Boletín Boletín de la
SEA
OCIEDADNTOMOLOGICA
RGENTINA
SOCIEDAD ENTOMOLOGICA ARGENTINA
Bol. de la Soc. Entomol. Argent. 19(1-2), 2003
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Nuevamente con ustedes!!
Agradecemos a todos los que, con su
participación y compromiso, hicieron
posible este nuevo número.
En esta ocasión recomendamos la Sección
Entrevista donde gracias a María Marta
Cigliano entrevistamos al Profesor
Carbonell y como siempre nos enorgullece
este tipo de artículos.
En boletines anteriores hicimos referencia
a la legislación de nuestro país sobre
colectas y traslados de fauna.
Consideramos que es muy importante
concientizarnos para que estas leyes sean
cumplidas, es por eso que hacemos
hincapié en este tema y ahora contamos
con un artículo sobre la legislación vigente
en Colombia para la comercialización y
control de fauna silvestre.
Estos artículos merecen su reflexión y
poder actuar en conjunto, en caso de ser
necesario, en pro de la fauna
sudamericana.
Hasta pronto, la editora.
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MARCELO A. MALDONADO
Centro de Estudios e Investigaciones
Universidad Nacional de Quilmes
e-mail: [email protected]
La entomología forense como disciplina se desarrolló a partir
de la segunda mitad del siglo XIX, casi enteramente por
autores europeos (Megnin 1887, 1894; Leclercq 1978). Su
fundamento es el estudio de los insectos aplicado a cualquier
procedimiento legal, en particular asociado con la
investigación de casos criminales y muerte dudosa. En
Argentina, hasta la última década del siglo XX nadie había
estudiado metódicamente los insectos de interés forense
(Oliva 2002). Desde entonces, unos pocos equipos de
investigación se han dedicado a este grupo de artrópodos,
entre ellos el Laboratorio de Entomología Forense del Museo
Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires a cargo de la
Dra. Adriana Oliva, el Programa de Investigación de
Interacciones Biológicas (PIIB) de la Universidad Nacional de
Quilmes, con un proyecto de investigación de entomología
forense a cargo del Dr. Néstor Centeno, y la Cátedra de
Entomología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba con la Lic.
Moira Battán.
Para fomentar la difusión de esta disciplina en Argentina y
Sudamérica, a mediados de 2000 surge la idea de crear una
página web. Casi un año más tarde se incluye en internet la
primera versión, muy básica en principio, que contaba los
objetivos del proyecto desarrollado en el PIIB. El formato y la
organización actual del sitio aparece recién el 12 de marzo de
2002, poco antes de realizarse el V Congreso Argentino de
Entomología. Hoy, un año después de estar permanentemente
en línea, el número de visitantes supera los 900, registrándose
consultas semanales de distintos lugares de Argentina, Brasil,
Chile, Colombia, España, Italia, México, Perú, Portugal y
Uruguay. El sitio posee un interés adicional al ser presentado
en español, ya que son muy escasas las páginas relacionadas a
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la entomología forense en este idioma. Aun así, se detectaron
ingresos desde diversos servidores de USA y la utilización de
traductores en línea, evidenciando el interés del contenido
también para los especialistas no hispanohablantes, a pesar
de la amplia oferta de sitios en inglés.
A través del portal, cuyo URL es
http://entomologiaforense.8m.com/, el visitante no sólo
puede tener una idea del trabajo de investigación que se está
desarrollando en la Universidad de Quilmes, sino también se
ofrecen los resúmenes de las presentaciones a congresos,
publicaciones (abstract y/o full text) y una serie de datos
organizados según distintas temáticas.
Desde el menú, ingresando a la sección titulada “qué es la
entomología forense” podrá obtenerse información básica de
la disciplina, tales como definición, breve historial,
observaciones sobre las variables que afectan la estimación
del intervalo post-mortem, estrategias experimentales, etc. El
texto constituye una versión abreviada de una monografía
(Maldonado 1996) que también puede consultarse en línea en
http://entomologiaforense.8m.com/mono96_mm.html o
solicitarse una versión en formato PDF por correo electrónico.
Bajo la opción “artrópodos de importancia forense en
Argentina” se pueden encontrar fotografías, descripciones y
datos bionómicos de los insectos más importantes de interés
forense, incluyendo especies de las familias Calliphoridae,
Sarcophagidae, Muscidae, Fannidae, Stratiomyidae,
Piophilidae, Phoridae (Diptera), Dermestidae, Silphidae,
Cleridae, Carabidae (Scampini et al 2002), Histeridae,
Staphilinidae (Coleoptera), Tineidae, Pyralidae (Lepidoptera),
Formicidae y Vespidae (Hymenoptera) entre otras. También se
citan algunas especies de ácaros Macrochelidae, Parasitidae y
Anoetidae (Centeno & Perotti 1999).
La sección “herramientas de entomología forense” es una de
las más visitadas y en ella se puede encontrar protocolos de
muestreo, una lista del equipo apropiado para colectar y
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conservar la evidencia entomológica, y una planilla de cálculo
con funciones para la estimación de intervalo postmortem.
Los tesistas, doctorandos e investigadores encontrarán de
interés las secciones con enlaces a fundaciones e instituciones
que ofrecen becas, subsidios y pasantías; en tanto que los
especialistas encontrarán útiles las secciones que informan
sobre próximas reuniones y congresos (de entomología y
ecología en general), cursos y seminarios de ciencias forenses
y una lista internacional de entomólogos forenses con sus
direcciones, correo electrónico y reseña de sus actividades.
En “otros sitios de entomología forense” se provee enlaces a
más de 20 sitios relacionados con la disciplina; y en
“publicaciones y bases de datos” se puede consultar una lista
con los portales de las revistas más adecuadas para la
búsqueda de artículos de entomología forense, médica y
afines, así como accesos a distintas bases de datos (PubMed,
GenBank, ISI y otras).
Para el futuro se espera brindar más datos útiles e inéditos
sobre la comunidad sarcosaprófaga de interés medico-legal y
versiones en inglés y portugués de la información presente. Al
lector interesado sólo me resta invitarlo a visitar el sitio y
agradecerle sus comentarios y sugerencias, vía e-mail o
firmando el libro de visitas, para seguir mejorando el servicio.
Bibliografía
Centeno, N. & A. Perotti. 1999. Acaros vinculados a procesos de descomposición de
cadáveres y sus posibles asociaciones foréticas. En: Resúmenes de la XIX Reunión
Argentina de Ecología, Tucumán, p. 94.
Leclerq, M. 1978. Entomologie et Médicine Légale. Datation de la mort. Colletion de
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Mégnin, J. P. 1887. La faune des tombeaux. C.R. Acad Sci Paris 105: 947-951.
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Scampini, E., A. Cichino & N. Centeno. 2002. Especies de Carabidae asociadas a cadáveres
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Fauna flebotomínica en la provincia de Tucumán:
aspectos ecológicos y asociación con leishmaniasis
ELIZABETH CÓ RDOBA LANÚ S
CONICET-INSUE
Fac. Cs. Nat. e IML-UNT
e-mail:
La leishmaniasis es una zoonosis re-emergente de alto
impacto en salud pública, es endémica de zonas rurales y
periurbanas de 88 países de áreas tropicales y subtropicales
(excepto Australia). Se estima que alrededor de 368 millones
de personas están en riesgo de contraer la enfermedad, con 2
millones de casos nuevos por año. Sin embargo tan sólo
600.000 son reportados oficialmente. (WHO, 1993; Desjeux,
1999).
Su transmisión está fuertemente condicionada por la
densidad y distribución temporal de sus vectores, así como
por factores climáticos y antropológicos. La enfermedad se
puede presentar en tres formas clínicas: leishmaniasis cutánea
(LC), mucocutánea (LMC) y visceral (LV), pudiendo evolucionar
a diferentes estados clínicos dependiendo principalmente de
la virulencia de la especie y de la inmunología del paciente. El
agente causal de la leishmaniasis humana es un protozoo
parásito del hombre y otros mamíferos, perteneciente a la
familia Tripanosomatidae. Este, es transmitido por la picadura
de un díptero perteneciente a la famila Psychodidae,
subfamila Phlebotominae. Solo dos géneros contienen
especies antropofílicas: Phlebotomus en Europa, Asia y Africa,
y Lutzomyia en América. Raramente algunas especies del
género Sergentomyia, las que se alimentan principalmente de
reptiles, pueden hacerlo del hombre pero no hay evidencia de
que sean transmisores de enfermedades al mismo.
