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P.J. RUIZ - 2010
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De qu sirve el placer de tenerte si no
tengo antes el deseo de comprenderte?
Aun recuerdo como te conoc, Laura. T tenas 21 aos y una vida por delante, un
mundo entero por descubrir. Corra el verano de 1886, y yo era un abogado brillante y
con deseos de crecer que haba sido destinado por mi empresa a Puerto Cruz, un
pequeo enclave muy arriba del Amazonas, justo al lado de las explotaciones de
maderas preciosas de Sabeija.
Recuerdo el olor a ricas resinas y tierra hmeda que inundaba todo, la fascinacin
de mis sentidos con los inslitos paisajes y el colorido de aquellos atardeceres de la
jungla, pero nunca en mi vida sent ms honda impresin que en el instante en que por
primera vez te v. S, eso marc mi existencia para siempre.
Tu padre era un rico terrateniente alemn que haba prosperado muchsimo en un
Brasil entregado a las inversiones extranjeras, Rudolf Paulus, y por aquellas fechas,recin llegado yo y en pleno inicio de lo que debera haber sido una magnfica carrera,
haba decidido dar una gran fiesta para conmemorar el fin de los acuerdos coloniales
con Portugal, as como el inicio de una nueva sociedad con la que pensaba llegar a lo
ms alto de la cpula de los negocios en poco tiempo. Era, desde luego, un hombre
ambicioso, duro, orgulloso, y poseedor de miles de hectreas de tierras repletas de
maderas preciosas all donde nadie se atreva ni siquiera a pisar, un rico temerario que
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triunfaba cuando todos ya no eran capaces de avanzar ni un paso ms. Lo admir pese a
su crueldad manifiesta, pero no puedo discutir sus mritos, que eran muchos.
En sus dominios se criaban la anaconda y el puma, los ros bullan de piraas, y
por la noche miles de murcilagos grandes como gaviotas desangraban a las reses en un
espectculo de naturaleza cruel que los habitantes de las zonas afables del planeta no
podemos ni imaginar. No era lugar para un hombre libre, pero Rudolf Paulus, el de la
mirada terrible, result ser mucho ms duro que todo eso, y por ello haba asentado all
su pequeo imperio, al que guiaba con mano de hierro de da o de noche, sometido a la
empresa de conseguir ampliar ms y ms su ya inmensa fortuna.
Sin embargo, no fue su dinero lo que me llam la atencin, sino el logro de ser
capaz de concebir a una hija de tu hermosura. Eso fue lo que me llev a mirar a aquel
hombre como alguien muy especial, como si fuese el Rodn de una nueva escultura
hecha de carne y cabello angelicales, aunque no pudiese entenderlo. Lstima que fuese
tan vil, miserable y sanguinario. S que tu madre, la seora Lisida Abrantes, era una
brasilea hermosa, s, porque adems de orlo en boca de todos he visto y admirado sus
retratos, pero no he conseguido an imaginar el modo en que una sangre humana puede
elevarse hasta la divinidad y formar el arquetipo de la belleza en medio de ninguna parte
simplemente por la suma de unos genes de mujer bella y hombre terrible. Eso, para m,
es la esencia misma del milagro que te transform en realidad.
Movas el viento a tu alrededor, y todos los mortales lo notbamos,
indistintamente de la edad o el estatus, porque sin duda no recordbamos una figura de
tal hermosura ni una mirada ms increble emanando de unos ojos color miel que
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llegaban al alma y la raptaban en el acto para sumirla en un trance donde todo era
imaginable. Y tu sonrisa nica, de dientes nacarados perfectos, equilibrada, simtrica,
dibujada con toda la gracia de quien deja salir la irona en un soplo de aire que se eleva
pleno de alegras. Qu esplndida visin, qu placer contemplarte! Me senta elevado
por ello, y as deb quedarme, sin buscar ms, pero la carne es dbil, y el destino
caprichoso.
Vestas aquella noche un largo traje negro de seda, algo caro y sofisticado, como
t, que te habras trado desde Pars o Roma, quin sabe, pero que te cea el cuerpo con
una naturalidad admirable en tu proverbial hermosura, realzada por el vigor del pelo
negro cortado con simpleza, pero que caa hasta tus hombros como una cascada de
bano. Dese acariciarlo desde el primer instante, hundir mis dedos en su abundancia y
quedarme en ellos con una parte de tu fragancia para enloquecer despus, todo eso
desde el primer momento. Tan hondo me llegaste. Y a quin no, me pregunto ahora?
Tus brazos los mostraste desnudos, impecables. Portabas un par de pulseras
gruesas de madera, tpicas de los nativos de la zona, que mostrabas como si fueses un
rbol inhiesto en el cual brotaran ramas y flores exticas. Ms abajo las manos estaban
limpias, impolutas, salvo por un anillo enorme que pareca una gran mirada felina que
captase la atencin de cualquiera que por prudencia rehuyese mirar descaradamente la
sensualidad que de ti emanaba, cosa harto difcil.
Y aquellos hombros No me atrevo a describir su efecto en m por puro temor a
incendiar estas pginas, pero baste decir que el xtasis se hallaba muy prximo al lugar
donde se unan a la base de tu cuello, con sus clavculas esbeltas y sinuosas
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internndose en aquel arte prohibido de tu imponente presencia donde lata un corazn
fiero, un corazn Paulus.
Eras un prodigio de mujer, un busto magistral de mrmol clido trado de otros
mundos y lanzado a la tierra para demostrar a los humanos lo lejos que estamos de la
infinita perfeccin que slo acertamos a presentir cuando nuestro tiempo tiene la suerte
de coincidir con las obras maestras de Dios, quizs esas que imaginaron Da Vinci o
Miguel ngel.
S, llegu a pensar en mi admiracin que estabas hecha de la materia de las
estrellas, pero ms tarde descubr que en realidad eras como el fuego infernal que en su
corazn pervive y que abrasa a quien se acerque, Laura, una rara pieza no lineal lanzada
al universo con el nico fin de ser fastuosa e inalcanzable. Un peligroso prodigio, en
definitiva.
S, recuerdo aquel instante. Estbamos en el saln todos los invitados, amenizados
por aperitivos y el sonido de un gramfono en el que sonaba una pieza de piano del
genial Johannes Brahms, cuando tu padre pidi silencio y te present orgulloso en voz
alta como su nica hija, recin llegada de la vieja Europa. Al mirarte bajando aquella
escalera todos los que esperbamos ver a una chica normal y corriente, hija de
hacendado famoso, callamos con un nudo en la garganta mientras levantbamos
nuestras copas en seal de brindis por la inesperada luminosidad de la anfitriona, que a
todos deslumbr.
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Lo s muy bien, Laura, porque yo era uno de ellos, uno de los que sintieron cmo
la respiracin se cortaba ante la presencia de tu mirada, uno de los que perdieron parte
del corazn desmembrndolo a tus pies sin que parecieses darte cuenta de la cadena de
almas que ibas pisando con la ligereza de una nube. Lo que entonces an no supe, no
divis en la longitud de las horas por venir, es lo grande, lo imponentemente importante
que ibas a ser en mi vida, aunque por desgracia no del modo que yo hubiese querido. La
lascivia me recorra en forma de xtasis, y al contemplar mi copa observ que el pulso
me temblaba ante el estallido natural de encanto que mis sentidos apenas conseguan
admitir.
S, ese fue el primer contacto con tu belleza, pero despus vinieron ms, y supe
acercarme a ti, ganar tu sonrisa. Eras una buena chica, eso pens, y me fijaba tanto en ti
que no me d cuenta de que otros ojos nos miraban no precisamente con deseos de ti,
sino de daarnos. Qu tonto fui!
El primer da que te bese el mundo ya haba cambiado para m, pero todo me supo
a yerba. La comida, la bebida, el aire hasta el humo del viejo bar en el poblado donde
me llevaste, guiada por un impulso pcaro que me haca sucumbir a tu extraordinaria
sonrisa que me embriagaba con sus comisuras, con su sonido cuando se transformaba en
risa, y que no poda alejar de m pese a lo que ms de uno me haba advertido ya. No te
acerques a ella, no es para ti, has de tener cuidado, me decan. Pero yo no tema
entonces a tu padre, que estaba en su derecho de querer lo mejor para su primognita, y
la verdad, tampoco pens que tuviese motivo para el enfado por tus caprichos, pese a
que yo ya haba iniciado el camino de mi desgracia y ruina debido a la mala suerte que
se comenzaba a cebar conmigo.
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S, meses despus de conocerte y entablar contigo conversacin ms de una vez
con excusas absurdas que ambos sabamos que slo eran tapices que tapaban nuestro
deseo de conocernos un poco ms, perd mi trabajo, ebrio de jungla y restablecido de
una malaria que casi me lleva. La empresa que me pagaba fue inflexible ante mis
continuas ausencias debido al mal, no escuch argumento alguno de los doctores, y me
sustituyeron con prontitud, dejndome en una situacin harto difcil en medio de una
jungla que en realidad no quera abandonar porque en ella estabas t.
Pero en mis adentros, devuelto a la nada, me d cuenta en un ejercicio de sentido
comn de que ya no podra aspirar a ti, que te alejaras en el ro de mis posibilidades
que tanto nos haba acercado mientras fui alguien, pero justo cuando empeoraban mis
fiebres y me crea morir entre los males y mi corazn que naufragaba apareciste tu con
tus manos en el pequeo badulaque que llamaban hospital, me regalaste una pequea
cruz de plata que siempre llev pegada a mi pecho, me tocaste y san con la pureza de
un nio, quizs arrastrado por la posibilidad de una vida nueva.
Aunque no lo pueda o quiera entender as fue, y por ello te segu cien veces desde
aquel da cortejndote sin dejar de albergar la mnima posibilidad de tenerte, hasta que
finalmente sucedi el milagro de ese beso de bar sucio. S, y al contacto con tus labios
todo se transform en primavera y torrentes helados, y puedo jurar que con el
pensamiento me elev del mundo hasta ver la pasin reflejada en nuestro abrazo. Y
aquellos ojos vivos, reales, capaces de perder las almas dentro Ah, las almas!
Cmo la perd, s! Lo cierto es que estuve tan cerca de ti que distingu el caprichoso
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lunar que llevabas en el ojo derecho, enterrado entre los rayos de sol de tu iris, una perla
ms de misterio dentro de una belleza sin fin.
S que aquel da algunos nos miraron, que otros murmuraron, pero ya entonces me
daba igual, porque de algn modo la energa ms enorme me corra por las venas y me
senta vivo en modo superlativo.
