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VIDA DEL VENERABLE HERMANO NORBERT

John McAuliffe (1886-1959)

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Ofrecemos a los Hermanos y colaboradores la primera edición en español de la Vida del Hermano Norbert (John McAuliffe 1886-1959).

El presente texto proviene de la traducción al español de Life of Brother Norbert, pu-blicada en 1992 por los Hermanos Hermand Boland, Blaise Tours y Jerome Lepre. El principal mérito de esta biografía, aparte de ser la primera, es que recoge de mane-ra franca y directa los testimonios de muchas personas que estuvieron en contacto con el Hermano Norbert: Hermanos de comunidad, antiguos alumnos y colaborado-res en la misión. La inmediatez de estos testimonios nos ofrecen la imagen de un san-to real, de carne y hueso, sometido como todos nosotros a las inclemencias de cada día.

En 1995 el Hermano Lionel Goulet hizo la traducción al francés de la biografía del Hermano Norbert. A pesar de no ser una traducción completa, mejora el estilo de la original y añade títulos a los capítulos y a los parágrafos. Hemos incorporado alguno de estos títulos a la versión en español porque favorecen la lectura y hacen más com-prensible el conjunto de la obra.

El 19 de mayo de 2018 la iglesia declaraba Venerable al Hermano Norbert. Para los Hermanos del Sagrado Corazón significaba contar con la “figura extraordinaria de un educador completamente entregado al servicio de la evangelización y de la pro-moción humana”. Hasta entonces pocos habíamos oído hablar de él, y menos en los países de habla hispana donde era casi un perfecto desconocido, a pesar de que pasó prácticamente un año entre nosotros cuando hizo el noviciado mayor en Rente-ría en 1930 bajo la supervisión del maestro de novicios de la época, el legendario Hermano Arthème.

Si tuviéramos que reivindicar tres modelos para la vida de los Hermanos del Sagrado Corazón, serían sin lugar a dudas el Padre Andrés Coindre, el Hermano Policarpo y el Hermano Norbert. Cada uno responde a una faceta de nuestro apostolado. Si el Padre Coindre es el fuego de la pasión por Dios, el Hermano Policarpo es la regulari-dad de la vida religiosa. El Hermano Norbert, en cambio, añade una vertiente más moderna a la vida de los Hermanos. Hay muchos que dicen que uno no puede ser santo gestionando obras educativas porque la santidad es contraria a las reivindica-ciones salariales, las batallas con los proveedores y las guerras dentro del claustro. La vida del Hermano Norbert es una afirmación de lo contrario. Supo ser santo convi-viendo con las preocupaciones de gestionar colegios donde el dinero no llegaba pa-

SOBRE EL TEXTO

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ra todo, seminarios en los que casi había que pedir limosna para dar de comer a los alumnos y comunidades religiosas donde las debilidades humanas eran, como siem-pre, demasiado humanas.

Nadie como él podría haber proclamado que su apego a la meditación y a la vida contemplativa le impedía mezclarse con los hombres. El Hermano Norbert era perfec-tamente consciente de que hay dos lujos que no se pude permitir un Hermano del Sagrado Corazón. El primero es dejar a los hombres de lado, olvidarnos de que los pobres están siempre esperando tras la puerta que abrió el Padre Coindre. El segun-do, tan importante como el primero, es pensar que podemos llegar a los hombres sin pasar primero por Dios. Cuando le preguntaron al Hermano Norbert qué hacía duran-te tantas horas en la capilla, respondió : “ Simplemente estar sentado y dejar que el amor de Dios te llegue desde el sagrario”.

Hemos preferido no traducir los nombres de los Hermanos que aparecen en el texto. Tampoco el del Hermano Norbert, al que algunos llaman Norberto. El español ya ad-mite como propios nombres de parecida morfología como Robert o Albert. Lo deja-mos pues en Norbert y de esta manera respetamos la denominación original y contri-buimos a la uniformidad con otras lenguas.

Agradecemos el esfuerzo imprescindible del Provincial, el Hermano Carlos Almaraz, y de los Hermanos Ildefonso Ortega y Luis Lorente para repasar, corregir el texto y ofrecer una versión lo más fidedigna posible.

H. Javier Marquínez

Madrid , abril de 2020.

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SOBRE EL TEXTO

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VIDA DEL VENERABLE HERMANO NORBERT

Los primeros años. 3

Misionero y fundador. 10

Intermedio en Metuchen. 22

Director general en Uganda. 29

Los últimos años. 41

© Hermanos del Sagrado Corazón. Provincia de España. Abril 2020.

ÍNDICE

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LOS PRIMEROS AÑOS1886-1931

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Las Hermanas Dominicas admitieron John McAuliffe y a su Hermamo Walter en el orfanato de la casa madre del la congregación en Sparkill (Nueva York) a unos 50 kilómetros al norte de Manhattan. Esta circunstancia va a a ser determinante para que el Hermano Norbert sea Her-mano del Sagrado Corazón

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La familia del Hermano Norbert.

Después de haber sobrevivido a la miseria y al hambre en la década de 1840, Da-niel McAuliffe (1840-1893) dejó el condado de Cork (Irlanda) para buscar una nueva vida en los Estados Unidos. Tras llegar a su nueva tierra de adopción se estableció en el bajo Manhattan como otros muchos de sus compatriotas. Encontró trabajo en los muelles y con el tiempo llegó a ser un cualificado calafateador de barcos.

El 11 de abril del 1872 Daniel se casó con Mary Newman en la iglesia de Santa Ro-sa de Nueva York. El primer y único hijo del matrimonio se llamó también Daniel, na-cido el 19 de diciembre de 1872. Pero por desgracia Mary murió cinco días des-pués a consecuencia del parto. Daniel se quedó solo para cuidar al niño mientras tenía que continuar con su trabajo. Cinco años después, el 18 de agosto de 1877, Daniel se casó con Elizabeth (Lizzie) Murphy en la parroquia a la que ella pertene-

LOS PRIMEROS AÑOS

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En agosto de 1930 el hermano Norbert comenzó sus nueve meses de novicia-do mayor en Rentería bajo la guía del Hermano Artheme.

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cía, la iglesia de San José de Brooklyn (Nueva York). Este matrimonio fue bendecido con cinco hijos: Mary, Walter, John (el Hermano Norbert), George y Elizabeth.

Mary y George murieron siendo muy niños. Walter trabajó durante toda su vida como chófer de un miembro de la familia Gould, millonarios neoyorquinos. Después se reti-ró con su esposa a Florida donde vivió hasta los noventa años. No tuvo hijos. Fue Walter quien en 1972 relató a los Hermanos Blaise Tours y Alfredo Rodríguez los días de infancia de su hermano John, que sería después el Hermano Norbert. Walter y John asistieron a la escuela parroquial de Santa Inés. Elizabeth se casó y tuvo una hija que murió tempranamente a consecuencia de las quemaduras ocasionadas por una accidente doméstico.

Daniel, el padre del Hermano Norbert, murió el 21 de noviembre de 1893 a causa de una nefritis.

Después de la muerte de su marido Lizzie se trasladó con su familia a la segunda avenida de Nueva York, entre las calles 31 y 32, e inscribió a sus dos hijos en la es-cuela católica local dirigida por las Hermanas Dominicas de Sparkill. Lizzie mantenía a su familia haciendo trabajos de costura. Por desgracia murió de forma repentina el 10 de octubre de 1895 debido a una apoplejía. La muerte la sorprendió sentada en la mecedora mientras leía un semanario católico.

Daniel, hijo del primer matrimonio que tenía 21 años cuando murió su segunda ma-dre, se hizo cargo de su media hermana Elizabeth y la acogió en su casa hasta que ella se casó.

El orfanato de las Hermanas Dominicas.

Las Hermanas Dominicas admitieron a Walter y John en el orfanato de la casa madre del la congregación en Sparkill (Nueva York) a unos 50 kilómetros al norte de Manhat-tan. Esta circunstancia va a a ser determinante para que el Hermano Norbert sea Hermano del Sagrado Corazón. John pasó ocho años en Sparkill siguiendo un pro-grama diario de clases, oración, trabajo y juego. Su deporte favorito era el béisbol en el que pronto destacó como interior.

En 1902 conoció al Hermano Stanislaus Keating que había ido a Sparkill para reclu-tar entre los muchachos a futuros Hermanos del Sagrado Corazón. El Hermano Sta-nislaus apeló a la generosidad de los chicos subrayando la necesidad de misioneros para servir en las escuelas que los Hermanos tenían en el sur. Cuando mencionó que la primera obra de los Hermanos era un orfanato en Mobile (Alabama), John sin-tió la llamada interior a la vocación religiosa. Se entusiasmaba con la idea de ayudar

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a otros huérfanos como maestro y amigo. No tardó ni un minuto en decirle a las reli-giosas que quería ser Hermano como el Hermano Stanislas.

El ingreso en la vida religiosa.

Poco después, el 1 de mayo de 1902, el Hermano Stanislas llegó a Sparkill para lle-var a John McAuliffe a Metuchen (New Jersey), a la propiedad de 75 acres recién comprada que iba a servir como noviciado. John enseguida hizo amistad con dos compañeros que pasarían su vida enseñando en los colegios del sur, los Hermanos Bonaventure Kenny y Thomas O’Rourke.

Como futuros Hermanos estos jóvenes aprendieron el espíritu de pobreza a través de la experiencia diaria. A pesar de que John sabía lo que era trabajar en el campo y todo lo que conlleva, no estaba preparado para las largas jornadas que le espera-ban en Metuchen. Su afición al béisbol era la mejor válvula de escape para el duro trabajo. Estaba muy feliz de que el Hermano Stanislas estuviera en Metuchen como superior y maestro de formación.

La propiedad de Metuchen en el momento de la compra consistía en un terreno llano y cultivable con una casa de cuatro pisos, un almacén para los carros, un establo pa-ra los caballos, un cobertizo para secar tabaco y una casa para el servicio. John y sus doce compañeros ayudaban en las tareas del campo al Hermano Florent Favier y en el mantenimiento de la casa al Hermano Damien Haydel. En aquellos meses se dedicaron a preparar lo que iba a ser durante 60 años la casa de formación de los Hermanos del Sagrado Corazón de la provincia de Nueva Orleans . Estos jóvenes pa-saron muchas horas plantando, cultivando y recolectando los alimentos necesarios para tener comidas con fundamento.

Además del trabajo los jóvenes asistieron a clase durante el verano de 1902 y conti-nuaron de manera regular a lo largo del año. John aprendía con facilidad y sacaba buenas notas. Enseguida destacó dentro del grupo como estrella del béisbol, espe-cialmente como shortstop. Con su voz característica, que se oía en todo el campo, no dejaba de animar a sus compañeros.

El noviciado.

En 1903 el Hermano Fabian Albenque, que había sido director en varias casas y ve-nía de ocupar cargos de responsabilidad en Canadá, llegó al noviciado. Estableció las clases regulares y constituyó el primer grupo de novicios con los jóvenes que te-nían 15 años o más. El 14 de noviembre de 1902 diez postulantes tomaron el hábito. De ahí en adelante John tomará el nombre de Hermano Norbert.

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Seis miembros de este grupo hicieron sus primeros votos en Metuchen el 21 de no-viembre de 1903 y los seis fueron premiados con el don de la perseverancia hasta el final. Tres de estos hermanos, Justin Roques, John Faure y Placide Arnoud, sirvieron en el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial. El Hermano Justin sobrevi-vió a la guerra y se quedó en el colegio de Lyon mientras que los Hermanos John y Placide murieron en el frente. (Testimonios 1, pp. 9).

En la Francia de 1903 comenzó una brutal campaña confiscatoria contra los bienes de la Iglesia promovida por el partido en el poder. Mientras algunos Hermanos cruza-ban los Pirineos para fundar la Provincia de España, muchos otros partieron hacia los Estados Unidos. El 28 de mayo de 1903 cuatro Hermanos: Albertinus Juge, Marti-nian Pauc, Paul Couffort y Martin Alexis Martin llegaron a Metuchen con 16 postulan-tes franceses.

