee ser un verdadero dirigente

--1; ~rila admisión de los mismos dirígcntes ferroviarios del peso de estos

factores en la elección, consultar Unión Ferrovíaría, Libro de actas de la comisión

dirr;ctiv~. abril de 1947. 11, Según un comunícado de la CGT publicado en la Re11ista de /a Co11stmcrió11, de

mayo de 1946, los sindicatos importantes que permanecían fuera de la _confcder.a­nón eran el SUPE. La Fraternidad. la Asoctarnín Bancana, la Fcdei·ac1on Grenual de ia lndustna de la Carne y la Federación de "frabajadores de Luz y Fuerza. Para leer sobre los detalles referentes a los esfuerzos realizados por los sindicatos autó­nomos para formar una confederaCIÓll rival, que fueron abortados a comienzos de J 947 porque sólo los sindicatos de los trab;uadorcs de los frigoríficos, del petróleo Y Jos 11iaqu1111stas permanecía fuera de la cstCr.1 de la (.;{;T, ver La Fraterrndad, L1brn

de act;is tk I.1 corn1s1ó11 directiva, para los aflos 1946-1947.

Page 9: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

228 Lo11isc M. Doyo11

smdical, debe defender a su organización de las ideas que están divorciadas de los fines gremiales; aquel que desee ser político, que vaya al comité político. El gre­mialismo tiene un solo fin: defender un cuerpo profe­sional de las vicisitudes diarias que se puedan presentar [ ... ].No existe una sociedad mutual mejor que el sindi­cato [ ... ] que debe trabajar con el objeto de poseer sus propios hospitales, complejos habitacionales, asistencia médica y legal. Debe fomentar toda forma de ayuda que puedan brindar las agrupaciones humanas a sus miem­bros cuando la desgracia personal va más allá de la capa­cidad del individuo para soportarla17 •

La sensación de marginalidad política que iba ganando a los líde­res obreros tenía sus razones. Los principales cargos directivos del nuevo partido habían ido a manos de los políticos de la ex UCR­Junta Renovadora. De la misma extracción eran los presidentes de­signados en los bloques oficialistas de las dos Cámaras del Congre­so18. Disconformes con esta flagrante violación del acuerdo de junio, que siguió a la disolución del laborismo, 28 diputados nacionales y 11 senadores de extracción sindical estaban considerando seriamen­te romper con el partido y formar un bloque separado. Una decisión semejante podría haber quitado al partido gobernante los dos tercios de la mayoría necesaria para llevar a cabo cambios constitucionales. La asociación de Gay con este incipiente movimiento de protesta en el momento de su elección como secretario general de la CGT no pudo haber pasado inadvertida. Es muy probable que quienes vota­ron por él lo hicieran respaldando su postura intransigente a favor de la. independencia sindical.

Poco después de asumir su cargo, los puntos de vista contrastan­tes del secretario general y de Perón sobre esta cuestión se ventilaron en un áspero encuentro entre los dos hombres.

17 La¡ Razá11, 27 de septíembre de 1946. 1' Hacia enero de 1947, e! partído se encontraba claramente en manos de los

Viejos políticos que controlaban su pres1denna a través de la figura del almirante

(RE) 11:isam::. Y tenían mayoría en el comité CJCcutivo. d Consejo Superior. Este equilibrio <le fuerzas se vuelve aún más evidente cuando se estudia la Junta Metro­politana <le Buenos Aires, donde de vc111te m1c1nbros. sólo un destacado dirwente smdical, el hermano del mmistro del Interior. tenía una banca. "'

La derrota del proyeclt> lab,1rista

Después de 1111 designación v1s1té a Perón y me felicitó, diciéndome que ahí en la presidencia había un equipo que me habría de asesorar sobre las declaraciones que debía hacer y las medidas que; tenÍ'\ que tomar. Para no violentarlo enseguida, le respondí: «Mire, sefior presi­dente, usted tiene muchos problemas importantes que atender, así que déjenos a nosotros, los hombres que tenemos veinticinco afios en el movimiento obrero, di­rigir la CGT». Él, con prepotencia, me replicó: «iEnton­ces, a los sindicatos autónomos los dirijo yo!» «Bueno, ése es un problema suyo, sefior presidente, y de ellos, pero -le puntualicé- a la CGT la dirigimos nosotros 19 ».

229

Este poco amistoso. intercambio de ideas prenunciaba futuras tor­mentas. A lo largo de los siguientes rrcs meses, Gay se ocupó de atraer­las. Convocó a los diputados de ungen sindical recién electos para conformar un bloque informal que tuviera una personalidad dife­renciada en el Congreso"º. Asimismo, promovió la creación de un con­sejo técnico asesor, 1megrado por profrsionales, para brindar asistencia a los legisladores amigos y producir imc1ativas propias desde la CGT21

.

Esta insistencia por preservar la capacidad de iniciativa del movi­miento obrero y los esfuerzos por alcanzar una coparticipación in­formal en el gobierno constituyeron un nuevo desafío para las aspi­raciones de Perón en su búsqueda de la centralización del poder. Este desafío era tanto más serio porque provenía del sector que él mismo consideraba la columna vertebral del peronismo. A menos que pu­diera imponer su liderazgo sobre el lírgano principal del movimiento sindical, antes de que éste se consolidara, el equilibrio de las fuerzas dentro de la coalición se vería afretado. Además, el presidente consideraba que las ambiciones políucas de la CGT apuntaban direc­tamente al corazón del nuevo ordrn en gestación, ya que podrían conducir a una mayor polarización de la socíedad. Sólo un Estado con suficiente autonnmía respecto de los intereses .sectoriales estaría

1" EntrcvJSta de J. C. li.11Tc reproduc1d.1 ,·11 su artículo «La Laida de Gay», ''P· cit.,

p.84 2" Entrcvísta de la autrn a con Luis c;.11·. 1n.1yo de 197..¡. 21 Entrevista con 1-lu"u !3dlo111, cmplc·.1dc1 de: la Secretaría de l.1 CGT, enero <k

1974.

Page 10: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

230 Lottisc M. Doyán

en condiciones de administrar los conflictos propios de este momento de rápido ca~bio social. Además, y porque consideraba al sindicalis­mo el principal bastión del régimen, Perón no estaba dispuesto compar­tir con nadie la conducción sobre este sector estratégico.

3. 2. El Ejecutivo formula las alternativas

Decidido a ratificar en forma contundente su liderazgo, Perón aguardó el momento oportuno para desplazar a Gay. Ese momento llegó a fines de enero de 1947. Para esa focha, arribó al país una delegación enviada por la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL) para investigar la acusación del ex embajador Spruille Braden de que el síndicalismo se hallaba cautivo de un régimen dictatorial. Deseoso de mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, el gobierno había promovido la invitación a los smdicalistas norteamericanos para que examinaran en primera persona la veracidad de esas acusaciones. Para su sorpresa, los visitantes descubneron a su llegada que el programa de actividades preparado por las :iutoridades consistía principalmen­te en visitas a sitios turísticos. Previsiblemente, hicieron conocer su protesta y se tensaron sus relaciones con el jefe de Estado y funciona­rios gubernamentales. El intento por convertir la visita de los gre­mialistas norteamericanos en un vehículo de propaganda había fra­casado. Sin embargo; con una hábil maniobra. Perón lograría usar este incidente para su beneficio drnunciando la confabulación de Gay con la AFL para abrir la confederación sindical a la influencia de los Estados Unidos22 • Durante la semana siguiente al 20 de enero, Gay se convirtió en el blanco de una maliciosa campaña de difamación desde los diarios oficialistas, que lo. presentaron como un agente in­teresado en introducir una cuña entre el Ejecutivo y el movimiento obrero.

Nunca antes el presidente había definido las diferencias políticas existentes entre él y la vieja generación de líderes sindicales en tér­minos tan brutales e irreconcili:iblcs. Por fin había dejado de lado toda ambigüedad. Bajo los cargos. lanzados.contra el secretario general, sub-

'" Par.1 kcr uua versión de esta re11111011 entre Pcrón y el Comité I;jccut1vo de la CGT. c11 l.i que el presidente acusa a (;,1,· de tra1cili11, ver Unión Ferroviaria. Libro ck actas de la co1111s1<í11 directiva, m.1uu de 19-17.

1'

La derrota del proyecto laborista 231

yacía la condena inequívoca al curso de acción política auspiciado por Gay para el movimiento obrero. En el momento en que el gobierno comenzaba su lucha para erradicar las más ostensibles desigualdades sociales, el principio de la autonomía sindical se constituía en una traición a la causa de la revolución porque, en los hechos, cuestiona­ba la identidad de los intereses entre Perón y el movimíento obrero.

Los líderes sindicales no pudieron destruir la lógica de este argu­mento, sin negar tanto la legitimidad de un régimen favorable a los trabajadores como la necesidad de contar con un frente unido contra las clases propietarias, que era, por cierto, una amenaza más inme­diata para la1'causa obrera que las pos.turas autoritarias del gobierno. Era imposible desconocer que el programa de reformas laborales en curso estaba haciendo realidad las principales demandas de los traba­jadores. Las leyes formuladas por la Secretaría de Trabajo entre 1943 y 1946 habían sido rápidamente sancionadas por el Congreso y, de este modo, puestas al abrigo de cualquier impugnación que las re­chazara por haber sido promulgadas por un gobierno de facto. Se habían designado líderes sindicales y personas estrechamente asocia­das con el movimiento sindical como jefes de los Ministerios de Eco­nomía, Interior y Relaciones Exteriores, así como también en la Se­cretaría de Trabajo; sólo el tiempo probaría que estos hombres eran leales, en primer lugar, al presidente23

• Por último, y quizá lo más ímportante, el gobierno había impulsado recientemente la negociación de los contratos de trabajo y sus funcionarios estaban asumiendo un papel crucial en el apoyo a las demandas de los sindicatos, muchos de los. cuales aún eran demasiado débiles para imponerlas por su cuenta a los empresarios. Aunque el frente unificado de la oposición se encontraba seriamente erosionado, la resistencia que mostraban muchos patrones al reordenamiento de las relaciones laborales hacía prever que se avecinaba una larga lucha. Para hacer frente a ·este desafío, era imperioso contar con los recursos combinados del gobierno y el sindicalismo. '

Con esta perspectiva por delante, el secretario general de 17 CGT se encontró prácticamente solo defendiendo con intransigencia la .mtonomía política del sindicalismo. Con criterio realista, muchos

!J C. Frcire, dirígcntc del sindicato del vidrio, fue nombrado Jefe de la Secreta­ría de 11-aba,¡o; Áugcl Borlcnghi. del smdicato de empl!.!ados de comercio, m1111stro del Interior; H.:11mí11 CcrdJo. asesor de varios :.indicatos, mimstro de Finanzas; y Atilio Branmglia, abogado de la Umó11 Fcrrnviana, mmístro de Rclacmncs Exteriores.

Page 11: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

232 Lo11ise A1. Doyo11

de sus colegas veían al gobierno como un socio indisponsable en sus enfrentamientos con los emprésarios. La ruptura con Perón produciría, además, su completa marginación del proceso de cambio en marcha. Como argumentó el líder del sindicato de los trabajadores del Estado: " ... si nos retiráramos del frente del movimiento obrero ahora, dejaría­mos la puerta abierta a los oportunistas que tratarían de manejar los gre­mios para satisfacer sus intereses personales"24 • A fin de no dar más ar­gumentos a la oposición, que buscaba ansiosamente un conflicto en el vértice de la coalición para desacreditar al régimen y sus políticas, una vez más aceptaron en forma reticente su subordinación a la dirección del gobierno. Gay presentó su renuncia y luego lo hicieron los demás miem­bros de la conducción de la CGT, algunos para abandonar la vida públi­ca, otros para replegarse a sus respectivos gremios. Sus lugares fueron cubiertos por dirigentes más complacientes a las necesidades políticas oficiales25 • De este modo, la CGT dejó de aspirar a ser un representante del movimiento obrero ante el gobierno, para comportarse más bien como el representante del gobierno ante el movimiento obrero.

3. 3. El control del régimen sobre el partido

Unos días después, la derrota política de los laboristas fue consuma­da, cuando se limitaron aún más los derechos de los gremios cómo un sector diferenciado dentro de las estructuras del Partido Único de la Revolución Nacional. A comienzos de febrero de 1947, el Conse­jo Superior establecería que las agrupaciones sindicales, concebidas originalmente para funcionar en forma independiente dentro de la or­ganización, a partir de ese momento sólo podrían operar después de que las autoridades del partido hubieran autorizado su formación2r'.

Sin embargo, los fuertes antagonismos que conmovían las es-

24 Asociación de Trabajadores del Estado, Libro de actas de la comisión directi­va, marzo de 1947.

25 Entre los nuevos miembros del Comí té Ejecutivo, figuraban el sindicato de por­

teros, la AOT, el sindicato de la industria vitivinícola y la asociación de cc1veccros. 21

' El 3 de febrero, el Consejo Superior entregó una resolución que establecía

que codas las agrupacwnes smdicales debían fusionarse con los centros políticos.

pero el repudio fue tal que se llegó a una solunón concertada por la que fos órganos

sindicales, a fin de funcionar, debían primero ser reconocidos por las autoridades parti­

darias y devar la lista de sus afiliados a las autoridades políticas. Para leer sobre el debate que prodtljO la resolucíón del 3 de febrero, ver E/ Líder. 5-7 de febrero dt: 1947

La derrota del proyecto lahonsta 233

tructuras del partido no cesarfanT. Durante el resto del afio, varios líderes obreros continuaron buscando apoyos para defender a las agru­paciones sindicales28 , La resistencia hacia los políticos profesionales seguía teniendo la fuerza suficiente como para que El Líder, un diario patrocinado por el gobierno, hiciera suya una versión moderada del ideal laborista a lo largo de la primera mitad de 1947.

La resolución de los trabajadores de intervenir en la orga­nización del partido introducirá un elemento nuevo y casi revolucionano en las actividades cívicas del país. Aun­que es cierto que resulta sensat0 y aconsejable separar los intereses gremiak-s de las preocupaciones políticas, tam­bién es cierto que riíngún grupo nene más derecho a gra­vitar sobre la escena política nacional que los trabajadores organizados que constituyen el segmento más importante de la comu111dad política[ ... ). Y resulta natural que los po­líticos profesionales vean este desarrollo con alarma, como una interferencia sin garantías en su dominio privado. Por­que el verdadero intruso es y siempre será esta raza de profesionales que pontifican sobre los problemas de los trabajadores sin haberlos expcrime111tado jamás29

27 El conflicto entre los dirigentes sindicales y los políticos de la Vieja línea se

superpuso a la luchJ por lograr influencia entre diversos íntereses locales. En el último caso. «estos conflictos generalmente tomaron la forma de intereses locales

[ ... ] compitíendo entre si por demostrar qu1c'!1es eran 'más peromstas' en su lucha

por obtener los frutos dd c.trgo [ ... )y rcs11lta claro que los intereses en danza no eran los de la clase obrera smo los de los ex políticos, tanto radicales como conservado­

res. Hacia 1947, se h1zn evidente que el fut11ro electoral del pernmsmo era brillante

y que el ascenso por medio del partido podría ser rápido y ventajoso. Debido a que ninguno de estos grupo' poseía una bas,, de poder mdependiente, los conflictos

entre ellos tomaron la forma de una luch:1 por asegurarse favores de los dirigentes

del partido, y en lo posible" de Perón mismo Este constituye un factor de cierta nnpor­tancia en el dommio postcn<·Jr del partido pm parte de las autoridades centrales, ya que ello aseguraba que éste atra¡cra gran cantidad de funcíonanos y 110 se viera obstaculizado

por disputas entre la dingcnu,1 y las secc1011,tl,·, ! ... J liana fines de l'J48, la mavor parte

de estas disputas se hab1an resucito mu la \'tdL1na de uua facnún sobre b otra" \Valtcr

Littlc, "Party and Sta te 111 !'et omst Argc11t111.1 .. , np. cit., p. 65 l. !«Hasta Monsalvo. q11c ne¡.,'<lba tan fcrl'lc'IHC!11cntc b cx1ste11c1a de cuak¡u1er con­

flicto de 111tcrcses entre lo• trncmbros de la LL1.tl1c1ó11, scrfa un part1npa11tL· acm·o en t:sta

contuma lucha intt:rna. qm prndt~o su c:q,1uJ,1n11 tcmptn~ma del partido e11111ayu de 1 'l47 '"E/ Lídl'r, 23 de 111a\ ,, th: 1947

Page 12: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

234 Louisc M. Doyo11

En septiembre de 1947, se produjo un último episodio en los esfuerzos por asegurar una presencia independiente del sindicalismo en e! partido. En esa fecha, se realizaron las primeras elecciones in­ternas y en ellas los dirigentes sindicales decidieron presentar sus propias listas de candidatos. Con excepción de la provincia de Tucu­mán, donde la FOTIA dominaba la escena políttca local, la derrota de los smdicatos fue total. Los resultados fueron especialmente des­alentadores en la Capital Federal. Aquí la lista smdical incluía a algunos de los líderes más prommentes del movimiento y, sin embargo, obtuvo sólo 3.951 votos contra los 14. 951 que respaldaron la lista oficiaPº. Este postrer revés a manos de los acólitos de Perón marcaría el colapso de los esfuerzos individuales por constnur una posición destacada para el movnniento obrero dentro de la estructura del partido. Con él, des­aparecieron los últimos vestigios del ideal laborista31

.

Los resultados de las elecciones internas, en las que sólo votó el 13% de los afiliados empadronados, no sólo subrayaron la debilidad de los sindicatos, también mostraron el fracaso del propio partido

'''Entre los dirigentes gremiales que eran candidatos de la lista verde sindical de la cmdad de Buenos Aires, se encontraban: B. Álvarez (SUPE), M. Álvarez (Unión Ferroviaria); por la UTA, su secretario ¡_;rneral, D. Carballido, así como también A. Álvarez y A. Crapa, miembros en ese. momento de su Comité Ejecutivo; por la UOM, H. Salv~. G. García, A. di Pasqua. destacados dingentes nacionales; por el sindicato maderero. B. Monsalvo, su secretario general. y G. Fcrnández; A. Peralta, José Costoya, y G. Schíssí, secretarios l;C11eralcs de los smdicatos vitivinícolas, pa­naderos y portuarios. respectivamente. l'ur último, también la integraban represen­tantes de los s1gt11entes smdicatos: tab.icileros, bancarios. químicos, luz y fuerza, mu111cipaks, papeleros, telefónicos, construcción, textiles y cmplcados del Estado.

-' 1 Una vez más, la tínica excepción fue la agrupación de trabajadores del azúcar de Tucumán, que mantuvo un control nnportante sobre el aparato del partido provin­nal hasta la huelga de 1949, que motivó la n1tervención de su sindicato. La influencia de la FOTIA era tal que, para esta fecha, era la tinica capaz de imponer sus candidatos a las autoridades partidarias para ias clccdone> de marzo de 19-18 de la Cámara de Diputados nacional. (Para leer sobre la cobertura quL· se dio al conflicto que este hecho provocó con las autoridades nacionales del partido, vc1 L1 Gaceta de Tucum:ín. de enero y febrero de 1948). Sin embargo, el acuerdo del sind1c.1t" para compartir l.1 lista con la Junta Renova­dora prodt!JO una div1s1ón entre sus din!.!c·utes, y d grupo 111;ís mtransigentc creó un p.wudo smdical mdependicnte que apov.1h.1 al gobierno. No nbstante, d Frente Obrero obturn sólo el 20% de los votos contra el 1ill"\, del grupo oficial (f:I Líder. 19 dr marzo de J 9-18). Uua jugada parecida híc1ero11 ab111os dirigentes s111dicales en la provmoa de S:mta Fe. pero el Partido Obrero de la l(,·1nluc1ón n.:u1mí s<ilo el 18% de los votos en cnmpar.1c1t\11 con cl-19º/,, del Partido l'nu111sta (J.c1 Cc1pi1al. 21l de marzo ck 1948). En

La derrota del proyecto laborisra 235

para arraigar y establecer una organización de base en condiciones de movilizar a los peronistas. Con el paso del tiempo, el Partido Pero­nista, como indicaba su reciente cambio de nombre, iba a funcionar como una extensión de la voluntad de Perón. Esta condición fue forma­lizada dos aiíos más tarde, cuando una modificación de su carta orgánica le daría al presidente el derecho de alterar todas las decisiones tomadas por sus autoridades formales, revisar la lista de todos los candidatos, así como también el de presentar cualquier asunto que él considerara con­veniente en un congreso o plebiscito partídario32 • Al final de cuentas, el partido sería una estructura escasamente operativa y, en los hechos, el régimen se vio obligado a continuar confiando en los aparatos sindicales para la movilización política de su electorado obrero.

4. UN NUEVO MODELO DE SINDICALISMO POLÍTICO

La disolución del Partido Laborista y el desplazamiento de los cuadros sindicales de ese origen, tanto de la CGT como del partido oficial, signi­ficaron una reestructuración de las relaciones entre el gobierno y el movimiento obrero organizado. Sin embargo, debe destacarse que estas iniciativas no füeron el preludio de la exclusión total de los represen­tantes de los trabajadores del proceso político. El nuevo orden pero­nista era autoritario por naturaleza, pero diferiría claramente del viejo orden oiigárquico porque continuaría siendo un orden inclusivo.

Modelado según las líneas corporativistas, el naciente orden pe­ronista no contemplaba la existencia de actores sociopolíticos que articularan en forma autónoma sus demandas competitivas y conta­ran con derecho de iniciativa y veto en el proceso de toma de decisio­nes. Al revertir la jerarquía de autoridad característica del sistema liberal, el Estado, según lo expresa David Apter, "se convirtió en la variable independiente" y se apropió del monopolio exclusivo de los poderes de decisíón33

• La participación de los intereses organizados

todas las demás provincias y en la Capital Federal. el liderazgo político del partido de! gobierno no tuvo contrincantes y cimentó aún más su control 1111po111cndo una lista oficial de candidatos que reflejaba sus puntos de vista.

-'2 Gcorge l. Blansktcn, Pcrou's ..-l1;~rntí11a. University oi Ch1cago Press, pp.

335-338. ·'·'David Aptcr, «Notes for a Thcory of Non-DemocratlC Part1c1pat1011". en D.

Apter, So111c Ct>11cepl11cil ilpproad11.·s 10 1/1c St11cly <?f.'vloclemh:e11i1>11. l'rc11t1ce l-Iall. New J crscy, 1968. p. 306.

Page 13: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

236 Lo11isc lvf. Doyo11

dentro de su esfera reconocida de actuación se realizaría en un nivel subordinado y bajo la supervisíón del Estado. No obstante, este esce­nario institucional le garantizó al movimiento obrero un lugar com­paratívamente más importante que el que tenía hasta entonces. Como en el pasado, la organización sindical seguiría siendo el órgano privi'­legiado en la representación de los intereses económicos de los trabaja­dores. La novedad radicaría en la naturaleza de sus relaciones con el Estado. Esto es, ya no funcionaría como un agente externo que aplicaba presión sobre el gobierno, sino que formularía sus reclamos desde la favorable posición que se le reservaba dentro del aparato del Estado.

La ocupación de los principales cargos del partido con políticos leales y confiables se equilibraría con la incorporación de represen­tantes de los trabajadores en diversas instituciones administrativas, ejecutivas y consultivas.Junto a los puestos de asesores dentro de la Secretaría de Trabajo y sus dependencias provinciales, los sindicatos colocaron representantes en comisiones permanentes encargadas de proyectar y regular la legislación laboral, asimismo contaban con parti­cipación en el Instituto Nacíonal de Bienestar Social, una agencia se­miautónoma que administraba los fondos de pensiones y j9bilaciones.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en los sistemas cor­porativistas establecidos en otros países de América latina, el acceso de los sindicatos a los procesos decisorios no se canalizaría exclusiva­mente a través del Ministerio de Trabajo. Ei movimiento sindical se sentaría a la par de los empresarios en el Consejo Nacional Econó­mico, el órgano consultivo que reemplazó al Consejo de la Posgue­rra. También designaría a delegados asesores ante ei Ejecutivo nacio­nal y varias gobernaciones de provincia. Por último, la CGT obtendría el privilegio de participar en las reuniones de gabinete, además de las reunio­nes semanales con el presidente. Como se verá en el capítulo siguiente, la ubicación que les fue reservada a los voceros del mundo del trabajo comportó un; gravitación dentro de la alianza gobernante muy superior de aquélla de sus pares, tanto en Brasil como en México34 .

" Para estudiar ia fiJrma de msercióu del movümcnto nbrcro en el Estado y realizar una evaluación de su 111flue11c1a en Brasil, ver Philippe Sch1111ttcr. Iutercst Co11jlíct a111/ l'olít1c11/ Clwugc Íll Brazíl, Stanford Umvcrsity Pn:ss, Stanford, 1971; y Kcnucth Pan! Enckson. «Labonr m the Polit1cal Proccss in füazil: Corporat1sm m a

Modcrn1zmg Nanon». disertación doctoral médita, Universidad de Columbia, l 970. Sobre MexICo, desde el momento de la revolncHín hasta el tinar del régunen de

La derrota del proycct,, laborista 237

Ahora bien, hay que convemr rn que la participación otorgada a los sindicatos fue nüs testimonial que efectiva, ya que no vino acom­pañada por facultades decisivas sobre el proceso de toma de decisio­nes. Los sindicatos no disponían del poder para alterar el curso gene­ral de las políticas públicas, que se mantenía férreamente bajo el con­trol del presidente. Sin embargo, no creemos que su inserción den­tro del aparato del Estado consistiera simplemente en un subterfugio de manipulación. Aun en medio de restricciones, esa inserción ofre­cería a las organizaciones sindicales una oportunidad sin precedentes para proponer ajustes a las políticas públicas y pondría a su alcance una plataforma privilegiada desde donde podían interceder a favor de sus problemas individuales. Todo ello contribuyó a crear la ima­gen de una relación simbiótica entn.: el movimiento sindical y el go­bierno, que sirvió para consagrar la autoridad del régimen a los ojos de sus seguidores. Como recordaría un líder sindical, que representa la opinión de muchos durante esrc período:

El gobierno de Perón nunca tomó una medida impor­tante que pudiera afectar :i los trabajadores o tener repercusión en la economía sm consultar primero a la CGT. Fui míembro del Conuté Ejecutivo de ia CGT por muchos aiios y puedo g::irantizar que la CGT no fue un apéndice del gobierno, era el gobierno35 .

La institucionalidad corporatív1sra establecida por el régimen pe­ronista, al mismo tiempo que le aseguraba al movimiento obrero un papel limitado pero importante, k m1puso, lo sabemos, pesadas obli­gaciones y responsabilidades. Una vez reconocido este hecho, cabe agregar, sin embargo. que es imposihle entender la complejidad de las relaciones entre el movimiento obren 1 y el Estado concentrando la aten­ción sólo sobre los vínculos instimrnmales establecidos. Más bien, hay

•que ubicar esas relarnmes en el marcu del sistema político y observar sus consecuencias. A primera vista, una estructura corporativista de repre­sentación de intereses habría llevado ,1 l.1 anulación del sindicalismo como actor social. No obstante, como seii,1la David Collier:

Cárdcuas, ver Barry C.1rr . . \fo11í111imto obrn« )' btat!o c11 M,;Xtúi, México, l'J7ll: y A.r­naldo Córdoha. Lt ¡wl/11.-,; de 111asas tic/ c.trd.-111.•111'>. Sene Popular Era, Méxíc o. 1 <)7.¡_

·" Ratad Gi11occh10. l'rnyecto de [·fo¡," u t )r:il. Instituto Di Tc.lla.

