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1/14
CAPTULO 5
OPORTUNIDADES Y RESTRICCIO ES POLTICAS
Por qu la gente corriente se echa en ocasiones a la calle, arriesgando su vida
y
su seguridad para reclamar sus derechos? La cuestin ha fascinado a los
observadores y atemorizado a las elites desde la Revolucin Francesa. Escan-
dalizados por los excesos de las masas
y
las dislocaciones de la sociedad indus-
trial, los primeros estudiosos vieron la accin colectiva como la expresin de
una mentalidad de masa, de anomia
y
privacin. Pero incluso un vistazo
superficial a la historia moderna muestra que las explosiones de accin colec-
tiva no pueden atribuirse al nivel de necesidad de la gente ni a la desorgani-
zacin de sus sociedades. Estas condiciones previas son ms constantes que
los movimientos que supuestamente generan. Lo que vara ampliamente con
el tiempo
y
el lugar son el nivel
y
el tipo de oportunidades que la gente expe-
rimenta, las restricciones a su libertad de accin y las amenazas que perciben
sobre sus intereses y valores.
, En este captulo defiendo que los movimientos sociales estn ms nti-
mamente relacionados con las oportunidades para la accin colectiva y/
ms limitados por las restricciones sobre ella- que con las estructuras socia-
les o econmicas subyacentes. La accin colectiva prolifera cuando la gente _
adquiere acceso a los recursos necesarios para escapar a su pasividad habitual
.
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110 EL PODER E MOYlMIEl TO
amenazados por costes que no pueden soportar o que ultrajan su sentido de
la justicia.
Los descontentos encuentran oportunidades favorables para reclamar sus
demandas cuando se abre el acceso institucional, cuando emergen conflictos /
entre las elires, cuando pueden conseguir alianzas y disminuye la capacidad ---
represora del Estado. Cuando todo esto se combina con una percepcin ele- /
vada de los costes que supondra la inaccin, las oportunidades dan lugar a
episodios de accin poltica colectiva.
Por supuesto, hay que contemplar las oportunidades cambiantes junto
con elementos estructurales ms estables -como la fuerza o debilidad del
Estado y las formas de represin que ste emplea (Kriesi
et al.
1995)-, los
cuales condicionan la accin colectiva. Y, adems, las oportunidades externas
no producen necesariamente movimientos sociales duraderos. Ese proceso
requiere el uso de repertorios conocidos de accin colectiva por parte de los
descontentos que encuadren dinrnicarnente sus mensajes, y que les permi-
tan construir o acceder a estructuras de movilizacin unificadas (vanse los
captulos 6, 7 y 8). Adems, al mostrar a los aliados
f
exponer la debilidad
de los enemigos, las oportunidades comunican una informacin vital para la
creacin del movimiento.
No slo eso: al comunicar informacin sobre lo que hacen, una vez cons-
tituidos, los movimientos crean oportunid~des para su~,seguidor~s, terceras/
partes, partidos y elires. Lo hacen difundiendo la accin colectiva y mos-
trando la posibilidad de crear coaliciones, creando espacio polt ico para /
movimientos ernparentados y contramovirnientos e incentivos para que res-
pondan las elires y terceras partes. Los rebeldes que aprovechan las opOrtu-
nidades polticas que ofrecen los huecos estructurales son los catalizadores de
los ciclos de protesta y los movimientos sociales, y en ocasiones de las revo-
luciones y las rupturas democrticas.
Las amenazas son el antimonio lgico de las oportunidades, y pocos rebel-
des arriesgaran su vida o su integridad fsica si no temieran a su vez la inac-
cin. Pero las amenazas pueden dar lugar tanto al resentimiento sombro como
a la accin colectiva; slo cuando las amenazas vienen acompaadas de la per-
cepcin de oportunidades para la accin y se considera que sus efectos son
potencialmente irreversibles si no se detienen, los descontentos se arriesgarn
a llevar adelante lo que a menudo resulta un heroico fracaso (Golden, 1997)
l
Importancia de las oportunidades
El concepto de oportunidad poltica se remonta, como gran parte de las reo-
OPORTUNIDADES Y RESTRlCCIO 'ES POLTICAS
111
\
vulsin de Occidente: la dcada de los sesenta. Muchas personas se sorpren-
dieron, en Europa y los Estados Unidos, del modo en que los cambios en la
sociedad moderna estaban ampliando los incentivos para la accin colectiva.
En Europa Occidemal, el paradigma dominante -basado en los trabajos de
Habermas y la Escuela de Frankfurt- se centr en la necesidad de crear nue-
vos espacios vitales producto del Estado del bienestar capitalista; en los
Estados Unidos, se pens que la mayor prosperidad y la tendencia postma-
terialista que fomentaba desencadenaran nuevos movimientos sociales
entre aquellos cuya riqueza personal estaba lo suficientemente asegurada
como para pensar ms all de los bienes materiales (Habermas, 1981; Ingle-
hart, 1977, 1990).
Mientras que la Escuela de Frankfurt aport una perspectiva cultural de
lo s
movimientos sociales, la de
lo s
defensores del postrnaterialisrno apro-
vech el paradigma individualista conocido habitualmente como decisin
racional. Ambas perspectivas contribuyen a la comprensin de las razones
de las movilizaciones; pero ninguna consigui explicar por qu algunas per-
sonas apoyaron estos movimientos durante determinados periodos de la his-
toria ni por qu algunos pases occidentales -una extensa rea de prosperi-
dad y relativa homogeneidad cultural- experimentaron protestas colectivas
ms generalizadas en la dcada de lo s sesenta que otros. Para resolver esas
cuestiones sera necesario averiguar el modo en que las estructuras sociales
subyacentes y el potencial de movilizacin llegan a transformarse en
accin
2.
El papel de las oportunidades y las restricciones polticas es crucia~
en esta transformacin. Sirva como ejemplo las diferencias de las moviliza-
ciones de la clase trabajadora en distintos pases occidentales en la dcada de
lo s treinta.
En igualdad de condiciones, es ms probable que los trabajadores se decla-
ren en huelga durante un periodo de bonanza que durante una depresin
3.
La lgica de la conexin es rneridianamenre clara. La prosperidad econmica
aumema la demanda de mano de obra por parte del empresario, del mismo
modo que
lo s
mercados laborales cerrados reducen la competencia por el tra-
bajo. Los trabajadores, al tomar conciencia de esto, exigen salarios ms eleva- /
dos, menos horas o mejores condiciones de trabajo. Como resultado, la tasa
de huelgas sigue la curva ascendente del negocio cuando el declive del ejrci-
to de desempleados hace de los empresarios presa del mercado de trabajo, y
una curva descendente cuando se reduce la demanda de mano de obra 4.
La depresin econmica de los aos treinta dio lugar a una serie de rnovi-
mi~tos sociales en Europa y Estados Unidos. Normalmente sera de esperar
que las crisis econmicas y el desempleo generalizado redujeran la accin
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112 EL PODER EN MOV1MIENTO
OPORTU IDADES Y RESTRICCIONES POLTICAS
113
hicieron huelgas, se manifestaron y ocuparon las fbricas en respuesta a des-
pidos y reducciones de paga, mientras que en otros no lo hicieron o se deja-
ron reprimir. As como los trabajadores britnicos languidecieron durante la
mayor parte de la Gran Depresin, y los obreros alemanes fueron brutal-
mente reprimidos por los nazis, los franceses y estadounidenses reaccionaron
ante la crisis con un volumen de acciones colectivas sin precedentes.
Cmo podemos explicar el aumento de conflictos laborales entre los
obreros de Francia y Estados Unidos sometidos a gran presin, mientras que
en Alemania y Gran Bretaa los trabajadores aceptaban su parte? Creo que
la respuesta reside en los cambios en la estructura de las oportunidades y las
restricciones polticas que rodeaban a las diferentes clases trabajadoras. En los
aos treinta hubo oleadas de huelgas en Francia y Estados Unidos, y no en
Alemania o Gran Bretaa, porque las administraciones reormistas que ha-
ban accedido al poder (en 1936 en Francia y en 1933 en ortearnrica) se
mostraron dispuestas a introducir innovaciones en las relaciones poltico-
econmicas y reticentes a respaldar la represin obrera . Fueron las oportuni-
dades abiertas por el Frente Popular francs y el
New Deal
americano y la
relajacin que propiciaron en la represin del movimiento obrero las cau-
santes de los conflictos laborales en estos pases, y no la gravedad del des-
contento en los trabajadores o la abundancia de sus recursos.