En la Argentina se registra la enfermedad desde 1916, en las
provincias del centro-norte desde Corrientes-Santiago del
Estero, donde se han identificado brotes epidémicos en
1985/87 y 1997/98, con focos menores que comprometieron
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a la provincia de Tucumán. La enfermedad fue usualmente
diagnosticada en casos aislados, en su mayoría de sexo
masculino, y la transmisión estuvo tradicionalmente
relacionada con las actividades como deforestaciones para
agricultura, construcción de carreteras y tendido eléctrico, ya
que estas ocupaciones en la selva posibilitaron los contactos
hombre-vector (Mazza, 1926; Bejarano, 1959; Dedet, 1990).
Sin embargo, recientemente también se ha demostrado la
existencia de una transmisión periurbana. En las últimas
décadas se han reportado brotes epidémicos de leishmaniasis
en zonas sin algún registro anterior de casos o con niveles
bajos de transmisión endémica. (Olivera Neto et al, 1988;
Walsh et al, 1993; WHO, 1990).
Esta enfermedad puede generar incapacidad laboral
dependiendo de la localización y multiplicidad de las lesiones,
sumada al tiempo de duración del tratamiento y los efectos
de la droga terapéutica utilizada. Así también la leishmaniasis
puede contribuir a incrementar la mortalidad por otros
procesos infecciosos a los que se asocia o facilita.
La leishmaniasis tegumentaria, con sus formas clínicas
cutánea y mucocutánea, está presente en nuestro país
(Bernasconi, 1930). Hasta el momento la identificación de
parásitos aislados de pacientes de Argentina, indica que éstos
pertenecen al complejo braziliensis (Campanini et al, 1993;
Sosa Estani et al, 1998). Así también, en el chaco salteño se
determinó la presencia de Leishmania (Leishmania)
amazonensis por análisis isoenzimático (Frank et al, 2000).
Actualmente están citadas 17 especies de Lutzomyia
distribuidas en 11 provincias argentinas (Castro, 1959;
Salomón, 1998, 2001).
En territorio nacional hasta la década del 80 se registraban
unos 40 a 90 casos anuales (Bernasconi, 1930; Cedillos y
Watson, 1988). Entre 1954 y 2000 se notificaron 6828 casos
de leishmaniasis en el país, correspondiendo el 74% a la
última década (Salomón, 2002). Solo en la provincia de
Tucumán entre 1991 y 1996 se notificaron 232 casos de
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leishmaniasis, donde el conocimiento sobre sus vectores era
virtualmente nulo.
Los objetivos planteados en este trabajo fueron determinar la
diversidad de la fauna flebotomínica de Tucumán así como su
distribución y abundancia analizando las condiciones
climáticas y fitogeográficas de la zona de estudio. Estos
estudios contribuirían a diseñar medidas efectivas de control
del vector. También se propuso estudiar y analizar la
distribución de flebótomos asociados a casos de transmisión
humana de leishmaniasis, realizando búsqueda de infección
en los posibles vectores.
Se realizaron colectas estacionales de Phlebotominae en cinco
localidades de la provincia y colectas periódicas cada 10-15
días en una de ellas para obtener un perfil anual de
abundancia. Estas consistieron de muestreos con mini
trampas de luz tipo CDC y trampa Shannon modificada con
cebo humano protegido, durante tres horas desde la caída del
sol, dos noches consecutivas.
El material colectado correspondió a tres especies: Lu. neivai
(complejo Lu. intermedia), Lu. migonei y Lu. shannoni, esta
última citada por primera vez para la provincia de Tucumán.
Lutzomyia neivai fue la especie más frecuente (96.5%).
La abundancia de Lu. neivai en trampas CDC y Shannon, en
bosque secundario y ambientes modificados, y su prevalencia
en ambientes peridomésticos relacionados a casos humanos,
como su hábito antropofílico (captura de hembras mediante
trampa Shannon con cebo humano) soportan la hipótesis de
su incriminación como vector de leishmaniasis en el área de
estudio.
Actualmente se está trabajando en la detección de infección
por medio de técnicas diagnósticas moleculares en muestras
de Phlebotominae (Lu. neivai) colectados durante el presente
estudio y de pacientes con diagnóstico de leishmaniasis de la
provincia de Tucumán.
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Esta tesis se desarrolla desde el año 1999 bajo la dirección de
los Dres. Mercedes Lizarralde de Grosso y Oscar Daniel
Salomón.
Bejarano, J. F. 1959. Complejo patógeno de la leishmaniasis en la República
Argentina. En: Resúmenes 1ras. Jornadas de Entomoepidemiología
Argentinas, Buenos Aires, 2, pp. 805-832.
Bernasconi, V. E. 1930. Consideraciones sobre el censo de leishmaniasis. Rev. Soc.
Patol. Reg. Norte 5: 590-602.
Campanini, A. R., A. Cíngara & N. Saravia. 1993. Caracterización in vitro de aislados
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Castro, M. 1959. Diptera: Psychodidae-Phlebotominae. En: Resúmenes 1ras.
Jornadas de Entomoepidemiología Argentinas, Buenos Aires, pp. 545-546.
Cedillos, R. A & B. C. Walton. 1988. Leishmaniosis: Special situations in other areas
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Leishmanioses, Ellipses Aupelf/Uref, París, pp. 227-236.
Frank, F. M., M. M. Fernandez, C. E. Caffaro, P. Cajal, V. Soccol, N. Taranto & E. L.
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chaco salteño: respuesta humoral, infección doble con T. Cruzi y especies de
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Invitado:
Entrevistador:
Ficha Técnica
Cargos desempeñados
Antecedentes científicos
Profesor Carlos S. Carbonell
María Marta Cigliano
Carlos S. Carbonell nació el 22 de Diciembre de 1917, en Montevideo, Uruguay.
Títulos obtenidos
-Ingeniero Agrónomo. Facultad de Agronomía, Universidad de la República, 1945.
-Master of Science (Major in Entomology), University of Maryland, College Park,
Maryland, EEUU, 1947.
Distinciones honoríficas más destacadas
1978 Diploma de Honor al Mérito por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de
La Plata.
1979 Honorary Member de la Orthopterists' Society, EEUU.
1993 Socio Honorario de la Sociedad Entomológica Argentina.
1993 Profesor Emérito de la Facultad de Agronomía, Universidad de la República,
Montevideo.
1996 Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias, Universidad de la República,
Montevideo.
-1987-actual. Investigador (Grado 5) del Programa de Desarrollo de las Ciencias
Básicas (PEDECIBA), Montevideo.
-1985-1990. Profesor de Entomología y Director del Departamento de Entomología
en la Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo.
-1980-1990. Dictado de clases de postgrado para la maestría en Zoología en la
“Universidade Federal do Rio de Janeiro”, Anatomía y Morfología de insectos y
Orthoptera.
-1981-1986. Investigador del “Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientifico e
Tecnológico (CNPq)” de Brasil en el “Museu Nacional da Universidade Federal do Rio
de Janeiro”.
-1958-1975. Director del Departamento de Entomología, Facultad de Humanidades
y Ciencias. Uruguay.
-1947-1975. Profesor de Entomología, Facultad de Humanidades y Ciencias.
-1951-1974. Jefe del Laboratorio de Biología de Insectos, Facultad de Agronomía.
-1942-1958. Entomólogo, División de Sanidad Vegetal, Ministerio de Ganadería y
Agricultura. Uruguay.