Los recién llegados fueron alojados de manera más bien precaria. Aunque con lim-pieza las instalaciones eran espartanas. Al Hermano Norbert y a sus compañeros no-vicios se les asignaron dos franceses a cada uno para que les sirvieran como profe-sores de inglés. El Hermano Thomas cuenta que a pesar de los esfuerzos del Herma-no Norbert para enseñar a sus dos pupilos las oraciones diarias en inglés solo consi-guió enseñarles a pronunciar la señal de la cruz.

El carácter afable del Hermano Fabian lo convertía en la persona más cualificada pa-ra ejercer como maestro de novicios y como superior de una comunidad verdadera-mente políglota. De vez en cuando surgía algún problema, pero su espíritu alegre conseguía restaurar rápidamente la armonía. Formaba a sus novicios de acuerdo a las lecciones extraídas de estos dos libros: La Perfección Cristiana y Souvenir of the Novitiate. La disciplina era a la vez firme y considerada.

En uno de los paseos dominicales en los que el Hermano Fabian iba al final, los Her-manos Bonaventure, Norbert y Thomas decidieron que podían sustraerse a la vigilan-cia del maestro y alejarse para disfrutar del agua fresca de una fuente. Justo cuando estaban a punto de llevarse el primer trago a la boca sintieron un toque ligero en sus hombros. Se volvieron asombrados y encontraron al Hermano Fabian. A pesar de sus 39 años había dejado todas sus cosas y salido en persecución de los “pilluelos”. El Hermano Norbert disfrutó con esta aventura y mientras volvían a casa compusie-ron una canción sobre el hecho de haber sido atrapados por un “hombre pequeño y gordo”. (Testimonios 1, p. 7)

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La enseñanza en la escuela

El Herman Norbert comenzó su carrera como maestro en St. Patrick’s School, en In-dianapolis (Indiana). Era costumbre en aquellos tiempos que los profesores primeri-zos comenzaran con los cursos más pequeños para ganar experiencia en conteni-dos y metodología. Le asignaron las clases de primer y segundo grado en un aula que tenía 60 niños. Era el procedimiento normal en las escuelas pequeñas. Por otra parte, dedicaba los sábados al estudio de las materias de secundaria y durante las vacaciones de verano estudiaba alguna asignatura bajo la supervisión de algún Her-mano más experimentado.

Durante sus tres primeros años de apostolado el Hermano Norbert enseñó en tres es-cuelas diferentes. Esta práctica permitía al joven Hermano y a la comunidad decidir si el compromiso era beneficioso para ambas partes. Durante el resto de su etapa como profesor en América, el Hermano Norbert disfrutó de estabilidad en las obe-diencias y pasó muchos años en la misma escuela. Su estancia más larga fue en Wa-shington (Indiana) donde estuvo diez años, los últimos seis como director.

Los estudios superiores.

El año 1920, gracias al programa de estudios que había seguido por su cuenta, el Hermano Norbert estaba ya preparado para ingresar en la universidad. Cuando el Hermano Provincial, Macarius Pierce, ofreció a los Hermanos la oportunidad de con-tinuar sus estudios en la Loyola University de Nueva Orleans, el Hermano Norbert res-pondió con prontitud. Tras una prueba de ingreso la universidad le ofreció un progra-ma de estudios que le permitiría graduarse en varias materias. Con su típica determi-nación se puso manos a la obra y consiguió el título de Bachiller en Ciencias. Este título le concedía la certificación de por vida en el estado de Indiana para enseñar Inglés, Latín, Química, Matemáticas y Física.

La enseñanza de la religión.

Si el título y la certificación eran logros de los que estaba justamente orgulloso, con-cedía más importancia a sus clases de religión. En ellas los alumnos recibían una for-mación de acuerdo a las enseñanzas de Cristo y desarrollaban un carácter que les iba a permitir comportarse y vivir de acuerdo a la ley de Dios a lo largo de toda la vi-da.

En las clases de religión parecía transformarse cuando explicaba el amor de Dios ha-cia el hombre y el deber del hombre de mostrarse digno de ese amor. Sus estudian-tes se sentían hipnotizados por el entusiasmo de la explicación y no se trataba de

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una sensación puntual. Varios antiguos alumnos recordarían años después los efec-tos que producían esas clases.

Su profunda espiritualidad quedaba de manifiesto en la facilidad con la que explica-ba la presencia de Dios fuera cual fuera la materia que enseñaba: el lenguaje es un regalo que permite al hombre comunicarse con Dios, las figuras geométricas hacen que el estudiante pueda ver a Dios en cualquier lugar, el estudio de la ciencia revela el poder de creación de Dios y también, por desgracia, la energía destructiva del hombre por el mal uso de la propia ciencia.

El noviciado mayor en Rentería.

En agosto de 1930 el hermano Norbert comenzó sus nueve meses de noviciado ma-yor en Rentería (España) bajo la guía del Hermano Artheme Labes, director de la se-sión durante varios años. No es necesario decir que el Hermano Artheme quedó muy impresionado por la profunda espiritualidad del Hermano Norbert a pesar de sus difi-cultades con la lengua francesa. Esta oportunidad para concentrarse en asuntos es-pirituales constituyó la preparación ideal para la vocación misionera que enseguida iba a emprender con tanto éxito.

La llamada misionera.

Cuando el Hermano Albertinus, Provincial de Estados Unidos (1922-1931), hizo una llamada a los voluntarios para trabajar en las misiones, el Hermano Norbert contestó desde el noviciado mayor ofreciéndose como misionero. Fue escogido junto a otros tres Hermanos: Camillus Carico, Coleman McEvilly y Oswin Horner.

Estos tres Hermanos americanos salieron hacia Le Havre (Francia) el día 17 de julio de 1931 junto a los Hermanos Lambert Fairfield, Peter Basso y Macarius Pierce, dele-gados del Capítulo General. El Hermano Louis Cavell, recién destinado al claustro del colegio Cristo Re de Roma, les acompañaba.

Los cuatro Hermanos del Sagrado Corazón misioneros para Uganda tuvieron la fortu-na de contar con la guía de Hermano Albertinus en su visita a la tumba del Hermano Policarpo y en la peregrinación a Lourdes. Después viajaron hasta Marsella donde tomaron una barco para el largo viaje hasta Mombasa (Kenia). No se demoraron mu-cho en conseguir un viaje en tren a través de las llanuras altas de Kenia hasta Soroti (Uganda) donde les estaba esperando un Padre comboniano que los condujo en la etapa final del camino a Gulu.

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MISIONERO Y FUNDADOR1931 – 1939

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Los Hermanos del Sagrado Corazón de la provincia de Nueva Orleans (Estados Unidos) llega-ron a Gulu (Uganda) en la festividad de la Asunción, el 15 de agosto de 1931.

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La fundación.

Los Hermanos del Sagrado Corazón de la provincia de Nueva Orleans (Estados Uni-dos) llegaron a Gulu (Uganda) en la festividad de la Asunción, el 15 de agosto de 1931 (Testimonios 1, p. 34). A pesar de los preparativos que habían hecho para ir a las misiones, había algunos aspectos de la vida en un protectorado del tercer mun-do de los que sabían muy poco. Para que un misionero pueda vivir el apostolado en su plenitud necesita un timonel sólido: el superior. Las principales preocupaciones del Hermano Norbert en este primer periodo de su actividad misionera fueron los Hermanos, la escuela, las relaciones con los Padres combonianos y la espirituali-dad de los alumnos.

MISIONERO Y FUNDADOR

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Los primeros misioneros en Uganda (1931). De izquierda a derecha los Her-manos Coleman, Oswin, Norbert y Camillus.

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La escuela.

Uganda era un protectorado inglés. Esta lengua tenía que ser el principal medio de comunicación en las escuelas. Esto significaba renunciar en el mundo de la educa-ción a muchas lenguas y dialectos autóctonos. Los Hermanos comenzaron las cla-ses el 16 de agosto, al día siguiente de su llegada a Gulu. El Hermano Norbert era el director.

La escuela había sido dirigida hasta entones por los Hijos del Sagrado Corazón, un grupo misionero fundado en Verona (Italia) a los que se les conoce también como Pa-dres de Verona o misioneros combonianos. Como estos misioneros no eran de habla inglesa prefirieron buscar otros religiosos que hablaran inglés para llevar la escuela secundaria.

Fueron tiempos difíciles para los Hermanos en medio de una crisis financiera interna-cional. Pero poco a poco, con paciencia y tacto, comenzaron a sacar la escuela de un verdadero laberinto de dificultades.

Dificultades económicas.

El gobierno de Uganda estaba deseoso de establecer escuelas secundarias que contribuyeran a la educación de la población. No es de extrañar pues, que fundaran y financiaran este tipo de establecimientos. Pero a veces el dinero no llegaba donde debía. El Hermano Norbert tuvo la ocasión de comprobar personalmente las intrigas y la manipulación con las cantidades que llegaban a Gulu. Le llamaba la atención que las subvenciones dadas por el gobierno no fueran directamente a la escuela si-no al obispo de cada región que distribuía el dinero personalmente.

El Hermano Norbert tuvo que actuar con mucha cautela para hacer frente a esta si-tuación. El norte de Uganda, campo de acción de los Padres combonianos, era toda-vía un vicariato y Moseñor Vignato ejercía una función similar a la del obispo en una diócesis. Cuando recibía la cantidad asignada por el gobierno para una determinada escuela, tomaba una parte de la subvención para las necesidades misioneras. Todos los obispos y vicarios de África Oriental actuaban de la misma forma.

Para el colegio San Luis, la escuela asignada a los Hermanos del Sagrado Corazón, monseñor se quedó con 150 libras de las 750 que le había concedido el gobierno du-rante el año 1932. Al Hermano Norbert le llegaban 600 libras para llevar el colegio y pagar los gastos de los Hermanos. Monseñor les dijo que las 150 libras eran para pa-gar el alquiler de la casa. Esto le pareció bastante razonable al Hermano Norbert a la espera de comprobar si podía mantener la escuela con 600 libras.

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Al año siguiente monseñor también se quedó con 150 libras y el tercer año, 1934, quiso quedarse con 100 libras más y dejar a la escuela con solo 500. El Hermano Norbert rechazó la propuesta y dejó claro que monseñor tendría que escribir al pro-vincial de los Hermanos, el Hermano Lambert Fairfield. El Hermano Norbert no que-ría dar la impresión de que cualquier decisión del monseñor pasaba por encima de los cauces propios de la congregación. Sin embargo, escribió rápidamente al Herma-no Lambert para decirle que los Hermanos podían subsistir con 500 libras al año y recomendaba dar las 100 libras extras a monseñor. (Cartas 1, p. 42)

Fue en esta época cuando el Hermano Norbert trató de obtener de monseñor Vigna-to la firma de un contrato anual que fuera beneficioso para las dos partes. No pudo lograrse. Sin embargo, en 1935 el Hermano Norbert consiguió firmar un contrato con los Padres combonianos gracias al respaldo del primer obispo de Gulu, Angelo Ne-gri. Estos dos hombres fueron buenos amigos. Tuvieron una relación de respeto y confianza nacida seguramente de la intensa vida espiritual de cada uno de ellos.

Es preciso hablar de la ayuda que el Hermano Norbert prestó a los Padres combonia-nos en diversas ocasiones. Monseñor Vignato pidió ayuda financiera al Hermano Nor-bert para las nuevas misiones. Con su característico impulso caritativo el Hermano Norbert donó 500 chelines ugandeses para la nueva misión que estaba siendo cons-truida en Kalonga y siguió contribuyendo en años sucesivos.

Por su parte, monseñor Vignato mostraba su aprecio por los Hermanos de muchas maneras. Les proporcionaba cigarrillos a los fumadores a pesar de que el Hermano Norbert no fumaba y que los superiores de los Hermanos habían prohibido fumar a los misioneros. También compró un pequeño coche de la marca Rugby que dejó en la misión para uso de los Hermanos diciendo: “hasta que vuestros superiores tengan el sentido común suficiente para dejaros comprar un coche”. Hay que tener en cuen-ta que la oficina de correos y toda las tiendas estaban a un mínimo de cinco kilóme-tros de distancia. Estaba claro que se necesitaba un medio de transporte.