Volviendo al presente, podemos apreciar que las oportunidades polticas
son aprovechadas y transformadas por diferentes tipos de rebeldes bajo con-
diciones muy diversas. Comenzaremos clasificando la magnitud de las opor-
tunidades que contribuyen a configurar losmovimientos, para despus mos-
trar el modo en que interseccionan con las tres principales dimensiones del
Estado: su fuerza, sus estrategias dominantes y la represin que ejerce. Pero
antes de centramos en estas tareas de anlisis, veamos cmo puede usarse el
concepto de oportunidades y restricciones cambiantes para comprender uno
de los mayores hitos de la accin colectiva de los ltimos aos: el nacimien-
to de un movimiento de democratizacin en la antigua Unin Sovitica.
taciones pacificas, huelgas y marchas de protesta, aunque a veces adopt tam-
bin formas violentas. La figura 5.1 muestra las averiguaciones de Beissinger,
resultado de su anlisis de los acontecimientos de los ltimos aos de la
Unin Sovitica.
Cmo pudo hacerse realidad esa sbita oleada de accin colectiva en un
rgimen tan centralizado y tan controlado policialrnente? Tal y como lo
expuso Tocqueville, como la gente acta cuando tiene oportunidad de hacer-
lo, el momento ms peligroso para un mal gobierno es aquel en el que
intenta corregir sus mtodos (1995: 176-177). Tocqueville escriba en rela-
cin con la cada del Antiguo Rgimen francs; si hubiera estado presente
doscientos aos despus, bien podra haber aplicado su teora a la Unin
Sovitica. All, como en la Francia de la dcada de 1780, un poder interna-
cional enfangado en la corrupcin y el letargo e incapaz de competir con una
sociedad ms dinmica orientada hacia el mercado (Bunce, 1984-1985;
Skocpol, 1979) pretenda reformarse desde dentro. El secretario del partido
entrante, Mijai l Gorbachov, estaba convencido de que su pas no podra
N MER O DE MA NIFE STAC IONE S DE PROTESTA
Liberalizacin
y
accin colectiva en la antigua
Unin Sovitica
1 mero de sucesos por mes
220~~~.~.~.~..~. ~~~~~~ ~~~~~ ~
: : : i H H H H r ; H r : j t U r :
: : : . . . J . . . I . I i
r
120
100
80
60
40
20
Or r r r n nT or r r r h h r r n nnTo r r r r r r h r t r t
135791113579111357911135791113579111357911
I
1987
I
1988
I
1989
I
1990
I
1991
I
1992
I
=
6,644
A finales de la dcada de los ochenta irrumpi la accin colectiva en el lugar
ms improbable del mundo: la muy centralizada antigua Unin Sovitica
controlada estrictamente por la policia y el partido. Las investigaciones del
politlogo Mark Beissinger han documentado este aumento de la accin
FIGURA 5.1. MoviLizaciones deprotesta en maniftstaciones en la antigua
Unin Sovitica 19871992.
FUENTE:Mark Beissinger, Evenr Analysis in T ransirional Socieries: Proresr Mobilizarion in rhe For-
mer Soviet Union, en Dierer Ruche, Ruud Koopmans y Friedhelm Neidhardr (eds.), Acts o/Dis
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114 EL PODER EN MOVIMIENTO
OPORTUNIDADES Y RESTRICCIONES POLTICAS
115
sobrevivir como potencia mundial sin reformarse. A finales de los ochen~a
se enzendr un proceso de liberalizacin que provoc una explosin de acn-
o .
vidad poltica organizada al margen del Estado (FISh,
1995: 32).
La liberalizacin comenz desde arriba, como resultaba inevitable en un
sistema tan centralizado, con un cambio en la poltica oficial relativa a las
asociaciones. Se propuso un concepto modesto de pluralismo socialista, que
equivala a tolerar
de f o cto
la formacin de algunas pequeas organizaciones
no estatales de ciudadanos (Fish,
1995: 32).
Pero no pasara mucho tiempo
antes de que se crearan nuevas posibilidades para que asociaciones legales
estimularan la formacin de agrupaciones ms independientes, como por
ejemplo un grupo llamado Memorial, dedicado a investigar los crmenes
del estalinismo, y otro llamado Dignidad Ciudadana, para la promocin
de los derechos humanos (p. 32). Las nuevas oportunidades de acceso per-
mitidas desde arriba ofrecieron huecos para que grupos menos legales se
organizaran.
Hasta cierto punto, el deseo de liberalizacin de Gorbachov se basaba en
la idea de estimular un debate ms abierto
glasnost ).
Pero prontO se dio
cuenta de que, sin una renov~~in de ~a cl~s~ poltica: sus planes se ~eran /
obstaculizados por la obstruccin o la inactividad oficial, y que podna per-
der el poder completamente. Para evitarle transform las elecciones al Con-
greso Popular de los Diputados, habitualmente formalistas, en las primeras
elecciones nacionales parcialmente abiertas y competitivas de la historia de la
Unin Sovitica (Fish,
1995: 35-36).
Aunque la normativa electoral reserva
una tercera parte de los escaos a representantes nombrados por el partido,
ororz
a unos cuantos individuos elegidos independientemente el manto de
la le~itimidad. Tal vez lo mejor de la votacin -escribe Steven Fish- fue
que engendr lo ms parecido a una campaa electoral real que el pueblo
haba conocido (p.
35).
Pero los reformistas eran pocos y estaban desorganizados: a falta de recur- ,
sos internos, unidos por vnculos dbiles y poca confianza mutua, pronto se /
dividieron en un conjunto de facciones y partidos en competencia (Fish,
1995: 35 y ss. ). Se beneficiaron, sobre todo, de apoyo externo, como el que
les concedieron cuando el secretario del Comit Moscovita del Partido
Comunista, Boris Yeltsin, aprob informalmente una conferencia de grupos
de debate poltico llamada Iniciativa Social para la
Perestroika
(p.
32).
Las
contribuciones externas llegaron tambin en forma de las huelgas promovi-
das en 1989 por los mineros de carbn de Kuzbass y Donbass, y del Este de
Europa, donde las reformas de Gorbachov -especialmente la retirada de la
amenaza de intervencin del Ejrcito Rojo- desencadenaron una oleada de
ambos conscientes e involuntarios, incrernent enormemente la confianza de
los insurgentes en que era posible una autntica reforma.
Esta posibilidad se hizo ms factible cuando comenzaron las grietas en la
direccin del Partido Comunista. Al mismo tiempo que el Soviet Supremo
aprobaba en noviembre de 1989 un proyecro de ley de apertura de los
medios de comunicacin y legalizacin del uso libre de imprenta por indivi-
duos privados, se suspenda un popular programa de televisin, Vz gliad
(punto de vista), y unidades especiales de polica continuaban reprimiendo
las manifestaciones pblicas. Tales inconsistencias comenzaban a revelar
una tensin profunda y sistemtica entre [... ] el pluralismo poltico y la
esencia centralista y monopolista del rgimen (Fish, 1995: 40-41). A
comienzos de la dcada de los noventa, esta contradiccin se agudiz con el
nacimiento de un movimiento de reforma en el interior del Partido Comu-
nista, la Plataforma Democrtica, cuyos miembros eran partidarios de un
programa de reformas ms sistemtico dentro del partido y reclamaban el
establecimiento de una democracia parlamentaria al estilo occidental (pp.
41-42).
Como reaccin, los conservadores del partido crearon organizacio-
nes ttere para buscar apoyo entre el pblico (p. 40).
Al inicio de la dcada de los noventa, estos acontecimientos vinieron
acompaados por una disminucin en la capacidad -e incluso en la volun-
tad- del Estado para reprimir la disidencia, exacerbada por luchas internas
. entre los dirigentes que condujeron a la divisin. Una de las expresiones ms
asombrosas de esta disminucin fue la tolerancia mostrada ante las huelgas de
los mineros y la aceptacin de los sindicatos independientes que stas crea-
ron, al igual que la permisividad frente a las manifestaciones a gran escala de
las ciudades (Fish,
1995: 45).