Hubiera dado la vida entera por ti, esa misma que tu me salvaste cuando las
fiebres me llevaban quizs adherido a la frmula de existir por el puro deseo de no dejar
de contemplar tu maravillosa mirada, la tez morena, el vaivn de las caderas. Sin darme
cuenta cambi la malaria por la locura, y me sumerg en universos desconocidos a la
bsqueda de tu amor, y eso fue lo que me llev a esta perdicin que arrastro.
No podr jams olvidar aquel da que debi ser el ms bello, pero que se
transform en pura malicia, una afrenta al amor. Atardeca cuando salimos del bar, y
ambos estbamos alegres, agarrndonos en medio de la calle imprudentemente sin
ningn decoro, buscando salir de los lmites del pueblo como animales que intentan
depredarse, pero slo entregados al deseo ms fuerte, cegados y casi adormecidos por su
licor. Nos desebamos con lujuria, tu la mujer intocable, bella, suprema, que dejaba un
rastro de violetas en el aire cuando te desplazabas a un palmo del suelo. Yo el joven
enfermo sin trabajo, el desaliado de ropajes baratos que desafiaba al destino pero que
haba sido bendecido con la dicha de tus caricias ante la envidia de muchos y la
desaprobacin de los poderosos.
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Recuerdo aquella casa abandonada al pie del ro a donde me llevaste contndome
cmo hacas tus diabluras de infancia, sus maderas gastadas crujiendo al peso de
nuestros cuerpos, y recuerdo cmo sonaba el Amazonas pasando por el costado y
moviendo las palas del molino, an en funcionamiento. All, junto a la ventana tras la
cual el cauce discurra, besaba tu cuello con delicadeza y escuchaba tu respiracin,
agitada, clida, llena de deseo, a la par que posedo por emanaciones que slo podan
provenir de las rosas del Edn. Si, absorba los aromas que te rodeaban y me converta
en algo ms all de un hombre. Me sent pecador de frutas prohibidas en medio del
paraso, pero sediento de ti no ces mi juego, y en plena locura de amor desnud todo tu
cuerpo muy despacio, poco a poco, sin apartarme ni unos centmetros de l. Saba que
era hermoso, pero no abr los ojos, lo palp, y descubr que apenas necesitaba mirar para
formar en mi mente el imposible dibujo humano de una diosa inmortal. Cuanta belleza!
Qu paroxismo de perfeccin! Cuando por fin te mir contempl lo que Velzquez,
Rembrandt o Goya buscaron toda su vida sin encontrarlo, lo que ya supusieron los
primeros seres que pintaron las cavernas o levantaron las estatuas de los mundos
antiguos. La propia existencia de los mitos sobre Valkirias, Amazonas o diosas del cielo
partieron siempre de mujeres como t, Laura, especies nicas, sin molde, y que slo
reaparecan una vez cada cientos de aos. Eso pens, y me sent tan afortunado que el
tiempo dej de contar para m.
Nos enlazamos sobre aquellas tablas suavizadas con las telas de nuestras ropas, tus
caras sedas y mis pobres paos, pero su continuo crujir demostraba que el querer se abre
camino donde menos se le espera. Hicimos el amor, nos derramamos juntos, y juro que
nada en el mundo puede describir cmo fue, con cuanta intensidad lo sentimos. Tu pelo
rozaba el suelo, pero yo lo recoga con mi mano, la pona debajo de tu cabeza y as no
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dejaba que sintieses la dureza de las maderas. No s cuantas veces me perd en aquellos
ojos preciosos, pero fueron muchas, y tu seguas sonriendo todas ellas.
La noche fue cayendo, pero ni nos dimos cuenta ni prestamos atencin al curso del
tiempo entre mares de sudor que se derramaban sobre las tablas y efluvios torrenciales
de placer que coronaban el trono donde ambos nos sentamos entre ardientes expresiones
y promesas. Fue all, justo antes de que nuestras vidas cambiaran para siempre, cuando
te iba a jurar que nunca te abandonara, y justo entonces, como arrojado por los diablos,
el cielo cay sobre nosotros con todas sus estrellas y destruy en un maldito abrir y
cerrar de ojos el imponente alcance de mi sueo irreal. Descubr el irnico sentido de la
parte oscura de vivir.
Fue muy rpido. Los tres hombres entraron y nos separaron, dos se encargaron de
m y un tercero de ti. Provisto de una gran sbana, te tap y oblig a vestirte mientras
los otros, unos negros musculosos que ya vi antes en las explotaciones, me agarraban
con tanta fuerza que no poda zafarme. Tem por tu integridad, pero me di cuenta de que
todo pareca destinado a no hacerte dao alguno, tan slo te retenan pasaba algo raro
que no lograba entender.
Entonces entr tu padre, con su elegante ropa de montar, su sombrero de ala
ancha, ese porte de terrateniente cruel que tan bien conoc mientras trabaj con l y su
mirada salvaje, de fiera depredadora. Fue muy explcito en sus palabras despus de
mirarme completamente desnudo con la misma indiferencia como se mira a una bestia,
los ojos inyectados en sangre de puro odio. De ti dijo que te llevasen a casa y te
encerrasen, y de mi. De mi que se encargasen tal como ya al parecer les haba hecho
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saber. Me dio mucho miedo, no me importa decirlo. Despus tir un montn de
monedas de plata al suelo, supuse que quizs el precio por quitarme la vida, y se fue sin
mirar atrs, seguro y confiado en el poder de su dinero y complacido de destrozar de un
plumazo la amenaza que yo, un desgraciado, al parecer supona para la ms rica
heredera de la zona, para la que tena planes muy concretos. De nada sirvi que en un
gesto de debilidad le implorase, cosa de la que siempre me he arrepentido, pero he de
reconocer que sent terror en el fragor de la confusin.
Laura, me tenan reservada una muerte lenta, muy lenta, y todo estaba muy
pensado. No queran darme el beneficio de aniquilarme con rapidez, porque al parecer
mi crimen al tocarte haba sido el ms grande que se pueda cometer, o as pareca.
Perosabes lo que en verdad me doli ms que todas aquella execrable violencia? Lo
que me hizo resistir ante el estupor de mis torturadores? Que aun estabas en la puerta
cuando empezaron a destrozarme y no te o la menor queja, sino tan slo splicas
dbiles por ti misma, por tus privilegios y placeres, olvidando totalmente mi
existencia eso fue lo ms malo que me llegaba dentro de la inslita cantidad de
mensajes lamentables que volaban en aquella habitacin mugrienta donde haca minutos
mezclbamos nuestros cuerpos. An ola a nuestro sexo, se mezclaba con el olor
cobrizo de mi sangre derramada, y ya me pesaba tu abandono. Me doli tanto que dej
de notar como quemaban mi carne con filos candentes para despus cortarla con
machetes hasta casi desangrarme, no haba lugar al dolor fsico, porque mi alma, mi
corazn, estaban deshechos.
No contentos me pusieron polvo de coca en la nariz para mantenerme despierto, y
despus de arrastrarme por la orilla hasta un lugar alejado iniciaron el terrible ejercicio
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de abrir ante mis ojos el suelo en el lugar donde iban a entregarme vivo a la tierra para
siempre, mientras yo no poda hacer nada en plena debilidad. Deb sentir muchsimo
miedo, pero no recuerdo ms que las expresiones confundidas de los dos negros que no
entendan cmo sus vilezas no parecan producirme dolor, porque no profer ni un grito
ms despus de or cmo te alejabas acompaada de tu infausto padre, seguros los dos
de no volver a verme. Qu fui, Laura? Quizs nada? Eso pens.
Ms tarde, y no te contar los detalles, slo conservo en mi mente la sensacin del
suelo hmedo del amazonas entrando en mi boca despus de sentir las paletadas de
tierra que iban sepultndome, su sabor asqueroso y el modo en que estaban retenidas
mis extremidades en un abrazo eterno. Pero Laura, yo te tena a ti en mente, y con esa
fuerza me llen de impulso para darme cuenta de que no iba a dejarme ir sin verte una
vez ms y preguntar por qu ni una vez imploraste por m a aquel padre malvado que
mataba a tu amante justo al otro lado de la puerta. No quera que todo fuese tan sencillo,
ni para ti ni para l, y saliendo de mi marasmo estall en sbita ira hasta canalizar toda
mi fuerza a la tarea de salir de donde nadie sale.
Primero fueron los dedos de las manos, los contraje y la tierra hmeda se
apelmaz hacindoles un pequeo hueco, amontonndose en forma de mugriento barro
grisceo a su alrededor. Es curioso y notable como se ralentiza un organismo con el
sueo profundo y la humedad, hasta el punto de que ese fenmeno me conserv la vida
en mi no muy profunda sepultura.
Tras despertar lcido de mi extrao sueo latente, saba que tena escassimo aire
y muy poco tiempo, pero la desesperacin me daba una fuerza especial, as que contraje
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me desplom exhausto en medio de la lluvia torrencial, y dorm siglos enteros en unas
horas hasta despertar en la ms hedionda maleza que recordaba. Despus me di cuenta
de que quien heda era yo mismo pese a la lluvia, y entonces llor y llor a la orilla de
aquel ro esplndido que se inundaba de lgrimas que el mar se encargara de llevar en
volandas hasta el olvido. Me sent slo, vaco, y agarrado a la vida por el msero deseo
de la venganza, pero sin la ms remota idea de cmo hacer para llevarla a cabo y saciar
la sed que de repente se haba adueado de mi alma, transformando un bello amor en
algo con sabor a musgo rancio y tierras infectas que nada tena que ver con la
hermosura de las caricias consentidas. Rogu a los cielos me ayudasen, y clam a los
infiernos porque me concediesen el solaz de la satisfaccin. Lo hice sin pensarlo,
esperando que uno de los dos me oyese, y grit como loco en la noche, hasta que de
puro fragor de la negrura tachonada de estrellas escap un enorme trueno, quizs en
seal de que mi llanto estaba siendo odo.
Si, la vida es irnica, y algn dios de paso debi fijarse en mi tristeza y en las
posibilidades de diversin que eso conlleva para cualquier seor de los cielos si teje
bien la madeja, y a mi me dio unos ovillos grandes que deshilar justo cuando era
consciente de que un hombre slo en una selva como la amaznica estaba condenado a
ser alimento de depredadores con toda seguridad. En el fondo quizs buscaba eso, ser
sustento de animales y olvidarlo todo, pero tena dudas de que mi alma descansase, y
eso me retena de abandonarme, clamando por la venganza que ansiaba.