Problemas de salud.

El clima en Gulu era bastante bueno. Durante el día la temperatura en las clases ron-daba los 25 grados mientras que por las noches bajaba hasta los 18. Al sol hacía mu-cho calor, a veces por encima de los 45 grados, y la malaria se extendía por la zona. Este problema de salud para los Hermanos preocupaba al Hermano Norbert. El úni-co medicamento que se usaba en la época era la quinina.

Por lo que sea esta sustancia no le iba bien al Hermano Christopher Cox. Se negaba a tomar la medicación y padecía como consecuencia frecuentes ataques de malaria.

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Así pues, el resto de los Hermanos tenían que hacer muchas sustituciones en las cla-ses, a veces hasta de una semana, por lo que el asunto se convirtió en un problema recurrente.

En 1934 el Hermano Colman había tenido varios ataques agudos de malaria. La situa-ción podía complicarse y provocar la mortal fiebre llamada de “las aguas negras”. Por recomendación del médico el Hermano Norbert tuvo que enviarlo urgentemente a Estados Unidos (Cartas 1, p. 53). Fue reemplazado por el Hermano Ernest, que no tenía experiencia en la clase y que tampoco acertaba en el acompañamiento de los alumnos, por lo que el Hermano Norbert tuvo que tomar la desagradable decisión de enviarlo de vuelta a Estados Unidos solo un año después de haber llegado a África.

El Hermano Norbert parece ser que no se vio demasiado afectado por la enferme-dad africana. De hecho una de sus penitencias, según algunos antiguos alumnos, era no levantarse en la capilla cuando le picaban los mosquitos y ofrecer eso por las almas del purgatorio. En sus cartas al Provincial recomendaba que enviara misione-ros que no necesitaran demasiados cuidados médicos.

En otra ocasión tuvo que prescindir del Hermano Christopher durante diez días por que le tenían que poner implantes dentales. Como el dinero escaseaba rogó por car-ta al Hermano Provincial que los nuevos misioneros llegaran con la boca y el estóma-go arreglados. Ninguna de estas preocupaciones eran conocidas por los Hermanos. Se lo comunicaba únicamente al Hermano Provincial a través de una numerosa co-rrespondencia.

Problemas escolares.

Durante estos primeros años el Hermano Norbert tenía que hacerse cargo de reco-ger personalmente la pequeña cuota que se cobraba a los alumnos. No era del todo infrecuente que algún alumno que no había pagado tuviera que desandar los 50 kiló-metros hasta su casa para recoger el dinero. Hay que tener en cuenta que la cuota era imprescindible para mantener a los alumnos. El problema era que la mayoría de los padres eran musulmanes y, de acuerdo a sus creencias, tenían tantas mujeres co-mo podían mantener. Además las dotes eran muy costosas: diez vacas, quinientas azadas y varios cientos de chelines ugandeses. Total que la cuota de la escuela que-daba en el último lugar de las obligaciones hasta que el Hermano Norbert comenzó a mandar alumnos a casa.

Obtener comida para los estudiantes era un asunto difícil para el Hermano Norbert. El arado de la tierra que pertenecía a la escuela lo hacían hombres contratados. Pe-ro después los alumnos trabajaban una hora al día sembrando o cultivando batatas.

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Los sábados trabajaban dos horas. Los días de vacación dividían sabiamente el tiem-po trabajando por la mañana y jugando por las tardes. Los alimentos básicos eran las batatas y las alubias. En algunas ocasiones, cuando la sequía estropeaba las ba-tatas o las langostas se comían las verduras, el Hermano Norbert se veía obligado a usar el dinero para comprar comida para los alumnos.

Las relaciones con los Hermanos.

Suele decirse que es difícil vivir con un santo. No parece que lo fuera con el Herma-no Norbert gracias a su paciencia admirable, su sentido de unión con Dios y una in-tuición excelente. Tenía todas las cualidades de un gran superior. Los Hermanos es-taban encantados con él y esto se hizo todavía más evidente en su segunda estan-cia en África después de un periodo en los Estados Unidos.

La manera habitual del actuar del Hermano Norbert cuando existía un problema era comunicarlo al provincial y no preocupar a los Hermanos con los asuntos administra-tivos. Por eso algunos Hermanos pensaban que el Hermano Norbert no era conscien-te de algunas situaciones. Las cartas al Superior provincial reflejan una excelente comprensión de todos los temas. No era infrecuente que en estas cartas el Hermano Norbert expusiera con claridad la situación problemática y sugiriera una solución po-sible.

Así pasó con el asunto del Hermano Camillus. Este Hermano tenía fama de chivarse a los superiores de las faltas de sus compañeros. Así que no quería volver a los Esta-dos Unidos porque allí ya le conocían: “Allí no me quieren ni ver”.

Esta podía ser la razón de sus dudas sobre dejar la vida religiosa y hacerse sacerdo-te. También el Hermano Norbert había pensado en esta posibilidad durante los prime-ros años de vida religiosa. Parecía la única forma de hacerse misionero. El Hermano Camillus, a juicio del Hermano Norbert, era un excelente maestro que hacía muy bien con su trabajo en Gulu y cumplía con sus deberes religiosos. Como la intención de hacerse sacerdote persistía, el Hermano Norbert lo envió a los Estados Unidos en septiembre de 1935.

Al cabo de seis meses escribió al Hermano Norbert diciéndole que echaba mucho de menos la vida en Gulu (Cartas 1, p. 106). El Hermano Camillus regresó a África en enero de 1938 y, habiendo cumplido el Hermano Norbert su etapa como director, fue nombrado superior de los Hermanos y director de la escuela. En estas dos funcio-nes ejerció un gran trabajo y olvidó al parecer el asunto del sacerdocio. El rendimien-to de los alumnos en este periodo fue excelente.

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El Hermano Norbert tuvo una buena relación con otro de sus compañeros de grupo. El Hermano Oswin Horner, que era de familia protestante, había tenido problemas al hacerse católico, agravados cuando expresó su deseo de ser Hermano del Sagrado Corazón. Las relaciones con su familia nunca se arreglaron. En África fue muy útil pa-ra el director por su disposición para ayudar en todo lo que fuera necesario. El Her-mano Norbert estaba muy satisfecho del trabajo de este Hermano que se llevaba bien con los alumnos y los acompañaba todos los días en las clases, en el patio y en el trabajo. Era un trabajador infatigable, imprescindible para el Hermano Norbert.

Pero en 1937 se notaba que el Hermano Oswin estaba muy cansado. El Hermano Norbert escribió al provincial para comunicárselo (Cartas 1, p. 136). Se intentó bus-carle un trabajo más llevadero: enseñar ciencias en el seminario. Pero en agosto de 1937, viendo que no podía seguir dando clase, el Hermano Norbert lo envió de vuel-ta a los Estados Unidos. Más tarde, de regreso a las misiones participó en la funda-ción de Okaru y Palotaka, en Sudán.

En las clases.

Durante la dirección del Hermano Camillus, el Hermano Norbert siguió dando clase en Gulu donde, según sus alumnos, no sólo les enseñaba de maravilla las materias profanas, sino también los principios de una buena vida cristiana. Es interesante leer los testimonios escritos por sus alumnos, que hablan con una mezcla de admiración y sincero entusiasmo. Para ellos era un hombre especial, un verdadero hombre de Dios.

Muy a su pesar tuvo que acatar la decisión de los superiores para volver a los Esta-dos Unidos y tomarse un merecido descanso. Con su habitual sumisión a la voluntad de Dios y su obediencia inquebrantable, dejó el trabajo en la misión y volvió a Esta-dos Unidos en agosto de 1939.

Los testimonios.

Durante este primer periodo de actividad misionera podemos preguntarnos hasta qué punto el Hermano Norbert había mostrado esa espiritualidad tan profunda de la que hablan sus antiguos alumnos y colaboradores. A pesar de que la espiritualidad es una cosa muy íntima, puede transparentarse en las palabras y acciones. Para acercarnos a su espiritualidad tendremos que recoger los comentarios de las perso-nas que vivieron y trabajaron con él en aquellos primeros años. De lo que no cabe duda es que su presencia constituyó una influencia positiva para la vida espiritual de aquellos jóvenes africanos.

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Cuando los Hermanos llegaron por primera vez a su casa en África la tarde del 15 de agosto de 1931, festividad de la Asunción, el Hermano Norbert los condujo direc-tamente a a la pequeña capilla que estaba situada en la parte central para dar gra-cias al Sagrado Corazón por haber llegado sanos y salvos a su destino.

Después de la primera cena uno de los alumnos, Philip Acaye, fue elegido para que en el comedor hiciera siempre de traductor entre el Hermano Norbert y el cocinero. Como se puede imaginar Philip no perdía detalle de cada movimiento que hacían los Hermanos americanos.

En marzo de 1987 el señor Acaye escribió 26 páginas con su testimonio sobre el Her-mano Norbert. A favor del crédito de este hombre hay que decir que se graduó en la Makerere University de Kampala y enseñó la mayor parte de su vida en las escuelas de los Hermanos del Sagrado Corazón en Uganda. Ejerció su docencia frecuente-mente con el Hermano Norbert. Durante los últimos años de su vida activa desempe-ñó el cargo de Director de Educación del norte de Uganda. Su testimonio es muy grá-fico. (Testimonios 1, pp. 33-41).

El testimonio de Philip Acaye.

Philip dice que en la comidas, al Hermano Norbert como superior, siempre se le ser-vía el primero, pero que comía muy poco y dejaba los mejores bocados para sus compañeros. Describe al Hermano Norbert como un hombre de modales amables que nunca parecía ejercer la autoridad desde el poder. Para Philip es bastante revela-dor que nunca alzaba la voz ni perdía la compostura, incluso ante cualquier provoca-ción. Al contrario, siempre hablaba con tranquilidad y razonaba con calma cuando surgía algún desacuerdo con un profesor o con un alumno. Esto a pesar de que en su juventud el Hermano Norbert, como él mismo decía a menudo , había tenido un carácter tremendo. El diario del señor Acaye dice lo siguiente: (Testimonios 1, pp. 37-38).

“En el comedor a la espera del siguiente plato, podía verse sus labios movién-dose levemente en oración. Era un hombre muy moderado en su hábitos alimen-ticios. En las comidas notaba a menudo que el Hermano Norbert ponía en su plato la cantidad mínima. No recuerdo que nunca pidiera repetir ni incluso de los platos más ricos. Como superior de la comunidad era siempre el primero en servirse. Veía que siempre dejaba la mejor porción de comida para los otros y que ponía en el plato la cantidad mínima para la supervivencia. En todos los años en que lo conocí no recuerdo que nunca aumentara de peso”.

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Enseguida se hizo aparente para Philip que el Hermano Norbert vivía una vida de ora-ción constante. Veía que su oración favorita era el rosario. El joven testifica que lo ob-servaba diciendo avemarías en clase, mientras los alumnos hacían un ejercicio y cuando caminaba desde la casa a la escuela, incluso en el comedor esperando al siguiente plato. También notaba que parecía habitualmente poco interesado en las conversaciones sobre materias profanas. Sin embargo, si la conversación era sobre un tema espiritual, enseguida ponía toda la atención e intervenía en el diálogo.

Philip y prácticamente todos los que aportan testimonios sobre el Hermano Norbert describen con detalle sus visitas al Santísimo Sacramento. Se le veía entrando en la capilla en cada oportunidad. La sonrisa en su rostro mostraba su comunión con Je-sús. Sus genuflexiones eran siempre completas con la rodilla tocando el suelo y la cabeza inclinada. Los testimonios nos hablan de largos periodos de tiempo en la ca-pilla arrodillado con devoción, los ojos en el sagrario, su cuerpo tan erguido e inmóvil que parecía ser “otra estatua de la iglesia”.