Aunque la represin segua presente aqu y all,
la necesidad que tena Gorbachov de convocar elecciones que renovaran la
clase poltica legitim la discusin y el debate populares. Todava ms que en
las elecciones de 1989, los comicios para elegir representantes para las rep-
blicas,
ob last ,
ciudades y distritos de 1990 fueron un momento de manifes-
taciones masivas en buen nmero de ciudades rusas (p. 43).
Estas elecciones, y las discusiones y manifestaciones que provocaron, lle-
varon a la formacin de una serie de nuevos partidos y movimientos. Como
concluye Fish: .
La
direccin y el partido podan impedir obstruir y coaccionar; pero ya no po-
dan ni siquiera
preesnder
iniciar crear y convencer [... ] U n conglomerado abiga-
rrado de organizaciones sociales autnomas a la vanguardia de un movimiento
popular por la democracia haba puesto el. poder al descu?ierto [...] Al hacerlo
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5/14
116
EL PODER EN MOVIMIENTO
Pero la aparicin de episodios de accin colectiva generalizados no .cons-
tituye por s misma un movimiento social. A falta ~e ~na red de lazos I.nter- /
personales o de una identidad colectiva, estas org~mzaclOnes no ~onsIgU1eron
ni la unidad ideolgica ni el temperamento orgamzanvo necesanos para crear
un movimiento social sostenido. Hacia 1992, el rgimen se desmoron,
fruto de la descomposicin ideolgica y territorial, pero en su cada los opo-
sitores se dividieron y un antiguo miembro del
aparato
Boris Yeltsin, surgi
por encima de los dems. Los opositores que actuaron entre 1989
y
1991
haban creado oportunidades para aquellos que estando dentro del SIstema
tuvieran la voluntad y la capacidad para aprovechadas.
La breve descripcin de los acontecimientos que dieron lugar al naci-
miento de la accin poltica colectiva en la antigua Unin Sovitica no slo
muestra la impo~t~nc~~ de las ~~ort~nidades pol~i,cas para transfor~a~ el /
potencial de movilizacin en accion, sino que tambin nos ayuda a delimitar
el concepto y a identificar algunas de sus dime~s~one.s, bsicas. Las ms /
importantes son:
1
la apertura del acceso a la partlC1paClOn de nuevos acto- /
res; (2) las pruebas de nuevas alianzas polticas en el seno del gobierno; (3) la/ .
aparicin de aliados influyentes; (4) la aparicin de divisiones entre los diri- /
gentes; y (5) una disminucin en la capacidad o la voluntad del Estado de
reprimir la disidencia. En la siguiente seccin examinaremos sucesivamente
cada una de estas dimensiones.
f
\
r
1
I
Dimensiones de las oportunidades
Al hablar de estructura de las oportunidades polticas me refiero a dimensio-
nes consecuentes -aunque no necesariamente formales o perman.e~tes- /
del entorno poltico que ofrecen incentivos para que la gente partlC1pe en
acciones colectivas al afectar a sus expectativas de xito o fracaso (Gamson y
Meyer, 1996). En comparacin con los tericos de la movilizacin de recur-
sos , con quienes a menudo se les confunde, los seguidores de la tradicin de
las oportunidades polticas hacen hincapi en la movilizacin de recursos /
externos
al grupo
5.
Adems, la mayora se concentran en los elementos de
oportunidad
percibidos
por los rebeldes, ya que los cambios esrructurales que
no se experimentan difcilmente podrn afectar al comportamiento de la
gente, excepto de forma indirecta. '
En ocasiones, las oportunidades polticas se abren para ciertos grupos y se
cierran para orros, tal y como muestran los ejemplos que siguen, extrados de
la dcada de los treinta, del mismo modo que las oportunidades para la pro-
OPORTUNIDADES Y RESTRICCIONES POlTICAS
117
,\
(Agnew,
1997:
iv). No obstante, a pesar de estas diferencias, los movimien-
tos emergen gracias al aumento, experimentado por la poltica en general, de
las condiciones favorables para la movilizacin, como fue el caso cuando los
movimientos pacifistas, estudiantiles y feministas en Norteamrica a finales
de los sesenta aprovecharon un ensanchamiento generalizado de la estructu-
ra de las oportunidades. Algunos sectores del movimiento se ven particular-
mente afectados por estos cambios en las oportunidades, como le ocurri al
movimiento por la paz en la dcada de los ochenta (Meyer, 1990), pero ms
frecuentemente las oportunidades que alcanzan a algunos estn disponibles
tambin para los dems. En los sesenta, la mayora de los activistas se refe-
ran slo a
el
movimiento.
Las oportunidades polticas pueden no resultar aparentes a primera vista
para todos los potenciales participantes de la accin colectiva. De hecho, una
de las ventajas que aporta el concepto es que nos ayuda a comprender el modo
en que las movilizaciones se contagian a partir de grupos con profundos agra-
vios y abundantes recursos a otros con menores quejas y recursos. Los prime-
ros en plantear desafos a las elires y las autoridades ponen al descubierto la
vulnerabilidad de quienes ostentan el poder y les hacen accesibles a los ataques
de actores colectivos ms dbiles. Por el mismo motivo, estos grupos se hun-
den ms fcilmente cuando se les cierran las oportunidades, dado que carecen
de los recursos necesarios para mantener la accin colectiva. Esto significa que
-aunque el trmino estructura se ha utilizado con frecuencia como carac-
terstica de las oportunidades polticas _a mayora de las oportunidades y
de las restricciones dependen de la situacin y no permiten compensar a largo
I
plazo la escasez de recursos culturales, ideolgicos y organizativos.
El incremento del acceso
Las personas racionales no suelen atacar a oponentes bien pertrechados cuan-
do las oportunidades estn cerradas, es el acceso parcial a la participacin lo
que les ofrece los incentivos para hacerlo. Son entonces ms proclives a
emprender acciones colectivas las personas que disfrutan de todos los dere-
chos polticos? Peter Eisinger sostiene que la relacin entre protesta y opor-
tunidad poltica es curvilnea: ni el acceso total ni su ausencia fomentan el
grado mximo de accin colectiva. Siguiendo los pasos de Tocqueville, Eisin-
ger (1973: 15) escribe que la protesta es especialmente probable en sistemas
caracterizados por una mezcla de factores abiertos y cerrados
7.
Donde ms obviamente se expresa la expansin del acceso es en las elec-
-
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118
EL PODER EN MOVIMIENTO
OPORTUNIDADES Y RESTRlCCIONES POLfTICAS
119
fundo norteamericano en la dcada de los cincuenta ampli las oportuni-
dades de los electores negros (1977). Esto se repiti en 1992. cuando un
infiltrado como Ross Peror cre un movimiento para apoyar su campaa
electoral a la Presidencia. De modo similar, las elecciones de 1994 en Italia
vieron nacer un nuevo movimiento encabezado por el magnate de la infor-
macin Silvio Berlusconi. Las elecc iones son un paraguas bajo el que a
menudo se forman los nuevos oponentes.
En los sistemas democrticos, las elecciones son eventos rutinarios, domi-
nados habitualmente por los partidos constitucionales, que aprueban las
leyes necesarias para mantener su monopolio de representacin. Pero en los
sistemas no democrticos, las nuevas posibilidades de acceso pueden desen-
cadenar la accin colectiva, como mostraba nuestro ejemplo de la Unin
Sovitica. En Checoslovaquia, al mismo tiempo, la aparicin de un Centro
Estudiantil de Prensa e Informacin ofreci a los estudiantes' de Praga un
recinto donde podan ponerse en contacto y la seguridad de que la accin
poltica sera tolerada (van Praag, 1992). En la antigua Yugoslavia, los futu-
ros nacionalistas ya estaban situados de tal modo que pudieron aprovechar el
periodo postsovitico para realizar reformas constitucionales que les otorga-
ran mayores recursos institucionales (Bunce, en preparacin). Cuanto ms
estrechos son los caminos de participacin preexistentes, ms probable resul-
ta que cada nueva apertura produzca nuevas oportunidades para la accin
poltica colectiva.
paso de los votantes afroamericanos a las ciudades incrementaron los incen-
tivos para que los demcratas buscaran el apoyo de la poblacin negra. Con
su reducidsimo margen electoral, la Administracin de Kennedy se vio obli-
gada a dejar de hacer remilgos y tomar la iniciativa en favor de los derechos
humanos.