En mi alocado deseo de distanciarme de todo cuanto haba sucedido para
encontrar la paz, muy lejos ya de los dominios de Paulus, hall casualmente un viejo
poblado, un grupo de chozas que apenas se tenan en pie. No pareca haber nadie ni me
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interesaba, pues no estaba ya especialmente interesado en explicaciones, pero justo
cuando desfalleca de cansancio una mano vino a agarrarme, y entonces todo se volvi
negro mientras me desplomaba hacia el suelo que horas antes me haba tragado. Me
sum en un trance que nunca supe cuanto dur, pero que me sirvi para no fustigar mi
pensamiento cada vez ms iracundo y despojado de humanidad en direcciones que no
estaban de acuerdo en absoluto con el hombre bueno que hasta entonces haba sido,
pero que me atraan, me seducan de una manera inesperada.
Cuando despert, nunca supe cuando, estaba bajo un techo de pasto trenzado,
cargado de un humo espeso que ondulaba y ola a hierbas quemadas, rodeado por varios
indgenas de piel muy oscurecida por la intemperie que me miraban en completo
silencio mientras fumaban algo. Imagina mi extraeza, pero supuse que me habran
recogido y atendido. Sin darme tiempo para nada, uno de ellos dijo algo en voz alta, una
llamada al exterior, y entonces un hombre estirado repleto de pinturas en el rostro
apareci en la puerta mostrando algo parecido a una sonrisa de satisfaccin en unos
dientes inslitamente perfectos en la selva. Los dems, cuando entr, se fueron con
reverencia dejndonos solos, y el individuo se sent muy cerca, a mi lado, sin articular
palabra, pero fijo en m. Me miraba con ojos extraos que me taladraban mientras yo
trataba de ordenar mis pensamientos recin llegados a la consciencia, y entonces es
cuando me di cuenta de que me hallaba sujeto por unas lianas perfectamente trenzadas a
una especie de mesa muy ancha, retenido, amarrado, incapaz de hacer nada que no fuese
mirar a aquel gur extrao. Sent angustia, pero el desconocido no me dej tiempo para
sondear ms el momento y verti sobre m algo lquido que extrajo de un frasquito
mientras pronunciaba unas palabras que me sonaron misteriosamente familiares, pese a
que estaban en una lengua que sin duda jams antes o, tras lo cual me puso una
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pequea bolsa de tejido en el vientre que contena algo. Realmente no tena la sensacin
de que se tratase de una ceremonia, sino ms bien de lo que queda de ella, no s si me
explico. Era como si algo hubiese pasado pero ya no quedaba nada en mi recuerdo, ni
podra entenderme con aquel hombre pintado, as que no le di vueltas y dej hacer,
porque no soy supersticioso a fin de cuentas. Se fij en la crucecita que me regalaste, la
toc un momento y pens que me la iba a quitar, pero lejos de eso la solt y su sonrisa
aument por algo que no entend.
Despus cogi una especie de papel, un pergamino que estaba en el suelo, lo oje,
se levant complacido y, desde la puerta, me mir una vez ms y me hizo un gesto de
despedida con las manos. Me sonrea con satisfaccin, de un modo afable, pero no pude
evitar distinguir algo debajo de aquello, una expresin irnica, dura y siniestra, aunque
no le di mas importancia, pues los indgenas son gente rara, que vive sus tradiciones de
un modo que no podemos entender.
Tras eso, cuando comenzaba a darme cuenta de que debido a mi estado y posicin
me hallaba en un trance difcil, otro hombre entr y me cort las ligaduras sin mirarme
apenas, de un modo maquinal, claramente urgido a ello por alguien de fuera. Me
incorpor con trabajo pues mi cuerpo estaba dolorido, puse los pies en el suelo, donde
estaban mis zapatos, sal al exterior, pero slo me dio tiempo a ver como todos los
indgenas se iban en fila, en completo silencio sin mirar atrs pese a mis llamadas. No
entend nada, y observ como se deshacan entre el verdor salvaje del Mato Grosso para
seguramente no volver a verlos. Y ahora qu? Pens.
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Mientras miraba en plena confusin me toqu y not el lquido transparente,
parecido a una resina que permaneca sobre mi piel, llena de cortes a medio cicatrizar y
quemaduras con forma de machete, los restos de una tarde aciaga. El hombre haba
vertido aquello sobre m, pero me vino a la mente otro curioso elemento, la bolsita que
durante la especie de ceremonia haba dejado en mi ombligo. Entr de nuevo en la
choza para buscarla. Era de piel, y estaba cada en el suelo. La cog, la sopes, y decid
abrirla con delicadeza seguro de que quizs encontrara algn tipo de amuleto, algo
propio de las supersticiones tribales, pero en su interior slo haba tierra, tierra
negruzca, peculiar La esparc sin entender sobre la mesa donde haba estado, y que
aun conservaba restos secos de mi sangre, intentando aseverar que aquello quizs
formaba parte de un ritual de sanacin o algo as y entonces el milagro se hizo ante mis
ojos. Aquellas trazas negras se fueron uniendo hasta dar forma a pequeos cristalitos, al
principio unos pocos, despus muchos, y se acumulaban unos contra otros en mgica
danza. S que es imposible de creer, pero fue as, de este modo, sin artificio alguno. No
me quera creer que fuesen lo que parecan, pero entonces record que haba visto en el
exterior ms tierra similar a esta, y sal. La remov con mis zapatos rotos y aquella veta
de diamantes se abri como una fruta madura para dejar escapar el fascinante resplandor
de la joya perfecta que manaba delante de m del mismo modo que se estiran los ptalos
de la flor al amanecer.
En toda la increble confusin del momento, casi obnubilado por la extraa
realidad, me d cuenta de que, si haca las cosas bien, iba a ser inmensamente rico! Era
posible que Dios hubiese odo mis splicas? O no era Dios? Prefer evitarme la auto
discusin, y opt por la practicidad, pero desde luego el momento resultaba inesperado
y surrealista.
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No tard ni un minuto en llenar mis bolsillos de manera casi codiciosa con
aquellas piedras preciosas en bruto, y algo en mi interior daba gracias mientras otra
parte me rogaba que cuidase las cosas que parecen, por si despus no lo son. A esa
ltima no le hice caso, cegado por las repentinas posibilidades que se abran ante m.
En la orilla encontr unas canoas, as que cog una y la us como pude, con mis
pocas aptitudes de remero, para ir ro abajo. Pas mucha hambre, pero dos das despus
estaba en Sao Joao do Simes, una de las ciudades ms concurridas de la zona, empe
un par de aquellas piedras, y con el dinero obtenido compr la propiedad de un trozo de
selva intil, colindante con los terrenos de Rudolf Paulus, justo el sitio donde saba que
estaba mi yacimiento de diamantes, que con mimo haba tapado con tierra para evitar
sorpresas. Me cost una miseria, zonas baldas, umbras, llenas de animales horribles y
selva impracticable Si hubieran sabido!
Sent como todo de pronto se pona a mi favor, y as tom posesin del lugar con
todos los papeles en regla, pero no sin antes saciar mi hambre y mi sed en el mejor sitio
de toda la inmunda zona, rodeado de alcohol, mujeres, y ataviado con ropa de sastre
pagada sin miramientos. Ahora me tocaba rer a m, y a fe que lo hice esa noche. Era
slo un anticipo de lo que crea merecer.
Por supuesto no me cost comprar todo lo que el dinero da, as que organic una
nueva vida en mis terrenos para que siguiesen dndome su riqueza, de tal modo que dos
aos despus haba amasado cuidadosamente una enorme fortuna, y mi existencia se
complaci en los vicios ms caros y sofisticados, pero sin perder jams de vista mi
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objetivo, que slo eras t, Laura. T y tu padre, el hombre que orden enterrarme vivo
en lo que deba ser una larga agona totalmente inmerecida.
Domestiqu aquella selva, hice construir una vivienda mientras realizaba el sueo
de mi magnfica casa seorial, un precioso edificio victoriano de tres plantas que sera la
envidia de todos, sin duda, y que me hara no pasar desapercibido, cosa que resultaba
importante para mis planes. Mientras tanto, la mina daba sus frutos y me daba sus
tesoros como por arte de magia, pero yo delegaba en mis administradores y contables,
centrndome en cuerpo y alma a prepararme para los que habra de venir, pues el
torrente de metal fundido que abrasaba mis venas no dejaba de quemarme el alma. Me
daba igual cuanto me robaban con sus apaos.
Contratando a los mejores investigadores hice unas morbosas pero necesarias
averiguaciones, lo necesitaba para ordenar mis pensamientos, y supe que mi asesinato
haba sido pasado por alto judicialmente, hasta tal punto que se me haba dado por
perdido en la selva una noche en que supuestamente decid internarme en busca de
aventura. Al parecer algunos de mis escasos amigos haban denunciado mi desaparicin
y t misma corroboraste la falacia de que deba haberme perdido con una explicacin
tan burda, segn consta en los informes policiales, como que me fui y que me habas
intentado detener, que estaba pleno de locura por ser rechazado por ti, pero ambos
sabemos la verdad, y he de decirte que no supuso mayor sorpresa para m el que el leve
aumento del tamao de tu traicin, ya muy grande como para darme ms dolor. Cmo
pudiste hacerme todo eso?
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Pero mientras las cosas me sonrean, mi fama, que responda al sonoro falso
nombre de Arlindo de Mendoza, se fue extendiendo entre los terratenientes del lugar,
bien sobados en cualquier sitio a base de privilegios que les daba sin mirar costes, y as
de pronto me lleg una invitacin en papel satinado, una de tantas a las que a veces
atenda y otras no, pero esta era muy especial, justo la que esperaba recibir tarde o
temprano. Mis sirvientes me la trajeron a primera hora de una tarde soleada:
El seor Rudolf Paulus tiene el gusto de invitarle a la fiesta que se llevar a cabo el
prximo da 15 de Marzo en los jardines de su residencia de Villa Lisida con objeto de
celebrar el feliz compromiso nupcial entre su hija, la seorita Laura Paulus do Abrantes-
Viana y el seor Gonzalo de Canales y Hercilla. Ser un placer contar entre los invitados
con una compaa tan distinguida como la suya.
Me acical el pauelo de cuello, de la ms rica seda naturalmente, y sonre
mientras terminaba de tomar un refrigerio a la sombra de uno de mis rboles favoritos,
viendo como un centenar de hombres terminaban de levantar mi fastuosa casa seorial
en el centro de las posesiones ms ricas de todo Brasil, las mas. Quin lo iba a decir!