La devoción a la eucaristía.

En 1930, el año de su Noviciado Mayor en España, el Hermano Norbert hizo el propó-sito de pasar una hora delante del Santísimo Sacramento cada día de su vida. En África esta hora la hacía después de la comida mientras los otros misioneros echa-ban la muy recomendable siesta. No se sabe cuándo comenzó esta especial devo-ción al Santísimo Sacramento, pero el Hermano Thomas O’Rourke, ya fallecido, que estaba en Metuchen cuando el Hermano Norbert entró en el juniorado en 1902, dejó dicho que el Hermano Norbert pasaba largos periodos de tiempo en la capilla total-mente absorto en la presencia del Señor Sacramentado. (Testimonios 1, pp. 8-9).

Es posible que esta devoción provenga de su estancia en el orfanato de las Herma-nas Dominicas o de la escuela de Santa Inés en Manhattan cuando se quedó huérfa-no al perder a su padre y a su madre en el espacio de un año. Estando en el orfana-to asistía diariamente a misa y recibía la comunión todos los días que lo permitían las Hermanas. También rezaba el rosario diariamente en comunidad, hacía las oraciones de la mañana y la noche con los huérfanos y se confesaba todas las semanas. Pare-ce ser que los siete años pasados en el orfanato antes de entrar en los Hermanos del Sagrado Corazón fueron ya una especie de noviciado.

La devoción a las ánimas del purgatorio.

Durante los años 30 el Hermano Norbert vivió en la casa de la misión de Gulu, a dos manzanas del cementerio. Philip Acaye lo veía ir allí con bastante frecuencia espe-cialmente por las tardes. Era la oración especial del Hermano por las almas del pur-

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gatorio. Les enseñaba a sus alumnos lo beneficioso de esta devoción. Ofreció mu-chos sacrificios y encargó muchas misas por este propósito. También se levantaba cada mañana una hora antes que la comunidad para rezar y sacrificarse por las “po-bres almas” como él mismo decía.

Otros testimonios.

El Padre John Ongom, que fue ordenado en 1938, conoció al Hermano Norbert y tes-tifica lo siguiente: (Testimonios 1, p. 66).

“Podías encontrarlo caminando, la oración en sus labios, rezando en los cam-pos, viendo un partido de fútbol mientras tenía el rosario en sus manos… El con-trol de los sentidos era tan alto que cuando caminaba, a no ser que fueras ha-cia él y le tomaras de la mano para saludarlo, pasaba sin verte”

Tres sacerdotes italianos conocieron al Hermano Norbert en los años 30: los padres Emilio Spraefico, Longino Urbani y Angelo Romano, los tres Padres combonianos.

El Padre Spraefico

“Conocí al Hermano Norbert por primera vez el 28 de diciembre de 1931 cuan-do llegué a Gulu. Desde entonces hasta su santa muerte siempre le tuve la ma-yor estima y veneración. Lo que más me impresionaba, a mí y a otras personas, era su piedad y caridad tan profundas” (Testimonios 2, p. 59).

El Padre Urbani:

“Muy fiel a las prácticas espirituales, podías ver que su oración continuaba du-rante todo el día. Incluso lo estimaban mucho los africanos que no iban a la es-cuela de los Hermanos, pero que lo veían en la catedral”. (Testimonios 1, p. 61)

El Padre Romano

El Padre Romano tenía al Hermano Norbert en tal alta estima que escribió catorce pá-ginas de testimonios. El Hermano Norbert pedía habitualmente a este sacerdote que les acompañara cuando los Hermanos iban de safari durante varios días. Celebraba diariamente la misa. Cazaban en los alrededores de las capillas de la misión donde podían encontrar pintadas que luego cocinaban para comer. El Padre Romano les acompañaba con gusto.

En estos safaris el Hermano Norbert llevaba libros religiosos para la lectura espiritual de la comunidad, que se hacía después de la misa antes de la comida de mediodía.

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Hacían diariamente el examen y rezaban el rosario después comer evitando así el ca-lor del mediodía y dejando las mañanas y las tardes para cazar las pintadas.

El testimonio del Padre Romano lo podemos resumir a través de los próximos comen-tarios: (Testimonios 1, p. 30).

“El Hermano Norbert se mostraba siempre como un hombre de Dios. Llevaba una vida interior que se reflejaba en su manera de ser. A pesar de que era mo-desto y humilde, le gustaba mucho tratar con la gente. Su caridad quedaba pa-tente en la manera de hablar y de actuar. La impresión que daba en cualquier circunstancia es que estaba en profunda unión con Dios. En sus ojos y en su rostro uno podía constatar enseguida que tenía un total dominio de sí mismo y que su ideal no era otro que la segunda persona de la Trinidad. Esta convicción daba sentido a su vida. Como era amable y respetuoso con los demás, inspira-ba a otros para que fueran amables y respetuosos con Dios”. (Testimonios, T. 1, p.30)

Los Hermanos de Gulu conocieron otros muchos misioneros de distintas comunida-des. Uno de los Padres misioneros de Mill Hill, el reverendo J. H.Hilders, dijo que el Hermano Norbert tenía una gran devoción a la Virgen María y que era una persona que siempre veía las cualidades de los demás al mismo tiempo que se preocupaba de que los que tenía a su cargo cumplieran con sus obligaciones.

El testimonio del delegado apostólico.

Otros que ocupaban altos cargos de responsabilidad en la iglesia también dieron tes-timonios sobre el Hermano Norbert. Entre ellos el Delegado Apostólico para África Oriental, el arzobispo David Mathew. Visitó Gulu en 1947 con la intención de que el Hermano Norbert enviara Hermanos a Nyeri. El 29 de mayo de 1953 en una carta al Hermano Martin Hernández, provincial de los Hermanos del Sagrado Corazón de la provincia de Nueva Orleans, el arzobispo Mathew decía:

“No hay ningún misionero que haya hecho más por el desarrollo de la Iglesia en el norte de Uganda que el Hermano Norbert. Su profundo espíritu religioso, su obediencia a la Santa Sede, su infatigable energía y su capacidad de sacrificio han sido una inspiración para todos nosotros. Yo mismo tengo los recuerdos más felices de mi relación con él y es una alegría saber que su salud se ha res-tablecido. Ojalá que el Señor permita que pueda pasar una fructífera vejez en África”. (Testimonios 1, p. 4)

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Es necesario leer el gran número de testimonios de los que conocieron al Hermano Norbert para sentir la espiritualidad de este hombre. Una espiritualidad que provenía del ejemplo de sus padres y profesores, de su disciplina personal y de la práctica de los consejos evangélicos. No es extraño que en el dialecto de la gente local fuera lla-mado “dano ma lego”, “el hombre que siempre reza”.

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INTERMEDIO EN METUCHEN1939-1946

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El Hermano Norbert regresó para un periodo de descanso en los Estados Unidos en agosto de 1939 y fue destinado como director a la casa de formación de Metuchen (New Jersey).

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El Hermano Norbert regresó para un periodo de descanso en los Estados Unidos en agosto de 1939 y fue destinado como director a la casa de formación de Metuchen (New Jersey). Allí estuvo durante seis años consecutivos hasta que volvió a África en 1946.

Los tiempos eran difíciles en la casa de Metuchen. Estados Unidos estaba a punto de salir de la gran depresión. Durante esos años la casa recibía de la provincia solo 1.500 dólares al mes para cubrir todos los gastos. El segundo del Hermano Norbert era el Hermano Pascal Ackerman que compartía sus preocupaciones con las finan-zas. El Hermano Pascal dice que aunque a menudo no había dinero, el Hermano Norbert se mostraba tranquilo. Decía simplemente “Dios proveerá y Dios proveyó”. En este aspecto el Hermano Norbert tenía gran confianza en la intercesión de San José, patrono de la casa. (Testimonios 1, p. 119)

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En un esfuerzo para ayudar al Hermano Felix a mejorar su trabajo, el Herma-no Norbert le permitió asistir a la Rutgers University.

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Debido a su relación cercana con el Hermano Norbert, el Hermano Pascal es una fuente fundamental de información. Ha escrito muchas páginas con testimonios que utilizaremos abundantemente.

Una visita a Nueva York.

En una ocasión el Hermano Pascal preguntó al Hermano Norbert si podía ir a Nueva York a buscar un sastre que pudiera ayudarle en su trabajo de hacer sotanas para los Hermanos de la provincia. El Hermano Norbert quiso tener más información, pero el Hermano Pascal todavía no tenía ni idea de dónde podía buscar el sastre. Sin em-bargo, el Hermano Norbert le dio permiso para viajar a Nueva York. El Hermano Pas-cal una vez que contaba esta historia a otro Hermano le decía, ‘ningún director me habría dado permiso’. El otro Hermano respondió. “El Hermano Norbert era un santo y los santos ven muchas cosas que la gente normal no es capaz de ver”.

Esta aventura de Nueva York resultó bastante exitosa. Después de ser rechazado por el primer sastre encontró otro, también de nombre Pascal, que le acogió con los brazos abiertos. Trabajó todo el verano con el Hermano Pascal, que aprendió a darle un toque profesional a su tarea y a reducir el tiempo para hacer una sotana de dos días a cinco horas. (Testimonios 2, p. 23).

En la universidad de Rutgers.

Cuando el Hermano Norbert fue nombrado director de Metuchen, tanto el Hermano Felix Bruyninckx como el Hermano Pascal llevaban toda su vida religiosa en aquella casa ocupándose de la granja. En un esfuerzo para ayudar al Hermano Felix a mejo-rar su trabajo, el Hermano Norbert le permitió asistir a la Rutgers University para es-tudiar cómo proceder en la cría de pollos y cerdos, también en la mejora de la gran-ja y de la producción de leche. Al terminar el curso el Hermano Felix recibía pollos de Rutgers, que procedían de las clases de técnica de reproducción en la incubado-ra. En poco tiempo la granja de Metuchen recibía un millar de pollos cada año gra-cias a los contactos del Hermano Felix.

También estudió cómo mejorar la producción de leche de sus vacas, que de dar 4 litros por vaca al día pasaron a 15 litros. Esto elevó el suministro diario de leche para la casa desde los 35 litros diarios hasta unos 110 aproximadamente a pesar de tener tres vacas menos. Con la ayuda del Hermano Norbert compró también una pulveriza-dora para los manzanos y otras tres máquinas para modernizar la granja. (Testimo-nios 3, p. 8).

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El pan nuestro de cada día.

Con la guerra en desarrollo había sido difícil encontrar alimento para las cien perso-nas que vivían en la casa Metuchen. Ahora el suministro de leche era el adecuado y la producción de huevos alcanzó los doscientos al día cuando los primeros pollitos de Rutgers se convirtieron en gallinas. Como las provisiones de carne eran caras y difíciles de conseguir, el Hermano Norbert permitió al Hermano Felix que comenzara a criar cerdos. En poco tiempo tuvo 36 cerdos de todos los tamaños. Se les sacrifica-ba cuando se hacían adultos. Con esto y con el engorde de los pollos la casa de for-mación comenzó a tener la cantidad suficiente de carne. (Testimonios 3, pp. 8 and 11).

Otra manera con la que el Hermano Norbert mejoró las cosas en Metuchen fue autori-zar al Hermano Felix a obtener de un programa del gobierno 30 toneladas de cal pa-ra abonar la granja y la oportunidad de comprar cien sacos de patatas a 15 centa-vos cada uno. Estas patatas se vendían para alimentar el ganado, pero en Metuchen se usaban para la mesa. (Testimonios 3, p. 9).

Cuando el Hermano Pierre St. Pierre fue nombrado cocinero en Metuchen vio la posi-bilidad de pasar a recoger el pan, los pasteles y las pastas del día anterior en algu-nas de las tiendas de la ciudad. El Hermano Norbert, que vio una oportunidad, acep-tó la idea y al cabo de poco tiempo el Hermano Félix iba a recoger diariamente el pan, los pasteles y las pastas de las tiendas Acme and A & P en cuatro localidades vecinas.

