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VENCEDORES
Narraciones de personajes que vivieron,
sufrieron y triunfaron
Yván Balabarca Cárdenas
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Introducción
La Biblia está llena de personajes que vencieron
y fracasaron. Algunos corrigieron sus errores y
otros, pues simplemente no.
Esta serie de relatos parafraseados de la Biblia
nacen con la intención de ayudarte a ir al Señor
Jesús cual moderno Hijo Prodigo, para que
encuentres a tu padre amoroso que espera por
ti dispuesto a ayudarte, no a ser una víctima del
diablo, sino un guerrero del Señor.
Un vencedor.
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Adán
Todo fue perfecto y lleno de belleza
incomparable. La maravillosa creación del Señor
había sido concluida y el hombre recibió la
misión de poner nombre a todos los seres vivos.
Los seres vivos más microscópicos así como los
seres más grandes fueron traídos delante de
Adán para que este les pusiera nombre.
Lo interesante es que todos vinieron en parejas,
como para que Adán se diera cuenta de su
soledad.
Fue una experiencia interesante. Adán cuando
hubo terminado de dar nombre a todos los
animales finalmente se dio cuenta que no había
nadie como él. Ni los simios que caminaban
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semi erguidos. Simplemente no había nadie
como él.
Yo me imagino que Adán conversó con Dios y le
expuso sus pensamientos. Entonces el Señor vio
que no era bueno que el hombre esté solo. Y no
es que Dios no lo supo desde un principio sino
que deseó que el hombre sintiera la necesidad
de compañía del sexo opuesto. No que desde
un principio fuese así, sino que luego de sentir
la soledad valorara la presencia de su
compañera.
Dios hizo que Adán se quedara profundamente
dormido y el Señor abrió cuidadosamente el
costado de su criatura para tomar una costilla.
Luego cerró las carnes en su lugar. Un
incomparable médico. De tal cirugía no quedó
cicatriz alguna. Esto me hace recordar a las
cirugías del Dr. Kellogg, sus cicatrices eran
firmas por su perfección. Imagínense que se
diría hoy de Dios.
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De aquella costilla el Señor diseñó una criatura
hermosa. Toda ella acabada de perfección y
hermosura.
Cuando Adán despertó se encontró con la
mujer. Por fin alguien como él, igual a él pero
hermosamente diferente. Un ser con el que
podía conversar. Un ser con el que podía
compartir todo por toda la eternidad. Entonces
Dios realizó el primer matrimonio. La primera
unión de la pareja humana.
Dios luego reposó con ellos aquel sábado
hermoso. Un sábado para estar en íntima
comunión con sus criaturas. Un sábado en
familia.
Dios le enseñó a Adán todo lo que debía y no
debía hacer. Tuvieron un trabajo que les era
muy agradable y estaba diseñado para hacerlos
felices. Un plan perfecto de amor para que el
hombre se desarrollara por toda la eternidad.
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Pero ellos debían pasar por una prueba de
lealtad. De todos los frutos de los árboles del
huerto podrían comer, menos del árbol de la
ciencia del bien y del mal. De aquel árbol no
deberían comer. El resultado de tal
desobediencia sería la muerte, pero no solo
para ellos sino para toda la creación.
Las consecuencias de nuestros errores muchas
veces no solo caen sobre nosotros sino también
sobre otros. Nuestras elección equivocadas
siempre generarán una onda expansiva que
traerá consecuencias no solo sobre el infractor
sino sobre los inocentes que pueden verse
implicados y afectados por las consecuencias.
No se sabe cómo es que Eva se separó de su
esposo, pero en el texto sagrado apareció la
mujer de pronto charlando con la serpiente.
Querido amigo y amiga, con el diablo no se
habla. En la batalla de los sentidos vence aquel
que escapa.
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El diablo engatusó a la inocente Eva, una mujer
que con toda la genialidad de su pensamiento
no pudo resistir el dialogo seseante del enemigo
que apeló a su máxima astucia para separar a la
mujer de Dios. Esta a su vez ofreció el fruto
prohibido a su esposo.
Adán al verla ya con los efectos del pecado en
su apariencia pudo haberse negado. Pudo haber
permanecido fiel al Señor, pero pudo más su
amor para con su esposa. Sabiendo las
consecuencias Adán decidió comer del fruto y
echar su suerte de muerte con su mujer.
Pronto se vieron desnudos, la luz que cubría sus
cuerpos, aquel vestido de santidad se esfumó.
Ambos conocieron la vergüenza, aquel
sentimiento que va acompañado por el
sentimiento de remordimiento, de miedo.
El Señor buscó a su criatura como solía hacer.
- ¿Adán? ¿Dónde estás?
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- Estoy escondido Señor, tuve vergüenza
de que me veas porque estoy desnudo.
Esa respuesta rompió el corazón de Dios. Nunca
antes su creación se había ido de él, nunca
antes sus hijos había huido de Él. Con profundo
dolor el Señor continuó conversando, tratando
de disimular su voz entrecortada por el llanto
que intentaba ahogar.
- ¿Comiste del fruto que te dije que no
comiences?
En Omnisapiente, el que conoce todo, ya lo
sabía, pero quería darles una oportunidad a sus
hijos para que sean honestos con Él.
- Señor, la mujer que TU me diste me dio
de comer…
Otro cuchillo atravesó el corazón de Dios. Esta
vez su criatura no solo huía de Él, sino que
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indirectamente lo hizo responsable. Entonces
pregunto a la mujer
- ¿Mujer, que has hecho?
Y la respuesta de Eva fue similar… la serpiente
que tu creaste me engañó y yo comí.
El diablo había ganado la supremacía sobre la
tierra. El hombre perdió su soberanía sobre el
planeta para obedecer al enemigo de Dios. El
conflicto que se inició en la tierra duraría por
milenios.
Entonces el Señor dictó juicio contra la
serpiente declarando que se arrastraría por la
tierra y luego se dirigió al diablo. Un
descendiente de la mujer, un elegido, el
Deseado de Todas las Naciones vendría para
hacer pedazos la cabeza del diablo. Para
condenarlo y dar por terminado el conflicto.
Pero antes el diablo heriría al elegido, pero no
lo exterminaría con sí haría este con el malvado.
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La pareja escuchó esto con profundo pesar.
Entonces el Señor trajo a una oveja para que
estuviera delante de Adán. La animalito con
toda su inocencia primigenia se acercó al
hombre. Entonces el ser humano observó por
primera vez en su vida el efecto de su pecado.
La oveja tuvo que morir. El hombre manchó sus
manos con su sangre.
El llanto de Adán y Eva fue más profundo que el
que hoy sufren los seres humanos por la muerte
de un ser muy amado.
Con la piel de este animal el Señor confeccionó
los vestidos necesarios para cubrir el cuerpo de
sus hijos y para que se deshicieran de las
ridículas hojas de higuera que utilizaron para
cubrir su desnudez inmediatamente después
del pecado.
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Entonces el Señor les declaró que un día su hijo,
el Señor Jesús, vendría a esta tierra para dar su
vida en reemplazo por la vida del hombre.
Todo el cielo enmudeció. Los ángeles se
ofrecieron para ocupar su lugar. Pero el Señor
dijo que solo su vida podría satisfacer los
requerimientos de la ley. Además, el era único
que podría dar su vida para volverla a tomar.
Los ángeles tuvieron que acompañar a la pareja
pecadora hasta la entrada del jardín del Edén.
Fueron expulsados porque no tendrían más
acceso al árbol de la vida. Ambos, Adán y Eva,
salieron en silencio, sollozando y lamentando el
dolor que produjeron en el corazón de Dios.
Dos ángeles custodiaron la entrada al jardín y
una espada que giraba en todas direcciones
blandía entre ellos.
Pronto la idea de la muerte, que quedó grabada
en la mente de Adán se reproduciría
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nuevamente y de muchas maneras. La caída de
las hojas. Las flores al secarse. Los animales al
morir. Todo reflejaba las consecuencias de su
fatídica decisión.
El propio Adán luego tuvo que ver como el hijo
de su esperanza, Caín, el que esperaba que
fuera la simiente prometida, asesinara a su
hermano Abel.
Con esperanza vio en Set una oportunidad,
mientras el tiempo imprimía marcas indelebles
en su piel y en la de su esposa.
Por años tuvo que soportar los reproches de
Caín, antes que este matara a su hermano,
cuando se acercaban a las puertas del Edén
para recordar las promesas de un Dios de amor
y justo a la vez.
Adán tuvo la oportunidad de sentar en sus
rodillas a muchas generaciones, aun a un
pequeño Matusalén quien luego transmitiría a
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sus hijos y a los hijos de sus hijos, aun a Noé, la
historia de este guerrero, que aunque por siglos
cargó con el peso de su pecado, siempre vio con
fe la llegada del Señor.
Un día, el cansado guerrero descansó. Su
formidable cuerpo no pudo más. Aquella
primera y excelsa inteligencia se apagó. Aquella
formidable figura suspiró por última vez. Todos
se entristecieron pero no como los que no
tienen esperanza. Tenían la fe de que muy
pronto el Señor los liberaría de las
consecuencias del pecado.
Pasaron los siglos y Adán, el noble padre de
nuestra raza sigue durmiendo el dulce sueño de
la muerte, pero llegará el día en que este
magnífico ser será nuevamente levantado.
- ¡Adán!