Por aquel entonces las piedras preciosas surgan por toneladas al ao, y ya me
visitaban los ms altos cargos, hombres corruptos y sobornables encantados de rerme
las gracias y hacerme sentir parte de su mundito de ricos, cosa que naturalmente
agradec con los mejores vinos, las mujeres ms exticas, msica en vivo y viandas
fastuosas que les ponan las carnes de gallina a la par que a m me abran puertas
inimaginables. Me puse muy de moda en aquellos das mientras saboreaba ya el
inminente primer trago de mi venganza, llegado en forma de la gentil invitacin que
tena en mi mano y aunque lo rechazaba, haba logrado incluso que me propusiesen la
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entrada en la poltica. Era absurdo, porque yo no quera gobernar a nadie, sino tan slo
deshacer mi agravio y reivindicarme, pero eso s, en el ms discreto silencio, en una
ceremonia ntima que englobase slo a los implicados en mis desgracia. A pesar de mi
aparente alegra, segua siendo un cementerio fro por dentro.
El da esperado llegu a la fiesta a la que me invitasteis detrs de mi incipiente
barba, seguro de que ni tan siquiera me reconoceras debido a los daos que los esbirros
de tu padre me haban ocasionado con sus quemaduras y cortes en mejillas, labios o
nariz, cosa que en la cara de un rico parece no molestar a nadie, y no me equivoqu. Yo
en cambio s que te reconoc, Laura, porque estabas sensacional, bella y hermosa como
siempre, aunque para mi mal ya haba comprobado tu sangre fra y deslealtad, lo cual te
arrebataba un cierto glamour, aunque no el suficiente como para negar tu imponente
presencia a los 24 aos. Fue dursimo volver a verte, aunque slo fuese de lejos, entre el
gento que te adulaba. Te odiaba y amaba a la vez, se realizaba en m una de las luchas
internas ms grandes que jams sent, lo reconozco, pero no iba a dejar que escapases
slo por mi parte ms amable y buena o porque me llenase el espritu de una duda que
en el fondo no albergaba. El pasado no se cambia, los males quedan, y la sangre llama a
la sangre, as que me atemper y me dispuse a seguir atando los cabos.
En un momento del acto fui presentado a tu padre por don Anbal Tabares, uno de
nuestros vecinos comunes ms ilustres y pecaminosos, amante de lujurias y desenfrenos
debajo de su apariencia de seor estricto y recto, yo lo saba muy bien, y desde luego se
mostr encantador conmigo, como todos los malditos pelotas que me visitaban semana
tras semana para dejarse seducir por mi ya famosa generosidad.
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S, el viejo Paulus, miserable y rico a la vez, incapaz de reconocerme y ver en mi
mirada todo lo que le tena guardado. Me control muy bien incluso cuando estrech
formalmente su mano arrugada y carente de piedad, una mano firme que me record el
modo vil en que haba extralimitado su proteccin a cualquier precio de su hija, Laura, y
el motivo de mi visita a vuestra casa en un da que deba ser muy feliz para todos, pero
que para m resultaba impo, triste, aunque prometedor de sensaciones venideras agrias
y a la vez extraordinariamente dulces para mi alma consumida, cada vez ms incapaz de
mirar nada que no fuese la venganza, pese a poseer todo lo dems. Viva el momento
en constante asombro por mis dotes teatrales.
El viejo estaba muy interesado en m, aunque lo que realmente le gustaban eran
mis diamantes, eso seguro, pero yo le segu la corriente, me lo llev a un sof y le cont
la ms que falsa aventura de mi pasado que me haba inventado aos atrs y que haba
funcionado con todos, pues nadie investiga la vida de un hombre de gran fortuna. Se la
trag entera, muy emocionado por el modo en que supuestamente escap de la pobreza,
encontr el amor y enviud sin descendencia all en Europa. Mi extrao modo de llegar
a Brasil como decrpito marinero de un bergantn, la expedicin al centro del Amazonas
en que me enrol de un tal Johannes Fiebagg que nunca existi ms que en mi
imaginacin, y la suerte que tuve de hallar las minas de diamantes ms ricas de
Sudamrica montando a caballo, sin buscarlas. Fueron aventuras que le embriagaron. S,
el viejo estaba encantado conmigo, porque vea en mis cicatrices, que atribu a
supuestas luchas con las tribus locales, un dureza que el gustaba de ostentar a modo de
batallitas. Le haba llegado hondo, y eso jugara a mi favor ms tarde.
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Entonces te acercaste desde el fondo del saln, donde departas con otros
invitados, y yo me percat con el rabillo del ojo de ello, pues nada permanece
inalterable ante tus pasos. Paulus nos present y me sent arder por dentro, como si mil
diablos alentasen sus brasas desde mis pies hasta la cabeza, pero me refugi en una
timidez que no era tal y sobreviv al candente momento, preguntndome si finalmente
me reconoceras.
Me miraste, Laura, y la miel de tus ojos se derram en mi corazn mientras te
besaba la mano enguantada de blanco y plata con una reverencia fina y estudiada de
muy alta escuela, algo que no me perteneca, pero que aparentaba. Sent que todo se
confabulaba contra m, porque reconoc tu perfume en la hermosa tela, pero ni siquiera
eso consigui apartarme del guin que tan hbilmente estaba desarrollando a vuestro
alrededor pese a que me turbaba ms de lo debido. Me sent como una de esas enormes
tarntulas que tantas veces haba visto en la selva, tejiendo el futuro para su vctima que
permaneca grcil hasta caer en la tela, bella hasta el final. Eso te reservaba pese a tu
aroma nico a flores frescas que tanto haba aorado y que tan cercenado me pareca
por las artes de la espada.
Mientras tu padre hablaba, tu me mirabas, y no se qu fue, pero algo notaste
aunque slo dur un segundo, y tal vez ni prestaste atencin felizmente, porque todo se
hubiese ido al traste de haberme reconocido y revelado mi identidad, cosa difcil, pero
posible a fin de cuentas. Creo que debi ser un flash back, pero el caso es que me
preguntaste si nos habamos visto antes, a lo cual respond que, evidentemente, dada mi
condicin de nuevo rico, era difcil que ello hubiese sucedido en los ambientes
marginales que hasta hace poco haba frecuentado. Te mostraste satisfecha con la
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respuesta y eso me alivi mucho, justo antes de que tu padre me presentase al hombre
que te iba a desposar, cosa que me vino magnficamente para apartar fantasmas
peligrosos.
Se llamaba Eduardo, y era descendiente de una buena familia, muy rica, cmo no.
Sus propiedades estaban cerca de la capital, y era all a donde pensaba llevarte una vez
que te desposase, sin duda con la ms que loable intencin de darte la felicidad y llenar
una casa de hijos, cosa lgica. Se trataba de un hombre simptico, inteligente pese a su
ridculo bigote, pero poca cosa para ti, eso es cierto, mas la verdad es que cuanto me
contaba me daba absolutamente igual, porque en el fondo no quera saber nada de l,
quizs porque no slo consideraba que se intentaba apoderar de algo que haba sido
mo, sino tambin porque hasta le compadeca por no saber el alcance exacto de la
determinacin que haba tomado compartiendo su vida con alguien hermoso pero
traicionero como t. Evidentemente, no me inspirabas demasiada confianza esa noche, y
todo se reflejaba en mi pensamiento, que no tena por qu haber sido tan cruel con el
pobre de Eduardo, salvo por el simple hecho de ser tu prometido. Un imbcil!
Cuando l te cogi la mano para bailar he de reconocer que sent los celos ms
inesperados e inoportunos del mundo, para qu negarlo, pero supe digerir el momento y
continuar con mi actuacin mientras beba un champn francs que no era comparable
al que tena en mis bodegas, muchsimo ms selecto y caro, para qu decir lo contrario.
No obstante, supe adular lo suficiente a Lord Paulus, que me sonrea y presentaba a sus
amigos con una alegra que me delataba la obviedad de que me estaba ganando
sobradamente su interesado aprecio. Lo que hace el dinero cuando asoma por el
bolsillo a manos llenas! Estaba seguro de que si hubiese contado con mi fortuna tres
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aos antes, ahora seras mi mujer, pero no era ese nuestro destino, verdad, Laura? Fue
aberrante y ruin por ausencia de lo que ahora me sobraba. Lstima de vidas
desperdiciadas por materialismo, arrojadas a las fauces de lo absurdo! Pero en este
mundo, el que la hace la paga.
Al da siguiente tu padre vino invitado a mis tierras por primera vez, le mostr
todo con detenimiento, desde las minas a las obras finales de mi casa, todo con
grandilocuencia, explayndome en proyectos que nunca pensaba acometer salvo en mi
imaginacin, pero que le impresionaron, como la presa ro arriba para contener las
inundaciones, o el plan de drenaje de las cinagas, de tal manera que una semana
despus yo ya era una persona recta, admirada, emprendedora y querida en tu hacienda,
alguien en quien confiar, y mis paseos a caballo resultaban cada vez ms y ms
frecuentes por ella. Estaba disfrutando con todo, con la forma en que iba avanzando,
pero me fastidiaba verte, me dola siempre, por lo cual rehua tu presencia cuanto poda,
aunque a veces no era capaz de ello porque evidentemente eras la seora de la casa y
estabas en casi todos lados.
Un da, el viejo me llev a sus explotaciones de maderas preciosas, un lugar de
olores maravillosos a serrn hmedo y naturaleza incipiente, aromtica. Todo bien
organizado, un sitio repleto de obreros, carros, animales de tiro, y gente en general
trabajando duramente. Cuando mejor me encontraba y estaba comenzando a disfrutar
del entorno me llev la desagradable sorpresa de encontrarme de frente con uno de los
hombres que me haba enterrado vivo, cuyo rostro jams olvidara. Apart
instintivamente la cara, pero l ni se fij en m, el muy hijo de perra, pero yo s que supe
de l y del compaero de aquella terrible noche, en la selva, dando pie a que mi
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pensamiento mostrase el curioso modo en que todo se iba poniendo en su sitio para que
efectuase mi ntimo deseo de venganza mientras oa al viejo hablarme sin parar.
Evidentemente el maldito no me reconoci, ni siquiera cuando con cierta habilidad
consegu que Paulus me lo cediese junto con su compaero y otros ms para hacer unas
repentinas faenas que haba decidido acometer en mis tierras, cosa que para l fue un
placer, dado que estaba muy interesado en agradarme sobremanera. Incluso insisti en
pagar sus nminas, a lo cual me negu, pero que agradec con profusin. De ese modo
fui cerrando el crculo alrededor de los dos asesinos, crueles y perversos, que haban
inferido tanto dao a un hombre inocente, y justo cuando la suerte me los puso a tiro,
sin buscarlos, as que prepar el fro plato de la venganza y me dispuse a saborearlo.
Pasaron unos das y tena a la cuadrilla prestada trabajando en un talud en el cual
me invent la absurda idea de construir un merendero desde el cual se dominase
visualmente el ro, algo sencillo y bonito, hecho de cemento y armazn de metal que se
pondra posteriormente para que las enredaderas concluyesen el trabajo con el tiempo.