Se recibía tal cantidad que el Hermano Norbert insistía en que el Hermano Félix pasa-ra cada día a dejar una buena porción a las Hermanas Blancas de Metuchen, una congregación misionera que trabajaba en Uganda. El resto se llevaba para atender a todas las necesidades de la casa y lo que sobraba se lo llevaba el Hermano Geor-ge Woodburn para dárselo a los pobres. (Testimonios 3, p. 8).

De la misma forma, el Hermano Norbert solía comprar helado para la casa en la tien-da de Joe Costa. Pero cada vez que Joe hacía una partida de helado que, a pesar de estar bueno, no cumplía los estándares de venta al público, Joe daba el lote ente-ro a los Hermanos. Como siempre el Hermano Félix se encargaba de llevar una canti-dad a las Hermanas Blancas. (Testimonios 3, p. 8).

Este esfuerzo en buscar alimentos para las personas que estaban a su cargo no era algo nuevo en la vida del Hermano Norbert. Se había criado en un orfanato donde hacían lo mismo. También durante el primer año en Metuchen tuvieron que trabajar duro en la granja y buscar un medio para añadir un suplemento a lo que cultivaban

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en la huerta. Y en sus años de África había tenido una preocupación constante para procurar la comida diaria para los Hermanos y los alumnos.

La adoración del Santísimo Sacramento.

El Hermano Camille Breaux fue profesor en Metuchen durante la estancia del Herma-no Norbert. Cada miércoles y viernes por la tarde durante cinco años, el Hermano Camille llevaba al Hermano director en viajes de negocios por las localidades veci-nas. Afirma que el trato del Hermano Norbert con la gente era “jovial, agradable y paciente” a pesar de que había muchas ocasiones en que cualquiera habría perdido la paciencia.

Mientras iban de un lugar al otro tenían muchas conversaciones. Como sabía que el Hermano Norbert pasaba muchas horas diariamente en la capilla, un día le pregun-tó qué había que hacer cuando se hacía una visita al Santísimo Sacramento. La res-puesta a esta pregunta descubrió el secreto de la pasión del Hermano Norbert por la eucaristía: “Simplemente sentarte y dejar que el amor de Dios te llegue desde el sa-grario”. (Testimonios 3, p. 7). El Hermano Camille termina su testimonio diciendo que cuando mira la fotografía del Hermano Norbert que tiene en su armario se dice a sí mismo: “Esto es un santo”.

El hombre de la Regla de Vida.

El Hermano Pascal, subdirector del Hermano Norbert, ha dado muchas pistas sobre su carácter y personalidad. Estaba muy pendiente de los demás especialmente cuando los Hermanos se sentían agobiados por el trabajo. Por la tarde siempre tenía un detalle con ellos. (Testimonios 1, p. 120).

El Hermano Norbert iba siempre limpio y arreglado a pesar de que “hacía durar las sotanas indefinidamente”. (Testimonios 2, p. 22). Cumplía cada apartado de la Re-gla, incluso aquel que decía que no había que cruzar las piernas”. (Testimonios 1, p. 121). Si el Hermano Norbert creía que tenía razón, la defendía delante de cualquiera.

En una ocasión el capellán comenzó a acusar a un Hermano delante de los demás. El Hermano Norbert cortó la conversación diciendo al capellán que estaba equivoca-do y “que no tenía derecho a acusar a un Hermano y menos delante de otros”. (Testi-monios 1, p. 122). La regularidad del Hermano Norbert era “sobresaliente” y se de-cía que uno podía “ajustar su reloj” observando su puntualidad. El Hermano Norbert una vez dijo a los Hermanos que la manera de llegar siempre a tiempo era estar cin-co minutos antes”. (Testimonios 1, p. 120).

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A nadie se le pasaba por la imaginación que el Hermano Norbert dispensara a algún Hermano de no estar a la hora del comienzo de las prácticas espirituales con una úni-ca excepción: en todas las fiestas de la Santísima Virgen dispensaba a los Herma-nos del estudio del catecismo. (Testimonios 2, p. 22). Cuando un Hermano estaba en-fermo iba a visitarlo todos los días mostrándose siempre servicial y solícito. (Testimo-nios 2, p. 23).

En su época de director en Metuchen pasaron por la casa muchos Hermanos y tam-bién postulantes y novicios. Todos se sintieron profundamente impresionados por la vida diaria del Hermano en aquella casa. Alguno de aquellos hombres han dejado estos testimonios:

El Hermano Eldon Crifasi.

“Era el religioso más humilde, amable y educado; no había nada más importan-te para él que su vida de oración. No he conocido a nadie en mi vida que pasa-ra más tiempo delante del Santísimo Sacramento”. Hermano Eldon Crifasi”. (Tes-timonios 3, p. 3).

El Hermano Flavian Udinsky.

El Hermano Flavian Udinsky asegura que nunca vio al Hermano Norbert pasar por la capilla sin hacer una visita y, una vez allí, quedarse completamente absor-to en oración. Era un modelo constante para los jóvenes religiosos.

El Hermano Aldric Smith.

El Hermano Aldric Smith recuerda que tuvo muchas oportunidades para “obser-var su devoción y sus costumbres ascéticas como por ejemplo estar muchas horas arrodillado”. (Testimonios 3, p. 13).

El Hermano Adrian Gaudin.

Novicio en aquel tiempo, el Hermano Adrian Gaudin escribió que el Hermano Norbert aparecía siempre muy calmado y dueño de sí mismo. Enseñaba a los novicios las formas de oración especialmente la meditación y la contemplación. “ Mientras trataba de aprender esos métodos, y todavía sigo, siempre me pare-ció que el Hermano Norbert en la oración estaba como en casa”. (Testimonios 3, p. 5).

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El Hermano Pascal.

El Hermano Pascal, que conoció varios directores en Metuchen, dice que con el Hermano Norbert “se introdujeron más mejoras que con cualquier otro direc-tor”. También afirma que el Hermano Norbert nunca gastó dinero en sí mismo. (Testimonios 2, p. 22).

El Hermano Ashton Brisolara vivió en Metuchen cuando el Hermano Norbert era su-perior. En su testimonio se pueden encontrar esas virtudes de las que han hablado otros muchos. (Testimonios 3, p. 4)

El Hermano Ashton Brisolara.

“El Hermano Norbert era el epítome de la vida religiosa, la última y a veces inal-canzable meta que cualquier Hermano del Sagrado Corazón podría alcanzar. Todo en él revelaba su naturaleza profundamente espiritual, humilde y genero-sa. Estaba siempre tranquilo y era muy moderado en la conversación y en las formas, independientemente de la situación. Cuando se cometía un error se mostraba amable y caritativo. Incluso su voz reflejaba la humildad y modestia de su propia vida. Siempre amable, considerado aunque firme en sus conviccio-nes y en el seguimiento de la Regla de Vida”.

“Durante el día en medio de sus ocupaciones podía vérsele caminando con el rosario en la mano, recitando las avemarías, muestra de su devoción a la Vir-gen. Sería imposible asegurar el número de horas que pasaba en la capilla de Metuchen ejercitando su devoción al Sagrado Corazón y al Santísimo Sacra-mento, imprescindibles en su vida. Incluso cuando el tiempo era escaso hacía pequeñas visitas con mucha frecuencia”.

En medio de su profunda espiritualidad nunca perdía el sentido del humor. Siempre tenía una palabra amable para decir a cada uno y nunca se le oyó de-cir nada ni siquiera ligeramente despectivo de nadie”.

“Cualquiera que viviera en la casa con él, solo podía admirar a ese “hombre de Dios”, piadoso, humilde, amable, considerado y alegre, un santo para ser imita-do”.

El retorno del Hermano Norbert a Estados Unidos, que estaba previsto para que fue-ra una etapa de descanso y asueto, terminó siendo una época de florecimiento para la casa de Metuchen que, gracias a su esfuerzo, consiguió equilibrio y autonomía pa-ra su funcionamiento. La comida era abundante, la granja obtenía buenos resultados gracias a una mejor organización y , por otra parte, tres grupos diferentes convivían

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en la casa, algo muy difícil de conseguir. El Hermano Norbert podía dejar Metuchen sabiendo que había cumplido con su obligación en el cargo. Ahora era necesario re-gresar a su querida África y a la misión de Gulu.

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DIRECTOR GENERAL EN UGANDA

1946 – 1954

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...mientras seis nuevos Hermanos estaban de camino a Uganda a través de la ruta del Nilo. El Hermano Norbert se reunió con estos Hermanos en el puerto de Juba, en el Nilo, 250 kilóme-tros al norte de Gulu en Sudán del Sur.

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Después de finalizada la Segunda Guerra mundial, en enero de 1946 el Hermano Vicent Barton regresó a los Estados Unidos. Al mes siguiente los Hermanos Norbert y Oswin emprendían su segundo viaje a Uganda. Los Hermanos Camillus y Colman regresaron a casa para un descanso durante la primavera de ese mismo año.

Gulu.

El Hermano Norbert fue nombrado director general y se hizo cargo de la administra-ción de la escuela secundaria en Gulu, que hasta entonces había llevado el Herma-no Camillus. En marzo de 1946 el Hermano Norbert estableció oficialmente un junio-rado con dos alumnos reclutados por el Hermano Constantius Tours. En diciembre, al final del curso escolar, el juniorado tenía cuatro alumnos. A principios del curso siguiente las solicitudes llegaban de toda la diócesis.

DIRECTOR GENERAL EN UGANDA

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“El ejemplo del Hermano Norbert era una parte fundamental en la formación cristiana de los alumnos”.

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El año escolar de 1946 fue relativamente tranquilo y exitoso. El Hermano Norbert si-guió de director en Gulu contando con la ayuda del Hermano Constantius. El Herma-no Oswin era el director de Nyapea asistido por el Hermanno Howard McLaughlin. En agosto el Hermano Boland llegó a Gulu y el Hermano Giles Mangin se incorporó a Nyapea.

Como solo había un conductor en Gulu, el Hermano Norbert le pidió al Hermano Her-man que se sacara el carnet de conducir. Una de las pruebas del examen era que el aspirante tenía que conducir hacia atrás haciendo un ángulo recto. El Hermano Herman llenó el patio de ángulos rectos para practicar allí. Recibió una excelente ca-lificación en las pruebas.

Sin embargo, pocos días después ya en la carretera el Hermano Herman se salió de la estrecha calzada y dio vuelta al coche. Mientras los cuatro ocupantes se arrodilla-ban para dar gracias a Dios porque ninguno había resultado herido, el Hermano Her-man le rogaba al Hermano Norbert que no le dejara conducir nunca más. El Herma-no Norbert, sabiamente, nunca le reprochó nada sobre el accidente y le permitió se-guir conduciendo.

Un año de crecimiento.

El año 1947 fue un año de crecimiento sin precedentes en las misiones, sobre todo en cuanto al número de Hermanos. En julio el Hermano Norbert envió a los Herma-nos Constantius y Howard a los Estados Unidos para un periodo de descanso mien-tras seis nuevos Hermanos estaban de camino a Uganda a través de la ruta del Nilo. El Hermano Norbert se reunió con estos Hermanos en el puerto de Juba, en el Nilo, 250 kilómetros al norte de Gulu en Sudán del Sur.

Cuando llegaron asignó a los Hermanos Lionel Hearld y Warren Laudumiey a Okaku donde el Hermano Oswin iba a ser el director de un nuevo colegio en el que acabá-bamos de sustituir a los Padres combonianos. Envió a los Hermanos Gabriel Drain y Bartel Doerr a Nyapea. Allí el Hermano Giles iba a reemplazar al Hermano Oswin co-mo director. Por último dejó a los Hermanos Alphonse Barbier y Geoffrey Kerwin en Gulu con él y con el Hermano Herman. Sin embargo, esta situación no iba a durar mucho porque en seguida se vio obligado a enviar al Hermano Herman a Nyapea pa-ra ejercer de profesor en una plaza vacante. (Anuario nº. 41, p. 92).