- (Profundo suspiro)
- ¡Adán!, ¡Levántate!
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Entonces Adán se levantará y se encontrará
nuevamente perfecto. Lágrimas de emoción
correrán por sus mejillas cuando se encuentre
con los ángeles en cuya comunión se gozaba.
Verá con tristeza las consecuencias de su
pecado en la estatura de sus descendientes.
Pero nadie se lo reprocha. Todos están felices.
Ahora se encuentran con el Rey de reyes y
Señor de señores.
Ahora están frente a frente los dos Adanes.
Cuando el Hijo de Dios abre los brazos para
abrazarse nuevamente con su primera creación
humana, éste nota algo diferente en su Señor.
Sus manos están horadadas y rápidamente
recuerda al cordero inmolado. Con indecible
dolor cae de rodillas y retira la corona de sus
sienes. Pronto todos los salvados repiten la
misma acción.
Entonces el Señor levanta a Adán y le muestra
nuevamente el Edén. El lugar de donde nunca
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debió salir y que ahora era nuevamente
restaurado.
Por siglos Adán fue fiel a las palabras del Señor.
Por siglo sufrió y llevó una vida de abnegación.
Por siglo sufrió las miradas y palabras de
reproche. Aun la naturaleza en su proceso de
vida reprochó al primer Adán su decisión. Pero
todo eso fue un corto preció por el eterno peso
de gloria que le estaba tocando vivir.
Por toda la eternidad Adán vivirá con su Señor.
Querido amigo. Adán vivió como un guerreo y
murió como uno. Pero la muerte de los
guerreros de Dios no son causa solo de tristeza
y pena sino también un poderoso testimonio de
fe y fidelidad para quien dio su vida en rescate
por muchos.
Hoy te invito a comprometerte con el Señor en
una vida de abnegación y trabajo constante por
vivir siempre a su lado.
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La palabra abnegación es muy fuerte e implica
la renuncia a cuanto nos separe del Creador así
como a iniciar una serie de hábitos que nos
acercarán más a Él.
Si este es tu cometido te invito a orar. Lee este
texto en oración:
- Querido Señor, te ruego que me des el
coraje de Adán. Que aunque pecó, se
levantó y con profunda humildad
continuó en tus caminos.
- Oh Señor, ayúdame a ser fiel a pesar de
mis propias debilidades y flaquezas.
Ayúdame a renunciar a aquello que me
separa de ti y a iniciar una serie de
hábitos que me acercarán más a tu
santa persona.
- Oh Dios, te necesito, libérame y pon
sobre el yugo que es ligero, tu servicio
mi Señor. En el nombre de Jesús. Amén.
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Noé
La maldad de los hombres se había
institucionalizado. Aquellas mentes maestras,
aquellos maravillosos e inalcanzables intelectos
para los más sabios de la actualidad se habían
vuelto perversos en gran manera.
Los animales una vez tan tiernos e inocentes,
que buscaban la compañía de los hombres se
fueron a vivir cada vez más lejos de él porque
estos los persiguieron para matarlos, no solo
para comérselos sino por mera diversión y
enfermizo deleite.
Pronto aquellos tiernos seres se volvieron
feroces para poder defenderse del que debía
cuidarlos con tierno cuidado y solicitud. Se
fueron a vivir cada vez más lejos y apartados de
los hijos de los hombres.
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Los hombres utilizaron sus poderosas mentes
solo para buscar el deleite y los placeres. Pronto
aquella generación llegó a colmar la copa de la
ira del Creador.
El corazón de Dios se dolió de ver tanta
decadencia y pecado entre aquellos que debía
portar su imagen pero que en lugar de ellos
eran portadores de la imagen del diablo.
Pero el Señor tuvo un remanente. Un hombre
de entre toda esa generación permaneció leal al
Todopoderoso. Era Noé.
Un día el Señor llamó a Noé y le mostró sus
planes. Le dijo que la generación de los
hombres había colmado la copa de la tolerancia
y que destruiría la tierra con agua. Noé escuchó
en perfecta sumisión. Se le dio la orden de
predicar a los hombres el mensaje del Señor.
Así Dios a través de su profeta extendió su
tierna invitación al arrepentimiento a fin de que
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buscasen refugio dentro del arca que Noé
comenzó a construir.
Durante ciento veinte años el constante
martillar de Noé y sus hijos en el que hacer de la
construcción del arca fue un golpeteo duro a las
entenebrecidas conciencias de los magníficos
antediluvianos. Una vez tras otra el martilleo
iba acompañado de un dulce llamado de
misericordia de un Dios de amor.
Muchos atendieron la voz misericordiosa de
Dios. Algunos decidieron echar su suerte con el
arca y tomando las herramientas participaron
de su edificación, pero las décadas al pasar
hicieron mella en su débil fe abandonando
luego la labor a causa del desánimo y de la
aparente demora. Aquellos que antes se
alegraron con Noé y su familia ahora
engrosaban la muchedumbre burlona.
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En un principio las gentes se sintieron
aterrorizadas pero al pasar el tiempo la
depravación de sus almas pudo más y
consideraron las acciones de Noé como locura.
- “Va a caer agua del cielo”
- “Que es eso Noé” – decía la gente.
- “Dios va a mandar lluvia…”
- “Jajajajajajajajaja, Noé, estás loco,
jamás a caído agua del cielo, nuestros
científicos llevan décadas diciéndolo y
demostrándolo en nuestros
laboratorios… no tiene sentido, estás
haciendo una embarcación en un lugar
más seco que nuestras gargantas por
hablarte”
Pero el corazón de Noé y de sus hijos no
hicieron caso sino solo a la voz de Dios. El
corazón de Dios que llamaba al mundo al
arrepentimiento se dolía con el desafío de los
hijos de los hombres.
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Un día, ya acabada el arca, los burladores
quedaron atónitos. Aquellos animales que
huían de los hombres venían en perfecto orden
en parejas como si su instinto se hubiera
trastornado. La naturaleza ininteligente hacía
caso a la voz del predicador, mientras aquellos
hombres de titánico intelecto solo se burlaban.
La turba impía quedó en anonadado silencio
mientras las bestias y las aves llegaban en
perfecto orden y sumisión. Más de uno recordó
los relatos de los ancianos que a su vez lo
escucharon de sus padres, de días de antaño
cuando animales y hombres convivían en
perfecta armonía.
Muchos salieron de sus casas para observar
esta singular escena. Una maravillosa escena.
Noé en silencio sobrecogedor veía con
satisfacción una señal de la aprobación divina.
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Hasta que la última pareja de animales subieron
al arca, entonces Noé y su esposa, junto con sus
hijos Sem, Cam y Jafet, subieron al arca con sus
respectivas esposas.
Allí, se hizo el último llamado de la misericordia.
-“huid de la destrucción, arrepiéntanse de sus
pecados y busque seguridad en esta formidable
estructura”.
Entonces los hombres salieron de su estado de
sorpresa. Comenzaron nuevamente las burlas:
- “Eres todo un genio Noé”
- “Bravo Noé, eres un gran mago”
- “Excelente Noé, mejor que los
ilusionistas de la ciudad”
- “jajajajaja”
- “De nuevo, Noé, de nuevo…”- le gritaba
la turba.
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Noé bajó la mirada con tristeza, la tristeza de
aquellos siervos de Dios que luego de finalizar
un esfuerzo evangelístico ven como muchos no
deciden entregar su vida a las manos del Señor.
De pronto, la puerta del arca. Aquella pesada
estructura, se comenzó a elevar de manera
silenciosa, solo resonaban los engranes.
Eran ángeles poderosos que resguardaron la
entrada. La puerta se cerró. La misericordia se
había terminado. La última oportunidad para
aquella generación perversa se había agotado.
Abandonados ya a los juicios de Dios, el diablo
tomó a aquella raza y los empujó a peores
perversidades.
En el interior del arca, Noé y su familia se
encontraban tranquilos y seguros esperando la
buena voluntad del Señor.
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Unos días después, unas gotas comenzaron a
mojar los cuerpos de los hombres y los campos
de la tierra.
- “¿Qué es esto? – preguntaron los
hombres.
Rápidamente corrieron hacia sus científicos,
hacia aquellas connotadas mentes maestras, a
los genios de los genios para que resolviera sus
dudas.
- “¿Qué significa esto?, ustedes nos
dijeron que era imposible…
Pronto las grandes cascadas del cielo se
abrieron y la lluvia comenzó a caer de manera
horrorosa. Las corrientes subterráneas salían a
la superficie con tal fuerza que enormes rocas
eran lanzadas decenas de metros por los aires.
La horrorizada multitud comprendió el extravío
de sus almas.
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La naturaleza y sus elementos en confuso
desorden era lanzada de un lado hacia otro por
fuerzas desconocidas por la humanidad de la
época.
Los animales pequeños corrían hacia las piernas
de los hombres confiando en que estos los
cuidarían. Estos a su vez se sujetaban a sí
mismos a los cuerpos de los animales más
poderosos confiando así en el instinto de
conservación de estos.
Cuan poderosas fuerzas fueron removidas. Los
huesos de la tierra, las rocas, enormes y de
decenas de metros de longitud fueron lanzadas
en todas direcciones. Fue un panorama
desgarrador.
Poderosos ángeles fueron enviados para
proteger la débil embarcación en medio de tan
titánica tormenta.
