Download - Texto argumentativo
No tengo nada en contra de la oralidad. Considero y afirmo
terminantemente que saber escuchar es un deleite. Cerrar los ojos
y dejarse llevar por la voz casi inaudible de quien te está contando
algo siempre ha sido un placer para mí.
Aún así, creo que todo hay que escribirlo, sin importar cuánta
mercancía, tecnología y publicidad nos hagan creer que no es así.
Vos, decime, ¿cómo te acordás de las tareas? Te aseguro que tu
memoria no es tan buena. ¿Qué uno escribe algo con base en lo
que está pesando en el momento? Es verdad, ¿y? Podés volver a
escribir después. Decime sino, cómo vas a evocar a los veinte lo que
pensabas a los quince. Acordate que la tabler, el celular o el
computador se te pueden dañar. Una hoja la podés guardar dónde
querás, el tiempo que querás. ¿Qué mejor forma de saber de vos
que leyendo algo de tu autoría? Así sea un cuento fantástico o lo
más realista que se pueda, ¿acaso el autor no escribe más que
sobre sí mismo? ¿Acaso no es todo autobiográfico?
¡Cuántos hallazgos no se habrán hecho en el pasado! ¡Cuántos
pensamientos nos habrán surgido de mentes brillantes y
sobresalientes! Ahora, ¿cuántos de habrán quedado allá por sólo
ser pensados, más no escritos?
Creo que nada perdura más en el tiempo que un escrito. Creo,
terminantemente, que todo hay que escribirlo. Finalmente, creo,
terminantemente, que no hay mayor poder de inmortalización que
un lápiz.