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La enfermedad del Hermano Norbert.

Durante el curso de 1948 siguieron los mismos Hermanos con la excepción del Her-mano Camillus que regresó de los Estados Unidos. Fue un regreso afortunado por-que el recién llegado pudo hacerse cargo de la dirección de la escuela mientras el Hermano Norbert iba a Nyeri (Kenia) para ser operado de un problema de próstata. Se puso muy enfermo y estuvo a punto de morir. Sin embargo, se recuperó a tiempo para participar en la celebración familiar de la fiesta del Sagrado Corazón en Gulu. El Hermano Gilbert Reuter, Provincial, visitó las escuelas de la misión en octubre de 1948 y comprobó que ya había 16 juniores que estaban siendo preparados por el Hermano Norbert. (Anuario nº. 42, p. 152).

Una nueva escuela en Nyeri, Kenia.

Desde que se abrió la escuela de Okaru en 1947 se había estudiado la posibilidad de hacerse cargo de una escuela en Nyeri (Kenia). En aquellos momentos el gober-nador de la región no quería el regreso a la escuela de los Padres de la Consolata, una congregación de misioneros italianos que se había extendido por el norte de Ke-nia. El arzobispo David Mathew a pesar del intentarlo no había podido encontrar re-cambio para los de la Consolata.

Parece que las cosas se suavizaron y el gobernador permitió volver a los Padres de la Consolata con la condición de que los Hermanos americanos de Gulu y Nyapea en Uganda se hicieran cargo de la escuela secundaria. El gobernador había sido previamente gobernador en Uganda y conocía personalmente al Hermano Norbert. Con el fin de cerrar el acuerdo el arzobispo Mathew visitó al Hermano Norbert en Gu-lu y le pidió que enviara Hermanos. El Hermano Norbert se dio cuenta de la seriedad de la situación para la Iglesia Católica en Kenia y pidió al provincial de Nueva Or-leans que nos hiciéramos cargo de la escuela. Los superiores de la provincia rehusa-ron porque no había suficientes Hermanos. A pesar de este contratiempo el arzobis-po Mathew siguió en el empeño y solicitó la ayuda de varios cardenales en Roma que visitaron al Superior General y consiguieron que al fin se enviaran Hermanos a Nyeri. (Anuario nº. 42, pp. 155-156).

Al final, la provincia de Nueva Orleans tuvo que cerrar una de sus propias escuelas en América para poder abrir la de Nyeri. En octubre de 1948 enviaban allí a dos Her-manos (John Moore y Andrew Legner) para una primera toma de contacto. Iban a ayudar en el colegio durante los últimos meses del curso. En el curso de 1949 se hi-cieron cargo de la escuela y el Hermano Norbert nombró al Hermano Oswin como director y superior. El Hermano John iba a ser el subdirector y los Hermanos Geoffrey y Andrew ejercerían de profesores.

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Problemas nada más llegar.

Desde el principio el Hermano Oswin se encontró con muchos problemas. Venía físi-camente agotado y no parecía ser capaz de organizar la escuela. Dos semanas des-pués de la teórica apertura del curso todavía no habían comenzado las clases. Las cosas tampoco iban bien en la comunidad. Viendo el estado de la situación el Her-mano Norbert, después de viajar a Nyeri, decidió cambiar al Hermano Oswin y al Hermano Geoffrey a Gulu. El Hermano Geoffrey se había quejado de el tiempo húme-do y del efecto que causaba en su sinusitis. También había escrito que no podía so-portar las actitudes racistas de los Hermanos John y Andrew. Sus recambios en Nye-ri fueron los Hermanos Camillus, superior y director, y Christopher como profesor. Así que cinco semanas después de abrir la escuela volvió a constituirse la comunidad. (Cartas 2, pp. 1-5)

También en la comunidad.

Pero la situación no mejoró. El Hermano John ya había tenido serias dificultades con el Hermano Camillus en Brooklyn. Parecía que había buena voluntad por ambas par-tes para recomponer la relación. Al cabo de seis meses cuando los Hermanos de Nyeri pasaron por Gulu durante las vacaciones de agosto, el Hermano Camillus tuvo la oportunidad de descargar con el Hermano Norbert todo lo que había tenido que aguantar durante el año. Esto es lo que escribía el Hermano Norbert al provincial: (Cartas 2, p. 7)

“Los Hermano John y Andrew quieren volver a los Estados Unidos y yo lo de-seo tanto como ellos.”

“Trabajan independientemente del director. El Hermano Andrew critica abierta-mente al Hermano Camillus en sus conversaciones con un Hermano de la Con-solata. El lenguaje que utiliza es vulgar por decirlo suavemente. Se van juntos a cazar animales, a veces por la noche, en contra de las órdenes del Hermano Camillus. Cuando estuve de visita les dije que no pusieran la radio después de la oración de la noche para respetar el horario nocturno. Parece que han hecho caso”.

“El Hermano Camillus se entrevistó con John para tratar de llegar a un acuerdo, pero John no quiere ningún acuerdo. Quiere volver a los Estados Unidos. Cam-biar al Hermano John no sirve de nada porque en todos los sitios se comporta-rá de la misma forma. Todos los Padres de la Consolata saben que estos dos Hermanos no están a gusto aquí. De hecho, están arruinando nuestra reputa-ción”.

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“El Hermano John trata a los alumnos como esclavos y sus castigos no guar-dan proporción con la falta cometida. Los Hermanos Andrew y John odian a los nativos. Por pequeñas faltas el Hermano John fuerza al director a que expulse a los alumnos. No existe ningún tipo de cooperación. Lo dos están siempre humi-llando a los alumnos. En la mesa y en la sala de estar ponen mala cara. Resul-tan muy desagradables… Critican todo y a todos”.

“El Hermano Andrew fuma cigarrillos delante de los alumnos antes de la misa. Durante el examen de la tarde sale a fumar. Estos dos Hermanos dicen a menu-do que no quieren estar aquí. Sugiero que los haga volver a los dos y que mien-tras tanto busque otros para reemplazarlos. Si no puede cambiarlos, hágalos volver de todas las maneras porque nos arreglaremos mejor sin ellos. El Herma-no Camillus dice que puede seguir con ellos hasta el final del trimestre, pero por favor que los cambie al final o incluso antes si fuera posible. Su utilidad aquí es ninguna. Las clases terminan el 8 de diciembre”.

El Hermano Norbert no dijo a los Hermano Andrew y John que estaba pidiendo su vuelta a los Estados Unidos. En las cartas del Hermano Norbert descubrimos la ra-zón. Los dos Hermanos querían volver y para forzar la situación se estaban portando mal como religiosos misioneros. Así que al Hermano Norbert no le quedó otra posibi-lidad que pedir su cambio. El Hermano Andrew volvió primero y no sabemos lo que alegó ante el Hermano Gilbert y el Hermano Martin, provincial y primer consejero res-pectivamente. Lo que sabemos es que los superiores no ordenaron la vuelta del Her-mano John, así que este se quedó en África. Más tarde el Hermano Martin lo nombró maestro de novicios en Alokolum e incluso Director General de la misiones de Africa Oriental.

Hay muchas opiniones de los Hermanos de África sobre el asunto de Nyeri. Algunos Hermanos están en contra del Hermano Camillus y le dan la razón a los Hermanos John y Andrew. Pero el único testigo presencial de aquel triste periodo es el Herma-no Christopher, que estaba allí. Afortunadamente en los archivos tenemos una carta que escribió al Hermano Provincial. Así dice en algunos párrafos: (Cartas 2, pp. 11-12).

El Hermano Christopher.

“¿Por qué quieren arreglar las cosas ahora? Tienen que echarse la culpa ellos mismos. Deben arrepentirse de cómo han llevado este asunto. John ya en el barco decía: ‘Dicen que es un honor ser misionero, ¿de verdad? A mí no me pa-

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rece. Yo no me he ofrecido voluntario. Los superiores me lo han pedido. Estoy haciendo un favor a la comunidad’”.

“Los Hermanos John y Andrew se han comportado de la manera más desagra-dable posible. Ni una sola vez les he contestado. En los próximos meses espe-ro, con la gracia de Dios, mantener la paciencia y discreción.”

“Juzgue por esto que me dijo John: ‘el Hermano Alfonso, ¿un fenómeno? Por fa-vor, un poco de respeto por la inteligencia’”.

“¿Por qué siguen así? Es evidente. Quieren que les cambien. No tienen el valor de sentarse y escribir la verdad. De esta forma le pueden echar las culpas al Hermano Camillus o al Hermano Norbert. Preferiría mil veces que estos descon-tentos y de mal carácter estuvieran a miles de kilómetros de distancia (y a 2.500 kilómetros uno del otro)”.

“Una vez Andy le preguntó a John por qué estaba haciendo una lista. John le respondió, ‘si yo no la hago, algún imbécil la tendrá que hacer’. El director que le oyó le preguntó que quería decir con eso. John montó en cólera y dijo ‘Ya es-tamos otra vez con aquel tema de Brooklyn. Estoy harto’. El Hermano Camillus se disculpó no una vez sino muchas, muchas veces para tratar de pacificar a John. Incluso después le llamó para reiterarle las disculpas. Ni una sola vez John se disculpó por sus muchos insultos”.

El Hermano Oswin.

Esta carta del Hermano Christopher nos da algún indicio de lo que pasó en aquellos días. Los archivos provinciales conservan también una carta del Hermano Oswin es-crita el 27 de agosto de 1949, un día antes de la del Hermano Christopher. El Herma-no Oswin dice en su carta al Hermano Gilbert: “Fuera de lo que son las clases los Hermanos Andrew y John se niegan a ayudar a la escuela en nada. Ninguno se preo-cupa siquiera de nuestra capilla o nuestra cocina”.

En una de las entrevistas el Hermano John le dijo al Hermano Oswin: “Si tú no te vas, nos iremos nosotros”. El Hermano Andrew más tarde le repitió las mismas palabras. El Hermano Oswin, cuando lo destinaron a Gulu, dijo que iba “feliz de alejarse de gente declaradamente racista y que insultaban a los negros siempre que tenían la ocasión. Es duro vivir con gente irrespetuosa que no sirven para nada, sean padres, hermanos, funcionarios o negros”. (Cartas 2, pp. 8-10).

Los Hermano Oswin y Christopher no eran personas que criticaban a nadie en la co-munidad. Eran más parecidos al Hermano Norbert en este aspecto. Respecto al

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asunto de Nyeri de 1949 hay mucha gente que critica y que no estuvo presente. En cambio, vemos lo que dicen los que estuvieron presentes. Esta desafortunada situa-ción fue muy desagradable para el Hermano Norbert, que tuvo que solicitar el cam-bio de dos Hermanos que por sus actitudes y sus palabras daban muestras de racis-mo o, al menos, de no estar cumpliendo bien su trabajo como misioneros.

En 1950 el Hermano Norbert cambió al Hermano John a la escuela secundaria de Okaru y el Hermano Andrew se fue a los Estados Unidos. El Hermano Lionel fue nom-brado director de Nyeri y durante los siguientes años la escuela funcionó muy bien y los Hermanos estuvieron contentos.

El mismo año 1949 en el que el Hermano Norbert tuvo muchos problemas con Nyeri, también tuvo que lidiar con las dificultades de las escuelas de Nyapea y Okaru. A los dos lugares habían llegado directores con poca experiencia.

NYAPEA

La inexperiencia hace que no se juzguen las cosas correctamente. Probablemente esto es lo que pasó en Nyapea. El Hermano Giles, director primerizo, puso seis ho-ras de clase al capellán del colegio, el Padre Albrigo. También le encargó que acom-pañara a los alumnos en el patio después de comer. Normalmente, los capellanes se ocupaban de la salud espiritual de los alumnos y solo daban algunas horas de reli-gión. Los Hermanos se encargaban de la vigilancia de patios. El resultado fue que el Padre Albrigo pidió al obispo que le cambiara de escuela.