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Los hombres se sujetan con uñas y dientes
suplicando..
- “te creemos Noé, déjanos entrar”
- “Somos nosotros Noé, tus vecinos, los
que te conocimos desde pequeño,
déjanos entrar…”
- “¿Recuerdas Noé que hace años te
ayudé a construir este barco?, soy yo,
déjame entrar…”
Noé con una tristeza desgarradora solo daba los
últimos avisos a esas pobres almas:
- “Demasiado tarde… la puerta está
cerrada”
Secos golpes de rocas contra el arca silenciaban
las voces de quienes gritaban y clamaban.
Gemidos de animales que rasguñaban la
estructura se escuchaban y los animales de
adentro eran tranquilizados por ángeles
invisibles. Aquellos serán de inteligencia
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limitada estaban espantados por lo que se oía
en derredor.
De pronto el arca comenzó a moverse.
Aquella noble estructura se movía en diversas
direcciones, pero siempre custodiada por
ángeles poderosos para que pudiera sobrevivir
a aquel cataclismo.
Poco a poco las voces de animales, y hombres
se dejaron de escuchar. Luego de unos días,
solo se escuchaba el sonido del agua. Noé supo
que solo dentro del arca estaban seguros, ya
que aun el mismo diablo y sus demonios
tuvieron temor por sus propias vidas.
El diablo fue obligado a presenciar el resultado
de reinado sobre la raza humana, y vio con
horror los resultados de su transgresión y lo
insidioso de sus sofismas. Vio en vivo lo inútil de
su mentira maestra: “No moriréis”.
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Toda una generación de millones de seres
humanos con todo para haber sido una gran
bendición estaba muriendo a sus ojos. Pero
esto no lo hizo desistir de su propósito por
arruinar la creación del Señor.
Pronto, luego de cuarenta días, la lluvia cesó y
la calma llegó a las aguas que cubrieron la
tierra. Todo era un inmenso océano. Nada se
escuchaba de afuera y Noé realizaba sus
trabajos junto con su familia.
Llegó el día en que debían salir. Cierto día el
arca se posó en las cumbres de los montes
Ararat.
Ninguna mano humana cerró el arca, y ninguna
la abriría. El arca fue abierta por ángeles y
nuevamente la luz fue contemplada por todos
los habitantes de aquel barco.
Cuando salieron del arca, Noé hizo lo que se
debía hacer primero. Construyó un altar y
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tomando una oveja, la sacrificó y agradeció la
enorme salvación del Señor.
La tierra no era ni la sombra de lo que fue antes
del diluvio.
Conforme las aguas bajaban de nivel, el peso de
estas y las inimaginables presiones hicieron que
la tierra aun blanda y remojada se elevara poco
a poco formando así elevaciones gigantescas.
Antes la tierra plétora de vida y piedras
preciosas ahora estaba húmeda y con cuerpos
muertos de plantas, hombres y animales por
todos lados. El Señor ocultó aquel espectáculo
de la vista de Noé con poderosos terremotos
sepultando tales muestras, fruto del pecado.
Dios hizo un pacto nuevamente con los
hombres: Puso el arco iris en el cielo, y este
sería señal de que Dios no volverá a destruir la
tierra con agua. Fue una señal de fidelidad.
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Querido amigo. Noé fue un guerrero de fe
constante y obediencia firme. El arca de Noé en
la actualidad es la iglesia. Muchos a lo largo de
los más de 150 años de historia de la IASD han
ingresado a ella y han ayudado en su
edificación, pero también has salido de ella.
Muchos de los que la han abandonado hoy se
cuentan como los enemigos de su pueblo,
arrebatando ovejas del redil para engrosar sus
propios rediles personales.
Como en los días de Noé.
Hoy tu y yo somos los modernos pasajeros del
arca. Hoy las mentes maestras piensan:
- “Adventistas locos… ¿Cristo volverá?,
¿Persecución?, ¿Ley dominical?,
¿Granizo de 20 Kg. Cada pepa?, ¿fuego
del cielo?...ja.”
La misma historia de los días de Noé.
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Hoy te invito a que tomes los martillos y sigas
trabajando por la edificación del pueblo de
Dios. No te apartes de él. No salgas del arca.
Porque pronto el Señor cerrará la puerta de la
gracia y ya no habrá oportunidad de perdón.
Hoy es el día de salvación.
Te invito a leer la siguiente oración:
Señor. Necesito de tu gracia salvadora. Necesito
de tu ayuda para no abandonar el barco. Para
mantenerme del lado del deber aunque se
desplomen los cielos.
Señor, quiero ser leal a ti a prueba de todo. Oh
Señor, se propicio para conmigo que soy débil y
pecador. Ayúdanos Señor. En el nombre de
Jesús.
Amén.
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Moisés
Cuarenta años de haber caminado con el Señor
en la ardua tarea de guiar a un pueblo
contumaz y rebelde.
Cuarenta años de entrega luego de haber
ayudado en más de una ocasión a la nación
elegida para llevar al mundo los oráculos del
Dios Todopoderoso.
Aquel gran guerrero no estaba cansado. Estaba
lúcido y con fuerzas a pesar de los 120 años que
tenía encima. Su visión era envidiable y su
carácter firme y sin doblés. Moisés era el líder
que toda organización hubiera gustado tener.
Tenía la energía y la experiencia necesarias para
conducir a la nación a través del Jordán y
habitar la tierra prometida. Aquella de la que
fluía leche y miel.
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Solo aquel pecado de las aguas de Meriba
manchaba la foja de servicio de aquel noble y
manso dirigente. Solo una mancha ensuciaba su
legajo como líder del pueblo de Dios. No se
podía hacer nada más. Por ese solo pecado, el
acusador de nuestros hermanos lo acusó
delante de Dios de día y de noche.
- “Señor. Déjame pasar con el pueblo…
los he acompañado durante cuarenta
años. Los conozco desde que eran
niños. He visto como una generación
moría para ver nacer otra totalmente
nueva. Oh Señor, déjame guiarlos más
allá. La tierra prometida está a solo
unas decenas de metros…” (Me imagino
que fueron las palabras de Moisés
frente a un Dios amigo y juez a la vez;
Padre y Justo a la vez).
- “No Moisés. No pasarás sino que
morirás… “fue la lacónica respuestas de
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aquel Justo amigo. De aquel amoroso y
firme Padre.
Moisés estaba dispuesto a obedecer la voz de
Dios. Total… era su costumbre y no iba a
comenzar a hacer lo contrario. Dios le dijo que
debía subir a la cumbre del Pisga para
descansar.
Moisés se despidió de su pueblo. Ellos eran su
familia. Ellos eran el objeto de su supremo
cuidado y preocupación. Durante cuarenta años
los soportó y sobrellevó. Los aprendió a amar
como eran y a tolerar con sus limitaciones. Los
amó más allá de sí mismo.
Todos lloraron la despedida de aquel patriarca,
de aquel padre, de aquel amigo, de aquel
querido consejero, de aquel maestro, de aquel
guerrero. Solo quedaba una cosa por hacer. Ir a
la cita que Dios le había pactado.
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Subió lentamente no como cansado sino en
constante oración y meditación, recordando los
pasajes de su vida.
Su educación de la infancia con su madre
Jocabet. Aquellos cánticos que cantaban juntos
y la alegría de adorar al Señor cada sábado. Las
lecciones de aquella humilde trabajadora de las
canteras imprimieron en su alma lecciones tan
duraderas como las construcciones que edificó
su pueblo esclavizado.
Recordó su educación en las cortes de Egipto.
Su querer liberar a su pueblo con sus propias
manos lo que le costó el alejamiento de quienes
justamente deseaba salvar.
Recordó su peregrinaje por el desierto de
Madían hasta encontrar a aquella familia de
pastores a cuyas hijas ayudó.
Pensó con ternura en su matrimonio y en sus
hijos. Luego en su encuentro con el Señor.
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Aquel solemne: “Moisés, quita las sandalias de
tus pies, porque el lugar que pisas, tierra santa
es… Yo soy el que soy… el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob…”.
Recordó su porfía con el Señor y su aceptación
del encargo de ser el mensajero del Señor.
Recordó el enfrentamiento con el Faraón y las
plagas liberadoras de parte del Señor. Recordó
la pascua y la sangre en los dinteles.
Recordó aquella salida portentosa de Egipto y
luego la amenaza del Faraón Tutmosis cuando
los arrinconó contra el mar Rojo y la milagrosa
intervención de Dios al detener a los enemigos
y abrir el mar en dos para que pudieran
transitar en seco.
Vio la posterior aniquilación de la armada
egipcia a manos de Yavé Sabaot.
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Absorto en sus meditaciones fue “despertado”
por el Señor.
- “Mira Moisés…”
Moisés entonces levantó los ojos y vio toda la
anchura de la tierra prometida, cuando de
repente fue tomado por el Espíritu Santo y vio
en visión a su pueblo cruzando el rio Jordán…
vio la victoria frente a Jericó, vio la derrota
frente a Hai. Vio a su pueblo asentarse en sus
terrenos. Vio a su pueblo caer tentado tras
dioses falsos.
Vio el ministerio de los jueces y la fluctuante
lealtad de sus hermanos. Vio rebelión de su
pueblo al pedir rey. Vio la depravación posterior
de los reyes y la caída del reino del norte en
manos de los Sirios.