Page 14: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

238 Louisc M. Doyo11

La conceptualización del corporativismo sólo en térmi­nos de estructura, ya sea formal o informal. no puede por sí niisma formar la base de un análisis adecua~o. Estructuras similares pueden tener diferentes functo­nes en contextos muy diferentes [ ... J. Una variedad asombrosa de orientaciones políticas -en términos de un espectro de derecha a izquierda- se ha asociado al corporativismo en Amé nea Latina [ ... ] . Se p~1eden. us~r estructuras similares para ratificar o consolidar d1stn­buciones muy diferentes de poder polít1co y económico. Hasta cierto punto, la comprensión de una estructura brinda un conocimiento profundo de los 111cdios con los que se logran ciertos fines. pero no de cuáles son esos fines, o quién busca lograrlos. Sin embargo, este con­texto de relaciones de poder es precisamente el que hace que el análisis de la estructura resulte mtcresante

36

Volviendo a nuestro caso, digamos que si bien se pudieron mani­pular los lazos con el movimiento obrero orgamz.ad~ con vis~as a aumentar la autonomía.relativa del régimen, en el s1gmente capitulo podrá observarse que nunca se pudo suprimir del todo la depe~den­cia política de Perón del respaldo obrero. Los trab~¡ad.ores retuvieron un cierto grado de control sobre los recursos orga111zac1onales para formular sus demandas y éstas debían ser temdas en cuenta en las políticas públicas si el presidente deseaba mantener sus mayorías elec­torales. En consecuencia, la estructura corporat1v1sta de representa­ción de intereses no basta' por sí sola para explicar satisfactoriamente el fenómeno y la dirección del pcronismo después de 1946. Sólo puede

servir como punto de partida.

"'David C:ollicr, «Varietics ofLat111 \111erica11 'Corpor.1t1sm'», traba_¡o presenta­do l'l1 el Eurncntro Anu~il de la Amcnc.111 l'nlitKal ScicticT •\ssociatíon. San Francis­co. septiembre Je J 975. p.20. Ver tarnh1c11 l'liilippc Se h1n1ttcr. aStill thc Century of Corporatism;,, Thc Rcl'ÍCll' <f Polirits. c1i.·1 •>de 1974.

VIII. EL CONFLICTNO CAMINO A LA REFORMA SOCIAL

La derrota del proyecto laborista ha sido interpretada como el hito que marca la interrupción de la historia del movimiento obrero or­ganizado como actor social, una historia que habría de ser retomada sólo después de la caída del régimen peronista en 1955. De acuerdo con esta interpretación, este largo intervalo está dominado por un gobierno autoritario y una masa regimentada, manipulada desde arri­ba, compuesta principalmente por migrantes recientés que carecían de una clara conciencia de su posición como trabajadores en una so­ciedad capitalista industrial. Para analistas como Robert Alexander, que ubica los orígenes del peronismo exclusivamente dentro de las filas de esta "nueva" clase trabajadora, la disolución del Partido La­borista y la cooptación de la confederación representan la captura final de los últimos focos de resistencia obrera en manos del líder populista. Por otra parte, aquellos pocos estudiosos, como Samuel Baily, que han destacado la participación de la vieja guardia sindical en el tránsito de Perón al poder, consideran estos desarrollos como el resultado inevitable de la fusión de los dos componentes del movi­miento obrero de la época, puesto que los nuevos trabajadores, de ori­gen migrante, eran más numerosos e influyentes sobre la movilización de masas. Con estos elementos en el punto de partida, no quedaría más alternativa que concluir que el Estado fue la fuerza propulsora de la empresa reformista d~p11és de 1945. Entretanto, la masa de los trabajadores. predis:­puesta psicológicamente a una relación patemalista, limitaría sus redamos al rec0110dmiento de aquellos derechos sa11do11ados por las autorídades y co1ifiaría11 pasit1aJ11e11te e11 estas últi111as para stt <jecució11 1

1 Robcrt Alcxandcr. 71rc Pcrá11 Ercr. Columh1a U111vcrsity Press, Ncw York. l 'J5J.

Page 15: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

240 Louise M. Doyo11

Al examinar los datos de la situación hacia 1946, sería muy poco sensato restar importancia a la derrota del proyecto laborista y a la pérdida del control sobre la CGT, dos hechos que condensaron la capitulación final del movimiento sindical al liderazgo político del. presidente. Sin embargo, entendemos que no es válido extraer de estos hechos una conclusión que comprenda a la totalidad de la acción de los trabajadores sindicalizados en sus diversos niveles. Perón pudo, en efecto, sofocar las pretensiones de autonomía po-

. lítica de los sindicatos, pero no pudo o no quiso anular al mismo tiempo su función como agentes de la lucha económica. El análi­sis que se presenta en las páginas siguientes destacará las serias deficiencias de la versión canónica, las cuales le impidieron ver que el cese de la dialéctica política entre la CGT y el gobierno no anuló la participación de los sindicatos en la redefinición del lugar de los t¡rabajadores en el ámbito del trabajo y la sociedad. Este lugar que les fue preservado y la eficacía con la que lo utilizaron habría de permitirles sobrevivir relativamente indemnes a la caída del régimen peronista, al contrario de lo que ocurriría con los sindicatos en el Brasil de Getúlio Vargas.

Al leer la escasa bibliografía disponible sobre este período, la ta­rea que nos hemos propuesto puede parecer equivocada y, por ello, inútil. En ella, el movimiento sindical desaparece como actor prota­gónico bajo el emergente régimen peronista. Hasta el momento en que realizamos nuestra investigación, sólo dos estudios han buscado revertir este diagnóstico, presente tanto en panfletos políticos como en trabajos académicos. Nos referimos, en primer lugar, a Rubén Rotondaro, quien ofrece una descripción a vuelo de pájaro de algu­nas de las tendencías registradas durante esos años, en el contexto de una ambiciosa reconstrucción de la experiencia del movimiento obre­ro desde principios de siglo hasta el presente2

. En segundo lugar, contamos con el inteligente y bien fundado trabajo de Walter Little sobre la reacción de los diversos tipos de sindicatos a las políticas del

S. !3aily, Labo11r. Natio11alis111. al/(/ Poli tics i11 A1gc11111ia. Rutgcrs U mvcrs1ty Prcss, Ncw BnmswICk, Ncw Jersey, 1968; y Georgc Blaukstcn. op.cit., constituyen fos textos

m;ís unportantcs cu mglés que sostienen esta tesis. ' Rubén Rotomlaro, Realidad y ca111b10 rn el s11ulirr1/is1110. Ed. l'lc~mar, Buenos

Aires, 1 'J71.

El co1iflicti110 ca111i110 a la rqorma social 241

gobierno peronista, en donde dist111gue entre organizaciones gremia­les tradicionales y nuevas3 . Ambos autores han hecho una valiosa contribución al llamar la atención sobre una realidad muy diferente de la que preside el conjunto de la bibliografía existente. No obstan­te, la sinopsis bastante superficial que ofrece Rotondaro y el enfoque n:ás centrado ~n casos ejemplares que organiza la investigación de L~ttle no permiten _alcanzar una v1s1ón comprensiva del impulso sin­dical hacia la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas sociales en la Argentina de la posguerra .

~on la ayuda de archivos simlicales, do_cumentos oficiales y en­trevistas a destacados líderes sindicales de esa época, trataremos de presentar un retrato más acabado de la decisiva transformación que entonces tuvo lugar. Prestaremos atención, primero, al papel del sm­dicalismo dentro de la coalición política. Al exammar esta cuestión, se podrá advertir que, a pesar de la creciente centralización de los c~ntroles políticos en manos de Perón, el movimiento obrero orga­mzad·º· s~ afianzaría cor:io un factor de poder por derecho propio y adqumna una grav1tac1ón sobre las políticas públicas en un nivel nunca antes alcanzado. Esto fue particularmente visible en la arena eco?~mic~, donde la reconstrucción de las luchas sindicales per­mlt1ra verificar su papel protagóníco junto con el Estado en la producción de las importantes reformas laborales que hasta en­t~n~es, se atribuían exclusivamente a la iniciativa g~be~namental. S1 bien estamos lejos de presentar una conclusión definitiva sobre el tema, las evidencias que ofrecemos a continuación deberían desterrar la imagen de un mov11111ento sindical monolítico, so­metido al régimen desde el comienzo de su primer mandato. La trayectoria y la dinámica de los conflictos laborales pondrán de mamfiesto que, en adelante, ei desarrollo social y político en la Argentma ya no se podría comprender sin tener en cuenta la movi­lización de los traba¡adores.

Retomando el hilo de nuestr.1 reconstrucción histónca, señale­mos que la movilización de los tr.iba¡adores y el protagonismo mili­tante de los sindicatos no cesó con L1 mstalación de Perón en la prc­s1denc1a, como lo puso de rnanifücst\l la sucesión de importantes con-

;Walter L1ttk. «Or¡;.1111zcd Labom .rnd rhe Pero111st Statc». traba_10 médito. Uni­vcrs1dad de Glasgow. 1 'l72.

Page 16: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

242 Louisc M. Doyo11

flictos laborales.' El análisis de éstos provee un buen punto de partida para continuar revisando las interpretaciones heredadas. Hasta ahora ha prevalecido una mirada bastante negativa, tanto con respecto a su valor instrumental como a su racionalidad. Sobre la base de observa­cíones superficiales, se ha consíderado a la mayorfa de las huelgas explosiones espontáneas y preves que fueron posibles más como resultado de un clima político iniculmente favorable que como sig­no de la expansión de la sirl.dicalizac1ón. También se ha relativizado su incidencia en el proceso de las reformas. Un ejemplo caracterís­tico de este punto de vista se encuentra en los primeros trabajos de Gino Germaní. En ellos, el significado de la mayoría de las huelgas se reduce a la satisfacción psicológica que éstas pueden haber produ­cido en los participantes en su lucha por afirmar su dignidad en el entorno deshumanizado de la vida en las fábricas y empresas. En verdad, Germani deja de lado los resultados tangibles de estas pro­testas y les asigna una función e"--presiva más que instrumenta14 .• Los únicos conflictos que han recibido una atención más cuida­dosa fueron los efectuados por los bancarios (1948, 1950), los grá­ficos (1949), y los ferroviarios y los empleados marítimos (1950), dirigidos, en general, por dirigentes sindicales con una trayecto­ria previa a 1943 y con vínculos con la oposición política al go­bierno. El privilegio que se les ha concedido se ajusta bien al en­foque político con el que fue analizado este momento especial de la historia sindical argentina5 .

Como paso previo al análisis de la explosiva erupción de huelgas después de 1946 y sus repercusiones, nos parece necesario estudiar el crecimiento de la afiliación sindical que, a nuestro juicio, estuvo íntimamente relacionado y sobre el cual no existen evaluaciones pre­cisas en la bibliografía disponible.

-----4 Gino Germaní, Política y sociedad c111111a fpoca ele tra11sició11, l'a1dós, Buenos Aires,

1974, p. 342. La opímón menos sofisticada pero más popular sobre los conflictos laborales en la época peromsta se puede· e·ncontrar en Julio Mafud, Socio/o.~ía del pcro11is1110, Ed. Amcncalce. Buenos Aire:<. 1 !)72. pp. 111-112. La visión común sobre las huelgas, de políticos oposítores y anah>tas dd período, puede encontrarse en el diario socialista Rc(<lllSfl'í/Ír, septiembre de 194h.

' Una breve· smops1s de estos crn1tlictns aparece l'll H. Alcxander, op. cit., pp.92-9-t. Se pucLk encontrar uu est11diu m<Ís detallado c11 , l listoria del pernnis-

1110». Pri111crcr Pf,111,, 1 ')(17

El co1iflicti/lo ca111i110 a la rqorma social 243

1. LA EXPANSIÓN DE LA ORGANIZACIÓN SINDICAL

Charles Tilly, en su excelente estudio sobre el conflicto industrial en Francia durante este último siglo, recuerda al lector un hecho funda­mental pero, a menudo, olvidado: la organización es un factor cru­cial en la expresión del descontento social. Así, afirma que el estalli­do de huelgas "depende claramente de la disponibilidad de una es­tructura que, por una parte, identifique, acumule y comunique el descontento y, por la otra, facilite la acción colectiva"6 • El peso de esta dimensión en la expresión y estructuración de la protesta la con­vierte, por lo tanto, en un elemento fundamental, que permite ir más allá de las descripcíones impresionistas de los militantes y los periodistas, y obtener, en consecuencia, un cuadro más completo de las tendencias de la movilización socíal en el transcurso del tiempo.

Las estadísticas generales sobre afiliación sindical que se detallan a continuación abarcan el período que va de 1945 a 1950 y se han tomado sobre la base de datos reunidos de las actas de sindicatos y de documentos del gobierno7 •

Afiliación sindical entre 1945 y 1950

1945 1948 1950

Industria 212.518 (100%) 95.752 (374%) 1.088.781 (512%)

Transporte 194.570 (100%) 306.977 (158%) 311.623 (160%)

Servicios 130.326 (100%) 430.196 (330%) 592.000 (454%)

Total f 537.414 (100%) 1.532. 925 (285%) 1.992.404 (371 %)

1' Charles Tilly, Strikes i11 Frm1ce, 1830-1968, Cambridge U nivcrsity Prcss. l 97 4, p. 46.

'( La ausencia de un análisis detallado y completo del movimiento de afiliación smdical entre 1946 y 1955 se debe a las graves dificultades que presrnta la tarea de encontrar material confiable. Esto, en parte, es el resultado de la naturaleza mísma del proceso de llr!,'<tnizacíón, cuyo movinnento dinámíco hacía que a los smdica;os les resultara difícil llevar un registro detallado. La escasez de documL·ntos también es d resultado de la amplia destrucción de los archivos laborales después de ia caída del rcg1111e11 perouísta. Debido a estos senos obstáculos, los datos pn·sc11tados tu­

v1cro11 que ser recogidos de diferentes fol'11tes, a veces contradíctona!'- Las cifras 110

Page 17: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

244 Lo11isc M. Doyon

Al observar los datos precedentes, resulta evidente que el creci­miento en la afiliación parece haber alcanzado un impulso vertigi­noso después de las elecciones generales y, como se verá seguida­mente, la tasa de sindicalización llegaría a su máximo nivel al mis­mo tiempo que los conflictos laborales registrados mostraban su mayor curva ascendente. Además, el sector industrial fue el que mostró la tasa más pronunciada de cambio durante el período que se analiza. Esta impresionante avalancha de nuevos contingentes

. no representó, sin embargo, un cambio meramente cuantitativo en el tamaño del movimiento. El siguiente cuadro ilustra clara­mente que también alteró la composición interna del sindicalismo, a medida que los trabajadores industriales desplazaban rápidamen­te de la primera línea del sindicalismo organizado a su contraparte en el sector de servicios.

Proporción de afiliados por sector entre 1945 y 1950

1945 1948 1950 Industria 39,5% 51,9% 54,6% 1

Transporte 36,2% 20,0% 15,5%

Servicios 24,2% 28,1% 29,7%

Total 99,9% 100,0 % 99,9%

Para tratar de formarse una idea respecto de la posición de poder relativa del sindicalismo organizado -y de los diferentes grupos que incluye- frente al sector empresarial, también resultarelevante la medida en que los sindicatos pudieron penetrar en el mercado labo­ral. La evidencia disponible permite realizar una medición aproxi­mada de la posición lograda durante el período completo.

se deben tomar como representativas de un número exacto de afiliados para ningu­

no de los cuatro af!os analizados; sm embargo. el amplio control cruzado confirma

la veracidad de la tendencia registrada en este estudio.

El pdríodo 1946-1 '>48 presenta problemas especiaics para el investigador que

trata de rcconstrrnr los índices de la afiliación sindical. La fuente más completa de

informaéión disponible reside cu las actas del Comité Central Confedera! (CCC)

que contic11e11 la rcpreseutac1ón proporc1011al asignada a los smdicatos en este órga­no. Sin ernbargu. cstll!i registros no proveen 11111g1111a mdicación de la base mnnérica

con la que se calcnlt'i la n:presc11tac1ón proporooual. Dd11do a que la U111ón Ferro-

El co1ijlictitJo cami110 ,1 /,1 r~forma social 245

Porcentaje de perso!lal asalariado organizado por rama o actit1idad

1948 1954 Personal Porcentaje Personal Porcentaje

asalariado afiliado asalariado afiliado

Agricultura 999.000 s/d 934.200 6%

Industrial 1.378.600 51% 1

1.466.600 55%

Construcción 359.400 15% 377.500 41%

Comercio 442.600 21% 449.100 29%

Transporte 303.900 101%* 350.100 117%*

Comunicaciones 59.300 65% 71.500 52%

Bancario y Finanza 56.000 70% 68.500 70%

Gobierno 678.200 22% 789.400 51%

Servicios 659.900 17% 699.800 30%

Total urbano 4.025.500 38% 4.369.600 50%

Total 5.024.500 30% 5.303.800 42%

*Aquellas actividades clasificadas bajo el rubro 'Transporte' que no concuerdan

con los datos recogidos por la CONADE-CEPAL (Distrib11ció11 del ingreso y meutas nacionales eu la Argentina: Vol. V. Buemis Aires, 1965, pp. 84-85) se limítan a los

sectores marítimo y acronáutíco; dado que las cifras de afiliación que aparecen

en los registros de la CGT resulran confiables, creemos que en estas dos catego­

rías existen definiciones conflicuvas ei1 cuanto a estas acnvidades.

viaria contaba aparentemente con el registro disponible más confiabk sobre el au­

mento del número de sus afiliados, se us.1ron estas cifras como base para calcular la

cantidad de afiliados de los restantes miembros del CCC. El posterior control cruzado

de los resultados obtemdos con datos pron:níentes de los registros de otros sindica­

tos confirma la razonable precisión de estos cálculos.

Sin embargo, los registros del CCC bnndan sólo datos limitados sobre e! alcan­

ce de la afiliación entre 1946 y 1948. En prnncr lugar, muchos smdicatos importan­

tes y un gran número de sindicatos me11orcs no estaban afiliados a la CGT en 1946. Éste fue el caso, por eiemplo, de la Asociarnrn Bancaria, el Sindicato de Traba_¡adores

de Luz y Fuerza de Buenos Aíres, el Sindicato Único Petroleros del Estado, La

Fraternidad, la Federación Gremial de 'fr:iha_¡adores de la Industria de la Carne y el Sindicato de Obreros Marítimos Umdu,. Los registros de 1948 son murho m;Ís

completos debido a que la presión del ~obierno había convencido a la mayor parte

dr estos sindicatos sobre la necesidad d" e mrar en la CGT. Para 1948, ios smdicams

petroleros y marítimos eran las (u11cas or~.u11zacio11cs miportantes que contn111aba11 fuera de la CGT. Otru problema más .1p.1rccr por el hecho de que 1w todns los

smdicatos coukderado> tenían una ca11t1d.1cl ,ufincntc de miembros para podn rn1H.ir

Page 18: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

246 Louisc M. Doyo11

Al observar las cifras de 1948 que resultan importantes para esta sección, se nota que el nivel general de afiliación se compara favora-

con representación en el Comité Central Confedera!. El ingreso a este órgano se permitía sólo a aquellos sindicatos que tuvieran dos mil afiliados o más.

Los datos que complementan la información ofreCida por los registros del CCC para 1946 y 1948 han sido recogidos de tres fuentes pr111c1palcs, a saber, los periódi­

cos y actas de sindicatos individuales y los archivos del Mirnsterio de Trabajo. Estas fuentes han completado los datos faltan tes sobre los sindicatos más importantes y

sobre un gran número de organizaciones smdicales menores. Sin embargo, la infor­mación que ofrecen algunos penódicos smdicalcs es muy exagerada; las actas cons­tituyen una fuente más confiable, cuando las hay. A fin de encontrar la información faltante sobre los smdicatos más chicos, que eran especialmente importantes en el mterior del país durante este período, nos hemos basado en una serie de datos reco­gidos baJO la dirección de Miguel Munrns en los archivos del Ministerio de Trabajo.

Las cifras correspondientes a 1950 v 1954 se basan en los congresos de la CGT realizados durante estos dos años. Esta fuente provee un COllJUlltO relativamente com­pleto de datos, ya que todos los sindicatos se habían unido a la CGT en 1950, y se permitía la participación en estos congresos a todos aquellos smdicatos que contaran con 500 miembros o más. Los estatutos de la C:GT. reformados en 1949, también brindan la base necesaria para realizar la conversión de la asignación proporcional de bancas en el congreso y en el CCC. Los datos de 1954. s111 embargo, presentan problemas; se observa

que la mayoría de los grandes sindicatos están subrepresentados en el congreso si se comparan los datos de éste con los registros de! CCC correspondientes a ese año, aun­

que estos últimos no presentan motivos para la discrepancia. El siguiente cuadro detalla aquellos sectores en los que las diferencias son más pronunciadas:

Cifras de Cifras del congresos ccc

Obreros textiles (no incluye empicados) 77.500 98.000 Empicados de comercio 125.000 138.000 Trab~adorcs de frigoríficos 47.000 58.000 11-ab~adorcs azucareros (sólo de Turnmán 15.000 38.000 Obreros metalúrgicos 102.500 118.000

1

Trabajadores municipales de Buenos Aires 30.000 78.000 Empicados estatales 112.000 178.500 Obreros estatales 72.500 88.000

1

SigU1cndo la hipótesis gcneralmen te aceptada de que. para 1954, los síndica tos habían organizado a la mayoría de los trali;uadon:s emple.1dos en los sectores de la mdustría. el transporte, los serv1c10s Y ,.¡ Estado. ubicados en los grandes centros urbanos, hemos usado las cifras de los rc:'-'1stros del C:CC para todos los sindicatos rnn más de 23.000 atiliados, y las cifr.1, de los , 011grcso' p.1ra los síndica tus m;ís

El Wl'.f/ictiFo cami110 a la ri;_for111a social 247

blcmente con el de varios países avanzados8• El análisis también dis­

tingue el transporte, las comunicaciones, la actividad bancaria y fi-

pequeños. A pesar de estas correcciones. creemos que los datos ófrecídos para 1954

disminuyen un poco et nivel real de afiliación; parece que era usual que los grandes sindicatos subvaluaran el crecimiento de la afiliación en los informes presentados a la CGT, a fin de reducir sus contribuciones financieras a esa entidad después de 1950. El cálculo de 2.500.000 miembros que ofrecen algunos autores parece ser una

evaluación más realista del nivel alcanzado después de 1950. El siguiente cuadro detalla los datos que han servido de base para elaborar las

estadísticas que se incluyen en el cuerpo principal del libro.:

Cantidad de afiliados a los sindicatos

Sector 1946 1948 1950 1954

Agricultura - (a) - (a) 17.500 53.250 Industrias cxtractivas 14.400(b) 19.500(b) 24.500(b) 48.750 Alimentos, bebidas. tabaco 167.650 337.142 444.781 377.800 Textiles 60.995 100.899 107.500 121.000 Indumentaria 36.425 54.633 68.750 58.000 Maderero 21.855 39.045 40.000 23.000 Papel e Imprenta 19.577 46.854 52.000 42.500 Químicos 5.000 - (a) 20.000 31.000 Caucho 7.500 7.809 17.500 17.000 Cuero 7.285 15.618 20.000 23.500 Construcción y materiales 26.215 54.663 122.000 155.250 Metalúrgico 21.855 108.326 112.500 118.000 Electricidad 15.000(c) 15.618(c) 35.000 33.000 Transporte y almacenado 178.109 306.977 311.623(d) 411.531

Comunicaciones 22.570 39.045 32.500 37.500 Comercio y finanzas 89.066 132.735 189.500 195.500 Servicios 63.100 112.945 206.500 211.500 Estatales 80.135 148.471 163.500(e) 407.750 . Total 837.336 1.532.925 1.992.404 2.256.580

. ( Notas: (a) no hay datos disponibles; (b) sólo había datos sobre la industria petrolera; (e) sólo se incluyeron los datos sobre el Gran Buenos Aires; (d) faltan los datos sobre los empicados marítimos; (e) no se incluyen los datos sobre los empicados del Estado.

"Según datos de AdolfStumthal (Co111paratiJ1e Laúour i'vI011e111e11ts, ldi:ologícal Roots a11d fostit11tío11al Dc11efop111e11t, Wadsworth, California, 1972, p. 48), la afiliación sindi­

cal en algunos de los países más desarrollados -medida como proporción de la fuer­za de trab;tio-, en 1967, era la siguiente: Suecia 60%: Austria 47'X,: (;ran Bretaii.a 40%; Italia 35%; Holanda 27%: Alemania Occidental 26%: Estados Unidos 22'1.i.

Japón 21 %; Francia 20%.

Page 19: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

248 Lmisc A1. [)(1yo11

nanc1cra, y el sector manufacturero como las ramas donde se produ­jo el mayor porcentaje de asociación. El éxito de la campai1a de sindi­calización entre los trabajadores industriales resulta particularmente notable si se consideran las dificultades que planteaba la prolifera­ción de empresas pequeñas y medianas. Se recordará que, en 1946, e1 17,9% de la fuerza de trabajo industrial estaba empleada en estableci­mientos con 10 o menos trabajadores, en tanto que los estableci­mientos de 11 a 50 trabajadores absorbían el 23,2% de la mano de obra en este sector. Los problemas eran significativamente menores en las otras actividades enumeradas precedentemente, en las que el nivel de propiedad estaba más concentrado y las unidades de empleo eran más grandes en promedio; esto se comprobaba en particular en los ferrocarriies, cuyo personal representaba el grueso de los miembros del gremio en la categoría transportes. El alto grado de penetración en el sector manufacturero se pone aún más de manifiesto cuando se lo com­para con el sector de gobierno, que se coloca segundo en términos de las personas empleadas en la economía urbana y donde se esperaría, en princi­pio, un nivel menor de resistencia por parte del nivel gerencial. Sin em­bargo, se mantuvo cerca de los últimos en ia escala de penetración sin­dical en ese momento y sólo se equipararía con el nivel obtenido por el sector manufacturero después de 1950'1 •

Es innegable que el Estado jugó un papel importante en la orga­nización masiva de la clase trabajadora después de 1945, ya que pro­veyó el marco jurídico que protegía el derecho de asociación aunque la afiliación no fuera legalmente obligatoria. Si bien cabe admitir su significativa influencia, tal aumento no se puede explicar sin tomar en cuenta el alto nivel de mdvilización de los trabajadores. El ímpetu de la sindicalización fue mayor, como veremos, precisamente durante el tiempo en que los gremios experimentaron un alto nivel de autonomía en sus relaciones con el régimen. Además, es justamente en aquellas act1vida­des en las que el control del gobierno fue menos directo y la protesta más at,ruda, a saber, en el sector pnvado, en las que la tasa de creci­miento fue mayor, tanto en térmmos absolutos como relativos.

Cabe aclarar un último punto antes de seguir con el examen de los conflictos laborales. Se podría pensar que la composición del nmvimiento

'Est<; .111rnento fut: posible, en gr:m nwchd,i, debido a la afiliación obligatona de

los <:111¡ilcados públicos.

El C(ll!flicti110 ca111i110 11 /,1 ri)Úma socit1/ 249

sindical no sólo se rransfonnó con respecto a los sectores económicos ahora representados, sino tambié11 con respecto a los orígenes sociales de sus miembros. En efecto, el salto en la afiliación ha sido vinculado, a menudo, con la creciente tasa de migración producida entre 1943 y 1947, época en la que aquellos que se trasladaban a los grandes centros urba-

c. "di' , d 10 nos provenían, con gran Lrecuenc1a, e as areas mas atrasa as .

No obstante, parecería que los migrantes recientes no jugaron un papel predommante dentro del sindicalismo durante los prim~­ros años de la posguerra. Se recordará que los recién llegados consti­tuyeron sólo un poco más de la tercera parte de la fuerza laboral por esta época en el Gran Buenos Aíres. También parecería que los que se convirtieron en personal asalariado se integraron en su mayoría dentro del movimiento sindical en forma gradual y, sobre todo, después de que

• hubiera alcanzado su punto máximo la tasa de afiliación sindical. Debi­do a que no existe documentación sobre la dirección precisa que toma­ron Jos migrantes, b evidencia que sustenta esta tesis sólo puede ser indirecta, pero sirve para reforzar la lupótesis central de esta mvestigación.