El Hermano Giles tenía también en plantilla a un viejo Padre comboniano, el Padre Victor Fanti que compraba la comida para los alumnos y dirigía la cocina del colegio. A pesar de la buena voluntad, el Padre Fanti encontraba difícil trabajar con el Herma-no Giles.

Por otra parte, el Hermano Norbert estaba planeando construir un noviciado. El Her-mano Giles, adelantándose a los acontecimientos y sin ninguna autorización, pidió al administrador de la misión que le cediera algún terreno para poder construir allí el no-viciado. Este era un asunto que competía al Hermano Norbert como Director Gene-ral. El hecho es que el gobierno de Uganda daba dinero para construir nuevos edifi-cios en Nyapea y el impaciente Hermano Giles quería hacerlos ya. Pero esto no era posible en una misión que estaba a 3.000 kilómetros de Kampala, la capital y princi-pal fuente de materiales. El noviciado al final se construyó cerca de Gulu y no en Nya-pea como había planeado imprudentemente el Hermano Giles. Sobre este tema el Hermano Norbert escribió al Hermano Gilbert, el provincial, la siguiente relación: (Cartas 2, p. 14)

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“Hemos construido mucho en Nyapea, pero no importa lo que se les dé siempre es-tán quejándose. Y además las gentes no hablan bien de los misioneros. Si no se lle-van bien, tienen que culparse ellos mismos. Los Hermanos se quejan mucho, pero los resultados de los exámenes son desastrosos. Si se pusieran a trabajar más seria-mente, podríamos esperar mejores resultados. La escuela de Nyapea cuando esta-ban los Hermanos Camillus y Oswin tenía buena reputación y los alumnos no que-rían marcharse a otro sitio como pasa ahora. El obispo y el secretario de educación no lo están pasando bien tratando de convencer a los alumnos para que no vayan a otras escuelas”.

Al año siguiente el Hermano Howard volvió de los Estados Unidos y fue nombrado director de Nyapea y la escuela volvió a prosperar. La manera paciente del Hermano Norbert de solventar los problemas terminó triunfando.

OKARU

Esta escuela de los Hermanos del Sagrado Corazón en las montañas de Sudán del Sur también tuvo algunas dificultades en las que el Hermano Norbert tuvo que inter-venir.

El Hermano Norbert y monseñor Stephen Micklic, de Juba, se pusieron de acuerdo para hacer un anexo a la casa de los Hermanos. Sin embargo, este plan fue rechaza-do por algunos Hermanos de la casa que mandaron un segundo proyecto al secreta-rio de educación. Se trataba obviamente de un caso en el que se quería “pasar por encima del superior”.

Monseñor Micklic no contemplaba ningún cambio en lo que había acordado previa-mente con el Hermano Norbert. Por lo tanto el obispo le escribió disgustado por esta nueva situación. El Hermano Norbert escribió al Hermano Alphonse, director de la es-cuela, y a monseñor Micklic para que se procediera de acuerdo a lo que estaba pre-visto desde el principio. (Cartas 2, p. 15).

Durante el siguiente curso escolar apareció otro problema. El Hermano Alphonse co-menzó a mandar a casa a los alumnos que sacaban malas notas en las evaluacio-nes. Esto enfadaba al nuevo secretario de educación para la misión, el obispo Mazzoldi, y también a los responsables del gobierno. Hay que recordar que en aque-llos tiempos Sudán del Sur era un región muy atrasada, con gente que iba semides-nuda y donde no había mucho interés en la educación.

Para resolver la situación todos los implicados en el problema asistieron a una reu-nión con el Hermano Alphonse. Este se comprometió a no enviar a ningún alumno a

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casa sin antes notificarlo al secretario de la misión. Pero a los pocos días el Herma-no Alphonse mandó a su casa a media docena de estudiantes sin notificarlo al secre-tario. El Hermano Norbert tuvo que cumplir la desagradable tarea de corregir la situa-ción y reemplazar al Hermano Alphonse. (Cartas 2, p. 15)

Los aspirantes al sacerdocio.

A lo largo de los años 40 y principios de los 50 el Hermano Camillus continuó medi-tando sobre su deseo de hacerse sacerdote sin decidirse a dar el paso. Al final, en 1954, dejo la comunidad, se casó y se hizo profesor en una escuela pública de Esta-dos Unidos. Ya ha fallecido.

El Hermano Giles, también deseaba estudiar para sacerdote. Entró en la congrega-ción de los Padres del Sagrado Corazón y fue ordenado. Sirvió como director de una de sus escuelas secundarias durante un año. Después se marchó como misionero a América Latina. Allí dejó el sacerdocio y se casó. También ha fallecido.

Al Hermano Norbert le tocó hacer frente a la situación de estos Hermanos que deci-dían ser sacerdotes con soluciones muy distintas para cada uno.

Los quejicas.

En este periodo de postguerra el Hermano Norbert sufrió mucho con cinco Herma-nos a los que en las cartas al provincial designa como “quejicas”. Creía que lo mejor era tenerlos separados, pero en su carta del 27 de noviembre de 1950 (Cartas 2, p. 22) le dice al Hermano Martin, el provincial, que “no puede evitar mandar un segun-do quejica a Okaru, porque tiene solo cuatro casas y cinco quejicas”.

A estos cinco quejicas les gustaba estar juntos siempre que podían. En varias cartas explica este problema al provincial indicando el perjuicio que puede derivar de esta costumbre. Siempre cita el nombre de los Hermanos como puede verse en Cartas 2, p. 17, y p. 32. De esta manera los superiores en Estados Unidos estaban al corriente de la situación.

Los aspirantes a la vida religiosa.

Durante el periodo de 1946 a 1954 el Hermano Norbert comenzó las obra del junio-rado de Gulu. Allí permaneció durante cuatro años. Se hizo cargo personalmente de los alumnos. El Hermano Geoffrey, que estaba con el Hermano Norbert en esa épo-ca, nos dice que diariamente después del té se reunía con los chicos y les daba re-comendaciones espirituales y consuelo para sus problemas. Les ayudaba a organi-zarse en sus estudios y los guiaba con alegría, optimismo, seriedad, buen ejemplo y

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cariño. A pesar de que los alumnos venían de distintas regiones, llegaron a ser un grupo compacto viviendo los pasos iniciales de la vida de los Hermanos del Sagrado Corazón. (Testimonios 3, p. 16).

En 1950 siete juniores completaron sus estudios y fueron enviados a Nyapea. Duran-te el siguiente año el Hermano Constantius fue nombrado maestro de juniores. El Her-mano Norbert compró un edificio de ladrillo de seis habitaciones que la misión aca-baba de dejar en una colina junto a la escuela. El Hermano Constantius se encargó de la reforma y comenzó la construcción de un edificio nuevo hecho de adobe y con el techo de paja. En 1952 el lugar era más que suficiente para albergar a 37 juniores. Al fin del año escolar, el Hermano Alexander Guarino fue enviado a Nyapea para ha-cerse cargo del juniorado. (Annauaire Nº. 45, p. 229).

La visita del Provincial.

Cuando el provincial, el Hermano Martin, visitó las escuelas de África Oriental en 1952, iba con la intención de cerrar el juniorado. Sin embargo, atendiendo a la súpli-ca del Hermano Norbert y viendo el edificio en construcción de adobe y paja en Nya-pea, decidió que la provincia iba a mantener una casa de formación. Sin embargo, la casa no se construyó en Nyapea sino en Alokolum, a unos 5 kilómetros de la misión de Gulu. El Hermano Norbert había obtenido del gobierno de Uganda una concesión durante 49 años de una finca de 60 acres. A su regreso a América el Hermano Mar-tin escribió una circular a la provincia dando apoyo al reclutamiento en África Orien-tal y bautizando el lugar como la casa de formación del Inmaculado Corazón de Ma-ría. (Anuario nº 46, pp. 175-178).

La enfermedad.

En diciembre de ese mismo año 1952, el Hermano Norbert no pesaba más que 50 kilos y estaba lejos de tener buena salud. Después de un exhaustivo examen y una serie de pruebas de rayos X, el doctor Chiono, de Nyeri, que anteriormente le había quitado la próstata, le diagnosticó un cáncer y le recomendó volver a los Estados Uni-dos. En el hospital Elizabeth (New Jersey) un equipo de doctores examinó las placas de rayos X que traía de África no menos de 20 veces, hicieron sus propias placas y, como no aparecía el cáncer por ningún sitio, concluyeron que el diagnóstico era inco-rrecto. Así que los médicos le dieron vía libre para volver al trabajo. (Anuario nº. 47, p. 170)

El Hermano Norbert no regresó inmediatamente a África. La provincia quería que es-tuviera presente en julio de 1953 en la celebración del 50 aniversario del primer gru-po de novicios de Metuchen del cual era uno de los cuatro supervivientes. El tiempo

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hasta la fiesta lo pasó enseñando a los novicios, de los que ya hemos hablado. Vol-vió a Gulu a finales de 1953. En 1954 el Hermano Howard fue nombrado director ge-neral. Terminaban 23 años en los que el Hermano Norbert había sido la fuerza moto-ra de las misiones de África Oriental. (Anuario nº. 49, p. 216).

Un buen número de Hermanos fueron enviados a las misiones durante el periodo de 1946 a 1954. Pero de todos estos Hermanos solo el Hermano Geoffrey trabajó con el Hermano Norbert durante un periodo importante de 5 años. Su testimonio sobre el Hermano Norbert puede ser un tributo adecuado para terminar esta sección (Testimo-nios 3, pp. 14-16).

El testimonio del Hermano Geoffrey.

“Conviví con el Hermano Norbert entre los años 1947 y 1952 y pude apreciar diariamente sus cualidades de santidad, pobreza, caridad, sacrificio y devo-ción.”

“El Hermano Norbert era un hombre de oración que hacía constantes visitas a la eucaristía en nuestra pequeña capilla. Incluso lo oía hacer visitas durante la noche especialmente en ocasiones particulares como la Porciúncula, cuando se podían conseguir indulgencias especiales”.

“En sus acciones, en sus decisiones, en su trato con los demás, el Hermano Norbert se mostraba como un hombre de paz, consideración, justicia y compa-sión. Arrastraba con su ejemplo a los Hermanos y a los que trabajaban con él ”.

“La primera vez que llegué a Gulu, el Hermano Norbert era superior de los her-manos y director de la escuela. Había hecho el horario del colegio… Había en este horario un completo equilibrio para los estudios, el trabajo, el recreo y la oración…”.

“El ejemplo del Hermano Norbert era una parte fundamental en la formación cristiana de los alumnos”.

“Diariamente volvía con el Hermano Norbert después de que los muchachos hu-bieran terminado el trabajo y los deportes. Estos paseos hasta la catedral y des-pués hasta la casa eran verdaderos momentos de comunidad compartiendo y estando juntos. Recuerdo que aquellos paseos me llenaban de satisfacción y de fuerza”. (Testimonios, T. 3, p. 14-16)

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LOS ÚLTIMOS AÑOS 1954 – 1959

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“En ese lluvioso 4 de julio su cuerpo fue sepultado a la sombra de la catedral. Más adelante los Hermanos llevarían sus restos mortales a la soledad selvática del Alokolum donde encima de su tumba, una gran cruz blanca brilla al sol implacable de África”.

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Los años como superior del Hermano Norbert en las misiones de África llegaron a su fin en las navidades de 1954 cuando el Hermano Howard fue nombrado director general. De los 33 años desde la fundación 26 habían sido dirigidos, de modo esfor-zado y luminoso, por uno de sus pioneros. Ahora la fuerza de su liderazgo iba a ser moral. (Anuario nº. 49, p. 216, Anuario nº. 50, p. 348).

Alokolum.

El Hermano Norbert fue destinado a permanecer en la escuela secundaria de Gulu con el Hermano Bertin como director. El año 1955 se trasladó a Alokolum donde pu-do ver cómo la primera promoción de novicios, seis jóvenes africanos, hacían sus primeros votos y otros tres muchachos entraban en el noviciado. Eran los primeros frutos del exitoso programa de reclutamiento que el Hermano Norbert había iniciado en 1946. Como nunca fue un hombre perezoso enseguida se puso a trabajar como

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...la grandiosa influencia espiritual que ejercía sobre todos y cada uno de sus alumnos y sobre todo el que tenía contacto con él.