Vio a los babilonios invadir en reiteradas
ocasiones al reino del Sur.
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Vio el retorno de su pueblo del exilio de la
mano de Zorobabel, Esdras y Nehemías. Vio
como su pueblo fue del extremo de la apertura
grosera al extremo del aislamiento tenaz.
Vio al Deseado de todas las Naciones nacer, lo
vio en su ministerio de amor y compasión y
luego lo vio ser crucificado. Vio a su nación ser
dejada de lado. Vio las vicisitudes de la iglesia.
Vio la Segunda Venida del Señor…
Cuando salió de la visión. Moisés agradeció a
Dios su voluntad.
Aquel guerrero no estaba cansado. Estaba
consternado del futuro de su pueblo.
- Duerme Moisés. Duerme amigo.
Así murió Moisés. El gran líder de una nación.
Pero la historia no acabó allí.
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El diablo apareció entonces a reclamar por el
cuerpo del líder fallecido.
- “Es mío”- dijo- “está muerto, me
pertenece”.
Entonces el Señor solo le dijo:
- “Jehová te reprenda Satanás
(adversario, enemigo)”
- “Pero es mío” – prosiguió el diablo.
- “aparta… voy a despertar a mi amigo”
dijo el Señor y prosiguió. “Moisés”.
Aquella dulce voz de Jesús rompieron los lazos
que hundieron al hombre en el sueño de la
muerte durante milenios y entonces Moisés
volvió a vivir. Y Dios le llevó.
Nadie supo donde Dios le enterró. Porque no
existió una tumba para su amigo. Para su siervo.
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Los “no” de Dios pueden ser muy duros de
aceptar.
- “Dios, sáname de esta enfermedad”.
- “No”
- “Dios, sana a mi hijo”
- “No”
- “Dios, ayúdame, voy a perder mi
trabajo”
- “No”
- “Dios, líbrame, Señor, por favor”
- “No”
Muchas veces los “no” de Dios exigen la fe del
ser humano hasta límites extremos, pero el
Señor tiene sus planes maravillosos.
Moisés nunca entró en la tierra prometida. Esta
declaración puede sonar terminante, pero
recuerda que los “no” de Dios a veces… y digo,
“a veces”, pueden ser “Sí”, pero cargados de
gloria y felicidad.
Vencedores
44
Mil quinientos años después de aquel día, el
Señor Jesús se fue a un monte alto, con otros
tres amigos, Pedro, Santiago y Juan. Cuanto
estaban solos, sin que nadie más los observara,
el Señor se transfiguró delante de ellos. Su
rostro brilló como el sol y en eso, aparecieron
dos personajes con mensajes de consuelo y
ánimo para el Salvador. Fueron Elías y…
¡Moisés!.
Moisés pisó la tierra prometida no para guiar a
un pueblo apóstata sino para llevar un mensaje
de aliento al verdadero Libertador.
Moisés ingresó dos veces a la tierra prometida,
ingresó primero a la Canaán Celestial y luego a
la Canaán terrenal y en ambas ocasiones con la
felicidad de encontrarse con su amigo, con su
Juez, con su Rey, con su Dios… con su
Libertador.
Vencedores
45
Querido amigo. Recuerda los momentos más
amargos de tu vida, cuando oraste y no tuviste
una respuesta positiva de parte del Señor. Pues
es el momento de pensar en esto otro. Los “no”
de Dios pueden realmente haber sido un “si”.
Pero un “si” para mucho después. Un “si” de
gloria eterna. Un “si” de amor.
Aquel hijo muerto. Aquel trabajo perdido.
Aquella carrera retrasada. Aquella cosecha
arruinada. Aquella amistad olvidada. Aquel
padre o madre perdidos. Aquel evento que
quisieras olvidar… todo lo que marcó tu vida
porque oraste y Dios guardó silencio… puede
que se trate de un “si”, pero para mucho
tiempos después.
Algún día, en aquel día de de días, cuando el
Señor, el Libertador, venga a librarnos del
Faraón cósmico, del diablo, y con diez plagas
seamos liberados para viajar no por un desierto,
sino por el espacio, hasta la Canaán celestial,
Vencedores
46
entonces veremos muchas sorpresas. Entonces
veremos a las familias reunidas nuevamente.
Veremos a los hijos ser traídos a los brazos de
sus madres. Conoceremos como fuimos
conocidos. Y daremos gracias al Señor por el
camino que nos permitió transitar.
Permítanme contarles una fábula. Esto no es
cierto pero sirve para ilustrar lo que les quiero
transmitir.
Una vez un hombre se fue al cielo y estando allí
le dio curiosidad por recordar los episodios de
su vida. Entonces pidió el registro de video de
sus huellas y comenzó a mirarlas en un aparato
de video muy sofisticado.
Cuando observó en la pantalla sus huellas, las
reconoció. Pero junto a su par de huellas había
otro par de huellas. El hombre trató de recordar
quien le había acompañado en ese momento de
su experiencia. Al no poder dar con ningún
Vencedores
47
nombre fue a Jesús que estaba por allí y le
preguntó:
- “Señor, ¿Quién estuvo a mi lado en este
momento de mi vida? Recuerdo que
estaba solo”
Entonces el Señor esbozó una dulce y tierna
sonrisa y le dijo:
- “Esas huellas son mías hijito. Tú no te
dabas cuenta, pero yo estuve a tu lado
en todo momento”.
El hombre sonrió y dijo:
- “Gracias Señor…”. Y continuó mirando.
Luego el camino de su vida se hijo escabroso y
muy accidentado. Entonces el hombre recordó
con profundo dolor y lágrimas en sus ojos aquel
triste episodio. Grande fue su sorpresa cuando
solo observó un único par de huellas.
Vencedores
48
Viéndolo llorar el Señor Jesús se le acercó y le
dijo:
- “¿Por qué lloras hijito?”
- “Señor” – respondió el hombre
secándose las lágrimas – “¿Por qué me
abandonaste en el momento más difícil
de mi vida?”
Nuevamente el Señor esbozó una dulce sonrisa
y le respondió.
- “Hijo… esa huellas, son las mías. Yo te
llevaba en mis brazos”. Entonces el
hombre abrazó al Señor y llorando le
dijo…
- “Gracias Jesús, no entendí por muchos
años, ahora sé que nunca me
abandónate… Gracias Señor”.
Querido amigo o amiga que lees esto, te ruego
que me acompañes con la siguiente oración:
Vencedores
49
Querido Señor. Gracias por escuchar nuestras
oraciones y por engreírnos en más de una
ocasión, pero ayúdame a no basar mi amor y
lealtad a ti solo cuando me respondes con un sí,
sino ayúdame a ser tan leal a ti cuando tengas
que darme un “no”.
Ayúdame a descansar en el amor contenido en
tus “no”.
Gracias por acompañarme…
En el nombre de Jesús. Amén.
Vencedores
50
Gedeón
Los madianitas se especializaban en dominar a
sus enemigos de una manera muy interesante y
a la vez criminal.
Ellos llegaban como langostas a una nación y
comenzaban a robar y expropiar todas las
cosechas y los animales del poblado dejando a
sus habitantes tan hambrientos y
desamparados como nunca.
Este pueblo llegó a invadir a Israel por que el
pueblo de Dios había abandonado a Jehová.
La pregunta es:
- ¿Por qué el pueblo de Dios se alejaba
constantemente de Dios?.
Vencedores
51
Y la pregunta es muy fuerte porque tenían la
Torá (los escritos de Moisés), el Urim y el Tumín
(que estaban ubicadas en el efod del sumo
sacerdote para consultar a Jehová y saber las
respuestas), tenía el arca del pacto (donde se
encontraba la Shekina, que era el lugar donde
Dios se manifestaba) y además, profetas.
Una vez un compañero mío le hizo esta
pregunta a un sabio y elocuente maestro a lo
que este respondió de manera magistral a mi
modo de ver:
- “Por la misma razón que tu y que yo,
teniendo tantas bendiciones de Dios, lo
dejamos”.
Hoy mira tu vida. Tienes la Biblia. Tienes los
libros del espíritu de profecía. Tienes muchos
medios para llevar una vida devocional
vibrante, y aun así, te alejas del Señor.
Vencedores
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Es que el pueblo de Israel prefería “probar” lo
que las naciones vecinas ofrecían en lugar de
buscar la solución para su soledad en la
presencia del Señor.
Un hombre estaba escondiendo su cosecha
justamente para que los madianitas no lo
dejaran sin comida, ni a él ni a su familia. Este
hombre se llamaba Gedeón. Dios lo conocía y
en un día de trabajo lo visitó:
- “Gedeón, varón esforzado y valiente,
Dios te ha elegido para liberar al pueblo
de Israel”
A lo que Gedeón respondió:
- “ay Señor. Si fuera así de fácil. Yo soy de
una familia chiquitita y mi tribu es
pequeña… ¿Qué será?”.
Vencedores
53
Luego de conversar con el ángel, Gedeón le
pidió a su misterioso interlocutor que lo
esperara mientras le preparaba una vianda.
Pasados varios minutos, le trajo el alimento. El
viajero le pidió que la pusiera sobre una roca y
luego lo tocó con su báculo. En seguida salió
fuego de la piedra y consumió toda la vianda y
el ángel del Señor subió a la piedra y
desapareció en medio del fuego.
Gedeón se asustó.