Al ocuparnos de la distribución de la población activa durante el período 1945-49 en comparación con el cuatrienio anterior, se­ñalamos que los cambios más importantes en la estructura ocupa­cional urbana no se registraron en el sector industrial, cuyos miem­bros se estaban convirtiendo ráp1daménte en la columna verte­bral del movimiento sindical. M~ís bien, casí el 70% de los nuevos trabajadores de la economía urbana, se emplearon en el sector del transporte, la construcción y el gobíerno 11

• Por lo que se sabe so-

w Aunque no existe u11.1 clasificación p<>r rubros en las estadístICas de nngrac1ón

y de su rotación en el tiempo sobre la ba'l' de los orígenes geográficos, se considera,

en general, que una mavor propurnón de· I<" que afluyeron a Buenos Aíres después

de 1942 provenían de las provmc1as más tr.1dic1onalcs. El decisivo cambw produci­

do en la composícíón del movimiento es!" istulado, entre otros. por B.iily; es suges­

tivo constatar asimismo que:, para este allt<ll·. como ocurre con otros, el fuate rncrc­

mcnto en la afiliació11 asllfllt' un carácter c11.1s1 conspiratorio. La "rg.1111z;1rHín de los

trabajadores se intcq•rc¡a cxci11s1\·;,111c1!ll , 111110 un esquema casi n1a4t11avélico para

subvertir la mdept:11tlcncí.1 del rnov11111c11tu obrero a través tk b mcorpllracHÍll Je

nugrantcs, en tanto se 1t(JHH"a por complnu la creciente c.1p;1ndJd que l'llo les dio

para articular sus reclatll<l>. Ver S. Baily. "!'· nt., p. 11 l. 11 Eu total, la pohb1·1<in urbana aCtl\ .1 .111111c11tó en 7-14.000 personas: b 111ll11s­

tna .1bsorb16 a 188.000. rn tanto "1 trans¡'<irtc. la constrw:c1ú11 \ d Estado lt1111ani11

;1 37."l.1100 pcrsouas.

Page 20: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

250 Louisc M. Doyo11

bre los migrantes con bajos niveles de especialización, según los estudios comparativos antes mencíonados, existen muchas razo­nes para creer que la mayoría de quienes se abrían camino desde las regiones menos desarrolladas se alistaron en estas actividades que tradicíonalmente servían como principales puntos de acceso. Además, acabamos de ver que fue precisamente en las dos últi­mas ramas -cuyas filas se engrosaron en forma desproporcionada con las nuevas incorporaciones de trabajadores- en las que los sindicatos se quedaron muy rezagados en su capacidad de atraer seguidores. Como resultado, su peso dentro del movimiento sin­dical total fue relativamente escaso durante los años decisivos del período de 1946 a 1949. En lo que respecta al transporte -en par­ticular, los ferrocarriles, que se convirtieron en un instrumento importante del patronazgo estatal-, ya existía una infraestructura asociativa cohesionada que podía absorber a los nuevos miem­bros reclutados, quienes estarían directamente expuestos a la in­fluencia de una subcultura distmtíva de clase trabajadora. A la luz de estos desarrollos, parecería sensato, por lo tanto, reafirmar que el "nuevo migrante" no se puede considerar la variable única o princípal para explicar la direcnón que tomó el sindicalismo des­

pués de 1946. En síntesis, si bien no se puede ignorar la influencia de un con­

texto político favorable sobre la permanencia de la movilización obre­ra. es difícil ver de qué manera tal movilización tomó la forma espe­cífica de un amplio movimiento de protesta dirigido contra las con­diciones de empleo y de trabajo (de las que nos ocuparemos ahora) si los trabajadores no hubiesen mejorado su base asociativa. De la mis­ma forma, se podría argumentar que la combatividad demostrada por los sindicatos constituye un factor importante en la expansión y consolídación de estas organizarnmes.

2. LA CONQUISTA DE NUEVOS ESPACIOS.

POR MEDIO DE LA HUELGA

El investigador que se propone t·xaminar los conflictos laborales en la Argentina se ve enfrentado :i las mismas fi.-ustracíones que quien estudia las migraciones. Una n'7 más. nos encontramos aquí con que son absolutamente incompktos lo~ datos compilados disponi-

El co1!flictil'o ca111i110 a la rgorma soda/ 251

bles. En primer lugar, no existen estadísticas que abarquen todo el país. Esta deficiencia en sí mísma no presentaría un obstáculo tan grave si el investigador pudiera tener acceso a un detallado con­junto de datos de la metrópolis de la Nación, donde se concentró más densamente la actividad industrial. Lamentablemente, éste no es el caso, ya que los cuadros de evolución de las huelgas se han visto restringídos casi a la Capital Federal. Si bien esta elec­ción es comprensible en cierto grado hasta mediados de los años treinta, cuando Buenos Aires era el corazón de la sociedad urba­na, ello ya no fue así luego del rápido e importante crecimiento del cinturón industrial en el conurbano. Por ende, los ,registros proporcionan una imagen un tanto distorsionada de la magnitud de los paros en toda la metrópoli después de esta épdca. al no asentar los acontecimientos que se produjeron en los conglome­rados circundantes, que forman parte del Gran Buenos Aires. Además, la distinta concentración geográfica de ciertas industrias es tal que el detalle por rubros de las cifras totales ofrece una ima­gen inexacta de la propensión a la huelga según la actividad. Estas graves falencias obstaculizan evidentemente la posibilidad de eva­luar con precisión las tendencias a la huelga sobre una base global y sectorial a través del tiempo. A pesar de sus limitaciones, las estadísticas oficiales sirven como un barómetro general del movi­miento huelguístico.

Aun cuando se haga una rápida lectura de las cifras corres­pondientes a Buenos Aires después de la guerra, se puede obser­var que los paros llegaron a proporciones importantes, en especial entre 1946 y 1948; y, debido a su magnitud, es posible realizar un examen profundo de las variaciones. En efecto, la escasa atención prestada a la ola de conflictos que hicieron erupción junto con la explosión de la afiliación sindical es indudablemente el ejemplo más preocupante del cuadro unilateral que presentó la perspecti­va tradicional sobre la década peronista. Esta omisión es aún más asombrosa ya que los registros no sólo revelan que se produjo una importante curva ascendente en 1946. también muestran que, en realidad, el pico máximo se produjo después del desplazamiento de Luis Gay, cuya caída es considerada por la mayoría de los ob­servadores como el hito que marca el fin del movimiento obrero organizado como actor dinámico.

Page 21: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

1 1

252 Lo11ise M. Doyo11

Huelgas en la Capital Federal entre 1925 y 1954

Año N.0 de huelgas N.0 de huelguistas N.º de días perdidos

1925 89 39.142 125.367 1926 67 15.880 287.379 1927 58 38.236 325.963 1928 135 28.108 224.800 1929 113 28.271 457.022 1930 125 29.331 669.790 1931 43 4.622 54.531 1932 105 34.562 1.299.061 1933 52 3.481 44.779 1934 42 25.940 742.256 1935 69 52.143 2.642.576 1936 109 85.438 1.344.461 1937 82 49.993 517.645 1938 44 8.871 228.703 1939 49 19.718 241.099 1940 53 12.721 224.599 1941 54 6.606 247.598 1942 113 39.865 634.339 1943 85 6.754 8~.290 1944 27 9.121 41.384 1945 47 44.186 509.024 1946 142 333.929 2.047.601 1947 64 541.377 3.467.193 1948 103 278.779 3.158.947 1949 36 29.164 510.352 1950 30 97.048 2.031.827 1951 23 16.356 152.243 1952 14 15.815 313.343 1953 40 5.506 59.294 1954 18 119.701 1.401.797

Fuente: A. Dorfman, Historia de la i11d11stria argeutiua,. Losada, Buenos Aires, 1942, p. 262, para los datos anteriores a 1930. La información restante se rcprodq¡o del Departamento de Trab~o. Estadísticas de lwe{¡;as, Buenos Aires, 1940; Direcnón de Estadística Social, Investigaciones Sociales, 1943- 1945. Buenos Aires, 1946; v Mimsn:no de Hacienda, Din:cción Nacwnal dd Serv1c10 Estadístico, Sí11tesis fa~ tadística i\1rnS11a/ de la República .-i(¡;c11ti11<1, Buenos Aires, marzo-mayo de 1950, y jumo de 1955.

Afiirtunadamcnte, los problemas mencionados no constituyen una barrera mfranqucable para llegar a una mayor comprensión de la cues-

r

El co1!flicti110 ca111i110 a la rcf<1n11a social 253

tión de los conflictos laborales posteriores a las elecciones presidenciales de 1946. Y se podría argumentar que las defic.:iencias de las estadísticas publicadas por el gobierno constituyen una especie de bendición, ya que obligan a completar las cifras oficiales recurriendo a diversas fuentes.

Alvin Gouldner ha señalado con acierto que "una huelga es un fenómeno social de enorme complejidad, que en su totalidad nun­ca es susceptible de una completa descripción, menos aún de una completa explicación" 12 • Sería presuntuoso pensar que la ínfor­mación recogida de los principales diarios de la época y de los documentos sindicales puede capturar la compleja anatomía del movimiento de protesta. No obstante, hurgando en estas fuentes accesibles pero ignoradas, se puede lograr un conocimiento in­valorable que pone en primer plano su carácter multifacético. Y sí bien aquí sólo se pueden avanzar conclusiones muy generales debido a la mag111tud de la cuestión, éstas no sólo son útiles para pintar un cuadro más sensible de la experiencia de la clase traba­jadora, sino que permiten desentrañar y debatir sus característi­cas esenciales, que han permanecido ocultas bajo el peso de con­jeturas y concepciones erróneas.

3. PERFIL DEL MOVIMIENTO DE LAS HUELGAS

En las páginas siguientes, se presernará una breve reseña de las huel­gas más importantes que se produjeron durante el período de los treinta meses sigmentes a la elección de Perón. También se hará una referencia superfioal a los paros importantes producidos en las provin­cias para dar una mejor idea de la extensión geográfica de la movili­zación de los trabajadores. Sin duda. por momentos resultará tedioso para el lector pasar por el análisis caso por caso. Sin embargo, cree­mos que sólo un enfoque de este npo puede ayudarnos a dar aiguna

.respuesta al siguiente conjunto de preguntas: a) ¿cuáles fueron las fuentes de los conflictos? ¿se referían

principalmente a garantizar el cumplimiento de beneficios ya san­c10nados legalmente o los reclamos se referían a nuevas cuestiones? En otras palabras, los paros, di.1enrn esencialmente acoones defrns1-vas que complementaban los esfonzos del gobierno o también re-

"Alvín W. Gouldncl". 1 Vildca1 Smkr. 'icllow Spr111gs, Amwch l'rcss, J<JS-l. pJi'.'.

Page 22: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

254 Louísc M. Doyo11

presentaban una campaña par,1 cx-pandir el área de las reformas defi­nidas por el régimen? ¿Qué actividades registraron una incidencia mayor de huelgas y qué variables intervinientes, además de la orga­nización, pueden explicar las diforentes frecuencias? ¿La definición de las quejas se limitó a las mejoras salariales, o sobrepasó estos límites para incluir la esfera del proceso de trabajo en sí mismo, en un intento por producir cambios permanentes en el ejercicio del control gerencial? Dicho de otra forma. ¿cuál fue el nivel de racionalidad que alcanzaron los trabajadores al hacer sus recla­mos? La exploración de este tema puede arrojar más luz sobre la importancia de los nuevos m1grantes, quienes, de acuerdo con lo apuntado por Enzo faletto, se preocupan principalmente por ase­gurarse un alivio en el corto plazo y, por ende, son propensos a preferencias marcadamente cconomicistas.

b) ¿Qué formas asumieron los conflictos? ¿La imagen conven­cional de la protesta inorgánica es la más apropiada, o los paros fue­ron estructurados? Si esta última descripción es correcta, ¿cuál fue el verdadero estatus de las huelgas, empleando la categorizacíón tan útil de Richard Hyman? 13 ¿fueron numerosos los movimientos antio­ficiales, es decir, las huelgas que los sindicatos reconocidos legalmente desautorizaron o, incluso, intentaron reprimir? ¿fueron muchas las acciones 1w eficiales que recibieron sólo un respaldo tácito de las enti­dades o fueron organizadas efi{la/mente y dirigidas por los organismos en cuestión, convirtiehd? así a la protesta en un componente central en la vida del movimiento sindical en esta época? rns posible aislar un patrón en lo que atañe al papel del sindicato, sobre la base de la afiliación política y los antecedentes? Por ejemplo, ¿se puede decir que se produjeron acciones ant1oficiales o no oficiales con mayor frecuencia en las actividades en las que existían los llamados nuevos sindicatos o sindicatos paralelos, en tanto que los organismos tradi­cionales en su totalidad se identificaban más estrechamente con una articulación más dirigida de las demandas? Si esto fue así, la conduc­ta del primer grupo corroboraría la idea de que estas entidades fue­ron incapaces de realizar acc10ncs autónomas, en tanto que el com­portamiento del último abriría L1 cuestión de las motivaciones políti­cas partidarias inyectadas en la protesta. Por otra parte, un patrón

'-'Richard Hymau, Strikcs. Fo11ta11.1 ( :ollius. Londn:~. 1972, p. 37-41.

El co1iflictiCJo ca111i110 a la reforma social 255

opuesto reforzaría la reevaluación de los nuevos sindicatos que se ofreciera anteriormente.

c) ¿cuál fue el contexto político general en el que se pro­dujeron estos conflictos? El rol del Estado es de especial impor­tancia en vista de la·transferencia legal de las relacíones laborales de la esfera privada a la pública, que resultó de la conciliación obligato­ria impuesta por la Secretaría de Trabajo a todas las demandas labora­les; este mecanismo transformó, de hecho, la negociación colectiva en un proceso de negociación de tres vías. A la luz de las importantes funciones asumidas por las autoridades públicas, ¿cómo se pueden describir mejor los paros: como huelgas setíaladoras en las que se inte­rrumpió la producción durante un corto período de uno a tres días con el apoyo de la intervención del Estado, que respaldaba y sancio­naba los reclamos de los asalariados, o como instrumentos de negociación política en los que los paros tuvieron una duración mucho mayor y cuya intención era ser una demostración de fuerza para ejercer pre­sión, tanto sobre las autoridades como sobre los empresarios? ¿con qué tipo de reivindicaciones fue más benévolo el Estado y por qué? rnn qué circunstancias se usó el paro como una táctica coercitiva, por quiénes, y cuál fue la respuesta del Estado? Las respuestas a estas preguntas deberían ofrecernos una visión más completa de la natura­leza de las interacciones entre el régimen y el sindicalismo fuera de la esfera estrictamente política.

3. 1. Las huelgas en la industria

Las industrias de la alimentación

Es aquí, en el sector alimentario, donde cabe encontrar el mayor · número de huelgas importantes, en especial en las industrias frigorí­fica, azucarera y de panificación. Las razones de la alta incidencia huelguística en estos sectores se basaron en las dificultades económi­cas que sufrieron varias de estas industrias, que soportaron el peso de la política. de industrialización del gobierno; la existencia de una lar­ga tradición de oposición entre trabajadores y empresarios -durante varias décadas estos últimos reprimieron con éxito las demandas obre­ras-; y las restricciones político-económicas que pesaban sobre el Estado, que limitaban su capacidad para resolver estos conflictos.

Page 23: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

·i

256 Louíse M. Doyon

FRIGORÍFICOS

Los frigoríficos son los que presentan los conflictos más violen­tos durante estos tres años. Debido a la duración e importancia de las huelgas, cabe aquí su descripción detallada. ·

a) Huelga del 1° al 26 de marzo de 1946 Causas. Los objetivos declarados de este primer paro convocado

por la Federación Gremial de los Trabajadores de la Industria de la Carne fueron: a) el pago del aguinaldo correspondiente al año 1945 y lo~ aumento~ :alariales establee.idos por el Decreto N.º 33.302; b) la remcorporac10n de 6.000 trabajadores de los 12.000 despedidos du­ra?te el año anterior, que incluían un alto número de militantes gre­miales; y c) la designación inmediata de los representantes patrona­les a la Comisión Paritaria de la Industria14 •

Descripción de la huelga. El 5 de marzo, la Secretaría de Trabajo declaró la legalidad de la huelga, inmediatamente actuó como me­diadot en el conflicto y ordenó a las empresas nombrar sus delegados a la C

1omisión Paritaria 15 • El 13 de marzo, los empleadores se avinie­

ron a pagar el aguinaldo. El 21 de marzo, accedieron a reincorporar gradualmente al personal despedido de acuerdo con las necesidades de la industria, pero se negaron a reincorporar a aquellos obreros que habían sido acusados de "faltas disciplinarias". El 26 de marzo, se levantó la h~elg~ como resultado de la presión del gobierno y de su promesa de miciar las negociaciones salariales una vez que se volvie­se al trabajo.

b) Huelga del 1° de octubre al 20 de noviembre de 1946 Causas. Las promesas de negociaciones salariales no se concreta­

ban, pues la patronal seguía firme en su negativa a permitir que los

"El agumaldo consistía en un complemento salarial anual equivalente al suel­do de un mes.

i; La legalidad o ile¡,r.ilidad de una huelga se basaba en una resolución de marzo

de _1944 (ver La Prmsa, 7 de marzo de 1944). En octubre de 1950, se decretó una ley calificada c~mo ant1subvers1va: "Será reprimido con prisión de uno a 25 aüos el que por cualquier medw desorganizare, destruyere, deteriorare o inutilizare en todo o

en parte, temporal o defimtívamente, documentos, objetos, matenalcs, mstalacm­nes, sc_rvicios o industrias de cualquier naturaleza con el propósito de perturbar, 0

1111pcd1r el desarrollo militar, económico, finanrn.'rn, socfal, científico o mdustnal de la Narnín" (Art. 7. Ley N.º 13.985, Anales de Legislación Argcntma, tomo X,

l3uc11os Aires, l'J57, p.íg. 185). "

El co1!flictí1Jo ca111i11<1 .1 lc1 rcfor111a social 257

trabajadores participaran en ia definición de las normas que regla­mentaban las condiciones de trabajo y, especialmente, la jornada laboral (garantía horaria). En los cinco meses que siguieron al acuerdo de marzo, el sindicato apeló en reiteradas ocasiones ante la Secretaría de Trabajo, pero ésta permaneció indiferente a las demandas de los trabajadores. A fines de agosto, el sindicato se dirigió directamente a Perón y solicitó su mediación personal en el conflicto, pero éste se negó a mtervenir y los remitió nueva­mente a la Secretaría de Trabajo. Como no deseaban declarar un paro que afectara negativamente las negociaciones comerciales que en ese momento se llevaban a cabo con Gran Bretaña para la ven­ta de carne argentina, la Federación ordenó una huelga de brazos caídos, lo que provocó una dism111ución de la producción del 75% a fines de la semana siguiente. Las compañías comenzaron con los despidos el 1° de octubre y la Federación respondió con una huelga general. ·

Descripción de la huelga. El 2 de noviembre, Perón ofreció su me­diación personal en el conflicto con la propuesta de un aumento de 10 centavos por hora, subsidiado por el Estado, pero la Federación rechazó la oferta. Dos días después, el presidente duplicó el ofrecí­miento, que fue rechazado una vez más. El 11 de ;10viembre, se firmó un acuerdo después de que el gobierno aumentó nueva­mente su oferta salarial, pero, al día siguiente, una asamblea ge­neral de trabajadores la rechazó porque no se les reconocía su par­ticipación en las tratativas que definirían la garantía horaria. El 13 de noviembre, las fábricas reabneron sus puertas y las empresas prometieron respetar el acuerdo salarial para todos los trabajado­res que retornasen, pero menos del 5% de los trabapdores cruza­ron la línea de los piquetes. Entonces, se empleó la fuerza policial para disolver las reuniones sindiciles y asegurar el ''derecho a tra­bajar". En una entrevista que wncedió a la prensa el 14 de no­viembre, Perón declaró: "Debo admitir que me siento sorprendido por el hecho de que los trabajadores de los frigoríficos aún no

.. hayan normalizado sus tareas en \'!Sta de todo lo que ha hecho el gobierno [ ... ] . La situación no L'~ clara en modo :ilgu110 y pn:ficro no creer que el descnvolvunícnro de los acontec11111entos esté influenciado por Lictores cxtern<is al tema en cuestión. Si es sólo un conflicto laboral, entonces ]u, trabapdnres pueden contar co11-

Page 24: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

258 Louise M. Doyo11

migo para hacer todo lo que esté a mí alcance para resolver el proble­ma; pero. si estuvieran en juego elementos externos, me negaré a se­guir ocupándome del. asunto" 1''. A esta velada amenaza, siguió el en­carcelamiento de numerosos líderes gremiales y la clausura de loca­les sindicales. Durante los siguientes cuatro días, sin embargo, los trabajadores continuaroo firmes en su negativa a desobedecer las ór­denes del sindicato; sólo menos del 5% retornó a las fábricas. Final­mente, el 19 de noviembre, ante las crecientes presiones internacio­naies para que el país cumpliera sus compromisos de exportación, el gobierno decidió imponer por decreto las demandas de los trabaja-dores17. ·

El convenio colectivo que surgió de la huelga de noviembre cons­tituyó el acuerdo más favorable que estos trabajadores habían alcan­zado hasta entonces. No sólo arrancaron a los empleadores un aumen­to salarial que los ubicó a la cabeza de los trabajadores industriales, también lograron que se fijaran normas estríctas que regularan 'la capacidad de las empresas para contratar, despedir, suspender o trans­ferir a su personal, concesiones que fueron cruciales en una indus­tria de naturaleza estacional en la que, antes de 1946, los despidos y las suspensiones masivas había sido práctica regular.

Las varias tentativas de organización de los obreros de los fri­goríficos -que databan de fines del siglo XIX y comienzos del XX­fueron reprimidas por la patronal; alrededor de 1943, sólo un re­ducido número estaba afiliado al sindicato comunista liderado por José Peter. Su crecimiento efectivo en térmmos de fuerza organi­zada se inícíó en 1944, luego de una huelga de tres meses en Be­rísso, en la cual no se obtuvieron reivindicaciones. Frente a la imposibilidad de alcanzar cualquier concesión de los frigoríficos sin la intervención del Estado. los trabajadores -con la dir.ección de Cipriano Reyes- resolvieron iniciar en 1944 un proceso de aproximación a la Secretaría de: Trabajo. Después de la elección presidencial de Perón, la Federación continuó apoyando al go­bierno, pero rehusó afiliarse a la CGT debido al fuerte papel polí­tico de la central sindical..

11' La Prewa, 15 de noviembre de l 1J-t6.

, .. Los detalles de estos conflictos se· t<nnaron de La Pn·11s<1, El Líder y de la Fede­

ración Gn:nual de los lhb;uadores de· l.1 industria de l.1 Carne. Libro de actas de la corn1s1ó11 dm:ctíva, 1-26 de marzo de l<J-t(l, v 1-20 de 110,·1c111bre de 1946.

El c01iflictil'o ca111i110 a la reforma social 259

Los frigoríficos no estaban dispuestos, ní financiera ni ideológi­camente, a atender las reivindicaciones de sus obreros en 1946. Obli­gados a reducir su producción porque las condiciones climáticas des­favorables habían limitado la disponibilidad de carne, se encontra­ban, además, frente al control de precios en sus ventas internas, ya que el IAPI, ente recién creado, los privaba de una parte sustancial de beneficios que obtenían mediante las exportaciones. Más aún, du­rante varías décadas habían combatido con éxito toda tentativa de compartir el poder en las fábricas y estaban poco dispuestos a ceder­lo, de un momento a otro, a los trabajadores.

La posibilidad de que el gobierno interviniese en favor de los tra­bajadores era muy remota en el caso de los frigoríficos. Los más im­portantes eran de propiedad inglesa y el mayor comprador de carne argentina era Gran Bretaña. Además, las exportaciones de carne cons­tituían la principal fuente de divisas del país y eran necesarias para la política de sustitución de importaciones del gobierno. El régimen no podía enfrentarse a estos poderosos intereses, por lo que, para en­contrar una solución justa al problema, tendía a definirlo en térmi­nos puramente económicos, esto es, principalmente, mediante au-

mentos salariales.

INDUSTRIA AZUCARERA

La azucarera era una de las más antiguas industrias del país y conta­ba, sobre todo, con la explotación estacíonal de una mano de obra barata, sobre la que pudo mantener un estrecho control durante va­rias déca),las. Los trabajadores azucareros juntar:iente con los d~ los frigoríficos eran dos de los sectores con mayor mvel de ~om~at1v1dad

' entre 1945 y 1950, y también compartían una larga historia de es- · fuerzas reprimidos por organizarse, que datan de fines del siglo XIX y principios del XX. Sindicatos incipientes pudieron funcionar con cierto grado de libertad mientras el Partido Radical estuvo en el po­der durante la década de 1920, pero fueron totalmente desarticula­dos luego del golpe de Uriburu en.1930. Los comunistas trataron de organizar a los trabapdores de esas industrias después de 1935, ,pero ello sólo se concretó recién a comienzos de 1944, bajo el auspICIO de la CGT y la Secretaría de Trabajo. La Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTlA) se había afiliado a la CGT desde

Page 25: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

260 Lo11ise M. Doyo11

el momento de su fundación en 1944 18 y apoyó persistentemente a Perón desde entonces, sí bien mantuvo un cierto grado de auto­nomía en la formulación de sus reivindicaciones económicas y políticas.

Las características especiales de las huelgas en la industria azuca­rera durante los tres primeros años del régimen peronista se debie­ron al alto grado de intervención gubernamental en ese sector y a la

~é~~.i~a de I~ ,estructur~ fe~~ral por la .cre~c.ión de la FOTIA, que rac111to la acc10n local e md1v1dual. A pnnc1p1os de 1945, el régimen había percibido el elevado descontento en este sector, que podía ame­nazar la estabilidad de las estructuras socioeconómicas del Norte del país. ~n consecuencia, el gobierno decidió limitar la posibilidad de conflictos prolongados, decretando en enero de ese año una serie de reformas que incluían aumentos salariales, ia explicitación de los lí­mites de diversos tipos de trabajo (escalafón) y la garantía de un nú­mero mínimo de días de trabajo al mes. Por consiguiente, los trabaja­dores de este sector no encaminaron sus esfuerzos hacia el logro de un reconocimiento legai de sus derechos, sino más bien a imple­mentarlos separadamente en cada ingenio. Debido al poder político y financiero de los magnates del azúcar, era esencial para los trabaja­dores ma:1tener el apoyo del gobierno federal y, de ese modo, asegu­rarse !ª. :ap1da mstrumentación de estas reformas. En parte por elló, y tamo1en por la naturaleza excesivamente descentralizada de la FO­TIA, el. principal tipo de huelgas realizadas en el período fue de corta duración, individual y declarada durante el momento de la cosecha, con el. ~bj~:o de ~re1~ionar a go~iernos y patrones a implantar la nue­va leg1s1ac1on social . Es esencial tomar en cuenta este tipo de huel­gas, no sólo por las limitaciones políticas impuestas a la FOTIA sino también porque, dado el gran número de estos movimientos, s: creó

"Se había permitido que funcíonaran algunas organizaciones smdicalcs en es­tado embrionnrío, con cierto grado de libertad, ba_¡o el gobierno radical, pero fueron totalmente destn11das después del golpe de 1930. Los coniunistas. que comrnzaron una campaiia pat·a penetrar en los mgcmos después de 1935, no pudieron crear un

poder nvHco11tra los empleadores, que mantenían un eficaz sistema de informan­tes Y controlaban estrechamente a los J<H nalcros por medio de pagos cin1 n:rttfica­dos que s6lo st· podían cambiar en los neguuos J,· la compaüía. Entrevista a Manuel Lem.1. dingrntc de la FOTIA, 11 de 111.1vo de 197-1.

'" Emrc\'tsta a Manuel Lema. J (¡de .mayo de 1 'J7-!.

El co1!flicti110 camino a la r~fán11a soda{ 2ú ¡

una situación verdaderamente caót1c1 en los treinta ingenios de esta rama industrial.

Duración de las li11dgas e11 silldicatos loca/e; de la i11d11stria azucarera, 1945-1948 (en días)

Año Cantidad de días

1 2 3 4 5 6 11 13 30 Total¡

1945 14 2 3 1 1 2 1 23 - - -1946 24 1 5 4 (1 - - 1 - 41

1947 - 6 1 1 ::i - - 1 - 14

1948 - 5 - - - - - 1 3 9

Fuente: Recopiiado de la lectura de La G1ccta de Tucumán. 1945-1948.

De hecho, el recurso de utilizar la huelga general en la industria azucarera se inició en. los primeros días de septiembre de 1948, des­pués de que la FOTIA consolidase su control sobre los sindicatos locales y en el mísmo momento en que la negativa de los empleado­res a dar mayores concesiones se fortaleció por la resistencia del go­bierno a otorgar financiación adicional. Este último ya no podía con­ceder los costosos subsidios que desde 1945 se destmaban a ayudar financieramente a la industria para absorber los aumentos salariales decretados por el régimen. La huelga general fue declarada el 6 de septiembre de 1949: los trabajadores exigían la equiparación salarial con respecto a las demás industnas de la provincia. Cinco días des­pués, el sindicato dio por terminada la huelga, cuando el gobierno prometió acelerar las negociaciones salariales. Después de cinco me­ses, mediante un decreto, se concedió la mitad del monto exigido por la FOTIA, lo que permitió quL· los trabajadores de este sector no quedaran tan rezagados con respcctu a los de otras industrias.