Caprichos de ricos, pensaron todos, aunque para m no era ms que una excusa para
realizar mis planes. La verdad es que nunca hubiese hecho algo as en aquel lugar de no
ser por un propsito bien distinto al que todos pensaban y que nada tena que ver con
paisajes o relax.
La tarde del 28 de Marzo, cuando se estaba trabajando duramente en la
cimentacin, d el da libre a todos mis criados franceses, incluso a Emma, que se
desviva por hacerme la vida ms fcil preparndome las mejores viandas con sumo
arte, y despus de asegurarme de que no haba nadie cerca me encamin a la obra.
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Tras conversar un poco con los obreros, siempre de un modo agradable, sin
ostentacin, cosa que les encantaba, llam a los dos hombres fingiendo hacerlo de modo
casual y les ofrec un extra de dinero a cambio de que se quedasen al finalizar la
jornada, con la excusa de ayudarme a replantear el cerramiento del encofrado, por lo
cual les solicit que tuviesen preparado el cemento. Naturalmente aquellos dos asesinos
no pusieron la menor objecin a ello, y a las siete en punto se quedaron esperando
mientras los dems se iban, como yo les haba ordenado. Pleno de excitacin me dirig
al lugar, observando cmo trabajaban en mantener la mezcla a punto, y sonre. Llevaba
mi escopeta de caza en la funda, cargada con dos cartuchos de postas y con el seguro
quitado. Era una tarde preciosa, coronada por un sol que segua picando.
Me recibieron agradablemente, cmo no, y yo les di instrucciones poco
improvisadas desde el caballo, sin desmontar, siempre de un modo amigable, casi en
camaradera, cosa que ambos agradecieron, tomndolo como un gesto de amistad
viniendo de alguien tan importante como yo, lo cual sera digno de presumir por la
noche en el pueblo mientras se emborrachaban. Les habl de cosas banales y les haca
preparar el fondo de la cimentacin. Les conmin a amasar todo el cemento necesario
para la tarea, pese al riesgo de que fraguase una parte de l antes de ser usado, cosa a la
que no di demasiada importancia, justo en el momento es que, distradamente, dej caer
la vasija donde quedaba el agua del que disponan para saciar su sed. Me excus y dije
que pronto alguien traera ms. Pura mentira.
Despus de observarlos con atencin, cuando descubr quien era el ms dbil de
los dos, desmont, y sin dar tiempo a nada, aprovechando la sorpresa, golpe y dej sin
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conocimiento al ms fuerte con la culata de la escopeta, de un modo tan rpido y eficaz
que hasta yo mismo me sorprend. La cara de espanto, de estupor, del que qued en pie
me gust sobremanera, porque comenc a sentir el placer de la venganza, mas no se iba
a quedar todo en eso, no. Mi plan era mucho ms terrible que unos culatazos. Levant
las manos, pero le tranquilic y dije que si haca lo que le iba a pedir le dara ocasin de
salvarse, cosa que naturalmente acept como el asqueroso cobarde que saba que era.
Le hice amarrar a punta de escopeta a su compaero de intrigas al fondo
encofrado, en posicin tendida, y despus de comprobar por m mismo la solidez de los
nudos esperamos en silencio a que despertase, siempre con sumo cuidado de no perder
de vista la escena. El sol segua siendo agradable, cada vez ms. Me sent y pens lo
imposible que era dar marcha atrs cuando se desatan los monstruos que llevamos
dentro, el rugido inmenso de batalla que inunda nuestro pensamiento en el momento de
atacar como una fiera salvaje aquello que odiamos. Tem por ti, Laura, por el instante en
que te encontrase definitivamente, pero apart la idea de momento, porque antes haba
que ajustar otras cuentas.
El hombre tendido despert, y entonces habl a ambos, les cont quin era y por
qu deban pagar su crimen. Fui preciso, fro y cruel, sin mostrar sentimientos que
hiciesen dudar de mi voluntad de venganza. Me satisfaca escucharlos, implorando
perdn al principio, despus discutiendo entre s pero todo lo arregl cuando tir un
buen montn de monedas de plata a los pies del que iba a sepultar a su compaero con
dos toneladas de cemento fresco. As es. Le dije que cogiese el dinero, como un da
hicieron ante m, y que despus enterrase al infeliz que estaba amarrado sin preguntar ni
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decir nada, sin rechistar, porque estaba dispuesto a volarle las piernas y dejarlo a su
lado.
No lo dud un segundo, ni siquiera cuando su amigo, despus de intentar
convencerlo de que yo lo estaba engaando, comenz a tragar aquella mezcla negruzca
que le serva a paletadas, nada parecida a la que me hicieron saborear a m, desde luego,
pero igualmente horrible. Tras unos gorjeos cesaron los ruidos, justo cuando la cara
qued totalmente cubierta, pero entonces orden que no vertiese ms, y saqu de mi
alforja una caa de bamb que haba trabajado con cuidado esa maana, ahuecndola de
manera tosca. Le hice encontrar la boca del sepultado, y ponerla en ella para que
pudiese respirar, mientras yo le gritaba que lo condenaba a morir despacio en su
hmedo abrazo, igual que quisieron hacerme a m. Despus amarr la caa al encofrado,
y entonces le hice verter todo lo que quedaba hasta dejar la cimentacin rasa, solamente
alterada por el respiradero que sala de un lugar cercano a su centro circular. Lenta
muerte, desde luego. Ya habra tiempo ms tarde de cortar la caa y rellenar, sera tan
fcil que hasta yo mismo podra hacerlo.
Despus el asesino, que haba recogido sus monedas, me pregunt sin el menor
cargo de conciencia si poda irse ya, jurando no decir nada nunca a nadie, y en un gesto
de aparente camaradera baj el arma. Sonri con la gracia de las harpas, sin el menor
rubor por haber enterrado vivo al otro, miserable y desalmado. Sent asco por tanta
insolente basura puesta ante mi vista.
Se le vea muy cansado, y al tirar el agua me haba asegurado de que no bebiese
nada en toda la faena, as que estaba bastante deshidratado como para estar pasndolo
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mal. Pese a querer irse, le obligu a sentarse cerca de m, aduciendo a que quera
hablarle de cmo bamos a silenciar lo ocurrido, de manera que el maldito estpido lo
hizo sin pensar, atento slo a la proximidad de mi escopeta, y seguramente calculando
el modo de acabar conmigo, aunque tuviese que irse muy lejos despus, esperando a
que se presentase su oportunidad. No es lo mismo matar a un don nadie que a un
riqusimo terrateniente, eso lo saben hasta los palurdos como aquel, pero desde luego no
le iba a dar ocasin, y eso se vea en mi mirada.
Le hablaba, y l sudaba, as que cuando vi el momento oportuno le ofrec mi
cantimplora en complicidad. Acept y se la tir a los pies sin dejar de parlotear sobre
cosas que no me crea ni yo mismo, pero que me servan para disimular mis intenciones
para con l. Tena tanta sed que bebi sin pensarlo, engullendo hasta la ltima gota y as
tambin todo el cianuro que llevaba diluido. Not el sabor levemente amargo, lo se
porque los ojos se le abrieron como platos, pero nada evit que fuese pereciendo
mientras yo se los miraba fijamente, sopesando si estaba sufriendo lo bastante. Se
retorca.
Aun estaba en los estertores cuando silbando me levant, cog de la alforja un
sobre, lo abr y dej caer dos bolitas de cal viva por la caa que descenda a la boca de
su compaero de matanzas, que all abajo deba estar en plena agona tambin, slo
mantenido por el aporte de aire que se escuchaba a travs del tubo bajar y subir de
manera violenta. Cre notar una tos, quizs una garraspera al sentir aquello caer en la
garganta, pero despus las bocanadas de aire siguieron un poco ms. No tena ganas de
prolongar el espectculo ms all de lo normal, as que asist a la muerte de uno e
imagin como la cal quemaba la boca del otro hasta agujerearle el crneo. S, mucho
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dolor bajo un sol que se iba poniendo. Encend un buen cigarro, aromtico, fresco, y me
sent a descansar. No senta nada especial, ni placer ni desdicha. Nada.Me hubiese
gustado or al maestro Brahms esa tarde.
Por la caa ya no se mova el aire.
Despus amarr los pies del cadver que la providencia me haba entregado
aquella tarde, lo at a mi caballo, y me dirig a las cinagas, donde las anacondas y las
piraas daran buena cuenta de l a lo largo de la noche. Carne fresca, asquerosa, pero
fresca. Le escup y me fui, con la esperanza de no encontrrmelo en el infierno para no
seguir martirizndolo.
Al da siguiente no quedara ni rastro de nada, ni siquiera la caa emanando como
el mstil de una embarcacin sumergida desde el cemento, ya fraguado. Para m, y eso
fue lo que dije a la guardia cuando das despus vinieron a indagar sobre la misteriosa
desaparicin, ambos hombres se haban ido tras hacer su trabajo, cosa evidente puesto
que estaba terminado, y no supe ms de ellos.
Me sorprendi mucho saber que eran hermanos, y que vivan en casa de su nica
hermana, a la cual transmit corteses mensajes de alivio. Si llegase a saber que uno de
ellos haba enterrado vivo al otro sin dudarlo! Pero nadie hizo ms preguntas, cosa
lgica tratndose de dos tunantes peligrosos y de la palabra de un caballero de pro.
Hermano matando a hermano ser eso peor que dejar que maten a tu amante, Laura?
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Das despus, en una de mis cada vez ms frecuentes reuniones con Rudolf
Paulus, le coment mi extraeza por lo sucedido, por lo cual l me manifest que no
vea rareza alguna en ello, pues opinaba que ambos eran al fin y al cabo hombres de
dudoso andar, cosa que sin duda conoca de primersima mano, ya que fueron los
mismos que contrat para aniquilarme, el muy canalla. Ni siquiera en ese instante vi en
l el asomo de una duda, al contrario, todo era de naturalidad exquisita, un cinismo
supino, lo cual me afirmaba ms si cabe en algo que ya saba sobradamente. Que
ordenar mi muerte aos atrs fue para l como eliminar a una alimaa de esas a las que
gustaba cazar, y encargar la tarea a aquellos miserables no haba sido difcil ni en
absoluto embarazoso, a su modo de ver, hasta el punto de no precisar ahora ni de una
revisin del estado de las cosas por si algo se descubra. Maldito cacique! Es ms, una
vez muertos, ms enterrado estaba el pequeo affaire. Qu tramposo, despreciable y
nefasto trozo de carne erecto cual hombre sin corazn! Pero ya llegaba su hora.