- “Dios Santo, he hablado con el Señor”.
de inmediato se puso a obedecer las órdenes
del Señor.
Pronto se encontró pidiendo una prueba a Dios,
de que estaba con él… No es que Gedeón fuera
un cobarde, pero si deseaba tener la
confirmación constante de Dios de todo lo que
hacía. Así que le dijo a Dios.
Vencedores
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- “voy a plantar en mi chacra un palo
sobre el que voy a poner una madeja de
lana. Si mañana amanece el día y toda
mi chacra está seca y solo la lana está
húmeda, entonces Señor, tú estás
conmigo”.
Y así fue. Al día siguiente sacó todo un tazón de
agua de la madeja cuando la exprimió. De
repente lo asaltó la duda nuevamente.
- “Pero si la lana absorbe naturalmente la
humedad” – pensó- “Otra prueba
Señor. Ahora que todo el campo
amanezca mojado y solo la madeja de
lana que quede seca”.
Querido lector, yo de Dios, me le aparezco y le
doy una bofetada. Felizmente Dios no es un ser
humano. Dios es Dios y nos ama aun a pesar de
nuestra poca fe.
Vencedores
55
Al día siguiente fue como Gedeón solicitó y
confirmó la presencia de Dios en su obra.
Convocó a los escuadrones de Israel y asistieron
32000 valientes de Israel, para luchar contra un
ejército madianita de 135 mil.
Frente a todo esto, los estadistas de Gedeón se
le acercaron a decirle, Gedeón, cada soldado
mata a 4.5 con la ayuda de Dios y derrotaremos
a los de Madián. Así que: “Si se puede”.
Pero Dios ve lo que el hombre no puede ver: el
corazón.
Dios le dijo:
- “Son muchos, Gedeón”
- “Pero Seño” – dijo Gedeón- son cuatro
a uno… ellos nos ganan…
- “No Gedeón, sino que al vencer, tu
pueblo se atribuirá a si mismo mis
Vencedores
56
victorias y se olvidarán nuevamente de
mi”.
En todo el libro de Jueces podrás observar
querido lector y lectora, que Dios es un padre
amoroso que busca ayudar a sus hijos
constantemente.
Dios le dijo a Gedeón:
- “Pasa la voz a todo el ejército; que
todos los que tengan miedo se vayan a
sus casas, les doy mi permiso”.
- “Pero Señor, si han venido, son
valientes… dudo mucho que se vayan.
Han venido a luchar y a morir por ti”.
- “…”
- “Está bien Señor”.
Entonces Gedeón corrió la voz para que todos
los cobardes se puedan ir. Y fue así. Todos los
timoratos, los miedosos, los de doble ánimo, los
de débil carácter, los de poca fe, los que todo lo
Vencedores
57
ven mal, los que de todo se quejan, los que solo
saben ver lo malo, los que señalan los
problemas sin dar soluciones, los hipócritas que
aparentando celo por el Señor solo fueron por
guardar las apariencias, los que se
emocionaron, los que fueron porque todos
iban, los que eran unas victimas, NACIERON
VICTIMAS Y MORIRIAN VICTIMAS, en pocas
palabras, no eran guerreros.
Gedeón se quedó con la boca abierta cuando se
dio cuenta que 22000 soldados se fueron
silbando, criticando, callados, refunfuñando,
excusándose, sonriendo, solo desapareciendo.
Le quedaban 10000 hombres al ejército del
Señor. No eran muchos pero para Gedeón eran
suficientes. Sus estadistas vinieron a decirle al
jefe:
- “Estamos bien Gedeón, no te
desanimes. Uno para cada 13.5 y verás
Vencedores
58
cómo les ganamos. Todo se puede con
la ayuda de Dios; “Si se puede”.
- Gedeón se animó por los comentarios
de los hombres… hasta que escuchó la
voz de Dios.
- “Son muchos Gedeón”
- “Pero Señor… 13.5 a uno…”
- “…”
- “Ok. Señor, tú dirás…”
- “Hazlos marchar durante varias horas y
luego ordénales que atraviesen aquel
rio. Todos los que pasen el río y se
lleven el agua a la boca con la mano y la
beban como bebe el perro, esos que se
queden contigo, al resto despídelos”.
- “Ok. Señor, pero verás cómo se queda
la mayoría”.
Luego de varias horas de marcha, se le ordenó a
todos que pasaran por el río y se formaran al
otro lado. Grande fue la sorpresa de Gedeón
cuando vio que 9700 de sus hombres se
Vencedores
59
quedaron en el rio. Unos se bañaban, otros
nadaban, otros se mojaban los pies, otros se
mojaban la cabeza, otros se tiraron a la orilla
del rio y solo 300 cruzaron el rio y se formaron
soportando la presión del grupo y las burlas de
quienes los acusaban de pegados a la letra y sin
criterio.
- “Quédate con estos Gedeón… ya son
suficientes”.
Cuando Gedeón pasó la voz para que se fueran
los 9700, muchos se fueron felices y otros
molestos. Pero en fin se fueron los que
buscaban su comodidad, los que no eran
capaces de obedecer las órdenes al pie de la
letra.
La fe de Gedeón necesitaba nuevamente ser
reforzada. Los estadistas se callaron, las voces
de jolgorio y de ánimo se extinguieron. No
había ninguna voz humana que lo alentara. Las
Vencedores
60
estadísticas indicaban que la proporción era de
450 a uno. No era humanamente posible la
victoria.
Ahora Gedeón necesitaba el ánimo del Señor y
no de los hombres. La oportunidad de los
hombres se terminó. Iniciaba la oportunidad de
Dios.
Gedeón tomo a un escudero y fue cerca del
campamento de los madianitas de noche y
escucho que uno le hablaba a su compañero
dentro de la carpa:
- “he soñado algo raro”
“que cosa”
- “que un pan venía rodando desde la
colina y chocaba contra este palo de la
tienda haciéndola caer”
- “este no es otro que Gedeón y hemos
sido entregados en sus manos”.
Vencedores
61
Cuando escuchó esto, Gedeón se animó
nuevamente y volvió a su campamento.
Era el terror del Señor en los madianitas.
Para asegurar la victoria el Señor no necesita
tanto hombres ilustrados como hombres
buenos, grandes ejércitos como hombres
consagrados. Esos 300 eran hombre de fe pura
y dura. Hombres dispuestos a ir donde quiera el
Señor los siguiera. Dispuestos a seguir los
planes más descabellados para los hombres
pero lógicos para el Señor. Eran guerreros
valientes del Señor.
Cuando se alistaron para la guerra, cada uno
buscó un cántaro de barro, una antorcha, una
trompeta y su espada. Aparentemente se
alistaban para una fiesta, y si, iba a ser una
fiesta, una fiesta de libertad.
Al darse la orden, todos se ubicaron a cierta
distancia unos de otros rodeando el
Vencedores
62
campamento madianita y a la hora señalada
estrellaron sus cantaros contra el suelo
revelando las antorchas y comenzando la tocar
sus trompetas. En una mano una antorcha y en
otra la trompeta… la espada seguía envainada.
Pronto el sonido de los pobres cantaros y
trompetas más el sonido de los ejércitos
invisibles del Todopoderoso que acompañaron
a los hombres, confundieron a los madianitas
quienes en la más absoluta oscuridad chocaron
espalda con espalda y se atacaron entre ellos
creyendo que los israelitas venían contra ellos
de todas direcciones y ya los habían alcanzado.
Así, del ejército de 135000 solo quedaron 15000
sobrevivientes. El Señor derrotó un ejército de
135000 hombres con solo 300 hombres
armados de trompetas, cantaros de barro,
antorchas, espadas y mucha, pero muchísima
fe.
Vencedores
63
Querido lector, querida lectora. No se cuales
son las pruebas que estas atravesando, pero
decide ser de los 300, del rebaño pequeño, de
aquel grupito que sirve a Dios y desea
obedecerle contra todo y contra todos.
Ora conmigo:
Querido Señor. Quiero ser como uno de los
trescientos de Gedeón. Quiero ser un hijo o hija
de fe poderosa, de fe constante.
Gracias por las pruebas Señor y ayúdame a ser
fiel a toda prueba.
Amén.
Vencedores
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Vencedores
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Elías
Era un tiempo de apostasía en el pueblo de
Israel. Tal es el rey, tal es el pueblo y el rey que
tuvo Israel no fue otro que el malvado Rey Acab
quien se casó con una mujer pagana llamada
Jezabel la cual lo indujo a introducir como
nunca antes la idolatría en el pueblo de Dios.
La idolatría es un mal común. Solo hay una
forma de deshacerse de la idolatría y es
rompiendo los ídolos.
Pienso que hay tres clases de ídolos. Los ídolos
de los procesos, los ídolos de las personas y los
ídolos de las sustancias.
En cuanto a procesos están los videojuegos, la
pornografía, la masturbación, los juegos de
azar, el trabajo e incluso la misma religión. La
idolatría en estos procesos se manifiesta
Vencedores
66
cuando invierte tiempo y dinero valiosos que
podrían invertirse en otras causas más nobles.
Cuando se deja de comer, y de estudiar por
hacer las actividades ilícitas, se deja de
conversar con la familia, se deja de estudiar.
Entonces estamos frente a una idolatría.
La idolatría a las personas se manifiesta en
tener muchos enamorados, o en necesitar la
aprobación constante de todos.