Es autor de más de 70 trabajos científicos. Ha recibido subsidios de la “Rockefeller
Foundation”y del “U. S. Department of Agriculture”. Fue becario del “Institute of
International Education” realizando estudios de postgrado en la “University of
Maryland”, EEUU y de la “John Simon Guggenheim Memorial Foundation”
realizando investigaciones sobre la taxonomía de acridoideos de la región
Neotropical. Durante el período 1964-1970 llevó a cabo diversas pasantías en
museos de EEUU (U. S. National Museum, Academy of Natural Sciences of
Philadelphia, Museum of Zoology of the University of Michigan) y de Europa
(Museum National d'Histoire Naturelle, British Museum) con los correspondientes
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especialistas (A. Gurney, J.A.G. Rehn, H. Grant, T.H. Hubbell, I. Cantrall en EEUU; L.
Chopard, M. Descamps, B.P. Uvarov, V.M. Dirsh en Europa). Llevó a cabo estudios
sobre las especies de Orthoptera: Acridoidea neotropicales en todas las colecciones
de América del Sur, EEUU y Europa que albergan los materiales tipo de las mismas.
Colabora con dos de las más grandes colecciones de Acridoidea neotropicales del
mundo, la “Academy of Natural Sciences of Philadelphia” desde 1966 y con el
“Museu Nacional, Universidad Federal do Rio de Janeiro” desde 1980, en la
identificación y ordenamiento del material. Desde 1932 ha realizado, en forma
ininterrumpida hasta el presente trabajos de campo en Uruguay, Brasil, Argentina,
Bolivia, Chile, Paraguay y Perú.
Actividades docentes
Ha dictado numerosos cursos de grado y postgrado sobre Entomología, Morfología
y Anatomía de Insectos y Biogeografía en Uruguay y Brasil y ha sido la persona
responsable de iniciar la docencia en Entomología Básica en el Uruguay. Ha
dirigido numerosos trabajos de tesis de maestría y doctorado.
El profesor Carbonell es un destacadísimo especialista en Orthoptera
neotropicales, de reconocimiento y prestigio internacionales por la excepcional
calidad y utilidad de sus contribuciones científicas. Ha llevado a cabo revisiones de
géneros y tribus de casi todas las subfamilias de Acridoidea neotropicales. La
precisión y la exactitud de la información brindada caracterizan sus trabajos,
reforzados por datos provenientes de su vasta experiencia de campo e
ilustraciones propias de exquisita calidad, y nutridos de hipótesis biogeográficas y
evolutivas de los taxa estudiados. Como ejemplo, basta con mencionar su más
reciente contribución (2002) editada por la Orthopterists Society sobre la revisión
de la tribu Phaeopariini (Acridoidea: Romaleidae). Se trata de una persona
sumamente accesible y abierta, que brinda sus conocimientos desinteresadamente.
Su entrega al estudio de la Entomología contagia entusiasmo y pasión para quien
tiene la suerte de interactuar con él.
A continuación se brinda la entrevista que mantuve con él:
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¿Nos puede contar cómo fueron sus comienzos en el área
de la entomología y la acridiología, y por qué eligió a las
tucuras?
Creo que mi interés por los insectos nació muy
tempranamente, o es quizá congénito. Uno de mis primeros
recuerdos -yo debía tener entre 4 y 5 años a juzgar por la
casa en donde vivíamos- es que criaba insectos en viejas cajas
de cartón, alimentándolos de lo que yo suponía que comían.
Recuerdo como uno de los inolvidables, una gran tucura
cuyas alas eran rojas, seguramente Xyleus discoideus a la luz
de mis conocimientos posteriores. Esa especie aún sobrevive
en parques y jardines de la ciudad. Pero mi relación con las
tucuras se interrumpió a partir de ahí, y sólo se renovó
muchos años después. Se interrumpió mi relación con las
tucuras, no con los insectos en general que continuó sin
pausas hasta ahora. Desde la infancia, mi interés permanente
era ir al campo. No solamente por los insectos, me fascinaba
la naturaleza en general, y eso sigue ocurriendo ahora. Quería
ir al campo, no importaba dónde, pero al campo. Y allí recogía
insectos y hacía una colección. Naturalmente que no sabía
cómo prepararlos ni cómo conservarlos, y esa colección se
perdía posteriormente, en general devorada por derméstidos.
Pero lo importante era hacerla. También en el Montevideo de
entonces era posible colectar insectos. Desde mis ocho años,
mi familia vivió en una zona costera de la ciudad, ahora una
de las más densamente pobladas, pero entonces con grandes
extensiones de terrenos baldíos. En ellos podía siempre
colectar insectos, y muchos acudían por las noches a las luces
de las calles.
En el desarrollo de mi vocación me ayudó mucho mi padre. Él
no era naturalista, pero era un gran educador, y fomentó en
cada uno de sus hijos los intereses que vio aparecer
espontáneamente en ellos. A mí me compraba libros de
divulgación sobre insectos. En general un poco frustrantes,
pues eran de origen europeo, y yo no podía reconocer en ellos
ninguna de las especies que en mi país encontraba, excepto
algunas domésticas cosmopolitas, que eran las que menos me
interesaban. Creo que de esa frustración nacieron mis
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primeras nociones sobre biogeografía. Descubrí entonces que
los insectos no eran los mismos en todo el mundo, como al
principio me había imaginado.
¿Por qué elegí las tucuras? Como muchos entomólogos, mi
primer amor fueron los coleópteros. Tan hermosos, tan
abundantes, tan fáciles de conservar. Creo que yo nunca elegí
las tucuras; mas bien ellas me eligieron a mí. En mis primeros
años de trabajo en el Ministerio de Agricultura, ocurrieron
períodos de sequía, y paralelamente, explosiones
poblacionales de tucuras en Uruguay. De manera que mis
obligaciones de trabajo me llevaron obligatoriamente a
trabajar con tucuras. De acuerdo al Ministerio, principalmente
en su control. Uruguay es un país ganadero, y las tucuras
competían con el ganado de manera ruinosa para los
estancieros. De manera que era necesario dedicarse a las
tucuras. Pero mi vocación de naturalista me hacía preferir su
identificación a su control, y al principio me desesperaba no
saber ni siquiera el nombre de muchas de sus especies.
Liebermann fue mi gran ayuda en aquellos tiempos. Y a
fuerza de trabajar con ellas, terminaron interesándome más
que la mayoría de los otros insectos, sobre todo desde el
punto de vista de su taxonomía.
Cuando a los 12 años entré en la enseñanza secundaria,
encontré que uno de mis compañeros de clase en el Liceo
tenía idéntico interés por los insectos. Pero él había llegado
un paso más adelante, y se había relacionado con quien yo
creo era el único entomólogo -en el verdadero sentido de la
palabra- que entonces existía en Uruguay. Se llamaba Juan
Tremoleras. De una familia que había sido rica, había recibido
una excelente educación, y sabía a la perfección latín,
francés, inglés y alemán. Interesado también desde su
infancia en ciencias naturales y particularmente en
entomología, no sólo las había estudiado a fondo, sino que se
había relacionado ampliamente con entomólogos de todo el
mundo, particularmente de Alemania, Francia, Inglaterra,
¿Quién (o quiénes) fue el profesor o entomólogo que mayor
influencia tuvo en su formación?
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EEUU y desde luego la Argentina, donde su gran amigo era
Eduardo L. Holmberg. Cuando yo lo conocí él tenía 60 años, y
era un hombre prematuramente envejecido, quizá por las
muchas dificultades que había encontrado en su vida. En los
tiempos que le había tocado vivir, era difícil ganarse la vida
como naturalista. Nunca se había interesado en los negocios
de su familia, y como consecuencia, éstos habían
desaparecido y él era un hombre relativamente pobre, que
vivía modestamente en un suburbio alejado de Montevideo.