Aunque cierto era que yo tambin me haba tornado en asesino, aunque a mi
entender no era lo mismo, porque quin en el mundo reconoce ante s mismo los ms
grandes errores? Pens mucho al respecto y no me sent mal en absoluto, por lo que
todo estaba justificado.
Por otro lado, como es natural, tampoco para m era igual de fcil quitar de en
medio a un terrateniente que a dos negros maleantes, pero mi plan estaba en marcha, y
as inici el siguiente paso de mi escalada terrible.
El 21 de Abril, justo tres aos despus de mi desaparicin en la selva, estando t
en las propiedades de tu prometido pasando unos das con su familia y gozando a
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escondidas sin duda de los placeres conyugales por adelantado, invit a tu padre a mi
casa. Una vez terminada estaba preciosa, s, un autntico lujo, todo lo que una montaa
de diamantes puede conseguir, y era enteramente ma por la gracia que haba tenido la
providencia de darme una fortuna en el da ms trgico de mi vida.
Como hombre versado y refinado que era, al alemn le deslumbr el exquisito
gusto de mi escalera Versalles, la suntuosidad de la porcelana Ming, las toneladas de
plata de las lmparas araa del saln, las alfombras orientales de tres centmetros de
grosor, la coleccin de muebles de maderas aromticas, los suelos de mrmol rojo y
negro de Carrara, las vidrieras de Murano y el cristal de Bohemia con vajillas de
Sevres todo un palacio descomunal que, sinceramente, no haca ms que acentuar un
poco ms mi enorme vaco despus de haberte perdido aquella tarde lejana y cercana,
meros objetos de la vanidad que se prestan a regar los ojos de envidia, pero que no
calman el alma que sufre en absoluto.
El viejo estaba fascinado mientras mi servicio francs lo atenda a la manera de un
rey, ofrecindole caf del sur de frica, bollera fresca, y todo con servilletas de seda y
cubiertos de plata repujados de oro. S, un ambiente deslumbrante en el que se sinti
verdaderamente a gusto, incapaz de presentir lo que se le vena encima mientras yo le
daba conversacin de la manera ms gentil que se le pueda dar a un amigo ntimo.
A las seis en punto la sutil droga que en un descuido de todos le haba puesto en el
caf comenzaba a hacer efecto y Paulus notaba que el sopor le invada como la
marabunta que entra en los campos. Dio un par de cabezadas y se sobresalt, pero yo le
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rest importancia y le conmin a descansar un poco, proporcionndole cojines
adecuados y una manta fina que se coloc sobre las piernas.
Le dej dormir plcidamente en un divn excelente. Saba que las horas pasaran y
mi servicio tena la noche libre, as que les rogu que transmitiesen a los asistentes del
viejo que viniesen a mi casa a hacerse cargo de velar por su seor, que de repente se
vera obligado a pernoctar sin que nadie pudiese hacerse con sus cuidados.
Una hora despus estaban all Csar, su criado y un hombre de confianza, de
nombre Goliat, el mismo que haba tapado tu cuerpo con una sbana y obligado a
vestirte para que tu padre no te viese desnuda. Cmo disfrut en mi interior por el arte
de la suerte que me sonrea ponindomelo a tiro de manera tan singular! Mi juego de la
velada fue imaginar el modo de implicarlo en los hechos y dejarlo tambin tocado, si,
un deleite raro que pocos pueden conocer.
Les dej para su seor la mejor habitacin, la ms hermosa de toda la hacienda, as
como las contiguas para el descanso de ambos hombres, de manera que no podran
poner pegas a mi hospitalidad, siempre impecable. Al despertar horas despus, tras
deshacerse en excusas, el viejo se mostr tan sorprendido como agradecido por la
decisin que haba tomado de hacer venir a sus sirvientes, y siendo ya casi la hora de la
cena, autoric a los dos a prepararnos algo de la abundante despensa.
Lo que nadie saba es lo que haba inyectado en las venas de tu padre mientras
dorma a pierna suelta durante esa hora que estuvimos solos en el saln esperando que
ambos sirvientes llegasen de tu casa. Era Atanais, un caro y rarsimo veneno de ms all
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de los Andes, comprado a precio de oro a un contrabandista en Malpao, imposible de
desenmascarar, letal de necesidad y desconocido en la zona. Slo tena que esperar a
que surtiese efecto, y no tardara, pero necesitaba que los sirvientes fuesen testigos de
todo para no despertar la menor sospecha de mi implicacin en algo tan ruin como el
asesinato de Rudolf Paulus, el de la mirada terrible.
El Atanais funciona adhirindose a la pared intestinal, donde permanece inactivo
durante das, pero slo hasta el momento en que el receptor ingiere algn alimento.
Entonces libera una sustancia muy txica que comienza por producir fuertes dolores de
vientre, como un corte de digestin, algo que no aparenta ser delicado, aunque s
molesto. Sin embargo, en media hora la sustancia sintetizada comienza a entrar en
sangre por va intestinal, y entonces es cuando todo se complica, pero no adelantemos
acontecimientos.
Efectivamente, en la otra punta de mi flamante mesa Fustemberg de nueve metros
de longitud el viejo cabrn comenz a sentir dolores de tripa, y en completa confianza
no intent disimularlos, cosa que me pareci muy bien entre buenos amigos. Yo, como
quien no quiere la cosa, pregunt a sus sirvientes si haban puesto algo anmalo, una
especia o algo as, en la cena, una exquisita confitura de pato acompaada de buen vino,
pero obviamente lo negaron, aunque de ese modo ya les pas la duda y con ello parte de
la culpa por lo que iba a suceder y que an no esperaban.
Paulus se levant pidiendo excusas y se fue al bao, rogando que nadie lo
acompaase ni estuviese al tanto de l en momento tan embarazoso, justo aquel en que
un hombre se halla ms vulnerable. Minutos despus regres con la cara muy plida,
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pero visiblemente repuesto, justo en ese instante que precede a la fase final de la
infeccin, pero que nadie, salvo yo, esperaba.
Primero fue la visin. Interrumpiendo la conversacin que yo hilvanaba, grit
horrorizado que de repente no vea nada, y se ech mano a los ojos mientras yo gritaba
a sus hombres que le ayudasen por Dios. Todo iba a la perfeccin, y el ambiente se iba
cargando al mximo, justo tal cual yo necesitaba. Como era de esperar, la confusin en
ese instante era total, y entonces supe debido a las discusiones que el hombre de la
sbana, Goliat, el que te tap, fue el que prepar la cena, as que sin dudarlo le culp de
imprudencia y dej deslizar cosas peores, de manera que Csar, para salir del paso, me
apoy rpidamente, con lo cual la maniobra iba a ser de dos por uno sin ninguna duda.
Sonre para mis adentros, aunque aparentaba una indignacin absoluta para fuera.
Mientras Paulus segua gritando desconsolado, e intentbamos ponerle paos
hmedos en los ojos, se inici la fase final. Fue un borbotn de sangre lo que surgi de
aquella boca, seguramente al desgarrarse el estmago de manera brutal, roto por el
veneno. El viejo se retorci, y todos dimos impresionados un paso atrs, justo en el
instante en que se abalanz hacia delante y lanz un vmito de sangre mezclada con
bilis que nos manch a todos. Se agarraba a la silla con fuerza, convulso por el dolor
que deba estar sintiendo, y cuando ms tenso estaba ces de pronto de moverse, ante la
estupefaccin de los dos sirvientes.
Estaba muerto.
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Convenc a Goliat de que se quedase conmigo mientras su compaero iba en el
carruaje a por la guardia, y en el momento que estuvimos solos le mostr la realidad de
que, fuese inocente o no, sin duda iba a pagar las culpas de lo que para la justicia habra
sido un envenenamiento meditado a conciencia, dado que yo, que com de la misma
confitura y beb el mismo vino, no tena el menor sntoma. Eso slo poda significar que
alguien haba quitado la vida a su seor, y el sospechoso era l, que adems era
marcadamente pobre, lo cual vendra muy bien al juez. Obviamente, sostena su
inocencia, pero el muy imbcil, en lugar de esperar, se derrumb, sucumbi a mi
presin y sali de la hacienda para huir a la selva, donde una semana despus fue
atrapado y condenado por la traicionera muerte de Lord Paulus en casa de su gran
amigo, el prncipe de los diamantes, como algunos ya me llamaban. De ese modo se
autoinculp sin necesidad de que nada tuviese que hacer para ello. Yo, mientras
esperaba, miraba al viejo, manchado de toda a aquella sangre, y segua sin sentir nada.
Fue un acontecimiento dramtico para todos, nada comparable a la prdida
asumible de centenares de negros en las explotaciones aos si, ao no, y por ello la
justicia fue inflexible en la bsqueda de un culpable al que mostrar. Fue fcil, y de ese
modo el servicial Goliat, capaz de ser fiel a su seor hasta la complicidad, fue juzgado,
condenado y enviado a un penal de por vida en el que no durara demasiado. Pero
quin es eterno?
Slo me quedabas t, Laura, y con mis mejores trajes te esper en tu casa porque
venas al funeral que yo mismo haba organizado sin escatimar en gastos. Nada ms
verme te acercaste a agradecerme los desvelos que haba tenido para convertir la
ceremonia en memoria de tu padre en un acontecimiento importante, algo a la altura de
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tan gran hombre, y yo te dije que era lo menos que poda hacer por alguien que me
haba dado tanto en tan poco tiempo. Disfrut en mi papel, lo digo sin decoro, pero no
pude evitar que mi corazn se acelerase con tu cercana, con tu olor, con los colores del
aire que nada mas vea yo. Me daba una tremenda rabia que aun me volvieses loco, pero
el amor es raro, y en mi caso saltaba al odio por momentos, aunque algo dentro de m
aplacaba al asesino sanguinario en que me haba convertido por tu culpa.
Lo tena todo preparado, Laura, dispuesto para ti esa misma noche, una muerte
delicada, suave, a mi lado, pero ocurri algo muy extrao que no entend.
Me miraste de manera diferente.
Lo capt, lo not. No era ilusin ni nada parecido, no. Haba sido real, porque yo
conoca muy bien tus miradas, y supe identificar aquella a la perfeccin. No estaba
preparado para eso, pero haba ocurrido, y la furia de dentro de m pareci amainar
como las nubes de despus de un huracn. No lo deseaba, pero de repente me surgieron
dudas, saludaba a los invitados sin poder concentrarme, miraba aqu y all sin ver nada,
as que te busqu por todos lados en plena tarde triste para ti, y descubr que tu tambin
me buscabas sin que yo lo entendiese. Eras una mujer comprometida en un momento
luctuoso, la hija del difunto, su heredera doliente a no ser.