INDUSTRIA PANADF.N..J.

También en este sector se reg1str,1rnn un númer:u s1gníficarívo de ·huelgas prolongada~. tanto en el (;r,m Buenos Aires como en el mte­ríor del país. EntrL' los conflictos mis importantes, cabe citar: a) el de Mar del Plata (del I" al 9 de ennu de 1946), por la abolic1ó11 del trab~jo nocturno, un,1 huelga decl.1r,1da ilegal por el gobierno y que

Page 26: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

262 Louise M. Doyo11

se dio por perdida; b) entre el l 9 de JUiio y el 31 de agosto de 1946, una vez más con el objetivo de abolir el trabajo nocturno; la huelga general de tres días en toda la c1mbd desembocó formalmente en una victoria; c) en Tucumán (del 4 de noviembre al 24 de diciembre de 1947), un conflicto en toda la provincia por aumentos salariales, los que se lograron tras una huelga general de cuatro días; en Salta (del 20 de octubre al 3 de noviembre de 1947), una huelga en toda la provincia por demandas salariales, que finalizó con la victoria de los trabajadores después de la mediación estatal.

Sin embargo, las huelgas más importantes del sector fueron las del Gran Buenos Aires y el paro naoonal de 1948. En la primera, del 1 O de junio al 1° de julio de 1946, participaron los trabajadores de los suburbios de Buenos Aíres, en reclamo por la abolición del trabajo nocturno, lo que se logró finalmente luego de que el sindicato de la Capital Federal amenazara con realizar una huelga en solidaridad. La siguiente huelga, del 1° al 8 de agosto de 1947, reunió a todo el Gran Buenos Aires y demandaba un aumento salarial que, después de seis meses de negociación, no se materializó. El conflicto culminó con éxito luego de que el gobierno aceptó aumentar los subsidios a las panaderías, a pesar de que ciertos funcionarios trataron de desacredi­tar a los dirigentes sindicales. La confrontación decisiva de este sec­tor se produjo en diciembre de 1948. La Unión del Personal de Pana­derías del Gran Buenos Aires declaró una huelga general el 1° de diciembre, luego de que la patronal se negara obstmadamente a otor­gar un nuevo aumento salarial a menos que los obreros accediesen a volver al trabajo nocturno. Una semana más tarde, la Secretaría de Trabajo declaró ia ilegalidad de la huelga y le retiró la personería gre­mial al sindicato. Después de que muchos de sus dirigentes fueran encarcelados y de que se cerraran lns locales de la organización, el sin­dicato ordenó a sus afiliados volver ,11 trabajo el 21 de diciembre.

Este enfrentamiento se repiti<i en el interior del país cuando la Federación Argen:tina Unión del Personal de Panaderías y Afines declaró la huelga general el 15 ele diciembre de 1948. El conflicto abarcó a los panaderos de la provmcia.de Buenos Aires, y se desató como protesta contra el creciente 111cumpiimiento de la prohibición legal del trabajo nocturno y en denuncia de un.aumento salarial. Ese mismo día, el paro fue declarado i kgal y fueron clausurados los 84 local e~ smdicalcs provinciales. N t ¡,:,·e días más ta rdc, la federaoón

El co1iflicti110 cami110 a la reforma social 263

era intervenída y lo mismo sucedía en Buenos Aires, con lo que se normalizaron así las actividades industriales. Tres meses más tarde, los trabajadores recibieron un aumento salarial que, una vez más, fue subsidiado por. el Estado20

Los trabajadores de. este sector tenían una larga experiencia orga­nizativa que se remontaba a fines del siglo anterior, pero no pudie­ron desarrollar una agremiación nacional coherente, debido, en par­te, al predominio de los líderes anarquistas. En 1944, los trabajadores crearon uníl organización paralela, la Unión del Personal de Panade­rías y Afines, porque su predecesora, que acababa de ser controlada por los comunistas, se rehusaba a apoyar al gobierno después de que Perón fuera electo presidente.

Tanto la industria como el gobierno tenían una capacidad limita­da de atender las demandas obreras. El pan era un elemento funda­mental de la dieta argentina y políticamente era necesario proveerlo a bajos precios. Por ello, el gobierno declaró la producción y distri­bución del pan como servício público en agosto de 1946 e impuso un riguroso control de su precio, al cual debía subsidiar21 •

Las industrias extractivas y de traniformacíón

Comparado con la industria de la alimentación, en este sector en­contramos un modelo diferente de conflictos obreros: básicamente, se registra aquí una reducción del número de huelgas importantes en períodos breves. Los principales factores en este esquema son dos:

211 La Pre11sa, diciembre de 1948. 21 Algunas otras ramas de la industria de la alimentación también sostuvieron

largos conflictos. Éste fue el caso, por ejemplo, de los fideeros, organiza~os en el Sindicato de Obreros Fidccros y Afines, que, como el de los panaderos, había sido

fundado en 1944 por qmenes apoyaban la política social del gobierno. El sm1;lifato tuvo que organizar una huelga de un mes en agosto de 1947 a fin de obtener un aumento salarial y mejores condiciones de trabajo. En este caso particular, el gobierno se restrm­¡,rió a desempefJar un papd de supervisor en vísta de la escasa importancia, tanto política como económica, del sector en cuestión. El Sindicato Ar¡,rcntmo de 1J-abajadores de la

Industria Leci~era, fundado en 1944 por militantes que shnpatlzaban con Pcrón, realizó una huelga nacional de dos semanas en 1948 por demandas salanales y mcJm-cs condi­ciones laborales. Finalmente, la Umcín Obrera Molinera Argcntma, fundada rn 19.+5, realizó una huelga de 10 días en scptícmbrc de 1947 por 111~1oras salariales, que el go­bierno deb1cí subsidiar para normalizar las actividades mdustrialcs.

Page 27: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

264 Louisc M. Doyo11

las industrias extractivas y de transformación dependían en alto gra­do de la política oficial de industriaiización y estaban fav,precidas por ésta, ya sea en protección arancelaria y acceso a los créditos del go­bierno, o bien en permisos de importación y divisas. Más aún, por parte de los empleadores había mucha menor resistencia a reconocer las reivindicaciones obreras que gozaban de la aprobación del gobier­no. Por otra parte, éste tenía como objetivo prioritario la rápida in­dustrialización del país, hecho que ejerció una enorme influencia en el establecimiento de relaciones amistosas con este sector. Su expe­riencia en cuanto a organización era bastante reciente y limitada a una minoría de empleados, pero el nivel relativamente bajo de con­flictos no puede ser atribuido a la falta de conciencia sobre sus inte­reses económicos y profesionales, ya que estaba al alcance de ellos obtener por medios pacíficos los mismos beneficios (en algunos ca­sos, superiores) que ios ganados por obreros empleados en otros sec­tores de la economía.

INDUSTRIA TEXTIL

Las huelgas más importantes de este sector fueron cuatro: 1) tres semanas de paralización progresiva en la rama lana por aumentos salariales; este conflicto fue resuelto favorablemente en septierribre de 1946 y comprendió a unos 30.000 obreros; 2) la huelga de quince días de la rama medias y circulares, que abarcó a unos 10.000 obreros que reivindicaban una garantía de trabajo semanal de 36 horas (sep­tiembre de 1947); 3) la huelga de 24 días de la rama lana por aumen­tos salariales, ganada el 30 de septiembre de 1948; y A) la violenta huelga de la rama algodón en octubre de 1947, de la cual tomaron parte 70.000 obreros. Aquí nos limitaremos a analizar este último conflicto, no sólo porque fue el más importante en cuanto al número involucrado, sino también porque se registró en el sector de la in­dustria textil más crucial para el desarrollo económico del país.

Causas. La violenta huelga de octubre de 1947 se originó como resultado de la extrema insatisfacción respecto del convenio colecti­vo recientemente firmado. Se lo consideró deficiente tanto en sus ·cláusulas salanales como en aquellas otras que salvaguardaban el de­recho de los obreros y sindicatos dentro de la fábnca. La msatisfacción fue exacerbada aún más por el despido de personal en 250 fábricas

El co1!flicti110 camino a la r~f~mna social 265

por falta de combustible y materia prima, que alcanzó a numerosos militantes sindicales. Como respuesta a estas provocaciones, los lí­deres nacionales se limitaron a hacer un llamado al gobierno en el sentido de resolver estos urgentes problemas.

Descripción de la huelga. Desde el primer día del paro, la Secretaría de Trabajo se negó a reconocer la legalidad del conflicto y ayudó a organizar un cmmté de huelga paralelo que ordenó el inmediato re­torno al trabajo, después de asegurarse que el gobierno se compro­metería a atender rápidamente las reivmdicaciones obreras. Luego de cuatro días, la mayoría retomó las tareas. A continuación, la Aso­ciación Obrera Textil (AOT) fue mtervenida por la CGT para dotar al sindicato de líderes menos sumisos a la influencia de los emplea­dores y no permitJr, así, que la orgamzación fuese tomada por oposi-

• rores al gobierno22 •

Los obreros textiles habían comenzado a organizarse en 1934, bajo el liderazgo de dirigentes comunistas y socialistas; sin embargo, su éxito se había limitado, en gran parte, a los trabajadores calificados empleados en las ramas de seda, medias y lana. En 1943, sólo 9.000 obreros estaban afiliados a la Umón Obrera TextiF3. La AOT fue fundada en octubre de 1945 como protesta por la falta de apoyo de los dirigentes socialistas a la Secretaría de Trabajo. Sin embargo, a diferencia de muchos otros sindicatos creados durante este período, los dirigentes que lograron su control parecen haber estado de acuer­do con los deseos y bajo la influencia de' la patronal24

INDUSTRIA METALÚRGICA

Los conflictos más importantes de este sector fueron cuatro: 1) la huelga de 45 días en la ciudad de Córdoba, a mediados de 1946, con

2' Entrcvísta a Ct:cilio Condit1, intc1wntor de la AOT de 1947 hasta fines de 1948, y a Andrés Frammi, un dirigcnt,· de primera línea durante este período y secretario general del sindicato después de 1951. Véase también D Lída. l 'l al 30 de

septiembre de 1947 2,; Veáse la entrevista con el sccrctanu >:cnnal de la Unión Obrera Textil. Lurni

Bonilla. en Proycctn de Historia Oral, l11st1mto Torcuato Di Tclla.

"Para una m<.:Jlll' C\Jmprcnsíóu de est.i l'l'n cpnón de lidcrazgo·rcspccto dd papel jugado por el sindicatu. véase la c11trev1su c llll d secretario general de la AOT en es,· período. Mariano Tcdcsco. c·n Proyecto J, l listuna Oral, lnst1tuto Torcuato Dí Tdl.1.

Page 28: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

266 Lo11isc M. Doyo11

la que se consiguió un sustanc1:il :iumcnto de salarios; 2) la huelga de un mes en Rosario, que termínó en mayo de 1948, después que la patronal aceptara las condiciones de los obreros basadas en el conve­nio colectivo nacional; 3) la huelga de tres semanas en la ciudad de Tucumán, que terminó en abril de 1947, luego de un paro general de dos días, que obligó al gobierno a imponer que la patronal aceptara el laudo; y d) la huelga de noviembre de 1947 en Buenos Aires.

Causas. La Unión Obrera Met:i.lúrgica (UOM) declaró una huelga de dos días en el Gran Buenos Aires, que continuaría después en aquellas empresas que se negaron a aceptar las reivindicaciones rela­tivas a salarios y a calificación del personal, así como también a im­plementar las reformas laborales del gobierno. Lentas negociaciones terminaron en .un callejón sin sal ida y la Secretaría de Trabajo estaba casi decidida a resolverlas medi:inte un laudo. Sin embargo, como el sindicato ya había conseguido mmar la resistencia de muchas e im­portantes empresas, no era conveniente emit1r ese laudo, pues, al imponer una solución de compromiso. ello podría sacrificar algunas otras reivindicaciones:

Descripción de la huelga. Al cu:i.rto día del paro parcial, cuando un terCio de la industria permanecb paralizado, la Secretaría de Trabajo ordenó el 111mediato retorno a la :ictividad y amenazó con declarar la ilegalidad de la huelga; además. impuso por decreto a las industrias las reivindicaciones salariales y propuso apoyar las re~tantes deman­das de los trabajadores una vez normalizadas las tareas. Esta huelga fue el único conflicto prolongado en la industria hasta 1954 y el sin­dicato obtuvo uno de los convenios colectivos más avanzados de la época25

.

Como en el caso de los trabajadores textiles, los metalúrgicos co­menzaron a organizarse bajo el liderazgo de militantes socialistas y comunistas desde 1935. Hacia 1943, el Sindicato de la Industria Metalúrgica tenía aproximadamente 4.000 afiliados. La UOM, fun­dada en abril de 1943 por militantes desilusionados con la conduc­ción comunista en la huelga metalúrgica de 1942. apoyó las medidas sociales de la Secretaría de Trab;~Jll desde 1944 l'll adelante y, después de 1946, fue uno de los sindic;irns más dinámicos del movimiento obrero argentino.

"Eutrcnsta a c-Iilario Salvo. scrrl't.mo general de la UOM entre l946y 1951. ~2 lk.1u1110 de l'J74; véase tambíén /..i /'rc·11s11, l l-16 de tl<lV1crnbrr de 19~7.

El co1!flictifla ca111i110 a la refárma social 267

f NDUSTRH PEIROLERA - SECTOR PRIVADO

Este sector de la industria petrolera pasó por dos conflictos serios que repercutieron en toda la economía.

a) Huelga del 30 de abril al 10 de mayo de 1947 Causas. La Unión Obrera Petrolera inició una huelga de brazos

caídos de alcance nacional el 11 de abril de 1947 para respaldar sus demandas de aumento salaría! y la reforma del estatuto de la indus­tria. En una semana, esta medida ocasionó serias reducciones en el abastecimiento del Gran Buenos Aires. El 30 de abril, las compañías petroleras declararon un lock-out, al que respondió el sindimto con una huelga general.

Descripdóu de la huelga. El 10 de mayo, bajo una fuerte pre~ión del gobierno, la Unión Obrera Petrolera ordenó el retorno al trabajo, luego de obtener las demandas salariales, pero no la reforma del estatuto.

b) Huelga de brazos caídos del 22 de enero al 4 de febrero de 1948 Descripción de la huelga. Este segundo conflicto se produjo en apo­

yo a la reforma del estatuto, que no sólo fue resistida por las compa­ñías petroleras, sino que también fue considerada excesiva por el go­bierno. Con el fin de quebrar la unidad de los trabajadores, la Secre­taría de Trabajo emitió el 23 de enero una versión corregida del esta­tuto que incluía la mayor parte de las reivindicaciones, excepto una cláusula muy controvertida que postulaba la agremiación al sindica­to de los supervisores de planta y jefes de sección de la empresa. Esa noche, en una transmisión radial especial, el ministro de Trabajo, José María Freire, declaró ilegítimas las últimas demandas obreras: " ... Las autoridades no están dispuestas a apoyar la solución de proble­mas creados artificialmente y fomentados por dirigentes de algunos sectores de la antipatria, empeñados en un programa de perturbacio­nes ... ". El 30 de enero, el gobierno prometió que esta demanda sería discutida una vez que se retomaran las tareas. El sindicato no acce­dió, alegando que una promesa similar se había quebrantado luego de que se levantó la huelga de brazos caídos en noviembre Je 1947. El 4 de febrero, el movimiento fue declarado ilegal y los traha_¡adores recibieron órdenes de normalizar la actividad en las 24 horas siguien­tes, so pena de retirar al sindicato la personería gremial. En una dc­clar:icíón pública de ese 1111smn día, el Ministro de 11-abajo atacó a los

Page 29: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

268 /, Louisc M. Doyo11

dirigentes smdicales: "Se empeñan en mantener una situación que asume las características no sólo de rebelión ... sino de perturbación y sabotaje al desarrollo de actividades esenciales para la Nación, lesio­nando su economía". Este ultimátum fue efectivo y la UOP se vio obligada a aceptar el estatuto emitido durante el conflicto26 •

La Unión Obrera Petrolera fue .fundada a mediados de la década del treinta bajo la dirección de líderes socialistas, pero quedó como organización clandestina hasta 1943. Si bien el sindicato se opuso al gobierno hasta 1946, mantuvo una actitud estrictamente apolítica después de esa fecha.

Como en el caso de los frigoríficos, el sector privado de la indus­tria petrolera estaba en manos de intereses británicos y norteameri­c'anos. Esto disminuyó la capacidad del gobierno de imponer una solución rápida al conflicto. Su poder estaba aún más limitado por el hecho de necesitar la total cooperación de este sector para llevar ade­lante su política de industrialización.

lNDUSTRL'l. PETROLERA - SECTOR PÚBLICO

En este sector, se produjo una sola huelga declarada por el Sindicato Único Petrolero del Estado (SUPE), "minoritario'', repre'sentante de toda la rama industrial, a excepción del personal empleado en la ex­tracción de petróleo27

• La huelga buscaba imponer el escalafón único para los trabajadores. El mismo día de su lanzamiento, el gobierno ínmediataménte la declaró ilegal (27 de julio de 1948). También se ordenó a todos los dirigentes de YPF que echasen mano a cualquier sanción gue considerasen necesaria para garantizar la normalización de las actividades. Al día siguiente, el gobierno retiró la personería gremial al sindicato y arrestó a todo el comité de huelga. Sin embar­go, el 4 de agosto se vio obligado a ceder a las reivindicaciones de los

2" Ver La Prmsa, 30 de abril al 10 de mayo de 1947 y 22 de enero al 4 de febrero

de 1948. 2' Los trab~adores ocupados en ia extracción de petróleo estaban orgamzados en uu

smdicato aparte, el SUPE "mayontario". lxuo rnnducc1ón comunista, que no quiso ad­herírse a la hucl¡.,ra general. Para un relato mtcresaute de los esfuerzos por or¡.,ranizar a este sector en los aüos treinta, véase Rufino Gomes. La gm11 /111c{~a petrolera de Col/lodmn Ril'ailal'1<1 Cf9J-¡--/932J, Edinorn:s Centro de Estudios, Buenos A1rcs. 1973.

El co1iflicti110 ca111í110 a la r~fór111a socíal 269

trabajadores debido al elevado déficit de combustible en el Gran Buenos Aires.

Esta fracción de los trabajadores dd petróleo comenzó a organizarse después de 1930 bajo la tutela de la A~ociación de Trabajadores del Esta­do (ATE), pero sus tentativas tuvieron que desarrollarse casi totalmente de manera secreta y limitada en sus objetivos debido a la severa política antisindicalista de YPF. Los trabajadores rompieron con la ATE en 1945 y crearon su propia organización baJO el liderazgo de Pedro Gomes. El SUPE apoyó la política oficial desde 1945 en adelante"~.

Comparada con la posición que el gobierno adoptó en el conflic­to en el sector privado de la indusma, en este caso, su reacción fue diferente. En aquel conflicto, su actitud podría interpretarse como de lucha contra el "imperialismo extranjero", una medida política en sintonía con un período de elevada conciencia nacional. En el caso de los trabajadores de YPF, el gobierno se disponía a defender su objetivo básico, la rápida industrialización, toda vez que una huelga pudiese constituir un ataque directo contra el Estado.

INDUSTRIA DE LA CONSTRUCCIÓN

En este sector, se produjeron huelgas importantes y de gran exten­sión en el interior del país. Los conflictos y las ciudades afretadas fueron: a) Córdoba, 1° al 15 de abril de 1946; esta huelga fue declara­da en apoyo de las demandas salariales que no habían sido atendidas tras declararse ilegal el movimiento; un nuevo paro entre el 1° y el 20 de noviembre de ese afio permitió a los mismos trabajadores el logro de sus reivindicaciones salariales; bJ Rosario, 16 de junio al 18 de julio de 1946; huelga para presionar a la administración a pagar el aguinaldo de 1945; e) San Juan, 20 de noviembre al 6 de diciembre de 1946; exi­gencia de aumentos de salario y mejores condiciones de trabajo; d) Sama Fe, 5 de febrero al 27 de marzo de 1947; obligó al gobierno a poner en

.. vigor el laudo que la patronal se rehusaba a aceptar29•

El hecho de que en Buenos Aires no se produjeran huelgas im­portantes no debe ser interpretado rnmo una falta de resistencia de la

"'Entrevista a Carlos l'icrini, 1mo ck ¡,,,fundadores del SUPE ·'m1nornano"'. Ver también La Pr('//.<a, 2(i dt: JUiio .11 :; de .wustn de l 948.

'"La Pnwa, 1946-l'J+7

Page 30: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

270 Louisc lvl. Doyo11

patronal a las re.ívindicadones obreras, sino más bien como testimo­nio de una cautela extrema de los dirigentes de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA). Los trabaja­dores de este sector constituyen el único grupo en el que un podero­so sindicato comunista fue arrasado por el gobierno militar entre 1943 y 1945. Las grandes dificultades que encontró la UOCRA para orga­nizar este sector explican su resistencia a recurrir a la huelga como factor de presión. Divididos por luchas internas, y algunas veces cues­tionados por los patrones e importantes fracciones de los trabajado­res, los dirigentes sindicales prefirieron confiar en el gobierno para vencer la resistencia de los empleadores a sus demandas, por temor a perder el control sobre la acción huelguística. La debilidad del sindi­cato nacional también se explica, en parte, por la gravedad de los con­flictos librados en el interior del país. La UOCRA comenzó a reivin­dicar su jurisdicción efectiva sobre los sindicatos provinciales sólo después de mediados de 1947, de manera que estos trabajadores tu­vieron que imponer sus demandas sin contar con la colaboración de la organización nacionaPº .

3. 2. Las huelgas en los sectores de transporte y servicios

En los sectores de transporte y de servicios, se encuentra la menor incidencia de conflictos importantes. Las huelgas se limitaron al trans­porte urbano, a los portuarios, a los municipales y a los bancarios.

TRANSPORJE URBANO

En este sector, las mayores huelgas se produjeron fuera del Gran Buenos Aires, en li!s siguientes ciudades: a) Córdoba, del 11 al 24 de enero de 1946, esta huelga obligó a los empleadores a pagar el agui­naldo de 1945; del 30 de septiembre al 8 de noviembre de 1946, una nueva huelga en demanda de incrementos salariales y mejores con­diciones de trabajo fue declarada ikgal el 30 de octubre, pero una vez. que los trabajadores accedieron a normalizar sus actividades. el Esta-

'" La débil capacidad de negoc1arni11 del sindicato y sns luchas internas están documentadas en la Umón Obrera de i.1 ( :onstrucción. Libro de actas de la comi­

sión directiva. l 946-1948.

271

do apoyó sus exigencias después de intervenit- la empresa privada de transporte; b) La Plata, del 10 de febrero al 17 de marzo de 1946, una huelga de brazos caídos muy bien organizada trató de conseguir el pago del aguinaldo de 1945. que finalmente subsidió el Estado des~ pués de intervenir la empresa privada de transporte; del 29 de junio al 11 de julio, una nueva huelga de brazos caídos exigía un aumento salarial; c) Mar del Plata, del 11 de noviembre al 18 de diciembre de 1946, se produjo un paro en apoyo de un aumento salarial; el gobier­no lo declaró ilegal el 23 de noviembre, pero, después de una huelga general de cinco días en toda !a ciudad, se vio forzado a conceder el aumento31

La ausencia de conflictos de cierta escala en el Gran Buenos Aires durante todo el período 1945-1955 puede explicarse, en buena me­dida, por la particular sensibilidad del gobierno a las demandas de este sector, resultado de una violenta huelga de tres semanas en sep­tiembre de 1945, que fue utilizada por los opositores políticos de Perón en su campaña de oposición. A pesar de que este sector obrero poseía una larga historia y experiencia organizativa que databa de 1920, nunca consiguió unirse a escala nacional. En 1945, la UTA represen­taba aproximadamente el 40% de los trabajadores empleados en el Gran Buenos Aires y La Plata, y sólo después de mediados de 1947 logró expandir su jurisdicción al interior.

EL SECTOR DEL PUERTO

La huelga más importante de este sector se produjo en Buenos Aires, lugar en que se concentraban las actividades portuarias. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Argentina aumentó considerablemente sus exportaciones de carne y cereales a Europa, y las divisas acumula­das durante ese lapso le permitieron importar grandes cantidades de materia prima y de maquinaria industrial entre 1946 y 1948. Los por­tuarios ocupaban una posición estratégica de control sobre el movi­miento comercial con el extranjero, así como también sobre el acele­rado desarrollo del sector industrial.

Los portuarios estuvieron involucrados en diversas y prolonga­das huelgas en 1946, que tenían como objetivo reforzar la imple-

.11 La Pr('llsa, 1946, 1947.

Page 31: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

272 Louisc M. Doyo11

mentación de reformas laborales del gobierno. Los conflictos más serios, sin embargo, se produjeron en febrero de 1947 y enero de 1948. El 30 de enero de 1947, el Sindicato Único de Portuarios Ar­gentinos declaró una huelga de brazos caídos en todo el sector para respaldar sus demandas de aumentos salariales, el pago del aguinaldo de 1946 y la regulación más estricta de las condiciones de trabajo, además del pago vacaciones anuales. Pese a que los obreros obtuvie­ron la mayor parte de sus reclamos con el trabajo a desgano durante una semana, el descontento fue generalizado, pues no se habían lo­grado los mismos beneficios que otros trabajadores industriales. Des­pués de febrero de 1947, por ejemplo, sólo se otorgaban vacaciones pagas a aquellos obreros que hubieran trabajado en la misma empre­sa durante un mínimo de seis meses, pero el sistema especial de con­tratación en vigencia descalificaba de ese beneficio al 50% de los empleados en el sector. Los portuarios no conseguían organizar un mecanismo de empleo bajo control del sindicato, medida que consi­deraban esencial, ya que las empresas, muchas veces, sobornaban a los tr~bajadores en huelga en otros sectores, o bien utilizaban a los inmigrantes para burlar el control del sindicato y la legislación labo­ral. El 19 de enero, el SUPA declaró una huelga general para protes­tar contra el incumplimiento del reglamento de trabajo por parte de la patronal y la negligencia del gobierno para hacer cumplir las leyes laborales. Al día siguiente, la huelga fue declarada ilegal y el 24 de enero l~ CGT intervino el sindicato. Sólo el día 28 el gobierno logró normalizar los servicios portuarios. El sindicato quedó intervenido hasta mediados de 1949 y el número de afiliados cayó de 14.000 a 3.00032

Los portuarios tienen una larga y dolorosa historia organizativa que data de comienzos de siglo. Hasta 1943, la mayoría de los diri­gentes gremiales eran anarcosindicalistas y no conseguían organizar más que a un 10% de los trabajadores del puerto. El SUPA fue fun­dado en agosto de 1944 por un militante nacionalista, Gerónimo Schissi, simpatizante de la política social de Perón; después de 1945 el sindicato apoyó sistemáticamente al gobierno ... fa! como sucedía

-''Entrevista a (;crónimo Schíss1, uno de los f1111dadores del SUPA y su secreta­n o ~eneral entre 19..¡..¡ v 1948. Ver también El Lídn; 30 de ::11cro al 7 ck febrero de J<J..¡7_ y 19-28 de v11cro de 1948.

El co1!flicti1Jo ca111i110 a la r~f(1rma social 273

con los obreros de los frigoríficos, los portuarios enfrentaban a la patronal -a pesar de la férrea negaova de ésta a sus reivindicaciones­ª sabiendas de que el gobierno no podía soportar ninguna paraliza­ción de un sector tan importante para el desarrollo del país.

Los TRABA].WORES MUNICIPALES

En este sector, se produjo un número significativo de conflictos, tan­to en Buenos Aires como en las capitales provinciales. Las huelgas más importantes del interior se registraron en la provincia de Santa Fe. La primera, del 10 al 16 de sepnembre de 1946, fue en apoyo a la renuncia del intendente y terminó con la intervención de la Munici­palidad y del sindicato. Otra huelga. entre el 12 y el 18 de agosto de 1947, se desató por la demora en la implementación del escalafon, demanda que fue satisfecha dos semanas después de levantarse las medidas de fuerza. Entre el 15 y el 26 de septíemb.re de 1947, hubo otro movimiento en protesta por la negligencia de la Municipalidad en implementar el escalafón, que se resolvió luego de que el sindica­to fuera intervenido. En Mendoza, los trabajadores paralizaron su labor entre el 25 y el 30 de septiembre de 1945, en demanda de au­mentos salariales, que fueron satisfechos una vez normalizadas las actividades.