Como demuestran los levantamientos campesinos en los sistemas no
democrticos, la inestabilidad fomenta la accin colectiva no slo en los sis-
temas representativos. Los campesinos son especialmente proclives a rebelar-
se ante las autoridades cuando en el muro de su subordinacin aparecen ven-
tanas de oportunidad. Esto es lo que descubri Eric Hobsbawm al examinar
la historia de las ocupaciones de tierras en Per (1974). Lo mismo podra
J
decirse de los campesinos que ocuparon ciertas partes de los latifundios del
sur de Italia tras la Segunda Guerra Mundial. Su hambre de tierra y su resen-
timiento por los abusos de los terratenientes se remontaban a tiempos inme-
moriales; pero fueron la cada del rgimen fasci sta de Mussolini, la presencia
de los ocupantes americanos -propensos a la reforma- y los cambiantes
alineamientos de los partisanos los que transformaron su resentimiento habi-
tual en una lucha por la tierra (Bevilacqua, 1980; Tarrow, 1967). En los pa-
ses menos democrticos, la ausencia de competencia rutinaria convierte cual-
quier signo de inestabilidad poltica en una seal y una fuen te de accin
colectiva.
Elites dividida s
Alineam ie n to s i ne st ab le s
Un segundo aspecto de la estructura de las oportunidades que foment la
accin colectiva en la Unin Sovitica fue la inestabilidad de los alinearnien-
toS polticos, indicada en los sistemas pluralistas por la inestabilidad electo-
ral. La cambiante fortuna de los partidos del gobierno y la oposicin, espe-
cialmente cuando se basan en nuevas coaliciones, crea incertidumbre entre
los seguidores, anima a los desafectos a intentar ejercer un poder marginal y
puede inducir a las elites a competir en busca de apoyo fuera del estamento
poltico.
La importancia de los realinearnientos electorales a la hora de abrir opor-
tunidades polticas puede apreciarse en el movimiento americano por los
derechos civiles. Durante los aos cincuenta, los exclusionistas raciales del
ala surea del Partido Demcrata se vieron debilitados por las fugas al Par-
tido Republicano, mientras que el nmero de inclusionistas fue fortale-
Como ya vimos cuando surgi una faccin reformista en el Partido Comu-
nista de la Unin Sovitica, los conflictos en el interior de la direccin o
entre dirigentes estimulan los brotes de accin colectiva. La divisin entre
las elites no slo aporta incentivos a los grupos con escasez de recursos para./
que asuman los riesgos de la accin colectiva, sino que tambin animan a
una parte de esa elite apartada del poder a adoptar el papel de tribunas de
pueblo.
La historia proporciona numerosos ejemplos de que la divisin entre la
clase dirigente aporta recursos a los movimientos emergentes. En el Antiguo
Rgimen francs , personas como Lafayerre y Mirabeau rompieron los vncu-
los con su propia clase para hacer causa comn con e bajo clero y e tercer
estado. Doscientos aos ms tarde, e divorcio entre los dirigentes desempe-
un papel fundamental en Europa Central , especialmente despus de que
Gorbachov advirtiera a los Estados comunistas de la regin de que e Ejrci-
-
-.
- . .
-
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7/14
I
i
120 ELPODER E MOY1MIENTO
OPORTUNIDADES Y RESTRICCIONES POLTICAS
121
los grupos insurgentes como una seal para organizarse y por muchos diri-
genres como un incentivo para cambiarse de bando. Las divisiones internas
fueron tambin importantes en la transicin hacia la democracia de pases
autoritarios como Espaa y Brasil, en las dcadas de los setenta y ochenta,
cuando las diferencias entre quienes defendan una lnea blanda o una lnea
dura crearon aperturas que los movimientos de oposicin pudieron explotar
(Bermeo, 1997; O'Donnell y Schmitter, 1986: 19).
izquierda tradicional, ms receptivos a movimientos distributivos (Kriesi et
al 1995: cap. 3). Los partidos de la derecha se ven influidos por los nuevos
movimientos religiosos, como la Coalicin Cristiana, y por los grupos eco-
nmicos de inters, aunque los primeros quizs cuenten con un mayor poder
marginal debido a su capacidad para movilizar votantes de todas las clases
socioeconmicas.
Los aliados influyentes han resultado ser especialmente importantes para
los 'nuevos movimientos en los sistemas no democrticos, donde apenas tie-
nen acceso a recursos internos. Por ejemplo, en Amrica Central los movi-
mientos campesinos se beneficiaron de sus aliados externos, especialmente
trabajadores religiosos, organizadores sindicales, guerrillas revolucionarias,
activistas de partidos polticos y cooperantes (Brockert, 1991: 258). En Polo-
nia: ~aIglesia catlica contribuy a incubar la resistencia y a proteger a los
acuvisras de represalias en los aos setenta y ochenta (Osa, 1995). Los alia-
dos .dentro del sist:ma son un recurso externo del que en ocasiones pueden
servirse actores sociales por lo dems carentes de recursos, especialmente en
entornas autoritarios y represivos.
AL ia d os i nfluyentes
Un cuarto aspecto de las oportunidades polticas, evidente en la aparicin de
la accin colectiva en la antigua Unin Sovitica, fue la presencia de aliados
influyentes en el interior de la direccin del Partido Comunista. Los disi-
dentes se sienten animados a par ticipar en acciones colectivas cuando po-
seen aliados que pueden defenderles frente a los tribunales, protegerles fren-
te a la represin o negociar favorablemente en su nombre. Tanto gracias al
aparente apoyo con que Yeltsin contaba para sus iniciativas como a las acti -
vidades independientes de los mineros y disidentes de laEuropa Oriental, los
opositores de la Unin Sovitica adquirieron confianza y modelos para la
accin colectiva.
El libro de William Gamson sobre accin colectiva en los Estados Unidos
(1990) aporta pruebas histricas de procesos similares en los sistemas demo-
crticos. Sus investigaciones muestran una correlacin entre la presencia de
aliados influyentes y el xito de un movimiento. En los cincuenta y tres gru-
pos de conflicto que estudi Gamson, la presencia o ausencia de aliados
polticos dispuestos a ayudarles estaba nt imamente relacionada con el xito
o el fracaso de los grupos (1990: 64-66). CraigJenkins y Charles Perrow des-
cubrieron una correlacin similar cuando estudiaban los movimientos de los
trabajadores agrcolas norteamericanos en los aos cuarenta y sesenta: la ven-
taja de la United Farm Workers en los sesenta resida en la presencia de par-
tidarios externos de los que sus predecesores de los cuarenta carecan (1977).
Una de las razones para el largo mayo elstico de Ital ia fue la presencia del
Partido Socialista en el gobierno, caracterizado durante un tiempo por defen-
der a quienes quedaban fuera del sistema (Tarrow, 1989a).
Los partidos polticos son importantes aliados de los disidentes en los sis-
temas representativos. En general los partidos de la izquierda suelen ser ms
favorables a los descontentos que los partidos moderados o conservadores; y
dentro de la izquierda, los partidos de la Nueva Izquierda, como los Verdes
Re presin y ja ciLitacin
Segn la definicin de Charles Tilly, la represin es cualquier accin por
parte de un grupo que eleva el coste de la accin colectiva del conrendienre.
Una accin que reduce el coste de la accin colectiva es una forma de facili-
racin
(1978: 100). El desarrollo de los Estados modernos produjo podero-
sas herramientas para la represin de la poltica popular, si bien algunos
aspectos del desarrollo del Estado facilitaron la aparicin de movimientos,
como vimos en el captulo 4.
Es fcil entender por qu la represin es un destino ms probable de los
rnovirnienros que exigen cambios fundamenrales y suponen una amenaza
para las elites que de los que se limitan a solicitar mejoras (Gamson, 1990,
cap. 4). Y tambin es obvio que, si bien los Estados autoritarios reprimen los
movimientos sociales, los representativos los facilitan. No obstante, existen
aspectos de los Estados represivos que fomentan la accin colectiva y carac-
tersticas de los representativos que privan a los movimientos de su aguijn.
os extenderemos mucho ms sobre la represin y la facilitacin posterior-
mente.
Estos aspectos de la estructura de las oportunidades y las restricciones
polticas cambiantes estn dispuestos diferencialmenre en los diversos sisre-
. 1--
J_
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122 ELPODER EN MOVIMIENTO OPORTUNIDADES YRESTRlCCIONES POLTICAS
123
los otros, pero a veces en ntima conexin. Las divisiones entre elires y los
realineamienros polticos pueden actuar conjuntamente para inducir a las eli-
res insatisfechas, o incluso a los gobiernos, a buscar el apoyo de los de fuera.
