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Programa Las Víctimas Contra Las Violencias Av. Costanera España N° 2591, 4º piso - Tel.: (011) 4132-3450

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UN ACOMPAÑAR ACTIVO1

Vita Escardó.2

Si vivir es bueno, es mejor soñar,

y mejor que todo, madre, despertar.

A. Machado3

En este artículo compartiré algunas reflexiones acerca de diferentes funciones que adquiere el

acompañar en un contexto particular: El del Programa Las Víctimas contra las Violencias,

dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. El objeto del

Programa consiste en la atención a las víctimas de abusos o malos tratos, causados por

ejercicio de violencias cualquiera fuese su naturaleza, en un ámbito de contención, seguridad

y garantía de sus derechos. Este objetivo incluye la lucha contra el maltrato, explotación y

prostitución infantil.

Desde el enunciado de sus objetivos el programa incluye a la función del Acompañar:

“Atención, acompañamiento y asistencia a las víctimas de violencia familiar y sexual.

Posicionamiento de las mismas en un lugar activo que implique su decisión de colaborar en

tanto responsabilidad ciudadana”4. De allí el uso adrede del adverbio contra en el nombre del

Programa. Eva Giberti, creadora y coordinadora del mismo, explica que ha elegido la

conjunción contra, evitando de -que pasiviza a la víctima respecto de las violencias-. Si la

víctima se ubica contra, se da cabida a su necesaria hostilidad, como un recurso de

empoderamiento.

Esta propuesta inicial respecto del posicionamiento de la víctima supone un correlato en la

calidad, estilo, del acompañamiento que propone, implicando a l@s profesionales en una

actividad que no es neutral, sino que toma partido ideológicamente: desde la perspectiva de

género y alineada con una política de Derechos Humanos.

Desde el vamos. En este artículo comparto reflexiones que siempre son sobre la marcha,

porque la dinámica diaria del encuentro con las víctimas, con las violencias, con los efectos

que esta tarea tiene sobre l@s profesionales, suele privilegiar la búsqueda de acciones sobre la

práctica, más que una investigación profunda sobre una experiencia siempre cuestionada y

cuestionadora, necesaria y urgente.

Participo desde 2006 del proceso de capacitación de l@s profesionales del Programa, en

calidad de Psicodramatista. Inicialmente me propuse trabajar acerca de la construcción del rol

profesional, ya que el Programa implicó un desafío para Psicólo@s y Trabajador@s sociales:

1 Publicado en Revista Imago Agenda. N° 149. Mayo de 2011. Editorial Letra Viva. Buenos Aires, Argentina.

2 Coordinadora del Área Cuidado de l@s Cuidador@s del Programa Las Víctimas Contra Las Violencias del

Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. 3MACHADO, A.: “CLXI Proverbios y cantares”, (LXXXI) en Poesías Completas. Duodecima Edición.

Colección Austral N° 149. Espasa Calpe, Madrid. 1969. 4 http://www.evagiberti.com/programa-las-victimas-contra-las-violencias/

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responder la línea 137, acudir –en compañía de personal policial- al lugar donde la víctima se

encuentra, concurrir a una comisaría donde se presenta una víctima de delitos contra la

integridad sexual, intervenir ante denuncias de explotación sexual comercial infantil. Para l@s

profesionales convocados las implicancias y alcances de esta modalidad exceden la formación

teórica -que de por sí debe ser sólida-.

Aunque cada Brigada tiene su particular modo de funcionamiento, el factor común es el de la

acción, término particularmente caro a la expresión escénica, por lo cual fui proponiendo

ejercicios de role-playing que nos permitieran interrogar el rol del acompañar desde el como

si de la escena.

El encuadre comienza cuando ustedes llegan. Una primera diferencia surgió desde el

planteo del encuadre. Tradicionalmente seguimos a Bleger5, presuponiendo, especialmente

desde la formación académica, una modalidad que parte del encuentro uno a uno en un ámbito

repetido y propicio con pautas preacordadas. Pero en el Programa, l@s profesionales acuden a

los lugares desde donde las víctimas llaman pidiendo asistencia, en un primer movimiento

posible contra la violencia de la que son objeto, es decir subjetivante, frente a la irrupción

traumática de la violencia física y psíquica.

Algunas veces la entrevista se lleva a cabo mientras el personal policial constata si la

presencia del agresor es inminente. Otras, se acompaña a la víctima a buscar sus documentos

y una muda de ropa para ella y varios niños en riesgo. Las esperas en dependencias policiales

y judiciales darán más tiempo para indagar acerca de otras coordenadas. ¿Qué se acompaña

allí entonces? Se apuntala ese primer movimiento de denuncia, de poder decir basta, esa

iniciativa de romper el círculo de la violencia. Se busca el empoderamiento de la víctima. La

posibilidad de aliarse con aquel aspecto positivo que pretende poner fin al padecimiento.

¿Este apuntalamiento logrará sostener la actitud de la víctima con continuidad en el tiempo?