La huelga más importante en este sector se produjo en Buenos Aires en mayo de 1947, Antes de que estallara el conflicto, los traba­jadores realizaron varías intentos para asegurar la implementación de las reformas laborales del gobierno y los beneficios específicos prometidos a la Municipalidad, pero estas gestiones se víeron frus­tradas. En marzo de 1946, por ejemplo, aún no habían logrado ase­gurar la aplicación de la semana de H horas de trabajo. Sólo después de dos días de huci~a violenta, en diciembre de ese n11smo año, el gobierno concedió a este sector el esratuto que reglamentaba los des­pidos arbitrarios por razones políncis.

La Unión Obrera Municipal. fondada en 1916 bajo la direcnún de líderes socialista~, fue interve1rn1J en JUiio de 1944 debido a Li fuerte oposición de su secretario l!;L'i1eral al gobierno militar. En los tres años siguientes. el interventor rrab~~!Ó con un grupo de ex mili­tante~ sonalistas. dispuestos a colahurar con las autoridades a cambio de lograr mc_¡oras p.ira los m1111il 1p.tks, divididos en es\':' entonces.

Page 32: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

.:n+ Lo11isc iVf.. Doy<111

Sin embargo, en marzo de 1947, CSl' comité renunció después de que el gobieJT}() se negó a normalizar el sindicato, a la vez que posponía reiteradamente las negociaciones salariales. El 29 de mayo de ese año, los recolectores de residuos recurrieron a una huelga violenta en de­mand.a de mejoras salariale~; dos días después, fue '-declarada ilegal y se 111t1mó a los trabajadores a retomar la actividad bajo la amenaza de despídos masivos. El 4 de junio, muchos líderes huelguistas fueron encarcelados y el gobierno solicitó la cooperación del ejército y de la CGT para limpíar las montañas de basura en descomposición. Tres días después, los trabajadores en huelga aceptaron normalizar sus ta­reas a condición de que fuesen remcorporados quienes habían sido despedidos y de que se entablasen mmediatamente las negociaciones salariales. A fines <le! mes siguiente. los trabajadores obtuvieron un aumento salarial, ya que el gobierno no estaba en condiciones de tolerar la repetición de una huelga políticamente cmbarazosa33 •

SECTOR BANCARIO

Los bancarios también tuvieron que recurrir a una violenta huelga en marzo de 1948, pues su sindicato fue incapaz de responder a las demandas del gran número de empleados de este sector. La Asocia­ción Bancaría, fundada en 1924 por militantes socialistas, se esforzó por mantener una línea apolítica durante el gobierno peronista, pero sus dirigentes fueron desplazados en las elecciones internas de 1947 por un grupo rival que postulaba una identificación más estrecha con el régimen. Los empleados bancarios gozaban de sueldos relativa­mente altos y de buenas condiciones de trabajo antes del ascenso de Perón al poder, e insistían en mantener esas prerrogativas con rela­ción al resto del movimiento obrero después de 1945. La nueva di­rección que asumió el control de b Asociación Bancaria en 1947 in­tentó responder a estas aspiraciones. pero sostenía que la reforma del escalafón y los aumentos salarialc' debían lograrse mediante nego­ciaciones pacíficas con el gobiern11. Sin embargo, como esta direc­ción fracas<Í l'11 sus reiteradas. gcsnn11es por lograr esas concesiones a tran?s de i<lS can,tlcs institucionak'. tl"rmmó despertando el desrnn-

"Ver 1.:¡ ()/1r!'n> .\Ju11iu¡1,i/. mani-111111,. de l'J-17 ,. L1 Pm1s,1. :;9 de 111;1vn al 7 dv J\11110 ck 11l-l7 . '

El w1!flicti11a ca111i11a a la r~/or111a social 275

tento de las bases y se vio forzada a renunciar el 18 de marzo de 1948. Luego, la Asociación fue intervenida por la 'CGT y los bancarios ini­ciaron el 24 de marzo una serie de paros no autorizados para respal­dar sus demandas. El día 30, el movimiento se intensificó y los mili­tantes desplazados por la facción peronista declararon una violenta huelga general, que abarcó todo el Gran Buenos Aires. Ese mismo día la medida fue declarada ilegal por la Secretaría de Trabajo: " .. .los acontecimientos de los dos últimos días obedecen a intenciones de perturbación y disgregación, tarea en la cual se hallan empeñados grupos que invocan, a partir de una pretendida comisión interbanca­ria, la representación de los auténticos trabajadores y que intentan provocar problemas para ocultar sus fines específicamente políticos, convirtiéndose en instrumentos dóciles de las oscuras fuerzas de la antipatria"34 •

Los bancos despidieron inmediatamente a 300 empleados y el gobierno procedió a la detención de los líderes de la huelga. El 4 de abril, los huelguistas accedieron a retornar al trabajo con la condi­ción de que se reincorporara al personal despedido y de que un co­mité electo por los bancarios presidiera las negociaciones de sus de­mandas. El 2 de junio, los empleados de este sector obtuvieron un nuevo escalafón y un aumento salarial.

4. LAS PRINCIPALES MODALIDADES DE LAS HUELGAS

Es posible identificar varias tendencias generales sobre la base del análisis d~. los principales conflictos que hicieron erupción después de 1946. En primer lugar, se constata que la protesta no fue un fenó­meno confinado al Gran Buenos Aires, sino que tenía proporciones nacionales: afectaba a todas las grandes ciudades del interior, inclu­yendo Córdoba, Rosario y Tucumán, así como también los centros urbanos de La Plata y Mar del Plata.

En segundo lugar, los paros se produjeron con mucha mayor fre­cuencia en la industria que en el transporte y los servicios; también se puede observar, dentro de las actividades manufactureras, una va­riación significativa entre la mdustria de la alimentación y otras ra-

'' l.11 f>rms.1. JO de marzo dc l 'J-IK.

Page 33: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

276 Louise M. Doyo11

mas, porque los conflictos tendían a ser más prolongados en el sector alimentario respecto de los restantes. Además, parece haber pocas dudas de que el grueso de las disputas fueron promovidas, y dirigidas por las organizaciones sindicales legalmente reconocidas. En gene­ral, los casos significatívos de huelgas extraoficiales fueron reducidos en número, circunscriptos fundamentalmente a las huelgas "salva­jes" que estallaban en el área textil, bancaria y de servicios municipa­les. Asimismo, también fueron poco frecuentes las huelgas no oficia­les de cierta magnitud o/ se produjeron principalmente en la cons­trucción, el transporte público urbano y los ferrocarriles. La mayor incidencia de paros en el sector manufacturero, junto con el hecho de que la gran mayoría de éstos fueron estrechamente coordinados por los sindicatos recientemente implantados, pone de manifiesto que la iniciativa en ei área económica se traslada, en el movimiento sindical, del sector servicios al sector industrial.

En tercer lugar, del análisis anterior resulta evidente que la nega­tiva de los empresarios a cumplir con las disposiciones oficiales fue ia causa menos frecuente de los paros más importantes. Las excepcio­nes más notables fueron los paros rotativos de los azucareros produ­cidos entre 1946 y septiembre de 1948, y ia primera huelga general de todo el sector realizada por la Federación Gremial de Trabajadores de la Industria de la Carne, destinada, en parte, a lograr el cumpli­miento del Decreto-Ley N.º 33.302. Más bien, el grueso de las disputas respondía al objetivo de ampliar los derechos de los tra­bajadores mediante la obtención de concesiones salariales y labo­rales. En la mayoría de los casos, la movilización culminaba con éxito, así se revertía la trayectoria de derrotas que había acompa­ñado al sindicalismo desde sus primeros tiempos. De los conflic­tos más destacados analizados, fue mayor la proporción de los que lograron sus objetivos que los que tuvieron que retroceder; sólo un pequeño porcentaje fracasó por completo. En la primera catego­ría, encontramos las huelgas organizadas por los trabajadores de frigoríficos (octubre de 1946); los metalúrgicos de Buenos Aires ( 1947); los panaderos de la metrópoli (1946, 1947); la rama lanera de los ,textiles (1946); los bancarios (1948); los trabapdores del sector público de la industria petrolera (1948); los recolectores de res1du<\s (194 7); los Jornaleros de la construcción en Córdoba, Rnsarío y Santa Fe; y, finalmente, el personal asal::iríado del trans-

El co1!flictí1;0 ca111i110 a la reforma social 277

porte público urbano en Córdoba, La Plata y Mar del Plat~. Por otro lado, las partes llegaron a acuerdos en las huelgas realizadas por trabajadores de las refinerías privadas de petróleo (1947), el sector azucarero ( 1948), los pormario5' (1947), ferroviarios (1947) y textiles algodoneros (1947). La disP.uta más importante .que se perdió durante este lapso fue, una vez más, la de los trabajadores del SUPA, en 1948.

Por último, la mayor proporción de los paros se produjo en el contex'to del proceso de negociaoón colectiva puesto en marcha. En vista de ello, antes de continuar, parece oportuno hacer una breve revisión de las funciones asumidas por el Estado en el ámbito de las relaciones laborales. Con ello se podrá tener una visión más acabada del marco en que tuvieron lugar los conflictos, las ventaps mmedia­tas que trajeron aparejadas al movimiento obrero, así como su im­pacto sobre los rasgos peculiares que adquíneron las protestas. Al respecto, se recordará que la búsqueda de relaciones de clase no an­tagónicas había sido una preocupación central de Perón, notoria des­de 1944, cuando echó las bases del nuevo sistema de relaciones labo­rales. El pilar sobre el que descansaba este nuevo sistema era el pro­ceso de negocíac1ón de los conveH1os colectivos por actividad bajo la supervisión directa del Estado. En forma congruente, los funciona­rios oficiales fueron llamados a participar en forma activa en todos los aspectos de estas discusiones. desde el comienzo mismo de las tratativas, a fin de compensar el dcsequilibrío estratégico de las fuer­zas contendientes. De esta manera. se esperaba que los acuerdos a los que se arribara resultaran suficientemente satisfactorios para los tra­bajadores -para evitar el desarrollo de conflictos innecesarios- y, al mismo tiempo, se buscaba asegur:ir que los térmmos de los acuerdos coincidieran con el "interés general", según se lo definía en la políti­ca económica estatal. Una vez que los contratos negociados entre los empresarios y los sindicatos eran certificados y homologados por el gobierno, automát1Camente adquirían fuerza de ley; su vaiidez p1..idía ser extendida a roda la actividad. ;iun cuando los delegados que los hubieran negociado y firmado 11u representaran a toda la rama en cuestión.

Los benefioos de este patrón de negocíaoones parad mov11mcnto smdical resultan.m obvios desdl' l·I comienzo. La l11tL·rve11c1L·lll del nobicrno acclcní d cstabk:cm11<:11l<l de una trama regubr ck 11cgo-~ - '

Page 34: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

278 Louise M .. Doyo11

naciones, que se realizaban en forma anual, por medio de la convo­catoria del gobierno a los empleadores recalcitrantes .. El valor de de­recho positivo que se otorgaba al contrato de trabajo también facilita­ba su plena implementación en aquellas áreas en las que los sindica­tos aún debían consolidar sus organizaciones. El papel que se arroga­ron las autoridades en el corazón mismo del proceso las convirtió, por ello, en el interlocutor lógico al que estas entidades se dirigían cuando articulaban sus demandas y hacia las que orientaban el im­pulso de su accionar.

Sería contrario al sentido común y la evidencia disponible negar que ei régimen generalmente adoptó una actitud favorable hacia los reclamos de los trabajadores. Su mclinación pro obrera se pone de relieve cuando se lo compara con las políticas sociales de todos los gobiernos anteriores, con la excepción parcial de la primera presi­dencía de Yrigoyen. No fue una mera coincidencia que el desenlace de las huelgas y paros difiriera notoriamente del observado en los momentos precedentes de la historia del movimiento obrero. Al leer ias reseñas .de estas discusiones, se verifica con suma frecuencia que los funcionarios de la Secretaría de Trabajo adoptaron una posición favorable frente los reclamos de los trabajadores y ello condicionó, sin duda, las decísiones del sector patronal.

Destaquemos, no obstante, que la actitud oficial favorable no fue una respuesta automática. Con mucha frecuencia, sólo los paros masivos y bastante largos, que involucraban toda una acti­vidad o un sector vital de ella, consiguieron que las autoridades aceptaran la legitimidad de los reclamos sindicales. El recurso a la movilización de las bases constituyó, por lo tanto, un instrumen­to clave en la concreción de los objetivos sindicales. La mayoría de las disputas analizadas, que generalmente se producían una vez que las negociaciones habían llegado a un punto muerto, debe­rían considerarse como la aplicación de la presión coercitiva, ya sea para galvanizar al régimen e impulsarlo a imponer las condi­ciones de los sindicatos o para quebrar su propia resistencia a acep­tar la validez de sus reclamos. Y este empleo táctico de la huelga, diseñado, no tanto corno una forma de sanción económica contra los empresarios sino como una demostración de fuerza dirigida a las autoridades, tiene muchas características comunes con el pro­ceso de negociación poiítica descripto por Payne en su examen de

El Ct'l!flíctil'D ca111i110 a la r~f(in11a social 279

las relaciones Estado-sindicatos en Perú.is. Por lo tanto, el análisis centrado en las huelgas, como una forma distintiva y crucial de ac­ción colectiva durante estos primeros años, confirma la hipótesis de que la dialéctica entre Perón y el movimiento sindical no había sido suprimida con el pasaje de la CGT a manos peronistas. Asimismo, trae a la luz un período de intensa negociación entre los dos aliados posteriores a este acontecimiento.

Además de contribuir en gran medida a desacreditar el mito tan común de que las disputas carecieron de un valor instrumental du­rante los primeros años de la posguerra, la investigación también per­mite descubrir algunas de las razones del distinto grado de intensi­dad de la negociación entre ciertos sectores y el gobierno, y las difo­rentes formas que ésta adoptó.

A partir del análisis realizado, podemos concluir que es infunda­da la afirmación de que se puede establecer una relación directa en­tre la trayectoria anterior del sindicato o su orientación partidaria en el presente y la aquiescencia automática del régimen o su resistencia a sus demandas. En otras palabras, es imposible afirmar que la Secreta­ría de Trabajo haya mostrado una actitud consistentemente favorable hacia los reclamos de aquellos sindicatos que se identificaban más estrechamente con el gobierno, por lo que éstos no tuvieron necesi­dad de recurrir a la fuerza, en tanto que la necesidad de aplicar una presión militante recayó fuertemente sobre las entidades que perma­necían fuera de este "círculo favorecido". A la vista de las evidencias disponibles, una visión semejante no está en condiciones de explicar por qué la negociación por medio de paros laborales fue utilizada con mayor celo precisamente por los sindicatos industriales, que ha­bían florecido bajo el ala protectora del Estado. Asimismo, el descu­brimiento de una incidencia menor de huelgas de los trabapélores de servicios no se debería tomar como prueba de que tal táct\c1a de ne­gociación se le negaba a los sindicatos tradicionales debido a su tibio apoyo a Perón mientras fue Secretario de Trabajo. Una teoría mono­causal como la que estamos discutiendo no puede hacer justicia a la complejidad de un fenómeno en el que se notaba que la intensidad de la presión por medio de la huelga variaba, no sólo según el sector involucrado sino también en función del rnntemdo de las deman-

\5 R. Paync. La/1(111/ c111il l'olitics 111 J>em, 'ólc Universltv l'rl'SS, l %5. pp. 1 l. 3<1-56.

Page 35: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

280 Lo11ise M. Doyon

das. Por lo tanto, en el análisis se deben introducir algunas otras va­riables, además de la exclusivamente política.

En las páginas anteriores, se hizo referencia a la ex:iste,:ncia de dos patrones distintivos de conílict~ dentro de la industria, coí1 paros, en general más prolongados en los sectores de procesamiento de mate­rias primas agrícolas que los de la industria propiamente manufactu­rera. Dos factores relacionados parecen haber tenido mayor inciden­cia en la duración de los paros, a saber, el distinto nivel de prosperi­dad en las diferentes actividades involucradas y los recursos a disposi­ción del Estado para arbitrar en forma efectiva la disputa. Evidente­mente, es imposible descartar la influencia de una larga tradición de lucha entre el movimiento sindical y la patronal dentro de la indus­tria de la alimentación, que se remonta a principios de siglo, y que ciertamente galvanizó los lazos de solidaridad en la dinámica de las movilizaciones, convertidas en ocasiones en verdaderas pruebas de fuerza. Por otro lado, es fundamental recordar que las restricciones financieras limitaron la capacidad de la administración para arbi­trar en los conflictos. La fuerte regulación de precios de estos ali­mentos esenciales, que incidían en la canasta familiar de los tra­bajadores, brinda una explicación parcial al hecho de que este sec­tor tuviera poca participación en el volumen de los conflictos; ello reforzó la resistencia de los empresarios a aumentar salarios, lo que condujo a que, finalmente, el gobierno se viera obligado a aceptar tales. aumentos y los compensara por la vía de subsidios a los productores.

Un escenario semejante no existía en el sector manufacturero, donde las negociaciones eran más fluidas. Aquí el Estado gozaba de múltiples resortes que podía manipular durante las negociaciones. La «buena disposición» de los empresarios en estas actividades debía mucho, sin duda, a su vulnerabilidad con relación al gobierno, que favorecía e impulsaba su eA.-pansión por medio de protecciones tarifa­rias, créditos blandos y acceso preferencial, tanto a las licencias de 1mport:ición como al comercio exterior. Además, el trago amargo que significaba tener que acceder al reclamo de los trabajadores de com­parnr la ola de prosperidad fue más fácil de digerir como resultado de la honanz:i s111 precedentes de la que eran k;s principales bencfi­cí:mos. El hecho de que resultó 11111ccesano que el Estado sostuviera el rnsm de los redamos salariales de los grc1111os fue un factor que en

El co1!flicti110 cami110 (1 la n;Jór111a soda/ 281

sí mismo contribuyó a que el primero se mostrara más receptivo ante las exigencias de estos últimos en este sentido.

También cabe destacar la gran predisposición de la Secretaría de Trabajo para acceder a las demandas salariales de los obreros indus­triales, en contraposición con sus reclamos sobre el control laboral. Basta sólo recordar, por ejemplo, que la crisis de octubre de 1946 en los frigoríficos, que se prolongó durante dos meses completos, se hubiera resuelto en la mitad del tiempo si no hubiera sido por la insistencia de los trabajadores en lograr la garantía horaria. La re­nuencia de las autondades también resultó evidente cuando llegó el momento de respaldar el reclamo de los panaderos de que se aboliera el trabajo nocturno. De la misma forma, la huelga de los metalúrgi­cos surgió principalmente de un cronograma de normas sobre con­diciones de trabajo que la UOM quería implantar y que los media-

.. dores oficiales deseaban descartar a cambio de aumentos salariales. Otra manifestación importante de los contrastes entre el gobierno y los sindicatos en cuanto a la defimoón de los derechos de los trabap­dores surgió en la industria petrolera privada; aquí, los árbitros de­signados por el gobierno mostraron una fuerte resistencia a redactar un código de traba_¡o detallado para regular las relaciones internas en la fábrica. Tales discrepancias no deberían sorprender viniendo de un gobierno que hizo del fortalernmento de los cimientos del capi­talismo industrial en la Argentina un pil;rr de su Primer Plan Quin­quenal. Su política social se articulaba sopre la elevación del nivel de vida de los estratos más bajos. La metodología para lograr este objeti­vo pasaba por mejorar los términos en los que la clase obrera vendía su fuerza de traba_¡o. Por otra panc. aceptar el principio de la libre empresa, también significaba aceptar las prácticas que acompañaban la propiedad privada del sistema productivo, especialmente. la «sa­grada» prerrogativa de la autonomí~t patronal. De allí las vanas tenta­tivas oficiales por contener el impulso de los trabajadores dirigido a extender el control sobre la relaci<m laboral en sí misma, por temor a que pudiera minar los mecanísmm de decisión en las empresa!>.

Al analizar el secmr de serv1ut >.'i en ei que se observa un mvcl bastante menor de paros, nos en1 n·ntamos con una situación total­mente diferente. ljllL' surge no sól" dd carácter de las func1om's dL'>­empcñadas. sino t.1111b1én de la pn t diar naturaleza de la m1snu rela­ción de empko. btLJS dos fact01\·, 1Hi agotan la complejidad dd t"l:-

Page 36: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

282 Louisc lvl. Doyo11

nómeno, pero permiten comenzar :i comprender la modalidad de las disputas en este sector. En primer lugar, se debe recordar que la opi­món pública equipara el bienestar de la comunidad con el funciona­miento ininterrumpido de numerosos servicios que inc;luyen transporte, comunicaciones, salud y gobierno. En su estudio The Interi11d11stry Propet1sity to Strike, Kerr y Seigel señalan que las enormes presiones sociales que se disparan cuando se desarticulan estos cen­tros neurálgicos de la vida en sonedad constituyen la variable clave que explica el bajo nivel de huelgas observado en las sociedades in­dustriales avanzadas3r'. La situacíón se complicó aún más en el caso argentino por la gran e:x"tensión del área que caía bajo la administra­ción directa del Estado después de la implementación de su progra­ma de nacionalización. Muchos smdicatos de servicios no tenían el margen de maniobra de que gozaban sus pares en la industria, quie­nes podían definir al empresario privado como su adversario mien­tras recurrían a un paro como tárnca para ejercer presión sobre las autoridades. En los servicios esenciales, el empleador y el mediador eran el mismo actor; una huelga en este contexto tomaba una nueva dimensión, porque se convertía en una sanción directa y un desafío al principal aliado de los trabajadores en la arena política. En el caso de producirse una huelga, los opositores al gobierno contarían con gran cantidad de municiones par:i disparar sus críticas. Podrían ha­cerse un festín censurando al régimen por no poder proteger el inte­rés público y, al mismo tiempo, arrojar dudas sobre la sinceridad de sus propósitos pro obreros; de esta forma, los opositores podían ex­plotar las luchas económicas para sembrar la discordia en las filas de la coalición gobernante. La sensacional cobertura que hicieron los diarios de la oposición sobre la huelga de los recolectores de residuos brmda una amplia prueba del reprntino «entusiasmo» de los antipe­ronistas por defender ia causa de los «desvalidos», la misma que ha­bían ignorado en la crisis de 1945 y durante la posterior campaña electoral.

Este tipo de repercusiones de los conflictos, de vasto alcance po­lítico, también reforzaron el poder de la Secretaría de Trabajo. Más concretamente, la agencia oficial pudo apelar a las consideraciones

"'C. Kcrr v A. Sic¡;cl. <>Thc li1tL"rmdust1 v Prnpcnstty tu Strikc». en A. KornhattSl'r, R. Dubin y A.M. Hoss (c,ls.). lud11srri.1/ (.',•ll/ha, Me( ;r;1w llill. NcwYürk, 1954, p. l'J-1.

El co1!tlictí11(1 ca111Í11(1 a la r~(or111a social 283

políticas y nacionales a la hora de ejercer presión para lograr el trámi­te pacífico de los reclamos presentados por los trabajadores y sus re­presentantes, quienes estaban en la disyuntiva entre su obligación política hacia el gobierno y sus expectativas de mejoras laborales. Tam­bién permitirían que 'los funcionarios oficiales dispusieran de más elasticidad y recurrieran a tácticas dilatorias cuando trataban de con­ciliar las aspiraciones de los trabajadores con los pesados compromi­sos financieros del gobierno. Como se señaló anteriormente, el go­bierno no era sólo un importante instrumento en la redistribución del ingreso proveniente del campo hacia los sectores urban'os, sino que también lo hacía hacia abajo, ya que subsidiaba salarios en las industrias alimenticias y garantizaba el pleno empleo por meáio de la creación de puestos de trabajo en el sector público. Esto no significa, sin embargo, que la manipulación oficial de las vastas repercusiones de la protesta haya atado por completo las manos de los trabajadores. Los funcionarios oficiales no sólo debieron enfrentar la necesidad política elemental de reconocer participación de éstos en la coalición gobernante y de velar por los beneficios que ella entrañaba. Sobre ellos pesaba asimismo la amenaza siempre presente de que se produ­jera una situación que los desautorizara, bajo la forma de una huelga antigubernamental, promovida por las bien aceitadas redes sociales de que disponían los militantes sindicales de base.

5. LOS BENEFICIOS OBTENIDOS

POR MEDIO DE LA PROTESTA ORGANIZADA

En el análisis caso por caso de las principales disputas que marcaron los primeros años del gobierno peronista, el interés primordial fue presentar brevemente las características más importantes, que po­drían permitir al lector formarse una idea de la anatomía del movi­miento de huelgas. Se describieron el papel que desempeñaron las organizaciones sindicales, las funciones que asumió el gobierno y su reacción a la presión de los trabajadores. También se bosquejó un perfil del origen de los conflictos a fin de poder ofrecer una clasifica­ción de sus principales reivindicaciones. Sin embargo, hasta ahora no hemos hecho un inventario de las reformas laborales llevadas a cabo durante este período. A continuación, procuraremos remediar esta omisión, centrando nuestra atención en las que se mtrndujeron

Page 37: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

284 ) . Lo11isc M. Doyo11

hasta fines de 1948, y trataremos de evaluar la contribución de la movilización de los trabajadores en su concreción.

Además del aumento de las pensiones por edad avanzada y disca­pacidad para los trabajadores industriales producido en 1946, hubo otras dos áreas en las que se produjeron cambios importantes a me­diados del primer período presidencial de Perón37 • En primer lugar, hubo un importante aumento en los salarios reales. Por desgracia, no se dispone de estadísticas que muestren la evolución del ingreso para el conjunto de los trabajadores, pero la información existente referi­da al sector industrial brinda un indicador de la dirección del cambio durante el período. En el cuadro que se transcribe a continuación, se han incluido, tanto los salarios reales como los pagos totales por hora; ello resulta necesario porque los salarios básicos que figuran en los contratos de trabajo no tienen en cuenta los cuantiosos beneficios suplementarios obtenidos por los trabajadores.

Índice de salarios reales por hora en la industria

Año Calificado No calificado Pago por hora 1943 100,0 100,0 100,0 1944 105,1 107,7 ilo,5 1945 85,5 98,5 105,8 1946 90,8 95,2 111,7 1947 103,9 108,8 140,0 1948 123,6 137,0 172,9 1949 118,4 134,3 181,4 1950 113,2 126,8 173,6

" Fuente. B. Silvcrman, Labour Ideology and Econom1c Dcvclopmcnt ín the Pe­romst Epoch", Studics i11 Intematio11al Co111paratiflc De11elop111ent, IV (2/1968-1969), p. 243.

El análisis de los paros ha puesto de manifiesto que los aumentos salariales ocuparon los primeros puestos entre las demandas labora-

_;; Entn: l 9..f5 y 1950. el 11úmero de pcr,n1w; con cobertura de segundad snnal asce11diú de 1,-f a 2,5 millo11cs. Ministerio de Tbha10 y Segundad Social. Análisis cconcí-111ico fi11:111nno de las c~¡;1s 11anonalcs de prev1s1<i;1 sonal, Buc11os Aires, 1 %J. p ~J.

El co1!flicti110 ca111i110 a la r~fbrma social 285

les; la racionalidad de esta prioridad en la movilización de los trabaja­dores no requiere demasiados argumentos. Como ha sefi.alado Ri­chard Hyman: "En una economía de mercado, muchas de las cosas que los trabajadores y otras personas desean sólo se pueden conse­guir por medio de transacciones en efectivo"38

• No sucede lo mismo cuando se trata de esclarecer cuál fue el papel que le cupo a los sindi­catos y al régimen en la dinámica salarial. Esta cuestión sigue siendo un tema espínoso entre los analistas de los movimientos obreros en la mayoría de los países debido a la «confusión de los factores que intervienen, y a la dificultad en aislarlos y analizarlos por separado»39

.