No poda tratarse de eso! No podas haberme reconocido! En ese momento, no!
La simple idea me haca sentir nauseas, y un sudor fro me recorri el cuerpo. Entr en
el despacho del viejo y me agarr a una de las libreras repletas de colecciones antiguas,
intentando comprender qu haba pasado en un momento tan delicado.
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Y entonces ca en la cuenta. Fue cuando me percat de que la pequea cruz de
plata, aquella que me regalaste en el hospital, asomaba indiscretamente a travs de los
botones de mi cuello, enredada en la corbata por mi poco tacto de aquella maana al
hacer el nudo. Un descuido lamentable que me hizo sentarme abatido en uno de los
butacones donde tantas veces te vi en plena lectura.
Cuando comenzaba a tranquilizarme la puerta se abri, y sin verte supe que eras
t. Sorprendindome te acercaste a m y me dijiste al odo un nombre, el mo autntico,
el de un hombre dado por muerto al perderse en la maleza, al que tu misma asesinaste
en complicidad por tu repugnante silencio. Ni siquiera tu aroma fabuloso que entraba
desde mis hombros evit que me tensase como un lamo al viento y me irguiese.
Me volv despacio, agarrando en el bolsillo de la chaqueta mi pequeo revlver
derringer que siempre me acompaaba, dispuesto a terminar de una vez para siempre
con todo, aunque fuese delante de una docena de testigos. La bala no fallara a esa
distancia tan corta, lo saba bien, y estaba dispuesto a disparar, liberarme con tu muerte
y detener el sufrimiento. Pero entonces me cruc desde demasiado cerca con tus ojos
color miel que encerraban estrellas dentro, y como un imbcil enamorado me desarbol
contra la costa del deseo una vez ms, sucumbiendo a la realidad de que no podra
jams apretar aquel gatillo contra ti.
Tu no fuiste consciente de lo cerca que habas estado de ser mortalmente herida,
pero lo cierto es que al volverme lo primero que vi fue sorpresa en tu interior, la
seguridad confirmada de lo que habas deducido minutos antes, de que yo era aquel
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hombre que diste por muerto, pero despus algo cambi en tu cara, te endureciste,
quizs porque en esa fina inteligencia de mujer que tienes enlazaste todo cuanto haba
sucedido y llegaste a las conclusiones lgicas de quien sabe perfectamente que todos los
que haban participado en mi masacre estaban muertos. Demasiada coincidencia, as que
la explicacin tena que ser yo, lo dedujiste con facilidad, pero claro, no podas decir
nada porque tambin habas participado en un crimen, y sabas que el escndalo te
costara demasiado. Curioso y demoledor equilibrio el nuestro, verdad, Laura? Dos
asesinos enlazados. Cunto amor!
No nos dijimos nada, no era necesario, pero la ferocidad de nuestra mirada era tan
notable que se cortaba el ambiente. Varias personas entraron en ese momento para
admirar la biblioteca de tu padre, lo cual no era lo mejor para nosotros, por lo que decid
buscar una intimidad que necesitbamos para saber qu hacer con nosotros. Agarr tu
mano discretamente pero de manera firme, te resististe, mas insist con entereza mirando
tus ojos con la advertencia implcita de que no me iba a detener. Accediste finalmente al
sopesar la situacin y as caminamos por la estancia hacia la puerta que daba al jardn,
intentando que nada saliese al exterior del mar de sentimientos convulsos que nos
salpicaba de pronto. Por un momento pens que incluso apretabas levemente, pero lo
cre una ilusin mientras con el corazn agitado cruzaba el ltimo umbral que nos
separaba del cielo azul all arriba, el mismo que haba asistido a nuestro auge y drama
sin hacer nada para advertirnos de la traicionera senda del destino. Nadie se extrao de
que yo, el mejor amigo de la familia, tomase tu mano a modo de consuelo.
Pero haba mucha gente de riguroso negro en el verde, as que discretamente te
solt con dolor de mi corazn y me seguiste a las caballerizas, donde cerr la puerta sin
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que nadie pareciese darse cuenta. Era raro que estuvieses sola en un da tan dramtico,
donde tu padre querido y cruel se hallaba de cuerpo presente en el saln principal de la
casa en que haba desarrollado buena parte de sus sueos, pero a veces el destino
encuentra hueco hasta para lo improbable, y ese era el motivo de que tu y yo
estuvisemos al fin de frente y en la soledad ms notablemente extraa de nuestras
vidas. La reunin silenciosa entre tu asesinado y mi asesina finalmente se llevaba a
cabo.
Estabas a tres metros de mi, en semi penumbra entre toda aquella paja por los
suelos y el ruido de cascos alborotados por nuestra presencia. Nada importaba, nada
sonaba en nuestras bocas, ni siquiera la ms mnima palabra, porque lo dijimos todo con
la mirada. Dios, cmo te odiaba, cmo te amaba! Y tambin perciba cosas en ti,
sensaciones que emanaban de tu mente que imagino que tambin enloqueca por
momentos Qu hacer? Qu decir? Pues exactamente eso, lo que surga en el aura
elctrico que se iba formando a nuestro alrededor. Imposible leerte.
Yo, por mi parte, slo esperaba a que el tiempo pasase perdindome en los campos
de trigo de tus ojos sintiendo los vientos que mecan las espigas en el alma de la mujer
que ms he amado en la tierra entera, a la que, por azares caprichosos del destino, si
todo hubiese ido como tena previsto, le hubiese quitado ya la vida haca rato en un
supuesto accidente. Sent un atisbo de ridculo, pero me embargaba la emocin ante la
grandilocuencia del trgico momento.
Un rayo de luz iluminaba el fondo tras de ti, y as vea tu forma perfecta, impoluta,
dentro de aquel vestido negro hasta los pies, desprovisto de encajes o abalorios, pero
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siempre ceidsimo, como si tu naturaleza femenina se resistiese a taparse en las
malezas de la pena incluso en momentos tan tristes. Siempre impresionante, Laura,
siempre ms valiosa que mi mayor veta de diamantes, y siempre tan lejos pero a la vez
tan cerca. Yo hubiese dado la vida por ti, por qu casi me la arrebataste y me dejaste el
alma para sufrir? A dnde podamos haber llevado nuestro amor? Nunca lo sabremos,
pero las cosas fueron as.
Diste dos pasos, me miraste y quisiste decir algo, pero me di cuenta de que no te
sali la voz por tus labios deseados sin dar tiempo a nada ms te volviste de espaldas
dispuesta a caminar hacia la puerta, y fue cuando yo me acerqu y te tom por los
hombros con seguridad, te retuve, y no not resistencia alguna. Sentiste mi respiracin
cerca de tu odo, lo hice a conciencia mientras mi corazn se desbocaba, y percib tu
carne debajo de la tela, su calor, y casi hasta un atisbo de olor a primavera. Demasiado
para ambos. Despus nuestros cuerpos se juntaron casi por inercia mientras la sangre se
transformaba en fuego, un ro de deseo que flua, como denotaban nuestras
respiraciones alteradas coincidentes. Mi pecho en tu espalda perfecta.
Te volviste hacia m liada en mis brazos como una fiera, un felino gil y bello,
despus me besaste con la ms grande pasin desde las tablas de la casa del ro que las
crecidas se llevaron. Abrac tu cuerpo y record sus curvas, el sabor de tu boca, tus
pechos estrellndose con el mo, apretando sin miramientos, casi sin poder respirar.
Me sent Dios en su trono, sorprendido porque de repente nada importaba. Nada!
Fue cuando el destino, siempre tan insolente y hurao con nosotros como si no nos
fuese permitido tener tregua, volvi a jugrnosla y entr tu prometido. Seguramente
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haba estado buscndote por todos lados hasta que alguien le dijo que te haba visto
entrar en las caballerizas, no lo se. Lo cierto es que nos vio sin que hubiese la menor
posibilidad a la duda, de manera directa, y que tu seguas besando mis labios sin
detenerte, enganchada a la perdicin del amor reencontrado y ausente a su presencia.
Nos vio y se detuvo pasando por todos los tonos de la ira, blanco, rojo, negro mora
por dentro toda su ilusin. Aquel hombre engaado entr en estado de clera,
empeorado por los nubarrones estpidos de los nios ricos que piensan ms bien poco, y
en un gesto que no le honra te sac de mi abrazo y te arroj sobre los tiles como un
trapo, sin tener el ms mnimo decoro ni caballerosidad con una mujer, su prometida,
por mucho mal que le hiciese. Yo, enfadado y poco dispuesto a dilogos de pasin, le
empuj contra una pared, pero l no estaba dispuesto a que todo quedase en eso, as que
sin dudarlo ni darme posibilidad de evitar nada me clav un viejo tridente en este pecho
que te ama y que no se resisti a la entereza del mal que lo persigue sin tregua,
dejndose perforar por el acero en su modo ms mortal. Mir. Un tridente de cuatro
pas. Es que ni siquiera eso iba a ser normal?
Ca sorprendido sobre mi espalda, con aquella cosa atravesndome el pecho donde
mora ste amor que te adora, Laura. Sent dolor una vez ms en mi vida, y ya eran
muchas, un dolor lacerante que me asfixiaba de sangre la garganta mientras mi mente se
deshilaba y dejaba retazos ante m de lienzos donde siempre habas estado tu.
Comprend que todo mi odio, toda mi tragedia y hasta la frustracin que de ellos se ceb
fue una luz ms que una maldicin, y te perdon cuando tomaste mi mano momentos
antes de morir, sin decir palabra, con una lgrima, pero seguro de mi sentimiento.
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Aquel pobre diablo que te haba pretendido y acababa de arruinar su vida huy
despavorido dndose cuenta de lo que acababa de hacer, mientras varias personas
entraban gritando y pretendiendo ayudarme cuando ya todo era intil. Slo consiguieron
separar nuestras manos, alejarte de m, pero no importaba porque todo estaba de repente
en su sitio. Me iba, Laura, me iba despus de haber sufrido y hecho sufrir, despus de
haber amado y odiado, y de haberme transformado en un asesino cruel que se crea sin
corazn hasta que volviste a entrar en l con un beso. Ojal pudiese arreglar el dao que
te dejaba, pero ya no poda, y me di cuenta en mi ltimo instante de la irona de haberte
perdonado cuando era yo quien haba infringido el dolor.
Me perd en tus ojos llenos de lgrimas que me miraban, en tu lunar del iris color
miel con reflejos de trigo, y dej mi respiracin en el aire.
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Es curioso el modo en que se tejen los sueos, la cantidad de irrealidades y
fantasas que son capaces de utilizar para sus fines, pero la verdad que se hizo en mi
mente en aquel trance fue tal como te la he contado, y aun hay ms, justo desde el
momento en que me salvaste. Porque la realidad haba sido bien distinta a cuanto te he
relatado.