Cuando las facciones minoritarias de la elite se convierten en aliados influ-
yentes de los rebeldes, los desafos exteriores al cuerpo poltico se combinan
con la presin interior para crear grandes ciclos de accin colectiva. No obs-
tante, todos estos cambios deben examinarse en el contexto de los aspectos
ms estables de las oportunidades y las restricciones.
seal que sus dirigentes se trasladaban estratgicamente de un nivel a Otro
del sistema federal, y lo mismo proponan reformas constitucionales que sis-
temas de organizacin locales (1997). Los Estados ms centralizados facilitan
en menor medida la prctica de esa estrategia flexible y esa multiactividad.
Los contrastes que presentan el movimiento estudiantil francs y el nor-
teamericano de la dcada de los sesenta probablemente tienen su orizen en
la diferente escala de centralizacin de ambos Estados. El primero no ~stall
hasta los comienzos de 1968, se extendi inmediatamente y enseguida se
traslad al ruedo poltico, desencadenando una convulsin que lleg a ame-
na~ar a la Q~inta Repblica Francesa (vase el captulo 10). El segundo pro-
dUJOuna sene de campaas de protesta mucho ms largas y descentralizadas
en los campus universitarios de todo Estados Unidos, para verse finalmente
diluido en los diversos afluentes de la Nueva Izquierda (Tarrow, 1989a).
Tambin las diferencias en el grado de fortaleza del Estado influyeron en
el desigual ritmo y progreso de las revoluciones de la Europa socialista. Polo-
nia, un Estado que nunca lleg a estalinizarse por completo, cre el movi-
miento pionero y fundamental en las huelgas de Solidaridad de la dcada de
los ochenta, mientras que Checoslovaquia, sometida a un control estalinista
brutal a partir de 1968, fue de las ltimas en rebelarse. La precocidad pola-
ca ~ e~ retraso checoslovaco estaban relacionados con la fuerza respectiva del
socialismo de Estado de los dos pases.
En contextos autoritarios, si bien es cierto que la represin aplasta las ini-
ciativas de resistencia en la mayora de las circunstancias, la centralizacin del
poder ofrece a los disidentes una ventaja peculiar: un campo de batalla uni-
~cado y un blanco centralizado al que atacar cuando el sistema se debilita.
Esta es una de las razones que contribuyeron al rpido desmoronamiento del
socialismo de Estado en Europa del Este a partir de 1989. En aquellos luga-
res donde el poder est centralizado y las circunstancias homogeneizadas, una
vez que se abren las oportunidades, como ocurri cuando Gorbachov inici
las reformas, se facilita la estrucruracin y la organizacin de los movimien-
tos sociales. Valerie Bunce afirma que, en esos sistemas, el arma de los dbi-
les es que poseen muchas cosas en comn (1991: 6).
Si consideramos exclusivamente el concepto de fuerza del Estado como
gua para la accin, ste resulta algo rgido y falto de operatividad. Algunos
Estados, sean fuertes o dbiles, utilizan una estrategia predominante inclu- /
yente contra quienes les desafan, consistente en responder a sus demandas
absorbindolas y facilitando su incorporacin a la poltica (Gamson, 1990:
cap 2). Otros, sin embargo, utilizan estrategias excluyentes. Hansperer
Kriesi y sus colaboradores consideran que estas estrategias predominantes
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~:----..I_: ~_ 1__
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EL PODER EN MOVIMIENTO
OPORTUNIDADES Y RESTRlCCIONES POLTICAS 125
Las estrategias predominantes se relacionan con la fuerza de los Estados de
una manera interesante. Cuando investigaron sobre actos de protesta en cua-
tro pases europeos, Kriesi y sus colaboradores averiguaron que Suiza (pas
que consideran dbil y que usa una estrategia inclusiva) contaba con un
nivel alto de movilizacin y un nivel bajo de violencia y confrontacin. Al
otro extremo se encontraba Francia (que Kriesi utiliza como ejemplo de Esta-
do fuerte y con estrategias exclusivas), con un nivel menor de moviliza-
cin y mayor de confrontacin (1995: 49)
l0.
Consideremos los otros dos
casos: Suecia, con un Estado socialdemcrata fuerte, mantiene una estrategia
ms inclusiva frente a la accin colectiva (Kitschel, 1986), mientras que Ita-
lia, al menos hasta la dcada de los noventa, era un Estado dbil con una
estrategia excluyente hacia la izquierda. Estas inrerrelaciories entre la fuerza de
un Estado y su estrategia predominante se muestran en la figura 5.2.
entran en juego protestas cvicas protagonizadas por la clase media- ha sido
generalmente muy exclusivo frente a los ataques a la propiedad privada.
Como resultado de esta diferencia, Estados Unidos presenta una puerta abier-
ta a los grupos que persiguen metas modestas -los llamados movimientos de
consenso estudiados por McCarthy y Wolfson (1992)- pero levanta una
barricada contra aquellos que desafan al capital o a la seguridad nacional.
Adems, ni la fuerza del Estado ni las estrategias predominantes son
independientes de otros factores polticos, que varan como resultado de las
guerras, las elecciones, las nuevas coaliciones de partidos y los cambios en
la opinin pblica. Un Estado fuerte en manos de una mayora poltica
unificada se debilita rpidamente cuando esa mayora se divide o crece la
oposicin contra ella. Un Estado que es fuerte cuando disfruta de la con-
fianza del mundo de los negocios se debilita cuando se dispara la inflacin
y el capital escapa al extranjero. Cuando aparece un nuevo actor colectivo
-como el fundamentalismo islmico en Irn a finales de los setenta-, un
Estado aparentemente fuerte como el del sha puede marchitarse a toda
velocidad.
Las divisiones entre la elite son una fuente de debilidad poltica que se
puede confundir fcilmente con un Estado estructuralrnente dbil. As, hasta
la Guerra Civil, la elite norteamericana, regionalmente dividida, limitaba la
fuerza del Estado central. Con la derrota militar y poltica del Sur, el Estado
se fortaleci considerablemente, convirtindose en un Leviatn yanqui, en
palabras de Richard Bensel (1990). Por el contrario, el fuerte Estado fran-
cs gobernado por el general de Gaulle se debilit cuando asumi el poder el
presidente Chirac, menos carismtico y cuyos seguidores estaban ideolgica-
mente divididos.
FUERZA DEL liSTADO
ESTRATEGIA PREDOMINANTE DEL ESTADO Esrados dbiles
Esrados fuertes
Inclusiva Esrados Unidos
Excl usiva Italia
Suecia
Francia
FIGURA
5.2.
Fue rza d el E sta do
y
estrateg ia s p re do min an te s c om o p rin cip i os e s tr u ct ur a Le s
para la a c ci n coLect iva en aLg u na s d e m oc r ac ia s o c ci d en ta L es .
FUENTE:Adaprado de Hanspeter Kriesi, R. Koopmans,
J
V. Duyvendak y M. G. Giugni, The Po l it i cs
ofNew SocialMovements in Western Europe
(Minneapolis, U niversiry of Minnesora Press , 1995), p. 37.
Aunque la tipologa de Kriesi resulta til, debemos evitar el esquernatis-
mo. Sera ms sencillo utilizar la fuerza del Estado como un modo global
para predecir la accin colectiva si fuera realmente una constante. Pero tanto
la fuerza como la debilidad son valores relativos que varan para los dife-
rentes sectores y niveles del Estado. Cuando los activistas por la templanza
de Ann Marie Szymanski consideraron que el Estado nacional era demasia-
do fuerte para resquebrajarse, adoptaron la estrategia de pensar globalmen-
te, actuar localmente. Es el Estado norteamericano fuerte o dbil? Depen-
de del lugar al que se ataque; por ejemplo, Peter Eisinger constat que las
protestas urbanas eran mucho ms habituales en las ciudades no reforma-
das, dirigidas por un alcalde y un consejo municipal, que en las reformadas,
gobernadas por un gestOr y un consejo (1973).