La situación de pleno empleo ciertamente jugó un papel importante en el fortalecimiento de la capacidad de negociación del movimiento sindical; ocurre, sin embargo, que el funcionamiento del mercado de trabajo no fue índependiente de los mtentos del gobierno por ab­sorber los flujos de mano de obra expandiendo el sector público. Más atrás destacamos que el gobierno mostraba una preferencia especial por los aumentos de salarios. El gobierno podía, así, conciliar su com­promiso de mejorar el estándar de vida de los trabajadores con una estrategia de desarrollo que buscaba consolidar las industrias nacio­nales por medio de la expansión del mercado interno. No obstante, parece más que probable que la protesta organizada del sindicalismo en apoyo de las demandas salariales, por lo menos, fortaleció la capa­cidad del régimen para llevar a buen puerto ese compromiso. Y en el caso de ciertas actividades, la movilización sindical sin duda lo forzó a cumplir sus promesas. Por lo tamo, aun cuando no podamos eva­luar con precisión el desempeño del movimiento sindical al discutir la redistribución de ios recursos económicos, la gravitación de los sindicatos no puede ser soslayada.

El segundo ámbito donde se prndttjeron modific.10Lmes de peso fue en la relacíón de trabajo misma. pllr medio de la claborJción de un amplio cuerpo de normas que avanzaba considerablemente sobre la au­toridad patronal. En su análisis comparativo de las relaciones laborales

•en la Argentina, Chile y Brasil. RobL'rt Alexander presenta una breve descripción de los prmc1pales camli1us operados en este campo•". Su

;"Richard Hyma11. op. ot., p. l l 7 ,., Victor Alkn, Mili111111 '!hule l !1111i111su1. Ln11drcs, l 966, p. 20.

'"R. Alcxa11dcr. Li/h 1111 l?.cl1111"11s 111 .·l:-~ui/111<1, Bra.:il, d111/ Chile Mc(;raw I lill. Ncw York. 1 %2. pp 1-Hl .. J 'iO.

Page 38: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

286 Lo11isc M. Doyo11

análisis, sín embargo, no puede contestar vanas preguntas pertinen­tes, entre las que se :destacan las de los orígenes de estos cambios. Cabe destacár, asimismo, que la mayoría de los trabajos sobre el pe­ronismo han mostrado una notable falta de interés por analizar más profundamente este asunto o hasta por integrar los datos que provee Alexander a fin de colocar estos cambios en su correcto contexto his­tórico. Tal indiferencia resulta aún más sorprendente tratándose de una cuestión como el control sobre el proceso laboral, en la que los sindicatos tomaron la iniciativa y lo hicieron sin demasiada simpatía por parte de las autoridades gubernamentales. El examen de las con­quistas alcanzadas en este campo suministra un valioso elemento para comprender el grado de racionalidad de los huelguistas, ya que ofre­ce un buen indicador del alcance de la temática reivindicativa del movimiento de protesta.¡1

• Más aún, la falta de atención prestada a los convenios colectivos que sancionaron estas nuevas reglas de tra­bajo ha ocultado el hecho de que se ubican como 1111 cuerpo legal separado, paralelo y amplificador del espíritu y los términos de la legislación social general aprobada por el gobiemo. El desconocimiento de las reformas incorpo­radas a los contratos colectivos, que debieron su existencia a la movi­lización de los trabajadores, impide apreciar cabalmente la contri­bución original que hizo a la revolución peronista este socio de la alianza gobernante, después de que ésta llegara al poder.

No disponemos de una sene completa de convenios colectivos con la cual realizar un análisis sistemático de las condiciones de tra­bajo. Sin embargo, exist~ un número suficiente de acuerdos, de ma­nera que es posible distinguir las tendencias generales que se regis­traron en este campo. El breve detalle que ofrecemos a continuación está basado fundamentalmente en la consulta de contratos firmados por trabajadores de la construcción, molineros, vitivinícolas, textiles, de la indumentaria, metalúrgicos, químicos, del caucho, petroleros y luz y fuerza. A pesar de que en los archivos de los sindicatos o del gobierno no hay copias de contratos realizados por trabajadores d~I sector terciario, las actas de los sindicatos de servicios, en las que se comentan los puntos principales en litigio durante las negociaciones. respaldan el punto de vista de que las transformaciones que se des-

<J Ver R. I fyman (op. cít., pp. 107-127), para 1111 connso estudio sobre el grado de rarnmalidad en el conflicto obrero.

El n>l!fliaiFo ca111i110 a la njorma social 287

criben a continuación también se aplican a la mayoría de las activida­des de este sector.

En 1948, los convenios que establecían patrones de condiciones de empleo en el orden nacional ya se habían convertido en el rasgo dominante del sistema de relaciones laborales y estaban lejos de agre­gar adornos menores a la situación existente antes de 1946. Com~ se recordará, el alcance de los convenios anteriores a ese año había sido escaso, limitado al establecimiento de tasas salariaies básicas y al compromiso de respetar la legislación que establecía las vacacio_ne~ y las ocho horas diarias de trabajo; sólo los trabajadores ferrov1anos habían escapado a la regla, porque sus poderosas organizaciones ha­bían podido ampliar los derechos laborales más allá de los lineamíen~os existentes, Después de la victoria en las urnas de las fuerzas peroms,.. tas, resulta claro el cambio cualitativo operado en el carácter de los contratos, puesto que los trabajadores se propusieron -y lograron­quebrar la casi ilimitada autoridad legal de que disponían los emp:e_s,a­rios sobre su personal. El rechazo de los trabajadores a la defimc1on de su rol como meros instrumentos de producción se dio bajo la forma de limitar el poder de la patronal sob~e el uso, la organización y el disciplinamiento de la fuerza laboral.

Las antiguas prerrogativas patronales sobre el derecho de contra­tar, despedir, transferir y promover la fuerza de trabajo fueron ~edu­cidas principalmente por medio de la introducción d.ei pr~~cip10 de la antigüedad y la elaboración de una intrincada clas10cac1on de ta­reas comúnmente llamada "el escalafón", que garantizaba igual re­mu~eración por igual tarea dentro de la fábrica y en toda la industria. Debido a que estabilizaba la posición de los trabajadores en la jerar­quía laboral, el escalafón no sólo disminuía la facultad patr~nal_ de administrar la fuerza laboral como una masa relativamente md1fe­renciada. También dificultaba el uso de este poder como una medida disciplinaria a la que, a menudo, recurrían los supervisores a fin _de quebrantar la voluntad de los «agitadores)) sindic~les; Ade~ás, brm­daba un patrón predecible de ascenso que restrmg1a la libertad de contratar de la empresa. estipulan.do que las vacantes sólo podían ser cubiertas ~~n personas de afuera después de que se les hubiera ga,.. rantízado una oportunidad para probar sus aptitudes a aquellos tra­ha.1adores de la categoría inmediatamente inferior. Otro blanco espe­cial de estos convenios fueron las transferencias temporanas. En el

Page 39: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

288 Louisr: M. Doyo/I

caso de transferencias individuales a un puesto superior a fin de cu­brir vacantes momentáneas, todos los contratos especificaban que el trabajador tenía derecho a recibir el salario establecido para esa catego­ría y la mayoría de los contratos hacían obligatoria la reclasificación permanente en el nivel superior del trabajador que hubiera ocupado el nuevo cargo por un período de dos meses en forma continua o intermitente. Si el cambio era a niveles inferiores, no se podía dismi­nuir el salario. En los casos en que las transferencias comprendieran a varias personas al mismo tiempo, era necesaria la aprobación previa del delegado del sindicato. Sobre el tema de los despidos, "la pena capital en el capitalismo", y para el cuai se habían establecido rígidas reglas en el Decreto-Ley 33.302, los convenios colectivos introdu­cían escasas innovaciones, salvo la regulación de las suspensiones y la reincorporación sobre la base de la antigüedad42 •

También se introdajeron importantes beneficios suplementarios. Por ejemplo, además de las vacaciones anuales establecidas en el de­creto antes mencionado, el trabajador, si era estudiante de medio tiem­po, teynía derecho a una licencia extraordinaria con goce de sueldo durante el período de exámenes. Se le otorgaban excepciones simila­res bájo las mismas condiciones en el caso de contraer matrimonio (generalmente, diez días) y en caso de muerte de un familiar directo (cuatro días). Además del aguinaldo, también se preveía el pago de un suplemento especial por cada año de antigüedad y una asignación mensual por cada hijo menor de quince años.

Tomando prestada una expresión de Allan Flanders, estos conve­nios crearon "un orden legal en un entorno que alguna vez fue arbi­trario, entronizando un código de derechos laborales"43 . Sería inge­nuo creer a los propagandistas del régimen y a ciertos e:x'Ponentes de la escuela de la "democracia industrial", quienes proclamaban que ese código revolucionó la relación laboral introduciendo una "copar­ticipación en la dirección". No se puede exagerar la extensión de las reformas; éstas no reestructuraron completamente el proceso de toma

' 2 Entre otros temas tratados en los ar11crdos, aparee:.: ci traba_Jo insalubre, en el q11e la JOrllada laboral se reduce a seis horas: las normas de higiene: y la forma en

q11c se podrían n:colcctar los aportes al smd1cato durante las horas de trabajo. hasta q11c se 1111plc111cnt6 d sistema de dcscucuw por planilla a partir de 1950.

1-' Allan FL11Jdcrs. ;\1ruu~~<'llH'rlf aiul [ '1111111s. F.1bn, Londres. l 970, p . . Q.

El co1iflicti1,o camino a fa r~forma social 289

de decisiones en el lugar de traba.Jo, porque dejaron fuera de la intervención del trabajador ciertas áreas clave de la política de la em­presa como, por ejemplo, la inversión, el tipo de prod~1cto m~nufac­turado y la tecnología empleada. De todos modos, sena van? 1g~orar que, a partir de ese momento, la autoridad patronal quedo sujeta a restricciones significativas, parecidas en su alcance a las que impu­sieron Jos trabajadores en las sociedades industriales más avanzadas

44•

La enumeración de las cláusulas introducidas en los conventos pone de manifiesto la magnitud de la redistribución del poder que se pro­dujo en los ámbitos de trabajo como resultado de las huelgas ocurri­das entre 1946 y 1948. También permite comprender las amargas quejas de los empresarios, que ya se insinuaban entonces y .que se volverían más abiertas y estridentes durante la segunda pres1denc1a

de Perón. Un instrumento clave en el ejercicio del control en el lugar de

trabajo y una de las fuentes principales del malestar patronal t~~ otra conquista de los trabapdores: las comisiones internas. La creac10~ de estas comisiones, directamente integradas a la estructura del smd1ca­to, aseguró importantes beneficios, tanto a los trabajadores como a las organizaciones gremiales: aumentó la eficacia. de éstas para prote­ger los derechos económicos y soCiales del trabajador dentro del ~1s­tema de producción, y creó un vínculo perm.anente entre los,.. dm: gentes y las bases. La forma.ción de las c~,m1s1ones mter~~s orrec10 una garantía efectiva para la 1mpkmentac1on de la leg1slac10n laboral y los acuerdos colectivos negociados por el sindicato al .introducJr en la empresa un cuerpo orgánico de delegados reconocido que pudo negociar con los patrones sm temor a represalias. En el caso de que sus reclamos no obtuvieran una solución satisfactoria, podían recu­rrir a la instanda local o nacional del sindicato. La existencia de estas comisiones aseguró también un canal directo y continuo de comuni­cación entre el sindicato y los obreros, que !uzo posible que los mili­tantes estuvieran al tanto de las preocupaciones de sus bases.

La implantación de las comís10nes internas fue el resultado di-

H Para un análisis comparativo del gr."h' de penetración del proceso de tr.1baJO

por parte de Jos 1110\'Ím1entos obreros c111 opeos y nortcamcncano.s. rnns11ltar Eve­rctt M. Kassalow, 'frade l'11ious a/ICI fodus1r1.il Rclatio//s: .-111 lu/IT1111TÍ<11111/ C,1111¡wnsM1,

Random House. Ncw York, J9h9, capínil" Vll: y Adolf Stumthal, ºP t 1t.

Page 40: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

290 Lo111~1T lvL Doyo11

recto de las presiones obreras y no se vio beneficiada por un respaldo legal en cI·régímen de asociacíoncs profesionales. El código no hacía referencia explícita a las comisíones internas, aunque los sindicatos argumentaban en favor de ellas basados en una vaga cláusula del artí­culo 49, que garantizaba' a los trabajadores el derecho a elegir sus representantes, sin especificar el nivel ni el tipo de funciones. Los patrones se opusieron tenazmente a ellas y sólo a regañadientes con­sintieron otorgarles un reconornniento legal limitado hacia 1947, cuando comenzaron a incluírlas rn las negociaciones colectivas de los sindicatos más poderosos. r lacia fines de 1950, su presencia se extendió a la mayoría de los sectores. A la vista de las múltiples fun­cíones que cumplían, su amplia difusión en el conjunto de la activi­dad laboral puede ser considerada como uno de los logros más tmsce11-drntes del 11101'i111ie11to obrero después de 1945. La relevancia de esta conr quista se aprecia mejor si se ~ons1dera que la aspiración a un control obrero en el lugar de trabajo no había sido aún satisfecha en la mayo­ría de los países de América latma.

Se pueden extraer tres conclusiones principales del análisis de los conflictos producidos en la posguerra y de las reformas que los si­guieron. En primer lugar, es insostenible adjudicar a la ola de huel­gas una función predominantemente expresiva más que instrumen­tal. En verdad, por medio del movimiento de protesta, los trabajado­res buscaron transferir a la arena económica su victoria política en las elecciones de 1946. Los paros y las huelgas que promovieron no fue­ron una reacción defensiva, sino más bien un desafío a la distribu­ción de recursos materiales y de autoridad en el sistema de produc­ción. En contra de lo que sostiene el saber convencional, los trabaja­dores movilizados se proponían conseguir no sólo retribuciones ma­teriales, asimismo, compartían rnn sus pares en las naciones más industrializadas el propósito de imponer dentro de la estructura de trabajo existente una serie de significativas reformas, animados por lo que Michael Mann ha denommado "el intento por alcanzar una medida de creatividad y control dentro del proceso de trah~jo mis­mo·•+;. En consecuencia, quedó delineada una continuidad directa

--.. ,~;¡: lvt~un. C:,111scw11s11css cr11cl .1(/Ít>11 ""'''11.~ t/f( Hi:stcm J Vi1rki11g Clcrss. Mac111illa11 PrL·ss. Ln11Jrc,, l 'J7-I. p. :w.

El co1!flictil'o ca111i1/(111 /11 r~fomw soci11/ 291

entre el nuevo movimiento de masas y los sindicatos tradicionales tanto con respecto a las modalidades de organización como en lo concerniente a su visión general de las luchas obreras. A través de la doble dimensión que caracterizó al movimiento huelguista, despun­tó el perfil de un sindicalismo cuyos contornos ya eran visibles desde comienzos de los años treinta y al que Alain Touraine se refiere como "sindicalismo de control"46 • Si bien aceptaba pragmáticamente la or­ganización de la sociedad como sociedad capitalista, el movimiento obrero no sólo buscó la participación en la arena política para hacer avanzar sus intereses, orientó también sus energías a penetrar en el mundo de la empresa para poner frenos al poder patronal y así estar en condiciones de luchar mejor por la limitación de las leyes del mercado.

En segundo lugar, los contratos de trabajo se firmaron contra el telón de fondo de ese impulso en acción y llevaron, por lo tanto, su sello distintivo, ampliando en gran medida tanto el espíritu como los términos de la legislación social promulgada por el régimen. En la Argentina, las principales victorias soc~oeconómi.cas de los tr~baja­dores, que en la versión ortodoxa estuvieron asociadas a las accwnes del gobierno peronista, no fueron exclusivamente producto de la, m~er­vención por parte del Estado, como en la mayoría de las repubhcas sudamericanas: también fueron el resultado de la intensa lucha lle­vada a cabo por el movimiento obrero organizado, la cual. con fre­cuencia, entró en colisión con el propio gobierno47

. Así, si bien el proceso reformista fue iniciado en primer término por la gestión de Perón bajo el régimen militar antes de 1946, su trayectoria post~rior se puede describir mejor como el resultado. de la convergen;:1a de recursos movilizados desde arriba por el gobierno y las energ1as ca­nalizadas desde abajo por los sindicatos. Vista en perspectiva históri­ca, la acción sindical inyectó un elemento adicional de dinamismo al

-,,. Alam Touramc, «Contrilmt1011 a la soc10log1<: du mouvcmcnt ouvncr. le S)~ll­

dicali•anc dt· controlen. Caliii'n llltc•m11fic111,111.\· dC' Sociofogie, Pn:ssc U111wrs1ta11 c de

Francc, 1%0: vol. XXVIII. <7 Un estudio sobre la lcg1slacHitt como la hcrranm:nta prl'dnmi11a11tc de n·for­

ma cu América latina v el Estado ton1<i el pnnctpal íttstrumcnto de c;1rnb10. se pue­de en< ontrar en Ala111 Touramc. ·d11tfu,trialis.1t1011 et consc1c11cc nnvrii':rc .1 San l';1u­

lo". Si>no/,~~ic d11 Thrmi/, vol. J. N" -11. 1%1. PI" 77-95.

Page 41: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

292 Lo11isr lvl. Doyo11

proceso r_efonnista, al articular un gran número de nuevos reclamos que habnan de asegur~rl: al movimiento obrero organizado un im­portante, p~der de dec1s10~ sobre las condiciones de trabajo.

Por ultimo .. la contmmdad de los sindicatos como instrumentos de I~ lucha soc1oeconómica permitió que el movimiento obrero or­ga111zado no fuera totalmente afectado por las fuerzas paralizantes ~ue ge~1eraban sus vinculaciones con el Estado. Esas vinculaciones le impoman llevar a cabo tareas no siempre armónicas: de un lado 1 cond~~ta re~~onsable ~rente a las políticas públicas, y del otro, la p~r~ secuc1?n. m1htante ~e; mteres~s sectoriales. En esa exigente gimnasia, esto: ult1mos t~da~1a no hab1an sido sacrificados gracias a la movili­zac10n. ?e los smd1catos individuales en sus respectivos ámbitos de actuac1011.

f-1

IX LA DISMINUCIÓN DE LOS CONFLICTOS LABORALES Y EL AUMENTO DE LOS CONTROLES POLÍTICOS

Durante los últimos años de la década del cuarenta, el panorama des­cripto hasta aquí experimentó grandes cambios. El régimen revirtió su política tolerante hacia las huelgas. La CGT aumentó su función disciplinaria e intervino más que anres en la vida interna de los gre­mios. La conflictividad laboral disminuyó bruscamente. A la luz de estos cambios, la tesís según la cual la historia del sindicalismo como actor social llegó a su término bajo el peronismo parecería tener al­gún fundamento. Así, se afirma que s1 bien habían hecho una contri­bución invalorable para redefinir la posición de los trabajadores en la sociedad, la movilización obrera y los sindicatos como agentes arti­culadores de las demandas del mundo del trabajo no habrían de te­ner una presencia permanente en la Argentina de posguerra. Su pro­tagonismo había sido, en definitiva, de corta duración y, esencial­mente, el fruto de una favorable combinación de circunstancias. Por cierto, la reconstrucción efectuada más arriba sobre el papel que ju­garon en la puesta en marcha de las reformas laborales obliga a cier­tos ajustes sustanciales en la tesis que comentamos. Pero estos ajus­tes no pueden cancelar un hecho bastante evidente: el eclipse de la iniciativa obrera a mediados de la primera presidencia de Perón.

1. EL RÉGIMEN REDEFINE SU POSICIÓN SOBRE LA

NEGOCIACIÓN POLÍTICA 1

Es innegable que luna 1949 se pr,Klujo una fuerte· ccHnracoón del espacio político dentro del que se desenvolvía el movimiento sindi­cal. No obstante, lo que aún qued.1 por esclarecer es s1 la ddsnca reducción de los cunflictos sc deb11·, primordialmente a las barreras

Page 42: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

294 Lo11isc M. Doyo11

represivas que impuso el gobierno o sí en ese fenómeno gravitaron, además, otros factores. La interpretación que ve en la brusca caída de la frecuencia de los paros sólo un fenómeno negativo, resultante de los mayores controles gubernamentales, corresponde, en primer lu­gar, a una visión bastante romántica de los trabapdores y de sus mo­tivaciones para la acción. Hay que ser cautelosos ante la perspectiva que concibe a la movilización obrera como una fuerza siempre pro­yectada hacia adelante e insensible, por lo tanto, a la reacción de los poderes dominantes a sus demand:is. Una perspectiva semejante tien­de a desconocer los av~nces realizados en los años previos y a mini­mizar sus efectos sobre la evalu:ic1ón que hacían los trabajadores de su reciente experiencia. Como hemos visto, el mundo del trabajo había atravesado. un período de rápidos cambios, durante el cual vio realizada una gran parte de sus demandas prioritarias. Este es un dato para tener en cuenta, por lo que no corresponde equiparar apresura­damente la disminución de las huelgas con la paralela disminución de la capacidad de los trabajadores para articular sus demandas.

Tampoco se puede separar la mayor paz laboral del reconocimiento que los sindicatos habían ido alcanzando como representantes legíti­mos en las negociaciones con los empresarios. Este reconocimiento aceleró la consolidación de normas de procedimiento para la resolu­ción de disputas e hizo que el recurso a la huelga dejara de ser el medio habitual para consegmr la satisfacción de demandas. En otras palabras, en el marco de una mayor institucionalización de las rela­ciones laborales, "el retiro de la colaboración de los trabajadores en el proceso productivo ya no constituía uno de los medios principales para dirimir una disputa" 1 • Otro factor de importancia fue el desa­rrollo y la afirmación de los mecanismos de mediación del Estado. Inicialmente, la Secretaría de 1i·:ibajo careció de instrumentos lega­les, así como del personal idóneo para intervenir en la gestión de los conflictos. Hacia l 948, esas debilidades estaban, en gran medida, sub­sanadas. Por lo demás, a las mayores capacidades de gestión de la agencia labor:il. se sumó el hecho auspiciosu dt· que Eva Perón se uniera a sus actividades. En efcctu. al poco tiempo de asumir Perón la presidencia, ésta se instaló en bs oficinas dl'l Ministerio de Trabajo y desde allí se ocupó de recibir a dclegacione-; ubreras, escuchar sus

1 Gcottiy K. Ingham. Sirikcs i1111/ fll.l11.-1ncil C,111//ict. M.1rn 1111.111. Lo11drcs, 197-1. p. 1 L

La dis111it111ció11 de los ((lliflictos lalioralcs y el a11111c11ttl de los co11trtllcs polítinis 295

demandas y prometer hacerlas llegar a Perón. Las responsabilidades presidenciales de Perón le impedían continuar con el trato diario con los trabajadores y ésa fue la función que se asignó inicialmente Eva, aplicando su condición de esposa del presidente y su personalidad dinámica, a la tarea de apaciguar el frente sindical.

En síntesis, la aparición dei movimiento sindical como un actor relativam9.nte cohesionado, y las importantes concesiones que había ganado hacia 1948, tuvieron una importante influencia en la dinámi­ca del conflicto laboral en el corto plazo. Sólo una hipótesis parcial puede e:x-plicar el nivel de paros ·en un determinado momento del tiempo como un hecho fundamentalmente dependiente del grado de tolerancia o de oposición mostrado por el régimen a ias reivindi­caciones obreras2 , A pesar de que el respaldo de las autoridades fue, en un principio, decisivo y, después de 1946, complementario, el es­pacio político creado por el gobierno no puede por sí mismo explicar satisfactoriamente la movilización de los trabajadores. La renovada explosión de los conflictos laborales en 1954, a pesar de la desaproba­ción oficial y de los controles políticos existentes, parece que da sus­tento a la afirmación de que, una vez lanzada y organizada, la movi­lización de los trabajadores se había convertido en un componente insustituible de la Argentina peronista. Este señalamiento debe te­nerse presente porque ahora pasamos a una nueva etapa en las rela­ciones Estado-sindicatos, en la cual la sombra proyectada por el go­bierno sobre el movimiento obrero organizado adquirió progresi-;a­mente tal magnitud que, a fines de la década, éste comenzó a asemejarse a un cuasi apéndice administrativo del régimen peronísta. -

El giro conservador en la política sindical, evidente hacia, media­dos del primer período presidencial de Perón, fue, sin duda, provo­cado en parte por el fin del boom económico de los prímefros tres afi.os. La reducción del crecimiento limitó fuertemente los propios recursos financieros del gobierno y produjo tantas quejas en el mun­do de los negocios que aun un gobierno que se conducía con cierta distancia de esos intereses no podía ignorar sin correr riesgos. Pero el re~1uste de la política sindical también fue motivado por considera-

'El Estado es co11sídcrado como una variable mdcpcndicntc en la tasa tlc con­flicto mdnstnal, rntrc otros. por Gino c;cr111a111. «El smgimícnto del pcm11is1110: el rol de l11s trab,uadorcs y de los nugrantcs internos». ])csarro/"1 E.w1ó1111c11. vol. U. N" 51. 197.~. pp. -172-473.

Page 43: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

296 Louisc M. Doyo11

ciones menos inmediatas. Su análisis nos permitirá ampliar aún más la concepción que tenía el presidente de la función económica del sindicato y contribuirá a echar luz sobre el repertorio de medidas

que utilizó para colocar bajo un nuevo encuadre sus relaciones con el movimiento obrero organizado.

1. 1. Las implicaciones del arbitraje del gobierno

El derecho de huelga era esencialmente incompatible con el naciente orden corporativista. No sólo desafiaba la pretensión del Estado de convertirse en el árbitro final de las relaciones entre los sindicatos y la patronal, también negaba la premisa central del sistema peronista de promover relaciones de clase no antagónicas. En la mayoría de ios discursos pronunciados en su carácter de Secretario de Trabajo, Pe­rón no había ocultado su ambición de llevar la sociedad a un estadio en el que fuese factible la administración pacífica de los conflictos dentro del sistema de producción. Si bien reconocía la realidad de intereses divergentes en la relación de trabajo, había sostenido y con­tinuaría haciéndolo, que estos intereses existían "dentro del marco de un orden superior de intereses comunes". El obstáculo principal en el camino a ese orden de cosas había sido la cerrada intransigencia de los empresarios, aun a los más modestos reclamos de los trabaja­dores. Pero una vez que se reconoció a los sindicatos como un com­ponente legítimo del orden sociopolítico y que emergió una nueva legalidad que garantizaba ciertos derechos básicos al movimiento obrero en el lugar de trabajo, el enfrentamiento debería dar paso a la búsqueda armónica de la prosperidad colectiva, uniendo en un es­fuerzo común a las partes sociales.

En este nuevo escenario, la persistencia de la movilización sindi­cal no era sólo un anacronismo injustificable, era un freno para la realización de las metas nacionales. Como guardián del interés na­cional, la responsabilidad del Estado era asegurar que tal orden fuera implantado y respetado por ambas partes. Fue a partir de este razona­miento que el régimen fundó su derecho a actuar como el monitor último de. las relaciones entre capital y trabajo. Por lo tanto, no fue accidental que el derecho de huelga fuese el único principio que nunca

. obtuvo Jerarquía legal; en efecto, se lo había omitido en la Ley de Asocíac1ones Profrs1011ales y en la Declaranón de los Derechos de

La dis111í11ució11 de fos C<>1!flictos laborales y d r111me1110 de los co11trolcs políticos 297

los Trabajadores, que más tarde se mcorporó en la nueva Constitu­ción del país. En verdad, como la huelga condensaba la capacidad de los sindicatos para definir autónomamente los intereses de sus miem­bros por medio de la fuerza coercitiva, ésta constituía una forma "ile­gítima" por excelencia, puesto que, a través de ella, el movimiento obrero desbordaba los límites ftjados por el Estado al ejercicio de la presión en el nuevo orden.

La tolerancia inicial del gobierno a las movilizaciones de 1946-1948, tan contradictorias con su filosofía, había descansado en la per­cepción del valor mstrumental que tenía la protesta obrera para ayu­dar a desmantelar el antiguo orden excluyente. Una vez que se hubo establecido un nuevo y más equitativo equilibrio entre los empresa­rios y los trabajadores, la persistencia de la libertad de los sindicatos para promover sus intereses sectoriales se vio como un peligro para

,.la consolidación de la nueva configuración del poder y una amenaza para el advenimiento de un capitalismo más humano.