La idolatría a las sustancias se manifiesta en las
adicciones a las drogas ilícitas (PBC, éxtasis,
crack) o a las drogas lícitas como el café, el té y
otros más.
Incluso alguna práctica sana en sí misma como
los deportes, la música, el internet y la religión
podrían tornarse en ídolos cuando se descuida
el trabajo, la familia y la salud por practicarlas.
Vencedores
67
Un ídolo puede ser considerado como una
adicción y se deben tomar medidas para que las
acciones malas desaparezcan y las acciones que
en sí son buenas sean desarrolladas con
moderación.
En el caso del pueblo de Israel, eran adictos a
todo lo que tenían que ver con el culto a Baal.
Esto es las prácticas sexuales indebidas, la
embriaguez y una religión depravada que solo
buscaba el ensalzamiento hedonista y egoísta.
Aun los niños eran sacrificados en la
desorientación de los idólatras.
Frente a esto hubo un hombre capaz de
ponerse al frente del rey y gritarle su verdad.
Fue Elías de Tisbi. Elías se presentó ante el rey
con un mensaje del Señor: “Vive Jehová Dios
de Israel, en cuya presencia estoy, que no
habrá lluvia ni rocío, en estos años, sino por
mi palabra” (1 Reyes 17:1).
Vencedores
68
Fue increíble. De pronto el Señor llevó a su
siervo a morar en el arroyo de Querit para
preservar su vida porque en su desorientación
el rey lejos de aceptar el consejo del profeta,
pretendió encontrarlo y matarlo impulsado por
su mujer Jezabel.
Elías fue sustentado milagrosamente por el
agua del arroyo y unos cuervos traían pan y
carne para que comiera. Es otras palabras una
hamburguesa con su refresco. Este alimento lo
mantuvo firme y fuerte en medio de la miseria
y el hambre que azotó Israel por la falta de
agua.
Pero un día el arroyo de Querit se secó.
Puede que estés atravesando grandes
bendiciones como Elías en el arroyo. Puede que
lleguen bendiciones en abundancia como el pan
y la carne que le trajeron al profeta los cuervos.
Pero ojo. Puede que un día el arroyo se seque.
Vencedores
69
Puede que esté leyendo este libro una persona
que está atravesando un tiempo de vacas
flacas. El arroyo se secó. El que hayamos tenido
un periodo de paz y abundancia de parte de
Dios y este haya secado no significa que Dios
nos haya dejado de amar sino que el Señor
quiere brindarnos otra experiencia igual de
valiosa.
Pero los que tienen el corazón de cabrito gritan,
claman, se quejan y lloran. Busquemos tener el
corazón de oveja para ir detrás del pastor por
dondequiera que va.
Esto muchas veces es difícil porque atentará
contra nuestra comodidad y nuestros planes
humanos pero es necesario que vayamos tras el
Señor dejando atrás nuestros ídolos; aquellos
que nos atan y detienen en nuestro progreso
espiritual.
Vencedores
70
Elías fue llevado por orden de Dios hacia un
pueblito llamado Sarepta, de Sidón. Cuando
llegó allí pudo observar a una mujer delgada,
pero aquella delgadez no propia de la genética
hereditaria de padres enclenques sino aquella
delgadez tísica de la falta de comida y la
enfermedad. Aquella mujer había llegado a
abandonarse a la muerte. Estaba ya muerta,
pero viva. Solo recogía lo último de leña hierbas
secas para poder cocinar y comer lo último de
comida, ella y su hijo, y dejarse morir.
Es posible que quien lea esto esté sintiéndose
como muerto en vida. Abandonado a su suerte.
Sin esperanza ni de vivir.
Puede que seas un joven cuyos padres han
abandonado, pero no hablo del abandono físico
solamente, sino del abandono emocional. Aquel
abandono que tiene al padre y a la madre cerca,
pero a la vez, ausentes. Padres que sienten que
Vencedores
71
son buenos padres porque dan comida, casa y
castigo.
Puede que seas una persona que está
atravesando problemas económicos y no veas
ninguna solución posible. Puede que seas una
persona que ya no le encuentra sentido a la
vida por una decepción.
Puede que seas una persona que ha perdido a
un ser muy amado, arrebatado de tu lado por
aquel enemigo insaciable, la muerte.
Puede que seas como aquella mujer. Muerta en
vida. Es que no necesitamos estar muertos para
realmente estarlo. Estar muerto también tiene
que ver con haber perdido toda esperanza de
vivir. Sin norte, sino objetivos.
Puede que tu familia este muerta en vida, que
tu trabajo este muerto en vida, que tus hijos
estén muertos en vida, que tus negocios estén
muertos en vida. Como sea, aquella mujer solo
Vencedores
72
esperaba morir y terminar con su dolor. Pero el
Señor tenía un plan maravilloso con aquella
mujer. Sus dioses sidonios no la escucharon,
pero el Dios todo poderoso no desamparó
aquella sincera alma.
Cuando aquella mujer levantó la vista vio a un
hombre fornido acercarse a ella. Ese hombre no
tenía las marcas de la delgadez fruto del
hambre prolongado. Parecía que viniese de un
lugar distante donde la sequía no hubiera
afectado.
Aquel hombre se detuvo delante de ella y le
dijo:
- “Buen día. Te suplico que me invites un
poco de agua
La mujer sin contestar fue a traerle la poco agua
que tenía, total, mejor que se la dé a este
extranjero que tenía mejores oportunidades de
vida. Entonces escuchó otro pedido…
Vencedores
73
- “también te ruego me traigas un poco
de pan en tu mano”.
Entonces ella se dio cuenta que este era un
hombre de Dios. Tan bien cuidado y con tanta
confianza que le dijo:
- “Vive el Eterno tu Dios, que no tengo
pan cocido. Sólo tengo un puñado de
harina en la tinaja y un poco de aceite
en una vasija. Ahora juntaba esta leña,
para prepararlo para mí y mi hijo, para
comerlo, y después morir”
Era un drama. En más de una ocasión esta
mujer se vio atormentada con el llanto de
hambre de su hijo, y ahora debía decidir entre
dar el último bocado de pan o a su hijo o a este
extraño en buena condición física.
Elías le contestó entonces:
Vencedores
74
- “No temas. Ve, haz como has dicho.
Pero hazme a mí primero un panecillo
cocido bajo la ceniza, y tráemelo.
Después harás, para ti y para tu hijo.
Porque el Eterno, Dios de Israel, ha
dicho: La harina no escaseará de la
tinaja, ni el aceite de la botija, hasta que
el Eterno envíe lluvia sobre la tierra”.
Esto era sin sentido. ¿No había escuchado aquel
extraño que todo tenía un poco de harina?,
¿acaso no entendió que luego se dejarían morir
de hambre?. Pero el profeta ve cosas que los
otros no ven. Le declaró una promesa de
esperanza.
- “No temas. Ve, haz como has dicho.
Pero hazme a mí primero un panecillo
cocido bajo la ceniza, y tráemelo.
Después harás, para ti y para tu hijo.
Porque el Eterno, Dios de Israel, ha
dicho: La harina no escaseará de la
Vencedores
75
tinaja, ni el aceite de la botija, hasta que
el Eterno envíe lluvia sobre la tierra”.
En otras palabras, “sí, te entendí, se que no
tienes más, pero igual dame a mi primero… y
ojo, a mi me gusta cocido debajo de las cenizas.
Luego lo limpias y me lo traes, porque debajo
de las cenizas agarra un sabor mar rico. Y luego
prepararás para ti y para tu hijo… (Silencio)…
pero ¿porque te me quedas mirando? El Señor
verdadero ha dicho que la harina de tu botija no
se acabará y el aceite de tu botellita no cesará
de salir hasta que Dios haga pasar la crisis…
¿Crees?”.
Entonces la mujer se aferró de uñas y dientes
de la oportunidad que estaba recibiendo.
Se le ofrecía la salvación completa de esos
momentos de crisis.
Echó mano de la poca fe que le quedaba y
decidió creer en el Dios del profeta y grande fue
Vencedores
76
su sorpresa cuando luego de servir al profeta
encontró que su harina y su aceite no
escasearon.
Cree, porque al que cree todo le es posible.
Luego de varios días, el hijo de la mujer murió.
A veces las cosas marchan muy bien. A veces
todo va de lo mejor, pero un día, ¡Zas!, todo
cambia. Es como si estuviéramos en medio de
arenas movedizas, mientras más tratamos de
salir, más nos hundimos. Decisiones que
tomamos o simplemente situaciones
coyunturales o lo que sea, hacen que nos
encontremos en situaciones muy
desagradables. A veces no nos explicamos
porque el Señor nos prueba tanto.
Pero recuerda el Salmo 23, “aunque ande en
valle de sombra de muerte”. Es decir, el pastor
Jesucristo no solo nos garantiza que andaremos
por un lugar de delicados pastos, sino que
Vencedores
77
también nos garantiza que atravesaremos valles
de sombras de muerte.
Es decir. La vida cristiana no es color de rosa
muchas veces. A veces hay pruebas que nos
buscamos solitos o otros nos meten o
simplemente un día nos encontramos en medio
de ellas sin saber cómo ni porque, pero estamos
en medio de la tempestad. Entonces lo mejor
que podemos hacer es: ¿quejarnos?, ¿llorar?,
¿resentirnos?. Pues no. Debemos dar gracias a
Dios y confiar ciegamente en su bondad.