Despus de recibir la paliza, los cortes y quemaduras, despus de ser enterrado y
desvanecerme, despus de tener el sueo que te he contado, despert con el sabor a
tierra descompuesta en mi boca, aterrado, totalmente agarrotado y envuelto por la
inmundicia del Amazonas, tal como haba sentido en mi mente febril. Lo recordaba todo
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hasta ese momento, la cabaa, los negros, tu padre y a ti, Laura, la autntica, la real,
no aquella que se march rindose en mi mente, sino la que lloraba y suplicaba por m
hasta que escuch aquel golpe del viejo que te dej sin sentido, harto de tus gritos y de
que no entendieses sus rdenes de alejarte de m. Vi tu cabeza golpear contra el suelo
delante de donde me retenan, tu pelo desparramado y el modo en que aquel hombre
levantaba tu cuerpo envuelto en la sbana como si fuese un trozo de carne. Despus las
monedas el dolor, la sangre. Dios mo! Estaba tan asustado! Pero no por la
muerte, no. Sino por la imposibilidad de ayudarte.
Al despertar de aquella afrenta intent salir del mismo modo que lo hice en el
sueo, es decir, contrayendo los hombros, las extremidades, pero esto era diferente,
nada que ver con fantasas, sino realidad horrible. No poda moverme ni un milmetro, y
fue cuando admit que iba a morir sin ms, que quien entra en el hoyo no sale ya, pero
esta vez de veras.
Entonces, ya entregado bajo medio metro de lodo, fue cuando sent la vibracin en
el suelo de los cascos de un caballo que se acercaba, se detena, y el fragor sordo de la
tierra removida sobre mi tumba, que me retena inmovilizado y cada vez ms falto de
aire, hasta el punto de que los pulmones parecan a punto de estallar. Resist como pude
albergando esperanzas pese a todo.
La tierra se iba sobre m, y me hall una mano que buscaba en mi cuerpo y
encontraba la ma que mora, una parte simple, pero que llevaba a otras que se iban
liberando en el abrazo vivificante del oxgeno.
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Era tu mano, tus dedos amados cubiertos de barro que abran un claro. Fuiste lo
primero que vi en mi renacer al destapar mi rostro congestionado, y as me sacaste de la
muerte por segunda vez pese a que en aquel sueo difamante te alejabas inmisericorde.
Qu distinta y favorable realidad! Y pensar que me imagin nada menos que buscando
tu muerte en ese soar atroz!
Tard diez minutos en recuperar el aliento, disipar los mares de terror que me
inundaban, pero nada me prometa ms luz que el brillo de tus ojos, sano refugio de mi
calor y pleno del deseo de vivir. Me agarr a ti, a tu pasin, y nos fuimos sin diamantes,
pero llenos de pureza con el dinero que le habas quitado a tu padre.
Por eso, Laura, te debo doblemente la vida, y decid en el acto que aunque
tuvisemos que huir hasta el fin de nuestros das no dejar de honrarte. Hay personas
que nacen para amarse contra todo, y as ramos nosotros, entregados, felices, fugitivos
de un viejo vengativo que ofreca fortunas a quien dijese algo, pero seguros de que
nunca nos encontrara si ponamos miles de kilmetros de selva y montaas de por
medio.
Pas el tiempo, poco, y seis meses despus, estando cerca de Lima, un hombre
vino a visitarme al lugar donde haba conseguido trabajo de contable, un puesto
pequeo para un abogado pero discreto y bien pagado gracias a mis conocimientos, lo
cual era suficiente para permitirnos vivir con lo necesario. Estbamos bien, y tampoco
pretendamos destacar en nada, sino todo lo contrario, debido a la necesidad de pasar tan
desapercibidos como fuese posible. Pero aquella visita no era nada bueno. Te cuento.
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Lo reconoc al instante pese a que ya no presentaba el aspecto tribal y desaliado
con el que lo recordaba, sino ms bien ostentoso con su caro traje negro de mil rayas, el
pauelo de seda blanco, los guantes del mismo color y su aire distinguido, apoyado en
un bastn de mango de marfil exquisitamente tallado con formas extraas de animales
mitolgicos, que rivalizaba en el suelo con dos zapatos de piel que no parecan haber
pisado nunca lugar alguno. No era habitual tanta elegancia en aquellos lugares. Se sent
delante de m amablemente tras pedirme permiso, con una sonrisa turbadora y perfecta,
sin duda ms apropiada a sus ropas que a las de gur tribal con las que lo haba visto
con anterioridad. Imagina mi sorpresa!
S, era el mismo hombre que me haba sonredo en la cabaa de mi sueo, el que
me haba enriquecido con diamantes que nacan de la tierra negra y untado mi cuerpo
con esencias pegajosas que nunca hallaron explicacin pero tras las cuales los das se
convirtieron en carreras negras bajo nubes de venganza. No poda olvidar su cara, pese a
que supuestamente slo la vi en un terrible sueo meses atrs, as que me qued
perplejo por aquella intrusin en mi realidad, paralizado por el modo en que de repente
volva a no entender nada, y as comenc a sentir miedo en mis adentros por el
repentino cruce pesadilla-realidad.
Antes de que le preguntase nada me dijo directamente que vena a saldar una
deuda, un contrato que estaba a punto de expirar en el que yo figuraba, por lo que me
reclamaba el cumplimiento del mismo. Se me erizaron los vellos de la nuca. S, Laura,
eso dijo, y lo peor es que traa un papel en su mano, me lo tendi y lo le con mis ojos,
reconociendo mi firma efectuada con algo rojizo que deca que haba sido mi propia
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sangre, ahora seca. Todo ello est, existe, y es inapelablemente real. Lo juro y no se
cmo pudo suceder.
Mi alma, Laura, en mi locura y desesperacin haba vendido mi alma a cambio de
un tiempo junto a ti. Eso era lo que pona aquel contrato singular firmado en las
regiones ocultas de un feo sueo.
- Ya tiene lo que pidi. dijo el hombre - El valor de su alma fue tasado y le
conced seis meses, los cuales ha podido disfrutar como haba pretendido.
Ahora dme lo que es mo. Su sonrisa amable haba desaparecido de repente.
- Pero Por qu usted? No entiendo como - levant su mano
conminndome a callar, como si estuviese muy acostumbrado a ese tipo
preguntas.
- Aquella noche que vagaba por la selva usted liber mucha energa y lleno de
ira implor ayuda a Dios, pero l no le escuch. Tena mucho que hacer para
prestar atencin a otro mortal con problemas, amigo mo. Yo en cambio.
sonri.
- Comprendo. Usted s estaba interesado, no?
- Siempre hay cosas por hacer en su mundo y ya saben todos que no soy
precisamente ocioso, sino tenaz. Es mi don. Su enorme odio me hizo sentir
mucho inters, si. Por eso lo mir y decid ayudarle.
- Qu pasar con ella?
- Es su futuro. No me est concedido revelrselo, pero yo que usted no me
preocupara. A no ser que quiera que le haga una oferta a cambio de su
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amado! Dijo eso echado hacia delante con un marcado gesto cnico en su
rostro. Disfrutaba.
- No! Djela en paz! No tiene suficiente conmigo?
- Ja, ja, ja No. Mi coleccin es muy grande, mas nunca tengo suficiente, pero
sabe? No siento predileccin por las mujeres tan guapas, en contra de lo que
se dice por ah. Mi tipo es ms racial. Ms a la usanza tradicional ya me
entiende.
- No, no se lo que quiere decir.
- Me gustan las putas y de ah para abajo todas las dems. Adlteras,
mentirosas, vagas, malvadas, morbosas, asesinas, jugadoras, viciosas,
esclavistas, falsas, desvergonzadas todo eso.
- Laura no es nada de lo que ha dicho.
- Ciertamente. Ya me va comprendiendo, lo cual demuestra que no hay como el
dilogo entre caballeros para ponerse de acuerdo.
- Ya. Pero lo cierto es, seor - le mir intentando que me dijese cmo
llamarle.
- Tengo muchos nombres. Use cualquiera de ellos.
- No ser necesario. Quera decirle que lo cierto es que de contratos se algo,
puesto que soy abogado, cosa que sin duda sabe bien.
- S, y son todos ustedes encantadores, muy queridos por m. Tan diligentes a la
hora de ayudarme por todos lados! Sepa que le reservo un trato especial por
ello.
- Pues siendo abogado le digo que aqu pone que el contrato expira maana. le
dije tendindole el documento. Lo cogi sin sorpresa aparente con sus manos,
provistas de uas enormes que antes no haba visto.
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- S. Eso es cierto, lo pone bien claro y no tengo nada que objetar. De hecho le
iba a decir que tiene hasta las tres de la madrugada para prepararse. Tengo
tareas que hacer. Subo ltimamente tan poco a este desierto que siempre se
me acumula el trabajo! Prometo dedicarle ms tiempo de aqu en adelante.
- Por qu las tres?
- Es mi hora favorita, se sabe bien en muchos crculos de mi intimidad. Y una
cosa ms ir a por usted donde est, as que no intente nada, porque
bueno ya sabe. Tengo cierta facilidad para encontrar a mis personas
favoritas.
- Supongo que todo esto no es ninguna broma, verdad?
- No, no lo es.
- Puedo hacerle otra pregunta?
- Por supuesto.
- Qu sucedi realmente en ese sueo?
- Amigo mo esa es una pregunta que no le voy a responder ms que con una
frase muy manida, pero que entender bien.
- Cul es? le pregunt mientras se levantaba y coga su bastn.
- La frase es los caminos del seor son inescrutables.
- Ese es una frase de la Biblia! No le pertenece!
- De veras cree usted que la mayor parte de la Biblia, junto con los
pensamientos de sus redactores y lo que vino despus, incluyendo la mayora
de los hombres, no me pertenecen? No supe que decir ante aquella
revelacin.- No se permita ms el defecto de la ingenuidad, seor. No merece
la pena. Ahora he de irme, pero le invito a que tenga una buena velada y
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aproveche su tiempo. Como le dije tengo asuntos que me reclaman, pero por
favor, no olvide nuestra cita - se fue.
- Mi tiempo. pens.
Como pude pas el da calmando mis instintos, y esta noche te hice el amor por
ltima vez, lleno de pasin, con ternura, sin diferencias a como siempre fue, pero con un
toque de perdicin que no pretend que saliese y se vertiese sobre el fuego desbordado
en aquella cama ruidosa. Ms tarde, mientras dormas en nuestras sbanas pobres y
llenas de paz te di un beso silencioso y me sent en el escritorio para escribirte esto
apresurad