Su casa quedaba, con relación a la mía en el otro extremo de
la ciudad. Pero allí llegaba prácticamente todos los domingos,
por medio de varios medios de transporte público abordados
sucesivamente. Allí también llegaban Eduardo F. Acosta y
Lara, el condiscípulo liceal que me había llevado a él, y varios
otros interesados en las ciencias naturales. Las reuniones en lo
de Tremoleras eran para mí, fascinantes. Era un excelente
especialista en coleópteros, particularmente Carabidae y
Cicindelidae. Pero tenía un conocimiento general de la
entomología y de la fauna del Uruguay, incluyendo sus
vertebrados, que a mí me deslumbraba. De Tremoleras
aprendí todo lo básico en entomología, y principalmente las
técnicas de recolección y conservación de insectos, la
importancia de las colecciones entomológicas, el registro de
las localidades de colecta, datos ecológicos, etc. Me enseñó
incluso a hacer cajas para colección del tipo Deyrolle, con
fondos blandos de médula de las inflorescencias del Agave. En
aquellos años no existían aún las substancias plásticas que
ahora se usan para ese fin. Había que emplear corcho, que era
en general muy duro, o unas planchas de turba importadas de
Europa, muy caras y difíciles de obtener. Lo más accesible
entonces para mí era la médula de Agave, secada y cortada en
planchas, muy superior al corcho que era entonces el otro
material accesible. Aún conservo como recuerdo, un recibo de
la casa Albert Winkler de Viena, fechado en 1932, por la
compra que hice por correo de mil alfileres entomológicos
inoxidables Krupp, de acuerdo a sus consejos e instrucciones.
Las conversaciones de Tremoleras, no sólo con nosotros sino
con otros naturalistas que frecuentaban sus reuniones
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dominicales, fueron mi primera escuela de ciencias naturales.
Indudablemente, de él aprendí bastante más que
entomología, porque era un hombre de gran inteligencia y
muy variados intereses. Infortunadamente mi relación con él
no duró mucho. A principios de 1934, para mi gran pena y
consternación, Tremoleras falleció luego de una brevísima
enfermedad.
En relación también con esta época de mi vida, recuerdo a mi
padrino, que era agrónomo y se dedicaba a su profesión,
principalmente arrendando campos y trayendo de Brasil
ganado para engordar. Donde él estuviera en ese momento,
yo pasaba mis vacaciones, recorriendo campo y colectando
insectos, sobre todo coleópteros en esa época, seguramente
por influencia de Tremoleras. Conocí entonces varias partes
muy interesantes de mi país particularmente en el norte y en
el litoral del Río Uruguay.
Pero en mi formación como entomólogo, aunque de
Tremoleras vino la muy importante y sólida iniciación, debo
recordar a otro profesor decisivo. En 1945, obtenido ya mi
título universitario, busqué la manera de hacer estudios de
posgrado en entomología. Estaba en esa época en
Montevideo, un entomólogo estadounidense llamado Harry L.
Parker. Había estado a cargo en Francia de un laboratorio del
U. S. Dept. Of Agriculture que buscaba en Europa enemigos
naturales de los insectos-plaga de origen europeo
establecidos en los EEUU. Desplazado de Francia por la
guerra, este laboratorio estaba entonces provisionalmente en
Montevideo. El Dr. Parker conocía la enseñanza de
entomología en los EEUU. Al saber que mis intereses eran
sobre entomología básica, principalmente morfología y
taxonomía, me aconsejó la Universidad de Maryland. Allí
enseñaba morfología nada menos que R. E. Snodgrass, y había
también un notable profesor de taxonomía cuyo nombre no
recuerdo, ya que nunca lo llegué a conocer. En aquellos años
era relativamente fácil obtener una beca para estudiar en
EEUU, de manera que pude viajar a Maryland a fines de 1945.
Allí me esperaban dificultades. El curso de taxonomía no se
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dictaría ese año. Y para el de morfología, yo era el único
aspirante. De manera que R. E. Snodgrass, que tenía su
laboratorio en Washington, a muchos kilómetros de distancia,
no vendría a la universidad una vez por semana por un solo
estudiante. Ante mi evidente decepción, mi “advisor” de
estudios consiguió reunir los restantes cursos a seguir en
cuatro días de la semana, reservando uno para que yo viajara
a Washington a pasar un día entero en el laboratorio de
Snodgrass. Aunque tuve allí otros buenos profesores como E.
N. Cory en Entomología Agrícola, desde luego que Snodgrass
fue mi gran profesor. Nunca me dio una clase formal. Me
daba trabajos para leer, y después conversaba conmigo acerca
de ellos y aclaraba mis dudas. También me enseñó a disecar, y
sobre todo a ver, que tratándose de morfología de insectos no
es tan fácil como parece. Recuerdo la primera vez que traté
de disecar los músculos de una cucaracha. Al abrir el
tegumento apareció una masa de tejido muscular, en la cual
yo no era capaz de distinguir nada. Snodgrass se asomó al
microscopio y en un instante hizo un muy simple esquema de
lo que estaba allí, con la ayuda del cual yo pude verlo sin
ulteriores dificultades. Recuerdo que una vez le pregunté qué
quería decir una parte de un trabajo que había leído y que no
conseguía entender. Snodgrass lo leyó y sonrió: -esto no es
comprensible- me dijo -porque el autor no sabe exactamente
lo que ha querido decir. Para escribir con claridad es
indispensable saber muy bien qué es lo que se quiere
expresar-. Cuando, terminado el primer semestre, Snodgrass
me sugirió que hiciera mi tesis con él, me pareció maravilloso.
Snodgrass era un hombre simple y amable en su trato, y yo
me sentí siempre muy a gusto con él. Hablando de su famoso
texto de “Insect Morphology” me decía (en 1946!) que ya
estaba anticuado y que había muchas cosas en él para
modificar, pero que la editorial se negaba a hacer una nueva
edición de un texto tan caro. Tremoleras primero y luego
Snodgrass, en circunstancias y niveles muy diferentes, fueron
mis grandes profesores.
En lo que se refiere a la taxonomía, sobre la cual nunca asistí
a un curso, tuve que aprenderla por mi cuenta. Pero mi
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contacto personal, primero con Tremoleras que era
primordialmente un taxónomo, y luego con muchos grandes
especialistas en esa disciplina durante mis actividades
profesionales, y la lectura de sus trabajos, fue desde luego
mejor que todos los cursos imaginables.
En lo que a mis estudios formales en Uruguay se refiere, esto
no tiene mucho que ver con mis estudios de entomología. Por
Tremoleras me había enterado de que el lugar indicado en la
región para hacer una carrera en Ciencias Naturales era desde
luego la Universidad de La Plata. Pero trasladarme a La Plata
para estudiar estaba entonces fuera de mis posibilidades.
Buscando los estudios universitarios que en mayor grado me
permitieran relacionarme con la naturaleza, elegí finalmente
la Facultad de Agronomía. Allí sólo se enseñaba, quizá como
una materia secundaria, Entomología Agrícola, que ofrecía
para mí un interés muy relativo. En aquella época esa
facultad tenía muy pocos estudiantes. En mi grupo éramos
solamente 14, y por lo tanto, nuestra relación con los
profesores era muy cercana y personal. Uno podía quedarse
después de la clase y preguntar al profesor acerca de sus
dudas. De mi profesor de Entomología en la facultad, creo
que aprendí muy poco, fuera del uso de algunos insecticidas
que ahora ya no existen. En cambio tuve una excelente
relación con mi profesor de Botánica, el Ing. Agr. Arturo
Montoro Guarch, a quien ya conocía de las reuniones en casa
de Tremoleras, y que era un naturalista por vocación.
Recuerdo que Montoro llevaba durante los fines de semana,
uno de los microscopios binoculares estereoscópicos de la
Facultad a la casa de Tremoleras para que éste pudiera usarlo
en sus estudios.
Eso no existía entonces en la Facultad de Agronomía de una
manera formal. Lo más parecido a ello era lo que he
mencionado, quedarse después de clase para hacer preguntas
al profesor. Cada uno lo hacía para las materias que le
¿Cómo era la relación entre profesores y alumnos?
¿Se realizaban reuniones de discusión?
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interesaban, y su resultado dependía en mucho de la
personalidad de cada profesor. En mi caso, me quedaba con
frecuencia en Botánica. A veces también en Geología, que
dictaba Karl Walther, un notable geólogo alemán que inició
los estudios de esa ciencia en Uruguay. Pero en relación a mi
educación, formal e informal, queda aún mucho por decir, y
esta pregunta está relacionada con ello.