Nunca se sabe. Se trata de poder poner allí palabras, gestos, algo (que también abreva en la

creatividad del profesional) que haga una diferencia, una marca, en un proceso que es previo a

esa intervención. Es un acompañar, entonces, desde la alianza.

“Es que no hay demanda”. En uno de los role-playing que propuse, el como si escénico no

lograba una veracidad operativa para construir una experiencia posible acerca del rol que

debíamos comenzar a construir: la psicóloga observaba, en abstinencia prescripta, a una

víctima de violación que no se atrevía a hablarle. El contexto supuesto era una comisaría,

dependencia desde la que se solicita la presencia del Equipo para acompañar a la víctima en

una sucesión burocrática necesaria para la posterior identificación y castigo del delincuente.

Detuve la escena y pregunté a la psicóloga qué pasaba. “Es que no hay demanda” me

respondió. Y no. En términos psicoanalíticos no la había ni debía esperarse que así fuera. El

delito por sí mismo es suficiente demanda para el Estado. La respuesta debe darse en términos

de asistencia jurídica, psicológica, médica. La elaboración, en términos psicológicos, será una

instancia posterior, si la víctima accede a un tratamiento postraumático (si elige una terapia

psicoanalítica, podrá plantearse allí el tema de la demanda en dichos términos)

5 BLEGER, J.: Temas de Psicología (entrevista y grupos). Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina. 1972.

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La importancia de la denuncia reside en que desde allí se plantea el daño. Obviamente el daño

existe más allá de la denuncia, está en la carne de todos los abusos silenciados

transgeneracionalmente y en los síntomas que las familias portan, derivados de estos

silencios. Me refiero al daño considerado como materia jurídica, es decir, pasible de

reparación. Para la víctima, la identificación del agresor, su nominación como delincuente y

la pena que se le imponga, son parte de la reparación que puede proveer el Estado. La otra, la

del cuerpo, la de la psiquis profunda, tienen otras posibilidades, ligadas con lo privado y

también con lo público, desde que hay hospitales que pueden proveerla.

Es un acompañar, entonces, desde la reparación. Allí l@s profesionales son parte de la voz

del Estado en el acompañar.

De igual a igual. Según las estadísticas del Programa, el 80% de las víctimas son mujeres.

Dentro del 20 % que incluye a los varones debe considerarse un alto porcentaje de niños

victimizados. Respecto de los agresores, el 85 % son varones.

E. Giberti6 analiza este patrón cultural como parte de determinado imaginario según el cual

atributos como inteligencia superior, capacidad de mando y valentía son privativos del género

masculino. El sujeto violento abusa de estos atributos, reaccionando cuando ante sus ojos

ciertos datos de la realidad denotan diferencia. Le resultan insoportables, hasta el punto de

pretender excluir de su vista a quienes no acatan su orden. La desobediencia desafía su

valoración narcisista como único dueño de la verdad y cualquier alteración del orden

despótico así impuesto derivará en violencia sistemática, en un intento por borrar las

diferencias, atribuyéndose la “verdad” y la “bondad”.

L. Álvarez7 plantea que, aún pretendida como “puesta de límite” la violencia no es borde sino

desborde. Se trata del ejercicio de poder de uno sobre otr@s como puro objeto de descarga,

sin lograr reconocerlos como sujetos de deseo. Son actos y discursos en los que el otro queda

reducido a una situación de impotencia e indiferenciación. En términos lacanianos: el crudo

real invade la escena. El sujeto violento es el único portador de la Ley, caprichosamente

ejercida sobre otros no considerados como semejantes sino como objetos de goce.

Cuando una víctima logra llamar al 137 (también puede hacerlo un vecino), la intervención

del Estado proporciona una Ley superior a la de este padre de la horda, la Ley simbólica que

compartimos como ciudadanos iguales en derechos y deberes. Como sujetos de la cultura, que

debe poder regular la violencia entre sus miembros. Ese llamado resulta de una falla en la

naturalización de la violencia padecida y de la reiterada vivencia cosificante. La víctima toma

la palabra por sí misma.

Luego será hablada nuevamente por el discurso jurídico y por el discurso médico en un

estatus cuya nominación porta el daño sufrido: víctima. En esa primera instancia de denuncia

e inicio del movimiento de reclamo por los propios derechos es que l@s profesionales del

6 GIBERTI, E.: La familia a pesar de todo. Editorial Noveduc. Buenos Aires, Argentina.2005

7 ÁLVAREZ, L.: “Espacio judicial – espacio familiar. ¿Por qué la violencia?” en Revista de A.P.F.R.A. Buenos

Aires, Argentina. Junio de 1993.

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Programa activan el adverbio contra. Son allí testigo y estímulo de la palabra que subjetiviza,

otorga sentido y nomina la situación desde una legalidad exterior a la de la viscosidad de la

violencia. La víctima, en ese entre estar indiferenciada de la pulsión de muerte ejercida por el

agresor y ser hablada por el discurso institucional, habla por sí misma. El acompañar de l@s

profesionales del Programa entonces, propicia una emergencia subjetivizante. Y a través

de los informes que entrega al Poder Judicial o al Ministerio Público (defensores y fiscales),

sostiene y hace presente la palabra de la víctima. L@s brigadistas son testigos de este primer

relato, por lo que, en algunas oportunidades, estos informes se expresan como declaraciones

solicitadas por un magistrado. En el cuidado y evaluación del caso por caso, sus

intervenciones evidencian la diferencia subjetiva que la situación violenta pretendía soslayar.

