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8/18/2019 Temas y Problemas de La Literatura Colombiana
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Temas y problemas de la literatura colombianaSeminario de Tomás González
Maestría en LiteraturaFacultad de Ciencias Sociales
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá, abril de 2016
Desvanecer las formas. La reflexión metaficcional sobre la escritura literaria
en Para antes del olvido de Tomás González
Por: Giovanny Antonio Salas Torres
El presente trabajo tiene como propuesta la lectura de Para antes del olvido como una
reflexión metaficcional sobre las formas de la escritura literaria. La hipótesis dominante
es que los personajes de la novela están en el límite en que las formas se desvanecen,
quedando sólo recuerdos fragmentados, imágenes reincidentes, aproximaciones a
espacios concretos en donde se resalta la fragilidad de la memoria y la precariedad de las
palabras frente a la complejidad de la vida. Para desarrollar estas ideas el ensayo se apoya
en la lectura de la novela mencionada, entrevistas del autor y estudios críticos de su obra.
La obra de Tomás González irrumpe en el espacio de la novela colombiana dentro de la
variedad con que los escritores encaran un tema común como la violencia crónica y un
espacio cultural heterogéneo, así como el autor lo ha manifestado, ingresando en este
marco con un acercamiento a la naturaleza y a la fusión del Yo con el mundo en la
creación literaria. González es un autor redescubierto por un amplio público lector en la
última década como un secreto de la literatura colombiana a pesar de que su primera
novela, Primero estaba el mar, se publicó en 1983. Esto lo posicionó como una de las
realidades más importantes del panorama literario contemporáneo.
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Como expresé en líneas precedentes, el estudio que tiene de presente el lector tiene
como inspiración las propias palabras de Tomás González en diversas entrevistas sobre el
oficio de escribir, así como lo relacionado con el estilo, las formas literarias y la escritura
que nos acercan a una visión de mundo por parte del autor. En particular, considero que
es necesario para los fines de esta interpretación que la novela como género apela a un
“estar atento” y a un singular modo de creación literaria que indica una reflexión sobre la
condición humana. En esta versión del asunto, de igual manera, se rescata la
comprensión de lo llamado metaficción como autoconsciencia novelesca de que se está
frente a un texto de ficción y se recurre a esta para generar un cuestionamiento sobre las
formas de aproximarse y crear el universo literario.
Para antes del olvido (1987) está estructurada en 43 fragmentos cuyos títulos
proporcionan al lector el lugar y el año en que aparece la narración, contando así historias
paralelas que se alternan en tiempo y espacio rompiendo la cronología, y en
oportunidades, generando la sensación de dificultad en el acto de entrar en los laberintos
de la memoria: rincones traspasados por la fragilidad del cuerpo y la arbitrariedad de los
sentimientos. El orden de la novela parece responder a un fragmento de la misma obra,
refiriéndose a Josefina, a quien se dedicarán algunas palabras más adelante:
Para ella el presente tendió a hacerse tan detallado y concreto (una vez las palabras y
convenciones que articulaban lo existente, simplificándolo, perdían función y sentido) que el
paso del tiempo empezó a pulverizarse en una multiplicidad de presentes simultáneos
abriéndose con la misma forma de flor anárquica con que se abren las explosiones de lossoles… (239).
Por lo tanto, aprecio que Para antes del olvido es una de las novelas más complejas de
Tomás González en las que, dado unos momentos de escritura preciosista, reflexiona a
través de su propia forma fragmentaria una visión de la escritura como lucha contra el
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olvido, mediante la cual asistimos a un rescate de los (ya pocos) recuerdos sobre un amor
contrariado y lejano de Josefina en su ancianidad postrada de Envigado en 1977: “tres
sauces altos mecidos casi por la luz del sol (porque viento no había) balanceándose por
siempre en aquella lejana tarde, cuando él la besó bajo su sombra” (13; 227), que es una
imagen reincidente con la que empieza y se llega también al final sin que se haya
avanzado ni un palmo de aquel beso que se va perdiendo ya en el inevitable olvido.