Siendo aún estudiante de agronomía, comencé a trabajar en
el Laboratorio de Entomología Agrícola del Ministerio de
Ganadería y Agricultura, como se llamaba entonces. Allí me
tocó en suerte tener como jefe al Ing. Agr. Francisco Mesa
Carrión, el padre del Dr. Alejo Mesa, actualmente uno de los
mejores especialistas en citogenética y citotaxonomía de
ortópteros. Don Francisco era un hombre excelente y sabía de
Entomología Agrícola mucho más de lo que yo había
estudiado en la facultad. Aprendí mucho de él sobre la
materia, y aprendí también cómo relacionarme con la gente
de campo, para lo cual él tenía conocimientos de psicología,
en parte intuitivos y en parte adquiridos por su larga
experiencia, que resultaban muy eficaces y que eran
fundamentales en su trabajo de extensión y divulgación. Con
Don Francisco yo salí por varios años a recorrer
establecimientos agrícolas de los alrededores de Montevideo,
lo que me permitía en cierto modo colectar algunos insectos
que me interesaban. Más adelante, y ya con más experiencia,
desde mi modestísimo cargo en el laboratorio nombrado,
aprovechaba todas las oportunidades posibles para viajar al
interior del país, que no eran pocas. Me di cuenta entonces
que a mis colegas agrónomos radicados en Montevideo, no
les gustaba en general el campo, y preferían los trabajos de
oficina y laboratorio. De manera que cuando aparecía un
problema entomológico en cualquier parte del país, cuanto
más lejos mejor, yo me ofrecía para ir a estudiarlo, y obtenía
ese viaje sin dificultad. No me importaban los largos trayectos
en ferrocarril (a veces nocturnos e invernales) única manera
entonces de llegar a ciertos lugares alejados. En esos viajes,
después de haberme ocupado del problema en cuestión,
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aprovechaba para quedarme un tiempo más y salir a colectar
en el campo.
En la época de mi formación como entomólogo,
prácticamente inexistentes en relación con la universidad. Los
que ya he mencionado como actividades privadas o en
relación con mi trabajo son los únicos que en esa época llevé
a cabo. Los viajes de colecta que realmente fueron
organizados para dicho propósito en nuestra universidad,
comenzamos a realizarlos por 1951 el Prof. Raúl Vaz-Ferreira
para vertebrados, y yo para Entomología. En 1950 había
logrado reunir suficiente dinero como para comprarme una
camioneta Ford son, de la época, el vehículo más barato y
también uno de los más lentos e incómodos que se hayan
fabricado. Pero en el contexto de mi vida, el más maravilloso
que haya tenido. Con esa camioneta, comencé a recorrer
sistemáticamente el Uruguay y acampar en los lugares menos
frecuentados, para realizar trabajos de campo y colectar
insectos. Al principio solo, más tarde, con mis hijos pequeños,
y finalmente con algún estudiante.
Durante mis primeros años como investigador, no tuve
soporte de ninguna institución para mi trabajo. Excepto, por
supuesto, los escasos recursos de aquellas donde trabajaba. En
1947, al regresar de los EEUU con mi título de posgrado (M.
Sc.) fui contratado para dar un cursillo de Entomología de
tres meses en la recién creada Facultad de Humanidades y
Ciencias. Ese trabajo se transformó a los pocos años en un
cargo permanente que obtuve por concurso. En 1951 gané,
por concurso, un cargo docente en la Facultad de Agronomía,
para el estudio de Biología de Insectos que me permitió dejar
el Ministerio y dedicarme a los dos cargos en la universidad.
Durante mi trabajo en este último, obtuve recursos de la
Rockefeller Foundation para la construcción de un insectario,
para la adquisición de un vehículo con tracción en las cuatro
ruedas, y para adquirir un importante núcleo de literatura
¿Cómo eran los viajes de colecta?
¿Qué instituciones subvencionaban sus investigaciones?
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entomológica para la biblioteca de dicha facultad. Esa fue la
primera subvención importante para mi trabajo de
investigación.
La segunda provino, en 1961, de la llamada “Ley de
Excedentes Agrícolas” del Departamento de Agricultura de los
EEUU, que financió por cinco años mi trabajo de
investigación, incluyendo un viaje a los EEUU (Philadelphia,
Washington, Boston) para estudiar por primera vez los tipos
depositados en diversos museos. Esta subvención me permitió
además contratar personal y realizar extensos viajes de
colecta, principalmente en Brasil, Paraguay y partes de
Argentina.
En 1969, la obtención de una beca de la Guggenheim
Foundation, me permitió pasar casi un año fuera del país,
estudiando en los museos de EEUU y Europa, los tipos de los
acridoideos neotropicales guardados en sus colecciones.
Posteriormente he recibido muchos aportes menores para mis
permanencias en diversos museos del extranjero, casi siempre
provenientes de los mismos museos, a veces de instituciones
de fomento cultural.
Asimismo es necesario mencionar en este rubro, una
“subvención” de la que generalmente poco se habla. Es la que
proporciona la propia familia en amor, ayuda y comprensión.
Mirando hacia atrás a veces me sorprende por ejemplo ver
cómo mi esposa ha soportado mi continua, a veces fanática
dedicación a la entomología, mis innumerables cajas llenas de
bichos, mis prolongadas ausencias por viajes de estudio y de
campo, y a veces las arañas peludas o las víboras que traje del
campo para colegas y amigos zoólogos y que ocasionalmente
se escaparon en casa la noche de mi regreso. A pesar de su
nombre femenino, la entomología nunca despertó celos en mi
casa.
Al referirme a los apoyos recibidos para mis investigaciones,
quizá corresponda nombrar también algunos obstáculos para
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ellas. En 1974 se instaló en Uruguay la funesta dictadura
militar que tanto daño hizo a mi país. La universidad fue
intervenida, las condiciones de trabajo en ella se deterioraron
y el apoyo a la investigación pura prácticamente desapareció.
Debí renunciar entonces a mi cargo en la Facultad de
Agronomía, que ya dejaba de tener sentido (poco tiempo
después el insectario con todo su equipo fue destruido por un
incendio, y el Land Rover donado por la Fundación
Rockefeller dedicado a tareas administrativas). Me refugié
entonces exclusivamente en la Facultad de Humanidades y
Ciencias, de donde la dictadura me expulsó en 1976. Yo
estaba entonces en el Río Madre de Dios en la Amazona
Peruana, donde pasé entonces tres meses en compañía de
Marius Descamps. Me enteré del hecho por una carta al
volver a Lima, y recuerdo que me sentí feliz de haber dejado
de pertenecer a aquella universidad intervenida. Mis amigos
entomólogos en Brasil, entre ellos Alejo Mesa en Sao Paulo y
Miguel A. Monné en Río de Janeiro, se desvivieron para
encontrarme trabajo allí, y fue Monné quien primero
consiguió que el “Conselho Nacional de Pesquisas” de Brasil
me contratara para la Universidad Nacional de Río de Janeiro,
con mi sede de trabajo en el “Museu Nacional”. Allí en Río de
Janeiro, donde trabajé casi por diez años, mi principal ayuda
para la investigación provino de fuente privada. El Dr. Carlos
Alberto Campos Seabra, investigador independiente en
Cerambycidae, que mantenía colectores en todo Brasil, les dio
orden (a instancias de Monné) de colectar también
Acridoidea, para lo cual les hizo aprender las técnicas de
colección y preparación adecuadas para este grupo (éstas
últimas inventadas por J. A. Rosas-Costa en Argentina). En
pocos años, la colección de acridoideos del Museo de Río se
transformó en una de las mayores, posiblemente la mayor, en
América Latina. Esta colección constituye hasta ahora uno de
los soportes más importantes para mi trabajo de
investigación. También lo fue en su momento para Marius
Descamps en el Museo de París.
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¿Qué colecciones revisó, y de cuál tiene los mejores
recuerdos?