Que el viraje de la política sindical del gobierno no fue sólo el producto de los nubarrones en el frente económico lo certifica el hecho de que, ya a mediados de 1947, aparecieron signos que antici­paban el cambio. Estas primeras manifestaciones parecen indicar que, aun cuando las reformas laborales introducidas por medio de la negociación política no habían superado las intenciones del régimen, ya estaban aproximándose al límite de lo gue éste consideraba acep­table. A principios de agosto, cuando el nivel de los conflictos estaba alcanzando un nuevo pico y muchas de> las concesiones más tarde identificadas con el peronismo no se habían hecho todavía realidad, el presidente convocó a los dirigemes de la CGT y a los principales sindicatos de la industria y los serv1cíos a una conferencia urgente. En esa reunión, realizada a puertas cerradas, denunció con alarma el descubrimiento de una conspirarnín orquestada por la oposición y sus aliados comumstas para subvertir el curso de la revolución y pro­vocar un enfrentamiento entre el gobierno y sus apoyos popularesJ . Unas semanas más tarde, reiteraría públicamente esta acusación por la radio nacional.

; Un breve i11forn1c ,obre este debatt -., , 1H t1<.:mra en U111ó11.Fcrrm·1;1r1a. Libro de actas de la comisión directiva, 8 ele ,1µ"'11' dl' l 9-!7.

Page 44: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

298 Louise M. Doyo11

Fuerza.s oscuras y clandestinas se han puesto en acción con .el objetivo de subvertir las organizaciones de los trabajadores y crear un estado de violencia que habrá de provocar inevitablemente confrontaciones artificiales [ ... ], [los comunistas] se han disfrazado de pero nis tas para ser aceptados como dirigentes sindicales; de este modo buscan promover demandas inapropiadas e in­oportunas, y desencadenar una ola de huelgas con el único objetivo de enfrentar a los trabajadores con el go­bierno•.

Los dirigentes de la CGT, actuando cada vez más como voceros del presidente, s'e harían rápidamente eco de este llamado al orden y comenzarían a advertir con inusual frecuencia contra el "uso indis­criminado de la huelga". El congreso nacional del movimiento sin­dical realizado en octubre de 1947 ofrecería una indicación adicional de la preocupación oficial por contener el clima de protesta. En la ocasión, ios máximos dirigentes de la central obrera criticaron severa­mente lo que llamaron sin eufemismos la "irresponsabilidad genera­lizada de los sindicatos". La denuncia provocó el disgusto de muchos delegados, que expresaron sus dudas sobre la veracidad del aludido complot comunista y recordaron a sus dirigei1tes que los partidos de la oposición no eran los únicos adversarios de los trabajadores5 . De acuerdo con las palabras de uno de estos críticos:

Es obligación de la CGT respaldar las huelgas cuando éstas sean convocadas pJra alcanzar legítimas deman­das, como son los aumentos salariales [ ... ] . ¿por qué cuando algo anda mal inmediatamente se supone que se debe a la influencia de los comunistas? [ ... ] Los ver­daderos enemigos son los dueños de los frigoríficos, las compañías eléctricas y todos los empresarios que explo­tan a los trabajadores<>.

'La Prc11Sa, 11 de agosto de 1947. 'Desafortunadamente. ya no cx1>tc un registro completo sobre este congreso

pleno de controversías, pero se puede encontrar una cobertura parcial en El Uc/ri; 16-21 de octubre de 1947.

"lbíd., 17 de octubre de 1947.

La dis111i1111ció11 de los co1iflictos laborales y ci au111e11to de los co11trolcs políticos 299

Sólo después de que las autoridades del congreso sindical recor­daran a los delegados asistentes su compromiso de lealtad para con un régimen que apoyaba sus aspiraciones y enfatizaran la necesidad de presentar un frente unido contra la oposición, pudieron hacer aprobar, aunque con dificultades, una resolución que condenaba el uso abusivo de los paros. El texto resulta de especial interés porque su redacción no omitió destacar el rol del sindicato en la estructuración de la protesta, y confirma, a partir de fuentes oficiales, lo que dijimos antes acerca de la transformación de la movilización obrera en un componente insustituible de la Argentina peronista.

Vemos, así, organismos sindicales que abarcan tod(/ el país, siendo útiles a sus afiliados en muchos órdenes, y saben perfectamente adónde van y juegan un rol im­portantísimo dentro de la economía del país y son pro­fundamente responsables de sus actividades. No son muchos, por cierto. Pero son un ejemplo para el estu­dioso y de valor comparativo excepcional. Por el con­trario, si estudiásemos al tipo más común de sindicato le vemos ajeno a las reales inquietudes del momento en qué vive el país, carecen en absoluto de responsabilidad frente al asociado y a la economía nacional. Otros, en cambio, marchan tras la ideología, generalmente secta­ria, de pocos hombres, erigidos en dirigentes natos, sin control de ninguna especie en todos los aspectos que un sindicato representa como valor activo dentro de la Nación misma. Estos tipos de sindicatos han creado una especie de mística que fue, quizás, un factor indispen­sable en épocas pasadas pero que ya hoy no tiene razón de ser. Ello es, la obediencia ciega al decreto de huelga, para no ser tildado de "carnero", sea que ese decreto fuese el producto de enconos personales, sea que fuera tapadera de un uso indebido de fondos o sencillamente gastarlos para gimnasia síndicaF.

La mquietud provocada por los primeros síntomas de un cambio de la política oficial hacia las prácticas sindicales no encontró expre-

--=,Í1íd .. 21 de octubrr de 1947.

Page 45: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

300 Louisc 1Vl. Doyo11

sión 1hás allá de las quejas formuladas a título individual, como la que e;vocamos antes. Tampoco se conocieron acusaci~1~es en f~rn:a directa contra las autoridades. Para la mayoría de los militantes smd1-cales, la desaprobación presidencial de los instrumentos de lucha pesa­ba menos que los apoyos legales y políticos del gobierno a sus esfuerzos por la sindicalización y el logro de las conquistas económicas ..

La campaña del gobierno contra el cese de tareas y la mterrup­ción de la producción pudo haber desanimado a algunos de sus se­guidores, pero no tuvo el efecto deseado de modificar en forma in­mediata la conducta "irresponsable" de los sindicatos. La moviliza­ción de la protesta continuaría a un nivel más alto a lo largo de todo el año siguiente. La autorregulación del movimiento sindical de sus demandas según los principios básicos del orden corporativista y su obediencia a los códigos oficiales de conducta, recién se materializa­rían con la centralización del control sobre los sindicatos individua­les en manos de la Confederación General del Trabajo.

1. 2. La CGT como vocero del gobierno dentro del sindicalismo

A la CGT le había sido confiado el papel de intermediaria entre los sindicatos y el Estado. Como representante del movimÍíento obrero, participaba en los organismos a cargo del diseño de las políticas pú­blicas y, en su condición de delegada del gobierno, comunicaba a sus afiliados las prioridades oficiales. Esta distribución de tareas se revir­tió bien pronto, comenzando con el desplazamiento de Luis Gay; el cambio quedó confirmado durante el primer congreso nacional de la central sindical, realizado en octubre de 1947.

Con la elección de Aurelio Hernández -un dirigente sindical poco conocido, de la pequeña asociación de empleados de la sanidad- en el cargo de secretario general en febrero de 1947, la CGT se subordi­nó claramente al gobierno. Sus cuadros directivos volcaron las acti­vidades de la confederación a la ratificación p~1blica de los programas iniciados por el Poder Ejecutivo. mcluyendo el Primer Plan Qum­quenal y ciertas medidas como la nac1onalización de los ferrocarriles británicos. Además. bajo la conducción del sucesor de Gay, se l11ne­ron visibies los primeros signos del papel disciplinario que eventualmente asunmía la CGT. Éste fue el caso de su intromisión

La dis111i1111ció11 de los ((111/liaos la/Jora/es y el 1111111e11to de los rowrolcs p,1/íticos JO 1

en las elecciones internas de un cierro número de sindicatos. El ejem­plo más notorio se produjo en la Federación Gráfica, donde, por medio de sobornos y otros medios, la central sindical "fiscalizó" la victoria de un grupo de dingentes a los que se consideraba más en sintonía con la línea oficiaP.

A pesar del colaboracionismo de Hernández, el mandato que le había entregado Perón ie fue retirado abruptamente sólo diez meses después. La pérdida del favor oficial respondió a dos factores. En pri­mer lugar, fue provocada por la disputa de poder en la que se vio

·envuelto con la esposa del presidente. Evita había comenzado a montar un amplio sistema de patronazgo, conocido como la Fundación Eva Perón, que brindaba asistencia y pequeños favores a los sectores de la población más carencíados. Como también tenía bajo su control la recién fundada rama femenina del Partido Peronista, Evita se estaba convirtiendo en la cabeza de una gran red de influencias dentro del gobierno. Como ya se indicó, otro ámbito de su intervención fue la Secretaría de Trabajo. El dinamismo y la entrega con la que encaró sus funciones la llevó a un choque 111evítable con el secretario gene­ral de la CGT, quien también acariciaba la secreta esperanza de utili­zar a la confederación para impulsar su propia carrera política. Con ese objetivo y en su intento por convertir a la central sindical en su coto privado, este ambicioso individuo se las ingenió, además, para irritar a muchos de los sindicatos más importantes y ganarse su ene­mistad al excluirlos sistemáticamente de las decisiones. El malestar que provocaron sus comportamientos alimentó el espíritu de rebe­lión que dominó las deliberaciones dei congreso sindical de octubre de 1947, que concluyó con su defenestracíón9

Seis semanas más tarde, se encontró una salida a la crisis insti­tucional que satisfizo a los rivales de Hernández. En la secretaría general fue designado José Espt~J<l, que provenía del Sindicato de la Alimentación, un grenuo muy pequeño dentro de la industria del ramo. En su designación, peslÍ mucho el respaldo que recibió de Evita en pago a su lealtad diligente y sumisa. A su vez, los hom-

• bres elegídos para ocupar los cargos restantes de la Secretaría y de! Comité Ejecutivo refle.iaban m;is fielmente la Jerarquía de pu-

'Entrevista a Rc11é Stordcur, Proyc'< tu de 1 listona Oral, Insmutn Di Tl-lla. 'Entn:vísta de la aumr.t a 1-lilano S.tL" y Cccilio Cnndin.

Page 46: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

302 Louise M. Doyo11

der dentro dei mísmo movimiento sindical. Entre las organi­zaciones incluidas, se encontraban los sindicatos del azúcar, del vestído, del transporte público urbano, los ferroviarios y los me­talúrgicos.

La elección de Espejo sancionó la transformación de la CGT en representante del gobierno ante los sindicatos y despejó el camino al endurecimiento de su rol disciplinario. Un ejemplo de ello fue el fin de la tolerancia con los sindicatos todavía no afiliados a la central obrera. Hacia 1950, bajo una fuerte presión, se habían incorporado al aparato síndica! oficial los gremios del petróleo, de los frigoríficos y los maquinistas ferroviarios.

2. UN NUEVO PATRÓN DE CONFLICTO OBRERO

La denuncia de 1947 sobre la presunta c~nspiración comunista fue el disparador de una campaña de propaganda orquestada para contener el estado de movilización de los trabajadores. Hasta mediados del año siguiente, la campaña se redttjo a exhortaciones verbales para que los obreros presentaran sus reivindicaciones a través de los cana­les institucionales. Sin embargo, como mostró el análisis de la pri­mera ola de huelgas, hacia fines de 1948, las presiones adoptaron un nuevo carácter. Periódicamente, las exhortaciones fueron reforzadas con la aplicación selectiva 'de sanciones punitivas contra los dirigen­tes sindicales que desafiaban las pautas oficiales, como fue el caso de los sindicatos bancarío, petrolero ·y de los panaderos.

A comienzos de 1949, ya no había dudas sobre la revisión opera­da en la política laboral del gobierno en cuanto a la forma que se debía adoptar para la articulación de las demandas y los alcances que éstas debían tener. Unos días después de las celebraciones del Primero de Mayo, Perón no tuvo reparos en 3firmar que el surgimiento de un estilo de sindicalismo más cooperativo y responsable era una asigna­tura pendiente, ahora que se hahían logrado los principales objetivo!! del movimiento. Con ese espírím, recomendó a los sindicatos no caer en la trampa de:

... ir a la lucha por la lucha misma y terminar envueltos en una confrontación egoísta de posiciones con los em­presarios. Llegó el momento de armonizar los intereses comunes de los trah~jadorl'' y de los empresarios, de-

La dis111im1ci611 de los co1iflictos laborales y el aumento de los co11trolcs políticos

jando de lado la lucha estéril por prevalecer unos contra otros. Nuestro objetivo es lograr condiciones que sean justas tanto para los obreros que asumen la agotadora tarea del trabajo físico como para los empresarios que se arriesgan a perder su capital. De esta armonía básica de intereses nace la paz social que lleva al bienestar de to­doslll.

303

Poco después, el periódico de la CGT publicó dos editoriales en los que los apologistas del régimen volvieron a la carga con las advertencias del presidente.

A pesar de que pusieron cuidado en subrayar que la contención de las hl!elgas no debía ser vista como el retiro del apoyo oficial a las conquistas alcanzadas hasta la fecha, los cuadros superiores del mo­vimiento sindical subrayaban la urgencia de restaurar la disciplina laboral dentro de los límites de la nueva institucionalidad. Sólo de esta forma, argumentaban, era posible acelerar la terminación del edificio revolucionario, cuyos pilares eran la prosperidad económica del país y la justicia social para los trabajadores. Cualquier conducta que desafiara esos objetivos supremos equivalía a abandonar la alian­za gobernante. Se esclareció el significado del giro conservador en curso cu.ando -por primera vez y en forma explícita- se definió a los paros y las huelgas como un crimell político contra la Revolución.

Mejor que decir es hacer. Ésta es una de las máximas que el presidente ha repetido con frecuencia. Ella defi­ne los comportamientos de los funcionarios del gobier­no revolucionario y constituye una advertencia para to­dos aquellos que lo han hecho posible y lo respaldan. Supone una obligación que no puede considerarse sa­tisfecha con sólo repetirla una y otra vez sin tener en cuenta el sacrificio que ella implica. El día histórico del 17 de octubre de 1945 el pueblo se sintió capaz de hacer sacrificios y estuvo dispuesto a pagar el precio de su li­bertad. Pero el 17 de octubre fue sólo la primera batalla de una larga guerra. Todo lo que tuvo de valioso ese día se perdería por completo sin la perseverancía en el espí-

'" CGT. 13 de mayo de 1949.

Page 47: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

304 Louise M. Doyo11

ritu de ~acrificio [ ... ]que no supone beneficios para unos pocos smo que asegura el bienestar de todos11 b, consigna de la Argentina de hoy es trabajo: produc­c1.º~, y esfuerzo. La revolución no ha mejorado la con­d1c1~n d~ los, trabajadores para pedirles luego sacrificios que 1mp~1canan la restauración del antiguo régimen. Los nuevos lmeamientos se han hecho conocer para que cada u_no ent1en~a su responsabilidad y obre en consecuen­cia. Producir, producir, producir, que estas palabras re­suenen en nuestros oídos como las estrofas armoniosas de las sag_radas palabras de nuestro himno nacional: Li­bertad, Libertad, Libertad!12

' ~urante ! 94? y 1950, las modalidades de los conflictos laborales nabn~n de d1f~n.r, sustanti~amente respecto del período precedente. No solo se as1st10 a la v1s1ble disminución del recurso a la huelga com~ mecamsmo de negociación. Los movimientos de fuerza ue ~fect1vamente se realizaron comp¡ometieron a los trabajadores in~o­ucra~os en lucha~ arduas y prolongadas, muy pronto estigmatizadas

como conductas irresponsables. Analizando retrospectivamente es­tos afios, ?º estaría de más incluir el "efecto de demostración" de esos confü~tos como u~a ~e las variables que explica la disminución d?l ?1ov1m1ento huelgmst1co. La nueva dimensión de la función dis­c1plma~1a de la CGT también se puso de manifiesto, como mostró la toma. directa de un gr~mio promotor de un movimiento de fuerza cuestionado por el gob_1erno. Dicho esto, es preciso admitir que, por regla gene:al, l~~ sanciones más severas impuestas ahora sobre .los obreros mas militantes con.tinuaron siendo compensadas, como en el pasado, por el reconoc1m1ento oficial a la mayoría de los fi -segmdos por los huelguistas. De esta forma, por un lado, la~n:~fo~~­dades procur~ban mantener intactas las credenciales del régimen ~on~~ un gobierno pro obrero; por el otro, alentaban el surgimiento

e mgentes más complacientes con las normas del nuevo ( d co~ra~m. rrrn

--,-, J¡;ic/~J3 de mayo de 1949 y ~O dL· mavo de 1949

. 12 El discurso pronunciado por Pcrún ~" puede C;ICOiltrar en L e ·t d1c1cmbr,· de 194'!. 11 .. ulCc n. 1" de

,.

J La dis111im1ció11 de fos co1!flic10.~ laborales y el a11111c1110 de los co11troles políticos 305

Entre 1949 y 1951, se produjeron pocos pero importantes con­flictos laborales. Para muchos críticos del peronísmo, algunos de es­tos conflictos fueron la expresión de la lucha política de una minoría de sindicatos "concientízados" que se debatían por mantener su in­dependencia frente a un Estado ya mocultablemente autoritario. Creemos, sin embargo, que gravitaron en ellos otra sene de fac­tores, ligados a la desfavorable evolución de la economía nacio­nal. A fin de examinarlos, distingmrcmos entre dos conjuntos de movimientos de fuerza: los que tuvieron lugar en la industria de la alimentación y los que se produjeron en los gremios de ferro-

viarios, gráficos y bancarios. Con relación a los primeros de estos conflictos, destaquemos que

el elevado grado de movilización durante los años 1946 a 1948 fue propicio para que grandes sectores obreros obtuvieran mejoras que redujeron las desigualdades más flagrantes. En algunos casos, la equi­paración en los salarios y en las condiciones laborales fue, en buena medida, artificial. En otras palabras, eran el fruto de la eficacia del poder político de los trabajadores más que de la capacidad económica de las industrias. Un ejemplo lo tenemos en la industria de la ali­mentación, donde los empresarios 1111ciaron una contraofensiva so­bre las concesiones que se habían visto obligados a otorgar. Las difi­cultades financieras que debió enfrentar esta industria después de 1948 fueron concomitantes con el reconocimiento por parte del Es­tado de haber contraído onerosos compromisos financieros para con ella. Más aún, la carga financiera se agravó por el deterioro de los términos de intercambio y la disminución de las reservas de divisas. En esas circunstancias, hacia fines de 1948, el gobierno anunció su decisión de terminar con los subsidios a la industria de alimentos. En este contexto, estallaron los conflictos laborales entre los trabajado-

res del azúcar y los frigoríficos.

2. 1. La industria azucarera

Las dificultades econénmcas por las que pasó la industna azucare­ra, exacerbadas por una serie de magras cosechas, llegaron a su culminación en 1949 y desembocaron en dos prolongadas huel­gas, con la conco1111tante destrucuón de la FOTlA como orga111-

zación combativa.

Page 48: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

306 Lo11ise M. Doyo11

a) Huelga del 10 al 24 de marzo de 1949

Causas. Este conflicto s~rgió en defensa del derecho a una fuente de empieo segura. A fines de 1948, quebró uno de los principales inge­nios (La Esperanza) y comenzó a despedir a sus 2.000 obreros. Algu­nos otros ingenios se aprovecharon de la crisis para reducir su perso­nai. En enero de 1949, había un total de 3.000 obreros despedidos, que no podían ser absorbidos por nmguna otra industria. En los dos meses y medio siguientes, la FOTIA intentó, sin resultados, resolver este apremiante problema a través de los canales políticos. El gobier­no nacional, por su parte, se negó a asumir nuevas cargas financieras y declaró que no se ocuparía del asunto "porque cuestiones locales deben ser resueltas por el gobierno provincial para preservar así la división federal del poder". Ésta era una tenue y velada manera de• disculparse por los numerosos antecedentes de intervenciones por parte del gobierno federal en asuntos provinciales.

Descripción de la huelga. Luego de dos semanas de paro, el gobierno se vio obligado a admitir el conflicto y, pasando por encima de la dirección de La Esperanza, ordenó la reincorporación del personal despedido.

b) Huelga del 14 de octubre al 28 de noviembre de 1949

Causas. La confrontación decisiva entre el gobierno y el sindicato se produjo cuando la FOTIA exigió un aumento salarial del 100% para así equiparar los salarios que se pagaban en otras industrias de la pro­vincia. En seis meses de negocíac10nes, no consiguieron más que el 18% de aumento, porque el gobierno federal se rehusó a renovar los subsidios a la mdustria azucarera, a los cuales había puesto fin en febrero de ese mismo año. El 14 de octubre, la FOTIA y la FEIA (Federación de Empleados de la Industria Azucarera) declararon una huelga general en forma conjunta.

Descripció11 de la lme(f?a. El 20 de octubre, la Secretaría de Trabajo declaró la ilegalidad de la huelga v retiró la personería gremial a am­bos sindicatos, pero trató de limitar la impopulandad política de es­tas sanciones seüalando: " ... Con el objetivo de evitar confusiones, el mmistro de Trabajo scüala que la personería gremial de ambos sindi­catos no fue declarada caduca por el Poder ~jecutrvo sino que fue suspendida por pedido de la CGT' El 29 de octubre, el interventor

La dis111í11ució11 de los w1iflictos laborales y el ar1111mto de los co11trolcs políticos 307

de la FOTIA ofreció un aumento del 30% y tontinuó aplicando una política relativamente conciliadora hacía los huelguistas a fin de evi­tar un enfrentamiento de mayor escala que podía resultar política­

mente contraproducente 13•

Entretanto, el 6 de noviembre, el gobierno inició una violenta campaña de propaganda contra los dirigentes de la huelga, a fin de hacer cejar a los trabajadores en su determinación de actualizar su poder adquisitivo. Los locales sindicales fueron cerrados y el 24 de noviembre sesenta dirigentes sindicales fueron apresados. Cuatro días después, la FOTIA levantó la huelga porque los trabajadores no dis­ponían ya de medios para soportar las fuertes privaciones económi­cas provocadas por la paralización 1 ~ • El 1° de diciembre, Perón anun­ció un aumento salarial del 60% y atacó a los dirigentes de la huelga, acusándolos de traición y sabotaje, en una tentativa por distraer la atención de las dificultades económicas por las que atravesaba lapo­

lítica oficial 15 •

13 En un mensaje dirigido a los huelguistas, el ínterventor declaró:" ... Exhorto a todos los trabajadores de la industria azucarera a desistir de toda actitud que impli­que trabar o acelerar la buena marcha de las conversaciones, adoptando una actitud patriótica, retomando el camino del trabajo, porque es la única forma ~e cond~c1r a una más rápida solución del problema. La CGT reconoce la buena d1spos1c10n de los ex dirigentes que contarán con todo el apoyo de sus representantes, con espíritu

peronista y patriótico ... ". Esta declaración se hizo necesaria no sólo por el prestigio del que gozaba la

FOTIA en el movimiento obrero, sino también por la tentativa de los partidos de oposición dli! utilizar esta huelga para desacreditar al gobierno. Sin embargo, debe destacarse que la oposición no fue en ningún momento responsable de la dirección del conflicto. Los partidos Comunista y Socialista enviaron militantes a Tucumán para tratar de radicalizar los objetivos de la huelga, pero en su transcurso. los traba­jadores limitaron sus demandas a los aumentos salariales, mientras manifestaban

constantemente su apoyo al gobierno nacional. 14 Los pormenores de esta huelga fueron obtemdos de La Gaceta de Tucumán

del período en estudio y de una entrevista con Manuel Lema, dirigente de la FOTIA

entre 1946 y 1948. i; " ... han llegado a mi conocinucnto las gestiones que desarrolla allí la CGT a

fin de terminar con un conflicto que 110 tenía razón de existir si no hubiese si~o provocado por ia acnón <le los malos dirigentes. por los comunistas ínfiltrados [ ... J. El conflicto de trabajadores y empresarios de la 111dustria del azúcar, que tenía un fondo económico-social fue postenornH:ntl' desvirtuado y conducido a un campo csenciahm·nn· político. De acuerdo con las necesidades apuntadas antenormentc, las autnridadc; nac1011alcs se habían interesado. buscando resolver el actual rn11fl1r-

Page 49: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

308 Louisc M. Doyo11

Luego de esta confrontación, la FOTIA siguió intervenida hasta la caída del régimen. Al mismo tiempo se produjo un desmembra­miento: los obreros de Jujuy, Salta y Santa Fe se separaron de la anti­gua organización. Esta victoria del gobierno no logró restablecer la tranquilidad delas relaciones laborales en la industria azucarera; ade­más, destruyó la combatividad y cohesión del movimiento obrero en el Norte, al decapitar a su organización más poderosa y eliminar el últi­mo núcleo de autonomía sindical en el Partido Peronista16 •

2. 2. Los frigoríficos

Un cuadro símilar al azucarero se registró en este sector. Los frigo­ríficos privados, ante la disminución de las exportaciones y el alza de los impuestos, a principios de 1949 iniciaron una campaña de pre­sión contra el gobierno para abolir todos los derechos de los sindica­tos relacionados con gestión interna de las empresas. Argumentaban que una medida de esa índole era esencial para posibilitar una dismi­nución de personal y eliminar las áreas de jurisdicción conflictiva, pues éstas habían sido fuente de numerosas paralizaciones. El go­bierno aceptó el punto de vista patronal y publicó, en septiembre de 1949, una resolución que apoyaba tales demandas. En la forma en que estaba redactada esta resolución del ministro de Trabajo, podían darse por perdidas un 80% de las conquistas dei convenio de 194617 •

Casi inmediatamente los frígoríficos pusieron en práctica esta

to [ ... ]con la intervención de la CGT. Sin embargo, los dirigentes de la FOTIA y de

la FEIA trataron de prescindir de la Central y presentaron su problema al ministro

de Trabajo. después de gestiones infructuosas con la Cámara de Diputados de la Nacíón. El ministro de Trabajo, el Consejo Económico Nacional y otros organis­

mos se lanzaron de mmediato a estudiar ia cuestión y cuando estos organismos

consiguieron una solución que tomaba en consideración las aspiraciones de ambas par­

tes [ ... ] los delegados dirigentes [ ... J optaron intempestivamente por declarar la huelga.

aprovechándose de nna necesidad apremiante [ ... ] los dirigentes condttjeron a los traba­

jadores a la huclb'<l, utilizando los como trampolín para sus aspiraciones políticas ... " (Dis­curso de Perón, l" de diciembre de 1949, La Gaceta de Tucumán).

'"Para 1111a somera discusión sobre la orientacíón polítICa de la FOTIA, véase

Waltcr L1ttlc, "Party and Statc in Peromst Argentma, 1945-1955", Hispa11icA111enm11 Historial Jtwinl', vol. 53, N" 4, noviembre de 1973, pág. 652.

17 Fedcracinn (;n:m1al de los Traba_1adorcs de la Industria d1: la Carne, Libro de actas de 1!1 rn1111SHÍ11 directiva. 14 de septiembre de 1949.

La dismi1111ció11 de los co11tlictos /a/¡¡1ra/cs y d 1111111c/lfo de los co11trolcs polítiws 309

resolución, acelerando el despido de trabajadores que se había micia­do el año anterior y que, en septiembre de 1949, alcanzaba a 2.000 obreros cesanteados. La Federación Gremial de Trabajadores de la Industria de la Carne dispuso un movimiento de paros rotativos en el lugar de trabajo desde 19 de octubre al 14 de noviembre, que ter­minó con la amenaza de intervenrnín y fa promesa del gobierno de reconsiderar los términos de la resolución de septiembre. La solu­ción de compromiso a que se arribó redujo sustancialmente el poder de los sindicatos de participar en la toma de decisiones dentro de las plantas y el gobierno ordenó que los futuros planes de despidos ma­sivos fuesen sometidos a la consideración del Ministerio de Trabajo. Sin embargo, el ministro se negó ;:i tomar cualquier medida para reme­diar los despidos producidos antes del 14 de noviembre.