Quien besó a Josefina bajo la sombra de aquellos tres sauces altos mecidos casi por la
luz del sol (porque viento no había) fue Alfonso; quien intenta escribir esta historia de
amor es León, su sobrino, abogado fracasado, se entrevista con Josefina en el ocaso de su
recuerdo aún vívido e inmóvil, revisa cartas y los diarios de Alfonso y viaja por Bogotá,
Medellín y los pueblitos de Antioquia siguiendo la pista del desvencijado amor entre
Alfonso y Josefina. En la novela el ritmo de la narración de Josefina es lenta mientras que
las pericias de Alfonso en Bogotá y Europa son frenéticas. Alfonso es un poeta que se
encuentra con la intelectualidad bogotana en 1913 dejando en repetidas ocasiones a
Josefina con la promesa de su amor y, finalmente, también de casarse con ella. Mientras
tanto, se ausenta y regresa en la búsqueda de su literatura.
De modo que resulta pertinente señalar que los personajes están en el límite en donde
las formas se desvanecen, lo cual se puede rastrear en León y Alfonso, quienes están
buscando la perfección de las formas literarias, los colores de las palabras y la
musicalidad, pero al tiempo van descubriendo que las formas son inútiles: Alfonso
abandona el tono poético para dar paso a una escritura “periodística”, y por su parte León
luego de escribir más de mil páginas, sin llegar a ninguna parte, las quema.
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En este escrito voy a dirigir mi atención solamente a estos dos personajes (León y
Alfonso) debido a la extensión y a las pretensiones del mismo, sin embargo hay ejemplos
importantes en relación con personajes como Zenón Bedoya, quien emigra a Bogotá,
abandonando el campo y a sus padres (por quienes siente un amor incalculable) en busca
de los círculos intelectuales de la ciudad y las formas poéticas (que parece entender como
una Melancolía crónica y genuina) donde encuentra el suicidio. No se pueden ver las
formas en la oscuridad o en la excesiva luz: la luz difícil , el mar, la naturaleza: los que en
última instancia son los grandes temas de la literatura de Tomás González.
León, como se lee en la novela, “buscaba la sensación ubicua, difícil de enfocar, donde
la construcción y la destrucción no solo alcanzaban la idéntica apariencia sino que se
convertían en una y la misma cosa” (González 1987, 202). Sobre Alfonso se puede citar el
siguiente fragmento, a propósito del suicidio de su amigo Zenón Bedoya o Del Castillo
(seudónimo de poeta): “Supo entonces que todas las palabras son inútiles, que la muerte
es sólo eso y no admite metáforas, no tiene en su instante belleza alguna ni otro consuelo
distinto a su calidad de fugacidad, calidad que comparte con el amor y con la vida misma”
(170).
En consecuencia, más adelante, “las cartas a Ramón Ochoa que León había conocido
hasta entonces estaban llenas de alusiones poéticas algo rebuscadas y pedantes, además
del ligero toque de paternalismo del hombre cosmopolita hacia su amigo de provincia:
ahora Alfonso había pasado de escribir de una manera sencilla, casi como de periodista, y
en ese estilo rápido y telegráfico describía su visita a París” (177).
No obstante lo anterior, una conclusión a la que he llegado con la lectura enfocada en
la reflexión metaficcional sobre la escritura es que en Para antes del olvido estamos ante
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una paradoja afortunada y esperanzadora sobre la creación literaria, pues se están
escribiendo simultáneamente dos novelas, la de León y la del narrador de Tomás
González; la diferencia, tal como la ha expresado el propio autor, es que León la quemó,
pero él no. Sin embargo, la novela parece estar escrita de acuerdo con los diarios de
Alfonso y lo escrito por León, aunque estas páginas hayan desaparecido: es aquí donde
planteo la metaficcionalidad como base de la obra en estudio.