Creo haber revisado todas las colecciones existentes que
guardan tipos de acridoideos sudamericanos. En Brasil,
además de la mencionada de Río de Janeiro, la del Instituto
Oswaldo Cruz y la del Museo de Sao Paulo. En Argentina las
del Museo de La Plata, Museo de Buenos Aires, del Instituto
Lillo. En EEUU las de Philadelphia (Academy of Natural
Sciences), Washington (U. S. National Museum), Ann Arbor (U.
of Michigan), Cambridge, cerca de Boston (Harvard
University), Lincoln (University of Nebraska). En Europa, las de
los museos de Paris, Madrid, Londres, Estocolmo, Uppsala,
Berlín, Halle, Viena, Torino, Ginebra, Leiden, Bruselas. Me es
difícil decir de cuál tengo los mejores recuerdos. Philadelphia
es desde luego mi segundo lugar de trabajo, y he vuelto allí
muchas veces. Su recuerdo está ligado a J. A. G. Rehn, Harold
Grant y H. R. Roberts con quienes trabajé tantos años en
excelente colaboración, y a muchos otros amigos que tuve y
tengo allí, actualmente Dan Otte. Ann Arbor siempre fue para
mi un lugar muy agradable, en otra época con T. H. Hubbell e
Irving Cantrall, ahora con Ted Cohn. Washington, con mi
inolvidable amigo Ashley Gurney. Londres, donde conocí y
traté bastante a B. P. Uvarov e hice amistad con V. M. Dirsh.
Dirsh era un hombre con fama de difícil y antipático y
ciertamente podía ser así cuando quería. Conmigo sin
embargo simpatizó desde el primer encuentro en 1961. Al
salir del Museo me invitaba a veces a un viejo bodegón
londinense cuyas paredes estaban ocultas por pilas de
toneles de roble conteniendo los mejores vinos de Madeira,
Oporto y Jerez. Otras veces me llevaba a cenar a un lujoso
restorán de Chelsea cuyos precios eran inaccesibles para mí.
Un lugar privilegiado en mi recuerdo es París, en cuyo Museo
traté primeramente al gran Lucien Chopard, más tarde a
Marius Descamps a quien me unió una gran amistad, y
actualmente a Christiane Amedegnato que es también una
dilecta amiga. En el Museo de Berlín trabajé con Kurt K.
Günther, quien más tarde visitó el Uruguay con una beca de
nuestra universidad. En Viena con Max Beier. Y no quiero
olvidar a Madrid, donde mi muy querido amigo Eugenio
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Morales-Agacino, recientemente fallecido, hizo siempre mis
estadías tan agradables. Estocolmo ha sido asimismo uno de
mis lugares predilectos, con las famosas colecciones de Stal,
De Geer, y Thunberg. En una reunión internacional en Londres
en 1970, el entomólogo ruso Bei-Bienko llevó, a mi pedido y
para mi estudio, unos pocos tipos de L. Bruner, que por haber
sido colectados en Perú por un ingeniero ruso de ferrocarriles,
estaban en la Universidad Lomonosov en Moscú. El pensar en
todos estos entomólogos, casi todos ellos ahora
desaparecidos, me hace sentir casi como el último
sobreviviente de una época ya pasada. Posiblemente eso es lo
que soy.
Cuando yo comencé a trabajar en entomología en Uruguay,
esta ciencia estaba aquí en sus comienzos. Actividades como
las de Carlos Berg (que estuvo en nuestro Museo de Historia
Natural antes que en Argentina) y mucho más tarde las de
Tremoleras, no habían hecho más que iniciarlas. Yo entré
como entomólogo de nuestro Ministerio de Agricultura, en
1941, y más tarde (1947) fui el primer docente de
Entomología no Aplicada en la Universidad. Cuando yo me
inicié, tanto Argentina como Brasil tenían, como era de
esperar, una pléyade de importantes entomólogos. Recuerdo
que, principalmente por mis actividades de Entomología
Aplicada en el Ministerio, me era necesario consultar
continuamente a los entomólogos argentinos. Por orden
alfabético aunque no en aquel tiempo de importancia para
nosotros, mencionaré a A. O. Bachmann, E. E. Blanchard, J. M.
Bosq, F. Bourquin, A. Breyer, J. A. De Carlo, L. De Santis, K. J.
Hayward, A. Ibarra-Grasso N. Kormilev, N. Kusnezov, A.
Ogloblin, R. N. Orfila, J. A. Pastrana, A. A. Pirán, R. A.
Ringuelet, J. A. Rosas-Costa, M. J. Viana y G. Williner, entre
otros. Siempre me sentiré en deuda con ellos, por su
constante y desinteresada ayuda. Más adelante, cuando
comencé a trabajar en Acridoidea, todas las identificaciones
Cuéntenos un poco acerca de su relación con los
entomólogos/acridiólogos argentinos: José Liebermann y
Ricardo A. Ronderos.
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nos las hacía José Liebermann, hasta que mis propios estudios
y trabajos me permitieron independizarme en este terreno. Mi
amistad con Ricardo Ronderos es posterior. Nuestra
comunidad de interés por los acridoideos hizo que, creo que
por 1958 ó 1959, nos pusiéramos en contacto, iniciando una
amistad y colaboración continua hasta su lamentada muerte.
Con Ronderos hicimos muchos viajes de colecta en Argentina,
uno de ellos también con Marius Descamps, excelente amigo
de ambos. Publicamos muchos trabajos juntos, y nuestra
amistad y colaboración fueron para mí, y seguramente
también para él, una de las buenas cosas de nuestra vida
profesional.
Seguramente no soy yo la persona más indicada para
responder esta pregunta. Ya al final de mi carrera, conozco
poco a los jóvenes entomólogos argentinos. Mis relaciones
profesionales son principalmente con el Museo de La Plata en
primer lugar, (Ringuelet y Ronderos primero, y ahora M. M.
Cigliano) y en parte también con el de Buenos Aires y el
Instituto Lillo de Tucumán. Mi impresión general es que la
entomología en Argentina sigue y seguirá estando como la de
Brasil, entre las primeras de América del Sur. Apoyada en una
sólida y brillante tradición y en una cantidad de instituciones
donde se desarrollan sus distintos aspectos, creo que seguirá a
través de períodos buenos como algunos del pasado y malos
como en general el presente, desarrollándose y creciendo
como lo ha hecho hasta ahora, si es posible en mayor y mejor
forma. Argentina es un gran país, y su ciencia siempre ha
tenido importantes figuras y una sólida producción. Desde la
perspectiva de mis largos años de trabajo, veo a la
entomología argentina como una máquina que no va a
detenerse en el futuro, sino que va a adquirir nuevos rumbos
y posibilidades.
¿Cómo ve la entomología argentina en la actualidad?
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¿Qué cosas considera Ud. que mejoraron en la entomología
con el tiempo, y qué cosas buenas considera que se
perdieron con él?
Esta es una pregunta que daría para escribir un libro, para
alguien más sapiente que yo, porque yo seguramente no sería
capaz de escribirlo. De todas maneras, creo que puedo dar
una respuesta, aunque muy parcial y limitada por mi propia
visión y actividades.
En primer lugar me parece que entre las mejoras que pueden
citarse para la entomología (y para la biología en general)
están las nuevas técnicas y sistemas de trabajo. La cladística,
que no existía en mis tiempos de formación, los estudios de
DNA y otros muy actuales, no podrán sino mejorar nuestro
conocimiento, muy inadecuado en ciertos aspectos, de la
naturaleza. Conceptos como el de deriva continental por
ejemplo, ya no tan moderno, han clarificado en mucho la
biogeografía. También actualmente ciertos temas de los que
antes no se hablaba específicamente, como conservación y
biodiversidad, y que ahora se han tornado más evidentes, no
dejan de ser en cierta manera beneficiosos también para la
entomología. Aunque espíritus limitados puedan considerar a
la taxonomía como una especie de filatelia complicada, lo
cierto es que ella proporciona una cantidad de elementos
para comprender los mecanismos de la evolución, la
biogeografía, y otros. Todo lo que contribuya al avance de la
taxonomía, como lo arriba citado, será un elemento muy
positivo para la biología evolutiva. Las nuevas técnicas como
las que he nombrado, siguen siempre un proceso similar.