- “Pero pastor” – tu me dirás – “uno es
humano, uno reacciona mal muchas
veces”.
Sí. Es cierto, pero quiero decirte también que
tenemos la oportunidad de clamar (Jeremías
33:3) al Señor y Él responderá de manera
maravillosa. Tienes derecho a ponerte triste,
Vencedores
78
pero no como aquellos que no tienen
esperanza.
La mujer lloró y e increpó al profeta:
- ¿Qué tienes contra mí, varón de Dios?
¿Has venido a recordarme mis pecados,
y hacer morir a mi hijo?
Aquella mujer aun no creía en el don de
profecía manifestado en Elías. Pensó que el
milagro de cada día de que la harina y el aceita
que no escaseaba era un resultado natural.
Tantas veces hemos pensado igual. El respirar,
el ver, le caminar, el oir, el tocar, el gustar, el
hablar… todo es tan del diario y tan natural que
ya ni damos gracias a Dios por ello.
El profeta tomó el cadáver del niño y luego de
buscar a Dios en oración, el Señor resucitó al
infante.
Vencedores
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Fue un milagro. Entonces la mujer dijo:
“Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y
que la Palabra del Eterno es verdad en tu boca”.
Esa mujer necesitó que su hijo muera para
poder reconocer al Dios eterno y el don de
profecía manifestado en Elías.
¿Qué necesitas tú?
Acompáñame en esta oración:
Querido Señor, quiero creer, pero en el fondo
dudo. Por favor, a ti no te puedo engañar,
ayudame a creer en tu Palabra.
En el nombre de Jesús.
Amén.
Vencedores
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Vencedores
81
Pedro
- “No, no, no, no, no… no Señor… todos
podrán escapar, pero yo no, yo voy a
serte fiel hasta el final. De pronto
Mateo se correrá porque es callado, o
Tomás porque es medio dado a la duda,
pero yo no. Yo moriré contigo de ser
necesario”.
Mi madre siempre me corrige cuando uso la
palabra “Yo”. Esa palabra, me dice ella, es la
muestra de que el orgullo todavía domina en
nuestros corazones.
Pedro era terrible. Lee la siguiente cita de oro:
“La historia de ninguno de los
discípulos ilustra mejor que la
de Pedro el método educativo
de Cristo. Temerario, agresivo,
Vencedores
82
confiado en sí mismo, ágil
mentalmente y pronto para
actuar y vengarse era, sin
embargo, generoso para
perdonar. Pedro se equivocó a
menudo, y a menudo fue
reprendido. No fueron menos
reconocidas y elogiadas su
lealtad afectuosa y su devoción
a Cristo. El Salvador trató a su
impetuoso discípulo con
paciencia y amor inteligente, y
se esforzó por reprimir su
engreimiento y enseñarle
humildad, obediencia y
confianza.
Pero la lección fue aprendida
sólo en parte. El engreimiento
no fue desarraigado.
Vencedores
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A menudo, cuando sentía su
corazón abrumado por un
pesar, Jesús trataba de revelar
a sus discípulos las escenas de
su prueba y su sufrimiento.
Pero sus ojos estaban cerrados.
La revelación no era bien
recibida y no veían. La
autocompasión, que lo
impulsaba a evitar la comunión
con Cristo en el sufrimiento,
motivó la protesta de Pedro:
"Señor, ten compasión de ti; en
ninguna manera esto te
acontezca". Sus palabras
expresaban el pensamiento de
los doce.
Así siguieron, jactanciosos y
pendencieros, adjudicándose
anticipadamente los honores
reales, sin soñar en la cruz,
Vencedores
84
mientras la crisis se iba
acercando.
La experiencia de Pedro fue
una lección para todos. Para la
confianza propia, la prueba
implica derrota”. (La Educación,
88).
El orgullo, su jactancia y confianza propia
pronto le acarrearía el peor de los horrores. El
Señor Jesús lo miró con aquella mirada dulce y
firme a la vez; y le dijo:
- “De cierto te digo que antes que el gallo
cante dos veces, me habrás negado tres
veces”.
Pedro se quedó petrificado, en silencio,
avergonzado. Todos lo miraron y el miro a todos
con el seño fruncido, a los pocos segundos
relajó la frente, y miró hacia abajo.
Vencedores
85
Pronto en el huerto de Getsemaní recibiría otra
desaprobación al quedarse dormido:
- “Entonces volvió a sus discípulos, y los
halló durmiendo. Y dijo a Pedro: "¿No
habéis podido velar conmigo ni una
hora?” (Mateo 26:40).
¿Por qué solo reprendió a Pedro? ¿Acaso los
otros no se quedaron dormidos también? Es
que Pedro necesitó, más que los otros, estar en
constante vigilancia porque el diablo lo iba a
zarandear.
Pronto trató de luchar contra el sueño pero no
pudo y se durmió. No veía lo difícil del
momento que estaba viviendo el Salvador. La
lucha entre el bien y el mal estaba por
decidirse. El punto clímax del Gran Conflicto
estaba por llegar y ellos dormían.
El Salvador debía pisar solo el lagar de la ira de
Dios.
Vencedores
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Entonces Pedro escuchó la voz del Señor.
- “¿Todavía estáis durmiendo y
descansando? Ha llegado la hora. El Hijo
del Hombre va a ser entregado en mano
de pecadores. Levantaos, vamos. Aquí
llega el que me va a entregar” (Mateo
26: 45 y 46).
“Los discípulos anhelaban que Judas llegase a
ser uno de ellos. Parecía un hombre respetable,
de agudo discernimiento y habilidad
administrativa, y lo recomendaron a Jesús como
hombre que le ayudaría mucho en su obra. Les
causó, pues, sorpresa que Jesús le recibiese tan
fríamente.” (Deseado de Todas las Gentes, 261).
Yo me imagino el dolor en el corazón de Pedro
cuando vio que Judas era el traidor. Cómo lo
recomendó al maestro. El traidor.
Cuántas veces hemos recomendado a alguien y
quedamos mal.
Vencedores
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Pues Pedro, con la reprensión del maestro y su
celo por demostrar que lo cuidaría, tomó un
cuchillo y cortó la oreja del ciervo del Sumo
Sacerdote. De pronto se ofuscó, vio la sangre y
la voz del Señor le amonestó:
- “Vuelve tu espada a su lugar; porque
todos los que tomen espada, a espada
perecerán. ¿Acaso no puedo orar a mi
Padre, y en el acto me daría más de
doce legiones de ángeles? Pero
entonces, ¿cómo se cumplirían las
Escrituras, de que así tiene que
suceder?” (Mateo 26: 52 – 54).
Otra reprensión. Pedro no sabía cómo actuar.
Su deber era estar al lado de su maestro, pero
el quería ayudarlo no como el maestro lo
necesitaba sino como él mismo deseaba
hacerlo. Quería usar sus propios métodos, no
los métodos del Señor.
Vencedores
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Pedro huyó.
El Señor fue traicionado.
Pronto la fue llevado a la casa del Sumo
Sacerdote y fue brutalmente golpeado e
insultado. Pedro miraba todo de lejos, hasta
que alguien le dijo:
- “Tú eres uno de ellos”
- “¿Yo?.. pues te equivocas”
Otra persona le reiteró que era discípulo de
Jesús y así pasó una tercera vez a lo que Pedro
negó todo incluso con maldiciones. En ese
momento el gallo cantó por segunda vez.
Pedro escuchó el canto del gallo y miró a su
Señor, el cual también lo miraba pero no con
una mirada de decepción sino con una mirada
de esperanza. Pedro recordó la frase del Jesús:
“He orado para que tu fe no falte”.
Vencedores
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Pedro salió corriendo y con grandes sollozos y
gruesas lágrimas oraba:
- “Perdóname Señor…. Perdón…
Perdón…”.
En esos momentos un hombre confuso lanzaba
treinta monedas a los pies de los asesinos del
Señor. Judas salió corriendo también, pero a
diferencia de Pedro, su corazón estaba lleno de
remordimiento.
- “Como pude haberme equivocado…
que he hecho… ya no hay perdón para
mi… merezco morir…”
Buscó un árbol y se ahorcó. Así murió el hombre
más capaz de los doce.
Pedro jamás se perdonó esta traición.
Pasados los días del drama de la muerte del
Señor, Cristo resucitó.
Vencedores
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Cierto día Pedro fue a pescar y varios de los
discípulos lo siguieron. Estuvieron echando las
redes toda la noche pero nada. Cuando ya
estaba por amanecer escucharon que desde la
orilla alguien les gritó:
- “Hijitos, han pescado algo”
De repente pensarían que era alguien que
quería comer un pescadito en el desayuno y les
preguntaba para comprar. Ellos respondieron
que no.
Entonces aquella silueta les volvió a gritar.
- “echen la red a otro lado”.
Un suspiro salió del corazón de aquellos
hombres. Lanzaron las redes al otro lado y me
imagino que alguien dijo: “¿se acuerdan de la
pesca milagros?”. “Si” dijo otro. “me acuerdo
que tratábamos de sacar las redes pero no
pod…”
Vencedores
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No terminó de pronunciar la frase cuando las
redes ya no podían ser levantadas por la
cantidad de peces. Entonces se dieron cuenta
que aquella silueta era Jesús. Pedro se ciñó las
ropas y se echó al agua para nadar y llegar a
donde Jesús estaba.