Igual cautela debe mostrarse sobre el uso del conceptO estrategias predo-
n 1 . 1 r:
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Fo rm as de r epresin
La represin puede deprimir la accin colectiva o elevar el coste de la orga-
nizacin y movilizacin de la opinin pblica (Tilly, 1978: 100-102). Aun-
que la supresin sea una medida ms brutal y temible, est comprobado
que el aumento de los costes de organizacin y movilizacin es una estrate-
gia ms efectiva a largo plazo. Por ejemplo, al comparar las ciudades sure-
as que utilizaban los tribunales para bloquear las iniciativas de los activis-
tas por los derechos civiles con aquellas que usaban a la polica para repri-
mirlos, Steven Barkan descubri que las primeras pudieron resistirse a la
integracin racial ms tiempo que las ltimas (1984). Igualmente, durante
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PORTUNIDADES Y RESTRICCIO ES POLTICAS
126 EL PODER EN MOVIMIENTO
el coste de afiliacin al Partido Comunista que prohibir las huelgas o las
manifestaciones.
Sin embargo, no siempre es fcil eliminar las condiciones previas de la
accin colectiva. Como el aumento de los cos tes de organizacin es una
variable no selectiva, el primer impedimento es el coste, tanto financiero
como administrativo. El segundo es que la represin no selectiva tambin
silencia la crtica constructiva y bloquea el flujo de informacin hacia arriba.
Finalmente, en condiciones de depresin organizativa generalizada, cuando
llega a materializarse la accin colectiva, sta deja de ser un arroyo para trans-
formarse en un torrente a medida que la gente descubre que otros como ellos
han tomado las calles (Kuran, 1991).
El encarcelamiento de los sublevados y de los revoltosos en potencia
sigui siendo la principal respuesta a la accin colect iva hasta despus de la
Segunda Guerra Mundial, cuando primero los ciudadanos de la regin ocu-
pada de Ruhr, en Alemania, posteriormente Gandhi y, despus, los lderes
del movimiento americano por los derechos civiles inventaron la desobe-
diencia civil. Descubrieron que llenar las crceles hasta los topes y ganarse las
simpatas del pblico eran formas de presin eficaces (Ackerman y Kruegler,
1994; Sharp, 1973). Desde entonces, la desobediencia civil no violenta se ha
convertido en una de las armas polticas fundamentales dentro del conjunto
de la acc in colectiva (vase el captulo 6).
En respuesta al creciente xito de las protestas no violentas de la dcada
de los sesenta, tanto en Estados Unidos como en Europa, la polica y los tri-
bunales comenzaron a aceptar como legtimas formas de accin que previa-
mente se haban considerado amenazas para el orden civil. As pues, las sen-
tadas, que haban sido casi universalmente castigadas con la crcel cuando
empezaron a utilizarse, fueron cada vez ms toleradas en la dcada de los
sesenta como una forma de discurso', extendindose entre los grupos progre-
sistas y liberales, antes de ser adoptadas por sus enemigos ideolgicos, como
el movimiento contra el aborto, cuando ste se consolid en la dcada de los
ochenta (Staggenborg, 1991).
La tolerancia con la accin directa no violenta es, no obstante, un arma de
dos filos. Por una parte, ofrece un medio relativamente libre de riesgos para
reunir a un gran nmero de personas y darles la sensacin de que estn
haciendo algo significativo en nombre de sus convicciones. Por otra, priva a
los organizadores del arma poderosa de la indignacin. Resulta ms sencillo
movilizar gente contra una polica violenta y arbitraria que arroja a la crcel a
unos jvenes y sinceros manifestantes que contra unas autoridades pblicas
razonables que organizan seminarios para los manifestantes y protegen su
I 1 1:- .. :-_ '-~_~~ ~ _ _ ~_~_~_~~_
(-1~1l~n~_~ _ 1)0:.0> , ()(17)
La facilidad con que puede organizarse la opinin en los sistemas repre-
sentativos y encontrar canales legtimos para su expresin persuade a muchos
movimientos a acudir a las elecciones. La dinmica funciona ms o menos as :
un movimiento organiza manifestaciones masivas para exigir sus demandas; el
gobierno permite e incluso facilita su expresin continuada; el crecimiento
numrico de quienes apoyan la causa provoca la eleccin de candidatos para
cargos pblicos; a partir de ese momento, el movimiento se convierte en un
partido o se incorpora a uno ya existente para influir en su programa.
Esta secuencia llev a los movimientos feministas norteamericanos a una
alianza permanente con el Partido Demcrata en las dcadas de los setenta y
los ochenta (Cosrain y Costain, 1987). La misma lgica dividi a la extrema
izquierda italiana a mitades de los setenta, cuando algunos de sus integrantes
abandonaron la accin colectiva para formar los partidos de la Nueva
Izquierda (della Porta, 1995; Tarrow, 1989a). El mayor
x ito
de esta estrate-
gia electoral fue la formacin de los partidos verdes en algunos pases del
norte de Europa, que se integraron rpidamente en el juego parlamentario de
la poltica. En Suiza, el uso de instituciones democrticas directas parece
moderar la accin de los movimientos sociales y favorecer los movirnien-
tos moderados a expensas de los dems (Kriesi y Wisler, 1996).
Par ado jas represivas
Que los Estados autoritarios desincentivan la poltica popular va implcito en
su definicin. Pero el xito de la represin puede producir una radicalizacin
de la accin colectiva y una organizacin ms eficaz de los oponentes al tiem-
po que los disidentes moderados abandonan la lucha y los ms militantes
ocupan una posicin central. Despus de todo, no fue en la Gran Bretaa
democr~ica ni en la Francia republicana donde los anarquistas del siglo
XI X
emprendieron el camino del terrorismo, sino en la Rusia autocrtica y en las
semiconstitucionales Italia y Espaa. Y sabemos cmo la atmsfera represiva
de la Rusia zarista contribuy a la radicalizacin y el cierre sobre s misma de
la socialdemocracia de aquel pas (Bonnell, 1983).
No todos los Estados represivos suprimen con la misma eficacia las opor-
tunidades para la accin colectiva. Por ejemplo, en la Italia fascista hubo
grupos en el seno de la Accin Catlica italiana que se organizaron para la
resistencia bajo el paraguas de legitimidad del Concordato fascista con el
Vaticano (Webster, 1960, caps. 10 y 11). En la Polonia comunista, los libros
y artculos de los escritores de Solidaridad siguieron publicndose incluso
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128
EL PODER EN MOVIMIENTO
La represin sistemtica de la accin colectiva en los sistemas no repre-
sentativos otorza una coloracin poltica a actos ordinarios. La palabra v E
R D
h
pintarr~jeada en las paredes de Miln e~ 1848 no haca. referencia ~
compositor nacionalista, sino que era el acrm~o de l~ consigna
Vittorio
Emmanuele Re
d Ita li a
(Vctor Manuel rey de Italia). Las pintadas en las pare-
des de los edificios durante la dcada de los ochenta comunicaban a todo el
que supiera leer hasta qu puntO se senta ajena a su gobierno la sociedad rusa
(Bushnell, 1990)
11.
En Estados menos decididamente autoritarios, incluso el modo en que la
gente saluda con el sombrero o se dirige a otros puede indi.car disensin,
como descubri James Scott en su investigacin sobre Malasia (1985: cap.
7). Estas transcripciones ocultas rara vez producen acciones colectivas, pero
pueden minar el consenso de un modo difcil ~e. reprimir, ya q~e. ~ingn
caso aislado cruza la frontera que va del resennmlento a la OpOSlclOn. Los
Estados represivos reprimen la accin colectiva de tipo convenci?nal y con:-
bativa, pero se muest ran abiertos a las movilizaciones discretas. Estas consn-
tuyen seas de solidaridad, que se convierten en un recurso cuando surge la
oportunidad.
Si bien los Estados autoritarios reprimen sistemticamente la accin colec-
tiva, la ausencia de canales habituales para la expresin de opiniones convier-
te incluso a los disidentes moderados en opositores del rgimen, obligndoles
a plantearse el problema de su derrocamiento como condicin para la refor-
ma. Como escribi Marx en 1843 acerca de la diferencia entre la monarqua
francesa, relativamente liberal, yel represivo Estado prusiano: En Francia, la
emancipacin parcial es la base de la emancipac in universal. En Alemania,
la emancipacin universal es la
conditio sine qua non
de cualquier emancipa-
cin parcial (1967: 262-263). Esto resulta par ticularmente cierto cuando la
represin apunta a la supervivencia colectiva de los grupos amenazados.