La confrontación final se produjo poco después de que cerrara el frigorífico más importante y causara la cesantía de otros 3.000 traba­jadores más. Ante el deterioro progresivo de sus conquistas, el sindi­cato volvió a su actitud anterior y declaró una huelga general el 5 de mayo de 1950. Sin embargo, una wz que el gobierno dictaminó su ilegalidad, que vanos dirigentes smdicales fueran encarcelados y que se asumiese la experiencia de los c;:iíleros y gráficos, los obreros de la carne normalizaron sus actividades el 12 de mayo. Poco después el sindicato fue intervenido y, en su dirección, se estableció a un grupo rival, que consintió la gradual liqmdación de los restantes derechos laborales dentro de las empresas 1

'

2. 3. Las huelgas en el sector servicios

El segundo conjunto de huelgas que se produjeron en este período de dos años puede también ser considerado una faceta adicional de la

'"Problemas similares llevaron a los tr.1ba¡adorcs molineros a declarar una huelga

de tres semanas en octubre de 1949, debido a que las empresas se negaron a poner en práctica el decreto oticíal de elevar el ,,1lano hasta que el rég1m1.:n rrnovase sus

subsidios a la industria. El gobierno finallllcnte se avino a este arncrdn. pcrn dc>pués

de haber aplastado la hucl¡.,'<l e 111tcrvc111do d ,¡ndicato. En la industria del pau sc prndtijO

una contraofi:ns1va patronal que cx1g1ó la ah.,hrnin de la prohib1~1ón.de la labor uonur­

na y el aumento de las horas de trab;uo. El g,1h1c-r110 aceptó dichas demandas c11 nov1cm­

brc de 1949, suspendiendo las conqmstas de los trab;1pdorcs. La rcs;ilunón se nbturn

finalmente después de qw: el sindicato anw11.1/.1r.1 mu una huelga general. fras 1111 lock­out de dos semanas. a mediados de l 9'i0, ,,. n 1lv1ó gradualmente al traha10 noctnrnu.

Page 50: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

310 Louisc 1\1. Doyo11

c~ísis parcial d~ la alianza nacional-populista, pese a que estos con­flictos fueron liderados por dirigentes ideológicamente contrarios al régimen. Los ferroviarios, gráficos y bancanos, cabeza de lo quepo­dría, llamarse la arist?i::r~cia de la clase obrera antes de la llegada de Peron al poder, consigmeron salarios y condiciones de trabajo supe­norcs a la gran ~ayorfa de los trabajadores, si bien no lograron man­tener estas ventajas durante el régimen peronista. Una de las causas de esta decli?~ción fue la apanctón, después de 1947, de un grupo smmso de dmgentes, que consideraba más importante el manteni­miento del beneplácito oficial que la satisfacción de las demandas de buena ~arte de la masa, si bien debe admitirse que el papel económi­co cru~1al de ferroviarios y bancarios hizo que estos dirigentes fue­sen objeto de especial presión por parte del gobierno. En el caso de los ferrovianos, un factor adicíonal que parece haber jugado un rol importante fue su estrecha alianza con las autoridades nacionales y su de~eo de re.tardar, mediante el apoyo oficial, la rápida declinación de su mfluencia sobre el movimíento obrero-al que habían domina­do en la~ décad~s anteriores- debido a la sólida organización de Jos obreros mdustnales. ·

. La falta de eco a sus demandas obligó a los trabajadores a recurrir a v10lentas huelgas y paros antes de 1950: los bancarios realizaron una lme,lg~ no autorizada en 1948 y los ferroviarios organizaron pa­ros penod1cos entre 1946 y 1949, sin el apoyo de las jerarquías sindi­cales. E~ 1 ~50, no sólo n~ ,habían logrado mantener sus ventajas so­c10econom1cas con relac1on al resto de la clase obrera, sino que -JUnto con otros sectores- fueron colocados por debajo de ci~rtos ~rupos como los metalúrgicos, los trabajadores del sector energé­tico Y de la construcción. La apelación a huelgas violentas debe verse ~om~ ,un~ última tentativa de impedir un rápido deterioro del~ s~tuac1on: su derrota sellaba definitivamente la pérdida de su P?~1c10n a la cabeza del movimiento obrero. El hecho de que los dmgentes ad hoc de estas huelgas fueran seleccionados entre ele­mentos ideológicamente opuestos al régimen y, en algunos casos, mciuso desplazados de la dirección nacional antes de 1948, debe cons1de:arse secundario hasta rn:rto punto con respecto a las rnes­t10nes bas1cas. Estos dirigentes fi.tcron escogidos por las bases debido a la continua negativa de las autoridades constituidas a oír sus de­mandas. Además, estas huelgas Jl'cibieron muchas adhesiones, a tal

La dis111i11ució11 de los co1iflictos la/1oraícs y el aw11c11to de los co11troles políticos 311

punto que el gobierno debió pronunciarse claramente contra esa situación, lo que ratifica la profunda inquietud de estos grupos. Este estudio no pretende extenderse en un análisis pormenoriza­do de las huelgas de gráficos y bancarios, a las que ya se ha hecho alusión, sino concentrarse en la más grave de estas huelgas: la de los ferroviarios.

La prolongada e intensa huelga de los ferroviarios se originó en una demanda de aumentos salariales, pero no sólo se debió a este objetivo o a la oposición ideológica de los dirigentes ad hoc, sino también a la pésima gestión del gobierno y de las autoridades oficia­les de la Unión Ferroviaria. El Estado se hizo cargo de una fuerte carga financiera cuando adquirió los ferrocarriles en 1947, pues se encontró con un sistema ferroviario obsoleto, tecnológicamente su­perado y en lamentable estado de conservación. Frente a la necesidad de modernizar el servicio, el Estado no podía seguir manteniendo los salarios de este sector en pie de igualdad con aquellos en rápida ex­pansión en el ámbito industrial. La historia de las negociaciones sala­riales entre 1947 y 1950 presenta constantes tácticas dilatorias por parte del Estado19

El 19 de noviembre de 1950, una huelga del personal de mante­nimiento, guardabarreras y guardatrenes se inició en la línea Ge­neral Roca con el objetivo de lograr aumentos saiariales; tres días después, el conflicto se extendió a otras tres líneas. Al día siguien­te, se obtuvo un acuerdo que elevaba el salario básico mensual de los peones de $440 a $555. No obstante, entre el 3 y el 8 de di­ciembre las autoridades de la Unión Ferroviaria intervinieron ocho filiales implicadas en la protesta; a su vez, el gobierno r~scíndió el acuerdo, reduciendo el aumento que había prometido, y nume­rosos trabajadores que habían participado en el confücto fueron despedidos o encarcelados. El 16 de diciembre, la huelga se desa­tó una vez más y se extendió a cuatro líneas. Terminó cuatro días más tarde, cuando nuevamente se puso en vigencia el acuerdo anterior. El 19 de dicíembre, el sindicato fue intervenido a pedido de sus propios dirigentes y ios interventores sostuvieron una po­lítica antagónica con los huelguistas, se negaron a normalizar la

1'' Ver L1 Fraternidad, Libro de actas de la comís1ó11 directiva, donde se c11cucn­tra una mtcrcsantc discusión sobre las ncgoc1acioncs salanaks c11 esta art1v1dad.

Page 51: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

312 Lo11iscM.Doyo11

situación de las asociaciones locales cerradas y siguieron con el despi­do de militantes. El 23 de enero de 1951, hizo eclosión un nuevo conflicto que paralizó toda la red ferroviaria del área metropolita­na, con el fin de forzar la liberación de los dirigent~1~ presos y presionar a los interventores a que desistieran de su política re­presiva. Inmediatamente, esta huelga fue declarada ilegal y los tra­bajadores fueron movilizados con el Ejército. Cerca de 2.000 tra­bajadores fueron detenidos y 300 encarcelados antes de que fina­lizara la protesta tres días después. Responsable parcial de estas duras medidas fue el apoyo que ofrecieron los partidos de oposi­ción, que esperaban que el conflicto obligaría a los militares a desti­tuir a Perón.

El desenlace de la huelga de los ferroviarios constituye un sim­bólico epílogo a los años de la difícil convivencia entre el régimen peronista y la autonomía sindical. Le seguiría un período en el cual los sindicatos habrían de canalizar sus demandas a través de los mecanismos institucionales bajo la vigilancia permanente de los funcionarios. En estos años, y en forma paralela a la gradual ilegalidad de facto del recurso a la huelga, se fue reduciendo en forma ostensible la independencia del movimiento obrero orga­nizado.

3. UNA NUEVA PURGA EN LAS FILAS DE LOS DIRIGENTES

Como se ha destacado en las experiencias recién reseñadas, dentro del régimen peronista se había producido una división de tareas. Al gobierno le correspondió la tarea de secundar, de buena 0 mala gana, los reclamos de los trabajadores. A.sí, a pesar de sus restricciones fi­nancieras, tuvo que coqtinuar subsidiando a los trabajadores de la alimentación y a los ferroviarios. El prestigio de Perón fue puesto a salvo en esta coyuntura y no se vio contaminado por la aplicación de medidas represivas. Mientras el gobierno preservaba su imagen po­pular, la CGT se encargaba de poner coto a las pretensiones de auto­nomía smdical y a sofixar las exprcs1011es de rebeldía.

Antes de 1948, la mayoría de las mtervencíones fueron resultado de la existencia de problemas internos en las organizaciones; luego de es.1 fecha, la abrumadora mayoría fue motivada por la negativa de un s111dicatu a poner fin a una huelga.

La dis111i1111d611 de ft>s co11flia(ls lab11m/cs )'el .111111mto de fos co11tn1/cs ¡10/íticos .?13

Pri11cipales casos de 111ter11e11ció11 de @dicatos por la CGT (1946-1950)

Período 1946-1947 Período 1948-1950

1 Sector Objetivo Duración Sector Objetivo Duración Metalúrgico organización 1946 (*) Tell.'tiles huelga 1948-50

1 Construcción organización 1946-47 Bancarios huelga 1948-50 Hospitales priv organización 1947-48 Estibadores huelga 1948-51 Telefónicos 1 otros 1947-50 Panaderos huelga 1948-49 Del Calzado huel!:,ra 1946-48 Azucareros huelga 1949-55 Tabacaleros organización 1947 Frigoríficos huelga 1950-53

Gráficos huelga 1949-53 Del Cuero huelga 1949-53 Marítimos huelga 1950

~onstrucc1ón organizac. 1950

(*) El sindicato de los metalúrgicos fu.: 111tervcnido durante dos meses.

., Por medio de las intervenciones, un gran número de dirigentes combativos fue desplazado de los puestos de vanguardia del movi­miento obrero. Entre ellos, en primer lugar están los que se habían formado antes de 1943. Con diversos grados de resistencia, estos hombres habían aceptado la disolución del Partido Laborista, en el convencimiento de que el pero111smo ofrecía la oportunidad históri­ca para hacer de los trabajadores una fuerza de peso en la sociedad argentina. Este alineamiento político no significó, sin embargo, que estuvieran igualmente dispuestos a admitir que los sindicatos aban­donaran su papel reivindicativo. Crecíd¿s en la arena conflictiva de la restauración conservadora en los años•treinta y catapultados al pri­mer plano en las JOrnadas de lucha de octubre de 1945, no se ajusta­ron dócilmente a las imposiciones del nuevo orden corporativista. Al entrar en colisión con la tutela que el régimen pretendía ejercer so­bre el mundo del trabajo, se encontraron en aprietos. Muchos de ellos eran vulnerables a la presión política por haber sido militantes de las corrientes de izquierda en el pasado, en particular, el Partido Socialista, y no pudieron sobrellevar el enfrentamiento.

Algunos de ellos renunciaron rnluntariamente, siguiendo el ejem­plo de la conducción de la UTA. para que su presencia no fuera un factor de distorsión en unas negociaciones contractuáles que las au­toridades cuestionaban. Otros fi.1cron obligado:; a dar un paso al cos­tado por la presión de dirigentes 1wales que explotaban sus debilida­des políticas. Un caso c.icmplar foc el de la Unión Ferroviaria. Sus

Page 52: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

314 Louisc M. Doyon

más altos dirigentes fueron el blanco de la crítica de fracciones inter­nas del gremio, que les reprochaban sus actitudes vacilantes en la crisis de octubre de 1945. Argumentando que con estos antecedentes la Secretaría de Trabajo estaría poco dispuesta a escuchar las deman­das del gremio, sus rivales forzaron su renuncia a comienzos de 1947. Un razonamiento similar fue puesto en juego en las elecciones de la Asociación Bancaria del mismo año; con el auxilio de las autoridades laborales, que dilataron la negooación del nuevo estatuto del gre­mio, los adversarios de la conducción existente lograron la mayoría de votos en los comicios, criticando su trayectoria anterior. Otro tan­to ocurnó en la.derrota de los dingentes de origen socialista que en­cabezaban la Federación Gráfica.

Los estudios críticos sobre los años peronistas han puesto el énfa­sis casi exclusivamente en el desplazamiento de gran parte de la diri­gencia sindical con trayectorias previas a la Revolución de Junio20 •

Con ello pierden de vista un hecho ciertamente significativo: la ex­pulsión de un gran nilmero de dirigentes pertenecientes a los sindi­catos industriales recientemente organizados, un segmento de una magnitud mayor al anterior y, además, ubicado en las áreas más diná­micas de la movilización obrera. En estos estudios, se ha señalado que el alejamiento de un sector de su elite tradicional privó al movi­miento obrero de un grupo de líderes experimentados, lo cual tuvo serias consecuencias para el futuro del sindicalismo. Sin embargo, quizás más importante fue la remoción de estos nuevos líderes sin­dicales, porque ilustró más cabalmente los avatares del movimiento obrero en el régimen peronista.

Seymour M. Lípset se ha refrrído a los líderes que emergen en la etapa formativa de las organizaciones obreras como líderes "vocacio­nales", esto es, hombres que buscan el liderazgo preocupados por el bienestar de sus camaradas trabapdores y p.or el crecimiento de la organización como un medio para alcanzar ese fin, más que para su beneficio personal21 • En las etapas iniciales en la vida de un gremio,

'"Ver, por ejemplo, los estudios de Uaily, Blanksten y Alcxander a los que se hizo referencia anteriormente.

21 Seymour Mart111 L1psct, uThe l'oliucal Proccss in Tr;idc Unions: a Thcorcti­cal Statement», en Walter Galcnson y S_ M. Lipsct (cds.), l.c1/1011ra11d Ti-acle U11ío11ís111, a11 Iutcrdiscipli11m}' Rcadcr, New York. J '1<>0. pp. 231-233

La dis111i11ució11 de los co1iflíctos laborales y el m1111e11to de los co11fr(lles políticos 315

es más probabie encontrar este tipo de líderes debido a las enormes dificultades que debe enfrentar la organización y a los pocos benefi­cios inmediatos que proporcionan los cargos directivos. Remitién­donos a la experiencia argentina, es cierto que los cuadros sindicales llegados a la conducción entre 1943 y 1946 no tuvieron que afrontar los riesgos personales asociados a la militancia obrera en los primeros tiempos del sindicalismo. Pero no puede negarse que tuvieron que hacer frente a deberes y obligaciones no menos exigent~s, cuando dirigían huelgas que no contaban con el beneplácito del régimen, conscientes de que una actitud·semejante podría.tener ctfmo conse­cuencia la pérdida del cargo por una intervención directa al sindicato por la CGT. Para esta nueva generación de militantes obreros, la au­tonomía sindical en la arena económica formaba parte integral de la victoria electoral de 1946. Y por ello terminaron igualmente enfren­tados al giro operado en la política laboral. Contra ellos fue más difí­cil recurrir al cuestionamiento de sus antecedentes, porque eran cria­turas del nuevo orden peronista; ello explica, en su caso, la necesidad más frecuente de recurrir a la intervención directa de los sindicatos para forzarlos a actuar dentro de las directivas oficiales de paz social y producción. Irónicamente, la caída de estos nuevos militantes se pro­duciría por su insistencia en continuar utilizando la huelga como instrumento de negociación política, según habían aprendido entre 1946 y 1948.

4. LA PERONIZACIÓN DEL MOVIMIENTO OBRERO

Hacia 1950, en el credo del peronismo, el principio de verticalidad estaba en un pie de igualdad con el de justicia social. De allí en adelan-­te, las relaciones entre el régimen y la conducción de los sindicatos habrían de presentar la fachada de una unidad monolítica. La refor­ma de los estatutos de la CGT ese mismo año se puede tomar como un símbolo de la transformación del movimiento obrero en el movi­miento sindical peronista. Sin embargo, aún en ese momento, cuan­do los trabajadores cerraban filas en torno del líder máximo y ·sus apologistas proclamaban entusiastas la indisoluble unidad del Estado peronista con el sindicalismo, todavía se dejaban oír los débiles ecos de un proyecto de autonomía, nacido al calor de la movilización so­cial. que se resistía a desaparecer del todo. Estos débiles ecos se advir-

Page 53: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

31 (i Lo11ísc A1. Doyo11

tieron en los debates dentro del comité central confedera! de la CGT, reunido en diciembre de 1949. La convocatoria tenía por objeto re­dactar un nuevo estatuto con vistas a su tratamiento por el congreso nacional de la central obrera en abril de 1950. Una de las novedades propuestas fue el otorgamiento a la CGT de la facultad para interve­nir los sindicatos afiliados. Las normas vigentes, aprobadas en 1936, no contemplaban esa facultad porque ella estaba en contradicción con los príncipios que. gobernaban al movimiento obrero de la épo­ca. Todas las intervenciones llevadas a cabo desde 1946 comportaron, en consecuencia, la flagrante violación de los estatutos; de allí que la conducción de la CGT decidiera reguiarizar ese estado de cosas, con­sagrando normativamente unos poderes que ya venía ejerciendo de hecho. Ése fue el propósito de la nueva cláusula del estatuto, por la cual se legitimaba la intervención de la CGT por un período de 90 días "cuando estuviera amenazada la armonía entre los dirigentes y los afiliados". . Los debates alrededor del papel tutelar de la CGT son un valioso documento histórico, porque proporcionan una rara oportunidad para acercarse a la percepción que los dirigentes sindicales tenían de las tensiones existentes en la relación entre el movimiento obrero y el régimen peronista. Las discusiones fueron las más largas y enfervori­zadas desde la deliberación histórica del 16 de octubre, cuando pare.,. cía estar en tela de juicio el futuro mismo del sindicalismo. En la ocasión, fueron varios los sindicalistas que reclamaron, en forma enérgica, que se excluyera la cláusula propuesta o que, en su defecto, se introdujeran restricciones que limitaran la libertad de la CGT para apelar a ella. Sin embargo, las premisas a partir de las cuales basaron sus objeciones soslayaban un hecho capital: la confederación estaba actuando como agente del Estado y su tutela era una consecuencia directa del estatus semioficial de los sindicatos. A continuación, se transcriben algunos de esos argumentos.

B. Palltasso (Ferroviarios): La Unión Ferroviaria es de la ppiníón que hoy, bajo un gobierno justicialista, todo sin­dicato que proceda honestamente y no se aparte de sus. ,funciones específicas no debe temer la intervención. Toda organización que goza de personería gremial po­dría en el futuro objetar que los poderes conferidos a la Secretaría General son excesivos y arbitrarios. Por esa

La dis111i11uci611 de los co1!f/icros labomlrs y el c111111e11to dr los co11trolcs políticos

razón, y como vocero del smdicato de trabajadores fe­rroviarios, exijo que se modifique o elimine esta cláu­sula del estatuto.

. A. Bal11cl1 (Metalúrgicos): Los delegados del sindicato metalúrgico no discuten con el principio fundamental en que se basa dicho poder. En efecto, es posible que surja el raro caso que haga necesario hacerse cargo de la dirección de una organización obrera. Sin embargo, con­sideramos que para regular ese poder resulta esencial prevenir los excesos que se sucedieron en el pasado. Antes de que una organización sea puesta bajo tutela de la confederación, los miembros del Comité Ejecutivo deben previamente llevar a cabo una ínvcstigac1ón. Y la entidad afectada tener el derecho a apelar la decisión ante el Comité Central Confrderal.

F. Arias (Telefóuicos): Todos sabemos lo que sucedió bajo Hernández cuando se echó a líderes sindicales a discre­ción y antojo de la Secretaría General. Esta desafortu­nada experiencia debería se1Yirnos para buscar una sali­da a este problema; y una exigencia mínima ... debería ser que esa sanción se aplicara por un período de 90 días y no por un año o más, como en el pasado.

D. Carbal/ido (Transporte): La UTA está en contra de este artículo por una cuestión de principios y por las peli­grosas repercusiones de su prktica. El artículo crea un instrumento peligroso, que dep la puerta abierta para tomar posesión de un smdicarn por una multitud de ra­zones que tienen poco que ver con el espíritu del estatuto. Dado que el estatuto que goh1crna las entídade.s es demo­crático y asegura que los funrnmanos sindicales sean li­bremente ckg1dos, la voluntad soberana de la masa de afiliados debe determinar d camino a seguir por estos hombres. Cualqmer sindicato que tenga dificultades 111-

ternas debería pcnmtirse q11e Lis resuelva consultando con sus propíos 111k111bros y sin nmTferencias externas.

317

Page 54: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

318 Louise M. Doyo11

D. Diskin (Mercantiles): La Federación de Empleados de Comercio apoya la moción que solicita la anulación de esta cláusula. No creo que un sindicato responsable pueda tolerar sin protestar el hecho de que se erija un órgano superior a la voluntad soberana de sus afiliados. Las organizaciones que son miembros de la CGT son entidades autónomas y no ramas de la confederación. Ésta existe sólo para coordinar, informar y dirigir al movimiento sindical en un sentido general. Respaldo, en consecuencia, la posición adoptada por la UTA que fue expresada con un solo objetivo en mente: garantizar la seguridad, tranquilidad y autono:mía de todos los miembros que forman ci movimiento sindical.

V. Rubio (Transporte): Esta cuestión es tan importante para el sindicalismo que debe ser profundamente debatida. Nosotros, los peronistas, no debemos olvidar que uno de nuestros principios es la libertad sindical, una liber­tad que no pµdimos ejercer sino ahora. No debemos olvidar que lo que hoy decidamos puede tener conse­cuencias fatales para el movimiento obrero organizado y para el movimiento político surgido de la Revolución de Junio. No olvi'demos que algún día podemos ser tan desafortunados como para tener al frente de la confede­ración personas dispuestas a llevarnos por el mal cami­no. No debemos incluir una cláusula que cree una es­pada de Damocles para el movimiento sindical. Un hombre irresponsable y con intenciones miserables que tome el control de la CGT bien puede conducir a nues­tro movimiento a la destrucción22

• Para colocar en contexto estos debates, destaquemos que los diri-

gentes sindicales estaban convencidos de que su alianza con Perón en 1945 había abierto las puertas a la transformación del movimiento obrero en un poderoso grupo de presión en la vida nacional. A pesar

22 Confcderanón General del li·aha¡o, Libro de actas dci Comí té Cl'lltral Con­federa!, diciembre de 1949.

La dismi11ució11 de los co11jlictos iaborales y el au111e11to de los co11troles políticos 319

de su creciente subordinación a las exigencias políticas del régimen, continuaban creyendo que ésa había sido y era la única alternativa válida para el sindicalismo. Sin embargo, los e:x"tensos y acalorados intercambios alrededor del poder de intervención de la CGT mos­traron que un buen número de líderes obreros lamentaban las limi­taciones impuestas por la alianza conel gobierno y el alto costo que ésta implicaba en términos de la integridad y la seguridad de sus or­ganizaciones. Pero lo que no podían hacer -y no hicieron- fue admi­tirlo en forma explícita. Por lo tanto, protestarían en forma velada.y a veces incoherente ante la nueva imposición que recaía sobre sus or­ganizaciones. Como hombres luchando contra sombras, en sus te­mores imaginaban la posibilidad de que en el futuro ese poder de intervención fuera abusado por dirigentes inescrupulosos y ávidos de beneficios personales, como había ocurrido con Aurelio Hernán­dez. Con ello pasaban por alto un hecho evidente para todos: la ola de intervenciones por parte de la CGT se había producido durante la gestión de José Espejo y coincidía con el viraje conservador de la política laboral del régimen.

Por cierto, en este debate de dos días de duración, también se escucharon las voces de quienes abogaban por la aprobación de la cláusula propuesta, en sintonía con la conducción oficial de la CGT. Lo cierto fue que las divergencias fueron tales que hubo que elaborar dos despachos, uno por mayoría, aceptando la intervención de la CGT, y el otro, por minoría, que la rechazaba. Cuando se reunió el congre­so nacional de la central obrera, en abril de 1950 como anticipamos, los asistentes a la asamblea sindical volvieron a enfrentarse en torno de estas posiciones. Sometida a votación, la facultad de intervención de la CGT fue aprobada por escaso margen. La votación se realizó tomando en cuenta el número de afiliados que representaban los dis- · tintos delegados sindicales y arrojó 1.530.429 a favor y 1.491.566 en contra. Fue significativo que esta victoria tan estrecha se hubiese al­canzado sólo después de importantes presiones políticas sobre los sindicatos que se hallaban intervenidos, como hicieron saber los de­legados de La Fraternidad.

I--Iubo muchos delegados que estuvieron Junto a los tra­bajadores ferroviarios y otros que reclamaron al uníso­no: iQueremos libertad sindical! Fueron gestos espon­táneos que se rep1t1eron en varias ocasiones a lo largo

Page 55: DOYON, Louise - Peron y Los Trabajadores

320 Louise M. Doyo11

del congreso. Fueron numerosos los sindicatos que se sinceraron con la representación de La Fraternídad,Jon­firmando que estaban en contra de la facultad de inter­vención de la CGT; en algunos casos se nos dijo que estaban en contra del artículo intervensionista pero que debían votarlo debido a sus sindicatos estaban interve­nidos23.

La peronización del movimiento obrero tuvo en el congreso de la CGT de 1950 su ratificación simbólica con la aprobación del nuevo preámbulo al estatuto. La carta de principios hizo ahora explícita la adhesión a los postulados delJusticialismo, al tiempo que volvió os­tensiblemente la espalda a las tradiciones que habían orientado las luchas obreras en el pasado, al declarar:

Que la clase trabajadora argentina ha luchado durante décadas desde su organización sindical, para alcanzar el enaltecimiento integral, mediante la conquista de los derechos que le aseguren una existencia superior en el orden material y espiritual, aboliendo los privilegios so­ciales, que son causa de explotación y de miseria y fuente de conflictos, odios e inseguridades; Que la labor cumplida en procura de tan trascendenta­les fines, fue orientada por sistemas ajenos a su medio, extraños a su tradición y a su ambiente, por carecer de una doctrina esencialmente nacional, surgida de su pro­pia formación y elaborada conforme a sus mismas ne­cesidades, careciendo de las normas claras y del progra­ma concreto que condensara, en forma homogénea, práctica y posible, los anhelos de superación de la masa laboriosa del país, de acuerdo a la realidad social en que actúa; Que la Doctrina Peronista, magistralmente expuesta por su creador, el General Juan Perón, define y sintetiza las aspiraciones fundamentales de los trabajadores argenti­nos y señala la verdadera doctrina con raíz y sentido

''La Fratcrmdad, Libro de .!Ctas de la com1s1ón directiva, abril de l<JS(l~.

La dis111í1111ci611 de los n111f/ictos laborales y c/ ,111111c11to de his co11trolcs polít1cos

nacional, cuya amplia y leal aplicación ha de forjar una Patria Justa, Libre y Soberana24

.

321

Hay que destacar que, en el momento mismo en que tornaba la decisión de hacer suyos los prinop1os de una doctrina que negaba la lucha de clases, el movimiento obrero procuró colocar sus aspiracio­nes al amparo de un objetivo trascendente y ambicioso, en cierto modo congruente con su historia previa. Así, en el mismo preámbu­lo, también se sostuvo:

Que el proceso de realizamín tiende hacia la gradual socialización de los medios de producción y cambio e impone al proletariado el deber de participar y gravitar desde el terreno sindical para afianzar las conquistas de la Revolución Peromsta, para consolidarlas en el pre­sente y ensancharlas en ei futuro.

La evocación de un orden socialista como resultado eventual de la profundización de la Revolución Peronista no debería ciertamente ser tornada en forma literal. Sin embargo, la referencia a ese punto de llegada ideal tampoco debería ser desechada, viendo en ella apenas un puro exceso rctónco. A nuestro JUicio, este curioso párrafo del nuevo preámbulo revela que, más allá de ,Jos actos rituales de lealtad, el movimiento síndica! mantenía una concepción fuertemente obre­rista de su adhesión al régimen y qui.: juzgaría su desempeño futuro a partir de los altos parámetros fijadus por las reformas laborales lleva­das a cabo desde 19-1-5.