Despiertan al principio un gran entusiasmo, y algunos
científicos creen que con ellas se va a resolver todo. Luego,
más lentamente, adquieren su verdadero e indudable valor
como nuevas herramientas de uso permanente y fecundo.
¿Qué cosas buenas se perdieron con el tiempo? Como viejo
que soy, creo que algunas. Los tiempos modernos no son
ciertamente de calma. Todo acontece y pasa cada vez más
rápidamente, y eso hace perder algo muy importante para el
estudio de la entomología (y de muchas otras cosas): la
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tranquilidad. Creo que ahora más que nunca el utilitarismo es
dominante. Quien investiga en algo de evidente utilidad
práctica es quien consigue más recursos. Fue afortunado que
Darwin, como “gentleman of leisure” que era, sin necesidad
de mantenerse por su trabajo, pudiera en calma y olvidándose
del mundo, desarrollar su Teoría de la Evolución. Pero no
todos tienen las posibilidades económicas de Darwin
(tampoco su cerebro desde luego). No es necesario sin
embargo pensar en las actividades de científicos de la altura
de Darwin. Al leer sus obras nos asombra la enorme cantidad
de información que recogió de científicos muy menores. Esos
trabajos aparentemente de poca importancia fueron los
ladrillos con los que construyó un gran edificio. También esos
científicos menores necesitaron de tranquilidad para producir
esos trabajos, muchos de ellos en su principio, aparentemente
inútiles. Cuando Faraday comenzó a investigar sobre aquel
fenómeno, casi desconocido en sus tiempos, la electricidad,
alguien le preguntó, quizás con ironía, para qué podría servir
eso. La tradición dice que Faraday le respondió: ¿para qué
sirve un recién nacido?. Él comenzaba a estudiar algo que
aparentemente no servía para nada, pero encontró, además
de su intuición, la calma y la tranquilidad de espíritu para
seguir estudiándolo.
Otra cosa muy importante se está perdiendo aceleradamente,
y es la naturaleza misma. La fauna de insectos de América
Central y Meridional es seguramente la menos conocida del
mundo y una de las más ricas e interesantes. Eso que se ha
dado en llamar “desarrollo” y que no sabemos exactamente
qué comprende, pero que encierra una gran dosis de deseos
de poder y avidez de riqueza por las personas que en parte
contribuyen a él, está terminando con la naturaleza en
muchas partes de América. De enormes y riquísimas
formaciones botánicas como la “Mata Atlántica” de Brasil,
quedan sólo fragmentos, y grandes porciones de su fauna y su
flora han desaparecido para siempre. Amazona también está
amenazada. Y no dudo que partes de Argentina, y de mi país
puedan correr la misma suerte. De manera que ésta es una de
las cosas buenas que se han perdido, que se están perdiendo
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con el tiempo. Esperemos, aunque ciertamente sin mucha
esperanza por el momento, que esta funesta tendencia se
corrija. Un poco menos de “desarrollo” y también menos
odios, intolerancias, fanatismos y guerras, sería muy bueno
para la humanidad y, por consiguiente, también para nuestra
querida entomología.
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Cochinillas Diaspididae (Hemiptera:
Coccoidea) frecuentes en plantas de
importancia económica de la Argentina
y Brasil
Lucía E. CLAPS y Vera Regina dos Santos WOLF
2003. ISSN 1666-4523
Publicación Especial de la Sociedad Entomológica Argentina. 3.
58pp., 63 figuras y 3 láminas color.
Essa publicação especial da Sociedade Entomológica
Argentina é mais uma importante obra de extrema
importância que vem preencher uma lacuna no
conhecimento das cochonilhas com escudo (Diaspididae). O
assunto se destina para aqueles profissionais que atuam em
taxonomia, manejo integrado de pragas, defesa fitossanitária,
extensionistas, entre outros. Basicamente, esta publicação
apresenta fotos coloridas de algumas das principais espécies
de cochonilhas em suas plantas hospedeiras; contém uma
chave para identificação dos gêneros que englobam as
espécies de importância econômica; apresenta para cada
espécie uma caracterização taxonômica acompanhada de
pranchas ilustrativas e no final uma relação das plantas
hospedeiras com as respectivas espécies de cochonilhas
associadas. Pela importância que essas cochonilhas
apresentam no contexto fitossanitário, os autores,
especialistas nesse grupo de insetos, estão de parabéns pela
iniciativa, cuidados na elaboração e pelo momento oportuno
da divulgação dessa obra.
por Miguel Francisco de Souza Filho
e-mail:
Los interesados en adquirir esta publicación contactarse con las autoras: Lucia
Claps ([email protected]), Vera Wolff ( ) o con la
SEA ([email protected])
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XI International Congress of Acarology
Del 8 al 13 de setiembre del año 2002 se realizó en la ciudad de
Mérida, capital del estado de Yucatán, México, el “XI
International Congress of Acarology” (XI ICA) organizado por la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto
de Biología de la UNAM, la Facultad de Ciencias UNAM y la
Sociedad Latinoamericana de Acarología (SLA). También se contó
con el apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal
Académico (DGAPA) de la UNAM, el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (CONACyT), la Universidad Autónoma de
Yucatán, el Gobierno del Estado de Yucatán, el Ayuntamiento de
Mérida, la Sociedad Mexicana de Entomología y el Colegio de
Posgraduados. Esta fue la primera vez que un Congreso
Internacional de Acarología se realiza en un país
latinoamericano, en años anteriores las sedes fueron países de
Norte América, Europa, Asia y Australia.
En esta ocasión, como ocurre desde el año 1974 y cada 4 años,
acarólogos de diferentes países de todo el mundo se reunieron e
intercambiaron ideas y experiencias sobre diferentes aspectos de
estos artrópodos. El congreso se realizó en su totalidad en el
Hotel Fiesta Americana, con actividades simultáneas en sus
múltiples salas. Esto permitió no sólo la concurrencia a diversas
actividades separadas por un breve lapso de tiempo, sino
también el encuentro fluído entre acarólogos de distintos países.
Además, debo destacar la actitud de la comisión organizadora
que facilitó los medios de transporte necesarios para trasladarse
desde la zona de la ciudad donde nos alojábamos gran parte de
los concurrentes hasta el mencionado hotel.
Concurrieron 245 participantes de 37 países. De Latinoamérica
hubo representantes de Brasil, Costa Rica, Cuba, Chile, México y
Venezuela, y solamente yo de la Argentina. Se presentaron 286
contribuciones, incluyendo 79 simposios, 124 pósteres y 83
presentaciones orales. La gran diversidad que presentan los Acari
en su biología, se vio reflejada en los temas de los simposios, que
se refirieron a los ácaros fitófagos, parásitos, asociados a
productos almacenados, garrapatas, ácaros de aves, genética y
biología molecular, biología poblacional de las arañuelas y sus
enemigos, bioecología, diversidad y filogenia de los ácaros en
ambientes tropicales naturales, ácaros relacionados con la
agricultura, hormonas y feromonas de las garrapatas y la
potencialidad de las mismas para su control, evolución, biología
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y etología de los Acari, ácaros importantes en cultivos tropicales,
ecología, morfología y comportamiento de los ácaros acuáticos,
patrones, procesos y relaciones de los ácaros del suelo. Las
presentaciones en pósteres (entre ellos el mío) y orales se
refirieron a diversos temas relacionados con la biodiversidad,
biología y ecología de los Acari. Además de la publicación de los
resúmenes de todas las contribuciones en un libro, los trabajos
completos actualmente se encuentran en etapa de arbitraje para
su posterior publicación en los Proceedings del XI ICA.
Simultáneamente al congreso se realizaron reuniones de la
Sociedad Latinoamericana de Acarología y del International
Journal of Acarology Board. Se comenzó a discutir sobre posibles
fechas y sedes del Primer Congreso Latinoamericano de
Acarología y sobre la sede del XII International Congress of
Acarology, que será en el año 2006 posiblemente en Sudáfrica u
Holanda.