Amenazas y oportunidades
Hasta ahora hemos hablado principalmente de las oportunidades para la
accin colectiva y de sus restricciones. La percepcin de estos cambios indu-
ce a gente que de otro modo habra permanecido en casa a participar en
acciones colectivas costosas, frustrantes y posiblemente peligrosas. Pero hay
en juego otra serie de variables, de las que conocemos mucho menos, que
lgicamente estimulan a su vez la accin colectiva: las amenazas a los
intere- //
ses, los valores y, a veces, la propia supervivencia que diferentes grupos e indi-
OPORTUNIDADES Y RESTRICCIONES POLTICAS
129
Podemos empezar por considerar la lucha popular como un problema de
accin colectiva que debe enfrentarse con una serie de costes y obstculos.
Desde el punto de vista de la simple movilizacin de recursos, ser ms pro-
bable que participen en la accin colectiva aquellos que tienen menos que
perder, ya que poseen mayores recursos. Pero desde el punto de vista de
quin intenta atrapar las oportunidades externas, son quienes ms tienen que
perder quienes participarn con ms probabilidad, ya que la inaccin les
resulta ms amenazante.
Vamos a considerar la expansin de los asentamientos judos alrededor de
Jerusaln, anunciada por el primer ministro israel etanyahu a comienzos
de 1997, en abierta oposicin a los acuerdos de Oslo que su gobierno haba
jurado mantener; esta decisin amenazaba la integridad del futuro Estado
palestino y no poda sino desencadenar una respuesta indignada por par te de
los residentes rabes de Jerusaln y la recientemente creada Autoridad Pales-
tina. La amenaza de verse asfixiados por la tenaza de los hechos consuma-
dos israeles fue un incentivo fundamental para la protesta palestina. De
hecho, podra decirse que la escandalosa decisin de etanyahu proporcio-
n una oportunidad para la protesta popular que el gobierno de Yasser fua-
fat no habra sido capaz de organizar por s solo.
Una manera de teorizar sobre la importancia de las amenazas a la hora de
desencadenar la accin colectiva nos la ofrece la teora de las posibilidades
del ya fallecido psiclogo de Stanford Amos T versky (vase Quatrone y
Tversky, 1988). Tversky y sus colaboradores sostenan que los individuos
reaccionan de maneras diferentes frente a la posibilidad de ganancias y de
prdidas y que emplean distintas heursticas para tomar decisiones contex-
tualmenre contingentes. La actitud de un individuo ante el riesgo depende
de si los posibles resultados se perciben como prdidas o como ganancias, en
relacin con el punto de referencia (p. 722).
Aplicando la perspectiva de Tversky a la teora de la accin colectiva, Jef-
frey Berejikian defiende que ganancias y prdidas tienen un potencial dife-
rente para provocar la confrontacin, y que el coste -o la amenaza- poten-
cial proporciona mucha ms energa que la esperanza de obtener ganancias
(1992). Aunque no se ha realizado ningn trabajo de campo para probar esta
hiptesis, Berejikian interpreta una serie de casos histricos en apoyo de su
tesis. En concreto, defiende que hay ms posibilidades de que la accin
colectiva revolucionaria se dispare por la amenaza de prdidas. Escribe que
los campesinos que atraviesen transformaciones de la estructural social que
conduzcan, por ejemplo, a una mayor vulnerabilidad ante las crisis de sub-
sistencia [... ] consideraran una opcin que favorezca el statu quo no como
__ .. _ .. _ _ :. ._. . Jo 1
I rC ....
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13 EL PODER E MOVIMIENTO
OPORTUNIDADES Y RESTRlCCIONES POLfTICAS
131
No obstante, debemos realizar tres advertencias ante la hiptesis de Bere-
jikian. En primer lugar, existen una serie de casos bastante obvios e~ los que
la accin colectiva fue organizada, sin que hubiera amenaza inmediata, por
personas que no perseguan ganancias en su estatus o posicin: la mayora ~e
los blancos de norte de pas que se trasladaron al sur para ayudar al mov-
miento norteamericano por los derechos civiles no lo hacan ante una ame-
naza para su vida o su propiedad. Por e contrario, al participar en la accin
colectiva, aumentaban sustancialrnente sus riesgos (McAdam, 1986).
En segundo lugar, no est claro si las ganancias y prdidas (por ejem-
plo, en trminos rverskianos, e punto de referencia de individuo) pueden
llezar a definirse y observarse objetivamente. El campesino que se encuentra
ocupando
las tierras de un te rrateniente lo hace buscando una ganancia, ya
que se trata de propiedad de otro la que ocupa, o recuperando una prdida,
ya que puede pretender que la tierra en cuestin le fue arrebatada a su abue-
lo? Si no podemos distinguir objetivamente entre la posibil idad de obtener
una ganancia y la amenaza de sufrir una prdida, estaremos a la merced de
anlisis realizado por unos actores colectivos cuyas reivindicaciones no puede
tomarse en sentido literal.
Finalmente, la mayor objecin que levanta e argumento de que e temor
a las prdidas provoca ms acciones colectivas que la expectativa de ganan-
cias es que la teora de T versky presupone incentivos individuales para la
accin colectiva. Cuando estudiemos los movimientos transnacionales
recientes en e captulo 11, observaremos que muchas movilizaciones se pro-
ducen a causa de las preocupaciones de los ciudadanos por lo que Dieter
Rucht l lama asuntos lejanos, para los que la cuestin de prdidas o ganan-
cias personal no resulta apenas relevante (Rucht, 1998a).
La implicacin ms importante de las teoras de Tversky no es su expli-
cacin de la conducta de los individuos, sino lo que Berejikian llama estruc-
turacin de las organizaciones revolucionarias. Si determinada poblacin
responde con mayor facil idad frente al miedo a sufrir prdidas que ante las
expectativas de ganancias, entonces la primera tarea de una organizacin
revolucionaria es adoptar una cosmologa que transmita a los campesinos la
conviccin de que las condiciones de la estructura social actual son peores
que las de otro pasado normal (Berejikian, 1992: 653). Retornaremos
estas cuestiones de la estructuracin en e captulo 6.
ofreciendo incluso a los grupos de escasos recursos oportunidades que su res-
p~ctiva posicin en la sociedad les negara. Esto ocurre cuando los grupos
pioneros plantean exigencias a las elires que pueden ser uti lizadas por aque-
llos que carecen de su audacia y sus recursos. Adems, la accin colectiva
pone al descubierto los puntos dbiles de los oponentes que quiz no fueran
evidentes antes de desafo. Tambin puede revelar la existencia de aliados
insospechados o anteriormente pasivos, tanto dentro como fuera del sistema.
Finalmente, puede forzar la apertura de barreras institucionales, a travs de
las cuales penetrarn las reivindicaciones de otros.
Una vez lanzada una accin colectiva en una parte de un sistema, en nom-
bre de un tipo de objetivo y por un grupo en particular, el enfrentamiento
entre ese grupo y sus antagonistas ofrece modelos para la accin colectiva,
ma~cos maestros y estructuras de movilizacin que dan lugar a nuevas opor-
t~,ll1dades. Estos efe.ctos secundarios adoptan tres formas generales: expan-
sien de las oportunidades de grupo y de grupos afines, la dialctica entre
movimientos y contramovimientos y la creacin de oportunidades para las
elites y autoridades.
Expansin de las oportunidades de los otros
Una de las caractersticas ms notables de la accin colectiva es que expande
las oportuni~ades para los dems. Los grupos de protesta introducen en la
agenda cuestiones con las que se identifica otra gente y demuestran la utili-
dad de la accin colect iva, que otros pueden copiar o innovar. Por ejemplo,
como veremos en e prximo captulo, e movimiento americano por los
derechos civiles difundi la doctrina de los derechos, que se convirti en el
marco de referencia de los aos sesenta
y
setenta (Harnilton, 1986). La
accin colectiva encarna y plasma las reivindicaciones en formas que mues-
tran a otros e camino.