Jesús y Pedro prepararon el desayuno juntos.
Hasta ese momento, Jesús ha se había
aparecido a sus apóstoles en varias ocasiones,
pero nunca le reprochó nada a Pedro.
Cuando acabaron de desayunar, Jesús le
preguntó a Pedro delante de los presentes:
- “Pedro, ¿me amas?”
El corazón de Pedro se enfrió. Evocó toda su
vergüenza y dijo:
- “Señor, tu sabes que te amo”
- “Apacienta mis corderos” – fue la
respuesta de Jesús.
Vencedores
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Pedro sonrió y cuando bajó la vista escuchó
nuevamente:
- “Pedro, ¿me amas más que estos?”
El corazón de Pedro se entristeció aún más. Y
con la voz entrecortada dijo.
- “Señor. Te amo. Te amo mucho… tú lo
sabes”
Entonces Jesús con una sonrisa le dijo:
- “Apacienta mis ovejas”.
La tercera vez que Jesús hizo la misma
pregunta, Pedro no pudo más… solo lloró. Se
acordó que tres veces había negado al Señor y
ahora se exigía una profesión de fe por tercera
vez. A lo que Pedro respondió:
- “Señor, tú sabes todas las cosas. Tú
sabes que te amo”.
Vencedores
93
Jesús lo perdonó. Lo amo.
¿Cuántas veces has negado al maestro? Pues te
doy una noticia alentadora. Si confiesas tus
pecados y los abandonas, entonces el Señor te
perdonará y te dará de su paz.
Dios te cuide. Acompáñame en esta oración
Señor. Perdóname y utiliza mi débil corazón. Mi
orgullo quiero que sea quemado en el altar de
la vida y quiero ser un humilde servidor (a). Te
amo Señor. Tú lo sabes. Te amo Señor.
En el nombre de Jesús.
Amén.
Pd.
RESPUESTA DE JESUS
“Yo también te amo y te perdono. Apacienta
mis ovejas”.
Vencedores
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La tradición cristiana cuenta que en la primera
persecución del imperio romano (década de los
60), por parte de Nerón, contra la iglesia de
Roma, Pedro, que se encontraba allí, fue
obligado a huir por los hermanos.
Entonces tuvo una visión. Vio a Jesús que iba
camino a Roma cargando una cruz.
Como no se detuvo para hablar con Pedro, este
le preguntó: ¿Quo vadis Domini? (¿A donde vas
Señor?), a lo que el Señor le respondió: “Voy a
Roma a morir nuevamente por mis hijos”.
Luego desapareció. Entonces Pedro volvió a
apacentar a las ovejas del Señor.
La tradición puede no ser cierta, pero Pedro,
cuando fue capturado, solicitó a sus captores
que se lo crucifique al revés, porque no merecía
morir como su Señor.
Vencedores
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Pedro nunca se perdonó. Pero ahora te dijo a ti:
Perdónate. Ya pasó. Confiesa tu delito al Señor
y Él te perdonará. Apártate del mal y perdónate
a ti mismo (a), no eres un ángel, eres humano
(a). No existe la máquina del tiempo para volver
atrás. Si hay consecuencias, pues afróntalas con
valor que aun ello es para tu bien. Y busca la paz
que solo se encuentra en la libertad del pecado
en Cristo Jesús y su perdón inmerecido.
Vencedores
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Enoc
Todos los conocían. Era un hombre bueno, y su
bondad radicaba en que aprovechaba todo
momento para quedarse en soledad y en
comunión con el Señor. Pero no era
desagradable como aquellos que se aíslan para
deleitarse en su repulsiva autocompasión, sino
que compartía saludablemente en sociedad,
pero cuando terminaba sus deberes gustaba de
buscar al Señor.
Era un hombre admirable. A los 65 años, en su
madurez, engendró a su hijo Matusalén.
Cuando vio al niño en sus brazos, aquel
cuerpecito tan débil e indefenso. Tan
dependiente y frágil, solo pudo pensar en el hijo
Vencedores
97
de Dios, en su amigo, el Señor Jesús que nacería
como niño.
Y es que la experiencia de la paternidad dentro
del marco de la voluntad de Dios, es inigualable
y nos cambia la vida.
Tuve el privilegio de asistir al nacimiento de mis
dos hijitas. Cuando nació Jehiely y Sophía, lloré
de emoción. Al verlas tan pequeñitas e
indefensas, tan del Señor y a la vez tan
nuestras.
Cuando Enoc pudo ver a su hijo, solo pudo
exclamar:
- “Señor, como puedes amarnos tanto
que darás a tu único e indefenso hijo
para que todo aquel que crea en él, no
se pierda, sino que tenga vida eterna”.
Desde aquel momento la experiencia de Enoc
fue diferente. Sus momentos de intimidad con
Vencedores
98
Dios tuvieron otra dimensión. Y es que cuando
tenemos una experiencia con el Señor, jamás
seremos los mismos. Fue un buen padre. Llegó
a tener más hijos e hijas y pudo disfrutar de su
nieto Lamec hasta aun ya crecido.
Una experiencia total de comunión con el
Señor.
Pero yo pienso que no fue fácil para Enoc, como
hoy no es fácil para nosotros, permanecer en
comunión plena con el Señor. Los hijos de Dios
eran una familia patriarcal, pero la maldad de
los vecinos y de las comunidades cercanas era
tal que muchos de los hijos de Dios también se
desanimaban.
En medio de la maldad maestra de aquellos
hombres antediluvianos, Enoc supo mantenerse
alejado del mundo y sus placeres para dedicarse
a la vida de santidad. Enoc fue un hombre que
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pudo mantenerse cerca de Dios a pesar de lo
agresivo del pecado en derredor.
La ayuda de un hogar creyente lo ayudó. De allí
que nosotros debemos de formar hogares
cristianos sólidos que sirvan de testimonio en
primer lugar para nuestros hijos y ellos
encuentres en sus casas la ciudad de refugio de
la tentación que los rodea.
Cierto día Enoc decidió ir a caminar con Dios.
Fueron muy lejos en medio de todo aquel
maravilloso paisaje antediluviano. En su
conversación con el Señor, descubrió que
habían caminado mucho.
Aquella charla fue tal que el tiempo se pasó
muy rápido y las distancias le parecieron muy
cortas. Pero avanzaron tanto, que me imagino
que Dios le dijo:
Vencedores
100
- “Hijo, ya estás muy lejos de tu casa,
¿Qué te parece si ahora vamos a la
mía?”
Y Enoc desapareció porque le llevó Dios.
Cuando vivimos luchando por ser guerreros de
la oración, descubrimos que Dios nos conduce
de una manera más clara y real.
Pero ser un guerrero de la oración no es nada
fácil. Es un literal esfuerzo para aquellos que
luchamos por separar un lugar cerca del Señor,
pero aunque no queramos, lo hacemos,
oramos, porque los guerreros entendemos que
en más de una ocasión debemos ir al Señor
aunque una parte de nosotros se resista,
aquella vieja naturaleza que gusta del mal, que
irá muriendo poco a poco hasta que el Señor
nos de cuerpos sin las marcas del pecado.
Vencedores
101
Hoy es necesario que iniciemos una experiencia
de oración incesante con el Señor. Te
recomiendo los siguientes pasos:
1. Primero, canta un himno al Señor en la
soledad del lugar de oración. Abre tu
himnario y dedícale un especial muy
especial al Señor. Solo tú y Él. Sin buscar
la mirada y admiración del ojo humano
sino solo viendo al invisible.
2. Segundo, adora al Señor. Alábalo por su
bondad para contigo, alábalo por las
flores, por el día, por el aire, por la luz.
Por tus padres, por tus hermanos. Por
su gran misericordia y bondad. Busca
razones en tu experiencia para alabar al
Señor.
3. Tercero, agradece. Más de una vez
damos por sentadas algunas cosas en
nuestra vida como si fueran derechos.
El poder ver, oír, hablar, oler y tocar son
actividades y milagros tan comunes que
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solo reparamos en ellos cuando los
perdemos por una gripe, un accidente o
alguna otra lamentable razón.
Agradece. Pero agradece por tantas
bendiciones de las que ni siquiera eres
consciente. Pídele al Señor te de
percepción espiritual para ser
consciente de lo que recibes de parte
del Señor… me olvidaba, agradece
también por las vicisitudes que te
permite vivir.
4. Cuarto, confiesa. La confesión es un
acto espiritual que solo se realiza
delante del Señor, a menos que tu
pecado involucre o afecte a tu prójimo,
entonces deberías confesar tu falta
ante la persona afectada y tratar de
restituir en algo el agravio. Pero si ese
no fuera el caso, entonces es menester
confesar puntualmente el pecado ante
el Señor. Llamarlo por su nombre y
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tener la disposición real de
abandonarlo. El Señor es fiel y justo
para perdonar tus pecados y limpiarte
de toda maldad. Luego debes creer que
Él te perdonó y olvidó tus faltas.
5. Quinto, termina con la fórmula que el
Señor nos enseñó. “En el nombre de
Jesús, Amén”. Esto señala que en ti
mismo no hay nada que obligue al
Señor a oír tu oración, sino en el dulce
nombre de nuestro Dios y Salvador
JESÚS.
Seamos guerreros de la oración para ser
vencedores en primer lugar de nosotros mismos
y luego del mal.