Download - Una Historia de Orejas
Augusto era un conejito felíz, vivía en una
madriguera al lado de un árbol muy grande y gordo que le daba sombra en verano y cuyas raíces le daban calorcito en invierno. Vivía
ahí con Mamá Conejo y sus hermanitos y a su alrededor vivían otras familias como la suya.
En todo caso la familia de Augusto era especial. Las orejas de él y de todos sus hermanos no
eran felpuditas como las de los demás; las de
ellos eran de plástico, un plástico transparente
y brillante que se confundía con las nubes.
A Augusto y sus hermanos les encantaba la música y con sus largas e invisibles orejas
captaban mucho mejor el sonido que otros conejitos. Todas las mañanas salían al sol a bailar y a cantar. Desde lejos se los podía ver saltando como
locos alrededor del grandioso árbol haciendo piruetas por doquier. Eran
realmente una familia
alegre.
Los conejitos vecinos en secreto los envidiaban, ellos con sus orejas normales no entendían del todo lo especial de las melodías que escuchaban Augusto
y su familia, querían formar parte de esa gran fiesta pero no sabían realmente cómo.
Un día, para el cumpleaños de Augusto, su mamá y sus hermanos decidieron pintarse las orejitas de colores para que la fiesta fuera diferente. Se comenzaron a pintar sus cristalinas orejas
de los colores más vivos y alegres.
Al ver esta calamidad a los conejitos vecinos se
les ocurrió una gran idea: se pintarían ellos también las orejitas de colores y así se camuflarían entre la familia de Augusto para poder cantar y bailar por doquier.
Así hicieron y pudieron de alguna forma compartir
con su familia vecina la experiencia casi traslúcida de la
música vibrando a su alrededor durante toda la tarde primaveral.