El sentido de la ambigüedad que entiendo está en que la novela reflexiona sobre la
inutilidad de las formas literarias (¿qué nos van a decir unas cuantas palabras sobre la
fugacidad del la vida? ¿No son acaso las formas poéticas infructuosas cuando no hacen
sino parafrasearse unas a otras?) pero al mismo tiempo, la novela está escribiéndose,
como ha sucedido también en Sin remedio ([1984] 2010) de Antonio Caballero. Ignacio
Escobar, a la manera de León, no consigue escribir lo que se propone; ambos son
personajes que se entrampan, pues encuentran muy difícil acceder a la ilusión de las
formas (Escobar) y a los intrincados fragmentos de la memoria (León). Ahora bien, es
este argumento el que permite que la novela avance y sea escrita.
Aquí encuentro una reflexión metaficcional sobre la escritura y, además, una
afirmación implícita de Tomás González que me arriesgo a anunciar. Dejaré la primera
para el cierre y esbozaré primero la afirmación implícita. Varios trabajos críticos sobre la
obra de González así como algunas entrevistas con el autor dan cuenta de que esta se
trata de una escritura llena de sencillez y economía del lenguaje, aun cuando se tenga
como una probable excepción Para antes del olvido.
Así pues, quedamos frente a una cuestión de estilo, por lo que me inclino a pensar que
en parte esa reflexión sobre la cercanía del lector y del esfuerzo por que las palabras no se
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conviertan en un obstáculo para la lectura del texto, sino que convivan casi
imperceptiblemente con la historia sin descuidar el tono logrado, casi siempre poético de
Tomás González, hacen parte de la reflexión que quiere proponer con la escritura de la
novela en cuestión. En una reseña escrita por Luis Fernando Afanador sobre La luz difícil
para la revista Arcadia titulada La redención humana, que contiene una conversación con
González, este último expresa lo siguiente:
La práctica de la meditación Zen me ha ayudado a desintelectualizar mi escritura, a
mantenerla en la realidad (o irrealidad) de los hechos, y evitar que se convierta en ejercicio
mental. Con la práctica del zen se empieza a ver con claridad cómo uno tiende a vivir
enfrascado en una narrativa mental, en una especie de sueño, mientras que la realidad real va por otro lado. El Zen ayuda a bajarse de esa narrativa, de ese sueño, y a acercarse más a
la realidad que es. De esa forma ha contribuido, creo yo, a que mi literatura sea más
sensorial, directa, concreta. “El ruido del agua dice lo que pienso”, dijo uno de esos poetas
hace ya miles de años. (cursivas fuera del texto original).
Esta afirmación explícita sobre su escritura que hace Tomás González tiene relación con
la lectura que se propone de Para antes del olvido, y aunque no pretendo sugerir que en
rigor esto quiso transmitir el autor con la escritura de la novela, como mínimo sí juzgo
prudente advertir que en cualquier caso constituye un momento importante a manera de
reflexión metaficcional sobre esta clase de escritura desintelectualizada, la cual se va a
ver desarrollada en su obra posterior.
A modo de cierre, Tomás González nos ofrece con Para antes del olvido una reflexión
sobre el sentido de la escritura, por demás maravilloso, y consiste en que contrario a lo
que se puede intuir con el desvanecimiento de las formas —la música, el color, la
respiración, la estructura—, tal y como lo he querido afirmar siendo un lector entusiasta
de sus libros, es que la escritura sigue siendo una de las armas más poderosas para
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combatir el triste olvido. Como ha dicho en varias oportunidades Tomás González,
citando a León: “hay que empezar a escribir ya, antes de que se nos olvide del todo”.
Obras citadas:
Afanador, F. (2011). La redención humana. Revista Arcadia. Disponible en:
http://www.revistaarcadia.com/impresa/articulo/la-redencion-humana/25933
Consultado el 14 de abril de 2016.
Caballero, A. (2010). Sin remedio. Alfaguara.
González, T. (1987). Para antes del olvido. Plaza & Janés.
________ (2015). Primero estaba el mar. Punto de Lectura.
Vélez, L. (s/f). Entrevista a Tomás González . PuntoLatino. Disponible en:
http://www.puntolatino.ch/literatura/entrevistas-y-notas-literarias/2891-entrevista-
tomas-gonzalez-para-antes-del-olvido-2010-por-luis-velez-serrano Consultado el 14 de
abril de 2016.