El ICA también contó con actividades sociales, tales como una
recepción de bienvenida y una espectacular cena el día jueves en
el salón principal del hotel, donde se saborearon deliciosas
comidas típicas y se disfrutó del espectáculo brindado por el
Ballet de Yucatán, para luego continuar con el baile. También
destacados participantes fueron homenajeados en virtud de sus
relevantes contribuciones a la acarología. El día miércoles se
realizó una excursión opcional a las ruinas Mayas para conocer
el sitio arqueológico de Dzibilchaltun, Uxmal y la Hacienda Ochil
or Poxila, a la cual concurrimos la mayoría de los participantes.
Además, se ofrecieron diferentes tours por la ciudad y sus
alrededores para los acompañantes de los concurrentes al
congreso.
Esta fue mi primera participación en un congreso internacional
de acarología y quiero agradecerle a la comisión organizadora
por las facilidades económicas que me otorgaron y que
permitieron mi concurrencia. Por último quiero destacar la
cordialidad, dedicación y esfuerzo de los integrantes de la
comision organizadora, especialmente de su secretario, el Dr.
Juan B. Morales-Malacara, quien como dijo una colega “será
recordado en el futuro como el hombre que hizo que el XI ICA
fuera posible”. Esto sumado al clima amistoso que surgió entre
los participantes, a la excelencia del lugar físico, de su
equipamiento y de los trabajos científicos presentados, hicieron
que el XI ICA fuera un éxito.
por Marcela Lareschi
e-mail: [email protected]
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Marco legal para la comercialización y
control de fauna silvestre en Colombia
La ley nº 611 de 2000 dicta las normas para el manejo
sostenido de fauna silvestre, creando un nuevo marco jurídico
para regular el uso sostenible de la fauna silvestre de nuestro
país. En los Art. 9 y 12 se establece que es posible adelantar
trabajos de aprovechamiento de cualquier especie de fauna
silvestre a través de la zoocría, estableciendo la viabilidad y
las condiciones mínimas de carácter científico, técnico y
biológico tanto para desarrollar las actividades de caza con
fines de fomento como para el establecimiento de
zoocriaderos. La resolución nº 1317 de 2000 establece unos
criterios adicionales a las directrices de la enunciada ley, para
efectos de que las Corporaciones Autónomas Regionales
determinen la viabilidad de otorgar una licencia ambiental
que involucra las actividades de caza de fomento con fines de
zoocría, instalación y construcción del zoocriadero, fase
experimental y fase comercial.
En la resolución nº 1367 de 2000 se establece el
procedimiento para las autorizaciones de importación y
exportación de especimenes de la diversidad biológica que no
se encuentran listadas en los apéndices de la Convención
CITES. Esta se tramita ante el Ministerio del Medio Ambiente,
y el control y seguimiento se efectúa por medio de las
Corporaciones Autónomas Regionales.
En la actualidad no existen estudios detallados sobre aspectos
biológicos y el estado de amenaza para la totalidad de las
especies de mariposas y de escarabajos en Colombia. Es por
esta razón que ninguna de las especies de Colombia está
incluida en la lista de especies amenazadas de CITES. Sin
embargo, se señala un listado de especies amenazadas, cuyos
trabajos serían únicamente orientados hacia su conservación.
Existen referencias sobre las 14 familias de mariposas, y
también sobre escarabajos presentes en Colombia y su
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distribución dentro del territorio nacional, lo que hace viable
el planteamiento de programas de zoocría.
Existe una empresa en Colombia que está exportando
mariposas legalmente, quienes vienen trabajando hace varios
años en este proceso. Hay otros proyectos en camino que
están cumpliendo su fase experimental.
Pienso que hacia el futuro se deberá estandarizar el trasporte
de insectos para exportar, aunque creo que actualmente se
realiza con las condiciones técnicas para transporte de
insectos consignada en el manual de CITES u otras referencias
técnicas.
En Bogotá D.C. se encuentra el DAMA (Departamento
Administrativo del Medio Ambiente) quien efectúa las labores
de control de tráfico de especies y realiza los decomisos de
animales, los cuales son llevados a un centro de recepción de
fauna. Esta entidad cumple con las labores de la corporación
autónoma a nivel urbano.
Existen varios problemas en Colombia con respecto al tráfico
de especies, principalmente por la falta de infraestructura
operativa eficiente y además no hay sanciones drásticas al
respecto. La fauna decomisada es otro problema por el hecho
de mantenerla viva en estos centros, quienes reciben mucha
cantidad y variedad de especies, y es costoso su
mantenimiento, con el agravante de no saber su sitio de
origen para reintroducción y no contar con métodos claros
para realizar esta labor.
Algunos datos sobre decomisos de insectos en Bogotá (en
unidades):
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1998 1999 2000 Escarabajos 49 35 1 Mariposas 382 8 --- Tarÿántulas 39 39 ---
En Colombia existe el tráfico ilegal de insectos y nosotros
pretendemos colaborar para disminuir este problema. Una
manera efectiva es no comprar insectos que no tengan
licencia para comercializar (actualmente en Colombia sólo
una empresa tiene licencia para la comercialización de
mariposas).
También debemos crear conciencia en nuestro país, de que es
posible criar y comercializar insectos de manera legal,
mediante la reproducción de especies en cautiverio,
generando y promoviendo proyectos de conservación de
especies que son sometidas a tráfico y proporcionando
información y apoyo a las entidades de control para educar,
controlar y disminuir este grave problema. Todo es posible
mientras se contribuya al conocimiento y al bienestar del
hombre y su medio ambiente.
Nuestra empresa se encuentra realizando los trámites para
llevar a cabo un proyecto de uso sostenido de insectos para
conservación, investigación y comercialización de insectos
(mariposas y escarabajos). Para nosotros es importante que le
demos a los insectos el valor que se merecen y no permitir la
tenencia ni el comercio de ellos sin fines específicos.
por Camilo E. Barrios
Dir. Dpto. Técnico Industrias Bacom Ltda.
TANAMA insect farm-Bogotá-Colombia
e-mail: [email protected]
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Sinceras felicitaciones para la por haber
sido galardonada con el Premio Hermann Burmeister 2002
(mención Zoología), otorgado anualmente por la Academia
Nacional de Ciencias.
Dra. Adrina Marvaldi
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CURIOSIDADES…
Todo este misterio comenzó cuando realizábamos trabajos de
campo en la selva marginal de Punta Lara (Partido de Ensenada,
Prov. de Buenos Aires), durante 1989. Cada quince días,
rigurosamente, visitábamos un pequeño “pantano” cubierto de
pleuston y, pacientemente, revolvíamos durante horas las
plantas acuáticas en busca de heterópteros y coleópteros
acuáticos y semiacuáticos.
Al poco tiempo de iniciar los trabajos observamos que, tanto en
las redes como en los embudos de Berlese-Tullgren, aparecían
unos objetos pequeños cilíndricos o discoidales, color pardo o
blanquecino y translúcidos.
Ante la intermitencia de la arcana aparición, comenzamos a
observarlos con más detenimiento. Eran muy livianos (flotaban
en el agua) y fáciles de rayar con la punta aguda de una pinza o
alfiler. La única cosa segura era que ¡vivos no estaban! A pesar de
todo, consultamos con la mayoría de los colegas a mano:
zoólogos, botánicos, paleontólogos y geólogos. Nadie reconoció
nada atinente a su especialidad.
Frustradas, abandonamos por un tiempo la búsqueda de
información.
Años después, ya más desganadamente, consultamos al Dr.
Bachmann que, como siempre, observó los misteriosos objetos y
dijo alegremente: es polietileno en bruto (comercialmente se
llaman grumos de polietileno), se utiliza como materia prima
para el film de polietileno y suele derramarse en los
desembarcos de bolsas en el puerto.
Así entendimos por que los encontramos flotando entre las
plantas del “pantano”; este tiene conexión con el Río de La Plata
por medio del canal que va desde la localidad de Villa Elisa hasta
Punta Lara.
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Recordando la sucesión de hechos con una sonrisa, resolvimos
compartir esto para que algún colega no sea sorprendido en su
buena fe, mientras trabaja en el campo, por estos pequeños y
malignos objetos no identificados.
por Mónica López Ruf
y Liliana A. Fernández
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