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formador de estos alumnos, muchos de los cuales testificarán más tarde sobre la santidad de su vida.

Mientras trabajó en Alokolum durante sus cinco últimos años el Hermano Norbert convivió con otros Hermanos. Uno de ellos, el Hermano Albert Guarino, dijo esto del Hermano Norbert: (Testimonios 1, p. 115):

“El Hermano Norbert era un hombre de extraordinaria virtud. Por encima de to-do era consecuente. Se arrodillaba siempre con la misma devoción ante el altar y hacía sus visitas diarias al Santísimo Sacramento. Se mostraba siempre tran-quilo, modesto y agradable. Sus palabras eran amables y caritativas.

“Un año antes de su muerte decía: ‘El señor ha sido dulce conmigo’. Me llamó la atención la palabra ‘dulce’; por eso lo recuerdo. En su retiro de Alokolum leía constantemente libros de espiritualidad y tomaba notas de las lecturas”.

“Para ayudar le gustaba estar presente en el patio después de terminar las cla-ses. Su modestia era como dice la Regla, ‘no mirar a un lado y al otro, sino con la vista hacia abajo’. Es el único Hermano al que he visto seguir esta regla de modestia al pie de la letra. Sí, creo que era un hombre extraordinario”.

Un hombre espiritual.

Durante este periodo el Hermano Donald Barry estaba en la escuela secundaria de San José y recuerda al Hermano Norbert que iba allí a su segunda misa todos los do-mingos. Después pasaba a visitar la los Hermanos de San José. Dice que conversan-do con el Hermano Norbert uno tenía la impresión de que no le interesaban las co-sas de este mundo porque las más de las veces hablaba de cosas espirituales y, si no lo eran, dejaba caer un pensamiento religioso.

El Hermano Barry añade que el Hermano Norbert recomendaba frecuentemente in-tenciones a los Hermanos y al hacerlo uno se daba cuenta de que estaba firmemen-te convencido de obtener respuesta a las oraciones. También dice que era un hom-bre de mortificación que no se quejaba nunca cuando las cosas iban mal sino que aceptaba las dificultades como la voluntad de Dios. Siendo ya de edad avanzada ob-servaba estrictamente el ayuno cuaresmal y el ayuno marcado por la Regla y cum-plía sus votos al pie de la letra (Testimonios 1, p. 108).

El respeto al otro.

El Hermano Christopher Cox enseñó con el Hermano Norbert en Washington (India-na) y vivió con él muchos años en las misiones del África Oriental. Decía que estaba

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tan consumido por el amor de Dios que no tenía ninguna dificultad para enseñárselo a sus alumnos. Añade que estimaba sobremanera la dignidad de la persona e irra-diaba fe y alegría ante el Señor resucitado. Recuerda cómo tenía una particular ma-nera de terminar conversaciones poco caritativas sin que el responsable se sintiera ofendido. (Testimonios 1, p. 105).

Un hombre frugal.

Henry Muthui era novicio cuando el Hermano Norbert estaba en Alokolum. Dice que fue su maestro de varias maneras, no solo por sus clases. Lo veía rezando el rosario en la capilla, en los pasillos, cuando acompañaba a los novicios después de las cla-ses. Añade que era muy frugal y que comía solo lo imprescindible para sostener su cuerpo frágil. Podía pasar horas en la oración tanto en la capilla como en su habita-ción. También afirma que en los cinco años que estuvo con él nunca le oyó levantar la voz ni hablar mal a nadie. Si vio o escuchó algo malo, seguro que reconvino con un susurro al ofensor (Testimonios 1, p. 144).

Novicio durante toda la vida.

Charles Mathenge, un antiguo novicio de Alokolum, era el encargado de encender el motor eléctrico antes de despertar a la comunidad cada mañana. Trataba de llegar al la capilla el primero, pero el “abuelo” ya estaba allí antes que él. Es interesante comprobar que el Hermano Norbert vivió una vida de novicio hasta sus últimos días (Testimonios 2, p. 53).

La devoción al Sagrado Corazón.

El antiguo Hermano Joseph Olor fue alumno del Hermano Norbert en Alokolum. Su recuerdo es que ponía el acento en la importancia de vivir en la presencia de Dios y realizar todas las acciones, incluso las más pequeñas, con pureza de intención. Jo-seph dice que sus clases estaban llenas de referencias a la belleza de las doce pro-mesas del Sagrado Corazón, de las que hablaba frecuentemente. Rezaban al santo de cada día con jaculatorias dichas en su honor. Este antiguo Hermano también di-ce que el Hermano Norbert rezaba a menudo por los moribundos. Llevaba un esca-pulario y animaba a sus alumnos a hacer lo mismo. Y a todo esto hay que añadir la gran devoción que mostraba por la bienaventurada Virgen y por la eucaristía (Testi-monios 1, p. 117).

Un hombre de Dios.

Martin Olum, también antiguo novicio y escolástico, tuvo como profesor al Hermano Norbert durante tres años y dice que todos lo miraban como un santo, un profesor

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de novicios santo. Era “considerado, amable, un hombre de Dios sin la menor duda”. Todos los alumnos querían ser como él en la oración, en su profunda comprensión de la naturaleza humana con sus debilidades y sus fortalezas. Recuerda que si no podían encontrarlo, el único lugar era la capilla. Martin termina diciendo que lo que más le llamaba la atención era la grandiosa influencia espiritual que ejercía sobre to-dos y cada uno de sus alumnos y sobre los que tenían contacto con él (Testimonios 1, p. 153).

El educador.

El doctor Gerald Wonjohi, profesor de filosofía en la universidad de Nairobi en 1990, pertenecía a la primera promoción de novicios a los que enseñó el Hermano Norbert en Alokolum. Escribe que era un profesor muy efectivo que intercalaba en sus clases anécdotas interesantes y divertidas que mantenían la clase despierta. Después de treinta y cinco años recuerda alguna de esas anécdotas . Dice que el Hermano Nor-bert encontraba un gran consuelo en estar en la casa de Dios, que Dios y él eran grandes amigos y que la vida de oración del Hermano Norbert se reflejaba en su rela-ción con los demás y en cómo se sentían atraídos por él. Trataba a todo el mundo con respeto y hablaba bien de todos. En otras palabras su espiritualidad estaba bien equilibrada y se dirigía no solo hacia Dios sino también hacia el prójimo (Testimonios 1, p. 124).

Pensar en la muerte.

El Hermano Norbert pensó en la muerte durante toda su vida. No era una obsesión insana, sino el conocimiento de la finalidad de las criaturas de Dios. Decía a menudo que quería morir en viernes. Era el día de la muerte de Cristo y añadía que a conti-nuación venía el sábado, el día en el que la bienaventurada Virgen según la tradición sacaba a sus predilectos fuera del purgatorio. El Hermano Norbert debía de ser un alma predilecta de Jesús y María, porque no murió un viernes cualquiera, sino que murió en el primer viernes de mes. El antiguo Hermano Charles Mathenge estaba en Alokolum y dice que, durante sus momentos finales cuando ya no podía casi hablar, permanecía sereno mientras los Hermanos rezaban junto a su lecho. Estaba conten-to de morir y no tenía miedo (Testimonios 2, p. 53).

El relato de la muerte.

El Hermano Christopher Cox describe la muerte del Hermano Norbert de manera tan bella que transcribimos sus palabras de forma literal (Testimonios 1, pp. 20-21).

“No se podía entender su serenidad en el lecho de muerte excepto por aque-llos que sabían que cada una de sus horas estaba a disposición de la voluntad

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de Dios. Esta brillante faceta de su vida relucía con particular resplandor en es-tos decisivos momentos en los que se cumplía de manera absoluta su jaculato-ria frecuente “que se haga la voluntad de Dios”.

“Tres días antes del final tuvo que meterse en la cama con un fuerte resfriado. Hizo su confesión semanal y recibió la sagrada comunión. A la mañana siguien-te el Hermano Francis Mwai lo encontró muy débil, casi inconsciente. El sacer-dote dio la unción al religioso moribundo y el superior, el Hermano John, mandó inmediatamente a buscar al médico. Al darse cuenta de que su respiración era muy débil, el Hermano Howard comenzó a rezar las oraciones para los moribun-dos. Cuando leía el versículo ‘¡que los santos confesores acojan tu alma’, el Her-mano Norbert expiró. Su muerte tan pacífica, tan santa, fue el eco de su vida entregada. Era el primer viernes del mes de la preciosa sangre de Jesús”.

“Al cabo de diez minutos llegó el obispo Cesana, bendijo el cuerpo y recitó el ‘De profundis’. Le dijo al Hermano director: ‘Tengo que cancelar una ceremonia de confirmación. Permítame hacer los preparativos para el funeral de este san-to Hermano. Me ocuparé de encargar el ataúd, de que se prepare su tumba y de celebrar la solemne misa de réquiem”

El Hermano Norbert fue depositado por sus Hermanos en un ataúd de forma pentagonal y llevado a la catedral a hombros de sus antiguos alumnos mientras los seminaristas cantaban un solemne canto fúnebre. Como muestra de estima por el fallecido los sacerdotes se sentaron en los bancos de la iglesia para que los Hermanos pudieran ocupar los asientos del coro enfrente del obispo. Al me-nos 20 sacerdotes y otros muchos Hermanos, sobre todo javerianos y combo-nianos, así como muchas religiosas, estuvieron presentes. También asistió el al-to comisionado de la región y la máxima autoridad local”.

“A medida que el cortejo fúnebre encabezado por el obispo se dirigía hacia el cementerio, rezaban el rosario por este religioso ejemplar que con esperanza en la vida eterna ya había cambiado la vida de la gracia por la vida de la glo-ria”.

“En ese lluvioso 4 de julio su cuerpo fue sepultado a la sombra de la catedral. Más adelante los Hermanos llevarían sus restos mortales a la soledad selvática del Alokolum donde encima de su tumba una gran cruz blanca brilla al sol im-placable de África”.

“Esta cruz será como un recuerdo afirmativo y permanente de que los Herma-nos del Sagrado Corazón nunca arriarán la bandera en este lugar de su acción

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misionera. La cruz que está encima de la tumba será un obligado recuerdo de que el Hermano Norbert fue una prueba viviente de la belleza y el atractivo de la virtud. Fue un hombre que tuvo una inconmensurable influencia sobre los de-más a fuerza de buenos ejemplos y un Hermano que modeló su vida en la del Sagrado Corazón”.

Pocos años después llegó el Vaticano II y después del concilio las congregaciones religiosas comenzaron a reescribir sus reglas buscando una refundación posible. Mu-chos en la vida religiosa se sintieron desilusionados y abandonaron las comunida-des. Al mismo tiempo se produjo un significativo descenso de las vocaciones religio-sas. Los Hermanos del Sagrado Corazón de la provincia de Nueva Orleans después de varios años ya no pudieron seguir aportando Hermanos para las misiones como lo habían hecho antes y comenzaron a dejar los colegios uno tras otro en manos de los educadores africanos. En 1973 los Hermanos ya no tenían escuelas propias. La provincia de Nueva Orleans conservaba una casa en Gulu donde vivían cinco Herma-nos que ayudaban en las escuelas de los alrededores. En 1978 solo quedaban los Hermanos Joachim Parr y Elliot Couvillon. Así continuaron hasta 1990 cuando el Her-mano Elliot regresó a Estados Unidos y un Hermano del distrito de Zambia fue envia-do a vivir con el Hermano Joachim. Esto permitió organizar una casa en Alokolum pa-ra recibir a los jóvenes africanos que deseaban ser Hermanos del Sagrado Corazón. Hasta ahora la predicción del Hermano Christopher se sigue cumpliendo: que los Hermanos del Sagrado Corazón nunca arriarán la bandera del Hermano Norbert en este lugar de África.

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