Esta expansin de las oportunidades no slo influye en e sistema de
alianzas de un movimiento; afecta tambin a sus oponentes potenciales o
reales. Un movimiento que ofende a grupos influyentes puede generar un
contramovimiento (Meyer y Staggenborg, 1996). Los movimientos que
emplean la violencia invitan a la oposicin fsica y aquellos que plantean rei-
vindicaciones polticas extrernistas pueden ser desbancados por grupos que
plantean las mismas reivindicaciones de una forma ms aceptable. Cuando el
xito de un movimiento amenaza a otro grupo en el contexto de grandes
movilizaciones, puede llevar a contraprotestas ms virulentas. Por ejemplo, la
PVrp,...,., ...
; 7 , . . . , ; .., . . .
.. ... . . . . . 1 0...0... J _ : 1 : .0 ; on r n rp {f \rnr ,_
Creacin
y
difusin de oportunidades
Al contrario que las formas convencionales de participacin, la accin colee-
1 1 1 1 1 l 1 l 1 _ -_ __
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132
EL PODER EN MOVIMIENTO
OPORTUNIDADES Y RESTRICCIONES POLTICAS
133
mente en la dcada de los sesenta, generando campaas terroristas desde
ambos extremos en los setenta (della Porta y Tarrow, 1986).
La espiral de conflicros entre los movimientos por. la libre eleccin y a
favor de la vida en Norteamrica en los ochenta y comienzos de los noventa
es un ejemplo de cmo los movimientos crean o~ortunidades para los O?O-
rientes. El derecho al aborto, decretado por el Tnbunal Supremo a corruen-
zos de los aos setenta, galvaniz a los catlicos y los protestantes funda-
mentalistas. que se organizaron contra las clnicas donde se practicaba~ ~~or-
tos. Este movimiento pro vida lleg a ser tan dinmico que se convirtio en
una fuerza relevante en la derrota de la Enmienda por la Igualdad de Dere-
chos (Equal Rights Amendrnent) en losochenta (Mansbridge, 1986). CO~,el
tiempo, una rama radical del movimiento antiabortista ll~ada Ope~aclOn
Rescate Operation Rescue) utiliz tcticas directas tan radicales a comrenzos
de los noventa que estimul una campaa de contramovilizacin por p.arte
de las fuerzas en favor de la libertad de eleccin, habitualmente legallstas
(Meyer y Staggenborg, 1996).
sentaba en el extranjero el racismo estadounidense (Piven
y
Cloward, 1977:
cap.
4 .
Cundo es ms probable que los partidos y grupos de inters aprovechen
las oportunidades creadas por los movimientos sociales? Fundamentalmente,
parecen hacerla cuando un sistema esdesafiado por una gama de movirnien-
ros, y no cuando unas cuantas organizaciones individuales del movimiento
convocan campaas fciles de reprimir o aislar. Es decir, los resultados refor-
rnistas se ven posibilitados especialmente cuando las oportunidades polticas
han producido confrontaciones generales entre los descontentos, las elites y
las autoridades, como en los ciclos de accin colectiva que sern examinados
en el captulo 9.
Declive de las oportunidades
La creacin de oportunidades para las elites
La apanClOn de oportunidades polticas genera recursos externos para la
gente que carece de recursos internos, resquicios donde antes slo haba un
muro, alianzas anteriormente inviables y realineamientos que parecen capa-
ces de aupar a nuevos grupos al poder. Pero como estas oportunidades son
externas ycomo pasan tan rpidamente de los grupos de protesta iniciales
a sus aliados
y
oponentes, y finalmente a las elites y las auroridades-, las
oportunidades polticas son un amigo voluble. El resultado es que las opor-
tunidades de reforma se cierran rpidamente o permiten que descontentos
con diferentes objetivos atraviesen los portones que las vanguardias han
derribado anteriormente.
As, las revoluciones de Europa del Este en 1989, que muchos creyeron
traeran la democracia a una parte del mundo que llevaba largo tiempo pri-
vada de libertad, produjeron unas pocas democracias funcionales, varios
Estados neocomunistas
y
una serie de pases que no tardaron en desintegrar-
se en conflictos tnicos, Incluso en Alemania del Este, rpidamente integra-
da en una democracia occidental estable, el Foro Cvico democrtico que
abri el camino de la reunificacin en 1989 fue rpidamente barrido por los
partidos establecidos, mientras que el sucesor del antiguo Partido Comunis-
ta sigue siendo una fuerza electoral. Los movimientos son evanescentes por-
que provocan cambios polticos que precipitan su propia desmovilizacin.
La naturaleza efmera y cambiante de las oportunidades polticas no sig-
nifica que no tengan importancia para la formacin de movimientos socia-
les. Del mismo modo que fue una oportunidad poltica lo que llev a los bol-
cheviques al poder en Rusia en 1917, fueron las oportunidades ofrecidas por
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Finalmente, los grupos de protesta crean oportunidades pol ticas para las eli-
res tanto en un sentido negativo, cuando sus actos suministran motivos para
la represin, como positivo, cuando los polticos oportunist~s aprovechan la
ocasin creada por los descontentos para auto proclamarse tribunos del pue-
blo. Como veremos en el captulo 10, tal vez el resultado ms duradero del
movimiento del Mayo Francs fue una reforma educativa en la que los que
protestaban tuvieron slo un mnimo impacto. Los descontenros, por s mis-
mos, rara vez tienen poder para influir en las prioridades polticas de las eli-
tesoEsto obedece tanto a que sus protestas a menudo adoptan formas expre-
sivas como a que es improbable que se pueda convencer a las elires de que
introduzcan cambios contrarios a sus intereses. La reforma es ms probable
cuando los desafos desde el exterior del sistema poltico ofrecen a las elites
pertenecientes al mismo una ocasin de primar sus carreras y programas
(vase el captulo 10).
El oportunismo poltico no es monopolio de la izquierda, ni de la dere-
cha, ni de los partidos del movimiento, ni de los partidos conservadores. La
Administracin conservadora de Eisenhower respondi al movimiento por
los derechos civiles esencialmente del mismo modo que la Administracin
liberal de Kennedy, por el sencillo motivo de que a ambos les preocupaba el
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7/21/2019 Tarrow. Oportunidades y Restricciones Politicas
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134 ELPODER EN MOVIMIENTO
tica y en la Europa del Este en 1989. Pero si las o~o~tunidades emigran de
los primeros descontentos a sus aliados, de los mO~ImIentoS a l.o~contramo-
virnientos y de los mrgenes de la poltica convencIOnal a l~s dlflg~~teS y los
partidos de sta, har fa lta algo ms duradero para conv~rtlr l~ aCCIOncolec-
tiva en movimien tos sociales sostenidos. Para ello se reqUIere di sponer de t res
tipos de recursos: el repertorio de accin colectiva que la gente emplea para
conseguir apoyo e imponer su voluntad ante s~ s ~ponentes, los. marcos de
dicha accin, que dignifican y justifican los mOVImIentOS, y las estr~cturas de
movilizacin que refuerzan la presi.r;en la primera lnea y que vInc~la~ el
centro con la base del movimiento. Estos son los poderes de los rnovimien-
tos que se analizarn en los tres captulos siguientes.
CAPTULO
LAACCIN COLECTIVA
fU ~U
B i n 4 k l t e c a
El regImen nacionalista serbio de
Slobodan
Milosevic ha sido probable-
mente el ltimo cuyos cimientos han sido socavados por un movimiento
social. Milosevic era un astuto leninista que supo olfatear bastante antes de
1989 los vientos de cambio que soplaran por todo el este de Europa y que
arruin lo que quedaba de la unidad yugoslava instigando la guerra con
Croacia y atacando el vulnerable Estado de Bosnia-Herzegovina a travs de
sus agentes, los serbo-bosnios. Cuando Occidente reaccion ante los horro-
res del genocidio bosnio, Mi losevic hizo un trato con los norteamericanos y
los europeos occidentales que dej a sus secuaces bosnios a merced del tern-
poral '.
Debido al control que mantena sobre el ejrcito y los medios, la posicin
poltica de Milosevic slo se debilit cuando los costes de la guerra contra
Bosnia se hicieron evidentes. Pero gracias a su astucia despiadada, al control
~fl~.Lrfll0,~-,ie la.Rr~ay al apoyo de los restos del aparato comunisra,-MJfo~
sevic se mantuvo en el poder hasta noviembre de 1996, cuando los partidos
de la ;)pOSiCIn, divididos hasta entonces, .organizaron una coalicin electo-
ral,
Za jedno
un tos), para los comicios locales de 1996. Cuando triunfaron
en catorce circunscripciones, incluyendo la capital del pas, el gobierno
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