Un acompañar activo. Resulta en algún punto paradojal que un Programa generado por el

Estado se ocupe de evitar revictimizaciones por parte de diversos organismos que también

dependen del Estado: hospitales, comisarías, dependencias judiciales, por ejemplo. Nuestra

realidad institucional requiere una fortaleza psíquica que una víctima en pleno estrés

postraumático encuentra en jaque. En muchos casos hay que exigir que se efectivicen las

prácticas prescriptas, se cumplan los protocolos adecuados y protectores.

Los motivos por los cuales l@s profesionales se resisten a llevar a cabo estas instancias

prescriptas por la Ley serían tema para otros artículos: prejuicio, inadecuado sostén

institucional, ignorancia, burn-out. El contexto del patriarcado en que dichas instituciones

están insertas enmarca en buena medida estas revictimizaciones. Los encuentros

internacionales en torno de la violencia familiar y de género señalan este efecto como

globalizado. (Como ejemplo, en la publicación de la Universidad Autónoma de México,

organizada en torno del debate con miras a promulgar leyes de violencia de género y violencia

familiar, en ese país, L. Falcón8 relata las dificultades y resistencias activas que la

promulgación de la Ley de Género implicó en España, incluyendo un posterior aumento de

femicidios. Señala a la ineficacia legal como principal fuente de desánimo para las víctimas.)

Sobre esta realidad se entrama el acompañar. Hay que estar allí, intentando generar alivio en

un contexto desmoralizante. La brigada de Asistencia a Víctimas de Delitos contra la

Integridad Sexual, luego de varios meses de trabajo dramatizó esta escena: las profesionales,

munidas de un escudo, atravesaban el escenario protegiendo a la víctima de su propia familia,

que le reprochaba por su vestimenta provocativa, de la policía que se resistía a tomar la

denuncia, del juez que pretendía indagar si ella habría ingerido alcohol previamente al hecho

y del médico del hospital que ignoraba cómo administrar el protocolo de prevención de ETS,

embarazo y HIV

El rol que habían desplegado en el ejercicio de la tarea ligaba el acompañar con la contienda,

además del sentido de estar presente junto a alguien. Es, entonces, un acompañar activo.

8 FALCÓN, L.: “Hacer los derechos realidad. Sobre la violencia contra las mujeres” en Violencia familiar y

violencia de género. Intercambio de experiencias internacionales. Coord. María Jiménez. Dirección General de

Igualdad y Diversidad Social de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. 2007

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Los alcances del acompañar. Con el tiempo, mi tarea se fue ampliando a la de acompañar

activamente a quienes acompañan, por lo que bauticé al espacio “Cuidado de los cuidadores”,

intentando abarcar algunos objetivos: prevenir efectos de burn-out, desarrollar capacidades

creativas como alternativa de la alienación laboral, reflexionar acerca de la tarea y su

complejidad, sostener un espacio para drenar frustraciones. Básicamente, intento estar

presente para aliviar los efectos físicos y psíquicos de la tarea, proponiendo un repertorio de

actividades ligadas con lo artístico, promoviendo la reflexión y, cuando surge, dando la

bienvenida a posibles resignificaciones de estos efectos.

El Programa ha propuesto roles particulares y muy novedosos para psicólog@s y

trabajador@s sociales, incorporándolos al trabajo en la urgencia y emergencia con y en la

comunidad, dentro de una temática muy compleja y que, necesariamente, precisa del abordaje

interdisciplinario. Requiere un determinado posicionamiento ético e ideológico y vocación

por el trabajo de campo. Psicólogos y psicólogas del Programa aportan una mirada

profesional que no se desenvuelve en el terreno terapéutico propiamente dicho y que desliza

el significante paciente hacia otro tipo de práctica, no exenta de efectos terapéuticos, sin

embargo. Que el reconocer a otr@ como ciudadan@, también puede resultar curativo.

Y, aunque no resulte sencillo aceptar la vulnerabilidad, la duda, la zozobra, la posibilidad de

reunirse con los pares permite intentar nuevas significaciones para el malestar que forma parte

de esta labor, en permanente contacto con aquello que como sociedad preferiríamos barrer

bajo la alfombra, estereotipándolo como patologías individuales o pretendidas prácticas

“culturales” de ciertos grupos socioeconómicos, entre otros prejuicios.

Afortunadamente, aquellos profesionales que apuestan a una mirada ampliada, encuentran que

también es posible dejarse acompañar y aceptar el alivio sin perder capacidad crítica. Al decir

de César Fernández Moreno: “la lluvia te acompaña/aunque no estés solo”.9

9 FERNANDEZ MORENO, C.: Ambages completo. Ediciones De la Flor. Buenos Aires. 1992.


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